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Título: La "perspectiva pro persona": el criterio contemporáneo para la interpretación y aplicación de los
instrumentos internacionales de derechos humanos
Autor: Salvioli, Fabián
Publicado en: SJA 31/01/2018, 31/01/2018, 134 -
Cita Online: AR/DOC/4377/2017
Sumario: I. Introducción.— II. Interpretación y aplicación jurídica desde la "perspectiva pro persona".— III.
Consideraciones finales: ¿"mirada clásica" o "perspectiva pro persona"?
(*)

I. Introducción
El respeto y la garantía de los derechos humanos constituye el fin primordial de los Estados democráticos
contemporáneos, quienes en consecuencia deben orientar el diseño y la ejecución de toda la política pública al
servicio exclusivo de dicho objetivo, en beneficio de todas las personas —sin discriminación alguna—que se
encuentran bajo la jurisdicción de aquellos.
Los diferentes estamentos del Estado —no solamente la rama del ejecutivo y la administración sino todos
sus niveles incluyendo los poderes legislativo y judicial— tienen que llevar adelante sus funciones con
perspectiva de derechos humanos, a los efectos de que los mismos atraviesen de forma transversal a toda la
política pública.
Estos deberes generales alcanzan a toda entidad territorial del Estado, provincia, departamento, municipio,
alcaldía, e incluso a Estados que funcionan dentro de un Estado confederado, siempre que a nivel nacional se
hayan asumido los compromisos internacionales en materia de derechos humanos. Un Estado no puede alegar
su organización interna ni su derecho doméstico para incumplir una norma internacional.
La obligación de respeto y garantía alcanza igualmente a los servicios que ponen en juego a derechos
humanos —salud, educación, etc.— y que por la organización interna del Estado a través de su administración,
son llevados a cabo de forma total o parcial por parte de agentes privados; la gestión privada de servicios
esenciales no puede eximirse del deber derivado de las normas de derechos humanos que vinculan al Estado.
Consecuentemente, y derivado de lo señalado supra, los instrumentos internacionales de derechos humanos,
así como los pronunciamientos, dictámenes, decisiones y fallos de los órganos encargados de interpretar y
aplicar los mismos, no solamente son vinculantes para los Estados partes, quienes deben cumplirlos conforme al
principio medular de buena fe, sino que representan una inmejorable y necesaria hoja de ruta a seguir con
fidelidad para dar cumplimiento a los fines del Estado.
En efecto, los Estados asumen compromisos en la materia frente a la comunidad internacional por medio de
la ratificación o adhesión a diferentes tratados, pactos, protocolos y convenciones generales o particulares de
derechos humanos; ello integra una batería normativa que interactúa con las normas nacionales para dar
resolución a los asuntos de política pública —incluso los judiciales—.
El proceso hermenéutico —que alcanza tanto el proceder de los propios órganos internacionales como el de
los órganos al interior del Estado en la esfera doméstica— para diseñar y ejecutar la política pública, así como
para resolver asuntos que lleguen a conocimiento de aquellos, debe llevarse adelante de la manera más
garantizadora de los derechos humanos de las personas involucradas.
Los Estados voluntariamente se someten a los procedimientos de supervisión y monitoreo previstos al
interior de los instrumentos internacionales de derechos humanos que existen en las organizaciones
internacionales de tipo universal (Naciones Unidas) o regional (OEA, Consejo de Europa, Unión Africana, Liga
de Estados Árabes, etc.), por lo que aquellos se encuentran naturalmente vinculados a los mismos y sus
resultados.
Por el régimen internacional se establecen mecanismos de cooperación y vigilancia a cargo de órganos
encargados de interpretar y aplicar los diferentes tratados de derechos humanos; dichos mecanismos constituyen
la contribución más significativa y el mejor compromiso del derecho internacional contemporáneo para con la
comunidad de naciones, y en definitiva para con la humanidad.
Sin dudas, el reconocimiento de los derechos humanos como inherentes a la dignidad de la persona, y la
consecuente obligación estatal de respeto y garantía de los mismos sin discriminación alguna, representa el
postulado ético e ideológico más potente que fue establecido durante el siglo XX. Dicho paradigma ha sido
plasmado a nivel jurídico a través del llamado "régimen internacional de derechos humanos", el cual
progresivamente se ha ido dando de forma progresiva, de instituciones, normas principales y secundarias,
órganos, procedimientos y competencias de supervisión.

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Los órganos de supervisión internacional de tratados de derechos humanos que actualmente existen a nivel
mundial o regional son de naturaleza cuasi jurisdiccional (reciben por nombre el de "comité" o "comisión") o
jurisdiccionales (llamados "Corte" o "Tribunal"); los mismos —en el plano universal— se encuentran
integrados por personas provenientes de todas las regiones (principio de equilibrio o distribución geográfica
equitativa).
Las personas que integran los órganos internacionales de derechos humanos poseen gran experticia en la
materia y han de ser reconocidas como dotadas de alta integridad moral; finalmente, no representan a ningún
Estado, y tienen por mandato llevar adelante su tarea de manera imparcial e independiente, actuando a título
estrictamente personal.
Todos los sistemas de protección internacional de derechos humanos nacieron y se desarrollan al interior de
organizaciones internacionales que les contienen; los diversos avances que pueden identificarse al interior de los
mismos representan el grado de acuerdo y voluntad política que ha podido obtenerse entre los Estados; de
manera inversa, las debilidades y obstáculos reflejan las resistencias, falta de consenso y de apoyo a las políticas
de derechos humanos, más allá de los discursos oficiales.
Así, en la Organización de las Naciones Unidas hay diez órganos convencionales que cumplen con estas
características: dos de tipo general —el Comité de Derechos Humanos (1), El Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (2) —, y el resto son órganos específicos a saber, el Comité para la Eliminación de la
Discriminación Racial (3), el Comité para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer
(4), el Comité de Derechos del Niño (5), el Comité contra la Tortura (6), el Subcomité para la Prevención de la
Tortura (7), el Comité sobre los Derechos de los Trabajadores Migratorios y sus Familias (8), el Comité contra
las Desapariciones Forzadas (9) y el Comité de los Derechos de las Personas con Discapacidad (10).
