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Programa Nacional de Educación y Prevención sobre las Adicciones y el Consumo Indebido

de Drogas
Programa Nacional de Formación Permanente “Nuestra Escuela”

Curso virtual: Cuidado y Prevención de Adicciones en el Ámbito Educativo


Clase 5: El Consumo como síntoma social. El lugar de la escuela.
Gustavo Maggi

Presentación
Cada época genera desde su marco histórico social, una forma de entender el mundo, y todo
lo que acontece en él. Es así que también propone, a modo de tramitación, una particular
forma de responder al malestar en la cultura, que existe ineludiblemente en todo momento
de la humanidad. Un modo de hacer con el sufrimiento que implica la existencia.
Allí donde los emblemas simbólicos con los que contamos para hacer frente al malestar
parecen no ser suficientes o se muestran inapropiados para tal empresa, hoy parece cederle el
lugar a la ilusión capitalista de lo cuantitativo en la respuesta. Al problema que el dolor de
existir abre en el sujeto, se intenta responder con la proliferación de objetos.
El uso problemático de sustancias, es uno de los modos de intento de responder a dichas
situaciones, y de traducir en los cuerpos de la gente y en los vínculos entre las personas, la
posición “cuantitativamente consumista” que el capitalismo propone como modo de
construcción de la felicidad.
Entonces, este modo no solo podemos pesarlo en el sesgo de la particularidad de cada sujeto,
sino también, en la subjetividad de esta época.

¿De qué forma articular el concepto de uso problemático de sustancias, por dentro de una
institución educativa?
En primera instancia, rápidamente podríamos decir que, al tener fuerte impacto en la
población, no puede quedar por fuera de las escenas escolares. Esto es verdad, pero no por
mera casuística poblacional, sino por pertinencia.
Si, la escuela es un escenario donde esta situación será desplegada y no por casualidad. Es que
allí se encuentra, la presencia de un otro que puede leer este suceso. Y cada alumna o alumno
posee un lugar en la estructura, tal vez, como no lo tiene en otros espacios.
La institución educativa se propone como superficie donde se despliegan las circunstancias de
los que allí concurren.
Es por esto que, la escuela, es el soporte donde no solo se imparte saberes, pura transmisión
de información, sino donde se produce el alumbramiento de aquello que yace en el discípulo.
Es desde el trabajo del maestro, que el alumno descubre sus posibilidades y necesidades.
Y como ya sabemos, la educación es un proceso bidireccional, transforma a ambos actores. Al
decir de S. Kierkegaard: “el discípulo es la ocasión para que el maestro se comprenda a sí
mismo. El maestro es la ocasión para que el discípulo se comprenda a sí mismo” 1
Pero, como lo establece un concepto budista: cuanto más se ilumina algo, mas sombra
proyectara. Es por esto que no puede haber proceso sin vicisitudes. Los obstáculos en la vida,
son directamente proporcionales a los avances que nos proponemos lograr. Cuanto más
importante sea trabajo en la escuela más va a poner de manifiesto los obstáculos de la tarea.

Las estructuras de acogida


Todo ser humano, para establecernos como tal, requerimos de estructuras de acogida, desde
las cuales se nos cedan y propicien elementos necesarios que enriquezcan nuestra capacidad
simbólica para hacer con “el mundo”, con las relaciones con los otros, con los objetos (para
hacer con los sentimientos de frustración que nos producen los desencuentros, con lo que
inexorablemente perderemos, con la exclusión, o sea, con las problematizaciones del lazo
social) Como así también, despertar y poner en movimiento y valor, las capacidades intrínsecas
que todos poseemos.
Entonces, dichas estructuras, tienen como función por un lado aportar elementos novedosos,
y por otro lado, poner en valor aquellas capacidades con las que todos, sin excepción,
contamos, y que a su vez nos hacen particularísimos.
Ahora bien, si pensamos a la familia como la primera estructura de acogida, la escuela, es el
primer espacio de carácter público, donde los niños y las niñas, acuden separándose de su
entorno conocido, y son recibidos por alguien que es extraño a su grupo familiar.
Los maestros, y todo aquel que de una u otra manera forman parte de la institución educativa,
son los actores que darán paso a otro momento en el que los alumnos, continúen el proceso
de apropiación y producción de elementos simbólicos, para ser uno más en el mundo. O sea el
proceso de inclusión social, ya por fuera de los lazos sanguíneos.
Por lo tanto, la escuela: “…es mucho más que un aula, es un espacio y un tiempo en que se
construyen día a día relaciones, en el que lo que realmente tiene valor son las relaciones
humanas que se suceden en ellas. La acogida es siempre un acto de responsabilidad,

