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E l hombre pertenece al género de los animales, cuya vida consiste en lo

sensitivo, pero en la vida humana lo sensitivo no es lo último en el orden


del proceso perfectivo, por lo que toda la sensibilidad humana está naturalmente
al servicio del entendimiento.
En esta unidad trataremos en detalle la vida sensitiva del hombre. Sin duda
veremos la sensibilidad como un modo de vida compartido con los demás ani-
males, pero apuntaremos sobre todo a discernir el sentido de la sensibilidad al
servicio del espíritu humano.
Y respecto de esto, en primer lugar nos preguntamos: ¿a qué aspecto de la vida
humana nos referimos al hablar de la “sensibilidad”? La respuesta puede ser
muy compleja, pues abarca una multiplicidad de fenómenos que experimenta-
mos cotidianamente: sensaciones de diversos tipos, emociones, capacidad para
percibir en detalle las cosas (como cuando alguien dice tener más sensibilidad
para algo que otro)... movimientos “apasionados”-emociones...
En una primera aproximación, a modo de presentación fenomenológica, pode-
mos decir que la sensibilidad es esa dimensión vital que se pone primaria e
inmediatamente en juego en todo nuestro conocimiento espontáneo y natural,
en nuestro primer contacto con la realidad que nos rodea y que provoca en
nosotros una serie de reacciones afectivas espontáneas que determinan nuestro
estado de ánimo. Situémonos pues ante este fenómeno: percepciones, sensacio-
nes, contacto inmediato con las cosas del mundo, emociones, atracción de lo
que agrada, repulsión de lo feo o de lo que inmediatamente aparece como
inconveniente (malo)... De todos estos hechos no tenemos dudas, se verifican en
nosotros y podemos tener de ellos una primera y general caracterización al
alcance de todos.
A través de los “sentidos” “recibimos” el mundo con sus cosas en nuestra inte-
rioridad y nos hallamos afectados por esta percepción. Así, por ejemplo, al salir
por la mañana a trabajar: cruzo un sector de la ciudad caminando, por ese
entorno de cosas, calle, automóviles, personas que van y que vienen, ruidos de
motores, voces, aves que levantan vuelo, un perro que atraviesa la calle, el
reflejo del sol, la promesa de un buen día, edificios, rostros más o menos cerca-
nos, negocios, casas, los diversos olores de la ciudad, el frío o el calor, las
noticias, el café de la mañana... todo estas cosas y muchas más configuran el
paisaje cotidiano que recibo en mi interior en ese momento del día. Esta percep-
ción es en principio puramente pasiva, es decir, receptiva. Recibo las cosas que
pasan a estar adentro de mí, configurándome, determinándome. Dicho de otro
modo, el mundo no resbala sobre mí sino que se instala en mí y me afecta con
sus cosas, de tal manera que después de ese contacto experimento esta doble
sensación: algo en mí ha cambiado, aunque yo sigo siendo el mismo.
La sensibilidad presenta la modalidad de la “receptividad” del mundo tal cual es.
Y esa recepción de las cosas, que me salen al paso, provoca en mí reacciones
afectivas: agrado o desagrado de las condiciones del clima, la tranquilidad de
una plaza o la alegría del sol en invierno, los nervios por la tardanza del “micro”,
la alegría de encontrar amigos o la desazón de toparme con mis enemigos o con
personas desagradables, el impacto de las noticias cantadas por los canillitas, la
sensación de fuerzas del primer café de la mañana...
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Es una experiencia universal la imposibilidad que el hombre tiene de sustraerse


por completo al propio entorno, lo cual no significa que el entorno lo determine
totalmente. El hombre es libre, como veremos, y puede tomar distancia, pero
hasta cierto punto. La razón de esto está en que el hombre tiene como rasgo de su
esencia el ser “sensitivo”. Y no queda otra posibilidad para la apertura del mundo
interior del hombre que este contacto abierto y arriesgado con el mundo de las
cosas concretas que le rodean. Si el hombre se siente agobiado por la ciudad,
puede procurar para su vida el descanso de otros ámbitos como los paisajes natu-
rales, las jornadas de quietud y repliegue espiritual, las vacaciones, etc... pero esto
no le exime de recibir ineludiblemente, todos los días, su mundo circundante que
le afecta el ánimo, empezando por el entorno que ha configurado en su propia
casa.
Se trata de un conocimiento y una tendencia que tienen que ver con nuestra
experiencia inmediata de las cosas del mundo. Este dinamismo cotidiano es sin
duda, muy conocido para nosotros en cuanto tenemos de él abundante experien-
cia. Pero cuando queremos conocer la naturaleza de la sensibilidad y el detalle de
sus movimientos advertimos un proceso complejo (ojo, oído, imaginación... afec-
tividad). Esto da origen a la necesidad de una ciencia que se ocupe de la “piquis
humana”.

...nuestra sensibi- Otra dificultad reside en que nuestra sensibilidad no aparece “aislada” de nues-
lidad no aparece tro pensamiento y nuestra voluntad, sino compenetrada con estos dinamismos de
“aislada” de nues- la esfera superior del psiquismo humano. Nuestro mundo perceptivo y tendencial
tro pensamiento y incluye en forma espontáneamente articulada el concurso de todos los sentidos,
n u e s t r a del pensamiento y de todos los apetitos.
voluntad,sino Tenemos que asumir ahora el desafío de la distinción, enumeración y caracte-
compenetrada rización de cada una de las facultades psíquicas que intervienen en este delicado y
con estos dina- complejo proceso cognoscitivo-tendencial llamado “sensibilidad”.
mismos de la es-
Como las potencias del alma se definen por su objeto, habrá que establecer
fera superior del
muy bien el objeto de cada potencia sensitiva del hombre.
psiquismo huma-
no. Luego habrá que considerar todo esto en movimiento, según el orden natural
de sus operaciones, y finalmente tendremos que tratar de contemplar el significa-
do de conjunto que arroja la dimensión sensitiva en la totalidad de la vida humana.
Queremos que el alumno alcance a valorar la propia experiencia sensitiva en
orden a la totalidad de la vida humana. Para ello tendrá que llegar no sólo a
memorizar la teoría fundamental sino que es preciso que llegue a poseer la habi-
lidad de interpretar la experiencia desde el discernimiento de los dinamismos sen-
sitivo-afectivos.
En cuanto a la esfera del conocimiento sensitivo, el alumno debe ser capaz de
superar el craso materialismo que tiene atrapada la mente de muchos científicos y
parece hoy ser moneda corriente cuando se quiere explicar el conocimiento. Debe
comprender con claridad el carácter “inmaterial” de todo conocimiento.
En cuanto a la esfera de lo afectivo o pasional, el alumno debe ser capaz de
distinguir una pasión de otra, expresar el orden esencial que hay entre las pasiones
y esbozar los principios generales que ordenan el gobierno humano de las mis-
mas.
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Objetivos de Aprendizaje
1. Desplegar el panorama de la sensibilidad humana, distinguiendo las faculta-
des psíquicas que la constituyen y mostrando cómo se articulan sus dinamismos
respectivos.
2. Incorporar el lenguaje propio de la realidad cognoscitiva y tendencial de la
sensiblidad humana, aprendiendo fundamentalmente a distinguir las operacio-
nes de este nivel de vida respecto de la esfera racional.

Temario de la Unidad III


1. La actividad de los sentidos externos.
2. Distinción y comparación de los sentidos externos y sus objetos.
3. El problema del error en los sentidos externos.
4. La actividad de los sentidos internos.
5. Las pasiones del alma.

MAPA CONCEPTUAL

P A S I O N E S D E L A L M A

APETITO CONCUPISCIBLE APETITO IRASCIBLE


(de lo fácil) (de lo arduo o difícil)

De lo bueno De lo malo De lo bueno De lo malo


presente o ausente presente o ausente acercándose lejano
AMOR ODIO ESPERANZA TEMOR

ausente ausente alejándose cercano


DESEO FUGA DESESPERANZA AUDACIA

presente presente presente


GOZO TRISTEZA IRA
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S E N T I D O S

* TACTO: temperatura, rugosidad


dureza, humedad

SENTIDOS SENSIBLES * GUSTO: sabores


EXTERNOS PROPIOS * OLFATO: olores
* OÍDO: sonidos
* VISTA: colores

SENSIBLES COMUNES: número, tamaño, movimiento, figura.

SENSIBLES PER ACCIDENS: sustancia.

