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Aportes Pedagógicos de San Agustín y Santo Tomás de Aquino

Jorge Montano

SAN AGUSTIN (354-430)


San Agustín es nacido en África, donde pasó la mayor parte de su vida, hijo de
madre cristiana y padre pagano. Fue obispo de Cartago los últimos 35 años de
su vida. Su vida se desarrolla en épocas del declive del imperio Romano que
comienza en el siglo III, las guerras civiles se hacen constantes y las fronteras
del imperio se ven amenazadas por los germanos, generando una sensación
de inseguridad y mermas en el comercio. El imperio se fragmenta
internamente y el emperador Diocleciano, culpando al cristianismo de
creencia disgregadora, que se niega a adorarlo, reinicia su persecución. No
obstante eso, la nueva religión se extiende en respuesta a la crisis moral y en
el año 313, con el edicto de Constantino, las persecuciones cesan. Más tarde,
el emperador Teodosio que asume en 379 y unifica el imperio Oriental y
Occidental por última vez en la historia en el 392, no sin antes, en el año 380
declarar al Cristianismo como religión oficial a través del edicto de
Tesalónica, de estos últimos hechos es testigo Agustín, nacido en el año 354.
A la muerte de Teodosio en el 395, Alarico es proclamado rey de los Godos y
en el 396 conduce a las hordas Visigodas a saquear el imperio Romano de
occidente, después de lo cual Agustín escribe “La Ciudad de Dios”, el imperio
oriental, más cristianizado, continuaría muchos años más, a pesar de ello, se
culpaba al cristianismo por la caída. No obstante, al fenómeno del
cristianismo puede sumarse la decadencia del imperio en materia económica,
en materia civil (Guerras civiles y rapiña de los soldados), desórdenes
internos, revueltas sociales, piratería sajona, abandono de tierras y
expansión de la vinculación personal (colonato) ante la merma del número de
esclavos, luchas de poder entre el ejército bárbaro y los funcionarios civiles
con triunfo militar, destrucción de las clases privilegiadas urbanas e
imposición del dominio del campo sobre la ciudad.
San Agustín como profesor de retórica estuvo muy influido por Ciceron (El
Hortensio), el orador Fausto le ayudó a alejarse del maniqueísmo y los
sermones de S.Ambrosio lo convirtieron al cristianismo. Recoge ideas
platónicas y pitagóricas y, a partir del s.III, da un nuevo impulso religioso y
místico al pensamiento y es el único interlocutor que se enfrenta al
cristianismo. La experiencia de la Iluminación, que supone la iniciativa de
Dios, que “me ilumina” nos hace ver que San Agustín en su teoría del
conocimiento toma en cuenta la colaboración de la razón y la fe.
Para Agustín el proceso formativo es netamente inductivo y consiste en un
conocimiento y diálogo profundo y horizontal entre formador y formando, y
formandos entre sí. Por tanto, es necesario que el formador cree un clima de
confianza, amistad y libertad que anime y fomente el trabajo personal, esta
concepción está, sin duda, alineada con su filosofía y fe, que asume la
igualdad entre todos los hombres, así, tanto el formador como el formado
serán condiscípulos en una misma aventura con los mismos fines y objetivos.
El dinamismo formativo de Agustín no se trata solo de transmitir contenidos
académicos, sino en asumir un estilo de vida que compromete a toda la
persona. Para él, los estudios realizados tanto dentro como fuera del Instituto
deben ayudar en este proceso humanizador, algo de eso se ve en sus escritos:
“Grande es esta energía de la memoria, grande
sobremanera, Dios mío. Santuario amplio y sin fronteras.
¿Quién ha llegado a su fondo? Pero, con ser esta energía
propia de mi alma y pertenecer a mi naturaleza, no soy yo
capaz de abarcar totalmente lo que soy. De donde se sigue
que es angosta el alma para contenerse a sí misma. Pero
¿dónde puede estar lo que de sí misma no cabe en ella?
¿Acaso fuera de ella y no en ella? ¿Cómo es, pues, que no se
puede abarcar?
Mucha admiración me causa esto y me llena de estupor.
Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y
las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los
ríos, y la inmensidad del océano, y el giro de los astros, y se
olvidan de sí mismos...” (Confesiones, X, VIII, 15)
Para Agustín, La formación debe ayudar al desarrollo del hombre interior, el
cual define el alguien que soy, y no simplemente al equipamiento y
adiestramiento del hombre exterior, que define el algo que soy, debe
armonizar estas dos dimensiones antropológicas para poder alcanzar un
desarrollo integral de la persona. Por ello, el objetivo esencial del proceso
formativo es humanizar al hombre. Desde su perspectiva, ser formador
trasciende el ámbito de un oficio dado por los superiores. Debe ser una
vocación que empuja desde dentro a realizar esta tarea en la que se cree y en
cuya realización está toda la vida, tanto personal como del Instituto.
La formación, entendida como especificidad humana, es para Agustín un
proceso interactivo y dialógico entre formador y formandos.