1
S. Kierkeggard (2004) Migajas filosóficas o un poco de filosofía, Madrid, Ed. Trota, pag. 40.
desinteresada, gratuita, en cualquiera de las situaciones que se manifieste, es un acto
educativo incondicional, inherente a la misma condición de educar.” 2
Por tanto, atentos que cada persona, que cada alumno, es singular, pensamos que la relación
educativa, como la describimos más arriba, comporta una relación ética, es decir “la respuesta
que nace de la posibilidad de conmoverse frente a la necesidad del otro, frente a su dolor, y
actuar dándole respuesta, acompañándolo siendo presencia”. 3
Si bien no es nuestro tema, y no lo desarrollaremos aquí, solo mencionar que cuando hacemos
referencia a la ética articulado al acto educativo, nos referimos a la respuesta que se da al
sufrimiento del otro en tanto nos interpela, y que es una repuesta singular para ese alumno en
particular, que es el o la que nos presenta la situación.
Entendemos ética, como distinto de moral, en cuanto ésta última es un conjunto de normas y
códigos que se hacen extensivos a una determinada población, y la respuesta ética, en un
modo de respuesta que no hace serie, es único para esa situación determinada y esa persona,
e implica la responsabilidad del acto.
Entonces, el trabajo del maestro comportará tanto formas morales, como así también, actos
éticos para con su trabajo.
Dicho esto, podemos articular, que el consumo problemático de sustancias desde el momento
que se da a la lectura, por ejemplo en el ámbito escolar, es un modo de convocar y mostrar el
sufrimiento en el lazo con el otro, y a partir del cual se espera un respuesta ética para su
tramitación. Ya que de alguna manera pone en cuestión los códigos morales, del proceso
educativo entendido exclusivamente como transmisión de conocimientos.
Nos apela y fuerza a pensar el acto educativo como proceso de subjetivación.
Ahora bien, por lo plural del tema del uso problemático de sustancias, esa respuesta no solo se
espera de este ámbito, aunque no es poco que es allí donde puedo ser leído. Tal vez, es el
escenario donde pudo aparecer y se constituya en soporte de tramitación. Pero también
requiere de la articulación con otros para poder dar respuesta a la situación.

¿A que nos referimos cuando hablamos de concepto plural?


Hay significantes que proponen un fuerte cuestionamiento a la subjetividad. Son aquellos que
logran trastocar de un giro aspectos jurídicos, clínico-médicos, psíquicos y por ende sociales.
Son los que logran impactar en el lazo social de tal manera que ya nada queda igual que antes

