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TEMA 7.

El empirismo
La filosofía empirista se caracteriza por defender dos proposiciones
fundamentales:
1. todos nuestros conocimientos se originan en la experiencia;
2. el modo de relacionarse entre sí las percepciones para constituir
nuestro conocimiento del mundo está determinado también por la
experiencia.
En el empirismo inglés es el objetivo no es tanto el conocer cómo
son las cosas, sino cómo llega el sujeto a poseer una imagen del mundo
y si esto es posible.
Francis Bacon
El conocimiento científico debe ser eminentemente práctico y orientarse al
dominio de la naturaleza. En Bacon se manifiesta el antropocentrismo
renacentista y la confianza en la capacidad del hombre para dominar la
naturaleza; y el instrumento adecuado es la ciencia.
Pero Bacon desconoce la importancia de las matemáticas para la
formulación de las leyes y teorías científicas, así como desconoce el papel que la
imaginación creadora desempeña en la formulación de hipótesis. El mérito de
Bacon, sin embargo, está en su notable crítica de los prejuicios que impiden el
progreso científico y en su confianza en la ciencia como instrumento de dominio
y transformación de la naturaleza.
Ciencia y método
Bacon proclama como el método más adecuado para ocuparse de los
hechos la inducción (Novum Organum). Frente al aristotelismo que solo crea una
lógica de la deducción, es necesario construir una lógica de la inducción, un
sistema de reglas para el razonamiento inductivo.
Causas del error
Bacon señala los factores que pueden ocasionar errores en el conocimiento
científico. Para Bacon el entendimiento humano se halla normalmente ofuscado
por prejuicios, idola, que son fuentes de error. Distingue cuatro tipos:
1. Ídolos de la tribu o inclinaciones comunes a la humanidad en
general y que empujan a interpretar erróneamente la naturaleza, p.e.
interpretar antropomórficamente la naturaleza, inclinación a rechazar los
hechos que contradicen las propias teorías, etc
2. Ídolos de la caverna o disposiciones individuales resultantes del
propio carácter y de la educación recibida, de las convicciones y de las
costumbres personales.
3. Ídolos de la plaza pública o errores que provienen de la
comunicación y el trato de los hombres entre sí, sobre todo los
ocasionados por el uso del lenguaje en dos sentidos: i) porque el
significado de las palabras que usamos es a menudo impreciso, y ii)
porque la lengua común condiciona nuestra interpretación de las cosas;
4. Ídolos del teatro o errores que provienen de la aceptación de las
opiniones de los filósofos antiguos cuya autoridad se acepta
acríticamente.
La lógica de la inducción
Bacon utiliza aquí una terminología particular. Todo cuerpo, escribe,
posee múltiples naturalezas (propiedades, cualidades), las cuales tienen como
causa inmanente una forma (esencia y ley inmanente). Bacon pretende que su
concepto de «forma» nada tiene que ver con el concepto aristotélico
correspondiente, lo cual no es del todo cierto. En cualquier caso, la «forma»
siempre está oculta, y debe ser descubierta. Y lo interesante es esto: si
descubrimos la «forma», podremos modificar las propiedades (o «naturalezas»)
de las cosas de un modo seguro, y no sólo por el azar de experimentos no
dirigidos (como en la alquimia o la magia). Bacon perseguía fines prácticos como
hacer un cristal más transparente, un hierro más ligero y resistente, etc. Así pues,
el objetivo del método era conseguir «engendrar en un cuerpo una nueva o
nuevas naturalezas, transformar unos cuerpos en otros, en la medida de lo
posible».