En el Consejo de Europa (11) los órganos convencionales específicos con mandato concreto para la tutela de
los derechos humanos son la Corte Europea de Derechos Humanos (o Tribunal Europeo) (12), y el Comité
Europeo de Derechos Sociales (13).
En la Organización de Estados Americanos (14) existen dos órganos principales de tutela (15), uno que se
desprende de la Carta de la Organización —la Comisión Interamericana— y otro creado por el Pacto de San
José —la Corte Interamericana de Derechos Humanos—.
Al interior de la Unión Africana (16) los dos órganos principales que aplican los instrumentos regionales de
derechos humanos son la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos y la Corte Africana de
Derechos Humanos y de los Pueblos (17).
Por su parte, la Liga de Estados Árabes (18) cuenta con un Comité Árabe de Derechos Humanos (19).
Los órganos internacionales de protección —tanto en el plano mundial como regional— son los encargados
de interpretar y aplicar los tratados y otros instrumentos de derechos humanos. Dicha tarea la realizan de
acuerdo a sus respectivos mandatos, emitiendo —según el caso— informes, comentarios generales, dictámenes
en los que se resuelven comunicaciones individuales (los órganos cuasi jurisdiccionales), y opiniones
consultivas o sentencias (los órganos jurisdiccionales, Cortes o Tribunales).
El régimen internacional de los derechos humanos ha experimentado un avance notable a nivel normativo y
procedimental; a ello se ha sumado con el paso del tiempo, y para enriquecer dicho cuerpo jurídico, la emisión
de una gran cantidad de pronunciamientos de parte de comités, comisiones y tribunales de derechos humanos.
Toda esta producción derivada —los diversos pronunciamientos de órganos cuasi judiciales y
jurisdiccionales de tutela— ha generado una variada y muy rica jurisprudencia, construyendo estándares en
torno al contenido y alcance de los derechos que se encuentran receptados en los diversos instrumentos
internacionales.
También se ha formado una doctrina particular, de personas que estudiaron y se capacitaron bajo la lógica
propia del derecho internacional de los derechos humanos, que se encuentra generando cierto impacto positivo
en la labor de los órganos de tutela, toda vez que buen número de especialistas en la materia han llegado a
integrar órganos internacionales de supervisión, conviviendo al interior de los mismos con otras personas con
miradas más conservadoras y abordajes de tipo tradicional (quienes han ocupado esos lugares desde los inicios
del funcionamiento de los sistemas).
El derecho internacional de la persona humana ya representa una disciplina con características, normas,
procedimientos y principios propios, por la particular naturaleza de su finalidad. Dicha disciplina ha generado
de un método jurídico de interpretación y aplicación que atraviesa todo su funcionamiento y le diferencia de
otras vertientes del derecho internacional: al método hermenéutico del derecho internacional de la persona
humana lo identificamos como la "perspectiva pro persona", según se describe más adelante.
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No obstante, y aunque parezca en principio paradójico, aún existen resistencias a interpretar y resolver desde
una perspectiva pro persona las cuestiones que se ventilan dentro de los órganos internacionales de derechos
humanos, debido a que subsisten al interior de los mismos ciertas posiciones conservadoras, en general
asentadas sobre viejos postulados del derecho internacional clásico que resultan arcaicos e inadecuados frente al
fenómeno jurídico de los derechos humanos.
La perspectiva pro persona debe constituir el método de trabajo por excelencia de las instituciones
internacionales que se dedican a la tutela de los derechos de mujeres y hombres, para que las decisiones que
dichos órganos tomen sean consecuentes con el logro de los objetivos que los Estados se trazaron al diseñar y
aprobar instrumentos de derechos humanos, y que la comunidad internacional espera sean cumplidos.
Luego, los mismos Estados se han sometido voluntariamente a cumplir con las obligaciones estipuladas, una
vez que procedieron a la ratificación o adhesión a los instrumentos supra citados; de allí que las decisiones y
pronunciamientos de los órganos internacionales de aplicación resultan vitales para que sirvan de base adecuada
para que los Estados lleven adelante su política pública de la manera más garantizadora de los derechos y
libertades fundamentales de todas las personas.
El derecho internacional general no ha de tenerse en cuenta —y debe descartarse la utilización del mismo—
cuando su aplicación en un caso de derechos humanos lleve a desvirtuar el fin de protección que informa al
sistema de tutela; la norma general ha de ceder frente al sistema particular —el que no se encuentra subordinado
al primero— que asume un rol decididamente complementario y que opera siempre que no esté en contradicción
con la finalidad del régimen específico.
II. Interpretación y aplicación jurídica desde la "perspectiva pro persona"
La perspectiva pro persona constituye una herramienta útil para el examen hermenéutico de situaciones de
derechos humanos desde una mirada integral, lo cual permite a quienes analizan y aplican los instrumentos
internacionales a interpretar las normas y resolver los asuntos en concordancia con los fines que poseen las
disposiciones jurídicas de tutela de los derechos fundamentales de mujeres y hombres.
Toda función de los órganos de protección de derechos humanos ha de cumplirse en perspectiva pro
persona; los exámenes de informes y situaciones generales de derechos humanos al interior de un Estado (lo que
deriva en observaciones finales o informes especiales), los dictámenes o fallos que resuelven asuntos
individuales, las reparaciones decididas como consecuencia de la determinación de la responsabilidad
internacional del Estado en un caso individual, y finalmente cualquier otra tarea vinculada —como la emisión
de medidas precautorias o provisionales o la emisión de comentarios generales y opiniones consultivas—. De
esa manera, los órganos de aplicación brindarán respuestas consonantes con el objeto de los instrumentos
jurídicos internacionales que les toca interpretar y aplicar.