SENTIDO COMÚN: las sensaciones mismas

IMAGINACIÓN: representación sensitiva intencional


(fantasma)
SENTIDOS
INTERNOS

ESTIMATIVA COGNITATIVA: lo útil o nocivo

MEMORIA: lo pasado según el antes y el después


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LA ACTIVIDAD SENSITIVA DEL HOMBRE

1. La Actividad de los Sentidos Externos


Los sentidos externos “reciben” las formas del mundo circundante mediante un
proceso de alteración de los órganos del cuerpo, según el objeto de cada sentido (por
los colores, la vista; por los sonidos, la audición...); sus actos no pueden realizarse
sin esta presencia inmediata que los afecte. Expliquemos un poco este proceso de
“alteración”:
Hay tres tipos de cambio en los cuerpos: cambio de lugar (locomoción), cambio
de cantidad (aumento o disminución) y cambio de cualidad (alteración). Para en-
tender lo que sucede en el acto de los sentidos externos tenemos que prestar aten-
ción a los procesos de alteración, como cuando algo cambia de color o de figura, o
de temperatura...
Pero la alteración en los cuerpos se produce según las cualidades llamadas de la
“tercera especie” o “cualidad pasible”: cambios de color, o temperatura, por ejem-
plo.
“... no todos los accidentes tienen de suyo influjo inmutativo (de
alteración o cambio de cualidad), sino solo las cualidades de la tercera
especie (color, sonido, etc...1), según las cuales sobreviene la altera-
ción: las únicas, por ello, que son objetos de los sentidos...2.
Las sensaciones requieren para su acto de la presencia de las cosas del mundo
ante las facultades (sensitivas), con sus cualidades en acto (cualidades de la tercera
especie) ejerciendo su influjo inmutativo (alterante) sobre el órgano del sentido. Así,
por ejemplo, en cuanto cierro los ojos o desaparece la luz, productora de los colores,
la visión cesa por no disponer ya de la presencia de su objeto ante ella.
El objeto de los sentidos externos es siempre algo actualmente presente en una
cosa externa, del mundo material, capaz de afectar el órgano correspondiente al
sentido de que se trate, como lo es el color para la vista, pues el órgano de ésta, que
es el ojo, recibe la alteración del color.
A partir de esta inmutación se inicia nuestro conocimiento sensitivo. Cada senti-
do externo dispone de un órgano muy bien determinado, apto para ser alterado por
determinada cualidad: Ej. el ojo respecto del color, producido por la luz; la piel
respecto del calor, etc. A esas cualidades capaces de mover o alterar nuestros senti-
dos les llamamos “cualidades sensibles” o simplemente “sensibles”.
Pero para captar el sentido “cognoscitivo” de estas alteraciones hay que distin-
guirlas del modo propio de las alteraciones físicas, que se verifican en las sustancias
corpóreas.

1
La cualidad es un accidente –forma accidental- que determina a una sustancia y puede ser de
cuatro especies (consultar un tratado de Física y Metafísica tomista). La tercera especie se llama
“cualidad pasible” y allí se agrupan las cualidades que determinan la “alteración” de un ente
físico (por lo que se dice que ha padecido alteración), como el cambio de color o de figura. En
estas cualidades, la aparición de una nueva cualidad implica la desaparición de su contraria,
como cuando se adquiere un color, se pierde otro. Cfr. Millán Puelles, A. Fundamentos de
Filosofía. Madrid, Rialp, 1969. pp. 263-266 y 508. (Capítulos X y XVIII, respectivamente).
2
S. Th. I, q. 78, a. 3, ad 1.
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Se observa una alteración común con los demás cuerpos del mundo, en la cual
el paciente es asimilado a la forma del agente, como cuando el fuego asimila por el
calor a un leño. En este tipo de alteración, llamada “alteración o inmutación
física”, el sujeto alterado (paciente) pierde su forma anterior, en mayor o menor
medida, según la intensidad del influjo del agente. Así el calor va calentando el leño
hasta que, finalmente le hace perder su figura y hasta su forma sustancial, transfor-
mándolo en cenizas. Lo mismo ocurre cuando un cuerpo cambia de un color a otro;
si pasa, por ejemplo, de amarillo a verde, es necesario que pierda el amarillo para
ganar el verde, siempre hablando del mismo cuerpo o extensión corpórea, claro.
Pero este tipo de alteración o inmutación sólo es el inicio del proceso cognoscitivo
“sensorial”. Podemos observar, por ejemplo, cómo se produce en la sensación del
tacto, respecto del calor: el calor (objeto del tacto) altera la piel (órgano del tacto);
y mientras más se prolonga el influjo o más intenso es más alterada se ve la piel,
perdiendo la forma que tenía (el grado de calor o incluso la figura, para ganar una
nueva cualidad).
Sin embargo, esto es sólo la antesala del conocimiento. No podemos reducir
el conocimiento a un proceso “físico”. Con una argumentación muy sencilla lo
probamos: si el conocimiento en cuanto tal consistiera en una alteración física, todo
cuerpo que se altera se diría “cognoscente” (por ejemplo, el agua que se calienta), lo
que resulta absurdo.

...lo propiamen- Demos el paso decisivo: lo propiamente cognoscitivo de las sensaciones consiste
te cognoscitivo pues en llegar a poseer la forma de lo otro sin su materia. Se trata de una recep-
de las sensacio- ción “inmaterial”; al menos en algún grado de desprendimiento de la materia. Es
nes consiste pues éste un tema arduo que debemos entender muy bien, para avanzar en nuestro
en llegar a poseer estudio del conocimiento y la espiritualidad del hombre.
la forma de lo
Que yo conozca el “árbol” significa que he incorporado por mi sensibilidad su
otro sin su mate-
forma, pero ésta no se halla en mí “hecha de madera y otros tejidos”. No ingresa en
ria.
mi interioridad la materia concreta e individual de ese árbol, sino su forma, en algún
grado ya desprendida de su materia, al menos, de su materia individual y concreta3.
Y observamos además, que la forma del árbol no es recibida como la materia
recibe a la forma sino que se recibe tal cual es, sin la limitación propia de individua-
ción de una materia cuantificada concreta.
Si no advertimos esta “inmaterialidad” en las sensaciones, no podemos explicar
que se trate de un “conocimiento”, pues reducir la recepción sensorial a un proceso
de pura alteración física es quedar en el plano de las acciones entre cuerpos y no
descubrir el ente “cognoscitivo” que ya aparece aunque se trate de un ínfimo grado
del mismo.

3
Los grados de inmaterialidad manifestarán los grados del conocimiento, como iremos viendo
en el avance de los temas.
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Pensemos el siguiente caso: si mis sensaciones no recibieran el calor más que


materialmente, yo no podría decir que conozco el calor, sino sólo que me estoy
calentando (la piel, el cuerpo, en general), pues éste es el modo de recibir una forma
en una materia, de modo individual: mi cuerpo individual calentándose al recibir la
forma “calor”, la cual, a su vez, será recibida en mi cuerpo según el límite que le
ofrece mi materia concreta. Pero la experiencia me dice que no sólo ocurre este tipo
de alteración, sino que llego a “conocer” lo que es el calor, y esto implica que aun
después de ser calentado mi cuerpo o mi piel, es decir, cuando el calor ya no está
“materialmente”, yo conservo el calor como algo conocido; y esto no se podría
hacer, si yo no recibiese, junto con la alteración física, la forma de lo conocido sin
materia, de tal modo que en cierto punto ya no necesite de la presencia actual del
objeto “inmutante”.
Es cierto que el acto de los sentidos externos no se produce sin la presencia
actual de las cosas externas inmutando a través de sus cualidades sensibles; pero si
esas facultades no tuviesen además la capacidad de “recibir las formas sin la mate-
ria”, nada podríamos incorporar y retener como conocimiento de las cosas, ya que
una nueva alteración haría desaparecer la anterior (como la sucesión de un sonido
por otro).
Así, por el tacto se percibe el calor de algo o su figura y ésta recepción pasa a la
intimidad del sujeto, permaneciendo aún después de que ha cesado la alteración
física del órgano. El sujeto cognoscente no acumula “materialmente” el calor por el
hecho de que tenga en su memoria muchas percepciones de cosas calientes. A esa
recepción sensible, pues, de las formas de las cosas que consiste en el enriqueci-
miento inmaterial del cognoscente sensitivo se le llama “alteración o inmutación
espiritual”, en lo que consiste la recepción propiamente cognoscitiva:
“...Hay empero dos clases de inmutación o alteración: una
natural, por la que lo inmutado recibe la forma de lo inmutante según
su ser natural, como el calor es recibido por lo calentado; y otra
espiritual en cuya virtud esa recepción de forma se realiza según el
ser espiritual, cual la forma del color en la pupila, que no por esto
resulta pintada. Ahora pues: para la operación del sentido se requiere
inmutación espiritual, por la que la impresión intencional de la forma
sensible se verifique en el órgano del sentido: de lo contrario, si bastase
la sola alteración natural, para experimentar la sensación; todos los
cuerpos naturales sentirían, en el hecho de recibir la tal alteración”4.
Por no advertir este segundo modo de alteración, muchos pensadores redujeron
el conocimiento a puros “mecanismos” o procesos físico-químicos, con lo cual que-
daron sin explicar el conocimiento; sencillamente lo redujeron a “alteración física”.
Para citar sólo casos paradigmáticos de esta posición, podemos mencionar a los