El método para descubrir las formas es la inducción. Y tiene las siguientes
partes:
 Se reúnen todos los hechos que sean posibles acerca de la
«naturaleza» que se quiera investigar. Por ejemplo, el calor. A esta parte la
llama Bacon «Historia natural y experimental»
 Se ordenan estos hechos según tres tablas, mediante las
cuales se alcanza lo que la cosa verdaderamente es, cómo cambia o cuál es
su estructura en profundidad:
o tabla de presencia (hechos en los que se da esa
naturaleza o fenómeno), se trata de reunir los hechos más dispares
posibles;
o tabla de ausencia (hechos en los que no se da), se trata de
recoger hechos semejantes a los de la primera tabla, pero tales que en
ellos no se manifieste el fenómeno. Si un fenómeno incluye o excluye a
otro, el incluido o excluido constituirá la forma o no formará parte de
ella. Ambas tablas deben ir, pues, coordinadas entre sí. Por ejemplo, en
la primera tabla recoge Bacon los rayos del Sol como primer hecho (en
los que se da el calor), y en la segunda, los rayos de la Luna.
o tabla de grados (hechos en que varía). En qué medida la
influencia de un fenómeno, por estar más o menos presente, afecta a
otro fenómeno
 Se procede a la inducción propiamente dicha, la cual
comienza por el procedimiento de exclusiones: excluir como «forma»
aquello que no se encuentra cuando se da el fenómeno, o que se encuentra
cuando no se da, o que aumenta cuando el fenómeno disminuye, o
disminuye cuando el fenómeno aumenta. La coordinación de las dos
primeras tablas facilita las exclusiones: en el ejemplo citado, Bacon dice que
hay que excluir el fulgor y la luz como causa o «forma» del calor (puesto
que hay luz en los rayos del Sol, pero también en los de la Luna).
Ahora bien, Bacon reconoce que este trabajo es muy arduo y supone
muchos rodeos. Por eso propone algunos auxiliares para la inducción. El primero
es lo que llama «esbozo de interpretación», o «primera vendimia», que no es sino
la formulación de una hipótesis provisional a partir de los casos en que la forma
buscada parece encontrarse de un modo más claro. A continuación, señala Bacon
nueve auxiliares más para la inducción, de los cuales sólo desarrolló el primero:
la enumeración de veintisiete «hechos preferentes».
En realidad, Bacon no inventó la inducción: ya fue utilizada desde los
primeros filósofos griegos. Pero Bacon ve en la inducción de los antiguos una
«anticipación» de la Naturaleza. Además, era una inducción que procedía por
«simple enumeración» (de casos positivos), deficiencia que Bacon supo ver, por
lo que junto a la tabla de «presencia» añadió la de «ausencia» y «grados», en lo
cual consiste la verdadera innovación baconiana. Sin embargo, Bacon no
consiguió perfeccionar su método inductivo, y finalmente pareció dejarse vencer
por la complejidad de este.
Además, Bacon no llegó a captar el valor de las matemáticas, y cifró el
objetivo de su método en la búsqueda de la «forma» (esencia) y de las
«naturalezas» (cualidades). Justamente, los grandes científicos de esta época se
orientarán en una dirección contraria: el método hipotético-deductivo, la
matematización, la consideración cuantitativa. Bacon ignoró realmente la ciencia
de su época y creó un método que nadie llegó a utilizar.
John Locke
La concepción empirista del conocimiento
Sensación y reflexión
En su libro Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) defiende la tesis que
todos nuestros contenidos de conciencia tienen su origen en la experiencia. La
experiencia es el fundamento de todo nuestro saber, y de allí es de donde, en
última instancia, se deriva. Nuestro entendimiento obtiene todo el material de su
conocimiento de las percepciones de los objetos sensibles externos y de la
actividad interna de nuestra mente, percepciones sobre las que reflexionamos y
con las que pensamos.
Nos indica Locke no solo la afirmación de su tesis básica, sino también la
afirmación del método que va a seguir para cumplir el primero de los objetivos
de su obra, a saber, determinar el origen y alcance de las ideas que el
entendimiento posee.