Contribución pedagógica. Elementos pedagógicos de los formadores.
Función mediadora. Formar consiste en desplegar potencialidades y valores
ya existentes en cada formando, así como el desarrollo de un camino
discipular. La palabra es el medio a través del cual el hombre revela a los
otros lo que es y tiene, ya que, en palabras de San Agustín (El orden, II, XII, 35)
“El hombre no puede unirse con firmeza a los otros, si no es por medio del
lenguaje, y así es como si fundiesen sus mentes y sus pensamientos entre sí”
Autoridad Moral. El alcance de la función mediadora del formador, desde la
perspectiva agustiniana, no se alcanza a través de un mero cumplimiento
externo de lo establecido. El formador debe tener autoridad moral, que es la
coherencia entre el ser, el hacer y el decir, por lo tanto, la autoevaluación y
coevaluación del formador es constantemente necesaria para cumplir la
función mediadora.
Respetar y estimular la singularidad de cada formando. La formación,
desde la perspectiva agustiniana, ha de ser un proceso personalizado, porque
debe considerar la realidad existencial de los formandos; y personalizador,
porque se ha de formar para la libertad y la autonomía invitando a vivir de
manera consciente lo que profundamente ya se es: ser humano.
En palabras de Freire (1997), la pedagogía agustiniana está en perfecta
concordancia con la concepción educativa contemporánea, la cual sostiene
que la educación es un proceso intencional o espontáneo de transmisión de
contenidos teórico-prácticos que tiene como finalidad lograr cambios de
comportamiento, conocimientos y técnicas para el abordaje de la realidad.
Es, por tanto, un proceso bidireccional entre enseñante y aprendiz, y
aprendices entre sí.
SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-1274)
Nacido en Italia, en el castillo de su padre, en el reino de Nápoles, su padre
era caballero y su madre condesa, seguramente con sus esperanzas puestas
en que él se convirtiera en una persona influyente y hasta en abad
A lo largo del siglo XI los burgos (fortalezas militares) y las ciudades (sedes
episcopales) se irán perfilando como centros administrativos y políticos sobre
los que se irán asentando el desarrollo de la actividad comercial y el
desarrollo de las ciudades medievales, ya con otras funciones y significado.
Cuando tenía alrededor de catorce años, fue enviado a la universidad
imperial que Federico II había fundado en Nápoles en 1224, donde continuó
sus estudios de artes liberales y comenzó los de filosofía.
Para Tomás, el hombre está en camino -es el homo viador-; el bagaje de su
cultura no es jamás en esta vida un "término" absoluto.
Santo Tomás fue un profesor de Teología. Para resolver las cuestiones
teológicas de las que se ocupaba recurría a distinciones y conceptos
filosóficos —principalmente de carácter aristotélico—, con base en esta
filosofía formula su concepción pedagógica, una doctrina pedagógica
derivada de su pensamiento filosófico. Tampoco debemos perder de vista que,
al igual que Agustín muchos siglos antes, estamos frente a un pensador de
bases cristianas, lo cual es importante para comprender la naturaleza y
sentido de sus aportes pedagógicos, aunque los contextos en que vivía la
iglesia en una y otra época eran muy diferentes. En tiempos de Tomás la
religión era el centro indiscutible de toda actividad o pensamiento.
Contribución Pedagógica.
La noción de educación. Educación es: “conducción y promoción de la prole
al estado perfecto del hombre que, en cuanto hombre, es el estado de
virtud”. En los textos tomistas el término “educación” está emparejado
frecuentemente con los de “nutrición” e “instrucción” (enseñanza). Esto
expresa la consideración unitaria respecto al perfeccionamiento humano: en
lo material, la educación se vincula a la nutrición, que reporta el bien al
cuerpo; en lo espiritual, se vincula a la instrucción o enseñanza que
promueve el bien del espíritu.
En Santo Tomás la educación como formación desplegaría el desarrollo del
ser humano en la dinámica procreativa (óntica), en la dinámica de
subsistencia (nutricional) y en la dinámica disciplinar, racional, cognitiva
(instructiva).
Este enunciado admite los siguientes elementos:
a. Conducción: significa la guía u orientación del educador; el
crecimiento o desarrollo humano es asistido por el educador que le
procura ayuda para el cumplimiento de su fin propio, esto es, para que
sea el mejor y más adecuado desarrollo del hombre.
b. Promoción: la educación no produce ni construye nada en el educando;
sólo favorece —pro-mueve o mueve a favor— el crecimiento intrínseco
en la naturaleza del educando; esto implica que la actividad educativa
debe contar con el dinamismo propio del educando, no imponiéndoselo,
aunque sí corrigiendo las desviaciones que puedan darse. Esto exige un
conocimiento de la finalidad.
c. Prole: la educación tiene un carácter natural, y no artificial; es
considerada como prolongación de la generación y de la nutrición de la
prole; de esta consideración dimanan dos tesis: una es la titularidad
primaria de los padres en la educación: éstos son los primeros y
principales responsables de la educación; la otra es la duración
indefinida de la educación por toda la vida, en cuanto continuación
perfectiva en la existencia de la nutrición.