También los criterios de funcionamiento interiores de los órganos de tutela han de resolverse bajo este
paradigma; así, las reglas y normas procedimentales tienen que ser interpretadas, y desarrolladas en perspectiva
pro persona por quienes conducen a los mismos y tienen la responsabilidad de guiar a dichos órganos al
cumplimiento más amplio de los instrumentos internacionales que interpretan y aplican.
Los elementos de la perspectiva pro persona se ubican en una serie de principios y postulados que, lejos de
ser estáticos, son profundamente dinámicos y se encuentran en constante expansión, fenómeno que se desarrolla
conforme la evolución que experimenta progresivamente el derecho internacional de la persona humana.
II.1. Teleología
El primer elemento de la perspectiva pro persona es el principio teleológico (cumplimiento del objeto y fin
de la norma específica substantiva o procedimental respectiva, y del instrumento de tutela en el que la misma se
encuentra contenida).
Probablemente no exista campo jurídico en que el principio teleológico adquiera más importancia que en el
derecho internacional de la persona humana; la historia del derecho internacional muestra en el plano de la
hermenéutica una permanente tensión entre la interpretación finalista y la exegética, siendo las posturas más
conservadoras partidarias de esta última (el análisis estrictamente literal de la norma en cuestión, primando
frente al objeto y fin del instrumento jurídico en que la misma se encuentra).
El análisis estrictamente literal no resiste el menos análisis; la utilización del criterio teleológico debe primar
por sobre el uso del texto literal cuando este último genere un efecto desventajoso para la mejor protección de
los derechos en el marco del asunto bajo examen; en todo caso, la literalidad no puede aplicarse de forma
aislada en la tarea exegética de los órganos internacionales de tutela, por fuera del objetivo y los principios que
emanan del instrumento jurídico en el que la norma específica se contiene.

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La tan mentada seguridad jurídica, en esta rama particular del derecho, no puede ni debe observarse
exclusivamente desde la conveniencia de los Estados, desentendiéndose del objetivo buscado cuando se adoptó
el instrumento. Más bien, ha de entenderse como un valor especialmente dirigido a la salvaguardia de la persona
humana; la seguridad jurídica de un instrumento de derechos humanos ha de ser, obviamente, interpretada en
dirección favorable para la persona beneficiaria del mismo.
El fin general de un instrumento de derechos humanos surge naturalmente del título del mismo y de lo
expresado en su preámbulo (donde constan diferentes párrafos en los que justifican los motivos de su adopción
y expresan la voluntad política general); el contenido dispositivo de las normas específicas y los trabajos
preparatorios son elementos valiosos, pero los mismos han de verse siempre enmarcados en el objetivo y la
finalidad.
También, para desentrañar el objetivo de un tratado, protocolo o convención de derechos humanos, ha de
tenerse en cuenta el valor y alcance que los propios órganos internacionales le otorguen a dichas normas al
momento efectivo en que las mismas deben interpretarse y aplicarse, por medio de los pronunciamientos
generales y concretos que aquellos adoptan dentro de las competencias que les atribuye su mandato.
Por ello, resulta fundamental que al momento de la interpretación y o aplicación de una disposición de
derechos humanos de parte de un órgano internacional se considere especialmente si el rumbo tomado resulta
consistente con el objeto de la disposición particular, por un lado, y con el propósito del instrumento general
dentro del cual se encuentra insertada la misma, por el otro; en todo caso, el objetivo específico de la
disposición concreta se subordina siempre al objetivo general del instrumento de derechos humanos, pero el
instrumento de derechos humanos no se subordina al derecho internacional general: todo el sistema jurídico ha
de girar alrededor del objeto y fin del instrumento concreto de derechos humanos.
Asimismo, no basta simplemente que la interpretación o aplicación escogida por el órgano internacional sea
conforme al objeto y fin de la disposición específica y del instrumento en general, sino que un ejercicio
hermenéutico en perspectiva pro persona requiere asimismo la evaluación y consideración de si no existía otra
opción —en el menú jurídico a disposición— que cumpla mejor con dichos propósitos.
Por último, el criterio teleológico también será útil para resolver aspectos procedimentales: los órganos
internacionales poseen competencia para determinar los alcances de sus propias competencias (el principio de
"competencia de la competencia"); así, se identificarán y desplegarán diversas funciones para los órganos
internacionales, que se deriven implícitamente de las disposiciones de derechos humanos, las que han de
determinarse y regularse bajo la consideración del objeto y fin de los instrumentos y del propio sistema
internacional de tutela, en aras del cumplimiento eficaz del mandato de los mismos.
II.2. El principio e interpretación pro persona
El segundo elemento de la perspectiva pro persona es el principio e interpretación pro persona (también
conocido como principio e interpretación pro homine).
El principio pro persona se ha visto generalmente como un precepto que compromete únicamente a los
Estados, tal como se recoge en la letra de los tratados de derechos humanos; sin embargo, lo consideramos un
criterio rector igualmente para la actuación correcta de los órganos internacionales de supervisión. En efecto,
dichos órganos no están solamente facultados sino también obligados a "interpretar pro persona" para cumplir
adecuadamente sus funciones.
Resulta completamente carente de lógica la exigencia a los Estados para que estos realicen aplicaciones y
análisis extensivos de los derechos humanos contenidos en los instrumentos internacionales, y por el otro que
los propios órganos internacionales encargados de interpretar y aplicar dichos instrumentos internacionales
puedan realizar abordajes restrictivos cuando tienen que definir el alcance de uno o más derechos, las
obligaciones que emanan de los tratados, protocolos y convenciones para los Estados, o las reparaciones a
otorgar a las víctimas de violaciones de derechos humanos.
Así, el alcance del principio pro persona en el campo de la interpretación y aplicación de los instrumentos de
derechos humanos puede ser potenciado como herramienta a utilizar por los órganos internacionales cuando los
mismos realicen un abordaje integral (holístico) de las situaciones que se les presentan para resolver.
