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LA CONFESION SINCERA EN EL PROCESO PENAL

Y SU TRATAMIENTO EN EL NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL


Cesar Jose Hinostroza Pariachi
APECC. 2005. Lima. 261 pp
INTRODUCCIÓN

Esta obra es producto de nuestra labor de magistrado,


asumiendo la doble responsabilidad que como tal tenemos
ante la sociedad: la de administrar justicia y brindar nuestra
modesta pero esc1arecedora opinión sobre algún problema
procesal en particular. Consideramos que tanto los
abogados, fiscales y jueces somos responsables mediatos
de la forma como se planifica la persecución penal, ya que
en muchos casos se vulneran los más mínimos derechos
fundamentales de la persona, derechos que son "la más
cercana expresión de justicia", como bien apuntaba Roscoe
Pound.
El sistema inquisitivo o sistema mixto del proceso penal que
aún impera en nuestro país depende de una cultura
enraizada no sólo en el Perú, sino en toda América Latina;
en la actualidad, sin embargo, se está dando un viraje en
los sistemas procesales, al pasar de un sistema
inquisitoria1 hacia una forma garantista de búsqueda de la
verdad, aunque la manera cada vez más sofisticada en que
la criminalidad afecta a la sociédad, empuja al Estado a
recrear nuevas y temerarias formas de enfrentarlas, 10 que
trae consigo que se creen relaciones peligrosas entre
Estado y ciudadanía.
A nivel probatorio, la obtención de la confesión se da en
muchos casos, sin cumplir un mínimo de garantías
constitucionales y de respeto a los tratados internacionales,
los mismos que ya prohíben casos como la confesión bajo
hipnosis, entre otros.

El problema surge cuando se tiene una política de reforma


procesal penal de emergencia, con inclinación inquisitorial,
como fueron las leyes de terrorismo y las de seguridad
nacional, que para buscar la verdad material del delito,
vulneraron derechos fundamentales, cometieron delitos,
incumplieron normas adjetivas y hasta normas
administrativas.
Se dieron casos, por ejemplo, en los que se trataba de
lograr la verdad fáctica, por medio de una confesión bajo
coacción, cuando se otorgaba una confesión bajo violencia,
cuando se confesaba bajo fatiga o cansancio, o cuando
incluso se requería la confesión del inimputable. Estas
formas de confesión están en contra de un Estado Social y
Democrático de Derecho, sin embargo, con el incremento
de organizaciones criminales, como lo fueron los grupos
terroristas y otros, así como el alto índice delictivo de
delitos considerados "graves", se recrearon de manera
material formas novedosas de investigación policial que
admitieron dicho tipo de confesiones, obviando los más
elementales derechos fundamentales.
Tratándose de la confesión sincera, observamos que con
frecuencia no se otorga:n los beneficios que le
corresponden al inculpado por un indebido entendimiento
de lo que ella es, pues se considera que este beneficio no
se debe otorgar a procesados por delitos graves, ni
otorgarse en casos de flagrancia, concepción que es
respaldada por un importante margen de legisladores y
magistrados. Sin embargo, existen circunstancias en las
cuales, cumpliéndose con los requisitos de existencia,
validez y con las exigencias específicas de la confesión
sincera, no se otorga tal beneficio en la realidad, como por
ejemplo en el caso de haber sido encontrado en
cuasiflagrancia, a pesar de que el inculpado otorgó nuevos
hechos, nuevas pruebas para incriminar a los cabecillas de
su banda organizada, etc. En este caso, al no otorgarse el
beneficio, se estaría actuando injustamente.
La obra se ocupa, pues, de explicar los criterios de
valoración que aplica el juzgador para determinar cuándo
se está o no frente a una prueba de confesión sincera. En
esa búsqueda, determinaremos cuáles son los límites para
la valoración judicial y fiscal de las pruebas de confesión
ilegalmente obtenidas que vulneran la seguridad jurídica.
Asimismo, trataremos de llegar a una decisión justa de
acuerdo a derecho dando contenido y alcance a la
confesión sincera. Para ello recurriremos a la forma como se
resuelven problemas similares en otros sistemas judiciales.
Acudiremos también a los principios y valores que recogen
la ética judicial, los derechos humanos y el derecht>
constitucional para la solución de este problema.
Resumidamente, los principales objetivos de este trabajo
son: contribuir al conocimiento de los principios que rigen la
búsqueda de la verdad en el proceso penal y sus límites
para lograr justicia por medio de la seguridad jurídica;
ofrecer un estudio crítico sobre la valoración de la prueba
que hace la administración de justicia; proporcionar un
instrumento de trabajo que ayude a los abogados, jueces y
fiscales y, en general, a todo profesional del derecho, a
tomar decisiones más racionales con respecto a la prueba
de confesión sincera; esclarecer cuándo una confesión es
ilegalmente obtenida, merced al mayor y mejor
conocimiento que del presente se obtengan; así como
establecer el origen inquisitorial en que se erige este
problema y darle soluciones alternativas.
Nuestro enfoque de este instituto está circunscrito dentro
de una visión garantista, tratando de establecer sus
relaciones dentro del Estado de Derecho, sabiendo que éste
tiene como basamento una reflexión axiológica de justicia y
moral.
En ese esfuerzo, trataremos de establecer qué criterios de
valoración aplica el juzgador para determinar cuándo se
está frente
a una prueba ilegal (esto es, determinar si es que se funda
en criterios axiológicos alejados del Derecho, o es que
puede coexistir con una visión del logro de la justicia por
medio de la seguridad jurídica u otro), y propondremos
alternativas de solución al problema; esto último nos llevará
a determinar el criterio en que se fundamenta el Juez para
dar el beneficio por confesión Slllcera en un caso y no en
otro caso.
Queremos expresar, finalmente, nuestro agradecimiento y
reconocimiento a quienes de un modo u otro me han
brindado su colaboración para culminar esta obra, en
especial a mis colegas magistrados, por sus valiosos
consejos y sugerencias.

CAPÍTULO I

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PROCESO PENAL Y DE LA


PRUEBA EN EL PERU

"La causa del utado de crisis de la justicia penal radica en el


sistema mixto adoptado por el Perú desde el Código de
Procedimientos en Materia Criminal de 1920, por más que
los juristas de esa época se entusiasmaron con él
considerándolo avanzado ",
Exposición de Motivos del Código Procesal Penal de 1991

1. INTRODUCCIÓN

La ciencia del Derecho Procesal no nació en América. Fue


en el centro de Europa, con el admirable Código austriaco
de Klein, donde surgió la disciplina procesal que más tarde
habría de producir extraordinarios retoños en el continente
americano.
Los Estados modernos han buscado sus modelos en materia
de procedimiento, no en la noble y generosa Francia, ni en
la España de nuestra tradición, que no cultivaron la ciencia
del proceso, sino en Austria y en Italia, país este último,
donde figura a la cabeza el gran Giuseppe Chiovenda,
secundado por Carnelutti, Calamandrei y Redenti, autores
los tres últimos del Código Procesal Civil promulgado el 28
de octubre de 1940.

Pero, esto no obstante, es evidente, que la norma procesal


jurídica existió, en el Perú, bajo el Imperio de los Incas,
formado de la destrucción de Tiahuanacu y de la alianza de
las tribus quechuas para defenderse de los callas.

2. EL DERECHO PROCESAL PENAL EN EL INCANATO

a. ¿Existe el Derecho entre los pueblos llamados


primitivos?
Es indispensable establecer, antes de abordar de buena
manera la problemática sobre el Derecho Penal Incaico,
cienos parámetros sobre lo que nosotros consideramos
Derecho en cuanto y en tanto historia. Para ello tentaremos
de responder la siguiente pregunta: ¿En qué momento de
las diversas etapas del hombre sobre la tierra aparece el
Derecho? Para esta discusión, señala Jorge Basadre1, el
material de estudio más utilizable es el que presentan los
pueblos primitivos de la actualidad2o
Algunos han de sostener que, en realidad, no debe hablarse
de Derecho sino únicamente cuando aparece la formulación
escrita de sus normas o de los actos mediante los cuales
dichas normas se ejercitan; o podrán invocar la vieja
opinión, según la cual no existe en verdad el Derecho, hasta
que no surge la defensa técnica de los intereses
individuales amenazados, es decir, hasta que no aparece la
profesión de abogado. Más recientemente, Fernando de T
razegnies Granda discute que lo que existió en las etapas
precolombinas no era Derecho sino formas de regulación
social diferentes del Derecho pero extraordinariamente
efectivas}.
Esta actitud es harto discutible, pues como expresa
Bronislaw Malinowski: "Tiene que haber en todas las
sociedades un tipo de normas demasiado prácticas para ser
refrendadas por sanciones religiosas, demasiado complejas
para ser entregadas a la siempre buena voluntad,
demasiado importantes en relación con los individuos para
ser puestas en vigor por un agente abstracto. Este es el
dominio de las normas jurídicas ... "4. El hombre es un ser
social. Sólo circunstancias temporales y de excepción, como
comprueba Sidney Hartland en su libro Privatitive LaJV le
hacen vivir solitario, en contraste con lo que ocurre con
algunas especies zoológicas inferioress. En cuanto las
acciones del individuo afectan a la colectividad, ésta
demanda una conducta que puede llamarse el
cumplimiento de una ley, pese al hecho de que su
vinculación con prinClplOs religiosos y de otras clases
aparezca como innegable. Los agregados sociales, sean
numerosos o escasos, momentáneos o permanentes,
necesitan de normas en las relaciones de los individuos que
los componen; normas para los individuos entre sí, y
normas en cuanto a su conducta frente al respectivo
agregado social.
Es una creencia muy generalizada la que atribuye como
móvil esencial del hombre llamado primitivo el impulso del
momento. La verdad, recogida por los observadores
científicos, parece la opuesta: la fuerza de la tradición actúa
entonces decisivamente. Por otra parte, ninguna sociedad
se concibe sin ciertas formas iguales o semejantes a la
familia, a la propiedad ·colectiva o privada y a la autoridad
que, de un modo u otro, preside la vida. La mera existencia
de esas instituciones, por incipiente que sea, ya indica el
alborear del Derecho. En el fundamento de éste se
encuentran las ideas de lo verdadero y de lo justo, si bien el
acento o significado otorgado a esas ideas puede ser
distinto de los que nosotros concebimos. Sea como fuere,
cuando una colectividad se rige por un conjunto de normas
exactas o falsas, emanadas de las ideas de lo verdadero y
lo justo; y cuando de la colectividad parten órdenes para los
individuos en general y sanciones contra los remisos o
delincuentes, ya surge un esquema de Derecho. Ello no
obstante, éste no aparece completo y perfecto.
Las apreciaciones críticas sobre si existió o no Derecho en
las etapas precolombinas nos hace recordar aquella gran
contienda entre la historia de los vencedores y la de los
vencidos, es decir la lectura occidental y la americana, pues
los primeros siempre negarán como corolario que existió
Derecho en el Incanato y los segundos fundamentarán lo
contrario. Nosotros estamos convencidos por lo ya dicho,
que en el Incanato hubo Derecho y que éste tuvo una
importancia radical.
También puede esgrimirse una prueba que cabe calificar de
negativa, por cuanto se refiere no al régimen inca en sí,
sino a la actitud de sus enemigos y destructores. El
colectivismo que ese régimen mantuvo o extendió fue tan
singular que asombró a los españoles más cultos y lúcidos
que de él tuvieron noticias en los días bélicos de la
Conquista; y aun en el siglo XVII, algunos economistas
españoles, como el famoso Murcia de la Llana, lo
presentaron como modelo a aplicarse en su patria. El
desarrollo del régimen colectivista en la tierra en España
durante el siglo XVII, dice Altamira, coincidió con este
interés por el colectivismo agrario peruano o fue favorecido
por él. Y el Derecho español aplicado a América, es decir, el
Derecho Indiano, procuró en mucho copiar las instituciones
propias de los indios, como lo evidencian las leyes sobre
tributos, mita, comunidades, etc. Hasta nuestra época
perdura y en ella ha tenido reconocimiento legal (como lo
tuvo en la época colonial) la comunidad6o

b. El orden judicial y la justicia punitiva


Los Incas superaron el derecho de venganza de los ayllus
primitivos y las normas consuetudinarias de los mismos.
Impusieron su ley, no con finalidad simplemente
intimidadora, sino con el propósito de que fuera cumplida.
Garcilaso dice que esas leyes debían ser "observadas punto
por punto"7. Es obvio que la norma no pudo estar
desprovista de rezagas religiosos, morales y costumbristas.
No debemos olvidar que el Estado incaico fue teocrático. La
ley, de esta suerte, tenía algo de decálogo divino, desde
que los Incas eran hijos del Sol. La severidad y el rigor de la
norma, que destaca Trimborn, se hace más dura todavía
cuando las infracciones se cometen contra las personas
consideradas intangibles, por SU carácter religioso o
divino8. Las relaciones con la "esposa del Sol", por ejemplo,
se consideraba tan grave delito, que la sanción alcanzaba al
pueblo del que era originario el responsable, que podía ser
arrasado.
La severidad de la ley penal se explica, asimismo, porque el
Estado incaico era expansivo. Su carácter de conquistador
debió crear castigos severos para conservar la cohesión y la
unidad del Imperio, frente a los ay/biS rebeldes o a los que
se acababa de dominar. Entre esos medios de defensa,
indudablemente, debía figurar, como principal, la pena de
muerte. Este fenómeno social es explicable en las
sociedades antiguas. Basta estudiar el carácter del sistema
penal de los pueblos que no alcanzaron un alto grado de
evolución para ratificar este concepto. El profesor]. Kohler9,
cuando habla de la penalidad del pueblo mexicano, lo
reputa "draconiano". Su calificativo surge por las formas
que adopta la pena capital: "desde el descubrimiento y la
cremación en vida, hasta la decapitación y la
estrangulación, el machacamiento de la cabeza con
piedras, el empalamiento, el asaetamiento y otros
mas.
La justicia penal incaica no se aplica igualmente a todos los
infractores. Distinta era para la nobleza y la casta imperial,
como para la gran masa del pueblo. Los primeros tenían el
privilegio de ser sancionados con menos severidad. Los
cronistas, sin embargo, refieren que esa aparente suavidad
para los indios de sangre real, contenía la entraña de un
excesivo rigor moral. Bernabé Coba S. ].10 cuenta que
acaso para el Inca de Sangre Noble la reprobación pública
era más terrible que la muerte para un habitante vulgar.
Guamán Pomal!, sin embargo, nos suministra el dato de
que los "señores y principales", allqllicotlas, Incas rebeldes
y capac-apocotlas, eran recluidos en la cárcel -satlcqy- y si
en el proceso se acreditaba su culpabilidad, se les
entregaba a los chtlflchos o salvajes para que se los
comiesen vivos.
La función de reprimir correspondía al Estado, que
administraba justicia en nombre de la colectividad,
operando de oficio aun cuando el ofendido abandonara la
querella. Ya no actuaba el jefe de la tribu ni el consejo de
ancianos. Tal etapa había sido traspuesta en el sistema
penal inca. Se avanzaba, dentro de ideas indefinidas, hacia
la imputabilidad personal, para destacar circunstancias que
modificaran la responsabilidad del delincuente. Se tomaba
en cuenta la edad del responsable, el carácter de la víctima
-funcionario importante, sacerdotisa o sacerdote del 501Y si
el agente conocía esa situación. La justicia penal incaica, en
su incipiente esfuerzo por comprender la situación personal
del culpable, llegó hasta perdonar el robo por necesidad. Es
un hecho importante, para las investigaciones jurídicas
históricas, sobre todo, en un pueblo organizado
socialmente.
Trimborn12 observa que a los cronistas no les podía
interesar las instituciones penales que pertenecen a la
parte general de los códigos; pero, en cambio, debían
sentirse atraídos por el catálogo de delitos. Las fuentes, por
eso, son escasas en referencia a la responsabilidad, la
negligencia, la tentativa, la reincidencia, la complicidad.

El Inca estaba asesorado por el Consejo Supremo de los


ApoC/lJla. Sus cuatro miembros -jueces o consejeros- tenían
jurisdicción sobre las cuatro partes del Imperio. Entre sus
atribuciones figuraban también las judiciales. Horacio
Urteagal5 resume con estas palabras la idea de que la
administración de justicia era atributo de la burocracia
jerarquizada del Imperio. "Así, pues, una vasta jerarquía de
funcionarios político-judiciarios constituían la estructura del
Imperio. La concatenación de funcionarios dependiendo de
los superiores jerárquicos, iba desde el jefe o juez de
decena, chtmca-camqjoc, hasta el Inca, pasando por los
pachaca, los piccha-chunca, los huaranga, los htmos, el
tUC/liriC/lc, el Tribunal de los Doce, el Supremo Consqo de
los Apo-ama y el Inca".
d. El Juzgamiento en el Incanato
Las penas eran aplicadas por los jueces que siguieron un
procedimiento. No es admisible que el Derecho de los Incas
no conociera, aunque fuera rudimentaria, para discernir la
justicia. El Estado, en este sentido, debió tener una visión
más exigente que los clanes, para imponer sus reglas
sancionales. Existen referencias concretas sobre los medios
y formas que usó el juzgador incaico para imponer la
correspondiente pena al infractorl6o
Hernando de Santillán 17, en La historia de los iJlcas y
relación de Stt gobiemo, nos suministra algunos detalles
sobre el juzgamiento de los culpables. "La forma que se
tenía -dice- en tiempo de los incas para averiguar cualquier
debate o delito que se imponía a alguno era ponerle en
presencia del jULL. d él Y a todos los que podían ser
testigos en aquella causa, y allí le convencían, sin que
pudiese negarlo o aparecía su inocencia; y si el tal indio era
mal inclinado y de mal vivir, dábanle tormento; y si
confesaba era castigado, y si no, en cometiendo otro delito,
quedaba convencido en todos y era sentenciado a muerte,
siendo en casos graves de muerte, o hurto o fuerza; y una
de las principales causas por que los indios alababan la
gobernación inca, y aun los españoles que algo alcanzaron
de ella es porque todas las cosas susodichas se
determinaban sin hacerles costas".
El juzgamiento debió ser, pues, público y de oficio,
corriendo a cargo del Estado las costas del juicio.
El juez incaico, según los datos que nos suministran las
fuentes, no debió ceñir su criterio estrictamente a las penas
preestablecidas. Según los casos, las debió sustituir con
cierta libertad.
Los delitos cometidos por miembros del culto caían bajo la
jurisdicción del HlIil/ea-Ul1a y de sus órganos.
Los presos permanecían incomunicados. Estaban
protegidos, según cuenta Guamán Pomal8, por un
funcionario llamado RJl11qyal1apae o HlIaeeqyanapae,
protector de la gente y de los huérfanos. Había alguaciles
que custodiaban, alimentaban y servían al preso. Los nobles
eran visitados en la cárcel por los príncipes y por el lnca
mismo. Los pobres no tenían el privilegio de la visita.
Los que oficiaban de verdugos y daban cumplimiento a las
decisiones de los jueces recibieron el nombre de Mqyo
1nea} Equeeo 1nea.
Para facilitar la justicia, en el Imperio, según Guamán
Poma19, habrían existido un secretario del Consejo Real, un
Escribano Público en cada pueblo y un Escribano Real.
La mujer no podía ser testigo porque se le consideraba
"mentirosa, pusilánime, embustera". Los pobres tampoco
podían testificar porque se admitÍa que podían ser
sobornados para decir mentiras.
Como hemos visto, el Derecho Inca creó diversas penas
para mantener el orden jurídico de los conquistadores. A
pesar de su drasticidad las penas se imponían atendiendo
al concepto de la justicia que debieron tener los incas, sin
esos excesos, comunes a los pueblos de civilización poco
evolucionada.

e. Reflexiones finales sobre el Derecho Incaico

Todo este material merece sin duda un análisis más


cuidadoso que el intentado en estas páginas. Es preciso, sin
embargo, insistir finalmente en la dificultad permanente de
distinguir lo incorporado por el cronista europeo, de la
concepción legal andina. Sólo un largo trabajo etnográfico
orientado hacia este problema, podrá ayudamos a aclarar el
panorama.

Por otro lado, es innegable que el Derecho Penal de los


Incas, más que por consideraciones de carácter moral o
psicológico, estuvo influido por la concepción del Estado
absolutista, por su carácter teocrático, por su organización
de tipo socialista.

El Profesor E. Garcon20, hablando del Derecho Penal


primitivo decía: "En el antiguo derecho criminal falta,
evidentemente, toda reglamentación jurídica. Sería ridículo
dar con precisión rigurosa, o intentado, una lista de las
incriminaciones. Esta lista nunca existió, ni fue escrita ni
promulgada. Ella dependía ciertamente del arbitrio del jefe-
juez, de los sentimientos que lo animaban, de sus pasiones
y de sus cóleras". La sociedad incaica, como lo hemos
demostrado, superó el estadio pintado por Garcon, ya que
las relaciones de los hombres estuvieron normadas por
reglas jurídicas, propias del ambiente y del momento
histórico que las creó. Ese orden jurídico, superior al de
otros pueblos contemporáneos del incaico, fue uno de los
aspectos de aquella hermosa civilización que destruyeron
esa ralea de caballeros, galeotes, hidalgos y mendigos que
España volcó sobre nuestras costas.

Las Ordenanzas del gran Inca constituyen sabias leyes


penales, procesales y administrativas que pueden ser muy
útiles a los estudios del Derecho Peruano Pre- Hispánico,
que habrán de encontrar en ellas a la auténtica mentalidad
de la nobleza forjadora de la cultura jurídica de los antiguos
peruanos.
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LA CONFESION SINCERA EN EL PROCESO PENAL


Y SU TRATAMIENTO EN EL NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL
Cesar Jose Hinostroza Pariachi
APECC. 2005. Lima. 261 pp
3. EL PROCEDIMIENTO EN LA COLONIA

En Europa en la época de la Conquista, surgió el sistema


procesal denominado inquisitivo de origen eclesiástico, que
poco a poco se extendió a la jurisdicción laica. Esta forma
de administración de justicia era necesaria en el siglo XVI,
fruto de una serie de actos ineficientes del sistema
acusatorio previo. Así, el sistema inquisitorial tomó pie en
todos los Estados de Europa, entre ellos España, donde
regía el llamado Libro de las Iryes, más conocido con el
nombre de Las Partida11 o Los principales medios
probatorios22 23 son, a decir de Levaggi, seis especies, a
saber: la primera, la que se hace por juramento decisorio,
que difiere una parte a otra; la segunda, por confesión de
parte24; la tercera, por testigos; la cuarta, por
instrumentos; la quinta, por vista y evidencia del hecho; la
sexta, por presunción, deviniendo por peritos la séptima. La
excepción fue Inglaterra, mereciendo tal protección que en
el año de 1527 Inocencia IV condenó los Estatutos que
impedían el libre ejercicio de la actividad de los
Inquisidores. El sistema inquisitivo adquirió inusitado vigor
en España bajo los Reyes Católicos mediante las dos
organizaciones judiciales, una religiosa (el Tribunal del
Santo Oficio25, que mantenía entre sus principales medios
probatorios26 al testigo y la confesión con tormento 27) y
otra laica (La Santa Hermandad28), y las mismas razones
que llevaron a los gobiernos a adherirse al nuevo método,
también condujeron a la exasperación del instituto y a la
adopción ilimitada de la tortura como medio de prueba,
induciendo a algunos autores a afirmar que la finalidad del
proceso en la época no parecía ser más el esclarecimiento
de la verdad, sino el reconocimiento de la responsabilidad
del reo. La instrucción secreta fue el arma más poderosa de
este procedimiento. Y en esa atmósfera es fácil entender
como la defensa estaba reducida a mera formalidad29o La
tortura no pasó a ser considerada más como un medio de
prueba, pero sí un método para confirmar o para eliminar
una prueba semiplena, una serie de indicios; y el valor que
se le atribuía era tanto, que si, en el caso de tortura, el reo
se resiste sin confesar su culpa, se verificaba una especie
de improcedibilidad en su favor, por lo que delante de
nuevas pruebas, no podría más ser él juzgado por el mismo
hecho 30.

Así, todo el territorio descubierto en las Indias, y sujeto a


España, fue dividido en doce distritos judiciales, sujetos a
otras tantas Audiencias. Estos distritos estaban divididos en
Gobiernos, Corregimientos y Alcaldías, subordinados a las
Audiencias, y tanto éstas como aquéllas estaban bajo la
dependencia del Supremo Consejo de Indias.

La Audiencia de Lima era considerada de ascenso para los


magistrados y jueces que habían dado pruebas de entereza,
saber y virtud en otros tribunales, o para los abogados
distinguidos de los tribunales superiores.

La Audiencia de Lima era Centinela avanzado que los Reyes


de España tenían en América para defender su patronato; el
severo censor y el vigilante de los Virreyes para contenerlos
en sus abusos y usurpaciones; el celoso guardián de los
intereses del Fisco; el protector de la raza indígena contra el
despotismo de los conquistadores; el depositario de los
sellos reales y el Regente a falta de los Virreyes.

Este Tribunal, con sede en Lima, se componía del Virrey,


Gobernador y Capitán General Lugarteniente del Rey, de
ocho Oidores, cuatro Alcaldes del Crimen, dos Fiscales, un
Alguacil Mayor, un Teniente del Gran Canciller, y los demás
Ministros y Oficiales necesarios. Su jurisdicción se extendía
desde Paita hasta Chile. El Cusca pertenecía en parte a la
Audiencia de Lima, y en parte a la de La Plata; y el
Corregidor de Arica, aunque se hallaba en el distrito de la
Audiencia de Lima, debía de cumplir los mandamientos de
la de Charcas (Ley 1 ° a 15°, tÍt. 15°, Lib. 2., recopilación de
Indias). Mucho más tarde se estableció una Audiencia en el
Cusco por Real Cédula de 3 de mayo de 1787.
Estas Audiencias eran tribunales de justicia pero también
cuerpos políticos. La centralización de los poderes judicial y
ejecutivo, inadmisible en los Estados modernos, era
propicia para el abuso y el despotismo. Pero, para evitarla,
se establecieron las reglas siguientes: 1 ° Aunque el Virrey
era el presidente de la Audiencia, no podía impedir con su
falta los acuerdos de esa; 2° Los Virreyes no tenían voto en
materia de justicia, pero debían firmar las sentencias de los
mandamientos del Virrey en cosas de gracia y en materias
gubernativas; 3° Excediéndose los Virreyes de sus
facultades, las Audiencias podían requerirlos y dar cuenta al
Rey. En fin, se dieron otras disposiciones destinadas a
asegurar la unión y la independencia de ambos poderes.
Pero, esto no obstante, la administración de justicia en la
Colonia era muy imperfecta. Seguidos los juicios por una
lenta y tardía tramitación ante los Intendentes y
Corregidores, que eran a la vez funcionarios judiciales y
políticos, se necesitaba mucho tiempo y grandes recursos
para mandar los autos a Lima. Establecida la Audiencia del
Cusco se disminuyó el mal, pero no desapareció totalmente.
Después de la decisión de la Audiencia quedaba en algunos
casos, el recurso de nulidad o de revisión ante el Supremo
Consejo de las Indias, con sede en España, y, en virtud del
cual, los juicios pasaban de generación en generación.
Había que cruzar los mares para llegar hasta Europa, y ello
contribuía a la dilación indefinida en los procesos,
perturbando el sentido y la función de la justicia. Las causas
iban y volvían del Viejo Mundo, en curiosa peregrinación de
apelaciones, hasta que terminaban por agotarse la
paciencia y los recursos de los litigantes. Una justicia así
resultaba anacrónica dentro de una sociedad en la que no
cumplía su destino.
La Audiencia de Lima duró hasta el año 1821 en que se creó
una Cámara de Apelaciones en Trujillo, que después fue
trasladada a Lima; y la del Cusco, hasta la Capitulación de
Ayacucho, en el año de 1825.
En el Perú colonial, es decir, desde principios del siglo XVI,
en que fue conquistado por España, hasta el 28 de julio de
1821 en que el General argentino don José de San Martín,
proclamó la Independencia, rigieron el país las leyes
españolas como la de Las Partidas y, además, las
Ordenanzas Militares, las Ordenanzas Generales de la
Armada, la Ordenanza de Matrículas, las Ordenanzas de
Toledo, Sumario de Recopilación general de leyes,
Recopilación de Leyes de Indias, Ordenanzas de
Intendentes, Ordenanzas de Minería.

4. EL CÓDIGO DE ENJUICIAMIENTO EN MATERIA PENAL DE


1863

Proclamada la Independencia del Perú el 28 de julio de


1821, se dictaron muchas disposiciones que modificaron el
procedimiento en los juicios y las penas impuestas por los
delitos. Las constituciones políticas de 1823, 1828 Y las
subsiguientes introdujeron diversas innovaciones en el
sistema penal que lejos de aclarar el horizonte de los
magistrados, lo nublaron y aumentaron la confusión que ya
se notaba en la legislación española.
Con el advenimiento al poder del general Santa Cruz,
Protector de la Confederación Perú-Boliviana, no había en el
Perú Código Penal ni de Procedimientos Penales. Por orden
del Protector se adoptaron, por eso, entre nosotros, los
códigos bolivianos, incluyendo en ellos el Penal.
Desaparecida la Confederación, se derogaron estos códigos
ordenándose que los tribunales y juzgados actuaran de
conformidad con la antigua legislación hasta que la
representación nacional resolviese lo conveniente (Decreto
del 31 de julio de 1838). Pero esta legislación era tan
escasa e insuficiente, propicia a la confusión y al desorden,
que el procedimiento penal estaba en su mayor parte
detallado, más que por las leyes, por los tratadistas de
derecho. Nuevas leyes y nuevas modificaciones introducían
cada vez más el desorden. Con la promulgación del
reglamento de Tribunales, se adelantó algo más en el
procedimiento de los juicios, pero siempre se notaba un
vacío, porque no se había prescrito el modo de practicar
algunas diligencias. Conocidas las ventajas de los códigos
civiles promulgados en 1852 se hizo más necesario tener
códigos penales, que reemplazaran definitivamente a las
leyes españolas y a las que se dictaran en el Perú desde
1821. Con este fin se expidió la ley del 26 de setiembre de
1853 nombrándose una comisión compuesta de tres
Senadores y cinco Diputados para formar los Códigos Penal
y de Enjuiciamientos en Materia Penal.
Esta comisión, formó el proyecto del Código Penal, pero no
el de Enjuiciamientos, por lo que la Convención Nacional de
1856 resolvió nombrar una nueva Comisión de cinco
miembros para que revisara el Código Penal y formar el de
Procedimientos en Materia Criminal (Resolución Legislativa
de 6 de septiembre de 1856).

La Comisión nombrada revisó el Código Penal y formó el de


Enjuiciamiento, presentándolos al Congreso en 1861, junto
con varias observaciones hechas por la Corte Suprema. El
Congreso creyó necesaria una nueva revisión y examen
debidos a las observaciones hechas por la Corte Suprema y
a las reformas que la Constitución de 1860 había hecho en
la de 1856. Para esto nombró una nueva comisión por
Resolución Legislativa del 18 de mayo de 1861. Reunido el
Congreso en 1862 se expidieron las leyes del 23 de
septiembre aprobando los proyectos presentados por la
Comisión, pero como sobrevinieron dificultades para su
edición, el Congreso resolvió que su promulgación se
verificase el 10 de marzo de 1863, rigiendo desde entonces,
en el Perú, los Códigos Penales.
El Código de Enjuiciamientos en Materia Penal se dividió en
tres libros: en el primero se trataba de la jurisdicción, de los
jueces y otras personas que intervienen en los juicios, tales
como los acusadores y acusados; en el segundo, de la
diligencia del juicio criminal, explicándolas aisladamente; y,
en el tercero, de la sustanciación seguida de los juicios,
señalando el encadenamiento que debe haber entre las
diversas diligencias a que se ha hecho referencia en el libro
anterior; y también las diversas instancias del juicio,
recurso extraordinario, juicio verbal, etc.

El Código de 1863 tuvo el corte del sistema inquisitivo y


legalista de la prueba. Estuvo inspirado en el reglamento
provisional de España de 1835, copia fiel de la doctrina del
Código Carolino y del Código de José n. El Código de 1863
tuvo muchos defectos de forma y ambigüedad en la
redacción de algunos artículos. No hacía referencia alguna a
los delitos de imprenta, ni a la manera de juzgarlos. Para el
juzgamiento de estos delitos existía el jurado y como el
Código de Enjuiciamientos no lo suprimió, el jurado
continuó, produciéndose el hecho insólito de que, al lado de
un sistema nuevo de legislación penal, quedaba una parte
del antiguo. Dentro de este régimen jurídico procesal con
pruebas que podían ser materiales, testimoniales,
instrumentales, orales y conjeturales, según lo disponía el
artículo 98, se hizo muy difícil comprobar la inocencia o la
culpabilidad del acusado, resultando imposible la
individualización penal. La confesión estaba descrita en los
artículos 105 y 10632, que describía requerimientos muy
inflexibles33, no cuestionado por los doctrinarios de aquella
época y esto no era para menos pues se regían por el
sistema de valoración de la prueba legal, que de alguna
manera quería limitar el exceso de los jueces, y a la vez su
muerte, pues qué es un Juez sin criterio, qué es un juez
donde sólo aplica lo que la ley manda, es instaurar su
muerte en vida.

Ya Zavala Loaiza, expresaba su admiración diciendo "( ... )


¡Cuánta complejidad, cuantos requisitos, cuántos problemas
para obtener la prueba plena! La confesión obtenida
libremente valdría como semiplena prueba y carecía de
valor, como la testimonial, si no existiera cuerpo del delito.
La doctrina romana sobre esta materia llevada a su límite
( ... ). En ausencia de la prueba plena requerida no habrá
sino que dictar la absolución de la instancia, dejando así
abierto el proceso hasta que llegue la prescripción,
desempeñando aquella institución, nacida" de la dualidad
que permite formar un criterio moral frente al criterio legal
-el 11011 fique! de los romanos- la función de la imaginada
y terrible espada de Damocles sobre la cabeza del absuelto.
Nada más inútil e inadaptable en el proceso penal que la
absolución de la instancia. La apelación y el mismo recurso
de nulidad en estas condiciones no ofrecían solución a
tantos males al no poderse oír la voz del acusado y recaer
la revisión sobre la aritmética del juez o sobre las omisiones
y defectos procesales que determinaban las
insubsistencias, que reponían el proceso al estado de
carátula, si no se había, por ejemplo, citado al reo para el
sumario, o no se había llenado alguna otra formalidad de
las muchas cuyo incumplimiento acarreaba esa sanción.
Empezar de nuevo después de haber pasado el acusado en
la cárcel muchos y largos meses, si no años, siendo en
tantas ocasiones inocente ( ... )"34.
5. CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS EN MATERIA CRIMINAL DE
1920

Por eso, en el ambiente jurídico del Perú se hizo sentir un


necesario afán de reforma que culminó en el anteproyecto
redactado por el doctor Mariano H. Cornejo, que se tradujo
en el Código de Procedimientos en Materia Criminal.
Conforme al Decreto Supremo del 5 de enero de 1919, el
Código de Procedimientos en Materia Criminal empezó a
regir en el Perú el 18 de marzo de 1920, en la parte
aprobada por la Ley 4019, dada por la Asamblea Nacional
del 24 de diciembre de 1919. Este Código fue presentado al
Congreso por la Comisión Parlamentaria nombrada en 1915
y su tendencia fue reemplazar el Procedimiento escrito por
el oral, como un medio de esclarecer fácil, fiel y
brevemente la verdad.

En cumplimiento de la Resolución Legislativa del 27 de


enero de 1915, que lleva el número 2101, el Congreso eligió
una comisión codificadora, compuesta de tres Senadores y
cuatro Diputados, encargada de formular un proyecto de
Código Penal y de Enjuiciamientos en la materia, y de
presentar a la próxima legislatura los proyectos de ambos
Códigos o de aquel cuya preferencia se acordase. Un año
después, el 8 de enero de 1916, la Comisión presentó el
proyecto de "Código de Procedimiento en Materia Criminal"
dividido en cuatro libros y compuesto de 452 artículos,
precedido de una breve exposición de motivos, formulada
en su nombre, por su presidente, doctor Mariano H. CorneJo.
Cuando una de las cámaras legislativas pidió opinión a la
Corte Suprema sobre el mérito de este Código, la emitió
francamente adversa, por todos los votos menos el del
doctor Juan José Calle, fundándola en las razones legales
contenidas en el informe del 31 de agosto de 191635,
habiendo coincidido el criterio de la Asamblea, con el del
Tribunal, únicamente, en cuanto a la relegación del Jurado.
Sin embargo detalló la importancia del Juicio Oral en el
siguiente párrafo:

"El paralelo entre el juicio escrito y el oral, es irresistible. El


descubrimiento de la verdad se debilita u obscurece a
través de las deficientes y mal concebidas o mal redactadas
declaraciones de los comparecientes en los procesos
reducidos a la escritura. La naturalidad o estudio con que
éstos responden a las preguntas y réplicas del juez; los
movimientos y gestos que garantizan o desmienten la
sinceridad de su palabra; las sorprendentes alteraciones del
semblante ante versiones abrumadoras distintas o
contrarias; todo ese mundo de impresiones que trasmite la
comunicación directa y personal con los actores o testigos
de un drama, pasa inadvertido para los juzgadores en el
procedimiento escrito, o lo suplen con más o menos
aproximación según sea su personal experiencia".
Consideró la Corte Suprema que el Código de 1920 hacía
impracticable el procedimiento oral para el juzgamiento de
todos los hechos punibles, desde que debe desarrollarse
sólo en las ciudades de Lima, Piura, Iquitos, Trujillo, Huaraz,
Cajamarca, Arequipa, Cusco, Puno y Ayacucho, porque los
testigos que residan a gran distancia de estos centros, no
concurrirá a los debates, quedando impunes la mayor parte
de las infracciones, con gran detrimento de la moral y de
los intereses sociales y del prestigio de la ley o jurados y
jueces tendrán que fallar esas causas, por el simple mérito
de la instrucción o del sumario, sin defensa posible del
acusado, desnaturalizándose el sistema y volviéndose al
procedimiento que se intenta sustituir, aunque mal
disfrazado y despojado de su virtualidad y garantías36o El
Supremo Tribunal consideró, asimismo, al Código de 1920,
"desigual, onerosísimo para el Estado, contradictorio,
opuesto en algunas de sus disposiciones a la Constitución y
al Código Penal, y en medio de generosas iniciativas, se
resiente de tales y tan monstruosos vacíos, que no podría
ser uniformemente entendido y aplicado en todo el país ni
quizá en dos distritos judiciales".
Los legisladores peruanos que formaron el Código de
Procedimientos en Materia Criminal de 1920, escogieron el
sistema mixto, el juicio oral y el criterio de conciencia, tres
novedades que revolucionaron el sistema procesal del Perú.
Simeón Tejeda, autor del Código de 1863, había optado por
el sistema inquisitivo. Mariano H. Cornejo, autor del Código
de 1920, adoptó el sistema mixto, convencido de que la
completa aplicación del sistema acusatorio, oral y público,
sólo ha podido ser adoptado en Inglaterra, merced a las
condiciones especiales de su raza y sus costumbres37.
Para don M. H. Cornejo, "el remedio más urgente que habría
que poner a la administración de justicia en materia penal
consistÍa en dos cosas: primero, el ver el modo de dar
libertad a una porción de detenidos de los cuales puede
presumirse que el delito por el cual se les acusa no tiene
mayor gravedad o no será probado; y segundo, dictar un
procedimiento rápido para terminar esto que se llama aquí
plenario, y que no es sino una repetición enojosa e inútil del
sumario; una repetición donde se vuelven a tomar
instructivas en nombre de confesión, en que vuelven a
declarar los testigos y a pedirse vistas y a recibirse a
prueba tachas y se declaran nulidades e insubsistencias,
haciendo del proceso un laberinto de despropósitos y
absurdos"38. Ya en estos primeros textos se comienza a
perfilar una propuesta orientada hacia el predominio de la
ora1idad y la inmediación: "la única garantía eficaz para
esclarecer el hecho y que el Tribunal pueda juzgar con
conocimiento de la verdad es que él mismo oiga la
declaración del acusado, que él mismo escuche a los
testigos, que pueda formarse concepto no sólo del hecho y
circunstancias que lo rodearon, sino también de la
psicología del acusado. Sólo así hay posibilidad de
individualizar el hecho mismo y por consiguiente de aplicar
la pena con la justicia que es posible, dentro de 10
humano"J9.

Según la Exposición de Motivos del Proyecto de Código de


Procedimientos en Materia Criminal presentado al Congreso
en 191640, las normas del Código de 1863 provocan una
situación en la que el juez, "encerrado en un formulismo
que han agravado la corruptela y la negligencia ( ... ) es la
esfinge muda que sólo se comunica por decretos a través
del mediufJl hipnotizado". En la aplicación de este sistema,
el "verdadero juez instructor ( ... ) es el actuario pagado por
querellantes y acusados". Puesto frente al imperio de las
reglas legales, "el buen juez debe renunciar a su razón y
hacer callar su conciencia"41.

Con el Código de 1920 el rol de los jueces, ministerio fiscal


y tribunales superiores cambió radicalmente en los juicios
criminales. La supresión del plenario convirtió a los jueces
del crimen en meros jueces de instrucción cuya labor se
redujo a reunir los datos que se refieren a la investigación
del delito y los que habrían de servir para determinar a los
autores, cómplices y encubridores, a fin de llevar al
Tribunal, conciencia plena de los hechos materia del
juzgamiento. Al ministerio fiscal se le asignó la iniciativa de
pedir la apertura de la instrucción, vigilar y exigir el
cumplimiento de los plazos legales y denunciar a los
instructores y autoridades políticas negligentes. Esto en
cuanto a los representantes de primer grado,
correspondiendo a los del segundo dictaminar en los
artículos, visitar a los acusados y asistir a las audiencias,
acusar verbalmente, ofrecer nueva prueba o formular las
peticiones pertinentes según el estado y las necesidades de
la investigación. Al Tribunal Correccional competía juzgar el
proceso, conforme al criterio de conciencia de sus
miembros, en el mismo día de la audiencia, o a lo sumo en
el siguiente, por el mérito del indispensable debate oral,
bajo la dirección del presidente, quien, además, debía
resolver, inmediatamente, o sea en público, las cuestiones
incidentales que se hubiesen promovido.

La reforma fue, pues, sustancial. Del procedimiento escrito


establecido por el Código de Enjuiciamiento Criminal de
1863, compuesto de sumario y plenario, y de dos
instancias, y en que la comprobación del delito y
culpabilidad de los responsables se apreciaba en virtud de
pruebas de valor determinado, el Código de Procedimientos
en Materia Criminal de 1920, pasó al juicio oral y público,
preparado por una instrucción controlada, y fallada
conforme al criterio de conciencia por magistrados
permanentes.
Apenas el juez de primera instancia, el buen juez que pone
en la instrucción del sumario todo celo y calor de su amor
profesional, se halla en condiciones de medir el valor de
esos resortes psicológicos, si la memoria no lo traiciona y
llega él mismo a sentenciar la causa que instruyó; pero, por
detallista que sea, no le será dado reproducir todos los
pormenores del acto, con la fidelidad con que las escenas
de la vida exterior impresiona, merced al adelanto del arte
fotográfico, las películas de un cinematógrafo.
Además, el testigo ofrece garantías mayores de veracidad
cuando declara, en presencia de la acusación y de la
defensa, y expuesto a la contradicción y a la expectación
pública, que cuando lo hace en una habitación cerrada,
ante el juez que lo mira y escucha y ante el actuario que
suscribe.
La oralidad de los debates envuelve un doble concepto:
primero, la obligación para los testigos y los peritos de
deponer oralmente delante del juez; segundo, la necesidad
para éste de apreciar los elementos de prueba de vis1I y de
fl1lditi1l, en la audiencia misma, en presencia y bajo el
control de las partes interesadas. Lo importante es que los
testigos y los peritos llamados a la audiencia se expresen
de viva voz y que todos los otros medios de prueba
producidos, sean expuestos y discutidos oralmente en
presencia de las partes y del público que asiste a la
audiencia. La oralidad se presenta así bajo este primer
aspecto, como una consecuencia de la publicidad de los
debates: la una se confunde con la otra.
Para don M. H. Cornejo, "el objetivo de la reforma al Código
debía ser la instauración del criterio de conciencia y de la
instancia única, que es su consecuencia". Tal era la
importancia que reconocía este autor en el criterio de
conciencia (Art. 268), que en un fragmento de la Exposición
de Motivos llega a afirmar que su introducción, y no la del
jurado, constituía el aspecto central del Proyecto de 1916.
En el texto, las consecuencias de introducir el criterio de
conciencia alcanzaban hasta el sistema de recursos: Si la
determinación de los hechos probados debía resultar de la
convicción formado durante el juicio, entonces no podría ser
revisada en segunda instancia. Por tanto, el recurso de
apelación debía quedar limitado exclusivamente "a la
regularidad del procedimiento y a la aplicación de la pena".
En materia probatoria: "Con el criterio de conciencia la
apelación no tiene objeto, porque la impresión de la
conciencia de los jueces que han oído al reo y a los testigos
no puede revisarse"~2 .
En estas condiciones, puede afirmarse que el Proyecto de
1916 aparece construido alrededor de una modificación
fundamental en la concepción de la prueba: "La prueba de
un hecho criminal se deriva de un conjunto de datos, cuya
eficacia depende de que todos se desarrollen a
continuación los unos de los otros, equilibrándose
recíprocamente. Esa impresión de conjunto requiere la
continuidad y unidad de la audiencia ( ... ) La instrucción
escrita sólo tiene valor como preparación del proceso oral;
cuando es un estudio de los elementos y los factores
requeridos por el drama de la audiencia, destinado a
reproducir la vida ( ... ). El plenario escrito no tiene
explicación de ninguna clase: es la repetición de la
instrucción, no sólo estéril sino dañosa y contraproducente,
porque acentúa en una dirección interesada y sin el control
de la realidad los indicios recogidos, convierte en graves
errores los datos de la instrucción"~3 .