4
S. Th. I, q. 78, a. 3, in c.
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primeros filósofos griegos, llamados cosmólogos, entre los cuales se destaca la teo-
ría de EMPÉDOCLES, para quien el conocimiento se realiza por lo semejante, es
decir, el conocimiento del agua, por el agua que tiene el que conoce, el fuego por el
fuego, mediante “efluvios” que salen de las cosas y llegan a los sentidos:
“vemos la tierra con la tierra, el agua con el agua, el divino éter con el éter, con
el fuego el fuego destructor, el amor con el amor, y el odio, en fin, con el dañino
odio”5.
Para DEMÓCRITO (y los atomistas, en general) esos efluvios serán sólo migra-
ción de átomos en el vacío; movimientos de partículas que migran de las cosas
hacia nuestros sentidos para reproducir las cosas en nosotros6.
Y mucho más adelante, sin el estado de ingenuidad propia de aquellos filósofos
que dieron origen a la Filosofía, hallamos en el pensamiento moderno a los empiristas,
llamados así por el reclamo que hacen de la “experiencia” en el saber científico,
aunque ellos reducen la experiencia a la “experiencia de los sentidos” (negando una
“experiencia intelectiva”, por ejemplo) y reduciendo a su vez la experiencia sensible
al influjo físico de las cosas. Tal es el caso de DAVID HUME, para quien incluso el
pensamiento es como un resabio debilitado de las sensaciones. Su posición se expli-
ca si comprendemos que sólo reparan en la “inmutación física” mientras que la
“inmutación espiritual” les pasa inadvertida o a veces resulta negada ex-profeso en
virtud de un prejuicio contra la doctrina de la abstracción, propia del pensamiento
de Aristóteles y el de Santo Tomás.
Nos bastan estos autores para exponer toda una línea de tendencias en el pensa-
miento, que es antigua y es moderna, y llega hasta nuestros días (los errores se
repiten, muchas veces sin saberlo).
Hoy nos encontramos con otro caso similar, aunque desgraciadamente implica-
do en el quehacer científico. Se trata del pensamiento de aquellas personas que
investigan en “NEUROCIENCIAS”. Se sabe que esta rama de la bio-medicina
ha hecho grandes avances gracias a los recursos otorgados por la resonancia mag-
nética y las computadoras en general. Se ha podido “mapear” el cerebro, detectar
diversas zonas en actividad según diversas actividades del hombre (sueño, recuer-
dos, etc.). Con esto, insisto, se ha realizado un gran avance en orden a solucionar
problemas de la salud humana. Se alcanza un conocimiento más preciso de las
lesiones y de su gravedad...
Pero no en pocos casos, se cree, “ingenuamente” o no, que esos descubrimientos
equivalen a haber descubierto sin más el alma misma, las facultades del conoci-
miento y todas las actividades que estos términos conllevan. Es un grave error y un
daño para la ciencia adoptar esta posición no reflexionada con madurez, extrapolando
problemas filosóficos al ámbito y al método de las ciencias actuales, por cierto, muy
acotados y limitados (esto no se piensa demasiado en nuestros días, claro).

5
Texto de Empédocles citado por Aristóteles en De an., Libro I, Capítulo 1 (404 b).

6
V. Copleston. F. Historia de la Filosofía. Barcelona, Ed. ARIEL. Tomo I. Grecia y Roma. Parte II.
Capítulo 16: “Demócrito de Abdera”.
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En primer lugar, esta última posición desconoce la “antigua doctrina” de


Aristóteles que sitúa la mayoría de las funciones psíquicas en el algún órgano del
cuerpo. Él y Santo Tomás reconocerán fehacientemente esa “organicidad” incluso
en los sentidos internos (sentido común, imaginación, memoria, estimativa).
Decir que las “funciones mentales” están ligadas a la actividad cerebral, incluso,
detallando zonas, redes neuronales, etc. en general, no constituye una novedad
absoluta. Muchas de las cosas descubiertas por ellas ya eran conocidas por los
médicos medievales, aunque sin la precisión posibilitada por el recurso de la compu-
tación, claro.
Lo que está en juego no es afirmar o negar el uso del cerebro en las funciones del
psiquismo humano.
El error proviene en pretender reducir todo lo psíquico a un puro fenómeno ...en pretender
“orgánico-cerebral”. Hacer esto es desconocer el fenómeno mismo del conocimien- reducir todo lo
to, es decir, negar las experiencias más fundamentales que tenemos del conocer, o psíquico a un puro
mutilarlas, prestando atención a ciertos aspectos (la actividad cerebral) y olvidando fenómeno “orgá-
otros (por ejemplo, el mundo de recuerdos que yo experimento en mí mismo al nico-cerebral”.
recordar y que aparecen a mi conciencia sin que yo observe nada del cerebro). Pero Hacer esto es des-
no es lícito en la ciencia recortar la experiencia y pretender hablar de la totalidad. Lo conocer el fenó-
cierto es que experimentamos ambas cosas: vemos el “cerebro” y vemos “los recuer- meno mismo del
dos”. ¿cómo conciliar ambas experiencias? conocimiento...
Las personas que identifican sin más «recuerdo» o «pensamiento» con “actividad
neuronal” hacen violencia al pensamiento. Miran lo de fuera y no miran lo de dentro
(la autocaptación del yo pensante o sintiente, o recordante...). y si les preguntamos
¿“dónde están las imágenes que yo estoy ahora recreando en mi interior”? respon-
den muy airosos “en el cerebro”, pero lo cierto es que (para ser buenos científicos,
según el método “experimental”), nunca se han encontrado imágenes ni sentimien-
tos en el cerebro. Ninguna autopsia los halló ni los podrá hallar.
Insistimos ¿dónde están mis imágenes? ¿puedes hallarlas con alguna resonan-
cia? ¿puedes ver desde fuera todo el mundo de cosas que hay en mi interior?
Creo que por ahora es suficiente con esta reflexión. Volveremos para ahondar
este precioso tema al tratar de lo más inmaterial que hay en el hombre, a saber, el
entendimiento.

2. Distinción y Comparación de los Sentidos Externos y


sus Objetos
Recapitulemos lo dicho hasta aquí: los sentidos externos conocen a partir de la
alteración producida en sus órganos por algunas cualidades de las cosas materiales
externas al sentido, pero no se verifica la sensación como conocimiento sino por la
alteración “inmaterial” que es puramente receptiva, pura ganancia, sin pérdida al-
guna.
Veamos ahora en detalle los sentidos externos: son cinco, y cada uno de ellos
tiene su objeto propio (o “sensible propio”): para la vista los colores, para el oído
los sonidos, para el olfato los olores, para el gusto los sabores, para el tacto la
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temperatura, la rugosidad, la humedad, la dureza7. El objeto propio es aquel que


define a la potencia.
Existen ciertas cualidades que son percibidas por diversos sentidos, en virtud de
lo cual se denominan “sensibles comunes”: movimiento, número, extensión y
figura (Ej. puedo experimentar el movimiento tanto con la vista como con el tacto,
etc).
Sin embargo, estas cualidades se perciben a través de los sensibles propios,
como la vista no puede percibir una figura si ésta no tiene color, y el oído no puede
percibir un movimiento si este no tiene sonido, etc.
Y también ingresa a través de los sentidos, la sustancia misma de las cosas, que
no es, sin embargo sensible por sí misma (per se) sino que a la sustancia la percibe
el sentido sólo accidentalmente (per accidens) es decir, en cuanto ingresa junto
con los sensibles propios y comunes.
Esta terminología no hace más que aplicar la distinción “sustancia-accidentes”,
es decir, “ser en sí o por sí - ser en otro o por otro” de un modo analógico: lo que por
sí es percibido, porque afecta directamente al sentido mediante el órgano de éste, se
llama “sensible per se (o esencialmente sensibles)” y lo que es percibido por la
sensibilidad solamente porque va unido a lo sensible per se, se llama “sensible per
accidens”.
Tenemos que notar que al respecto los sensibles comunes son algo intermedio
entre “per se” y “per accidens”: tiene en común con los primeros (los sensibles
propios de cada sentido externo) el hecho de que alguna inmutación producen
(como lo constata Santo Tomás mostrando que no altera del mismo modo una
superficie grande que una pequeña), pero tiene en común con los segundos (los
sensibles per accidens), en que no son percibidos sin los sensibles propios o cualida-
des propiamente sensibles por sí.
Queda entonces el siguiente orden: sensibles propios – sensibles comunes – sen-
sibles per accidens:
“...el tamaño, la figura y demás cualidades análogas, llamadas sen-
sibles comunes, son medios entre lo sensible per accidens y los
sensibles propios, que son objetos de los sentidos: porque los sensi-

