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1. INTRODUCCIÓN
Así, se irán sucediendo nuevos estudios sobre esta materia como por ejemplo los
del francés Jean Michel Adam, de quien tomamos la división de las secuencias textuales
que estudiamos actualmente. Se denomina secuencia textual a la unidad de composición,
de un nivel inferior al texto constituida por un conjunto de proposiciones que presentan
una organización interna que le es propia. Es un concepto cercano al de superestructura
textual, pero hace referencia a un esquema de organización del contenido intermedio entre
la frase y el texto. La teoría de las secuencias ha sido elaborada como reacción a la teoría
demasiado general de las tipologías textuales. J. M. Adam considera que no puede
hablarse de tipos de texto porque no existen textos puros en cuanto al tipo al que
pertenecen, sino que precisamente los textos se caracterizan por su complejidad en la
forma de composición y su heterogeneidad tipológica. Es decir, no se puede hablar de un
texto, por ejemplo, como puramente narrativo, pues como unidad comunicativa
presentará, además de fragmentos narrativos, fragmentos descriptivos, dialogados, etc.
Por ello, es más preciso y adecuado hablar de secuencias textuales, y definir el texto como
«una estructura jerárquica compleja que comprende n secuencias -elípticas o
completas- del mismo tipo o de tipos diferentes». La secuencia, pues, se presenta como
un modo de segmentación que permite articular la complejidad textual. Adam distingue
cinco secuencias textuales prototípicas: narrativa, descriptiva, argumentativa, explicativa,
y dialogal.
Podemos definir los textos argumentativos como aquellos en los que se expone
una teoría, se propone una tesis o se formula una hipótesis y se demuestra su viabilidad,
por medio de razonamientos, citando datos, proponiendo hechos o recurriendo a
principios que la avalen. La argumentación supone, pues, una exposición y defensa de la
teoría o tesis que se enuncia, y puede contener una refutación de las objeciones
contrarias. Por tanto, argumentar y convencer parece que van unidos de la mano. Por su
parte, Anscombre y Ducrot ha definido la argumentación más que como el arte de
convencer, con el de hacer admitir algo.
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La argumentación, como arte de convencer y conmover a los demás, fue estudiada
en la Antigüedad y en la Edad Media dentro de la retórica y de la dialéctica. La lógica se
ha ocupado de decidir las condiciones de verdad de las proposiciones. Pero la pragmática
de la argumentación ha descubierto que no siempre es el principal requisito, ni el único,
la condición de verdad de los silogismos empleados en la argumentación. Es preciso
atender a una serie de convenciones, formas argumentativas convencionales, para hacer
un aserto verosímil.
Actualmente, se tiende a decir que los textos argumentativos presentan por norma general
los siguientes elementos:
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también la otra), disyunción (una idea excluye la otra), causalidad (una idea es causa de
la otra), consecuencia o comparación.
- La refutación era una parte obligada del discurso dialéctico. En realidad, la refutación
es otro conjunto de argumentos añadidos a la demostración de la tesis, en tanto que al
negar la postura contraria o diferente se está confirmando la propia. En todo proceso
argumentativo, se mezcla la objetividad racional con elementos de una más o menos
apasionada subjetividad.
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resaltar palabras, ideas o conceptos al principio y al final de los enunciados;
la comparación, sobre todo para resaltar el contraste entre dos elementos;
la metáfora para trasladar el sentido d una palabra o de una idea realizada en le plano
lingüístico.
ð Conclusiva: a una conclusión en la que se defiende abiertamente una tesis precede uno
o varios argumentos, por lo que sería la forma contraria a la anterior.
ð Inductiva: se parte de unos hechos concretos para luego inducir de ellos una ley general
que los explique, va de lo particular a lo general.
Por su parte, Adam establece un esquema lineal que parte de una tesis para, por
medio de unas premisas (datos que se aportan a favor de la opinión que se sostiene en el
texto), llegar a una conclusión. Dichas premisas son aseguradas mediante inferencias y
restricciones que pueden modificar o no la conclusión final.
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4.- CLASES DE TEXTOS ARGUMENTATIVOS
Perelman establece que los esquemas argumentativos se caracterizan por ser bien
procedimientos de enlace o bien de disociación. Así, mientras los primeros son aquellos
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esquemas que unen los distintos elementos para valorarlos o estructurarlos, los segundos
son los que incluyen técnicas de ruptura con objeto de disociar, separar los elementos
componentes de un todo.
· El ridículo. Afirmar que las opiniones del contrario son inadmisibles porque las
consecuencias derivadas de su aceptación sean ridículas.
· La reducción al absurdo. Enunciando “si no fuera así…”, y declarando todos los
inconvenientes de la posible situación.
· La ironía. Que conlleva siempre la activación de conocimientos complementarios.
· Las definiciones. Son argumentos porque pueden ser justificados y valorados.
· Las tautologías. Ya que incitan a la distinción entre los términos involucrados.
· La regla de la justicia. Otorgando el mismo trato a seres o situaciones integrados
en la misma categoría.
· La reciprocidad. Apelamos a la aplicación de una simetría entre los elementos.
· La inclusión de la parte en el todo.
· La división del todo en partes.
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El autor de un texto argumentativo puede tratar de demostrar la tesis que defiende
no sólo mediante la utilización de argumentos en favor de sus ideas. Por el contrario, es
frecuente la inclusión de argumentos que las refuten, para a continuación destruirlos
mediante razonamientos lógicos. Se trata de una técnica agresiva con la que demostrará
a sus lectores u oyentes que todas las objeciones posibles a su tesis han sido comprobadas
e invalidadas.
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El discurso político está centrado en el auditorio, que lo condiciona y lo
determina. El político se dirige a menudo a un público heterogéneo, por ello debe utilizar
argumentos múltiples y variados. Debe diferenciar el discurso propio según los medios
de comunicación usados o los lugares en los que se emite el mensaje. En política es
imprescindible provocar el asentamiento del auditorio, suscitar el interés de un público
diferente. El político ha de saber siempre a quién habla y argumenta. Es necesario recurrir
y tener preparados todos los modos de captar la atención del público, interesarlo y
predisponerlo positivamente. Los oradores recurren a menudo a los eslóganes, a los
juegos lingüísticos, a las sorpresas visuales, a veces al tono imperioso, apasionado,
preocupado, sereno, etc. El lenguaje político utiliza parte de los lenguajes especiales, a
menudo asume la pátina de tecnicismo para parecer serio, demostrable y científico:
usando palabras como “engranajes, freno, diagnóstico, fuerza centrífuga, convergencia
paralela”, etc., se da impresión al auditorio de encontrarse ante un discurso científico,
aceptable.
7. CONCLUSIÓN
8. BIBLIOGRAFÍA