A pesar de lo antes expresado existía aún en la Judicatura


oposición hacia el nuevo sistema. En la apertura del año
judicial de 1925 los discursos de crítica son masivos y
guardan mucha similitud de enfoqueHo En 1925 el único
discurso que defendió el modelo básico del Código de 1920,
propuso, a la vez, un significativo recorte en su ámbito de
aplicación. Se trata del discurso del Sr. Augusto Ríos,
Presidente saliente de la Corte Superior de Lambayeque.
Para él, que se confiesa "decidido partidario del juicio oral",
"no hay mejor manera de descubrir la verdad y juzgar en
conciencia, que el contacto directo con los hombres,
acusados o testigos, y el fallo inmediato antes de que se
borre la impresión que sus declaraciones han producido en
el espíritu del juez"45. Reconoce él que en la aplicación del
Código se han producido problemas vinculados a la
imposibilidad de realizar las audiencias programadas, pero
repone: "¿Está el remedio en la supresión del juicio oral? De
ninguna manera. Está en su limitación. Debe limitarse a
determinados delitos, a todos aquellos, por ejemplo, para
los que la ley impone penas graves como expatriación;
internamiento, relegación y penitenciaría, disyuntivamente
a no con otra pena; limítese sólo a ellos, créense letrados
que defiendan obligatoriamente y sin excusa posible a los
reos presentes o ausentes que no tengan defensor; sean las
autoridades políticas solícitas en hacer concurrir al tribunal
a los reos en libertad, a los testigos y a los peritos y podrá
apreciarse, adecuadas para nuestro medio, todas las
enormes ventajas del juicio oral. Vuelva en cambio el
juzgamiento de los otros delitos al procedimiento escrito, tal
como era antes o con muy ligeras modificaciones que
subsanen sus defectos, y quedará así tendido el puente que
debe reunir el pasado y el presente de nuestra legislación
penal"46.

Esta última línea de discurso fue seguida por el discurso


pronunciado en la Apertura del año judicial de 1926 por los
señores Lizardo Alzamora, entonces Vocal Decan047 y
Mariano Velarde Alvarez, Presidente reelecto de la Corte
Superior de Lima48o El mismo parecer se aprecia en las
Memorias de 1930 del Presidente de la Corte Suprema, Sr.
Ulises Quiroga49 y de 1933 del Presidente de la Corte
Suprema Sr. Leoncio Elías50o
En la Memoria del Presidente saliente de la Corte Superior
de Lima, Celso G. Pastor leída en 1934 se lee el siguiente
fragmento: "La enorme importancia de los juicios orales ya
no es materia de discusión, todos la admiten y sólo se
auspician algunas reformas para que los resultados de tal
procedimiento jurídico llenen el doble fin: de ser lo
suficientemente firmes para impedir que el delincuente
eluda su castigo y al mismo tiempo lo bastante flexible para
evitar especialmente la condena del inocente". Sin
embargo, en el mismo texto, Pastor propuso que las
atribuciones de los Tribunales Correccionales se limitaran al
conocimiento de los crímenes mayores, y que se concediera
a los Jueces de Instrucción atribuciones para fallar las
causas por delitos menores. Afirma que "sólo así
conseguiremos mayor celeridad". En su opinión, si esa
reforma no se introducía "habrá todos los años un gran
número de instrucciones cuyas audiencias no se podrán
realizar por muchos esfuerzos que hagan los tribunales. En
la misma sesión el Presidente entrante, Neptalí Chávarri
calificó esta propuesta como urgente. Afirmó en esa
oportunidad que "el juzgamiento de los delitos en los que
no está de por medio la vida, el honor, patrimonio o la
integridad del Estado debe ser resuelto por jueces
instructores de primera instancia"51.

6. EL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES DE 1940

Con la inauguración del año judicial de 1940 entró en


vigencia en el Perú el Código de Procedimientos Penales,
promulgado por la Ley del 23 de noviembre de 1939, con el
número 9024.

Los vacíos y deficiencias que la Corte Suprema, observó en


el Código de 1920, se sintieron tan pronto como los
Juzgados y Tribunales comenzaron a aplicarlo. Era
inadaptable e inconexo en el ambiente de las Cortes y en el
medio social. Y esa inconexión y falta de unidad en la
orientación con los preceptos del Código Penal sustantivo,
se hizo sentir aún más cuando se promulgó el Código Penal,
en 1924, uno de los que por ser más avanzados del mundo,
produjo una innovación absoluta desde el punto de vista de
la orientación punitiva legal del Perú.

Doce años transcurrieron, sin embargo, sin que viniera la


reforma, hasta que el 5 de mayo de 1936 el Gobierno
nombró una comisión encargada de la reforma del Código
de Procedimientos en Materia Criminal y sus concordancias
con el Código Penal. Esta comisión estuvo presidida por el
Vocal de la Corte Suprema, doctor don Carlos Zavala Loaiza.
Acierto indiscutible el nombramiento, qlle vinculó tarea tan
ardua a un hombre en quien concurrían y se aúnaban la
experiencia forense del Juez y la cienc;ia jurídica del
universitario, y junto a ellas un sentido certero para zanjar
las diferencias entre el ideal teórico de escuela, y las
posibilidades de la realidad nacional. La actuación del
profesor Zavala dentro de la Comisión Reformadora ha sido
por ello preponderante y decisiva; y bien merece que el
Anteproyecto sea denominado con su apellido. Esta unidad
de dirección -y acaso también de ejecución- ha asegurado
la armonía y la continuidad del conjunto, que habrían sido
imposibles de alcanzar si el Anteproyecto hubiese surgido
por yuxtaposición de fragmentos redactados por vocales
distintos y tras enojoso forcejeo entre tendencias
discrepantes52o
Fue abrumadora y digna del mayor elogio la labor que
desarrolló este eminente jurisconsulto y profesor de la
Universidad Mayor de San Marcos, en cuyas aulas dictaba,
desde tiempo, magistrales lecciones de procedimiento
penal. El doctor Zavala Loaiza preparó, en un solo año, el
proyecto que se le encomendara, llamado por los
comentaristas Anteproyecto Zavala, el que fue enviado al
Ejecutivo con la nota de 12 de agosto de 1937 53. El
Anteproyecto y su brillante Exposición de Motivos54 fue
remitido por Decreto Supremo del 27 de agosto de 1937 al
estudio e informe de una comisión de jurisconsultos y de
magistrados que estuvo presidida por el hábil y dinámico
Fiscal de la Corte Suprema doctor don Fernando E. Palacios,
e integrado por los doctores don Marco García Arrese y don
Alberto Benavides Canseco, Fiscales de la Corte Superior de
Lima; por el doctor don Diómedes Arias Schreiber,
Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad
Mayor de San Marcos y ex Ministro de Justicia, y por el
doctor don Lino Cornejo, Decano del Colegio de Abogados
de Lima. .

El 23 de noviembre del mismo año, el General de División,


Presidente Constitucional de la República, don Oscar R.
Benavides, en uso de las facultades legislativas que el
Congreso Constituyente concedió al Poder Ejecutivo, por
Ley N° 8463, promulgó el Código, expidiendo la Ley N°
9024, en virtud de la cual se dispuso, que comenzaría a
regir en todo el territorio de la República del Perú, a partir
del 18 de marzo de 1940, inclusive; quedando derogado el
Código de Procedimientos en Materia Criminal, promulgado
por Ley N° 4019, el 2 de enero de 1919. Elaborado sobre la
base del Código de 1920, y con la finalidad de adaptar su
estructura y contenido al Código Penal de 1924 y la
Constitución de 1933.

Se orientó a corregir los errores y contradicciones del


Código anterior, y a solucionar los problemas que éste
había acarreado entre ellos, el de la excesiva dilación de los
procesos. Con tal propósito, se creó el Ministerio de Defensa
y se instauró un juzgamiento especial para reos ausentes.

Se sostuvo que, en el afán de despojarse de todo rezago del


sistema inquisitivo, los legisladores del Código de 1920
exageraron en lo oral y públicoss, privilegiando en demasía
la etapa del juicio oral en desmedro de la fase de
instrucción, de manera que este Código se orientó a
reforzar la importancia de la instrucción. En tal sentido
intenta corregir el inconveniente del sistema inquisitivo,
representado por el Código de 1863, que reunía
investigador y Juez en una sola persona; al tiempo que
corregía el desacierto del Código de 1920, que
desvalorizaba la instrucción.

Conforme a ello, se instauró el procedimiento ordinario, el


mismo que en su diseño original dividía el proceso en dos
fases: instrucción y juzgamiento. Si bien no existÍa la figura
del Ministerio Público investigador, dentro del proceso
ordinario las fases de investigación y juzgamiento recaían
sobre órganos jurisdiccionales distintos, puesto que la
instrucción recaía sobre el Juez Instructor, mientras que el
juzgamiento recaía sobre el antes denominado Tribunal
Correccional.
Introduce nuevos títulos, como Embargo, Liberación
Condicional, Ministerio de Defensa, Policía Judicial,
Rehabilitación de los condenados. Asimismo, elimina el
Jurado, que en el Código anterior había resultado
inoperativo. Con respecto a la Prueba, se mantuvo el
criterio de conciencia como sistema de valoración de la
prueba (Art. 283). El criterio de conciencia, expresa Zavala
Loaiza, "sin limitaciones en ese orden, se levanta sobre las
inferencias y generalizaciones que le permite establecer la
prueba indiciaria, la prueba penal por excelencia. Es arma
sin duda de dos filos, que no puede entregarse a quien no
sepa manejarlo o no se ponga en condiciones de emplearla
con acierto. Es indispensable procurar por lo mismo,
siguiendo las reglas procesales, que las materias queden
separadas, los funcionarios sean diversos y especializados
en cada una de las etapas del proceso. Introducida la
institución por el actual Código, ha venido aclimatándose
entre nosotros, quién sabe si con exagerada
despreocupación por no repararse en sus peligros.
Insustituible, empero, el Código la inscribe y la amplía,
rodeándola de las mayores garantías. La administración de
la prueba para responder a ese sistema, debe alejar todo lo
que guarde o reviva arcaicos principios o términos técnicos
del sistema legal y jurídico. Requiere por eso prescripciones
tendientes a asegurar su mejor desarrollo evitando en lo
posible definiciones o limitaciones inconducentes o
peligrosas. Es preciso no estorbar o perturbar al juez para
que pueda moverse espontáneamente ejercitando todas
sus capacidades y disponiendo de los más variados medios
probatorios, entre los que figuran en primer término los
indicios. Descubrir y construir esos indicios, que nunca
podrán dejar de existir, es la obra difícil y grave del
instructor, para cuyo efecto cuenta con las pericias
científicas y técnicas, a condición de aprovecharlas
oportunamente. No cabe por ello mismo cortar el vuelo de
las hipótesis ni fijar los medios de su verificación, que día a
día se acrecientan paralelamente con el progreso de la
ciencia. Cualquier disposición legislativa que quisiera
abarcar los indicios o señalar el campo de su desarrollo
estaría llamada al fracaso"56. Como podemos apreciar el
talante del Código de 1940, para continuar con la tradición
de la forma de apreciar las pruebas con criterio de
conciencia, que sigue el Código anterior del 20, es a
nuestro parecer un acierto, más por que sería un error
eliminar una institución que está arraigado en el
inconsciente colectivo de la magistratura, y nunca trajo
dificultades, más bien lograba dar mayor flexibilidad al juez,
al cumplir con su trabajo.
De otro lado, se señala como uno de sus aciertos el haber
adecuado su texto al Código Penal de 1924 y la
Constitución de 1933.

Ahora bien, debido a la privación de la facultad de fallo a


los jueces, los procesos se tornaron cada vez más ·lentos y
engorrosos, y surgieron dos consecuencias que se han
venido arrastrando durante décadas: por un lado la
acumulación de procesos, y por otro, el incremento de
detenidos, causados por la irrestricta facultad de los jueces
para dictar mandato de detención, así como por las
numerosas restricciones para la liberación.
Fue por ello que se adoptaron diversas medidas que en
teoría implicaban devolver la celeridad al proceso penal
para de esa manera descongestionar los establecimientos y
Salas Penales, y que en la práctica trastocaron el diseño
original del Código de 1940.

Así tenemos que el Decreto Ley N° 14605, Ley Orgánica del


Poder Judicial, faculta a los jueces instructores a sentenciar
en procesos de querellas. Luego en el año 1968, durante el
gobierno del General Velasco, se aprueba el Decreto Ley N°
17110, que establece el procedimiento penal sumario. Para
perfeccionar el anterior decreto se promulga el Decreto Ley
N° 18060, llamado de Reorganización Judicial, que en su
artículo 6° crea los Tribunales unipersonales.
El legislador peruano ha tenido siempre la idea de que el
principal motivo de la morosidad e ineficacia del sistema se
encuentra en la fase del juicio oral. En los considerandos
del Decreto Ley N° 17110 se sostuvo que la congestión
procesal se debía a que los Tribunales Correccionales se
encargaban de todos los delitos, 10 cual motivaba que
muchos procesos se dilatasen, de manera tal que les
alcanzaba la prescripción y sobrevenía la impunidad. A
pesar de ello, la devolución de la facultad de juzgar a los
jueces originó con el tiempo más sobrecarga y con ello más
morosidad.
En la época del segundo gobierno de Fernando Belaunde
Terry se expide el Decreto Legislativo N° 124 (12 de junio
de 1981), que extiende la aplicación del proceso sumario a
aproximadamente cincuenta y dos modalidades adicionales
de delitos, y ordena sentenciar inmediatamente después de
la instrucción. Esta norma luego fue adecuada al Código
Penal de 1991 mediante el Decreto Ley N° 26147.

Toda esta política legislativa no resultaba coherente desde


ningún punto de vista con la promulgación de la
Constitución de 1979, la misma que obligó a replantear el
proceso desde el punto de vista garantista. En ese sentido,
se hizo necesario modificar la legislación dada por el
Gobierno Revolucionario a partir del 03 de octubre de 1968,
con el fin de adaptar las normas procesales a los nuevos
principios constitucionales proclamados por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, recogidos por la Carta
de 1979.
Sin embargo, los despropósitos de nuestros legisladores
tuvieron su punto más crítico con el Decreto Ley N° 26689,
que insistiendo una vez más amplía a 79.02% el número de
delitos cuyo trámite debería desarrollarse a través del
proceso sumari057.
En cuanto a la confesión, se trasladó la rigidez del artículo
89° del Código de 1920, al obligar al juez buscar otros
elementos de prueba, pero no seguía la exageración de
requisitos del artículo 105° del Código de 1863, que pedía
sea acompañada cuando menos con prueba semiplena y
otros requisitos, pero nunca sólo a indicios. De todas
maneras, habría que plantearle limitaciones al artículo 136°
del Código de 1940, que a la letra expresaba: "La confesión
del inculpado no releva al Juez Instructor de practicar todas
las diligencias necesarias para comprobar la existencia del
delito y la veracidad de esa misma declaración"58, pues en
muchos casos no era indispensable solicitar mayores
diligencias para la admisión de la confesión probada, y más
aún cuando tal interpretación de la norma procesal desde
una vertiente positivista y exégeta, trajo consigo la
extensión de procesos sin sentencia fija, haciéndolo
engorroso y tedioso, casi irracional e inconsciente, al
contrario de lo que pregonaba su sistema de valoración. Es
por ello que en diciembre de 1985, se promulgó la Ley N°
24388, de Excarcelación, que modificaba el citado artículo,
de la siguiente manera: "La confesión del inculpado
corroborada con prueba, releva al Juez de practicar las
diligencias que no sean indispensables, pudiendo dar por
concluida la investigación siempre que con ello no se
perjudique a otros inculpados o que no pretenda la
impunidad para otro, respecto del cual existen sospechas
de culpabilidad. La confesión sincera debidamente
comprobada puede ser considerada para rebajar la pena del
confeso a límites inferiores al mínimo legal". De esta
manera para la confesión se instaura el derecho penal
premial, donde se estimula a la confesión sincera, como
muestra de su arrepentimiento y su resocialización antes de
la pena, en el proceso, este punto será ahondado cuando se
trate la confesión sincera en la parte última de la confesión,
en un capítulo posterior de este trabajo.
7. EL CÓDIGO PROCESAL PENAL DE 1991

La década de los 90 marcó la consolidación del movimiento


de reforma del proceso penal surgido en Latinoamérica así
como en Europa. Dicha corriente se consagró a la
implantación del modelo acusatorio. El Código Procesal
Penal de 1991, promulgado por el Decreto Legislativo N°
638 del 27 de abril de ese año, adoptó la orientación de
dicha reforma, separando las funciones de persecución y
juzgamiento, que junto con la ineludible necesidad de una
acusación previa (nemo ittdex procedat ex oficio)
constituyen las ideas esenciales del modelo acusatorio 59.

En el mencionado texto procesal se diferencia de manera


clara las funciones persecutoria y de juzgamiento: se
delimita la función del Ministerio Público concediéndole la
dirección de la investigación, la responsabilidad del ejercicio
de la acción penal, el deber de la carga de la prueba y la
acusación; de manera que la función jurisdiccional se
reserva a los jueces de las diversas
. .
lnstanclas.
En otras palabras, el Fiscal, frente a la comisión de un
hecho tipificado como delito, ejercitará acción penal,
dirigirá la investigación y requerirá al órgano jurisdiccional
se pronuncie sobre el mérito de su acusación y los
elementos probatorios que la sustentan.
Se valora la etapa del juzgamiento, constituida por la
actuación de la prueba admitida en la etapa de los actos
preparatorios, la oralización de los medios probatorios, y el
examen del acusado.
En materia probatoria se regula la confesión y la prueba
indiciaria. La primera como bien manifestaremos y
fundamentaremos con mayor profundidad en esta obra, no
había sido desarrollada debidamente como institución en el
Código de 1940, y la segunda carece de un marco legal
propio.

Pese a las ventajas que implica60, el CPP 1991 no tuvo una


existencia definida. La oposición de algunos sectores del
gobierno disfrazando sus argumentos con el nombre de
inconvenientes técnicos, consiguieron suspender su
vigencia, condenándolo a una vacatio /egis indefinida, con
la excepción de algunos artículos que se aplican
complementando las disposiciones del anterior código. Con
la promulgación del nuevo Código Procesal Penal de 2004,
coexisten tres ordenamientos con orientaciones diferentes:
el ya citado, (del cual nos ocuparemos exclusivamente en
un capítulo posterior) el Código de 1940,
predominantemente inquisitivo, y el Código de 1991, de
corte acusatorio, con algunos artículos vigentes. Ello sin
duda, constituye una de las crisis más complejas por la que
ha pasado nuestro proceso penal.

Entre los artículos del Código de 1991 que están vigentes,


tenemos el que incorpora el principio de oportunidad (Art.
2), pensado como un mecanismo de simplificación procesal
y dirigido a racionalizar las formas de selección penal, de
modo que el Estado pueda concentrar sus esfuerzos en los
delitos más graves, incluso a costa de dejar de lado, al
menos en parte, la persecución de los delitos de mediana y
mínima lesividad. Sin embargo, luego de más de trece años
de vigencia, existen determinadas barreras que han
impedido su adecuada aplicación en nuestro sistema: de un
lado, la falta de información suficiente a los operadores
jurídicos, y de otro lado, la arraigada cultura del conflicto
que ha caracterizado a nuestra sociedad (expresión de una
cultura inquisitiva).

No obstante, el mayor mérito del Código de 1991 consiste


en haber valorado la tesis acusatoria, y haber aceptado la
hipótesis de que la crisis penal tiene como causa la
estructura misma del sistema procesal penal. A este
respecto, citamos la declaración contenida en la Exposición
de Motivos del texto de 1991, según la cual la causa del
estado de crisis de la justicia penal "radica en el sistema
mixto adoptado por el Perú desde el Código de
Procedimientos en Materia Criminal de 1920, por más que
los juristas de esa época se entusiasmaron con él
considerándolo avanzado".

La reforma anunciada luego del golpe de 1992 sólo


consistió en la adopción de medidas que mostraban las
mismas limitaciones de procesos anteriores: destitución de
jueces, creación de tribunales especiales (en este caso,
para el terrorismo) y modificaciones sobre el proceso de
selección de magistrados. En medio de esta indefensión, la
política judicial del gobierno parece impregnada más por los
aspectos autoritarios del régimen que por aquellos de base
liberal que orientan su actividad en lo económico.

Lo último puede explicar que las únicas propuestas sobre


10 judicial a las que se muestra receptividad sean,
precisamente, aquellas de diversificación que están
directamente vinculadas con la actividad productiva y
comercial. A diferencia de ellas, las reformas al proceso
penal han estado desde 1991, virtualmente paralizadas. A
pesar de contar con un perfil que las hace sostenibles
desde cualquier punto de vista liberal, estas últimas
reformas inciden directamente sobre el sector de la
actividad pública fuertemente integrado a los aspectos más
autoritarios del régimen. Como ya he sostenido, estos
aspectos, fundamentalmente vinculados a los temas de
seguridad, no están inspirados en el programa liberal que
rige lo económico, sino que responden al modo en que el
entorno más cercano al Presidente define su estrategia para
estabilizar el orden interno.

En estas condiciones, no es posible encontrar un patrón


uniforme que dé coherencia objetiva a las acciones del
gobierno vinculadas a la seguridad, justicia penal incluida.
Las coyunturas en esta área, más que cualquier otra,
parecen claramente marcadas por los lob/¿ys desarrollados
en las cúpulas por las corporaciones de seguridad, que
hasta ahora han dado claras señales de oponerse a su
implementación.

En estas condiciones, la reforma a la justicia penal en el


Perú no parece tener un destino claro. Tal como ha sido
descrita, la postura del gobierno en este tema muestra
inconsistencias suficientes como para pensar que la
apertura del debate al público podría quebrar la resistencia
que vienen haciendo las corporaciones de seguridad a la
implementación del proceso.

8. EL PROYECTO DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL DE 1995


La postergación sucesiva de la vigencia total del CPP de
1991 determinó que por Ley N° 26299 se creara una
comisión encargada de la revisión de dicho texto procesal
con el fin de adecuado a la Constitución de 1993. El texto
revisado fue publicado el 06 de abril de 1995 en el diario
oficial El Pemano.

El texto procesal de 1995 (así como el Proyecto de 1997), al


margen de algunos retoques que se hicieron, mantuvo en
10 fundamental el modelo acusatorio diseñado por el
Código de 1991. Sin embargo, pese a toda la dedicación y
el esfuerzo consagrados a la conquista de esta reforma,
expresados en 10 que podrían denominarse tentativas de
evolución (CPP 1991, CPP 1995, CPP 1997), no pudo
extirpar la mentalidad inquisitiva arraigada en el
inconsciente colectivo de nuestros legisladores.

En lo que respecta a la prueba y a la confesión dentro del


nuevo Código Procesal Penal de 2004, serán tema de esta
obra en los Capítulos posteriores, motivo por el cual nos
remitimos a sus páginas.

CAPÍTULO II

TEORÍA GENERAL DE LA CONFESIÓN


"Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galilei de
Florencia, de setenta años de edad, siendo citado
personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los
eminentes y reverendos cardenales, inquisidor es generales
de la República universal cristiana contra la depravación
herética, teniendo ante mi los Sagrados Evangelios, que
toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y,
con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los articulos
que la Sagrada Iglesia Católica y Apostólica de Roma
sostiene:, enseña y predica. Por haber recibido orden de
este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión
falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil siendo
prohibido el mantener, defender o emuzar de ningún modo
dicha falsa doctrina y puesto que después de habérseme
indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada
Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de
la misma condenada doctrina y aduzco razones con gran
fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución, por
eso he sido juzgado como sospechoso de herejia, esto es,
que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e
inanovible y que la Tierra no es el centro y es móvil deseo
apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo
católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente
abrigada contra mi, por eso, con 1m corazón sincero y fe
verdadera, yo adjuro, maldigo y detesto los errores y
herqías mencionadas, y en general todo error y sectarismo
contrario a la S agrada Iglesia y juro que mtJ1ca más en el
provenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito,
que pueda dar lugar a Ima sospecha similar contra mi,
asimismo, si supiese de algún herde o de algllien
sospechoso de herqía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al
inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontramle.
Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmmte
todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas
por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase
algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas ú
Que Dios no quieran, me someto a todas las pmas y
castigos que han sido decretados y promulgados por los
sagrados cánones y otras constituciones generales y
particulares contra delincuentes de este tipo. Asi, con la
ayuda de Dios y de sus Sagrados Evangelios, que toco con
mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he
adjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho y m
testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este
presente esm"to de mi ao/uración, que he recitado palabra
por palabra.

En Roma, en el convento de la Minerva, 22 de julio de 1633


yo, Galileo Galilei he abjurado conforme se ha dicho antes
con mi propia mano (GAULEO, His life and Work, por]' J.
Fahie, 1903, pp. 313).
No es verdad que después de recitar esta ao/uración dijese
entre dientes: "(Eppur si ",uove". Fue la gente quien dijo
esto, y no Galileo".

Bertrand Russel161
1. El CONCEPTO DE CONFESIÓN

El concepto de confesión judicial se halla establecido por


límites claramente discrepantes de los meramente
semánticos. Decir que la confesión es declaración que uno
hace de lo que sabe, espontáneamente o preguntado por
otro es tratar de comprender con generalidades lo que la
doctrina científica ha definido más detalladamente como
confesión judicia162.

El insigne procesalista Angel Bonet y Navarro trata de dar


una definición conceptual de la confesión judicial,
expresando que ésta es una especie de testimonio y
expresa: "es el testimonio prestado en juicio ante el juez
competente, por una parte o extraordinariamente por
tercero a instancia de la otra sobre hechos personales y
perjudiciales al confesante para conocer la certeza de los
mismos o de otros que dependen de ellos y fijarlos
definitivamente en la sentencia"63. Si bien es cierto que,
como más adelante precisaremos, la confesión es un medio
de prueba, y que comparándola con el testigo, la confesión
es una simple declaración de ciencia, la distinguimos del
testimonio, en cuanto el
objeto de la declaración y a la posición procesal del
declarante: la confesión es un acto de parte y recae
siempre sobre un hecho perjudicial a ésta o favorable a la
parte contraria; el testimonio es obra de un tercero
(procesalmente considerado) y el hecho puede serle
indiferente, favorable o perjudicial (el hecho declarado
puede resultar perjudicial al testigo en otro proceso, en
cuyo caso allí su acto puede ser calificado de confesión;
también puede favorecerlo extrajudicialmente o en otro
proceso, y entonces su testimonio será parcial, carecerá de
mérito probatorio, pero por esto no pierde su naturaleza de
tal). Por otra parte, así como el testimonio no pierde su
naturaleza porque esté reñido con la verdad, cualquiera que
sea la causa de ese desacuerdo (error, dolo o violencia), así
también la confesión conserva su naturaleza propia a pesar
de que no corresponda a la realidad, por error o dolo del
confesante, o por la coacción que sobre él se ejerza sin
destruir su voluntariedad. En estos casos la confesión
puede perder su valor de convicción y resultar ineficaz,
desde el punto de vista probatorio, pero sin dejar de ser
confesión, y lo mismo ocurre cuando el juez la desestima
por estar en contradicción con un hecho notorio o por dar
por cierto uno metafísicamente imposible o contrariar a una
presunción de derecho o una cosa juzgada64 o

Así como las anteriores definiciones se pueden plantear,


teniendo estas como corolario sus críticas respectivas, es
que con respecto a la confesión se han plasmado diversas
definiciones que se han dado sobre la institución, y que
pueden agruparse en torno a dos referencias dentro de las
cuales habrá que establecer también otras matizaciones,
pero fundamentalmente las definiciones o responden a la
idea de que se trata de una declaración de ciencia o de un
negocio jurídico.

a. Definiciones que implican el presupuesto de declaración


de ciencia

Todas ellas reconocen que el confesante no desarrolla otra


actividad en el proceso que dar a conocer algo que sabe,
bien que, según los autores, los efectos de esta declaración
son diferentes. Y así algunos resaltan en la declaración de
ciencia lo meramente manifestatorio: la confesión es simple
prueba65 . Otros introducen en sus definiciones el recuerdo
de la tasa probatoria; la contra u prommtiatio de Quintiliano
y la relevatio ab onere probandi:

a) De entre los primeros, Silva Melero opina que confesión


es "cualquier declaración o manifestación de las partes que
desempeñe una función probatoria, esto es, que tienda a
convencer al juez de la existencia o no existencia de un
dato personal determinado" 66. Prieto Castro dice que la
confesión es la "declaración que una parte hace sobre
puntos de hecho relevantes en el proceso"67. Prieto Castro
ha manifestado sus deseos de que la confesión judicial in
lettera legis sea lo que es en la práctica, simple expediente
investigatorio de la certeza y por eso reclama la posesión
de un genus de la ParleivemehJJllmg austríaca O del
interrogatorio 10m/ale delle parli italiano. Y no es
extemporáneo este deseo cuando la doctrina
jurisprudencial ha dado a la antigua regil1a probatortl!J/ un
lugar común junto a las demás pruebas, sin concederle
efectos diferentes.

b) También como declaración de ciencia es considerada la


confesión por aquellos autores68 que primeramente ven la
contra se protl/mtiatio69 con valor fijatorio de los hechos en
la sentencia o la relevación de la carga de la prueba, la
vinculatoriedad en suma, para el juez en el momento de
resolver el pleito. La definición más clásica e
incansablemente citada de la confesión es la de
Lessona70o Este autor recogió en su definición una
exposición descriptiva de los elementos que debe tener
esta institución: "La confesión es la declaración judicial o
extrajudiciaFI, en que una parte capaz de obligarse72, con
ánimo de suministrar a la otra una prueba73 que redunda
en un perjuici074, reconoce, total o parcialmente, la
verdad75 de una obligación o de un hecho que es
susceptible de producir efectos jurídicos76". La definición
de Lessona, por su carácter enumerativo, recoge los
elementos fundamentales de la confesión en general y por
ello en casi todas las obras que versan sobre la prueba se
recoge aquélla como clásica77.

Un concepto más moderno de confesión dentro de los que


consideran como presupuesto de éste la declaración de
ciencia, lo brinda Hernando Devis Echandía, la define de
manera más precisa: "confesión es un medio de prueba
judicial, que consiste en una declaración de ciencia o
conocimiento, expresa, terminante y seria, hecho
conscientemente, sin coacciones que destruyen la
voluntariedad del acto, por quien es parte en el proceso en
que ocurre o es aducida, sobre hechos personales o sobre el
conocimiento de otros hechos perjudiciales a quien la hace
o a su representado, según el caso, o simplemente
favorables a su contraparte en ese proceso"78.

b. Definiciones que connotan la naturaleza negocial de la


confesión

Ugo Rocco no da otra definición que la legal recogida por


Costa o Zanzucchi, es decir, la del artículo 2730 del Codice
Civile. No obstante, dice que en ella hay que ver "un
negocio jurídico unilateral pero no declaración de ciencia,
sino declaración de voluntad, teniendo por contenido el
reconocimiento de la existencia de un hecho jurídico en el
que el Derecho reconoce el nacimiento, modificación o
extinción de una relación jurídica "79.

2. NATURALEZA JURÍDICA DE LA CONFESIÓN

Aunque mucho se ha discutido acerca de la naturaleza


jurídica de la confesión, sin embargo, hasta el presente no
existe sobre ella acuerdo en la doctrina. El concepto que se
tenga respecto al anilJlus confttendi como requisito para la
existencia de la confesión, influye decisivamente sobre este
punto. En lo sucesivo tratamos diversas teorías que se han
planteado al respecto:

a. Primera tesis

No han faltado quienes consideran la confesión como


dularación de voluntad, de naturaleza sustancial y flegocial
de derecho privado, como consecuencia de exigir para la
existencia de la confesión, que tenga el animus conjitendi,
entendido como renuncia al derecho sustancia180o

Pero ni la confesión es un trato, ni para su eficacia se


requiere la aceptación de ella por el adversario; por otra
parte, la confesión prueba el derecho, pero no lo crea ni
modifica y tampoco lo extingue8!, pues es un instrumento
para la convicción del juez sobre los hechos del proceso, y
por tanto su naturaleza sustancial, de derecho privado, es
desconocer su función, su valor y sus efectos.
No se mejora esta teoría porque se le reconozca a la
confesión el carácter de declaración unilateral, pero
asignándole naturaleza sustancial y negocial de derecho
privado.

b. Segunda tesis
Algunos la consideran como un acto de voluntad y, por lo
tanto, negocio, pero de naturaleza procesal 82. Sólo se
diferencia esta tesis de la anterior, en que le asigna a la
confesión una naturaleza procesal y no sustancial, lo cual
constituye un progreso hacia la adecuada explicación de su
naturaleza, pero le son aplicables las críticas expuestas
contra la pretendida naturaleza de acto de voluntad y de
negocio jurídico.

Algunos consideran que no existe oposición entre el


carácter de negocio procesal y de medio de prueba. Es la
tesis adoptada por Carnelutti y acogida r or Couture83, pero
creemos que ese doble carácter encierra una contradicción
evidente, porque el efecto o valor probatorio de todo medio
de prueba emana de la ley (si rige la tarifa legal) o del libre
criterio del juez, no de la voluntad de quien suministra la
prueba, sea documento, testimonio o confesión. Por último,
esta tesis implica exigir el animus confitendi para la
existencia de la confesión, como intención de suministrade
la prueba a la parte contraria.

c. Tercera tesis

Ciertos autores la consideran de naturaleza sustancial pero


no negocial,y le reconocen el carácter de medio de pmeba
84. La eliminación del concepto de negocio jurídico en el
acto confesorio y el reconocerle simultáneamente el
carácter de medio de prueba, representa un notable
progreso· en el camino de estructurar correctamente la
noción jurídica de confesión. Pero al asignarle una
naturaleza sustancial y no procesal, se incurre en uno de los
errores en que inciden las dos primeras tesis.

d. Cuarta tesis

Algunos le reconocen a la confesión naturaleza procesal no


negocial; pero· niegan que sea un medio de pmeba. En el
primer aspecto representa otro notable avance en la
doctrina moderna sobre la confesión, su defecto consiste en
negar que la confesión sea un medio de prueba85 y en el
fondo se le asigna el carácter de presunción legal, al
otorgarle el efecto de exonerar al contrario de la carga de la
prueba, por lo cual le son aplicables las críticas formuladas
a la tesis anterior. Como observa Lessona, se incurre en el
error de considerar que sólo es prueba la que proviene de la
parte que la invoca, lo cual agregamos nosotros, significa
desconocer los principios generales de la comunidad y la
unidad de la prueba.

e. Quinta tesis

Una más avanzada considera la confesión como una


declaración de verdad, de naturaleza procesal y un medio
de pmeba. Al asignarle el carácter de declaración de
verdad, se niega que sea un acto de voluntad que persiga
necesariamente producir determinado efecto jurídico
sustancial o procesal y se le asigna como única función la
de comunicarle al juez la verdad de los hechos, como un
acto puramente procesal, declarativo y no dispositivo 86.

Esta tesis constituye un gran progreso en la evolución del


concepto de confesión y con ella se elimina los defectos e
inconvenientes de las anteriores. Pero al otorgarle carácter
de declaración de verdad, deja sin explicar los numerosos
casos en que puede no corresponder a la verdad por error'
o dolo; además, equivale en el fondo a darle el efecto de
una presunción de verdad, lo que está muy lejos de
corresponder a su genuina naturaleza.

f. Sexta tesis

La correcta, que considera la confesión como una


declaración de ciencia o conocimiento, de naturaleza
procesal y un medio de pmeba. Esta tesis conserva los
progresos obtenidos con la anterior y únicamente se separa
de ella en que sostiene que la confesión es uná simple
declaración de ciencia o conocimiento, como la del testigo,
y no una declaración de verdad. Es ésta, sin duda, la tesis
que goza de mayor aceptación en la doctrina procesal
moderna87.
Nuestra opinión ya la hemos expresado de alguna manera
al rechazar las cinco primeras tesis. Acogemos la última,
porque es la única que entiende correctamente la
naturaleza jurídica de la confesión.
Muy especial es el caso de la confesión extrajudicial que
ocurre fuera del proceso y de diligencia judicial
extraprocesal, en conversaciones o documentos; es similar
al de documento extraprocesal que no se requiere para la
existencia o validez de un acto sustancial: ambos son actos
extraprocesales, pero no sustanciales. La confesión judicial
es una simple declaración de ciencia, es un acto de parte y
recae siempre sobre un hecho perjudicial a ésta o favorable
al contrario.

Silva Melero concluye que "las controversias a que han sido


sometidas todas estas teorías abren la puerta a admitir que
una confesión es una declaración de conocimiento,
cualificada por el objeto y el sujeto, y en virtud de la cual la
parte afirma hechos, que el juez ha de admitir porque la Ley
les concede el valor de prueba plena, con la fijación de sus
consecuencias (preclusión de otros medios de prueba y
admisión irrevocable de los hechos)"88.

En la actualidad, Claus Roxin, citado por José María Asencio


Mellado, plantea que la confesión no es un medio. técnico
de prueba en puridad, pues tiene derechos constitucionales
como los relativos al silencio, a la libre declaración y a la no
autoincriminación (garantías subjetivas)89. Sin embargo, es
menester señalar, que la mayoría de codificaciones por
criterios de especialidad, lo mantiene como un medio de
prueba en particular. El CPP 1991 incorporó la institución de
la confesión dentro del Capítulo IV, reservado a la
declaración del imputado (arts. 127129), pero con acierto el
legislador nacional en el nuevo Código Procesal Penal del
2004 lo incluyó dentro del Título II como un medio de
prueba (arts. 160-161), esto con el fin de darle mayores
límites y garantías normativas a su utilización.

3. CLASIFICACIÓN DE LA CONFESIÓN

a. Confesión divisible e indivisible

El profesor Hernando Devis Echandía aclara magistralmente


que la confesión siempre es indivisible y que lo divisible
puede ser la declaración que la contiene90. Sobre este
punto estamos totalmente de acuerdo, sin embargo, por
cuestiones didácticas muchas veces se habla de
divisibilidad o indivisibilidad de la "confesión", así
expresaremos con la mayoría de la doctrina, que en
principio toda confesión es indivisible, sobre todo cuando en
ella se reconocen una serie de circunstancias y hechos que
guardan Íntima relación entre SÍ91.

La confesión indivisible es llamada también por Cabanellas


"individual", cuando no puede separarse así sin destruir la
confesión92. La indivisibilidad de la confesión significa que
sólo puede invocarse la declaración de la parte en su
totalidad, es decir, con el hecho confesado y sus
circunstancias, y no aprovecharse lo favorable e ignorarse o
desecharse lo desfavorable, lo cual importa destacar que se
deben combatir a través de pruebas en contrario las
calificaciones o adiciones vertidas93, de esta misma
opinión es José de Vicente y Caravantes, quien expresa que:
"en la confesión individual no puede admitirse una parte y
rechazarse la otra". Siendo la clasificación de la
indivisibilidad una más genérica que las demás
clasificaciones de la confesión se considera que la confesión
es indivisible cuando la contestación es simple, por que no
hay alternativa: o lo es por sí o lo es por n094.

Por otro lado, la confesión es divisible cuando existe


pluralidad, cuando se está frente una confesión
calificada95, compleja96 o compuesta97, por cuanto la
circunstancia o modificación que se añade, a cualquiera de
las confesiones antes citadas, puede separarse del hecho
confesado.

b. La confesión simple, especial, calificada y compleja

Es simple cuando quien la formula declara lisa y llanamente


un hecho, interrogado por la parte contraria o por el juez. Es
especial cuando un sospechoso o procesado admite que es
autor, cómplice o encubridor del delito que se le imputa; y
más aún cuando concreta circunstancias o detalles. Aquella
que se circunscribe a un solo hecho o no agrega los
motivos. Se contrapone entonces a la confesión compleja.
Es calificada, por el contrario, la confesión que al
reconocimiento de los hechos suma los motivos, que
pueden atenuar o exculpar en lo penal y liberal en lo civil
98.

La que sigue, es la definición amplia de confesión compleja,


que desde la perspectiva civilista brinda Cabanellas,
expresando que se trata de similar a la calificada, pero el
autor plantea su diferencia: "el reconocimiento sucesivo, y
casi siempre conexo, de dos o más hechos; como la
admisión de deuda y el agregado de haberla pagado. Como
norma general, cuando no existe independencia entre los
hechos confesados, la manifestación compleja tiene que
admitirse o rechazarse en su conjunto. En el ejemplo citado
por constituir dos actos distintos, excepto en negocios al
contado estricto, el concierto de la deuda y su posterior
cumplimiento, la admisión obligacional es indudable; en
tanto que la circunstancia del pago requiere alguna
constancia o indicio comprobatorio. También se considera
esta locución sinónima de confesión calificada, por sumar, a
veces al hecho su causa"99.

Con respecto a esta confesión se expresa que es


divisible1oo, pues partiendo de la base que la confesión es
compleja cuando, reconociendo el hecho, se añade otro
distinto o separado, el enunciado normativo cubre todas
aquellas adiciones de datos fácticos que pueden
considerarse independientes del hecho confesado y que por
lo tanto no conforman con éste una unidad jurídicalol. Así se
considera que la confesión compleja puede, como no incluir
a los hechos su causa, este hecho no es indispensable.

c. La confesión expresa y tácita

La hecha con palabras o señales que clara y positivamente


manifiestan lo confesado. En forma verbal y por escrito van
desde un simple sí o no hasta cualquier expresión que no
deje duda alguna acerca de lo reconocido. Es la forma
habitual de confesar en juicio y se opone a la cotifesión
tácita 102.

La confesión tácita es aquella que se infiere de algún hecho


o se opone por la ley 103.

d. La confesión judicial o extrajudicial

La confesión judicial y la extrajudicial se diferencian por el


lugar en que se presta. Lugar significa existencia o no de
ámbito jurisdiccional, el cual atañe a la esfera del concepto
jurídico.
Concordamos con Carlos Machado Schiaffino, al
conceptualizar la confesión extrajudicial como la realizada
fuera del proceso, de cualquier modo, ante el juez que no
es competente o faltando alguna de las formalidades
legales 104; es por ello que consideramos que tal
confesión, no es una confesión jurídicamente aceptable y
menos dentro del ámbito penal que requiere de ciertos
requisitos, más aún consideramos que podría quebrantar
este tipo de confesiones principios básicos que debe
conservar toda actividad probatoria y todo elemento de
prueba, como son los de legalidad y los de liberalidad. Ya
Jeremías Bentham, expresaba que "puede dividirse en tres
principios todas las consideraciones encaminadas a
invalidar las consecuencias incriminativas que se pueden
desprender de las [ ... ] confesiones extrajudiciales: 1 ° el
testimonio puede haber sido mal interpretado; 2° puede ser
incompleto; 3° puede ser engañoso"105. Para que tal cosa
no suceda se plantea que esta clase de confesión debe
estar sometida a los mismos requisitos que la confesión
judiciall06, Ricardo ReimundÍn se expresa en el mismo
sentido, ampliando que necesita del requisito de
voluntariedad, así: "La confesión extrajudicial debe tener,
en principio, los mismos elementos constitutivos que la
judicial: a) capacidad; b) objeto; y c) voluntad; pero ella
puede efectuarse ante el adversario o ante un tercero. Será
ineficaz cuando provenga de un incapaz o se refiera a un
objeto prohibido por la ley o cuando falte el animo conJitmdi
(elemento intencional) [ ... ]"107. Sin embargo, a nuestro
parecer los requisitos para la validación de la confesión
extrajudicial deben ser mayores que los dados en sede
judicial, por la simple razón de que esta prueba debe ser
probada, y debe ser ratificada a nivel judicial.
Con respecto a que debe probarse esta pmeba, así lo
expresa Devis Echandía: "La confesión extrajudicial debe
probarse siempre por otros medios (testimonios,
documentos privados o públicos), es decir, es indispensable
probar la prueba: cuándo ocurrió, en qué lugar, ante
quiénes, de qué manera: por esto se dice que es una
probado pro banda o prueba por probar. Es indispensable
examinar críticamente las dos fases de esta prueba: los
otros medios que demuestren plenamente haber ocurrido la
confesión extrajudicial y el contenido de ésta en relación
con el hecho que se quiere demostrar con ella" 105.
También consideramos que toda declaración extrajudicial
debe ser corroborada en juicio, por ejemplo la declaración
prestada ante la autoridad policial (confesión en sede
policial, que es una de las clases de confesión extrajudicial)
que, según César San Martín Castro, dentro del sistema
acusatorio garantista, "tiene que ratificarse judicialmente
para que tenga validez probatoria 109".

