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Orlando Velásquez

La justicia peruana
en un país multicultural

Justicia Justicia
Ordinaria Consuetudinaria
La justicia peruana en un país multicultural

E D I T O R A J U R Í D I C A G R I J L E Y

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La justicia peruana en un país multicultural

Orlando Velásquez

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Orlando Velásquez

Primera edición: marzo de 2020

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca


Nacional del Perú N.º 2020-02188
ISBN: 978-9972-04-662-9
Registro del Proyecto Editorial: 31501012000124

­© 2020, La justicia peruana en una país multicultural


­© 2020, Orlando Velásquez
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Tiraje: 1000 ejemplares

DERECHOS RESERVADOS: DECRETO LEGISLATIVO N.º 822

Prohibida la reproducción de este libro por


cualquier medio, total o parcialmente, sin
permiso expreso de la editorial.

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La justicia peruana en un país multicultural

A las organizaciones de los pueblos originarios y


rondas campesinas, que desde tiempos inmemora-
bles resguardan el preciado tesoro de la identidad
cultural, extraordinaria riqueza material e inmaterial
y, en especial, la justicia constitudinaria; a los jueces de
paz, pilares de la auténtica democracia y la justicia como
vocación de servicio; a la mayoria de los magistrados del
Perú profundo que, pese a las condiciones adversas a
través del tiempo, trabajaron siempre por una justicia
inclusiva, ideario y meta del sentimiento nacional.
Al Instituto del Bien Común (IBC), organización
sin fines de lucro que, con su valioso aporte de
cuantificación y deslinde de la comunidad nativa
y campesina, ha jugado un rol trascendental en la
revaloración de los pueblos originarios, en su apuesta
para su reincorporación a la gran nación peruana.

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La justicia peruana en un país multicultural

Índice

Prólogo........................................................................................... 15
Introducción................................................................................... 21

Capítulo I
EL ESTADO Y EL ORDEN SOCIAL EN LA HISTORIA

1. Origen del Estado en el desarrollo de la humanidad........................... 29


1.1. El hombre en busca del espacio.............................................. 29
1.2. El orden social y el Estado....................................................... 32
1.3. El Estado y la justicia en la historia......................................... 36
2. Desarrollo del Estado.............................................................. 39
2.1. El Estado y el ordenamiento social......................................... 39
2.2. Etapa antigua............................................................................ 40
2.3. Etapa feudal.............................................................................. 41
2.4. La etapa moderna.................................................................... 43
3. El Estado y la Ley en el Perú................................................... 45
3.1. Etapa prehispánica................................................................... 45
3.1.1. Las civilizaciones preincaicas........................................ 45
3.1.2. El Estado incaico............................................................ 50
3.2. La justicia en los dos mundos del Perú colonial.................... 51
3.2.1. El Virreinato................................................................... 51

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Índice

3.2.2. Las Leyes de Indias........................................................ 56


4. La República y la quimera de la justicia en el Perú..................... 59
4.1. La Ley y el Estado peruano...................................................... 59
4.2. Las nacionalidades en el Perú oficial..................................... 61
5. La Constitución Política del Perú........................................... 64

Capítulo II
LA POBLACIÓN ORIGINARIA DEL PERÚ NO OFICIAL

1. Las nacionalidades no oficiales............................................... 67


1.1. Cosmovisión e ideología de los pueblos originarios.............. 67
1.1.1. Definición conceptual................................................... 67
1.1.2. Cosmovisión de los pueblos originarios....................... 70
1.1.3. Las comunidades nativas y campesinas........................ 72
1.2. Misión y visión de los líderes naturales................................... 76
1.2.1. Liderazgo y rol de los líderes de los pueblos originarios. 76
1.2.2. Representatividad y concepción de los líderes naturales
de las comunidades andinas y amazónicas.................... 78
2. Representatividad de la población comunitaria en el Perú..... 100
2.1. La comunidad nativa................................................................ 100
2.2. La comunidad campesina........................................................ 107
2.3. La ronda campesina................................................................. 123
2.3.1. Ubicación y tradición comunitaria............................... 123
2.3.2. Estadísticas de las rondas campesinas........................... 126
3. El Estado de derecho y la población originaria...................... 128
3.1. Representatividad poblacional de la comunidad nativa y
campesina................................................................................. 128
3.2. Ausencia del Estado de derecho en la población originaria.... 130

10
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo III
INTERCULTURALIDAD Y JUSTICIA ESPECIAL

1. Los pueblos americanos y su identidad cultural.......................... 133


1.1. El colonialismo......................................................................... 133
1.2. La República............................................................................. 135
1.3. Lucha por el reconocimiento de la justicia especial.............. 138

2. Reconocimiento legal y real de la justicia consuetudinaria..... 143


2.1. Convenio 169 sobre pueblos indígenas.................................. 143
2.2. Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas............................................................... 149
2.3. Las 100 Reglas de Brasilia........................................................ 154
3. La lucha por el reconocimiento y la igualdad........................ 157
3.1. Contexto del problema y el proceso de reconocimiento
oficial................................................................................................. 157
3.2. El Poder Judicial e inicio del compromiso con los pueblos
originarios................................................................................. 159
4. Significado y análisis de los congresos interculturales........... 161
4.1. Declaraciones de los ocho Congresos Internacionales de
Justicia Intercultural................................................................. 161
4.2. Agotamiento del espacio congresal intercultural................... 182
4.3. El IX Congreso Intercultural de Piura y la impaciencia de
los pueblos originarios............................................................. 184
5. El camino a la interculturalidad............................................. 187

Capítulo IV
LA RONDA CAMPESINA EN EL PERÚ

1. Origen y desarrollo del movimiento rondero........................ 191


1.1. Antecedentes............................................................................ 191

11
Índice

1.2. La ronda y la herencia cultural................................................ 195


1.3. Constitución y extensión de la ronda campesina................... 198
1.3.1. Origen, cosmovisión y proyección de la ronda
campesina....................................................................... 198
1.3.2. Formación y extensión de la ronda campesina a partir
de sus protagonistas....................................................... 201
1.3.3. Actores y dirigencias ronderas...................................... 216
2. El proceso de la justicia consuetudinaria............................... 218
2.1. Construcción del proceso........................................................ 218
2.2. Procedimientos iniciales de la justicia rondera...................... 219
2.3. Los diez pasos para la resolución de conflictos...................... 222
2.3.1. Asimilación de la experiencia de Cuyumalca.............. 222
2.3.2. El procedimiento sancionador..................................... 223
3. Reconocimiento de la ronda campesina................................ 237
3.1. El encuentro de dos culturas................................................... 237
3.2. Reconocimiento legal de la ronda campesina: la Ley y el
Reglamento............................................................................... 240
4. Proceso de reconocimiento de la ronda campesina por la
justicia ordinaria...................................................................... 251
4.1. La ronda campesina y los patrones culturales comunitarios... 251
4.2. El campesino rondero y la cosmovisión andina..................... 253
4.3. Acuerdo Plenario sobre rondas campesinas y la consolidación
del movimiento rondero.......................................................... 256
4.3.1. Desarrollo....................................................................... 256
4.3.2. Decisión y acuerdo final................................................ 262
4.3.3. Análisis del V Acuerdo Plenario sobre rondas
campesinas..................................................................... 262
5. La CUNARC como instancia suprema de la ronda campesina...... 264

12
La justicia peruana en un país multicultural

5.1. Consolidación del movimiento rondero y la organización de


la CUNARC............................................................................... 264
5.2. La CUNARC en la agenda nacional........................................ 268

Capítulo V
LOS DOS MUNDOS DE LA JUSTICIA PERUANA

1. El Perú como parte del mundo andino.................................. 277


1.1. Contexto geográfico cultural................................................... 277
1.2. El mundo andino y la postergación de los pueblos originarios.... 280
2. Reconocimiento de la multiculturalidad................................ 284
2.1. Contexto intercultural............................................................. 284
2.2. Leyes que reconocen los derechos de los pueblos originarios... 286
2.2.1. Ley N.° 27818 para la educación bilingüe intercultural... 286
2.2.2. Decreto supremo que aprueba la política nacional de
lenguas originarias, tradición oral e interculturalidad.... 288
2.2.3. Ley N.° 29785 de consulta previa.................................. 290
3. Pugna entre la justicia ordinaria y la consuetudinaria........... 293
3.1. Lecciones del Baguazo que aportan en el proceso de
reconocimiento del fuero nativo............................................. 294
3.2. Conclusiones............................................................................. 296
3.3. sobre la protesta indígena y la gestión del conflicto.............. 297
4. Filosofía y resistencia de la magistratura................................ 298
4.1. Formación del magistrado....................................................... 298
4.2. El magistrado como parte del proceso judicial...................... 300
5. Justicia de paz.......................................................................... 302
5.1. Definición y ubicación............................................................. 302
5.2. Jurisdicción y legitimidad del Juzgado de Paz........................ 305
5.3. La justicia de paz y la justicia comunal.................................... 307

13
Índice

Capítulo VI
LA JUSTICIA PLURINACIONAL EN EL PERÚ

1. Coexistencia de los dos sistemas de la Justicia Peruana......... 309


1.1. La justicia ordinaria.................................................................. 309
1.2. La justicia especial.................................................................... 311
1.3. Coexistencia de los dos sistemas: ordinario y extraordinario..... 312
2. Proceso de incorporación y reconocimiento de la justicia
comunal, según la realidad del país........................................ 314
3. Oficialización de las lenguas aborígenes................................ 316
3.1. La lengua aborigen en la justicia ordinaria............................ 316
3.2. Reconocimiento de las lenguas originarias............................ 318
4. El nuevo magistrado en el espacio comunal.......................... 322
4.1. El magistrado en el espacio geográfico................................... 322
4.2. La lengua nativa........................................................................ 325
4.3. Disposiciones fiscales................................................................ 349
5. El Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y la
democratización de la justicia................................................ 357
5.1. Avances y retrocesos................................................................. 359
5.2. El CNM y la nueva generación de magistrados...................... 365
6. La reforma de justicia en el Perú............................................ 371
6.1. Importancia.............................................................................. 371
6.2. La reforma de justicia actual.................................................... 372
6.3. La Escuela Judicial.................................................................... 375
7. Justicia inclusiva y la apuesta por un Perú moderno.............. 378
7.1. Antecedentes y situación del sistema de justicia..................... 378
7.2. Reconocimiento e inclusión de la justicia comunal............... 381
7.3. La justicia y la modernidad...................................................... 382

Conclusiones.................................................................................. 385
Bibliografía..................................................................................... 391

14
Prólogo

Prólogo

C onocí a Orlando Velásquez Benites cuando mi equipo de


investigaciones en trabajo de campo se había desplazado a
Otuzco, en la sierra de La Libertad, con el interés de estudiar la
Festividad de la Virgen de La Puerta. Fue entonces cuando nos
acercamos a nuestros jóvenes colegas de la Universidad Nacio-
nal de Trujillo, a quienes visitamos para comunicarles acerca del
estudio que realizábamos por encargo del Museo Nacional de
Etnología, de Japón.
La carrera profesional del Dr. Velásquez como antropólogo
fue rápida y exitosa, jalonada con las publicaciones y la organi-
zación de eventos académicos, que lo llevaron con justicia a la
condición de profesor principal, además de ocupar los cargos
de jefe de departamento y decano en muy corto tiempo para,
finalmente, asumir el Rectorado de la universidad. Más adelan-
te, alcanzó la presidencia de la Asamblea Nacional de Rectores,
y tuvo la gentileza de pedirme que lo acompañe en la dirección
de publicaciones, tarea en que estuve empeñado hasta que ese
organismo dejó de existir.
Poco tiempo después, viajé a España como profesor visitante,
y luego a México, situación que se repitió con frecuencia. Desde
entonces, mi esposa y yo tenemos participación formal en las ac-
tividades de la UNAM, lo que nos alejó del quehacer académico
nacional, aunque nos mantuvimos informados de los avatares po-
líticos de Orlando, quien felizmente ha retornado al universo de
la universidad peruana.

15
Luis Millones

El libro, que es motivo de este prólogo, es un examen de con-


ciencia del doctor Velásquez, en el que toma como eje la frase
con que titula el Capítulo VI: «La coexistencia de dos sistemas de
justicia peruana».
Es interesante advertir, a lo largo de su texto, que por encima
de poner en evidencia el conjunto de problemas que implica im-
poner reglas generales (de cualquier género) en una sociedad tan
fragmentada como la nuestra, Orlando no pierde el optimismo
de que esto sea posible.
Pero revisemos el libro desde sus páginas iniciales, Velásquez
se propone «hacer un seguimiento, una evaluación y un análi-
sis del proceso que han seguido los dos sistemas de justicia que
reconoce la Constitución Política del Perú: la ordinaria y la con-
suetudinaria, para alcanzar el reconocimiento que esta última es-
pera de la primera, en concordancia con el mandato de los foros
internacionales, cuyos acuerdos son vinculantes y de obligatorio
cumplimiento con el Estado peruano».
Las páginas que siguen a este presupuesto dan cuenta de las
enormes dificultades para que tal encuentro se lleve a cabo.
Para explicar esta situación, el autor recurre a la historia. No
es mala idea. Hoy sabemos que los legados jurídicos del Tahuan-
tinsuyo y de la península ibérica son incompatibles. Producida la
conquista y desaparecido el poder de la nobleza cuzqueña, los
nuevos curacas o caciques hicieron lo posible por hispanizarse,
pero mantuvieron este comportamiento visible cuando trataban
con los colonizadores. Al interior de sus posesiones, con la po-
blación indígena reforzaron su poder, manteniendo el quechua
como idioma familiar y respetando las tradiciones que reafirma-
ban el control de sus súbditos, con la doble ventaja producida
después de la desaparición de los incas, además de que los nuevos
amos dependían de ellos para obtener riqueza y servidores.
La propia política española reafirmaba este comportamiento;
legalmente existió lo que llamaron «república de indios y república

16
Prólogo

de españoles». La legislación diferente se hacía visible desde las


características fenotípicas de las personas (lo que alimentaban el
racismo) hasta los idiomas que, finalmente, aceptaron como idio-
mas «generales»: el quechua y el español, condenando al olvido a
las otras lenguas aborígenes.
En las páginas del texto, resumiendo el relato histórico, Ve-
lásquez nos hace llegar a las comunidades indígenas contemporá-
neas y nos recuerda «que a la fecha no existe una base gráfica ni
un mapa oficial sobre comunidades campesinas, como tampoco
hay cifras oficiales de comunidades reconocidas y tituladas. Casi
un siglo después de su reconocimiento por la Constitución de
1920, las comunidades siguen siendo invisibles».
Para reforzar sus interpretaciones, el autor recurre a entre-
vistar a las personas que son testigos excepcionales de la proble-
mática tratada. Así, es como podemos leer las declaraciones de
Hugo Hilaja Huiche (presidente de la Unión de Comunidades
Aimaras), de Margarita Machaca Quispe (presidenta de la Or-
ganización de Mujeres Indígenas de la Provincia de Melgar), de
Isaac Luca Ananoca (abogado asesor de la Federación de Comu-
nidades Aymaras) y de Mauro Cayruna Urquia (presidente de las
Comunidades Amazónicas), quienes dan sus puntos de vista y lo
animan a dedicar unas páginas a la «representatividad de la pobla-
ción comunitaria en el Perú».
Velásquez refuerza sus perspectivas presentando cuadros con
la ubicación, el número y las condiciones legales de las comunida-
des indígenas, lo que le permite sintetizar sus ideas en el capítulo
que titula «El Estado de derecho y la población originaria» que,
finalmente, concluye con lo que llama «ausencia de derecho», lo
cual se explica por «la falta de compromiso en dos direcciones:
por un lado, el reconocimiento de la justicia especial en respues-
ta al mandato constitucional, respetando su territorio y, por otro
lado, la tradición cultural al respecto y todas aquellas que consti-
tuyen la identidad de estas nacionalidades».

17
Luis Millones

Lo que viene, a continuación, podríamos considerarlo como


un sincero intento por «el reconocimiento de la justicia especial»,
que a juicio del autor nos llevaría a la validez de la justicia consuetu-
dinaria. Es así que se realizaron hasta nueve Congresos sobre Justi-
cia Intercultural de Pueblos Indígenas, que Orlando detalla cuida-
dosamente. Estos congresos se realizaron en La Merced (provincia
de Chanchamayo, región de Junín), Cajamarca, Huaraz, Lima, Aya-
cucho, Iquitos, nuevamente Ayacucho y, finalmente, Piura.
La empeñosa búsqueda para conducir esas reuniones a me-
didas efectivas no tuvo el resultado esperado. El autor explica con
absoluta firmeza que «los acuerdos reiterativos fueron convirtién-
dose en una rutina de afirmaciones repetitivas, pero no en avances
concretos, y su implementación en la práctica cotidiana y en las
decisiones de jueces y fiscales no se apreciaba en un cambio sus-
tancial, en correspondencia con los acuerdos y logros alcanzados».
Pero más aún, «el IX Congreso Internacional de Justicia In-
tercultural, celebrado en la ciudad de Piura, encontró a un Po-
der Judicial desalentado por los escándalos que comprometían a
algunos magistrados, el cierre del Consejo Nacional de la Magis-
tratura, la acusación y los ataques a jueces supremos y superiores
que pusieron en rojo al sistema de justicia nacional».
Aquí pudo haber concluido el libro, pero salió a flote en Or-
lando Velásquez su quehacer antropológico y, persiguiendo formas
de justicia tradicional, hizo contacto y dedicó una cantidad regular
de páginas a las «rondas campesinas». Por lo interesante y novedo-
sa, esta parte de su libro podría ser el eje de una nueva publicación.
Hacia el final de su trabajo, vuelve sobre los temas iniciales
a través de la Ley N.° 29785 de Consulta Previa, de tan compleja
aplicación en el país, y concluye la obra escribiendo sobre la pug-
na entre la justicia ordinaria y la consuetudinaria, que es el eje de
su propuesta, a la que agrega una referencia al hasta ahora irreso-
luto problema suscitado en Bagua.

18
Prólogo

Concluiremos la reseña insistiendo en la necesidad que cubre


este libro, tan cercano, abierto y realista de procesos que nos son
contemporáneos. Reitero, a pesar de las muchas frustraciones que
se narran, que el autor aún mantiene una dosis de optimismo,
que nace de su condición de docente universitario y el sueño de
un futuro mejor, que felizmente aún ilusiona a nuestros alumnos.
No es necesario estar de acuerdo con todo lo dicho en este exa-
men de conciencia, pero muy pocas personas expondrían lo llevado
a cabo, con virtudes y defectos, con el valor que este libro lo hace.

Luis Millones
Profesor emérito de la
Universidad Nacional
Mayor de San Marcos

19
Introducción

Introducción

L a presente investigación se ha constituido en un reto para


las ciencias sociales y, concretamente, desde la antropología,
para hacer un seguimiento, evaluación y análisis del proceso que
han seguido los dos sistemas de justicia que reconoce la Cons-
titución Política del Perú: la ordinaria y consuetudinaria, para
alcanzar el reconocimiento que esta última espera de la primera,
en concordancia con el mandato de los foros internacionales,
cuyos acuerdos son vinculantes y de obligatorio cumplimiento
por el Estado peruano.
En esa dirección, mediante la elaboración del trabajo se pre-
tende buscar respuestas de parte del sistema de justicia oficial en
la implementación del proceso de reconocimiento, las decisiones
que implementa, el comportamiento de las instituciones compro-
metidas en este proceso y la predisposición de los magistrados de
todos sus niveles; así como el entorno político, social, cultural y
académico que concurre en este desarrollo y los mecanismos que
llevan al cumplimiento de esta meta. Asimismo, la propuesta y
predisposición de los actores de la justicia especial, que tienen en
la comunidad nativa, campesina o la ronda campesina, que son
los otros actores, poseedores de la herencia tradicional de impar-
tición de justicia desde tiempos prehispánicos, en cuyo proceso
han consolidado códigos, normas, procedimientos y escala de san-
ciones, de acuerdo a su riqueza cultural.
Para este objetivo, se parte de la ubicación de la humanidad
en su desarrollo cíclico, desde las etapas embrionarias de la orga-
nización del hombre, los primeros agrupamientos humanos hasta

21
Orlando Velásquez

la conformación del Estado, que ­­—de acuerdo a su evolución— va


creando normas, leyes, sistemas de orden y convivencia, dando na-
cimiento a un ordenamiento jurídico que se va consolidando a me-
dida que se crean instituciones que garanticen ese orden, a partir
de los roles que las clases y estratos sociales cumplen en el Estado.
En el centro está la propiedad, entorno a la cual gira el ordena-
miento político y social del Estado, debiendo el cuerpo legal garan-
tizar la posesión a quien le pertenece y los derechos y deberes de
los grupos o personas que giran en torno a la propiedad y el poder.
En ese orden, se ha establecido en el trabajo una secuencia
histórica del proceso de desarrollo del Estado peruano en sus di-
versos estadíos, que corresponden a los periodos por los que ha
pasado la sociedad peruana. Así, se establece el rol de las clases
sociales, su relación con la propiedad, priorizando el comporta-
miento de cada una de ellas. En ese recorrido, el poder, las leyes
y las instituciones que administran justicia toman protagonismo
en la dirección que establece el Estado. De esta forma, se hace
seguimiento y evaluación a las diferentes etapas de nuestro de-
sarrollo, desde la era preincaica, incaica, colonial y republicana,
centrando el análisis en el comportamiento del sistema de justicia
peruano a partir de la Constitución Política del Perú, que a lo lar-
go de su existencia ha pasado por cambios y modificaciones, que
ha determinado la caracterización de la vida republicana. Por lo
tanto, este análisis lleva a la consolidación del Estado de derecho
en el Perú, con la organización del sistema de justicia ordinaria,
fundamento de la Nación peruana.
Paralelamente a la consolidación de la República, los pueblos
originarios van preservando y sistematizando su tesoro inmaterial,
teniendo en los procesos de justicia ancestral su mayor respaldo
para asegurar la convivencia de sus miembros y la interrelación
con las comunidades y las poblaciones marginadas de los territo-
rios andinos y amazónicos de la geografía peruana, quienes ante
las políticas centralistas y la priorización del desarrollo citadino
crearon mecanismos propios de subsistencia. Esto ha llevado a la

22
Introducción

presente investigación a ubicarse en la consolidación de los dos


mundos que componen el Estado peruano hasta el reconocimien-
to que en él existe, la Nación peruana, como parte del Estado ofi-
cial, centro de sus políticas y programas estatales y, por otro lado,
una infinidad de nacionalidades a lo largo del corredor andino y
la Amazonía que hoy conforman el Perú no oficial.
En el centro está el cuerpo jurídico que se organiza a partir
de nuestra Carta Magna y que ubica a la persona como depositaria
de la atención del Estado peruano, y que seguramente esas pobla-
ciones aborígenes no se sienten comprometidas porque histórica-
mente el Estado peruano las postergó y como respuesta crearon
sistemas económicos, sociales, culturales y, especialmente, un sis-
tema de justicia que garantiza su vida de relación.
Las limitaciones de esta investigación, de repente, radican en
el escaso manejo de las ciencias jurídicas, por la profesión del in-
vestigador y su equipo; sin embargo, el respaldo del estudio de la
problemática del campesinado y de su organización desde hace
más de cuatro décadas permite contrarrestar esa carencia, pues
en las entrañas del mundo andino están las respuestas a los pro-
blemas que sus habitantes se plantean día a día. La cosmovisión
andina, sus sentimientos, sus aspiraciones, sus proyectos, su re-
ligiosidad y todo el tesoro acumulado a través de los siglos, es la
riqueza que permite avizorar cómo caminará el proceso de reco-
nocimiento de la justicia consuetudinaria; en la medida en que
estas poblaciones siempre fueron pacientes no quemaron etapas,
pero hicieron el recorrido seguro para arrancar los derechos que
otros les han negado. Por otro lado, la presencia del investigador
en casi cuatro años, cercano a la administración de justicia oficial,
se considera un valor agregado para afrontar el reto del análisis de
esta realidad, que compromete no solamente al reconocimiento
del derecho de los pueblos nativos a administrar justicia en su te-
rritorio; sino al trato igualitario en la justicia ordinaria, valorando
su cosmovisión, la religiosidad, el idioma y, en general, sus patro-
nes culturales, cuya atención y priorización en la implementación

23
Orlando Velásquez

del proceso debe atenderse y, de esta forma, acatar los mandatos


constitucionales que tienen a la persona humana como el centro
en sus derechos y deberes.
El trabajo se ha divido en seis capítulos, siguiendo un proceso
lógico desde el contexto universal, teniendo al Estado y su sistema
de justicia como eje del análisis para ubicar el desarrollo de la so-
ciedad peruana, a partir de la constitución del Estado, el ordena-
miento jurídico y el seguimiento de las clases, los grupos sociales y
las poblaciones hasta la actualidad.
En el primer capítulo, titulado «EL ESTADO Y EL ORDEN
SOCIAL EN LA HISTORIA», comprende el origen del Estado en
el desarrollo de la humanidad, que representa el contexto his-
tórico de la aparición del Estado, el orden social, las leyes y la
institucionalidad para garantizar su consolidación en la historia.
Asimismo, esta concepción se traslada al desarrollo del Estado pe-
ruano, a partir de la constitución de civilizaciones en el periodo
prehispánico, siendo el Estado incaico la máxima expresión de
organización en la prehistoria del Perú, pasando por el Virreinato
y la República, en cuyas etapas encontramos que el Estado res-
ponde al régimen impuesto en la sociedad. Así, va centralizando
sus políticas en territorios determinados que garantizan el poder
y el desarrollo de la organización estatal, de acuerdo al ordena-
miento que determinan los regímenes establecidos. De la misma
forma, en este capítulo se señalan las rutas que sigue el Estado
para constituir una Nación oficial que lo represente, dejando en
el otro camino a las poblaciones aborígenes, que a partir de los
Andes y la Amazonía se asientan con su patrimonio material e
inmaterial, incluyendo la justicia natural.
El capítulo II, con el nombre de «LA POBLACIÓN ORIGI-
NARIA DEL PERÚ NO OFICIAL», se caracteriza la cosmovisión
e ideología de los pueblos originarios y el por qué subsisten en
su propio mundo, acumulando la riqueza y el legado ancestral
que heredan desde tiempos inmemoriales y que, a medida que el
capitalismo invade sus territorios, empiezan a reclamar el respeto,

24
Introducción

apareciendo liderazgos que incursionan en foros e instituciones


oficiales para que respeten sus derechos, así como el reconoci-
miento a la justicia consuetudinaria. De igual manera, en este pro-
ceso se ubica a la ronda campesina que desde la década del 70
acompaña este objetivo para el reconocimiento de su sistema de
justicia que compromete a cerca de nueve millones de peruanos
ubicados en estas jurisdicciones. Para tal fin, se presentan cuadros
estadísticos de procedencia oficial y de trabajos de campo, que
cuantifican el número de comunidades y rondas campesinas, de-
mostrando así que la población apartada de la Nación peruana se
acerca al tercio del total de la población peruana.
En el capítulo III, que recibe el nombre de «INTERCUL-
TURALIDAD Y JUSTICIA ESPECIAL», se presenta información
acerca del proceso de reconocimiento que siguen los pueblos
originarios a través de sus autoridades y líderes para alcanzar su
ansiada meta. Aquí se consignan las resoluciones del Convenio
169 que reconoce a los pueblos indígenas, la Declaración de las
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
las 100 Reglas de Brasilia que obliga al Poder Judicial a imple-
mentar el reconocimiento de la justicia nativa, constituyendo un
contexto internacional proclive a los objetivos trazados por la
justicia consuetudinaria para alcanzar su reconocimiento. Asi-
mismo, las diferentes acciones y programas que implementa el
Poder Judicial para el cumplimiento de estos mandatos, la res-
puesta de las poblaciones nativas, destacando los Congresos In-
ternacionales de Justicia Intercultural que programó el Poder
Judicial cada año y que hasta ahora se han desarrollado nueve de
ellos con relativos avances porque la resistencia de las institucio-
nes del sistema de justicia y, especialmente, de los magistrados
aún es muy fuerte, aunque en las regiones del sur y centro del
Perú, así como en algunas Cortes de la Amazonía se alcanzaron
algunos avances en el ansiado reconocimiento y coordinación
de ambos sistemas de justicia.

25
Orlando Velásquez

El capítulo IV se ha denominado «LA RONDA CAMPESINA


EN EL PERÚ». A través de este se puntualiza en el proceso de ori-
gen, desarrollo y consolidación de las rondas campesinas. Esta insti-
tución que para el presente trabajo su organización constituyó una
clara señal de activismo para consolidar la justicia nativa. Asimis-
mo, se evalúa y analiza el protagonismo de la ronda campesina que
apunta y refuerza a la vieja pretensión de las comunidades para el
reconocimiento de su justicia especial. Además, se hace un segui-
miento de ese proceso para constituir un cuerpo orgánico para la
implementación de las diferentes etapas que componen el sistema
de justicia, desde la ronda primigenia, la investigación, el acuerdo,
el dictamen y la implementación de la pena que responde a la na-
turaleza del delito y a las características de la comunidad que ejerce
esta función jurisdiccional. Aquí, igualmente, se estudian las diferen-
tes instancias que ha creado el movimiento rondero hasta alcanzar la
máxima instancia organizativa de la ronda, la CUNARC, como orga-
nización suprema de la ronda campesina que a partir de su organiza-
ción señala las políticas y metas para alcanzar sus objetivos.
En el capítulo V, denominado «LOS DOS MUNDOS DE LA
JUSTICIA PERUANA», se establece la ubicación y el contexto
geográfico cultural de la justicia ordinaria y la consuetudinaria,
incidiendo en el mundo andino y la postergación de los pueblos
originarios, partiendo de su origen y el contexto intercultural, los
avances que en las últimas décadas se han conquistado en el tra-
tamiento de las poblaciones aborígenes cuando son procesados
o juzgados en la justicia ordinaria. Para este fin, se ha establecido
una base cuyo alcance ha sido posible con la promulgación de la
Ley N.° 27818 para la Educación Bilingüe Intercultural, el Decre-
to Supremo que aprueba la Política Nacional de Lenguas Origina-
rias y la Ley N.° 29785 de Consulta Previa, cuando se pretende de-
sarrollar proyectos o programas en el territorio que comprenden
las comunidades campesinas o nativas. Asimismo, se describe la
pugna entre la justicia ordinaria y la consuetudinaria, la filosofía
y la resistencia de la magistratura a partir de su formación, desta-

26
Introducción

cando la labor de la justicia de paz, que se ubica en las poblacio-


nes marginales andinas y amazónicas a lo largo y ancho del Perú
y que, por sus características y la extracción sociocultural de sus
jueces, están estrechamente ligados a la justicia consuetudinaria.
Finalmente, el capítulo VI ha recibido la denominación de
«LA JUSTICIA PLURINACIONAL EN EL PERÚ». En este capí-
tulo, se plantea una delimitación entre ambos temas de justicia y
su coexistencia paralela en el Estado peruano. Asimismo, se hace
un seguimiento al proceso de incorporación y reconocimiento de
la justicia comunal, de acuerdo a la realidad donde coexisten am-
bos sistemas. La resistencia y el atraso en las principales ciudades
del Perú, y los avances y reconocimientos en las cortes superiores
comprometidas con los pueblos nativos: quechuas, aimaras y otros
de la Amazonía peruana. Además, se puntualiza en el arraigo que
va asumiendo el magistrado en el espacio geográfico con mayor
presencia de comunidades nativas, que se expresan en importantes
avances, con sentencias en quechua y aimara, así como disposicio-
nes fiscales que reconocen el espacio territorial y la pertenencia del
comunero de estas jurisdicciones.
Este capítulo incorpora dos problemáticas que han ocupa-
do la agenda del sistema de justicia del Perú en los dos últimos
años: la crisis y las consecuencias del cierre del Consejo Nacional
de la Magistratura y la reforma del sistema de justicia en el Perú.
Aquí, de manera objetiva y en base a la visible documentación
y actualidad de los últimos procesos, se evalúan los avances y
los retrocesos en la democratización de la justicia a partir de la
creación del CNM, el papel y el compromiso de la nueva gene-
ración de magistrados que fueron nombrados por este extinto
organismo y que hoy enfrentan importantísimos procesos que la
descomposición de la institucionalidad oficial y la corrupción en
las diferentes instancias gubernamentales sacudieron al país. De
la misma forma, la reforma de justicia que se ha planteado como
contraparte, solución a la crisis y todo aquello que pueda deri-

27
Orlando Velásquez

varse en un futuro cercano. El capítulo concluye con la apuesta


del país para convertirse en un Estado moderno, construyendo
una justicia inclusiva, que pasa por el reconocimiento y coordi-
nación con el sistema de justicia consuetudinario y la adopción
de procedimientos y elementos prioritarios, para que en el tra-
tamiento de los componentes e integrantes de las poblaciones
originarias tengan un trato igualitario, el respeto a sus derechos,
para lo cual la apuesta por el idioma, la religiosidad, la cultura
y todo aquello que significa el respeto a su condición, como lo
manda la Constitución Política del Perú.

28
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo I
EL ESTADO Y EL ORDEN
SOCIAL EN LA HISTORIA

1. Origen del Estado en el desarrollo de la humanidad


1.1. El hombre en busca del espacio
No existe una teoría definida acerca del origen del hombre,
como tampoco de su desarrollo y su ubicación frente a la natu-
raleza. Sin embargo, para los fines de la presente investigación
nos acercamos a la respuesta, hurgando en la evolución del ser
humano en su espacio económico, social y cultural, que debe per-
mitirnos visualizar su accionar como un todo, de tal manera que
se puedan explicar cómo los diferentes factores naturales y cul-
turales determinan los diversos procesos en los cuales se ubica,
más aún si debemos llegar al punto del impacto de los procesos
socioculturales en la formación del hombre y, especialmente, en
su institucionalidad, cuyo ordenamiento se relaciona directamen-
te con los sistemas creados para tal fin. Aquí viene directamente
la concepción de orden y justicia, en tanto la vida de relación de
los humanos debe responder a la creatividad para alcanzar una
convivencia, a medida que se multiplica el género humano.
Si partimos de la teoría de que el hombre es producto del
desarrollo social y que a medida que los procesos económicos van
creando otras condiciones; entonces, debemos plantearnos a un
ser humano en el tiempo, proyectando su desarrollo a partir de

29
Orlando Velásquez

las nuevas condiciones que el medio le crea. Así, tenemos al ser


humano errante en las primeras manifestaciones existentes. La lu-
cha por el alimento se convierte en la atención principal. A medi-
da que el ser humano se multiplica, se generan necesidades y, por
lo tanto, el pensamiento también crece para satisfacerlas. Poco a
poco, se van generando instrumentos o medios para proveer la
alimentación que requiere el aumento del número de habitantes
de dicho grupo. El descubrimiento del fuego, después de millo-
nes de años, abre extraordinarias perspectivas de desarrollo, en
la medida en que cambian las condiciones de vida, porque puede
proveerse de mayor cantidad de alimentos para atender cada vez
más la exigente necesidad.
El descubrimiento del fuego constituye la primera gran re-
volución en la historia de la humanidad. Aparecen otros medios
de producción como la ganadería y la agricultura que empiezan
a desarrollarse. Este suceso histórico permite que el ser humano
se convierta en sedentario. Esta nueva realidad permite atender
otras necesidades: la acumulación de excedentes de la agricultu-
ra y la ganadería; la distribución de los mismos; la creación de
productos para usar dichos excedentes como pieles, viviendas y
todo aquello que se produce a partir de la nueva ubicación del
grupo humano; crear mecanismos de orden, custodia, atención
de necesidades, enfrentamiento de tempestades y lo que sobre-
viene después: el reparto equitativo de los bienes de acuerdo a las
necesidades o el interés de los grupos.
En esta nueva dimensión se generan las primeras organiza-
ciones humanas, siendo para los investigadores la horda el primer
grupo humano que adquiere características definidas y en la cual
deben constituirse niveles y roles para atender a sus miembros.
El clan es otra de las agrupaciones que demuestran la nece-
sidad que tienen los primeros seres humanos para convivir y or-
ganizar su vida de relación, atendiendo sus necesidades vitales, en
función del crecimiento poblacional y los retos que le impone la
naturaleza. La tribu se constituye en una organización más desarro-

30
La justicia peruana en un país multicultural

llada con estructuras y roles definidos, a partir de quienes toman las


determinaciones imponen normas de convivencia y establecen los
mecanismos para la distribución de la riqueza que se va generando
a partir del desarrollo de los medios de producción y las acciones
para convivir y aprovechar las bondades que le ofrece la naturaleza.
Aquí empieza el primer gran problema de la vida de relación
del ser humano. Si en las primeras organizaciones humanas, como
la horda y el clan, se asumía de manera natural que los ancianos
o patriarcas, así como las personas con mayor arraigo, destacaban
para asumir la función de dirección o de autoridad, los demás les
debían respeto y obediencia. Sin embargo, poco a poco esta rela-
ción se fue haciendo más vertical, puesto que se requerían nor-
mas, reglas para que cada cual cumpla su función productiva y de
servicio, en estricta obediencia a quienes tomaban las decisiones.
El concepto de propiedad empieza a ubicarse en la concepción
de los miembros de estas agrupaciones tribales. El conjunto de
estos grupos se organiza en niveles superiores para atender mejor
sus necesidades y responder a la naturaleza. Se constituyen otros
grupos, siendo la tribu la forma más avanzada en el proceso de
desarrollo de las agrupaciones humanas.
El patriarca o la autoridad reconocida en forma originaria
por parte de los grupos primitivos ya no es suficiente para aten-
der la complejidad poblacional que se va generando. Se suman
familiares, descendientes, allegados por afinidad y otros miem-
bros que por la función que desarrollan se ubican en el grupo
dirigente, constituyendo cada vez más el poder del nuevo grupo
humano. Los demás miembros deben obediencia y sumisión en
las disposiciones y reglas que establecen quienes asumen el es-
tamento de poder en la comunidad. Entonces aparecen las nor-
mas de convivencia necesarias para ordenar las relaciones entre
las personas y, fundamentalmente, la custodia y la distribución
de los excedentes productivos; es decir, LA PROPIEDAD. Esta,
en adelante, se convierte en la atención central, en la medida en
que los primeros tienen mayor acceso y privilegios en su pose-
sión, y los segundos deben acatar sus disposiciones y los límites

31
Orlando Velásquez

de acceso a ella, perfilándose una división económica y social que


con el tiempo va produciendo distancias entre quienes tienen el
poder y los que no lo tienen; pero que deben de trabajar y poner
su cuota de esfuerzo para producir más bienes que requiere el
grupo para su subsistencia. Aquí el germen de las clases sociales
empieza a visualizarse, más aún si va apareciendo con mayor ni-
tidez una estructura piramidal, condición fundamental para de-
terminar los roles que ambos estamentos sociales cumplen en la
tribu u organización humana.

1.2. El orden social y el Estado


El nivel de organización alcanzado por el desarrollo de la hu-
manidad, después de millones de años, ha determinado —como
hemos señalado— una estructura piramidal en el grupo humano.
Igualmente, la propiedad se ha ubicado en el centro de la aten-
ción de ambos. Esta evolución llevó a que los medios de produc-
ción y la productividad deban convertirse en el eje de las relacio-
nes humanas. Por ello, el alejamiento de la estructura horizontal
de las primeras organizaciones humanas, a partir del excedente y
la complejidad de la población, origina ese nuevo nivel piramidal,
en el cual los menos se ubican en el extremo superior y los más
en el extremo inferior. Aquí surgen inevitablemente nuevos me-
canismos para asegurar la convivencia. El grupo de poder debe
crear normas, reglas, disposiciones, que —en adelante— serán las
leyes para garantizar el orden, el acceso a la propiedad y el papel
que cada cual cumple alrededor de ella. Si unos la poseen y otros
la generan, entonces, dichas normas deben regularla, para evi-
tar conflictos y la apropiación según la estructura reconocida en
la ya compleja organización humana. Pero no solamente se hace
necesario el orden o la ley, sino la creación de una estructura or-
ganizada que haga cumplir dichas normas o leyes. Asimismo, se
requiere personas o grupos que diriman o definan cuando se vio-
la la propiedad, cuando se hace mal uso de ella o se atenta contra
quienes la poseen por el derecho ganado en su nueva ubicación
en el poder. Aquí el germen y la evolución del sistema policial o

32
La justicia peruana en un país multicultural

custodia de la propiedad; además, el embrionario sistema judicial


que debe corregir o sancionar a aquellos que violan las nuevas
reglas o normas que el grupo de poder impone para garantizar la
vida de relación y los derechos, y obligaciones que, poco a poco,
van definiendo entre el grupo humano.
A estas alturas de la investigación, ya encontramos una sólida
organización humana capaz de convertirse en una forma superior
de convivencia, con roles definidos, con derechos a la propiedad
y las obligaciones de quienes sin poseerla deben aportar a su ge-
neración para garantizar la existencia de la nueva sociedad que
ha adquirido la consolidación estructural para convertirse en el
factor de desarrollo y proyección frente a otras organizaciones hu-
manas similares. Es el origen y el nacimiento del ESTADO que,
definitivamente, ha respondido al desarrollo humano superior y
que, por lo tanto, ha tenido que dar paso a una estructura comple-
ja, donde el Gobierno y la propiedad se relacionan directamen-
te para producir riqueza que garantice su crecimiento posterior.
Asimismo, una estructura por niveles, donde los grupos y miem-
bros del mismo cumplen su papel, que genera riqueza, cultura,
conocimientos, en el marco de las reglas impuestas por quienes
dominan y ostentan el poder en el nuevo Estado. Las leyes se es-
tructuran en cuerpos jurídicos, creando un sistema paralelo y ca-
paz de garantizar el poder y el destino de la propiedad. Derechos,
deberes, obligaciones, prohibiciones, ventajas, accesos, castigos,
todo esto se estructura necesariamente en el Estado para garanti-
zar la estabilidad de esta nueva estructura piramidal, así como su
proyección y el nivel de crecimiento que sus autoridades requie-
ren. El sistema patriarcal ha dado paso definitivamente al Estado,
organismo superior y definitivo de la humanidad, dispuesto a con-
vertirse en el motor del desarrollo económico y social.
En esta parte del trabajo se ha considerado necesario señalar
el análisis que al respecto concluye Alfonso Ramos Alva:

Cuando se organizó la fuerza colectiva surgió el Estado.


En efecto, las desigualdades produjeron entre los hombres

33
Orlando Velásquez

la supremacía violenta y efímera de los más fuetes [sic]


que impusieron a los jefes de las hordas, para normalizar
en el interior de los grupos las relaciones individuales,
además de representarlos frente a otras colectividades, casi
hostiles. La forma más primitiva y simple corresponde al
Estado patriarcal. En esta organización los jefes de familia
ejercen absoluta hegemonía sobre las tribus a quienes [sic]
imponen su voluntad. Es el vínculo étnico y no territorial el
que lo caracteriza, es decir, el predominio de la sangre y la
descendencia por sobre lo económico, pues la diferenciación
de clase se reduce a vencedores y vencidos, a hombres libres
y esclavos. Aquí encontramos el atisbo de la división de la
sociedad en clases en las diversas formaciones económico-
sociales a través del tiempo y la historia. (Ramos, 2005, p. 29)

La constitución del Estado, con la estructura que conocemos


el día de hoy, si bien ha alcanzado grandes niveles de complejidad,
por ahora nos ubicamos en aquel Estado que nace inmediatamen-
te después que en las organizaciones tribales crece y se complica
la vida de la población. Por ello, es importante en esta parte es-
tablecer el camino que sigue la humanidad en su proceso de de-
sarrollo, desde que aparece esta forma superior de organización.
No todas las poblaciones en el mundo se ubican estrictamente en
la estructura del Estado, aunque este definitivamente es dominan-
te. Nos ponemos en este escenario para seguir a aquellos grupos
que se van apartando o aislando de los tentáculos y el verticalismo
estatal, ya sea para evitar los embates del poder o para preservar
sus instituciones nativas, el legado cultural que poco a poco van
acumulando y que les permite conservar tesoros, hábitos, modos
de vida, creaciones y todo aquello que el Estado oficial desdeña
para alcanzar el crecimiento planificado.
En la medida en que avanza la consolidación de los Estados,
incluyendo la dominación de unos por otros, algunas organizacio-
nes triviales o nacionalidades tradicionales encuentran territorios
o espacios para desarrollarse o, en todo caso, constituyen peque-
ños Estados o nacionalidades que respondan a sus intereses y don-

34
La justicia peruana en un país multicultural

de el verticalismo no impida la posesión de sus bienes generados


o de las instituciones que a lo largo de la historia van creando para
la satisfacción de sus necesidades. Indudablemente, que el expan-
sionismo, el colonialismo y la dominación de Estados e imperios
producen convulsiones y arrasamientos de patrones de vida, que
caracterizó los siglos posteriores a la instauración de autocra-
cias o monarquías. Estos resumían en mayores propiedades y la
imposición de normas de vida y de cultura, patrimonios del do-
minador o de hegemonía de dicho expansionismo. La historia
nos informa del vendaval de explotación y dominio de naciones
y continentes, y la lucha de los pueblos por escapar de sus estra-
gos. Aquí diferenciamos la imposición de sistemas económicos
y modos de explotación productiva de las formaciones supraes-
tructurales o culturales que los pueblos han ido creando en su
proceso de desarrollo. Estos últimos no sucumben fácilmente
ante el dominio y la imposición, se mantienen o se recrean con
los aportes culturales del grupo dominante o, en todo caso, se
refugian o aíslan para preservar su legado y su cultura. Esta últi-
ma puntualización es importante para comprender, en adelante,
el legado cultural de los pueblos que mantuvieron su riqueza
cultural, a pesar del dominio del Estado opresor.
En este proceso, volvemos al punto medio del desarrollo de
la estructura estatal, que crea instituciones y un aparato en todas
las áreas de la vida humana: estructura, agricultura, ganadería,
urbanismo, medios de comunicación, vivienda, educación, sa-
lud, servicios, y todo aquello que requiere un Estado que se pro-
yecta al futuro y debe atender cada vez las mayores necesidades
de la población. En esa dirección, el aparato que debe ordenar
la vida de relación de los estamentos y clases que conforman el
Estado es una constante que se hace más grande y adquiere una
gran dimensión, que crece simultáneamente al poder de la clase
dominante y del Gobierno que debe asumir el control protagó-
nico, por eso los sistemas policiales y judiciales asumen el papel
principal para garantizar el poder. Aquí, también, ubicamos a la

35
Orlando Velásquez

fuerza determinante que garantiza la seguridad y el resguardo de


las fronteras, incluyendo su expansión: el ejército o las legiones
responsables de conservar el poder y asegurar la prevalencia del
Estado, que, en los tiempos que señalamos, se fortalecían domi-
nando a otros Estados o Naciones.
En este punto de análisis se considera muy importante consignar
la conclusión de Goran Therborn (1978), que en su trabajo ¿Cómo
domina la clase dominante? nos dice sabiamente lo siguiente:

Un aparato de estado [sic] opera simultáneamente como


expresión de dominación de clase (es decir [sic] como una
determinada forma de división clasista del trabajo dentro de
la sociedad) y como ejecutor de las tareas sociales de supre-
ma promulgación de normas, y de aplicación, judicación,
cumplimiento y defensa de dichas normas. Los dos aspectos
constituyen una unidad esencial. La ejecución de las tareas
mencionadas implica dominación de clase, y la dominación
política de clase supone la ejecución de dichas tareas. Sin
embargo, las fuerzas de ejecución, es decir, la tecnología or-
ganizativa del estado [sic], pueden también entrar en contra-
dicción con las relaciones de dominación en el aparato del
estado [sic]. (p. 39).

