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CODIGO DE DERECHO CANÓNICO

DEL MATRIMONIO (Cann. 1055 – 1165)

1055  § 1.    La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen


entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al
bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por
Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.

1061  § 1     El matrimonio válido entre bautizados se llama sólo rato, si no ha


sido consumado; rato y consumado, si los cónyuges han realizado de modo
humano el acto conyugal apto de por sí para engendrar la prole, al que el
matrimonio se ordena por su misma naturaleza y mediante el cual los cónyuges
se hacen una sola carne.

1096  § 1.    Para que pueda haber consentimiento matrimonial, es necesario que
los contrayentes no ignoren al menos que el matrimonio es un consorcio
permanente entre un varón y una mujer, ordenado a la procreación de la prole
mediante una cierta cooperación sexual.

1101  § 1.    El consentimiento interno de la voluntad se presume que está


conforme con las palabras o signos empleados al celebrar el matrimonio.

 § 2.    Pero si uno o ambos contrayentes excluyen con un acto positivo de la


voluntad el matrimonio mismo, o un elemento esencial del matrimonio, o una
propiedad esencial, contraen inválidamente.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

La apertura a la fecundidad

1652 "Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor


conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas
son coronados como su culminación" (GS 48,1):

«Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien
de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté
solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer"
(Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra
creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos"
(Gn 1,28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema
de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del
matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a
cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y
enriquece su propia familia cada día más» (GS 50,1).

La fecundidad del matrimonio

2366 La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal


tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor
mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es
fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida” (FC 30),
enseña que todo “acto matrimonial en sí mismo debe quedar abierto a la
transmisión de la vida” (HV 11). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el
Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y
que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados
del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (HV 12; cf
Pío XI, Carta enc. Casti connubii).

2367 Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la


paternidad de Dios (cf Ef 3, 14; Mt 23, 9). “En el deber de transmitir la vida
humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges
saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus
intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana”
(GS 50, 2).

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