En materia civil sólo tendrá valor probatorio y relevará a la


parte de la carga de producir otros medios probatorios si es
que no ha sido efectuado por error u otros vicios que anulen
el consentimiento, más aún se considera que de cualquier
manera tiene que ser valorada de acuerdo al sistema de
libre convicción, por el juez.
Al poder ser las confesiones judiciales o extrajudiciales,
complejas, compuestas o calificadas, las declaraciones de
las mismas pueden ser divisibleslloo Como corolario de lo
anterior la confesión extrajudicial puede ser hecha por
escrito (instrumento público o privado) y verbalmente; el
problema más importante es el que se relaciona con la
prueba de la producida verbalmente. Así, la confesión
extrajudicial si bien es cierto puede ser expresa y
espontánea, puede también ser tácita o provocada, empero
estas diferenciaciones de la manera como se presta la
confesión por parte del declarante no deben ser tomadas
de manera extrema111, pues las declaraciones pueden
versar de diferente forma, y sólo tendrá efectos negativos si
estos han sido obtenidos por la violencia o amenaza, como
bien se explicará más adelante.

e. La confesión condicional

Desde una perspectiva exclusivamente civilista, Cabanellas


define esta confesión, como: "la figura admitida por
algunos, en el sentido de formular la posibilidad de confesar
contra una actitud requerida de la otra parte. Se pone como
ejemplo la de estar dispuesto a confesar la deuda si la parte
contraria renuncia a la garantía actual; por ejemplo, un
embargo. No es frecuente, y aduce indicio de ser exacto lo
que se condiciona, que se pretende explotar para su
transacción" 112 o

4. EVENTUALES DIFERENCIAS ENTRE LA CONFESIÓN EN EL


PROCESO CIVIL Y EL PROCESO PENAL
Y a habría expresado Bramont Arias, que la prueba civil y la
penal se pueden diferenciar por el procedimiento. Por el
procedimiento de la prueba, o sea por la forma según la
cual debe desarrollarse y manifestarse la actividad de
prueba, y según la cual deben obrar los medios de prueba
para que una y otros sean procesalmente idóneos y
utilizables. El procedimiento de prueba es distinto: en el
proceso penal, según los principios de la organización
general a que obedezca, acusatorio o inquisitivo, tiene
profundas variaciones y se manifiestan los actos de prueba
de distinto modo, con exigencias sustanciales y formales
diversas.

Un ejemplo palpable será el caso de la confesión. Antonio


Dellepianel13, al reflexionar sobre la prueba de confesión
en materia civil y criminal, expresa que la mayor parte de
las diferencias fluyen del hecho de que el juicio civil reviste,
en cierto modo, el carácter de una lucha entre los
contendores; lucha en que las partes gozan de la misma
libertad de acción e iguales medios de ataque y defensa,
estándoles permitido, hasta cierto punto, recurrir a ciertos
ardides y hasta coacciones morales para obligar al
adversario al reconocimiento total o parcial de la obligación
que se persiguen judicialmente. El uso de esta especie de
extorsiones no tiene peligro alguno en las causas civiles; lo
que no ocurre, por cierto, en las criminales.
Por otra parte, el juez de lo civil no tiene por qué averiguar
si la confesión prestada es o no sincera. En efecto, como en
esta clase de juicios no está, por lo general, comprendido el
interés público, sino meramente el privado, es
perfectamente admisible el principio del desistimiento, en
cuya virtud una parte puede legítimamente hacer renuncia
de derechos que le pertenecen, y que, sin embargo, no
quiere discutir. Muy distinto, sin duda, es el caso de un
asunto criminal, puesto que la sociedad no le es indiferente
el que castigue a un inocente, aun queriéndolo él mismo,
mientras el verdadero culpable escapa a la represión. Tales
son los principios orientadores que permiten comprender
las modalidades especiales observables en la legislación de
la confesión, como medio de prueba, según se trate de su
empleo en causas civiles o en causas criminalesl14o

A su turno, planteando su ya conocida propuesta similar a


la Fairén Guillén, el profesor colombiano Devis Echandía115,
expresa que "cualquiera que sea la jurisdicción en que
ocurra y el sistema legislativo que regule el procedimiento,
la naturaleza jurídica de la confesión es la misma e iguales
en general son los requisitos para su existencia y su
validez". Existen, sin embargo, expresará más adelante,
algunas diferencias en materia de confesión, en los dos
procesos116:

1. En cuanto a la capacidad para disponer del derecho O


contraer la obligación que surge del hecho confesado, que
se requiere en materias civiles y está fuera de lugar en el
proceso penal, por lo cual existe una importante diferencia
en la capacidad jurídica del confesante: mientras que en lo
civil el incapaz relativo sólo puede confesar válidamente en
casos especiales, en el proceso penal, por regla general, la
confesión del incapaz relativo por edad tiene el mismo valor
que la del capaz y las otras incapacidades relativas (del
quebrado o concursador, de~ interdicto por dilapidación) no
tienen eficacia alguna.
2. En materia civil, los represmtantes legales o
contract/lales y los apoderados pueden confesar por sus
representados o mandantes, con ciertas limitaciones,
mientras que en materias penales la confesión debe ser
siempre personal y aquéllos únicamente pueden declarar
como testigos, con la limitación que consagra la ley a favor
de los parientes dentro de cierto grado de consanguinidad o
afinidad.
3. Algunos de los requisitos para la eficacia probatoria de
la confesión en materias civiles, no tienen aplicación en lo
penal, como la disponibilidad objetiva del derecho O de la
obligación que se deduce del hecho confesado, la
legitimación del representante o apoderado que confiesa
por su representado o mandante, la alegación del hecho por
la parte favorecida por la confesión si es principal, la
preclusión de su oportunidad o a lo menos un menor rigor
de ésta en el proceso penal.
4. La confesión extra.;ifdicial que en la vía civil tiene un
importante valor y puede llegar a ser plena prueba, en lo
penal apenas puede tener el mérito de indicio.
5. En lo civil, la confesión puede ser incond¡lcentc,
cuando la ley exige una prueba distinta para el hecho
confesado, y en lo penal, en cambio, es conducente para
toda clase de actos que por sí mismos sean ilícitos (si lo
confesado es un hecho de naturaleza civil o comercial, cuya
prueba es solemne de acuerdo con la ley que lo regula, la
confesión hecha en un proceso penal no sirve para
demostrado, aun cuando pueda configurar un delito, como
un segundo matrimonio, un embargo o una hipoteca; la
absoluta conducencia del medio se refiere únicamente a los
hechos ilícitos por naturaleza).
6. En lo penal, a pesar de que una confesión reúna todos
los requisitos para su existencia, validez y eficacia
probatoria, 110 sirvt por sí sola para cOl1dmar al
cOl1fesal1lt, sin que se requiera prueba en contrario, pues
para ello hace falta que además esté probado el cuerpo del
delito; en lo civil en cambio, una confesión de esas
condiciones conduce a un fallo desfavorable al confesante,
cualquiera que sea el sistema legal de valoración, libre o
tasado el principio se aplica a determinar su eficacia
probatoria pero una vez que el juez la admite, no puede
desconocer el hecho confesado a menos que aparezca
prueba en contrario. Como dice Dellepiane, en lo penal sólo
es convincente cuando inquiridas todas las suposiciones no
queda ninguna duda razonable sobre su verdadll7 o
7. En el proceso penal el confesante tiene libertad para
retraerse y el juez aprecia entonces el valor de la confesión
anterior de acuerdo con los demás elementos de prueba en
contrario, sin que haga falta alegar, y menos demostrar, el
error subjetivo; en lo civil, algunas legislaciones exigen la
eficacia del retracto o revocación, no sólo la prueba del
hecho contrario, sino la del error del confesante (sin
embargo, la doctrina contemporánea se inclina a aceptar
como suficiente la prueba de la falsedad objetiva del hecho
confesado, en materias civiles, porque repugna al criterio
jurídico que se tenga por cierto lo que está probado que no
lo es).

8. En el proceso civil, el interrogatorio de las partes es


fundamentalmente una fuente de prueba, (algunos lo
califican de medio de prueba, pero en realidad, la prueba
está constituida por la confesión, cuando aparece en las
respuestas); en lo penal, en cambio, se considera el
interrogatorio del sindicado principalmente como un medio
de defensa de éste, además que de fuente de prueba.
9. Desde un punto de vista puramente legislativo (por
que en la doctrina no tiene razón de existir tal diferencia),
en el proceso penal el juezpl/ede provocar la confesión
oficiosamente, por medio de interrogatorio del mismo, y
tiene libertad para valorar su mérito de interrogatorio del
mismo, para valorar su mérito probatorio, en tanto que en
algunos Códigos de Procedimiento Civil anticuados, se les
niegan esas dos libertades fundamentales, pero en los
modernos procesos civiles estas diferencias han sido
eliminadas.

10. En algunos países, expresa Cardoso Isaza, la


apreciación de la confesión judicial está regulada en lo civil
por la tanJa legal; en lo penal, en cambio, no se concibe
este sistema, porque el juez debe gozar siempre de libertad
para apreciarla118o En nuestro país ambos son de libre
apreciación o de sana crítica.

Por otro lado, y más garantista, Mittermaier expresa que:


"las diferencias sustanciales entre ellas se resumen con
respecto principalmente a los siguientes puntos:

1. El circulo de las pruebas está más restringido en lo


penal, y así no podría admitirse en él el juramento que
descansa en el principio del desistimiento. El mismo motivo
explica los escrúpulos de tantos legisladores enemigos
declarados de la condena basada en solo indicios, por la
creencia de que no podrían por sí solos ser el fundamento
de la certeza.

2. Los mismos medios de pruebas admitidos en el


proceso civil y en el criminal, en el caso de la cotlftsiótl,
llevan en sí en ambos un principio del todo diferente. Allí la
c01ifesiótl judicial de la parte hace fe, porque en definitiva
tenía el poder de renunciar a su derecho; aquí no sucede 10
mismo, y la confesión del acusado, su comparecencia
voluntaria, el hecho, en fin, de denunciarse él mismo no
podría satisfacer plenamente. Es preciso en todos los casos
que del examen de los motivos que le han impelido a este
modo de obrar, de su conducta anterior, de la relación
existente entre los hechos circunstanciados comprendidos
en la confesión y en las demás pruebas descubiertas en los
autos, de la verosimilitud de la confesión y de la
probabilidad, en fin, del crimen cometido por el acusado,
resulte una certeza completa para el Juez; entonces, y sólo
entonces, es cuando la confesión puede motivar la
condena.
3. El duistimimto del acusado tampoco tiene influencia,
en materia criminal, sobre los procedimientos y la
administración de la prueba. En lo civil, una parte puede
eximir a un testigo de prestar juramento; un testigo
sospechoso puede no ser tachab1e por el solo hecho de
que la parte contra quien declaró nada haya objetado a su
veracidad; pero en materia penal, en que predominan los
más altos intereses de la justicia, la voluntad del acusado
no puede tener influencia, mucho menos cuando, sin
presentarse excepción contra un acto de procedimiento
contrario a la ley, haya declarado, por ejemplo, que tiene
por válidos los dichos de un testigo no juramentado, o por
ilegal una visita local del Juez.

Por último, en lo civil hay ciertas prescripciones de la ley


que derivan del principio del desútifJ1iento, las cuales no
podrían tener aplicación en el procedimiento criminal. En
este no hay términos perentorios fijados para tales y cuales
actos, porque la manifestación de la verdad, objeto final del
proceso, no puede ligarse a determinado espacio de
tiempo, al señalarse al acusador o a su defensor el término
dentro del cual debe articular la prueba de descargo. Por la
misma razón, también la cosa juzgada no puede entenderse
en lo penal en el sentido que se le da en lo civil. En fin,
mientras en éste el defecto de prueba lleva en sí la
condenación, no sucede así en materia penal. El condenado
en rebeldía, o el que rehúsa responder, no puede ser
obligado a contestar dentro de un término dado, so pena de
ser tenido por confeso, puesto que es cosa reconocida que
la misma confesión explícita no puede hacer plena prueba
por sí sola, y que no es bastante a los ojos del Juez sino
cuando está revestida de ciertas cualidades que se
requieren y cuando se halla en perfecta armonía con las
circunstancias que constan, por otra parte, justificadas"119.

5. DIFERENCIA ENTRE CONFESIÓN E INTERROGATORIO DEL


INCULPADO

A los fines del presente estudio, es preciso distinguir entre


confesión e interrogatorio, que son cosas distintas, aunque
la primera pueda obtenerse a través del segundo.

Sabido es que en el proceso inquisitorio de tipo histórico el


interrogatorio estaba fundamentalmente destinado a
obtener una confesión, que, documentada por un notario
especial, se incorporaba en un registro, y aunque la
doctrina de la época solía
establecer que no se trataba de obtener una prueba, sino
que tendía a descubrir la verdad, por medio de este juego
de palabras se privaba al interrogatorio del carácter de ser
un medio de información y de defensa para el inculpado,
que es el que modernamente se ha proclamado. Para el
Juez parece que es un medio que puede contribuir al
descubrimiento de la verdad, ya que en todo caso puede
significar en sus resultados, un término de comparación con
otras declaraciones y con el material probatorio recogido o
que pueda posteriormente reunirse.

Desde un punto de vista formal, el interrogatorio puede ser


considerado como un acto procesal, oral, consistente en el
examen del inculpado en relación a su identificación, para
hacerle conocer los cargos y oír las eventuales
contestaciones que tenga a bien hacer en relación a la
inculpaciónl20o

El hecho de que el interrogatorio no sólo se realice ante la


autoridad judicial, sino también ante otras autoridades,
Policía Judicial y Ministerio Público, en algunos países, pone
a debate el problema de cuál sea el valor de estos
interrogatorios no procesales y en qué forma han de ser
practicados. Las actuaciones de la Policía Judicial, sin
intervenciones del Juez, se distinguen de las realizadas ante
el Magistrado porque las primeras sólo tienen carácter de
mera información; se trata de actos extraprocesales, sin
valor jurídico definitivo en lo que respecta a su ulterior valor
probatorio. Las aseveraciones de la Policía de haber
ocurrido determinados hechos en su presencia no prejuzgan
la valoración libre por parte del órgano jurisdiccional, y en
todo caso deben ser ratificados o confirmados por el juez en
cuanto sea posible. Este carácter meramente informativo
del atestado, y la exigencia de que la Policía Judicial debe
atenerse estrictamente, en cuanto al modo de interrogar, a
las prevenciones de orden procesal, con exclusión de
cualquier clase de coacción, física o moral, debiera ser
proclamado de un modo reiterado, para evitar equívocos,
que hagan comprender lo inútil de pretender una confesión,
que en todo caso no tendría el carácter de prueba, salvo
que sea reiterada y ratificada ante el juez instructor, sin
que, por otra parte, se trate en su valoración más que de un
mero indicio. De este modo se evitaría, quizá, que muchas
veces se abandonen pistas y orientaciones investigadoras
que contribuirían a la averiguación de la verdad, y que
quedan cortadas ante confesiones más o menos
espontáneas, y que al ser después sistemáticamente
negadas ante el juez de instrucción determinan una
desorientación inicial en la instrucción sumarial, difícilmente
reparable después, conforme al aforismo "El tiempo que
pasa es la verdad que huye". Al mismo tiempo se evitaría
que el posible exceso de celo de la Policía Judicial, pueda
llevarla a quebrantar aquellas normas que regulan el
interrogatorio, y que no serían jamás olvidadas si se
conociera exactamente el valor meramente informativo,
incluso de la eventual confesión ante la Policía.

El interrogatorio ante el Juez instructor (hoy Juez Penal) ha


de ser recibido por éste, y mantiene aquellas características
que hemos señalado de ser medio de defensa y no de
pruebal21, aun cuando pueda llegar a ser fuente de prueba
que contribuya al convencimiento del Juez. No deben
considerarse como un hecho excepcional, por ser normal
que todo inculpado se defienda y no se acuse122.

Se prohíbe el juramento del procesado, que tiene la facultad


de no responder sin ser sometido a ninguna coacción, y sin
que sea lícito deducir del silencio ningún elemento positivo
de prueba. Que no se castigue el silencio no quiere
expresar más que la prohibición de emplear medios
coercitivos para obligar a una puesta y no se trata de
proclamar la existencia de un derecho subjetivo o interés
legítimo a no contestar a la autoridad judicial. Desde luego,
todo inculpado puede faltar a la verdad, sin que ello le
irrogue ninguna consecuencia punitiva. En todo caso
quedan prohibidos los medios coactivos de carácter físico,
el uso de estupefacientes y similares (narcoanálisis), los
engaños, las preguntas tendenciosamente sugestivas o
capciosas, las presiones psíquicas de cualquier clase, y no
sólo por respeto a la persona humana, sino en interés de la
verdad y de la justicia, evitando contestaciones viciadas por
la violencia o fraude de quien interroga, con el riesgo de
estructurar todo el proceso sobre una ficción.
Por lo que se refiere al contenido del interrogatorio, y
después de la identificación de la persona que comparece
ante el Juez, debe versar en torno a los hechos que motivan
a la instrucción sumarial, informando al interesado de los
fundamentos de la prueba de cargo; y si se trata de
elementos materiales, deben serle exhibidos para que los
reconozca, pero sin dar a conocer las fuentes de los
elementos de prueba si pueden derivarse perjuicios para la
instrucción. El inculpado, por lo demás, debe ser invitado a
disculparse y a señalar las pruebas de descargo, salvo en el
caso de que permanezca en silencio, negándose a
responder.
Aunque un sector doctrinal, al referirse a los recursos
psicológicos que el Juez puede arbitrar, admite el empleo
de determinados expedientes, como el aprovecharse de la
impresión que la perpetración del delito ha dejado en el
ánimo del interrogado, o de valores de asociaciones de
ideas o de palabras, debe tenerse en cuenta que las
declaraciones así obtenidas ni son voluntarias ni
espontáneas, y sus resultados nada tienen que ver con la
confesión, que debe estar orientada por el animus
conjetendi. En todo caso el Juez ha de tener en cuenta que
las conclusiones de tales recursos psicológicos han de ser
sometidas a una crítica rigurosa, por ser fácil de error,
considerándolas no como prueba, sino como elementos
aptos para orientar la investigación, y teniendo en cuenta
que personas honorables, por ejemplo, fácilmente
impresionables, pueden presentar fenómenos psíquicos
parecidos al del verdadero culpable, como temblores,
enrojecimiento del rostro, alteraciones del pulso y
respiración, etc. En este aspecto el interés de la justicia
exige proclamar la necesidad de una extraordinaria cautela
al obtener las conclusiones.

CAPÍTULO III

LA CONFESIÓN Y SUS LÍMITES

1. REQUISITOS DE LA CONFESIÓN

Ante todo, es preciso advertir que los requisitos de la


confesión pueden clasificarse en tres categorías, a saber: a)
requisitos para su existencia; b) requisitos para su validez; y
e) requisitos para su eficacia probatoria. Una cosa es saber
cuándo existe confesión, otra cuándo tiene valor y otra su
eficacia probatoria y el grado de ésta. Es frecuente la
confusión de unos y otros, en perjuicio de una debida
comprensión de la naturaleza de este instituto.

2. REQUISITOS PARA LA EXISTENCIA DE LA CONFESIÓN


De la distinción entre actos jurídicos inexistentes y actos
jurídicos nulos surge la necesidad de señalar los requisitos
atinentes a la existencia y los referentes a la validez de la
confesión. Examinaremos a continuación los requisitos para
la existencia de la confesión en general, es decir, judicial y
extrajudicial.

a. La confesión es la declaración de parte

Existen autores que tratan de considerar la declaración,


siempre como testimonio, empero consideramos nosotros
que no toda declaración es testimonio, tratando así de
diferenciar de primera intención la confesión con el
testimonio, sin embargo, de la/u Se1lSll, se puede hablar de
confesión como testimonio.
Consideramos el mismo, puesto que se suele denominar
testimonio a la declaración de terceros, y calificar de
confesión la declaración de las partes; pero ninguna de las
dos expresiones es cierta porque la parte que declara rinde
en verdad un testimonio y no todas las veces hace
confesión.

Uno de los actos procesales que emanan de las partes es su


propia declaración. Éste es el género y la confesión una de
las especies; es decir, toda confesión es una declaración de
parte, pero éste puede contener o no confesión 123. Toda
confesión es una declaración de parte, pero ésta no es
siempre una confesión.
Así la declaración debe provenir de quienes están
reconocidos como partes en el proceso en que se aduce
124o

b. Debe ser declaración personal

En el derecho penal, la confesión debe ser personal del


imputado o sindicado y jamás por conducto de apoderado o
representante. La existencia de autorización legal o
convencional para hacerla a ombre de otro, se aplican a lo
civil, laboral y contencioso administrativo
específicamentel25o

c. Debe tener por objeto hechos

Este requisito es consecuencia natural del carácter de


medio de prueba que tiene la confesión 126. Estos hechos
son in genere objeto idóneo de prueba127o Por esta razón,
el carácter propio de la confesión da lugar a algunas
aclaraciones sobre el carácter de los hechos que son su
objeto. Ricci128 sostiene que los hechos permanentes no
son objeto propio para la confesión, porque se puede
conocer y apreciar su existencia mediante el propio
reconocimiento judicial o pericialmente. Esta opinión es
inexacta. Verdad es que si con un interrogatorio se quiere
probar un hecho permanentemente, el juez podrá negarle
potencialidad específica y ordenar el reconocimiento o la
prueba pericial; pero podrá también admitir interrogatorio.
Así, pues, la confesión de un hecho penalmente parece
perfectamente posible129 o

Por otro lado también consideramos que la confesión puede


versar sobre una relación jurídica 130, como un
arrendamiento, un mutuo, una compraventa celebrada por
el confesante, materia del cual se está discutiendo en el
proceso y base de la cual se cometió el ilícito, pero
entonces en realidad existe una confesión abreviada de
hechos que se suponen implícitos en la denominación
jurídica empleada por el confesante. Es decir, con la
denominación jurídica se están relatando los hechos que la
configuran, como se explicó al tratar el objeto de la prueba
en general. El reconocimiento de argumentos jurídicos
favorables a la parte contraria o desfavorable a quien lo
hace, no es confesiónl31o

d. Los hechos sobre los que versa deben ser favorables a la


parte contraria o perjudiciales al confesante

Sólo existe confesión cuando el hecho reconocido es


desfavorable al declarante, o desfavorable a la parte
contraria, porque si fuese contraria a un tercero o a una de
las partes en la causa, que no sea aquella a cuyo favor se
emite, no se trataría, como es evidente, de una confesión
132. Debe tenerse en cuenta que existen algunos procesos
en los que el hecho invocado por el denunciante como
fundamento de su pretensión, puede ser favorable al
resultado jurídico que el denunciado también desea se
obtenga con el proceso, y sin embargo, existe confesión del
segundo, cuando espontáneamente o por el interrogatorio
declara ser cierto ese hecho (cuando el denunciado
también desea la consecuencia. de lo denunciado).

Como se ve, no es indispensable que el hecho confesado


sea realmente perjudicial al confesante, caso en el cual
existe sin duda confesión y por eso los autores suelen
hablar de él133o Es suficiente que resulte favorable a la
contraparte, aun cuando también favorezca el confesante.
En materia penal bastará, con precisión anota Devis
Echandía, que sea desfavorable o perjudicial al imputado o
sindicado en la etapa del sumario, al procesado durante el
proceso o juicio, y a la parte civil cuando ésta confiese134o

Consideramos sin embargo que si bien es cierto debe ser


desfavorable para el confesante, esto no obsta que sea
beneficiosa o favorable a la otra parte en lo penal. Lo que
dejamos anotado es que el debate doctrinal es nulo al
respecto.

e. Debe versar sobre hechos personales del confesante o


sobre su conocimiento de hechos ajenos
Algunos autores limitan la confesión a los hechos
personales. Otros la extienden a los hechos conocidos por el
confesante, sean de terceros o simplemente naturales;
igual desacuerdo existe en las legislaciones. En realidad, en
el segundo caso lo confesado es el conocimiento personal
que se tiene del hecho ajeno o simplemente natural cuando
no es obra del hombre, pero la aceptación que de éste hace
la parte tiene el valor de confesión, siempre que sea
desfavorable a dicha parte o favorable a la contraria.
Creemos que se deben aceptar ambos casos.

f. La declaración debe tener SIempre una significación


probatoria
Es decir, si la declaración no tiene contenido probatorio
alguno, no puede ser confesión, por que no podrá favorecer
a la contraparte o perjudicar a su autor135 o No implica que
necesariamente pruebe el hecho, sino que desempeñe
alguna función probatoria en el caso de ser aducida como
prueba. Es requisito obvio.

g. Debe ser consciente (el problema de la voluntariedad


de la confesión y del llamado animus confitendi y sus
diversos significados)

El ani1Jms conjitendi pertenece a la potencia interior del


sujeto confesante, mientras que la declaración es la
manifestación externa de la confesión. El ani1JlI/S
cOfifitendi supone una disposición interior del confesante
para rendir la confesión. Ciertamente, por corresponder al
fuero interno de la persona, puede resultar difícil descubrir
directamente cuándo existe esta disposición. La mera
declaración formal en el acto de prueba conlleva la
presunción de la existencia de esta disposición. Y sólo
puede combatir esta presunción con la correspondiente
prueba de que, al rendir la confesión, se incurrió en error de
hecho sin que sea suficiente para negar esa disposición la
mera apreciación del tribunal sentenciador. Practicada la
prueba del error en la confesión quedará ésta sin
efecto136o

Sin embargo, la problemática más sustanciosa en torno al


tema del animus confitendi no proviene de la consideración
de cuándo existe esa disposición o intención de confesar,
sino de la afirmación de lo que sea el concepto, contenido y
definición del animus confitendi.
Por otro lado, si se entiende este requisito en un sentido
amplio, esto es que el acto no sea el producto involuntario
de un estado de inconsciencia debido a enfermedad o
producido artificialmente (por hipnosis o drogas u otros
procedimientos similares), resulta, sin duda indispensable
para que haya confesión, porque jurídicamente sin él no
puede existir declaración (toda declaración debe ser
consciente, sea que provenga de parte o de terceros) y la
doctrina, la jurisprudencia y legislaciones son unánimes en
cuanto a la necesidad de exigirlo137o
Pero cuando se dice que la confesión tiene que ser un acto
de voluntad, comienzan las dificultades y surgen los
desacuerdos, especialmente si se habla de animus
confitendi. Expondremos a continuación algunas opiniones
para luego expresar la nuestra.

g.l. La que exige el animus confitendi, entendido como la


intención de renunciar al derecho material que se genera
del hecho sobre el que versa

La sostienen incardinados los autores iberoamericanos


Amaral Santos, Moacyr y Becerra.
Rechazamos esta tesis, en primer lugar, porque quien
declara no tener un derecho, a nada está renunciando,
además, la intención de renunciar al derecho es un factor
subjetivo imposible de comprobar cuando aquélla no
aparece expresamente declarada 138 o
T al intención puede presentarse en los casos de falsa
confesión, pero sólo excepcionalmente en las confesiones
serias y veraces.

g.2. La que exige animus confitendi, entendido como la


intención de renunciar al derecho procesal de probar en
contra del hecho confesado
Entre los defensores de esta tesis podemos mencionar
Pescatore y Planck139o Con esta tesis se evita el grave
inconveniente de suponer una necesaria renuncia al
derecho material, que es el error principal de la anterior;
pero al conservar la idea de una renuncia consciente al
derecho de defenderse y de probar, se apoya en una
ficción, por que el confesante generalmente no tiene tal
intención e inclusive es frecuente que después pretenda
desconocer los efectos legales de su acto y discuta el hecho
mismo confesado.
g.3. La que exige el animus confitendi, pero limitado a la
intención de suministrarle o allanarle la prueba del hecho al
adversario
Defienden esta tesis, Lessona140, Ricci141, Wach142 y
Alsina 143. En esta tesis se suprime la idea de renuncia
intencional, tanto del derecho material como del derecho
procesal de defenderse y probar en contrario, lo cual
significa un notable avance en la depuración conceptual del
instituto; pero como sucede en las teorías anteriores, se
basa en una ficción que en la mayoría de los casos no se
presenta y que implica un elemento subjetivo
incomprobable, a menos que aparezca expresamente
declarado, lo cual en la práctica ocurre muy raras veces.

g.4. La que exige un animus confitendi reducido a la


intención de reconocer la verdad del hecho o de darlo por
cierto en un proceso actual o futuro

Defienden esta tesis, entre otros, Eduardo Bonnier1H y


Carnelutti145o Esta tesis significa un paso más hacia la
correcta comprensión del instituto. Sin embargo, la
exigencia por vía general de tal animus conifitendi sigue
siendo un error, porque si bien es cierto que puede
presentarse en muchos casos, en otros, también
numerosos, hay confesión judicial sin que se tenga otra
intención distinta de la de hacer una declaración sobre el
hecho, sin consideración alguna sobre las consecuencias
jurídicas de su acto y sin intención de darlo por cierto para
efectos· procesales; es decir, es necesaria la plena
conciencia de lo que se declara, pero no hace falta pensar
que se está haciendo un reconocimiento del hecho para que
sea considerado verdadero en el proceso en que
ocurre O en un futuro, ni con ningún fin específico. Por estas
razones tampoco es aceptable esta tesis, no obstante ser
indudablemente mejor que las anteriores.

g.5. La que elimina el requicito del animus confitendi como


voluntad de obtener un fin especial y sólo exige la
conciencia o el conocimiento del carácter desfavorable del
hecho confesado
Entre quienes aceptan esta tesis recordaremos a Vicenzo
Panuccio146, von Bulow147, Montesano, Pugliatti, Betti148,
Salvatore Satta149 y Enrico Redenti150o Para estos
autores, el animus conjitendi es un concepto irreal y ficticio,
que no aparece en los textos legales antiguos o modernos y
que por lo tanto, reposa en una falsa idea que le asigna al
confesante una supuesta voluntad, que no es solamente la
de declarar sino la de obtener con su declaración un
resultado, o el de renunciar a un derecho, o el de
suministrar una prueba, o el de comprometerse a no
discutir un hecho, o el de fijarlo y darle certeza para efectos
del proceso. POr eso proponen que se elimine el concepto.
La jurisprudencia ita~ liana exigió durante algún tiempo el
oni1Jlus conjitendi calificándolo de diversas maneras; pero a
partir de 1956 se decidió por exigir solamente la conciencia
del carácter favorable para la parte contraria, con o sin la
voluntad de· reconocer la verdad del hecho e independiente
del conocimiento de las consecuencias jurídicas de la
declaración. Esta tesis representa un imporrantÍsimo
avance en relación con las anteriores, y únicamente le
hacemos la observación de que ese conocimiento o esa
conciencia de lo desfavorable del hecho o lo favorable al
adversario, es una cuestión puramente sicológica, que
pertenece al fuero interno del confesante y que no es
susceptible de comprobación, excepto cuando se declare
expresamente, lo que ocurre muy raras veces; por lo que
hay que presumirlo. Por otra parte, esta conciencia de lo
desfavorable del acto no existe en la práctica en la mayoría
de las confesiones judiciales y extrajudiciales, y nunca en
las confesiones fictas por incomparecencia, ni en las tácitas
por la no impugnación o negación por el denunciado del
hecho alegado en la denuncia, cuando la ley le da ese
efecto a su silencio.

g.6. La que prescinde igualmente del animus confitendi y


exige solamente la 'Voluntariedad genérica de todo acto
jurídico, sin intención espedfica alguna
Esta tesis es acogida por muchos autores contemporáneos
y por algunos de épocas menos recientes, como Jaime
Guaspl51, Franc;:ois Gorphel52, Garraudl53,
Scardaccionel54, Chiovenda 155, Furno156, Cappelletti157)
Andrioli158) Natoli y Ferrucci159. Comparte con la anterior
el mérito de prescindir por inútil y ficticia de la idea de un
al1iJJl1/s especial y para fines específicos, que exigen en
cambio las cuatro primeras expuestas en este número, y
además evita el defecto de exigir esa conciencia de lo
desfavorable del acto. Panuccio y Scardaccione, como ya lo
exprese en su respectiva nota, citan una docena de
sentencias de casación italiana de los últimos años, en las
cuales se acepta que puede existir confesión "con o sin la
voluntad de reconocer la verdad de tal hecho,
independientemente del conocimiento de las consecuencias
jurídicas que puedan derivarse".

En realidad en nuestro concepto es importante observar


que en los códigos procesales modernos no se habla de
animus confitendi. Su exigencia por muchos autores fue un
error de interpretación de textos romanos que lo exigían
sólo para la confesión in iure o fuera de proceso, con el
ánimo de evitar y de concluir el litigio.

En lo anterior se ha estudiado el anillJus confitendi tomando


como base su nacimiento y desarrollo a lo largo de la
historia de la confesión. Fija su principio en aquella cOfifmio
in iure del derecho romano. Y posteriormente seguimos su
trayectoria hasta verlo ínsito en la confesión judicial del
derecho moderno. Si la conjessio in iure en el proceso de la
legis flCti011eS y en el formulario fue una institución
distinta a la actual confesión tal como se ha expuesto en
otra parte de esta tesis, no es de extrañar que el flntlll1lS,
intención de confesar en el seno de aquella cOl1jessio
también fuera distinto, en su contenido y alcance, el
antlll1fS que se halla en la confesión-prueba. No ha de
sorprender que la intención en aquella conjessio in iure
connotara matices reconocibles en la imención que
muestran las partes en cualquier negocio jurídico.
Sólo por un error padecido por los prácticos del siglo VI y
siguientes se originó la confusión de aplicar el concepto
romano del afliflJUS cOfljitmdi a la confesión que era prueba
en el derecho común. y aun en épocas bien recientes ha
ocasionado perplejidad a algún sector doctrinal que el
anillJus cOflfitmdi siguiera exigiéndose en la confesión. Por
eso al detectar la presencia de tal elemento,
precipitadamente se ha concluido que la confesión era un
negocio jurídico.
Pero es necesario advertir que el anifll1lS cOflfitendi de la
confesión judicial moderna no tiene otros límites que
aquellos señalados ya por Guasp, porque no otra cosa
supuso tal intención en la conjessio in iudicio romana, más
próxima a nuestra prueba.

N o vacilamos en acoger la última tesis expuesta, por ser la


única que comprende la totalidad de los casos prácticos con
sus diversas modalidades y al mismo tiempo se ajusta a la
noción teórica de confesión. El artículo 160, inciso 2, del
nuevo Código Procesal Penal del 2004, la consagró al exigir
que la confesión: "Sea prestada libremente y en estado
normal de las facultades psíquicas", texto aplicable a lo
civil, laboral y contencioso-administrativo.

Es decir, para que se cumpla el requisito que estamos


examinando y exista confesión, basta que sea un acto
consciente, por encontrarse el declarante en condiciones de
saber lo que hace y no en situación de inconsciencia
producida por causas naturales o artificiales, transitorias o
permanentes, tal como se exige para todo acto jurídico
procesal o extraprocesal. No importa que no se conozcan
los efectos procesales y extraprocesales de la declaración,
ni el carácter desfavorable del hecho declarado o de sus
efectos, y menos aún que se deseen esos efectos o que se
tenga la intención de producirlos, lo cual en muchas
ocasiones no ocurre, no obstante existir confesión, y en
otras es imposible conocerlo.

Así, el animus confitendi, al cabo no es otra cosa que lo que


la raíz latina pone de relieve: intención de confesar, es decir
intención de ejecutar ese acto y no otro cualquiera. Con
esto sólo se exige la deliberalidad: las afirmaciones que
fugazmente pueden escaparse a una de las partes en el
curso del juicio o en cualquiera otra circunstancia -como la
inducción que se quiere obtener de la conducta, de una de
las partes, de sus dudas, del silencio o de sus
contradicciones- no merecen propiamente el nombre de
verdadera confesión. Se expresa que en el animus
confitendi se presume siempre en la confesión judicial.

Al margen de estas teorías sobre el momento en que existe


ani!JJlIs, éste es siempre el requisito subjetivo interno que
califica a la confesión como tal acto de la parte y no como
otro, aun dentro del genero prueba testimonial. Por lo tanto
en él es irrelevante la observancia de la naturaleza negocial
o meramente probatoria. Esta temática ya expuesta en otro
apartado podrá ser resuelta de una u otra manera, pero en
cualquier resultado puede considerarse el animus confitendi
como intencionalidad de confesar.

Y así se habrá de admitir incluso en la ficta confessio por


negativa o por evasivas o imprecisiones en la que el
mecanismo de la valoración probatoria de la confesión
funciona legalmente.

h. Debe ser expresa y terminante (¿existe confesión en


los interrogatorios?)

Significa este requisito que no hay confesiones implícitas,


esto es, que sólo resulten por razonamientos inductivos de
la interpretación de las declaraciones escritas u orales de la
parte. Es indispensable que no haya dudas acerca de la
declaración misma y de su contenido, razón por la cual
debe ser expresa y cierta o terminante; no vaga, ni
genérica, ni implícital60o En su momento expresaba
Mittermaier que: "Las consecuencias de la confesión son
tan graves, que importa que sea articulada con extremada
precisión; sólo ésta puede dar los medios de hacer verídico
su contenido con el auxilio de las demás pruebas; y viene
además a atestiguar que el inculpado que conoce la
extensión de los riesgos a que se expone, quiere, no
obstante, obrar y hablar seriamente. No sería bastante
venir simplemente diciendo: Yo he cometido tal crimen, yo
he dado 1lJuerte a tal sldeto; a más del hecho principal,
deben también ser llanamente declarados los accesorios. Lo
mismo puede decirse de toda confesión no explícita, en que
el acusado se limitase a declarar: Creo haber hecho esto;
puede ser esto; desde el momento en que la justicia tenga
conocimiento de ello, me conformaré. En una palabra,
desde que para hallar el sentido exacto de las respuestas
del inculpado, se vea el Juez obligado a recurrir a la
interpretación oficial, gramatical o lógica, no puede haber
confesión que haga plena fe"161.

Se relaciona con este requisito la interesante cuestión de


saber si existe confesión en los interrogatorios a testigos o
a las partesl62. Creemos que quien se limita a formular
unas preguntas o un interrogatorio, no confiesa por ello el
hecho interrogado, porque no formula una declaración de
ciencia o conocimiento, sino que inquiere acerca del
conocimiento que el interrogado tenga sobre tal hecho, que
bien puede ser desconocido para el primero (no siempre se
pregunta sobre lo que se conoce, sino frecuentemente
sobre lo que no se conoce). Sin embargo, puede ocurrir en
la práctica que quien interroga formule simultáneamente
declaraciones afirmativas o negativas de hechos personales
o de los cuales tiene conocimiento y que no se limite a
inquirir del interrogado su conocimiento de taleshechosj en
este caso nada impide reconocerle a esas declaraciones el
carácter de confesión, si reúnen los otros requisitos. En los
demás casos no habrá confesión, salvo norma legal 163.

1. La capacidad jurídica relativa del confesante


El tema de la capacidad para confesar hay que estudiarlo
en la misma sede que se analiza el tema de la capacidad
para comparecer en juicio164o Y para ello se debe tener
capacidad legal para hacerla. Y si se buscan las razones de
esta exigencia, estimo que no se han de rastrear por
aquellos caminos marcados por quienes ven en la confesión
un negocio jurídico para el que lógicamente no se podía
exigir menos que la capacidad de disposición, ni tampoco
por aquellos otros que ven en la confesión una renuncia
abdicativa que impone la virtualidad de una suficiente
capacidad negocia!' La única razón hay que encontrarla en
que la confesión es un acto procesal de parte y que ésta
para hallarse en el proceso realizando válidamente actos,
debe tener una determinada capacidad.
Un primer nivel de referencia es la denominada capacidad
para ser par/e. Se señala al respecto que la persona o
personas que ocupan el lado pasivo de la relación jurídico
procesal penal, son, precisamente, los que aparecen como
sujetos activos del delito imputado165o En tal sentido, y
según el Código Penal, esta capacidad sólo puede atribuirse
a las personas físicas vivas, no así a las cosas y animales, a
los fallecidos y a las personas jurídicas (en este caso la
imputación se formula a las personas físicas que integran
sus órganos de representación).

Un segundo nivel es la llamada capacidad procesal, esto es,


la aptitud para realizar válidamente actos procesales. Se
expresa que tienen capacidad los que pueden participar
conscientemente en el proceso, todos los que tienen de
hecho posibilidad de ejercitar los derechos procesales que
la ley reconoce al imputado166. Este concepto, como se ve,
está desvinculado de la imputabilidad penal y de las causas
de incapacidad de obrar civil (quien es menor de edad
podrá alegar esa calidad y reclamar los efectos legales que
corresponden, esto es, el corte de secuela del proceso, arts.
18° del Código de 1940 y 74° del Código del 2004). Este
hecho nos revela que podría existir la confesión por ser
consciente el menor, mas no podrá ser válida para el
proceso. Así, creemos que la capacidad, al menos relativa,
es un requisito para la existencia de la confesión, porque su
falta implica un estado de inconsciencia; mientras que la
capacidad plena lo es generalmente tan sólo para su
validez, porque su falta no impide que el acto sea
consciente, aunque lo vicia de nulidadl67.

J. Que la declaración no sea resultado de métodos


violentos o artificiales que destruyan la voluntariedad del
acto
Este requisito es también consecuencia lógica del carácter
consciente que debe tener toda confesión, judicial o
extrajudicial, es decir, de la llamada voluntariedad de la
confesión. Todos los autores aceptan que la coacción o
violencia vicia de nulidad la confesión; pero nosotros
creemos que si causan una situación de inconsciencia, de
manera que el sujeto no pueda conocer lo que dice o hace,
no existe jurídicamente confesión 168.

k. Debe ser sena

Esto significa que no hay confesión en las declaraciones


formuladas en broma, o para dar una excusa o disculpa
simulada a la negativa de prestar un servicio, pues en estos
casos carece de significación probatoria. Este requisito es
importante para la confesión extrajudicial, ya que la judicial
necesariamente es seria (aun cuando puede ser falsa o
simulada) 169.

Probada la declaración extrajudicial corresponde a quien la


hizo desvirtuarla con la prueba de que fue obra de una
broma o una disculpa social, para que el juez le niegue el
carácter de confesión, porque debe presumirse seria,
especialmente si consta en documentos públicos o privados
(por ejemplo: que se dijo deberle dinero a una persona,
para excusarse de prestárselo a otra). No se trata, en estos
casos, de disminuir su eficacia probatoria o de negarle
validez, sino de excluir la existencia misma de la confesión.

3. REQUISITOS PARA LA VALIDEZ DE LA CONFESIÓN

La falta de requisitos ahora examinados vicia de nulidad la


confesión, pero no es necesario que el juez declare tal
nulidad, pues le basta negarle valor como medio de prueba
en el momento de valorarla, y lo mismo ocurre cuando falte
alguno de los requisitos para su existencia. En estos casos,
si la confesión se efectuó en diligencia de interrogatorio por
el juez u otra parte, debe ordenarse repetirla oficiosamente
o a solicitud de parte, sin que importe que el término para
pedir pruebas haya vencido, si todavía es posible su
práctica.

También se podrá pedir la repetición de la prueba en la


segunda instancia, porque equivale a haberse dejado de
practicar válidamente, sin culpa del interesado, siempre
que éste no sea autor del vicio que la haya invalidado.

La confesión, según Nicola Framarino Dei Malatesta, es una


prueba muy genenal !70 , por ende, el legislador ha querido
rodearlo de singulares requisitos para poder darle
credibilidad a la espontaneidad o sinceridad de lo confesado
por el inculpado!71.
El valor probatorio de la confesión, como bien manifiesta
Luigi Ferrajoli, "la confesión que en el sistema inquisitivo es
arrancada por cualquier medio pero vinculada legalmente al
juicio, en el sistema acusatorio y garantista está sujeta a
una larga serie de reglas de formación, como la
espontaneidad, la no incidentalidad, la univocidad, etc., y,
sin embargo, carece de todo valor decisorio, más
exactamente, no puede tener ningún valor probatorio sino
va acompañada de otro elemento de juicio"!72.

En el código de 1940, atento a una concepción muy amplia


del criterio de conciencia, no incorpora una regulación
específica de su valor probatorio, aunque del conjunto de
sus disposiciones es posible extraer algunos requisitos para
considerar a la confesión como tal (ver su Art. 136). Es por
ello, que el probatorio de la confesión ha sido regulada en el
Art. 1600, inciso 2, del CPP del 2004, el cual manifiesta, que
la confesión tendrá valor probatorio cuando:

a. Esté debidamente corroborado por otros medios


probatorios

Situándonos en el terreno de la lógica, debemos admitir,


que pocas pruebas tienen tanta fuerza de convicción como
la confesión del imputado o acusado. Al mismo tiempo el
sistema procesal mira con cierta desconfianza la confesión
espontánea que no sea contrastada en la realidad con una
serie de pruebas o datos objetivos173o Es por ello,
manifiesta José Asencio Mellado, que se impone para
apreciación de la confesión su confirmación por otros
extremos, este precepto tiene una doble pretensión: por un
lado, impedir que el Juez centre toda su actividad en la
obtención de la confesión obviando la búsqueda de otros
medios de prueba; por otro lado, obligar a que se practique,
tras la confesión, el resto de pruebas allegadas174o En ese
sentido entiende Leo Rosenberg a la confesión, y la
presenta como secundaria y que sólo sirve para "esclarecer
las circunstancias de hecho"; es decir para la afirmación de
hechos y con los fines de eliminar lagunas, obscuridades y
contradicciones en la alegación de la partel75o
El artículo 217 del Proyecto del CPP 1996 (Art. 128 CPP
1991), mencionaba que la confesión no releva al Fiscal a
practicar las diligencias que fueran necesarias para precisar
las circunstancias del hecho delictuoso, el número de
personas que intervinieron en su perpetración y los
verdaderos motivos o móviles de su comisión, así como de
cualquier otra averiguación que acredite la veracidad de la
confesión 176.

b. Sea prestada libremente

Suele hablarse de la espontaneidad de la confesión, como


requisito para su validez, en el sentido de que debe estar
libre de coacción física, sicológica o moral que perturbe la
libre voluntad de declarar. Pero esta denominación tiene el
inconveniente de que se presta a confusiones con la
llamada confesión espontánea, por oposición a la
provocada con interrogatorios del juez o de la otra parte.
Preferimos hablar de muencia de coacción.
Puede decirse que existe unanimidad en la doctrina acerca
de este requisito elemental para la validez de la confesión,
aunque no alcance a producir inconsciencia. La confesión
obtenida por medios violentos o mediante graves amenazas
por los modemos medios de coacción sicológicas, con o sin
ayuda de drogas especiales, es una prueba ilícita 177 o

No es posible obligar al imputado a brindar información


sobre lo que conoce; dependemos de su voluntad,
expresada libremente y sin coacción de ninguna naturaleza.
Ello es lo que expresa, muy claramente, la garantÍa que
reza: "Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo"
(NcJllo !CflC!J(r sc ipSlIJIl accJ(sarc)178. De estas
afirmaciones no se debe deducir que el imputado no tenga
facultad de confesar. Sí la tiene, pero esta facultad de
confesar es personalísima, se funda exclusivamente en la
voluntad del imputado-y no puede ser inducida por el
estado en ningún modo.'