Sensación y reflexión se comportan psicogenéticamente del siguiente
modo: la reflexión tiene como estímulo y antecedente la sensación. Aunque
Locke equipara, en sentido psicológico, sensación y reflexión e incluso, en la
teoría genética, haga depender la reflexión de la sensación, desde una valoración
epistemológica considera mejor fundada la reflexión que la sensación; pues la
sensación está destinada al conocimiento del mundo externo, mientras la
reflexión se dirige al conocimiento de las actividades del espíritu mismo. Con
apoyo casi literal de Descartes, apoya Locke esta doctrina de la autocerteza. En
cambio, se mantiene reservado en lo que se refiere al conocimiento del mundo
externo. Tal conocimiento sólo es posible por sensación y carece, por tanto, de
plena seguridad y adecuación, aunque merezca el nombre de conocimiento.
Crítica a la teoría de las ideas innatas
Locke considera que “no hay principios innatos en el alma humana”; refuta el
consensus gentium, pues no existen principios teoréticos ni prácticos generalmente
conocidos o reconocidos. Ni siquiera la representación de Dios escapa a esta
prueba que, a decir verdad, no sólo es diversa en los diferentes hombres, sino
que no se encuentra por completo en algunos.
Locke despoja al alma de toda posesión primigenia: “El alma es, al nacer,
como una hoja de papel en blanco, sin idea alguna ¿Cómo llega entonces a proveerse de
ellas?: exclusivamente por la experiencia”.
Las ideas y sus clases
Locke considera el término “idea” el más adecuado para designar lo que,
en nuestra mente, constituye el objeto del entendimiento. Idea es, por tanto, todo
aquello en que puede emplearse la mente al pensar. Ahora bien, Locke distingue
la idea así concebida, como contenido de conciencia, del objeto pensado y de las
cualidades de este objeto que tienen la virtud de producir en nosotros aquellos
contenidos mentales.
Por tanto, las ideas son, para Locke, solo sensaciones o percepciones de
nuestra mente, en la que exclusivamente se encuentran. Distingue dos tipos de
representaciones o ideas:
1. Ideas simples: constituyen el material total de nuestro
saber y se originan de dos formas:
a. Por sensación (experiencia del sentido externo)
se originan las representaciones del mundo corporal,
transmitidas por los sentidos;
b. por reflexión (expresión del sentido interno) se
originan las representaciones que el alma tiene de su propia
actitud (percepción del acto de ver, del sentimiento, etc.)
2. Ideas complejas. El entendimiento no tiene poder para
inventar una sola idea, tan sólo le es dado modelar y transformar.
La operación por la que la mente forma representaciones complejas
es la abstracción.
El papel de la abstracción
La abstracción sirve para construir una generalización para evitar
designar todas las posibles cosas y combinaciones con sus propios nombres. Las
ideas tomadas de los seres particulares se hacen representaciones generales de
todos los de la misma especie. Con estas “desnudas apariencias bien determinadas
por la mente” y con sus nombres ya pueden clasificarse y denominarse las cosas,
según que cada una de ellas se conforme o no con aquellos modelos.
Para Locke la abstracción se contrae conscientemente a los límites de la
pura apariencia; es, en definitiva, una mera función simplificadora de imágenes
y nombres, y no tiene tras sí metafísica alguna de las esencias. La universalidad
de las ideas no es el resultado de un conocimiento metafísico de la estructura de
la realidad, sino el resultado de la operación de la mente. De este modo se
reafirma la tesis nominalista del empirismo.
La crítica de Locke a la metafísica
El nominalismo de Locke
Locke realiza una crítica al sustancialismo metafísico desde posiciones
nominalistas. La sustancia, para Locke, no puede ser sino una idea compleja
formada por asociación de ideas simples. Como buen nominalista, Locke, sólo ve
en los conceptos generales construcciones intelectuales y lingüísticas. Para
explicar la formación de estos conceptos hecha mano del papel que juegan los
“signos”, sobre todo los del lenguaje. Los conceptos generales o abstractos no
corresponden a realidad alguna in natura rerum.