7
“...enseña Aristóteles De anima, l. 2, t. 106 y sig. que el sentido del tacto es genéricamente
solo uno, pero se divide en muchos sentidos específicamente, por lo cual actúa sobre diversas
contrariedades: mas estos sentidos no se hallan separados o distribuidos en diversos órganos,
sino que residen asociados en todo el cuerpo, no haciéndose notar por eso su distinción. Pero
el gusto, perceptivo de lo dulce y lo amargo, aunque en la lengua está unido al tacto, no así en
el resto del cuerpo, en lo que fácilmente se distingue del tacto. Pudiera no obstante decirse que
cada una de todas aquellas contrariedades convienen en un solo género próximo y todas en un
género común, que es el objeto del tacto en su noción común; mas ese género común es
innominado, como lo es asimismo el género próximo de lo cálido y lo frío” (S. Th. I, q. 78, a.
3, ad 3) … “... el sentido del gusto es... cierta especie de tacto, residente sólo en la lengua: mas
no se distingue genéricamente del tacto, y sí solo comparativamente a otras especies, que se
difunden por todo el cuerpo. Pero, si el tacto es un solo sentido únicamente por la unidad de
razón común del objeto, habrá de decirse que se distingue el gusto del tacto según el diverso
concepto de la respectiva inmutación: dado que el tacto la experimenta natural, y no espiritual
solamente, en cuanto a su órgano y según la cualidad, sobre que propiamente actúa; al paso que
el órgano del gusto no experimenta por necesidad inmutación natural según la cualidad propia-
mente sometida a su acción (de modo que la lengua se haga dulce o amarga), sino según la
cualidad preliminar, fundamento del sabor, es decir, según la humedad (o líquido) objeto del
tacto” (S. Th. I, q, 78, a. 3, ad 4).
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bles propios primariamente y de suyo modifican el sentido respectivo,


por ser cualidades alterantes; mientras que los sensibles comunes se
reducen todos a la cantidad: y efectivamente esto es bien notorio en
cuanto al tamaño y el número; la figura es cualidad sobre la cantidad,
consistiendo la idea de figura en el contorno de la magnitud; el movi-
miento y el reposo se dejan sentir, según que el sujeto se halla de uno
o de varios modos en relación con el volumen del sujeto o de la distan-
cia local en cuanto al movimiento aumentativo y al local (respectiva-
mente); o también según las cualidades sensibles, como en el movi-
miento de alteración: así que sentir el movimiento y la quietud es en
cierto modo sentir una sola cosa y muchas. Más como la cantidad es el
sujeto próximo de la cualidad alterativa, a la manera que la superficie
es el sujeto del color; por esta razón los sensibles comunes no mueven
el sentido primariamente y por sí, sino por razón de la cualidad sensi-
ble, como la superficie a causa del color: sin que por eso sean sensibles
per accidens, por cuanto (los sensibles comunes) inducen alguna
diversidad en la inmutación del sentido; puesto que el sentido se
inmuta de diverso modo por una superficie grande que por otra pe-
queña, dado que aun la blancura misma se dice grande o pequeña,
distinguiéndose así según su propio sujeto8.
Los sensibles comunes (número, extensión, figura y movimiento) se fundan en la
cantidad y sólo pueden alterar a través de los sensibles propios, como, por ejemplo,
no es posible percibir la figura sin la rugosidad recibida en el tacto o sin el color
recibido en la vista...
La sustancia en sí sólo es percibida por la sensibilidad “por accidente”, pues no
altera el sentido bajo ningún aspecto. Ingresa, sin embargo por los sentidos y por ello
de algún modo se dice “sensible”, aunque “per accidens”.
“...Téngase presente sin embargo que lo que es por accidente no
diversifica la especie; pues, siendo accidental el color al animal, la
diversidad de colores no diversifica las especies de los animales; y sí la
diferencia en lo que por sí existe en ellos... no toda diversidad de
objetos diversifica las potencias del alma, sino sola la diferencia en
aquello a que la potencia se ordena por sí; a la manera que los sentidos
se refieren por sí a la cualidad pasible9, que por sí se divide en color,
sonido y demás; y por esto una es la potencia sensitiva del color (la
vista), y otra la del sonido (el oído). Pero a una cualidad pasible, tal
como la del color, puede sobrevenir otra, como la de músico o gramá-
tico, grande o pequeño, hombre o piedra: y he aquí por qué las poten-
cias del alma no se distinguen por tales diferencias”10.

8
S. Th. I, q. 78, a. 3, ad 2
9
Como veremos al tratar de la actividad sensitiva, más adelante.
10
S. Th. I, q. 77, a. 3, in c.
76 UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica

...a medida que el Ahora demos un paso más: a medida que el conocimiento es más perfecto, el
conocimiento es grado de desprendimiento de la materia es mayor. Esto puede observarse ya en la
más perfecto, el comparación recíproca de los sentidos externos. Se trata de atender a la alteración
grado de despren- o cambio de forma que sucede en el objeto sentido y/o en el órgano del sujeto que
dimiento de la siente.
materia es mayor. En tal aspecto, según el grado mayor de alteración que se verifique en el acto de
un sentido, nos hallamos más cercanos a los procesos meramente corpóreos, es
decir, menos cognoscitivos. Así podemos observar las alteraciones que suceden res-
pecto de las cosas y por las cuales se huele, o saborea... pero también el grado de
alteración en los órganos como la alteración grave que sufre la piel ante el calor...
En esta dirección, señala Santo Tomás que la vista es el sentido menos
alterado, y por ello el más cognoscitivo de los sentidos externos, que llega
a más cosas y con mayor distancia; posee pues mayor universalidad, criterio en el
que venimos insistiendo a propósito de la perfección vital:
“...en algunos sentidos, como en la vista, solo se efectúa una
inmutación espiritual; al paso que en otros tiene lugar además de esa la
natural, ya por parte del objeto únicamente, o ya también por la del
órgano. Por parte del objeto la transmutación natural se verifica por
cambio de lugar en el sonido, objeto del oído, y que se produce por la
percusión y consiguiente conmoción del aire; en tanto que en el olor,
que es el objeto del olfato, hay verdadera alteración, toda vez que es
indispensable cierta descomposición del cuerpo mediante la acción del
calor, para que exhale olor: y por parte del órgano hay natural
inmutación en el tacto y en el gusto, puesto que la mano se calienta al
contacto de lo cálido y la lengua se impregna en la humedad de los
sabores... Los órganos del olfato y del oído ninguna inmutación natu-
ral experimentan, al sentir, como no sea por accidente. La vista, como
exenta de alteración tanto en el órgano como en el objeto, es el más
espiritual y perfecto de los sentidos, y el más común; siguiéndole en
orden el oído; y luego el olfato, que se ejercen con inmutación natural
en el objeto... Los más naturales son el tacto y el gusto... y de aquí es
que los otros tres no funcionan por medio alguno adherente, a fin de
que no afecte al órgano alguna transmutación natural, cual sucede en
estos dos sentidos11.

3. El Problema del Error en los Sentidos Externos


Históricamente se ha hecho uso y abuso del tema del error en los sentidos.
¿Quién no recuerda el caso del palo metido en el agua, que se nos presenta como
quebrado cuando en verdad no lo está? Este tema, nos parece, ha llegado a tener
incluso cierta repercusión popular.

