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ADOLESCENCIAS COMPLEJAS: HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE DEVENIRES SUBJETIVANTES

EN LOS DISPOSITIVOS CLÍNICOS.**


Por Alejandra Ruibal*

Partir de la noción de Adolescencias Complejas, nos introduce en un recorrido


conceptual que nos lleva a pensar en las subjetividades emergentes en las
adolescencias actuales, desde una perspectiva clínica, teórica y política. Así se enlazan
diversas cualidades conceptuales y prácticas para tener en cuenta. En principio
propongo servirnos del Paradigma Epistemológico de la Complejidad, en su
articulación al Psicoanálisis Contemporáneo con Perspectiva de Género. A su vez
considerarlo en el marco de la Perspectiva de Derechos y las Políticas de Cuidado,
donde tenga lugar una Práctica Situada y Ampliada. Inter y Transdisciplinaria. De tal
modo que la Despatologización de las infancias y las Adolescencias sean el núcleo de
Prácticas Subjetivantes.

Las prácticas interpeladas.

Así como nos lo ofreció Freud, la posibilidad de la articulación conceptual de las


preguntas que nos atraviesan provienen y se sostienen de las prácticas que ejercemos.
Para la clínica actual con púberes y adolescentes el Paradigma de la Complejidad, como
lo concibe Edgard Morín (1999), nos será de gran ayuda. En tanto nos confiere una
posición epistemológica que enriquece y orienta nuestro ejercicio. Se trata de hacer una
apuesta al pensamiento complejo, caracterizado como multidimensional, abierto,
cambiante e indeterminado. Donde tiene lugar “lo uno y lo múltiple”, la incertidumbre
y el azar.
En el entrecruzamiento de lo contemporáneo y las constantes fundantes de nuestra
práxis, se nos impone reflexionar sobre los orígenes de la subjetividad y su devenir,
como una construcción donde lo biológico y lo psíquico, lo histórico y lo actual, se
entrelazan y constituyen recursivamente. Esta posibilidad se sostiene en un modelo de
pensamiento que asigna a la producción de conocimiento la convivencia de las
paradojas, la incertidumbre y el azar. Lo que nos permite entender al psiquismo como
un sistema abierto y complejo en permanente trabajo de reorganización.

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Morin, dice que uno de los axiomas de la complejidad es la imposibilidad de una
omniciencia. Hace suya la frese de Theodor Adorno y dice, “la totalidad es la no-verdad”,
reconociendo un principio de incompletud y de incertidumbre.
Es desde esta posición epistemológica, entramada con la teoría psicoanalítica, que me
sitúo para pensar y abordar los interrogantes de este período de la vida que contienen
en su estructura, la matriz de los procesos complejos.

Se nos escucha hablar de las adolescencias. Es que efectivamente el plural de la


nominación concibe a las adolescencias como diversas y múltiples.
Como lo dice Alicia Stolkiner (2010), no podemos hablar de “la adolescencia” en una
sociedad cuya segmentación y fragmentación ha generado notables diferencias en las
formas de vivir y resolver la cotidianeidad, en el cuidado de los cuerpos y en el acceso a
los recursos materiales y simbólicos.
Es imposible así, disociar la constitución de las subjetividades adolescentes de las
propuestas identificatorias, de los ideales, de las prohibiciones y también de su relación
a las carencias simbólicas que se reconocen en todas las culturas. Convergen en esa
urdimbre las inequitativas y desiguales realidades materiales, que entramadas a esas
carencias producen los imposibles identificatorios de cada cultura.

Así, las adolescencias, resultan definidas, categorizadas, descriptas y problematizadas


según los discursos de la época. De múltiples modos, los discursos sociales se enraízan,
produciendo, como dice Cornelius Castoriadis (1989), “sujetos encarnados”.
Desde esta perspectiva, si los discursos sociales se encarnan en los sujetos, la producción
social de subjetividad se ubica no sólo como un hecho de discurso, sino como traza
cultural que marca los cuerpos y la vida cotidiana, como resalta Susana Sternbach
(2006).
Así se perfilan modelos de belleza y de consumo, de éxito y de fracaso. Y desde este
lugar se marca y determina lo que es salud y enfermedad.
Si los discursos de época definen lo que es salud y enfermedad, con nuestro trabajo nos
convertimos en agentes activos en la confirmación o en la transformación de esa
definición. Estamos situados como actores protagónicos en el armado de prácticas no
patologizantes.