El proceso penal acusatorio garantista, no es un proceso


que busque la confesión. No obstante nuestros sistemas
procesales, dice Alberto M. Binder, predominantemente
inquisitivos, sobre todo, en la fase de instrucción, no se
rigen por este principio y siguen buscando la confesión
como uno de los objetos del proceso.

Sin embargo, no puede haber de parte del Estado ningún


tipo de mecanismos, argucia o presión tendiente a provocar
la confesión del imputadol7:

Analizaremos separadamente el caso de la confesión


violentada, el de la confesión comprada y la confesión
fraudulental80
Estas formas ilegítimas de confesión, en puridad,
constituyen condiciones subjetivas de invalidez de la
confesión:

b.l. Confesión violentada: las violencias y amenazas

Con todo, antes que en la ley jurídica la libertad de los


medios de prueba encuentra un límite en la ley moral y en
la conciencia pública, razón por la cual no pueden
aceptarse medios de prueba inmorales u obtenidos con
procederes violentos (amenazas, golpes, etc.).

b.l.l) Los maltratos fisicos y las violaciones

Estos son métodos ilícitos de obtener declaración, así lo


expresa Erich Dohring, que: "La prohibición de los malos
tratos (§ 136a del StPO) es tan amplia que en este punto no
hay dificultades serias de deslinde. Abarca no solamente los
porrazos, los puntapiés contra la tibia y otros golpes
similares, sino también vejámenes tales como tirarle al reo
de los pelos, hambrearlo, hacerle pasar frío, aplicarle gases
lacrimógenos, encandilarlo con focos luminosos y
cualesquiera otros que puedan haber excogitado
funcionarios para 'ablandar' al imputado, fatigarlo y
doblegarlo"181.

De lo anterior colegimos que se entiende por maltrato


también a las vejaciones. Empero existe vejación
específicamente ilícita en el sentido que aquí
contemplaremos cuando, con el fin de arrancarle al
imputado una determinada declaración, se lo somete a
serias inclemencias que le provocan extremo sufrimiento.
Debe tratarse de sufrimientos que, o bien no son exigidos
por el fin de la investigación, o que, si bien pueden servir
para descubrir la verdad, presionan excesivamente al
imputado. Como la mayoría de los medios aptos para
atormentar (malos tratos, amenazas, etc.) están prohibido
como tales, la prohibición de las vejaciones alude más que
nada al empleo de. medidas de investigación en principio
lícitas, para hacer sufrir al sospechoso de una manera
desmedida 182. Se entiende por sí solo que no todo lo que
signifique para el imputado alguna vejación es, de por sí
ilícito. Las preguntas desagradables deberán ser toleradas,
en cuanto sirvan a la causa y el funcionario no mortifique al
declarante innecesariamente, violando sus deberes al
formularlas.
Tampoco pueden objetarse otras medidas, lícitas en
principio, aunque quizá causen gravísima pena al imputado:
a) Cuando deba estimárselo necesario para esclarecer el
asunto; b) Cuando sean adecuadas a la importancia de la
causa; y c) Cuando, por último, guarden la debida
consideración a los justos intereses del imputado.
El caso siguiente es bien ilustrativo: el imputado era
sospechoso de haber matado a su hijo, al que quería
entrañablemente. Aunque confeso, se había negado a
suministrar detalles. El funcionario pesquisador le manifestó
entonces que, si no quería circunstanciar su relato, tendría
que conducirlo ante el cadáver. El imputado le pidió
llorando que no lo hiciera. Cuando, no obstante ello, se lo
llevó en presencia del cadáver, se desplomó dando gritos y
terminó haciendo una confesión escrita que contenía
nuevos datos sobre el desarrollo del hecho. Erich Dohring
explica que: "La Corte Federal de Justicia sostuvo que dicha
confrontación del imputado con el cadáver de la víctima (en
principio lícita) constituía, dadas las circunstancias, una
vejación en el sentido previsto por la ley, y que la libertad
de decisión del imputado, quien no estaba obligado a
declarar si no quería hacerlo, había sido ilícitamente
menoscabada"183. Nosotros somos del mismo parecer
pues en nuestra legislación, el Art. 71.2 del Cpp 2004,
literal e, detalla que el imputado tiene derecho a:
"Que no se emplee en su contra medios coactivos,
intimidatorios o contrarios a su dignidad, ni a ser sometido
a técnicas o métodos que induzcan o alteren su libre
voluntad o a sufrir una restricción no autorizada ni
permitida por Ley", lo cual determina que para el caso
peruano, tampoco dicha confesión debió de tomarse en
cuenta.

b. 1.2) Las amenazas

Por otro lado, lo que caracteriza a una amenaza es que con


ella el funcionario trata de presionar al imputado,
exponiéndole la perspectiva de algún mal para el caso de
que siga negando el hecho, mal que le puede inferir el
mismo funcionario (por ejemplo, la detención) o producirse
sin intervención de éste.
Una amenaza ilícita no necesita ser expresada siempre con
ademanes terribles. Puede igualmente estar ataviada de
bien intencionada información. Por otro lado, es lógico que
no todos los avisos del funcionario que pudieren preocupar
al imputado tienen que considerarse incorrectos. De lo
contrario, ni siquiera sería posible enrostrarle al sospechoso
elementos acusadores e incitarlo a que oponga las
correspondientes defensas. No pocas veces hay que hacerlo
también en el interés de un imputado demasiado optimista,
para que tome conciencia de lo comprometedor que es
para él el estado de las pruebas y aprecie su situación con
criterio realista. En este sentido el artículo 87.1 del CPP
2004 describe: "Antes de comenzar la declaración del
imputado, se le comunicará detalladamente el hecho objeto
de imputación, los elementos de convicción y de pruebas
existentes, y las disposiciones penales que se consideren
aplicables [ ... ]".

Puede incluso ser necesario decirle en qué sentido su


comportamiento actual podría perjudicarle más adelante.
Entre otras cosas, está permitido señalarle en la forma
adecuada, que el tribunal al dictar el fallo fir.d posiblemente
tendrá en cuenta la conducta que él ha observado durante
la pesquisa; que si niega pertinazmente su culpa, no
obstante ser las pruebas abrumadoras, esto podrá
eventualmente acarrear una pena más severa; que si es
culpable, tiene en buena medida en sus manos la
posibilidad de mejorar su situación mediante una confesión
tempestiva, etc.184 Así las cosas, contrario setlStI, el Fiscal
podrá exhortar al imputado a que se defienda con la
verdad, indicándole los beneficios legales que puede
obtener si coopera al pronto esclarecimiento de los hechos
delictuosos. Si el imputado se niega a declarar, se dejará
constancia en acta. En caso que rehúse firmar el acta, se
hará constar la abstención y se consignará el motivo, si lo
expresare (Art. 71.3 del CPP 2004).
En muchos casos, la licitud de relevaciones que se hacen al
imputado sobre los eventuales perjuicios que le esperan,
tiene buen apoyo si se trata sencillamente de destacar
circunstancias fundadas en las condiciones extrínsecas que
el imputado mismo debería haber tenido en cuenta, de
haber hecho una ponderación objetiva.

b.l.2.1) Proceder correcto al señalar prospectivos perjuicios:

Señalamiento de una inminente detención

Por supuesto que todos estos aleccionamientos y


advertencias, tal como son dados, deben tener asidero real.
El receptor de la declaración no debe pintarle al imputado
perjuicios que en realidad no caben en las perspectivas o
cuya posibilidad es muy remota. Aun cuando la advertencia
dada sea correcta en cuanto a su contenido, dependerá
mucho de la forma en que se hace concientizar al imputado
el peligro a que se expone. Un mismo revelamiento puede
ser unas veces una medida lícita y otras un apremio
psíquico ilícito, según que el funcionario lo exponga con
calma y objetividad o en tono de amenaza y con un
semblante tendiente a intimidarl85o

El funcionario deberá adecuar a las circunstancias su


proceder calculando para producir un efecto psíquico, y
cuidar de no excederse. No debe llegar a ejercer un terror
que amilane al imputado. Cuanto más tenaz sea el
sospechoso, tanto más pesada podrá ser la artillería que se
emplee para doblegarlo, sin tomar nunca dudosa su libertad
de declarar. Cuanto más sensible sea el imputado, tanto
más deberá limitarse el receptor de la declaración a medios
suaves.

Cabe especial cautela cuando se comunica al imputado que


si no confiesa tiene que contar con ser detenido. No es
ilícito, en principio, señalarle esto, siempre que estén dados
efectivamente los presupuestos para detenerlo. Mas por lo
común, el imputado mismo está al tanto de esa posibilidad,
siendo por ende superfluo recalcarlo. Si, no obstante, el
receptor de la declaración se la señala, se expone muchas
veces innecesariamente a la sospecha de haberse excedido
en los apremios que las circunstancias permitían. De
cualquier manera, las confesiones logradas sin aumentar la
presión psíquica sobre el interrogado están más a salvo de
ser desvalorizadas por una posterior revocación que las
prestadas tras una monición intimidatoria. Esto justifica la
advertencia de ser parcos en el empleo de esos métodos.
Cuando, pese a todo, parezca necesaria mencionar la
posibilidad de una detención, si el imputado persiste
negativo, esto no debería señalársele nunca en forma
drástica y atemorizadora, sino con calma y
desapasionamiento.

Si en el plenario corresponde examinar si el sospechoso ha


sido sometido a alguna presión ilícita, tal vez no se adelante
mucho haciendo testificar al funcionario que en su
oportunidad lo interrogó, sobre cómo tomó la declaración y
qué advertencias hizo al imputado. Porque en tales casos,
10 que cuenta es, a la postre, el tono en que esas
advertencias fueron formuladas.
Faltando un registro magnetofónico del interrogatorio, que
podría haber aclarado el punto, o cuando se oponen dudas
procesales a su USOI86, serán de ayuda para juzgar si al
imputado se le ha tomado declaración en regla, las
experiencias generales recogidas en los interrogatorios
policiales. Cuando se descubra que los órganos
pesquisidores habían buscado arrancar confesiones
mediante malos tratos o amenazas, por lo común se deberá
asignar poco valor probatorio a una confesión prestada ante
ellos, si el imputado luego la revoca. En algunos países,
como en la India, existe algo así como una presunción
natural de que las confesiones prestadas en el
procedimiento de pesquisa han sido obtenidas con el auxilio
de apremios ilícitos, por lo cual los tribunales sólo pocas
veces las consideran un medio probatorio útil. Hasta se ha
dado el caso de que interviniera el legislador y declarara
indignas de contemplación las confesiones de un imputado
prestadas ante un funcionario de la policíal87o
Son, en cambio, mejores las perspectivas de que el tribunal
reconozca confesiones hechas en el procedimiento previo,
si los funcionarios pesquisidores han sido habituados,
mediante una intensiva enseñanza, a comportarse
correctamente para con el imputado, y los abusos son
raros.
En el caso concreto, cuando se trata de ponderar si el
imputado, al confesar, fue sometido a una presión psíquica
excesiva, no interesa tanto saber hasta qué punto las
advertencias formuladas por el receptor de la declaración
habrían privado de su libertad de declarar a una persona
natural, sino el efecto que habrán tenido precisamente
sobre ese imputado. Es posible que una advertencia que los
más habrían interpretado como bien intencionada, arranque
completamente de su equilibrio a un sospechoso sensible y
fácil de conmover, o a alguno con estado de ánimo
deprimido. Lo que de ordinario se pregunta en el plenario
es, por ende, si las advertencias del funcionario, tal como
fueron proferidas en su momento, eran aptas o no para
ejercer una presión ilegal sobre ese imputado en esa
situación del procedimiento.

El derecho peruano admite que el Fiscal informe al


imputado en relación con los cargos que se atribuyen en la
comisión del hecho que es materia de la investigación,
haciéndo1e conocer también las pruebas que existen en su
contra (Art. 87.1 del CPP 2004).

b.I.3) Momento de omrrencia de la violencia o amenaza


En general el camino de determinación de la violencia o
amenaza para sacar la confesión, nos trae dos
problemáticas precisas que son, a saber, el momento de
ocurrencia de la violencia y/o amenaza con respecto a la
confesión y la otra es la forma de probanza de dicha
violencia o amenaza. En este punto trataremos el primer
punto.
En cuanto a esto conviene observar:

1° Si la confesión es posterior al empleo de los medios de


coacción l88; es indudable que la confesión es nula, porque
no es la expresión de una voluntad libre, y hay siempre
motivo para temer que el inculpado, antes de exponer a
intolerables dolores, haya aceptado falsamente sobre si la
responsabilidad del crimen.
2° Si después de haber cesado toda coacción ilegal, y
cuando era completamente libre en hablar o callar, el
inculpado, de propio motll, ha vuelto a principiar sus
declaraciones, puede temerse igualmente que al repetir sus
declaraciones haya creído ser puesto por segunda vez en la
violencia o tormento, en caso de retractación. Puede
sostenerse que esta nueva confesión haya sido prestada
durante la impresión de la violencia y coacción 189. Puede
suceder también que la coacción anterior haya dejado de
ejercer su acción sobre el espíritu del inculpado: entonces
su confesión sería libre, y no debería desecharse por razón
de la nulidad de las primeras declaraciones. Sin embargo,
tampoco tendrá fuerza, si no puede probarse: a) que el
temor de un nuevo acto coactivo I90 ha sido disipado de
hecho por el Juez instructor 191; b) que el inculpado no es
hombre que se deja dominar tácitamente por un temor
semejante, y que su voluntad ha permanecido libre; y c)
que los pormenores contenidos en la confesión son
completos y están demostrados como exactos por las
demás pruebas que aparecen en la causa.

En resumen, lo descrito por el Código anterior argentino


sobre los hechos que justifican son, según nuestro
entender, aquellos hechos antecedentes que por sí indican
algo, es decir que permiten que sobre ellos se asiente el
punto de partida de un proceso reflexivo que finiquita en
una conclusión presuncional. En otras palabras, estos
hechos que justifican son ni más ni menos que los indicios.

b.IA) Forma de probanza de la violencia o amenaza: Las


presunciones Ante todo debemos puntualizar que la
problemática de estos casos es, en primer lugar, de
carácter probatorio. Este aspecto de la cuestión nos parece
de extrema importancia pues de nada vale proclamar una
garantía constitucional si su efectividad naufraga en un
pantano de imposibilidad probatoria. En consecuencia, es
del caso señalar que debe distinguirse cuidadosamente la
existencia de la causa con potencia como para viciar la
voluntad -es decir, la existencia de la intimidación o de la
violencia-, de la existencia del vicio en la voluntad. Esto
último presupone que ha habido una relación causal entre
aquella y la prestación de la confesión, y que incidió de tal
modo en la voluntad del sujeto que de no haber existido
todo esto, no habría confesado. La existencia de la causa
potencialmente viciante es algo exterior a la psiquis del
sujeto, y por tanto de más fácil prueba (piénsese por
ejemplo que la pericia médica que acredita que el imputado
sufrió, mientras estaba detenido, una lesión eléctrica, es
pmeba directa de que sobre él se ejerció violencia). En
cambio, la existencia de la relación causal y su incidencia
determinante sobre la voluntad del sujeto, es algo interior a
la psiquis del mismo.
Por lógica conclusión, tenemos que una cosa es la prueba
de lo primero, y otra muy distinta ha de ser la demostración
de lo segundo. En tanto que la existencia de la violencia o
de la intimidación es un problema de prueba común, la
existencia del vicio volitivo implica un problema muy
especial de prueba.

En consecuencia, si con respecto a lo primero los jueces


pueden ser restrictivos, con respecto a lo segundo deben
ser amplios, y debe bastarles la prueba indirecta, bajo pena
de poner a los administrados ante una demostración
imposible o, lo que es lo mismo, bajo pena de reconocerles
una garantía constitucional en abstracto y negársela en
concreto.
Porque conviene señalar desde ya que esta exigencia legal
de que la confesión no haya sido violentada, es
reglamentación directa e inmediata de la garantía
contenida en el Art. 2., inc. 24, h; de la Constitución
Nacional según la cual: "Carecen de valor las declaraciones
obtenidas por la violencia. Quien la emplea incurre en
responsabilidad".
Entendemos que la amplitud que los jueces deben tener y a
la que nos hemos referido, está exigida por la propia ley. En
efecto, ella está redactada de tal forma que resulta
evidente que está mandando a los magistrados
conformarse con una demostración mínima, que es la
prueba indirecta. En la legislación y en la doctrina
argentinas se expresa que para que sea admisible la
retractación de la confesión, que se produzca prueba sobre
hechos decisivos que justifique haberse producido la
confesión por medios violentos, por amenazas.
y no podría ser de otra forma, puesto que el estado actual
de la ciencia y del sistema de pruebas en derecho no otorga
al juez otro medio de conocimiento respecto de lo que
ocurre en el alma humana que la presunción. Las
presunciones que debe manejar el juez, una vez probada la
existencia de la violencia o de la intimidación al tiempo de
prestarse la confesión, o en un período más o menos
anterior, son, según nuestra convicción, las siguientes:
a) Si no existe en los autos ningún indicio que permita
presumir que el declarante confesó por motivos distintos de
la violencia o de la intimidación (como sería por ejemplo, el
arrepentimiento, o la intención de atenuar su situación),
entonces debe presuponer que aquél no deseaba confesar.
Esta presunción es de cajón, pues, salvo que el imputado
tenga un motivo especial para confesar, el normal
acontecer, la realidad, demuestran que no quiere hacerla
por la muy sencilla y humana razón de no querer
perjudicarsel92.
b) En consecuencia, debe presumirse, que la violencia o
la intimidación han viciado de tal modo su voluntad que lo
han determinado a confesar. La cuestión no es meramente
académica. Cafetzóglus nos narra una causa polémica al
respecto: "En la causa 4817 que tramitara por ante el
Juzgado Penal 6, Secretaría 12, de San Isidro, se demostró
que el imputado, en tanto sufría detención prevenciona1,
inmediatamente antes de prestar su confesión, había
recibido aplicación de corriente eléctrica. El juez
interviniente, entendió que si bien esto pudo haber
ocurrido, no se había demostrado quiénes habían sido los
autores, y tampoco que por causa de ello se hubiese
prestado la confesión, valorándola en consecuencia como
prueba de cargo, máxime teniendo en cuenta que ella
reflejaba la realidad de lo acontecido desde que concordaba
con todas las demás piezas del proceso. Esta resolución fue
confirmada por la Cámara de San Isidro, y no fue recurrida
por recursos extraordinarios por cuanto el imputado se
acogió a los beneficios de la libertad condiciona1"193. Este
fallo es un claro ejemplo de una apreciación restrictiva que
impuso al confesante la obligación de demostrar extremos
absolutamente imposibles de probar. Así tenemos que es
evidente que en casos de aplicaciones eléctricas a un
detenido, debe bastarle al juez la comprobación de la
etiología y que, por ello, por razones obvias, no pudo ser la
lesión autocausada. Lo demás, esto es, qué persona, quién
de entre los que custodiaba al imputado causó la lesión o
prefirió la amenaza, resulta, la más de las veces, algo de
imposible de prueba. También es claro ejemplo de que
impuso al confesante la carga de demostrar que no había
tenido otros motivos distintos de la violencia sufrida para
prestar la confesión. En suma, este fallo, dejando de lado
las presunciones a que nos hemos referido (que reiteramos,
son la única prueba de la que normalmente se dispone para
acreditar el vicio volitivo), impuso al confesante una prueba
negativa sobre cuestiones anímicas, por ello absolutamente
imposible de concretar.
El criterio amplio para la apreciación de la prueba que
estimamos deben tener los jueces en este aspecto del
problema, surge también, según nuestro modo de ver, del
parágrafo h, inciso 24, Art. 2 de la Constitución que
expresa: "Nadie debe ser víctima de violencia moral,
psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos inhumanos
o humillantes [ ... ]".
Basta que se haya demostrado que ha mediado violencia o
intimidación en forma más o menos concomitante con la
prestación de la confesión, para que el juez deba presumir
la existencia de un vicio volitivo si se da, además como
hemos visto, la condición negativa según la cual nada
autorice a presumir que el imputado quería confesar por
otro u otros motivos.
Estudiada la problemática de la prueba, debemos resolver
la restante incógnita, esto es, qué valor tiene la confesión
cuando se ha demostrado la existencia de un vicio volitivo
en su prestación. En otras palabras: ¿debe desechársela
completamente, o no obstante conserva algún valor como
semiplena prueba, como indicio, o como cualquier otra
cosa?
Hablando de las condiciones objetivas y subjetivas de la
validez de la confesión, dice Julio C. Ledesma: "ninguna de
éstas es, pues, de acuerdo con los propios términos de la
ley "presupuesto" de las demás y no tienen otro alcance, de
conformidad a su exégesis y a su contenido teleológico que
el de "controlar" y "contraprobar" la versión suministrada
por el confesante, inclinando el ánimo a la convicción con el
carácter de plena prueba en cuanto fluya de dicha
verificación la realidad objetiva del hecho investigado ...
"194. Conforme esta opinión, pareciera que las exigencias
legales no tienen otra misión que "contraprobar" la versión
proporcionada por el confesante, de tal modo que ella
pueda ser invocada como plena prueba. Contrario sensu,
por tanto, pareciera que si falta alguna o varias de esas
condiciones, la prueba confesoria se tornaría imperfecta y
sospechosa, aunque tal vez podría ser tenida en cuenta, sin
el valor de "plena prueba", como simple elemento
corroborante.

Nosotros entendemos que esto puede admitirse quizá, con


respecto a las restantes condiciones de validez. Así, por
ejemplo, puede darse el caso de una confesión prestada por
alguien que no tenía el completo dominio de sus facultades,
y sin embargo surgir del resto de la prueba la verdad de la
misma, en cuyo supuesto el juez, si bien no podrá tenerla
por sí sola como prueba de la culpabilidad, podrá no
obstante hacerla valer como elemento corroborante si ésta
surge de otros elementos de juicio.

La exigencia es dada por la Constitución, la misma es


reglamentación directa de la garantía, según la cual nadie
puede ser obligado a declarar contra sí mismo.

En consecuencia, demostrado el vicio volitivo, el acto cae


en el ámbito de las nulidades sustanciales. Sabemos que
las nulidades sustanciales son las que surgen de la violación
de una ley de fondo. Al tratar las nulidades, dice Clariá
Olmedo: "[ ... ) la violación o inobservancia de otras normas
procesales o de proyección procesal contenidas en cuerpos
distintos al Código Procesal Penal, son traídas generalmente
por éste en forma directa o indirecta para prever su
sancionalidad. Pero cuando se trata de previsión expresa de
una ley de fondo o constitucional, de respeto obligatorio por
la cual, debe ser considerada no obstante su omisión en el
Código Procesal .

Cuando se producen estos casos, es decir, cuando


determinados actos procesales se llevan a cabo con
violación de garantías constitucionales, la jurisprudencia ha
decretado lisa y llanamente la nulidad de ellos.

b.2. Confesión comprada


Cuando la confesión se presta por dádivas o promesas,
nosotros entendemos que, aunque ello se demuestre
acabadamente, no podrá afirmarse que ha habido un vicio
volitivo. En consecuencia, la garantía constitucional del Art.
2.24 literal h, no resultaría afectada. Para mayor
fundamento, el Art. 87.4 del CPP 2004 describe: "Sólo se
podrá exhortar al imputado a que responda con claridad y
precisión las preguntas que se le formulen. El Juez, o el
Fiscal durante la investigación preparatoria, podrán hacerle
ver los beneficios legales que puede obtener si coopera al
pronto esclarecimiento de los hechos delictuosos". Los
beneficios de que se hablan son los descritos en el artículo
161 del CPP 2004, llamado "beneficio de confesión sincera",
que tiene como obstante conserva algún valor como
semiplena prueba, como indicio, o como cualquier otra
cosa?
Hablando de las condiciones objetivas y subjetivas de la
validez de la confesión, dice Julio C. Ledesma: "ninguna de
éstas es, pues, de acuerdo con los propios términos de la
ley "presupuesto" de las demás y no tienen otro alcance, de
conformidad a su exégesis y a su contenido teleológico que
el de "controlar" y "contraprobar" la versión suministrada
por el confesante, inclinando el ánimo a la convicción con el
carácter de plena prueba en cuanto fluya de dicha
verificación la realidad objetiva del hecho investigado ...
"194. Conforme esta opinión, pareciera que las exigencias
legales no tienen otra misión que "contraprobar" la versión
proporcionada por el confesante, de tal modo que ella
pueda ser invocada como plena prueba. Contrario senSII,
por tanto, pareciera que si falta alguna o varias de esas
condiciones, la prueba confesoria se tornaría imperfecta y
sospechosa, aunque tal vez podría ser tenida en cuenta, sin
el valor de "plena prueba", como simple elemento
corroborante.

Nosotros entendemos que esto puede admitirse quizá, con


respecto a las restantes condiciones de validez. Así, por
ejemplo, puede darse el caso de una confesión prestada por
alguien que no tenía el completo dominio de sus facultades,
y sin embargo surgir del resto de la prueba la verdad de la
misma, en cuyo supuesto el juez, si bien no podrá tenerla
por sí sola como prueba de la culpabilidad, podrá no
obstante hacerla valer como elemento corroborante si ésta
surge de otros elementos de juicio.

La exigencia es dada por la Constitución, la misma es


reglamentación directa de la garantía, según la cual nadie
puede ser obligado a declarar contra sí mismo.

En consecuencia, demostrado el vicio volitivo, el acto cae


en el ámbito de las nulidades sustanciales. Sabemos que
las nulidades sustanciales son las que surgen de la violación
de una ley de fondo. Al tratar las nulidades, dice Clariá
Olmedo: "[ ... ] la violación o inobservancia de otras normas
procesales o de proyección procesal contenidas en cuerpos
distintos al Código Procesal Penal, son traídas generalmente
por éste en forma directa o indirecta para prever su
sancionalidad. Pero cuando se trata de previsión expresa de
una ley de fondo o constitucional, de respeto obligatorio por
la cual, debe ser considerada no obstante su omisión en el
Código Procesal [ ... ]"195.

Cuando se producen estos casos, es decir, cuando


determinados actos procesales se llevan a cabo con
violación de garantías constitucionales, la jurisprudencia ha
decretado lisa y llanamente la nulidad de ellos.

b.2. Confesión comprada

Cuando la confesión se presta por dádivas o promesas,


nosotros entendemos que, aunque ello se demuestre
acabadamente, no podrá afirmarse que ha habido un vicio
volitivo. En consecuencia, la garantía constitucional del Art.
2.24 literal h, no resultaría afectada. Para mayor
fundamento, el Art. 87.4 del CPP 2004 describe: "Sólo se
podrá exhortar al imputado a que responda con claridad y
precisión las preguntas que se le formulen. El Juez, o el
Fiscal durante la investigación preparatoria, podrán hacerle
ver los beneficios legales que puede obtener si coopera al
pronto esclarecimiento de los hechos delictuosos". Los
beneficios de que se hablan son los descritos en el artículo
161 del CPP 2004, llamado "beneficio de confesión sincera",
que tiene confesar, simplemente para recuperar la libertad.
No obstante ello, una confesión especificada lograda
mediante promesas ilícitas puede tener valor en cuanto
suministre datos para ulteriores pesquisas. A veces se logra
probar la culpabilidad del imputado con otros medios
probatorios, de modo tal que las confesiones obtenidas con
el auxilio de promesas ilícitas terminan por contribuir, en
forma indirecta, al esclarecimiento del asunto.

Esto explica también, en última instancia, por qué los


órganos investigadores, sin dejarse perturbar por la
exclusividad legal que se da sólo al beneficio de confesión
sincera, suelen intentar aún hoy mover al imputado,
mediante promesas, a abandonar la resistencia o a
indicarles determinados datos que pueden servir a la
averiguación, fundamentada más aún por el hecho de que
nuestra legislación no prohíbe de manera explícita el
ofrecimiento de otro tipo de beneficios. Partiendo de esta
premisa se hace necesario distinguir dos situaciones
distintas:

b.2.!) Cuando las promesas son reales

Cuando el receptor de la declaración ha hecho al imputado


una promesa que puede cumplirse sin violar los preceptos
legales, debería cumplirla aunque le pese. La misma regla
rige cuando se ha asegurado algo a un testigo o peritol97o
En algunos países se estima lícito, dadas ciertas
circunstancias, en causas penales graves no esclarecibles
de otra manera, ofrecer a uno de los varios partícipes del
delito la impunidad, a cambio de datos sobre el escondrijo
del botín, los nombres de los demás cómplices, etc. Estas
promesas son luego normalmente cumplidas. Con el
consenso de todas las autoridades intervinienteso También
en la historia judicial alemana se recurno ocasionalmente a
este expediente, hasta el siglo XIX, especialmente en los
casos de robos cometidos por bandasl98o
Puede a su vez suceder dos situaciones:

1. Que la confesión no obstante sea real en este


supuesto resulta obvio que, a pesar de probarse que la
confesión ha sido prestada por dádivas o promesas, puede
ser tenida en Cuenta. Y ello porque aquí sí cabe reflexionar
que, como bien señala Ledesma, esta condición al igual que
la mayoría de las otras, tiene por misión contraprobar el
relato al solo efecto de verificar si el mismo es real o no.
Así, cuando se está frente a un vicio anímico, esto nos
afirma en la convicción de que sólo en ese supuesto la
confesión real es dl!Sl!chable.

2. Que la confesión no sea real. En cambio, si como


consecuencia de esta contraprueba se demuestra que se ha
comprado una confesión no real, resulta evidente que ella
debe ser desechada.
b.2.2) Creando las pro1JlUOS no pueden ser cumplidas por
el receptor de la confesión o no son real.

b.2.2.1. Promesas que el receptor de la declaración no


pllede cmnplirlas por sí solo. La confesión puede ser el
resultado de un error: A veces, el receptor cree poder
cumplirla, pero más tarde tiene que comprender que no le
es posible. Si promete al imputado que, si confiesa, no se le
tomará declaración a su mujer, sabiendo que el imputado
tiene interés en que no se la interrogue, estará
normalmente excediéndose en lo que está en su poder
garantizar. Porque el funcionario muy pocas veces podrá
afirmar con certeza que otras secciones policiales o
tribunales que se ocupen del asunto no considerarán
necesario más adelante, por cualesquiera motivos, que se
interrogue a esa testigo. Si el funcionario quiere hacer
promesas, lo máximo que podrá decir en ese caso será que,
por su parte, hará todo lo que esté en su poder para que
suceda según los deseos del imputado.
De ordinario, el que dirige la investigación tampoco podrá
afirmar con certeza que será posible evitar la publicidad de
determinados datos que el imputado, por razones
comerciales, no desea que lleguen a ser de dominio público.
Debe saber que las autoridades que más adelante se
ocupen del asunto podrán reconocer esa limitación de sus
facultades discrecionales. Por lo tanto, su promesa deberá
contener, por lo menos, esa salvedad.
Pero también cuando se abra la perspectiva de favores que
el funcionario está facultado para conceder (permiso de
fumar y de recibir visitas; la promesa de que no se
registrará el domicilio del imputado), es aconsejable
cautela. Aun cuando el funcionario tenga motivo para creer
que el registro del domicilio no será necesario, puede
ocurrir más tarde algo imprevisto que lo haga arrepentirse
de su promesa. En las instrucciones más amplias, en las
cuales intervienen muchos funcionarios y cada uno de ellos
actúa sólo en una determinada sección del procedimiento,
el funcionario individual apenas tiene la posibilidad de
prever todo el ulterior desarrollo de las pesquisas.

b.2.2.2. Criando el acusado se ha entregado a promesas o


esperanzas quiméricasl99o Por otro lado, se da lugar a
serias objeciones si aparece que el error ha podido
determinar por sí solo una confesión totalmente falsa, e
impulsado al inocente a aceptar la responsabilidad del
crimen. Así es que, se han visto acusados estipular entre sí
la impunidad, antes de denunciar a un tercero como su
cómplice; así también se han visto Magistrados que hacían
concebir a aquéllos la esperanza de aminorárseles la pena,
con la condición de que hablaran; y los acusados, a su vez,
preferir, confesándose culpables, incurrir en un castigo que
creían menos riguroso, a sufrir por más tiempo las
dolorosas dilaciones de la información200 o
Pero, puede muy bien suceder que aun cuando el instructor
haya usado de ardides, de promesas falsas o de
cualesquiera otros medios reprensibles, la confesión no deje
de tener por eso un valor incontestable: porque el error la
haya ocasionado, no la vicia201, cuando no ha hecho
hablar a un inocente.

b.3. Confesión fraudulenta

Es la arrancada mediante una celada o con artificios o


disimulo que lo llamó a engaño tendido por la propia
autoridad202o En fin, en esta perspectiva podemos detallar
que para que exista una verdadera confesión es necesario
que la confesión tenga su origen en una actitud correcta del
funcionario al obtener la confesión (sin engaños), que se
sustente en la voluntad misma del inculpado y en tercer
lugar, que las preguntas no hayan sido capciosas.

b.3.!) El deber de rectitud de los funcionarios: las


confesioncs por engaño Al receptor de la declaración se le
exige que tenga seria voluntad de ejercer su oficio de una
manera correcta y moralmente irreprochable. No le es lícito
trabajar con métodos indignos de un funcionario íntegro y
que, de ser concedidos, perjudicarían la reputación de la
policía o, en su caso, de la justicia. Sobre todo, no debe
valerse de engaños, como decirle al imputado que se ha
encontrado un testigo, si esto no es verdad.

Este principio debe conservarse impertérritamente como


línea rectora, aun en los casos límite, de los cuales
hablaremos más adelante, que a veces pueden provocar
dudas a un funcionario honorable. Si uno de los partícipes
del hecho ya ha confesado, esto puede serle enrostrado al
imputado en cuanto parezca conducente. Pero, tanto el juez
como a los funcionarios pesquisadores les está prohibido
hacer tales indicaciones si son falsas203. Esas burdas
trápalas 'tendrían muchas veces consecuencias engorrosas,
y, a fin de cuentas, perjudiciales para la averiguación: el
imputado se sentiría engañado y haría luego todo lo
imaginable para sacar ventaja de ello.
Esos medios tan cuestionables no son tampoco necesarios.
Los métodos de investigación permitidos, bien aplicados,
posibilitan normalmente indagar los hechos a fondo. Aun
cuando el receptor de la declaración crea que para
esclarecer el caso no le queda otro camino que una
mentira, el aprieto en el que se supone es muchas veces
sólo aparente.

Tampoco aquí el buen fin puede justificar el empleo de


medios insidiosos. Es cierto que muchas veces se podrá
obtener una importante pieza de prueba, y lograr así
esclarecer un caso que de otra manera no habría podido
aclararse, si se atrapa al imputado mediante un ardid. No
obstante, el receptor de la declaración debe renunciar a
tales prácticas204o El grave daño que con la aplicación de
esas tretas sufriría la confianza en la intachable labor ae los
órganos pesquisidores no se vería compensado de ninguna
manera por la posible utilidad de un engaño en un caso
aislado. La indagación de los hechos está confinada a
ciertos límites. Por empeñoso que sea nuestro afán de
determinar la verdad, no debe exhumársela con
cualesquiera métodos imaginables, sino exclusivamente
con los medios procesalmente lícitos.

Si bien el receptor de la declaración no debe valerse del


engaño, no está obligado, por el otro lado, a corregir una
idea equivocada que el imputado se formó sin su
intervención. Si ese error facilita el averiguamiento, puede
ser lícito, tal vez, que el funcionario lo aproveche para los
fines de la pesquisa. Pero no debe nunca alimentarlo. Y
violaría aún más gravemente su deber si lo acrecentara y
ahondara con adiciones.
Si al imputado lo desasosiegan ideas supersticiosas, el
funcionario no tiene necesariamente que iluminarlo. Y si el
imputado sobreestima, en su perjuicio, el valor probatorio
de determinados indicios técnicos que podrían probar su
culpabilidad, el interrogador no está obligado a advertirle
que está equivocado.
Hay que hacer la excepción de los casos en los cuales el
error se refiere al proceso, aunque sea sin culpa del
funcionario, y esto impide al reo cuidar debidamente sus
intereses. Así, por ejemplo, si pese a habérselo instruido,
como es norma, de que se le tomará declaración como
imputado, cree que se lo está interrogando como testigo, o
cuando pese a habérsele señalado expresa y claramente
cuál es el delito que se le imputa, está en el error al
respecto.
Aquí nuestro análisis se limita a los errores a que se induce
al imputado durante el acto de la toma de declaración. No
trata como han de juzgarse los engaños empleados durante
la pesquisa y con la colaboración de los funcionarios
investigadores, antes o después del interrogatorio. Piénsese
en el caso de un policía que, disfrazado de preso, es dado
como compañero de celda a un imputado, para arrancarle
confidencias. Otro caso es el del triple asesinato de
"Chifast", sucedido en Lima, donde uno de los policías de la
División de Homicidios de la Dinincri-PNP se vistió de
sacerdote, con sotana y estola incluida, para 'quebrar'
(vencer la voluntad) del ex seminarista Abdel Coronado
Gutiérrez, con una voz suave y religiosa que le solicitaba se
arrepintiese de sus pecados y hablara la verdad, puesto que
no deseaba declarar en la sede de policías ya que se sentía
presionado (expresándolo llorando y agarrándose la cabeza)
y obteniendo del mismo su autoinculpación205o Muchos
sostienen que esas tretas, usadas fuera de la toma de
declaración, son lícitas206o Mas esto abriría la vía a los más
increíbles abusos. Todo lo que signifique engañar al
imputado está vedado, tanto fuera del interrogatorio como
durante el mismo.

Requieren mención especial ciertas medidas tácitas que no


son en realidad engaños sino auxilios inocuos que cierran al
imputado toda escapatoria. Estos medios inocentes no son
necesariamente ilícitos207o Claro está que el funcionario
no debe llegar a emplear tretas que sorprendan demasiado
groseramente la fe del imputado. Tiene que evitar
embaucamientos que deban considerarse desleales, como
asimismo las medidas inconciliables con la dignidad de su
función. Quien observe estos criterios no tendrá mayores
dificultades en hallar el límite. Veamos un ejemplo de un
proceder lícito de esta Índole.

El acusado dice llamarse A. Pero se sospecha que ese


nombre es ficticio y que en realidad se llama Z. El juez, que
desde el comienzo del plenario ha venido llamándolo A, lo
llama de repente e improviso por aquel apelativo. La
reacción del acusado es inequívoca y entonces, al verse
descubierto, confiesa llamarse Z.

o durante un interrogatorio, la imputada cae súbitamente


de la silla y queda tendida en el suelo, como desmayada.
Para comprobar si está fingiendo, el oficial que le toma la
declaración dice a su colega: "Mire Ud. que enagua sucia".
Ante lo cual la imputada da un tirón a su vestido para
cubrirla. Quien sea de buen juicio difícilmente tendrá algo
que objetar a este procedimiento porque: a) la estratagema
sirvió al esclarecimiento; b) no se afectaron intereses
dignos de tutela; y c) la conducta del funcionario no fue ruin
ni desprestigió a las autoridades.
b.3.2) Es necesario que la confesión tenga su origen en la
voluntad misma del inculpado: las confesiones sugeridas

Puede muy bien la confesión ser provocada por algunas


preguntas generales, pero nunca sugerida. No obstante, si
el Juez hubiera empleado incidentalmente la sugestión en
los interrogatorios, la confesión no debe ser por esto sólo
desechada, pues podría ser muy bien aclaradas por el Fiscal
y dejar constancia del hecho en acta (Art. 124 CPP 1991).
Conviene entonces indagar si la sugestión ha podido ser la
causa determinante de una confesión por la que el
inculpado haría pesar sobre su cabeza la responsabilidad de
un crimen supuesto; si ha tenido bastante poder sobre ella
para decidir a su inocente a declararse culpable. Es, pues,
muy cierto que exponer simplemente al acusado lo que hay
necesidad de saber de él, no bastaría para excitarle a
contestarse culpable de un crimen imaginario. y para
aprovecharse en cierto modo de la ocasión que se le
presenta con la pregunta dirigida a que dé una respuesta
afirmativa; antes bien, será más prudente, caso de que la
confesión falsa haya sido provocada por una sugestión, ir
desde luego a buscar los motivos en otra parte que en la
sugestión misma. El disgusto de la vida y la exaltación que
puede ser su consecuencia, la esperanza de alcanzar
ciertas ventajas declarándose autor del crimen supuesto, la
violencia, en fin, cuando ha sido empleado, y el paciente,
vencido por el dolor, prefiere, por librarse de un mal
presente, echar sobre sí una inculpación infundada: todos
estos motivos, y aún otros, pueden manifestarse en la
causa. En lo concerniente a la violencia, la ley romana208 y
la Ley Carolina prohibían expresamente las sugestiones, por
el temor de que, incluyendo en ellas, no sólo los cargos
principales de la inculpación, sino también todos los
pormenores especiales y características, el paciente,
respondiendo afirmativamente a todos los puntos, pudiera
hacer creer en la culpabilidad verdadera, aun cuando sólo
hubiera tenido conocimiento de las circunstancias
accesorias por las preguntas detalladas del interrogatorio.
En el procedimiento moderno no hay tormento ni tampoco
penas decretadas por causa de desobediencia, y, por
consiguiente, no serían aplicables las prohibiciones
precedentes en materia de sugestión. Si el instructor ha
empleado la sugestión en los interrogatorios, el acusado,
que no puede tener interés en confesarse falsamente
culpable, se apresurará a responder con una pura y simple
denegación; en caso contrario, podría dudarse si había
manifestado una exaltación extranatural o había obrado
impedido por motivos evidentes; pero, aún así, las
sugestiones no serían de ningún modo peligrosas, puesto
que el Juez reconocería al punto que el estado mental del
inculpado no permitía dar fe a sus palabras.

