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El relato de Pentecostés está descrito solamente en el libro de los Hechos de los

Apóstoles, no en los evangelios.


Quizá la explicación sea fácil: toda la obra y misterio (ministerio) de Jesús es Pentecostés.
Jesús es la Buena Nueva que causa ruido, pone fuego en el interior del mundo y de los
corazones.
Responder a la pregunta ¿qué es Pentecostés? Es sentirse enviado a releer el Evangelio, a
contemplar las acciones y a escuchar las palabras de Jesús.
Es la apertura al Espíritu de Dios para que sepamos anunciar las maravillas de Dios. Para
eso se nos da el Espíritu.
La misión que Jesús da a los apóstoles es la misma que hoy tenemos todos los bautizados,
pues nosotros también hemos recibido el Espíritu Santo con la abundancia de sus dones.
San Juan nos presenta un relato de especial significado, con varios detalles:
Jesús, antes de darles el Espíritu, se presenta a los suyos, se les revela como el Resucitado,
les desea la paz; ellos, por su parte, experimentan mucha alegría. Antes del gran
acontecimiento, Jesús reitera su mandato: “Como el Padre me ha enviado, así también los
envío yo”. Luego viene el momento más solemne: “Sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el
Espíritu Santo’”. No perdamos de vista estos cinco elementos importantes: Resurrección,
don de la paz, el envío, la asistencia continua del Espíritu y la exhortación liberadora: “A
los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados”. Mediante el Bautismo,
todos hemos recibido el Espíritu Santo, por lo tanto, estamos capacitados para vivir la
alegría y la paz de Dios y servir a la Iglesia según el estado de vida y los dones que hemos
recibido.
En el evangelio queda manifiesta la revitalización de la fe en medio de la comunidad
pascual. Efectivamente, la comunidad pascual va progresivamente comprendiendo el
acontecimiento de la resurrección y la misión que el resucitado les confiere.
Ella pasa del miedo a la alegría, del oír al experimentar, del ver al creer, del recibir al dar,
del creer al testimoniar.
Los dones fundamentales del Resucitado para la comunidad son la alegría y la paz.
Estos dones están asociados al don de la misión; misión que será posible por la acción del
Espíritu Santo en medio de la comunidad, quien está llamada a renovar a la humanidad
mediante la experiencia del conocimiento mutuo, del perdón que sana, de la
reconciliación que reconstruye relaciones y de la resiliencia (capacidad de las personas
de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas) que crea
escenarios de sostenibilidad interhumana.

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