1.3. El Estado y la justicia en la historia


Está claro que el Estado, como concepción ideológica y filo-
sófica, es la suprema organización de una sociedad. Podemos ha-
blar, incluso, de Estado trivial o patriarcal, pero para diferenciar
de lo que hoy asumimos como tal. En tanto el patriarcal represen-
ta una forma primitiva de la sociedad humana y la propiedad se
reduce, principalmente, a las cosechas acumuladas de la agricul-
tura, al número de ganado o rebaños que tiene la comunidad, a la
distribución de vestimenta, vivienda o, en todo caso, a la atención
y uso de los primarios instrumentos de producción. En cambio, el
Estado como tal ya es una organización rígida, compleja y diversi-
ficada. Aquí los roles son estrictamente definidos y cada cual los
cumple, condición para garantizar su consolidación y necesario

36
La justicia peruana en un país multicultural

crecimiento. El grado de desarrollo de un Estado está determina-


do por la acumulación de riqueza y propiedad, y por el poderío
que asume frente a los grupos al interno y su política expansionis-
ta que necesariamente conlleva a un avanzado desarrollo tecno-
crático y militar. La historia nos muestra el poderío del Imperio
romano como un Estado poderoso, dominante y cuyo gobernante
representa la divinidad y el sumo poder frente a los demás.
Las instituciones del Estado representan su nivel de organi-
zación y avance. Inicialmente deben alinearse necesariamente en
torno a la preservación del poder y al resguardo estricto de la
propiedad, en manos del grupo que direcciona al Estado frente
a quienes deben trabajar para su sostenimiento y la acumulación
de riqueza que garantice el poder estatal. Aquí las leyes adquieren
una dimensión especial en correspondencia con el poder. Enton-
ces, el aparato legislativo y de justicia se estructuran en esa corre-
lación. Los legisladores deben dar leyes para conservar el orden y
la propiedad, así como las normas para garantizar la convivencia
y las relaciones entre personas y grupos humanos. Las institucio-
nes que nacen del Estado deben, también, contar con leyes que
garanticen su ordenamiento y el papel que cumplen en la vida
social. Asimismo, el sistema de justicia que instaura el Estado debe
contar con los sistemas de control y los organismos responsables
del mismo, para supervisar, juzgar y sancionar a aquellos que tras-
greden la ley y el orden establecido por ella.
Es importante referirnos al rol que cumplen las leyes en el or-
denamiento de la vida de la gente. Para la mayoría de estudiosos,
un cuerpo legal es la garantía de la estabilidad del Estado. Pero
en tanto este último tenga una clase que ostenta su poder, necesa-
riamente la legislación creada debe garantizar al grupo dominan-
te todo aquello que sostiene sus privilegios, y reprimir a quienes
subvierten el orden y atentan con lo que se considera los derechos
de los que tienen la posesión de los medios de producción y la ri-
queza generada en la sociedad. Desde esta concepción, la ley nace
para proteger a los menos frente a las aspiraciones o deseos de los

37
Orlando Velásquez

más. Es decir, es la lucha permanente por crear cada vez mayores


mecanismos de control y de sanción para aquellos que no respe-
tan la estructura que el Estado ha creado para autoprotegerse y
mantener el dominio hacia los demás.
Herbert Spencer, uno de los filósofos más reconocidos del
mundo contemporáneo, es un crítico de los efectos que tienen las
leyes al restringir la libertad de las personas, sus derechos y, muy
especialmente, el espíritu creativo reprimido por quienes usan a
ley para preservar el poder y, por lo tanto, privilegiar sus derechos
frente a los demás. Concordamos con él cuando nos dice:

Las leyes han ido aumentando anualmente, dominando al


ciudadano en aspectos donde sus acciones no eran controla-
das, e imponiendo determinadas acciones que anteriormen-
te el ciudadano podía llevar a cabo o no de acuerdo con sus
preferencias vitales; [sic] y al mismo tiempo cargas públicas
más pesadas, principalmente locales han restringido cada
día más su libertad. (Spencer, 2012)

Hasta aquí asistimos al origen, desarrollo y consolidación del


Estado como forma suprema de organización de la sociedad. Asi-
mismo, la convicción que este respondió a la necesidad de cau-
telar la riqueza y el poder de quienes se apropiaron de la misma.
En esa dirección el crecimiento también de una clase dominada,
excluida de los medios de producción, pero destinada a trabajar
para generar ganancias para los primeros. Además, que las leyes y
la legislación como cuerpo conformante del Estado, responden a
la restricción de los derechos de la mayoría de la población, para
la preservación de los sistemas que ha creado el Estado en el pro-
ceso de fortalecimiento de las estructuras que deben garantizar la
proyección estatal. Entonces, los mecanismos y los sistemas de jus-
ticia creados deben responder necesariamente a los requerimien-
tos de quienes necesitan que el orden impuesto tenga correlación
directa con las funciones y el verticalismo que impone el Estado.
Sin embargo, en esta parte del trabajo dejamos el hilo conductor
que nos lleve posteriormente a señalar las poblaciones y grupos

38
La justicia peruana en un país multicultural

humanos que preservan instituciones y patrones culturales, inclu-


yendo sistemas de justicia ancestral, que posteriormente defien-
den para garantizar su vida de relación, como pueblos originarios
que escaparon del verticalismo estatal.

2. Desarrollo del Estado


2.1. El Estado y el ordenamiento social
Es Estado no solo se constituye en la organización suprema
de una sociedad, sino que es el aparato de dominación de aque-
llos que ostentan el poder político y económico frente a las clases
o grupos sociales que deben responder al lugar donde les corres-
ponde en esta estructura piramidal, sometiéndose a las leyes, al
control y todo aquello que representa el Estado. Por otro lado, un
Estado fuerte solo será cuando centraliza el poder en la capital, en
tanto los demás territorios o jurisdicciones también deben desa-
rrollarse para garantizar el poderío de una Nación, bajo la batuta
del poder central. Así, la historia ubica los diferentes sistemas po-
líticos y económicos que adoptan los Estados en las diferentes eta-
pas en la historia de la humanidad. Desde la etapa antigua, donde
se conforman poderosas civilizaciones a partir del crecimiento de
los medios de producción, pasando por la era feudal conocida
como la etapa feudalista, hasta la etapa moderna que tiene en la
producción industrial su mayor simbolismo y que al devenir en
capitalismo consolida una era expansionista en el mundo
El Estado no puede existir sin leyes que ordenen el rol que
sus diferentes clases o estamentos les corresponde en dicha es-
tructura, así como el papel que debe desempeñar cada individuo
conformante de las clases o grupos sociales que conforman la es-
tructura piramidal. En concordancia con algunos estudiosos, un
Estado sin un ordenamiento legal no puede funcionar. Cuando
más duras y rígidas son las leyes, el Estado tendrá un mayor nivel
de desarrollo. Igualmente, si el Estado debe tener un cuerpo nor-
mativo que alimente su existencia y proyección, necesariamente

39
Orlando Velásquez

debe tener instituciones capaces de aplicar las leyes que garan-


ticen la opción que a cada cual le corresponde. Indudablemente
que, en el devenir de la historia, las leyes se socializan en función
de los fines del Estado y de la clase que ostenta el poder político
y económico. Así, en la evolución que señalamos posteriormen-
te, las leyes de los Estados esclavistas, feudales o capitalistas han
cumplido el papel de cautelar el orden establecido, teniendo en
las relaciones de propiedad, tenencia o servidumbre, la filosofía
que se impone al marco normativo en cada etapa del desarrollo
del tipo de Estado.

2.2. Etapa antigua


Es la era de la organización de grandes Estados para conso-
lidar el poder acumulado. También, se caracteriza por la lucha
de los pueblos más avanzados para constituir Estados más fuertes,
cuya hegemonía disputan permanentemente, anexando territo-
rios, en una etapa de definición, cuya confrontación se produce
mayormente en Asia y el Viejo Continente Europeo. Los Estados
bárbaros destacan en la prehistoria universal. La antigua Grecia
—considerada la cuna de la civilización— es el símbolo de la or-
ganización estatal con una estructura de poder especial, donde el
Parlamento representa los albores de la democracia que se pro-
yectan al mundo en evolución. Sin embargo, el Imperio romano
se convierte en la máxima expresión de poderío en el mundo,
arrasa con las civilizaciones que se oponen a su expansionismo.
Al interno, las leyes se imponen al pueblo convertidos en fuer-
za generadora de riqueza, en la cual la esclavitud es la expresión
de dominio, estableciendo una relación vertical y de posesión del
esclavista sobre el esclavo. El orden social, las leyes y la imparti-
ción de justicia giraban consolidando esta realidad. Para Hegel,
la sociedad sigue el curso de la naturaleza. Carlos Marx desarrolló
con Federico Engels esta misma teoría, llamándola dialéctica de la
naturaleza. Otros estudiosos la negaban, pero lo real es que un Es-
tado esclavista, con un verticalismo que asfixia la capacidad del ser
humano para crear, pensar o desarrollar los medios de produc-

40
La justicia peruana en un país multicultural

ción, impedían nuevas tecnologías y medios de producción para


explotar la naturaleza y crear nueva riqueza que satisfaga cada vez
las mayores necesidades de la población. Esta realidad impide que
el Estado pueda responder frente al expansionismo, generándose
situaciones adversas que atentan contra su estabilidad y el poder
acumulado. Las leyes impositivas se hacen inaplicables, por lo que
la propia dinámica o dialéctica exigía cambios urgentes para ga-
rantizar el desarrollo de la sociedad.
La caída del Imperio romano es producto del verticalismo; la
asfixia de las fuerzas productivas incluida la fuerza del hombre y la
inoperancia de las leyes determinan que la sociedad en su conjun-
to busque otros mecanismos de subsistencia. Esto es, la liberación
del ser humano, en la búsqueda de nuevas formas de vida que
le permita crear conocimientos y nuevos medios de producción
para atender el mayor crecimiento poblacional y las nuevas ne-
cesidades que la sociedad adquiere frente a la propia naturaleza.
Entonces, las revoluciones y el alzamiento de plebeyos y esclavos
posibilitan la expansión de la fuerza de trabajo hacia otros terri-
torios, donde puedan desarrollarse y dar paso a otras formas de
organización social. Los feudos se convierten en el refugio de di-
chos contingentes poblacionales, para dar paso a una nueva etapa
de la historia: la etapa feudal.

2.3. Etapa feudal


En la historia universal, el reagrupamiento de las poblaciones
conformantes del Estado esclavista, en grandes fundos o feudos,
cuyo propietario, el señor feudal o lo que, posteriormente, fue la
clase terrateniente da lugar a esta nueva etapa de la historia, en la
cual los propietarios de la tierra, el feudo, tenían grandes contin-
gentes de trabajadores o siervos que, si bien sobre ellos no recaía
verticalmente la imposición y el castigo; sin embargo, dependían
directamente del propietario en una relación de servidumbre. La
diferencia con la realidad de la etapa anterior radica en que el sier-
vo podía poseer pequeñas extensiones de tierras para garantizar su

41
Orlando Velásquez

subsistencia, vivían en villorrios o asentamientos, donde podían


desarrollar actividades mecánicas, artesanales, incluyendo la pro-
ducción manual, el arte y la cultura, con las limitaciones impues-
tas por el orden feudal. Así, las leyes del Feudalismo fueron más
amplias, no sojuzgaban directamente como en la relación de es-
clavitud, sino que estaban dirigidas a garantizar la producción y
el poder del señor feudal, cuya riqueza acumulada le otorgaba el
poder que ostentaba. Esta nueva etapa tenía en el extremo de la
pirámide superior al señor feudal y la clase feudal o terrateniente,
dueños de los medios de producción y en el extremo inferior al
siervo de la gleba, que trabajaba para garantizar la producción de
las tierras feudales, y si poseía pequeñas parcelas, no eran de su
propiedad, pertenecían al terrateniente, pero las leyes le otorga-
ban su usufructo y el sostén de su familia. A mayor extensión de
tierras poseídas, mayor era su aporte a las arcas del señor feudal.
El devenir posterior de esta era posibilita que los siervos se dife-
rencien por la mayor extensión de las tierras que va cediéndoles
en posesión el hacendado, aunque asumía mayores obligaciones
para tributar y tener mayor preferencia frente al terrateniente. Las
leyes feudales las daba o expedía el mismo señor feudal, pues en
su territorio era el Estado mismo que promulgaba sus leyes para
garantizar el orden, la convivencia y las obligaciones de los siervos
frente a los Estados feudales. La guerra de las cruzadas simboliza la
expresión del inicio de la descomposición del Estado feudal, pues
haciendas o feudos asumen el carácter de un verdadero Estado,
que para consolidarse debe desarrollar una política expansionista.
Así, la lucha de los Estados feudales es el mayor signo de la inesta-
bilidad y el germen de la destrucción de la etapa feudal.
Esta etapa que en el desarrollo histórico universal recibe el
nombre de Edad Media tiene un componente adicional: la incur-
sión del poder de la iglesia, donde las leyes divinas compiten con
las leyes terrenales, anulándose unas frente a las otras, sumándo-
se a los objetivos de dominación o privilegiando su poder frente
al Estado feudal. Siguiendo el curso de la presente investigación,
concordamos en que las leyes que nacen del Estado se promulgan

42
La justicia peruana en un país multicultural

para someter a los más y garantizar a quienes ostentan la propie-


dad. Las leyes de la iglesia también se ubicaron en el terreno del
Estado, se suman a la consolidación del poder e, incluso, prevale-
cen sobre las demás. Los tribunales de la Santa Inquisición, que
aplican las leyes divinas, supuestamente, para preservar la fe y la
religiosidad, no son sino instrumentos para apartar a aquellos
pensadores que anuncian el decaimiento del Feudalismo y pre-
dican la liberación del hombre frente al poder del Estado. En la
historia son conocidos no solamente los jerarcas de la iglesia con
un poder terrenal compartido con las monarquías, sino reyes ca-
tólicos que a nombre del poder divino sojuzgan a la población e
imponen leyes y tribunales para garantizar la dominación de los
unos sobre los otros.

2.4. La etapa moderna


Siguiendo la dinámica de Hegel y el giro de Federico Enge-
ls, la sociedad, al igual que la naturaleza cambia y se transforma,
como se demuestra en los cambios cualitativos que ha sufrido la
naturaleza a través de millones de años. En esta dinámica todo
ser, nace, crece, se transforma o muere. Hasta aquí la sociedad, ha
pasado por una etapa primitiva del hombre errante, la revolución
del fuego y la transformación en nómade, con el consiguiente na-
cimiento de civilizaciones que dan origen a los poderosos Estados
de la antigüedad. El envejecimiento de esta etapa da paso a una
nueva, donde el ser humano tenía mayores posibilidades de desa-
rrollo para crear nuevos conocimientos, origen de las tecnologías
para atender sus necesidades de crecimiento. Dando paso a la eta-
pa feudal que en su momento fue una revolución que terminó
con el poderío del Imperio romano, esta etapa feudal, que desa-
rrolla al ser humano, crea nuevas condiciones para su evolución,
después de algunos siglos, ya no responde solamente a las necesi-
dades de la población. Los medios de producción y la tecnología
existente son limitadas por el propio sistema feudal. Entonces, se
hace necesaria una nueva etapa que permite el despegue del co-
nocimiento, pues solo una revolución tecnológica podía atender

43
Orlando Velásquez

el acelerado crecimiento poblacional y las nuevas condiciones de


vida que exige la población mundial, abriendo las puertas al nue-
vo poder del capital.
Así, la producción manufacturera se convierte en una traba
para el desarrollo de la fuerza de trabajo. El telar manual debe
dar paso a la producción en serie. No había otra salida que revolu-
cionar los medios de producción para multiplicar las mercancías,
lo que significaba el inicio del estallido socioeconómico, cono-
cido en la historia como la Revolución Industrial. Entonces, la
producción en serie reemplaza a la manufactura. El artesano cede
su posición para convertirse en una pieza del nuevo aparato pro-
ductivo, que debe generar riqueza en el contexto de una nueva
estructura, la fábrica, que agrupa a los antiguos artesanos conver-
tidos en obreros, que deben trabajar en especializaciones, para el
nuevo dueño de los medios de producción, el capitalista, que solo
o asociado a otros, conforman la nueva realidad que reemplaza
a la etapa anterior. Nace el capitalismo como expresión final de
una era caracterizada por la generación de mercancía, cuya plus-
valía pertenece al capitalista, ubicado en el extremo superior de
la pirámide de poder frente al antiguo artesano convertido en
obrero, que debe generar riqueza o plusvalía a cambio de un
pago llamado salario.
En ese contexto evolutivo, apreciamos que las leyes no na-
cen de quienes producen la riqueza o trabajan para sostener al
Estado, si no que parten del interés de los grupos de poder, que
históricamente han gobernado o han designado a quienes deben
representarlos en el Estado. Las instituciones, como parte de la es-
tructura estatal, nacen para garantizar el orden y el agrupamiento
de las capas y estratos sociales en el marco de las leyes y las normas
que emanan de las organizaciones a quienes el Estado encarga
su creación o promulgación. En este contexto, las instituciones
que imparten justicia deben aplicar dichas leyes para garantizar el
orden que el Estado ha creado. A estas alturas del trabajo, nueva-
mente debemos de destacar, que el alineamiento de las poblacio-

44
La justicia peruana en un país multicultural

nes, en torno a la esfera del Estado, no siempre ha sido uniforme y


envolvente. Importantes sectores de la población, especialmente,
los pueblos originarios o las comunidades que defendían su patri-
monio e identidad lograron en la historia supervivir a la imposi-
ción y crearon espacios de convivencia, al margen del verticalismo
estatal. Estos son los pueblos o comunidades que en el mundo, en
América Latina y en el Perú, especialmente, conforman las nacio-
nalidades que preservaron su identidad cultural, su orden natural
y la convivencia, al margen del Estado oficial.

3. El estado y la ley en el Perú


3.1. Etapa prehispánica

3.1.1. Las civilizaciones preincaicas

Contexto prehistórico
La sociedad peruana ha seguido la misma evolución que tuvo
la sociedad en los diferentes continentes, con las particularidades
propias de este continente. Para arqueólogos e historiadores, el
problema central para encontrar con relativa exactitud la evolu-
ción de pueblos y naciones radica en la carencia de una escritura
convencional como ocurrió en el viejo mundo y otras latitudes
que dan cuenta de su pasado a partir de los símbolos gráficos que
nos informan de sus hechos y realidades en importantes manus-
critos o vestigios graficados de manera secuencial que han conser-
vado y han transmitido su desarrollo a la posteridad.
A pesar de la dificultad anterior, los arqueólogos han encon-
trado importantes elementos que han permitido construir o re-
construir nuestro hermoso pasado, recurriendo al legado cultural
en sus diferentes manifestaciones: la cerámica, que con sus colo-
res, formas, expresiones, pasajes cotidianos, místicos, de poder,
etc., nos ofrece una visión de la vida y la estructura de sus colecti-
vidades. La arquitectura, cuyo prodigio hasta ahora no ha podido
explicarse ni replicarse, constituye elementos muy importantes

45
Orlando Velásquez

para caracterizar las diferentes etapas de señoríos y civilizaciones,


el poderío de dioses y señores, así como la ubicación de la po-
blación y diferentes estratos sociales de determinado Estado. Los
tiempos medidos a través de la astronomía y la evolución de los
sistemas hidráulicos, la andenería y los extraordinarios avances
en medicina, igualmente, brindan la información necesaria para
ubicar y descifrar los sistemas políticos, económicos, sociales, reli-
giosos, militares, entre otros.
Los estudiosos de la arqueología han logrado sistematizar sig-
nos, símbolos, estadíos, ceremoniales, tipos de vestimentas, que
ubicados en cada uno de los pueblos, estratos sociales o en algunos
de sus miembros expresan la lectura que nos permite construir
su proceso evolutivo. Igualmente, grabados en piedras, murales,
tipos de pinturas, gradualidad de rituales, entre otros símbolos
o grabados otorgan prodigiosamente el mensaje que sustituye, si
bien no con la exactitud de la escritura, ha permitido transmitir-
nos la grandeza del antiguo Perú. Hoy tenemos extraordinarios
tratados de la prehistoria nacional, que nos brindan una sucesión
metodológica de la evolución, desde las épocas precerámicas, ce-
rámicas, pasando por la constitución de poderosos Estados, hasta
el Imperio incaico. Al respecto, María Rostworowski, en su desta-
cada obra Historia del Tahuantinsuyo nos dice lo siguiente:

— Existe consenso entre los cronistas cuando señalan que los


indígenas poseían cantares especiales en los que cada ayllu
o panaca narraba los sucesos de su pasado durante ciertas
ceremonias y ante el soberano; los del bando de arriba pri-
mero y luego los de abajo, y estaban a cargo de personas es-
pecialmente escogidas para lavar las hazañas y proezas de sus
antepasados. Se retenía así una memoria colectiva. La investi-
gadora sigue informando lo siguiente: otra manera de recor-
dar a sus gobernante [sic] o curacas y eventos acaecidos eran
mediante pinturas o tablas en las que se representaban pasa-
jes de su historia y que, según los cronistas, [sic] eran conser-
vadas en un lugar llamado Poquen Cancha. Esta interesante

46
La justicia peruana en un país multicultural

información que nos entrega la estudiosa en mención, [sic]


es complementada con lo siguiente: Una tercera forma que
tuvieron los incas para registrar los sucesos fue mediante los
quipu o pequeños cordeles de diversos colores y nudos, usa-
dos para su contabilidad y también para recordar episodios
históricos. Sobre esto último, la historiadora cita al cronista
Cieza de León. (Rostworowski, 2018, pp. 11-12)
— Lo anterior permite explicar la sucesión poblacional hasta la
constitución de las civilizaciones y Estados, caracterizados por
su desarrollo, verticalismo, expansionismo, que caracterizan al
militarismo de alguno de ellos. De ahí que la arqueología nos
describe Estados con mucha presencia en el antiguo espacio
peruano que comprendían extensas regiones de los antiguos
territorios del norte, del centro y del sur del Perú. Los Estados
de Nazca, Paracas, Chavín, Huari, Moche y Chimú constituyen
poderosas organizaciones estatales con una estructura pirami-
dal, en la cual las leyes se cumplían con rigidez, existiendo se-
veros castigos o penas para aquellos que las infringen. En este
contexto, es importante precisar que al igual que los Estados
occidentales y, en especial del viejo mundo, las clases sociales
fueron claramente definidas teniendo al monarca y, la clase
que lo rodea en la cima del poder político y económico y, en el
otro extremo, a un pueblo que de acuerdo a las características
de la organización trabajaba para la clase dominante o tenía
en posesión porciones o parcelas para su autosostenimiento.
En el centro o cercana a la clase real estaban las castas milita-
res, religiosas que, sin pertenecer a ella, compartían con res-
tricciones el poder en dichos Estados.

El Estado preincaico
En línea de sucesión, los Estados mencionados anteriormente
constituyen la expresión objetiva de su organización con institucio-
nes capaces de garantizar su fortaleza, en la cual el sistema de jus-
ticia fue determinante, por cuanto la garantía del orden, a partir

47
Orlando Velásquez

de un cuerpo normativo, era crucial para mantener la estructura


del poder, el resguardo de la propiedad, la distribución de exce-
dentes y todo aquello que permitía la convivencia y la consolida-
ción del Estado. Esta conclusión no significa que en el proceso de
desarrollo de la sociedad peruana no hayan existido otras formas
organizativas cercanas al Estado, como da cuenta la arqueología
en sus estadíos intermedios. Aquí, igualmente, se nos informa que
la ley o las reglas de convivencia, a partir de un grupo en el poder,
permitieron su organización y proyección al Estado constituido.
En esta etapa que antecede al incanato, también existieron
poderosos imperios o Estados expansionistas y dominantes. Aquí
la rigidez de las leyes es más frecuente, porque no solamente ase-
guraban la convivencia, sino una férrea disciplina para preparar
las condiciones de dominación de pueblos o estados vecinos. La
preparación militar, el racionamiento de alimentos, los códigos
de guerra y las normas creadas, especialmente, para someter o
tratar a los pueblos o individuos de los territorios conquistados,
debían tener la condición de leyes supremas, que garantizaran
el expansionismo y el sometimiento de las regiones incorporadas
a los dominios del Estado imperial. La arqueología caracteriza
a varios de estos Estados, aunque todos coinciden que el Estado
wari fue el imperio más desarrollado, predecesor al poderío de los
incas. Siguiendo la ruta trazada por la Dra. Rostworowski —que
divide o da cuenta de las etapas de desarrollo de la prehistoria
peruana— en la última etapa de la prehistoria peruana destaca el
Imperio wari, época en la que dominaban los estados militaristas,
los cuales tuvieron como característica la hegemonía del Estado
sobre otros señoríos o Estados regionales, por lo que consideran
que este imperio duró desde el siglo vii al x d. C.
Como puede deducirse, antes de la instauración del Estado
inca existieron importantes y poderosos Estados, con extraordina-
rio desarrollo en lo económico y político. Gran parte del legado
de las civilizaciones prehispánicas responde a la herencia de estas
civilizaciones, caracterizadas por la grandeza en ciencia y tecno-

48
La justicia peruana en un país multicultural

logía. El dominio de la naturaleza y la correspondencia entre el


hombre y la tierra, permitieron desarrollar una cosmovisión, capaz
de estructurar una relación con la tecnología para alcanzar el ma-
yor rendimiento de la tierra, creando leyes y estándares capaces
de establecer correspondencia entre el alineamiento de los astros,
los fenómenos naturales, los ciclos de productividad de la tierra, el
trato equilibrado a ella, de tal manera que las reglas creadas en esta
relación se correspondía con simbolismos y rituales, para rendir
culto a la tierra y el agua, fuente de vida y de poder. Las leyes de la
productividad se conjugaban con las leyes divinas, algunas de las
cuales establecían la correspondencia con el monarca y su entorno,
pues ellos eran seres inmortales, de allí que la vida y la muerte tam-
bién se regían por leyes, por lo que los mortales tenían obligación
de cumplirlas, pues estaba en juego la vida misma.

COSTA SIERRA COSTA COSTA SIERRA ALTIPLANO


AÑOS EDADES Y ÉPOCAS
NORTE NORTE CENTRAL SUR CENTRAL TITICACA

Imperio
Estados Horizontales

Inka Inka Inka Inka Inka Inka


Inca
1500
Sociedades Urbanas Despoticas

Estados Reinos Ica-


Chimu Chancay Chancas Reinos
Regionales Locales Chincha

Imperio Wari Wari


1000 Wari Pachacámac Wari Aimaras
Wari Norteño Sureño
Reynos y Señorios

Desarrollo Mochicas Cajamarca Tiwanaku y


500 Lima Nazca Huarpa
Regionales y Gallinazo y Recuay Pucara
Teocraticos

Rancha Kalasasaya
D. C. - Salinar Huarás
Formativo Ancón Paracas Chupas Chiripa
O- A. C Cupisnique Chavín
Wichqana Wankarani
Agricultores
Aldeanos

1000
Huaca Paraíso Otuma
5000 Arcaico ? Cachi Piki ?
Prieta Encanto Chilca
10 000
Recolectores

Canario Jaywa
Cazadores

Lauricocha Arenal Puente


20 000 Lítico Paiján ? Viscachani
Guitarrero Chivateros Ayacucho
Oquendo Pacaicasa

Figura 1. Civilizaciones y Estados del Perú precolombino. Adaptado de María Rostworowski,


Historia del Tahuantinsuyo, 2018. Instituto de Estudio Peruanos.

49
Orlando Velásquez

3.1.2. El Estado incaico


El mundo nos ubica a partir del incanato. Hablar de la histo-
ria del Perú es rememorar al Imperio incaico. Incluso, en foros
internacionales se nos relaciona con el legado de los incas. Para
otros continentes, la riqueza, los tesoros y la grandeza de la cul-
tura peruana, que conserva sus tradiciones y diferentes manifes-
taciones tecnológicas y artísticas, son relacionados con el mundo
de los incas. Hablar del Perú es recordar a Machu Picchu porque
siendo esta una de las maravillas del mundo, símbolo y expresión
de la magia del Imperio inca, se relaciona a nuestro pasado con la
vida de la civilización del incanato. Efectivamente, la civilización
inca fue grande y poderosa y nada puede envidiar a las grandes
civilizaciones y Estados que conmovieron al mundo antiguo. Pese
a ello, antes de desarrollar en el presente trabajo el proceso que
estamos tratando, es importante precisar que el Imperio incaico
tuvo una duración aproximada de un siglo, de allí que el avance
y la admiración del tesoro ancestral —que hoy exhibimos al mun-
do— se debe, además del legado incaico, al extraordinario aporte
de los Estados anteriores a él.
El Imperio incaico fue un Estado conquistador expansionista
con una férrea disciplina militar, teniendo en su poderoso ejérci-
to el sostén del Estado y la garantía de dominio imperial de todo
el territorio del antiguo Perú, al haber sucumbido los Estados y
grandes civilizaciones que florecieron antes de aquel. Los arqueó-
logos dan cuenta de la extensión del Imperio inca, que a parte del
actual territorio peruano se extendía a Bolivia y Ecuador, parte
de Chile y Argentina, constituyendo el Estado más poderoso del
nuevo continente, teniendo al Cuzco como el centro del poder.
La rigidez y la filosofía del estadista permitían que esa hegemonía
pueda incorporar todo el desarrollo alcanzado por los Estados y
civilizaciones anteriores, creando nuevas tecnologías y adelantos
que hasta hoy deslumbran a la ciencia. Aquí se explica por qué
el cuerpo normativo creado por el Estado imperial debió ser tan
rígido, y los organismos encargados de administrarlo y aplicarlo
tuvieran tanta presencia en la vida del imperio.

50
La justicia peruana en un país multicultural

La rigidez del imperio y la efectividad de sus decisiones para


alcanzar tan elevado nivel de desarrollo y expansión han promo-
vido grandes discusiones entre los estudiosos, pues por muy efec-
tivos que eran los cuerpos jurídicos y las leyes que regían el im-
perio, no podían explicarse la presencia autocrática del inca a lo
largo y ancho del imperio con tal efectividad. Para ello, ensayan
una serie de hipótesis a partir de la división del poder y las disposi-
ciones para preservar la autoridad y garantizar la rígida disciplina
en el cumplimiento de las leyes y disposiciones del imperio. Indu-
dablemente que el carácter divino del inca abonaba en favor del
respeto y obediencia en todos los rincones del imperio.
Luis Lumbreras en su obra Los orígenes de la civilización en el
Perú ensaya una interesante tesis:

Si el Tahuantinsuyo duró un solo siglo, la política de interac-


ción económica de los incas debe haberse sustentado en un
gobierno [sic]de ese tipo, con una suerte de inca «volante»
y otro en el Cuzco, lo que a su vez solo era posible si se dis-
ponía de una serie de relaciones y contactos muy bien tra-
mados, lo que era posible con la red de caminos, los quipus
para la contabilidad del tributo renta y con una organización
administrativa que manejase con alto grado de eficiencia, el
flujo de población, la escala de su capacidad productiva, su
desplazamientos y desde luego [sic] sus niveles de produc-
ción-consumo. Una economía política basada en la explota-
ción de la fuerza de trabajo, requería un régimen de control
de la población muy preciso, pues solo a partir de eso podía
el estado [sic] programar los costos de su inmenso equipo de
funcionarios, obra pública e inversión de largo plazo en la
intensificación agrícola y otras tareas de mantenimiento del
estado [sic]. (Lumbreras, 2015, p. 222)

3.2. La justicia en los dos mundos del Perú colonial


3.2.1. El Virreinato
La caída del Imperio incaico dio paso al Virreinato, sistema
monárquico instaurado por la corona española, siendo el virrey

51
Orlando Velásquez

el jefe supremo del Estado colonial. La imposición de la Colo-


nia constituye el rompimiento del modelo de autosostenimiento
e independiente de la economía peruana, para convertirse en un
país dependiente económica social y culturalmente del viejo mun-
do. El sistema productivo natural fue destruido para imponer una
economía de importación de productos europeos. La institucio-
nalidad incaica fue reemplazada por patrones de vida extranje-
ros. La religión, el idioma, la cultura dieron paso a los modelos
foráneos impuestos por la Colonia. Con la excepción del factor
cultural, transformaron la vida del poblador del antiguo Perú. No
ocurrió lo mismo con la cultura, ya que los cambios culturales no
son automáticos porque representan la ideología y filosofía de la
población que no cambia rápidamente e, incluso, se resiste a ha-
cerlo. La preservación de la herencia cultural del mundo prehis-
pánico es la demostración de este fenómeno.
Al respecto, Velásquez en su trabajo Gastronomía e Identidad
Nacional expresa lo siguiente:

La presencia española en la sociedad peruana, [sic] fue una


abrupta interrupción de la cultura independiente y autóno-
ma de nuestros pueblos. El corte en la economía, [sic]tam-
bién lo fue en los patrones culturales. Si bien es cierto, lo
económico y social implicó un inmediato sometimiento a la
corona y consecuencia la imposición de un régimen político
y económico distinto; la cultura por sus propias leyes y di-
námica no fue una irrupción automática, sino que tarda de
acuerdo al propio proceso de la mente y la nueva sociabili-
dad que se inicia en las poblaciones que sufrieron el efecto
del nuevo régimen virreinal. (Velásquez, 2012, p. 28)

El ayllu precolombino, que se extiende y supervive en la Colo-


nia a partir de la comunidad nativa, sufre la arremetida del nuevo
modelo económico y social. El arrebato de las tierras de las comu-
nidades y la esclavización de la fuerza del trabajo indígena hicie-
ron que muchas de estas poblaciones se refugien en los territorios
altoandinos y amazónicos. Tanto para evitar el extermino y la per-
manente confiscación de sus tierras, así como para conservar la

52
La justicia peruana en un país multicultural

rica tradición cultural que conservan como tesoro e identidad del


antiguo Perú. Sin embargo, esta particularidad no disminuye el
vejamen y el maltrato a la población indígena sometida al exter-
minio en las duras faenas agrícolas, en la voracidad del trabajo mi-
nero, cuya modalidad de la mita minera cercenó la vida de cientos
de miles de jóvenes en los socavones de las minas.
Para muchos historiadores, el trato a la población aborigen
fue tal que en pocas décadas se había producido un despobla-
miento y escasez de la mano de obra, por lo que se vieron obli-
gados a radicalizar el maltrato para obligar a la fuerza de trabajo
indígena a someterse a las labores en las diferentes actividades de
la economía colonial. Para este fin se creó LA ENCOMIENDA,
que fue el sistema de explotación más abusivo que pueda recor-
darse en la historia del Perú. Tal fue el grado de abuso y maltrato
del campesino peruano que grandes pensadores del mundo euro-
peo, destacados clérigos y reconocidos intelectuales, exigieron un
trato humano y la dación de leyes benignas que protejan al indio
de la férrea explotación de su fuerza en el trabajo. Sin embargo,
la encomienda formó parte del sistema colonial para garantizar la
explotación de los recursos de la Colonia y aprovechar el produc-
to de la mano de obra, propio del sistema de servidumbre corres-
pondiente al régimen feudal del Virreinato.
Juan Mejía Baca en su obra Historia del Perú nos dice de la
encomienda:

De acuerdo a tal realidad el primer y más intensivo sistema de


explotación introducido por los españoles fue la encomien-
da, institución implantada en 1534, que perduró oficialmen-
te hasta las décadas aurorales del siglo xviii. Consistió en la
adjudicación de centenares y a veces hasta miles de hombres
que debían pagar tributo y prestar servicios personales a un
determinado español que recibía el nombre de encomende-
ro, que los percibía en compensación a los gastos realizados
por él dura [sic] el descubrimiento, invasión y conquista del
Perú. El encomendero en correspondencia debía, a su vez,
velar por el buen tratamiento y adoctrinamiento católico de

53
Orlando Velásquez

sus encomendados. Oses que a [sic] encomienda incluía dos


derechos: primero imponer y percibir tributos de los habi-
tantes de una o más parcialidades; [sic] y segundo gozar de
la prestación de servicios personales obligatorios, principal-
mente como trabajadores en el campo y en los hogares. (Mejía
Baca, 1980, p. 134)

En general, el modelo feudal de la Colonia tuvo en las en-


comiendas su característica principal. En la legislación del Vi-
rreinato, también recibían el nombre de repartimientos, porque
justamente toda la población era adjudicada por cuotas a los co-
lonos o a aquellos personajes que hacían méritos para el Virrei-
nato o la corona. A pesar que este sistema estaba sujeto a leyes de
obligatorio cumplimiento por parte de los encomenderos, que
en la práctica eran los nuevos señores feudales, la violación a las
leyes era frecuente, de tal manera que convierten al sistema en
un modelo anárquico, porque nadie cumplía y solo se obligaba a
entregar el tributo o una parte de él para cumplir con la corona,
creando sus propias normas o condicionamientos para lograr en-
riquecerse y hacer fortuna con los privilegios que le otorgaba su
condición de repartidores.
Para muchos, el grado de explotación en las labores del cam-
po y las minas era tal que los encomenderos medían su poder y su
nivel de riqueza a partir del mayor provecho que obtenían con la
explotación de la fuerza del trabajo y que, a pesar del modelo de
servidumbre importado de Europa, los mitayos (contingente de
indígenas que recibían como cuota en los repartimientos), eran
verdaderos esclavos, sin leyes que los protejan, pues se imponían
las disposiciones del encomendero o el señor feudal.
Teóricamente, el régimen colonial respetó a la comunidad
campesina, toda vez que ella representaba el orden y la continui-
dad de una población indígena, dócil y dispuesta a pagar el tribu-
to que le imponía la Colonia. Por ello, en las primeras décadas de
la conquista se disponía el respeto a su organización y a las tierras
que poseían. Incluso, existieron leyes especiales para proteger su

54
La justicia peruana en un país multicultural

patrimonio. Es la voracidad del encomendero, y tiempo después


del hacendado, que irrumpe las tierras de las comunidades por-
que constituían grandes extensiones de tierras fértiles y, por lo
tanto, eran apetecibles para el colonizador. Por un lado, existie-
ron leyes especiales para proteger a la comunidad y por otro lado
la expulsión de sus tierras para garantizar el poder y el dominio
del nuevo terrateniente de la sociedad colonial. Son conocidas
las leyes para impedir el vejamen a las comunidades. Estas tenían
como objeto cautelar los cultivos, el ganado y la producción de
la comunidad para garantizar el pago del tributo que requería
urgentemente el Virreinato.
Poco a poco, a medida que se consolida el Virreinato y apa-
recen otras formas de explotación y de organización económica
como la hacienda, las leyes van cediendo para apuntalar las nue-
vas formas de propiedad de la tierra. La aparición de la hacienda
colonial, que posteriormente da origen a la clase terrateniente,
la cual no solamente somete a la fuerza de trabajo a una servi-
dumbre y a un sistema semiesclavista, sino que impone comporta-
mientos y patrones de vida tan rígidos que trasgreden y anulan la
libertad de las personas. En este contexto, los sectores indígenas
que superviven al implacable sistema de hacienda, huyen de su
ámbito y se refugian en las comunidades nativas y campesinas que
se recrean en zonas fuera del alcance de la lujuria del hacendado.
Esta realidad de la Colonia se constituye en el sello de la histo-
ria, que ha permitido que el resguardo de la población comunitaria
para escapar del exterminio del sistema colonial pueda conservar
también sus costumbres, tradiciones y la riqueza cultural que acu-
mula a lo largo de los siglos. Esta herencia ancestral expresada en
tecnología agrícolas, festividades, manifestaciones religiosas, arte,
danzas y todo aquello que compone la cultura y el ordenamiento
social que garantizan su supervivencia, convierte a la comunidad
nativa en depositaria del tesoro inmaterial del antiguo Perú. Preci-
samente, los procesos y códigos de comportamiento, conforman el
sistema de justicia que desde tiempos inmemoriables conservaron
garantizando la convivencia entre los pueblos y sus miembros.

55
Orlando Velásquez

3.2.2. Las Leyes de Indias


Como señalamos anteriormente, tal era la explotación de la
fuerza de trabajo, el trato represivo al indio, que las injusticias lle-
garon a oídos de la corona. Esto además fue denunciado por algu-
nos clérigos o frailes que se condolían del dolor de los nativos. La
corona española envió en varias oportunidades a representantes
o comisionados reales para investigar las atrocidades denunciadas
en el trato indígena. Son conocidas en la historia las famosas Leyes
de Indias, que son cuerpos legislativos o códigos puntuales para
proteger la vida de la población indígena del Virreinato. Curacas,
clérigos y casicazgos alabaron la bondad de su majestad que se
preocupaba por la vida de las personas nativas de este continen-
te. Al comienzo, aparecieron justas que frenaron el accionar de
aquellos que vejaban al indio. Pronto, los grupos de poder que
cada vez se hacían más poderosos en el virreinato, las burlaron
fácilmente. Es que la Colonia ya tenía ordenamiento jurídico e
instituciones llamadas a hacerlas cumplir, sin embargo, también
nacieron los sistemas corruptos que las burlaron para favorecer
a la clase dominante del Estado colonial.
Bartolomé de las Casas aparece como el mesías que denuncia
la explotación indígena y pide un trato justo para ellos. La prédica
de este fraile y otros defensores contra el abuso que cometían en-
comenderos y hacendados pusieron en aprietos el sistema de re-
partimientos y explotación en la Colonia. De las Casas representa-
ba la voz de la iglesia que se alzaba en favor de sus nuevos siervos,
en la aspiración de convertir al indígena en la religión católica.
Pronto, aparecen dos corrientes en el seno de la iglesia: quienes
defendían al indio y pugnaban por su protección, y aquellos que
estaban cómodos con la explotación de la masa indígena porque
eran paganos y creían que los indígenas deberían ser sometidos
para obligarlos a abrazar la religión católica, debiendo someterse
a las leyes del Estado colonial. Incluso, los cronistas expresaban
que a Bartolomé de las Casas no lo movía su amor por los indios,
sino intereses que correspondían a sus ambiciones y aspiraciones,
en concordancia con el poder virreinal.

56
La justicia peruana en un país multicultural

Al respecto, Emilio Choy en su obra Antropología e Historia


refiere lo siguiente:

Bartolomé de las Casas representaba las miras del sector qui-


jotesco del clero que siempre fue utilizado por la corriente
principal como peón de ataque, sector que si bien cuidaba
que los ingresos del rey no disminuyesen —más bien planea-
ba para aumentarlos— [sic] también tenía en cuenta los in-
tereses de la iglesia local que se empobrecía con la disminu-
ción de la población. Los doctrineros dependían del número
de rebaños, aunque la mayoría que poco tenía en cuenta la
doctrina, [sic] participaba de los mismos afanes temporales
de los encomenderos. (Choy, 1987, p. 270)

Es indudable que la invasión española, caracterizada por el


abuso y el exterminio de la población indígena, trajo su propia
legislación. La brutal incursión que termina con la captura y ase-
sinato de Atahualpa representó el rompimiento del desarrollo na-
tural de la sociedad peruana y, en consecuencia, el reemplazo del
ordenamiento jurídico del incanato, por la imposición de leyes ten-
dientes a garantizar y perennizar el nuevo Estado colonial impuesto
por la corona. Aquí encontramos el mecanismo legal más audaz
para proyectar el desarrollo y consolidación del Virreinato y el ase-
guramiento de la dependencia absoluta de la población indígena
al servicio de la nueva organización política impuesta. A pesar que
el Estado inca tenía una estructura piramidal y autocrática, sus leyes
y códigos estaban regidos por la convivencia, la unidad, el respeto
a la autoridad y a los sistemas de protección de la vida. En cambio,
la Colonia impuso un sistema jurídico para perpetuar un modelo
colonizador que someta a la fuerza de trabajo para enriquecer al
Virreinato y las clases que ostentaban el poder virreinal.
Nunca las poblaciones nativas y las comunidades herederas
del ayllu precolombino aceptaron las leyes impuestas por la coro-
na. A pesar de la férrea dominación, siempre estuvieron atentos
a la oportunidad de transgredirlas y recuperar la independencia
económica y cultural. Esto se demuestra por las continuas subleva-
ciones y estallidos de caciques y liderazgos indígenas, que predica-

57
Orlando Velásquez

ron la desobediencia al poder real. Incluso, los descendientes de


los incas, defensores de su herencia y de las leyes divinas y natura-
les, tomaron la posta y mantuvieron en zozobra al poder virreinal.
Las luchas precursoras a la independencia y aquellas batallas que
quebraron la columna vertebral del poder virreinal hasta la expul-
sión definitiva del ejercito realista tuvieron en la comunidad su
soporte principal, lo que se demuestra en la composición de los
ejércitos emancipadores.
Sobre el particular, Jorge Basadre expresa sobre esta etapa lo
siguiente:

Durante esta época, hay una afirmación indigenista, a pesar


que los alzamientos de origen netamente indígenas o mesti-
zos fueron castrados en 1781 y en 1814 [sic] y de que la revo-
lución de la independencia en 1820 y en los años siguientes
es [sic] aventura militar, obra primordial de criollos y mesti-
zos, accionar de la ciudad o desde la ciudad y no del campo
o desde el campo. Ese movimiento busca en sus orígenes,
[sic] la convivencia de todos los paisanos, singularmente los
indios, se deja [sic] impresionar por la leyenda negra que De
Las Casas divulgara, que los autores de la ilustración recogie-
ran y que no dejó de tener influencia en el desarrollo de la
teoría de que es mejor el hombre en estado de naturaleza, li-
bre de la civilización, tal como concebían a esta los europeos.
(Basadre, 1983, p. 242)

El tránsito de la Colonia a la República constituye la mayor


manifestación de peruanidad, expresada en la conservación de la
riqueza cultural y ancestral de los pueblos que, a pesar del some-
timiento de cuatro siglos, la mantuvieron viva, lo cual constituyó
la base para la conformación de la República y que, a pesar que
las nuevas clases del poder republicano no reconocen este mérito,
constituyó la base para establecerse como el Perú no oficial en sus
respectivas comunidades y poblaciones aborígenes, que atesoran
la verdadera identidad nacional, poseedora de sus propias leyes,
costumbres y ejemplares modos de vida.

58
La justicia peruana en un país multicultural

4. La República y la quimera de la justicia en el Perú


4.1. La Ley y el Estado peruano
La República se convierte en la ilusión de la población indígena
para recuperar la independencia de la patria y, por lo tanto, las
instituciones que habían sido destruidas por la invasión española.
La identidad cultural que se había conservado con grandes
esfuerzos para preservar la esencia de la peruanidad, incluido
el idioma, la tecnología, la justicia y, en general, la cosmovisión
andina para reconstruir al país independiente y con tecnología
propia, recuperando el hilo histórico de la sociedad precolombina.
Esto no fue así porque los sectores políticos, económicos, militares,
las castas que habían contribuido y aportado a la guerra de la
emancipación reclamaron derechos y concesiones, que les fueron
devueltos con privilegios, convirtiéndose en cambio en la nueva
clase social que se apodera de las instituciones y del poder en la
nueva República. A parte de no recuperar el desarrollo tecnológico
natural, mantuvo una dependencia mayor, no tecnificó la industria
ni la agricultura, reiniciando un proceso de amasamiento de
fortuna por la sobrexplotación de la fuerza de trabajo indígena.
La quimera de la recuperación del patrimonio cultural, inclui-
da la justicia consuetudinaria, se desvanece porque criollos y mes-
tizos se encumbran en la nueva clase dominante, convertidos en
terratenientes, grandes comerciantes intermediarios e industriales
dependientes de las grandes empresas extranjeras, sin industria na-
cional. Asimismo, continúa la confiscación de tierras a las comuni-
dades y, a pesar de que las leyes de la República protegen al indígena
y le dan derecho a la posesión de la tierra, los nuevos hacendados
y los cacicazgos recompuestos crearon mecanismos para inaplicar
las leyes, con lo cual los campesinos que debieron adquirir tierras
de acuerdo a los mandatos del Estado se vieron incorporados en las
haciendas, como siervos, pongos y otras modalidades semifeudales,
muy lejos de la propiedad de la tierra. La siguiente información
del historiador Jorge Basadre pinta la realidad de ese entonces, a
partir de las disposiciones emanadas de los nuevos gobernantes de

59
Orlando Velásquez

la República, desde El Libertador Simón Bolívar, respecto a la pro-


piedad y a la situación legal de los indígenas.