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Podemos decir entonces que se requiere despatologizar las prácticas, en tanto que
podemos afirmar que hay prácticas que patologizan. Se trata de aquellas que al hacer
de las patologías etiquetas, enferman. Donde no se reconocen las diferencias, los
diversos existenciarios humanos y se vulneran derechos. Allí donde se abandona una
función de sostén y de regulación simbólica, haciendo del saber un ejercicio del poder.
Por supuesto con la consecuente discriminación que esto supone.
Entonces, por el contrario, la clínica en general, y con niños y con adolescentes en
particular, se enmarca como una buena práctica cuando podemos concebirla como una
práctica Situada y Ampliada. Cuya praxis deviene en Situación y en Contexto.
Situada en el campo teórico-clínico cuando nos referimos a diagnósticos y abordajes, en
el campo de lo político y articulada a la incidencia de lo social-epocal. El terreno que
también nos compete y nos ubica es el de la adquisición, producción y vulneración de
derechos, abarcando el campo de lo educativo, lo jurídico, lo familiar y
transgeneracional, con perspectiva de género. Una práctica clínica que busca trascender
los límites de su disciplina, abierta a una mirada ampliada inter y transdisciplinaria.

Se hace lugar de este modo al surgimiento de una nueva subjetividad por venir.

Tal como lo he propuesto en un artículo publicado en esta misma revista en 2021,


las adolescencias, particularmente suponen la aparición de distintos fenómenos que
desafían las tendencias al ideal, y que hacen resistencia desde aquel que escucha a la
posibilidad de alojar un nuevo decir. Es entonces que la clínica, que se realiza con la
demanda que lxs adolescentes presentan, puede desviarse hacia el refugio en prejuicios
que no permitan producir un margen de subjetividad que contenga y encause la función
del deseo en su singularidad.

Es preciso distinguir lo que podemos llamar la constitución del psiquismo desde la


perspectiva psicoanalítica, como una operatoria universal, a diferencia de lo que
consideramos la producción de la subjetividad como un efecto de la época.

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Lo cual exige anudar nuestras categorías psicoanalíticas fundamentales, tales como
pulsión, narcisismo, identificación, castración, Edipo, con la producción actual de
subjetividad y con las improntas de lo histórico-social. (Sternbach, 2006)
Al respecto nos dice Silvia Bleichmar (2009): “la forma en que un sujeto se emplaza por
relación al inconsciente, la organización identitaria del yo y las pautaciones que
proceden de sus instancias ideales, se definen en la intersección entre deseos -
pulsionales y narcisísticos- y modos de producción subjetiva”.

Aventurarnos a la construcción de devenires subjetivantes es lo que le da sentido a


nuestra clínica. La idea de devenir, alude a la dimensión de proyecto, que articulada a la
noción de construcción remite a una puesta en marcha, a una idea de movimiento,
respecto de la constitución subjetiva de lxs adolescentes y también a un movimiento
respecto del vínculo que establezcamos con ellos.
Es entonces como lo dice poéticamente Gisela Untoiglich, que los diagnósticos en niños
y adolescentes debemos escribirlos con lápiz, dado que portan psiquismos en
constitución.

Dispositivos interdisciplinarios y transdisciplinariedad.

Enhebradas de este modo las coordenadas de las subjetividades adolescentes, se hace


necesario reflexionar sobre las disciplinas y los dispositivos que las abordan. Los cuales
se producen al intervenir en el campo de la clínica, la prevención y la promoción de
salud, así como también en los campos educativos y comunitarios. Requieren para su
ejecución abordajes interdisciplinarios.
Alicia Stolkiner, en su texto, “La interdisciplina: entre la epistemología y las prácticas”
de 1999, parte de la idea que “Las disciplinas no existen sino por los sujetos que las
portan, las reproducen, las transforman y son atravesados por ellas.” Desde ésta
perspectiva, dado que todo equipo interdisciplinario es un grupo, debe ser pensado con
alguna lógica que contemple lo subjetivo y lo intersubjetivo. Dice que lo primero a
considerar, es que un saber disciplinario es una forma de poder y, por ende, las
cuestiones de poder aparecerán necesariamente en su entramado.

