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La teoría biosocial de la personalidad de Murphy

Gardner Murphy (1895 - 1979), psicólogo estadounidense, comenzó a elaborar en el


periodo de 1932 a 1947 una teoría de la personalidad calificada por el mismo como
altamente ecléctica denominada enfoque biosocial de la personalidad. Hall y Lindzey
(1984) realizan un estudio muy completo sobre el enfoque de este teórico quien define
la personalidad como una estructura formada por:
 Las disposiciones fisiológicas dadas por la genética.
 Las canalizaciones formadas al comienzo de la vida.
 Las respuestas condicionadas.
 Los hábitos cognitivos y perceptivos producto de las canalizaciones y el
condicionamiento.
 El ambiente.

Los componentes que estructuran la personalidad son resistentes al cambio, lo cual


confiere continuidad a las personas. Se toma a la persona como un organismo biológico
que tiene relaciones recíprocas con el ambiente social y material. La posición de
Murphy es similar a la teoría del campo de Lewin, pero este no considera el aspecto
fisiológico.

Mediante el condicionamiento, los rasgos orgánicos se transforman en rasgos


simbólicos por lo que la persona aprende a reaccionar no sólo como estímulo –
respuesta, sino que ante estímulos sustitutos o símbolos se activa la memoria del cuerpo
haciéndole experimentar la misma carga de tensión que si estuviera ante el estímulo
original, sólo que la respuesta puede ser específica y no instintiva debido a la
socialización a la que ha estado sujeta la persona. Siguiendo esta lógica, todos los rasgos
orgánicos se vuelven símbolos dirigidos a modos específicos de conducta.

La personalidad se integra en tres etapas, la primera es la global donde no hay rasgos


distintivos sino completa homogeneidad en la persona por lo que no hay diferenciación;
la segunda es la diferenciada donde comienza a haber respuestas más específicas, la
persona comienza a volverse heterogénea e independiente en sus actitudes e ideas; la
tercera es la integrada donde se unifican los dos sistemas anteriores, éstos funcionan de
manera interdependiente. Es importante resaltar que en esta teoría no existen estadios
puros, durante el desarrollo de la personalidad se presentan estas tres características lo
cual permite la continua organización de la personalidad y le permite mantenerse
adaptada al ambiente.
El desarrollo de la personalidad se da por el continuo flujo de acontecimientos entre el
organismo y el ambiente, Murphy considera tres estadios, el primero es la totalidad
indiferenciada, el cuerpo reacciona ante la estimulación como un todo; el segundo es el
de la diferenciación de las funciones, donde en base a una matriz global estas se
diversifican y obtienen especificidad y el tercero es el de la integración, siendo las
funciones globales obtenidas por genética y en base a estas repartidas funciones
específicas. Ambos sistemas se integran y coordinan.

La dinámica de la personalidad está establecida como la acumulación de tensión,


tomando la tensión como energía vital, al aumentar la concentración de ésta en ciertos
tejidos genera incomodidad y la liberación de esta satisfacción, aunque en ciertos casos
(por ejemplo, la excitación sexual), la sensación de satisfacción podría asociarse al
aumento de tensión. Referente a la motivación, Murphy no considera los motivos como
la razón por la que se busca la satisfacción de necesidades, más bien
“abstracciones de un continuo de actividad que sólo pueden ser aproximadamente
identificadas en función de su localización exacta o de sus efectos formales”
 (Murphy, 1947 p.123).

Dicho de otro modo, al existir una acumulación de energía (hambre, sueño, amor)
resultado de un estímulo interno o externo en algún tejido del cuerpo (tensión), esta es
transmitida a todo el sistema de personalidad creando una red. No existen motivos
aislados por lo que no puede separarse lo social de lo biológico y a medida que el
desarrollo de la personalidad avanza, las necesidades se vuelven más complejas, por
o tanto los motivos son resultado de tensión experimentada en el cuerpo (biológico) que
llevan a la búsqueda de un satisfactor determinado (social) que permita descargar esa
tensión. La persona selecciona de su ambiente aquello que considera más adecuado para
cubrir dicha necesidad. Si no es posible acceder a este satisfactor se cae en un estado de
privación, si la presión ejercida por esta falta de satisfactores supera a la persona se
genera un trauma que puede desequilibrar la integridad de la personalidad.
El aprendizaje se da por la interacción entre el ambiente y el organismo, éste es
individual ya que cada persona posee particularidades genéticas y ambientes
específicos. Esto crea las conexiones entre necesidades (tensión) y la manera de
responder a estas (conducta). La formación de estos patrones de conducta depende de
dos procesos, el condicionamiento que es el nivel preparatorio para ejercer una conducta
y es susceptible a modificarse según los resultados y la canalización, que es el modo por
el cual la tensión encuentra una salida adecuada para la descarga.