Importante actitud fue la que adoptó el gobierno de Bolívar


frente al problema indígena. El libertador [sic] había prohibido
el Tributo [sic] por decreto del 30 de marzo de 1824. Lo que hay
aquí de objetable es la inaplicación de tal medida. Pero hubo
otras que fueron cumplidas; si bien, precisamente, a propósito
de ellas, hubiera sido deseable la inaplicación. El Decreto del 8
de abril de 1824, [sic] declaró a los indios propietarios de sus
tierras, pudiendo venderlas o enajenarlas, y ordenó de las ha-
ciendas, de las cuales era propietario el estado [sic], si bien este
debía adueñarse de los sobrantes de las tierras después de haber
repartido los lotes necesarios entre los indios. Ellos no debían
quedar exentos de tierra, aunque el Decreto del 4 de julio de
1895 niveló a los indios, en materia de gravámenes con los de-
más ciudadanos, aclaró que la propiedad absoluta, mencionada
en el citado decreto de abril, se entendía de la limitación de no
poder enajenarla hasta 1850. Ratificó además, dicho decreto, la
repartición de tierras de la comunidad y dio pautas para su ejecu-
ción. Los grandes propietarios, con la ayuda o la complacencia
de las autoridades políticas, administrativas y locales se cuidaron
de impedir que los indios resultaran agricultores independien-
tes. Los decretos agrarios de Bolívar no tocaron a las haciendas,
en cuyo interior los colonos, aparceros o servidores recibían un
tratamiento de contorno semifeudales. (Basadre, 1983, p. 194)

El análisis hecho por Jorge Basadre, uno de los más gran-


des historiadores de la República, corrobora nuestra tesis de la
desesperanza de los pueblos aborígenes por alcanzar una patria
libre de la dominación, la dependencia y la imposición de pa-
trones culturales ajenos a la identidad peruana. Esto, asimismo,
corrobora la lectura que se viene desarrollando en esta parte
del trabajo acerca del atropello y la imposición de patrones de
vida extranjeros y urbanos, extraños al legado ancestral que la
civilización peruana en su desarrollo natural ha ido forjando a
través de los siglos. También, se explica el por qué, cuando es-
tas poblaciones al verse despojadas de sus legítimos intereses, se
refugian en territorios altoandinos y amazónicos, o crean condi-

60
La justicia peruana en un país multicultural

ciones para la preservación de dicho legado. El advenimiento de


la República no cambió esta realidad y, por lo tanto, estos pue-
blos nativos continuaron en su estoicismo para conservar este
rico patrimonio de la peruanidad.
Poco a poco, la República, que va perfilando el modelo de Es-
tado que hoy tenemos, con una estructura orgánica e institucio-
nal que garantiza el Estado de derecho, no toma en cuenta la pre-
sencia y el tesoro guardado por estos pueblos originarios. Así, la
Constitución Política del Perú, que a lo largo de la vida republicana
cambia y va afianzando la legalidad y todo aquello que representa
el orden, donde los derechos humanos a partir del reconocimien-
to de la persona como fin de la nueva sociedad peruana constitu-
yen el eslabón fundamental, estructura la vida y la convivencia de
nuestro país como Estado y Nación. Paralelamente, cientos o miles
de poblaciones comunitarias se van refugiando en su propio espa-
cio, conviviendo con su legado cultural, instituciones propias que
le permitan su vida de relación, con una religión, idiomas, modos
de vida, cosmovisiones, así como todo un cuerpo jurídico para ga-
rantizar la relación entre las personas y los pueblos, constituyendo
nacionalidades con idearios y filosofías propias, apartadas de un
Estado oficial que les niega su derecho y solo las utiliza en los mo-
mentos que deben apuntalar su estabilidad o la justificación como
Estado, muy lejos de la incorporación real de estos pueblos nativos
que trascurren en la vida nacional con una dinámica propia.

4.2. Las nacionalidades en el Perú oficial


La guerra emancipadora conducida por El Libertador San
Martín y los principales líderes de la Emancipación, que junto con
los criollos y la población indígena desarrollaron para alcanzar la
ansiada independencia de la corona española, terminó con la de-
claración libertaria el 28 de julio de 1821. La historia da cuenta en
segundo orden de la Batalla de Ayacucho desarrollada en las Pam-
pas de Junín como una acción patriótica complementaria. Para
otros historiadores es la posición que desarrollamos en el presente
trabajo, esta batalla representa la auténtica gesta libertaria que

61
Orlando Velásquez

termina con el poderío español y, en consecuencia, abre las puertas


para la fundación de la República. Si bien se plantea el inicio repu-
blicano con la proclamación de San Martín en 1821, las verdaderas
condiciones para la fundación del Perú democrático y representati-
vo se producen después de la Batalla de Ayacucho en 1824.
El nacimiento de la República tiene en los primeros tiempos
de la era actual el inicio de la realidad peruana, con un país divi-
dido, por cuanto nunca hubo un consenso acerca del camino a se-
guir para construir la Nación peruana con una patria integrada. El
grueso de la población nativa, que siempre luchó contra el invasor
y permanentemente buscó condiciones para su expulsión, nunca
fue reivindicada e integrada en el Perú republicano. La discusión
en torno al tipo de gobierno que correspondía a la nueva Nación,
que pasa de un Estado monárquico con un rey importado, un
Estado federado o un país integrado, entre otras propuestas que
no lograron definir el tipo de Nación que debía afianzar la perua-
nidad y recuperar el espacio perdido en lo político, económico,
social y cultural, pesó en el desarrollo de la sociedad peruana.
La confusión para construir el nuevo país, la lucha por el po-
der entre los actores de la gesta emancipadora, los aportantes eco-
nómicamente a ella, los nuevos caciques, hacendados, comercian-
tes y propietarios de aquello que dejó el Virreinato, crearon nuevas
condiciones para la continuidad del sistema político y económico
virreinal. A pesar de la instauración de un Gobierno representativo
nacional, los grupos de poder se instalan en las esferas guberna-
mentales. Los doctrinarios de la nueva patria republicana desapare-
cen de la escena, incluida la temprana muerte del ideólogo patrió-
tico Faustino Sánchez Carrión. La economía peruana continúa con
ese atraso histórico y los nuevos terratenientes recurren a la fácil
productividad, a costa de la sobrexplotación de la fuerza de trabajo.
Atrás quedó el aporte de la población indígena y de la comunidad
en las grandes batallas por la liberación de la patria. Las tierras co-
munales, lejos de ser protegidas, fueron invadidas por disposicio-
nes del Gobierno central. La quimera e ilusión por contar con una
República representativa que devuelva la dignidad a la población

62
La justicia peruana en un país multicultural

indígena solo fue una esperanza convertida en frustración. El rea-


comodo de la nueva clase en el poder, lejos de tecnificar la naciente
industria, la mantiene dependiente de las potencias internaciona-
les, situación que va más allá del siglo xix y gran parte del siglo xx.
La suerte de la población nativa, de la comunidad, incluso, de los
nuevos contingentes para reemplazar la escasez de mano de obra
por el exterminio de la fuerza de trabajo indígena, con la llegada
de la mano de obra de los continentes africanos y asiáticos, no
cambia significativamente con relación a la etapa colonial.
La población nativa de la Amazonía peruana se mantuvo en
su estado natural, como si siguieran huyendo del autoritarismo
colonial. Nunca existió una política eficaz para incorporar a las
comunidades nativas al ámbito de la Nación peruana. Continua-
ron en su mundo original, creando sus propias condiciones de
supervivencia sin la presencia del Estado, teniendo como eje de
su continuidad la biodiversidad que le ofrecía su contexto natural
y la riqueza cultural que había acumulado a lo largo de los siglos.
La comunidad campesina más cercana a la capital limeña y a las
capitales departamentales saborea directamente los estragos de la
voracidad de poder y la depredación de sus tierras por parte de la
hacienda republicana, amparadas por la nueva legislación. Leyes,
decretos, disposiciones municipales y judiciales estaban dirigidas
a proteger la propiedad y los derechos de aquellos que continua-
ban despojando a la comunidad y sometiendo al campesino a con-
diciones de servidumbre en la hacienda.
La comunidad campesina y la comunidad nativa amazónica
nunca renunciaron a sus derechos ancestrales. A pesar de las leyes
adversas y el despojo permanente que desarrollan sus agresores, con-
tinúan en los espacios naturales de sus generaciones antepasadas y,
aunque pierden tierras, como el caso de la comunidad campesina, si-
guen considerando sus territorios originales y sus patrones culturales
como parte de su patrimonio ancestral. Al sistema jurídico, que los
agrede y niega sus derechos, contraponen su justicia natural, que no
solo les permite la defensa de sus derechos ancestrales a la tierra, al
agua, a sus bosques, sino que fortalecen su propio sistema jurídico

63
Orlando Velásquez

que les permite la convivencia, el orden y las jerarquías en su co-


munidad para garantizar su continuidad y la defensa de su cultura,
sus credos y, muy especialmente, la visión de desarrollo que tienen
para continuar recreando su cultura en su contexto territorial.
Sin duda, las poblaciones originarias fueron constituyendo na-
cionalidades propias en los espacios territoriales donde se desarro-
llaron. A medida en que la Nación peruana, el Estado de derecho
afianzaba al Perú oficial, estas poblaciones fueron consolidando sus
patrones culturales en los contextos económicos y naturales que
originalmente crearon sus culturas. Desarrollaron su propia cosmo-
visión a partir de su entorno natural, que fue precisamente aquel
que le prodigó las condiciones de subsistencia y sus aspiraciones de
desarrollo, al margen de una Nación centralista, que solo los mira-
ba cuando podían responder a sus cálculos de poder. Existen tantas
nacionalidades como lenguas o comunidades lingüísticas que per-
duran en el territorio peruano, desde los aimaras y quechuas en el
sur y otras regiones del país, como los aguarunas, los asháninkas,
los boras, los machiguengas, entre otras poblaciones aborígenes
que hoy conforman esa inmensa población de nacionalidades apar-
tadas de la Nación peruana oficial.

5. La Constitución Política del Perú


La Constitución Política del Perú es la carta representativa que
formaliza el Estado de derecho y el principio fundamental de donde
parte el sistema jurídico nacional. La República nace entonces desde
que El Libertador promulga la Primera Constitución en el Perú, la
cual determina el tipo de Nación que tenemos, los poderes del Es-
tado, el sistema representativo y el tipo de gobierno que se instaura
en el país. Teniendo al Poder Legislativo, Ejecutivo, Judicial y Elec-
toral, como los ejes de donde parte la estructura institucional del
país. Desde el inicio de la fundación del Perú como República, la
separación de poderes y la autonomía de cada uno de ellos determi-
nan las condiciones de convivencia de los peruanos y los derechos
y deberes que tienen, desde elegir y ser elegido hasta el respeto a

64
La justicia peruana en un país multicultural

su condición de persona humana, que accede a los servicios y a la


protección del Estado peruano en sus diferentes instancias.
Es la Constitución Política la norma que determina el tipo de
propiedad que rige en el territorio de la República, el acceso a ella
y los sistemas creados para garantizar la pertenencia a quienes la
poseen, así como las obligaciones o sanciones contra quienes aten-
tan contra aquellos que tienen el derecho reconocido por la pro-
pia ley. En esta línea, las primeras constituciones políticas del Perú
no reconocen la propiedad de la tierra y los derechos inalienables
que tienen sus miembros a su posesión. En cuanto a los derechos
naturales que vienen desde tiempos precolombinos para las pobla-
ciones aborígenes, la Carta Magna no los precisa e, incluso, hasta
niega derechos naturales, lo cual se convierte en el punto de parti-
da para que los sucesivos gobiernos e, incluso, los parlamentos que
suceden en la historia den la espalda a una población que siempre
fue mayoritaria en el territorio nacional, y que hasta ahora es muy
significativa, aunque nunca dejó de luchar por el reconocimiento
de sus legítimas organizaciones socioeconómicas y culturales.
En la medida en que avanza la institucionalidad política del
Perú, cambian las condiciones sociales y económicas en la indus-
tria y agricultura, en consonancia con el desarrollo de las relacio-
nes de producción externas que crean nuevas reglas a los actores
económicos y políticos nacionales que permiten a las poblacio-
nes originarias otras opciones para hacer prevalecer sus derechos
ancestrales. El nacimiento de partidos políticos en las primeras
décadas del siglo xx, la creación de organizaciones del campesi-
nado y la naciente clase obrera en el país, precisamente porque
esas nuevas condiciones generan otro tipo de organización pro-
ductiva en el campo y la ciudad, que permiten su aparición. A
la tradicional composición parlamentaria de representantes de la
hacienda, la industria, el comercio y otros sectores hegemónicos
de la vida nacional, poco a poco, el Congreso de la República se
va integrando con representantes de partidos políticos. El Apra, el
Partido Socialista, la Democracia Cristiana, entre otros, configu-
ran la nueva composición de la representación nacional. A partir

65
Orlando Velásquez

de este escenario, el reclamo y la plataforma de las poblaciones


nativas empiezan a salir en la agenda parlamentaria.
Las constituciones políticas, a partir de la mitad del siglo xx,
recogen las largas reclamaciones de los diferentes niveles del cam-
pesinado peruano, siendo los derechos de las comunidades nati-
vas y campesinas aquellos que ocupan la atención principal. Para-
lelamente, en el texto de la Carta Magna se precisan los derechos
de las poblaciones originarias. Al principio, la inalienabilidad de
la tierra, sus derechos naturales, el reconocimiento de sus terri-
torios; posteriormente, el respeto a su cultura, su tradición, sus
lenguas y en las últimas décadas la exigencia de la obligación del
Estado a desarrollar una política de reconocimiento y titulación
de las comunidades nativas y campesinas integran parte de la his-
toria del activismo de la población indígena para hacer respetar
sus derechos y su defensa de aquello que dio su origen a lo largo
de nuestra historia. La Constitución Política del Perú, en sus dife-
rentes versiones, recoge el trato que la sociedad peruana ha otor-
gado a nuestras poblaciones naturales, y que hoy se encuentran
en plena etapa de delimitación territorial y titulación.
En los capítulos siguientes, pretendemos precisar la dimensión
de la población originaria, sin embargo, en esta parte del traba-
jo es necesario señalar que, a pesar del mandato constitucional, el
Estado peruano no ha desplegado todos los esfuerzos por el reco-
nocimiento de nuestras comunidades, que como demostraremos
representan cerca de la tercera parte de la población peruana. Pese
a la postergación, se debe reconocer que el Ministerio de Agricul-
tura —a través de diferentes instancias y organismos creados— está
haciendo un esfuerzo para la titulación de las comunidades, aun-
que algunas veces de manera inorgánica, teniendo en los continuos
cambios en las políticas agrarias el mayor problema en la integra-
ción que se requiere al respecto. Si en la demarcación territorial se
está avanzando en el reconocimiento de la tradición cultural, se tie-
ne mayor atraso, siendo la administración de justicia consuetudina-
ria el mayor problema de reconocimiento a partir de los prejuicios
y la formación académica de la Magistratura Nacional.

66
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo II
LA POBLACIÓN ORIGINARIA
DEL PERÚ NO OFICIAL

1. Las nacionalidades no oficiales


1.1. Cosmovisión e ideología de los pueblos originarios
1.1.1. Definición conceptual
Para abordar la tradición cultural andina, y muy especialmen-
te la concepción e ideología de los pueblos originarios, es muy
importante ubicarlos en su verdadera dimensión, a partir de la
realidad donde se ubican, puesto que el tiempo, el espacio y las
características geográficas de una comunidad son determinantes
en la vida de sus integrantes, su modo de pensar, su relación con
la tierra, el agua y, en suma, la naturaleza que los rodea. Por ello,
es importante definir la filosofía y la cosmovisión, puesto que la
caracterización de dichas categorías nos permite diferenciar el
pensamiento, el conocimiento de su situación y las aspiraciones
que tiene la población en torno a su desarrollo, en el cual cuenta
los liderazgos, los problemas, las aspiraciones individuales y colec-
tivas y, en general, la relación entre su medio y el universo que lo
envuelve, pasando por las aspiraciones y perspectivas futuras.
Para este fin, intentaremos sintetizar el significado y la com-
prensión de lo que es la filosofía y lo que es la cosmovisión. Por-
que, si bien es cierto, tienen similitud conceptual; sin embargo,
es necesario ubicarlas en su esencia, para comprender lo que los

67
Orlando Velásquez

pueblos aborígenes, como extensión de las civilizaciones y Esta-


dos precolombinos, tuvieron como visión de su mundo y la prác-
tica dentro de él.

Filosofía
A lo largo del tiempo, el término «filosofía» ha cambiado en
cuanto al quehacer de la humanidad. Sin embargo, esta categoría
respondió a la circunstancia histórica en la cual el conocimiento
evoluciona marcando el punto de quiebre, cuando diferenciamos
al pensamiento empírico y al conocimiento científico. Aquí la fi-
losofía se ubica como la madre de la ciencia, el punto de partida
del pensamiento científico. Por ello, la definición que ensaya la
mayoría de estudiosos ubica a la filosofía como «La Madre de la
Ciencia». Igualmente, otros la consideran como «La Ciencia de
las Ciencias». Esta definición responde a que la filosofía es con-
siderada como el principio del conocimiento científico y, por lo
tanto, el inicio y el desarrollo de las ciencias en el universo. Otros
filósofos, como Ortega y Gasset, consideran a la filosofía como
el estudio radical de la totalidad del universo. Esta definición
responde a que la filosofía se convierte en la sistematización ra-
cional del conocimiento, a partir de su abstracción y análisis.
Asimismo, el término «totalidad» está referido a la generalidad,
debido a que los estudios filosóficos tienen el mayor nivel de
generalización de la realidad y la naturaleza. Igualmente, cuan-
do se refiere al universo, la filosofía comprende el conjunto de
conceptos y categorías que analizan y concluyen en un todo, en
la universalización de los resultados.

Cosmovisión
Esta categoría responde también a la filosofía, a partir de las
concepciones y generalizaciones que tienen las personas acerca
del mundo que los rodea, su relación con el universo, teniendo
en los fenómenos naturales, el agua y la tierra, su estrecha vin-
culación con los astros y las leyes de sus respectivas divinidades.
Siendo la cosmovisión una filosofía, aquella responde a la visión

68
La justicia peruana en un país multicultural

y el pensamiento de los pueblos, los cuales incorporan en sus


concepciones, la religión, la mitología, su tradición cultural res-
pecto a sus creencias, sus rituales, incluso su tecnología, creati-
vidad artística y la ideología respecto a sus pueblos, su entorno
y sus aspiraciones como grupo humano. Por lo tanto, si bien la
cosmovisión es una filosofía, la primera esta exceptuada de la
rigurosidad filosófica, siendo una filosofía propia de los pueblos
andinos o nativos, que los caracteriza frente al pensamiento y la
concepción de los Estados occidentales, cuya filosofía respon-
de a la generalización de la realidad y el mundo, a partir de su
desarrollo: el esclavismo, la Edad Media, el capitalismo, el socia-
lismo, sistemas adoptados en el desarrollo de la humanidad, en
los cuales la filosofía tiene sus generalizaciones para ubicar al
mundo en cada una de estas etapas.
Lo anterior nos permite comprender que los diferentes Esta-
dos y civilizaciones que existieron antes de la invasión española,
las comunidades y demás poblaciones alrededor de ellas y todos
aquellos que se proyectaron y existieron más allá de la Colonia y la
República, tuvieron su propia cosmovisión. Lo mismo ocurrió con
los Estados de Chavín de Huántar, Wari, Nazca, Paracas, Moche,
Chimú e Inca, en cuya filosofía conjugaban su religiosidad, mito-
logía, el carácter divino de sus gobernantes, el culto a la tierra, el
agua, los astros y, en suma, las concepciones acerca de la natura-
leza y la realidad donde se desarrolla. Los moches tuvieron dioses
como el sol, la luna, consideradas divinidades principales. En la
huaca del sol y de la luna está representada su divinidad mayor Ai-
Apaec, también denominado por algunos arqueólogos como El
Degollador o Decapitador. Asimismo, el conjunto de divinidades
menores que representa diferentes estancias de su vida religiosa y
cotidiana. El culto al águila, a los guerreros danzantes, felinos, a la
productividad, son elementos que conforman su cosmovisión. El
culto a los muertos, los sacrificios humanos, los rituales a la tierra,
entre otros complementan la visión moche.

69
Orlando Velásquez

Al respecto, Fabio A. Sánchez, en su obra El Sentido del Mun-


do en las Culturas Prehispánicas del Antiguo Perú. Volumen I: Cha-
vín-Moche, cuando estudia la cosmovisión de las culturas moche
y chavín, infiere el orden que impera en el mundo, a partir del
principio u origen que lo determina, expresa:

En consecuencia, en la cosmogonía moche, el cosmos u orden


existente es resultado de la existencia de este principio genera-
triz, sobre cuyo basamento se sostiene tanto el orden menciona-
do como su continuidad eterna. Un cosmos que es claramente
identificable por la interacción de dos fuerzas opuestas y com-
plementarias, cuya unión o confrontación hacen posible tanto
el equilibrio como su conservación. (Sánchez, 2015, p. 133)

1.1.2. Cosmovisión de los pueblos originarios


Como analizamos en acápites anteriores, las comunidades na-
tivas, campesinas y demás pueblos originarios tenían una concep-
ción de su universo, que caracterizaba su ubicación en el territorio
donde se afincaban. Asimismo, la visión que tenían acerca de su
realidad y del mundo que los rodeaba. En ese contexto, tenían una
ideología clara acerca de lo que debían hacer y realizar en concor-
dancia con su medio. Si bien sus concepciones religiosas le otor-
gaban una dirección a su devenir, propio de lo que las divinidades
querían para ellos; en cambio, tenían una lógica y racionalidad
para actuar de acuerdo a la convivencia aceptada en su vida de re-
lación, y su trabajo estaba dirigido a alcanzar el bienestar material
y el desarrollo de su descendencia. Entonces, el mundo no solo gi-
raba en torno a ellos, sino que tenían el camino claro a seguir para
garantizar la supervivencia y el desarrollo de sus pueblos.
Las poblaciones comunitarias desarrollaron extraordinarias
habilidades, tecnologías, arte y crearon procedimientos, edifica-
ciones, sistemas hidráulicos, represas, estructuras para sus dife-
rentes actividades económicas, religiosas y de vivienda. De igual
manera, sistematizaron rituales y cultos de acuerdo a las divinida-
des y las ofrendas que debían hacerle. Todo este conjunto tuvo

70
La justicia peruana en un país multicultural

una organicidad y fue concebido para alcanzar la satisfacción de


pueblos y Estados. Lo más importante es que la cosmovisión de es-
tos pueblos estuvo siempre asociada a su origen, a la tierra, consi-
derada la madre de la humanidad, porque ella da la vida, a partir
de sus frutos que alimentan y garantizan la existencia. La cosmovi-
sión andina, por lo tanto, se alimenta del tributo permanente que
los pueblos rinden a quien no solamente les otorga sus productos,
sino también su descendencia.
Nuestras comunidades, como parte de su cosmovisión, tienen
en la tierra su inspiración fundamental. Nadie puede realizar un
acto trascendente, si es que no rinde culto a la tierra. La tierra es la
madre porque, aparte de darnos sus frutos, nos da la vida. Por ello,
incluso, el mundo andino está enriquecido con hermosas fábulas
o mitos en los cuales la tierra es el centro de su existencia. La fun-
dación del Imperio inca tiene en el agua y la tierra su origen. Del
fondo de la tierra, de las aguas del mítico lago Titicaca salieron los
primeros gobernantes del incanato. Manco Capac y Mama Oclloc
salieron de las espumas de este milagroso lago, y lo primero que
hicieron es buscar donde fundar el Imperio de los incas; donde
abrieron la tierra e, inmediatamente, nacieron las plantas, ahí edi-
ficaron el imperio. Este mito es la expresión del profundo signifi-
cado que tiene para los pueblos nativos la tierra, por eso hoy las
nacionalidades quechua y aymara que viven en el sur del Perú, al
comienzo de cada ceremonia, efemérides, aniversario o cualquier
acontecimiento que represente la continuidad, el nacimiento, la
inauguración o el principio de algo, es precedida del culto a la
tierra: PAGAPO A LA TIERRA. Esto es el pago a la madre tierra.
Las poblaciones de las comunidades amazónicas, andinas y
altoandinas, así como aquellas ubicadas en las zonas tradicionales
de la costa y ceja de sierra, tienen una cosmovisión propia. Esta
responde a la realidad en que vive, sus fortalezas y sus carencias,
su juicio en torno al Estado peruano, su situación marginal, las
carencias que impiden su libertad y sus derechos fundamentales
a la vida, especialmente a la salud, la educación, la vivienda, los
servicios básicos y todo aquello que forma parte de sus derechos

71
Orlando Velásquez

humanos. Igualmente, en su cosmovisión tienen pensamientos y


sistemas de vida que responden a sus carencias y a los mecanis-
mos que han creado para superarlas sin la ayuda estatal. Estas
comunidades han sabido sobreponerse a la invasión de la mo-
dernidad, al rescatar aquello que le permite enfrentarlas. Esto
pasa por la sabiduría de los pueblos, que no son conservadores
porque quieren aferrarse al pasado y mantener lo que han here-
dado, sino que han sabido desprenderse de lo que no sirve o no
contribuye a su bienestar, pero sí mantienen el legado que le per-
mite enfrentarse a la marginación, y para recrear otros procesos
en el marco de su supervivencia.
Los pueblos aborígenes tienen una ideología porque saben lo
que quieren y aspiran. Por ello, su cosmovisión les permite crear o
exigir las condiciones para su existencia y la proyección de su de-
sarrollo. No necesita que los gobernantes o los planificadores del
centralismo programen o planifiquen lo que sus pueblos quieren.
Estos saben lo que necesitan porque viven su realidad y requieren
que aquello que representa la atención a sus problemas se haga
a partir de lo que sus protagonistas tienen como aspiraciones y
sienten que aquello debe hacerse. Por ello, responden ideológi-
camente de manera negativa frente al Estado oficial, por cuanto
este impone niveles de servicios de acuerdo a lo que piensan
verticalmente y no lo que realmente desean las comunidades.
Aquí está el punto de quiebre y el rechazo de la comunidad. Por
ello, su ideología resulta contraria a la ideología occidental, cu-
yos modelos que impone trasgreden los patrones culturales y la
herencia ancestral de los pueblos, al violar sus normas de vida e,
incluso, sus elementales reglas de orden y convivencia.

1.1.3. Las comunidades nativas y campesinas


La comunidad nativa
Las nacionalidades afincadas en la Amazonía peruana consti-
tuyen el conjunto de comunidades nativas y pueblos aborígenes,
ubicadas a lo largo de la selva peruana. Estas poblaciones, en su

72
La justicia peruana en un país multicultural

mayoría, están prácticamente aisladas del contexto geográfico y


político nacional. La característica central de estas poblaciones
es el idioma porque cada comunidad o conjunto de comunida-
des ligados por un mismo territorio tienen su propia lengua,
que impide la comunicación, incluso, con el universo de la co-
munidad nativa. Esta ha sido la principal dificultad para llegar al
fondo de su realidad y la vertebración de plataformas comunes.
Si a ello se suma la religión, la complejidad territorial que tiene
su entorno y la dificultad de la espesura de sus bosques, se tiene
una situación muy complicada, en la cual, incluso, la despobla-
ción motivada por las enfermedades, que generan un relativo
exterminio, complican su escenario.
Para los estudiosos de las ciencias sociales, la comunidad na-
tiva existió desde tiempos precolombinos, aunque siempre tu-
vieron mecanismos de comunicación, acudiendo a su ancestral
sabiduría. Para estos investigadores, esta dificultad, también, fue
una fortaleza para evitar el genocidio de los invasores, que en
los tiempos coloniales y republicanos buscaron la riqueza en
estos territorios y que, a partir de la República, la fiebre del
caucho, la madera y del petróleo, se convirtieron en objetivo
para invadir y depredar su virginal geografía. Ante ello, Jaime
Urrutia señala lo siguiente:

La amazonia [sic] peruana ha sido vista a lo largo de nuestra


historia (y en parte aún lo es), como un territorio vacío de
población y lleno de riquezas que esperan ser explotadas.
También [sic] era vista como territorio de misiones religiosas
que buscaban civilizar a los chunchos.

Igualmente, este mismo autor señala que:

Las primeras leyes republicanas, promulgadas desde 1832,


consideraban a la selva o montaña como un espacio en el cual
se debería civilizar a los indígenas, como se desprende de los
objetivos de la ley [sic] del 21 de noviembre de 1832 que creo
[sic] el departamento de Amazonas. (Urrutia, 2019, p. 37)

73
Orlando Velásquez

Existen estadísticas que ubican a estas poblaciones originarias en


diferentes territorios de la amazonía peruana, siendo Loreto la prin-
cipal región donde se asientan la mayoría de comunidades nativas y,
que según estudios del Ministerio de Agricultura y otras organizacio-
nes no gubernamentales, existen más de mil poblaciones aborígenes
y que representan cerca del 50 % de comunidades nativas, que en
número mayor a 2000 se ubican a lo largo de nuestra Amazonía.

La comunidad campesina
Este conjunto de poblaciones originarias se ubica mayormente
en los territorios andinos y altoandinos de nuestra cordillera de los
Andes, aunque también existe una considerable cantidad en la cos-
ta peruana, que también es representativa de la tradición cultural
que recoge desde etapas ancestrales en nuestra sociedad peruana.
La comunidad campesina estuvo más cerca de los procesos de con-
quista en los tiempos coloniales y en la posterior etapa republicana,
de barbarie y atropello a la población y a sus tierras. Por esta razón,
el saqueo y el exterminio, por obra del poder y el afán de riqueza,
forman parte de su historia y la constante lucha por la supervivencia.
El problema del saqueo, su permanente lucha por la defensa
de su territorio y la defensa de sus tierras, al igual que el de la co-
munidad nativa, fue una constante. En esta parte, corresponde ca-
racterizar a los actores comunales, la resistencia permanente fren-
te a la agresión y a su visión de país, a partir de las civilizaciones
precolombinas, la Nación que buscaron reconstruir, participando
en la resistencia permanente frente al Virreinato en las rebeliones
de indígenas y en la guerra por la emancipación de la Colonia.
Asimismo, la defensa de la tierra, su recuperación y, en las últimas
décadas, la titulación y reconocimiento de sus comunidades.
En mi anterior trabajo sobre La comunidad campesina en el
Perú, se expresa al respecto:
La historia da muestras claras del papel que ha cumplido la
comunidad en el Perú. El exterminio de la población indí-

74
La justicia peruana en un país multicultural

gena por parte del avasallamiento colonial no fue completo,


gracias al rol que jugó la tradición comunal en nuestra patria.
El campesino peruano ante la persecución genocida del en-
comendero, el hacendado, el gendarme colonial o de cuanto
instrumento utilizó el Virreinato para explotar y vejar al indí-
gena, tuvo en la comunidad su sostén, el respaldo o el refugio
para impedir el atropello o la extinción. La comunidad de in-
dígenas, [sic] creó mecanismos naturales de defensa, se cobijó
en las zonas inaccesibles para los españoles, se atrincheró en
las tierras de alturas, organizó respuestas esporádicas frente al
abuso de los intermediarios de la Colonia. Las grandes revolu-
ciones que tuvieron como protagonistas a Manco Inca, Túpac
Amaru II, Juan Santos Atahualpa entre otras, [sic] fueron bá-
sicamente alimentadas por la sangre de las comunidades, que
brindaron además su apoyo logístico para enfrentar a los inva-
sores a lo largo de la etapa colonial. A pesar del exterminio la
comunidad creo [sic] medios para sobrevivir y resguardar los
tesoros heredados de la cultura peruana, siendo la superviven-
cia el principal elemento que desarrollan para sobrevivir a la
barbarie. (Velásquez, 2001, p. 252)

No existen estadísticas claras acerca del número real de co-


munidades campesinas en el Perú. Las fuentes del Estado y de
estudiosos, incluyendo organizaciones no gubernamentales, coin-
ciden en un número aproximado de 6 mil comunidades campe-
sinas en la serranía peruana y parte de la costa de nuestro país.
El común denominador de todas ellas es la postergación y la dis-
persión. En las últimas décadas, como señalamos, emprendieron
jornadas y procesos sociales para alcanzar su reconocimiento,
enfrentando también las políticas gubernamentales que promo-
vieron la venta y enajenación de sus tierras, especialmente en la
partes bajas de los Andes y en las comunidades ubicadas en la
costa, en las cuales se promovió la venta de sus tierras para apo-
yar proyectos inmobiliarios y de irrigación, siendo estos últimos el
pretexto para que los nuevos dueños de la tierra, disfrazados de
agroindustriales, se apropien de ellas.

75
Orlando Velásquez

Para redondear este análisis, consignamos la evaluación que


el Instituto del Bien Común, en el Directorio de Comunidades
Campesinas del Perú, hizo:

A pesar de la enorme importancia que representan las co-


munidades campesinas para el Perú en términos sociales,
económicos, históricos y culturales, estas [sic] siguen siendo
postergadas y desatendidas por el estado peruano, al tiempo
una gran inseguridad, [sic] continúa pesando sobre sus tierras
comunales. Prueba de ello es que a la fecha no existe una base
grafica ni un mapa oficial sobre comunidades campesinas,
como tampoco hay cifras oficiales de comunidades reconoci-
das y tituladas. Casi un siglo después de su reconocimiento
por la constitución [sic] de 1920, las comunidades siguen sien-
do invisibles. La titulación y la seguridad de los territorios de
las comunidades, [sic] es una gran deuda histórica del estado
[sic] peruano hacia sus comunidades, que son la expresión de
sus pueblos indígenas. (Directorio, 2016, p. 5)

1.2. Misión y visión de los líderes naturales


1.2.1. Liderazgo y rol de los líderes de los pueblos originarios
Las comunidades nativas y campesinas tienen una concep-
ción clara de su realidad y, al mismo tiempo, saben el papel que
les corresponde en torno al contexto nacional; están conscien-
tes de las limitaciones que tienen, producto de la histórica pos-
tergación por parte del Estado peruano. Saben que el centra-
lismo capitalino y de las principales regiones del país los han
colocado en una situación vulnerable y que, por lo tanto, deben
crear competencias y condiciones adecuadas para supervivir y
aspirar al desarrollo de sus pobladores. La vida en la comunidad
en nuestro país es deplorable, no solamente deben luchar con-
tra la adversidad y la permanente agresión de factores externos,
sino que tienen que lidiar diariamente contra los agresores de
su territorio. A medida que avanza la modernidad del país ofi-
cial, esta agresión se hace más intensa, lo cual se expresa en las

76
La justicia peruana en un país multicultural

invasiones de tierra y confiscaciones por parte de la hacienda,


la depredación de ríos y tierras de las explotaciones mineras. A
esto se suma la deforestación de los bosques, la invasión de las
empresas petroleras y las trasnacionales que, con proyectos con-
taminantes, trastocan la vida de las comunidades, con el aval del
Estado, encubierto en concesiones mineras y petroleras.
Los pueblos originarios, antes dedicados a conservar la he-
rencia cultural de sus ancestros y a la creación y recreación de
políticas de orden y convivencia, en aplicación de la justicia con-
suetudinaria, hoy deben asumir otros roles para garantizar la pre-
servación de su legado y, especialmente, la defensa de su territo-
rio. Aquí nacen líderes naturales, que a parte de sus autoridades
nativas, apus y patriarcas, deben defender la tierra y su medio am-
biente natural para garantizar la vida y la continuidad de las con-
diciones elementales para ella. Estos líderes son representados
por aquellos que nacen y se desarrollan en la misma comunidad;
por lo tanto, asumen la cosmovisión de su pueblo. Saben lo que
quieren sus miembros, lo que sienten, lo que sufren, así como sus
alegrías y celebraciones. Por ello, encarnan los sentimientos más
profundos de su medio y canalizan sus aspiraciones más sentidas.
Por esta razón, el líder comunal representa el símbolo natural de
la comunidad, el respeto y la veneración, porque encarna sus an-
helos y, al mismo tiempo, sabe el rol que debe desempeñar frente
a los que agreden a su pueblo y cómo deben actuar contra aque-
llos que les niegan y hacen peligrar su derecho a la vida.
Lo anterior explica el comportamiento de los líderes comu-
neros, la fuerza de sus convicciones y su decisión de llevar adelan-
te sus reclamos y las acciones que implementa para conseguirlos.
Desde la lógica capitalista, los liberalismos de oficina o las conce-
siones de los sectores encaramados en el poder o algunas veces en
los gobiernos de turno consideran que las luchas, traducidas en
movilizaciones, paros, huelgas, toma de carreteras u otras accio-
nes que ejecutan las poblaciones, cuando llegan a la desespera-
ción ante la desatención de sus peticiones, son políticas o han sido

77
Orlando Velásquez

azuzadas por grupos de izquierda o extremistas. No comprenden


que el campesinado peruano tiene una cosmovisión y su visión es
la defensa de lo suyo, de aquello que le da la vida y le garantiza
su descendencia. Que el agua, la tierra, sus ríos, lagunas, bosques
y el medio ambiente son el patrimonio más preciado de su exis-
tencia y que, por lo tanto, lo defiende hasta con la vida. Por ello,
el dirigente o el líder natural no responde a consignas, ni a ma-
nipulaciones políticas o partidarias. Son la reencarnación de sus
pueblos que les entregan una misión y que deben cumplirla a cos-
ta de su propia vida. Por otro lado, la defensa y los resultados de
sus acciones son para el dirigente la respuesta a la confianza de su
población. Lo contrario es la condena y el castigo por la traición
al encargo que le hacen cuando lo encumbran como dirigente.

1.2.2. Representatividad y concepción de los líderes naturales de


las comunidades andinas y amazónicas

Hugo Hilaja Huiche


Presidente de la Unión Nacional
de Comunidades Aymaras

 Usted, ¿cómo administra justicia?, ¿cuál es el proceso de ad-


ministración de justicia?
El proceso de la administración de justicia en las comunida-
des campesinas aimaras en el Perú y, particularmente, en la re-
gión de Puno, está siendo administrado de acuerdo a los usos y
costumbres de cada pueblo, de cada comunidad, pero este tipo de
administración comunal es objeto de muchos cuestionamientos
de parte del sistema jurídico del Estado peruano y ahí no conju-
gamos muy bien el tema de justicia; entonces, hay a presiones y al-
guna violación a los derechos colectivos de la población indígena.
En este sentido, pensamos que no se está adjudicando en toda su
verdadera dimensión el Convenio 169, no se toma en cuenta del
todo, desde el Estado lo que concierne a la Declaración de Nacio-
nes Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas Origina-

78
La justicia peruana en un país multicultural

rios y más en estas instancias donde de alguna manera se quiere


tocar el enfoque intercultural, pero más me parece un tema de
formalidad no con el verdadero interés político. Una forma, como
para decir de alguna manera, se está tomando en consideración la
existencia de los pueblos porque como pasa en el sistema jurídico.
Nosotros, de acuerdo al artículo 149 de la Constitución Políti-
ca del Estado, también tenemos cierta autonomía para administrar
nuestra justicia, pero los que tienen la administración ordinaria
nos dicen que no es competencia nuestra para poder intervenir
en el tema, ejemplo que casualmente he tomado conocimiento
en una comunidad campesina sobre un conflicto de territorio de
colindancias entre dos hermanos que ha causado un problema
lamentable entre dos familias enfrentadas, siendo un proceso ju-
dicial por 9 años, agotando toda las instancias de los Juzgados del
control policial, de la misma Fiscalía en una de las provincias de
la zona sur de Puno, en la provincia de Churrungullo. Entonces,
esto ha causado que en un momento las familias estén enfrenta-
das, donde ha resultado con ciertas lesiones físicas una hermana
de la comunidad, agredida físicamente y psicológicamente por
otra hermana de la comunidad. En un momento dado, solicitaron
que yo pueda ver el caso porque yo soy autoridad representativa
de las comunidades y resulta que quedamos ver su tema el día jue-
ves a las 2 de la tarde. Para ello, en una reunión previa se pusieron
de acuerdo los litigantes para poder someterse a la intervención
mía, se levantó el acta de compromiso, donde se comprometen a
respetarse mutuamente, a no violentar más, sino hacer un careo
para ver cuál es la problemática de fondo.
Pero resulta que antes al día jueves, día martes a las 3 de la
tarde, recibí una llamada de una funcionaria del Ministerio de la
Mujer, encargada en aquella provincia y me dice: Sr. presidente,
usted se está entrometiendo en una situación que no es tu compe-
tencia porque acá hay violación de una norma de violencia contra
la mujer y eso no es tu competencia, por lo tanto, he decidido a
que la otra parte no se presente en la intervención tuya progra-
mada para el día jueves. No se va a presentar, le dije: Señorita, por

79
Orlando Velásquez

favor, necesito explicarte a ti, y me dice: no señor he dicho que no


y me corto, insistí por segunda, por tercera vez con mi llamada,
ya no me contestó, he inmediatamente se me ocurrió una idea de
pedir una sugerencia al doctor Duverlí, que en ese entonces era el
presidente de la Corte Suprema de Justicia del Perú, me contesto
y me dijo cuál es el problema, le conté y me dijo: A ver, un momen-
to espérame unos 15 minutos, te devuelvo la llamada. Pasó los 15
minutos y me devolvió la llamada, me indica en la misma Ley de
Violencia contra la Mujer en los artículos tales y tales, se dice que
cuando un problema se suscita dentro de una comunidad campe-
sina, pues tiene que verse con la intervención de la autoridad co-
munal, no es ninguna intromisión, en este caso, no es que sea una
situación fuera de la competencia de la autoridad comunal, más
lo contrario si tiene que ver, en todo caso, hay desconocimiento
de norma en su propia ley que regula esta situación, violencia
contra la mujer indica el artículo 40, artículo 60, artículo 48, etc.
Entonces, lo que hay que hacer aquí es que la ministra de la mujer
capacite mejor a sus funcionarios de la administración, que es lo
que hace falta; muy bien, en todo caso solicito de que esta instan-
cia jurídica del Perú pueda apoyarme de cómo debo hacer enten-
der con los que tienen la administración de la justicia ordinaria.
Perfecto, se coordinó con la Corte Superior de Puno, y de allí
envió algunos magistrados para que puedan intervenir en el caso
de manera que sea intervenido en este tema y hemos ventilado
este problema que estaba generando mayores enfrentamientos,
durante 9 años lo que no han podido dar solución los Juzgados,
ni la policía, ni nadie, cada vez se acrecentaba más el problemón,
pero en un par de horas nosotros hemos puesto la verdad y hemos
conciliado. Hoy están muy agradecidas ambas familias.
Nosotros no cobramos dinero alguno para intervenir, nosotros
en las comunidades conocemos nuestra propia realidad, sabemos
quiénes somos, qué atrevimientos tenemos, qué tipo de carácter
tenemos, con esa verdad, no somos profesionales en el tema de
justicia, pero sí por los menos conocemos nuestra propia realidad,
queremos que las autoridades nos entiendan y que nos permitan

80
La justicia peruana en un país multicultural

solucionar nuestros problemas, así como el desaparecido expresi-


dente Mandela en África decía: «Si me quieres sentenciar dentro
de los magistrados de la Casa Blanca, no veo ningún negro aquí
porque yo soy de piel negra; entonces, un blanco no me puede
juzgar porque no me conoce, necesito que sea aquí un juez el que
me sentencie, pero que sea de mi raza», tiene que sentenciarse de
acuerdo a nuestra vivencia cultural, de acuerdo a nuestra propia
realidad y eso no respeta las instancias que tienen la administra-
ción de la justicia. Demandamos de que exista, también, imple-
mentación de algunos funcionarios que puedan encaminar esto.
En Puno, tenemos al doctor Hernan Nayme, que de alguna manera
tiene también su participación, pero no es suficiente.

 ¿Él es el anterior presidente de la Corte Superior de Puno?


Sí, el anterior presidente de la Corte Superior de Puno Hernan
Nayme, con quien se coordinaba y aún tiene dentro de sus funcio-
nes el ejercicio de dirigir esta justicia consuetudinaria que es una
justicia especial, y aún cuento con el apoyo de él.

 Usted, ¿cree, como lo creen algunos otros dirigentes de la


comunidad nativa, de las rondas campesinas, que están capa-
citados para resolver en su trayectoria todo tipo de delito?
Definitivamente que sí, porque nosotros no negociamos la
justicia que hoy en día pareciera que esta mercantilizada, se co-
mercializa la justicia en todas las instancias del sector público, pri-
vado, pero no se ajusta al cien por ciento a las verdades.

 ¿Qué mecanismo tiene usted para que garantice el debido


proceso?
Nosotros hacemos una investigación exhaustiva en el lugar de
los hechos, en una ocasión una humilde madre de familia se me
acerca y me dice: Sr. presidente, esta noche he sufrido una violencia
causada por un vecino que ha volteado prácticamente los muros del
patio, le dije: Muy bien, debo constatar en el acto, si eso es cierto.
Tuve que viajar por 3 horas, llegue al lugar para comprobar si esa

81
Orlando Velásquez

demanda era cierta o no, cuando llego no encuentro ningún muro


caído, que paso ahí, quería sorprenderme, pero eso no lo hace la
justicia ordinaria, no lo comprueba, simplemente recibe la deman-
da en base a eso empieza a procesar, nada más prisión preventiva,
no se ha llegado a comprobar en sí, nosotros si comprobamos, con-
vocamos casos fuertes a una asamblea comunal donde los vecinos y
muchos otros testigos lo fundamenten y listo.

 ¿Ese aprendizaje que han tenido ustedes como lo han adquirido?


Lo hemos aprendido de nuestros antepasados por conoci-
mientos ancestrales, muchos más allá, y eso queremos que nos
respeten el Estado; entonces, cuando se produce una denuncia,
no hemos visto quién es, pero ¿qué hacemos?, seguimos las hue-
llas, buscamos las huellas y damos con ellas, comprobamos, frente
a eso las acciones pertinentes se ajustan a una verdad; hay que
sancionarlo, si hay que sancionarlo.

 Usted, ¿tiene una especie de tribunal o es el dirigente solo, la


decisión final, por ejemplo, para condenar a alguien cómo se da?
Yo tengo contactos públicos con los mismos dirigentes de la
comunidad, cada sector, cada comunidad tiene su representante
comunal, hay una junta directiva, en ese lugar apoyando por los
tenientes rurales. Y, para yo visitar a una comunidad debo coordi-
nar primero con esa autoridad comunal, con esa junta directiva,
que es el representante de la comunidad, ellos son un número
de 10, 8 dirigentes del lugar, elegidos democráticamente por su
comunidad; entonces, ahí hacemos la evaluación en una oficina
comunal del lugar, muchas veces también ellos intervienen en for-
ma directa cuando los problemas son más simples, pero cuando
ya son complejos como un homicidio, como una violencia sexual,
un tema de contrabando, algo ilícito que hacemos personalmente
coordino yo con las instancias judiciales.
Unas pocas autoridades del Ministerio Público nos entienden.
Quiero en esta ocasión poner en manifiesto que el doctor Maxi-

82
La justicia peruana en un país multicultural

miliano Albarrán, fiscal provincial de Desaguadero, muy bien, hay


un problema de tal comunidad, Sr. presidente, necesitamos ver
juntos este problema. Coordinadamente con conocimiento de las
autoridades se emite los pronunciamientos, se evalúa la proble-
mática y me parece interesante, él me dice que hay un campesino
monolingüe, que nos ayude a entender cuál es la demanda, de
qué se trata; entonces, le explica muy bien las cosas. El doctor
Yucuy también en Puno lo hizo una justicia en aimara. Y, eso exi-
gimos, debemos ser juzgados en nuestra propia lengua, tenemos
personas de la tercera edad que son monolingües; entonces, se ha
dado algunos errores que de repente en forma involuntaria, pero
también hemos apelado ahí, estoy trabajando con el Ministerio
Público, con Yucuy también, algunos nos entienden otros como
que no, hay profesionales todavía entendidos en esta materia, por
lo menos se ve algo.