11
S. Th. I, q. 78, a. 3, in c.
UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica 77

El problema de los defectos o “engaños” a los que podemos llegar a causa de


nuestra sensibilidad fue puesto como tema relevante en la Filosofía Griega por
Parménides, quien negó el valor de las sensaciones para afirmar como único cono-
cimiento verdadero el de la razón. Se oponía con ello a la posición de Heráclito
para quien todo es un continuo fluir, tal es el testimonio de los sentidos. Platón
intentó salirse de una y otra posición haciendo una síntesis, refutando incluso a los
sofistas que ponían el conocimiento como algo cambiante al modo de las sensacio-
nes12; pero no logró despejar el camino respecto del valor de las sensaciones.
En efecto, para Platón las sensaciones sólo dan origen a opiniones, no a la
ciencia, y tienen a lo sumo la función de motivar el recuerdo o reminiscencia de las
ideas que son innatas en el hombre y traídas desde el otro mundo (Platón creía en
la preexistencia del alma en otro mundo más perfecto o mundo de ideas y la reen-
carnación...). Las sensaciones sólo muestran las apariencias o sombras del verda-
dero ser, el cual no se halla en este mundo sino en el mundo de lo inteligible (ideas).
Sin la ingenuidad de estos filósofos, el tema retorna con vigor en la Filosofía de
RENATO DESCARTES. Este pensador no duda en calificar de “engañosos” a
los sentidos. Y el único argumento que esgrime es que se comprueba a veces que
nos han engañado. De allí en más le negará todo valor a las sensaciones, volverá a
arrinconarse en una razón cerrada sobre sí misma. Perderá la puerta de entrada de
la realidad al conocimiento humano ¿Qué opinó Santo Tomás al respecto?:
“... (el sentido) no se engaña acerca de su propio objeto, como la ... (el sentido) no
vista respecto del color, a no ser per accidens a causa de algún impedi- se engaña acerca
mento en el órgano, como cuando el paladar de los calenturientos de su propio ob-
juzga dulce lo amargo, por tener la lengua saturada de malos humores. jeto...
Pero acerca de los objetos sensibles comunes engáñase el sentido, al ...acerca de los
juzgar sobre el tamaño o la figura, como cuando juzga que el sol tiene objetos sensibles
un pie de diámetro, siendo como es mayor que la tierra; y mucho más c o m u n e s
se engaña acerca de las cosas sensibles per accidens, como cuando engáñase el senti-
juzga miel la hiel por la semejanza del color. La razón de esto es do...
evidente; porque cada potencia se ordena per se a su propio objeto;
como ella misma, y las cosas de esta índole permanecen siempre en el ...y mucho más se
mismo estado, por consiguiente, mientras subsiste la potencia, no falla engaña acerca de
el juicio que forma de su propio objeto”13. las cosas sensibles
per accidens...
En primer lugar el Aquinate nos indica que tratándose del objeto propio de
cada sentido no puede haber engaño, a no ser porque su órgano específico está
dañado en algún grado, como sucede con las enfermedades de la vista, del gusto,
del oído, etc.
Pero de esto no puede tomarse pretexto para acusar a los sentidos externos de
“engañadores”, ya que no cae en su responsabilidad la enfermedad, y por otro lado,

12
Puede leerse con provecho su “Teeteto”.
13
S. Th. I, q. 85, a. 5, ad 3.
78 UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica

nunca lo anormal predomina sobre las fuerzas de la naturaleza, como se prueba


considerando la totalidad de la vida y de las sensaciones, y la totalidad del género
humano que siente.

La explicación está en que el sentido es una potencia cuyo acto implica una
simple recepción de lo “dado”. Es potencia “pasiva”, por lo que ella no produce
ninguna actividad sobre su objeto más que el “salir a recibirlo”.

Es la razón la que propiamente se equivoca porque en su acción hay composi-


ción y división entre nociones distintas, y no simple entendimiento de algo. La acti-
vidad de componer o dividir hace posible el error, por ejemplo: decir que la pared es
blanca cuando en realidad es celeste (el tema de la composición y el error se verá en
detalle al tratar del entendimiento humano).

Ahora bien, a medida que un objeto es menos propio de la sensibilidad, posibi-


lita mayor “error” en los sentidos. En tal sentido el Angélico menciona a los sensi-
bles comunes (tamaño y figura) y mucho más el sensible per accidens o sustancia.

La causa se entiende fácilmente: ninguna potencia falla en su objeto propio, a no


ser por accidente externo, como se vio sobre el órgano de los sentidos cuando están
enfermos o dañados. Pero en cuanto aparece un elemento o condicionante extraño
a la facultad, puede errar ésta tratando de alcanzar el objeto suyo por esos medios.

De todos modos, aunque puede admitirse estos problemas en los sentidos exter-
nos, de ninguna manera puede desconfiarse en general de ellos porque esto es
obviar el testimonio general de la experiencia humana (común y científica) y cerrar
al conocimiento la experiencia fontal desde donde, como única puerta, puede el
hombre ingresar en el conocimiento natural de las cosas del mundo, y por éstas, de
todas las cosas en general.

4. La Actividad de los Sentidos Internos


Pasemos ahora a los sentidos internos, que tienen por objeto la posesión
cognoscitiva sensible en la intimidad del sujeto. Así ingresamos en la zona de la
intimidad del animal o el hombre. Precisamente en esto superan los internos a los
externos en cuanto perfección cognoscitiva o inmaterial: el sentido interno realiza la
posesión íntima de las formas sin materia, con independencia de la afección directa
e inmediata de “lo otro”.

El proceso de los sentidos internos comienza así: una vez llevados al acto los
sentidos externos, el contenido de esas sensaciones es recibido por los sentidos inter-
nos.

No se trata de “la fuerza de las impresiones” que llegan hasta lo más íntimo, tal
como lo pensaba el mecanicismo materialista, especialmente DAVID HUME sino
de una actividad originada en y desde el interior del animal, que aspira o tiende al
conocimiento, para lo cual necesita traer a su intimidad las formas de las cosas del
mundo.

Analicemos brevemente la secuencia sensitiva interna: la fuente o raíz de esta


UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica 79

actividad de interiorización se llama “sentido común” 14. Su objeto es la sensación


misma; es “sensación de la sensación”15. Por el sentido común comienza la capta-
ción que el alma hace de sí misma, aunque todavía muy imperfectamente. Por esta
facultad “sentimos la visión, la audición, etc.”
Se trata de una facultad que contiene de algún modo a todas las sensaciones,
pudiendo discernir entre lo visto y lo oído, etc. Así, por ejemplo, podemos distinguir
entre lo blanco y lo dulce, pues hay blanco sin dulce y dulce sin blanco, pero para
esto no alcanzan la vista (que conoce lo blanco y no lo dulce) ni el gusto (que
conoce lo dulce y no lo blanco) pero como es evidente que lo distinguimos, preciso
es admitir que tenemos una facultad que los recibe a ambos (lo blanco y lo dulce) y
puede discernirlo. Los recibe precisamente desde la vista y el gusto y entonces los
posee en la unidad y los discierne:
“... a discernir lo blanco de lo dulce no alcanzan ni la vista ni el
gusto, por cuanto el que discierne entre dos cosas forzoso es las co-
nozca una y otra; de donde se infiere ser de la competencia del sentido
común el juicio de discernimiento, al que se refieran como a su térmi-
no común todas las percepciones de los sentidos, y que perciba tam-
bién las operaciones de los sentidos... Claro es que esto no está al
alcance del sentido propio, que no conoce sino la forma de lo sensible,
de que se siente afectado, y en cuya afección a inmutación se consuma
la visión, pero a la cual subsigue otra modificación en el sentido co-
mún, que percibe la visión”16.
Al actuarse el sentido común mediante la recepción efectuada desde las
sensaciones externas, la sensibilidad puede ya consumar esa recepción como
conocimiento produciendo una representación íntima de la cosa conocida.
A esta representación sensible (de la singularidad material del objeto) le
llamamos “imagen” o “fantasma”. A la potencia que la produce le llama-
mos “imaginación” o “fantasía”.
Recién con la imagen producida por la sensibilidad interna se consuma la pose-
sión íntima de la forma de las cosas, aunque todavía en un grado imperfecto,
comparado con el conocimiento intelectivo.
Lo que se perci-
El sentido común requiere para su acto que las sensaciones externas estén en
be en la sensibili-
acto, lo que a su vez implica que estén presentes las cosas externas por cuyas
dad interna es to-
cualidades reciben la inmutación. Al actuarse el fantasma el alma ya no requiere
davía alguna for-
más de esa presencia; alcanza a consumar una primera fase del conocimiento: la
ma con las condi-
posesión inmaterial (en cierto grado: sensible) de las formas de las cosas del mundo
ciones individua-
material. Estamos todavía ante un hecho sensitivo. Lo que se percibe en la sensibi-
les que le deter-
lidad interna es todavía alguna forma con las condiciones individuales que le deter-
mina la materia.
mina la materia.