Se concibe el conocimiento demostrativo enteramente según el modelo
nominalista, o sea, como un cálculo con signos conceptuales. Este conocimiento
supera el conocimiento sensitivo pero queda por debajo del intelectivo.
Para Locke sustancia no es más que una coexistencia de varias ideas
simples que nos hemos acostumbrado a ver juntas con determinada unión en las
llamadas cosas. La sustancia es el portador desconocido de las propiedades
conocidas, cuya pertenencia nos vemos obligados a admitir.
La sustancia es una abstracción de nuestras ideas de sustancias concretas,
las cuales se originan por la costumbre , al encontrarnos con que cierto número
de ideas simples van habitualmente juntas. Esto nos hace creer que pertenecen a
una sola cosa y que les corresponde una sola palabra. Por tanto, según Locke, la
abstracción no se refiere a un conocimiento directo de la estructura esencial de la
realidad, sino se refiere sólo a asociaciones de apariencias que llevamos a cabo
por costumbre.
Esencia nominal y esencia real
La crítica desarrollada por Locke va dirigida a la concepción aristotélica-
tomista de la sustancia, la cual debe quedar reducida a un mero presupuesto
lógico de nuestro pensamiento, sostenido por la costumbre, y que facilita nuestra
experiencia del mundo externo.
Locke se propone se propone explicar no es cómo es posible el
conocimiento de la realidad sin la noción metafísica de sustancia, sino cómo esta
noción cumple una misión importante en el mundo de nuestras representaciones
como fundamento, sin saber nada positivo de ella. Para aclarar el tema, Locke
distingue entre esencia nominal, “ la idea abstracta a la que va anejo el nombre” y la
esencia real, “la constitución real de las sustancias, de la cual dependen esa esencia
nominal y todas las propiedades de esa clase o especie”. La tesis de Locke es que, de
hecho, no conocemos más que las esencias nominales de las cosa, nunca las
reales.
Por tanto, no es posible un conocimiento metafísico de esencias. El único
conocimiento que obtenemos del mundo externo es el que nos proporciona
nuestras ideas simples. “Podemos estar seguros de que las ideas que podamos tener
según el alcance de nuestras facultades, guardan poca proporción respecto de las cosas
mismas, ya que se nos oculta una idea clara y distinta acerca de la sustancia misma, que
es el fundamento de todo lo demás”.
Por tanto, el replanteamiento que Locke lleva a cabo es una nueva
perspectiva de la noción aristotélica de especie, como constitución última de los
individuos, sino un desarrollo o resultado de una definición nominal.
David Hume

Hume rompe drásticamente con la tradición metafísica occidental, e inicia


el movimiento que lleva a las modernas filosofías antimetafísicas.
Impresiones e ideas
Para Hume es más correcto afirmar que toda idea se deriva de una
impresión, pues no todo contenido de conciencia es una idea, sino que es
conveniente distinguir entre impresiones e ideas. Distinguir entre impresiones e
ideas, debiéndose entender estas últimas como las imágenes que conserva la
memoria y la imaginación de las impresiones. Quier caso, al igual que Locke,
pues, Hume deja bien claro que no hay ideas innatas ni principios innatos, sino
que todos los contenidos de La conciencia emanan d e la experiencia sensible.
Pero en Hume toma la idea un sentido más estricto. Utiliza para designar los
contenidos de conciencia, no el término idea, sino el de percepción. Las
percepciones son:
 Impresiones: son las sensaciones o aprehensiones primeras,
más vivas e inmediatas, y provenientes ya de la percepción externa ya de
la interna;
 Ideas: son los contenidos mediatos, reproducidos, Y
constituyen el mundo de lo pensado.