 ¿Tenemos congresos internacionales de justicia intercultural,


el último de Piura parece no tuvo mucha trascendencia, pero
va hacerse un nuevo congreso en Iquitos, usted cree que si-
gue siendo una instancia de coordinación y hay voluntad de
las autoridades del Poder Judicial, de la Fiscalía, de acatar e ir
delimitando el reconocimiento de la justicia consuetudinaria,
el respeto por parte de la justicia ordinaria?
Yo creo que esos espacios son muy importantes, pero no ten-
go una seguridad que efectivamente va a dar la vuelta, todavía me
queda cierta duda, porque ahí hay dos instancias que lo impiden
y hay otros intereses que podemos decir ahorita con lo que ya se
está agitando las olas en la región de Puno con el tema de Walter
Anduviri que ha sido sentenciado nuevamente por haber defen-
dido los recursos naturales del pueblo, de acuerdo con la Cons-
titución Política del Estado, de acuerdo al Convenio 169, somos
posesionarios de nuestra tierra y territorio, ¿quién violenta ahí?
No hay consulta previa, quién es el que permite la concesión mi-
nera, nosotros somos campesinos, estamos viviendo en paz, en ar-
monía con nuestro territorio en nuestras comunidades. Nosotros

83
Orlando Velásquez

no venimos a hacer ninguna negociación, ninguna concesión con


ninguna empresa, pero quién sin consultar al pueblo concesiona
sin permiso. Si existe un título de propiedad reconocido por estar
legado a una ley, quién viene ahí a vulnerar, a invadir nuestros
territorios. Si fácilmente nadie puede ingresar a tu domicilio para
violentar, si estás viviendo en paz, en armonía con la familia, quién
viene ahí. ¿Acaso no tenemos derecho a defendernos?, si eso no
hacemos, entonces, el pueblo de alguna manera sale a hacer uso
de su derecho a las protestas sociales, lo cual es criminalizada;
entonces, que vemos un país de injusticias, los dirigentes que
salen en defensa de sus propios recursos están siendo denuncia-
dos y son muchísimos, y ahora vemos en el contexto nacional se
protege. No todos están adentro, se defienden, ¿qué pasa con el
expresidente Toledo?, ¿cuánto dinero ha lucrado a su favor? y
¿por qué no está en la cárcel?, ¿qué pasa ahora con la empresa
Odebrecth? El que corrompe sufre por lo menos alguna sanción
más, de lo contrario hay que indemnizar, ¿qué es eso?, aquí se
debe aplicar una justicia legal, el que corrompe debe ser sancio-
nado, el corrompido también, pero no pasa eso, lo contrario se
protege, se dice que hay que indemnizar con más de 524 millo-
nes de soles, ¡qué está pasando!

 Don Hugo, cuando la Constitución establece, en el artículo 149,


que debe darse una ley para el reconocimiento del fuero ordi-
nario y el fuero extraordinario, consuetudinario y hay varios
intentos y hasta ahora no existe esa ley, ¿por qué cree usted?
Porque no hay voluntad política, simplemente porque de lo
contrario vamos a entender mejor y vamos a administrar nuestra
justicia tal como se debe, vamos a aplicar y eso no les conviene,
creo que finalmente la justicia trae ciertas divisiones adicionales
para los que tienen la administración, aquí quien purga condena
injustamente son los más pobres, quien tiene dinero no, todavía
falta muchísimo para superar, pero estamos en pos de conquistar
estos derechos que no es fácil, preocupante estos días donde los
representantes de la población, están siendo objeto de mucha pre-

84
La justicia peruana en un país multicultural

sión, pero que podemos hacer. La función de organización de las


comunidades aimaras es la de defender los derechos colectivos,
tal vez no derechos individuales, tal vez no politizar, pero el pue-
blo no entiende por ese lado, sino piensa que debemos estar en
todo momento vigilante de todo, se me hace bastante complejo,
más bien, doctor, quisiera pedirle un favor muy grande al pueblo,
¿qué le parece que podamos hacer nosotros frente a esta crimina-
lización de los dirigentes campesinos que salen en defensa de sus
recursos y que una manifestación del pueblo, muchas veces, apa-
recen infiltrados los que causan disturbios, simplemente porque
sí, y un tercero, el que tiene que pagar las consecuencias, se tiene
que comprobar, demostrar fehacientemente para condenarlo. Si
fuera así, comprobado ante el pueblo, perfecto, lo indefendible,
tampoco podemos defenderlo, pero así por ese hecho de que
haya convocado una protesta social en defensa de los recursos,
eso no parece hecho como coautor, se está sancionando. Me pare-
ce requiere una mejor evaluación y como organización debemos
inclusive lograr identificar entre todos quiénes son los que han
ocasionado destrozos, no se debe atentar contra el Estado, no se
debe atentar contra los derechos del pueblo, no se debe hacerlo.

 ¿En este caso si el gobernador Anduviri es el representante


que ha sido elegido por esa identidad con los anhelos del pue-
blo puneño, hoy día está preso, el pueblo de Puno tiene algún
plan de acción frente a esto?
Han emprendido una serie de movilizaciones, para el día
19 han convocado un paro de 24 horas, donde sí se ha notado
el sentir del pueblo que está presente en las calles y, para ello, el
pueblo se organizó.
Existe un comité de defensa de recursos, quienes están detrás
de este tema y ahora se anuncia nuevamente paro de 48 horas
para el día lunes 26 que viene, y si no se da ningún pronuncia-
miento del sistema jurídico del Perú, posiblemente, que esto va
a traer mayores descontentos, tal vez una huelga, tal vez como

85
Orlando Velásquez

alguien decía una segunda acción de los aimaras, sería triste, la-
mentable, es más se está voceando de que nos estaríamos yendo a
una huelga nacional indefinida, todos los indígenas del Perú, los
amazónicos, los andinos, las comunidades de la costa. Sería un
conflicto social que habría que tomar en cuenta qué mecanismos,
dónde, cómo comprobar las cosas, porque no es solo acudir, sino
dentro de todo el espacio de reconocimiento y respeto consuetu-
dinario y al carácter del poblador indígena, y ojalá no se dé estos
hechos porque perjudica, en esos paros hay a veces represalias
policiales y como se dice que no se debe violentar.
Pero qué está pasando con Tía María no más, hemos visto
cual es el trato que reciben los manifestantes, es algo inhumano;
entonces, no queremos, personalmente no deseo que ocurra, si
no se apertura espacios de diálogo permanente con las organiza-
ciones de ambos mecanismos, si es que efectivamente se demues-
tra también un hecho lamentable, que caiga a quien caiga el peso.
Ahí no vamos a salir nosotros indefensos, el que se lo merece que
se lo merezca, pero no un tercero pagando culpa por los prime-
ros, por eso me queda un poco de incertidumbre. Mientras no
se da una explicación pensamos que nos están criminalizando,
mientras no hay una respuesta pensamos que es una situación de
persecución política, tal vez porque ha ganado bastante empatía,
ha ganado una fuerza de vida, en todo caso que puede pasar, si
Anduviri apuesta por algún candidato nacional en las siguientes
elecciones, es seguro el candidato fijo a ganador. Entonces, me
parece se torna un tanto como una fuerza política para el Estado,
para el sistema mismo no le conviene. Entonces, qué hay que ha-
cer, hay que ver otros mecanismos a efectos que no se pronuncie,
que no salga esa fuerza y que sigan gobernando. Que gobierne
quien gobierne, pero queremos gobierne con el pueblo y para el
pueblo, y no para los intereses trasnacionales.

86
La justicia peruana en un país multicultural

Margarita Machaca Quispe


Presidenta de la Organización de Mujeres
Indígenas de la provincia de Melgar
Base de la ONAMIAP

 ¿Cuál es su nivel de representatividad?


Represento a las comunidades nativas de la provincia de Mel-
gar, del Altiplano de Puno, soy una líder indígena en representa-
ción de las mujeres organizadas de nuestras comunidades nativas,
por lo tanto, velamos por la justicia y los derechos de las mujeres
de todas nuestras provincias. Para nosotras, las mujeres son la base
de nuestra comunidad, por lo que participamos en el ordenamien-
to y respeto a las decisiones y normas que rigen la vida de nuestra
población. Por esta razón no solamente participamos en la admi-
nistración de justicia, sino tenemos que ver con la contaminación
de nuestros ríos, los problemas de la educación de nuestros hijos
y, muy en especial, los problemas de salud ante el abandono por
parte del Estado, que nos obliga a realizar una serie de acciones
para que la salud llegue a nuestros niños especialmente.

 ¿En sus comunidades ustedes están en condiciones de admi-


nistrar justicia?
En las comunidades, tenemos experiencia para tratar los dife-
rentes conflictos y problemas de convivencia entre nuestra gente. La
mayoría de los conflictos se realizan por la comisión de algunos de-
litos, problemas de herencia, de pareja, que nosotros lo resolvemos
de acuerdo a la gravedad del problema que se nos presenta. Si son
delitos cometidos por el robo, de acuerdo a la cuantía, los procesa-
mos y damos la sentencia que corresponde de acuerdo a la gravedad
de lo cometido. Los problemas de separación, discusión o violencia,
generalmente, se resuelve a partir de la conciliación de las parejas o
personas, las cuales se comprometen a cumplir lo pactado y la pro-
mesa de no volver a incurrir en esas faltas. Para esto se firma un acta
en donde cada uno de los acusados declaran su conformidad, y si se
aplica castigo también se comprometen a aceptarlos.

87
Orlando Velásquez

 ¿Qué tipo de castigos o penas aplican?


Cuando la falta no es muy grave y se observa que ha partido
de estado de ánimo o por la alteración del momento, se les obliga
darse la mano o abrazarse según los casos. Cuando es más grave,
se les obliga a realizar un número determinado de ranas, flexio-
nes o a recibir una cantidad de golpes o latigazos, cuyo número
también depende de la falta cometida.
Si lo cometido es un delito mayor, se le condena a una cadena
comunitaria, obligándolo a pasearse por diferentes comunidades,
cuyo tiempo demora según el delito, en cuyo tiempo debe reali-
zar trabajos comunales bajo la estricta vigilancia de los dirigentes o
responsables de la aplicación del castigo. En cuanto a la violación
sexual, depende de la edad y el consentimiento de los implicados y
de la familia que, generalmente, termina en la unión de la pareja.
En cuanto a los delitos mayores como homicidio o violación
sexual a menores vulnerables, para nosotras ya son delitos que
exigen penas muy drásticas, por lo que generalmente capturamos
a los infractores y comunicamos a la Fiscalía o la autoridad judicial
para que en coordinación con ella se les haga el proceso que les
corresponda. Para nuestra comunidad, estos delitos no podemos
procesarlos nosotros porque ya significan penas mayores, de ahí
que respetamos a la justicia ordinaria, para que ellos se hagan
cargo de las personas y les hagan la investigación y lo que corres-
ponde. En este caso, nosotros acompañamos en diferentes partes
del proceso cuando es necesario nuestra concurrencia.

 ¿Existe el feminicidio en sus comunidades?


Sí, existe, pero no es muy frecuente. Cuando es leve, los trata-
mos nosotras como parte de nuestras costumbres en la solución de
las diferencias, de acuerdo con nuestra justicia, porque lo principal
es mantener el hogar y el arrepentimiento real de los causantes de
los conflictos. Si se llega al crimen, entregamos el caso a la policía
y a la Fiscalía para que actúen de acuerdo a las leyes sobre el caso.

88
La justicia peruana en un país multicultural

Todos los acuerdos que se toman en la aplicación de la justi-


cia, son procesados por la junta directiva y al final por el Plenario
de la Asamblea General. Es este organismo máximo el que decide
que el caso pueda pasar a la Fiscalía, cuando la gravedad exige.

 ¿Su organización solamente atiende estos problemas de justicia?


No. Nosotras como mujeres, también, participamos muy fuerte
en la defensa de nuestras tierras y no queremos la minería porque
contamina nuestras tierras, envenena nuestros productos, y si antes
teníamos abundancia, ahora las aguas están contaminadas y hemos
dejado de producir leche, porque nuestras vacas han sido envene-
nadas, por lo que arrogan las minas. En la actualidad, miramos muy
tristes el envenenamiento de las aguas, las tierras y la forma como
se secan las lagunas, y nuestros pastos desaparecen porque son
quemados con los desperdicios de la mina. Nosotros no queremos
minería porque antes de que ellas lleguen como maldición nues-
tras tierras, teníamos abundantes productos verdes; producíamos
leche, quesos; criábamos animales, y estábamos sanos. El veneno de
la mina ha traído muchas enfermedades en nuestras comunidades.

 ¿Qué otras acciones realizan ustedes como organización de


mujeres?
Nosotras participamos en todas las acciones para defender
nuestra tierra. Recientemente, hemos hecho una huelga para que
se retire la mina de nuestras tierras, porque las están contami-
nando. También, luchamos contra el Gobierno, porque apoya la
minería y nos miente que van a retirarla, por eso vamos a seguir
luchando hasta que se retiren del todo porque de lo contrario
haremos otra huelga, para lo cual estamos coordinando con otras
provincias para hacer una huelga regional y, de repente, nacional
para defender a nuestro presidente regional, que es dirigente del
pueblo aimara, el Sr. Anduviri, que ha sido encarcelado por de-
fender nuestro derecho de los invasores de tierra y de las grandes
compañías mineras que contaminan nuestras tierras.

89
Orlando Velásquez

Isaac Luca Ananoka


Abogado, asesor de la Federación
de Comunidades Aymaras

 ¿Cuál es su nombre y qué cargo tiene?


Mi nombre es Isaac Luca Ananoka, soy abogado y en este mo-
mento estoy como parte de la accesoria técnica, en lo que es con-
sulta previa. Estoy participando en la ley que se ha implementado
en lo que es calentamiento climático, es un Acuerdo de París; en-
tonces, hoy día estamos en esa reglamentación que estamos partici-
pando en asesoramiento en las comunidades de Hunca, de Puno.

 ¿Por lo menos un avance porque ya se les considera a ustedes


dando su opinión o es simplemente formalismo del Estado?
En ese aspecto, es —como verás— tan complejo, y en la pelea
que se está dando en sí, bueno en el marco de lo que es el Convenio
169 ya se dio ese derecho como pueblos indígenas originarios, ya
reconocidos a nivel mundial. Bajo ese marco, es que el Gobierno
como uno de los firmantes de este Convenio, convoca a consulta
previa a todas las comunidades, especialmente, comunidades que
están organizadas y se convoca a su representante. Entonces, en
este momento lo que se está haciendo, como le decía hace rato,
es que los pueblos indígenas resisten ante ese avasallamiento del
coloniaje, que para nuestra comunidad no ha terminado hoy en
día en los hechos en lo práctico, claro existen los papeles de que
efectivamente se reconoce, pero en los hechos aun todavía y eso
es mero formalismo que en los hechos no es todavía ejecutable,
como dice el Gobierno: ejecutar. Entonces, en esta situación de
crisis, inclusive, que está pasando es que para defender sus tierras,
su cultura, su lengua, todavía no está en su totalidad, es más las
comunidades están en esa lucha que pueda ser incluido en el sis-
tema educativo de la interculturalidad, lo cual se pueda dictar a
nivel nacional y que se pueda a través de todos los centros educa-
tivos, y esto que pueda ser insertado en las currículas del Estado.

90
La justicia peruana en un país multicultural

Es esa la lucha que se está dando, pero como lo vuelvo a repetir


acá no es que el pueblo o el Estado por el derecho se le va, es una
constante lucha, o sea, el Gobierno en este momento realmente
como quiera que gobierna, ni siquiera participa, vemos en los car-
gos altos representantes de los pueblos indígenas. Realmente, exis-
te una discriminación a nivel nacional y todos los derechos que se
consigan siempre ha sido a través de lucha.
Lamentablemente, cualquier protesta de los pueblos indíge-
nas es cuando son avasallados sus derechos, hoy en día se penaliza
la lucha a pesar que en la Constitución del Estado dice ahí la libre
participación y no que tiene derecho a poder contradecir cuando
se avasalla en contra el derecho de los pueblos; sin embargo, esto
no ocurre hoy en día, el sistema político que sea implementado
realmente es un sistema que no reconoce, es un sistema que ava-
salla con los derechos de los pueblos; entonces, en esta situación
estamos, entonces, el otro derecho que se está peleando es cómo
nosotros tratamos de recuperar su forma, su lengua, su idioma, y
lo otro cómo recuperamos y cómo restablecemos nuestra forma
de justicia y que también, bueno si consideramos en algo, algún
derecho que se vea, que consta en la Constitución del Estado que
se respete mejor dicho sus usos y costumbres, todo el Convenio
169, que restablece la justicia indígena que tiene su forma de re-
solver sus problemas, tiene su forma de hacer justicia de mante-
ner su orden social dentro de sus jurisdicciones; entonces, esta-
mos también ese proceso.

 Si el artículo 149 establece claramente y obliga al Congreso a


dar una ley de delimitación de las dos justicias y habla de coor-
dinación de las dos justicias, ¿qué se ha avanzado al respecto?
Bueno, en algunos aspectos, si se ha insertado en el Código
Penal, pero no lo es todo, esto tiene que ser más amplio, esto se
tiene que aceptar —como dice el Convenio 169— la decisión de
las comunidades y se tiene que aceptar, se tiene que respetar, no
lo es todo, porque hoy en día —como lo vuelvo a repetir— el
Estado algunas cosas las facilita, pero no lo es todo porque hoy

91
Orlando Velásquez

en día la forma como he tenido casos como abogado, incluso, no


se le pone interprete y simplemente se le interroga, y los fiscales
deciden según su parecer, escriben su parecer mas no lo que está
narrando de los hechos, hemos visto casos no reconocer sus de-
rechos donde el comunero o ciudadano necesita un intérprete.

 ¿Las 100 Reglas de Brasilia establece la obligación de aten-


derlos dentro de su realidad, dentro de sus condiciones?
Así es, estos acuerdos internacionales deberán tomar el Esta-
do, a pesar que está establecido que el Estado reconozca los con-
venios internacionales, así como los acuerdos, es de obligación
que el Gobierno lo implemente en el país, pero está claro que esta
situación no ocurre. Entonces, estamos en esa situación, en ese
proceso de continuar y de ver en algún momento que se pueda re-
cuperar esa forma de nuestra cultura y que eso no se va a permitir
en el futuro, tener mejor orden social, mejor desarrollo, porque si
no conocemos nuestro pasado, no podemos tener una base como
para hacer un diseño, un desarrollo para nuestro país.

 ¿Por qué cree que los magistrados aún ven desde arriba hacia
abajo a los dirigentes, autoridades de la justicia consuetudinaria?
Lamentablemente, uno por desconocimiento, otro es que se
sujetan al poder político, no hay imparcialidad como debe ser,
como establece la ley. Entonces, deciden lo que el poder político
ordena, lo que el poder político dice lo que tienen que hacer, eso
se ve hoy en día, lo vemos nuestros dirigentes, que están penali-
zados y otros encarcelados, lo mismo ocurre en Chile. O sea, son
países que todavía estamos en proceso, hoy en día no se cumple
lo que debería de cumplirse, como los derechos ganados en el
Convenio 169, no se ejecuta en su totalidad, en algunos casos si se
da, en algunos casos no; entonces, esta es la situación, por eso le
decía a nuestro pueblo que nuestra comunidad resiste ante este
avasallamiento coloniaje, que aún sigue profundizado cada vez
más y para nosotros los pueblos indígenas no ha terminado el
proceso colonial todavía continua.

92
La justicia peruana en un país multicultural

 ¿Cómo recibe alguna opinión en su momento de tener nueve


Congresos Internacionales de Justicia Intercultural? Sin em-
bargo, en los primeros congresos se ha sido contundente para
reconocer y limitar, y en los siguientes congresos se ha repeti-
do lo mismo, pero no ha ocurrido avances a tal punto que en el
último congreso se está exigiendo el reconocimiento directo
Realmente, lo que nosotros, como que en el campo legal, como
le digo como abogado litigante, no hay esa voluntad, no existe esa
voluntad, ahora de estos congresos que se llevan a cabo ese es el
único espacio que tiene la voz de los pueblos indígenas, la cual pue-
de expresar, pueden hacer sus demandas cuando son avasallados
sus derechos. Entonces, ahí nuestros dirigentes continúan en ese
congreso, para que pueda este Gobierno de turno escuchar sus vo-
ces, y eso es muy importante, que todos los pueblos participemos de
esto, es muy importante, mejor dicho el Gobierno de turno pueda
escuchar y ver cómo es la realidad, y una cosa, por ejemplo, se dice
cada cosa, pero en las comunidades está pasando otras situaciones.
Hay otro mandato en el Gobierno que no se habla, hoy en día hay
una inmensa cantidad de bosque que se están exterminando con
este incendio y no solamente es en la selva, lo mismo ocurre en el
alto andino, hace un mes atrás en el sector de Puno un gran incen-
dio en los pastizales, esta situación no es que ocurrió por un acci-
dente, es que sabemos cómo actúan las empresas privadas y ligado
al Estado, es una forma de poder empobrecer porque al quemar
todos sus pastizales eliminan gran cantidad de pastos que se alimen-
tan a sus ganados; entonces, lo mismo pasa en la selva, por ejemplo,
al quemar los bosques, seguramente hay proyectos petroleros.

 Entonces, ¿está dirigida la quema de bosques?


Todo está dirigido, eso ya viene desde mucho tiempo más an-
tes, así como se acordará usted la época del terrorismo cuando se
caían las torres de alta tensión, lo raro que después que se priva-
tizo nunca más se cayó ni una torre, eso es un análisis y una reva-
luación al respecto porque ahí vemos que han estado detrás todas
esas empresas privadas ligadas con el Gobierno.

93
Orlando Velásquez

En realidad, el Gobierno no protege a las comunidades, por eso


estas luchas, resistencias, el pueblo, las comunidades indígenas, se
tiene que proteger. Lo más curioso del Gobierno y de las empresas
privadas, y eso es lo más grave, bueno pasa lo mismo en Chile y otros
Estados, y eso en el Perú es lo peor, acá hay un desorden total, acá lo
que se necesita es profundizar aún más, que se puedan reconocer
nuestra cultura, se tiene el suficiente conocimiento en el cual noso-
tros podemos desarrollar como país y superarnos mejor que otros.

Mauro Cayruna Urquia


Presidente de la Federación de Comunidades Amazónicas

 Usted, ¿a quién representa en este momento?


A la Confederación de Nacionalidades Amazónicas del Perú,
Ucayali.

 Una de las preocupaciones que existen es que hasta este mo-


mento se ha realizado ya nueve Congresos Internacionales de
Justicia Intercultural, ¿cree que a estas alturas se ha avanzado
lo suficiente para reconocer lo que manda la Constitución
que es el reconocimiento de ambas justicias?
Bueno, hubo la intención del Estado peruano, en este caso, del
Poder Judicial de implementar este protocolo de justicia intercultu-
ral, pero creo que hay una primera intención, no se ha llegado a con-
cretizar en algunas regiones, por ejemplo, en Loreto, me parece que
está un poco se han implantado Ucayali, el anterior presidente de la
Corte también quiso hacerlo, pero el nuevo presidente de la Corte
lo ha retrocedido todo. Entonces, para mí es una gran necesidad de
estar en el Estado peruano a través del Ministerio de Justicia y el Poder
Judicial para implementar esta justicia intercultural en nuestro país.

 Usted, ¿cree que los pueblos, comunidades nativas, amazónicas


están en condiciones de administrar justicia en su territorio?
Claro, creo que estamos en condiciones, pero habría que
aplicar también el poder de la justicia intercultural.

94
La justicia peruana en un país multicultural

Hay prácticas que ya no se deben hacer en la actualidad, por


ejemplo, antes se hacía justicia por su propia mano, por ejem-
plo, si se cometía una falta en lo ejecutivo, lo que se hacía es
cortar tu cabeza, era una forma de arreglar en lo ejecutivo las
diferencias y no pasaba nada, ahí estaba postrado por tres meses
sin que nadie diga nada.
Otra práctica que ya no se puede ahora, la extracción de clí-
toris, que en ese tiempo se hacía por adulteras y, también, era
condena sustraer cosas ajenas, se le aplicaba una sanción, era to-
talmente prohibido sustraer cosas ajenas, entonces que hacia el
apu o el curaca mandaban a una tercera persona a traerlo y bajo
tierra lo tenían hasta el cuello, una semana entera, eran castigos
muy severos, dependiendo de la gravedad de la falta cometida.
Entonces, ahora la justicia ordinaria a un delincuente, a un
asaltante lo agarra más que 24 horas, y ya está afuera después, ahí
no pasó nada; en cambio, en la otra justicia era más severa.
Pues como esto se debe aplicar, pero respetando la ley, dán-
dole un peso a la justicia ordinaria que también hay que respetar,
pero que también la justicia ordinaria debe tener en cuenta nues-
tras prácticas de repartir justicia en nuestro territorio.

 Dejando de lado esas acciones muy severas, prohibidas en


este momento, la comunidad hace proceso a un delincuente,
a un adultero, ladrones, homicidas, ¿la comunidad está en
condiciones de hacer el debido proceso?
Claro, porque mira hasta hace 20 años en las comunidades ha-
bía calabozos que les daban con palos muy duros y se encerraba por
5 días a 10 días, depende de la gravedad ¿no?, que determinaba el
curaca, era el tiempo que tenía que estar esa persona que cometía
delitos, faltas, algo grave.
Bueno, en algunos casos nosotros notificábamos delitos pe-
nales que ahora se conocen, por ejemplo, que la secuestración
de una niña de 10 años no constituía un delito, en la práctica se
convivía, se criaba prácticamente para que sea su mujer, ahora es

95
Orlando Velásquez

un problema latente en algunos sitios, pero ya en la práctica no


se somete a ordinaria, eso lleva años, por eso muchos están presos
ahí, condenados a 20, a 25 años de cárcel.

 Si hay violación en un territorio nativo, ¿la jurisdicción con-


suetudinaria no lo procesa?
No, ahora todo mayormente lo manda a la justicia ordinaria,
pero antes no era así era una práctica común, para nosotros no era
un delito ese tema.

 ¿Qué delitos los curacas actuales, los apus o las dirigencias de


las comunidades juzgan directamente en su territorio?
El uso indebido de los recursos naturales, como la madera,
la alpaca, la pesca, por ejemplo. Está permitido hacer una pesca
artesanal con flecha o con anzuelo, y algunos comuneros que me-
ten redes, eso lo exterminan, no está permitido en la comunidad,
se sanciona eso, una de las sanciones es el trabajo comunal, hacer
limpieza de calles, puertas, plazas, por un mes como castigo.

 ¿Quiénes investigan o juzgan o dan la pena?


Ahí hay un sistema de organización comunal, el presidente
de la comunidad tiene policías comunales, hay un teniente gober-
nador. En la actualidad, son ellos los que se encargan de aplicar
la justicia. El presidente recurre al teniente para que lo aplique
dentro de su competencia.

 ¿Y no tienen problemas con algún policía o fiscal cuando aplican?


Cuando se informa, sí, también a veces los familiares se que-
jan, por ejemplo, hay personas extrañas que no son miembros
de la comunidad, extraen madera sin permiso de la comunidad.
¿Qué hace la comunidad? Toma su motosierra, le quitan la made-
ra, y el talador se queja porque le han quitado su motosierra, su
herramienta de trabajo, a veces se llega a esos problemas.

96
La justicia peruana en un país multicultural

 ¿Pero en algún momento al aplicar se les respeta o los agre-


den a ustedes?
En algunos casos, han ido a parar a la cárcel algunas autori-
dades del movimiento por abuso de autoridad, cosas que la justi-
cia ordinaria lo tipifica qué delito cometió sin importarle nuestro
derecho consuetudinario. Por ejemplo, la forma de cómo no va
la comunidad en su conjunto a actuar, pero siempre y cuando el
policía agarra y detiene es al jefe de la comunidad o a las autorida-
des, también debemos ver esas cosas para poder resistir. Entonces,
nosotros podemos aplicar nuestra propia justicia, en casos que si
es posible hagamos respetar las leyes.

 ¿Hoy usted está en este evento que han convocado el Minis-


terio de Ambiente, ellos los están apoyando o es porque uste-
des están exigiendo el respeto de su espacio territorial, o es
por su cuenta que el Ministerio los quiere hacer partícipe?
No, es que mira —de acuerdo al Convenio 169— como el
Estado peruano ha ratificado su Convenio 169, tiene rango cons-
titucional, en base a eso se está llevando a cabo el Estado perua-
no; entonces, me consultan, por ejemplo, que la situación de la
región indígena, en cuanto al sector en proceso para elaborar
las leyes, de consulta previa y su reglamento. Y, de igual manera,
hemos venido participando, por ejemplo, en las leyes forestales
y flora silvestre, en toda la formulación y propuesta de leyes y
su reglamento, hemos participado también en el proceso de
consulta de la Ley de Lengua, ahora este proceso de consulta
del reglamento de la Ley sobre Marco de Cambio Climático.
Bueno, esta es por ley, pero también todo ha sido por un pro-
ceso de lucha para las organizaciones garantizar este derecho,
ahora el Estado está en la obligación de consultar todas las me-
didas administrativas y tentativas que puedan afectar los dere-
chos colectivos conseguidos.

97
Orlando Velásquez

 ¿Cree usted que en este momento, a pesar del interés y la vi-


gilancia de ustedes, se cometen algunos abusos por parte de
algunas empresas o del Estado?
Yo diría que en parte el Estado no respeta, por ejemplo, el
Congreso de la República no consulta cuando hace ley que puede
afectar a los pueblos indígenas. En la Ley de Cambio Climático no
hemos participado, solo estamos participando en la reglamenta-
ción no más, ya está hecha la ley. El Congreso debió participar al
pueblo indígena porque nosotros somos los que estamos afecta-
dos por este cambio climático; sin embargo, ha hecho el Congre-
so la ley sin la consulta adecuada, ahora es el ejecutivo quien nos
convocó para la reglamentación, así están las cosas.

 ¿Y, no encuentran problemas porque la ley ya tiene un marco?


Justamente, mira este es el segundo evento porque el prime-
ro no puede acabar, justamente, porque la ley misma está cerrada
y este debate no ha terminado, hay un evento que no se ha ter-
minado, vamos a 5 días, a veces el Estado no respeta; también, el
principio de flexibilidad está contemplado en la Ley de Consulta.

 ¿Y, está arribando en este momento a algunas conclusiones?


Sí, bueno, el martes, estamos concertando acuerdos en gran parte.

 ¿Qué tipo de acuerdos, sobre qué efectos?


Sobre el reglamento, hay cosas que están en el reglamento
que estamos llegando a cuerdos ¿no? Estamos consensuando, en
parte estamos, hay partes que estamos corrigiendo, como así esta-
blece la Ley de Consulta, estamos poniendo cosas que no estamos
de acuerdo, que quede en acta.

 ¿Pero ustedes también han traído algunas propuestas por escrito?


Claro, nosotros tenemos propuestas, estamos trabajando, tie-
nen las propuestas del Estado y las propuestas de la comunidad
indígena, sobre esta realidad.

98
La justicia peruana en un país multicultural

 ¿Su organización por quién está compuesta? ¿Qué organiza-


ción es?
Es la Confederación de Nacionalidades Amazónicas del Perú,
la integran toda la Amazoníaa, toda la región de los pueblos indí-
genas, los shipibos de Uacaychi, Chancas, por ejemplo, en Ucayali
hay 15 pueblos indígenas, y hay una representación ahí, nacional-
mente la oficina la tenemos acá, es la central. Tenemos bases en
la selva central, en Pasco, Loreto, Ucayali, Marañón, San Martín,
Amazonas, etc., todas las regiones.

 ¿Cada región tiene su Federación?


Sí.

 Usted, ¿es el coordinador de todo Ucayali?


Así es.

 ¿Hay un poco de diferencia con los pueblos andinos, es dis-


tinto, es otro tipo de preocupación?
En la Amazonía hay más recursos, que no es lo mismo que
en la sierra; la pelea es por la minería y nosotros optamos más
por los forestales, los bosques que están siendo exterminados
por la tala ilegal, incluso, también la presencia de la minería
en Madre de Dios.

 Lo importante es forjar todo lo que se refiere a algunas coor-


dinaciones, ¿ahorita están las comunidades andinas y las co-
munidades amazónicas?
Sí, y también están las comunidades costeras, hay siete organi-
zaciones que están participando de costa, sierra y selva.

99
Orlando Velásquez

2. Representatividad de la población comunitaria en el Perú


2.1. La comunidad nativa
En el presente acápite se consigna la información estadística
de las comunidades nativas existentes, a partir de su reconoci-
miento oficial, incorporando también a aquellas comunidades
que se encuentran en proceso de reconocimiento, así como
aquellas que existiendo no han iniciado un procedimiento for-
mal de titulación. Al respecto, existe mucha dispersión en la
información. Desde 1980, cuando se inicia el proceso de rea-
grupamiento de las comunidades campesinas, después que, en
la década del 70, la reforma agraria organizó la tenencia de la
tierra sobre la base de la hacienda tradicional, se puso los ojos en
la comunidad nativa. En la medida en que la comunidad campe-
sina estuvo confundida en el proceso de reforma agraria, la co-
munidad nativa prácticamente pasó desapercibida; sin embargo,
en esta etapa se hace vigente su presencia, cuando la comunidad
campesina exige su titulación y se reagrupa ante el fracaso de las
Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS).
A lo anterior se sumó el objetivo del Estado peruano, que des-
de la mitad del siglo pasado empezó un proceso de colonización
de la selva peruana, considerando que se encontraba despoblada
y, por lo tanto, se debería generar procesos de repoblamiento. Esta
acción, por un lado, ignoraba la existencia de las numerosas comu-
nidades nativas y poblaciones aborígenes que habitan en nuestra
Amazonía. Por otro lado, se buscaba la explotación de las grandes
riquezas que esconde nuestra selva. En este contexto, la fiebre del
caucho, la fineza de la madera de sus bosques, la riqueza petrolífera
y, posteriormente, la voracidad de las empresas mineras, se con-
vierten en la causa para mirar este extenso territorio. Uno de los
problemas que sirvieron para que los impulsores gubernamentales
emprendieran estas acciones radicaba en el desconocimiento de la
comunidad nativas. Esto fue alimentado por la inexistencia de un

100
La justicia peruana en un país multicultural

mapa o de información confiable de la presencia de cientos o miles


de comunidades aborígenes en estos inmensos territorios.
Existieron varios mecanismos y procesos, promovidos por el
Estado peruano, para alcanzar la llamada colonización de la sel-
va. Desde los intentos coloniales en busca del dorado en la selva
peruana, siguiendo por los procesos de colonización que impul-
san en 1853 y 1859 para colonizar la zona del Pozuzo y otras re-
giones de la selva, hasta 1884 en el río Apurímac, hasta la ley de
1898, llamada Ley Orgánica de Terrenos de Montaña, con el fin
de explotar estos territorios, cuyo resultado fue la venta de miles
de hectáreas de bosque a empresas nacionales e internacionales,
que supuestamente buscaba el atractivo para colonos extranjeros,
siendo el inicio de la depredación de nuestros bosques.
Según Urrutia, Remy y Burneo, en su trabajo conjunto de
Comunidades Campesinas y Nativas, la depredación de las tierras
de montaña se da con la Ley N.° 1220 de 1909, que constituye el
inicio real de la depredación de los bosques de nuestra Amazonía.
En ese trabajo, consideran que cuatro eran las modalidades apro-
badas para acceder a estas tierras de propiedad del Estado según
la misma norma:

1. Era posible adquirir mil hectáreas para fines agrícolas o pe-


cuarios, en por lo menos una quinta parte de la propiedad,
y no más de 30 mil hectáreas para la explotación de gomales
(los autores se refieren a la explotación del caucho).
2. Permitía denunciar hasta cincuenta hectáreas sustentándose
en el pago de una contribución semestral.
3. Era posible recibir gratuitamente hasta 5 hectáreas si estas
eran cultivadas.
4. Cesión para obras públicas o colonización.

101
Orlando Velásquez

Este sistema de denuncias propició la adjudicación de am-


plias extensiones de territorio de selva utilizadas por las comuni-
dades indígenas para reproducción, los cuales se «entregaban» a
personas muchas veces ausentes. La lenta ocupación por colonos
de territorios totalmente indígenas se aceleró con la fiebre del
caucho que explica igualmente la creación en 1912, durante la
presidencia de Guillermo Billinghurst, del departamento de Ma-
dre de Dios. (Urrutia et al., 2019, pp. 39-40).

COMUNIDADES NATIVAS:
UBICACIÓN Y EXTENSIÓN TERRITORIAL

— Estadística total de las comunidades nativas reconocidas y ti-


tuladas, reconocidas por titular y por reconocer y titular
— Tabla resumen por departamento de las comunidades nati-
vas reconocidas y tituladas, reconocidas por titular y por re-
conocer y titular
• Departamento de Amazonas
• Departamento de Ayacucho
• Departamento de Cajamarca
• Departamento de Cusco
• Departamento de Huánuco
• Departamento de Junín
• Departamento de Loreto
• Departamento de Madre De Dios
• Departamento de Pasco
• Departamento de San Martín
• Departamento de Ucayali

102
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 1
Registro de comunidades nativas en el Perú

RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN TITULADA


DEPARTAMENTO TOTAL
TITULADAS POR TITULAR TITULAR (HA)

Amazonas 199 170 8 21 1 512 336,1484

Ayacucho 5 1 4 - 13,9951

Cajamarca 2 2 - - 117 936,8200

Cusco 65 58 4 3 900 668,4108

Huánuco 14 8 5 1 85 637,9826

Junín 186 158 22 6 732 458,3546

Loreto 1098 578 411 109 5 751 053,7464

Madre De Dios 32 23 6 3 380 777,7317

Pasco 128 98 24 6 443 355,0930

San Martín 101 29 70 2 216 014,9288

Ucayali 336 234 54 48 2 275 609,5402

Total 2166 1359 608 199 12 415 862,7516

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 2
Departamento de Amazonas

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Bagua 66 58 2 6 355 874,607

Bongora 1 - - 1 -

Condorcanqui 132 112 6 14 1 156 461,540

TOTAL 199 170 8 21 1 512 336,148

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

103
Orlando Velásquez

Tabla 3
Departamento de Ayacucho

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Huanta 2 1 1 - 13,9951

La Mar 3 - 3 - -

TOTAL 5 1 4 0 13,9951

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 4
Departamento de Cajamarca

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

San Ignacio 2 2 - - 117 936,8200

TOTAL 2 2 0 0 117 936,8200

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 5
Departamento de Cusco

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR Y TITULAR TITULADA (HA)

La Convención 62 55 4 3 823 878,4108

Paucartambo 2 2 - - 39 775,0000

Quispicanchi 1 1 - - 37 015,0000

TOTAL 65 58 4 3 900 668,4108

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

104
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 6
Departamento de Huánuco

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Puerto Inca 14 8 5 1 85 637,9826

TOTAL 14 8 5 1 85 637,9826

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 7
Departamento de Junín

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Chanchamayo 51 49 1 1 26 601,8400

Satipo 135 109 21 5 705 856,5146

TOTAL 186 158 22 6 732 458,3546

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 8
Departamento de Loreto

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Alto Amazonas 157 101 43 13 511 759,1496

Datem del
183 89 73 21 1 472 553,6603
Marañón

Loreto 239 123 101 15 1 218 128,0789

Mariscal Ramón
120 63 50 7 460 726,4858
Castilla

Maynas 203 137 50 16 1 159 855,9171

Requena 141 27 84 30 785 181,8435

Ucayali 55 38 10 7 142 848,6112

TOTAL 1 098 578 411 109 5 751 053,7464

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

105
Orlando Velásquez

Tabla 9
Departamento de Madre de Dios

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Manu 15 9 4 2 169 106,9578


Tahuamanu 2 1 - 1 53 394,0000
Tambopata 15 13 2 - 158 276,7739
TOTAL 32 23 6 3 380 777,7317

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 10
Departamento de Pasco

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Oxapampa 128 98 24 6 443 355,0930


TOTAL 128 98 24 6 443 355,0930

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

Tabla 11
Departamento de San Martín

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Bellavista 3 - 3 - -

El Dorado 15 4 11 - 12 341,5600

Huallaga 2 - 2 - -

Lamas 44 10 33 1 58 133,0500

Mariscal Cáceres 1 - 1. - -

Moyobamba 10 10 - - 113 498,7288

Picota 1 - 1 - -

Rioja 4 4 - - 26 188,9900

San Martín 21 1 19 1 5 852,6000

TOTAL 101 29 70 2 216 014,9288

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

106
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 12
Departamento de Ucayali

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Atalaya 183 115 34 34 1 201 006,2063

Coronel Portillo 111 84 16 11 540 273,7064

Padre Abad 10 7 2 1 188 750,3118

Purús 32 28 2 2 345 579,3157

TOTAL 336 234 54 48 2 275 609,5402

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA, Instituto del Bien Común.

2.2. La comunidad campesina


Para los fines del presente trabajo, no se va a discutir el origen
de la comunidad campesina, por cuanto estudiosos de la antropo-
logía, la historia, la etnología, discrepan en torno al origen de estas
ancestrales organizaciones sociales. Para algunos, la comunidad es
creación colonial ante la necesidad del Virreinato para constituir
organizaciones sociales que debían agruparse en reducciones para
el cobro de impuestos, de necesidad vital para el Gobierno colo-
nial. Para otros, la comunidad es la expresión organizativa ancestral
desde los orígenes de la sociedad peruana, teniendo en el ayllu su
antecedente más próximo. Es decir, la comunidad campesina o de
indígenas, como se llamó desde el inicio, es la extensión del ayllu
prehispánico. Al margen de esta discusión, no cabe duda que la co-
munidad es el ente representativo que conservó y proyectó la rique-
za cultural del antiguo Perú.
En el trabajo sobre la Comunidad Campesina en el Perú, citando
a Flores Galindo, se expresa lo siguiente: es evidente que sin la
comunidad resulta ininteligible el campo peruano. Sin considerar
su presencia no se puede pensar ni proyectar los planes de desa-
rrollo agrícola. La respuesta del autor tiene que ver con el acenso
cuantitativo y la dimensión poblacional de la comunidad campe-
sina en el Perú. No se puede hablar de extensión ni de pérdida de

107
Orlando Velásquez

vigencia, si los actores aumentan cada vez más. Tampoco se puede


hablar de extinción de los ancestrales rasgos comunitarios, si es-
tos son la esencia de la comunidad, característica que le permite
subsistir, como lo hizo en todos los periodos de la historia, a pesar
de la adversidad y las fuertes presiones de los grupos de poder
político y económico que, incluso, amenazaron con desaparecer-
la para apropiarse de sus tierras e imponer nuevo modo de vida.
Por lo tanto, como Flores Galindo, existen muchos investigadores
que demuestran la continuidad de la comunidad, heredera de la
riqueza cultural y ancestral del Perú.
La comunidad campesina comprende extensos territorios de
la serranía de nuestro país, que a pesar de que el Estado siempre
le negó su apoyo y la mantuvo relegada, en atención a las políticas
centralistas y racistas que ha seguido la historia política del Perú. La
comunidad indígena (hoy comunidad campesina) supo defender
sus tierras, pues antes fue despojada de los territorios costeños, en
el ande creó las condiciones para defender su propiedad ayuda-
do por las características geográficas y climáticas, que no solo la
protegieron, sino que supo cultivar la tierra en esas condiciones
y desarrollarse de acuerdo a su visión y a la realidad en que convi-
ven las poblaciones y sus miembros. Esto nos permite considerar a
la comunidad campesina como la expresión natural de la historia
peruana, sin que ello signifique que se les considera como pobla-
ción marginal, conservadora, ni atrasada. Sus miembros siempre
miraron el futuro y supieron aprovechar las condiciones económi-
cas, sociales y políticas, buscando la prosperidad de la familia y se
abrieron paso, a pesar de la adversidad y el olvido del Perú oficial.
Como se demuestra en la información estadística que sigue,
en el Perú existen aproximadamente 7277 comunidades campe-
sinas. El proceso de titulación y reconocimiento fue un largo y
duro camino ante la negativa y hasta el rechazo de las autoridades
gubernamentales para este reconocimiento. Nunca desmayaron
y siempre persistieron en su gran objetivo. El proceso fue muy
complejo, de tal manera que hasta ahora existen cientos de comu-

108
La justicia peruana en un país multicultural

nidades aún no reconocidas, pero que tienen existencia real. En


el largo camino, algunas de ellas se han fusionado o se han perdi-
do en la tramitación burocrática en el Ministerio de Agricultura.
Además, tuvieron que enfrentar el proceso de reforma agraria,
que desconoció parte de sus tierras o pretendió envolverlas en
empresas creadas bajo algunos criterios hegemonistas de los teó-
ricos de la reforma agraria.
El camino recorrido por la comunidad campesina en el Perú
fue largo. En la Colonia hubo decretos y disposiciones para confis-
car parte de sus tierras o la liquidación de la comunidad. Urrutia,
en su trabajo sobre Comunidades Campesinas expresa: En 1811,
las cortes reunidas en Cádiz abolieron el tributo indígena, incor-
porándolos a la ciudadanía y dándoles voto en la elección de di-
putados a las Cortes. Esta misma idea condujo a San Martín y Bolí-
var a decretar la abolición de la protección de las tierras indígenas
e, incluso, la disolución del cargo de cacique. La reposición del
tributo indígena durante la República temprana, sostén principal
de la caja fiscal, hecha por tierra las iniciativas liberales.
En este trabajo también nos habla que a fines del siglo xix la
expansión de las haciendas, convierten la propiedad de la tierra
en una disputa permanente, en la cual con el apoyo de las insti-
tuciones públicas, especialmente, en el ámbito judicial las hacien-
das amplían su dominio y ocupan tierras de las comunidades. Sin
embargo, estas organizaciones siempre mantuvieron su unidad,
no bajaron la guardia y persistieron en su natural organización
comunitaria, propia de la región andina de nuestra patria. Aquí es
importante destacar, haciendo una observación de las estadísticas,
que en las regiones de la serranía de La Libertad, Lambayeque y
Cajamarca, a pesar de su importante extensión territorial, no exis-
tió un gran número de comunidades, lo que es común en la sierra
norte del país que agrupa a poblaciones en caseríos u otras formas
poblacionales distintas a la comunidad, sin que ello signifique la
pérdida de su identidad cultural.

