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 ATENCIÓN. ORACIÓN.

El diseño de las diferentes formas de vida tiene una función que


permanentemente está en actividad: la atención.
Y debe estar en permanente actividad, puesto que ello le permite
mantener una correcta relación… con su propia dinámica y con las
dinámicas del entorno, ¡además de!… el intercambio y –obviamente-
las posibilidades de permanecer –véase: desarrollarse, replicarse,
reproducirse-…

Para ello, cada especie, en su forma, dispone de sensores,


medidores o… receptores o sensibilizadores o sentidos que… advierten;
que informan; que dan a conocer.

Y, si bien en diferentes agrupaciones de vida, las atenciones


grupales, las atenciones generales, se dividen, se delegan, se
comparten… “eso no exime de la atención”… como especie que
representa cada ser.

Puede parecer un signo de desconfianza, pero… no lo es.


Porque el hecho de que la inteligencia agrupe funciones y distribuya
responsabilidades, no exime de las mismas, a los demás.
“Las atenúa”.

Si no, como ocurre ¡tantas y tantas veces!, a la hora de buscar un


responsable, un…
“No. Es que… yo dependo de…”. “No. Es que… falló… el que tenía
que…”. “No. Es que…”.
Una serie concatenada de ¡fallos! Porque el uno confiaba en el otro, el
otro confiaba… y… “Unos por otros –dice el refrán-, la casa sin barrer”.

¡Y quizás pueda resultar agobiante!... estar “atentos” de una


manera constante. Pero –¡insisto!- es un diseño. Está diseñado así.
Lo que ocurre es que con facilidad se puede caer en la comodidad que
supone que “otro”… Y el otro supone que “el otro”… Y ¡mira!…

-¡Ah! ¿Pero no habéis…?


Y el otro:
-¡Ah! Yo no. Pero… ¿no se encargaba de esto…?
-¿Pero no habéis…?

Los sensores de atención no se pueden delegar.

En el caso de la vida en el ser de humanidad, sus sensores de


atención tienen una policromía, unas capacidades de recursos,
¡asombrosas!
Pero es cierto que, a tal complejidad, si… ¡un pequeño detalle! –un
quantum- no está acertado, todo se conmueve.

La atención por los constituyentes que la integran, tiene además –


dentro de la complejidad del ser humano- la capacidad de “expresar
atenciones”.
Y éste puede ser “atento” a aquél…; aquél puede ser atento con
aquél…; Y, recordando los detalles, estos detalles se añaden a la
atención.

Ese sistema de atenciones que se pueden dispensar los seres,


¡facilita!, estimula, alegra, ayuda, impulsa, ¡concilia!, arregla.

 
En la medida en que “la atención” –como especie y como expresión
de la vida- se conserva, se estimula, ¡se practifica!, en esa medida
percibimos las corrientes de la vida. ¡En esa medida!… nos damos
cuenta del significado creativo de las coincidencias, de las
casualidades, de los detalles que encajan unos con otros.

En esos niveles de atención, es fácil diversificarse en


“independientes”, “dependientes”, “interdependientes” y… lo que
promovemos como atención, hoy: la “interpendencia”; estar entre sí
pendientes, como expresión de esa atención.
Porque, si el sujeto es “independiente” –depende de él y excluye a los
otros-, su relación será difícil –como mínimo-.
Si es “dependiente”, ¡será manejado!; será ¡controlado!; será… lo que
quieren los otros. No es ése el diseño liberador.
Si es “interdependiente”, ¡mejora algo la situación!, puesto que unos a
otros se apoyan; se colaboran; se desarrollan.
Pero puede haber un nivel más exquisito: el “interpendiente”. Aquél en
el que cada uno sabe su posición, ¡pero está pendiente!... de la
posición de los otros.

Así, nada queda por hacer.


Así, mutuamente se pueden corregir.
Así, fácilmente se puede rectificar.
Nadie pierde su identidad.

¡Nadie se aísla!

Cuando la atención se “referencia” en lo Creador, ¡en lo Divino!, la


precisión, el rigor, la exactitud… deben estar… especialmente afinadas.

“¡Atentos!”: esa actitud… ¡de tendencia!… hacia el Origen.


Permanentemente.

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