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Un equipo asistencial interdisciplinario, como un equipo escolar, como un equipo de un
juzgado, etc., para que pueda funcionar como tal, requiere la inclusión programada,
dentro de sus actividades, de un tiempo dedicado al armado de estos dispositivos. Me
gusta tomar una frase de Ona Sujoy, psicoanalista con amplia experiencia en el trabajo
con grupos, que dice “en el encuentro grupal, la presencia de otros hace tope al regocijo
narcisista y permite que el pensamiento se sustente en una actividad con otros que será
generadora de argumento psíquico, así como de la ampliación del campo
representacional.” Entonces, para que éste trabajo de pensamiento tenga lugar,
requiere de determinadas coordenadas que lo contengan en un tiempo y en un espacio.
“La participación en un equipo de esta índole implica numerosas renuncias, la primera
es la renuncia a considerar que el saber de la propia disciplina es suficiente para dar
cuenta del problema. Implica allí, reconocer su incompletud.” (Stolkiner, 1999)

Ahondando en lo complejo introducimos la noción de Transdisciplinariedad.


Para abordarla voy a tomar la llamada “Carta de la Transdisciplinariedad”, que un grupo
de intelectuales escribieron en noviembre de 1994, en el Primer Congreso Mundial de
Transdisciplinariedad, llevado a cabo en el Convento de Arrábida, Portugal, entre los que
se encuentra Edgard Morin. Escriben allí las bases para considerar lo que se puede
llamar una posición transdisciplinaria desde la ciencia. Haciendo una fuerte crítica a la
racionalidad clásica y a la segmentación de los conocimientos, propios de la actualidad,
e incitando a tomar partido por la complejidad del pensamiento.

Tomo algunas consideraciones que la Carta introduce en su Preámbulo, muy atinadas


para pensar el contexto en que están insertas las adolescencias. A saber:
• La vida está seriamente amenazada por una tecnociencia triunfante, que sólo
obedece a la lógica horrorosa de la eficacia por la eficacia.
• La ruptura contemporánea entre un saber cada vez más acumulativo y un ser
interior cada vez más empobrecido conduce a un ascenso de un nuevo
oscurantismo, cuyas consecuencias en el plano individual y social son
incalculables.
• El crecimiento de los saberes, sin precedente en la historia, aumenta la
desigualdad entre aquellos que los poseen y los que carecen de ellos,
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engendrando así desigualdades crecientes en el seno de los pueblos y entre las
naciones de nuestro planeta.

Estas reflexiones y preocupaciones, entre otras, dan lugar a quince artículos que
conforman la carta. Me referiré a cuatro para considerar nuestras prácticas y nuestras
teorías:
Artículo 1. Toda tentativa de reducir al ser humano a una definición y de disolverlo en
estructuras formales, cualesquiera que sean, es incompatible con la visión
transdisciplinaria.
-Si bien la carta no está redactada por psicoanalistas aquí nosotros podemos articularlo
a la dimensión enigmática que aporta el psicoanálisis con la noción de sujeto-
Artículo 10. No hay un lugar cultural privilegiado desde donde se pueda juzgar a las
otras culturas. El enfoque transdisciplinario es en sí mismo transcultural.
-Del mismo modo se presentan las Culturas Adolescentes, propias de cada territorio y
tiempo-
Artículo 13. La ética transdisciplinaria rechaza toda actitud que niegue el diálogo y la
discusión, cualquiera sea su origen, ideológico, cientista, religioso, económico, político,
filosófico. El saber compartido debería conducir a una comprensión compartida, fundada
sobre el respeto absoluto de las alteridades unidas por la vida común sobre una sola y
misma Tierra.
-Premisa básica para aceptar las adolescencias diversas, cualquiera sea el escenario de
sus manifestaciones-
Artículo 14. Rigor, apertura y tolerancia son las características fundamentales de la
actitud y visión transdisciplinaria. El rigor en la argumentación, que toma en cuenta
todas las cuestiones. La apertura incluye la aceptación de lo desconocido, de lo
inesperado y de lo imprevisible. La tolerancia es el reconocimiento del derecho a las
ideas y verdades contrarias a las nuestras.
-Anclaje en lo simbólico, apertura a lo incierto y tolerancia a las diferencias. Tres
condiciones necesarias para alojar a las y los adolescentes en la creación de dispositivos.

