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El anarquismo, para mí, supone el punto culminante del librepensamiento (una especie de
liberalismo radical en tensión permanente con los valores de no-dominación) y, por lo
tanto, en su misma base se halla un individualismo extremo, una defensa radical de la
libertad individual entendida como derecho absoluto de cada ser humano a actuar
ateniéndose únicamente a los dictados de su propia conciencia y de su propia voluntad;
existe también en la herencia libertaria la afirmación de que cada personalidad tiene un
valor único, insustituible cuya expansión no debe verse limitada por ninguna frontera
externa. Las diferentes doctrinas religiosas, políticas o económicas han hecho del individuo
una pieza más de su engranaje -aunque la justificación fuera hacerlo el fin de sus designios
como partícipe de una supuesta realidad magnánima- sin atender a su valor personal por sí
mismo. En las diferentes sociedades, la mayoría de los hombres se conforman con ser
determinados por el medio: el anarquista, en cambio, se esfuerza en determinarse por sí
mismo. La tendencia libertaria es suscitar en los individuos el mayor conocimiento en el
sentido empírico, demostrar y asimilar el antiautoritarismo en los diferentes ámbitos del ser
humano: ético, intelectual, artístico, social, económico… Es difícil encontrar en otras
ideologías, supuestamente emancipadoras, respuestas a las necesidades que se desprenden
de la defensa del individuo; una de las riquezas de la heterodoxia doctrinal libertaria ha sido
tratar de responder a esos interrogantes.
Un rápido repaso a la tradición individualista
Mención aparte merece la tradición liberal radical norteamericana con un fuerte substrato
individualista y antiestatista. Muy conocida es la actitud de desobediencia y resistencia a la
arbitrariedad del poder preconizada por Thoreau, otro autor que jamás se llamó anarquista;
los que si se considera como a tales son a Warren -que evolucionó hacia un individualismo
feroz en la que la sociedad debía adaptarse a sus necesidades, lo que le sitúa cerca de
Stirner- y Tucker que abogaba por una ética social en la que no se debía transgredir las
fronteras de la libertad ajena y resultan tremendamente importantes sus intentos de
establecer conexiones entre las tradiciones culturales de su país, la consolidación
conceptual del anarquismo europeo y la filosofía individualista.
Un claro divulgador del pensamiento stirnerista fue el francés Armand con gran
preocupación por las cuestiones sexuales, las cuáles asociaba a la liberación individual.
Otro autor galo, quizá más innovador, fue Ryner cuyo pensamiento ecléctico es difícil de
clasificar, creía en un cambio interior del individuo, huyendo de toda autoridad externa, y
apostaba por la fraternidad y preocupación por el otro -alejándose del egoísmo de raíz
stirneriana-; su heterodoxia hacia que viera precursores del individualismo en filósofos del
la antigüedad como epicúreos, estoicos o el mismo Platón-.
Pero no hay, quizá, mayor riqueza de espíritu -entendiendo tal como fortalecimiento de la
voluntad, del ánimo, de esa reafirmación de cada personalidad específica- que la de ese
amor a la vida preconizado por los anarquistas individualistas -Urales tenía razón, caigo en
la reiteración al mencionar los dos conceptos, no existe uno sin el otro-, la de esa obligación
de vivir intensamente una vida breve, exenta de principios superiores o trascendentes; el
eclecticismo, el antidogmatismo, las tradiciones de radicalismo liberal -palabra que uso sin
miedo a pesar de su perversión actual que habla de libertad económica para encubrir la
dominación-, de expansión del pensamiento sin límites, de culto a la sabiduría, de
liberación sexual, de una moral acorde con los valores antiautoritarios, fraternales y
solidarios, conductora del pensamiento y de las acciones… conceptos que todavía
encuentran demasiados obstáculos culturales o institucionales en nuestras diferentes
sociedades humanas y que los anarquistas recogen ya en sus orígenes, no de una manera
doctrinaria o cerrada sino asumiendo un progreso, una liberación constante en el individuo.
JM Fernández Paniagua
Extracto del artículo publicado en “Tierra y Libertad” nº 202 (mayo del 2005)