Asimismo, es imprescindible que los órganos internacionales de tutela otorguen por un lado a cada derecho
el máximo alcance posible en su contenido, así como que, por el otro, cada norma restrictiva —por ejemplo, las
que establecen suspensiones temporales de derechos— se consideren con los alcances más limitados.
También la interpretación pro persona faculta a los órganos internacionales a que efectúen un ejercicio
analítico sobre la posible integración de contenidos específicos de obligaciones fijadas en diferentes normas
jurídicas a las disposiciones generales de cada tratado en particular que les toca aplicar, con el propósito de
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enriquecer los mismos.


Por ejemplo, existiendo en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos un artículo concreto sobre
"derechos del niño", el Comité de Derechos Humanos —órgano de aplicación del mencionado Pacto— debe
examinar con criterio amplio qué obligaciones contenidas en la Convención de Derechos del Niño se integrarían
a dicha disposición para un Estado parte en ambos instrumentos jurídicos, para de esta forma maximizar la
tutela internacional del Pacto que le toca aplicar.
II.3. El principio de buena fe
El tercer elemento de la perspectiva pro persona es el principio de buena fe en el cumplimiento de las
obligaciones internacionales, aplicado de forma particular a los instrumentos jurídicos de derechos humanos y al
trabajo de sus órganos de aplicación.
La buena fe es una regla de interpretación que se encuentra comúnmente asociada al cumplimiento del
objeto y fin de los instrumentos internacionales en general, conforme se desprende de las reglas establecidas en
la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados (20). El régimen de derechos humanos descarta la lógica
aplicable a los tratados de derecho internacional público en general, ya que los instrumentos internacionales de
derechos humanos poseen una naturaleza particular en tanto no regulan derechos y obligaciones recíprocas entre
Estados sino derechos de personas frente a los Estados.
Así, por el sistema de derechos humanos, la interpretación jurídica está naturalmente bajo la competencia
exclusiva de los órganos de supervisión, evitándose toda posibilidad de que cada Estado realice una
"interpretación a la carta" del alcance de los derechos o de las obligaciones internacionales que se desprenden de
los tratados en que son partes, lo cual echaría por tierra no solamente la efectividad del sistema, sino toda
pretensión de universalidad del mismo.
Los órganos internacionales han de dar contenido al principio de buena fe en el cumplimiento de las
obligaciones internacionales, dentro del marco establecido para ejercicio de las funciones y mandatos que tienen
asignados por derivación de las convenciones. En todo caso, la buena fe no puede ser solamente un enunciado, o
un principio vacío de todo contenido, sino más bien un poderoso elemento de ponderación bajo el cual se valore
adecuadamente la conducta estatal.
Así, la buena fe será mensurable conforme al comportamiento que asuma el Estado examinado en cada paso
a lo largo de los procedimientos fijados (si presenta la información requerida, si lo hace a tiempo, si brinda los
elementos probatorios necesarios para que los órganos internacionales lleguen a una conclusión certera de los
asuntos bajo su análisis, si reconocen responsabilidad en un caso individual, etc.).
La buena fe es otro elemento a considerar no solamente durante el trámite, sino especialmente en la etapa de
cumplimiento de las decisiones de los órganos de supervisión, ya sea de las observaciones finales derivadas de
los exámenes de informes de los Estados, o de los dictámenes, fallos y sentencias en casos individuales.
El cumplimiento de las obligaciones de buena fe puede derivar asimismo de conductas implícitas que den
lugar a la aplicación de la regla del stoppel de parte de los órganos internacionales; ello sucederá, por ejemplo,
cuando el Estado en cuestión no contradiga información brindada que le marque dificultades en el cumplimiento
de alguna de sus obligaciones conforme los instrumentos jurídicos.
Finalmente, la buena fe encuentra asidero en las propias obligaciones generales de respeto y garantía, fijadas
como pilares en todos los instrumentos convencionales en materia de derechos humanos.
II.4. El principio de desarrollo progresivo: la progresividad
El cuarto elemento de la perspectiva pro persona es el principio de desarrollo progresivo.
La progresividad es un principio que se aplica a todo el sistema internacional de derechos humanos, y
comprende a los aspectos institucionales, normativos y procesales, por lo que involucra consecuentemente a las
organizaciones internacionales en las que se insertan los sistemas de derechos humanos, a la tarea codificadora
de los Estados y, naturalmente, al trabajo de los órganos internacionales de supervisión.
La progresividad asimismo atraviesa transversalmente a los diferentes elementos de la perspectiva pro
persona, por lo que la hermenéutica teleológica, el principio y la interpretación pro persona, el principio de
buena fe, el principio de efecto útil, el principio de fertilización cruzada, los principios de indivisibilidad e
interdependencia, y los postulados particulares —perspectiva de género, interés superior, ajustes razonables,
cosmovisión, etc.— experimentan el desarrollo progresivo.
Los órganos internacionales de interpretación y monitoreo de los instrumentos de derechos humanos juegan
un rol decisivo en materia de progresividad: la manera en que desarrollen el ejercicio de sus labores será la que
determine, más que ninguna otra cosa, los avances que puedan mostrar los sistemas internacionales.
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La progresividad se vincula directamente con la interpretación evolutiva de las disposiciones jurídicas, por
medio de la cual los órganos internacionales reconocen un mayor y mejor contenido a los derechos establecidos,
o incluso se identifican nuevos derechos que se cobijan en los instrumentos —como ha sucedido, por ejemplo,
con el llamado "derecho a la verdad", que fuera identificado pretorianamente por órganos internacionales bajo
diversas disposiciones dentro de los pactos generales que regulan derechos civiles y políticos a nivel mundial y
regional, para luego plasmarse con nombre y apellido en la Convención Internacional para la Protección de
todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas— (21).