109
Orlando Velásquez

COMUNIDADES CAMPESINAS:
UBICACIÓN Y EXTENSIÓN TERRITORIAL
— Estadística total de las comunidades campesinas reconocidas
y tituladas, reconocidas por titular y por reconocer y titular.
— Tabla resumen por departamento de las comunidades cam-
pesinas reconocidas y tituladas, reconocidas por titular y por
reconocer y titular.
• Departamento de Amazonas
• Departamento de Áncash
• Departamento de Apurímac
• Departamento de Arequipa
• Departamento de Ayacucho
• Departamento de Cajamarca
• Departamento de Cusco
• Departamento de Huancavelica
• Departamento de Huánuco
• Departamento de Ica
• Departamento de Junín
• Departamento de La Libertad
• Departamento de Lambayeque
• Departamento de Lima
• Departamento de Loreto
• Departamento de Madre De Dios
• Departamento de Moquegua
• Departamento de Pasco
• Departamento de Piura
• Departamento de Puno
• Departamento de San Martín
• Departamento de Tacna
• Departamento de Ucayali

110
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 13
Registro de comunidades campesinas

RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA TOTAL CC
TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA

Amazonas 54 52 2 - 691 917,63

Áncash 351 331 20 - 1 724 468,75

Apurímac 476 432 44 - 1 974 103,66

Arequipa 104 95 9 - 1 415 774,55

Ayacucho 691 486 205 - 2 918 606,52

Cajamarca 111 88 23 - 395 743,19

Cusco 927 796 131 - 2 682 443,08

Huancavelica 640 524 116 - 1 848 231,34

Huánuco 300 205 87 8 970 780,04

Ica 11 6 5 - 202 580,55

Junín 403 357 46 - 1 268 416,64

La Libertad 123 112 11 - 469 282,33

Lambayeque 28 18 10 - 448 005,71

Lima 289 229 60 - 2 194 683,99

Loreto 921 44 66 811 304 961,95

Madre de Dios 1 - - 1 -

Moquegua 76 72 4 - 498 595,08

Pasco 74 64 9 1 500 843,01

Piura 136 125 11 - 921 164,42

Puno 1303 1057 246 - 2 162 313,04

San Martín 63 1 3 59 1 264,40

Tacna 46 43 3 - 486 528,73

Ucayali 139 - - 139

TOTAL 7267 5137 1111 1019 24 080 708,62

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

111
Orlando Velásquez

Tabla 14
Proceso de inscripción de las
comunidades campesinas en los registros públicos
Reconocidas: 1926-1991 Reconocidas: 1992-1998
N.° T.
N.° Departamentos N.° FAMILIAS
C. C.
N.° C. C. Inscritas Por Inscribir N.° C. C. Inscritas Por Inscribir

1 Amazonas 52 27 006 50 49 1 2 1 1

2 Áncash 344 54 809 293 237 56 51 30 21

3 Apurímac 377 70 608 340 232 108 37 29 8

4 Arequipa 99 65 448 84 67 17 15 10 5

5 Ayacucho 577 70 524 468 412 56 109 86 23

6 Cajamarca 107 27 426 102 81 21 5 2 3

7 Cusco 885 100 459 842 581 261 43 15 28

8 Huancavelica 542 85 046 408 341 67 134 102 32

9 Huanuco 237 101 612 163 131 32 74 61 13

10 Ica 9 985 8 8 - 1 1 -

11 Junín 389 74 680 382 375 7 7 5 2

12 La Libertad 120 25 535 111 111 - 9 8 1

13 Lambayeque 25 48 344 24 15 9 1 1 -

14 Lima 285 31 418 282 279 3 3 2 1

15 Loreto 65 5082 2 2 - 63 54 9

16 Madre De Dios - - - - - - - -

17 Moquegua 75 7120 60 35 25 15 14 1

18 Pasco 73 39 796 72 42 30 1 1 -

19 Piura 136 95 308 132 131 1 4 2 2

20 Puno 1222 107 254 1159 699 460 63 30 33

21 San Martín 1 50 - - - 1 1 -

22 Tacna 46 3077 46 43 3 - - -

23 Tumbes - - - - - - - -

24 Ucayali - - - - - - - -

Nivel Nacional 5666 1 041 587 5028 3871 1157 638 455 183

Fuente: La Comunidad Campesina en el Perú, de Orlando Velásquez, en base a la información


del Ministerio de Agricultura, PETT.

112
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 15
Departamento de Amazonas

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Bagua 2 2 - - 48 397,40
Bongará 11 10 1 - 162 838,73
Chachapoyas 23 23 - - 360 230,42
Luya 17 17 - - 120 451,08
Utcubamba 1 - 1 - -
TOTAL 54 52 2 - 691 917,63

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 16
Departamento de Áncash

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR Y TITULAR TITULADA (HA)

Aija 11 11 - - 40 750,31
Antonio Raymondi 4 4 - - 22 839,79
Asunción 5 5 - - 2 871,21
Bolognesi 37 34 3 - 234 846,04
Carhuaz 14 14 - - 31 841,08
Carlos Fermin
13 13 - - 22 160,98
Fitzcarrald
Casma 2 2 - - 6 394,30
Corongo 11 10 1 - 50 000,83
Huaraz 32 29 3 - 99 037,09
Huari 47 46 1 - 125 411,11
Huarmey 5 5 - - 33 144,82
Huaylas 29 29 - - 98 325,46
Mariscal Luzuriaga 14 13 1 - 17 687,71
Ocros 13 13 - - 179 889,45
Pallasca 15 11 4 - 106 136,38
Pomabamba 28 26 2 - 49 049,85
Recuay 19 19 - - 366 412,12
Santa 10 8 2 - 89 960,69
Sihuas 25 22 3 - 85 168,99
Yungay 17 17 - - 62 540,53
TOTAL 351 331 20 - 1 724 468,75

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

113
Orlando Velásquez

Tabla 17
Departamento de Apurímac

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Abancay 69 66 3 - 304 528,39

Andahuaylas 121 104 17 - 281 913,08

Antabamba 21 18 3 - 392 536,77

Aymaraes 57 54 3 427 947,60

Chincheros 45 37 8 - 110 477,38

Cotabambas 93 88 5 - 247 544,07

Grau 70 65 5 - 209 256,37

TOTAL 476 432 44 - 1 974 103,66

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 18
Departamento de Arequipa

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Arequipa 15 15 - - 323 677,67

Caravelí 9 9 - - 148 991,99

Castilla 17 17 - - 348 405,66

Caylloma 22 17 5 - 287 284,79

Condesuyos 18 17 1 - 250 975,62

La Unión 23 20 3 - 56 438,81

TOTAL 104 95 9 - 1 415 774,5

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

114
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 19
Departamento de Ayacucho

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR Y TITULAR TITULADA (HA)

Cangallo 64 44 20 - 183 451,40


Huamanga 177 144 33 - 222 512,54
Huanca Sancos 8 7 1 - 280 623,13
Huanta 104 82 22 - 245 548,00
La Mar 62 41 21 - 218 719,11
Lucanas 75 47 28 - 1 097 500,58
Parinacochas 48 23 25 - 284 129,81
Paucar del Sara Sara 21 13 8 - 90 701,75
Sucre 26 13 13 - 90 242,28
Víctor Fajardo 41 27 14 - 121 437,78
Vilcas Huamán 65 45 20 - 83 740,14
TOTAL 691 486 205 - 2 918 606,52

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 20
Departamento de Cajamarca

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Cajabamba 7 5 2 - 8 993,53
Cajamarca 35 27 8 - 31 217,29
Celendín 7 5 2 - 15 347,86
Chota 12 7 5 - 7 432,50
Contumaza 9 7 2 - 66 537,18
Cutervo 7 6 1 - 16 032,42
Hualgayoc 5 5 - - 18 593,25
Jaén 4 4 - - 74 839,62
San Ignacio 6 6 - - 73 528,54
San Marcos 2 2 - - 5 014,30
San Miguel 8 5 3 - 50 933,70
San Pablo 4 4 - - 14 446,64
Santa Cruz 5 5 - - 12 826,35
TOTAL 111 88 23 - 395 743,19

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

115
Orlando Velásquez

Tabla 21
Departamento de Cusco

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Acomayo 42 37 5 - 88 165,12

Anta 80 68 12 - 160 872,86

Calca 89 81 8 - 174 117,89

Canas 66 55 11 - 141 902,72

Canchis 101 93 8 - 179 802,55

Chumbivilcas 76 71 5 - 439 964,55

Cusco 46 42 4 - 42 837,50

Espinar 67 61 6 - 408 154,32

La Convención 19 11 8 - 284 368,42

Paruro 73 65 8 - 136 052,10

Paucartambo 114 91 23 - 190 298,05

Quispícanchi 107 92 15 - 379 232,35

Urubamba 47 29 18 - 56 674,65

TOTAL 927 796 131 - 2 682 443,08

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 22
Departamento de Huancavelica

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Acobamba 64 58 6 - 83 314,48

Angaraes 81 71 10 - 150 509,96

Castrovirreyna 30 23 7 - 371 923,20

Churcampa 85 71 14 - 81 460,19

Huancavelica 156 132 24 - 401 602,04

Huaytará 29 25 4 - 505 424,03

Tayacaja 195 144 51 - 253 997,43

TOTAL 640 524 116 - 1 848 231,34

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

116
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 23
Departamento de Huánuco

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Ambo 55 48 7 - 186 496,07

Dos de Mayo 24 21 3 - 161 697,59

Huacaybamba 4 2 2 - 4 376,16

Huamalies 27 22 5 - 123 186,62

Huánuco 108 59 49 - 267 910,82

Lauricocha 20 14 6 - 86 458,76

Leoncio Prado 1 - 1 - -

Marañón 12 9 3 - 63 250,49

Pachitea 9 4 5 - 14 673,37

Puerto Inca 8 - - 8 -

Yarowilca 32 26 6 - 62 730,17

TOTAL 300 205 87 8 970 780,04

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 24
Departamento de Ica

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Chincha 4 1 3 - 72 444,65

Ica 6 4 2 - 106 668,90

Palpa 1 1 - - 23 467,00

TOTAL 11 6 5 - 202 580,55

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

117
Orlando Velásquez

Tabla 25
Departamento de Junín

RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA TOTAL COMUNIDADES
TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Chupaca 28 26 2 - 57 890,59

Concepción 66 61 5 - 283 991,16

Huancayo 133 115 18 - 330 325,65

Jauja 89 79 10 - 215 117,33

Junín 15 10 5 - 50 601,54

Satipo 1 - 1 - -

Tarma 53 51 2 - 196 882,10

Yauli 18 15 3 - 133 608,27

TOTAL 403 357 46 - 1 268 416,64

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 26
Departamento de La Libertad

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Ascope 4 2 2 - 31 339,68

Bolivar 12 12 - - 97 549,00

Chepén 1 1 - - 656,75

Gran Chimú 6 5 1 - 42 994,32

Julcan 8 8 - - 6 252,89

Otuzco 24 24 - - 36 327,84

Pacasmayo 2 1 1 - 1 892,41

Pataz 35 30 5 - 138 085,66

Sánchez Carrión 17 17 - - 76 125,03

Santiago de Chuco 8 7 1 - 22 388,09

Trujillo 5 4 1 - 14 776,62

Virú 1 1 - - 894,05

TOTAL 1213 112 11 - 469 282,33

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

118
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 27
Departamento de Lambayeque

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Chiclayo 6 4 2 - 54 527,52

Ferreñafe 10 7 3 - 167 332,43

Lambayeque 12 7 5 - 226 145,76

TOTAL 28 18 10 - 448 005,71

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 28
Departamento de Lima

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Barranca 3 2 1 - 1 722,27

Cajatambo 21 14 7 - 80 061,22

Canta 22 20 2 - 144 006,12

Cañete 11 8 3 - 136 843,55

Huaral 38 34 4 - 286 577,03

Huarochirí 76 58 18 - 622 991,74

Huaura 28 25 3 - 203 399,89

Lima 4 3 1 - 24 693,33

Oyón 26 23 3 - 141 192,35

Yauyos 60 42 18 - 553 196,50

TOTAL 289 229 60 - 2 194 683,99

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

119
Orlando Velásquez

Tabla 29
Departamento de Loreto

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR Y TITULAR TITULADA (HA)

Alto Amazonas 128 - - 128 -

Datem del Marañón 47 - 4 43 -

Loreto 48 9 3 36 54 214,60

Mariscal Ramón
115 5 3 107 27 126,71
Castilla

Maynas 349 28 45 276 201 247,76

Requena 150 2 6 142 22 372,88

Ucayali 84 - 5 79 -

TOTAL 921 44 66 811 304 961,95

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 30
Departamento de Madre de Dios

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Tambopata 1 - - 1 -

TOTAL 1 - - 1 -

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 31
Departamento de Moquegua

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

General Sánchez
55 5418 1 - 350 378,27
Cerro

Mariscal Nieto 21 72 3 - 148 216,81

TOTAL 76 72 4 - 498 595,08

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

120
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 32
Departamento de Pasco

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Daniel Alcides
29 23 6 - 161 023,76
Carrión

Oxapampa 2 1 - 1 9 216,31

Pasco 43 40 3 - 330 602,94

TOTAL 74 64 9 1 500 843,01

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 33
Departamento de Piura

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Ayabaca 77 71 6 - 317 252,46

Huancabamba 20 19 1 - 199 694,04

Morropón 20 16 4 - 118 302,55

Paita 5 5 - - 43 120,14

Piura 7 5 - - 104 611,02

Sechura 1 1 - - 45 112,02

Sullana 5 5 - - 66 846,07

Talara 1 1 - - 26 226,12

TOTAL 136 125 11 - 921 164,42

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

121
Orlando Velásquez

Tabla 34
Departamento de Puno

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR Y TITULAR TITULADA (HA)

Azangaro 284 230 54 - 172 170,92

Carabaya 51 46 5 - 490 102,68

Chucuito 146 125 21 - 292 155,00

El Collao 133 123 10 - 176 098,38

Huancané 126 111 15 - 140 839,77

Lampa 96 67 29 - 177 849,24

Melgar 78 66 12 - 88 233,24

Moho 25 21 4 - 27 370,40

Puno 213 168 45 - 232 862,80

San Antonio de
52 26 26 - 73 769,51
Putina

San Román 38 25 13 - 44 044,47

Sandía 40 29 11 - 225 166,78

Yunguyo 21 20 1 - 21 649,84

TOTAL 1303 1057 246 - 2 162 313,04

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 35
Departamento de San Martín

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Bellavista 2 - - 2 -
El Dorado 2 - - 2 -
Lamas 25 - 2 23 -
Moyobamba 1 1 - - 1264,40
Picota 10 - - 10 -
San Martín 22 - - 22 -
Tocache 1 - 1 - -

TOTAL 63 1 3 59 1264,40

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

122
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 36
Departamento de Tacna

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS POR TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Candarave 13 12 1 - 100 633,69

Jorge Basadre 7 6 1 - 58 745,94

Tacna 10 10 - - 125 449,00

Tarata 16 15 1 - 201 700,10

TOTAL 46 43 3 - 486 528,73

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

Tabla 37
Departamento de Ucayali

TOTAL RECONOCIDAS Y RECONOCIDAS POR POR RECONOCER Y EXTENSIÓN


PROVINCIA
COMUNIDADES TITULADAS TITULAR TITULAR TITULADA (HA)

Atalaya 37 - - 37 -

Coronel Portillo 97 - - 97 -

Masisea 1 - - 1 -

Padre Abad 2 - - 2 -

Purús 2 - - 2 -

TOTAL 139 - - 139 -

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Campesinas del Perú. SICCAM, Instituto del Bien Común.

2.3. La ronda campesina


2.3.1. Ubicación y tradición comunitaria
La ronda campesina es la otra organización ancestral de los
pueblos originarios. Ellas no tienen la ubicación territorial con
la claridad que se observa a las comunidades nativas e indígenas.
Esto ha generado una larga discusión en los foros internaciona-
les y nacionales, especialmente, en el ámbito de justicia. En su

123
Orlando Velásquez

momento, se les consideró como grupos campesinos al margen


de la tradición comunal. Incluso, la Constitución Política del Perú
los trata como parte de los pueblos originarios o representantes
de ellos, con lo cual se interpreta que no tenían una proceden-
cia natural y ancestral, de ahí que no reconocían su competencia
para administrar la justicia especial. En este trabajo, se encontrará
una explicación detallada del origen, desarrollo y reconocimiento
de estas organizaciones como parte de la herencia ancestral del
Perú. Aquí nos circunscribimos a caracterizar la ronda campesina
como la organización comunal que opera dentro o fuera de los
pueblos originarios, pero que forma parte de ese mundo indígena
heredero de la tradición cultural del Perú precolombino.
Una característica especial de la ronda campesina está en su
origen y su ubicación en las serranías de las regiones de Cajamarca,
Piura y Áncash. De acuerdo al diagnóstico de la composición so-
cial de la comunidad nativa y campesina, en estas regiones tuvo
mayor presencia la hacienda colonial y republicana, por lo que la
gran cantidad poblacional de estas zonas fueron trabajadores de
la hacienda, pequeños agricultores y campesinos libres que perió-
dicamente cambiaban de lugar. La comunidad nativa y campesina
tuvo menos presencia que en el centro y sur del país. Sin embar-
go, las comunidades campesinas existentes interrelacionaban con
asentamientos en caseríos y distritos. Por lo tanto, en la República
e, incluso, a lo largo del siglo xx, la población campesina estaba
integrada en estos conglomerados, sin que esto signifique que sus
usos, sus costumbres y patrones de vida no respondieran a la cul-
tura tradicional andina.
En esa realidad, se organiza la ronda campesina cuando sus
poblaciones se ven afectadas por la delincuencia que trastoca su
vida comunitaria y atenta contra su producción agrícola y ganade-
ra. Por lo tanto, la ronda es la respuesta al resquebrajamiento del
orden sociocultural de sus comunidades. En la década del 70, la
delincuencia estaba perturbando seriamente el orden natural que
habían ganado en su desarrollo. Para los campesinos, las instancias,

124
La justicia peruana en un país multicultural

las instituciones y los operadores del sistema de justicia del Esta-


do no operaban y, por lo contrario, con su pasividad y, para ellos,
con su complicidad, los enemigos del mal avanzaban y no podían
permanecer indiferentes ante este problema; por ello, deciden or-
ganizarse, asumir la responsabilidad de resguardar y poner alto a
esta lacra. Las primeras rondas aparecen en la región de Cajamarca
porque ahí existía un campesinado beligerante, contestatario y de-
fensor de su tierra, el agua, sus bienes y los servicios que tanto les
costaba instalar. Aquí existieron las condiciones naturales para la
aparición y multiplicación de las rondas campesinas.
No fue difícil encontrar respuesta en la población campesina
para organizarse en rondas. Los dirigentes naturales tuvieron esa
arma ancestral que fue la mayor riqueza del pasado precolombi-
no, la reciprocidad, característica muy natural y al mismo tiempo
la virtud, que tuvo la población peruana de siglos anteriores e, in-
cluso, la actual para apoyarse mutuamente y trabajar la productivi-
dad de la tierra, los servicios más importantes para su convivencia,
la instalación de irrigaciones, represas, canalización del agua, y en
toda la vida de relación tuvieron en la cooperación y ayuda mutua
su mejor tesoro. Esto permitió que al primer llamado de sus auto-
ridades naturales se organicen y respondan recíprocamente para
asegurar el respeto a los bienes y todo aquello que debía vigilarse
para impedir su alteración, robo o daño. Aquí encontramos, tam-
bién, la explicación del porqué la ronda campesina crece porque
recupera esa grandeza cultural y tradición de orden y justicia que
viene desde lejanos tiempos en nuestra patria.
A nivel nacional, las rondas se multiplicaron, cuyo proceso
describiremos y analizaremos en el capítulo correspondiente.
Sin embargo, a pesar que la ronda campesina hoy es protagonis-
ta de un enfrentamiento directo con la justicia ordinaria, ha cre-
cido de manera desproporcionada, ha creado instancias secto-
riales, distritales, provinciales, regionales y nacionales, pero no
han logrado cuantificar su crecimiento. Si tenemos estadísticas
de las comunidades nativas y campesinas es porque estas orga-

125
Orlando Velásquez

nizaciones nacieron desde siglos atrás y su proceso de cuantifi-


cación, delimitación y titulación ha sido largo, tanto que hasta
ahora no concluye. En el caso de la ronda, aún se está a la espera
de alguna estadística o cuantificación del número de rondas, o
miembros de ellas en el territorio nacional. Sus dirigentes de los
diferentes niveles están ocupados en la organización, en la solu-
ción de problemas de crecimiento y definiciones políticas, en las
tareas de reconocimiento como actores de la justicia comunal e
incluso se encuentran abocados en reencontrar su identidad y
los niveles de coordinación con las comunidades y demás orga-
nizaciones del campesinado nacional.

2.3.2. Estadísticas de las rondas campesinas


A continuación, se presenta una estadística del avance cuanti-
tativo de la ronda campesina, construida a partir del informe de la
Asamblea Nacional celebrada en diciembre del 2017. Por respeto a su
organización y a sus concepciones, se presenta cómo ellos lo estruc-
turaron, pues cuando en el trabajo de campo se ha querido comple-
mentarlo, para aproximar el número de rondas creadas y la cantidad
de miembros en total, ellos señalaron que no pueden permitir que
otros lo hagan. Esta particularidad no ha permitido presentar para
el caso de la ronda, cifras que nos permitan una mejor evaluación.
A pesar de todo, ellos consideran que cuentan con dos millones de
ronderos, aunque por lo observado, creemos desde la investigación
—y de acuerdo a la tendencia estadística que se muestra en el cuadro
siguiente— deben aproximarse a un millón de ronderos.

126
La justicia peruana en un país multicultural

Tabla 38
Registro de las rondas campesinas en el Perú
CANTIDAD DE
N.° REGIÓN PROVINCIAS DISTRITOS ORGANIZACIÓN
RONDEROS
CAJAMARCA: Federación Regional de Rondas Rondas
1 13
Campesinas, indígenas. campesinas
PIURA: Federación Regional de rondas y Rondas
2 8
Comunidades Campesinas. campesinas
LAMBAYEQUE: Federación Regional de
3
Rondas Campesinas, Urbanas e Indígenas.
AMAZONAS: Federación Regional de Rondas Rondas
4 7
Campesinas, Urbanas e Indígenas. campesinas
SAN MARTÍN: Central Única Regional de Rondas
5 10 48 000
Rondas Campesinas campesinas
Rondas
6 HUÁNUCO: no existe estructura regional 1
campesinas
UCAYALI: Federación Regional de Rondas Rondas
7 12 60 000
Campesinas campesinas
LA LIBERTAD: Central Regional de Rondas Rondas
8 12
Campesinas. campesinas
ÁNCASH: Central Regional de Rondas Rondas
9 9
Campesinas. campesinas
10 LIMA: no existe estructura regional.
CUSCO: Central Única Regional de Rondas Rondas de 4
11 10
Campesinas. provincias
PUNO: Central Única Regional de Rondas
12 11 21 607
Campesinas Quechuas y Aimaras.
Carabaya 10 Rondas 5800
Melgar
7 Rondas 3700
Ayaviri
Sandia 10 Rondas 2520

Asangaro 4 Rondas 600

Puno 4 Rondas 2500


Collao Ilave 5 Rondas 5000
Lampa 1 Rondas 577
San Román
4 Rondas 500
Juliaca
Chucuito
2 Rondas 270
Juli
Huancané 1 Rondas 100
San Antonio
1 Rondas 50
de Putina
LOS UROS –
Rondas
L.TITICAKA
13 REGIONES POR ESTRUCTURAR SUS BASES INTERMEDIAS Y REGIONAL: Junín, Ayacucho, Loreto y Tumbes.
14 REGIONES EN EXPACIÓN: Arequipa, Apurímac, Cerro de Pasco, Tacna y Moquegua.

Fuente: Asamblea Nacional de la CUNARC, diciembre del 2017.

127
Orlando Velásquez

3. El Estado de derecho y la población originaria


3.1. Representatividad poblacional de la comunidad nativa y
campesina
Si analizamos la información estadística, concluimos que el
número de comunidades nativas y campesinas en el Perú bordea
las 9500 organizaciones comunales. De acuerdo a dicha informa-
ción, existen un promedio de 300 comunidades ubicadas en las
zonas costeras y que pese a que en muchas de ellas existen patro-
nes culturales con raigambre tradicional, podemos inferir que su
cercanía a las zonas urbanas no sería representativa su tradición
cultural, en el caso de la administración de justicia, por la fuer-
te influencia citadina, de ahí que su ámbito jurisdiccional estaría
prácticamente copado por la justicia ordinaria. Si consideramos
esta particularidad, tendremos un promedio de 9000 comunida-
des campesinas ubicadas en las zonas andinas, donde la herencia
influye en la vida, en todos sus ámbitos.
Siguiendo con el análisis, observamos el número de familias
que aproximadamente conforman este extraordinario ámbito po-
blacional de nuestro país. El cuadro N.° 15, obtenido en el trabajo
anterior sobre la comunidad campesina en el Perú y que consigna
información oficial de las estadísticas del Ministerio de Agricul-
tura, da cuenta de la existencia de 1 041 587 familias que confor-
man el universo de comunidades campesinas hasta 1999, donde
se consigna 5666 comunidades campesinas. Si a ello sumamos la
nueva estadística que nos brinda el Instituto del Bien Común,
que consigna en el Directorio de Comunidades Campesinas más
de 7000 comunidades, inferimos que tendríamos en promedio
un millón doscientas mil familias en el ámbito de la comunidad
campesina. Si a esta realidad agregamos que la existencia de más
de 2000 comunidades nativas, aumenta el número de familias. Es
indudable que el número de familias de la comunidad nativa es
menor en una población comunal, aunque la extensión territorial
sea más grande. Sin embargo, de acuerdo a esta lógica, porque no
existen cifras oficiales, consideramos el número de familias en un

128
La justicia peruana en un país multicultural

promedio de 300 000, por lo que tendremos un total de un millón


y medio de familias conformando la población total de comunida-
des nativas y campesinas del Perú.
La deducción anterior nos lleva a comprender la dimensión
de la realidad comunitaria de nuestro país. De acuerdo a los pará-
metros de medición de la composición familiar de nuestra patria,
el promedio familiar es de cuatro integrantes en la ciudad y seis
en el campo. Para este efecto aplicamos una media en este terri-
torio, y tendremos cinco miembros por familia en la comunidad.
Esto significa que existiendo millón y medio de familias nos arroja
un promedio de siete millones y medio de personas que habitan
el campo poblacional de las comunidades. Es decir, un cálculo
modesto nos informa que en el Perú más de siete millones de
peruanos forman parte de las comunidades nativas y campesinas.
Por lo tanto, considerando la tradición cultural de ellas, su cosmo-
visión, la visión de desarrollo que tienen, estamos en condiciones
de afirmar que esta realidad determina que el Estado peruano
multiplique sus esfuerzos para comprender esta trascendental
realidad y defina sin tibieza el reconocimiento de este mundo pa-
ralelo, respetando y reconociéndolo, incluyendo sus medios de
subsistencia y su sabiduría para mantener su convivencia a través
de su propia administración de justicia, que le ha permitido man-
tener su unidad y el orden social que hoy presenta.
La cuarta parte de la población peruana vive en comunidades
nativas y campesinas. Esto explica la vigilancia permanente que han
desarrollado a lo largo de la historia para mantener sus patrones
de vida y proyectarse a lo largo del proceso de desarrollo del país.
Esto significa, también, que la comunidad y sus lazos ancestrales
que la caracterizan no es un fenómeno aislado, sino que representa
a gran parte de la población peruana que para subsistir, a pesar de
la adversidad, ha tenido que crear mecanismos y procesos de super-
vivencia para mantenerse como tal. Sin embargo, esto no significa
que es una población conservadora y resignada a su suerte. Para
preservar su continuidad, construyó planes y visiones de desarrollo,

129
Orlando Velásquez

trabajo en base a las bondades de la naturaleza, de la tierra, y pros-


peró en esas condiciones. Por otro lado, siempre buscó su reconoci-
miento y el Estado pudo reincorporarla en la Nación peruana, pero
los intereses externos a la comunidad lo impidieron.
Si a lo anterior sumamos el contingente que integra las ron-
das campesinas, el universo de la población nativa crece conside-
rablemente. No existe al respecto una estadística definida acerca
del número de comunidades campesinas constituidas en el Perú,
porque ni la dirigencia central, ni las ONG que las asesoran, como
tampoco existe el interés del Estado para cuantificar el número
de rondas campesinas que existen por regiones o provincias, ni
mucho menos, por lo tanto, la cantidad de ronderos que existen
a nivel nacional. Como señalamos anteriormente, esa realidad,
sumada al celo de la dirigencia central, permite que se mantenga
ese vacío. A pesar de ese número indefinido, se calcula entre uno
o dos millones de ronderos en el territorio nacional. En conse-
cuencia, se corrobora, agregando el número de comunidades no
reconocidas y los integrantes de las rondas campesinas, que prác-
ticamente la población originaria se acerca a los diez millones de
peruanos. Esto exige que el Estado peruano asuma su responsabi-
lidad de reconocer su existencia, la gravitación en la vida nacional
y sus prácticas ancestrales, incluyendo su justicia consuetudinaria.

3.2. Ausencia del Estado de derecho en la población originaria


En el Perú, existe un Estado de derecho, pero existe una po-
blación originaria que no ha sido incorporada en esta realidad;
sin embargo, se siente tan peruana como todos los que habitamos
en el Perú. Por lo tanto, la comunidad reclama su incorporación
al país, lo siente suyo y anhela ser parte de la historia, como lo
merece porque siempre formó parte de ella. Entonces, esta persis-
tencia debe ser recogida por autoridades, gobernantes, así como
todos los actores del Estado constitucional peruano. Solo exigen
el reconocimiento de su filosofía, su visión de la realidad donde
se desarrolla y la aceptación que ellos mismos deben construir su

130
La justicia peruana en un país multicultural

futuro, pasando por el reconocimiento de aquello que siempre


formó parte de su vida. Los patrones de existencia comunal son
el sostén de su personalidad colectiva e individual. Por lo tanto,
solo piden el respeto a lo suyo y que, si la misma Constitución
reconoce que tiene su propio sistema de justicia, es fundamental
que el Estado peruano y su justicia ordinaria asuman el destino y
la evolución de nuestro país, aceptando que estos pueblos origi-
narios tienen sus propias concepciones, siendo la justicia consue-
tudinaria parte de ella y la aspiración de tener paz y felicidad en
base a sus postulados.
El contexto evaluado anteriormente con una población ori-
ginaria muy representativa, pues si hablamos de la tercera parte
de la población peruana que representa las aspiraciones de los
pueblos originarios, tenemos una realidad que hoy no podemos
ocultar, por lo que se desprende la inminente necesidad de afron-
tar el problema campesino o comunal en su justa dimensión. Al
problema de la administración de justicia, que es la preocupación
central del presente trabajo, se suma la desatención histórica a
millones de peruanos que viven prácticamente al margen de las
políticas del Estado. No basta algunas acciones aisladas, tampoco
la incorporación de su problemática en campañas electorales o en
discursos gubernamentales. Tampoco la formación de comisiones
y organismos creados para supuestamente atender sus reclamos.
Es fundamental enfrentar el problema de las nacionalidades o po-
blaciones comunales andinas o amazónicas, de acuerdo al avance
del país, a los planes y programas de desarrollo, con una política
inclusiva, que enfrente sus problemas a partir de lo que ellos quie-
ren y anhelan y no aquello que las coyunturas plantean para esta
inmensa población, que forma parte del Estado peruano.
El proceso de atención de la problemática de los pueblos ori-
ginarios, en cuanto al reconocimiento de su jurisdicción, en la
implementación de la justicia consuetudinaria, pasa por el res-
peto a su fuero comunal y rondero; asimismo, al trato que deben

131
Orlando Velásquez

recibir los pobladores de los pueblos originarios cuando se trata


de procesarlos en la justicia ordinaria. El derecho a la igualdad y
el respeto como persona humana, en concordancia con el man-
dato constitucional, implica que en todos los niveles de la justicia
ordinaria deben crearse las condiciones para garantizar la defensa
y el derecho que tienen todos los peruanos a conocer su caso, la
presunción de inocencia, el tratamiento de acuerdo a su extrac-
ción social, nivel educativo, posición económica y, especialmente,
la comunicación a partir de la lengua originaria del justiciable. Es
decir, el Estado de derecho de un país como el Perú debe respon-
der a los estándares establecidos por los fueros y acuerdos inter-
nacionales, incluyendo la misma Constitución que es clara en la
delimitación de los pueblos nativos y sus habitantes.
En consecuencia, el Estado de derecho exige la considera-
ción a esa inmensa población históricamente marginada, y que
hoy frente a las metas para alcanzar un país moderno, la inclu-
sión, debe convertirse en la atención con políticas públicas y pro-
cesos efectivos para atender la deuda social que el Perú tiene con
la población aborigen, representativa de la identidad cultural del
país. Aquí falta el compromiso en dos direcciones: por un lado,
el reconocimiento de la justicia especial en respuesta al manda-
to constitucional, respetando su territorio, así como la tradición
cultural al respecto y todas aquellas que constituyen la identidad
de estas nacionalidades; por otro lado, la adopción de estándares
que posibiliten el acceso a la justicia ordinaria de todos los perua-
nos por igual, lo cual significa para nuestra investigación que las
Fiscalías y los Juzgados de todas las instancias asuman criterios,
acciones, directivas y políticas, en general, para que los miembros
de las comunidades y rondas campesinas tengan un trato igual
cuando deban responder ante ellas: el idioma, su extracción so-
cial, patrones de vida y otros elementos propios de la realidad
socioeconómica y cultural de los integrantes de estas poblaciones
vulnerables al momento de ser juzgados.

132
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo III
INTERCULTURALIDAD Y
JUSTICIA ESPECIAL

1. Los pueblos americanos y su identidad cultural


1.1. El colonialismo
Las naciones del centro y del sur del continente americano
tuvieron un desarrollo similar, caracterizado por sus lazos cultura-
les, en concordancia con un desarrollo sostenido e independien-
te. Con una ideología inspirada en la productividad de la tierra,
incentivada por la creación de tecnologías avanzadas, y que te-
nían en la astrología, la hidráulica, el manejo de tierras, la forta-
leza principal que les permitió un gran desarrollo, grandezas que
explican la solvencia y alimentación de sus poblaciones. La reli-
giosidad y los propios gobernantes son asociados con la divinidad
para fortalecer el sistema productivo y las escalas de valores y sim-
bolismos, que rigen su vida social y sus patrones culturales, tenien-
do en el ordenamiento su mayor avance, el mismo que responde
a los creativos sistemas de justicia imperantes que se trasmiten de
generación en generación.
La ruptura traumática que genera la invasión europea a este
continente quiebra, definitivamente, el desarrollo autónomo,
para imponer un sistema dependiente ligado a un régimen políti-
co adverso a la formación originaria de estas naciones. En el ám-
bito cultural, se trastocan los símbolos e ideologías que en base a
la cosmovisión andina se habían consolidado en el espíritu de las

133
Orlando Velásquez

personas, que responden al comportamiento colectivo y unitario


de sus pueblos. Es indudable que la imposición del modelo virrei-
nal o monárquico del viejo mundo cambió la estructura económica
y política de los países centro y sudamericanos; sin embargo, en el
ámbito cultural no fue fácil imponer modelos y sistemas, por cuan-
to la base cultural de nuestros pueblos ya formaba parte de su vida,
su conducta, su visión del mundo y su territorio. Por lo tanto, la
religiosidad, su simbolismo, sus rituales y sus expresiones artísticas
se mantienen y, en todo caso, se complementan con el aporte euro-
peo. Lo que más perdura es, precisamente, la concepción de justicia,
pues formaba parte de su sistema ideológico y, por lo tanto, la vida
y la realización de los pueblos, que nunca aceptaron en su concien-
cia las normas, los credos y códigos de los invasores. Eso explica la
lucha permanente para conservar los patrones de ordenamiento y
de reciprocidad, que simbolizan el sistema de justicia que rescatan y
conservan como parte de su patrimonio y riqueza de sus ancestros.
La instauración del sistema político colonial llevaba necesa-
riamente a destruir modelos económicos, sociales, culturales, reli-
giosos y todo aquello que impedía la consolidación de los sistemas
políticos y económicos impuestos en nuestros países. Sin embargo,
nuestros pueblos originarios ofrecieron resistencia activa y pasiva.
En todo caso, la comunidad nativa y los pueblos originarios se re-
fugian en las zonas altoandinas y en las bondades naturales de la
selva peruana. Ahí cuidan celosamente los tesoros culturales, que
los asumen como parte de su supervivencia. No existe otra explica-
ción para fundamentar la presencia en la actualidad de esa riqueza
cultural, de la cual actualmente nos enorgullecemos, y que en la
práctica se convierte en el símbolo de la identidad cultural de nues-
tra patria. La impartición de justicia es uno de los tesoros que guar-
daron nuestros pueblos para honrar su unidad y respeto a la tierra,
y a los sagrados símbolos de su grandeza y dignidad.
Los historiadores y arqueólogos nos entregan importante in-
formación del vejamen a la cultura y a la identidad, que la inva-
sión española causó en nuestros países. Igualmente, del saqueo de

134
La justicia peruana en un país multicultural

nuestras riquezas y la imposición de símbolos e ideologías, que en


este trabajo no vamos a enumerar. Sin embargo, concluimos en esa
fuerza de la peruanidad para conservar lo que ellos consideraban
que era su patrimonio y símbolo de sus pueblos. En el ámbito que
nos corresponde por el trabajo que se está desarrollando es impor-
tante precisar la abundante legislación que impone el colonialis-
mo. Las Leyes de Indias se convierten en la mayor expresión del
colonizador para crear normas que sellen nuestra dependencia y
consoliden una legislación adversa, y que a pesar que en nombre
de las Leyes de Indias pretendía frenar los abusos que se cometían
contra la población indígena; sin embargo, consolidaban la depen-
dencia y la sumisión a la estructura virreinal, en perjuicio de la or-
ganización natural de la población original peruana.
La independencia del Perú de la colonización española es
sostenida y respaldada por la población indígena, que nunca
aceptó la imposición y los sistemas económicos y culturales del
Virreinato. Sin embargo, la instauración de la República no signi-
ficó para los pueblos del Perú la recuperación de su desarrollo in-
dependiente, ni mucho menos el reconocimiento y el rescate de
la cultura ancestral que identifica a nuestra patria. Por lo contra-
rio, la dependencia económica se mantuvo y la predilección por
la cultura occidental se acentúa, generando desilusión en nues-
tras comunidades, que lucharon por recuperar la autenticidad
de nuestra cultura, revalorando el arte, la tecnología y las expre-
siones culturales, así como el sistema de justicia tradicional que
siempre se mantuvo limpio, ajeno a los operadores de la justicia
ordinaria que respondían a los intereses de poder o los cálculos
interesados de sectores ajenos a la justicia y la equidad.

1.2. La República
Como señalamos anteriormente, la instauración de la Repú-
blica en el Perú no significó la constitución de un Estado inde-
pendiente porque no se retomó el desarrollo autosostenido de la
etapa prehispánica. Las clases y grupos que ostentaban el poder

135
Orlando Velásquez

económico y político no desarrollan ni generan condiciones para


romper con la dependencia económica y cultural. Esta situación
se mantuvo hasta las primeras décadas del siglo xx de nuestra era
republicana. En este lapso, los pueblos y nacionalidades origina-
rias siguieron luchando para mantener su identidad y la riqueza
de sus tradiciones culturales. Los sistemas vejatorios del régimen
de la hacienda colonial se mantuvieron pasada la mitad del siglo
xx. Aquí la estructura semiesclavista y feudal siguieron atentan-
do contra la comunidad nativa y campesina. El reconocimiento
de derechos fundamentales de las minorías nacionales continúa
como parte de la agenda nacional.
A partir de la tercera década del siglo xx, se van generan-
do otras condiciones en el desarrollo de la sociedad peruana. La
necesidad de tecnologías para la industria y la ganadería ante el
desafío de la competencia internacional, los movimientos espon-
táneos de trabajadores de la industria del azúcar, el algodón y el
caucho ante la atrocidad del hacendado andino y costeño; la apa-
rición de partidos políticos que contribuyen a la educación de
los campesinos y trabajadores, incorporando ideologías que fue-
ron creando conciencia en ellos ; la formación de federaciones y
confederaciones agrarias, sindicatos y otro tipo de organizaciones
que responden al abuso y plantean nuevas formas democráticas
y el respeto a los derechos humanos; así como la influencia de la
reforma de Córdova en el ámbito universitario, que repercuten
en la constitución de federaciones estudiantiles, conforman un
nuevo escenario que apunta la defensa de los derechos y el rescate
de la identidad nacional.
En este contexto, los pueblos originarios replantean sus pro-
puestas para rescatar su tesoro inmaterial, el respeto a sus tradi-
ciones y fueros. Aquí la comunidad nativa y campesina recupera
su cosmovisión, de tal manera que sus símbolos, la reciprocidad,
el amor a la tierra y el fortalecimiento de sus comunidades se con-
vierten en su nueva visión. A estas alturas, la penetración de ideo-
logías y lacras del sistema político-social estaba perturbando la

136
La justicia peruana en un país multicultural

vida natural comunitaria. Fue urgente contrarrestar la incursión


de la delincuencia y la contradictoria operatividad de los siste-
mas de justicia oficial que permitían que la delincuencia y demás
problemas sociales se hicieran más latentes. La defensa del fuero
comunitario, como consecuencia de lo anterior se hizo muy ne-
cesario. Más aún si la corrupción del Estado oficial permite la in-
vasión de sus tierras, al aprobar impositivas concesiones de tierra,
proyectos de hidrocarburos y mineros que perjudican y ponen en
peligro la vida de esas poblaciones. Aquí el derecho indígena y de
los pueblos originarios empieza a vigorizarse ante estos flagelos
que amenazaban la existencia de esas poblaciones.
En esta etapa, que ya avanza a la década del 70, el flagelo del
delito y la incapacidad de los operadores de la justicia ordinaria
complicaban la vida comunitaria. Por ello, la respuesta del Perú
no oficial, representado por las comunidades nativas y campesinas,
se vio fortalecido por el nacimiento del movimiento rondero, que
aparece generalmente en el seno de las poblaciones campesinas
que no tenían un sistema de justicia especial implementado, pero
que ante el flagelo generado por el avance de la economía de mer-
cado, que trae esas lacras delincuenciales, la propia comunidad
decide organizarse y retomar las prácticas de la justicia consuetu-
dinaria, que por siglos conservaban nuestros pueblos amazónicos,
altoandinos del sur y centro del país. Aquí nace un sistema de justi-
cia que decide aprender y sistematizar las enseñanzas ancestrales de
sus antepasados para rescatar la justicia consuetudinaria.
La década del 60 representa el choque de dos mundos: el
occidental u ordinario, representado por la justicia oficial, fren-
te al tradicional o consuetudinario, representado por la herencia
cultural que a través de los siglos acumuló la comunidad nativa u
originaria en la administración de justicia en sus territorios. Es un
hecho singular que este encuentro, poco a poco, va generando
un trauma, a medida en que avanza el capitalismo y que en la
selva se traduce en la colonización de las tierras, las concesiones
de petróleo y mineras por parte de empresas trasnacionales que

137
Orlando Velásquez

vulneran la vida y los patrones culturales de las comunidades na-


tivas. Al respecto, Lorgio A. Guibovich Del Carpio, citando a Silva
Santisteban, expresa lo siguiente:

La creciente ocupación irregular de territorios nativos, de


posesión ancestral; [sic] por el flujo de colonos que invaden
y toman posesión en las riveras de muchos ríos amazónicos,
ocupación que se ve favorecida por factores como el despla-
zamiento temporal que practican los nativos por el descanso
de tierras, para propiciar la regeneración natural. (Guibovich
Del Carpio, 2012, p. 30)

El choque cultural de ambos mundos genera desencuentros


en la aplicación de ambas justicias, la delimitación del territorio y
las concepciones filosóficas de ambas. En tanto en el centro, sur y
la selva peruana, la administración de justicia especial estaba muy
definida, con códigos, normas tradicionales, operadores nativos,
sistemas, simbologías, que albergan las propias poblaciones en su
recorrido histórico. En cambio, en el norte del Perú, a pesar que
las comunidades también son hereditarias de la tradición cultural,
no existía una práctica enraizada en la aplicación de la justicia, por
lo que en la medida en que las instituciones públicas y privadas de
la modernidad penetraban en su medio fueron comprobando que
eran inefectivas las medidas de control que emanaba de la justi-
cia. Hasta los años setenta, observan incómodos la ineficacia de la
policía y los mecanismos oficiales. La delincuencia perturba seria-
mente a la comunidad. Entonces, esta se organiza en rondas para
contrarrestar la ineficacia de la policía, que luego se van cualifican-
do hasta convertirse en un sistema de justicia integral, siguiendo la
tradición cultural de las poblaciones originarias del resto del país.

1.3. Lucha por el reconocimiento de la justicia especial


Cada vez las mayores contradicciones que se van generando
entre la justicia ordinaria y la extraordinaria o especial estremecen
los fueros de la justicia oficial peruana. Desde la Policía Nacional,
los jueces de paz, la Fiscalía y el Poder Judicial, en sus diferentes

138
La justicia peruana en un país multicultural

instancias, asumen que existe un problema cada vez más agudo


con los operadores de la justicia extraordinaria en las comunida-
des o territorios originarios; conflicto que se hizo más visible a par-
tir de la organización de la ronda campesina, que prácticamente
puso en la agenda la jurisdicción de ambas justicias, generando
corrientes a favor y en contra, posiciones de apoyo y defensa de
una u otra, así como detractores y hasta posiciones extremistas
que deslindan en el racismo, para condenar o deslegitimizar a la
justicia de los pueblos originarios y las contundentes posiciones
de las rondas campesinas.
En la década de los 80, aparecen no solo líderes indígenas o
ronderos que reclaman y plantean el reconocimiento del fuero es-
pecial, sino muchos intelectuales y, en especial, personalidades aca-
démicas de las universidades afincadas en la Amazonía, el sur del
Perú, así como el centro y después el norte en las Casa de Estudio
de Cajamarca y Huaraz. La polémica se hizo evidente. Poco a poco,
va copando la agenda de los foros interculturales. Precisamente,
cuando el país va asumiendo mayores compromisos en los pactos y
convenios entre países, se hace evidente el reconocimiento de nues-
tro país como una Nación multicultural. A partir de este reconoci-
miento, los detractores de la justicia consuetudinaria retroceden a
medias y aceptan, finalmente, que existe un espacio territorial en
las diferentes regiones del Perú, que practican o ejercen sistemas
de justicia especiales, por lo que se ven obligados a otorgarles la
importancia correspondiente, aunque muchos de esos actores la
miran como un conjunto de tradiciones conservadoras de mundos
extraños, sin reconocer que forman parte de las nacionalidades de
un Perú no integrado y que, por lo tanto, existen las diferencias que
hay que reconocer y atender en su real dimensión.
Autoridades, gobernadores, jueces de paz, apus, líderes co-
munales, dirigentes ronderos, poco a poco, vertebran espacios
organizativos propios y enfilan contra el Estado oficial, reclaman-
do el reconocimiento a su derechos naturales y, en consecuencia,
a la administración de justicia en sus territorios, demostrando la

139
Orlando Velásquez

riqueza acumulada a través de los siglos, su efectividad, el grado


de organización y disciplina como base para la administración de
justicia comunitaria, así como la claridad en torno a los tipos de
delito, el tratamiento correspondiente y la reincorporación del
delincuente a la vida social y económica de su comunidad. Em-
pieza una larga historia de desencuentros e incomprensiones, y
hasta agresiones de los operadores de la justicia ordinaria contra
el derecho comunitario. Los protagonistas de este último nunca
retrocedieron y, por lo contrario, continuaron en su tarea que
venían realizando desde sus orígenes, crearon foros y espacios de
discusión, logrando poco a poco la participación en ellos de au-
toridades políticas y judiciales, líderes sociales, estudiosos de los
procesos interculturales, legisladores, que —poco a poco— se fue-
ron comprometiendo y asumiendo la validez de su defensa.