La noción de dispositivo aportada por Giorgio Agamben (2005) es una de las que más
nos aporta para pensar su alcance en nuestro trabajo. Agamben lo considera como
cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar,

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interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los
discursos de los seres vivientes.

En el caso de Foucault, el dispositivo tiene una función estratégica dominante, y “el


dispositivo está siempre inscripto en un juego de poder".

Ampliando la noción de Foucault y tomando la de Agamben, podemos pensar, ¿qué


ocurre con lxs adolescentes ante la captura en estos dispositivos?. Considerando el
acontecimiento singular del encuentro de los cuerpos/sujetos adolescentes, entre pares
y con los adultos en el marco de esas capturas.

Una definición sobre la subjetividad de Giorgio Agamben nos permite avanzar en esta
tarea: “El sujeto…no es algo que pueda ser alcanzado directamente como una realidad
sustancial presente en alguna parte; por el contrario, es aquello que resulta del
encuentro cuerpo a cuerpo con los dispositivos en los cuales ha sido puesto en
juego”…“La historia de los hombres no es quizás otra cosa que el incesante cuerpo a
cuerpo con los dispositivos que ellos mismos han producido: antes que ninguno el
lenguaje”.

Dese una perspectiva de género, concibiendo a la emergencia de las nuevas


sexualidades, las adolescencias nos convocan a una deconstrucción de los binarismos
sexuales y de género. Ana Fernández (2021) nos remite a la deconstrucción de modelos
tradicionales reproductores de diferencias desigualadas instaladas en todas las
relaciones sociales y discursivas.

Trabajar en el sentido de la deconstrucción, nos implica en una vía distintita a destruir o


derrocar. Si profundizamos en el término deconstrucción, la propuesta de Derridá se
inserta de mejor modo en la noción que implica un devenir, un ir haciéndolo, en el
encuentro mismo que el dispositivo propone como efecto de una determinada posición.
En una entrevista inédita del 30 de junio de 1992, Jacques Derrida dice que hay que
comprender el término “deconstrucción”, no en el sentido de disolver o de destruir, sino
en el de analizar las estructuras sedimentadas que forman el elemento discursivo en el
que estamos insertos los sujetos. Según Derrida la experiencia deconstructiva, no puede

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ser una disciplina o un método, la deconstrucción es, en efecto, una interrogación sobre
todo lo que “es”. Podríamos decir que es una posición interrogativa.

Interrogar la condición humana, nos ubica en un escenario de violencias que no


podemos desconocer, que movilizan lo que podemos llamar el suelo moral en el que
estamos viviendo, como lo denomina la epistemóloga Paula Sibilia. Nos referimos a
los modos de banalización de la violencia y a la de naturalización de los discursos de
odio.

A la luz de los avatares de nuestros tiempos, no es conveniente ignorar el peso y la


injerencia que la violencia y la crueldad pueden tener en el devenir subjetivo. Así es que
es preciso deslindar qué dispositivos y redes discursivas potencian devenires violentos y
alojan la crueldad, por un lado; y cuáles favorecen el despliegue de potencias deseantes
transformadoras, por otro.

Intervenir en tiempos violentos.

El adulto en función, aquél que interviene en los ámbitos habitados por las
adolescencias, en escuelas, en instituciones de salud, en organizaciones sociales o
comunitarias; está llamado a acompañar la producción de una transformación que es
esencial en el modo en que el adolescente habita la institución, estableciendo lazos
desde un determinado lugar, desde el cual incide en la dinámica institucional.
Alicia Stolkiner (2010), afirma que los niños y los adolescentes son analizadores
privilegiados de las instituciones. Define a un analizador como una persona, un acto o
acontecimiento, que coloca en el discurso social o institucional algo que estaba
naturalizando o invisibilizado, lo pone en escena. Es sumamente importante para todos
los que formamos parte de estas instituciones tener en cuenta que ser un analizador es
distinto de ser actor. El analizador produce un proceso de revulsión del discurso y del
sentido sin que necesariamente haya en su acto una intención de hacerlo. Un joven
puede protagonizar un acto de violencia escolar involucrando a toda la institución en la
escena, en la que su propio cuerpo está implicado. No necesariamente está tratando de
cambiar algo, simplemente puede haber reaccionado a una situación insoportable. Para
configurarse como actor necesita incorporar una intencionalidad y una búsqueda de

