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HUMANIDADES
Programa de Estudio de Educación Inicial
Asignatura
DIDACTICA DE PERSONAL SOCIAL I
Educación no Presencial
CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PERSONAL
Un niño puede encontrarse cómodo o satisfecho con otras personas. De igual manera, el niño puede
sentirse cómodo consigo mismo o no. Hay niños que no han podido interiorizar algunas de sus
cualidades debido a que estas no han sido vistas y realzadas y destacadas por los adultos.
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Lo que el niño piensa sobre sí mismo (la autoimagen) siempre está sujeto a un proceso de
valoración. Puede sentir frustración, pero esa valoración o ese proceso de valoración se va dando
con el tiempo y con lo que los demás le van devolviendo de sí mismo; este es un proceso de
construcción de su autoimagen.
De igual manera que el ser humano se relaciona con las demás personas, establece una
relación consigo mismo, que sigue las mismas normas y particularidades que la relación con los
demás. Un niño puede encontrarse cómodo o satisfecho con otras personas. De igual manera, el
niño puede sentirse cómodo consigo mismo o no. Esto es la autoestima: cuánto y cómo se valora
y se quiere el niño a sí mismo.
Para que el niño pueda tener una buena autoestima necesita que le hayan estimado antes
Hay niños que cuentan con determinadas cualidades que, como no han sido vistas por los
adultos, el pequeño no ha podido interiorizar que cuenta con esa virtud. Y puede ocurrir al revés.
Hay niños a los que se les ha dicho que sí pueden realizar determinada destreza y el peque
realmente no tiene capacidades para ello. Por lo tanto, ni por exceso, ni por defecto, todo en su
justa medida.
Lo que el niño piensa sobre sí mismo (la autoimagen), siempre está sujeto a un proceso de
valoración. Cada niño, al observar su propia imagen puede sentirse desde orgulloso hasta
profundamente decepcionado.
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¿Cómo se desarrolla la identidad?
Se va construyendo en los primeros años de vida. Empieza cuando el niño toma conciencia
de sí mismo como una persona diferente a quienes lo rodean, e intenta definirse a sí mismo. Su
entorno familiar, las interacciones y el contexto en el que se desarrolla influyen, en gran medida, en
la formación de su identidad personal. La opinión que construya de sí mismos se apoya en la imagen
que le ofrecen sus figuras más cercanas.
La identidad se va desarrollando desde muy temprana edad. Cuando un bebé cuenta con
pocos dias de vida, los padres ya pueden hacer afirmaciones sobre cómo es la niña o el niño.
Pueden decir: “ Es muy calmado”, es “muy bueno” o es “muy lloroncito”, estas caracteristicas hacen
que se vaya identificando con unos rasgos más que con otros .
Las personas adultas le dicen cómo es él; si es un niño valiente, si en un niño bueno, si es
un niño listo, etc. y esto contribuira a que el pequeño vaya creando su identidad.
Hasta los seis meses de vida, el bebé no tiene conciencia de los límites físicos de su
cuerpo. Es decir, aún se siente unido físicamente a su madre. Y, aunque hacia los dos meses de
vida es capaz de fijar la mirada, distinguir entre diferentes estímulos, emitir la sonrisa social, y
comenzar a canturrear, el pequeñín aún no sabe que su madre y él son dos personas diferentes.
Con esta capacidad el bebé puede empezar a atribuir una intención al otro. Puede
querer el objeto que señala el adulto, y el bebé empieza a darse cuenta de que el adulto tiene
capacidad para darle ese objeto y además puede tener intención de dárselo o no.
En este punto de la relación con el adulto, el bebé también comparte estados afectivos con
su figura de apego. El pequeño puede reconocerlos en el rostro de su madre. Tiene la motivación
de explorar, pero todavía necesita la protección de su figura de apego. Entonces, cuando el bebé
va explorando objetos, viviendo situaciones nuevas, mirará el rostro de su madre, y
entenderá si esta situación a la que se enfrenta es amenazante o segura en función de lo que
lea en ella.
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Así, gran parte de cómo ve el mundo el bebé (y más adelante el niño) viene determinado
por cómo sus figuras de apego le transmiten que es.
Hay que motivar a los niños a que sean ellos mismos y proporcionarles un clima donde
puedan expresar su yo con confianza y sin miedo o vergüenza. De este modo pasarán la etapa de
la adolescencia mostrando una sana rebeldía que refuerza su identidad. Después se convertirán en
adultos con una personalidad madura, un auto concepto adecuado y una sana autoestima.
Tanto niños como adultos necesitan mantener un estado de bienestar y estabilidad respecto
a la imagen de sí mismo
La construcción de la identidad
En esta construcción de significados que hacen los adultos del mundo del bebé, también le
hablan sobre él. Es decir, le dicen cómo es él, si es un niño valiente, si es un niño bueno, si es un
niño listo, etc., y esto contribuirá a que el pequeño vaya creando su identidad.