Constitución de 1993
Las largas jornadas en busca del reconocimiento de las ron-
das campesinas, la terca lucha que desde hace muchos años soste-
nían los pueblos originarios y comunidades nativas por el recono-
cimiento de su fuero natural hasta la década del 90, que no sola-
mente tenía a la comunidad y al campesinado, en general, como
protagonista, sino —como se ha demostrado anteriormente— se
contaba con otros actores externos que se identificaron con las
propuestas, incluyendo organizaciones nacionales y extranjeras,
partidos políticos de diferentes tendencias, en especial, aque-
llos de ideología de centro o de tendencias izquierdistas. La
Constitución Política del Perú de 1993 recoge esa larga discu-
sión y, con la presión de las organizaciones campesinas y los de-
más aliados comprometidos en la Asamblea Constituyente, lo-
graron un resultado histórico: el reconocimiento de la justicia
consuetudinaria, trazando con absoluta claridad dos campos o
escenarios para la administración de justicia en el Perú: El ám-
bito estatal u oficial para la aplicación de la justicia ordinaria,
a partir de la organicidad del Poder Judicial, la Fiscalía, la Po-
licía Nacional y todo el ordenamiento jurídico, sistematizado

140
La justicia peruana en un país multicultural

en el cuerpo de justicia, reconocido por el sistema jurisdiccional


peruano. Por otro lado, el sistema de justicia especial o consuetu-
dinario de potestad de la comunidad nativa y campesina, así como
de la ronda campesina del Perú, a partir de las leyes específicas
que se han ido generando en su desarrollo.
A partir de la Carta Magna, el fuero natural o especial que-
da reconocido, por lo cual los pueblos originarios, rondas cam-
pesinas y comunidades a lo largo del territorio nacional están
facultadas para ejercer la justicia en el ámbito de su territorio,
respondiendo a su tradición cultural, patrones de convivencia, có-
digos, sistemas de justicia heredados de sus ancestros, operadores
de justicia y organización de las diferentes etapas que demanda
la impartición de justicia en sus jurisdicciones. Por lo tanto, la
Constitución de 1993 ha dado el nacimiento formal e histórico a
la justicia consuetudinaria, lo cual ha permitido el rescate de los
símbolos y tradiciones que han permitido, a lo largo de los siglos,
la convivencia de los pueblos, el castigo a aquellos que se apartan
de las normas de comportamiento y, lo más importante, la rein-
corporación de aquellos que se desviaron del camino correcto a
la vida de su comunidad.
Para los objetivos de la presente investigación, se ha consi-
derado destacar los artículos de la Constitución Política del Perú
que, a nuestro juicio, se constituye en las palancas legales que res-
paldan y reconocen el sistema de justicia especial y que, por lo
tanto, se convierten en el mandato legal, sobre el que se asienta el
cuerpo jurídico consuetudinario a partir de 1993. Aquí los artícu-
los correspondientes de nuestra Constitución:

Artículo 1. Defensa de la persona humana. La defensa de la


persona humana y el respeto de su dignidad son fin supremo
de la sociedad y del Estado.
Artículo 2. Derechos fundamentales de la persona. Toda
persona tiene derecho: Inciso 19. A su identidad étnica y
cultural. El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica
y cultural de la Nación. Todo peruano tiene derecho a usar

141
Orlando Velásquez

su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un in-


térprete. Los extranjeros tienen este mismo derecho cuando
son citados por cualquier autoridad.
Artículo 3. Derecho constitucionales. Numerus Apertus. La
enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no
excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de na-
turaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o
en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrá-
tico de derecho y de la forma republicana de gobierno.
Artículo 7. Derecho a la salud. Protección al discapacitado.
Todos tienen derecho a la protección de salud, la del medio
familiar y la de la comunidad, así como deber de contribuir a
su promoción y defensa. La persona incapacitada para velar
por sí misma a causa de una deficiencia física o mental tiene
derecho al respeto de su dignidad y a un régimen legal de
protección, atención, readaptación y seguridad.
Artículo 48. Idiomas oficiales. Son idiomas oficiales el caste-
llano y, en zonas donde predominen, también lo son el que-
chua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley.
Artículo 88. Régimen Agrario. El Estado apoya preferente-
mente el desarrollo agrario. Garantiza el derecho de propie-
dad sobre la tierra, en forma privada o comunal, o en cual-
quier otra forma asociativa. La ley puede fijar los límites y la
extensión de la tierra según las peculiaridades de cada zona.
Las tierras abandonadas, según previsión legal, pasan al do-
minio del Estado para su adjudicación en venta.
Artículo 89. Comunidades campesinas y nativas. Las comu-
nidades campesinas y las nativas tienen existencia legal y son
personas jurídicas. Son autónomas en su organización, en
el trabajo comunal y en el uso y la libre disposición de sus
tierras, así como en lo económico y administrativo, dentro
del marco que la ley establece. La propiedad de sus tierras es
imprescriptible, salvo en el caso de abandono previsto en el
artículo anterior. El Estado respeta la identidad cultural de
las comunidades campesinas y nativas.
Artículo 149. Ejercicio de la función jurisdiccional por las
comunidades campesinas y nativas. Las autoridades de las co-
munidades campesinas y nativas, con el apoyo de las rondas

142
La justicia peruana en un país multicultural

campesinas, pueden ejercer las funciones jurisdiccionales


dentro de su ámbito territorial de conformidad con el de-
recho consuetudinario, siempre que no violen los derechos
fundamentales de la persona. La ley establece las formas de
coordinación de dicha jurisdicción especial con los Juzgados
de Paz y con las demás instancias del Poder Judicial.
Artículo 191. La ley establece porcentajes mínimos para hacer
accesible la presentación de género, comunidades campesi-
nas y nativas, y pueblos originarios en los Consejos Regionales.
Igual tratamiento se aplica para los Consejos Municipales.

2. Reconocimiento legal y real de la justicia consuetudinaria


2.1. Convenio 169 sobre pueblos indígenas
El reconocimiento de la justicia consuetudinaria, en concor-
dancia con el proceso señalado anteriormente, no se inicia con la
Constitución de 1993. La justicia especial o comunitaria siempre
existió y los pueblos originarios, así como aquellos que heredaron
su tradición cultural, la reconocieron desde tiempos inmemoria-
les. El problema se hace notorio, desde mediados del siglo xx,
por la penetración del capitalismo y los problemas sociales que
trae consigo, que generan conflictos y el choque de dos cultu-
ras en la administración de justicia en el territorio nacional. La
importancia de la Constitución, es que reconoce, por parte del
Estado peruano, que existe otra justicia especial. Sin embargo, a
pesar de la contundencia del mandato constitucional, el conflicto
diferencial no se resuelve porque los ideólogos y operadores de
justicia oficial no asumen íntegramente lo que manda la consti-
tución, mucho más si la gran mayoría de ellos miran a la justicia
comunal por debajo de su fuero, como si fueran un conjunto de
costumbres conservadoras a las cuales hay que enrumbarlas y to-
marlas en cuenta, desde su mirada supuestamente ilustrada que
deslinda con el racismo.
Antes de la Constitución de 1993, en el mundo, el movimien-
to de los pueblos originarios ya había logrado algunos reconoci-

143
Orlando Velásquez

mientos, como poblaciones o nacionalidades de naturaleza espe-


cial, como una cultura propia y con derechos ganados en la admi-
nistración de justicia en sus territorios. Diversos estudios de organi-
zaciones de derechos humanos, pronunciamientos de importante
foros o encuentros internacionales, congresos y comisiones de alto
nivel, predicaban el respeto a la tradición cultural y a los derechos
ganados por las comunidades en diversos países del mundo. Inclu-
so, investigaciones europeas, latinoamericanas y en especial en paí-
ses de fuerte raigambre cultural, como México, países centroameri-
canos, así como Ecuador, Bolivia, Venezuela, entre otros, concluían
en el respeto a la riqueza cultural de estos pueblos y reclamaban su
reconocimiento como un derecho ganado en la historia.
Existieron varios acuerdos, pronunciamientos en favor del re-
conocimiento de los pueblos originarios que, aunque no eran vin-
culantes, representaban el fortalecimiento de la tendencia univer-
sal en favor de las comunidades nativas. Esto permitió que se vaya
forjando un marco jurídico internacional para formalizar normas
vinculantes, que obliguen a los Estados a reconocer oficialmente
el legado cultural de esas poblaciones. De repente no es el pri-
mero, sin embargo, en el presente trabajo consideramos que la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio el gran paso
para oficializar el respeto a los derechos de los pueblos indígenas,
para preservar su tradición cultural y la institucionalidad creada
por ellos a lo largo de su historia. Así, el 27 de junio de 1989, la
conferencia General de la Organización del Trabajo, en su sep-
tuagésima sexta reunión, formula el CONVENIO N.o 169 SOBRE
PUEBLOS INDÍGENAS Y TRIBALES EN PAÍSES INDEPENDIEN-
TES. Esta norma de obligatorio cumplimiento en los Estados in-
tegrantes de la OIT, como el Perú, entra en vigor a partir del 5 de
setiembre de 1991, según lo estipula el propio Convenio. Aquí
encontramos un poderoso fundamento que sirve de base, poste-
riormente, a la Constitución peruana de 1993.
A continuación, para efectos de la presente investigación se
rescatan los principales artículos del presente Convenio que sien-
tan las bases del reconocimiento de los pueblos indígenas:

144
La justicia peruana en un país multicultural

Artículo 1
1. El presente Convenio se aplica:
a) A los pueblos tribales en países independientes, cuyas con-
diciones sociales, culturales y económicas les distingan de
otros sectores de la colectividad nacional, y que estén regi-
dos total o parcialmente por sus propias costumbres o tra-
diciones o por una legislación especial;
b) A los pueblos en países independientes, considerados indí-
genas por el hecho de descender de poblaciones que habi-
taban en el país o en una región geográfica a la que perte-
nece el país en la época de la conquista o la colonización o
del establecimiento de las actuales fronteras estatales y que,
cualquiera que sea su situación jurídica, conservan todas
sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y
políticas, o parte de ellas.
2. La conciencia de su identidad indígena o tribal deberá con-
siderarse un criterio fundamental para determinar los grupos
a los que se aplican las disposiciones del presente Convenio.
3. La utilización del término «pueblos» en este Convenio no
deberá interpretarse en el sentido de que tenga implicación
alguna en lo que atañe a los derechos que pueda conferirse
a dicho término en el derecho internacional.

Artículo 2
1. Los Gobiernos deberán asumir la responsabilidad de desa-
rrollar, con la participación de los pueblos interesados, una
acción coordinada y sistemática con miras a proteger los dere-
chos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad.
2. Esta acción deberá incluir medidas:
a) Que aseguren a los miembros de dichos pueblos gozar,
en pie de igualdad, de los derechos y oportunidades que
la legislación nacional otorga a los demás miembros de la
población.
b) Que promuevan la plena efectividad de los derechos so-
ciales, económicos y culturales de esos pueblos, respetan-
do su identidad social y cultural, sus costumbres y tradi-
ciones, y sus instituciones.

145
Orlando Velásquez

c) Que ayuden a los miembros de los pueblos interesados


a eliminar las diferencias socioeconómicas que pueden
existir entre miembros indígenas y los demás miembros
de la comunidad nacional, de una manera compatible
con sus aspiraciones y formas de vida.
Artículo 3
1. Los pueblos indígenas y tribales deberán gozar plenamen-
te de los derechos humanos y libertades fundamentales, sin
obstáculos ni discriminación. Las disposiciones de ese Con-
venio se aplicarán sin discriminación a los hombres y muje-
res de esos pueblos.
2. No deberá emplearse ninguna forma de fuerza o de coer-
ción que viole los derechos humanos y las libertades funda-
mentales de los pueblos interesados, incluidos los derechos
contenidos en el presente Convenio.
Artículo 4
1. Deberán adoptarse las medidas especiales que se precisen
para salvaguardar las personas, las instituciones, los bienes, el tra-
bajo, las culturas y el medio ambiente de los pueblos interesados.
2. Tales medidas especiales no deberán ser contrarias a los
deseos expresados libremente por los pueblos interesados.
3. El goce sin discriminación de los derechos generales de
ciudadanía no deberá sufrir menoscabo alguno como conse-
cuencia de tales medidas especiales.
Artículo 5
Al aplicar las disposiciones del presente Convenio:
a) Deberán reconocerse y protegerse los valores y prácticas so-
ciales, culturales, religiosos y espirituales propios de dichos
pueblos, y deberá tomarse debidamente en consideración la
índole de los problemas que se les plantean tanto colectiva
como individualmente;
b) Deberá respetarse la integridad de los valores, prácticas e
instituciones de esos pueblos;
c) Deberán adoptarse, con la participación y cooperación de
los pueblos interesados, medidas encaminadas a allanar las

146
La justicia peruana en un país multicultural

dificultades que experimenten dichos pueblos al afrontar


nuevas condiciones de vida y de trabajo.
Artículo 6
1. Al aplicar las disposiciones del presente Convenio, los go-
biernos deberán:
a) Consultar a los pueblos interesados, mediante procedi-
mientos apropiados y, en particular, a través de sus insti-
tuciones representativas susceptibles, cada vez que se pre-
vean medidas legislativas o administrativas susceptibles de
afectarles directamente;
b) Establecer los medios a través de los cuales los pueblos inte-
resados puedan participar libremente, por lo menos en la
misma medida que otros sectores de la población, y a todos
los niveles en la adopción de decisiones en instituciones
electivas y organismos administrativos y de otra índole res-
ponsable de políticas y programas que les conciernan;
c) Establecer los medios para el pleno desarrollo de las institu-
ciones e iniciativas de esos pueblos, y en los casos apropiados
proporcionar los recursos necesarios para este fin.
2. Las consultas llevadas a cabo en aplicación de este Conve-
nio deberán efectuarse de buena fe y de una manera apropia-
da a las circunstancias, con la finalidad de llegar a un acuerdo
o lograr el consentimiento acerca de las medidas propuestas.
Artículo 7
1. Los pueblos interesados deberán tener el derecho de
decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso
de desarrollo, en la medida en que este afecte a sus vidas,
creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras
que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la
medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social
y cultural. Además, dichos pueblos, su propio desarrollo eco-
nómico, social y cultural. Además, dichos pueblos deberán
participar en la formulación, aplicación y evaluación de los
planes y programas de desarrollo nacional y regional suscep-
tibles de afectarles directamente.

147
Orlando Velásquez

2. El mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo y


del nivel de salud y educación de los pueblos interesados, con
su participación y cooperación, deberá ser prioritario en los
planes de desarrollo económico global de las regiones donde
habitan. Los proyectos especiales de desarrollo para estas re-
giones deberán también elaborarse de modo que promuevan
dicho mejoramiento.
3. Los Gobiernos deberán velar porque, siempre que haya lu-
gar, se efectúen estudios, en cooperación con los pueblos inte-
resados, a fin de evaluar la incidencia social, espiritual y cultu-
ral, y sobre el medio ambiente que las actividades de desarro-
llo previstas puedan tener sobre esos pueblos. Los resultados
de estos estudios deberán ser considerados como criterios fun-
damentales para la ejecución de las actividades mencionadas.
4. Los Gobiernos deberán tomar medidas, en cooperación
con los pueblos interesados, para proteger y preservar el me-
dio ambiente de los territorios que habitan.
Artículo 8
1. Al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados
deberán tomarse debidamente en consideración sus costum-
bres o su derecho consuetudinario.
2. Dichos pueblos deberán tener el derecho de conservar sus
costumbres e instituciones propias, siempre que estas no sean
incompatibles con los derechos fundamentales definidos por
el sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos in-
ternacionalmente reconocidos. Siempre que sea necesario,
deberán establecerse procedimientos para solucionar los con-
flictos que puedan surgir en la aplicación de este principio.
3. La aplicación de los párrafos 1 y 2 de este artículo no debe-
rá impedir a los miembros de dichos pueblos ejercer los dere-
chos reconocidos a todos los ciudadanos del país y asumir las
obligaciones correspondientes.
Artículo 9
1. En la medida en que ello sea compatible con el sistema
jurídico nacional y con los derechos humanos internacio-
nalmente reconocidos, deberán respetarse los métodos a los

148
La justicia peruana en un país multicultural

que los pueblos interesados recurren tradicionalmente para


la represión de los delitos cometidos por sus miembros.
2. Las autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse
sobre cuestiones penales deberán tener en cuenta las cos-
tumbres de dichos pueblos en la materia.
Artículo 10
1. Cuando se impongan sanciones penales previstas por la
legislación general a miembros de dichos pueblos, debe-
rán tenerse en cuenta sus características económicas, so-
ciales y culturales.
2. Deberá darse la preferencia a tipos de sanción distintos
del encarcelamiento.
Artículo 11
La ley deberá prohibir y sancionar la imposición a miembros
de los pueblos interesados de servicios personales obligato-
rios de cualquier índole, remunerados o no, excepto en los
casos previstos por la ley para todos los ciudadanos.
Artículo 12
Los pueblos interesados deberán tener protección contra la
violación de sus derechos, y poder iniciar procedimientos
legales, sea personalmente o bien por conducto de sus or-
ganismos representativos, para asegurar el respeto efectivo
de tales derechos. Deberán tomarse medidas para garantizar
que los miembros de dichos pueblos puedan comprender y
hacerse comprender en procedimientos legales, facilitándo-
les, si fuere necesario, intérpretes u otros medios eficaces.

2.2. Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de


los Pueblos Indígenas
Después de algunos años del histórico convenio 169, las voces
de los foros internacionales que desde décadas atrás reclamaban
el reconocimiento de los pueblos originarios llamó la atención de
las Naciones Unidas, que es el máximo organismo mundial, que
convoca y agrupa con carácter vinculante a los países del orbe, los
cuales están obligados a cumplir su mandato. Así, las Naciones

149
Orlando Velásquez

Unidas, el 13 de setiembre del 2007, aprueban una histórica re-


solución denominada: III. DECLARACIÓN DE LAS NACIONES
UNIDAS SOBRE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGE-
NAS. Esta conquista de los pueblos y nacionalidades originarios
de los diversos países del mundo, como el Perú, prácticamente
homogenizó los criterios y concepciones acerca del legado y la
filosofía de la justicia especial, conjuntamente con su tradición
cultural. En el Perú, que es uno de los países que ofrece mayor
resistencia para el reconocimiento y aceptación de la justicia es-
pecial, se activan mecanismos y procedimientos para tratar con
mayor atención como a las rondas campesinas, que hasta ese mo-
mento ya habían alcanzado un posicionamiento importante en el
ámbito internacional, en su lucha por el respeto de su fuero.
La Declaración de las Naciones Unidas mueve a las diferentes
instancias del sistema de justicia del Perú para otorgar la creden-
cial que reclamaban las comunidades y las rondas campesinas. A
pesar del mandato constitucional, poco se había hecho para tra-
tar adecuadamente la justicia especial. La resistencia era eviden-
te, aunque en los cálculos de magistrados y autoridades políticas
responsables del acatamiento de la Constitución y los convenios
internacionales existía conscientemente la deuda o la falta al in-
cumplimiento de la misma. Por ello, dos años después en el Poder
Judicial decidían convocar eventos orgánicos con los operadores
de justicia nativos para concordar o conciliar algunos reconoci-
mientos o aproximaciones entre ambos niveles de justicia. Sin
embargo, en algunas jurisdicciones del sur del país, como Puno
y Ayacucho, así como en determinados distritos judiciales de la
Amazonía, se estaba realizando diversos niveles de contacto y tra-
tamiento de la justicia en los fueros ordinarios y especiales. Es
importante puntualizar algunos artículos de la Declaración de las
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas:
Artículo 1
Los indígenas tienen derecho, como pueblos o como indi-
viduos, al disfrute pleno de todos los derechos humanos y
las libertades fundamentales reconocidas en la Carta de las

150
La justicia peruana en un país multicultural

Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Hu-


manos y las normas internacionales de derechos humanos.
Artículo 2
Los pueblos y los individuos indígenas son libres e iguales
a todos los demás pueblos y personas, y tienen derecho a
no ser objeto de ningún tipo de discriminación en el ejerci-
cio de sus derechos, en particular la fundada en su origen o
identidad indígena.
Artículo 3
Los pueblos indígenas tienen derecho a la libre determina-
ción. En virtud de ese derecho determinan libremente su
condición política y persiguen libremente su desarrollo eco-
nómico, social y cultural.
Artículo 4
Los pueblos indígenas, en ejercicio de su derecho a la libre
determinación, tienen derecho a la autonomía o al autogo-
bierno en las cuestiones relacionadas con sus asuntos inter-
nos y locales, así como a disponer de medios para financiar
sus funciones autónomas.
Artículo 5
Los pueblos indígenas tienen derecho a conservar y reforzar
sus propias instituciones políticas, jurídicas, económicas, so-
ciales y culturales, manteniendo a la vez su derecho a partici-
par plenamente, si lo desean, en la vida política, económica,
social y cultural del Estado.
Artículo 6
Toda persona indígena tiene derecho a una nacionalidad.

Artículo 7
1. Las personas indígenas tienen derecho a la vida, la integri-
dad física y mental, la libertad y la seguridad de la persona.
2. Los pueblos indígenas tienen el derecho colectivo a vivir
en libertad, paz y seguridad como pueblos distintos, y no se-
rán sometidos a ningún acto de genocidio ni a ningún otro
acto de violencia, incluido el traslado forzado de niños del
grupo a otro grupo.

151
Orlando Velásquez

Artículo 8
1. Los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a
no ser sometidos a una asimilación forzada ni a la destruc-
ción de su cultura.
2. Los Estados establecerán mecanismos eficaces para la pre-
vención y el resarcimiento de:
a) Todo acto que tenga por objeto o consecuencia privarlos
de su integridad como pueblos distintos o de sus valores
culturales o su identidad étnica;
b) Todo acto que tenga por objeto o consecuencia despo-
seerlos de sus tierras, territorios o recursos;
c) Toda forma de traslado forzado de población que tenga
por objeto o consecuencia la violación o el menoscabo de
cualquiera de sus derechos;
d) Toda forma de asimilación o integración forzada;
e) Toda forma de propaganda que tenga como fin promover o
incitar a la discriminación racial o étnica dirigida contra ellos.
Artículo 9
Los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a per-
tenecer a una comunidad o nación indígena, de conformidad
con las tradiciones y costumbres de la comunidad o Nación de
que se trate. Del ejercicio de ese derecho no puede resultar
discriminación de ningún tipo.
Artículo 10
Los pueblos indígenas no serán desplazados por la fuerza de su
tierras o territorios. No se procederá a ningún traslado sin el con-
sentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas
interesados, ni sin un acuerdo previo sobre una indemnización
justa y equitativa y, siempre que sea posible, la opción del regreso.
Artículo 11
1. Los pueblos indígenas tienen derecho a practicar y revita-
lizar sus tradiciones y costumbres culturales. Ello incluye el
derecho a mantener, proteger y desarrollar las manifestacio-
nes pasadas, presentes y futuras de sus culturas, como luga-
res arqueológicos e históricos, objetos, diseños, ceremonias,
tecnologías, artes visuales e interpretativas y literaturas.

152
La justicia peruana en un país multicultural

2. Los Estados proporcionarán reparación por medio de me-


canismos eficaces, que podrán incluir la restitución, estable-
cidos conjuntamente con los pueblos indígenas, respecto de
los bienes culturales, intelectuales, religiosos y espirituales que
hayan sido privados sin su consentimiento libre, previo e in-
formado o en violación de sus leyes, tradiciones y costumbres.
Artículo 12
1. Los pueblos indígenas tienen derecho a manifestar, prac-
ticar, desarrollar y enseñar sus tradiciones, costumbres y ce-
remonias espirituales y religiosas; a mantener y proteger sus
lugares religiosos y culturales y a acceder a ellos privadamen-
te; a utilizar y controlar sus objetos de culto, y a obtener la
repatriación de sus restos humanos.
2. Los Estados procurarán facilitar el acceso y/o la repatriación
de objetos de culto y de restos humanos que posean mediante
mecanismos justos, transparentes y eficaces, establecidos con-
juntamente con los pueblos indígenas interesados.
Artículo 13
1. Los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar, uti-
lizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus
historias, su idioma, sus tradiciones orales, su filosofía, sus
sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus
comunidades, lugares y personas, así como a mantenerlos.
2. Los Estados adoptarán medidas eficaces para asegurar la
protección de ese derecho y también para asegurar que los
pueblos indígenas puedan entender y hacer entender en las
actuaciones políticas, jurídicas y administrativas, proporcio-
nando para ello, cuando sea necesario, servicios de interpre-
tación u otros medios adecuados.
Artículo 14
1. Los pueblos indígenas tienen derecho a establecer y con-
trolar sus sistemas e instituciones docentes que impartan
educación en sus propios idiomas, en consonancia con sus
métodos culturales de enseñanza y aprendizaje.
2. Los indígenas, en particular, los niños tienen derecho a todos
los niveles y formas de educación del Estado sin discriminación.

153
Orlando Velásquez

3. Los Estados adoptarán medidas eficaces, conjuntamente


con los pueblos indígenas, para que las personas indígenas,
en particular los niños, incluidos los que viven fuera de sus
comunidades, tengan acceso, cuando sea posible, a la educa-
ción en su propia cultura y en su propio idioma.
Artículo 15
1. Los pueblos indígenas tienen derecho a que la dignidad
y diversidad de sus culturas, tradiciones, historias y aspira-
ciones queden debidamente reflejadas en la educación y la
información pública.
2. Los Estados adoptarán medidas eficaces, en consulta y coo-
peración con los pueblos indígenas interesados, para comba-
tir los prejuicios y eliminar la discriminación y promover la
tolerancia, la comprensión y las buenas relaciones entre los
pueblos indígenas y todos los demás sectores de la sociedad.
Artículo 16
1. Los pueblos indígenas tienen derecho a establecer sus
propios medios de información en sus propios idiomas y a
acceder a todos los demás medios de información no indíge-
nas sin discriminación.
2. Los Estados adoptarán medidas eficaces para que los me-
dios de información públicos reflejen debidamente la diver-
sidad cultural indígena. Los Estados, sin perjuicio de la obli-
gación de asegurar plenamente la libertad de expresión, de-
berán alentar a los medios de información privados a reflejar
debidamente la diversidad cultural indígena.

2.3. Las 100 Reglas de Brasilia


Siguiendo el proceso de reconocimiento de los derechos de
los pueblos originarios, el respeto a su legado cultural y, muy en
especial, a sus patrones culturales en la administración de justicia,
en su propio territorio, la XIV Cumbre Judicial Iberoamericana
celebrada en Brasilia, del 4 al 6 de marzo de 2008, en el marco de
la defensa de las poblaciones vulnerables, por parte de la justicia
en los diferentes países del mundo, acordó aprobar cien reglas

154
La justicia peruana en un país multicultural

llamadas históricamente: LAS 100 REGLAS DE BRASILIA SOBRE


EL ACCESO A LA JUSTICIA DE LAS PERSONAS EN CONDI-
CIÓN DE VULNERABILIDAD. En algunas de ellas se incorporan
a las comunidades indígenas, reconociendo su jurisdicción espe-
cial, acuerdos que son muy bien difundidos en los países latinoa-
mericanos, considerados de obligatorio cumplimiento, por cuan-
to se convierte en el señalamiento preciso de cómo la justicia a
través de los Estados debe considerar a las diferentes poblaciones
que requieren un tratamiento especial.
La cumbre expide la Resolución Administrativa N.o 266-
2010-CE-PJ que se publica el 26 de julio de 2010, y que dispone
la adhesión del Poder Judicial peruano a la implementación de
estas reglas obligatorias. Para el caso de nuestras comunidades y
rondas campesinas, se recogen las siguientes reglas, que deben ser
implementadas en forma obligatoria en nuestro país.
Regla 9: las personas integrantes de las comunidades indíge-
nas pueden encontrarse en condición de vulnerabilidad cuando
ejercitan sus derechos ante el sistema de justicia estatal. Se pro-
moverán las condiciones destinadas a posibilitar que las personas
y los pueblos indígenas puedan ejercitar con plenitud tales dere-
chos ante dicho sistema de justicia, sin discriminación alguna que
pueda fundarse en su origen o identidad indígenas. Los poderes
judiciales asegurarán que el trato que reciban por parte de los ór-
ganos de la administración de justicia estatal sea respetuoso con
su dignidad, lengua y tradiciones culturales.
Todo ello sin perjuicio de lo dispuesto en la regla 48 sobre las
formas de resolución de conflictos propios de los pueblos indíge-
nas, propiciando su armonización con el sistema de administra-
ción de justicia estatal.
Regla 48: con fundamento en los instrumentos internaciona-
les en la materia, resulta conveniente estimular las formas propias
de justicia en la resolución de conflictos surgidos en el ámbito de
la comunidad indígena, así como propiciar la armonización de
los sistemas de administración de justicia estatal e indígena basada

155
Orlando Velásquez

en el principio de respeto mutuo y de conformidad con las nor-


mas internacionales de derechos humanos.
Regla 49: además, serán de aplicación las restantes medidas
previstas en estas Reglas en aquellos supuestos de resolución de
conflictos fuera de la comunidad indígena por parte del sistema
de administración de justicia estatal, donde resulta, asimismo,
conveniente abordar los temas relativos al peritaje cultural y al
derecho a expresarse en el propio idioma.
Regla 79: en la celebración de los actos judiciales se respeta-
rá la dignidad, las costumbres y las tradiciones culturales de las
personas integrantes de comunidades indígenas, conforme a la
legislación interna de cada país.
Precisamente, el Poder Judicial, a partir de este mandato vin-
culante y en concordancia con lo dispuesto por la Declaración de
las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
recién asume como parte de su quehacer orgánico la creación de
foros especiales para la implementación de estas obligaciones:
Por un lado, constituye una Comisión Nacional para la orga-
nización de Encuentros Nacionales para la implementación de las
100 Reglas de Brasilia, donde cada Corte Judicial de las diferentes
jurisdicciones de la República debe informar sobre las acciones
diversas para llegar a las poblaciones vulnerables en la aplicación
de la justicia, incorporando mecanismos y procesos creativos para
llegar a ellos, haciendo la justicia más humana y accesible en sal-
vaguardia de los derechos igualitarios de las personas.
Por otro lado, se instaura como instancia orgánica nacional
y anual los Congresos Nacionales e Internacionales de Justicia In-
tercultural, organizados por la Corte Suprema, que nombra una
Comisión Especial responsable de la organización, conjuntamen-
te con la Corte Superior que eligen como sede. Aquí los jueces
supremos y superiores, conjuntamente con los representantes de
organizaciones comunales, pueblos originarios y rondas campesi-
nas, se reúnen, se encuentran para discutir y arribar a puntos de

156
La justicia peruana en un país multicultural

consenso en el reconocimiento del fuero ordinario y especial. En


adelante, veremos los resultados de estos foros, pues, a medida
que se desarrollan, se convierten en una especie de reiteración de
sus acuerdos anteriores; aunque en la práctica los magistrados, al
parecer, no asumen sus postulados como normas o rutas claras a
seguir en la aplicación del proceso judicial.

3. La lucha por el reconocimiento y la igualdad


3.1. Contexto del problema y el proceso de reconocimiento oficial
En esa etapa de desarrollo, los pueblos y comunidades
tradicionales habían logrado grandes avances en su lucha por el
reconocimiento y respeto a su fuero comunitario, al igual que las
rondas campesinas, como herederos del legado histórico de sus
ancestros, por lo que no hubieran requerido desplegar tantos
esfuerzos para alcanzar estas parciales conquistas. El problema
se presenta cuando las poblaciones comunitarias, que venían
desde siglos atrás administrando justicia en sus territorios, con el
ordenamiento consuetudinario, en la medida que el capitalismo
penetra en su territorio y la justicia ordinaria, llamada a
contrarrestar los problemas sociales que genera esta penetración,
resulta inefectiva. Por ello, cuando la justicia especial percibe su
ineficacia, asume su rol hereditario. Sin embargo, este accionar
encuentra el rechazo de la justicia ordinaria, que, a pesar de
ser ineficaz para ellos, desconoce los códigos y procesos que
ancestralmente aplicaban las comunidades aborígenes y las
rondas campesinas que, precisamente, nacen y se organizan
ante la ineficiencia de la justicia oficial que, incluso, para los
comuneros se coludía con la delincuencia.
El camino recorrido y descrito en los acápites anteriores de-
muestran claramente la dura batalla sostenida por quienes no
solo defienden su fuero comunitario, sino el derecho a la vida,
al orden, la defensa de la tierra y todo aquello que forma parte
de su cosmovisión. Por otro lado, este proceso en busca de su re-
conocimiento fue ganando terreno en las amplias jurisdicciones

157
Orlando Velásquez

del Perú oficial donde nosotros y todos aquellos que formamos


parte del Estado de derecho aprendimos a mirar con respeto a
las nacionalidades y comunidades históricamente marginadas y
relegadas, que recién existieron, justamente a partir de este pro-
ceso de reconocimiento que exigieron cuando se desconocía su
mundo originario. Nuestra generación recuerda la década del
ochenta, en plena lucha contra el terrorismo, cuando la comu-
nidad de Uchuraccay dio muerte a ocho periodistas, generando
un escándalo nacional que levantó las voces oficiales exigiendo el
ajusticiamiento de los supuestos asesinos. Antropólogos, historia-
dores, indigenistas y expertos en derechos humanos alzaron su
voz y pusieron alto a la represión y cacería humana que se propu-
so por parte de la justicia peruana. De pronto, el Perú empezó a
mirar de otra forma el problema, deteniendo la masacre. Poco a
poco, nos empezamos a preguntar si fue un asesinato, un ajusticia-
miento o una venganza.
El episodio anterior se produce en medio del enfrentamien-
to y la guerra subversiva. Asimismo, el deslinde entre la justi-
cia ordinaria y especial había comenzado y estaba en etapa de
definiciones. Las fuerzas oficiales buscaron utilizar a la comu-
nidad y a la ronda campesina como punta de lanza contra los
terroristas, generando confusión y algunas veces el rechazo de
esas poblaciones. Uchuraccay, en este contexto, es el modelo de
pueblo nativo que, teniendo otro idioma, otra religión, códigos
ancestrales distintos a nuestro ordenamiento constitucional, no
hicieron suya esta lucha, ni comprendieron las causas del en-
frentamiento. Por lo tanto, este trágico episodio permitió que
la población peruana comprendiera mejor que en nuestro país
existían comunidades y nacionalidades no incorporadas a la Na-
ción peruana que tiene su Constitución y su Estado de derecho.
Por ello, creemos que estos hechos y otros procesos se convier-
ten en enseñanzas para que los peruanos entendiéramos la filo-
sofía y los códigos de justicia de estas poblaciones ancestrales.
Los acontecimientos siguientes contribuyeron al reconocimien-
to de aquellas poblaciones, que habían permanecido al margen

158
La justicia peruana en un país multicultural

de la construcción del Estado peruano, aquella herencia cultu-


ral y su derecho a ser respetada, como así lo hicieron los fueros
internacionales y la propia Constitución de 1993.
Como lo señalamos en su momento, a pesar de la vigencia y el
mandato de la Constitución de 1993, el sistema de justicia perua-
na apenas reaccionó y solo dio pasos muy tibios para reconocer a
la justicia consuetudinaria. Incluso, la celebración del Convenio
169 sobre pueblos indígenas y tribales no fue suficiente para com-
prometer decididamente al fuero judicial peruano con respecto
a la justicia especial. Fue la Declaración de las Naciones Unidas
sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, así como las 100
Reglas de Brasilia, que son de carácter vinculante y de obligatorio
cumplimiento en países como el Perú, que obliga a tomar deci-
siones y las correspondientes acciones para su implementación.
Así, el Estado peruano, el Poder Judicial, la Fiscalía y las instan-
cias policiales deciden trabajar para el cumplimiento de aquellos
mandatos. Indudablemente que a pesar que la respuesta orgánica
u oficial era evidente y obligatoria, existía y aún existe mucha re-
sistencia de parte de personas y actores conformantes del sistema
de justicia, formados con criterios y filosofías contrapuestas que se
resisten al reconocimiento de estos mandatos.

3.2. El Poder Judicial e inicio del compromiso con los pueblos


originarios
El Poder Judicial del Perú, en el 2009, inicia una serie de
coordinaciones entre su Consejo Ejecutivo, la Corte Suprema y
las salas jurisdiccionales, así como con las cortes superiores de jus-
ticia de todo el país, en la búsqueda de los mecanismos y acciones
concretas para el reconocimiento de la justicia especial o consue-
tudinaria. La decisión se hizo orgánica convocando a congresos
específicos para tratar y concretar los acuerdos internacionales
y el mandato de la Constitución. Así, entre otros eventos, en los
cuales incorporan los encuentros nacionales para la aplicación
de las 100 Reglas de Brasilia, determinan la realización anual de

159
Orlando Velásquez

Congresos Internacionales sobre Justicia Intercultural en Pueblos


Indígenas, teniendo como objetivo convocar a los operadores de
justicia ordinaria y especial, de los países de América con fuerte
raigambre indígena, y a los presidentes de Cortes Superiores y
operadores, responsables de la justicia ordinaria, así como a di-
rigentes y operadores de la justicia consuetudinaria. Así, nacen
orgánicamente los congresos interculturales promovidos por el
Poder Judicial peruano.
El Primer Congreso Internacional sobre Justicia Intercultural
de Pueblos Indígenas se realiza en La Merced, ubicado en la pro-
vincia de Chanchamayo, de la región Junín, convirtiéndose esta
ciudad en el inicio del encuentro de dos mundos jurisdiccionales,
porque por primera vez se reúnen al más alto nivel en un evento
oficial las máximas autoridades de la justicia ordinaria y consue-
tudinaria, en la búsqueda del respeto y el reconocimiento de am-
bos fueros. Igualmente, deciden que en cada evento se expidan
conclusiones de obligatorio cumplimiento para cada jurisdicción,
que para tal fin se denominaban DECLARACIONES. La finalidad
estaba dirigida a familiarizar a los magistrados con la justicia de
los pueblos originarios, toda vez que hasta ese momento ya exis-
tían diferentes convenios y acuerdos internacionales que debían
implementarse obligatoriamente, para el reconocimiento y respe-
to a la justicia tradicional que impartían comunidades y rondas
campesinas. Asimismo, existía un mandato constitucional que no
se cumplía, por lo que el Poder Judicial programa estos congresos
para avanzar gradualmente en aquellas obligaciones emanadas de
los organismos internacionales y de la Constitución.
La metodología que diseña el Consejo Ejecutivo del Poder Ju-
dicial fue organizar dentro de la Convocatoria Nacional de Inter-
culturalidad un Congreso Internacional, que se constituya en la
cobertura para los magistrados del país. Esto es, que en cada even-
to se cuente con delegaciones de países hermanos que habían
avanzado en el reconocimiento del fuero consuetudinario y la
coexistencia con la justicia ordinaria, que incorpora a todos nues-

160
La justicia peruana en un país multicultural

tros magistrados. Así, en cada evento se cuenta con delegaciones


de países como Bolivia, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Paraguay,
Chile y de algunos países centroamericanos. En algunos de ellos,
como Ecuador y Bolivia, se tienen legislaciones y coordinaciones
muy avanzadas entre ambos sistemas de justicia. En este marco,
los Congresos de Justicia Intercultural se debían convertir en un
aprendizaje e intercambio entre sistemas de justicia de nuestros
países. Esta es la filosofía de los congresos Internacionales sobre
Justicia Intercultural que, en adelante, cada un año programa el
Consejo Ejecutivo del Poder Judicial con una de las Cortes Supe-
riores de Justicia donde se realiza cada evento.

4. Significado y análisis de los Congresos Interculturales


4.1. Declaraciones de los ocho Congresos Internacionales de Jus-
ticia Intercultural

1. DECLARACIÓN DE LA MERCED
Conclusiones
1. Este congreso constituye un hito histórico en el proceso
de diálogo intercultural entre los sistemas de justicia
ordinaria y la justicia indígena, el cual debe mantener-
se y consolidarse.
2. Afirmamos que en nuestro país coexisten diversos pue-
blos que tienen sus propios sistemas jurídicos, los cuales
resuelven todo tipo de conflictos dentro de su ámbito te-
rritorial, y fuera del mismo, entre sus miembros, de con-
formidad con su derecho consuetudinario.
3. En aplicación del artículo 149 de la Constitución Políti-
ca, el Convenio N.̊ 169 de la Organización Internacional
del Trabajo, la Declaración de Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas, y el artículo 18.3 del
Código Procesal Penal, la jurisdicción ordinaria debe res-
petar plenamente los sistemas jurídicos indígenas.

161
Orlando Velásquez

4. Manifestamos nuestra voluntad de entrar en relaciones de coor-


dinación y diálogo intercultural entre ambas jurisdicciones.
5. Respaldar la iniciativa del presidente del Poder Judicial, Dr.
Javier Villa Stein, por promover espacios de diálogo con los
pueblos indígenas a través de este tipo de encuentros.
Recomendaciones
1. Crear, en los distritos judiciales, instancias de coordina-
ción entre la justicia ordinaria e indígena, de composi-
ción paritaria, mixta intercultural, con representantes in-
dígenas designados por ellos mismos.
2. Establecer los mecanismos y criterios de coordinación en-
tre los sistemas de justicia ordinaria y la justicia indígena
en el marco de un diálogo intercultural, con participa-
ción de las autoridades de ambas jurisdicciones.
3. Identificar los procesos judiciales que involucran a indíge-
nas y los casos de conflicto entre la jurisdicción ordinaria
e indígena, para efectos de que se respeten los derechos
indígenas y se realicen las coordinaciones que permitan
dar las soluciones correspondientes.
4. Sistematizar la jurisprudencia de la jurisdicción ordinaria en
materia de pueblos indígenas y diversidad cultural, así como
las distintas experiencias de los sistemas jurídicos indígenas.
5. Plantear al Congreso de la República la convocatoria de la
consulta previa a los pueblos indígenas para el desarrollo
legislativo del artículo 149 de la Constitución Política que
comprenda, entre otros, el fortalecimiento de la jurisdicción
indígena, el reconocimiento de los derechos y beneficios so-
ciales de las autoridades de dicha jurisdicción y la dotación
de los recursos que requieren para su buen funcionamiento.
Evaluación y análisis
Como puede apreciarse en este histórico Congreso Intercul-
tural existe un reconocimiento pleno de la jurisdicción de la
justicia consuetudinaria, pasando por el respeto a los pueblos
aborígenes y a su derecho ancestral. Asimismo, los magistra-
dos se allanan a coordinar con los operadores de la justicia es-

162
La justicia peruana en un país multicultural

pecial, para concretar los mandatos de la legislación nacional


e internacional sobre los derechos de los pueblos indígenas y
rondas campesinas. Esta declaración va más allá, al determi-
nar con carácter vinculante la interrelación entre la justicia
ordinaria y la justicia indígena, estableciendo un marco para
un diálogo permanente intercultural que convoca con iguales
derechos a las autoridades de ambas jurisdicciones, creando
espacios para la capacitación mutua y el intercambio de cono-
cimientos y experiencias de ambos sectores de justicia.
Si la Declaración de La Merced tendría validez de ley; enton-
ces, a estas alturas se tuviera una correcta armonía, respeto
y reconocimiento de ambas justicias. El problema, como ve-
remos más adelante, es la aplicación en la práctica del texto
formal y de fondo de estas declaraciones, que debieran tener
un seguimiento estricto para su cumplimiento. Si la Oficina
Nacional de Justicia Intercultural, que se creó por mandato
de este congreso, ejerciera estrictamente las funciones que
en dichas conclusiones se acuerdan; entonces, este organis-
mo sería el ente cautelador de ambas justicias. Sin embar-
go, al parecer, la formación occidental y el desconocimiento
de la esencia cultural de nuestros pueblos que conforman
el Perú marginal, por parte de jueces y fiscales, no ha per-
mitido que se alcancen los logros que teóricamente tuvo el
Congreso Intercultural.

2. DECLARACIÓN DE CAJAMARCA
Conclusiones
1. Este Segundo Congreso viene a consolidar y ratificar las
conclusiones y recomendaciones del Primer Congreso Inter-
nacional sobre Justicia Intercultural en Pueblos Indígenas,
realizado en la ciudad de La Merced, Chanchamayo, por lo
que constituye una renovación del compromiso del Poder
Judicial para desarrollar este proceso de acercamiento y de
encuentro entre la justicia ordinaria y la justicia especial co-
munal y ronderil, en el marco del diálogo intercultural.
2. Reconocemos el importante papel que cumplen las co-
munidades y rondas campesinas en el ejercicio de sus
funciones jurisdiccionales, contribuyendo de esa forma al

163
Orlando Velásquez

objetivo común de lograr la paz social y el mejor acceso a


la justicia de la población rural.
3. Afirmamos la necesidad de construir procesos para que
la justicia ordinaria y la justicia comunal y ronderil desa-
rrollen mecanismos para promover relaciones de comple-
mentariedad y mutuo apoyo.
4. Ratificar el respeto y cumplimiento de la legislación na-
cional e internacional sobre los derechos de los pueblos
indígenas y rondas campesinas a efectos de su debida ob-
servancia por las autoridades del sistema de justicia.
Recomendaciones
1. Fortalecer los mecanismos y criterios de coordinación en-
tre los sistemas de justicia ordinaria y la justicia indígena,
en el marco de un diálogo intercultural, con participa-
ción de las autoridades de ambas jurisdicciones.
2. Solicitar al Congreso de la República la aprobación de la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas, del 13 de setiembre de 2007.
3. Crear una Oficina Nacional de Justicia Intercultural, depen-
diente del Poder Judicial, para desarrollar políticas de coor-
dinación entre jurisdicciones estatal, comunal y ronderil.
4. Generar espacios de formación, capacitación e intercam-
bio de saberes con enfoque intercultural para los opera-
dores de justicia ordinaria y de las autoridades de la juris-
dicción indígena, con participación paritaria, replicando
la experiencia de los Centros de Justicia Intercultural de
los distritos judiciales de San Martín y Cajamarca.

Evaluación y análisis
Como puede apreciarse, en este segundo congreso, prácti-
camente se ratificaron las conclusiones y recomendaciones
del Primer Congreso de La Merced, con lo cual, en un análi-
sis puntual, estaríamos afirmando que los magistrados están
convencidos, no solo del reconocimiento de la justicia comu-
nal, sino que se ubican como un espacio distinto y diferente
del otro espacio comunal, estando obligados a complemen-

164
La justicia peruana en un país multicultural

tarse y trabajar procesos superiores e integradores, con inde-


pendencia y respeto.
De esta forma, al parecer, en este Segundo Congreso se ha-
bría consolidado el respeto a la justicia comunal, incluyendo
el espacio de la ronda campesina y, como dijimos anterior-
mente, tendríamos dos sectores que se apoyan en la búsque-
da del respeto fundamental a la persona humana, que es el
fin de las Naciones. Sin embargo, los hechos que suceden
alrededor de estos espacios jurisdiccionales contradicen, en
cierta forma, el espíritu de este Segundo Congreso Intercul-
tural. Sin embargo, este Segundo Congreso que, precisamen-
te, se realiza en la jurisdicción donde nacen las rondas cam-
pesinas teniendo la provincia de Chota como el modelo de
justicia comunal, dio la impresión de una rectificación de los
magistrados, incluyendo a la Policía Nacional, que fue la ins-
titución de control oficial, que inicialmente se enfrenta con
la ronda, en su trabajo de ubicación y persecución de aque-
llos que delinquen. Ambas justicias aparecieron dispuestas a
trabajar juntas, reconociendo sus respectivas jurisdicciones.
La Declaración de Cajamarca, a parte de la reafirmación de las
conclusiones anteriores, se convierte en una especie de auto-
crítica entre autoridades y operadores de justicia, que conside-
ran que la única forma de llevar adelante sus objetivos comu-
nes de perseguir el delito y condenar a los responsables, los
obligaba a complementarse, priorizando el respeto al fuero en
sus respectivos territorios. Por ello, las recomendaciones para
desarrollar una adecuada coordinación se constituyen en el
elemento central, no solo para evitar disputas en la aplicación
de justicia, sino, principalmente, el reconocimiento del dere-
cho comunal, que hace tiempo reclamaban sus actores.
Hasta aquí, el Convenio de la Organización Internacional de
Trabajo, la Resolución de las Naciones Unidas y el reciente v
PLENO JURISDICCIONAL DE LAS SALAS PENALES PERMA-
NENTE Y TRANSITORIAS, que tuvo un carácter vinculante,
celebrado el 12 de octubre de 2009, tuvieron en este congreso
un eco fundamental. Si bien este pleno estuvo centrado en la
identificación y caracterización de la ronda campesina, para lo
cual se preguntaba si era o no parte del fuero consuetudinario

165
Orlando Velásquez

o formaba parte de la tradición cultural de los pueblos origina-


rios; este pleno reconoce categóricamente la jurisdicción y los
alcances legales de la justicia nativa o especial. Es decir, en la
búsqueda de la ubicación étnica y territorial de la ronda se rea-
firma el reconocimiento y los derechos de la comunidad nativa
en cuanto a su fuero consuetudinario en estricta aplicación del
Convenio y la Resolución de las Naciones Unidas.