2
Joan-Carles Mélich, Agnès Boixader (coords.) (2010) Los márgenes de la moral. Una ética de
la educación. Barcelola. Ed. Graó. Pag. 93.
3
Op. Cit. pag. 69.
de su pronunciación. Y que, en general, se desconoce que es, a su vez, también producto de
un modo de sociabilidad o sea, que no irrumpe como algo extraño, sino que se articula como
lógico a determinado contexto.
El gran problema de pensarlo como extraño a lo social, es que ¡se desconoce que es desde lo
social como se puede resolver!
Podríamos citar a través de la historia, un manojo de ellos: la locura, la histeria, la peste etc.
Desde ellos se constituyó un saber inédito, profesionales que detentaban un saber específico a
dicha manifestación, instituciones jurídicas y también edilicias edificadas desde y para su
atención. Su vigencia construyó un lazo social determinado, un modo de pensar cómo esa
gente iba a ubicarse en lo social (en muchas ocasiones, se apelaba al encierro, al alejamiento
del entorno social).
Esto se enmarca, como no puede ser de otra manera, en asuntos de la humanidad desde una
ideología determinada -ninguna gestión y práctica social carece de un sesgo ideológico-:
Rechazar y excluir todo aquello que pone en cuestión un orden establecido, también es el
modo en que se pensó “resolver” dichas dolencias.
El concepto de adicción es, sin duda, uno de los nombres actuales del modo de padecimiento
subjetivo. Y a lo largo de la historia, fue asistido de diferentes maneras.
A grandes rasgos desde planteos jurídico-correctivos, o desde la concepción médica asistencial
de enfermedad. Hasta, inclusive, lecturas de índole religiosas. Hoy, se propone la articulación
de los diferentes planteos de intervención haciendo eje en la lectura social del suceso,
proponiendo inclusive, un modo de pensarlo como un “uso problemático de sustancias”
intentando articular el planteo médico, con el jurídico al plano social, pero tomando a este
último como superficie articular. Es desde lo social donde los otros saberes se van a
complementar.
Es allí donde la escuela, como los diferentes nodos sociales de circulación, se propone como
una estructura de acogida, productora del proceso de salud.
Ni el marco regulatorio implica exclusivamente un planteo jurídico, ni el concepto de salud
apela en forma única al plano médico-asistencial.
En las estructuras de acogida se ve la regulación de los modos de relación entre las personas
(qué es lo posible o no entre los modos de intercambio interpersonales) y se entiende e
interviene, por ende, sobre la salud, en este caso, social.
Entonces, así como la salud no es patrimonio exclusivo del médico, la ley no es terreno
exclusivo de la institución jurídica. Hay ley social, desde la cual todos operamos.
Vamos a explayarnos un poco en esto.
Los efectos de la cultura
El trabajo de muchos profesionales y actores sociales, hicieron que hoy por hoy, podamos
extender y extrapolar el concepto de salud por fuera de los saberes médico-psicológico, para
hablar de una salud social. Concepto que apunta a incluir y superar la concepción más
tradicional de salud al hacer énfasis también, en el modo en que ese ciudadano es incluido en
el lazo social, de qué manera se articula, y cuál es el costo subjetivo que le acarrea.
El formar parte de un grupo social determinado es poder compartir el uso de los emblemas y
objetos que son valorados para dicha comunidad. Los diversos modos de elaborar los objetos
culturales no quedan fuera de este planteo: los rituales de iniciación, las construcciones
religiosas, los objetos de las artes como la música, las danzas, etc., como también el deporte,
elementos más propios de un grupo, que se articulan a objetos más globalizantes como lo son
ahora la electrónica, y porque no incluir aquí, el uso de sustancias: las de mayor tolerancia
social como el alcohol y el cigarrillo, pero también aquellas denominadas ilícitas.
No olvidemos, que en la actualidad, el llamarnos “consumidores” no ilumina ninguna
patología, ya que el modelo capitalista así nos nomina para dar cuenta en el modo de
articulación que tenemos (por ejemplo, consumidores o productores), en la circulación de
objetos cotidianos (celulares, computadoras, autos, planes médicos, productos alimenticios,
etc.).
Es por esto que debemos plantear, entonces, un uso problemático de los objetos, en donde el
consumo comporte un costo subjetivo elevado para el que lo usa. Es un modo de uso donde la
sociabilidad queda complicada.
Por lo tanto lo de “consumidor” se disuelve en la universalidad del término, si no se lo
circunscribe de alguna manera: ¿consumidor… de qué? ¿Consumidor cómo? ¿Cuáles son las
consecuencias de ese modo de consumir?
Así las cosas, no podemos referirnos al “consumo de sustancias” como extranjero de la cultura.
No comporta una cultura distinta, sino una problematización de la cultura que nos constituye a
todos.
Ese consumo puede constituirse en problemático si el mismo ocasiona alguna contrariedad a la
persona, más allá del goce que produce su uso. Dificultando o generando dificultades en el
lazo al otro, la posibilidad de compartir un espacio común con los demás, o sea el mundo que
habito. Desde contrariedades jurídicas, médicas, psicológicas, sociales.
Otro capítulo, y no es un tema menor, sería pensar si esas contrariedades que podemos
percibir en alguien, son esporádicas o se constituyen como un rasgo repetitivo en esa persona.
El desarrollo de este planteo nos excede el marco de esta clase.

A modo de conclusión
Entonces, la cultura organiza los modos en que se goza, los objetos que son posibles, sus
márgenes, o lo que no lo es. Por lo tanto, al mismo tiempo, propone también, como efecto de
estas propuestas, los modos de padecimiento que se establecen cuando dichas estructuras
culturales quedan complicadas, alteradas.
El tránsito por las diferentes instituciones, nos permitió arribar a prácticas, que aunque no sin
dificultad, se intrican en nuestro particular modo que intervenir ante este suceso que abarca,
con sus particularidades, las diferentes franjas etarias y sociales de nuestro país.
La complejidad de la dolencia nos propone complejizar las instituciones y las practicas con la
que se interviene para zanjar la situación, que no hace más que llamar a nuestra puerta,
dándonos la posibilidad de ser protagonistas del cambio social que merecemos.

Bibliografía de referencia:
Joan-Carles Mèlich, Agnès Boixader (coords.) (2010). Los márgenes de lo moral. Una mirada
ética de la educación. Ed. GRAÓ. Barcelona. España.

Bibliografía sugerida:
Muriel Barbery. (2014). La elegancia del erizo. Cap. 2, De guerras y colonias. Ed. Planeta.
Buenos Aires. Argentina.(Para trabajar el concepto de sujeto y subjetividad) Lic. Mizkyla Lego,
La construcción de la subjetividad. Publicación en Captel. Educación a distancia. Artículo
publicado en Internet.

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