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asociatividad con otrxs. Todo nuestro esfuerzo debe estar dirigido a favorecer su pase
de analizadores a actores, dice Stolkiner. No debemos tratar de adaptarlos a modelos
preconcebidos, sino facilitar los dispositivos para que construyan sus modelos. Esto se
favorece a través de formas institucionales que se sostengan en la lógica de la garantía
de derechos. Se trata de trabajar conjuntamente para que no sea la sociedad la que
habla de lxs adolescentes, sino que ellxs hablen en y a la sociedad, haciendo su
experiencia de ensayo y error.
Cuando un entramado social facilita las condiciones para la elaboración colectiva de lo
traumático, y da lugar a las voces de lxs adolescentes, ellxs toman la palabra. Y realizan
movimientos que son transformadores de la realidad que habitan y también de su
entorno. (Ruibal 2022)
Entonces, las revueltas adolescentes pueden disponerse a ser experiencias
subjetivantes, tanto en el consultorio como pequeñas revueltas, o cómo en los
movimientos colectivos adolescentes, por todxs conocidos en la historia argentina, que
permiten pensar en esas revueltas como productoras de subjetividad y de advenimiento
de lo nuevo.

Como psicoanalistas concebimos la problemática de lo psíquico teniendo siempre


presente que el sujeto adviene a un espacio relacional. En el campo de lo vincular, en la
interacción, la violencia y la agresión, como categorías diferenciadas que se implican en
la relación con otrxs, necesarias para la constitución del psiquismo, son también
expresiones de lo que no se puede elaborar de otro modo y a las que el contexto induce.

Algunas referencias a lo que plantea Denise Najmanovich, nos ayudan a distinguir


conceptualmente Violencia de Agresión. A su vez, nos da pié a ubicar lo que nombramos
como Políticas de Cuidado.

Son las teóricas feministas quienes han hecho aportes al concepto político de “cuidado”
y a la ética ligada al mismo. Entre ellas, Najmanovich, se refiere a las políticas de cuidado,
no cómo cuidados regimentados y de seguridad, sino como cuidado vital, situado y
pensado, atento a uno y al otro. Cuidar es un verbo y es una forma de habitar la vida.
Acuña el término Cuidadanía para remitir a una Ética del cuidado, en consideración al
semejante. Ubica que las violencias mayores no son agresivas. Son silenciosas. Tienden

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a anestesiarnos. Se sostienen, para todos los seres humanos, en procesos de
justificación y anestesiamiento. Es muy poderoso el entrenamiento que tenemos en
invisibilizar las violencias, nos dice.
Y toma el texto “La banalidad el mal” de Hannah Arendt (1906-1975), filósofa alemana
de origen judío, quién acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que
algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin
reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, solo
por el cumplimiento de las órdenes y deberes.
Y así, en esos dispositivos biopolíticos de la crueldad, son capaces de ejercer crueldad
sobre el semejante. Crueldad en el sentido de desconocer al otro como sujeto. Son seres
pensantes, racionales, que infringen crueldad como la ejercida en los campos de
concentración nazis y también durante el terrorismo de estado en nuestro país.

Discriminaciones, ignorancias, desestimaciones y rechazos, de cualquier condición


vulnerable que hace visible lo más ominoso de nuestra sociedad, las que en gestos y
alocuciones de odio pueblan el discurso público, se precipitan en la anestesia que supone
una anomalía donde hay un llamado, una indisciplina donde hay una voz, una
provocación donde hay un deseo.

Al referirnos a la violencia y a la crueldad, conviene distinguir a la agresividad en su rol


constitutivo de la subjetividad y evitarnos caer en una confusión. La confusión que por
momentos comanda una particular mirada sobre las adolescencias.

