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El empirismo
La filosofía empirista se caracteriza por defender dos proposiciones
fundamentales:
1. todos nuestros conocimientos se originan en la experiencia;
2. el modo de relacionarse entre sí las percepciones para constituir
nuestro conocimiento del mundo está determinado también por la
experiencia.
En el empirismo inglés es el objetivo no es tanto el conocer cómo
son las cosas, sino cómo llega el sujeto a poseer una imagen del mundo
y si esto es posible.
Francis Bacon
El conocimiento científico debe ser eminentemente práctico y orientarse al
dominio de la naturaleza. En Bacon se manifiesta el antropocentrismo
renacentista y la confianza en la capacidad del hombre para dominar la
naturaleza; y el instrumento adecuado es la ciencia.
Pero Bacon desconoce la importancia de las matemáticas para la
formulación de las leyes y teorías científicas, así como desconoce el papel que la
imaginación creadora desempeña en la formulación de hipótesis. El mérito de
Bacon, sin embargo, está en su notable crítica de los prejuicios que impiden el
progreso científico y en su confianza en la ciencia como instrumento de dominio
y transformación de la naturaleza.
Ciencia y método
Bacon proclama como el método más adecuado para ocuparse de los
hechos la inducción (Novum Organum). Frente al aristotelismo que solo crea una
lógica de la deducción, es necesario construir una lógica de la inducción, un
sistema de reglas para el razonamiento inductivo.
Causas del error
Bacon señala los factores que pueden ocasionar errores en el conocimiento
científico. Para Bacon el entendimiento humano se halla normalmente ofuscado
por prejuicios, idola, que son fuentes de error. Distingue cuatro tipos:
1. Ídolos de la tribu o inclinaciones comunes a la humanidad en
general y que empujan a interpretar erróneamente la naturaleza, p.e.
interpretar antropomórficamente la naturaleza, inclinación a rechazar los
hechos que contradicen las propias teorías, etc
2. Ídolos de la caverna o disposiciones individuales resultantes del
propio carácter y de la educación recibida, de las convicciones y de las
costumbres personales.
3. Ídolos de la plaza pública o errores que provienen de la
comunicación y el trato de los hombres entre sí, sobre todo los
ocasionados por el uso del lenguaje en dos sentidos: i) porque el
significado de las palabras que usamos es a menudo impreciso, y ii)
porque la lengua común condiciona nuestra interpretación de las cosas;
4. Ídolos del teatro o errores que provienen de la aceptación de las
opiniones de los filósofos antiguos cuya autoridad se acepta
acríticamente.
La lógica de la inducción
Bacon utiliza aquí una terminología particular. Todo cuerpo, escribe,
posee múltiples naturalezas (propiedades, cualidades), las cuales tienen como
causa inmanente una forma (esencia y ley inmanente). Bacon pretende que su
concepto de «forma» nada tiene que ver con el concepto aristotélico
correspondiente, lo cual no es del todo cierto. En cualquier caso, la «forma»
siempre está oculta, y debe ser descubierta. Y lo interesante es esto: si
descubrimos la «forma», podremos modificar las propiedades (o «naturalezas»)
de las cosas de un modo seguro, y no sólo por el azar de experimentos no
dirigidos (como en la alquimia o la magia). Bacon perseguía fines prácticos como
hacer un cristal más transparente, un hierro más ligero y resistente, etc. Así pues,
el objetivo del método era conseguir «engendrar en un cuerpo una nueva o
nuevas naturalezas, transformar unos cuerpos en otros, en la medida de lo
posible».
El método para descubrir las formas es la inducción. Y tiene las siguientes
partes:
Se reúnen todos los hechos que sean posibles acerca de la
«naturaleza» que se quiera investigar. Por ejemplo, el calor. A esta parte la
llama Bacon «Historia natural y experimental»
Se ordenan estos hechos según tres tablas, mediante las
cuales se alcanza lo que la cosa verdaderamente es, cómo cambia o cuál es
su estructura en profundidad:
o tabla de presencia (hechos en los que se da esa
naturaleza o fenómeno), se trata de reunir los hechos más dispares
posibles;
o tabla de ausencia (hechos en los que no se da), se trata de
recoger hechos semejantes a los de la primera tabla, pero tales que en
ellos no se manifieste el fenómeno. Si un fenómeno incluye o excluye a
otro, el incluido o excluido constituirá la forma o no formará parte de
ella. Ambas tablas deben ir, pues, coordinadas entre sí. Por ejemplo, en
la primera tabla recoge Bacon los rayos del Sol como primer hecho (en
los que se da el calor), y en la segunda, los rayos de la Luna.
o tabla de grados (hechos en que varía). En qué medida la
influencia de un fenómeno, por estar más o menos presente, afecta a
otro fenómeno
Se procede a la inducción propiamente dicha, la cual
comienza por el procedimiento de exclusiones: excluir como «forma»
aquello que no se encuentra cuando se da el fenómeno, o que se encuentra
cuando no se da, o que aumenta cuando el fenómeno disminuye, o
disminuye cuando el fenómeno aumenta. La coordinación de las dos
primeras tablas facilita las exclusiones: en el ejemplo citado, Bacon dice que
hay que excluir el fulgor y la luz como causa o «forma» del calor (puesto
que hay luz en los rayos del Sol, pero también en los de la Luna).
