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FACULTAD DE INGENIERÍA Y

CIENCIAS BÁSICAS

PROYECTO GRUPAL Institución Universitaria Politécnico


Grancolombiano

INTEGRANTES

DIANA LUCIA MARIN PERDOMO. COD 1521022794


CARLOS ALBERO QUINTERO ESCUDERO. COD 1821022019
GUSTAVO ADOLFO AYALA AGUIRRE COD. 1711023902
ANGELICA TOLA CARDOZO. COD 1711020442

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO


CAMPUS VIRTUAL

2020
LA FORMACIÓN CIUDADANA COMO BASE FUNDAMENTAL PARA LA
CONSOLIDACIÓN DE UNA CULTURA DE LA PAZ

La educación para la paz en Colombia es una necesidad trascendental por tratarse de un


país que se ha visto destrozado en su configuración social por varios conflictos, en su
mayoría armados, que han marcado su historia y han dejado a miles de personas relegadas
de beneficios básicos como la educación en sus derechos y deberes. Solo es posible
mantener ambientes pacíficos cuando las personas que conforman una comunidad tiene
claridad acerca de lo que significa ser ciudadano y las posibilidades que tiene en su calidad
para preservar su bienestar y procurarse una mejor calidad de vida en comunidad. Este
concepto nace con el advenimiento de los estados nación durante el siglo XX.

Ernest Gellner (1983) define a la nación de la siguiente forma:

“Dos hombres son de la misma nación si comparten la misma cultura, entendiendo


por cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y
comunicación”

De esta manera, podemos afirmar que si un conjunto se caracteriza por las misma cultura,
lengua y creencias, tiene la posibilidad de configurarse en lo que se reconoce como un
estado-nación. Es importante para ello que sus integrantes reconozcan en primer lugar un
pasado común para que orienten sus esfuerzos a salvaguardar su memoria colectiva
permitiendo así una creación de identidad que posteriormente permite llevar a cabo
satisfactoriamente procesos como los que busca consolidar la pedagogía para la paz.

Teniendo en cuenta, según la definición citada, que la cultura se convierte también en un


punto fundamental para la cohesión de un proyecto de nación, se cree conveniente que una
efectiva educación para la paz puede mostrar mejores resultados cuando se implementa en
un ambiente donde hay conciencia de lo que es la Cultura para la paz. De manera que en un
primer momento, hacer una revisión de lo que se ha llamado Educación para la paz, arroja
nuevos cuestionamientos como la necesidad que tiene la sociedad en general de reeducarse
en un pensamiento colectivo que proyecte sus esfuerzos al mantenimiento de ambientes de
paz.

En materia legislativa Colombia tiene leyes como la de la Cátedra para la Paz (Ley
1732/2014) donde reglamenta que esta “tendrá como objetivo crear y consolidar un
espacio para el aprendizaje, la reflexión y el diálogo sobre la cultura de la paz y el
desarrollo sostenible que contribuya al bienestar general y el mejoramiento de la calidad de
vida de la población.”

Así mismo, el Derecho a la educación consagrado en el texto constitucional de 1991, versa


en la necesidad de ser instrumento de paz, contemplada en los artículos 44, 45 y 67 entre
otros, a pesar de que las instituciones educativas deben formar a las personas en el tema de
la paz, es finalmente en la sociedad misma donde se debe dar lugar a la expresión y
consolidación efectiva de este derecho.

Aquí se debe hacer énfasis en la responsabilidad que tiene el Estado en primera instancia
para regular y ejercer la suprema inspección y vigilancia de la calidad de la educación, de
una manera especial le concierne velar por la formación moral de los alumnos (Lerma
Carreño, 2007, p.15). También se encuentran dentro de las obligaciones familiares
declaradas en la Constitución actual la educación en democracia y paz. En Colombia existe
evidencia de los adelantos jurídicos en materia de reglamentar esta educación para la paz,
pero aún así los resultados que se han visto son pocos.