14
“...el sentido interior no se llama común como predicado genérico, sino en concepto de
común raíz y principio de los sentidos externos. S. Th. I, q. 78, a. 4, ad 1.
15
Razón por la cual Aristóteles le llamó “conciencia sensitiva” a semejanza de la conciencia
propiamente dicha que es intelectual: acto por el que el entendimiento se capta a sí mismo,
pensamiento del pensamiento, entendimiento del entender.
16
S. Th. I, q. 78, a. 4, ad 2.
80 UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica

En el hombre la imaginación está bajo cierto influjo de la razón, por lo que se


explica la “creatividad” en la imaginación humana, la cual permite al hombre el
“arte”. En efecto, éste consiste en articular o formar a partir de cierta materia con-
creta, lo que implica, por un lado, percepción individual de las cosas con sus partes
(la cual se alcanza por los sentidos) y a su vez poder para distinguir y comparar, y así
poder componer de diverso modo, y esto es facultad de la razón humana, como
veremos.
Sigamos: a partir de la formación de la imagen se inicia como una segunda fase
del conocimiento sensitivo interno: hasta ahora se ha llegado a captar las formas de
las cosas tal como aparecen al sentido externo (con colores concretos, figuras, etc.),
pero en esta segunda fase se capta algo más, que no cae ya como objeto propio de
esos sentidos. Se trata de la acción de la memoria y la cogitativa (estimativa en el
animal). Veamos:
En cuanto a la cogitativa, es lo que en los animales se llama comúnmente
instinto o estimativa, porque es una valoración espontánea e impulsiva que le per-
mite al animal conocer lo útil o nocivo, lo bueno o malo respecto de su naturaleza,
como lo son, el hecho de distinguir entre una presa y un predador, entre un sexo y
otro, o el hecho de discernir el momento de apareamiento... Los hombres tenemos
este instinto (estimativa), pero el mismo no es en nosotros determinante de la con-
ducta, mientras que en los animales sí lo es. En los hombres se habla más bien de
cogitativa, porque esta facultad se halla ya influida por el pensamiento (del latín
cogitare: pensar).
La cogitativa conoce algo que no puede ser percibido propiamente por los senti-
dos externos: el contenido de bondad o maldad “en concreto”, no lo que es bueno
o malo en general, que será objeto del entendimiento.
La cogitativa avanza en la desmaterialización de las formas, es decir, en la
marcha hacia lo esencial de las cosas, lo que constituirá el acto propio del entendi-
miento, como veremos. Y este avance prepara el acto mismo del entendimiento. Se
está ya al borde de la abstracción intelectual, porque lo que se percibe tiene que ver
más directamente con la sustancia de las cosas materiales del mundo, más que con
sus cualidades sensibles. Así, la oveja no huye del lobo por el color de éste o la figura
sino por su totalidad, pues percibe al lobo como su enemigo mortal.
Un ejemplo del uso de la cogitativa por el hombre es la percepción de la simpatía
o antipatía de la gente o la rápida captación que tenemos del buen o el mal estado
con que una persona es recibida en un ambiente determinado. La capacidad para
percibir contenidos de bondad concretos de situaciones individuales que permiten
luego decidir cómo vamos a actuar (por ejemplo para ser justos o valientes en
situaciones concretas, etc).
Es por ello, muy importante para alcanzar la virtud de la prudencia (virtud de
obrar según la recta razón –tema de otro unidad-), pues aunque yo sepa en general
qué es bueno y qué es malo, necesito percibir situaciones concretas, cargadas de
seres singulares que configuran una situación única e irrepetible conmigo... y enton-
ces debo percibir “en concreto”, para poder aplicar los principios morales universa-
les.
Luego hallamos la memoria sensitiva cuya actividad también es comparativa
UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica 81

“en concreto”, pero bajo el aspecto de “lo pasado” según el orden del antes y el
después. Su actividad compara los singulares (cosas y acontecimientos, en general)
según el orden en que se han sucedido.
La memoria se apoya sobre el acto de la cogitativa, como puede verse al usar la
memoria (recuerdo) pues se recuerdan mejor las cosas que han sido valoradas (en
bien o en mal).
La memoria nos permite conocer el tiempo, aunque tal conocimiento no surge
hasta que no se verifica el acto del entendimiento que establece una medida o
parámetro. En efecto, el tiempo es la medida del movimiento según el antes y el
después. Esta medida es puesta por la razón mediante la adopción de un movimien-
to que se toma como unidad (el segundo, el minuto, la rotación de la tierra, o cual
sea), pero esto no sería posible sin la distinción sensitiva entre el antes y el después,
lo cual es conocido por la comparación de la memoria.
Nótese que aquí todavía no hablamos de la memoria de “ideas” (la que será
tratada en la unidad sobre la actividad del entendimiento humano). Nos referimos
aquí a la memoria de “singulares-materiales” que nos son conocidos por el espectá-
culo de nuestro mundo circundante, siempre en movimiento, es decir, según un
antes y un después.
Para concluir ponemos un magnífico texto del Aquinate, que sintetiza todo lo
dicho hasta aquí:
“...para la vida del animal perfecto se requiere que no solamente aprenda los
objetos sensibles presentes, sino también en su ausencia: de lo contrario, siendo el
movimiento y la acción del animal efectos consiguientes a su aprensión, no se move-
ría en busca de cosas ausentes; como se ve que hacen especialmente los animales
perfectos... Necesariamente pues debe el animal por su alma sensitiva no sólo recibir
las especies sensibles durante su inmutación en presencia de ellas, sino además rete-
nerlas y conservarlas... Nótese también que, si el animal se moviese únicamente al
influjo de las impresiones de sus sentidos, que le halagan o contristan, no sería
menester atribuirle más que la aprensión de las formas percibidas por los sentidos,
que le deleitan o repugnan: le es empero necesario buscar o eludir algunas cosas, no
solo porque sean aptas o inconvenientes para sentir, sino también por razón de otras
conveniencias o utilidades y perjuicios; como la oveja huye a la aproximación del
lobo, no tan solo por la repugnancia de su color o figura, sino como del enemigo de
su naturaleza... Es pues una necesidad para el animal percibir esas intenciones que
no percibe el sentido externo; y que exista en él algún otro principio de la tal percep-
ción: dado que la de las formas sensibles se efectúa por su inmutación sensible, mas
no así la de las dichas intenciones. He aquí por qué para la recepción de las formas
sensibles le han sido dados el sentido propio y el común... y a la retención o
conservación de las mismas se destina la fantasía o imaginación... depósito de las
formas recibidas por los sentidos. Para percibir las intenciones, que los sentidos no
alcanzan, está la fuerza estimativa; como para conservarlas la memorativa, espe-
cie de archivo de esas intenciones, cuyo indicio se echa de ver en que el principio del
recuerdo en los animales arranca de alguna de ellas, por ejemplo, la de nocivo o
conveniente... respecto de las sobredichas intenciones... los otros animales las perci-
ben tan sólo por cierto natural instinto, y el hombre mediante cierta confrontación.
De aquí el que la llamada en aquellos potencia estimativa natural en el hombre se
82 UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica

llame cogitativa (o discursiva), que por medio de cierta comparación descubre


dichas intenciones: por lo cual se llama también razón particular, a la que los médi-
cos asignan órgano determinado, cual es el centro del cerebro; por cuanto ella con-
fronta las intenciones individuales, como la intelectiva las universales. Por parte de la
memorativa (el hombre) no sólo tiene memoria, como los demás animales, en el
recuerdo instantáneo de lo pasado, sino también reminiscencia, con la que inquiere
como silogísticamente (como cierto razonamiento comparativo) el recuerdo de lo
pasado respecto de las intenciones individuales...17.

5. Las Pasiones del Alma


Hemos dicho que a todo conocimiento le sigue un apetito (proporcionado al
modo del conocimiento). Hablar de la sensibilidad implica también hablar del nivel
correspondiente de apetitividad o tendencia.
Para entenderlo necesitamos distinguir los sentidos en los que se aplica el térmi-
no “apetito”: entendemos esencialmente por apetito una inclinación hacia un bien
determinado. En tal sentido, podemos hablar del apetito natural que todas las
cosas tienen, pues cada cosa busca su propio bien (y por ello Aristóteles definía el
bien como “lo que todas las cosas apetecen”, es decir, según la inclinación de su
naturaleza). Y así podemos hablar del “apetito natural de la vista” hacia el color, de
la inteligencia hacia la “esencia” de las cosas, de la voluntad hacia el “bien univer-
sal”... como se ve, se trata siempre de la inclinación que sigue inmediatamente a la
fuerza de la naturaleza de cada cosa.
Pero hay ciertas inclinaciones que no están incluidas en la naturaleza de algo y
que surgen sólo cuando el sujeto ha conocido algo como bueno para él. Se trata de
los apetitos elícitos, es decir, apetitos que subsiguen a algún modo de conocimiento.
Son apetitos provocados por la incorporación de las formas de otras cosas (median-
te el conocimiento) mientras que el apetito natural sigue sólo a la propia forma
natural del sujeto, en cuanto mira a la perfección última de su naturaleza.
Y como en el hombre hay dos esferas de conocimiento, a saber, los sentidos y el
entendimiento, es preciso que haya dos esferas tendenciales: los apetitos sensitivos,
que, como ya vimos son dos (concupiscible e irascible) y el apetito racional, que es
uno sólo y se llama voluntad.
“...el apetito natural es la inclinación de cualquier ser a algo por
su naturaleza, por lo cual cada potencia apetece naturalmente lo que
le conviene: mas el apetito del animal es consiguiente a la forma
que ha recibido (por el conocimiento), y para él requiere una potencia
especial del alma: no siendo bastante la percepción sola; pues se ape-
tece una cosa tal cual es en su naturaleza; y no está en la potencia
aprehensiva (cognoscitiva) según su naturaleza, sino según su semejan-