En este proceso se están constituyendo dos partes muy importantes: por un lado su
identidad (quién es) y por otro lado su auto-imagen (quién cree que es).
La imagen de uno mismo es muy importante. Tanto niños como adultos necesitan
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La profesora Amelia recibe en la puerta del
aula a los niños. Cuando ve que se están acercando,
se pone a la altura de ellos, sonríe con simpatía
natural y abre los brazos en señal de bienvenida.
Llama a cada niño por su nombre: “Hola, Joaquín,
¿Cómo estás?”;
La profesora Amelia recibe a los niños con afecto, los llama por su nombre y señala alguna
cualidad o característica positiva en cada niño. Ellos se sienten reconocidos, lo que afianza la
valoración y confianza en sí mismos, es decir, su autoestima.
Situación 2:
A medida que los niños van ingresando al aula, cada uno coloca su lonchera en el lugar
asignado y se dirige al sector de juego de su preferencia: Joaquín, al de construcción; Sofía, al del
hogar, y Daniela, al de cuentos.
Cada niño, en forma independiente, elige el sector donde quiere jugar, poniendo en práctica
su autonomía.
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Situación 3:
Recordemos:
Los espacios de Educación Inicial están llenos de situaciones cotidianas para fortalecer la identidad
personal de los niños. Allí, los niños:
¿A qué nos referimos cuando decimos que los niños son tratados con respeto y afecto?
En el aula de Educación Inicial, las docentes somos adultos significativos, para los niños
nuestros actos y expresiones tienen un especial valor para ellos, más aún en la primera infancia,
donde se está formando su estructura psíquica o personalidad. Por ello, la forma como hablamos a
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los niños, el tono de voz que utilizamos, las palabras que pronunciamos, los gestos de nuestro rostro
y la actitud corporal cobran relevancia.
Los mensajes que enviamos a nuestros niños en nuestro quehacer diario pueden marcar
significativamente su comportamiento y en algunos casos su vida. Si los mensajes verbales y no
verbales son nocivos o destructivos hacia su autoestima, ellos aún no tienen la capacidad para
contradecir o refutar estos mensajes y los consideran como ciertos, más aún si vienen de su
docente. Por ejemplo, si cada vez que Roberto se equivoca le decimos o le hacemos sentir que no
sabe, él podría terminar creyendo que en realidad no puede hacer nada. Por el contrario, si
relativizamos sus errores y lo alentamos diciéndole: “No te preocupes, Roberto, todos nos
equivocamos, la próxima vez lo harás mejor”, Roberto lo seguirá intentando sin temor.
Todas las personas enfrentamos dificultades de diferente tipo, lo que nos genera estados
de tensión, frustración, cólera o angustia. Si como docentes manejamos estas emociones, podremos
acoger a los niños con cariño y entusiasmo. Si, por el contrario, comenzamos la jornada escolar
desbordadas por las emociones que nos producen los problemas que enfrentamos, no podremos
dar a los niños la confianza y seguridad que necesitan para crecer y desarrollarse. Recordemos que
nadie puede dar lo que no tiene.
Por eso, es importante que antes de comenzar nuestra jornada diaria nos tomemos un
tiempo para serenarnos, adoptar una actitud positiva y ser conscientes de nuestra responsabilidad
formadora. Con nuestras palabras y acciones, podemos edificar a un niño o, al contrario, le podemos
hacer daño. Cada una de nosotras tendrá que encontrar un propio estilo para serenarse, porque
todos somos diferentes y cada quien tiene una particular forma de encontrar tranquilidad: algunos
podemos cantar, pensar en las personas que nos quieren y nos hacen felices, respirar
profundamente, pensar en lo que más nos gusta de nosotras, en fin. La idea es que encontremos la
mejor manera de iniciar la jornada con actitud de maestra.
Para cerrar esta parte, leamos el testimonio de la profesora Nelly, quien nos recuerda el
importante rol que cumplimos.
José Manuel en el aula es muy agresivo, le gusta molestar, le gusta escupir y le gusta pegar
a sus compañeros. Me sentía incómoda porque no podía hacer las clases como yo había planificado.
Empecé a ayudarle a calmarse, tratando de conversar con él y haciéndole preguntas como “¿Por
qué vienes molesto?”, “¿Qué ha ocurrido?”. El niño no respondía y se quedaba callado. Entonces
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empecé a tratarlo con cariño, lo abrazaba con respeto y afecto, le sonreía y me acercaba
frecuentemente para conversar con él. Me di cuenta de que le agradaba la forma como yo lo trataba.
El niño empezó a cambiar, lo percibía distinto, ya no peleaba tanto y participaba con entusiasmo en
las actividades. Por ejemplo, participó en el desfile interno del colegio llevando su pancarta. Ahora
se le ve alegre, contento, es decir, he ganado su confianza.
Referencias Bibliograficas