Con el material recibido de la experiencia podemos efectuar


combinaciones que ensanchan y enriquecen considerablemente nuestro caudal
cognoscitivo. Esto se realiza por medio de la asociación de ideas. La aportación
de Hume, en este aspecto, es su formulación de las leyes de tal asociación, en la
que reconoce tres formas: semejanza, contigüidad espacio-temporal y
causalidad.
Esta nueva terminología para designar los contenidos de la mente tiene
importantes consecuencias teóricas que podrían quedar resumidas así:
1. °) Aunque Hume no invalida la distinción de Locke entre ideas simpies
e ideas complejas, lo decisivo a la hora de comprender la asociación ideas simples
para formar ideas complejas es el paso de lo vivaz a lo débil, es ue significa que,
para Hume, las impresiones no sólo son primeras genéticamente, sino que
también tienen una cualidad que las coloca por encima de las ideas, a saber, la de
depararnos una imagen más precisa e intensa de lo que expresan;
2. él, permite conocer las ideas distinguiéndolas como tales de lo que son
meramente términos. Este procedimiento, que algún comentarista ha llamado el
“microscopio humano” Hume describe : “Todas las ideas. Especialmente las
abstractas, son por naturaleza débiles y oscuras. Lamente sólo las posee
superficialmente. Se tiende a confundirlas con facilidad con otras ideas
semejantes… Por el contrario, toda impresión… es fuerte y vivaz Y no es tan fácil
cometer un error o una equivocación con respecto a ella. Lia. Por lo tanto, cuando
tengamos la más mínima sospecha de que se está empleando un término
filosófico sin significado ni idea, como ocurre con demasiada frecuencia, no
tenemos más que preguntar ¿de qué impresión se deriva dicha supuesta idea? Y
si fuera imposible asignarle una, esto serviría para confirmar nuestra sospecha”

Conocimiento intuitivo y conocimiento demostrativo

Impresiones del sentido externo: las relaciones de espacio y tiempo


Con su distinción entre impresiones e ideas se ajusta Hume a la distinción
en tre conocimiento intuitivo y conocimiento demostrativo, cada uno de los
cuales en la seguridad de las impresiones facticias. Entre estas impresiones, a las
que conviene certeza inmediata, intuitiva, cuenta Hume, de esto es, la fijación de
la coexistencia y sucesión de las impresiones elementales. Por tanto, la
contigüidad espacio-temporal es la forma más elemental de la asociación
representativa; junto a ella se dan otras dos leyes asociativas que son la semejanza
y la causalidad. El orden espacial en que se ofrecen los contenidos de la
percepción es dado indubitablemente con estos; de manera inmediata, y
poseemos una segur impresión de ellos.

Impresiones del sentido interno: la semejanza


Un conocimiento demostrativo de certeza también perfecta es el que se
basa en la impresión de semejanza. Poseemos una clara y distinta impresión de
la igualdad o desigualdad y sus diversos grados en las sensaciones. S. Esta
impresión consiste. Pues, en el conocimiento de la capacidad de semejanza de
nuestro propio (sensitivo) hacer, y pertenece, por tanto, a las impresiones del
sentido interno (reñexió -e). Es decir, esta impresión concierne a las formas de la
comparación de las dimensiones que efectuamos en los contenidos dados en la
representación, y es otra cosa que un análisis de las legalidades con las que esto
ocurre. En consecuencia, sobre ella es sobre la que se basa la matemática como
ciencia demostrativa por excelencia, cuyo contenido desarrolla las leyes de la
legalidad en relación a los números y a las relaciones espaciales. De ahí que
Hume se incline a reconocer a la aritmética un valor epistemológico más elevado
que a la geometría. En realidad, para Hume, la matemática es la única ciencia
demostrativa.
Por ello, prevalece en Hume el principio de Hobbes según el cual el objeto
de la ciencia es lo cuantitativamente determinable, y esto no versa, en rigor, sobre
el ser sino sobre el acontecer en la naturaleza.