Ahora bien, Bacon reconoce que este trabajo es muy arduo y supone
muchos rodeos. Por eso propone algunos auxiliares para la inducción. El primero
es lo que llama «esbozo de interpretación», o «primera vendimia», que no es sino
la formulación de una hipótesis provisional a partir de los casos en que la forma
buscada parece encontrarse de un modo más claro. A continuación, señala Bacon
nueve auxiliares más para la inducción, de los cuales sólo desarrolló el primero:
la enumeración de veintisiete «hechos preferentes».
En realidad, Bacon no inventó la inducción: ya fue utilizada desde los
primeros filósofos griegos. Pero Bacon ve en la inducción de los antiguos una
«anticipación» de la Naturaleza. Además, era una inducción que procedía por
«simple enumeración» (de casos positivos), deficiencia que Bacon supo ver, por
lo que junto a la tabla de «presencia» añadió la de «ausencia» y «grados», en lo
cual consiste la verdadera innovación baconiana. Sin embargo, Bacon no
consiguió perfeccionar su método inductivo, y finalmente pareció dejarse vencer
por la complejidad de este.
Además, Bacon no llegó a captar el valor de las matemáticas, y cifró el
objetivo de su método en la búsqueda de la «forma» (esencia) y de las
«naturalezas» (cualidades). Justamente, los grandes científicos de esta época se
orientarán en una dirección contraria: el método hipotético-deductivo, la
matematización, la consideración cuantitativa. Bacon ignoró realmente la ciencia
de su época y creó un método que nadie llegó a utilizar.
John Locke
La concepción empirista del conocimiento
Sensación y reflexión
En su libro Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) defiende la tesis que
todos nuestros contenidos de conciencia tienen su origen en la experiencia. La
experiencia es el fundamento de todo nuestro saber, y de allí es de donde, en
última instancia, se deriva. Nuestro entendimiento obtiene todo el material de su
conocimiento de las percepciones de los objetos sensibles externos y de la
actividad interna de nuestra mente, percepciones sobre las que reflexionamos y
con las que pensamos.
Nos indica Locke no solo la afirmación de su tesis básica, sino también la
afirmación del método que va a seguir para cumplir el primero de los objetivos
de su obra, a saber, determinar el origen y alcance de las ideas que el
entendimiento posee.
Sensación y reflexión se comportan psicogenéticamente del siguiente
modo: la reflexión tiene como estímulo y antecedente la sensación. Aunque
Locke equipara, en sentido psicológico, sensación y reflexión e incluso, en la
teoría genética, haga depender la reflexión de la sensación, desde una valoración
epistemológica considera mejor fundada la reflexión que la sensación; pues la
sensación está destinada al conocimiento del mundo externo, mientras la
reflexión se dirige al conocimiento de las actividades del espíritu mismo. Con
apoyo casi literal de Descartes, apoya Locke esta doctrina de la autocerteza. En
cambio, se mantiene reservado en lo que se refiere al conocimiento del mundo
externo. Tal conocimiento sólo es posible por sensación y carece, por tanto, de
plena seguridad y adecuación, aunque merezca el nombre de conocimiento.
Crítica a la teoría de las ideas innatas
Locke considera que “no hay principios innatos en el alma humana”; refuta el
consensus gentium, pues no existen principios teoréticos ni prácticos generalmente
conocidos o reconocidos. Ni siquiera la representación de Dios escapa a esta
prueba que, a decir verdad, no sólo es diversa en los diferentes hombres, sino
que no se encuentra por completo en algunos.
Locke despoja al alma de toda posesión primigenia: “El alma es, al nacer,
como una hoja de papel en blanco, sin idea alguna ¿Cómo llega entonces a proveerse de
ellas?: exclusivamente por la experiencia”.
Las ideas y sus clases
Locke considera el término “idea” el más adecuado para designar lo que,
en nuestra mente, constituye el objeto del entendimiento. Idea es, por tanto, todo
aquello en que puede emplearse la mente al pensar. Ahora bien, Locke distingue
la idea así concebida, como contenido de conciencia, del objeto pensado y de las
cualidades de este objeto que tienen la virtud de producir en nosotros aquellos
contenidos mentales.