17
S. Th. I, q. 78, a. 4, in c.
UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica 83

za. Por lo cual es evidente que la vista apetece solo lo visible para su
acto, esto es, para ver; mientras que el animal apetece la cosa vista por
la fuerza apetitiva, no solamente para verla, sino también para otros
usos: y, si el alma no tuviese necesidad de las cosas percibidas por los
sentidos sino para el ejercicio de ellos, es decir, para sentirlas; no sería
necesario admitir entre las potencias del alma como un género espe-
cial el apetitivo, puesto que le bastaría el natural de las potencias”18.
Al hablar de pasiones del alma nos referimos al basto conjunto de movimientos
que agitan el corazón humano y llamamos comúnmente “afectos”, “emociones”,
“sentimientos”. Cada uno de estos términos tiene un matiz diverso, pero se trata de
distinciones en la consideración de una misma realidad que aquí nombramos con el
vocablo “pasión”. El término “afecto” hace hincapié en el impacto que tienen las
realidades que vivimos cotidianamente en nuestro corazón, que nos afectan o alte-
ran, haciéndonos así padecer en cierto modo. El término “e-moción” resalta, en
cambio, el aspecto del movimiento que los afectos implican. Nos experimentamos
movilizados por la realidad, atraídos, repelidos. Con el término “sentimiento” nos
referimos al origen de esas afecciones que nos mueven: los sentidos. Todo este
fenómeno se considera bajo el nombre de “pasiones del alma”, terminología que
asume el contenido de las otras expresiones.
Las pasiones del alma son “movimientos súbitos del apetito sensitivo que produ-
cen modificaciones en el cuerpo del hombre”.
El término pasión está tomado de las categorías accidentales del ser, entre las
que aparece la dupla “acción-pasión”. Estas categorías implican siempre un agente
y un paciente. El agente es el que realiza la acción y el paciente es el receptor de la
acción. Por la acción, el agente le comunica su forma al paciente, el cual “padece”
o “es modificado”, llevado a la forma del agente, como cuando el fuego quema un
trozo de madera...
Pero cuando predicamos la pasión respecto del alma hay que tener una serie de
cuidados. El término en cuestión se aplica al alma sólo en sentido amplio,
ya que el alma no es un cuerpo, por lo que no puede ser alterada del mismo modo
que se alteran los cuerpos.
Se trata de movimientos de los apetitos sensitivos. Estos se movilizan ante
la percepción del bien sensible, es decir, de las cosas que agradan o caen bien a los
sentidos. Ejemplos: una música agradable, un paisaje bello, una comida sabrosa, Las pasiones pro-
una persona con hermosa figura... Estos movimientos se producen súbitamente, es vocan siempre
decir, repentinamente pues se trata de movimientos espontáneos, con la esponta- alteraciones en
neidad propia de lo natural. el cuerpo del
Las pasiones provocan siempre alteraciones en el cuerpo del animal. animal.
Ejemplos: se altera el ritmo cardíaco, mengua la tonicidad muscular, se produce un

18
S. Th. I, q. 78, a. 1, ad 3.
84 UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica

debilitamiento general del organismo, se segregan algunas hormonas, aparecen tem-


blores... Y la razón está en que se trata de movimientos sensitivos, es decir, vincula-
dos con la percepción según órganos del cuerpo y que movilizan al cuerpo hacia lo
apetecido, como imponiendo el movimiento que se hará usando también la poten-
cia locomotiva, en los animales perfectos, como se vio.
El apetito de las cosas agradables simple y directo (concupiscible) tiene por
pasión primera el amor, principio del movimiento del apetito hacia el bien sensible.
Al amor continúa el deseo o concupiscencia, que tira hacia el objeto amado
ausente. Es el complemento del amor cuando el bien está ausente19.
El deseo tiene más de pasión (de padecer) que el amor ya que la ausencia del
objeto hace padecer más al sujeto, que es llevado a la búsqueda del objeto por
necesidad, por carencia. El amor en cambio tiene cierto aspecto de carencia y cierto
aspecto de plenitud, en cuanto perdura aún en posesión de lo amado.
Completando la línea de pasiones concupiscibles que se refieren al bien está el
gozo o deleite, que es un reposo-fruitivo en la posesión o unión con el bien amado.
Se denomina su objeto como el bien – presente.
Si lo que se percibe es un mal el primer movimiento es el odio. El odio es la
pasión que inaugura la línea de pasiones que rechazan el mal percibido por los
sentidos.
Al odio continua la fuga o aversión, si el objeto malo está ausente. Es una fuerza
apetitiva que tira a alejarse del mal.
Cuando el mal está presente, es decir, unido al sujeto, se produce la tristeza o
dolor psíquico.
El apetito que tiene por objeto los bienes y los males con obstáculos (irascible),
inicia sus movimientos con la esperanza, pasión que tiene por objeto el bien arduo
futuro posible. Se trata del bien que ya ha despertado amor (lo primero que el bien
percibido despierta), pero se ha incluido en esa percepción algún obstáculo que
impide al sujeto unirse al bien.
Si la percepción excluye la posibilidad de alcanzar el bien amado surge en el
ánimo la desesperanza. Esperanza y desesperanza se oponen por el acercamiento o
alejamiento del sujeto respecto del bien o del mal20. El que está esperanzado tiene
un ánimo que lo va “acercando” al bien, mientras que el que desespera, se va
alejando del bien. La posibilidad del bien, aunque éste sea difícil, engendra en el
ánimo una tensión de acercamiento, de direccionamiento hacia el bien y de algún
modo como anticipando la alegría de la unión. De ahí que algunas personas sean
alegres no por la posesión o unión concluida con el bien, sino por la “carga” de
esperanza que tienen en el alma, ya que la esperanza es capaz de anticipar algo del
gozo definitivo.

19
Con la expresión “presente” o “ausente” nos referimos a la unión o separación que el sujeto
tiene con el objeto del apetito (ya sea el bien o sea el mal).
20
La oposición por “alejamiento” o “acercamiento”, verificada en pasiones del apetito irascible se
entiende si se considera que en este apetito se trata del bien o del mal “con obstáculos”, es
decir, con algo interpuesto, que impide “en cierta medida” el movimiento hacia el bien o para
huir del mal, permaneciendo como suspendida en tensión, sea de alejamiento o de acercamien-
to.
UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica 85