La explicación psicológica de la inherencia: el yo como un haz de
representaciones
Para Hume, pues, no es demostrable ninguna afirmación sobre el mundo
externo: todo nuestro saber se limita a la comprobación de impresiones y a la
relación de estas representaciones entre sí. Sí. Por ello no le parece justificado que
se intente explicar la igualdad de las representaciones a la manera de una
identidad metafísica. Esto es lo que ocurre con el empleo del concepto de
sustancia, ¿be dónde proviene este concepto? No es percibido; no se encuentra
como contenido en las sensaciones particulares ni en las relaciones de éstas. La
sustancia es el portador desconocido e impredicable de los contenidos conocidos
de las representaciones. ¿De dónde propresión alguna que sea su imprescindible
original?
Poruña repetida confluencia de las impresiones, por el hábito de
representarse objetos iguales, se va engendrando, en virtud de la ley de
asociación de ideas, cierta coacción a admitir la representación de su coexistencia,
y por el sentimiento de esta necesidad asociativa del representar acaba por ser
pensada como real pertenencia de los elementos sensoriales, esto es, como
sustancia.
Así se explica psicológicamente la forma conceptual de la inherencia, y se
abandona su interpretación epistemológica: la realidad misma del concepto de
sustancia es indemostrable.
Partiendo de las tesis berkelianas de que los cuerpos son meros complejos
de sensaciones, de que su ser se identifica con su llegar a ser percibidos, de ellos
sólo queda refutar que existan las sustancias anímicas, los espíritus, las res
cogitans Hume ve en ellas portadores de todas las funciones de la representación.
Incluso la percepción interna muestra sólo actividades, estados, propiedades. Si
se hace abstracción de éstos, no queda nada de la res cogitans de Descartes; sólo
el hábito del enlace constante de las representaciones se halla en la base del
concepto de espíritu: incluso el yo es un haz de representaciones.
La crítica de Hume a la metafísica
Un nuevo concepto de filosofía
Hume es el empirista más radical en su crítica a la metafísica, Es, pues, con
Hume con quien se profundiza en la crisis de la idea clásica de filosofía
(metafísica) haciéndose paso una comprensión nueva de sus objetivos y su tarea.
E o, Hume cree llegado el momento de sustituir la metafísica tradicional por otro
tipo de Crilosofía De todas formas, en ningún caso, ni cuando trata problemas
teóricos ni cuando se ocupa de cuestiones prácticas, debe exigirse a este
conocimiento teórico y reflexivo que sea plenamente evidente, es decir, que
constituya un saber absoluto y último.
Precisamente el error de la metafísica tradicional ha sido querer penetrar
en temas que son, de suyo, absolutamente inaccesibles para el pensamiento, por
rebasar lo que nos muestran los sentidos. Simplemente hay que ajustarse a la
experiencia y describir lo que ésta nos muestra.
La crítica al principio de causalidad
1. La relación causal no se comprende analíticamente
El concepto de causalidad es la forma bajo la cual suele ser pensada la
necesidad del enlace de los contenidos de la representación y, para Hume, ese
enlace no es ni intuitiva ni demostrativamente cierto. No es percibida la relación
de causa Y efecto. Más bien, sólo es objeto de la experiencia sensible de la relación
temporal con arreglo a la cual una impresión viene a continuación de otra,
normalmente, Si pe una causa no puede derivarse lógicamente su efecto; en la
representación de un efecto no se halla la de su causa.
No puede, pues, comprenderse analíticamente la relación causal. Según
Hume, esta forma del pensar sólo se explica mediante la asociación de las ideas.
Por la repetición de la misma serie de representaciones y por el hábito que
advertimos de mostrarnoslas unas tras otras, y a esperar que unas sigan a otras.
El sentimiento de esta coacción interna, que nos induce a creer que una idea
produce otra, acaba por concebirse como necesidad real, como si el objeto de una
representación provocara la realidad de otro in natura rerum o determinara su
existencia en el tiempo, como más tarde expresó Kant.