La interpretación dinámica alcanza asimismo a todos los aspectos de procedimiento y las funciones de los
propios órganos de supervisión para que los mismos desarrollen eficazmente sus tareas; el criterio de
legitimación funcional —competencias necesarias para que un ente de monitoreo de derechos humanos cumpla
de forma adecuada con su mandato— lleva naturalmente a los comités, comisiones y tribunales internacionales
de derechos humanos, a desarrollar funciones que se derivan implícitamente de sus mandatos, aunque las
mismas no se encuentren previstas expresamente estipuladas en la letra de los instrumentos jurídicos.
Finalmente, la progresividad implica al mismo tiempo el deber de abstención para los órganos
internacionales de supervisión, de realizar ejercicios hermenéuticos que tengan como resultado una regresión de
los alcances de los derechos, los procedimientos o respecto de sus capacidades y funciones, que no corresponde
autolimitar.
El desarrollo progresivo como criterio rector a utilizar por los órganos de monitoreo de los sistemas
internacionales, responde directamente a las necesidades de protección y garantía eficaz de los derechos
humanos para todas las personas sometidas a la jurisdicción de los Estados, sin discriminación de ningún tipo.
II.5. El principio de efecto útil
El quinto elemento de la perspectiva pro persona es el principio de efecto útil; en la tarea de los órganos
internacionales de tutela, dicho postulado significa que la interpretación jurídica que efectúen cuando examinan
una norma a la luz de una situación general o un caso particular de derechos humanos, derive necesariamente en
los efectos apropiados del tratado, convención o protocolo en cuestión.
Como el resto de los principios que componen la perspectiva pro persona, el efecto útil representa una guía
hermenéutica a seguir por los órganos jurisdiccionales y cuasi jurisdiccionales de interpretación y aplicación de
tratados de derechos humanos.
Por aplicación del principio de efecto útil en el trabajo de los órganos internacionales la interpretación
jurídica que realicen los mismos no debe ser ilusoria, sino práctica y eficaz. El efecto útil nos vincula con una
evaluación de resultado, por lo que ha de considerarse especialmente la viabilidad de aquello que se plasma en
el cuerpo del razonamiento y en la parte dispositiva de cada decisión.
En ocasión de que se produzca una situación en la que un órgano internacional se vea enfrentado a una o
más disposiciones que se encuentren en un instrumento convencional y posean más de una interpretación, al
momento del ejercicio hermenéutico o la aplicación han de escoger aquella que permita los efectos apropiados
de la norma.
Es de la mayor importancia que los Estados partes tengan pleno entendimiento del sentido de las normas e
instrumentos, para que su cumplimiento esté dotado del efecto apropiado: consecuentemente, cuando supervisan
situaciones generales o casos individuales, los órganos internacionales que interpretan y aplican disposiciones
de derechos humanos deben no solamente escoger la opción que potencie mejor a las normas de derechos
humanos, sino asimismo ser lo más precisos y detallados en la parte decisoria de sus observaciones finales,
comentarios, dictámenes, autos y sentencias, para orientar adecuadamente las conductas de los órganos internos
del Estado respectivo.
También en virtud de la perspectiva pro persona, las decisiones que adoptan los órganos internacionales
sobre el propio ejercicio de las competencias y atribuciones que poseen, los análisis de las disposiciones
procesales de los instrumentos jurídicos de derechos humanos y la determinación del alcance de las
obligaciones de los Estados, tienen que formularse desde el principio de efecto útil.
El principio de efecto útil, finalmente, ha de entenderse en relación al propio instrumento internacional en sí,
por lo que toda decisión que emita un órgano de derechos humanos ha de cuidar que la convención, pacto o
protocolo posea efectiva aplicación como consecuencia de la misma.
II.6. El principio de fertilización cruzada
El sexto elemento de la perspectiva pro persona es el principio de fertilización cruzada; dicho postulado
responde a la realidad fáctica: existen multiplicidad de órganos internacionales de interpretación y aplicación de

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derechos humanos tanto en el plano de la Organización de Naciones Unidas como en diversas organizaciones
regionales.
Así, los órganos internacionales, en tanto interpretan y aplican disposiciones procedimentales y sustantivas
que son comunes, han de nutrirse adecuadamente de la muy diversa producción que generan. La interacción
entre dichos órganos internacionales no solamente es beneficiosa sino que asimismo resulta deseable para
armonizar sus producciones.
Estos vasos comunicantes se ponen frecuentemente de manifiesto en el estudio de exámenes de parte de
órganos de Naciones Unidas; así, es muy usual al hacer preguntas a los Estados bajo el procedimiento de
informes, que quienes integran los Comités se refieran a estudios, informes y decisiones de órganos regionales
sobre el país examinado. Asimismo, los órganos regionales siempre acuden a la producción de otros órganos
regionales y a informes, comentarios generales y dictámenes de los órganos de tratados y mecanismos extra
convencionales de Naciones Unidas.
También la fertilización cruzada se aplica "intra sistema", por ejemplo cuando un órgano de la Organización
de las Naciones Unidas acude a la interpretación de otro comité que funciona dentro del mismo sistema, o
cuando la Corte Interamericana utiliza razonamientos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y
viceversa. La fertilización cruzada "intra sistema" hace al trabajo uniforme y coherente de los órganos de tutela
que desempeñan sus tareas dentro de una misma organización internacional, y dan señales claras de consistencia
jurídica a los Estados y el resto de interlocutores que operan al interior del sistema.
Naturalmente, este ejercicio hermenéutico solamente es valioso en tanto la fertilización cruzada es utilizada
como método para llegar a conclusiones de mejor tutela de derechos humanos, alcances más amplios de
derechos y fortalecimiento de las capacidades decisorias de los órganos de interpretación y aplicación. Dicho de
otro modo, nunca la utilización de la fertilización cruzada ha de devenir en una regresión de los estándares de
protección que ya se encuentren establecidos.
La fertilización cruzada, en consecuencia, se vincula con otros dos elementos de la perspectiva pro persona:
el desarrollo progresivo en primer lugar, e igualmente el propio principio pro persona, que en su enunciado más
básico y nuclear establece la imposibilidad de llevar adelante interpretaciones de una disposición convencional
de manera tal que se niegue un alcance de mayor protección de los derechos humanos que se encuentre
establecido en otra norma vinculante para el Estado.
