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¿Por qué ponemos nuestra esperanza en la cruz de nuestro Señor Jesucristo y, aun así, le

pedimos a la ley que haga lo que solo la gracia puede realizar?

Sucede todos los días en los hogares cristianos alrededor del mundo. Padres con buenas
intenciones, deseosos de ver a sus hijos hacer lo que es correcto, le piden a la ley que
haga en las vidas de sus hijos lo que solo la gracia puede cumplir. Piensan que si
cuentan con las reglas, las reprimendas o amenazas adecuadas y con una constante
ejecución de estas, entonces sus hijos estarán bien. Estos padres parecen no entender
que han reducido su rol a meros fiscales, jueces y carceleros. Piensan que su trabajo es
hacer cualquier cosa que pueda moldear, controlar y regular el comportamiento de sus
hijos. Con el afán de buscar controlar su comportamiento, recurren a las amenazas (“Te
haré temer lo suficiente para que no vuelvas a hacer esto”), manipulación (“Encontraré
algo que realmente deseas y te diré que te lo daré solo si me obedeces”) y culpa (“Te
haré sentir tan mal, tan avergonzado, que decidirás no hacer esto nuevamente”). Esta
forma de pensar niega dos principios bíblicos. El primero es que, antes de ser un tema
de comportamiento, el pecado es un asunto del corazón. Pecamos porque somos
pecadores. Por ejemplo, la ira es siempre un asunto del corazón antes de ser un acto de
agresión física. Es importante que reconozcamos esto, ya que ningún ser humano tiene
el poder de cambiar el corazón de otro ser humano. El segundo principio es que, si las
amenazas, la manipulación y la culpa pudieran hacer cambios duraderos en las vidas de
otras personas, Jesús no tendría que haber venido al mundo. Así que esta forma de
pensar niega el evangelio que decimos apreciar. En efecto, le pide a la ley que haga lo
que solo Dios con su maravillosa gracia puede realizar. Si niegas el evangelio en
cualquier nivel, intentarás crear, con medios humanos, lo que solo Dios puede crear con
Su gracia poderosa, y eso nunca te llevará a algo bueno. Gracias a Dios, Él no ha dejado
a nuestra suerte el poder para cambiar. Él nos da Su gracia transformadora y nos llama a
ser instrumentos de esa gracia en Sus manos redentoras. Nos quita la carga del cambio
de nuestros hombros y nunca nos llama a hacer aquello que solo Él
puede hacer. Expongamos, pues, a nuestros hijos a la ley de Dios y ejerzamos autoridad;
al mismo tiempo busquemos ser herramientas de cambio en las manos del Dios cuya
gracia es mayor que todos los pecados que enfrentamos.

Para profundizar y ser alentado: Romanos 5:12-21.

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