La implementación de la educación para la paz requiere en primer lugar que los ciudadanos
se reconozcan como tal; que se hagan conscientes de sus deberes y responsabilidades, así
como de las posibilidades que ofrece el acogimiento a un Estado que nos garantiza unos
derechos. Para esto se hacen necesarios espacios de ciudadanía participativa donde la
pedagogía para la paz sea un eje fundamental que oriente a distintas comunidades en la
reconstrucción de su tejido social.

Hablar de una cultura de paz es, por supuesto más complejo que referirse a la educación, ya
que solo nos referimos a las Instituciones educativas en concreto. Pero los proyectos que
apuntan a hacer aportes a la Eduación puede ser de diversos orígenes y generan impactos de
acuerdo con el aspecto social a que apuesten cambiar. De esta forma, la pedagogía para la
paz, más allá de los proyectos de Ley formulados en su haber, se trata de la creación y
consolidación de procesos que reconstruyen lo social desde ámbitos como el medio
ambiente y la inculcación del respeto por los derechos humanos. (Arteaga et al., p.168)

Una educación que cultive en el ser humano los valores de justicia, equidad,
solidaridad, libertad, autonomía, entre otros; pero a la vez, tenga la autoridad para
criticar y cuestionar valores contrarios al desarrollo de una cultura de la paz, que
requiere que todos los actores implicados desaten proceso de paz.

En este orden de ideas, es claro que la pedagogía para la paz requiere de modelos didácticos
que logren educar a los ciudadanos en temas como la resolución de conflictos desde
iniciativas creativas que a su vez fomentan la investigación en los territorios a intervenir.

Desde nuestro contexto asumimos la educación para la paz como una serie de acciones que
se deben llevar a cabo para resarcir la memoria y los daños sufridos por el conflicto más
reciente que conocemos. Sin embargo, se trata de un propósito de carácter mundial que
puede incluir temáticas como el cambio climático, la superación de diferentes tipos de
violencia, la lucha contra el racismo, entre otros. Una cultura de paz, idealmente, debería
crear un ciudadano que sea capaz de resolver los conflictos de su zona por medio de la
cooperación social, el diálogo y la no violencia. Como afirma Paz (2007) “mediante la
educación, puede potenciarse racionalmente a los individuos para que se transformen ellos
mismos y al mundo social en que viven, con criterios de racionalidad, libertad y justicia”.

Conceptos como los de racionalidad, libertad y justicia, están adscritos a lo que representa
la democracia. Entonces el ejercicio ciudadano, puede decirse, fortalece la actividad
democrática de un país y puede evitar situaciones antidemocráticas como las violaciones a
derechos humanos, la explotación indiscriminada del medio ambiente (que es colectivo), el
irrespeto por la multiculturalidad o casos de xenofobia, etc.

En este punto es importante señalar que las relaciones entre poder y política muchas veces
afectan el adecuado desarrollo de estos esfuerzos que se hacen por formar a la ciudadanía
como promotores de paz. Los intereses políticos pueden muchas veces dejar por fuera de
las contemplaciones administrativas proyectos educativos para la paz por tratarse de
reconstrucciones de la memoria social que pueden implicar, en países como Colombia, la
impliación de diferentes actores en los procesos de reconciliación y juicio. La sociedad
civil es el principal actor de estos escenarios para el fortalecimiento de la paz. Pero esto no
quiere decir que el Estado esté desvinculado de estas iniciativas, al contrario, en su papel
fundamental, debe garantizar el fortalecimiento del aparato democrático y velar por que sus
ciudadanos conozcan sus derechos y deberes. Aún así, la principal responsabilidad la tiene
el conjunto social en su mayoría, más allá de las instituciones. Los gobiernos asignados por
los ciudadanos deben permanecer en interacción constante superando las ideas de
representatividad y acción de unos pocos e implementar sistemas de participación
ciudadana donde se construyan escenarios para la pedagogía de la paz.