Por ello, el constante flujo de acción conjunta de los órganos internacionales universales y regionales,
solamente puede derivar en un mejor cumplimiento por los Estados de los deberes generales de respeto y
garantía de los derechos humanos, para de esa manera impactar de forma positiva en el disfrute de dichos
derechos por parte de las mujeres y hombres que se encuentren bajo la jurisdicción de aquellos.
II.7. Los principios de indivisibilidad e interdependencia
El séptimo elemento de la perspectiva pro persona son los principios de indivisibilidad e interdependencia;
ellos —que se aplican al conjunto de los derechos y libertades de la persona humana— se identifican asimismo
como algunas de las características del régimen internacional de derechos humanos, junto a otros principios
rectores como la dignidad inherente, la universalidad y la irrenunciabilidad.
La indivisibilidad hace a la esencia de los derechos humanos, en tanto todos ellos provienen de la misma
raíz —la dignidad inherente de la persona—; la indivisibilidad evita la jerarquización de unos derechos sobre
otros e impide que los Estados elijan cuáles respetar y garantizar prioritariamente, y lo invoquen como
argumento para justificar incumplimiento respecto de derechos "menos importantes".
Las obligaciones estatales alcanzan a todos los derechos humanos por igual conforme a los deberes
definidos expresamente en los instrumentos internacionales, y un Estado parte en los mismos no puede
ampararse en la garantía de unos derechos como excusa para evadir su responsabilidad por la violación de otros.
La interdependencia postula la conexión que existe entre todos los derechos humanos, por lo que el disfrute
o violación de uno de ellos impacta necesariamente de manera positiva o negativa en los restantes. Así, cada
derecho humano se convierte en fuente y su garantía plena facilitará el ejercicio de los otros.
Cuando los órganos internacionales aplican los principios de indivisibilidad e interdependencia en
perspectiva pro persona, se encuentran en la necesidad de examinar la situación de derechos humanos bajo
análisis de forma integral y no fragmentada, ya que si bien cada uno de aquellos posee un mandato específico de
aplicación, no puede desconocerse las implicancias para los derechos civiles y políticos que poseen las
violaciones a los derechos económicos, sociales y culturales, y viceversa.
De hecho, una misma situación puede implicar tanto violación a un derecho civil y político como a otro

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económico, social o cultural; piénsese en la negación de medicamentos para el tratamiento de enfermedades


terminales, lo que constituye una indudable afectación al derecho a la salud (derecho social) y al mismo tiempo
un trato que puede ser tildado de degradante o inhumano según el caso (derecho civil).
La realización de dicho ejercicio permitirá a los órganos internacionales abordar de manera más adecuada
los fenómenos que se le presentan para estudio, y poder formular de manera más precisa observaciones finales a
Estados, como dictámenes y sentencias de fondo en cuanto a la determinación de las violaciones encontradas,
así como el abanico de medidas a tomar para reparar integralmente a las víctimas y sus familias, llegado el caso.
II.8. Los postulados particulares de la perspectiva pro persona
El octavo elemento de la perspectiva pro persona, está constituido por postulados particulares que pueden
aplicarse individualmente o en conjunto dependiendo las situaciones bajo análisis, solamente cuando las mismas
lo requieran: nos referimos a la perspectiva de género, el interés superior, los ajustes razonables, la cosmovisión,
etc.
A diferencia de los siete principios enunciados anteriormente, que tienen que aplicarse a todas las
situaciones bajo examen, para la utilización de estos postulados tendrá que evaluarse si los hechos bajo análisis
ameritan llevar adelante un enfoque diferenciado.
Dichos postulados emergen de los instrumentos específicos de tutela de derechos humanos que se han
adoptado a nivel internacional o regional, y también de los criterios que han elaborado los órganos específicos
que los aplican.
Así, la perspectiva de género ha de estar presente en toda cuestión que lo amerite, cuando los órganos
internacionales analicen violaciones de derechos que pueden haber tenido un efecto diferenciado en mujeres o
en personas que pertenecen al colectivo LGBTI, o en cualquier otra violación que encuentre su raíz
directamente en la discriminación por razón del género u orientación sexual de la persona.
Algunos principios particulares se aplican conjuntamente a un colectivo determinado: así, los criterios de
ajustes razonables, diseño universal, accesibilidad, autonomía para la toma de decisiones, y la consideración de
la evolución del concepto de discapacidad, han de ser tenidos particularmente en cuenta al momento de estudiar
y decidir cuestiones relativas a los derechos humanos de las personas con discapacidad por parte de los órganos
internacionales encargados de interpretar y aplicar normas de derechos humanos.
El enfoque cultural, el consentimiento previo, libre e informado y la particular cosmovisión son algunos de
los postulados que deben utilizarse para el examen y resolución de cuestiones relacionadas con derechos de
personas pertenecientes a comunidades indígenas, o derechos colectivos de los propios pueblos indígenas.
El interés superior, sus contornos, los deberes especiales que han de asumir los Estados en función de la
maduración de la persona, y las reglas particulares de tutela específica son algunos de los criterios que los
órganos internacionales habrán de considerar cuando examinen situaciones en que se ventilen posibles
violaciones a derechos de niños, niñas o adolescentes.
El principio de envejecimiento activo y saludable es aquel que debe guiar la interpretación y aplicación de
los órganos internacionales, para resolver asuntos en los que se encuentren envueltos derechos humanos de las
personas adultas mayores.
En ocasiones, los órganos internacionales habrán de tener en cuenta más de uno de estos aspectos, que no se
excluyen. Por ejemplo, en situaciones de masacres de pueblos indígenas en principio tendrán que considerarse
las consecuencias de las mismas sobre el colectivo, pero también los efectos diferenciados de las violaciones
respecto de las mujeres y de las niñas cuando ha existido una dimensión de género.