En resumen, las sugestiones no contaminan siempre la


confesión con un vicio que la deba hacer desechar
absolutamente; además, muchas veces es imposible el
interrogatorio si no se echa mano de ellas, por ejemplo,
cuando el acusado rehúsa toda respuesta categórica a las
preguntas que se le dirigen. Es, por lo tanto, necesario,
para apreciar la confesión así obtenida, atender a las reglas
siguientes:

1. Si se han empleado medios ilegales de coacción análogos


a la violencia, no puede hacer fe la confesión, porque
aparece tan sólo como consecuencia de los medios de
sugestión empleados cuando duraba la violencia;
2. Lo mismo sucederá cuando, no constando el hecho
principal sino tan sólo por la confesión, el instructor
provoca, con el auxilio de sugestiones, una confesión
detallada en cuanto a las circunstancias accesorias209;
3. Cuando el inculpado manifiesta un profundo disgusto de
la vida, o parece obrar bajo la influencia de motivos de la
misma naturaleza;
4. Ha lugar, en fin, a dudar cuando las preguntas del
instructor recaen sobre los cómplices, sobre sus nombres o
sobre la parte que han tomado en el crimen. Aquí el
inculpado no es otra cosa que un testigo, y pudiera creerse
que, respondiendo por una simple afirmación a las
preguntas hechas, no tratándose para nada de \u propio
interés, haya podido hablar con demasiada ligereza, o
tarpbién que, para favorecer a sus cómplices verdaderos,
haya aprovechado la ocasión presentada por el Juez y
respondiendo afirmativamente sin más pormenores.
Pero en todos estos casos no hay más duda; duda que, por
otra parte, puede ser disipada, y jamás nulidad absoluta.
Así es que renacería la confianza en el ánimo del juez, si en
lugar de un sí puro y simple, la respuesta contuviera
pormenores diversos de los contenidos en la pregunta
dirigida; si los detalles sugeridos no recayeran más que
sobre accesorios no esenciales; si la confesión
espontáneamente obtenida, sin haber el Juez recurrido a la
sugestión, comprendiera numerosas circunstancias que sólo
ha podido conocer el culpable; y, en fin, si no era el
inculpado hombre capaz de dejarse arrastrar a confesiones
tan graves por disgusto de la vida, por ligereza o sin haber
pensado con madurez el sentido de las preguntas que se le
han dirigido.
b.3.3) El caso de las confesiones obtenidas por preguntas
capciosas o ambiguas
Cuando se han hecho preguntas capciosas, conviene
distinguir:
1 ° La respuesta del inculpado está concebida de modo que
no puede razonablemente inferirse de ella la confesión de
una participación cualquiera en el crimen210o En este
primer caso, la confesión no tiene ningún valor probatorio;
será tácita cuando más, y como tal, no podría producir por
sí una condena.
2° Compelido y envuelto en la red de preguntas capciosas,
ha hecho una confesión formal y completa. En este caso se
le debe entera fe, a menos que no existan fundadas
razones para temer que, sorprendido por las preguntas
hechas, o por no haber comprendido bien su sentido y
tendencia, pueda haber prestado en cierto modo, sin
saberlo, la confesión de un crimen, de que él no es autor.
Pero una ley tomada de la naturaleza humana viene en este
caso a disipar todas las dudas: no es de suponer que un
inocente se presente como culpable y vaya a arrojarse
delante del castigo; y además, ¿por qué ver en estas
preguntas un motivo para que el acusado cambie de
voluntad y de lenguaje? Si, por otra parte, esta confesión
reúne condiciones requeridas, si está confirmada por las
demás pruebas, no debe verse en las preguntas
capciosas211 más que un medio de hacer salir al acusado
del silencio en que se ha encerrado calculadamente, y de
obligarse a escuchar la voz de su conciencia. No hay pues
nada aquí que pueda a primera vista hacer mirar como
dudosa una confesión que, sin esta circunstancia, merecería
entera confianza; no basta una pregunta capciosa para
inducir a un hombre a llamarse culpable cuando no lo es.
Sería necesario, para que pudiera existir duda, que el
instructor hubiera hablado de circunstancias sobre las que
tal vez el inculpado no tuviera más que ideas confusas212;
en su sorpresa y turbación ha podido entonces decir más
que quería, y la desconfianza deberá aumentarse si es
tímido o débil de espíritu.
El artículo 124 del CPP 1991, describe que: "Si las
preguntas fueran estimadas ambiguas, capciosas o
sugestivas por el abogado defensor, serán aclaradas por el
Fiscal y se dejará constancia del hecho en acta".
hA. La exhortación de decir la verdad en contra del principio
de no auto-incriminación
Se llama la atención sobre lo que a nuestro parecer es
contradictorio, con respecto a la exhortación a decir la
verdad que se le hace al acusado prevista en la norma
procesal y lo dispuesto en el artículo 2.24, literal h, de la
Constitución, que detalla la prohibición de violencia para la
obtención de la declaración. Para algunos este parecer
nuestro resultaría extremo, sin embargo, consideramos que
es concordante con lo dispuesto en el Art. 2, 24, literal a,
que prohíbe la coacción, y con lo señalado por el Art. IX del
T.P. del c.P.P. 2004 que dispone que nadie puede ser
obligado o inducido a declarar o a reconocer culpabilidad
contra sí mismo, es que podemos expresar que en muchos
casos la exhortación a decir la verdad puede configurar una
coacción a dar una confesión encubierta o sugerida. El
Derecho Comparado lo ha entendido así213o
En resumen, consideramos que la abstención a declarar, el
derecho a no declarar contra sí mismo y no confesarse
culpable son garantías del acusado, y el que va a declarar
como imputado a un Juzgado tiene que ser instruido de sus
derechos y ha de ser informado del derecho que tiene a no
declarar y a no confesarse culpable.
Sin embargo y a pesar de lo antes dicho, existen quienes
expresan que tal vicio procesal carece de trascendencia en
el caso de la mera exhortación a decir la verdad, pues en
nada limita la libertad de declarar.
Por otro lado, el acusado no puede incidir en falso
testimonio alegando el derecho que implícitamente se le
reconoce de ocultar la verdad en defensa de su posición en
el proceso.
c. En estado normal de las facultades psíquicas
c.l. Como cuestión previa: necesidad de plena capacidad del
confesante
La doctrina está de acuerdo en que, por regla general, la
confesión de un incapaz carece de valor probatorio, por
ejemplo, en materias penales, la del menor púber; es decir,
hay unanimidad en exigir la capacidad como requisito para
la validez de la confesión.
La Corte Suprema ha establecido que tratándose de una
agraviada menor de edad, al no poder ejercitar por sí sus
derechos civiles tampoco puede apersonarse en juicio,
salvo por sus personeros legales214 . La plena capacidad
para confesar es la misma capacidad civil general o la
procesal para ejecutar actos procesales válidamente. En
doctrina general, la capacidad especial se refiere a los
casos en que la ley le reconoce valor a la confesión de los
incapaces relativos, como al menor emancipado, al púber
en materias penales. El menor adulto habilitado de edad
tiene capacidad jurídica plena en materia penal, motivo por
el cual podrá confesar. En el caso de menor adulto no
habilitado de edad su confesión puede ser aceptada por el
juez, siempre que esté plenamente probado el cuerpo del
delito con otros medios, requisito que rige también para la
confesión de los capaces215. El quebrado o concursado que
pierde la administración de sus bienes, su confesión es
válida si versa sobre cuestiones ajenas a disposición de
bienes, en materias penales, en los cuales puede
comparecer por sí mismo 216. El interdicto por lapidador es
un incapaz relativo, cuya confesión tiene valor en materia
penal 217.

c.2. Estado normal de las facultades psíquicas

Este requisito de validez tiene que ver sobre manera con el


requisito de existencia denominado de capacidad. Como la
falta de capacidad procesal está en relación con aquellas
causas que impiden tener actitud mental y corporal
necesaria para actuar en juicio y para confesar, es de
entender, siguiendo el An. 20°.1 del Código Penal, que se
refiere a los supuestos de anomalía psÍquica, de alteración
de la conciencia o de alteración de la percepción, que
afectan gravemente la conciencia de la realidad e impiden
comprender al sujeto el carácter delictuoso de su acto o
determinarse según esa comprensión. Estas causas pueden
ser anteriores y determinantes al hecho delictiv0218 o
sobrevenidas219o

En cualquiera de estas formas de aparición, la confesión


que se da es inválida. Existen autores, sin embargo, que
expresan que no es necesario, que la enajenación advertida
implique una incapacidad procesal; basta la parcial
disminución de la libertad y el entendimiento, para que sea
inválida y carezca de condiciones subjetivas la
confesión220o Así, se requiere que el confesante cuando
confiese ha de estar en perfecto uso de sus facultades
mentales, concretamente intelectivas y volitivas221o Su
facultad de memoria, conjuntamente con las de
comprender y querer, deben estar intactas, en la medida en
que el declarante debe relatar, reconstruir mentalmente, un
hecho del pasado, su accionar pretérito222o

Los interdictos por demencia o sordo mudez son incapaces


absolutos y no pueden confesar en ningún caso.

c.3. Confesiones obtenidas bajo técnicas modernas y


procedimientos sicológicos para la averiguación de la
verdad judicial

Estos métodos y técnicas sicológicas para conseguir la


confesión del reo pueden agruparse en tres categorías,
según que consistan en provocar en el sujeto que se ha de·
examinar una considerable disminución del control
conscimte de sí mismo, de· suerte que se le disminuyan las
facultades de autodefensa (p.e.: el narcoanálisis); o qlle
tiendan a controlar pura y simplemente la verdad de Iqs
declaraciones del sujeto, aprovechándose de sus reacciones
sicológicas ante estímulos síquicos (p.e.: el polígrafo); o que
se valgan de fenómenos asociativos, expresamente
provocados con palabras estímulo, a fin de deducir
conclusiones que sirvan de indicios (p.e.: diagnosis judicial
con el método de la asociación). Estos son, en síntesis, los
métodos más importantes de sicodiagnóstico que tiene
interés en el campo de las investigaciones judiciales. El
problema que debe plantearse al jurista se refiere a la
posibilidad y a la licitud de utilizarlos actualmente en el
proceso penal. En el campo doctrinario es muy agitada la
polémica acerca de su licitud.

c.3.1) El narcoanólisis

c.3.1.1. Forma de suministrar el narcótico y sus ifectos. A la


primera categoría pertenece el narcoanólisis, que consiste
en poner al sujeto en estado de subnarcosis223,
suministrándoles por vía endovenosa preparados como
pentothal, escopolamina, mescalina, evipán y narcover,
eunacor, narconumal.

La persona sometida al experimento se libera de muchos


temores y frenos creados por la educación social y, la
mayoría de las veces parece que revela todo su ser interior,
ya que no rehuye la narración de los detalles más difíciles y
escabrosos, no oculta su propia naturaleza reprimida por
algún esquema creado por la convivencia social.

En ocasiones el paciente trasmite sin freno ni pudor la


costumbre social, disminuye en medida considerable el
sentido y la idea misma de la autodefensa, y, en tal estado,
es fácil que la persona sometida al narcoanálisis haga una
confesión completa.

c.3.1.2. Críticas al narcoanólisis. Sea como fuere, el sistema


está muy lejos de ser seguro. La persona colocada en
estado de subnarcosis puede convertirse en instrumento de
la sugestión ajena, precisamente por hacer perdido toda
capacidad de crítica razonable.

Además, es muy frecuente que la narración de la persona


sometida a narcoanálisis resulte deformada por fenómenos
de alucinación, por errores de percepción, o por disminución
en la capacidad de ubicar exactamente en el tiempo los
acontecimientos. También puede ocurrir que el sujeto se
confunda y represente una acción simplemente deseada,
esperada o querida, como hecho realizado, o que mezcle
los sueños con la realidad.

Por otra parte, ha ocurrido que, no obstante el poderoso


influjo del narcótico, el sujeto ha logrado conservar el
propio secreto, o también mentir. Por otra parte, es muy
dudoso que el narcoanálisis sea el mejor medio para el
examen profundo de la personalidad del reo, si se tiene en
cuenta que puede llegarse a iguales, sino a mejores
resultados, con otros procedimientos, como el empleo de
tests proyectivos o pruebas sicológicas proyectivas
(Rorschach, T.A.T. etc.) y la exploración sicoanálitica.
Además, debe notarse que no se admite que se puedan
realizar peritaciones para establecer el carácter, la
personalidad del acusado, y en general, las cualidades
psiquicas independientes de causas patológicas.

Sea de ello lo que fuere, el obstáculo principal para la


utilización concreta de ese medio en relación con el
proceso, no es de índole teórica sino práctica. Como queda
dicho, las declaraciones de un individuo en estado de
subnarcosis pueden verse mezcladas con detalles
fantásticos y mentirosos, y esto necesariamente les quieta
valor para el juicio de fondo. Dichas declaraciones a lo
sumo pueden constituir "indicios", y cuando más, fuentes
de "indicios" utilizables en la instrucción preparatoria.
No hay duda de que el progreso científico y el
perfeccionamiento de los métodos de investigación
lograrán disminuir la intervención de estos factores
negativos. De todos modos, en la actualidad debe
descartarse que el narcoanálisis sea un medio seguro para
la comprobación de hechos cuya prueba no puede
obtenerse de otra manera en el procedimiento penal.

c.3.1.3. Prohibición de poner en estado de subnarcosis sin


consentimiento: vulneración de la confesión libre y en
estado tlOmJal de las facultades psíquicas. La posibilidad de
emplear el narcoanálisis como medio de investigación
judicial debe considerarse ante todo con referencia a las
prohibiciones, constitucional (derecho a la integridad moral,
psíquica y física, Art. 2 inc. 1 de la Const. y en la prohibición
de declaraciones obtenidas por la violencia, Art. 2 inc. 24,
literal h, de la Const.) y penalmente sancionadas (delito de
coacción, Art. 151 del c.p .). Sin duda alguna, se prohíbe
tanto al juez como al perito poner en estado de subnarcosis,
sin consentimiento previo (Art. 2 inc. 24 a), al acusado o a
otra persona cuyas declaraciones sean útiles para el
proces0224o

y no es dable sostener que las finalidades de orden general


que orientan el proceso penal y la evidente utilidad social
que se consigue al valerse de los modernos aportes de
progreso científico en el campo judicial (p. e., de acuerdo al
principio de libertad probatoria), hacen lícita la adopción del
narcoanálisis, porque este problema puede encontrar
solución sólo con base en el derecho positivo, y este,
mientras no sea modificado no permite poner en estado de
incapacidad de entender y de querer a quien no 10
consienta. Así 10 establece el Código Procesal Penal del
2004 Y la mayoría de los Códigos Procesales
Latinoamericanos. También el Código Procesal Penal Tipo
para Iberoamérica y los Tratados Internacionales de los
cuales el Perú es parte.
El artículo 160.2, literal b, del CPP 2004 describe que la
confesión tendrá valor probatorio cuando sea prestada en
estado normal de las facultades psíquicas. El artículo 88.4,
literal e, determina que en ningún momento se ejercerá
contra la persona del imputado medio coactivo alguno para
obligarlo, indllcido o determinado ya sea a declarar contra
su voluntad, ni se le hará cargos o reconvenciones
tendientes a obtener su confesión. En efecto, el Art. 2. 24.h,
de la Constitución de 1993 prescribe que nadie puede ser
obligado a declarar.
Cualquiera comprende que si se emplea el narcoanálisis
con el objeto de burlar la voluntad del acusado de no hacer
declaraciones que les son perjudiciales o cualquiera otra
declaración, irremediablemente se violarán el espíritu y la
letra de las citadas normas.

c. 3. 1.4. El narcoanólisis consentido debe limitarse mando


atente la personalidad humana. Además, la mayor parte de
la doctrina considera ilícita la adopción de esa técnica, aun
cuando el que tenga derecho consienta en ello y aunque el
tratamiento se realice en forma tal, que no implique peligro
para la persona.
En la República Federal Alemana, la antigua ley procesal fue
modificada precisamente con el fin de excluir, de modo
explícito, que el acusado pueda ser sometido a cualquier
tratamiento dirigido a limitar su libertad de responder (§
136a de la Ley de procedimiento criminal). Además, el §
343 de esta misma ley castiga al juez que emplee medios
coercitivos, durante la instrucción, con el fin de obtener la
confesión del reo. Por lo tanto, la doctrina alemana es
contraria al uso del narcoanálisis, aun en el caso de que el
examen narcoanalístico sea permitido por el acusado, y por
los mismos motivos rechaza también el empleo del detector
de mentiras.
Acerca de este asunto se pronunció también el V Congreso
Internacional de Derecho Comparado, que se efectúo en
Bruselas en agosto de 1958, y en el cual se adoptó la
siguiente resolución: "Todos los procedimientos de
investigación científica que constituyan un atentado contra
la personalidad humana, como el del narcoanálisis, deben
excluirse de entre los medios de instrucción judicial".

c.3.1.5. El narcoanólisis no es permitido por las medidas de


coerción personal y no vale para evitar el rigor de la norma
el hecho de que el ordenamiento procesal autorice algunas
formas de coerción personal, por ejemplo, la detención
preventiva, las inspecciones personales y del domicilio, o el
secuestro, formas que pueden lo mismo que el
narcoanálisis, sacrificar en igual medida algunos derechos
esenciales del ciudadano. En estos casos la actividad de los
órganos judiciales se rige por normas de índole excepcional,
que mientras por una parte hacen lícita la limitación
específica de los derechos del particular, por ellas prevista,
por otra parte señalan claramente los límites hasta donde
puede llegar la potestad de coerción vinculada a la
actividad procesal.
Lo cierto es que, como ya se ha dicho, el ordenamiento
procesal no contempla la posibilidad de utilizar el
narcoaná1isis, en la investigación penal, de la persona. Y
ese vacío no puede llenarse permitiéndose extender
ana1ógicamente el número y la clase de las formas de
coerción procesal previstas por el c.P.P.

c.3.1.6. Diferencia del narcoanólisis con el testimonio y el


interrogatorio.

El recuerdo que el episodio criminoso deja en la psiquis del


reo no puede confundirse con el objeto principal de estas
comprobaciones inve~tigativas. Por el contrario, el
narcoaná1isis se asemeja, según el sujeto sobre el cual se
verifica, al interrogatorio del acusado o al examen del
testigo, pero de estos actos se diferencia profundamente,
por razón del estado en que se coloca a la persona que se
examina.

Lo mismo debe decirse respecto a los testigos, a los


denunciantes y a las partes lesionadas, cuyas declaraciones
sean necesarias para la investigación. Los testigos, a
diferencia del acusado, tienen el deber de decir toda la
verdad; pero esto no puede autorizar que se adopten en
contra de un testigo sospechoso, sanciones o medios de
coacción que la ley no instituye. Como ya explicamos, no se
puede ofrecer promesas ilegales para obtener de ellos
declaración. Por consiguiente, el juez podrá hacer arrestar
al testigo mendaz o reticente, más nunca podrá ob1igarlo a
someterse al narcoanálisis sin realizar un acto pena1mente
ilícito.
c.3.2) El polígrafo

c.3.2.1. El puntaje de polígrafo examina hechos internos y


subjetivos. A la segunda categoría de técnicas pertenece el
empleo del polígrafo, mal llamado lie-detecto (detector de
mentiras). Este aparato, construido y ensayado por primera
vez en los Estados Unidos, es un instrumento capaz de
revelar objetivamente algunas manifestaciones orgánicas
significativas, relacionadas con fenómenos neuro-siquicos, y
también las que se verifican cuando se disimula una
emoción. Por esta función suya, los instrumentos de esta
clase han recibido el nombre de "lectores del alma", o
"máquinas de la verdad" o "reveladores de mentiras" y en
realidad pueden revelar hasta el estado de inquietud que
acompaña a la mentira, pero nunca esta225o

En términos generales, el polígrafo lo constituye un


conjunto de aparatos medidores226, capaces de traducir en
un cuadro gráfico la relación entre la duración de las
inspiraciones y la de las expiraciones, las contradicciones,
el tono, las palpitaciones del corazón, las modificaciones
volumétricas de los vasos y las variaciones de estos datos
fisiológicos en relación con estímulos . síquicos previamente
determinados. El peritaje con polígrafo debe equipararse al
peritaje psicológico, por explorar ambos hechos internos o
subjetivos227o
En el proceso penal tiene por objeto registrar los
movimientos respiratorios del imputado durante el
interrogatorio, como también las variaciones de la presión
arterial, el pulso y la secreción transpiratoria en las distintas
fases de la toma de declaración. Con esto se pretende
determinar si el declarante se está apartando
conscientemente de la verdad. Esto se basa en la
experiencia de que la marcha de la respiración corporal, el
grado de la transpiración, etc., suelen cambiar cuando el
declarante 'dice conscientemente falsedades.

c.3.2.2. El polígrafo no verdadera el principio de libertades


públicas y de noautoeliminación. Todo lo dicho respecto al
narcoanálisis realizado sobre un individuo que presta su
consentimiento, no vale en lo referente al uso del polígrafo
y de otros medios de sicodiagnóstico que no consiste en
poner al sujeto en estado de incapacidad de entender o de
querer, pues no tiende a compeler la declaración en contra
de sí mismo, sino a aportar elementos de juicio, por ello,
bajo esta fundamentación no se podría prohibir la
utilización del polígrafr0228, pues sólo se trata de una
pericia que en nada vulnera la integridad del ser humano
como se ha manifestad0229o El Licenciado Mariano
Granadas aFina al respecto: "Las censuras lanzadas por los
espíritus liberales contra el empleo de ciertas drogas para
provocar la confesión, lo que en criminalística se denomina
'narcoanálisis', son irrelevantes contra el detector de
mentiras, porque no se trata de una efracción de la
personalidad, sino de una investigación psicológica. Cuando
el sujeto se presta al examen lo hace de un modo
voluntario. Sus respuestas son libres, con conciencia
absoluta de cuanto dice, sin coacciones ni temores. Podrán
traicionarle sus reflejos fisiológicos, pero ello no se
relaciona con la condicionalidad de su confesión. Uno de los
requisitos necesarios para la validez de la prueba, es que se
lleve a cabo sin coacción ni sugestión alguna [ ... ] en
síntesis no deben atribuirse efectos mágicos a la prueba
practicada por medio del Detector de Mentiras. Este
aparato no provoca la confesión de los inculpados [ ... ]: su
función se limita a señalar las perturbaciones inconscientes
del interrogado ante ciertas preguntas [ ... ]"230.
Creemos que la adopción de estas técnicas no puede
impedir una disminución de las libertades individuales
protegidas por la ley en sí misma, tanto más cuanto el
sujeto siempre es libre de someterse o no al examen. Sin
embargo, cuestión aparte es si se puede objetar el polígrafo
alegando cualquiera de los vicios de voluntad; la respuesta
es afirmativa, el método del polígrafo debe ser totalmente
voluntario, no sólo por razones de justicia y libertad
personal, sino por ser imposible de aplicar a base de
violencia física. La invalidación del método del polígrafo por
vicios de voluntad es plenamente aplicable; así, si el sujeto
fue amenazado para tomada, o se hicieron falsas promesas,
o se le engañó haciéndole creer que se trata de otra cosa,
este debe ser desechado. Así, debe dejarse establecido que
es absolutamente ilícita la adopción de cualquier método
coercitivo que tienda a constreñir a un acusado a
someterse al examen con el detector de mentiras (el Art.
160.2, literal b del CPP 2004 expresa que para que la
confesión tenga valor probatorio debe ser prestada
libremente). La ley, así como no prevé la posibilidad de
recurrir a esta técnica de investigación obligatoriamente,
pues se rige por el principio de libertad probatoria, tampoco
obliga a someterse a ese examen y más bien los limita si
estos están en contra de la Constitución, los Tratados
aprobados y ratificados por el Perú, y la ley expedida
conforme a ellos (Art. 17 del CPP 2004).

Pero si media el consentimiento del interesado, la adopción


de estos métodos de investigación debe considerarse
permitida; es recomendable que el sujeto ponga por escrito
su asentimiento de tomar la prueba, y es obligación instruir
ampliamente al sujeto sobre la prueba, su significado y
consecuencias, así como leerle las preguntas por anticipado
para evitar malos entendimientos o reacciones de sorpresa;
tomando estas precauciones, la prueba se podrá considerar
como libre de vicios231o De lo que podemos concluir, que
el Polígrafo puede ser un gran auxiliar de la justicia,
siempre y cuando esté convenientemente
reglamentado232o

e.3.2.3. Los resultados no obligan su aprobación por parte


del juez. Es muy conveniente analizar las relaciones entre la
confesión y el polígrafo, ya que algunas personas
confunden la situación y nos hablan de una "confesión"
obtenida con el "detector de mentiras", y consideran que el
presentar el técnico poligrafista la gráfica y su informe, se
pretende que el juez tome éste como una confesión.
Consideramos que el resultado de 1m examen con polígrafo
no debe considerarse como confesión. El error está en
equiparar el polígrafo al narcoanálisis, en el que sí se
obtiene contra la voluntad del sujeto una verdadera
confesión, en lugar de considerarlo como prueba pericial.
Las objeciones lanzadas contra el narcoanálisis no son
válidas en el caso del polígrafo por tratarse de dos cosas
esencialmente diferentes.

Porta233 , Richard S. Cain234, y los mexicanos Ernesto


Abreu Gómez235, José Campos Garmendia, Antonio Reguer
Noriega y Jorge Sergio Tico Alvarad0236, se declaran a
favor de la utilización del polígrafo, a condición de que la
prueba sea confiada a un especialista237, y de que sea
corroborado por otros medios psicométricos. De lo que
concluimos que dentro de los defensores de esta técnica de
investigación admiten que por una indebida preparación del
técnico poligrafista se pueda llegar a errores en la
apreciación del resultado, lo cual exigiría una preparación
cuidadosa y adecuada del mismo, posible tal vez, de
obtenerse en un laboratorio de psicología, pero imposible
de lograrse en una oficina de policía en donde el imputado,
difícilmente dejaría de registrar profundas reacciones
emotivas, sabiéndose acusado de un crimen. Por ello
consideramos, al igual que el Dr. Francisco Laplaza, que:
"hay que tener siempre presente que estaríamos en el
terreno de las pericias. Si estas tareas técnicas se llevan a
cabo en la esfera de la actividad policial, podrían valer, a lo
sumo, como meros indicios. Si se llevan a cabo en el ámbito
judicial, nunca podrá afirmarse que la prueba de la
culpabilidad de la inocencia reside en la pericia, y menos
todavía que la sentencia pueda apoyarse válidamente en
ella, sin necesitar de otros fundamentos. La razón consiste
en que la seriedad de la sentencia, está en razón directa de
su conformidad con las pruebas directas y seguras sobre la
que se construya. Elevada sobre elementos de convicción
falaces, la sentencia será infundada y carecerá de
seriedad"238 239. Para mayor ahondamiento de datos,
Dohring expresa: "Una de las objeciones más importantes
que se hacen al uso del detector es que dificulta al juez
apreciar la prueba fundándose en sus propias fuerzas y que
lo impele a apoyarse enteramente en las ideas del técnico
criminalística interviniente"240.

En última instancia, los hechos pueden ser, como hemos


visto, objeto de prueba, y el perito debidamente preparado
que utiliza el polígrafo dará su dictamen cuando así sea
necesario por requerirse conocimientos técnicos o
especializados, pero dicho dictamen u opinión, no obliga al
jue:v pues éste debe jomJar su opinión personal de las
circunstancias,y bqo criterio de concimcia. Esta aseveración
tiene en esta tesis particular importancia, pues se pugna,
no porque el juez acepte incondicionalmente el resultado de
una máquina (en este caso el polígrafo), sino porque el juez
esté de acuerdo en analizar el informe del técnico
poligrafista para formarse una idea más general del
problema que jurídicamente le toca resolver, esto se
fundamenta puesto que es necesario que el juez tenga a su
alcance el mayor numero de elementos para formarse un
criterio acertado y poder dictar una sentencia justa, a fin de
cuentas si bien es cierto que se puede llegar a errores
mediante los resultados del polígrafi 241, esto no obsta
para que el juez puede valorados, pero sin ninguna
obligación. La regla solución para nosotros es que las
personas que atendieron el aparato deben prestar
declaración como testigos o, en su caso, informar como
peritos. El hecho de que su labor presuponga una pericia
especial, no excluye que el juez se forme sobre la base de
sus declaraciones un juicio propio.

En doctrina comparada, por ejemplo en Alemania los


tribunales penales no pueden valerse de los resultados
obtenidos con el auxilio de un detector de mentiras, sin
embargo, en cuanto la policía no tenga el propósito de
presentar los resultados obtenidos con el detector en el
proceso, y lo emplee simplemente para el servicio interno,
para determinar en qué dirección pueden prosperar las
pesquisas, expresa Dohring, el procedimiento no puede
merecer reparos en ninguna parte242o En la Unión
Soviética el invento es mirado con desconfianza243o En
muchos otros países, en cambio, se ha intentado, con
variado éxito, aprovecharlo para la averiguación244o

c.3.3) Diagnosis judicial con el método de la asociación


Al tercer grupo pertenecen las técnicas que se fundan sobre
el fenómeno de la asociación de ideas o, más
particularmente sobre la asociación de palabras. El principio
sobre el cual se basan estos métodos reside en el hecho de
que cualquier acontecimiento, especialmente si es de
importancia como el delito, deja en la psiquis una huella
indeleble, que se manifiesta en las evocaciones asociativas.
El más importante de estos sistemas se denomina diagnosis
constelatona o Tatbestandsdiagnostil o diagnosis jlldicial
con el método de la asociación, y consiste en presentar al
sujeto cierto número de palabra a las cuales éste deberá
contraponer otras a elección suya.

Algunas de estas palabras estímulo están desprovistas de


importancia, pero otras, llamadas "críticas",
conceptualmente evocan detalles del acontecimiento en
torno al cual se adelanta la investigación. Teniendo en
cuenta el tiempo empleado en dar cada una de las
respuestas y el significado de las palabras utilizadas por el
sujeto, a veces es posible obtener un cuadro que suministre
indicios.

La utilidad de este método es mayor cuando la


espontaneidad de las respuestas y la reacción emotiva del
sujeto a las palabras críticas sean controladas con un
detector de mentiras, o mando se combine con la narcosis.
En este último caso puede dar resultados de cierta
importancia, no sólo por la significativa pertinencia de las
palabras asociadas, sino porque a veces el sujeto asocia la
narración de hechos muy importantes a una palabra-
estímulo.

Consideramos importante lo descrito por Mittermaier, con


respecto a la libertad de admitir medios nuevos: "no se
debe desconocer la peligrosidad de la multiplicidad de
pruebas y del riesgo que representa el que un juez pudiera
darle excesiva credibilidad a talo cual prueba, haciéndose
factible a condena de un inocente"245.
c.3A) Confesiones btijo hipnosis y en la condición de
medium
y aquí surge precisamente un problema que no puede
pasarse por alto, esto es, si entre los medios de prueba, o
mejor, entre las operaciones mediante las cuales se llevan a
la práctica los medios de prueba, en especial el de la
confesión, se permite el empleo de hipnotismo. ¿Puede
admitirse que se someta a una persona al sueño hipnótico?
¿Puede aceptarse que se despierte en otra persona la
psicosis hipnótica con fines probatorios? ¿Se puede recurrir
a una experiencia hipnótica como medio de investigación
de la verdad, en relación con el proceso? Naturalmente, la
persona puede ser el acusado mismo, como también la
parte ofendida, un testigo o también un tercero. Aunque en
la ciencia las opiniones son vacilantes e inseguras y aunque
no se ha formado esa conJllJ1mis opinio que, aunque a
veces empíricamente, puede constituir el presupuesto de
disposiciones legislativas o de medidas judiciales nos
parece que en el estado act,ual de las investigaciones es
muy remota la posibilidad de que la experiencia hipnótic a
suministre una ayuda para obtener que una persona diga la
verdad. En efecto, la proporción de los hipnotizables entre
los sanos es muy baja, y, por otra parte, la persona
hipnotizada también puede oponer en el estado hipnótico,
casi inconscientemente y hasta diremos instintivamente,
resistencia al influjo de la sugestión y al imperativo de la
verdad.

Entre los neurópatas ciertamente es muy alta, casi


absoluta, la proporción de los hipnotizables; pero esta gran
facilidad no está acompañada por una igual probabilidad de
conseguir el fin, ya que el enfermo también puede
fantasear en el sueño hipnótico, y en este puede
igualmente surgir la mentira. De manera que, en todo caso,
será muy raro un resultado verdaderamente útil.
Tal vez puede obtenerse un resultado menos dudosa
cuando ese medio se emplee para evocar en el sujeto
antiguos recuerdos que permanecen dormidos, pues casi
con certeza puede ser útil como instrumento para
exploración de la personalidad del individuo, especialmente
cuando se trata de sujetos anormales (por ejemplo,
histéricos), o para comprobar sus aptitudes o tendencias, o
para otros fines especiales. Por ahora consideramos a esta
posibilidad de efectuar hipnosis para obtener confesión
como un medio no permitido en el caso peruano.

d. Sea recibida por la autoridad competente

La confesión se produce durante la investigación, ante el


Fiscal competente, sin embargo, se puede producir en la
etapa de juzgamiento246 o

e. Con las formalidades legales pertinentes


Esta se debe desenvolver dentro de las formalidades
legales pertinentes, y se deberán limitar cuando resulten
manifiestamente excesivos.
e.l. Sobre la prohibición del [atigamiento del imputado y la
teoría de "las fuerzas del imputado"
El artículo 88.6 del CPP 2004, que suspende
momentáneamente el interrogatorio del inculpado por
fatiga, no debe ser entendida como una prohibición al
exceso de manera inflexible247o Sin embargo
consideramos que poco se gana con principios tan
generales como el que dice que está prohibido al
funcionario pesquisador fatigar de algún modo al imputado.
Reglas tan simples serían sin duda deseables para clarificar
las condiciones, pero, así formuladas, no son utilizables,
porque simplifican demasiado y no consideran
circunstancias especiales. Una pauta como la que
acabamos de mencionar, aplicada con toda consecuencia,
haría generalmente imposible el esclarecimiento de los
delitos en los casos más complicados. Cuando se formula
un principio, hay que tener en consideración las muy
diversas configuraciones de los hechos que pueden darse
en este terreno. Además, el principio debe formularse en tal
forma que a la autoridad pesquisidora le quede abierta la
posibilidad de indagar intensivamente los hechos, por lo
menos en las situaciones que en la práctica son las más
importantes.
Sin embargo consideramos importantes ciertos criterios
rectores para la suspensión o prohibición:

1. Es cierto que el imputado no debe ser agotado más de


lo debido mediante tomas de declaración excesivamente
largas. No obstante ello, en las causas penales mayores
puede ser necesario fatigar con interrogatorios prolongados
a un sospechoso sano y nervudo que, desafiando el peso de
los cargos, niega pertinazmente su culpa, al punto de que
pueda comprobarse si su relato resiste cierta prueba. Esto
en el fondo está reconocido en todos los países y sólo
podrán discrepar teóricos totalmente divorciados de la
realidad. Incluso en aquellos países en los cuales la opinión
pública empicota toda restricción innecesaria de los
derechos procedirhentales del imputado, se aprueba,
dentro de ciertos límites, que se lo canse con las tomas de
declaración en el procedimiento previ0248o En los países
del derecho angloamericano se lo permite también en
amplia medida en el plenario, si el acusado pide que se le
tome formalmente declaración como testigo, y es sometido
entonces al interrogatorio cruzado.
2. Dondequiera que se le tome declaración a un
sospechoso de una manera que lo fatigue
considerablemente, debe haber claros motivos reales que
justifiquen ese procedimiento que, de cierto modo, es
penoso para el imputado. Cuanto más duro y agresivo sea
el procedimiento aplicado, tanto más contundentes tienen
que ser los argumentos esgrimibles para justificado. Las
tomas de declaración prolongadas, que implican para el
imputado cierto desgaste de energías, pueden ser
necesarias, no solamente para esclarecer homicidios y
robos, sino también incendios intencionados, en los cuales
el autor muchas veces adopta la táctica de negar su culpa
con pertinencia extrema. Rara vez serán necesarias, en
cambio, en las causas penales medianas y menores. Una
táctica realmente pulverizadora sólo será admisible en
casos excepcionales2~9 .
3. Como ya se señaló, el receptor de la declaración
deberá adecuar la medida de la fatiga producida por el
interrogatorio al estado de fuerzas del imputado. Si este
mismo aduce que no puede continuar y necesita una pausa,
la toma de declaración tendrá normalmente que
interrumpirse, siempre y cuando no se trate de una simple
maniobra táctica del imputado para proporcionarse un
respiro en el momento decisivo. Así deberá ser entendido el
artículo 88.6 del CPP 2004: "Si por la duración del acto se
noten signos de fatiga o falta de serenidad en el imputado,
la declaración será suspendida, hasta que ellos
desaparezcan".

e. 1. 1) Dificultades de la prueba

Cuando en un plenario haya que examinar si en el


momento en que el imputado confesó el hecho había sido
fatigado por la policía más allá de lo lícito, tal comprobación
resultará no pocas veces problemática. Pero la superación
de las posibles dudas no es de ordinario más penosa que en
muchos otros casos que, al final, terminarán
esclareciéndose definitivamente. Con frecuencia las
dificultades de la prueba pueden desde un comienzo
evitarse, o por lo menos mitigarse, si el receptor de la
declaración anota inmediatamente en el acta las medidas
tomadas para evitar un cansancio prematuro del imputado
y, sobre todo, la duración de los intervalos observados. En
las causas mayores, la mejor precaución que puede adoptar
el funcionario es cuidar de que estén presentes testigos
imparciales, a fin de que más adelante no esté expuesto
inerme, pese a haberse comportado inobjetablemente, a los
ataques arbitrarios del imputado. El Art. 119 del CPP 1991,
primer párrafo, señalaba: "La declaración del imputado se
recibe con asistencia del secretario titular o habilitado,
quien registrará la diligencia y dará fe de su realización. Si
el caso lo requiere, el Fiscal podrá asesorarse por un
experto en criminalística u otra disciplina científica o
técnica. El asesor no podrá intervenir directamente en la
diligencia, debiendo constar en acta su presencia y las
observaciones que los sujetos procesales hagan con
respecto a su participación".

Si no se han adoptado esas previsiones, queda aún en el


plenario la posibilidad de formarse una idea del estado
físico y nervioso del imputado, practicando un examen
ocular y sacando de ahí deducciones sobre un posible
cercenamiento ilícito de su libertad de declarar en la toma
de declaración anterior. En esto, sin embargo, habrá que
tener en consideración, más que nada, fuera de los
elementos objetivos (duración del interrogatorio, si se lo
practicó en horas de día o en horas de la noche), la
personalidad del funcionario policial que tiene que deponer
sobre el desarrollo de aquel acto. El aporte de ese testigo
en el plenario, puede tal vez brindar puntos de apoyo para
saber cómo se desenvolvió en aquel entonces la inquisición.
En esto, hay que considerar que el testigo policial se
conducirá quizá de otro modo -en más de un aspecto- ante
el tribunal penal que cuando estaba dirigiendo la
investigación. Empero este problema no debe impedir
absolutamente el trabajo del juzgador, como expresa
Dohring: "Pues hasta el tribunal de casación, que
normalmente no dispone de una impresión personal de las
personas que intervinieron, cuenta con diversas
posibilidades de proporcionarse el necesario material
indiciario, en cuanto éste no se desprenda de los autos, por
vía de la llamada prueba libre. No pocas veces, la
experiencia general le dará también referencias que le
permitan formarse un juicio acertado"250.
Nosotros consideramos que lo expresado por Dohring, no
puede ser aplicado a casos que sean de perfil
eminentemente inquisitivo, como son los de terrorismo (en
cualquiera de sus clases) o TID, pues en los últimos
tiempos, la justicia peruana, en leyes verdaderamente
inconstitucionales ha prohibido que policías sirvan como
testigos de las formas como se interrogaban a inculpados
por terrorismo, motivo por el cual en dichos casos el juez
tendrá limitadas posibilidades para fundamentar alguna
actitud ilegal de obtención de la verdad y específicamente
si es que se tomó la declaración en agotamiento del
interrogado. Así lo estipulaba el Decreto Ley N° 25475, del
06 de mayo de 1992, en su artículo 13 inc. c: "En la
Instrucción y en el Juicio no se podrán ofrecer como testigos
a quienes intervinieron por razón de sus funciones en la
elaboración del Atestado Policial". Este artículo fue copiado
por el Decreto Legislativo N° 897 del 26 de mayo de 1998,
"Ley de Procedimiento especial para la investigación y
juzgamiento de los delitos agravados que tipifica el Decreto
Legislativo N° 896", que en su Art. 4 expresaba: "En la
instrucción y en el juzgamiento no se podrá ofrecer como
testigos a quienes intervinieron por razón de su cargo o
función en la elaboración del Atestado Policial, el que tendrá
valor pro batorio"151, de tal forma que en la práctica el
Juez peruano, por múltiples variables externas (principio de
jerarquía, la provisionalidad, la dependencia remunerativa,
etc.), no trataban de inclinarse a defensa del reo o en la
búsqueda de indicios para determinar las inconductas en el
interrogatorio o en la formación del atestado, muy por el
contrario bajo una mal entendida defensa de la sociedad
ante el terrorismo, se vulneraron principios básicos como el
de inmediación, y nunca aplicaron el poder difuso, lo que
trajo consigo muchos sentenciados inocentes, y la creación
de comisiones ad hoc para "indultar" a los ·mismos.

e.l.2) Agotamimto exisiste al comienzo de la toma de


declaración
El imputado puede estar fatigado ya desde el comienzo, sin
que a ello haya contribuido el receptor de la declaración
(quizá por haber sido perseguido largo rato por la policía
antes de ser capturado). Como en el caso anterior, todo
dependerá de si es libre aún de hacer actuar su voluntad y
capaz de prestar una colaboración útil. Caso contrario, no
deberá tomársele declaración hasta que se haya
recuperado un tanto.

Erbs y Lowe-Rosenberg sostienen que el receptor de la


declaración no tiene por qué mostrar consideración ante la
fatiga que él mismo no haya provocad02s2o Mas la causa
de la fatiga es irrelevante. Si ésta ha llegado a un grado en
que el imputado no puede seguir con atención las
preguntas que se le formulan, habrá que abstenerse, por el
momento, de tomarle declaración. Para juzgar si está en
condiciones de prestar una colaboración cabal, no interesa
solamente el grado de su eventual fatiga, sino también las
exigencias que le plantea el tema y la manera en que se lo
indaga en el caso concreto. Si el objeto sobre el cual tuvo
que declarar era muy simple y el funcionario se mostró
considerado, habrá más sostén para afirmar que el
interrogatorio se cumplió en regla que en el caso inverso.

Por lo demás, no se piense que es raro el interrogatorio de


personas que están de cierto modo fatigadas. En los delitos
de tránsito, sobre todo los ocurridos de noche y que la
policía investiga al punto, ello es frecuente. Pero también
en otros casos es muchas veces necesario tomar
declaración a imputados que por agotamiento, enfermedad
o mal estado de nervios están relativamente en condiciones
de aportar datos, y a los cuales el funcionario tiene que
guardar consideración si quiere obtener una declaración
cabal y no entrar en conflicto con la ley. La utilidad de esas
declaraciones depende en buena medida de que se hayan
respetado las fuerzas del imputado y no se le haya hecho
un juego desleal aprovechando su momentáneo
debilitamiento.
e.I.3) Interrogatorios noctllmos
¿Es lícito tomar declaración al imputado en horas de la
noche? Cabe aplicar el mismo principio. La cuestión no
puede resolverse categóricamente por sí o por no. Es
indudable que un interrogatorio iniciado de día puede
prolongarse hasta entrada la noche si las necesidades están
para soportarlo. Pero despertar a un imputado en medio de
la noche para tomarle declaración sólo podría justificarse si
la premura del caso lo exige. Las causas aducidas no deben
saber a excusa, sino ser convincentes. A menudo, el motivo
en tales casos no será tanto la urgencia, sino el deseo de
aprovechar la somnolencia del imputado y arrancarle
declaraciones, que no habría prestado de haber estado bien
despierto. Donde se compruebe en esos casos un abuso, la
jurisprudencia debería destacarlo con la suficiente claridad.
Cuando apenas se den casos de investigación de delitos
graves en los que el sospechoso bajo custodia no sea
arrancado del sueño e interrogado durante horas (quizá por
tandas de funcionarios), hay señal de que muchas veces no
hubo necesidad real de hacerla, sino que se está aplicando
abusivamente un método de investigación admisible por
principio.

Es por ello que consideramos de especial situación el caso


de los Juzgados de turno permanente, cuya materia a
conocer son las denuncias formalizadas por el Ministerio
Público con reos en cárcel o cuando el denunciado está
presente (Art. 4 inc. b, de la Resolución Administrativa N°
068-CME-PJ); en tales casos el Juez de turno permanente
necesariamente deberá calificarlas y si decide dictar el auto
de apertura de instrucción, iniciará, y de ser posible,
culminará las instructivas de los inculpados (inciso 6 del
artículo primero de la Resolución Administrativa N° 61-96-P-
CSJL, Norma para el adecuado funcionamiento del juzgado
penal de turno permanente y de la mesa de partes única
del 15 de mayo de 1996). En dichas actividades como es
obvio se podrá solicitar declaraciones al inculpado, las
mismas que como ya expresamos deben estar con .las
garantías del abogado defensor, con la presencia del
Ministerio Público, etc., las declaraciones nocturnas en este
caso, en principio son admisibles como se puede
desprender del espíritu de esta norma, sin embargo en todo
caso se debe tener a lo dispuesto por el inciso lo del mismo
artículo que señala que: "al dictarse el auto de apertura de
instrucción no se debe programar fechas para la actuación
de las diligencias solicitadas por el Ministerio Público, la
continuación de la instructiva se suspende hasta que el
Juzgado Penal ordinario al que se remita la denuncia
calificada se avoque a su conocimiento y programa la
fecha". Así consideramos que debería evitarse el abuso de
la declaración nocturna y esperar nuevo turno o turno
diurno.

CAPÍTULO IV

LA CONFESIÓN SINCERA
1. SOBRE LA SINCERIDAD DE LAS CONFESIONES, SUS
MÓVILES Y EL CASO DE LAS FALSAS CONFESIONES

Normalmente, una confesión se presume sincera, porque


así sucede en la mayoría de las veces, si se presta o se
recibe en condiciones regulares y por que se requiere una
razón grave para que una persona sana de espíritu y
consciente de sus declaraciones se reconozca culpable sin
motivo, no es natural mentir en contra de uno, y resulta
contrario al instinto de conservación el acusarse
falsamente. Sin embargo, fuera de los casos patológicos o
de los supuestos de violencia, se encuentran confesiones
mendaces, por razones diversas: interesa diagnosticadas.