3. DECLARACIÓN DE HUARAZ
Declaraciones
1. El actual Congreso consolida las conclusiones y las reco-
mendaciones del i y ii Congresos Internacionales sobre
Justicia Intercultural en comunidades nativas, comunida-
des campesinas y rondas, realizados en las ciudades de La
Merced y Cajamarca, respectivamente, por lo que cons-
tituye una ratificación del proceso de acercamiento y de
encuentro entre la justicia ordinaria y la justicia especial
comunal y ronderil.
2. Confirmamos la importancia de las comunidades campe-
sinas, comunidades nativas y rondas como instituciones
que imparten justicia en el mundo rural peruano, contri-
buyendo con la paz social y mejor acceso a la justicia de
aquella población.
3. Reconocemos el esfuerzo del Poder Judicial para asumir
como enfoque y política institucional a la interculturali-
dad en la justicia, para, en base a ella, orientar la actua-
ción de sus instancias y órganos jurisdiccionales.
4. Declaramos que el respeto mutuo entre el Poder Judicial y
la justicia indígena es la base primordial para continuar el
proceso de coordinación en marcha de manera sostenible.
5. Reconocemos las dificultades que cada sistema de justicia
tiene para cumplir sus diversas visiones y fines, aunque, a
la vez, encontramos grandes afinidades entre ellas vincu-
ladas con la paz, el derecho al desarrollo y la promoción
del ser humano, lo cual permite confiar en la posibilidad
y eficacia de la colaboración.

166
La justicia peruana en un país multicultural

Evaluación y análisis
Este congreso se realiza en una importante región de los An-
des peruanos, y en correspondencia con el evento anterior,
también se realiza en la sierra norte del Perú. Igualmente, su
cercanía con el V Acuerdo Plenario de la Corte Suprema de
la República, así como la persistente lucha de la ronda cam-
pesina, que por ese entonces había acogido sus ideales de la
región vecina, tenía mucho de común con la Declaración de
Cajamarca. Si bien el Congreso tenía un temario como los an-
teriores, que buscaban el reconocimiento y el encuentro de
los dos sistemas de justicia, la presencia de las rondas campesi-
nas y los efectos de dicho plenario, prácticamente coparon la
atención principal del evento, sin que ello signifique que los
documentos y el programa que presentó la Comisión Organi-
zadora de este Congreso hayan desviado el carácter principal
de su convocatoria, más aun si el nivel del evento era de carác-
ter internacional, como se demuestra con la presencia de los
representantes de las organizaciones extranjeras presentes.
La particularidad descrita anteriormente y, de repente, los
lazos comunes y de identidad entre la región Cajamarca y
Áncash permitieron que los participantes de este Tercer Con-
greso asuman todo lo acordado y declarado en el evento pre-
cedente. Por ello, se explica que, en las conclusiones de la
Declaración de Huaraz, se confirmen estrictamente todos los
acuerdos tomados en los dos congresos pasados, ratificando
especialmente lo concluido en la Declaración de Huaraz.
Un aspecto muy importante representa la Tercera Declaración
de este Tercer Congreso Internacional: se establece el recono-
cimiento del Poder Judicial para asumir como política insti-
tucional a la interculturalidad en la aplicación de la justicia,
concordando que es el mecanismo adecuado para contribuir
con la paz social, comprometiéndose a orientar la actuación
de sus diferentes instancias y órganos jurisdiccionales. Esto
significa que la justicia ordinaria asume el respeto y el reco-
nocimiento de la justicia consuetudinaria, para lo cual debe
utilizar todos los mecanismos para que los magistrados ac-
túen estrictamente en concordancia con este reconocimiento.
Más adelante, veremos si esto se cumple o no en la praxis de los
jueces de todas las instancias del Poder Judicial peruano.

167
Orlando Velásquez

4. DECLARACIÓN DE LIMA
Declaraciones
1. Saludamos la labor de casi seis mil jueces de paz quienes
logran promover y garantizar el acceso a la justicia de mi-
llones de peruanos en las zonas rurales de nuestro país.
2. Invocamos a las Cortes Superiores a desarrollar y fortale-
cer los mecanismos y criterios de coordinación entre los
sistemas de justicia ordinaria y especial.
3. Reiteramos nuestro compromiso con el proceso de re-
flexión y diálogo iniciado en el año 2010 a través de los
cuatro Congresos Internacionales sobre Justicia Intercul-
tural, y exhortamos a las autoridades del Poder Judicial y
a las autoridades de la jurisdicción especial a mantener su
interés y vocación por la reflexión sobre esta problemáti-
ca, sustentando sus decisiones en las normas nacionales e
internacionales sobre los derechos de los indígenas.
4. Invocamos a las autoridades de la jurisdicción ordinaria y la
jurisdicción especial a unir esfuerzos para superar las posibles
situaciones de conflicto que todavía persisten manteniendo
una permanente comunicación, teniendo siempre como
mira el respeto de los derechos fundamentales y un enfoque
intercultural, garantizando los derechos lingüísticos.
5. Recomendamos proseguir el proceso de sistematización
de jurisprudencia sobre justicia intercultural y difundir
sus resultados.
6. Recomendamos fortalecer el trabajo de las Escuelas de Justi-
cia Intercultural, como espacios de intercambio de saberes,
investigación y capacitación, promoviendo que trabajen en
conjunto con las demás instituciones del sistema de justicia
estatal, las organizaciones representativas de la jurisdicción
especial y los pueblos indígenas.
Evaluación y análisis
El IV Congreso Internacional celebrado en la ciudad de
Lima difiere mucho de los congresos desarrollados ante-
riormente. Pareciera que los magistrados se contagian del
centralismo limeño porque la presencia preponderante de

168
La justicia peruana en un país multicultural

los participantes de la justicia oficial, así como su compor-


tamiento, traducido en opiniones y el tratamiento a los con-
tenidos del temario propuesto, no fue igual a sus similares
anteriores. Igualmente, pareciera que los representantes de
los pueblos originarios por las rondas campesinas asumieron
una posición más prudente y calculadora frente a los orga-
nizadores. Aquí no encontramos la reiteración o reconoci-
miento absoluto a los tres congresos mencionados, como se
demuestra en la Declaración de Lima, que en su redacción,
incluso, cambia la tónica que hasta ese momento tenían las
conclusiones del I, II y III Congreso Internacional.
La primera, la segunda y la tercera declaración se limitan
a saludar esfuerzos del trabajo organizativo y las diferentes
experiencias de coordinación que hasta ese momento se
realizaron. No hay ningún compromiso ni reconocimiento
contundente en esta ocasión, solo existen saludos generales
a lo realizado hasta ese momento. Esta tendencia para la pre-
sente investigación destaca el ánimo y la convicción de la ma-
yoría de magistrados que miran desde arriba hacia abajo a la
justicia especial. Por otro lado, están ausentes las disposicio-
nes vinculantes del V Plenario Nacional, aunque al referirse
a este se hace a manera de invocación y reflexión.
Asimismo, el reconocimiento de la Declaración de Lima a los
miles de jueces de paz, indicando que promueven y garantizan
el acceso a la justicia de millones de peruanos en las zonas ru-
rales, constituye una lectura distinta al curso de los congresos
anteriores. Es cierto que el papel de los jueces de paz es fun-
damental por su cercanía con las poblaciones marginales del
Perú; en cambio, esta conclusión pareciera que responde a la
filosofía del magistrado, que considera que, a través de estas
instancias, se hubiera satisfecho la atención de la justicia en
las zonas rurales o comunales del país. Sabemos que el juez de
paz no se ubica en la estructura orgánica del Poder Judicial.
De repente, es un estadio entre la magistratura y la justicia
consuetudinaria, y que, a pesar de ser parte, actúa como una
instancia independiente. Pero, al parecer, de acuerdo al curso
de este Congreso y a la actitud del Magistrado, su reconoci-
miento es expreso y muy claro a la justicia de paz, mantenien-
do prudente distancia de la justicia especial o comunitaria.

169
Orlando Velásquez

En esa misma dirección, se ubica el punto tres de la Declara-


ción de Lima, cuando señala que reiteran el compromiso con
el proceso de reflexión y dialogo que se empezó en el Congre-
so de la Merced. Es decir, consideran que aún se está en una
etapa de reflexión e inicios de un diálogo, contrariamente al
reconocimiento y a los compromisos asumidos en congresos
pasados. Asimismo, aquella vocación para mantener el interés
por las conversaciones y acercamientos, igualmente, contradi-
cen el espíritu anterior, lo cual es más notorio cuando se invita
a pensar o meditar en la problemática entre la justicia ordi-
naria y la justicia especial. Por ello, resulta preocupante en el
proceso de reconocimiento de la justicia comunal, cuando la
Declaración de Lima acuerda: «Invocamos a las autoridades
de la jurisdicción ordinaria y la jurisdicción especial a unir es-
fuerzos para superar las posibles situaciones de conflicto que
todavía persisten». Esto es, que los magistrados recomiendan
a sus autoridades a un acercamiento, como si ellos fueran leja-
nos o actores de estos posibles conflictos o que recién se em-
pezarían las coordinaciones entre ambos sistemas.

5. DECLARACIÓN DE PIURA
Declaraciones
1. Declaramos de ingente urgencia y necesidad que el Poder
Judicial potencie sus estrategias de difusión social y capaci-
tación interinstitucional sobre la vigencia y aplicación del
Acuerdo Plenario de la Corte Suprema de Justicia N.° 01-
2009/CJ-116: «Rondas campesinas y el derecho penal», a
fin de que se cumplan plenamente sus mandatos y aportes
al desarrollo del marco constitucional sobre justicia espe-
cial que postula el artículo 149 de la Constitución. En ese
contexto, deben promoverse reuniones de coordinación al
más alto nivel entre el Poder Judicial, el Ministerio Público,
el Ministerio de Justicia y el Ministerio del Interior.
2. Requerimos la realización de un Pleno Jurisdiccional de la
Corte Suprema de Justicia de la República que, continuan-
do con la línea iniciada por el Pleno Jurisdiccional N.° 01-
2009/CJ-116, aborde nuevos problemas y prácticas relacio-
nados con la justicia comunitaria y ronderil, recogiendo las

170
La justicia peruana en un país multicultural

nuevas experiencias y necesidades que han surgido sobre la


materia en el ejercicio de la praxis jurisdiccional.
3. Demandamos un mayor acercamiento y planificación con-
junta entre la Policía Nacional del Perú y las rondas urba-
nas, respetando sus respectivas Declaraciones, Revista Ofi-
cial del Poder Judicial, Año 6-7, N.° 9, 2012-2013, esferas
operativas para una cooperación eficaz a favor de la segu-
ridad ciudadana, activando, para ello, mecanismos preven-
tivos y efectivos como las juntas vecinales y otras formas de
participación ciudadana autorizadas por la ley.
4. Apoyamos el trabajo coordinado que, en diferentes regio-
nes del país, vienen practicando funcionarios estatales, ron-
das campesinas y la sociedad civil, para superar falencias de
servicios de justicia y de seguridad ciudadana, en un plano
de igualdad, respeto mutuo, con enfoque intercultural y
con conocimiento suficiente de la realidad nacional.
5. Asumimos el compromiso de promover reuniones de tra-
bajo para impulsar un proyecto de ley que viabilice que
los ciudadanos que integran las rondas urbanas puedan
contribuir con la seguridad ciudadana, dentro del marco
legal vigente, y con el liderazgo y apoyo efectivo de las
autoridades competentes.
6. Validamos los contenidos y aportes de los Protocolos de
Coordinación y Actuación elaborados por el Poder Judi-
cial por ser herramientas útiles para el trabajo cotidiano
con enfoque intercultural de los magistrados y por su re-
levancia para una actuación eficiente y conjunta con los
defensores públicos, los policías y los fiscales. Asimismo,
observamos con interés la propuesta de Ley de Coordina-
ción Intercultural de la justicia aprobada por la Comisión
correspondiente del Congreso de la República.
7. Ratificamos la compatibilidad de un enfoque intercul-
tural de la justicia con una visión e interpretación cohe-
rente y respetuosa de los derechos humanos, en el marco
de la Constitución Política del Perú y de los documentos
internacionales que regulan los derechos de los pueblos
indígenas, reconociendo así la diversidad de patrones e
identidades que coexisten en nuestra sociedad.

171
Orlando Velásquez

8. Destacamos la pertinencia de continuar con la implemen-


tación de la Hoja de Ruta sobre Justicia Intercultural del
Poder Judicial, incorporando en su estrategias y acciones
a las demás entidades estatales del sistema de justicia y las
recomendaciones de este V Congreso Internacional sobre
Justicia Intercultural.
9. Rechazamos toda manifestación discriminatoria por ra-
zón de etnia, condición económica o concepto cultural,
que practiquen funcionarios o ciudadanos contra las per-
sonas que ejercen autoridad en las distintas Declaracio-
nes, espacios de justicia comunal y ronderil en un país
multicultural como el nuestro.
10. Expresamos nuestra confianza en que nuevos espacios
similares a este V Congreso Internacional sobre Justicia
Intercultural se multiplicarán sistémicamente en nuestro
país, para asumir los retos que una sociedad culturalmen-
te plural, como la peruana, enfrentará en las siguientes
décadas del siglo xxi.

Evaluación y análisis
La región Piura es un territorio ubicado en el norte del Perú
y, siendo el antiguo departamento con mayor extensión cos-
teña, se tendría menos jurisdicciones andinas. Por otro lado,
la serranía piurana no cuenta con una tradición comunita-
ria, ni tampoco los estudiosos dan cuenta de alguna riqueza
ancestral o comunitaria. Entonces, podríamos decir que no
se contaría con una presencia significativa de poblaciones
originarias. Sin embargo, en la sierra de Piura existen pro-
vincias andinas como Ayabaca y Huancabamba, con fuerte
raigambre andina, con patrones culturales muy definidos y
cuya tradición mantienen importantes expresiones cultura-
les originarias que aún conservan sus pueblos
Las consideraciones anteriores seguramente llevaron a pro-
poner a Piura como sede del V Congreso Internacional sobre
Justicia Intercultural. La existencia de importantes comuni-
dades no fue lo determinante, sino la presencia de una po-
blación fuertemente identificada con su medio, cuyo desa-
rrollo en la serranía piurana las identificaba claramente con
su medio natural. Asimismo, otra particularidad es la existen-

172
La justicia peruana en un país multicultural

cia de grandes comunidades campesinas de la costa, como


la comunidad Ignacio Távara de Chulucanas, San Juan de
Catacaos, Ramón Castilla, del distrito del mismo nombre, la
comunidad campesina de Sechura, con grandes extensiones
de tierra, como esta última que tiene 700 000 hectáreas y que
incorpora todo el desierto de Sechura, que contrariamente
a la ubicación de las demás comunidades a lo largo del te-
rritorio nacional, están ubicadas fuera de la regiones de la
serranía y Amazonía peruana. Para este fin, también han sido
consideradas como parte del acervo comunitario nacional.
En este contexto, la Declaración de Piura es más contun-
dente cuando en sus diferentes acuerdos se expresa con tér-
minos que determinan compromisos y mandatos. Los con-
ceptos DECLARAMOS, REQUERIMOS, DEMANDAMOS,
APOYAMOS, ASUMIMOS, VALIDAMOS, RATIFICAMOS,
DESTACAMOS, RECHAZAMOS, EXPRESAMOS, constitu-
yen expresiones que comprometen a cada uno de los parti-
cipantes del congreso, de manera clara y contundente. Estas
conclusiones son abiertamente diferentes a las Declaraciones
de Lima, puesto que en aquellas no se asumían compromisos
reales y los actores instaban a terceros a dialogar; en cambio,
en la Declaración de Piura, todos se sentían protagonistas
y concluyeron en su compromiso para asumir como suyas
las declaraciones de los congresos anteriores, validándolos y
ratificándolos, lo que significó que todos trabajaban para la
aplicación de las normas internacionales y nacionales, inclu-
yendo las emanadas de sus propias instancias jurisdicciona-
les, incluyendo el V Pleno de la Corte Suprema.
En este pleno destaca claramente el rechazo a toda manifes-
tación discriminatoria, aludiendo seguramente a lo que anali-
zaremos más adelante, respecto a las concepciones racistas o
vejatorias a los fueros comunales por parte de algunos magis-
trados o de instancias fiscales o judiciales. De allí que cuando
se establece que ese rechazo está dirigido a todos aquellos que
discriminan por razones de etnia o concepción cultural, inci-
diendo en el respeto a quienes ejercen justicia en los espacios
de justicia comunal y ronderil, se está reconociendo la juris-
dicción especial y, al mismo tiempo, señalando a aquellos que
no aceptan que el Perú es un país multicultural.

173
Orlando Velásquez

6. DECLARACIÓN DE PUNO
Declaraciones
1. Reconocemos la necesidad de superar las brechas de co-
municación causadas por el desconocimiento o subvalo-
ración de los idiomas originarios, las cuales afectan la im-
partición de justicia y la relación entre las autoridades de
la jurisdicción ordinaria y especial. Por lo tanto, exigimos
el desarrollo de una política orientada a que los jueces,
fiscales, policías y defensores públicos ejerzan sus funcio-
nes en las lenguas originarias predominantes dentro de
su ámbito de actuación, así como que se implemente efec-
tivamente el Registro Especial Nacional de Intérpretes y
Traductores de Lenguas Indígenas del Poder Judicial.
2. Reconocemos que la discriminación contra la mujer en el
ámbito de la jurisdicción ordinaria y especial es un grave
problema que debe afrontarse sin menoscabar el respeto
a la diversidad cultural. Por eso, respaldamos las propues-
tas de las mujeres indígenas, ronderas, comuneras y nativas
orientadas al respeto de sus derechos en ambos sistemas de
justicia, específicamente, el derecho a una tutela judicial
efectiva frente a toda forma de abuso o violencia sexual.
3. Ratificamos la legitimidad de la función jurisdiccional que
ejercen las comunidades campesinas, comunidades nativas
y rondas campesinas en el ámbito de sus competencias. Por
lo tanto, exhortamos al Congreso de la República a que
retome el debate orientado a la aprobación del proyecto de
Ley de Coordinación Intercultural de la Justicia, tomando
en cuenta las propuestas alcanzadas por las organizaciones
nacionales indígenas, comunales y ronderiles.
Evaluación y análisis
Puno es una región con una extraordinaria composición de
poblaciones originarias y con un fuerte legado cultural, con-
siderada como la cuna de la tradición y vivencias del Perú
ancestral y depositario de la belleza viva que nos identifica y
valora por la esencia y grandeza de su población. El lago Titi-
caca, ubicado en el Altiplano que compartimos con el herma-
no país de Bolivia, es el hermoso espacio alrededor del cual

174
La justicia peruana en un país multicultural

gira la riqueza cultural y las grandes potencialidades de sus


pueblos. Las nacionalidades quechuas y aimaras, entre otras,
destacan claramente, las mismas que desde hace décadas y
siglos han reclamado su reconocimiento como Nación, que
ubicándose en el Perú oficial exigen su reconocimiento como
naciones con características propias, con cultura, patrones de
vida, creaciones, sistemas de salud, educación y justicia pro-
pios, que forman parte de su patrimonio y de su cosmovisión.
Este congreso tiene como particularidad el inicio de la eva-
luación del cumplimiento de los acuerdos estipulados en las
declaraciones anteriores. Por ello, aparte de rescatar el man-
dato del último congreso celebrado en Piura, que retoma
el reconocimiento y respeto a la justicia comunal, pone la
mirada en los problemas para cumplir los propósitos de estos
congresos. Por ello, se ratifica en el reconocimiento del fue-
ro comunitario y el desarrollo de una política de valoración
a los logros alcanzados hasta este momento, avanzando hacia
otros compromisos, evitando que la justicia ordinaria incurra
en abusos contra los operadores de justicia comunal o ronde-
ril. Esto último en alusión a la persecución y sentencia contra
autoridades comunales o ronderas, debido a que los jueces
acusaron o sentenciaron por secuestro, abuso u otras penas
a quienes en el ejercicio de sus funciones en su territorio co-
munal retienen o privan de su libertad a quienes delinquen,
de acuerdo a sus códigos ancestrales.
En este congreso, además, se evalúan otros aspectos que
comprometen a jueces ordinarios, que en el juzgamiento o
sentencia a los actores comunales actúan sin respetar su con-
dición, al someterlos a una inequidad o desigualdad, al no
considerar el idioma, el credo y los patrones de vida proce-
dentes de sus territorios originales. Por ello, la declaración
exigiendo el desarrollo de una política que busca que jueces,
fiscales, policías y defensores públicos que ejerzan sus fun-
ciones en lenguas originarias en el ámbito de su jurisdicción,
constituyen un avance de estos congresos para el tratamiento
igualitaria en la imparticipación de justicia y el respeto a los
derechos humanos que manda nuestra Constitución Política.
Otro avance de este congreso es la demanda que hacen al
Congreso de la República para que acelere la aprobación del

175
Orlando Velásquez

Proyecto de Ley de Coordinación Intercultural de la Justicia,


como determina el artículo 149 de la Constitución Política
de 1993, que insta a establecer los espacios tanto de la juris-
dicción ordinaria como la especial. Los asistentes al congre-
so repararon en la necesidad de esta ley, que no solo debe
consolidar el reconocimiento del fuero comunitario, sino
que posibilita el respeto y el alto a los abusos de la justicia or-
dinaria contra los operadores de la justicia consuetudinaria.

7. DECLARACIÓN DE IQUITOS
Declaraciones
1. Exigimos que el Congreso de la República apruebe el pro-
yecto de Ley de Coordinación Intercultural de la Justicia
presentado por el Poder Judicial, observando el trámite
de consulta previa con las comunidades campesinas, co-
munidades nativas y rondas campesinas del Perú.
2. Que el Poder Judicial elabore una propuesta de reforma
de la Ley de Justicia de Paz que responda a sus caracterís-
ticas actuales, y que garantice efectivamente los derechos
económicos de los jueces de paz y las condiciones idóneas
para el ejercicio efectivo de su servicio.
3. Invocamos a las autoridades del Ministerio Publico, del
Ministerio del Interior, del Ministerio de Justicia y Dere-
chos Humanos y de los demás estamentos que integran el
sistema estatal de justicia del Estado peruano a priorizar
sus acciones de coordinación con el Poder Judicial y con
las autoridades de la justicia comunal y ronderil para un
efectivo acceso de todos los ciudadanos miembros de las
comunidades campesinas, comunidades nativas y rondas
campesinas del Perú.
4. Hacemos un llamado a todas las instituciones públicas y
privadas del sistema educativo del Perú para introducir con
urgencia en los planes de estudios escolares y universitarios
programas de formación en materia intercultural, particu-
larmente, en cuanto se refiere a la justicia que imparten las
comunidades campesinas, comunidades nativas y rondas,
por ser parte esencial de la cultura y desarrollo del Perú.

176
La justicia peruana en un país multicultural

5. Reconocemos los esfuerzos, logros y cambios producidos


en la justicia comunal, la justicia ronderil y la justicia ordi-
naria para la protección de los derechos fundamentales,
y planteamos que el Poder Judicial consolide una política
pública de mutuo aprendizaje entre los sistemas de justicia
6. Insistimos en la pertinencia del intercambio permanen-
te de conocimientos entre los sistemas de justicia para la
vigencia plena de los derechos esenciales de la persona
incluidos el derecho a la vida, a la igualdad, al sistema de
justicia propio y a un medio ambiente sano y sostenible.
7. Lamentamos que, a pesar de los logros de la justicia ron-
deril y de los esfuerzos del Poder Judicial para interactuar
y cooperar con ella, aún no se haya logrado eliminar la
criminalización indebida de algunos de sus integrantes, lo
cual hace necesario el trabajo en ese sentido.

Evaluación y análisis
Este congreso tiene similares características al evento realiza-
do en Puno porque, a parte de ratificar la declaración de los
congresos anteriores, demandó a las autoridades y magistrados
del Poder Judicial y del Ministerio Público a que cumplan con
los acuerdos emanados de sus conclusiones, debido a que, si
respondían a consensos llegados por ambas justicias, y que a
estas alturas ya se deberían tener resultados concretos. Además,
aquellas tareas y compromisos para implementar la capacita-
ción y la coordinación intercultural, con la creación de una
escuela para tal fin, deberían informarse los avances y resulta-
dos en los siguientes eventos para justificar el despliegue que se
hace en cada congreso para concluir con una declaración, que
condensa los aspectos centrales de los acuerdos arreglados.
Igualmente, en este congreso se hacen otras demandas, algu-
nas de las cuales tienen consenso como se demuestra en esta
Declaración de Iquitos, en aquella que planteó la aproba-
ción del Proyecto de Ley de Coordinación Intercultural, de
acuerdo al mandato constitucional, pero con la participación
y el aporte de las comunidades campesinas, nativas y de las
rondas campesinas. En esa misma dirección y considerando
la función de cercanía de la justicia de paz, en este congreso
se aborda directamente la problemática de los jueces de paz

177
Orlando Velásquez

y se concluye en la necesidad de trabajar una nueva ley, que


repotencie a estos juzgados de paz dotándolos de recursos
e incentivos económicos que permitan un trabajo idóneo y
efectivo de los jueces de paz, cuyo servicio a la comunidad en
la administración de justicia es vital. Además, por su ubica-
ción y jurisdicción se mantiene una relación muy estrecha y
de complementariedad con la justicia comunal.
En este congreso, también, se enfrenta el problema de la cri-
minalización de las acciones de la justicia comunal. El desa-
rrollo del evento en la ciudad de Iquitos, capital de la tradi-
ción cultural de los pueblos aborígenes que tienen sistemas de
vida propios, ancestrales, y cuyas poblaciones están afincadas
en el espesor de la amazonia peruana, este problema es más
sentido. Dirigentes de nacionalidades asháninkas, aguarunas,
huambisas, entre otras, así como apus, patriarcas, ronderos,
han sido privados de su libertad cuando administraban justicia
de acuerdo a su tradición. Asimismo, otros son perseguidos o
condenados por enfrentarse a los depredadores de sus bos-
ques, contaminación de sus ríos o por impedir la penetración
o violación de sus tierras por parte de empresas nacionales o
trasnacionales, que las recibieron en concesión por el Estado,
sin respetar los derechos naturales de estas comunidades. Por
ello, en este congreso han exigido que termine la persecución
y la criminalización de sus pobladores.
El avance cualitativo de este Séptimo Congreso fue más allá de
las propias limitaciones de los organizadores del Poder Judi-
cial. Se acordó y se consignó como parte de la declaración, la
octava, que no aparece en la numeración anterior, la exigen-
cia para que el Poder Judicial implemente los protocolos de
coordinación entre ambos sistemas de justicia, respetando el
fuero de cada uno. Asimismo, se exigió que los responsables
de administrar los sistemas de justicia oficial tengan una real
capacitación del enfoque intercultural, lo cual, habiéndose
aprobado en congreso anterior y avalado por el Consejo Eje-
cutivo del Poder Judicial, ya no se puede posponer un trato
justo y equitativo a los operadores de la justicia comunal. Por
ello, en la declaración se plantea la materialización de «una
mejor tutela de los derechos individuales y colectivos de las
comunidades, rondas y ciudadanos indígenas».

178
La justicia peruana en un país multicultural

8. DECLARACIÓN DE AYACUCHO
Declaraciones
1. Ratificamos la importancia de que una Ley de Desarrollo,
del artículo 149, de la Constitución Política, sea sometida a
la consulta previa con las autoridades e integrantes de las co-
munidades campesinas, comunidades nativas y rondas cam-
pesinas existentes en el Perú, en estricto cumplimiento del
Convenio 169 de la OIT y de la legislación especial vigente.
2. Exhortamos al Congreso de la República del Perú, en tan-
to y en cuanto responsable de llevar a cabo el proceso de
consulta previa de la Ley de Desarrollo del artículo 149 de
la Constitución, a tomar en cuenta que el contenido de
esta norma, en lo que al derecho penal se refiere, conside-
re que las autoridades de la jurisdicción especial pueden
y deben ser competentes para resolver todos los delitos es-
trictamente comunitarios y basados en el derecho propio.
Por lo demás, consideramos que es ineludible promover
un debate objetivo, técnico y con enfoque intercultural
para definir por consenso los delitos que formarán la
competencia material de la justicia especial y ordinaria en
el Perú. En este debate deben incluirse, por ejemplo, los
delitos contra la humanidad, los delitos contra la seguri-
dad del Estado, los delitos contra los poderes del Estado y
el orden constitucional, los delitos financieros y moneta-
rios, los delitos de espionaje y traición a la patria, los de-
litos de terrorismo, los delitos de tráfico ilícito de drogas,
los delitos de organización criminal, los delitos de lavado
de activos o los delitos informáticos.
3. Exhortamos a las autoridades y funcionarios del Poder Judi-
cial a aplicar los contenidos de los protocolos para una jus-
ticia intercultural, aprobados formalmente por los órganos
de Gobierno de este poder del Estado. Solo así estos valiosos
documentos dejarán de tener un valor únicamente simbóli-
co y ayudarán a producir los cambios que tanto ansiamos en
el modelo de administración de justicia existente.
4. Invocamos a las autoridades del Ministerio Público y a los
fiscales, a las autoridades del Ministerio del Interior y a los
policías, a las autoridades del Ministerio de justicia y De-

179
Orlando Velásquez

rechos Humanos y a los defensores públicos, a sumarse en este


proceso de construcción de un sistema de justicia intercultural
liderado, actualmente, por el Poder Judicial y las autoridades
de la jurisdicción especial. Su presencia, opinión y posterior
actuación son indispensables para que este nuevo modelo de
administración de justicia tenga posibilidades de éxito.
5. Exhortamos al Consejo Nacional de la Magistratura y a
la Academia de la Magistratura a incluir en los procesos
de evaluación, ratificación y formación de jueces y fiscales
del país, según corresponda, contenidos e instrumentos
que contribuyan a la incorporación del enfoque intercul-
tural en su esfera de labor.
6. Exhortamos a las universidades públicas y privadas del
país a incluir en sus planes curriculares de pregrado y pos-
grado cursos de Pluralismo Jurídico, Antropología Jurídi-
ca, Sociología del Derecho y otras materias similares.
7. Nos comprometemos a coordinar la solución de conflic-
tos entre la jurisdicción ordinaria y la jurisdicción espe-
cial, así como el traslado de casos de un sistema a otro,
entre las autoridades debidamente reconocidas y elegidas
de acuerdo al derecho y a los procedimientos que cada
sistema establezca.
8. Nos comprometemos a generar espacios de diálogo, de
conocimiento de las diferentes realidades del país y de in-
teraprendizaje, sea a través de reuniones de trato directo,
de mesas de coordinación interinstitucional e interjuris-
diccional, de visitas de campo y de otras actividades simila-
res, porque el asunto de la interculturalidad de la justicia
no se agota en la aprobación de una Ley de Desarrollo del
artículo 149 de la Constitución.

Evaluación y análisis
Como sabemos, Ayacucho es una de las regiones más signi-
ficativas de la serranía peruana, no solo por la presencia de
patrones culturales definidos, cuya idiosincrasia responde a
una defensa sólida de su cosmovisión, así como a la defen-
sa de su entorno sociocultural, demostrado en las luchas de
sus pueblos contra toda injerencia extraña que atente contra

180
La justicia peruana en un país multicultural

su identidad y dignidad. La historia ofrece testimonios de


batallas y acciones de sus pobladores en defensa de lo suyo.
La Batalla de Ayacucho en las Pampas de la Quinua, don-
de se selló la Independencia del Perú, son otra expresión
del espíritu aguerrido del ayacuchano, que se incorpora a
los ejércitos de Bolívar y Sánchez Carrión, cuyo concurso es
decisivo para la expulsión del invasor español. Además, la
heroica resistencia contra el terrorismo, que costó miles de
vidas al pueblo ayacuchano, es otra muestra de la dureza y el
temple de sus pobladores. En este escenario se desarrolla el
VIII Congreso Internación sobre Justicia Intercultural.
En este punto del desarrollo de la investigación, y dada la im-
portancia de este congreso, consideramos válido referirnos a
la inauguración de este magno evento. Por primera vez asisten
casi todos los integrantes del Poder Judicial tanto de la Corte
Suprema como del Consejo Ejecutivo. Prácticamente, todos
los presidentes de las Corte Superiores, fiscales y jueces espe-
cializados, congresistas y autoridades nacionales y regionales.
Igualmente, autoridades de la Justicia Especial: presidentes de
asociaciones de comunidades aimaras, quechuas, asháninkas,
aguarunas, huambisas, comunidades nativas yaneshas, Unión
de Comunidades Aymaras, rondas campesinas, así como apus
y otros dirigentes de comunidades y rondas campesinas de di-
ferentes regiones del Perú. La inauguración se produjo, pre-
cisamente, en el hermoso monumento de la Batalla de Ayacu-
cho en la cima del cerro la Quinua. El Dr. Duverlí Rodríguez
era el presidente del Poder Judicial, reconocido por su largo
trajinar en favor del reconocimiento de la justicia consuetudi-
naria, lo cual explica la trascendencia que se le otorgó a este
congreso y la contundencia de sus conclusiones que se resu-
men en la DECLARACIÓN DE AYACUCHO.
Como se puede apreciar en las declaraciones se ratifica y exi-
gen la promulgación de la Ley de Desarrollo del artículo 149
de La Constitución Política previa consulta a las autoridades
comunales y ronderas. Además, se exige el estricto cumpli-
miento del Convenio 169 de la OIT. Asimismo, se plantea
que en esta ley se consigne el derecho que tienen las auto-
ridades comunales y ronderas para asumir su función en el

181
Orlando Velásquez

proceso penal, debido a que su experiencia y tradición le


otorgan competencias en este campo para resolver los de-
litos estrictamente comunitarios y que tienen su origen en
el derecho comunal. Además, la exigencia que en esa ley se
reconozca la capacidad de la justicia comunitaria para juzgar
los delitos contra la seguridad, espionaje, terrorismo, tráfico
de drogas, lavado de activos, entre otros, que ocurridos en
la jurisdicción de la justicia especial se cuentan con la expe-
riencia y la tradición normativa necesaria para asumirlo.
En este congreso, igualmente, se invoca definitivamente a las
autoridades del sistema de justicia a que desarrollen todos los
mecanismos y acciones necesarias para que los magistrados del
Ministerio Publico, Poder Judicial, del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos, los defensores públicos, Policía Nacional
y todos aquellos que conforman el sistema de justicia nacional
se sumen de hecho al proceso de construcción del sistema de
justicia intercultural, cumpliendo así los mandatos vinculantes
internacionales de la Constitución Política del Perú y de las le-
yes y plenos jurisdiccionales acerca del fuero especial, y la coor-
dinación horizontal con la justicia ordinaria.
Otro de los acuerdos muy importantes está referido a la de-
manda realizada a todas las universidades públicas y privadas
para incluir en sus programas y currículos de grado y posgrado
asignaturas cuyas disciplinas se incorporen contenidos de in-
terculturalidad. Esto significa que desde la universidad se debe
preparar en las Escuelas y Facultades de Derecho contenidos
de Pluralismo Jurídico, Antropología Jurídica, Sociología del
Derecho y, lo más importante, talleres o seminarios referidos a
las competencias y derechos de los pueblos originarios a ejercer
administración de justicia en sus respectivos territorios.

4.2. Agotamiento del espacio congresal intercultural


Si evaluamos el desarrollo de los tres últimos congresos, se
aprecia cierto agotamiento en la discusión acerca del reconoci-
miento y valoración de la justicia consuetudinaria. Los actores y
autoridades comunales y ronderas en los últimos eventos y, muy
especialmente, en el Congreso Internacional de Justicia Intercul-
tural desarrollado en Ayacucho se notó la incomodidad de algunos

182
La justicia peruana en un país multicultural

dirigentes acerca del desinterés por implementar las conclusiones


de los repetidos encuentros congresales. Algunos de ellos critica-
ron la falta de compromiso de las autoridades judiciales para que
dichos acuerdos se apliquen en la práctica. No solo dirigieron su
evaluación a la falta de seguimiento de las conclusiones y reco-
mendaciones, sino que deslizaron sus dudas acerca de la voluntad
del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, de jueces supremos y la
mayoría de los magistrados de las diferentes instancias, para reco-
nocer y respetar el fuero de la justicia comunal.
La lectura anterior responde al diario tratamiento que los
jueces, fiscales, defensores públicos, policías y demás operado-
res de justicia hacen un trato discriminatorio y demuestran en
la práctica su desconocimiento a la jurisdicción comunal. La
considerable cantidad de dirigentes ronderos, comunales, pro-
cesados, perseguidos o apresados, constituyen la evidencia del
trato desigual y la desconsideración contra estos últimos. Aquí
en este avance de la investigación adelantamos un juicio: la gran
mayoría de jueces, fiscales y policías desconocen que existe otro
sistema de justicia con los mismos derechos y atribuciones que
la justicia oficial u ordinaria, lo que contradice los acuerdos de
sus órganos jurisdiccionales e incluso eludiendo el acatamiento
al mandato constitucional y a los dispositivos y resoluciones vin-
culantes de los organismos internacionales.
Esta es la razón por la cual el Octavo Congreso de Justicia In-
tercultural, realizado en la ciudad andina de Ayacucho, la incredu-
lidad y el desánimo fue notorio entre las autoridades y dirigentes
de la justicia comunal, incluyendo las rondas campesinas, quienes
fueron más duros críticos de la falta de compromiso de las autorida-
des judiciales, especialmente, de la capital. Aquí fue visible el prota-
gonismo y el énfasis que el presidente del Poder Judicial de aquel en-
tonces, Duverlí Rodríguez, y los organizadores locales de Ayacucho,
que apostaban por el respeto de los dos sistemas de justicia, posición
que no se apreciaba, que era avalada por los otros magistrados, salvo
algunas excepciones, pues no se notaba el mismo compromiso.

183
Orlando Velásquez

El autor del presente trabajo, que puso interés especial en


evaluar el ánimo y el grado de satisfacción de dirigentes, autori-
dades, apus y algunos otros participantes miembros de comuni-
dades y rondas campesinas, pudo percibir el desánimo de aque-
llos. Incluso, las críticas no se dejaron esperar y hasta sus opinio-
nes acerca de lo poco que se había avanzado. Esto porque en
tanto los representantes del sistema de justicia comunal llegaban
con fe e identificados con los temarios del congreso, considera-
ban que los magistrados tenían otra opinión y al parecer solo
buscaban dar señales ante los organismos internacionales y los
órganos jurisdiccionales nacionales que se estaba avanzando en
la delimitación y respeto por ambos fueros, porque en realidad
solo se apreciaba muy pocos avances de fondo. El suscrito parti-
cipó como consejero del Congreso Nacional de la Magistratura,
pocos me miraban como investigador social, de ahí que se pudo
apreciar con objetividad que la mayoría de magistrados prácti-
camente cumplían con algunas formalidades, pero no tenían el
compromiso de otorgar las atribuciones a los operadores abo-
rígenes, muy convencidos que solo la justicia ordinaria podría
resolver todos los niveles del proceso judicial.

4.3. El IX Congreso Intercultural de Piura y la impaciencia de los


pueblos originarios
Como evaluamos, al finalizar el VIII Congreso Internacional
de Justicia Intercultural, realizado en la ciudad de Ayacucho, las
autoridades y representantes de los pueblos originarios mostra-
ban cierta incomodidad por el escaso avance en ocho congresos
anteriores. Efectivamente, las conclusiones y recomendaciones de
los primeros congresos fueron muy claros y reflejaban la compren-
sión del problema y el allanamiento del Poder Judicial y los magis-
trados de la justicia ordinaria, a los mandatos de los organismos
internacionales, la Constitución y los acuerdos jurisdiccionales de
la Corte Suprema y Cortes Superiores. Esto se desprendía de las
contundencias de las declaraciones emanadas de dichos eventos,
y reiteradas en los congresos siguientes.

184
La justicia peruana en un país multicultural

En los últimos congresos, los acuerdos reiterativos fueron


convirtiéndose en una rutina en afirmaciones repetitivas, pero no
en avances concretos y su implementación en la práctica cotidiana
y en las decisiones de jueces y fiscales no se apreciaba un cambio
sustancial en correspondencia con los acuerdos y logros alcanza-
dos. Por ello, en los últimos congresos ya se exigía una evaluación
de la implementación de las declaraciones de cada uno de ellos
y cuánto se había avanzado en el reconocimiento y coordinación
entre ambos niveles de justicia. Eso explica el giro que dio el Con-
greso de Ayacucho, que ya no enfatizó en la implementación de
acciones, sino en la evaluación del trabajo y la respuesta concreta.
Se exigió la Ley de Coordinación entre ambas justicias, el cese de
la agresión contra los operadores de justicia indígena, procesados
o encarcelados en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales
comuneras, el cambio en el tratamiento de los magistrados y todo
aquello que debería considerarse para un efectivo respeto al fue-
ro de la comunidad y la ronda campesina.
Lo anterior explica el desánimo de los actores de la justicia
consuetudinaria en el grado de validez y acreditación del congre-
so convocado a fines del 2018 en la ciudad de Piura. A parte de la
visión simbólica del comunero, de regresar a un ámbito geográfi-
co como es la calurosa ciudad de Piura, un poco distante del clima
de identidad y raigambre cultural de los pueblos aborígenes, ya
representaba una expectativa de un evento, que ante los ojos de
ellos la documentación y el temario ya no eran muy amigables y
esperanzadores. La evaluación y el compromiso real estaban aún
lejos de la lógica campesina. Esto fue debilitando la atención y la
valoración de este espacio intercultural, que al inicio representó
la ilusión del reconocimiento real y el trato equitativo por parte
de la justicia ordinaria.
Por otro lado, el IX Congreso Internacional de Justicia In-
tercultural, celebrado en la ciudad de Piura, encontró a un Po-
der Judicial desalentado por los escándalos suscitados a partir de
los audios que comprometían a algunos magistrados, el cierre

185
Orlando Velásquez

del Consejo Nacional de la Magistratura, la acusación y ataques


a jueces supremos y superiores, que pusieron en rojo al sistema
de justicia nacional. Si a esto se suma el momento político de la
coyuntura, para algunos analistas, su manifestación fue la judicia-
lización de la política y la politización de la justicia, ubicamos un
panorama anarquizado del sistema, con graves consecuencias de
valoración y legitimación del Poder Judicial y el Ministerio Pú-
blico. Esta situación se complica con la renuncia del presidente
del Poder Judicial, el proceso sancionador contra el fiscal de la
Nación, que abonan en contra de la estabilidad del sistema de
justicia ordinario. En este ambiente, se realiza este congreso en
la ciudad de Piura, que origina suspicacias y sombras, de allí que
la esperanza para alcanzar compromisos reales se tornaba etérea.
Por lo anterior, el último Congreso Intercultural de la ciudad
de Piura resultó intrascendente. Muchos hubieran deseado que
no se realice, pero el presidente interino del Poder Judicial lo
convirtió en un reto para su presidencia provisional, aunque esta-
ba enfrentado a algunos sectores al interno de su institución, que
restaban autoridad para asumir los retos que este congreso exigía.
Los resultados fueron producto de esa atmósfera, casi como una
rutina de cumplimiento, por lo que no satisfizo las expectativas de
los participantes en el evento. Esta realidad abrió muchas incóg-
nitas, no por las circunstancias que caracterizaron el desarrollo
del congreso, sino por los resultados previstos por los actores co-
munales, que mostraron su impaciencia antes y después del con-
greso. Por lo tanto, el problema no está en los resultados de este
evento, sino que a casi una década de encuentros interculturales
entre ambos sistemas de justicia, la voluntad, el entusiasmo y la
decisión de coordinar y respetar ambos fueros, está por el lado de
las autoridades y dirigentes de los pueblos originarios. En cambio,
por el lado de las instituciones y actores de la justicia ordinaria
hay una escasa decisión para llevar a la práctica los acuerdos y
compromisos asumidos.

186
La justicia peruana en un país multicultural

5. El camino a la interculturalidad
No cabe duda que los organismos que conforman el sistema
de justicia nacional han iniciado un largo camino para el reco-
nocimiento de la justicia especial, de acuerdo a los tratados in-
ternacionales y al mandato constitucional. Es necesario precisar,
recogiendo la concepción de los dirigentes y autoridades de los
pueblos nativos, que su accionar y la aplicación de la tradición cul-
tural, incluidos los procesos de administración de justicia tradicio-
nal, existen por sí mismos, son parte de la riqueza del Perú y, por
lo tanto, no requieren que los órganos oficiales les den partida de
nacimiento o los reconozcan como tal. La justicia consuetudina-
ria existe y siempre existió, y es patrimonio de las comunidades
originarias. Por lo tanto, el problema es de los magistrados, cuya
formación occidental, alejado de la ilustración natural, cuya sa-
piencia viene desde tiempos inmemoriales, no ha sido asimilada
por los operadores de la justicia ordinaria. Por ello, se requiere
que en este proceso, que inició el Poder Judicial por mandato del
fuero internacional, incorpore la capacitación de jueces y fiscales,
pues su desconocimiento del mundo andino, su filosofía, cosmo-
visión y la riqueza cultural heredada en el desarrollo de la socie-
dad peruana los lleva a la incomprensión de su grandeza.
Los resultados de los congresos de interculturalidad que or-
ganiza el Poder Judicial no son muy alentadores en torno a la
coordinación de los dos sistemas de justicia. Por un lado, no se
tiene claridad de la diversidad cultural y de la dimensión de los
contingentes poblacionales que conforman las nacionalidades del
Perú no oficial. Más adelante, veremos que siendo millones de pe-
ruanos los protagonistas de este proceso, explican la complejidad
del problema multicultural y la necesidad de dar pasos seguros
para avanzar en la socialización de ambas justicias. Por otro lado, a
pesar del tiempo trascurrido y los compromisos adoptados en este
acercamiento, autoridades, líderes comunales, apus y operadores
de la justicia especial, no sienten el avance, aunque consideran

187
Orlando Velásquez

que estos congresos representan espacios de aprendizaje mutuo,


abrigando la esperanza de seguir avanzando en esa dirección.
Uno de los problemas que concurren en esta dinámica es la
organización de los eventos congresales, que prácticamente tie-
nen como protagonistas a los magistrados, quienes direccionan
los objetivos del evento, los temarios y apenas existe una tibia
coordinación con algunas instancias del fuero comunal. Por ello,
estos últimos se sienten extraños e invitados a una fiesta que no
es la suya y que, por lo tanto, su papel es asistir, observar y opinar
con las limitaciones que la agenda les pone. Asimismo, no exis-
ten otros espacios de diálogo, pues las mesas de trabajo que los
congresos señalan para cristalizar acuerdos y coordinaciones no
tienen el significado y el carácter vinculante esperado.
Uno de los problemas para el cumplimiento del mandato
constitucional lo constituye el nivel repetitivo de algunos temas,
sin que exista una evaluación que siguiera a cada evento, de ahí
que en algunos momentos parecieran intrascendentes, aunque el
comunero, como parte de su formación andina, siempre tiene fe
en el cambio futuro, no tiene apuro porque sabe que los procesos
de cambio son largos, como los ha vivido siempre en el desarro-
llo histórico y en sus luchas para alcanzar la justicia y la atención
a la marginación del Estado peruano. Igualmente, en las pocas
publicaciones que el Poder Judicial ha realizado no profundizó
para retomar y apuntalar sus congresos en el objetivo del recono-
cimiento que existen dos sistemas de justicia.
Al respecto, en la publicación La Diversidad Cultural en la
Agenda del Poder Judicial, publicado por el fondo editorial del Po-
der Judicial, se evalúa lo siguiente:

Desafortunadamente el quinto congreso no aprovecho [sic]


totalmente las mejoras metodológicas avanzadas en el cuarto
congreso. Esto se observa especialmente en que no se con-
tó con una etapa preparatoria, lo cual tuvo consecuencia en
el desarrollo del propio certamen por la falta de involucra-

188
La justicia peruana en un país multicultural

miento previo de los asistentes y porque las ponencias no


fueron producidas a partir de las mejores experiencias loca-
les, por lo que el filtro de calidad no fue igual de efectivo.
(Poder Judicial, 2015, p. 75)

Evaluaciones posteriores inciden en lo mismo, pero ellas no


van al fondo del problema, que pasa por la inexistencia de una
decisión firme en el tratamiento de la justicia comunal como un
sistema. Asimismo, la concepción del magistrado, que en los con-
gresos de esta naturaleza, y cuando debe tratar casos relacionados
con las comunidades o sus actores, no se involucra en el significa-
do que tiene su actuación y las decisiones derivadas de su respon-
sabilidad frente a la justicia consuetudinaria.
En el escenario de la justicia comunal, la comunidad nativa y
campesina, así como los pueblos amazónicos, han enfrentado la
indiferencia y la relativa marginación de la justicia ordinaria. Eso
no significa que sus reclamos y exigencias para que se les trate
como un fuero independiente no han sido constantes. El proble-
ma ha radicado en la configuración del territorio nacional, que
debilita el reclamo y la acción oportuna de la comunidad. Sin em-
bargo, cuando la ronda campesina incursiona en el ámbito de la
justicia comunal, este fuero se vio fortalecido. Es que el tipo de or-
ganización rondera y el activismo de sus integrantes hace más visi-
ble las debilidades y desencuentros con las instancias de la justicia
ordinaria. La organización de la ronda en varios niveles, la siste-
matización de códigos y procedimientos, así como la presencia de
sus dirigentes en la gobernabilidad y la vida política del país, exige
que la existencia de los dos sistemas de justicia se ubique en la
agenda nacional, se alcance el aval de organismos internacionales
y de la propia Constitución. Así, la ronda campesina acelera este
proceso y permite que los peruanos que respondemos al Estado
de derecho del país volteemos la mirada hacia estas poblaciones,
antes ocultas ante la mirada del país.