Por ello, el principio de no discriminación —derecho inderogable que ya se reconoce como incorporado al
orden público internacional— ha de operar en todo el trabajo hermenéutico de los órganos de tutela; desde sus
orígenes y hasta la actualidad, dicho principio ha experimentado un importante desarrollo progresivo;
actualmente la discriminación puede estar basada en motivos de nacionalidad, edad, sexo, orientación sexual,
identidad y expresión de género, idioma, religión, identidad cultural, opiniones políticas o de cualquier otra
naturaleza, origen social, posición socioeconómica, nivel de educación, condición migratoria, de refugiado,
repatriado, apátrida o desplazado interno, discapacidad, característica genética, condición de salud mental o
física, incluyendo infectocontagiosa, psíquica incapacitante o cualquier otra.
Cuando las violaciones a los derechos humanos muestran discriminación múltiple (es decir por más de un
motivo), aplican todos los elementos presentes en los postulados que se reconocen a los diversos colectivos a los
que pertenecen las víctimas.
Así como los Estados deben tomar acciones afirmativas o de discriminación positiva para garantizar el

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disfrute de los derechos humanos de manera efectiva y sin discriminación, los enfoques diferenciados responden
a ese mismo criterio y devienen imprescindibles para abordar debidamente las violaciones a los derechos
humanos en toda su complejidad.
III. Consideraciones finales: ¿"mirada clásica" o "perspectiva pro persona "?
El derecho internacional de la persona humana hoy constituye una rama autónoma del derecho internacional
general, que se nutre de los principios de este último en tanto la utilización de los mismos no contravenga el
propósito del régimen de tutela.
El desarrollo normativo, procedimental, orgánico y jurisprudencial del derecho internacional de la persona
humana permite identificar la existencia de un criterio hermenéutico dinámico y apropiado, que debe orientar el
trabajo de los órganos internacionales de interpretación y aplicación, a los efectos de que los mismos cumplan
acabadamente con su mandato.
Este criterio hermenéutico puede definirse como la "perspectiva pro persona", y su utilización requiere una
efectiva capacitación y experticia particular para quienes integran los órganos internacionales, así como para las
personas que se encuentran trabajando en las secretarías administrativas y unidades de asistencia para los
órganos cuasi jurisdiccionales o judiciales.
La perspectiva pro persona es en sí misma evolutiva, progresista y ha de nutrirse permanentemente de
nuevos aportes, con miras a dar más y mejores respuestas a las necesidades del régimen internacional de tutela
de los derechos de la persona humana.
Un criterio hermenéutico armónico y común para todos los órganos internacionales en cada una de las
materias que hacen al régimen internacional de la persona humana contribuye a consolidar estándares y a
afirmar la universalidad de los derechos humanos.
Los órganos internacionales de derechos humanos a nivel universal y regional constituyen las instituciones
autorizadas para interpretar el alcance de las disposiciones sustantivas, normas procedimentales y los principios
de los diferentes instrumentos jurídicos que se encuentran bajo el mandato de aquellos.
Independientemente de las disposiciones reguladas que identifican con claridad las competencias a llevar
adelante para las funciones que le han sido asignadas, el trabajo interpretativo de los órganos internacionales en
sí mismo otorga marcos adecuados para efectuar desarrollos concretos, los cuales revestirán utilidad siempre y
cuando redunden en una mejor identificación de las obligaciones de los Estados y —en definitiva— en el mayor
ejercicio de los derechos humanos de parte de las personas.
De allí que la manera en la que los órganos internacionales de tutela llevan adelante su trabajo deviene
crucial; no se trata de aplicar mecánicamente las normas, ni de examinar las situaciones exclusivamente a la luz
de los análisis jurídicos que presentan las partes en una controversia. Ambos procederes son
—lamentablemente— muy cotidianos en el funcionamiento de algunos cuerpos que se encuentran
burocratizados en su funcionamiento.
Es imprescindible evitar los estudios fragmentados de las situaciones bajo análisis; desde la perspectiva pro
persona se ofrece una serie de variables que ayudan a los órganos internacionales a minimizar los riesgos de
tomar decisiones insuficientes para la protección efectiva —garantía plena— de los derechos humanos.
Los principios identificados en la categoría de análisis definida en el presente trabajo como "perspectiva pro
persona" se cruzan entre sí; las vinculaciones entre los mismos son evidentes porque hay elementos comunes a
todos ellos. Su puesta en práctica puede ser instrumentada a través de la formulación de algunas preguntas
orientadoras frente a las situaciones que deben analizarse; sin pretensión de agotar las mismas, se enuncian
algunas de ellas a continuación:
-¿Es consistente con el objeto y fin de la norma en particular y del instrumento jurídico en general la
interpretación elegida para construir el razonamiento y fundamentar la decisión del asunto bajo análisis?
-¿Está interpretándose pro persona? ¿Se están eligiendo los criterios que maximizan el alcance de los
derechos bajo análisis? ¿Se están tomando recaudos y exigencias suficientemente rigurosas para examinar
medidas permitidas de restricción del ejercicio de los derechos?
-¿Ha actuado de buena fe el Estado en el procedimiento? ¿Proporcionó toda la información y medios de
prueba solicitados? En caso contrario, ¿se refleja adecuadamente esa actitud en la decisión?
-¿Se mantienen estándares alcanzados anteriormente con la decisión tomada? ¿Se avanza en la construcción
de nuevos estándares? ¿Se evita debidamente el retroceso a nivel de interpretación y/o aplicación normativa?
-¿Generan la interpretación y la decisión tomada los efectos apropiados de las disposiciones utilizadas?

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¿Cómo repercuten aquellas en la fase de implementación y seguimiento?


-¿Hay órganos intra sistema o extra sistema que han abordado situaciones similares a las que debemos
resolver? ¿Cómo lo han hecho? Si estas son más garantizadoras de los derechos de las personas que las que
usualmente utilizamos, ¿podemos aplicarlas como criterios novedosos o nuevos postulados que deroguen
posiciones más retrógradas que hemos mantenido en el pasado para así cumplir con el criterio de desarrollo
progresivo?