La técnica del interrogatorio, que es el arte policiaco ha


llevado a fondo este tema y permite distinguir diferentes
factores de confesión, aparte de las ya mencionadas, de
indispensable conocimiento para apreciar el valor de esa
declaración obtenida, de acuerdo con los medios que la han
sugerido y con los móviles que la han determinad0253o

a. Confesión por laxitud

Libera al acusado del estado de ansiedad creciente


suscitado por la pesquisa y de la tensión nerviosa
exacerbada por un prolongado interrogatorio.
En la base constituye un sentimiento natural que vuelve a
encontrarse en el origen de la confesión espontánea o de
simples confidencias hechas a un amigo o a una mujer. El
interrogatorio se ciñe a acrecentar el estado de inquietud y
de tensión que predispone a la confesión y que resulta
penoso de sostener largo tiempo.

b. Confesión por necesidad de explicarse

Simple variante del anterior, y más especial de los crímenes


pasionales. Frente a la acusación, el culpable experimenta
el deseo de exponer su propio punto de vista y de explicar
el móvil particular que lo ha empujado, a fin de justificar su
acto. Esta confesión supone una acusación ya establecida
sobre lo esencial. Como en el supuesto precedente,
sobreviene en condiciones que hagan presumir la
sinceridad, pero está más sujeta a caución cerca de la
veracidad del móvil invocado. Declarar por qué se ha
matado o robado es, aún reconociendo la culpa, intentar
atenuarla, al dar de ella una explicación favorable.

c. Confesión por lógica

El procesado que se siente estrechado, o metido en un


callejón sin salida, experimenta mayor o menor
repugnancia por seguir en esa situación: aspira a salir de
una actitud absurda e indefendible. Aquí también la
confesión se suscita por un sentimiento natural desenvuelto
por el interrogatorio y que normalmente se encuentra en
culpables o, por lo menos, en los culpados que ocultan algo.

d. Confesión por orgullo

Ciertos delincuentes, sienten vanidad al narrar sus hazañas,


y se trata de una posibilidad que el hábil interrogador no
debe dejar de explotar. Pero, habiendo penetrado en ese
camino, ¿de qué no llegará a ufanarse? La vanidad conduce
fácilmente a la fanfarronería con detrimento de la
veracidad.

e. Confesión por esperanza o temor

Última clase de confesión y la menos segura. Quien


confiesa con la esperanza de mejorar su suerte, o por el
temor de empeorarla, no muestra demasiada convicción. El
interrogador que haya hecho vibrar esa cuerda podrá desde
luego sacar provecho inmediato, pero, salvo que consiga
corroborar esa confesión con otras pruebas, la ventaja
estará expuesta a perderse, si el culpado, luego de
reflexión, llega a retractarse. El juez tendrá entonces que
preguntar de qué vale poseer tal confesión retractada,
viciada en su origen: la solución dependerá de la influencia
que haya podido tener la esperanza o el temor sobre el
espíritu del imputado.
Las falsas conjésionu, más todavía que las verdaderas,
pueden provenir de motivos muy diversos. Dejando aparte
los supuestos de constreñimiento físico o moral y de auto
acusación patológica, se encuentran confesiones por interés
(real o supuesto), y otras por abnegación, algunas por
desesperación o por jactancia, etc. Se conocen también las
confesiones llamadas penitenciarias, hechas con el
propósito de procurarse un traslado, un cambio de prisión, o
en los emigrantes y hasta en los vagabundos, una
detención durante la estación mala. Finalmente, los
psiquiatras criminalistas, han demostrado recientemente
que los criminales pueden experimentar un sentimiento
turbador, y hasta angustioso, de culpabilidad y una
necesidad inconsciente de castigo o expiación y ser
empujados así, por la fuerza de las tendencias reprimidas, a
acusarse hasta de cosas más graves que las cometidas. A
ese respecto se citan casos de criminales que han pedido
por sí mismos su condena a muerte, como si la hubiesen
merecido. Se han analizado esos estados internos de
angustia y de depresión por los cuales el culpable,
aterrorizado por su crimen, termina por refugiarse en la
confesión, como su salvación única., al igual que otros se
acogen a la protesta, o bien a una enfermedad o a una
psicosis. Se ha observado el caso de un psicópata que, tras
haber intentado suicidarse, confesó, con fin de expiación,
su doble crimen de violación y asesinato. Sucede además
que ese impulso interior hacia la confesión, por poco
psicópata que sea el individuo, lo lleva a inexactas
confesiones.
2. TÉCNICAS PSICOLÓGICAS UTILIZADAS PARA EL
CONTROL DE LA SINCERIDAD DE LOS DECLARANTES: CÓMO
SE INVESTIGA LA SINCERIDAD DEL SUJETO

En lo sucesivo trataremos de diseñar las técnicas existentes


a nivel de la psicología forense para determinar cuándo una
declaración es sincera o no, sin embargo tales técnicas
siempre deberán ser corroboradas y utilizadas de manera
crítica, pues lo que se debe tentar es de que no se vulnere
ni la Constitución, ni las leyes, ni los principios que rige la
teoría de la prueba.

Así, el propósito de engañar a la justicia en las


declaraciones, en las dos formas, por acción u omisión, es
decir, por afirmación de mentira u ocultación de verdades,
es tan general, por desgracia, que desde hace años ha
preocupado a los juristas el medio de obtener una prueba
objetiva del grado de sinceridad en los testimonios. En la
remota antigüedad, los jueces persas empleaban una
prueba que llegó a hacerse célebre: "la prueba del arroz",
consistente en hacer tragar rápidamente cierta cantidad de
ese cereal inmediatamente después de terminada una
declaración. Decían ellos que por voluntad de los dioses
todas las personas que hubiesen declarado en falso se
verían imposibilitadas de tragado, y consecuentes con tal
criterio, anulaban las declaraciones otorgadas por tales.
A pesar de su aparente ingenuidad, esta prueba tiene un
fundamento científico, y es que todo estado emocional
intenso inhibe la secreción salival, sin la cual es
evidentemente imposible tragarse un puñado de arroz seco.
Fácilmente se adivina, sin embargo, que las diferencias
personales de emotividad son lo suficientemente intensas
para secar la garganta de un "inocente ingenuo y no alterar
en cambio la de un delincuente o taimado declarante. Se
trata, pues, de una prueba que permitía, en el caso más
favorable, conocer si la persona se hallaba o no
emocionada al declarar, pero no si era o no sincera en su
testimonio.
No obstante, desde tan remotas fechas precisa trasladarse
a una década de nuestros días para encontrar algo que
represente un avance técnico en este sentido: hace 15
años, en efecto, Jung propuso su prueba de asociaciones
determinadas, asociada al registro del tiempo de reacción y
a las particularidades de esta última como medio indicador
de los "complejos", es decir del conjunto de experiencias o
"vivencias" (Exlebnis) que un sujeto cualquiera quisiese
ocultar. El fundamento de la técnica de Jung es el siguiente:
si en una lista de palabras se intercalan unas cuantas
directa o indirectamente relacionadas con lo que el sujeto
trata de ocultar, se verá cómo este vacila algo antes de
contestar (buscando una palabra que sirva para disimular
su reacción primitiva) o su contestación exhibe alguna
anormalidad. En tal caso la comparación entre las
reacciones a las palabras-estímulos "específicas" y las
"neutras" da una base para diferenciar la influencia de la
emotividad general y la de la emoción despertada por el
miedo a ser descubierto; la primera es un factor constante,
que interviene en todas las asociaciones (contestaciones),
mientras que la segunda sólo se re activa en determinado
número de ellas que no conocemos a priori. Siempre es
posible formar una lista que contenga palabras que sean
"neutras" para cualquier sujeto menos para el que trata de
engañamos, y así se comprende que Jung pudiese, con el
empleo de esta prueba, reconocer entre nueve enfermeras
sospechosas de un hurto en su clínica la que lo había
realizado, a pesar de que dos de sus compañeras inocentes,
eran mucho más emocionables y nerviosas que ella.
La importancia psicológica de esta prueba es enorme, pues
no solamente sirve para poner en evidencia el "complejo"
que el sujeto trata de ocultar, sino que nos informa mucho
acerca de su personalidad; por ello nos parece justificado el
intento de exponer con detalle su técnica y los resultados
que pueden obtenerse.

a. Mediante la prueba psicoanalítica de Abrahamsen-


RosanoffJung
El examinador coloca al sujeto cómodamente tendido y le
venda los ojos para evitar toda distracción. Se sienta a su
lado con la lista de palabras-estímulos, que habrá sido
objeto de una cuidadosa elaboración previa. En una mesita
a su alcance dispone de la hoja-registro especial para la
prueba, un par de lápices y un cronógrafo que marque
quintos de segundo. A continuación da las instrucciones en
la siguiente forma:
"Voy a decirle una serie de palabras, de una en una. Usted
tendrá la bondad de fijarse bien en cada palabra de las que
le diré y responderme con lo primero que se le ocurra
después de haberla oída. Se trata, pues, de que usted se
coloque en una actitud pasiva, sin pensar en nada, se deje
impresionar su cerebro por las palabras que le iré diciendo,
de una en una, y me comunique lo primero que se le
ocurra, por extraño y absurdo que le parezca; unas veces
será un recuerdo, una imagen; otras será un comentario,
una palabra o una frase; sea lo que fuere, dígalo con toda
ingenuidad, sin pensar si está bien o mal".

Si la persona nos dice que no ha comprendido tales


instrucciones, procuraremos ampliárselas hasta hacerle
entender lo que queremos de ella, pero en ningún caso le
pondremos ejemplos prácticos de los resultados obtenidos
con otros sujetos, porque entonces nos expondremos a que
tome al pie de la letra tales ejemplos y nos dé solamente
asociaciones del mismo tipo que ellos.
El examinador debe registrar durante la prueba: 1°, las
décimas o quintos de segundo transcurridos entre la
enunciación de la palabra-estÍmulo y la obtención de la
respuesta consiguiente; 2°, la respuesta en cuestión,
copiada ad litteraJJl; 3°, todos los signos objetivos que la
han acompañado (cambio de la voz, repetición de la
pregunta, titubeos, movimientos de impaciencia, etc.). Una
vez terminada la prueba, se deja descansar al sujeto breves
instantes y se le invita seguidamente a escuchar
nuevamente la lista de palabras-estímulos y a repetimos las
mismas contestaciones que nos ha dado en la experiencia
original. En esta segunda parte de la prueba se anotan
igualmente el tiempo que tarde en producirse la
contestación, la reproducción correcta o incorrecta de la
misma y la conducta de la persona durante el tiempo de la
evocación.
Cuando se trata de explorar a un sujeto sin ningún
propósito concreto o predeterminado, se utiliza la lista
clásica establecida por Jung, de cien palabras, en la cual se
encuentran contenidos los estímulos más propios para
despertar conflictos de la vida. Pero para los fines de la
práctica forense convendrá siempre preparar "específicas"
en sustitución de otras neutras. Como hemos dicho,
entendemos por estÍmulo específico el que se halla directa
o indirectamente relacionado con la situación delictiva. La
necesidad de proceder así se comprenderá fácilmente si
tenemos en cuenta que la prueba de Jung no es en
definitiva otra cosa que un interrogatorio disimulado y
comprimido. En efecto, es decir a un sujeto que nos
comunique lo que primero se le ocurra frente a la palabra
"honradez", por ejemplo, equivale a invitarle a que nos
manifieste cuál es la impresión dominante que ésta le
produce. Las palabras-estÍmulos vienen a constituir
símbolos de la realidad, y por ello la persona que se
encuentra defectuosamente adaptada a la situación,
persona u objeto que aquéllas representan, no sabrá
adaptarse tampoco a la experiencia asociativa. ¿Cuáles son
los signos de tal desadaptación? Más claro, ¿cuáles son los
signos reveladores de que la persona oculta sus verdaderos
sentimientos respecto a la cuestión implícitamente
planteada mediante la palabra-estímulo? Helos aquí:
1 ° Retraso de la contestación. La duración media del
tiempo que transcurre entre la pronunciación de la palabra-
estÍmulo medio, según los sujetos y según la naturaleza de
los estímulos (mayor en los abstractos y menor en los
concretos), pero no acostumbra a exceder de dos a tres
segundos. Por esto, todos los tiempos de reacción
superiores a cuatro segundos son indicios de que el sujeto
se halla preocupado en ocultamos su primitiva intención de
respuesta.
2° Ausencia de respuesta. Es una exageración del
fenómeno anterior y, cuando se observa, trunca el indicio
en seguridad de que el examinado no es sincero. Nunca
deben esperar más de treinta segundos para pasar a la
palabra siguiente de la lista.
3° Reacción absurda. Este signo acostumbra darse junto
con el primero, y supone, como se adivina, un cambio de
dirección voluntariamente introducido por la persona
examinada en el curso de sus asociaciones. Es enteramente
análogo a lo que hacemos en el curso de una conversación
cuando cambiamos bruscamente de tema para rehuir el ser
interrogados respecto a algo que queremos ocultar.
4° Asociación superficial anormal. Cuando el sujeto nos da
una asociación superficial vulgar (una asociación tonal, por
ejemplo) en medio de una serie de asociaciones intrínsecas
correctamente establecida, hemos de sospechar que ello
sea debido a un deseo de ocultamos la asociación primitiva
por considerarla demasiado expresiva.
5° Repetición de la palabra-estímulo. A veces la persona,
antes de responder, repite la palabra estímulo. Es éste un
modo de asegurarse un poco más de tiempo para preparar
una respuesta que juzga difícil. Tal conducta debe, por
consiguiente, considerarse sospechosa de insinceridad.
6° Repetición de las palabras-respuestas. Cuando una
misma palabra es repetida varias veces por el sujeto en la
prueba, es indudable que tiene para él una significación
especial, que precisa averiguar.
7° Persistencia. La misma significación tiene este hecho
semejante, en virtud del cual una asociación persevera,
más o menos deformada, como respuesta a las palabras-
estímulos siguientes. (Ejemplo: odio-padre; suerte-pared;
honradez-padrastro).
8° Cambio de sentido de la palabra-estímulo. Es posible que
el sujeto dé una respuesta aparentemente absurda y
después explique diciendo que ha confundido la palabra-
estímulo con otra más o menos semejante. Tal actitud es
debida casi siempre a la acción perturbadora de la
respuesta que se acaba de ocultar.
9° Repetición defectuosa de la reacción. Cuando una vez
terminada la experiencia se pide al sujeto que vuelva a
damos las mismas respuestas al leerle por segunda vez la
lista de estímulos, sucede a veces que el sujeto afirma,
frente a algunos de éstos, que no los ha oído antes, o bien
nos asegura que ha respondido de otra manera. Si esto
sucede con palabras que ya han despertado nuestras
sospechas en la primera parte de la experiencia, servirá
para acabar de confirmarlas.

Hay que advertir que, por regla general, los signos


reveladores de complejo, que acabamos de exponer, se
presentan asociados, de suerte que en la práctica es
siempre fácil el diagnóstico de la reacción "reveladora".
Con el fin de que se pueda apreciar mejor la diferencia de
los resultados obtenidos con esta prueba cuando se opera
sobre sujetos que pueden sernos sinceros y cuando no,
Emilio Mira y López254 realizó un trabajo aplicativo donde
se observaban tres fragmentos de hojas-registros de la
misma, pertenecientes a un sujeto normal, a una muchacha
que ha sufrido un desengaño sexual, y a un joven acusado
de robo, ulteriormente comprobado, a pesar de ser corto el
fragmento, contiene todos los signos que antes hemos
descrito como esenciales del deseo de ocultación
(reveladores del "complejo", como dice Jung), a saber: la
desmesurada duración del tiempo de reacción (que
asciende a siete segundos frente al estímulo más
específico), la ausencia de reacción acompañada de
repetición del estímulo (honradez), la equivocación en la
reproducción de las contestaciones y, lo que es más típico,
la asociación carta-pelota, producida porque hallándose el
sujeto sensibilizado para la palabra "cartera", la palabra
"carta" le ha despertado la idea de su acto y ha tratado de
disimularlo dando una respuesta sin relación con ella. Son
asimismo bastante elocuentes las otras asociaciones
Gusticia-mito, castigo-estúpido). En cuanto a la primera
(dinero-antipático), la desmesurada duración del intervalo
que precedió a la contestación, nos demuestra asimismo
que se trata de una elaboración secundaria realizada por el
sujeto con el fin de dar a entender que "no gustándole el
dinero, mal podía ser el autor del robo".

Como hemos dicho antes, en casos de duda hay que tener


un singular cuidado en la elaboración de la lista de
estímulos. Lo mejor es intercalar en el transcurso de la lista
tipo una media docena de ellos, seguidos, que se refieran,
desde distintos puntos de vista, al acto motivo de la
investigación. Pocos son los sujetos que hayan intervenido
en él directamente y que sean entonces capaces de
contestar normalmente, es decir, con asociaciones
corrientes, ante una lista de este género. En la jerga
psicoanalítica se denomina esta técnica el método de la
ametralladora, porque se basa en el mismo principio que
ésta, es decir, el de dirigir rápidamente sobre el sujeto una
serie de proyectiles (verbales) cuya acción se asuma hasta
conducir finalmente al efecto deseado.
a.l. Perfeccionamientos técnicos de la prueba de
AbrahamsenRosanoff-Jung
El valor de esta prueba aumenta extraordinariamente si a la
inscripción gráfica de las reacciones verbales se asocia el
registro de algunos de los fenómenos somáticos
concomitantes del shock emocional despertado por las
palabras-estímulos específicas. Comprendiéndolo así,
diversos investigadores (Bleuler, Rosenthal, etc.) han
propuesto asociar a dicha prueba la inscripción de las
alteraciones circulatorias (de volumen o de presión, por
medio de pletismógrafos, esfigmógrafos u oscilógrafos),
respiratorias (valiéndose del neumógrafo) o ec1écticas (el
denominado reflejo psicogalvánico). De todas las técnicas
propuestas, la mejor es, sin duda, la que consiste en
obtener el registro gráfico de las oscilaciones de tensión
arterial en el tobillo durante la prueba, marcando con un
estilete sobre el papel ahumado el momento en que se
pronuncia la palabra-estímulo: aún es mejor si se asocian a
esta gráfica la de la respiración y la del tiempo medido en
quintos de segundo mediante un cronógrafo de J aquet.
Como quiera que los resultados obtenidos son
esencialmente análogos a los del procedimiento que
describimos a continuación, nos parece innecesario insistir
ahora cerca de ellos.

b. El control de la sinceridad mediante el denominado


"detector de mentiras" (lie detector) de Larson y sus
derivados
En el mes de diciembre de 1923, el psicólogo
norteamericano J. A. Larson, adscrito al laboratorio de
investigaciones de la Escuela de Policía de Berkeley, publicó
en el JOllmal of Expen1JJel1tal Psychology un interesante
trabajo, "The cardio-neumo-psychologram in deception" ("El
cardioneumopsicograma del engaño"), en el cual proponía
utilizar el registro gráfico de la presión arterial y de la
respiración asociado al interrogatorio judicial corriente, para
comprobar el grado de sinceridad de los declarantes.
Basándose en las anteriores investigaciones de Benussi,
Burt y Martson, acepta desde luego la superioridad del
interrogatorio directo, a condición de que las preguntas
interesantes sean hechas distraídamente, intercaladas
entre otras inofensivas, es decir, siguiendo la idea central
de la prueba de Jung-Bleuler o la de Kent-Rosanoff. En tales
condiciones, el dispositivo constituido por el oscilógrafo o el
esfigmomanómetro (de Tycos o Ernalger) y el neumógrafo
(de Ellis) merece, según Larson, el nombre de "detector de
mentiras", porque siempre que el sujeto dice una, si es algo
importante, se registra en las curvas de los trazados una
irregularidad marcada, según puede verse en las gráficas
que exponemos a continuación, tomadas del trabajo
original del autor. Dicha irregularidad no sólo se observa en
la amplitud y el ritmo de la respiración y la circulación, sino
que en el curso de varias respiraciones que pueden
aparecer normales a primera vista es posible, si se
observan con detenimiento sus registros gráficos, descubrir
la inversión de los tiempos relativos de la inspiración y la
espiración, según han puesto de manifiesto Benussi y
Burt255 o
Comprando el promedio de la relación 1.: E. (duración
inspiración dividida por duración espiración) cuatro o cinco
respiraciones antes y después del estímulo provocador de
la mentira, se obtiene una respuesta positiva en el caso de
sinceridad y negativa en el caso de falsedad de la
respuesta.
Los éxitos proporcionados en el "Iie detector" de Larson en
distintos procesos criminales en los Estados Unidos
impulsaron a un gran número de investigadores a
perfeccionar la técnica de registro, y no tardaron en surgir
varios otros dispositivos, todos ellos basados en la
inscripción gráfica y simultánea de las curvas de
respiración, tensión sanguínea y volumen de extremidades.
De todos ellos, el más completo es el de A. Wo1mer,
profesor de crimino10gía de la Universidad de Chicago. Con
él se obtuvo éxito rotundo en un asunto que apasionó en
1929 a la opinión pública estadounidense: la desaparición
del secretario del almirantazgo norteamericano en Manila
(Eugenio Basset). Fue acusado como presunto responsable
Earl Mayer, y el Fiscal Edwing D. Ca1vin (de Washington)
propuso el empleo de dicho aparato para ayudar a la
investigación criminológica.

c. El método de la "expresión motriz" de A.R. Luria


U n positivo avance -por tratarse de un principio origina1
representa el método preconizado recientemente por el
psicólogo ruso Luria para comprobar el grado de sinceridad
de los declarantes en función de las alternativas que una
serie de movimientos musculares ordenados experimentan
en el curso de su declaración. Sostiene este autor que
cuando resulta imposible la observación directa de un
fenómeno, se encuentra justificada su observación indirecta
sobre la base de asociarlo artificia1mente en el tiempo (por
coexistencia temporal) con otro que resulte fácilmente
registrab1e. La marcha del fenómeno invisible se estudiará
entonces en función de los cambios que determine en el
visible o registrab1e. Claro está que este último ha de
cumplir determinadas condiciones de regularidad y
sencillez de registro, a la vez que debe hallarse en
dependencia directa con el primero. Luria formula así su
pensamiento: "Para encontrar una expresión
fenomeno1ógica adecuada de los procesos centrales hay
que utilizar un sistema que se encuentre en conexión
directa con ellos, y éste no puede ser otro que el de los
movimientos voluntarios. Se hace necesario, pues, crear
una técnica metodo1ógica que una dinámicamente las
actividades centrales y las periféricas hasta hacerles
constituir un sistema tlflitano".
Veamos ahora cómo ha procedido para hallar la solución de
este problema: si a un sujeto no entrenado e ignorante de
los fines de la experimentación se le pide que efectúe
durante largo tiempo una presión digita1 rítmica sobre una
membrana neumática (en comunicación con un tambor de
Marey), observaremos que la curva de las presiones
ejercida adopta una forma sensiblemente idéntica, o sea,
que es uniforme, difiriendo "en todo caso, muy levemente
la intensidad o altura de las elevaciones, pero
conservándose, en cambio, el contorno de las mismas.
Esta constancia de la forma se observa también cuando se
trata de movimientos de mayor extensión y complicación
(movimientos circulares de la mano, presión de un objeto,
etc.) en tales casos el ciclo grama demuestra la constancia
del "esquema" motor, independiente, como hemos dicho,
de su mayor o menor intensidad. Por consiguiente, la forma
del movimiento puede ser un indicador que nos dé la
posibilidad de observar directamente (a través de sus
cambios) las alteraciones que se produzcan en el aparato
nervioso, a condición de que sepamos aislar las influencias
endógenas ajenas al sistema neuromotor.
Luria empezó sus experiencias simultaneando la clásica
prueba de las asociaciones libres con el golpeteo digita1
rítmico sobre la membrana neumática. Para elegir dicha
prueba tuvo dos motivos: 10 la reacción asociativa tiene
siempre un contenido psíquico (central) y se encuentra en
relación determinable con la naturaleza del estímulo, siendo
además medible en su duración y complejidad; 2° la
reacción asociativa, de otra parte, se halla influenciada del
modo más directo por la afectividad y sobre todo por las
tendencias subconscientes o reprimidas (complejos) de
suerte que constituye, por así decido, el más fino reactivo
de las conmociones afectivas. En este sentido sirve la
maravilla para provocar trastornos de la actividad central
normal, capaces de ponernos de manifiesto sus
características mecanismos. Este proceso asociativo
-debido a tales condiciones- había sido ya utilizado (así
como el de las asociaciones determinadas) con fines de
exploración psicoanalítica criminológica, pero los
investigadores se habían limitado a notar solamente los
extremos del mismo (estímulo y reacción) sin poder
disponer los extremos del mismo (estímulo y reacción) sin
poder disponer de un medio que les permitiese seguir
-aunque indirectamente- las fases intermedias (que por
razones fáciles de comprender no pueden ser tampoco
exploradas por la heterointrospección).

Los resultados obtenidos en esta primera serie de


experiencias aconsejaron a Luria utilizar también la prueba
de RosanoffJung (asociaciones determinadas), con el fin de
poder precisar mejor los estímulos desencadenantes de la
conmoción afectiva. En tales condiciones, el sujeto era
invitado a dar el golpe digital en el mismo momento de
pronunciar la palabra de reacción; los resultados eran bien
evidentes: cuando la palabra estímulo no había despertado
la actividad de un "complejo" y por consiguiente la
respuesta había sido sincera, se obtenía una curva de
"expresión motriz" completamente regular, pero cuando el
estímulo verbal se hallaba relacionado con algo que el
sujeto deseaba reprimir (es decir, ocultar), entonces la
inhibición (activa) que el sujeto efectuaba sobre sus
reacciones ideoverbomotoras se traducía inmediatamente
en una irregularidad manifiesta de la curva de expresión
motriz. La diferencia entre la reacción correspondiente a
una respuesta sincera y a otra falsa esta en que la primera
resulta coordinada (organizada) y la segunda incoordinada
(desorganizada). Un punto muy interesante es la falta de
correlación perfecta entre el tiempo de reacción o la
originalidad de la respuesta verbal (signos hasta ahora
admitidos como indicadores seguros del "complejo") y la
irregularidad de la curva de "expresión motriz". Ello se
explica porque en realidad esta última sólo se altera en los
casos en que surge en el interior del sujeto un conflicto
entre dos tendencias afectivas potentes, mientras que los
demás se presentan simplemente a consecuencia de
alteraciones intelectuales (no afectivas) provocadas por la
complejidad o dificultad asociativa de la palabra estímulo, o
por un súbito "vacío" o paralización del proceso del
pensamiento, independiente de toda influencia afectiva y
ligado solamente a las fluctuaciones de la atención y del
funcionamiento cerebral (ondulaciones de Mayer) ¿Qué
diferencia existe entonces en la curva de "expresión motriz"
cuando se presente una alteración, en el curso asociativo,
de orden intelectual y cuando ésta es de orden afectivo (por
insinceridad)? La respuesta es bien sencilla; el curso de la
respuesta motriz no se desfigura en el primer caso y sí en el
segundo. Véanse, por ejemplo, otras dos curvas donde se
podrán apreciar una anormal duración del tiempo de
reacción asociativa. No obstante en los ejemplos se podrán
observar eventualmente en la primera curva la "expresión
motriz" es enteramente normal (organizada) y en la
segunda no.
Este hecho se comprende fácilmente si se tiene en cuenta
que la persona examinada había cometido un crimen y se
había tenido que secar las manos -aún ensangrentadas- con
una toalla.
Sostiene Luria que para ligar de un modo directo el proceso
central a su expresión motriz se hace necesario imprimir la
máxima actividad posible a ambos, hasta integrarlos en el
mismo sistema dinámico. Así, si en vez de hacer coincidir la
respuesta digita1 con la emisión de la respuesta verbal
asociativa nos limitamos a decir al sujeto que mantenga la
mano aplicada sobre la membrana neumática durante todo
el tiempo de la experiencia, no se registran cambios en la
expresión motriz, aunque las palabras estímulos
desencadenen un choque afectivo.
Ello hay que atribuido a la pasividad de la reacción motriz
(expresada entonces solamente por una variación de tono
muscular). Y lo mismo ocurre si, inversamente, obligamos al
sujeto a un tableteo ininterrumpido mientras escucha (sin
reaccionar verbalmente) la lista de estímulos. En ambos
casos hemos introducido un factor de pasividad en uno de
los extremos del arco funcional y el resultado ha sido
romper la continuidad del mismo.
Un detalle de importancia es el de que en determinados
sujetos las reacciones llegan a ser inhibidas
(voluntariamente) con la práctica en la mano derecha, pero
entonces se traducen aunque de modo más atenuado- en
alteraciones de la mano izquierda (sincinesias), por lo que
el autor aconseja obtener cinegramas de ambas manos, si
bien siempre la mano derecha es la activa, es decir, la que
golpea la membrana. En general hay variaciones
individuales respecto a la facilidad de expresión motriz de
los conflictos psíquicos y por consiguiente Luria parece
dispuesto a aceptar la existencia, cuando menos de dos
tipos extremos que se denominan mololábiles y
motoestábiles; en este último el método conduciría a
resultados menos brillantes.

Nos parece, desde luego, que Luria se muestra un poco


excesivamente entusiasmado con su método, pero no hay
duda que éste representa un positivo avance en la
investigación comprobatoria de la sinceridad de los
declarantes. Su principal defecto es el de necesitar la
cooperación voluntaria del sujeto para poder efectuarse;
por consiguiente, si el declarante es medianamente listo,
puede voluntariamente deformar todas sus respuestas
matrices, o unas cuantas de ellas, en tal caso podemos
llegar a creer que nos dice mentiras cuando nos dice
verdades y desorientar igualmente al Juzgado.

d. Modificación a la técnica de Luria, elaborada por Emilio


Mira y López
Mira y López, expresa que: "con objeto de perfeccionar la
técnica de Luria, hemos ideado un dispositivo que permite
la cómoda inscripción -con lápiz o tinta- de un movimiento
de vaivén fácilmente automatizable, de la mano. He aquí
nuestra técnica "256 o
Así, se dice al sujeto: "Deseamos saber el tiempo en que
usted es capaz de aprender un movimiento. Para ello le
vamos a rogar que coja usted la manivela de este aparato y
la desplace de derecha a izquierda y de izquierda a
derecha, siguiendo el compás de este metrónomo, de modo
que cada golpe del metrónomo corresponda al principio de
un nuevo movimiento de ida y vuelta. Precisa que usted se
fije bien en la velocidad de ese movimiento, porque al cabo
de un minuto pararemos el metrónomo y usted deberá
seguir su trabajo con el mismo ritmo, es decir, sin hacer los
movimientos más deprisa ni más despacio.

"Para comenzar le ponemos estos dos topes a derecha e


izquierda, que sirven para enseñarle la extensión del
desplazamiento de la manivela, pero también al cabo de un
minuto se los quitaremos, y usted deberá procurar entonces
seguir moviéndola en la misma extensión, de modo que se
detenga ni antes ni después del sitio en que antes lo hacía.
Todo esto quiere decir que debe usted procurar hacer el
movimiento lo más regular y monótono posible,
conservando siempre la misma velocidad y la misma
amplitud, de modo que la gráfica no señale ninguna
alteración de él".

d. Modificación a la técnica de Luria, elaborada por Emilio


Mira y López
Mira y López, expresa que: "con objeto de perfeccionar la
técnica de Luria, hemos ideado un dispositivo que permite
la cómoda inscripción -con lápiz o tinta- de un movimiento
de vaivén fácilmente automatizable, de la mano. He aquí
nuestra técnica"256.
Así, se dice al sujeto: "Deseamos saber el tiempo en que
usted es capaz de aprender un movimiento. Para ello le
vamos a rogar que coja usted la manivela de este aparato y
la desplace de derecha a izquierda y de izquierda a
derecha, siguiendo el compás de este metrónomo, de modo
que cada golpe del metrónomo corresponda al principio de
un nuevo movimiento de ida y vuelta. Precisa que usted se
fije bien en la velocidad de ese movimiento, porque al cabo
de un minuto pararemos el metrónomo y usted deberá
seguir su trabajo con el mismo ritmo, es decir, sin hacer los
movimientos más deprisa ni más despacio.

"Para comenzar le ponemos estos dos topes a derecha e


izquierda, que sirven para enseñarle la extensión del
desplazamiento de la manivela, pero también al cabo de un
minuto se los quitaremos, y usted deberá procurar entonces
seguir moviéndola en la misma extensión, de modo que se
detenga ni antes ni después del sitio en que antes lo hacía.
Todo esto quiere decir que debe usted procurar hacer el
movimiento lo más regular y monótono posible,
conservando siempre la misma velocidad y la misma
amplitud, de modo que la gráfica no señale ninguna
alteración de él".
La primera gráfica nos dará idea del grado general de
emotividad del sujeto en aquel momento. Nos señala
también particularidades muy interesantes de su tipo
temperamental (según que se observe la tendencia a la
disminución paulatina o al aumento insensible de la
velocidad) que ahora no hacen al caso. Acto seguido se
para el metrónomo, se retiran los topes (que se colocaron
distantes 8 centímetros entre si y se invita al sujeto
realizando el movimiento en la misma forma durante otro
minuto.
La segunda gráfica confirmará los resultados de la primera
en cuanto al grado de emotividad y particularidades
temperamentales, y nos da, además, una muestra de la
capacidad de control motor que el sujeto tiene en aquel
momento. Una vez que el trazado ha adquirido una
regularidad satisfactoria, se advierte al sujeto que sin dejar
de realizar el mismo movimiento debe contestamos
verbalmente las preguntas que le iremos haciendo.
Insistimos en que procure no alterar su trabajo y a la vez
procure contestamos con absoluta sinceridad y franqueza
todo cuanto le preguntemos. Aclaramos enseguida que
tales preguntas se le hacen para distraerle de su trabajo y
ver cómo prosigue éste en malas condiciones. Si el sujeto
percibe el verdadero significado de la experiencia y se
prepara, tanto mejor, pues cuantos más esfuerzos realice
en el momento oportuno para evitar que sus mentiras se
traduzcan en la gráfica, tanto mayor será la alteración de
ésta. Es un hecho sabido, en efecto, que la intervención de
la voluntad en la marcha de los procesos automáticos sólo
consigue perturbarlos (esfuerzos para reprimir el estornudo
o la tos, para andar displicentemente, para respirar "con
naturalidad", etc.).
Comienza entonces la tercera parte de la experiencia
mediante preguntas triviales y precisas (edad, estado,
naturaleza, profesión, tiempo de residencia y domicilio,
etc.). Si éstas son contestadas sin alteraciones notables en
la gráfica, se deduce que el movimiento está lo
suficientemente automatizado para intentar el experimento
propiamente dicho, al cual se pasa sin advertir al sujeto,
pues basta para ello con intercalar en las preguntas neutras
las que nos interesan y de las que sospechamos que no
hemos de tener contestación sincera Como es natural, la
confección del cuestionario de preguntas debe realizarse
con singular cuidado, no sólo para dar la máxima
efectividad a éstas, sino para evitar que su intención resulte
tan clara que pueda determinar un azoramiento en el
sujeto, incluso en el caso de ser espontáneo y responder a
la verdad. Las preguntas deben, por consiguiente, ser
formuladas de tal manera que solamente resulten
emocionantes para el sujeto si es el autor circunstancia, se
ha de ver obligado a deformarlos en su respuesta. Esto
quiere decir que la forma como deben hacerse dichas
preguntas ha de ser una gran ingenuidad aparente, entre
otras cosas para no justificar la interrupción de la
experiencia, que fatalmente tendría lugar si acusásemos de
falsedad al sujeto. Además, como hemos dicho antes,
conviene mezclar con dichas cuestiones específicas otras
de carácter neutro, como las que constituían el núcleo de la
experiencia precedente. Gracias a ello podemos descubrir
el retorno del sujeto a la normalidad cuando siente alejarse
el peligro del interrogatorio que desea evitar. La índole
especial de estas investigaciones, inéditas hasta ahora, nos
veda extendemos en la exposición de los protocolos
experimentales.

Preferimos que las personas a quienes interese nuestra


técnica nos consulte acerca de ella privadamente o la
pongan en práctica por sí mismas, cosa fácil. Sólo
advertiremos que el sujeto se ha de colocar en el lado
opuesto al de la inscripción -con el fin de que no tenga el
control visual de la misma- y que precisa la presencia de un
ayudante, que, sentado ante el cilindro, registre la
coincidencia de las anomalías de la gráfica con las
preguntas que las originen.
Para que se vea con cuánta claridad se acusa mediante
esta técnica la respuesta falsa -siempre que se refiere a
hechos de cierta trascendencia- publicamos dos trozos de
gráfica indicado-

res de la misma, en dos sujetos que contestaron falsamente


a preguntas relacionadas con su conducta.
De un modo general podemos decir que los métodos
expuestos se complementan en vez de excluirse, y por
consiguiente no hay ningún inconveniente en utilizados
seriada o combinadamente. De otra parte, quizá su
principal eficacia se deba a la coacción moral que para el
declarante representa el mero hecho de saber que se puede
llegar a conocer cuándo miente.
e. La obtención de la verdad por los métodos basados en
suprimir la censura consciente de los dec1arantes
He aquí un segundo grupo de métodos de conocimiento
más antiguo que los precedentes, cuya finalidad es la de
suprimir el dominio consciente de los declarantes, de tal
suerte que sus respuestas sean dictadas de un modo
automático, es decir, sin deformación voluntaria alguna. El
antiguo proverbio: in vino veritas, y la no menos antigua
costumbre de hacer emborrachar a los prisioneros antes de
obtener sus declaraciones, nos ponen de manifiesto que
nuestros antepasados conocían empíricamente el
fundamento de estos métodos. No obstante, hasta hace
poco más de dos decenios no habían adquirido categoría
científica, pues los ensayos para obtener las declaraciones
bajo el estado hipnótico habían quedado reducido más bien
a experiencias -más o menos teatrales- de laboratorio. Tales
experiencias se habían desacreditado por el prurito de
quienes las realizaron de extender su acción hasta
pretender aplicarlas al descubrimiento criptestésico de los
delincuentes y de las circunstancias delictivas por medio de
"videntes" profesionales, que auxiliarían a la policía de un
modo parecido a los sabuesos; pero en 1905 la posibilidad
de utilizar el hipnotismo de un modo científico, con las
necesarias limitaciones, para conseguir una máxima
veracidad en las contestaciones fue planteada y resuelta en
sentido afirmativo por las investigaciones de Sánchez
Herrera.

De entonces acá han aparecido numerosos trabajos en


revistas y monografías257 favorables al empleo
circunstancial de la hipnosis como auxiliar de la
investigación de la verdad jurídica en los delincuentes.
Mas no hay duda que -dejando aparte otras
consideraciones- este método no podrá generalizarse por
exigir, además de un buen hipnotizador, unas condiciones
de receptividad especial en la persona que va a ser objeto
de la hipnosis; téngase en cuenta, en efecto que mientras
en los ensayos de hipnotismo terapéutico se cuenta
generalmente con la voluntad del enfermo, que espera un
bien de su sumisión al hipnotizador, aquí es todo lo
contrario, o sea que el presunto delincuente o testigo ha de
oponerse con todas sus fuerzas psíquicas a ser hipnotizado,
desviando su atención y su mirada, o fingiéndose dormido
sin estarlo, para eludir la confesión de lo que desea ocultar.
Por ello, la mayoría de autores han dirigido recientemente
sus investigaciones al empleo de substancias
estupefacientes que como el éter, la morfina, la hioscina,
los preparados barbitúricos (somníferos, dial, luminal, etc.),
permiten obtener en cualquier persona, y aun en contra de
su voluntad, un estado de obnubilación suficiente para
oscurecer el poder de su voluntad sin suprimir por completo
su capacidad de expresión o reacción automática. Así, un
médico norteamericano House lanzó en 1918 su famoso
Trutserum (suero de la verdad), con el que pretendía
obtener declaraciones de un 100 por 100 de sinceridad, aun
en los más astutos e hipócritas delincuentes. La técnica
consistía en inyectar dicho suero (que en realidad no era
más que una solución al 2 por 100 de clorhidrato mórfico y
al 1 por 1.000 de bromhidrato de escopolamina) cada
media hora, a la dosis de uno o dos centímetros cúbicos
(según el peso y la edad del sujeto), hasta obtener el
estado de semiconciencia que el autor designaba con el
nombre de automatismo onírico". Los resultados iniciales
obtenidos y publicados por el autor con dicho
procedimierito hicieron concebir grandes esperanzas
respecto a su eficacia práctica, pero éstas disminuyeron
rápidamente en cuanto su técnica fue puesta en manos de
investigadores más imparciales o quizá menos hábiles.
Posteriormente se han utilizado otras substancias, tales
como el éter (Claude), el cloroformo (Herrera), el pentothal
(Grinker) pero todos estos procedimientos tienen el
inconveniente de que en la mayoría de los casos no se
puede llegar a conseguir con ellos lo que se busca, es decir,
que en tanto el sujeto conserva su conciencia, la tiene lo
suficientemente clara para no responder con la sinceridad
deseada, y cuando ya no es dueño de sí, es decir, cuando
su conocimiento se obnubila, entonces no responde
absolutamente nada. En los casos en que se ha obtenido un
resultado brillante, éste ha llegado hallándose aún el sujeto
consciente, por el miedo a que la experiencia determinase
su muerte (en cuyo caso ha declarado la verdad para hacer
interrumpir la experiencia y salvar su verdad). De todos
modos, aun contando con tal limitación, este tipo de
técnicas puede ser útil cuando se trate de delincuentes de
delitos graves y se hallen en buen estado de salud más aún
si la edad avanzada del sujeto es, por consiguientemente
una contraindicación normal para su empleo).
Debido al empleo del "electroshock" (método de Cerletti y
Bini) con fines terapéuticos en psiquiatría, hemos
comprobado que tras la pérdida de conciencia en los
choques frustrados (con paso de corriente entre 0,1 y 0,4
de segundos y voltajes oscilantes entre 50 y 80 voltios se
produce frecuentemente una "liberación" o abreacción
emocional de complejos por la transitoria debilidad de la
autocrítica). Por ello juzgamos interesante el empleo de
esta técnica en su aspecto forense, pero carecemos de
experiencia personal en este campo. Su inocuidad
justificaría su ensayo, en los casos contumaces.
f. El empleo del reflejo psicogalvánico para el control de
la sinceridad
Mucho más humana e inofensiva resulta la utilización del
denominado reflejo psicogalvánico para comprobar el grado
de sinceridad del declarante. En este método se presupone
que toda declaración forzada, es decir, falsa, entraña un
aumento de la resistencia eléctrica de la piel al paso de una
corriente galvánica de intensidad conocida (débil), tal como
propuso Feré en 1888, o bien la producción de una fuerza
electro motriz cuando no se usa ninguna corriente externa
(método de Tarchanoff). El primer procedimiento es el
mejor; generalmente se utiliza la técnica de Waller en la
que el sujeto es colocado en el cuarto brazo de un puente
de Wheastone y su resistencia se determina
compensándola con el tercer brazo. Como es natural, el
punto esencial es la posesión de un buen galvanómetro
(que puede ser el de D' Arsonval, el de cuerda de
Einthoven, con las modificaciones de Prideaux, o bien el
galvanómetro "unipivot" de Paul, que tiene una resistencia
interna de 830 ohmios, asociado al dispositivo fotográfico
de A. H. Hill); además se necesitan un par de buenos
electrodos no polarizables. Se puede operar con corriente
directa inferior a 5.000 períodos; la frecuencia óptima es
para Prideaux de 400 por segundo.
Con el fin de simplificar la técnica un tanto engorrosa del
método clásico, Wecshler258 propuso un aparato
simplificado en 1924 y que ha sido modificado por
Hathaway (Ohio University) y que proporciona resultados
excelentes.

El psicogalvanoscopio de Hathaway resulta fácilmente


portátil y manejable, pero tiene el inconveniente de no dar
un registro gráfico de las reflexiones galvanométricas; por
ello, teniendo en cuenta la necesidad de que en cualquier
momento pueda comprobarse la reacción del acusado o del
testigo, nos parece preferible el psicogalvanógrafo de
Wechsler (servido por la casa Stoelting de Chicago), de
cuya simplicidad de idea la adjunta fotografía.
De todos modos, a pesar de que el reflejo psicolgavánico
constituye sin duda uno de los medios más sensibles para
conocer el grado de emoción que en una determinada
persona despierta una pregunta, una declaración o una
situación o estímulo cualquiera, no nos proporciona datos
acerca de la clase o naturaleza de dicha emoción (miedo,
cariño, rabia, etc.) y de la otra parte, se encuentra
demasiado influenciado por factores locales (cutáneos), lo
que hace que no sea igualmente útil su investigación en
todas las personas.
En síntesis, nos parece que la aplicación de uno u otro de
los procedimientos señalados hasta ahora debe ser cuestión
de oportunidad, y que en cada caso particular habremos de
estudiar a cuál de ellos será conveniente dar la preferencia,
siempre teniendo en cuenta que de ser posible deberían
emplearse todos con el fin de poder establecer con mayor
seguridad un juicio acertado.
h. Posible empleo de la técnica "electroencefalográfica"
El rápido perfeccionamiento del registro
electroencefalográfico (E.E.G) nos hace pensar que no
pasarán muchos años sin que pueda ser aplicado al control
de la sinceridad de los testimonios (así como ahora ya
resulta aplicable para demostrar la objetividad de diversos
trastornos mentales).
Ello no obstante, aún se está por publicar -que nosotros
sepamos- un trabajo de investigación serio acerca de esta
cuestión.