Por tanto, las ideas son, para Locke, solo sensaciones o percepciones de
nuestra mente, en la que exclusivamente se encuentran. Distingue dos tipos de
representaciones o ideas:
1. Ideas simples: constituyen el material total de nuestro
saber y se originan de dos formas:
a. Por sensación (experiencia del sentido externo)
se originan las representaciones del mundo corporal,
transmitidas por los sentidos;
b. por reflexión (expresión del sentido interno) se
originan las representaciones que el alma tiene de su propia
actitud (percepción del acto de ver, del sentimiento, etc.)
2. Ideas complejas. El entendimiento no tiene poder para
inventar una sola idea, tan sólo le es dado modelar y transformar.
La operación por la que la mente forma representaciones complejas
es la abstracción.
El papel de la abstracción
La abstracción sirve para construir una generalización para evitar
designar todas las posibles cosas y combinaciones con sus propios nombres. Las
ideas tomadas de los seres particulares se hacen representaciones generales de
todos los de la misma especie. Con estas “desnudas apariencias bien determinadas
por la mente” y con sus nombres ya pueden clasificarse y denominarse las cosas,
según que cada una de ellas se conforme o no con aquellos modelos.
Para Locke la abstracción se contrae conscientemente a los límites de la
pura apariencia; es, en definitiva, una mera función simplificadora de imágenes
y nombres, y no tiene tras sí metafísica alguna de las esencias. La universalidad
de las ideas no es el resultado de un conocimiento metafísico de la estructura de
la realidad, sino el resultado de la operación de la mente. De este modo se
reafirma la tesis nominalista del empirismo.
La crítica de Locke a la metafísica
El nominalismo de Locke
Locke realiza una crítica al sustancialismo metafísico desde posiciones
nominalistas. La sustancia, para Locke, no puede ser sino una idea compleja
formada por asociación de ideas simples. Como buen nominalista, Locke, sólo ve
en los conceptos generales construcciones intelectuales y lingüísticas. Para
explicar la formación de estos conceptos hecha mano del papel que juegan los
“signos”, sobre todo los del lenguaje. Los conceptos generales o abstractos no
corresponden a realidad alguna in natura rerum.
Se concibe el conocimiento demostrativo enteramente según el modelo
nominalista, o sea, como un cálculo con signos conceptuales. Este conocimiento
supera el conocimiento sensitivo pero queda por debajo del intelectivo.
Para Locke sustancia no es más que una coexistencia de varias ideas
simples que nos hemos acostumbrado a ver juntas con determinada unión en las
llamadas cosas. La sustancia es el portador desconocido de las propiedades
conocidas, cuya pertenencia nos vemos obligados a admitir.
La sustancia es una abstracción de nuestras ideas de sustancias concretas,
las cuales se originan por la costumbre , al encontrarnos con que cierto número
de ideas simples van habitualmente juntas. Esto nos hace creer que pertenecen a
una sola cosa y que les corresponde una sola palabra. Por tanto, según Locke, la
abstracción no se refiere a un conocimiento directo de la estructura esencial de la
realidad, sino se refiere sólo a asociaciones de apariencias que llevamos a cabo
por costumbre.
Esencia nominal y esencia real
La crítica desarrollada por Locke va dirigida a la concepción aristotélica-
tomista de la sustancia, la cual debe quedar reducida a un mero presupuesto
lógico de nuestro pensamiento, sostenido por la costumbre, y que facilita nuestra
experiencia del mundo externo.
Locke se propone se propone explicar no es cómo es posible el
conocimiento de la realidad sin la noción metafísica de sustancia, sino cómo esta
noción cumple una misión importante en el mundo de nuestras representaciones
como fundamento, sin saber nada positivo de ella. Para aclarar el tema, Locke
distingue entre esencia nominal, “ la idea abstracta a la que va anejo el nombre” y la
esencia real, “la constitución real de las sustancias, de la cual dependen esa esencia
nominal y todas las propiedades de esa clase o especie”. La tesis de Locke es que, de
hecho, no conocemos más que las esencias nominales de las cosa, nunca las
reales.
Por tanto, no es posible un conocimiento metafísico de esencias. El único
conocimiento que obtenemos del mundo externo es el que nos proporciona
nuestras ideas simples. “Podemos estar seguros de que las ideas que podamos tener
según el alcance de nuestras facultades, guardan poca proporción respecto de las cosas
mismas, ya que se nos oculta una idea clara y distinta acerca de la sustancia misma, que
es el fundamento de todo lo demás”.
Por tanto, el replanteamiento que Locke lleva a cabo es una nueva
perspectiva de la noción aristotélica de especie, como constitución última de los
individuos, sino un desarrollo o resultado de una definición nominal.
David Hume