Respecto de las pasiones irascibles sobre el mal, la primera es el temor, que se


opone a la esperanza sólo por el carácter de maldad en el objeto percibido. El temor
surge espontáneamente cuando se percibe un mal arduo (difícil del vencer), futuro y
posible. El temor es tendencia a huir, alejarse del peligro, pero que “sufre” (padece)
la dificultad que eso implica.
Tan pronto como ese mal se acerca, puede dar lugar a otra pasión contraria al
temor: la audacia, opuesta al temor porque ella es tendencia de acometimiento
contra el mal.
Si el mal se percibe presente con cierta ofensa (en que consiste su arduidad o
dificultad especial) se despierta la pasión de la ira, cuyo movimiento tiende a la
venganza de la ofensa inferida.
No existe pasión contraria a la ira, pues no puede existir un bien-arduo-presente
ya que si está presente el bien, esto es, unido al sujeto, se produce sólo el gozo o
deleite. En nada puede ser arduo el bien poseído. El mal en cambio puede, además
de provocar dolor (tristeza), ofender.
Todas las pasiones son naturalmente buenas porque son movimientos es-
pontáneos de la naturaleza animal, siendo, todo lo natural, bueno. Las pasiones se
hallan en la vida animal para garantizar el bien del animal, sea su subsistencia
individual sea la conservación de la especie.
La bondad moral de las pasiones en cambio, depende del uso que de ella La bondad mo-
hace la voluntad. En efecto, la voluntad, por ser el apetito racional, propio del ral de las pasio-
hombre, es libre de usar en buen o en mal sentido a las pasiones. Así, por ejemplo, nes, depende del
si alguno usa de la ira y la audacia para defender algo justo, la pasión participa del uso que de ella
orden de la bondad moral, proveniente de la voluntad recta. hace la voluntad.
El gobierno de las pasiones presenta en el hombre algunas dificultades, ya
que su dinamismo no se somete despóticamente a la voluntad.
En efecto, el dominio despótico es el que tiene, por ejemplo, la voluntad sobre la
mano para tomar algún objeto a su alcance. En cuanto se dan las circunstancias y
la voluntad mueve, la mano no opone resistencia. “Despótico” significa aquí que el
súbdito no puede decir “no”.
Ahora bien, el hombre no puede cambiar de estado de ánimo súbitamente con
sólo decidirlo.
¿Qué uso hace entonces la voluntad de las pasiones? Debe decirse que a pesar de
la cierta “independencia” de las pasiones, existe un dominio por parte de la volun-
tad. En razón de pertenecer a un mismo sujeto los apetitos sensitivos y la voluntad,
las pasiones se remiten naturalmente a esta última, aunque no despóticamente,
como ya dijimos. Por ejemplo, la ira no puede llevarnos a agredir a alguien sin el
consentimiento de la voluntad, porque el motor primero de los actos humanos es
ésta última. La vida virtuosa
implica un gobier-
Por otro lado, la voluntad puede despertar pasiones obligando al pensamiento y
no político y no
a la imaginación a motivarlas para determinadas ocasiones (Ej.: Para enfrentar al
despótico de las
enemigo).
pasiones del
La vida virtuosa implica un gobierno político y no despótico de las pasiones del alma..
86 UNIVERSIDAD FASTA Antropología Filosófica

alma; un gobierno racional de las pasiones implica aceptación de sus movimientos,


dar cabida a los mismos en momentos prudentemente considerados, encauzar sus
fuerzas para la consecución de metas cada vez más nobles. En definitiva, se trata de
respetar el corazón humano ordenándolo a los fines de la recta razón (que miran a
la felicidad del hombre).

4. Conclusiones de la Unidad III


El hombre es el animal más perfecto, y en cuanto tal, toda su sensibilidad se
halla ordenada a la vida intelectiva.
Esta es la razón por la cual los hombres poseen la sensibilidad desarrollada en
más alto grado de perfección que cualquier animal. Esto no significa que por sepa-
rado, todos los sentidos sean en el hombre superiores a todos y cada uno de los
sentidos de todos los animales, lo cual es absurdo.
Así, el alma humana sale con sus impulsos vitales (el ejercicio de sus potencias
operativas) hacia el mundo, instalando al hombre como un cuerpo viviente entre
otros cuerpos (funciones vegetativas), generando los órganos necesarios para recibir
la inmutación de las cosas, indispensable para iniciar el proceso cognoscitivo; tra-
yendo las formas que se reciben por la inmutación de los órganos a la intimidad y
vinculándose con las cosas mediante el afecto provocado (las pasiones).
Conocimiento y tendencia realizan en el hombre su primera fase, presente a lo
largo de toda nuestra vida: percepción sensitiva del mundo (y su recreación hasta la
posibilidad del arte), vínculo de unión o repulsión con las cosas o con las personas
o vivientes del entorno.
Aprehensión al punto de poder ser todas las cosas del “mundo visible”, impulso
que dinamiza los afectos y los movimientos del hombre en el mundo . Todo esto es
la sensibilidad humana.
¿La importancia? nada menos que aprender a conocer esta zona de nuestra
psicología que no se deja gobernar despóticamente pero que es necesario gobernar.
La educación de los sentidos y del mundo pasional constituye un paso fundamental
para la edificación del hombre. Su ignorancia conduce a numerosas frustraciones.
Su conocimiento puede brindar luces para que cada uno se disponga en orden a la
felicidad y el bien completo de la persona y de la comunidad.
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LISTA DE PALABRAS QUE PUEDE HALLAR EN EL


VOCABULARIO FINAL
• Absoluto / Relativo • Intuición
• Abstracción / Individuación por la • Libertad
materia
• Método
• Absurdo / Coherente / posible /
• Movimiento
probable / idéntico
• Objeto / Sujeto
• Acto / Potencia / Movimiento
• Obrar / Operar
• Agente / Paciente
• Orden
• Alma / Espíritu
• Pasión (del alma)
• Apetito
• Perfección
• Arte / técnica
• Persona
• Belleza
• Potencias del alma
• Bien / Mal
• Principio / Fin / Finalidad
• Causa / efecto
• Sentidos
• Certeza / Duda / Opinión
• Ser
• Ciencia / Sabiduría
• Singular / particular / Universal
• Concepto / juicio / raciocinio
• Sustancia / Accidente
• Conocimiento
• Trascendental / les
• Contingente / Necesario
• Unívoco / Equívoco / Análogo
• Deducción / Inducción
• Uno / múltiple
• Demostración
• Verdad / error
• Ente / Ser
• Vida / viviente / inanimado
• Esencia / Existencia / Sustancia /
Forma / Naturaleza • Voluntad
• Especulativo / Práctico
• Espíritu
• Evidencia
• Filosofía / Teología (sobrenatural)
• Forma / Materia
• Género / Diferencia / Especie
• Hábito operativo / virtud / vicio
• Inmanente / transitivo
• Intelecto / Inteligencia / Pensa
miento / Entendimiento / Razón
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BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

• Ponferrada, G. E. Introducción al Tomismo. Bs. As. Club de lectores, 1985 u


otra. Segunda parte, Capítulo VIII, c: vida sensitiva.
• Millán Puelles, A. Fundamentos de Filosofía. Madrid, Rialp, 1969 u otra.
Tercera Parte, Capítulo XIII: El psiquismo inferior.

ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

Estas actividades de I.Escriba 3 palabras que considere usted muy vinculadas a los siguientes
aprendizaje que le temas:
proponemos son SENTIDOS:
una guía para la re-
SENSIBLES:
flexión, relación,
comprensión y aná- SENTIDO COMÚN:
lisis de los temas
IMAGINACIÓN:
desarrollados en esta
unidad MEMORIA:
ESTIMATIVA:
PASIONES:
AMOR:
GOZO:
TEMOR:
ESPERANZA:
TRISTEZA:
IRA:
II.Elabore un pequeño reportaje sobre la vida de los sentidos (externos e
internos) y realícelo a algún profesor de Filosofía o de psicología que acceda
a su pedido. Tenga en cuenta que tal vez la terminología que él usa sea
distinta, por lo que deberá preguntar con cierta adaptación general, como,
por ejemplo, preguntando por “sensaciones”, “sueños”, “imaginación” “fan-
tasía”, sin entrar en detalles terminológicos. Luego, compare los resultados
con lo visto en este módulo.
III.EXPERIENCIA FILOSÓFICA: busque un momento para estar en silencio
y captar su actividad sensitiva (uno por uno sus sentidos). Ej. durante el día
en algún paisaje o bien en su propia casa, etc. Es una experiencia libre que
tiene como objetivo que usted aprenda a conocer su propia sensibilidad.
Preste atención a cada una de las percepciones... trate de focalizar distintas
percepciones sobre lo mismo (Ej. Ver y oír un pájaro... Perciba cómo todo lo
que recibe del entorno va quedando impreso en su interior y puede recrearlo
con su imaginación... cierre los ojos y compruebe el poder de su imagina-
ción... compruebe que lo que percibe “le afecta” en un sentido o en otro, con
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agrado o con rechazo. Si puede, póngase a escribir brevemente lo experimenta-


do.
IV. Coloque en sus manos una piedra y describa su sensación táctil, brevemente.
Coteje lo experimentado con lo estudiado acerca de los sentidos externos y en
especial del tacto.
V. Si ha realizado el ejercicio anterior, responda a esta pregunta: ¿qué es lo que
principalmente ha percibido: la materia o la forma? Explíquese brevemente.
VI. Relate una experiencia en la que usted piense que ha intervenido su cogitativa.
VII.Relate un recuerdo (algún hecho protagonizado por usted) y distinga en él lo
propio de la fantasía de lo propio de la memoria sensitiva.
VIII.¿Qué relación general observa usted entre los sueños y la diversidad de
potencias del alma humana? Describa brevemente.
IX. Redacte un ejemplo para cada uno de estos casos: a) una persona que pasa
del temor a la audacia; b) del amor al odio; c) de la esperanza a la desesperanza
y vuelta; d) de la tristeza al gozo; e) de la tristeza a la ira.
X. Elabore un ejemplo en el que se reprima indebidamente una pasión del alma.
XI. Elabore un ejemplo en el que se pierda el control de una pasión.
XII.Elabore un ejemplo en el que logre un gobierno político de alguna/s pasiones.

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