3. PARA QUE EXISTA CONFESIÓN SINCERA


JURÍDICAMENTE, SE DEBEN DAR LOS REQUISITOS DE
VALIDEZ
Todo lo expresado con respecto a la confesión en el
apartado anterior demuestra que la confesión para que sea
sincera no debe ser falseable, en ese sentido se entiende la
sinceridad de la confesión como sinónimo de verifieabi!
idad, lo que no es lo mismo que la confesión sea
verdadera259, sino que tal sinceridad pueda ser
corroborada mediante el cumplimiento de los requisitos ya
de existencia, de validez de la confesión y de otros
requisitos particulares. Así, la Corte Suprema, en reiterados
pronunciamientos, ha fijado un concepto de la sinceridad de
la confesión, en tanto requisito para una atenuación
excepcional de la pena y sostiene que: " ... la confesión
sincera es la declaración del imputado en la que reconoce
ser autor o partícipe de un delito o falta, prestada
espontánea, veraz y coherente, ante una autoridad
competente y con la formalidad y garantías
correspondientes" (Exp. N° 264-98-Arequipa, Ejecutoria
Suprema de 16 de marzo de 1998). Es por ello que cuando
se cumplan todos los requisitos de validez, el efecto ha sido
por lo general la atenuación de la pena por debajo del
mínimo legal.
Ahora bien, en la exigencia de espontaneidad, que solicita
el nuevo Código, afirma que sólo resulta admisible una
disminución de la pena cuando se trata de una confesión
prestada fuera de los supuestos de delito flagrante260 o
cuando no exista abundante prueba de cargo contra el
imputado261 , también descrito en el C.P.262. La diferencia
existente entre la norma sustantiva y la adjetiva es que en
la segunda se puede bajar del mínimo legal y el primero
sólo dentro del marco del mínimo y máximo de pena
legalmente establecido para el delito. Sin embargo,
consideramos que la confesión es eminentemente procesal,
en esto no debe haber discusión.
La judicatura en varias oportunidades expresó que si carece
de espontaneidad, por lo tanto el beneficio de atenuación
de la pena no se aplicará: "si el procesado recién confiesa
su autorÍa en el acto oral, y a insistencia del Colegiado"263.
Sin embargo la jurisprudencia no es específica. Así, se
expresa que "cuando los autores se declaren confesos en el
juicio oral y existan pruebas que lo corroboren, deben
aplicarse una pena por debajo del b. La uniformidad de
la confesión
La jurisprudencia suprema ha establecido, como requlSlto
para la dación del beneficio la uniformidad desde un inicio
de 10 confesad0269o Sin embargo consideramos que la
interpretación de la norma procesal debe analizarse desde
·la perspectiva del acusatorio, por 10 que consideramos
también en este extremo que muy bien se puede dar el
beneficio, si existen dentro del juzgador la posibilidad de
valorar las causas que argumenta el inculpado tuvo para la
no-uniformidad de su confesión; así, si antes había
declarado un hecho X (falso) por temor o presión270, y la
oportunidad es propicia ahora para aclarar y/anegar X,
describiendo Y hecho, siendo justificado, sustentado,
corroborado y fundamentado dicha nueva declaración,
consideramos que se debe dar el beneficio, más aún
cuando la sinceridad demostrada lo amerita, más si es que
tiene en su poder el juez valorarla con criterio de conciencia
y si es que los fines preventivos no son quebrados. Otro
requisito que en ordinario pide el juzgador es el del
arrepentimiento, lo cual es cuestionable271o

c. Proporcionar identidad de los demás agentes delictivos


Asimismo, ha establecido el Tribunal Supremo que si el
acusado omite proporcionar en forma sistemática la
identidad de los demás agentes delictivos no puede
otorgarle a su declaración la calidad de una confesión
sincera272o El caso es una confesión de hecho ajeno, más
identificable con el testimonio medio de prueba, por esta
razón consideramos que el juez puede condicionar el
beneficio a la entrega de mayores datos, sin embargo este
no debe caer en una injusta instrumentalización y si ya se
declaró por hechos propios debe aplicarse la pena teniendo
en cuenta su grado de culpabilidad y los fines preventivos
del mismo.
CAPÍTULO V

LA CONFESIÓN SINCERA EN EL NUEVO CÓDIGO PROCESAL


PENAL

1. LA CONFESIÓN

El tema de la confesión constituye, a su vez, un sub-tema


en el estudio de la prueba; para el presente caso de la
prueba penal, así es enfocado por la doctrina y previsto en
los diferentes ordenamientos jurídico-penales. Por lo tanto,
como tal, deberá tenerse en cuenta para su consideración
procesal, una serie de elementos señalados tanto en la
doctrina como en la propia norma procesal penal 73. Como
bien nos dice Reátegui "la finalidad de la actividad
probatoria no es otra cosa que el logro de la convicción
judicial sobre la credibilidad o veracidad de las afirmaciones
realizadas por las partes involucradas. En este sentido el
profesor español Miranda Estrampés sostiene que la prueba
no tiene por objeto la probanza de los hechos; en tanto
realidad histórica son inalcanzables. El objeto de la prueba
y por ende objeto de valoración -agrega el autor- será,
entonces, las afirmaciones o proposiciones que las partes
realizan en torno a determinados hechos" 274, dentro de
las cuales se encuentra obviamente, la confesión.
Sin lugar a dudas, "en la exposición del acusado, es [ ... ] la
confesión la manifestación que más se espera en el proceso
penal. La confesión es la que atrae hada sí mayor interés,
pero ni ésta se produce frecuentemente, ni tampoco es
dable que cuando esto ocurre, que la confesión por sí sola
pueda inducir a pasar por alto otros importantes aspectos,
dignos de ser tomados en consideración, bajo riesgo
inminente de perder objetividad o llegar a conclusiones que
se apartan de la verdad"275. Efectivamente, lo que hace
importante a la confesión es el hecho de que se trate de la
manifestación de quien está siendo procesado, en tanto que
su participación como sujeto procesal involucra también el
reconocimiento de una serie de derechos, que van desde
"el derecho a guardar silencio" e inclusive "el derecho a
mentir"276, a ello se debe también que tanto la doctrina
como la norma procesal penal peruana haya considerado
una serie de requisitos para determinar su valoración como
prueba.
En este sentido, es interesante la opinión de Tschadek, para
quien a "primera vista, la prueba más simple y clara parece
ser la confesión. Cuando el procesado mismo admita haber
cometido un delito, dé a conocer sus móviles, cuente y
reconstruya lo que sucedió, por regla general se puede
decir que queda resuelto el caso en cuanto atañe a la
cuestión de la prueba. Empero, la solución resulta ser solo
aparente cuando no es posible respaldar la confesión con
los demás resultados del procedimiento probatorio. Hay
confesiones incompletas, otras que no se limitan al relato
de los hechos y otras que son falsas" 277. Efectivamente,
tal como es conceptualizada por la doctrina y desde un
punto de vista eminentemente práctico, dicha declaración,
de ser sincera y ser corroborada con otros elementos de
juicio, coadyuva a los fines del proceso penal. Demás esta
mencionar, los múltiples factores o consideraciones que
involucran el solo hecho de prestar una "declaración" de tal
naturaleza, una "autoinculpación" por parte "del imputado
de haber ejecutado el hecho punible y de asumir las
consecuencias jurídicas del delito", la misma que se
encuentra debidamente normada y a su vez "tendrá un
efecto ulterior, atenuante y privilegiada en la sentencia278,
diferente tratamiento será lo regulado en el artículo 46 del
Código Penal279, que es un arrepentimiento posterior al
del{to, es una especie de autodenuncia"280.

El tema referido a la confesión como medio probatorio, en


nuestro país, se encuentra previsto en el Libro Segundo, "La
Actividad Procesal", sección segunda II, "La prueba", título II
"Los Medios de Prueba", Capítulo I: "La Confesión" en el
nuevo Código Procesal Penal, debidamente normado en sus
artículos 1600 y 1610, referidos al valor de prueba de la
confesión y a los efectos de la confesión sincera,
respectivamente.

Debemos mencionar en primer lugar, sobre el tema, que el


nuevo Código Procesal Penal no define qué es la confesión,
siendo necesario en este punto del apoyo de la doctrina y
de la jurisprudencia al respecto. De tal manera que sobre la
confesión en materia penal, y de conformidad con lo
previsto en los artículos precitados, podemos decir que "es
el reconocimiento efectuado por el imputado ante la
autoridad facultada a recibirle declaración, de haber
participado como agente principal o como copartícipe, en
un accionar objetivamente típico, pudiendo dicho
reconocimiento abarcar o no la admisión de la antijuricidad
y la culpabilidad y pudiendo o no en el primer supuesto
contener circunstancias calificantes atenuantes, genéricas o
específicas281. Mientras que desde el punto de vista
jurisprudencial son numerosas las sentencias de los
tribunales peruanos que repiten el siguiente texto o
tendencia jurisprudencial, entendiendo que: "[La] confesión
sincera es la declaración del imputado en la que reconoce
ser autor o partícipe de un delito o falta, prestada
espontánea, veraz y coherentemente, ante una autoridad
competente y con la formalidad y garantÍas
correspondientes"282.
"De esta manera, la confesión penal se nos presenta como
la expresión voluntaria y libremente determinada del
imputado, por la cual reconoce y acepta ante el juez su
participación en el hecho que se le atribuye. La aceptación
puede ser total o parcial; simple o calificada, y referirse a
cualquiera de los elementos integrado res de la conducta
incriminada o a otro cualquiera del cual ella pueda inferirse
(indicio). Lo que se acepta no es propiamente la pretensión
penal o delictiva, sino los hechos que sirven para justificar
su sentido incriminador, hayan sido o no afirmados por el
acusador"283.
Sin embargo, deberá tenerse en cuenta que "la confesión
debe reunir determinadas condiciones que se clasifican en
objetivas o subjetivas según se refieran al hecho o a la
persona del confesante"28\ y por otro lado "el examen de la
confesión, así parezca lógicamente inobjetable, forma parte
de las obligaciones absolutas de un juez concienzudo"285.

2. VALOR DE LA PRUEBA DE LA CONFESIÓN


En términos generales, afirma Cubas Villanueva que la
valoración de la prueba "es la operación intelectual o
mental que realiza el juez destinada a establecer el mérito
o valor -eficacia conviccional- de los elementos de prueba
actuados en el proceso". Por su parte, Oré Guardia dice que:
"La valoración de la prueba consiste en el análisis crítico del
resultado del examen probatorio. Es decir, se trata de un
análisis razonado del resultado de la prueba introducida
definitivamente en el proceso"286. Por lo tanto, todo fallo
judicial, necesariamente ha de basarse en comprobaciones.
Efectivamente, deberá darse entonces, la comprobación de
ciertos hechos y contar con los suficientes fundamentos
acerca de cuál es la figura delictiva por la que se procesó y
de ser el caso, sentenció a determinada persona. En
consecuencia, la base de tal fundamento se encuentra en la
actuación de los diversos medios probatorios establecidos
por la norma procesal penal, uno de ellos la confesión, de
manera tal que contribuyan al esclarecimiento de los
hechos y por lo tanto a los fines del proceso penal.
Sobre el tema de la valoración de la prueba, y en este caso,
por ende aplicado a la confesión, el mismo texto del Código
Procesal Penal en el inciso 1 de su artículo 1580 señala: "En
la valoración de la prueba el juez deberá observar las reglas
de la lógica, la ciencia y las máximas de la experiencia, y
expondrá los resultados obtenidos y los criterios
adoptados"287. En este sentido, manifiesta Mixán Mass
"que la valoración de la prueba como una condición del
debido proceso requiere que ese acto cognoscitivo sea
integral, metódico, libre, razonado e imparcial, que refleje
independencia de criterio al servicio de la solución justa del
caso. Además, de la ciencia; de la experiencia, de la
independencia de criterio, debe constituir un ingrediente
especial el conocimiento adicional (la vivencia) adquirida
por el juzgador. .. "288.
Al respecto, opina Marcone: "La confesión tiene un valor
que está en relación directa con el contenido que ella
encierra. No es una verdad formal; ese criterio ya es
anacrónico. El juez tiene que ser libre. No puede' estar
sometido a lo que pueda encerrar una confesión, porque
tiene que analizarla, descomponerla en sus partes, actuar
como quien efectúa una bisección y, luego de un minucioso
proceso de maduración y serenidad intelectual, apreciarla
con la mayor ponderación"289. De tal manera que para los
fines del proceso penal, la confesión deberá ser valorada
por el juzgador, quien orientado por lo prescrito en la norma
procesal penal, determinará la utilidad o validez de la
confesión en un proceso penal determinado.
Sobre el punto debemos tener bien en claro que: "La
confesión no es más que un medio de prueba entre otros,
que no predomina sobre los demás, ni da lugar a
pretensiones de exactitud absoluta"290. Efectivamente,
debemos tener en cuenta que la confesión, como tal, es
sólo un medio de prueba, el mismo que está considerado
también en relación con los demás, tales como la
declaración de testigos, el peritaje, etc.

Respecto a la valoración de la prueba de la confesión, el


nuevo Código Procesal Penal dispone, en su artículo 160.1,
lo slgUlente:.
"La confesión, para ser tal, debe consistir en la admisión de
los cargos o imputación formulada en su contra por el
imputado".
A partir de las definiciones doctrinarias que, sobre la
confesión, nos han brindado diversos tratadistas,
acertadamente es descrita, en cuanto a su contenido por
parte de nuestro nuevo Código Procesal Penal: "Es muy
claro que la confesión importa admisión de un hecho
tipificado como delictivo en la ley penal. Por consiguiente,
debe estimarse que no ha habido confesión si el imputado
no ha reconocido ser autor o partícipe de hecho alguno
tipificado por la ley penal. En rigor, no existe la denominada
confesión parcial, pues toda confesión por definición
siempre es total. El reconocer haber actuado de
determinada manera, pero no el hecho típico objeto del
proceso, no constituye en puridad confesión"291.

En este sentido, como dice Cafetzogluz: "Resulta obvio que


si la confesión es el reconocimiento de la propia
participación en el hecho delictuoso que se imputa, no
queda más que admitir que el objeto del reconocimiento no
puede ser otra cosa que una acción que encuadre dentro de
la noción de delito con todos los elementos que la integran,
es decir, voluntariedad, tipicidad, antijuricidad, y
adecuación a las condiciones objetivas de una figura del
Código Penal"292.

Una vez admitidos, por parte del mismo imputado, tales


cargos, la tarea procesal se encamina a partir de tal
declaración a corroborar conjuntamente con otros medios
probatorios la veracidad de tales afirmaciones y su
concatenación con todo el proceso penal.
Por otro lado, como señala Marcone, "la confesión -tal como
algunos creen- no lleva implícita en ella una condena,
porque podría ocurrir que el acusado confiese un delito y
que resulte absuelto, porque existen causas de justificación
que lo eximen de responsabilidad penal".
Mientras que el artículo 160.2 del Código Procesal Penal
señala con claridad, que la confesión:
"2. Sólo tendrá valor probatorio cuando:
a) Esté debidamente corroborada por otro u otros
elementos de convicción;
b) Sea prestada libremente y en estado normal de las
facultades psíquicas; y,
c) Sea prestada ante el Juez o el Fiscal en presencia de su
abogado".
Tales requisitos de valoración probatoria, constituyen una
especie de "límites legales para el convencimiento del
juzgador", los mismos que "imponen examinar, aunque más
no sea someramente, las condiciones y circunstancias que
la ley enumera para que el reconocimiento del imputado
surta los efectos legales de la confesión"293.

Vista de esta forma y parafraseando a Clariá, sobre la


confesión, "el acto que la contenga debe estar premunido
de todos los recaudas legales; por tanto, deben satisfacerse
las formalidades que la ley imponga bajo sanción de
nulidad".
A continuación desarrollaré una explicación acerca de los
requisitos o elementos a tener en cuenta, para la valoración
probatoria de la confesión:
a. Esté debidamente corroborada por otro u otros
elementos de convicción
Efectivamente, la confesión deberá ser corroborada en
cuanto al contenido o alcance de la misma, para ser
considerada como tal a efectos del proceso penal. En este
sentido, el requisito normativo exige la presencia de "otro u
otros elementos de convicción", siendo que, acompañada
de tales elementos permita determinar el valor de la
misma. Al respecto, William Rabanal afirma: "[Cuando]
señalamos que la confesión debe ser corroborada con otros
medios de prueba, hay que entender que dichos medios de
prueba que acreditan la responsabilidad penal tienen que
haber sido recabados con posterioridad a la confesión, caso
contrario no proceden los efectos de reducción de
pena"294.
Según San Martín, este "requisito significa que la confesión
no es una prueba autónoma. La confesión puede intervenir
en la prueba del hecho objeto del proceso y de la
participación del imputado en él, esto es, tiene entidad para
contribuir a su acreditación, pero por sí sola no puede
cumplir la función de probar el hecho delictuoso. La
confesión debe concordar con una fuente probatoria
distinta, que puede estar representada por testimonios,
pericias, documentos, etc."295. De la concatenación y
coherencia lógica entre tales pruebas resulta una
conclusión, la misma que es tomada en cuenta por el
juzgador al momento de valorar la confesión.
Al respecto nos ilustra Rabanal: "Si se da el caso de que un
imputado confiese la comisión de un ilícito penal sin que
existan otros medios de prueba que lo corroboren y cuando
la confesión dejare cierta duda, el Juez Penal está en la
obligación de continuar con la investigación destinada a
precisar: 1) las circunstancias del hecho delictuoso; 2) el
número de personas que intervinieron en su perpetración;
3) los verdaderos motivos o móviles de su comisión; y 4)
cualquier otra averiguación que acredite la veracidad de la
confesión"296.
Sobre el tema nos dice Cubas Villanueva: "la confesión del
inculpado por sí sola no constituye prueba suficiente que
releve al juez de practicar otras diligencias, para que ello
ocurra, la confesión deberá ser corroborada con otras
pruebas"297. En tal sentido, también se ha pronunciado de
manera reiterada la jurisprudencia nacional.
Por tanto, "la simple confesión del inculpado, como 'prueba'
única del delito, no es suficiente para condenarlo"298. En
dicho sentido, y a manera de alegoría, refiere Marcone: "Se
considerará por tanto que la confesión aparece vestida
cuando las circunstancias que la acompañaron han sido
verificadas. De otro modo se considerarán como desnudas
cuando es el único elemento probatorio de la existencia del
delito, sin que las circunstancias del hecho aparezcan
confirmadas o no contradichas"299.

Efectivamente, la mera confesión o lo que comúnmente se


conoce como "auto incriminación", no basta para los fines
del proceso, se hace necesario entonces que tal declaración
sea de alguna manera objeto de un complemento
indispensable que coincida y concuerde con la actuación de
otros medios de prueba.
En la misma orientación, el mismo Marcone nos dice que,
"la técnica de investigación judicial, aconseja que se
certifiquen los hechos, por cuanto estos hechos constituyen
el objeto de la confesión que, naturalmente, no puede
versar sobre el derecho, porque si tal cosa ocurre ésta se
convertiría en intrascendente y lógicamente carecería de
valor en absoluto"3°O.
"Al analizar la credibilidad de lo que diga el acusado, el juez
tendrá en cuenta sus antecedentes, y menos inclinado se
sentirá a creer en las palabras del expenado que en las de
una persona de conducta irreprochable. Mientras que, en
cuanto concierne al primero, no tendrá inconveniente en
considerarlo capaz de haber cometido otro acto delictivo,
en el caso de una persona sin antecedentes penales
vacilará en ir al extremo de una sentencia condenatoria
basada en pruebas indiciarias. Tal principio, empero, no es
calificable de rigurosamente correcto. Hay toda una serie de
argumentos que permiten llegar a una apreciación distinta
de las deposiciones del acusado. Hasta me inclino a decir
que mayor es la tentación de negar la culpa en el individuo
incriminado por primera vez que en el que haya cumplido
varias condenas. Así lo enseña la experiencia"30I. En fin,
existen una serie de criterios, incluso extra normativos,
fundamentalmente la experiencia del magistrado, que son y
deben de ser aplicados al momento de valorar la confesión.

b. Sea prestada libremente y en estado normal de las


facultades psíquicas
Según Clariá Olmedo, la "manifestación del imputado debe
ser libre y espontánea, vale decir no provocada por medio
coactivo alguno"302. No deberá ser entonces, producto de
procedimientos prohibidos por la ley, tales como la
formulación de preguntas capciosas o sugerentes, lesiones
físicas, o coacción, en tanto que la libertad y espontaneidad
del confeso, constituyen los elementos de valoración de tal
declaración.
De lo que se trata es de lograr el fin procesaP03, por lo
tanto tal confesión no deberá realizarse en una situación de
enfrentamiento con el declarante, ni poniéndolo en
situaciones límites que lo inclinen o lo hagan proclive a
autoinculparse, sin más razón que la de terminar de una
vez por todas con la instancia procesal. De lo que se trata,
en todo caso, es que el procesado confiese con sinceridad,
sin ánimo de desorientar al juzgador y por ende en
beneficio de los fines del proceso penal, habida cuenta que
dada su connotación pueden presentarse, como sucede, el
caso de confesiones falsas o tendenciosas.
Sobre lo mencionado al final del párrafo anterior, y a
manera de ampliar lo dicho sobre la confesión, se puede
afirmar que existen diferentes móviles que pueden
determinar falsas confesiones, bien afirma Tschadek, en los
siguientes párrafos:
"Las confesiones que se rinden de golpe y porrazo, bajo la
impresión del arresto y tras largo interrogatorio, tienen poco
valor y, a lo sumo, pueden apreciarse en conexión con otros
indicios".

"Aún más tentador se torna el impulso de rendir una falsa


confesión cuando se le dice al acusado (como sucede con
frecuencia) que podrá ser puesto provisionalmente en
libertad con tal que confiese"
"La perspectiva de recuperar la libertad, asegurar la
existencia económica y preparar la defensa en condición de
hombre libre, o de conservar la libertad y eludir la
vergüenza del arresto, pinta tan halagüeña que nada tiene
de raro que en tales casos se rinda una confesión
discrepante con la verdad".
Tal mención constituye, una descripción de realidades que
deben ser consideradas al momento de valorar la confesión
y su utilidad procesal. Demás esta decir que una confesión
obtenida por la fuerza o por medio de algún mecanismo
extra-procesal, no siempre será ajustada a los hechos e
involucrará la posibilidad de una retractación por parte del
confeso o quizás, en el peor de los casos, un desgaste de la
actividad procesal al tratar de corroborar tal declaración
con hechos que no sucedieron en la realidad.

Por otro lado, en lo referido a las plenas facultades


psíquicas del procesado, se considera que "debe gozar del
perfecto uso de sus facultades mentales en el momento de
producir la confesión. No es necesario, por cierto, que la
enajenación advertida implique una incapacidad procesal;
basta la parcial disminución de la libertad y el
entendimiento"304.

c. Sea prestada ante el Juez o el Fiscal en presencia de su


abogado
Efectivamente, no se trata de una declaración cualquiera, la
confesión reviste un carácter especialÍsimo a partir de las
connotaciones que su contenido puede revestir para el
proceso penal.
Señala Clariá Olmedo que: "Queda excluida, [.00] la
confesión extrajudicial, sin perjuicio de que la expresión
confesoria del imputado, vertida en forma oral o escrita,
pueda introducirse al proceso por vía testifical o
documental; pero en estos casos no regirá los criterios de
valoración correspondientes a la prueba confesional" .
La presencia del Juez o el Fiscal, más que necesaria, para su
realización, constituye una especie de garantía y
cumplimiento efectivo del debido proceso, en estos casos,
tal como esta previsto en el nuevo código procesal penal.
Dice Cafetzoglus: "lo que la ley ha querido es que la
confesión sea prestada con las garantías que sólo puede
acordar la declaración efectuada ante el juez"J05o A
manera de complemento y como una forma de darle más
fuerza o garantía a la confesión, el legislador ha previsto la
presencia del fiscal provincial.
Similar opinión es la de César San Martín, para quien se
"presta, como corresponde, ante el juez del debate o del
juicio, en el acto oral, de suerte que, como tal, cumple
todos los requisitos propios del acto de prueba: inmediación
del juez, publicidad del debate, información sometida a
contradicción, con la observancia de los requisitos que se
derivan del derecho de defensa. Así lo ha estipulado la
Corte Suprema, al señalar que "no constituye confesión lo
que testigos o autoridades hubieran oído decir, sino la
legalmente prestada ante' el magistrado que conoce el
juicio"306.
Finalmente, en cuanto a este punto, debemos mencionar el
tema referido a la retractación con respecto a lo
manifestado por el procesado en su confesión, situación
que puede presentarse y en la que entendemos deberá
acreditarse con las mismas exigencias de valoración
probatoria, previstas para el caso de la confesión.

3. EFECTO DE LA CONFESIÓN SINCERA

Lo referido al efecto de esta confesión está debidamente


previsto en el artículo 161 del mismo texto del nuevo
Código Procesal penal, en los siguientes términos:

"Si la confesión, adicionalmente, es sincera y espontánea,


salvo los supuestos de flagrancia y de irrelevancia de la
admisión de los cargos en atención a los elementos
probatorios incorporados en el proceso, el Juez,
especificando los motivos que la hacen necesaria, podrá
disminuir prudencialmente la pena hasta en una tercera
parte por debajo del mínimo legal".

Señala Tschadek que "el jurista práctico observará que son


escasas las falsas confesiones. Pero ignoramos cuantas
falsas confesiones se rinden en realidad, porque en muchas
ocasiones no se practica el examen riguroso de la confesión
y en otros muchos casos el acusado sin duda puede tener
interés en despistar al tribunal confesando un delito que no
cometió"307. Efectivamente, en la práctica diaria se
presentan una infinidad de casos en los que el confeso,
actúa con la intención de eludir la instancia procesal y
motivado por diversas circunstancias, no siempre ofrece la
denominada confesión sincera, sino que por el contrario,
manifiesta diferentes hechos o circunstancias que no se
ajusten a la realidad de lo acontecido.
Se exceptúan de la denominación de "confesión sincera",
aquellos casos de flagrancia y de irrelevancia de la
admisión de los cargos en atención a los elementos
probatorios incorporados en el proceso penal. En el primer
caso, sobre la exclusión de la flagrancia, ésta "se
fundamenta en el hecho que el procesado ha sido
sorprendido, lo que en el argot popular se llama con "las
manos en la masa", y por tanto no se requiere de otros
medios probatorios para acreditar el delito y su
responsabilidad"308. Mientras que en el segundo caso nos
encontramos frente a lo que se denomina suficiencia
probatoria, la misma que se presenta "cuando existen
suficientes medios de prueba que han sido recabados con
anterioridad a la confesión del imputado y que acreditan
tanto el delito como la responsabilidad del mismo, la
posterior confesión dada por el procesado no tiene el valor
de sincera, ya que en estos casos no se necesita de la
confesión del imputado o acusado para llegar a descubrir la
verdad como fin del proceso penal"309.
Sobre tales temas, refiere César San Martín: "En esta
perspectiva ha precisado el Supremo Tribunal que "no
puede calificarse como confesión sincera a la admisión de
los hechos motivada por las circunstancias, o sea que,
como ha sucedido en autos, los acusados fueron
descubiertos y perseguidos, luego de sustraer los artefactos
que se incautaron con motivo de su detención y donde no
tenían otra alternativa que admitir tales hechos"; de igual
manera no se está frente a un supuesto de confesión
sincera cuando "habiendo sido capturado el procesado en
poder de la especie robada; su sinceridad en la que basa la
Sala Penal Superior para imponer pena inferior al mínimo
legal", menos cuando se acredite que pretendió exculpar a
sus coacusados y lograr la impunidad del hecho"310.

Finalmente, debe considerarse que "si la confesión es


sincera, esto es, veraz y compatible con los recaudo s
probatorios de la causa, se convierte en factor de
atenuación excepcional de la pena. La pena puede
disminuirse hasta límites inferiores al mínimo legal, aunque
como dice la Corte Suprema la discriminación de la pena
debe hacerse en forma prudenciaPll. De igual manera es
señalado en la última parte del artículo 1610 del nuevo
Código Procesal Penal, tomando como base lo ya prescrito
por el artÍculo 136 del Código de Procedimientos Penales y
el 127 del Código Procesal Penal de 1991. Asimismo,
acompaña a dicho fundamento, abundante
jurisprudencia312 nacional.

CAPÍTULO VI

DESCRIPCIÓN DE LA VALORACIÓN DE LA
CONFESIÓN CONFORME A LA MUESTRA
CONFECCIONADA:

ANÁLISIS DE JURISPRUDENCIA

Se ha procedido a examinar las Sentencias expedidas por


las Salas Especializadas en delitos de TID, teniendo acceso
a los archivos, siendo el resultado el siguiente:
Exp. N° 126-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Roxana Rosario Rojas Pacheco

Exp. N° 522-99-Sala Penal Especializada en T .LD.


ACUSADA Rosa Victoria de la Lama Solano y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado


CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SÉPTIMO
CONSIDERANDO "Que, para la graduación de la pena es de
considerar, las condiciones personales de las acusadas, su
entorno socio-cultural, la magnitud del injusto, la confesión
y arrepentimiento mostrado por cada una de las acusadas,
su grado de participación, sin perder de vista el principio de
proporcionalidad de la pena".
Si111J1encio11ar al Arto 136 del c.P.PO) que regula la
COtifeSiÓl1 sincera) la Sala Penal condena a las aCJ(sadas a
6 atl0S de pena privativa de libertad, por el delito de TID
tipo base) previsto y penado en el Art. 296 del c.P.) es decir
le aplicaro11 una pena por debeyo del mínimo legal que es
de 8 atl0S de pena pnOvativa de libertad) entendiéndose
que para la Sala hubo cotifesión sincera aunque no la
desarrolla.

Exp. N° 595-97-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Victoria Salazar Rodríguez
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que, al momento de graduar la pena a
imponer se debe tener en consideración las condiciones
personales de la acusada, la CONFESIÓN SINCERA de la
misma, las circunstancias que rodean los hechos materia de
investigación, las carencias sociales del agente infractor, su
grado de cultura, la proporcionalidad de la pena, la misma
que tiene función preventiva y resocializadora".

DELITO AGRAVIADO

Tráfico llícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO "Que, la acusada desde un primer
momento acepta tibiamente su accionar criminoso y que
reconoce de manera contundente en el acto oral,
declarándose arrepentida ... ".
En base al Art. 136 del c.P.P. que regllla la confesión sincera,
condma a la aC1fsada Roxana Rosario Rojas Pacheco por
delito de TID, tipo base, previsto y penado en el Art. 296 del
c.P., a 7 atlOS de pena privativa de Libertad, pena por debt!
Jo delmíni1lJo legal que es de 8 años de pena privativa de
libertad.
Sin mencionar el Art. 136 del c.P.P. qm regula la confesión
sincera y slil explicar el concepto de ella) la S ala condena a
la amsada por el delito de TID tipo base) previsto y penado
en el Art. 296 del c.P,) a 7 al/os de pena privativa de
libertad) es decir por debC!Jo del mínimo legal que es de 8
al/os de pena privativa de libertad.
Exp. N° 2031-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Abel Sánchez Esteban

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO


CONSIDERANDO "Que, estando a los hechos descritos se
acredita plenamente la responsabilidad penal del acusado,
a quien no le alcanza el beneficio procesal de la confesión
sincera por la forma y circunstancias de cómo ha
reconocido su protagonismo dentro del evento delictivo;
tanto más, que se aprecia de sus declaraciones que
encubre a sus proveedores al no identificarlos debidamente,
como el caso de Eva Luz MartÍnez que pese conocerle
treinta años atrás y habiendo sido vecinos por un tiempo de
veinte años aproximadamente desconozca su identidad; por
otro lado de su propia versión se deduce claramente que
con anterioridad a los hechos ya venía dedicándose a ésta
ilícita actividad".
La Sala 110 toma en conszderación el Art. 136 del c.P.P)
que regu~a la confesión sincera) y condena al amsado por
el delito de TID tipo base) previsto y penado en el Art. 296
del c.P.) a 8 años de pena privativa de la libertad, es decir
solo la pena mínima sáialada por el tipo lega/.
Exp. N° 1377-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO J osé Luis Córdova Cavieses y otros

DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que, al momento de graduar la pena a
imponer se debe
tener en consideración las condiciones personales del
acusado, su CONFESIÓN SINCERA, las circunstancias que
rodearon los hechos materia de investigación, las carencias
sociales del agente infractor, su grado de cultura, la
proporcionalidad de la pena, la misma que tiene función
preventiva y resocializadora".
En base al Art. 136 del c.P.P., la Sala condena al aCllsado
José Luis Córdova Cavieses por delito de TID, tipo base,
previsto y penado en el Art. 296 del c.P., a 6 al/os de pena
privativa de la libertad, es decir por debqjo del mínimo legal
que es de 8 arios de pena privativa de libertad.
Exp. N° 90l-98-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Gerrit de Bie

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO
"Que de la compulsa de las diligencias y pruebas actuadas
durante la secuela del proceso, se establece que se ha
acreditado la responsabilidad penal del referido encausado;
quien en el acto oral resulta confeso de los cargos que se le
incriminan y arrepentido del delito cometido, 10 que
evidencia y demuestra su participación y culpabilidad en el
evento sub-materia".
Sin mencionar al Art. 136 del c.P.P, la Sala condena al
aCllsado por delito de TID ttpo base, previsto y penado en
el Art. 296 del c.p., a 8 años de pena privativa de la
libertad, es decir no aplicó la atenuante por confesión
sincera, entendiéndose que el Colegiado no comidera la
confesión del acusado como smcera.

Exp. N° 1616-98-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Esmelda Anel Olivares Paz y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO
CONSIDERANDO "La acusada admite a nivel policial la auto
ría del hecho punible, sin embargo durante la instrucción al
rendir su declaración instructiva niega los cargos que se le
imputan, para luego en el acto oral admitir su
responsabilidad en los hechos, encontrándose arrepentida
de su accionar ilícito, por lo que la Sala considera: "Que,
para efectos de graduarse la pena se tiene en cuenta el
modo, forma y circunstancias de la ocurrencia de los
hechos, su grado de participación, así como la CONFESIÓN
SINCERA prestada por la acusada Olivares Paz, a quien le
alcanza el beneficio del Art. 136 del c.P.P., también se tiene
en cuenta las condiciones personales de ambos acusados,
la magnitud del injusto que tiene consecuencias
pluriofensivas, sin perder de vista el principio de
proporcionalidad de la pena"".
En base al Art. 136 del c.P.P, que regula la c01!ftsiólI
sincera, condena a la aCllsada por delito de TID, Izpo base,
previsto y penado en el Art. 296 del c.P., a 6 atios de pena
privativa de la libertad, es decir por debcgo del mínimo
legal que es de 8 alios de pena privativa de libertad. Debe
anotarse que la Sala comidera qm la c01!ftsión sincera
p1tede darse en el acto ora/, ya que dicha aCtuada negó los
cargos a nivel de la instmcdón, resaltando también el hecho
de q1te no es necesario que el procesado declare
1mijomunwlte desde la etapa polida/, ya que como se ha
visto en la inveslzgadóll polidal admite los cargos, en el
J1tif,ado los niega pero en el acto oral los reconoce y se
arrepiente.
Exp. N° 9663-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Julio Abel Burga Morey y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "El acusado Julio Abel Burga Morey, tanto
en su declara-
ción instructiva así como en los debates orales resulta
confeso de los cargos que se le imputan, manifestando que
reconoce dedicarse a la comercialización de clorhidrato de
cocaína, por lo que la Sala considera: "Que, al momento de
graduar la pena a imponerse se debe tener en
consideración las condiciones personales del acusado
mencionado, las circunstancias en que se produjeron los
hechos sub-materia, la CONFESIÓN SINCERA del mismo
respecto de la comisión del ilícito penal imputado, su grado
de cultura, las carencias sociales del agente infractor, la
proporcionalidad de la pena, la misma que tiene función
preventiva y resocializadora"" o
En base al Art. 136 del c.PoP, que contiene Ima
circtmstancia atelwante genérica por confesión sincera, la S
ala condena al acusado por delito de TID, tipo base}
previsto y penado en el Art. 296 del c.P.} a 7 aiios de pena
privativa de la libertad, es decir por debqjo del mínimo legal
que es de 8 aiios de pena privativa de libertad. Nótese que
el procesado admite los cargos tanto en SIl instructiva como
en el juicio ora~ perp la Sala 110 hace ningún
razonamiento sobre la jlagrancia y SIl implicancia para la
confesión sincera.
Exp. N° S03-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Evert Manuel García Quijano y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (ToLDo)

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO
"El acusado quien tenía la condición de reo ausente admite
los cargos que se le imputan en el juicio oral, ya que se
trataba de un proceso reservado, no habiendo declarado a
nivel policial ni judicial, reconoce su participación en el
hecho punible y se encuentra arrepentido, por lo que la Sala
considera "Que, para la imposición de la pena debe tenerse
en cuenta la SINCERA CONFESIÓN del encausado para
hacerla beneficiario de lo previsto en el Art. 136 del C. P. P.;
Y además, de que es necesario para el caso que la
aplicación de la pena debe basarse en las disposiciones del
principio de proporcionalidad y la lesividad del bien jurídico
afectado, a fin de que la sanción resulte adecuada con
equidad a la comisión del delito y a las circunstancias de
ejecución de la infracción penal, teniendo en cuenta
además, las limitaciones de la escala de valores del
justiciable, producto de sus carencias sociales y
culturales"".
En base al Art. 136 del C.P.P) que contiene una atenuante
genérica por cotifesión sincera) la Sala condena al amsado
por delito de TID) tipo base) previsto y penado en el Art.
296 del c.P.) a 7 atlas de pena privativa de la libertad, es
decir por debqjo del mínimo lega4 debiendo resaltar el
hecho de que el procesado solo declaró a nivel del juicio
oral y SIl confesión se tildó de sincera.
Exp. N° 1579-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Leonardo Ricardo Quispe Moreno y
otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO
"Que, el acusado Leonardo Quispe Moreno en el acto oral
resulta confeso de los cargos que se le imputan,
reconociendo haber poseído la droga incautada, aduciendo
con el fin de atenuar su responsabilidad que dicha droga se
la dio para que la guardara un sujeto que tiene el apodo de
"Cholo", negando dedicarse a la venta de pasta básica de
cocaína [ ... ] que, para la graduación de la pena a
imponerse, debe tenerse en consideración las condiciones
personales de los referidos acusados, quienes no registran
anotaciones en sus antecedentes penales conforme se
aprecia de los boletines de condena que obran a fajas
cuarenta y cuarenta y uno, la CONFESIÓN SINCERA del
acusado Quispe Moreno respecto de los cargos que se le
imputan en este proceso, las carencias sociales de los
agentes infractores".
En base al Art. 136 del c.P.P. condena al amsado a 7 atlOS
de pet1a privativa de la libertad, por debqjo del mínimo
lega~ sin embargo llama la atet1ción el razollamiet1to de
la Sala ya que si dice que el amsado trata de atenuar S1I
responsabilidad manifestando un hecho presuntamente
falso, ¿cómo es que considera la confesión del amsado
como sincera? Realmente la S mtel/cia es contradictoria en
manto a la difinición de la confesión sincera.
DELITO AGRAVIADO
Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

Exp. N° 1915-98-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADO Julio Ernesto Rodríguez Delgado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO
"Que, se ha acreditado la responsabilidad penal del acusado
Rodríguez Delgado en la comisión del Delito de Tráfico Ilícito
de Drogas, por cuanto el mismo, tanto en su declaración
instructiva como en el acto oral acepta la tenencia de la
droga incautada en su domicilio el día de la intervención
policial [ ... ] que, al momento de graduar la pena a
imponérsele se debe tener en consideración las condiciones
personales del acusado, la CONFESIÓN SINCERA del mismo,
las circunstancias en que se produjeron los hechos sub-
materia, las carencias sociales del agente infractor, el grado
de cultura, la proporcionalidad de la pena: la misma que
tiene función preventiva y resocializadora".
En base al Art. 136 del c.P.P. condena al amsado por el
delito de TID, tipo base previsto en el Art. 296 del c.P., a 6
aTIOS de pena privativa de la libertad, es decir por debqjo
del mínimo legal que es de 8 alIOS; sin embargo, no se
eftctúan ningún razonamiC!Jto sobre la flagrancia y SIl
implicancia para la confesión sincera.
Exp. N° 8620-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO William Edwar Bester y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

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El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, al declarar instructivamente, el
acusado reitera el haber sido intervenido en posesión de la
droga comisada; empero, al ampliar su declaración judicial
refiere que lo consignado a nivel policial no lo ha dicho,
tratando así de exculpar a sus coacusados y de esta forma
atenuar su responsabilidad penal; en el acto oral, el
acusado Edwar Bester varía sus versiones anteriores,
negando haber conocido a su coacusado Paul Wilson, a
quien sindicó conocedo durante la investigación policial
porque la Policía le prometió liberado; que, estando a los
hechos anteriormente descritos la no uniformidad en las
versiones prestadas por los acusados [ ... ] que, para
efectos de graduarse la pena se tiene en cuenta el modo,
forma, y circunstancias de la ocurrencia de los hechos [ ... ],
que las versiones vertidas por el acusado Bester no han
sido coherentes por lo que es de colegir que no le alcanza
los beneficios tipificados en el artículo ciento treinta y seis
del c.P.P.; asimismo es de tener en cuenta el grado de
participación de cada uno de los acusados en los hechos
ilícitos".
La Sala Penal condenó al amsado a 8 años de pena
privativa de la libertati por el delito de TID previsto y
penado en el arto 296 del Código Penal es decir le aplicó la
pena mínima, ddando como precedente que mando un
procesado declara en jomJa incoherente no hqy confesión
sincera.
Exp. N° 108-96-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Próspero Pongo Aponte y otros

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, la responsabilidad penal del acusado
Pongo Aponte, se acredita con su aceptación vertida en
este acto oral, la misma que se corrobora con las pruebas
materiales obrantes en autos, acreditándose la propiedad
de los trescientos dos gramos de pasta básica de cocaína
hallada en su domicilio; pero no descartando las
imputaciones vertidas por su primo y ahora sentenciado
Severo Serva, quien lo sindicó como la persona que
guardaba droga en su domicilio, hecho negado por dicho
procesado, siendo así no resulta de aplicación el artículo
ciento treinta y seis del c.P.P."
La Sala condmó al aClisado a 8 atl0S de pma privativa de la
libertad por el delito de TID, previsto y pmado m el arto 296
del Código Pma4 es decir le aplicó la pma mínima, llamando
la atmción que el Colegiado desvirtúe la confesión del
actuado para descalificada de sincera sólo m base a la
imputación de tm coprocesado no corroborada con otro
medio probatorio.
Exp. N° 1107-97-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Segundo M. T afur Meléndez y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRA VIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO y QUINTO
CONSIDERANDOS
"Que el acusado Segundo Medardo T afur Meléndez en su
manifestación policial, instructiva así como en el juicio oral,
reconoce su participación en el delito que se le incrimina
[ ... ]
resultando procedente la conceSlOn a favor del acusado T
afur Meléndez, el derecho premial penal previsto en el
artículo ciento treinta y seis del c.P.P., por la sinceridad
demostrada desde la etapa preliminar [ ... ]".
La Sala condmó al amsado por el delito de TID, tipo base
previsto en el Arlo 296 del c.P., a 7 años de pma privativa
de la liberlad, es decir, por debqjo del mínimo legal,
conceptllando qtte hqy confesión sincera Cl/ando el
procesado confiesa tmijormemmte desde la etapa
preliminar aceptando los cargos,
Exp. N° 174-96-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Gladys Orihuela Cárdenas de Huaynate
y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.I.D.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: NOVENO


CONSIDERANDO "Que, para los efectos de graduarse la
pena se tiene en cuenta el modo, forma y circunstancias de
la ocurrencia de los hechos, las calidades personales de la
acusada, sin perder de vista el principio de proporcionalidad
de la pena y que si bien en su afán de atenuar su
responsabilidad penal ha sindicado a sus coacusados
concurrentes en el juicio oral, sin prueba corroboratoria
alguna; sin embargo por su ACEPTACIÓN en la comisión del
evento delictual, así como su arrepentimiento mostrado, el
Colegiado conceptúa que le alcanza el beneficio del artículo
ciento treinta y seis del c.p oP o"
La S ala Penal condenó a la actuada por delito de TID, tipo
base previsto en el arlo 296 del c.P., a 7 años de pena
privativa de la liberlad, es decir por debajo del mínimo
legal, sin embargo llama la atención qlle no le dm
credibilidad a la imp1itación formulada por la confesa
respecto a los otros coacusados, entonces ¿es o no es
sincera?

Exp. N° l071-97-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Carmen Rosa Vargas García y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, a fojas doscientos treinta y cuatro
corre la declaración instructiva de la encausada Carmen
Rosa Vargas García, quien manifiesta que se dedica a
comercializar droga desde un año y seis meses por estar
atravesando una situación económica muy precaria,
teniendo que mantener a sus dos menores hijos,
encontrándose muy arrepentida [o .. ), que para la
graduación de la pena a imponerse debe tenerse en
consideración las condiciones personales de la acusada
Carmen Rosa Vargas García, la CONFESIÓN SINCERA de la
misma respecto de los hechos sub-judi-
"
ce o
En base al Arl. 136 del c.P.P. la S ala condenó a la aCllsada
por el delito de TID) tipo base previsto en el Arl. 296 del
c.P,) a 6 al/os de Pena pn'vativa de la liberlad, es decir por
debqjo del mínimo lega~ debiendo resaltarse que el
Colegiado considera confesión sincera a la declaración
twijorJJ1e prestada ante el Jtt:<gado y ante la Sala y el
a"epentimiento mostrado por la amsadao
Exp. N° 6S0S-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO J osé Carlos Gavidia Mercado
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (ToLD.)