2. Cuestiones de hecho y relaciones entren ideas
Frente a lo que suponía la característica más propia de la filosofía
racionalista, Hume destaca lo distintivo del movimiento empirista cuando afirma
que, para el mundo fenoménico, no son válidas las deducciones. Esto obliga a
replantear en es tos términos la distinción entre:
 Cuestiones de hecho, es decir, proposiciones acerca del
mundo externo:
 Relaciones de ideas, es decir, proposiciones deductivas:
La costumbre como fundamento último de nuestras creencias
Al hacerse problemática, en los términos derivados de la crítica empirista
a la metafísica, la racionalidad del mundo externo, cabe preguntarse en qué se
basa la seguridad que tenemos de que el mundo es de una manera determinada,
de que unos acontecimientos se siguen inexorablemente de otros, si no tenemos
un conocimiento deductivo de la realidad. Estrictamente hablando, para Hume
nuestras percepciones son siempre particulares, elementos singulares que
nuestra mente asocia, de modo que por sí sóla cada percepción no está
relacionada con otra.
En otras palabras, puesto que no es la razón la que rige nuestras
inferencias causales hay que atribuir éstas inferencias a la experiencia.
Al haberse creado la mente unos determinados hábitos asociativos en
virtud de su expeo viceversa. 0 sea, es la costumbre la que, según Hume,
constituye el último fundamentó de nuestras creencias sobre el mundo de los
fenómenos.
Con su crítica de la causalidad Hume pone de manifiesto la limitación del
conocimiento humano de los fenómenos. El planteamiento de Jume, las leyes de
la naturaleza sean entendidas como meras leyes empíricas, creaciones
psicológicas y contingentes de los seres humanos necesarias para sobrevivir en
un mundo cambiante. No son leyes “verdaderas” sino hipótesis útiles que
pueden revisarse cuando dejen de serlo. Tal es la conclusión pragmatista y
escéptica de la filosofía de Hume impregnada de un cierto desencanto.
3. La negación de la identidad personal
El principio metodológico más importante desde el que se lleva acabo esta
crítica es el de la necesidad de reducir las ideas a impresiones. Esta negación se
plantea en los siguientes pasos:
i) En ningún momento tenemos una percepción de nosotros mismos.
Toda idea se deriva de impresiones precedentes, pero no tenemos impresión
alguna de un yo o sustancia como algo simple e individual.
ii) Ni hay experiencia del yo ni puede haberla.
iii) La creencia en el yo no se deriva propiamente del contenido
concreto de nuestras percepciones, como ocurre en el caso de la inferencia causal,
sino s del hecho mismo de que experimentamos. De ahí que Hume hable de la
noción Yo como de una “ficción” de la mente. En cambio, en el caso del yo se
trata de una noción que engloba todas nuestras percepciones. Por otra parte, de
hecho, no todas nuestras percepciones están asociadas, y de las que lo están sólo
parte se ven relacionadas causalmente. Muchas se encuentran sujetas a relaciones
de semejanza o contigüidad.
En conclusión, desde esta perspectiva, el yo se reduce, según frase
consagra da de Hume, a ser un “haz o colección de diferentes percepciones” .
Negación de la demostrabilidad de la existencia de Dios
El valor de la inferencia causal se minimiza a medida que disminuye la
semejanza entre los términos de la relación, en la medida en que la fuerza de
nuestras inferencias causales depende de la semejanza que puede haber entre los
hechos que hemos conocido del pasado y los que estamos tratando de
comprender ahora;
Puesto que del mundo no tenemos conocimientos precedentes; No se
puede decir, en rigor, que se infiere la existencia de un creador infinito de la
existencia del mundo, pues si el efecto refleja y se ajusta a la causa, y el efecto es
finito como lo es evidentemente el mundo, entonces sólo se puede decir con
seguridad que la causa es finita.

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