Ahora bien, ¿qué diferencia a la crueldad de la agresividad?

Winnicott (1986) lo explica de un modo brillante, planteando que en los inicios de la


constitución subjetiva la agresividad es vitalidad. Y esa agresividad vital no es
destructora de los vínculos, muy por el contrario.

Si esa agresividad no se juega en la infancia, en esos primeros tiempos, donde el otro


adulto soporta, contiene, aloja, subsiste, sobrevive a la agresión que los niños y lxs
adolescentes en su segunda vuelta, presentan y plantean; se dificulta la instalación de la
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preocupación por el otro en el sujeto.

Ya resalté en otra ocasión, que en la adolescencia cierta agresividad es necesaria para


desinvestir lo familiar e investir lo extrafamiliar. (Ruibal, 2021)

La tesis de Winnicott es que la impulsividad y la agresividad llevan al niño a buscar un


objeto externo. La oposición y la sobrevivencia del objeto, que significa ni desaparición
ni venganza, hacen que el niño a través de su empuje agresivo descubra la realidad.
Plantea la paradoja de que al destruirlo lo halla, siempre y cuando el objeto soporte “el
ataque” y contribuya a la desilusión.

Como adultos y como adultos significativos, necesitamos rescatar y validar esas


construcciones espontáneas que se dan en la niñez a través de actos agresivos, y que se
dan comúnmente en la adolescencia a partir de revueltas adolescentes y significarlas
con pautas de regulación simbólica de esa agresividad, que complejicen y enriquezcan
la vida en sociedad. Y diferenciándolas de actos en donde el otro no es considerado
como semejante y se vulnera su condición de existente.

Psicoanálisis y peste capitalista.

Es común escuchar que los analistas tienen sus consultorios “estallados” de pacientes.
El diagnóstico inicial a semejante aluvión de consultas, como es esperable, es atribuible
a los efectos psíquicos/sociales/económicos que produjo semejante acontecimiento
traumático como fue la Pandemia. ¿Alcanza hoy pensarlo sólo desde ahí?
Con cierto humor un colega me decía que el Dibu Matinez, arquero de la selección
argentina, fue la mejor propaganda para nuestra profesión. Que hizo más por los
psicólogxs que las instituciones psicoanalíticas. ¿Será así?
Una paciente joven me pide una derivación para un familiar de su misma edad, sugiero
alguien. A la sesión siguiente me cuenta que la persona en cuestión, había pedido varias
recomendaciones y que se había tomado dos días para tener 6 o 7 entrevistas de
primera vez. De esta manera podría evaluar qué profesional estaría a la altura de
responder a sus requisitos de atención, los que estaban formulados en términos de
objetivos a cumplir, y así decidir con quién comenzar su terapia...La búsqueda ya se
había iniciado en un peregrinaje por sesiones de constelaciones familiares, astrología,

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tarot y resolución de conflictos a corto plazo, entre otras variantes psicológicas de
distinta parroquia. Tiempo después llega a mí la noticia de que la derivación había
sorteado los obstáctulos y su familiar comenzó a analizarse con la colega que había
propuesto.
Claro está, que elegir analista, como objetos de una góndola, no la protegió del
padecimiento que conlleva semejante exigencia de triunfo. Muy por el contrario.
Consumidores y consumidos, nos fundimos en la vertiente más infame que el
capitalismo promulga, rendir. Rendir incansablemente. Batallar con los problemas,
aniquilarlos, para seguir produciendo y triunfar.
Consultorios estallados, analistas detonados, agendas explotadas...todas metáforas
bélicas para describir el malestar que nos habita. Dónde uno y otro, alienados al ideal,
corremos el riesgo de perder nuestra condición de sujeto, particularmente de sujetos
deseantes.