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER y CUARTO


CONSIDERANDOS
"Que, el acusado José Carlos Gavidia Mercado al declarar en
este acto oral ha aceptado su participación delictual, sin
embargo con el ánimo de atenuar su responsabilidad penal
señala que el dueño de los insumos químicos fiscalizados
incautados son de propiedad de Julio Orihuela Díaz [ ... ],
que para la graduación de la pena se tiene en cuenta la
forma, modo y circunstancias de cómo se produjo el evento
delictivo, las cantidades y variedades de los insumos
químicos fiscalizados comisados, el reconocimiento de su
ilícito accionar del acusado, aun cuando no puede
considerarse una confesión sincera el arrepentimiento
mostrado, por haber cometido el delito sin medir las
consecuencias y de haber perjudicado a su hermano ya
condenado en autos".
La Sala considera qlle no le alcanza los bmificios del Art.
136 del C.P.P} qlle regIda la coTJjesión sincera, y condena al
aCluado a 8 a1los de Pena privativa de la libertad, es decir
la pena mínima establecida por el Art. 296 del c.P. Sin
embargo, debe llamar la atención qlle en este caso los
llleces 110 le dan valor de confesión sincera a la aceptación
de los cargos y el arrepentimimto mostrado por el aCl/sado,
con el argumento itifeliZ de qlle "no midió las
conseCllencias de SIl accionar y de haber petjlldicado a Sil
he17lJano': elementos que no plleden destmir la c01ifesión
sincera.
Exp. N° 0406-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO José Manuel Luján Criollo y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO
El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER
CONSIDERANDO "Que, el acusado José Manuel Luján Criollo
al rendir su manifestación policial y declaración instructiva
negó los cargos formulados en su contra señalando que el
propietario de la droga es su coprocesado Mario Julio
Sánchez Gutiérrez; al ser interrogado en el juicio oral, éste
en un primer momento se ratifica en lo señalado
anteriormente, o sea niega los cargos, sin embargo al ser
nuevamente exhortado por la Sala, refirió que SE VA A
SINCERAR, indicando que sí tenía pleno conocimiento del
contenido de la mochila que le dio a guardar su coacusado,
la misma que contenía Pasta Básica de Cocaína, siendo ésta
la primera vez que aceptaba dicho encargo, ya que en ese
momento se encontraba en una crisis económica y tenía
que alimentar a nueve menores hijos, encontrándose muy
arrepentido".
En base al Arl. 136 del c.P.P, la S ala condenó al actuado por
el delito de TID, tipo base previsto en el Arl. 296 del c.P., a 7
atlOS de pena privativa de la liberlad, es dedr por debajo
del mínimo legal qtle es de 8 atlos, debiéndose anotar que
el Colegiado consideró sincera la confesión prestada CfJ el
juido ora~ no prommdándose sobre la negativa del
aCJ{sado sostenida tanto en SI{ manijestadón polidal como
CfJ SI{ instmctiva.
Exp. N° 000110-97-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Juan Ángel Zeha Góngora y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (TLD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO
CONSIDERANDO
"Que, no existe posibilidad de rebaja por debajo del mínimo
legal por cuanto no ha confesado en forma sincera ya que
hasta el final ha negado haberle entregado la droga al
sentenciado Suzaníbar Manel".
No alcanza los benejidos del Arl. 136 del c.P.P. condma al
acusado a 8 atlOS de pena privativa de la liberlad, o sea, la
pena mínima del tipo legal previsto en el Arl. 296 del c.P.
Exp. N° 2157-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Edgar Meza Falcón y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (TLD.)

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO
CONSIDERANDO "Que del examen exhaustivo de los hechos
y las pruebas actuadas en el proceso se concluye el
acusado Edgar Meza Falcón es responsable del Ilícito Penal
de tráfico ilícito de drogas [ ... ], que si bien ha cometido un
hecho penado por ley se debe tener en cuenta que en todas
las etapas del proceso ha demostrado su arrepentimiento,
aunado que no tiene antecedentes penales ni judiciales,
habiendo manifestado que es la primera vez que se
involucra en esta clase de delitos".
En aplicación del Art. 136 del c.P.P. la Sala condenó al
amsado por el delito de TID, tipo base previsto en el Art.
296 del c.P., a 7 atlOS de pena privativa de la libertad, es
decir por debqjo del mínimo lega~' nótese que en este caso
el procesado declaró uniformemente desde la etapa
policia~ cOfifesando su accionar delictivo.
Exp. N° 944-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Greggory Brent Pontrelli y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO
"Que, el acusado Gregory Brent Pontrelli tanto en su
manifestación policial como en su declaración instructiva y
en el acto oral reconoce haber cometido el delito instruido,
quien RESULTA CONFESO de los cargos que se le incriminan
al mismo que al ser intervenido se le halló que la droga la
llevaba adherida al cuerpo con vendas elásticas [ ... ] cabe
resaltar que el acusado no ha aportado ningún dato
fehaciente para lograr la plena identificación de los sujetos
"Andy" y "Carlos", lo que evidencia que trata de proteger a
personas vinculadas al tráfico ilícito de drogas".
La S ala Especializada, sin mencionar como fundamento de
derecho el Art. 136 del c.P.P.} condenó al aCJ/sado por el
delito de TID, tipo base previsto en el Art. 296 del c.P., a 7
atlOS de pena privativa de la libertad, es decir por debajo
delmíl1imo legaL Cabe anotar en este caso que el
Colegiado no tiene 1m concepto preciso de lo que es la
confesión sincera para poder rebqjarle la pena al amsado}
solo se menciona en la Sentencia qm el aCtlsado es
COl1feSO pero 110 se dice si la confesiól1 es sincera} más
bim pareciera que el mcallsado no fue sincero ya qlle}
según la S ala} este tíltimo trata de proteger a personas
vinculadas al
Tráfico Ilícito de Drogas.
DELITO
Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado
Exp. N° 605-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Feliza Huamán Donato
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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER y QUINTO
CON SIDERANDOS
"Que, en el acto oral la acusada admite el transporte de la
droga encontrada el día del descubrimiento del evento, a
ella y a su menor hijo, arrojando un peso neto de tres
kilogramos con veintinueve gramos de pasta básica de
cocaína, sosteniendo siempre que la sustancia prohibida es
de propiedad de "Eli", la misma que entregó la droga a su
menor hijo y por el transporte iba a recibir cien nuevos
soles, esta vez se declara culpable y arrepentida de su
ilícito accionar [ ... ], que de 10 anteriormente descrito se
acredita la participación de la acusada en la comisión del
evento delictivo, tanto más que fue descubierta
"ü¡ fraganti" habiéndose verificado que el transporte de la
droga 10 realizó conjuntamente con su menor hijo, 10 que
le da una circunstancia agravante, prevista en el inciso
quinto del Art. 297 del c.P. [ ... ], que para la medición de la
pena es de considerar su reconocimiento y aceptación
como transportista de la droga comisada, a ella y a su
menor hijo; su arrepentimiento, su estrato social, la
magnitud del injusto, sin perder de vista el principio de
proporcionalidad de la pena, el principio de humanidad
[ ... ]".
La Sala no toma su confesión como sincera, ya que no hace
alusión a la atenuante genérica prevista en el segundo
párrafo del Art. 136 del c.P.P, sin embargo condena a la
acusada a 12 años de pena privativa de la libertad, ya que
su conducta se subsume en el tipo penal agravado previsto
por el inciso 5° del arto 297 del Código sustantivo; es decir,
por debajo del mínimo legal que es de 25 años. Más bien,
pareciera que es de aplicación para la graduación de la
pena los principios de proporcionalidad y humanidad
expuestos en la Sentencia.
Exp. N° 670-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Liliana Marcelina HuamanÍ Paredes y
otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEGUNDO y OCTAVO


CONSIDERANDOS
"Que de la manifestación policial y declaración instructiva,
la encausada Liliana Marcelina HuamanÍ Paredes ha
admitido plenamente su responsabilidad, esto es, el de
ingresar droga al Establecimiento Penal de Lurigancho en la
cantidad de 181 gramos de pasta básica de cocaína,
versión que ha reiterado en el acto oral, encontrándose
tipificada su conducta en el inciso 4° del Art. 297 del c.P.
[ ... ] Finalmente, para la graduación del qllantJl1Jl de la
pena debe merituarse que la procesada ha colaborado con
el esclarecimiento del ilícito incriminado, conducta procesal
asumida que aunado a su arrepentimiento, debe
procederse a una rebaja sustancial de la pena a
imponerse".
La S ala, sin hacer mención a la conjésiól1 sincera de la
aCJIsada ya qlll! no expone como fundamento de derecbo
para gradllar la pma el Arl. 136 del c.P.P, condena a la
aCl/sada por delito de TID, tipo agravado, previsto en el
inciso 4' del Art. 297 del c.P., a 12 atlos de pena privativa de
la libertad, es decir, por debajo del mínimo legal que es de
25 años, por lo que se infiere que en el criterio judicial
habría primado no solo la confesión sincera sino además la
atenuante por la peqlmia cantidad de droga y el principio
de proporcionalidad.
Exp. N° 342-97-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADA Natividad Beatriz Quille Flores y otros

DELITO AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO


CONSIDERANDO "Que, ahora bien, para los efectos de la
imposición de la pena dentro del margen punitivo que
señala el tipo legal incriminado, el colegiado aprecia que la
acusada Natividad Beatriz Quille Flores es una persona de
condición humilde con carencias sociales y que se vio
obligada a cometer el ilícito por razones económicas
seguramente para costear sus estudios en la universidad,
advirtiéndose un hecho muy singular en su conducta
procesal cuando ESPÓNTANEAMENTE DECLARÓ QUE HABlA
TRANSPORTADO DOS PAQUETES en una fecha no precisada
que contenía droga [ ... )".
No mencionan el Art. 136 del c.P.P., condena a la amsada a
6 atios de pena privativa de la libertad, es decir la S ala
toma en consideración la CONFESIÓN SINCERA de la
aCllsada y le da una condena por debajo del mínimo legal.
Exp. N° 571-99-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO Marcelino Abal Mory
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO
"Que, para efectos de graduarse la pena se tiene en cuenta
el modo, forma y circunstancias como ocurrieron los
hechos, la magnitud del injusto, su CONFESIÓN SINCERA Y
arrepentimiento".
Se time en cuenta el Art. 136 del c.P.P.} condet1a al
aCJIsado a 7 aliaS de pena pn"vativa de la libertar¿ por
debqjo del mínimo legal.
Exp. N° 00070S-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Jesús Araujo Quispe
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO

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CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, no existe posibilidad de rebaja por
debajo del mínimo legal por cuanto no ha confesado en
forma sincera ya que hasta el final ha negado el destino de
la droga".
No obtiene el beneficio del Art. 136 del c.P.P. La Sala
condena al aCllsado a 8 atlaS de pena privativa de la
libertar¿ previsto y penado en el Art. 296 del c.P.
Exp. N° 000427-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Shirley Luque Scamarone

DELITO AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, no existe posibilidad de rebaja por
debajo del mínimo legal por cuanto NO HUBO CONFESIÓN
SINCERA de parte de la acusada, ya que no solamente
estuvo negando su auto ría en el ilícito sino además no
proporcionó ningÚn dato para identificar y eventualmente
capturar a los dos sujetos implicados en estos hechos
confesado en forma sincera ya que hasta el final ha negado
el destino de la droga; la pena llega al mínimo ya que la
encausada carece de antecedentes penales y padece una
enfermedad que requiere intervención quirúrgica" o
No obtiene el benificio del Arto 136 del C. Po P. Condena a la
aC1fsada a 8 mlos de pena privativa de la libertad, tzpo
base previsto y penado por el Art. 296 del c.P.
Exp. N° 00041-99·Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Jhony Pérez Huaylupo y otros
DELITO Tráfico llícito de Drogas (ToLDo)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO SEGUNDO


CONSIDERANDO
"Que, para los efectos de la individualización judicial de la
pena, el juzgador tiene en consideración los principios de
proporcionalidad y lesividad que pregonan los artículos
cuarto y octavo del tÍtulo preliminar del Código Penal, que
son, entre otros, los grandes pilares de nuestra dogmática
penal y de nuestra política criminal que no deben ser
soslayados por el juzgador por un criterio legalista sino
debe imponerse el sentido humanista de la justicia penal;
por lo que en base a este razonamiento resulta equitativo
rebajarle la pena por debajo del mínimo legal previsto en el
numeral doscientos noventa y siete ya acotado, con mayor
razón para el acusado Pérez Huaylupo, quien a pesar de
que fue sorprendido en flagrante delito HA SIDO SINCERO
en sus declaraciones al haber mantenido uniformidad sobre
la forma y modo en que ocurrieron los hechos, sobre todo
en la imputación contra el vendedor de la droga".
Sin JlJencionar el Arto 136 del c.P.P. condena al acusado a 12
mlos de pena privativa de la libertad (Art. 297 del C.P)o

Exp. N° 1449-99-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADO Reineiro Hidalgo Carbajal y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: OCTAVO


CONSIDERANDO "Que, para los efectos de la graduación de
la pena se tiene en consideración que sólo el acusado
Reineiro Hidalgo Carbajal CONFESÓ SINCERAMENTE por lo
que cabe rebajar la pena por debajo del mínimo legal; que
los otros tres coacusados en todo momento trataron de
evadir su responsabilidad; sin embargo le alcanza la
atenuante de ser cómplices secundarios, además se tiene
en cuenta sus condiciones personales, la forma y
circunstancias en que se perpetró el hecho ilícito, la
naturaleza del delito, su magnitud y sus carencias sociales
del encausado".
Sin mencionar el Art. 136 del c.P.P. condena al aCllsado a 5
aiios de pena privativa de la libertad (Art. 296 del C.P).
Exp. N° 1436-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Pedro Llajahuanca Huamán y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que estando acreditada la comisión del
delito así como la responsabilidad penal de los procesados,
tan solo queda razonar para la graduación de las penas; al
respecto, para la determinación del quantJIfl de la pena,
dentro del margen punitivo que señala el tipo legal
incriminado el juzgador tienen en cuenta que los
encausados han reconocido en todo momento la auto ría
del hecho ilícito y han colaborado con la justicia
(CONFESIÓN SINCERA), por lo que funciona la atenuante
contenida en el segundo párrafo del Art, 136 del c.P.P."
CONDENA AL ACUSADO A 4 AÑOS DE PENA PRIVATIVA DE
LA LIBERTAD
Exp. N° 439·99·Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Ronal Amasifuen Paredes y otros

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SÉPTIMO


CONSIDERANDO "Que para los efectos de la imposición de
la pena se tiene en consideración que la confesión del
acusado Ronal Amasifuen Paredes no tiene la calidad de
sincera ya que fue sorprendido in jragallti, pero además ha
tratado de exculpar en todo momento a su co-acusado
Rodríguez Caballero, por lo que no cabe ninguna atenuante"
.
No obtiene beneficios del Art. 136 del c.P.P. condena al
acusado a 10 años de pena privativa de la libertad.
Exp. N° l048·98·Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Percy Cancho T omaylla y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que acreditada la comisión del delito
materia de juzgamiento, así como la responsabilidad penal
del acusado Cancho Tomaylla, tan solo queda razonar para
la imposición de la pena; al respecto se ha podido observar
de la conducta procesal desenvuelta por el referido acusado
que ha CONFESADO EN FORMA SINCERA, confesión que ha
quedado debidamente corroborada en autos, e incluso fue
espontánea y que no obstante no habérsele comisado
droga alguna le confesó a los ronderos que minutos antes
había transportado parte del total de la droga; por lo que
cabe rebajarle la pena por debajo del mínimo legal en
aplicación de la facultad conferida al juzgador por el
segundo párrafo del Art. 136 del c.P.P., modificado por la
Ley 24388, pero esta rebaja debe ser prudencial, sin
colisionar con el principio de proporcionalidad de la pena,
ya que la cantidad de droga comisada es considerable".
Condena al acusado a 7 a,ios de pena pn"vativa de la
libertad.
Exp. N° 2047-98-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO Gaudencio Chaupis Rivera
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que se desprende de autos que se
encuentra acreditada debidamente la responsabilidad penal
del acusado Chaupis Rivera quien se encuentra confeso y
ha admitido su participación en los hechos investigados,
relatando pormenorizadamente la forma como efectuó el
transporte de la droga, por lo que estamos frente a una
CONFESIÓN SINCERA que a criterio del Colegiado se
beneficia con una disminución de la pena".
En base al Art. 136 de c.P.P. condena al aC1lsado a 6 a,ios
de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 955-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Rolando Eusebio Isidro Retis

DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO : El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO "Que para efectos de graduar la pena se
tiene en cuenta el modo, forma y circunstancias en que
ocurrieron los hechos, la magnitud del injusto, las calidades
personales del acusado, sin perder de vista el principio de
proporcionalidad de la pena, su entorno social; también es
de considerar su CONFESIÓN SINCERA de su protagonismo
en el evento delictivo [ ... ]".
Sin 1Jlencionar el Art. 136 de c.P.P. Condena al aCllsado a 7
af/os de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 976-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Kerstin Geb Liebing Willert
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO


CONSIDERANDO "Que para los efectos de la sanción a
imponerse debe tenerse en cuenta la SINCERIDAD
mostrada por la acusada a lo largo del proceso, el
arrepentimiento que se ha podido apreciar en el presente
juicio oral, que no tiene antecedentes penales en nuestro
país ni registra antecedentes en Interpol, la cantidad de
droga incautada (800 gr. de clorhidrato de cocaína
aproximadamente)".
En base al Art. 136 de c.P.P. condena a la aCllsada a 8 al/os
de pena priz'ativa de la libertad.
Exp. N° 38-99-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Alejandro Agurto Flores
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO
El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER
CONSIDERANDO
"Que el acusado declara que se encuentra arrepentido
reconociendo su participación delictual en el hecho
criminoso materia del examen, por lo que solicita se tenga
en cuenta su Confesión prestada en el acto oral, y que
antes y durante la investigación no lo hizo, por que era
amenazado por las personas indicadas."
No menciona al Art. 136 de CP.P. condena a la amsada a 7
0110S de pma privativa de la libertad (Art. 283 y 285 del
CP.P.).
Exp. N° 2125-98-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Francis Anthony Peter
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LDo)

AGRAVIADO

El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO


CONSIDERANDO "Que, para efectos de imponer la pena es
necesario tener en cuenta la conducta asumida por el
acusado en el desarrollo del acto oral, quien en forma
categórica y SINCERA HA CONFESADO la comisión del
ilícito, se ha arrepentido e incluso ha colaborado con la
justicia, identificando a Rahen Niyi como la persona que lo
contrató para que realice el viaje transportando la droga,
por lo que es merecedor al derecho premial a que hace
referencia la segunda parte del Arto 136 del c.P.Po".
Condena a la amsada a 9 atlOS de pena privativa de la
libertad.
Exp. N° 0658-99-Sala Penal Especializada en T.LD.

ACUSADO DELITO AGRAVIADO

Walter Jhonny Damian Montero y otros Tráfico Ilícito de


Drogas (T.LD.)
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO "Que al rendir su declaración policial,
instructiva y en el juicio oral, ACEPTÓ LOS CARGOS
FORMULADOS EN SU CONTRA. Encontrándose muy
arrepentido, solicitando que se le dé una nueva
oportunidad, por 10 que el acusado se encuentra
CONFESO".
-
En base al Art. 136 del c.P.P. condena al acusado a 7 allOS
de pena
privativa de la libertad.
Exp. N° 1192-98-Sala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADA Amanda Rosa Zevallos de Laura

DELITO
AGRAVIADO

Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: SEXTO


CONSIDERANDO
"Que, para la medición de la pena se tiene en cuenta la
confesión sincera de la acusada, quién ha mostrado en el
acto oral su arrepentimiento por su inconducta, por 10 que
le alcanza el beneficio procesal previsto en el Art. 136 del
c.P.P,"
En base al Art. 136 del c.P.P. conde11a a la amsada a 14
allOS de pe11a privativa de la libertad (Art. 287 c.P.).
Exp. N° 1350-98-$ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Celia Malpartida Celis y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que toda vez que la referida acusada
resulta CONFESA de los
cargos que se le imputan, la misma que fue intervenida en
circunstancias en que se trataba de complementar los
datos sobre la encomienda conteniendo droga (clorhidrato
de cocaína) con destino a Canadá, admitiendo ésta haber
participado en la Comisión del delito de T.LD que se le
incrimina".
No aplican el Arto 136 del c.P.Po condena a la amsada a 9
01/0S de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 1615-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO León Shadrach Pillay y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRA VlADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO "Que, por su parte, el acusado León
Shadrach a través de su manifestación policial con la
declaración prestada en el juzgado se advierten notorias
contradicciones con el pueril afán de evadir su
responsabilidad penal; por lo que no le alcanza el beneficio
de la confesión sincera".
No alcanza el beneficio del Arto 136 del c.P.P. condena al
amsado a 7 O1los de pena privativa de la libertad.
Exp. N° 690-96-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Juan José Picón Illtopa y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRA VlADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: CUARTO
CONSIDERANDO
"Que para los efectos de la imposición de la pena el
Colegiado deberá tener en cuenta la CONFESIÓN SINCERA
del acusado, por lo que la pena a imponerse será por
debajo del mínimo legal, además carece de antecedentes
penales y judiciales".

Sin mencionar el Art. 136 del CP.P.} condena al aC/lsado a 7


atios de pena privativa de la libertad.

v.
Exp. N° 9224-97-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADA Milagros Vilma MartÍnez Vera y otros
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO CUARTO
CONSIDERANDO "Que para la graduación de la pena hay
que apreciar que las acusadas son personas que se
involucraron en este proceso por la necesidad económica
en la que estaba pasando a ello hay que sumar la
SINCERIDAD mostrada a lo largo de todo el proceso tanto
en su manifestación primigenia, instructivas así como en el
desarrollo del acto oral de manera uniforme".
DELITO AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.I.D.) El Estado


En base al Art. 136 del CP.P. condena a la aC/lsada a 7 alios
de pena privativa de la libertad, es decir por debqjo
de/mínimo legal que es de 8 alios.
Exp. N° 72-99-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Ronald M. Jacobus Maaskant y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: QUINTO
CONSIDERANDO "Que de la compulsa de los hechos y
pruebas glosadas en autos se ha llegado a materialidad del
delito así como la responsabilidad penal del encausado,
quien desde un inicio ha reconocido durante el juzgamiento
ha confirmado ser el responsable de los hechos que se le
incriminan, toda vez que afirma que vino específicamente al
Perú con la finalidad de adquirir y transportar droga hasta
Holanda".

Sin mencionar el Art. 136 del c.P.P., condena al act/Sado a 6


m/os de pena privativa de la libertad, es decir por debqjo
del mínimo legal que es de 8 m/os.
Exp. N° 1686-98-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Herbert Andrés Estela Cuba y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO
El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO


CONSIDERANDO "Que, para la graduación de la pena del
acusado hallado responsable es menester tener en cuenta
la naturaleza del evento, las condiciones personales del
acusado, la consecuencia pluriofensivas del injusto, LA
CONFESIÓN SINCERA del acusado."
En base al Art. 136 del c.P.P., condena al acusado a 7 m/os
de pena privativa de la libertad, es decir, por debqjo del
mínimo legal que es de 8 m/os.
Exp. N° 2005-98-5ala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO J osé Antonio Arrayza Peña y otros
DELITO Tráfico llícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER


CONSIDERANDO "Que, el acusado en su Manifestación
Policial e Instructiva ha negado ser el propietario de la
droga, y recién en el Acto Oral se sincera confesando los
hechos considerándose culpable y manifestando el nombre
completo de la referida persona que le proporcionó la
droga. Pero su autoinculpación resulta incompleta e
interesada en dejar impune a su pariente ea-encausado".
Por tanto, esta m¡foinculpación no puede reprobarse como
Ima CONFESIÓN SINCERA, por tanto no siendo procedente
conceder le el beneficio previsto en el Art. 136 del c.P.P.
condena al acusado a 10 años de pena privativa de la
libertad.

Exp. N° 1487-98-Sala Penal Especializada en T.LD.


ACUSADA Clara U rrutia Rodríguez y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: TERCER
CONSIDERANDO "Que en su manifestación primigenia, con
el fin de exculpar de responsabilidad penal a su ea-
encausado y cargar con toda la responsabilidad penal
señaló ser la única responsable del ilícito".
Sin mencionar al Arl. 136 del c.P.P., la Sala condma a la ac/
{sada por delito de TID, tipo base previsto y penado en el
Arl. 296 del c.P., a 7 allOS de pena pn·vativa de la libertad,
es decir 110 aplicó la atenuante por confesión sincera,
entendiéndose que el Colegiado 110 considera la confesión
de la amsada como Slf1cera.
AGRAVIADO

El Estado
Exp. N° 273-97-Sala Penal Especializada en T.I.D.
ACUSADO Alberto Torrejón Manchay y otros
DELITO Tráfico Ilícito de Drogas (T.LD.)

AGRAVIADO El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO


CONSIDERANDO "Que, al momento de graduar la pena a
imponerse se debe tener en consideración las condiciones
del acusado, sU CONFESIÓN SINCERA respecto de los
hechos incriminados".
Menciona el Arl. 136 del c.P.P, la Sala condena al amsado
por delito de TID, tipo base prelisto y penado en el Art. 296
del c.P., a 8 allOS de pena pril'atil'a de la liberlad, es decir
110 aplicó la atenuante por confesión sincera.
Exp. N° 1934-97-Sala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Robalino Grandez García y otros
DEUTO
AGRAVIADO

Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.) El Estado

CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: DÉCIMO TERCER


CONSIDERANDO
"Que, al momento de graduar la pena a imponerse se debe
tener en cuenta que el Derecho Penal Premial en que está
inspirado el último párrafo del artículo 136 del c.P.P. permite
la rebaja de la pena por debajo de sus límites inferiores
cuando el acusado ha colaborado con la administración de
justicia coadyuvan do así a que ésta sea ágil, eficaz,
eficiente y oportuna".
Menciona el Arl. 136 del c.P.P.) la Sala condena al amsado
por delito de TID) tipo base previsto y penado en el Arl. 297
del c.P.) a 20 atlaS de pena privativa de la liberlad.
Exp. N° 95-96-5ala Penal Especializada en T.LD.
ACUSADO Wilfredo Arias Fabián y otros
DELITO Tráfico ilícito de Drogas (T.LD.)
AGRAVIADO El Estado
CONCEPTO DE CONFESIÓN SINCERA: ÚNICO
CONSIDERANDO "Que cabe mencionar que el acusado
acepta su responsabi-
lidad por el hecho de haber sido intervenido en posesión de
la droga, hecho de que de ninguna manera puede
considerarse como CONFESIÓN SINCERA".
Por lo tanto no obtiene los benificios del Arl. 136 del C.P.P)
la Sala condena al actlSado por delito de TID) tipo base
previsto y penado en el Ar1. 296 del c.P,) a 8 años de pena
privativa de la libertad.

CAPÍTULO VII

CONCLUSIONES
1. La confesión sincera es un instituto que surge con la
finalidad de otorgar a la administración de justicia un
instrumento para hacer de ésta una administración más
rápida, eficaz, eficiente y oportuna, puesto que la misma,
brindada en las condiciones de seguridad jurídica, respeto
de los derechos humanos y debidamente corroborada con
las pruebas de autos, en muchos casos va a coadyuvar a la
simplificación de los procesos, evitando la realización de
una serie de diligencias destinadas a demostrar lo que por
boca del propio acusado se ha llegado a determinar.

2. En los casos de flagrancia de delitos, es necesario


hacer una clara distinción acerca de los alcances de la
flagrancia, cuasi flagrancia y presunción de flagrancia, a
efectos de aplicar un correcto y uniforme criterio con
relación a la aceptación de la confesión sincera y la
aplicación de sus beneficios; ya que los Magistrados han
venido aplicando criterios errados de interpretación del
instituto de la confesión sincera, debido a que confunden
los fines de ésta con los fines del proceso penal, decimos
esto porque como se aprecia de la jurisprudencia revisada
durante la investigación, en especial en las variantes de la
flagrancia, encontramos que en muchos de los casos los
magistrados no aceptan la confesión sincera, entendiéndola
a ésta como aquella que busca esclarecer la
responsabilidad, siendo éste el objeto del proceso penal y
no el de la confesión sincera, cuya finalidad y razón de ser
es la de colaborar con la justicia penal para hacerla más
rápida y efectiva, tan es así que el hecho de existir
confesión sincera por parte del procesado no implica la
suspensión del proceso, si es que no se ha logrado
corroborar dicha confe-
./
SlOn.
3. Si bien es cierto el Código Procesal Penal, que entrará
en vigencia próximamente, no faculta al Organo
Jurisdiccional a aplicar el beneficio de atenuación de pena
en los casos de flagrancia, también es cierto que ello
colisiona con los grandes principios que regulan el instituto,
en todo caso, la Jurisprudencia de los Tribunales se
encargará de su interpretación correcta.
4. Es necesario hacer una distinción entre la confesión
sincera y la "confesión" (reconocimiento de un acto), debido
a que si bien es cierto en ambas se reconoce la comisión de
un hecho delictuoso en el transcurso del proceso penal, es
la primera la que se realiza de manera voluntaria y con el
afán de colaborar con la justicia y el esclarecimiento de los
hechos, en cambio la segunda se da como resultado de las
habilidades del interrogador, quien no deja otra salida al
procesado al haberse desbaratado su coartada.
5. La exhortación hecha por el Ministerio Público o, en su
caso, por el Juez al procesado a decir la verdad, entra en
conflicto con el principio de no autoinculpación y de
inocencia, toda vez que al hacer dicha exhortación, se está
invitando al procesado a renunciar a dichos derechos e
inculparse sin otorgársele la opción de salir airoso del
proceso penal si es que el Ministerio Público no logra
demostrar en un proceso regular la culpabilidad o
responsabilidad del procesado, a quien se le considera
inocente hasta que quede demostrado indubitablemente lo
contrario y sea así dictado por un Juez.
6. La confesión sincera encuentra el fundamento básico
para su validez, en que ésta sea un acto voluntario del
procesado, el mismo que debe ser una persona que goce de
todas sus capacidades físicas, mentales y legales;
manifestación de voluntad que reviste las mismas
características que las de un acto jurídico.
7. Como ya se ha afirmado, el objeto del proceso penal
es la determinación de la responsabilidad de un procesado,
sin embargo, la concurrencia de la confesión sincera no
reviste la culminación del mismo, sino que por el contrario,
y en aras del respeto a la garantía de no autoinculpación y
presunción de inocencia, se buscará en el proceso el
corroborar lo afirmado por el confeso, sin embargo, dicho
proceso será más simple dada la colaboración que brinda el
procesado.
8. El arrepentimiento si bien es un factor que otorga al
juzgador mayores criterios para reducir considerablemente
la pena de un confeso, no constituye un requisito para que
se aplique el beneficio que la confesión otorga,
consecuentemente no es indispensable su concurrencia
-como erróneamente ha sido considerado por algunos
tribunales- basta con que el procesado haya confesado el
hecho voluntariamente y en el momento oportuno y esta
confesión pueda ser corroborada con las demás pruebas de
autos.
9. La conducta del procesado y su potencial de
reinserción no debe constituir requisito para el
otorgamiento del beneficio, sino que debe tomarse como
criterio en la aplicación del beneficio, pues como ya se ha
dicho, éstas no obedecen a los fines de la confesión sincera
ni son requisitos para su observancia por parte de los
magistrados, quienes deben de observar la voluntad del
procesado en colaborar con la justicia, tomándose en
cuenta su conducta y probable reinserción como criterios
única y exclusivamente, para la mesura de los beneficios a
otorgarse una vez aceptada la confesión sincera como tal.
10. Consideramos que la uniformidad de las declaraciones
del beneficiario deben tomarse en cuenta observando las
circunstancias que originaron cada una de éstas, intentando
establecer si en el fondo existe la voluntad de colaborar con
la justicia y no lo contrario, dado que puede darse el caso
de que por presiones o causas exógenas, el procesado no
haya podido antes manifestarse voluntariamente y
reconocer su responsabilidad, haciéndolo en la primera
oportunidad que tiene, pudiendo ser ésta en el alegato final
del proceso, pudiendo el magistrado aplicar el beneficio de
la confesión sincera, siempre que se hayan comprobado los
supuestos descritos.
11. La oportunidad de la confesión sincera resulta de
importante observancia para los magistrados, ya que si
bien es cierto puede darse en cualquier momento del
proceso ésta no puede ser admitida si se da como
consecuencia del avance de las investigaciones o si el
imputado ya se ha visto descubierto, puesto que estaría
yendo contra su esencia misma que es la de colaborar con
la justicia en la búsqueda de una mejor y más eficiente
administración de la misma, por lo que una confesión ad
portas de la sentencia cuando el procesado se ha visto
perdido, no resulta valedera a los fines que la inspiran,
máxime si pudo haberla hecho con anterioridad.
12. La confesión sincera es un instituto de carácter
procesal debido a que su fin está dirigido principalmente al
proceso penal en lo que respecta a su procedimiento, es
más, la norma vigente, Código de Procedimientos Penales,
incluso el que entrará en vigencia próximamente, enmarca
el ámbito de aplicación del mismo y sus alcances con
relación al proceso, indicando inclusive la suspensión de
diligencias innecesarias debido a la confesión corroborada,
y de ser esto así, prevé la fijación de la pena por debajo del
mínimo legal inclusive, es pues recién en este momento en
donde entra a tallar el aspecto sustantivo del instituto en
análisis, ya que es cuando se comprueba la veracidad y la
validez de la confesión sincera que se le toma la
importancia de derecho sustantivo, en especial en la
determinación de la pena; es decir, el instituto de la
confesión sincera reviste un carácter de derecho adjetivo en
su aplicación pero con consecuencias de derecho sustantivo
en relación a los beneficios que trae consigo para el
procesado confeso.
13. En los casos en que se haya determinado en un
proceso penal que se ha obtenido una declaración o
"confesión" por parte del procesado mediante violencia o
amenaza, no solo nos encontraremos ante una figura
pasible de interposición de acción de Habeas Corpus, sino
que además los sujetos responsables serán pasibles de ser
procesados penalmente por delito de coacción y de abuso
de autoridad.
14. La confesión sincera para ser valorada como tal, tiene
necesariamente que ser corroborada en su contenido
durante el proceso o con las pruebas obrantes en el mismo,
ya que puede darse el caso de "confesos" que buscan
asumir toda la responsabilidad con el fin de liberar de ésta
a sus cómplices, casos en los que aun existiendo la
confesión de la responsabilidad de parte del confeso, ésta
no debe tomarse en cuenta para otorgársele los beneficios
que establece la ley debido a que en el fondo no está
colaborando con la justicia sino que la obstruye con relación
a sus co-inculpados, atentando en tal sentido contra la
razón de ser de la confesión sincera como instituto
procesal.
15. Como se ha determinado de la jurisprudencia revisada
y de la muestra de estudio, el instituto de la confesión
sincera es perfectamente aplicable a los delitos que
revisten mayor gravedad, sin embargo, los beneficios a
otorgarse deben ser siempre en observancia del principio
de proporcionalidad y lesividad con relación al ilícito penal y
la participación del confeso.

CAPÍTULO VIII

RECOMENDACIONES

1. En principio, y por obvias razones, la primera


recomendación es la de dar un efectivo cumplimiento a la
realización de los Plenos Jurisdiccionales con el objetivo de
brindar a los operadores penales judiciales y en general a
todos los magistrados del país, la orientación necesaria
para la resolución de las causas aplicando criterios
similares, garantizando de dicha manera una
administración de justicia equitativa e igual para todos los
ciudadanos.
2. La exhortación a decir la verdad hecha por el
representante del Ministerio Público o en su caso por el Juez
a un procesado o investigado debe ser desterrada de
nuestro ordenamiento procesal, en vista de que resulta
siendo inconstitucional, en la medida en que induce al
imputado a autoinculparse renunciando a su derecho de no
hacerlo y es desde ese momento en donde se inicia el
proceso bajo la presunción de culpabilidad, pues dicha
exhortación implica que el procesado o investigado va a
mentir para eximirse de culpa.
3. Se deben descartar como confesión sincera todas
aquellas confesiones que no resulten de la libre expresión
de la voluntad del confeso en goce de todas sus
capacidades, es decir, no pueden considerarse confesiones
sinceras aquellas que se dan como consecuencia de las
habilidades del interrogador.
4. La aplicación de la figura de la confesión sincera y el
ámbito de la misma debe ser delimitada dentro de los
alcances de la naturaleza propia de dicho instituto, es decir,
debe ser aplicada observando el cumplimiento del objetivo
de su implementación que no es otro que el de colaborar a
la eficacia y eficiencia de la administración de justicia,
colaboración que se ve reflejada en la admisión voluntaria
de los hechos materia de investigación o proceso,
coadyuvando de esa manera a la celeridad en la
culminación del proceso.
5. Tanto el arrepentimiento como el grado de reinserción
a la sociedad del confeso deben ser tomados en cuenta
para la aplicación del beneficio otorgado por la confesión
sincera, pudiendo ser cada vez mayor éste, empero, de
ninguna manera la ausencia de éstos debe ser motivo para
privar al confeso del beneficio por confesión sincera.
6. Debe tenerse claramente establecido entonces que la
naturaleza de la confesión sincera obedece al Derecho
Penal Premial, en donde basta la colaboración para obtener
el premio, sin embargo los operadores penales judiciales
deben tener muy presente el grado de veracidad y
colaboración al proceso de la confesión sincera, de tal
manera que una confesión que no se ajusta plenamente a
la verdad no debe ser considerada como sincera y aquella
que se realiza cuando no tiene ya injerencia alguna en el
resultado del proceso o cuando éste ya ha cumplido sus
objetivos, tampoco debe ser pasible de los beneficios de
ésta.
7. El operador penal judicial debe tener en cuenta, en
tanto no entre en vigencia el nuevo Código Procesal Penal,
que bajo ninguna circunstancia, la flagrancia de delito es
motivo para que se le niegue al procesado los beneficios
que una confesión sincera acarrea, pues como ya se ha
visto, la confesión busca la agilización del proceso penal, el
mismo que por más flagrancia del delito que haya existido,
puede ser entrampado por una serie de recursos
interpuestos por un procesado que no acepte su
responsabilidad, es decir, en caso de flagrancia igual se
aplican los beneficios puesto que lo que se busca con la
confesión sincera es la colaboración con la administración
de justicia, y no determinar la responsabilidad del
procesado, que viene a ser la finalidad del proceso penal.
8. Al momento de los beneficios derivados de la
confesión sincera, el operador penal judicial no debe dejar
de observar en ningún caso los principios de
proporcionalidad y le si vidad, puesto que así va a poder
emitir un fallo justo y legal.
9. En los casos en los que la confesión sincera se da ad
portas de la culminación del proceso penal, el operador
penal judicial deberá tener en cuenta las circunstancias que
ocasionaron la tardía reacción del imputado y de ser éstas
justificables, podrá aplicársele el beneficio que la confesión
sincera conlleva de manera proporcionada; pero si ésta se
ha dado por verse el procesado perdido, no operará de
ninguna manera.
10. En el caso de varios procesados, consideramos que el
beneficio alcanza a un confeso cuando éste se ha
pronunciado así sobre su participación, no debiendo
exigírsele el señalamiento de sus cómplices o coautores,
debido a que la confesión acerca de actos de terceros no
existe, sino que en dichos casos -"confesión" con relación a
terceros- lo que se está dando es un testimonio, debiendo
tomarse en ese extremo y calidad dichas declaraciones, no
afectando en consecuencia el derecho al beneficio por
confesión sincera del procesado declarante.
INDICE

Introducción.
Presentación.

TÍTULO I
DE LA DENUNCIA PENAL AL AUTO APERTORIO DE
INSTRUCCIÓN

I. LA DENUNCIA PENAL Y EL AUTO APERTORIO DE


INSTRUCCIÓN 21
E. Breves consideraciones respecto a la inclusión de una
lectura constitucional de la investigación penal.............
21
B. El artículo 77 del Código de Procedimientos Penales..
25

Il. LA INVESTIGACIÓN COMO ELEMENTO ESENCIAL DE LA


DENUNCIA PENAL.................................................... 31

IIl. PRINCIPIOS QUE INFORMAN LA ACTIVIDAD FIS-


CAL Y
JURISDICCIONAL........................................................ 38
A. El principio de interdicción de la arbitrariedad 38
i. Actividades caprichosas 39
11. Las decisiones despóticas, tiránicas y carentes de
toda fuente de legitimidad 41
111. La actividad investigatoria contraria a los princi-
pios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica 43
B. El principio de legalidad 47
C. El principio de debido proceso 54
D. El principio de motivación 57
E. El principio acusatorio 63
F. El Derecho de defensa 65
IV PRESUPUESTOS ESENCIALES DEL AUTO APERTO-
RIO DE
INSTRUCCIÓN.......................................................... 67
A. Indicios suficientes 67
A.l. Diversas acepciones del término indicios 70
A.2. Clases de indicios 73
A.3. Diferencias entre indicios y prueba indiciaria 74
AA. Elementos de la prueba indiciaria 75
a. El indicio................................................................ 75
b. La inferencia.......................................................... 77
c. La conclusión inferida......................................... 78
i. Los hechos base............................................... 79
ii. La pluralidad de indicios.............................. 82.
A.s. Elementos excluyente s de la prueba indiciaria......
90
a. Los contraindicios.................................................
90
B. Elementos de juicio reveladores de la existencia de
delito 93
a. La prueba preconstituida 93
C. Que se haya individualizado al presunto autor o partí-
cipe 99
D. Que la acción penal no haya prescrito 102
E. Que no concurran otras causas de extinción de la ac-
ción penal..............................................................................
103
a. Que se necesite de un pronunciamiento prejudicial
b. El caso de las cuestiones previas 104
c. El caso que el imputado haya sido objeto de
amnistía......................................................................... 105
d. Que la denuncia se pronuncie sobre hecho que han
sido objeto de un proceso anterior en donde
haya adquirido la calidad de cosa juzgada 106
e. Cuando el imputado falleciera 107
TÍTULO 11
BREVES APUNTES SOBRE LAS NULIDADES PROCESALES EN
CASO DE INOBSERVANCIA DE LAS FORMAS PROCESALES
V LA DECLARATORIA DE NULIDAD EN CASO DE IN-
CUMPLIMIENTO DE LOS PRESUPUESTOS DEL
AUTO APERTORIO 111
VI. BREVES CONSIDERACIONES RESPECTO A LAS
NULIDADES.. 114
a. Nulidades absolutas 122
b. Nulidades relativas o anulabilidad del auto de apertura
de instrucción 123
VII. LAS NULIDADES DE OFICIO Y LAS DE PARTE 124
A. Las nulidades de oficio 124
B. Las nulidades de parte 128
a. Las nulidades sin sustanciación 128
b. Las nulidades con sustanciación 128
VIII. LAS NULIDADES PROCESALES ¿RECURSOS, O RE-
MED I OS?............. 129
LY CLASES DE NULIDADES 131
A. La nulidades expresas o
específicas.................................. 131
B. La nulidades genéricas y el auto de apertura de
instrucción 133 B.l. Interpretación Constitucional de las
nulidades ge-
néricas 135
B.2. Clases de nulidades genéricas 143
a. Las nulidades genéricas sistematizadas o con-
centradas 143
b. Las nulidades genéricas no sistematizadas o no
concentradas 143
C. Las nulidades virtuales, tácitas o implícitas 144
X. EFECTOS DE LA DECLARATORIA DE NULIDAD.....
144
XI. FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE LAS NU-
LIDAD ES........ 145
A. EL DEBIDO PROCESO 146
A.l. GARANTÍAS DEL DEBIDO PROCESO 154
A.l.l. La garantía formal del debido proceso.... 154
a. El juez natural.............................................................
154
b. El procedimiento establecido................................... 157
c. El derecho de defensa...............................................
158
c.l. La indefensión 164
d. El principio de debida motivación........................... 170
d.l. Elementos constitutivos del princIpIO de debida
motivación.......................................... 174 d.1.1 La
motivación fáctica........................... 174 d.1.2. La
motivación jurídica......................... 175 A.l.2. La garantía
sustantiva del principio de debido
proceso............................................... 177
a. El principio de proporcionalidad.............................. 177
a.1. Sub-principios de la proporcionalidad 180
a) El sub-principio de idoneidad o adecuación 180
b) El sub-principio de necesidad de intervención
núnima........................................... 181
c) El sub-principio de proporcionalidad en sentido
estricto............................................. 183
b. El principio de razonabilidad...................................
185
XII. FUNDAMENTOS PROCESALES DE LAS NULIDADES 190
A. El principio de especificidad o de legalidad 190
B. El principio de trascendencia 194
C. El principio de convalidación 196
D. El principio de protección 199
E. El principio de preclusión 201
XIII. BREVES APUNTES SOBRE LAS CAUSALES DE
NULIDAD EN EL PROCESO ORDINARIO 204
XIV: ÍNDICE JURISPRUDENCIAL................................................
208
A. El principio de proporcionalidad 208
B. El principio de razonabilidad 212
C. El principio de legalidad 213
D. El principio de seguridad jurídica 217
E. El principio de debida motivación 218
F. El principio de tutela judicial efectiva 221
G. El principio de debido proceso 223
H. El derecho de defensa 227
I. El principio pro
homine..................................................... 232
J. El principio pro libertatis 232
K. El principio de dignidad humana 232
L. La denuncia penal y el principio acusatorio 233
M. La libertad individual y el derecho de locomoción 234
N. Las oobligaciones del Poder
Judicial................................ 235
O. El juez
natural...................................................................... 235

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