La construcción de la paz es una obra permanente, multidimensional y dinámica,


que requiere el enraizamiento de valores pacíficos en la población. Debido a que la
paz se construye, se aprende, nadie nace con los valores y actitudes que la avivan.
Aquí radica la importancia de una educación para una auténtica cultura de paz, ella
es a la vez una estrategia y un componente privilegiado para lograrlo (Manjarrés
Molano, 200, pp. 34-35).

En Colombia han existido varios referentes de proyectos liderados por Instituciones


ligadas a la investigación científica como la Universidad Pontificia Javeriana o en Centro
Nacional de Memoria Histórica. Algunos ejemplos de estos proyectos se presentan en el
texto Formación ciudadana de la revista Pesquisa. Allí se exponen cinco proyectos
educativos en diferentes ciudades del país (Bogotá, Quibdó, Puerto Inírida y Barranquilla).

En Puerto Inírida se construye ciudadanía a través de la enseñanza de las consecuencias


ambientales que traen las extracciones mineras; con el proyecto Historichoquiando en
Quibdó se realiza un museo colectivo con fotografías, escritos, dibujos y otros documentos
que fortalecen los procesos de reconstrucción de memoria; en Barranquilla por medio de la
enseñanza de la movilidad se entra a comprender la organización urbana y con No hay
derechos sin los otros Bogotá se forman a sujetos políticos que saben solucionar conflictos
gracias a su educación en Derechos Humanos. (Tamayo, 2016, p.5) Por lo anterior,
podemos afirmar que efectivamente los escenarios para la paz pueden construirse desde la
cotidianidad y no se tratan solamente de una tarea confinada a las instituciones educativas.
Otro de los ejemplos que podemos analizar es la iniciativa llevada a cabo por el Centro
Nacional de Memoria Histórica el día 25 de Febrero de 2016 en los departamentos de
Santander, Córdoba, Cauca, Antioquia, Nariño, Chocó, Boyacá y Cundinamarca. Con el
hashtag #LaPazEsUnaNota “La idea era que instituciones educativas y organizaciones
promovieran entre sus estudiantes actividades sobre el aprendizaje de una cultura de paz”
(Centro Nacional de Memoria Histórica, 2016). Durate esta jornada se llevaron a cabo
diferentes actividades en colegios del país y se promovió el uso de las redes sociales como
elemento difusor de esta iniciativa. También se realizaron ciclos de conferencias en la línea
de Cpatedras de Paz y la conferencia internacional Cómo construir paz en los territorios.
Además durante este año el CNMH, lanzó el libro Caja de herramientas: Un viaje por la
memoria histórica. Aprender la paz y desaprender la guerra, que es un recurso pedagógico
realizado en conjunto con el Ministerio de Educación Nacional.

A manera de conclusión podemos decir que en el sistema educativo, la formación es el


principio de la responsabilidad de crear armonía en la humanidad, en el currículo escolar
debe ser eje fundamental, ya que una persona responsable entiende que formada como
ciudadano es consciente de la existencia de múltiples grupos, colectividades o
comunidades diversas dentro de la sociedad, la nación, y finalmente, la humanidad misma.

Para el contexto nacional se puede hacer usos de diferentes recursos que las instituciones
educativas han elaborado basándose en temas como la preservación del medio ambientes, la
concientización del impacto que las diferentes actividades económicas tienen en el mismo,
referentes a la formación en ciudadanía, resolución de conflictos, Derechos Humanos, entre
otros.

Vale mencionar que nuestra sociedad se ha visto afectada por los diferentes conflictos en
diferentes ámbitos, de manera que los trabajos de construcción pedagógica de la paz
requieren sin duda alguna soluciones que contemplen la inmersión en comunidades
afectadas y la formulación de proyectos particulares para cada necesidad social. En nuestro
país se amplia el espectro de acción por tratarse de una nación multiétnica y tan diversa en
términos geográficos. La educación para la paz en Colombia debe ser inclusiva y velar por
la reconstrucción de la Verdad en escenarios que históricamente fueron golpeados por la
violencia.
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