En uno de sus libros sobre la cura psicoanalítica, Juan David Nasio, dice:
“Para que el psicoanálisis sea eficaz, es necesario que quien consulta reúna las siguientes
características: que sufra, que no soporte más sufrir, que se interrogue sobre las causas
de su sufrimiento y que tenga la esperanza de que el profesional que va a tratarlo sabrá
cómo librarlo de su tormento.”
La liberación del tormento parte de poner en acto una determinada escucha y no de dar
una respuesta acabada. Escuchar a un/a paciente, es más que “oir”. Es una escucha
activa, atenta a las manifestaciones verbales y no verbales de quién nos habla. Escuchar
es concentrarnos en lo que nos dice el/la paciente, tratando de ir más allá de las palabras
que pronuncia, sobre todo intentando sentir en nosotros la emoción dolorosa que lx
habita, consciente e inconsciente.
La experiencia profunda de la escucha, supone el deseo de entrar con él o la paciente en
la exploración de su mundo interior, de saber los modos en cómo éstx se siente, se juzga,
se percibe y sobre todo se ignora. Arrojándonos así al campo del enigma sin sucumbir a
las respuestas exhibidas en la góndola.

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BIBLIOGRAFÍA:

Agamben, G.: ¿Qué es un dispositivo?. Conferencia dictada, en el año 2005, en la ciudad


de La Plata.

Bleichmar, S.: Producción de subjetividad y constitución del psiquismo. En El


Desmantelamiento de la Subjetividad. Estallido del yo. Buenos Aires: Editorial Topía,
2008.

Castoriadis, C.: La institución imaginaria de la sociedad. Barcelona, Tusquets. 1989.

Derrida, J.: ¿Qué es la deconstrucción? Entrevista inédita del 30 de junio de 1992.

Fernández, A. M.: Psicoanálisis. De los lapsus fundamentales a los feminismos del siglo
XXI. Buenos Aires: Paidós. 2021.

Morin, E.: Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa, 1995.

Morin, E. y otros: Carta de la Transdisciplinariedad. Primer Congreso Mundial de


Transdisciplinariedad, Convento de Arrábida, Portugal. 6 de noviembre de 1994.

Najmanovich, D.: Violencias y autolesiones. Construyendo intervenciones desde una


ética del cuidado. En Curso de Actualización profesional 2022, Forum Infancias. Buenos
Aires. 27 de agosto de 2022.

Nasio, J. D.: ¡Sí, el psicoanálisis cura!. Buenos Aires, Paidós. 2017.

Ruibal, A.: En busca del tiempo perdido. Por el camino de Eros. En Revista Actualidad
Psicológica, Periódico Mensual, No516. Pag.14 a 16. Buenos Aires; abril de 2022.

Ruibal, A.: Las adolescencias exigidas. Entre Eros y Tánatos. En Revista Actualidad
Psicológica, Periódico Mensual, No508. ISSN 0325-2590. Bs. As.; julio de 2021.

Sternbach, S.: Adolescencias, tiempo y cuerpo en la cultura actual. En Adolescencias:


trayectorias turbulentas. Buenos Aires: Paidos. 2006.

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Stolkiner, A.: La interdisciplina: entre la epistemología y las prácticas. Publicado en El
Campo Psi. Abril 1999.

Stolkiner, A.: Las formas de transitar la adolescencia hoy y la salud/salud mental: actores
y escenarios. Novedades Educativas, 25 (269), I, 40-45. 2010.

Winnicott, D.: Realidad y Juego. Buenos Aires: Gedisa, 1986.

*Lic. Alejandra Ruibal. Psicoanalista.


Especialista en Psicología Clínica con púberes, adolescentes y adultos.
Profesional de la Salud Publica de la Cdad. de Bs As. En el Centro de Salud Mental N°1
"Dr. Hugo Rosarios". GCBA. Directora Docente de Posgrados, DGSM, GCBA.
Profesora Titular de la asignatura “Adolescencias Complejas: abordajes y dispositivos en
el campo clínico, educativo y comunitario. Prácticas subjetivantes”, en la Carrera de
Especialización en Psicoanálisis con Adolescentes de UCES.
Ex Docente universitaria de grado y posgrado, UBA.
Miembro de la Asociación Civil Forum Infancias, integra la Comisión de Clínica y de
Educación y Coordina la Comisión de Adolescencias.
alejandraruibal@yahoo.com.ar

**Publicado en Revista actualidad Psicológica, Periódico Mensual, Nº527 “Infancias y


Adolescencias Complejas”. ISSN 0325-2590. Pag. 21 a 24. Abril de 2023.

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