-¿Examinamos el asunto de manera integral y no fragmentada? ¿Tenemos debidamente en cuenta las
características de indivisibilidad e interdependencia de los derechos humanos?
-¿Visualizamos violaciones que en principio puedan resultar ajenas a nuestro mandato específico? Hay
posibilidad de que las mismas igualmente afecten a uno o más derechos que se encuentran al interior de los
instrumentos que aplicamos?
-¿Hay en el asunto que examinamos dimensión de género aplicable? ¿Debemos acudir a postulados
concretos que hacen a la tutela de los derechos de niños, niñas o adolescentes? ¿Estamos en presencia de
cuestiones que involucran a personas con discapacidad? ¿Tiene el tema bajo análisis aspectos relativos a
personas pertenecientes a colectivos y/o pueblos indígenas? ¿Nos encontramos en una situación que envuelve a
personas adultas mayores? ¿Hay más de una de las dimensiones sobre las que se pregunta en este ítem que
puedan y —consecuentemente— deban aplicarse?
-¿Se ha escuchado debidamente a las personas y grupos que pueden ser víctimas para la toma de decisión?
-¿Cubre el fondo de la decisión a todos los derechos que se encontraban involucrados en la situación? ¿Son
las medidas determinadas pertinentes para la reparación integral en términos de restitución, rehabilitación,
compensación, satisfacción y no repetición?
Los órganos internacionales no pueden actuar interpretando o aplicando los instrumentos jurídicos como
cuerpos judiciales de derecho civil; no resuelven asuntos de derecho privado entre partes iguales. Se requiere un
efectivo trabajo activo de parte de los comités, comisiones y tribunales de derechos humanos; la utilización del
principio iura novit curiae —conforme a los hechos probados aplicar el derecho independientemente de las
alegaciones jurídicas de las partes— es imprescindible para la aplicación adecuada de la perspectiva pro persona
y cumplir, de esa forma, el objetivo de los diferentes instrumentos internacionales de tutela.
Comités, comisiones y tribunales de derechos humanos que operan en el orden internacional a nivel mundial
o regional representan en muchos casos la última esperanza de justicia para las víctimas de violaciones, y para
personas o colectivos cuyos derechos se han postergado por acción u omisión de la política pública de los
Estados.
Las funciones y competencias de los órganos internacionales tienen que ser asumidas por los mismos con
profesionalismo y compromiso, a la luz de los avances que la ciencia jurídica de los derechos humanos va
experimentando, disciplina a la cual contribuyen decididamente a través de sus pronunciamientos, dictámenes y
fallos.
El norte que guíe las acciones de cada persona que integra un cuerpo de decisión, y por ende del propio
órgano internacional, no puede ser otro que contribuir a mejorar el disfrute y garantía de los derechos y
libertades para todas las mujeres y todos los hombres; la perspectiva pro persona es una herramienta
hermenéutica imprescindible para cumplir adecuadamente sus mandatos de cara a la comunidad internacional
que les ha confiado el alto honor de hacer cumplir un instrumento de derechos humanos.
Finalmente, la perspectiva pro persona y sus elementos también tienen que ser el criterio hermenéutico por
excelencia que guíe a toda la política pública del Estado, incluida naturalmente la función judicial. El fin del
Estado es respetar y garantizar de la mejor manera los derechos humanos de todas las personas sometidas a su
jurisdicción, y eso debe cumplir cada persona que cumple funciones dentro del mismo; nada más, y nada menos.
(*) Doctor en Ciencias Jurídicas (cum laude), profesor titular de Derecho Internacional Público, Director
del Instituto y de la Maestría en Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad Nacional de La Plata (Argentina); profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires y de la
Universidad Nacional de La Pampa; ex presidente del Comité de Derechos Humanos de la Organización de las
Naciones Unidas (2015-2016). Las opiniones vertidas en el presente artículo se realizan a título individual y no
representan necesariamente el punto de vista de las instituciones de las que el autor forma o formó parte.
(1) Aplica el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) y sus dos protocolos facultativos
(1966 y 1989).
(2) Aplica el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y su protocolo

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facultativo (2008).
(3) Aplica la Convención Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial (1965).
(4) Aplica la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
(1979) su protocolo facultativo (1996).
(5) Aplica la Convención sobre los Derechos del Niño (1989) y sus tres protocolos facultativos (dos de
2000 y el tercero de 2011).
(6) Aplica la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes
(1984).
(7) Aplica el Protocolo Facultativo a la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanas y Degradantes (2002).
(8) Aplica la Convención Internacional sobre la Protección de los Trabajadores Migratorios y sus Familias
(1990).
(9) Aplica la Convención Internacional para la Protección de todas las personas contra las Desapariciones
Forzadas (2006).
(10) Aplica la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006) y su
Protocolo Facultativo (2006).
(11) Entidad regional creada en 1949; tiene su sede en la ciudad de Estrasburgo, Francia, donde también se
encuentra el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Comité Europeo de Derechos Sociales.
(12) Aplica el sistema establecido por la Convención Europea de Derechos Humanos (1950) y sus
protocolos facultativos.
(13) Aplica el sistema establecido en virtud de la Carta Social Europea (1961) y sus protocolos facultativos.
(14) La Organización de los Estados Americanos nació en 1948, tiene su sede en Washington.
(15) Aplican y/o interpretan el sistema que se desprende de la Declaración Americana (1948), la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969) y un conjunto de protocolos adicionales y
convenciones en la materia.
(16) Unión Africana es el nuevo nombre de la ex Organización de la Unidad Africana, entidad creada en
1963.
(17) Aplican el sistema que se deriva de la Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos
(1981) y su Protocolo Facultativo (1998).
(18) La Liga de Estados Árabes fue creada en el año 1944.
(19) Aplica la Carta Árabe de Derechos Humanos (2004).
(20) Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados (1969): art. 31.
(21) Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones
Forzadas; art. 24.2.

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