d. Estado perfecto: la educación, obviamente, no otorga la vida, pero sí
el estado de vida adecuado al hombre. Aquí, “perfecto” no significa
“óptima y completamente acabado”, sino el mejor posible; “perfecto”,
sobre todo, significa perfectible. La educación coadyuva a promover el
mejor estado de vida para el hombre.
e. En cuanto hombre: el perfeccionamiento humano se funda en la
naturaleza del ser humano; no se establece desde ninguna instancia
extrínseca a lo que él es. Esta afirmación se establece desde la
doctrina metafísica de la participación en el ser y desde la doctrina
antropológica de la perfectibilidad del ser humano, que se perfecciona
a sí mismo al tiempo que perfecciona el mundo natural que le rodea.
f. Estado de virtud: esto supone dos cosas: la primera es que la “virtud”
es, sobre todo, el aumento y la posesión de la capacidad operativa, o
sea, la potencia mejorada de obrar y hacer, según la cual el ser
humano actúa del mejor modo posible y es dueño de su
actuación —implícitamente se está aludiendo a la libertad—; la
segunda es que el “estado de virtud” alude al sentido de la finalidad:
el fin es que el hombre actúe del mejor modo según su naturaleza,
según lo que es él, y según quién es él.
La educación, entonces, no es algo fortuito o accesorio para el hombre, sino
que es algo estrictamente necesario, pues sin ella, no daría cumplimiento
pleno —o perfecto— a su ser. Históricamente, es la primera vez que aparece
esta valoración suprema de la educación. Desde ella se hace posible una
afirmación de la educación como bien común a todos, y no sólo para una élite;
aunque Tomás de Aquino nunca se pronunció a este respecto, lo que es
comprensible en la sociedad radicalmente clasista de su época.
La formación moral. Desde la doctrina antropológica tomista, la formación
moral sería en rigor la formación de las virtudes más propiamente morales,
en cuanto que corresponden al desarrollo perfectivo de los apetitos naturales
o potencias apetitivas humanas. Los apetitos sensibles “se dividen en dos
especies: el apetito concupiscible y el apetito irascible”. Los primeros buscan
lo conveniente y evita lo nocivo, los segundos incitan a defenderse contra la
adversidad. La razón también tiene un lado apetitivo, la voluntad. “La
voluntad es el apetito que tiene como objeto el bien conocido por la razón”.
Apetito concupiscible  templanza
Apetito irascible  fortaleza
Apetito racional  justicia
Este esquema de formación de la virtudes, según la doctrina moral tomista,
aboca en la virtud de la prudencia, que es moral por su materia e intelectual
por su forma; esto es, tiende a un bien como toda virtud moral, pero su acto
propio no es apetecer o querer, sino elegir. Entonces, atendiendo a la
prudencia como culminación de la formación moral, el esquema anterior
podría expresarse así:
Educación de la afectividad  templanza y fortaleza
Educación de la voluntad  justicia
Educación del entendimiento práctico  prudencia
Según la unidad de ser y de vida del hombre, es propio de esos apetitos ser
conducidos por la razón hacia el bien; es lo propio de su naturaleza.
La formación moral consiste en la repetición de actos apetitivos que tienden
al bien, esta es la vía para desarrollar las virtudes morales.
La formación intelectual. Consiste en la formación de las virtudes
intelectuales, pero partiendo de dos virtudes primarias o dadas naturalmente;
esto es, que obran por sí mismas: el intelecto o hábito de los primeros
principios teóricos y la sindéresis o hábito de los primeros principios
prácticos.
La formación intelectual se realiza de dos maneras: por descubrimiento
(inventio) o por enseñanza (disciplina). Para Tomás de Aquino, aunque
aprender por descubrimiento es perfectamente posible, resulta preferible la
enseñanza por dos razones: se gana tiempo y, sobre todo, se aprende de
modo seguro mediante el saber del maestro.
El proceso del aprendizaje mediante la enseñanza se establece en tres
momentos, según lo que hace el maestro, que consiste en:
a. Exponer los principios del saber a la consideración del discípulo.
b. Llevar dichos principios a sus conclusiones propias.
c. Proponer ejemplos sensibles que los ilustren y permitan la formación
de imágenes en el discípulo
Bibliografía
Abbagnano N. y Visalberghi A. Historia de la Pedagogía. Fondo de Cultura
Económico. España. Novena Impresión. 1992
Comenio J. A. Didáctica Magna. 8va Edición. Ed. Porrúa. México. 1998
Ficha de Cátedra. Filosofía de la educación. Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Navarra.
Reyes Calderón, J. R. Educación integral en Santo Tomás de Aquino. Revista
de la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, Vol. 7, N°1,
año 2016.
Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica. Segunda sección de la segunda
parte (Secunda secundae), El hombre. 1266-1273
Totumo, C. OSA. Aproximación al ideario pedagógico de San Agustín. Ed.
Colegio Particular San Agustín de Iquitos. 2012.

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