Pero el aprendizaje no se limita a la conducta, es también la aprehensión perceptual o


hábitos de la percepción como los denominó Murphy, estos son los que permiten
estructurar cómo se relaciona la persona con el mundo y le da significado y estabilidad a
esta relación entre el sí mismo y el mundo. El desarrollo perceptual pasa por las mismas
tres etapas que el desarrollo de la personalidad (global, diferenciada e integrada) y este
aprendizaje se define en base a las necesidades. Éstas son previas a la percepción y por
ende las que determinan hacia donde se dirigirá la percepción y orientará las conductas
haciéndolas congruentes entre sí.

El sí mismo es el aspecto de la personalidad que se desarrolla en base a las


canalizaciones dirigidas al propio cuerpo, aunando al condicionamiento de símbolos
verbales como “mi”, “mío”, “yo-mismo”, el sí mismo se toma como objeto. Este
proceso ocurre generalmente durante los primeros dos años de vida, y permite organizar
las percepciones para distinguirlas y personalizarlas (“mis percepciones”, “mis
acciones” o “mis actividades” lo que deviene en el YO).

El otro factor en el desarrollo de la personalidad, el social, influye en su desarrollo por


cuatro caminos: el primero son las señales y claves sobre cómo los niños deben
comportarse en una sociedad en particular; el segundo son las salidas definidas por la
sociedad para liberar la tensión acumulada y la prohibición de otras por medio de
agentes socializadores (familia, padres y otros miembros de la sociedad); en tercer lugar
mediante la recompensa y castigo de ciertos impulsos para alentarlos o reprimirlos; sin
embargo, pese a la represión el impulso castigado puede recomponerse y emerger de
otro modo. Y por último, la sociedad puede modelar los procesos preceptúales y
cognitivos para que, quienes pertenecen a esta sociedad piensen y actúen acorde a las
normas sociales y presenten pensamientos en común.
De este modo se concibe una personalidad socializada que debe interactuar con otras
personalidades. Para ello cada persona adopta un rol definido por características como
edad, sexo, raza, ocupación, religión, etcétera, y se espera que la persona se comporte
acorde a este rol asignado por el grupo al que se pertenece. El rol no se aprende, sino
que viene implícito por el aprendizaje previo resultado de las canalizaciones,
condicionamiento, símbolos y percepciones. Es posible adoptar distintos roles
dependiendo la etapa donde se encuentre la persona (hijo, padre, maestro, rico, pobre,
etc.) pero es posible que estos entren en conflicto entre sí. No todos los roles son
aceptados de forma voluntaria, ya que la sociedad, más específicamente el grupo de
pertenencia, ejerce presión para que una persona cumpla el rol o roles asignados. El
individuo debe aprender a compensar estos conflictos para obtener satisfacción.

Murphy, siguiendo la lógica de su teoría de los roles, propone el enfoque del


situacionismo. Sostiene que los seres humanos responden a lo que una situación dada
requiere, por lo cual es necesario aprender nuevos atributos para las diferentes
situaciones que pueden presentarse a lo largo de la vida, por lo tanto, si la situación
particular de una persona cambia, el rol se modifica y la personalidad se modifica.

En resumen, la teoría de Murphy toma a la persona como una unidad, tanto en lo


biológico como en lo cognitivo, en lo personal como en lo social. Cada componente
forma parte del mecanismo funcional de la persona y esta unidad se relaciona con otras
unidades en las que influye y recibe influencia de éstas.

Murphy (1947) considera a la personalidad como el modo de relacionarse con el


entorno resultado de la interacción organismo – ambiente. Los componentes orgánicos
que mediante condicionamiento se reelaboran hasta llegar a ser rasgos simbólicos, se
aprecian en el rol que desempeñamos en nuestro medio cultural, donde una persona
aprende y recibe satisfactores, pero selecciona sólo aquellos estímulos que ayudaran a
satisfacer una necesidad. Si el ambiente no le brinda satisfactores y en lugar de ello le
priva de éstos y además ejerce presión esto resulta un trauma, cuya magnitud depende
de la resistencia de la persona. Si ésta posee una personalidad bien integrada podrá
mantenerse estable, de lo contrario aumentará la tensión hasta que el displacer sea
intolerable. Las experiencias negativas se interpretan como displacenteras y generan una
reacción defensiva hacia el ambiente. Esta reacción es una respuesta aprendida con
valor simbólico, es decir, de todas las respuestas posibles se optará por utilizar las que el
organismo ha recibido del ambiente y conoce; desde esta teoría la persona es vista como
una unidad. Los conflictos pueden presentarse cuando las motivaciones son más fuertes
que los procesos de pensamiento y los roles son incompatibles con los recursos
psicológicos y físicos de una persona o por la falta de gratificación placentera a las
necesidades.

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