189
Orlando Velásquez

190
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo IV
LA RONDA CAMPESINA EN EL PERÚ

1. Origen y desarrollo del movimiento rondero


1.1. Antecedentes
Siguiendo el desarrollo de la investigación, existe abundante
información acerca de la riqueza tradicional del antiguo Perú, cuyo
contexto responde a ese tesoro inmenso que desde los pueblos pre-
hispánicos, partiendo de las primeras civilizaciones y pasando por
los periodos precerámicos, cerámicos, hasta la conformación de
poderosos Estados, con una organización piramidal, como los wari,
paracas, moche, chimú, hasta el Imperio Inca. Aquí la organicidad
tuvo su base en el estricto cumplimiento de los deberes y derechos
de las diferentes capas sociales, así como en las normas ancestrales
que rigen el comportamiento de las personas: patrones culturales,
simbolismos, mitos, creencias y, fundamentalmente, su cosmovi-
sión, que tiene su filosofía en la acentuada religiosidad. Los dioses
del sol, la luna, la lluvia y todos aquellos que inspiran y determinan
la conducta y la vida de relación entre el pueblo y las personas.
Esta riqueza cultural es la base de la vida de los pueblos y, por
lo tanto, proyectan un cuerpo normativo ancestral y de conduc-
ta, capaz de convertirse en patrones de vida para las poblaciones
del antiguo Perú y que hasta el presente las comunidades nativas
o los pueblos originarios de las regiones de la selva peruana o
altoandina, así como las comunidades campesinas afincadas en
los Andes peruanos y otras zonas de nuestra compleja geografía,

191
Orlando Velásquez

fueron capaces de conservar. Guardaron ese tesoro de su vida de


relación, que les permitió sobrevivir el flagelo del colonialismo y
la imposición de los sistemas vejatorios de los tiempos coloniales
y republicanos. Hoy se constituyen en esa inmensa riqueza cul-
tural que simboliza el Perú paralelo al Perú oficial, incluso, con
nacionalidades propias, como los quechuas, aimaras, ashánincas,
entre otras naciones que tienen su propio idioma, religión, códi-
gos, organización y, especialmente, un sistema de justicia propio,
que desde tiempos inmemoriales han resuelto el problema de la
impartición de justicia en sus respectivas jurisdicciones.
En este contexto, ubicamos a la ronda campesina. La primera
ronda aparece en la región Cajamarca, por lo que no es casual este
antecedente. En Cajamarca se dio la batalla decisiva que determina
la caída del último gobernante inca: Atahualpa, lo que demuestra la
fuerza de la tradición cultural en esta región del país. En la década
del 60 y 70, cuando las corrientes capitalistas se fueron imponiendo
en la vida comunitaria, los problemas y males sociales empiezan a
perturbar la tranquilidad y la vida de la población; la delincuencia
y otros flagelos sociales penetran en la vida de los pueblos; el abi-
geato o robo de ganado impacta en una población eminentemente
agrícola y ganadera. Los problemas limítrofes, el adulterio, el mal-
trato y el crimen sacuden a esas poblaciones.
El imperio de las costumbres no fue suficiente, peor fue la inter-
vención del Estado con su sistema judicial conformado por jueces,
fiscales, policías, que resultaron inefectivos para controlar la cada
vez más perturbadora corriente delictiva. Entonces, los pueblos em-
piezan a organizarse, constituyen grupos de vigilancia para cuidar
su patrimonio y, poco a poco, deciden poner orden recurriendo a
su herencia ancestral, ante la ineficacia de las instancias oficiales;
luego, entienden que deben ejercer una vigilancia permanente y
se organizan como grupos que deben velar por su seguridad y tran-
quilidad, haciendo rondas en su jurisdicción. Surge la ronda cam-
pesina en diferentes pueblos de esta tradicional región cajamarqui-
na. Así, el 29 de diciembre de 1976, en el caserío de Cuyumalca
del distrito y provincia de Chota, en el entonces departamento de

192
La justicia peruana en un país multicultural

Cajamarca, se organiza la primera ronda campesina, que marca el


camino a seguir en la organización campesina para responder a la
delincuencia y a la perturbación del orden social.
Cuyumalca se convierte, entonces, en el patrimonio de las
rondas campesinas del Perú, porque desde aquí parte el germen
del modelo organizativo de las rondas campesinas, proyectando
esta semilla a nivel nacional y que hasta ahora ha conformado una
base legal muy importante, incluyendo el reconocimiento, como
fuero consuetudinario en la Constitución Política del Perú, por
representar el inicio de una historia que poco a poco se posiciona
en la agenda nacional, para lo cual hemos recogido la estructura
de la primera ronda campesina de Cuyumalca:

PRIMERA JUNTA DIRECTIVA DE LAS RONDAS


CAMPESINAS DE CUYUMALCA

DIRECTIVA CENTRAL

Presidente: Melchor Edquén Benavides

Vicepresidente: Germán Barboza Regalado

Secretario de Actas: Segundo Juan Muñoz Saldaña

Tesorero: Virgilio Bustamte Quintana

Secretario de Disciplina: Máximo Leyva Fustamante

Vocal: Carlos Benavides

David Colunche Edquén


Secretario de Prensa y Propaganda:
Alejandro Saldaña Ruiz

DELEGADOS DE SECTORES

Cuchupachán: Fredesvindo Huanambal Oblitas

Atoc Tambo: Eladio Rodrigo

San Pedro: Segundo Edquén Benavides

Puquio-Barbagueda: Segundo Benavides Vásquez

Cañafisto Bajo: Segundo Pérez Sánchez

Cañafisto Alto: Felipe Fernández

Huacarcocha: Sixto Lino Oblitas Colunche

Coñorpata: César Tarrillo

Suro-Silla Rumi: Absalón Bustamante

193
Orlando Velásquez

Esta primera Junta Directiva se convierte en el símbolo del


desarrollo y consolidación del Movimiento Rondero Nacional,
tan es así que en la propia legislación que, posteriormente, am-
para el reconocimiento legal de las rondas campesinas señala la
experiencia de Cuyumalca, como el punto de partida y el naci-
miento histórico de esta organización campesina, que en perspec-
tiva define el nuevo espacio de las poblaciones originarias que les
ha permitido recuperar la tradición celosamente guardada como
parte de sus patrones culturales y la personalidad del Perú milena-
rio, que se desarrolló en forma sostenida e independiente.
En esta dirección y aprovechando la gran expectativa que gene-
ró la primera organización rondera de Cuyumalca, contando con la
presencia de autoridades locales, provinciales y regionales, líderes
políticos y dirigentes de diferentes ámbitos y tendencias ideológi-
cas, se establecieron principios fundamentales que, en adelante, se
convertirían en la filosofía rondera. Estos principios y valores cons-
tituyen en el manual o el ideario rondero, que se proyecta a la pro-
vincia y región Cajamarca y posterior mente a nivel nacional.

Principios y valores de la ronda campesina

1. Legítima defensa, organización, unión. Mantener organiza-


da a la comunidad campesina de Cuyumalca ante cualquier
ataque o intento de desorganizarla.
2. Independencia, autonomía, democracia. La comunidad cam-
pesina de Cuyumalca es una organización independiente. Se
ha organizado por sí sola. Representa a la mayoría.
3. Unión, continuidad, identidad: rondas de campesinos. Todos
los campesinos deben unirse ante cualquier problema que les
suceda. Además, se acordó que sigan las rondas de campesinos.
4. Solidaridad, unión, movilización. En caso de represión o en-
carcelamiento tanto de los campesinos como a los del comité
de pobladores, todos deben unirse y movilizarse para exigir
su inmediata libertad.

194
La justicia peruana en un país multicultural

5. Previsión, solidaridad, equidad. En caso de que muera o sea


herido un integrante de la ronda, todos tienen la obligación
de colaborar económicamente y de acuerdo a sus posibilida-
des económicas.
6. Solidaridad, unión, legítima defensa. En caso de que la ronda
mate a los ladrones todos deben estar al tanto y unidos para no
dejar que los de la ronda sean castigados o encarcelados por
las autoridades políticas o judiciales.
7. Autoridad colectiva, justicia, sede de atención. La Junta di-
rectiva, a la vez, que representa y defiende los intereses de la
comunidad campesina de Cuyumalca, es la autoridad de los
campesinos. Hacia ella deben recurrir los campesinos que ten-
gan problemas como: líos, perjuicios, amenazas, etc. Deben
hacerlo los domingos en la casa del presidente del Comité de
Pobladores de la ciudad de Chota.
8. Rechazo al alza de precios, acaparamiento y especulación, de-
recho a la vida, equidad. Exigir la rebaja de los precios de los
artículos de primera necesidad: arroz, azúcar, sal, kerosene,
fideos, etc., y de los insecticidas.
9. Reconocimiento de la autoridad estatal, respeto de los acuerdos
de intereses de la C. C. C. Apoyar y obedecer en todo momen-
to al teniente gobernador, siempre y cuando no vaya contra los
acuerdos e intereses de la comunidad campesina de Cuyumalca.
10. Unidad del pueblo (campo y ciudad), comunidad, coordina-
ción. La Junta Directiva de la comunidad campesina de Cu-
yumalca debe estar en constante contacto con la Junta Direc-
tiva del Comité de Pobladores, debe reunirse los domingos.

1.2. La ronda y la herencia cultural


Surge una discusión acerca de la representatividad de la ron-
da campesina. Se cree que esta no representa la tradición histórica
de la comunidad nativa o comunidad campesina, apuntando a que

195
Orlando Velásquez

los pueblos originarios, que simbolizan nuestra tradición, no se


reflejan en una organización que recién nace en la década del
70, frente a los siglos o milenios de la prehistoria e historia que
recorre la Nación peruana. Este fue el primer gran escollo que
debió enfrentar la corriente ronderil, que silenciosamente se ex-
tiende en los años siguientes a todo el territorio nacional, espar-
ciendo la semilla de Cuyumalca, para hacer justicia frente a lo
que ellos reiteran como fracaso de los órganos del Estado oficial.
Aquí es importante puntualizar la filosofía de la ronda cam-
pesina. Su nacimiento desde los años 70 no significa que desde
aquí parte la historia de la justicia consuetudinaria del Perú. El
campesino cajamarquino está formado con esa inmensa rique-
za cultural, heredada desde los tiempos prehispánicos. Siempre
tuvieron como práctica la tradición de justicia que se impone
por el orden preestablecido desde sus ancestros. Han resuelto el
problema de la justicia con sus códigos de generación en genera-
ción. El problema se dilucida cuando la ruptura de su orden na-
tural, con la penetración del capital con todos sus vicios, invaden
su fuero comunitario y complican las relaciones en la vida de
los pueblos. Los males sociales que traen los sistemas modernos
también llegan con un orden supuestamente para controlar esos
vicios. El campesino se acomoda a los nuevos cambios socioeco-
nómicos y culturales impuestos. Sin embargo, poco a poco, des-
de el comienzo del siglo xx hasta la década del 60, se dan cuenta
que el Estado oficial no puede controlar los males sociales que
impuso en la vida de la comunidad.
Este es el contexto que permite que el campesinado caja-
marquino decida responder ante la pasividad con una propuesta
propia, para contrarrestar la delincuencia y demás lacras que
afectan su natural desarrollo, por lo tanto, no solamente se limi-
tan a vigilar o hacer rondas para cuidar su patrimonio, la propie-
dad y el orden social, sino que reviven la riqueza ancestral para la
aplicación de la justicia desde tiempos inmemoriales, siendo los
campesinos los legítimos herederos de esta tradición cultural.
Así, recogen los procesos que siempre ha seguido la impartición

196
La justicia peruana en un país multicultural

de justicia en el antiguo Perú, los códigos tradicionales, la or-


ganización para el juzgamiento del delito, las penas, graduadas
según la naturaleza del mismo, teniendo en la organización de
la comunidad el máximo nivel que toma la decisión final sobre
la sanción a imponer. Esto es la asamblea de la comunidad, el
máximo organismo que sanciona y sentencia a partir del infor-
me de la ronda y los comités de seguimiento e investigación para
determinar la graduación del delito.
Entonces, si bien la ronda campesina surge desde la década
del 70, no significa que sus miembros y los sistemas de justicia
que implementan nacen de esta época. La ronda está confor-
mada por un campesinado que recoge toda la herencia cultural
de impartición de justicia, se organiza para este fin y retoma el
bagaje consuetudinario, convirtiéndose en el espacio de justicia
especial que democráticamente implementa en su respectiva ju-
risdicción. Por lo tanto, su organización es la respuesta frente a
la inoperancia de la justicia ordinaria, sin que eso signifique no
respetarla, habiendo definido que la justicia especial se ejerce
solamente en la jurisdicción comunal de la ronda campesina.
En su momento, se hace el deslinde que en los pueblos o
jurisdicciones donde existe la comunidad nativa o pueblos origi-
narios, así como la comunidad campesina, ellos tienen su propio
sistema de impartición de justicia consuetudinaria en el territo-
rio de sus respectivas comunidades. Esto significa la coexistencia
de la ronda campesina, la comunidad nativa o comunidad cam-
pesina que ejerce el fuero de la justicia especial en sus territo-
rios. Sin embargo, algunas comunidades nativas o campesinas
están organizando sus propias rondas, que por su naturaleza y
ubicación, dependen directamente de su respectiva comunidad
en el ejercicio de la justicia. De esta forma, deslindamos el rol de
la ronda campesina, que llegó a cubrir el vacío donde no existía
la organización comunal estructurada para responder a este fin
supremo, como lo hicieron los pueblos desde tiempos lejanos,
que conforman la riqueza histórica de nuestra patria.

197
Orlando Velásquez

1.3. Constitución y extensión de la ronda campesina


1.3.1. Origen, cosmovisión y proyección de la ronda campesina
Después de la organización de la ronda campesina de Cuyu-
malca, estas se multiplicaron en toda la provincia de Chota, de ahí
que esta tradicional provincia cajamarquina es identificada con
la ronda, a tal punto que en la idiosincrasia peruana el chotano
es considerado como sinónimo de rondero. Luego, se extiende a
toda la región de Cajamarca, produciéndose los primeros conflic-
tos con la policía y los órganos de justicia oficiales, que inicialmen-
te no reconocen el fuero consuetudinario. Aquí empieza una lar-
ga lucha para lograr el reconocimiento que consiguen en las dé-
cadas siguientes. Para las poblaciones comunales de la provincia
de Cajamarca, la ronda campesina se convierte en la aspiración
sentida y pensada desde muchos años atrás, cuando las primeras
incursiones de extraños en la vida campesina nacen algunas des-
composiciones sociales que da origen al abigeato. Esta forma de
delincuencia perturba la apacible vida en los andes cajamarqui-
nos. Esta forma de delincuencia, desde los años 50 fue controlada
de alguna forma por los propios comuneros que se organizaban
en patrullas para apoyarse y vigilar su ganado.
La industrialización de la agricultura y el mayor flujo turís-
tico a la zona fue creando mayores dificultades en el orden y la
tranquilidad en la población. La penetración de capital externo
que encuentra su preciado botín en la minería complica más esta
realidad, porque la delincuencia se multiplica y ya no solamente
es el ganado que ocupa la mirada de los enemigos del bien, sino
otras áreas, incluida la vivienda, la agricultura y la propia seguri-
dad del antes apacible poblador cajamarquino. Entonces, la vigi-
lancia esporádica y la necesidad de controlar la delincuencia se
convierten en una necesidad. Requería una organización estable
para contrarrestar ese mal social ante la inoperancia de la policía
y los organismos del sistema de justicia oficial. La ronda, por lo
tanto, es ideada y creada a partir de las necesidades de la pobla-
ción. Para ello, tenían un tesoro histórico, patrimonio del antiguo

198
La justicia peruana en un país multicultural

Perú: la reciprocidad y la cooperación, prodigiosos mecanismos


de ayuda mutua que permitió a nuestras tradicionales poblacio-
nes sobrevivir y sobreponerse a la adversidad de cacicazgos, co-
lonialismos, verticalismos feudales, y responder a las atrocidades
de los sistemas terratenientes que usurparon las tierras que na-
turalmente correspondían a las comunidades y a las poblaciones
originarias. Esta es la base sociocultural sobre las que se asienta la
ronda campesina. Por ello, esta nueva organización comunitaria
no es inventada por el campesino, sino que es impulsada por la
riqueza cultural que acumuló en su desarrollo histórico.
En estas condiciones y como respuesta a la agresión progre-
siva del espacio natural del hombre de campo nacen las rondas
campesinas. Por ello, desde su nacimiento en la comunidad de
Cuyumalca, cuyo proceso se generó desde mucho antes, explo-
tó cuando la población sintió que invadieron y contaminaron la
pureza de su alma, al comprobar que los delincuentes habían sa-
queado la escuela del lugar. Habían extraído mobiliario, material
didáctico, máquinas de escribir y todo aquello que representaba
la visión de cambio, educación y desarrollo de sus hijos. Fue la
gota que derramó el vaso de la impaciencia, por lo que toda la
comunidad decide organizarse. La ronda campesina que, poste-
riormente, cubre parte de la agenda nacional tuvo su alumbra-
miento en este aguerrido poblado y, en adelante, su crecimiento
y multiplicación fue imparable. Además, puso en vigencia el dere-
cho consuetudinario que desde siglos atrás se desarrollaba en las
comunidades nativas, campesinas y pueblos originarios.
Para medir el proceso de la ronda campesina, desde sus orí-
genes en Cuyumalca hasta la actualidad, partimos del protagonis-
mo de los actores fundamentales. En esta organización originaria
aparecen importantes dirigentes naturales que se forjaron en la
defensa del agua, el cuidado de la tierra y la capacitación del cam-
pesino. Aparecen muchos liderazgos que, posteriormente, organi-
zan otras rondas en la provincia de Chota, en toda la región Caja-
marca y, luego, esta semilla prende en los departamentos andinos
de Áncash, el Alto Piura, proyectándose después a varias regiones

199
Orlando Velásquez

del centro y sur del Perú. La mayoría de ellos abrazaba posiciones


indigenistas y de defensa de la tierra, otros fueron captados por
organizaciones políticas, especialmente, de izquierda, pero nunca
perdieron la perspectiva de extender y consolidar la ronda cam-
pesina. El largo camino para su posicionamiento y reconocimien-
to por la sociedad peruana los llevó a fueros judiciales, parlamen-
tarios y otras instancias públicas y privadas.
En el presente trabajo no nos compete mencionar líderes
ronderos, que hoy tienen presencia regional y nacional; sin em-
bargo, para los efectos de caracterizar y explicar este punto referi-
do a la constitución y extensión de la ronda campesina, se ha con-
siderado contar con la versión directa de algunos de ellos, porque
no solamente aportaron para sentar las bases organizativas, sino
se convirtieron en protagonistas de la defensa y la lucha por el
reconocimiento de la ronda campesina en el Perú. En esa direc-
ción, consignamos la entrevista a Daniel Idrogo Benavides, cho-
tano cofundador de la ronda campesina y uno de los dirigentes
naturales que continúan de cerca en el complicado trabajo de de-
sarrollo y reconocimiento de estas organizaciones. Él, pese a que
ahora es abogado y docente universitario, continuó participando
en este proceso de consolidación. Igualmente, la entrevista a Julio
Céspedes Olortegui, un auténtico activista rondero, que sigue su
desarrollo como parte de la ronda, de la cual aún es uno de sus
miembros. Formó parte de la Directiva Central de la Ronda Cam-
pesina y sigue hasta hoy en el trabajo organizativo como impulsor,
consultor, pero siempre con su natural sencillez lo observamos en
los niveles de bases, contribuyendo en esta complicada y heroica
labor enfrentando las adversidades. De la misma forma presenta-
mos la disertación del doctor Duverlí Rodríguez Tineo, que fuera
el impulsor de las rondas campesinas desde décadas anteriores,
vocación que responde a su origen en las comunidades de Huar-
maca, de la serranía piurana, y después como magistrado supre-
mo y presidente del Poder Judicial dio un importante impulso
para el reconocimiento de la ronda campesina. Esta conferencia
de Justicia Regional de Rondas Campesinas de la Libertad la de-

200
La justicia peruana en un país multicultural

sarrolló el 15 de junio de 2019 en el marco del Congreso Extraor-


dinario. Igualmente, la entrevista a Gregorio Santos, uno de los
fundadores de las rondas campesinas, que llegó a ser presidente
del Gobierno Regional de Cajamarca.

1.3.2. Formación y extensión de la ronda campesina a partir de


sus protagonistas
Julio Céspedes Olortegui
Consultor de la CUNARC, excoordinador
nacional de las rondas del Perú

Bueno, desde la fundación de las rondas en 1976 en la comuni-


dad de Cuyumalca, nosotros conformamos una comisión integrada
también por Idrogo y otros, para justamente estudiar al campesi-
nado cajamarquino y, particularmente, chotano, y luego hicimos
una experiencia desde los propios hechos que se suscitan a raíz
del robo de los implementos del colegio de la pequeña comunidad
de Cuyumalca. Se organiza y se va generando una expectativa en
la medida en que el Gobierno de turno y el Estado en la práctica
habían dejado un vacío y las autoridades policiales y judiciales esta-
ban aconchabados con los delincuentes de esa zona. Por lo tanto,
esta semillita crece rápido, primero se extiende en la provincia de
Chota y, luego, va a la provincia de Bambamarca, Hualgayoc y, así,
se va generalizando. Entonces, en pocos años se generaliza en el
departamento de Cajamarca y lo primero que hacemos es convocar
un Congreso Provincial de Rondas Campesinas de Chota, luego en
Bambamarca y, con ello, ya empezamos a trabajar la propuesta para
un congreso de las rondas del departamento de Cajamarca.
En ese trascurrir se dan distintas circunstancias: en primer
lugar, siempre el enfrentamiento con las autoridades policiales y
judiciales. Sin embargo, al ver las autoridades la capacidad de con-
vocatoria que tenemos, poco a poco, nos van respetando así se de-
jan un poco las contradicciones y ya no son tan duras y chocantes.
Entonces, nos dan un espacio para desarrollarnos a nivel nacional:
Piura, Amazonas, San Martín, Áncash y, así, se va generalizando.

201
Orlando Velásquez

Entonces, actualmente tenemos 17 regiones organizadas, todavía


faltan 8. Por ejemplo, el Callao no se ha organizado. En la sierra
sur tenemos un problema muy serio en Huancavelica y Ayacucho:
no hemos podido organizar las rondas porque ahí tienen un mal
precedente que no los han llamado rondas, sino comités de au-
todefensa que es un nombre organizado por la policía y la fuerza
armada, y que sirvió de choque contra los senderistas, los cuales
mataron a varios. Entonces, cuando hablamos de ronda, inmedia-
tamente los familiares y otras personas nos dicen ustedes son los
que asesinaron a nuestros familiares, por eso no prende la chispa
para generalizar la ronda en esos departamentos. En este proceso
de desarrollo se han dado varias circunstancias, después ya de cons-
tituidas las federaciones, convocamos a un Primer Encuentro Na-
cional de Rondas Campesinas y Comunidades Campesinas, en ese
contexto contamos con el apoyo de la Confederación Campesina
del Perú que, también, tenía convocatoria, tenía su peso, encabe-
zado por Hugo Blanco, Andrés Luna Vargas, apoyado por Javier
Diez Canseco, etc., y nosotros éramos los dirigentes naturales como
el gringo Agustín Sánchez de Chota, Idrogo y otros dirigentes que
habían nacido en la comunidad y habían organizado las rondas.
El proceso de constitución y organización de la ronda siguió
imparable. Esto motivó que unos productores de cine de Noruega
nos propusieran hacer una película de los ronderos. La pasamos
en los cines comerciales a nivel nacional y concursamos en Cuba
y Francia. En Francia ganamos un premio, en Cuba también, y
esta película es el primer paso para el desarrollo de las rondas.
Al principio, la ronda pegó bastante por la particularidad que no
había actores, ni actrices, sino los propios ronderos conocedores
de su zona y conocedores de sus costumbres. Lo hicieron con tal
naturalidad que pegó mucho esta película, luego nosotros mis-
mos escribimos varios libros, y lo más importante elaboramos y
aprobamos los estatutos para ordenar y trabajar ordenadamente.
Luego, nos dieron la ley, la primera ley, justamente, en el 86, en
el primer gobierno de Alan García. Esa ley lo consultamos con las
bases y, luego, el proyecto lo propusimos en el congreso. Así, salió

202
La justicia peruana en un país multicultural

la primera ley solamente con un artículo apoyada por la bancada


del Apra: la Ley N.° 24571, de noviembre de 1986.
Luego de ese proceso de desarrollo, llegamos al 90. En este
año existieron enfrentamientos y graves problemas con el dicta-
dor Fujimori porque los proyectos de ley que dieron, justamente,
para que las rondas pertenezcan al Ministerio del Interior, como
el pacto que nos hicieron firmar obligadamente a varias rondas en
alianzas con la policía. Nosotros siempre desde la dirección de la
ronda nos opusimos porque planteamos la independencia y la au-
tonomía de nuestras rondas, y no como se pretendía, que seamos
una fuerza de choque del Ministerio del Interior.
Del 90 al 2000 en la práctica sobrevivimos frente a la profundi-
zación de la represión hacia nosotros tanto legal como ilegal, noso-
tros estuvimos detenidos varios, uno, dos años, solamente por ser
ronderos que nos confundían con Sendero, pero sin prueba de eso
solamente por organizar las rondas. Entonces, estábamos entre dos
frentes: el ejército y Sendero, nos han matado a muchos militan-
tes ronderos; por ejemplo, en Huánuco en el distrito de Choras,
provincia Dos de Mayo, nos mataron a 11 diligentes en el prime-
ro y, después, 9 más. Son 20 diligentes ronderos que nos mataron
los senderistas, y pusieron en las paredes mueran los servidores del
Estado, mueran los soplones. En ese periodo sobrevivimos —con
dureza— porque nos perseguían, al igual que a nuestras familias.
Posteriormente, hicimos el Segundo Encuentro Nacional en
Lima, donde asistieron 400 delegados, para sobrevivir y para ajus-
tar ciertas cosas. Felizmente a partir de eso nuevamente nos rea-
grupamos y empezamos a reactivar nuestra base, y en ese proceso
ya también sale otra consigna: decimos los dirigentes pasan y las
rondas quedan. Esto porque algunos dirigentes nos vienen trai-
cionando, pero cuando pasaban, las rondas como organización
quedaban, y del 2000 hasta ahora ya hay un proceso; por ejemplo,
estamos planteando un desarrollo sustentable, sostenible del agro,
por eso en muchas regiones hemos participado en el último paro
del 13 de mayo de este año, y producto de eso se sentaron a dialo-

203
Orlando Velásquez

gar el Gobierno con los dirigentes ronderos incluidos, los de Con-


veagro y los del distrito del Rio, que habían convocado el paro, y
ahorita mismo estamos en la mesa de diálogo y ya se han aprobado
11 puntos de los 18 de los reclamos. Es la primera vez, por ejemplo,
que el día ayer en Lima hicieron un Pleno Extraordinario y se lla-
mó Pleno Agrario, eso por el peso que le impusimos nosotros como
ronderos y con nuestra disciplina fuimos los motores del paro.
En este proceso de desarrollo, queremos señalar también que ha-
bía varias corrientes y todavía existen. El peligro ahora es y estamos muy
preocupados porque los del Poder Judicial y Ministerio Público actúan
por encima de las rondas, sin respetar la autonomía, ni la ley de ron-
das. El Ministerio Público sin respetarnos convocó ya dos encuentros
y queremos señalar con preocupación, porque nos están quitando la
autonomía y nuestra independencia. Entonces, ahora por la mañana
vamos a discutir posiblemente una de las metas acá en este Congreso,
qué hacer es nuestra preocupación y, por otro lado, sigue la ofensiva
no solamente del Estado, sino también de las ONG, de la iglesia que
están entrando a tergiversar la línea primaria de las rondas, y eso para
nosotros es un peligro en la medida en que nos están haciendo perder
las funciones que desempeñábamos, principalmente, la democracia
interna, la autonomía y el problema del rescate de la disciplina por lo
que queremos rescatar la autoridad y la disciplina primogénita de las
rondas. Durante estos procesos ya vamos a cumplir 43 años, y como
observamos, hay unos logros importantes: en varias partes del Estado,
ministerios, nos llaman ya para conversar lo que más antes no.
En este proceso, la CUNARC surge el 1, 2 y 3 de diciembre de
2006, cuando se organizó su Primer Congreso, por lo que hasta
ahora ya hemos realizados cinco congresos. Cada tres años está
estatuido y, también, está dentro de nuestros estatutos. Cada tres
años se cambia el Comité Ejecutivo Nacional, con una duración
de tres años: el 2006, 2009, 2012, 2015, 2018. Con el surgimiento
de la CUNARC, Congreso Unitario Nacional de las Rondas Cam-
pesinas del Perú, el movimiento rondero se hace grande, es res-
petado y participa en la unidad del Perú, por eso desde aquí se
reclama, se respeta la justicia que practica en su territorio.

204
La justicia peruana en un país multicultural

Daniel Idrogo Benavidez


Cofundador de la ronda campesina, abogado y docente universitario

 ¿Por qué a usted se le considera como fundador de la ronda


campesina en el Perú?
Bueno, por el trabajo que se ha realizado desde 1977 hasta la
actualidad, pero el asunto no tanto es por la fundación sino por-
que desde el 29 de enero de 1977 hemos contribuido con orienta-
ciones, se tomaron a cuerdos en Cuyumalca.
¿Dónde? Cuyumalca, cuna de las rondas campesinas y los 10
mandamientos ronderos. Estos son los famosos 10 acuerdos que
están sustentados en principios, en valores, y eso nos ha permitido
a nivel nacional llegar a una conclusión: de que las rondas campe-
sinas han sido creadas de manera colectiva y está demostrado por
lo siguiente: porque, si bien es cierto el grupo de rondas inició
su trabajo desde el 29 de diciembre de 1976 hasta el 28 de enero,
han venido trabajando 31 grupos de manera continuada, y el 29
de enero de 1977 se hizo la Primera Asamblea asistiendo 160 per-
sonas, participando los 31 grupos de rondas.

 ¿Dónde se hizo la asamblea?


En Cuyumalca.
Y, los acuerdos que se tomaron han sido con una visión colec-
tiva, que es lo que hoy en adelante vamos a desarrollar esta tesis,
porque ha habido algunos elementos que siempre distorsionan y
como se hacen pasar de fundadores, en mi caso no digo que soy
fundador, sino que las bases del país me reconocen así, pero yo
nunca iba decir que soy el fundador, en el mismo Cuyumalca a
mí me dieron el título de organizador de las rondas campesinas.
Entonces, para nosotros lo más importante es que esta organi-
zación sigue perdurando en el tiempo, porque tiene una raíz
netamente colectiva, más bien, ahora con el sistema de opresión
y todos los problemas a nivel internacional hay mucha influencia
de carácter individualista, por lo que algunos dirigentes se están

205
Orlando Velásquez

desviando, se están perdiendo los principios, los valores y eso es


lo que queremos rescatar. Hoy tenemos que reorientar el trabajo
y retomar lo que fueron los acuerdos fundamentales o aurorales
de las rondas campesinas.

 Usted, ¿considera que se ha avanzado en la organización de


las rondas campesinas?
Estamos en eso, yo creo que en estos 42 años hay logros muy
importantes, hoy los compañeros están desarrollando una meto-
dología muy importante sobre el foda y los retos, por lo que es-
tamos viendo que con mayor objetividad vamos a conocer como
está la ronda a nivel nacional. Así, de esa manera, vamos a contri-
buir con nuestros modestos aportes para que el trabajo, en ade-
lante, sea más eficiente y podamos llegar a los 50 años en mejores
perspectivas, en mejores condiciones.

 ¿Cree que la ronda campesina ha logrado rescatar, revalorar


la justicia consuetudinaria que practicaron nuestros pueblos
ancestrales de los tiempos precolombinos?
Sí, yo creo que con las rondas campesinas se ha recreado
el derecho consuetudinario que nosotros lo llamamos derecho
rondero, en las rondas campesinas lo llaman derecho comunal,
también en las comunidades nativas es derecho comunal o de-
recho de pueblos indígenas, pero nosotros lo entendemos como
que esto es la costumbre jurídica, en el sentido de que las cos-
tumbres por si solas no sancionan. Uno puede ser criticado por
atentar contra las buenas costumbres, pero el derecho es el que
sanciona, sanciona el derecho estatal y sanciona el derecho con-
suetudinario o derecho rondero.
Entonces, acá tenemos que aclarar ese punto porque hay con-
fusión: algunos dicen las rondas trabajan en base a sus usos y cos-
tumbres; entonces, es un poco como que se genera una confusión
porque la costumbre no sanciona el que atenta contra una buena
costumbre, es criticado, cuestionado, pero no sancionado

206
La justicia peruana en un país multicultural

 ¿Y, por qué hasta este momento no se expide la ley que deli-
mita la justicia ordinaria y la justicia consuetudinaria como lo
dice la Constitución?
Yo creo que hay muchos intereses para que no se dé esa ley,
eso ya viene desde 1993 hasta ahora. El problema es que de parte
de la justicia ordinaria no todos están de acuerdo con el trabajo
de las rondas campesinas. Hay algunos fiscales, jueces que han
manifestado toda su visión, su compromiso de seguir trabajando
con las rondas campesinas, pero hay un buen número de fiscales,
jueces y policías que no quieren saber nada con las rondas. Hoy
los compañeros están informando que en algunos lugares ya se
está coordinando con la policía, fiscales, jueces, yo creo que eso es
muy importante porque hay que avanzar en ese espacio.

 ¿Los operadores de justicia ronderil, comunal, están capaci-


tados para ejercer justicia, juzgando y procesando todos los
delitos en sus jurisdicciones?
Ahí falta capacitación y sobre todo falta que los compañeros en-
tiendan que en justicia rondera tenemos que modificar el reglamen-
to y el estatuto, o sea, por justicia rondera tenemos que llegar a los
acuerdos por consenso, por unanimidad, no puede ser por mayoría
porque hoy se está dando casos de que el que lleva más gente es el
que resulta ganador y, de repente, el que tiene la razón es la minoría.
Entonces, ahí hay una desventaja, un abuso, hoy estamos constatan-
do en varios lugares del país que se está usando a la votación de ma-
yoría para cometer abuso, que son pocos, pero ya es una amenaza, es
un riesgo, un peligro, por eso yo voy a sustentar hoy porqué es que la
justicia rondera tiene que ser por consenso, por unanimidad.
La región La Libertad por su cercanía territorial con Cajamar-
ca fue el segundo escenario donde germina la ronda campesina.
Pueblos caseríos y distritos de las provincias de Pataz, Santiago de
Chuco, Huamachuco, Otuzco, Cascas, entre otros, vieron nacer
las rondas campesinas, como una alternativa para la organización
de la ronda campesina en sus territorios. En las décadas siguientes,

207
Orlando Velásquez

hasta la actualidad, las regiones altoandinas de Lima, Junín, Arequi-


pa, Puno, Cuzco, Cerro de Pasco, asumen la ronda campesina como
alternativa para la impartición de justicia. Diversos niveles orgánicos
perfilan una estructura regional de las rondas. Desde la ronda de
caserío, poblado, distrito, provincia, sector hasta el nivel regional,
han permitido una organización muy sólida que, si bien hasta ahora
adolece de algunos problemas de comportamiento u orgánicos; sin
embargo, cada vez constituyen un fuero paralelo a la justicia ordina-
ria, con los consiguientes conflictos que con ella se han originado.
La Constitución Política del Perú de 1993 reconoce categóri-
camente la justicia especial y, por lo tanto, representa la formali-
zación de un espacio territorial propio, donde se imparte justicia
siguiendo los lazos históricos de nuestros pueblos tradicionales.
Sin embargo, a pesar de la dureza y la convicción de la ronda cam-
pesina que logró una organización nacional muy sólida, cuando
constituyó la CENTRAL ÚNICA NACIONAL DE RONDAS CAM-
PESINAS DEL PERU (CUNARC), el 3 de diciembre de 2006; sin
embargo, los conflictos con la justicia ordinaria u oficial cada vez
se agudizan más, a tal punto que en la actualidad existen cientos
de ronderos procesados, mayormente por secuestro, porque jue-
ces y fiscales en su interpretación literal de la ley, la retención de
quienes delinquen en el territorio comunitario, es considerado
como secuestro, desconociendo que estas acciones son parte del
proceso que implementa la justicia consuetudinaria.

Gregorio Santos Guerrero


Dirigente, cofundador de las rondas campesinas, expresidente
del Gobierno Regional de Cajamarca y actual consultor de la CUNARC

 ¿Cuál es su ubicación en este momento en la ronda campesi-


na del Perú?
Yo soy miembro consultivo después de haber pasado por diri-
gente de base, dirigente regional y dirigente nacional. Contribui-
mos en la fundación de la CUNARC como un órgano centraliza-
dor de las rondas campesinas en el Perú; entonces, ahora hemos

208
La justicia peruana en un país multicultural

quedado parte del equipo consultivo que es más que toda una
suerte de consejero, dar opinión sobre determinados temas y con-
tribuir con la formación de los dirigentes ronderos en diferentes
puntos del país donde lo solicitan.

 ¿En este momento por qué cree que no se cumple con el


artículo de la Constitución de dar la ley que reconozca el
fuero consuetudinario?
Creo que todavía somos víctimas de la concepción del Esta-
do monista donde solo el monopolio del poder lo tienen las au-
toridades formalmente establecidas de acuerdo a la constitución
que tenemos; entonces, ese marco, esa concepción hace que aún
se considere al movimiento rondero, ronderos originarios de los
pueblos, comunidades de las zonas rurales como ciudadanos de
segunda, de tercera, que no están en condiciones de avanzar en el
derecho consuetudinario. Esa concepción todavía permanece en
las universidades, en la formación de los abogados y, fundamen-
talmente, muchos jueces y fiscales que aun siendo muy jóvenes
no conocen este proceso o lo desconocen, y no ha habido mayor
desarrollo teórico, un debate más profundo al interno de la aca-
demia, porque la enseñanza universitaria del derecho parte del
monismo jurídico, de esa concepción libresca de la justicia.

 ¿Cómo un fundador de la ronda campesina cree que esta or-


ganización ha valorado o revalorado la justicia consuetudinaria
milenaria de nuestro pasado?
Yo creo que se combinan dos principios tradición y moder-
nidad toda una combinación de la tradición milenaria que se ha
rastrado desde el ayllu y diferentes elementos componentes de la
cultura andina con el en principio de reciprocidad y todo lo que
conocemos a partir de la tradición. Ha habido una combinación
con el derecho moderno no decimos que hay un polismo absoluto,
pero la ronda si ha recreado, han revalidado, ha replanteado mu-
chos puntos en torno a la justicia que ha permitido que el actual
estado de algunas corrientes de jueces, fiscales, abogados, inclusive,

209
Orlando Velásquez

comiencen a tomar partido, comiencen a tomar posición, a centrar


posición y a darle contenido técnico, jurídico, científico a la propuesta
del derecho consuetudinario, creo que en un país policultural, mul-
tiétnico es fundamental darle sostenimiento porque ayuda. Gracias
 ¿Qué futuro tiene la ronda campesina, a partir de lo que usted
observa?
Creo que es la instancia natural para hacer la justicia alcan-
zable para los pueblos de nuestra comunidad. Tarde o temprano,
jueces y fiscales deben comprender que las rondas están capacita-
das para administrar justicia. Además, son el espacio natural don-
de se ejerce la democracia real, sin los contaminantes del sistema.

Duverlí Rodríguez Tineo


Juez supremo y presidente del Poder Judicial del Perú

Conferencia: MONISMO JURÍDICO Y PLURALISMO JURÍDICO


Claro, es un lenguaje un poco académico porque también te-
nemos que aprender a usar términos académicos aun cuando pro-
cedamos del campo, los campesinos tenemos que educarnos. Mo-
nismo jurídico significa que existe solo un derecho dentro de un
Estado, es como si estuviéramos en Santiago de Chuco y hay una
sola tienda que vende arroz o una sola tienda que vende azúcar, que
está haciendo monopolio, y qué cosa es el monismo jurídico, ¿es
monopolio del derecho por parte del Estado?; es decir, que las leyes
solo lo pueden producir el Poder Legislativo. El amigo o compañe-
ro Daniel Idrogo Benavides fue diputado, yo también fui diputado,
fuimos del Parlamento Nacional, la Sra. Verónica también ha sido
del Congreso Nacional; es decir, según la separación de poderes, el
Poder Legislativo elabora las leyes, nadie más puede elaborar leyes
más que el Poder Legislativo, y quien administra Justicia solo es
el Poder Judicial, nadie más puede administrar justicia, según la
teoría del monismo jurídico. Hay un solo derecho, el derecho del
Estado que produce ese derecho, el Estado a través de un poder del
Estado, que se llama Poder Legislativo, esa es la teoría del monismo

210
La justicia peruana en un país multicultural

jurídico imperante de los países del mundo. Qué significa su con-


trario: pluralismo jurídico, la palabra plural significa más de uno,
pluralismo significa que no hay un solo derecho, Pluralismo jurídi-
co significa que hay varios derechos, además del derecho del Esta-
do que lo produce el Poder Legislativo. Entonces, pluralismo Jurí-
dico significa que como hay varias culturas en el Perú, cuáles son
esas culturas, por ejemplo, culturas preíncas: los tallanes en Piura,
los huayacundos en la sierra de Piura, los mochicas en Moche, los
wari en Ayacucho, los tiahuanaco en Puno, los chavín arriba de Án-
cash, los chinchas, los nazcas, los paracas, esas son culturas y ¿esas
culturas tenían su derecho o no tenían su derecho? Sí, tenían su de-
recho esos son pueblos originarios, pero la gran diferencia está en
el tipo de derecho, ellos no tenían un derecho escrito, un derecho
codificado, un derecho con libros o en códigos; no es derecho de
los pueblos originarios.
El derecho de los pueblos indígenas es un derecho oral que
se trasmite verbalmente de generación en generación, de padres
a hijos, a nietos, bisnietos, etc. No es un derecho que está regis-
trado en libros o en documentos, ese derecho de esos pueblos no
está codificado, pues ¿alguien tiene el Código Penal de los mochi-
cas?, ¿alguien tiene el Código Civil de los paracas?, ¿alguien tiene
el Código Constitucionario de los incas? Nadie tiene eso porque
no era un derecho escrito, y porque en el caso nuestro del Perú
no tuvimos escritura como lo tuvieron los mayas en Centroamé-
rica. Una primera conclusión en un país multicultural y diverso
como el Perú donde existen varias culturas, por ejemplo, la cul-
tura aguagún de la selva es diferente a la cultura asháninka de la
selva o a la cultura aimara de Puno es diferente a la cultura wari de
Ayacucho, y si son culturas diferentes también tienen derechos di-
ferentes. Entonces, si hay varios derechos no hay un solo derecho,
y si hay varios derechos no hay monismo jurídico, si hay varios
derechos hay pluralismo jurídico, eso es lo que nosotros tenemos
que reforzar y aceptar, porque si no fuera así en base a qué dere-
cho se va a guiar las rondas campesinas.

211
Orlando Velásquez

Las rondas campesinas tendrán que guiarse con el Código


Penal, con el Código Civil, y yo les pregunto a ustedes: Cuando las
rondas campesinas hacen una asamblea para castigar a un abigeo,
¿aplica el Código Penal? ¡No! Porque no lo está aplicando el de-
recho del Estado, ¿qué derecho están aplicando? ¡Su propio dere-
cho!, que significa eso que los pueblos originarios tienen derecho
a tener su propio derecho, ¡escuche bien! Los pueblos originarios
tienen derecho a tener su propio derecho y eso se llama concep-
tualmente «pluralismo jurídico igualitario»; entonces, ese es un
primer tema que quería dejar sentado.
Segundo tema, si hay varios derechos y no un solo derecho,
¿podemos decir que existe un solo sistema de administración de
justicia o varios sistemas de administración de justicia? Miren, des-
de el punto de vista del monismo jurídico de un solo derecho,
solo deberá haber un solo sistema de administración de justicia,
y quien sería esa institución encargada de administrar justicia se-
ría el Poder Judicial y eso se llama justicia ordinaria; pero en la
Constitución de 1993 tenemos el artículo 149, de la Constitución
Política del Perú, que es esta la ley madre, la ley de leyes, Consti-
tución Política del Estado. Voy a leer el artículo 149 y dice: «Las
autoridades de las comunidades campesinas y nativas con apoyo
de las rondas campesinas pueden ejercer funciones jurisdicciona-
les dentro de su ámbito territorial de conformidad con el derecho
consuetudinario», luego dice: «la ley estable, la forma de coordi-
nación de dicha jurisdicción especial con la jurisdicción ordina-
ria». ¿Qué nos dice el artículo 149? Que hay dos sistemas de jus-
ticia, que hay dos jurisdicciones, la jurisdicción ordinaria a cargo
del Poder Judicial, a cargo de jueces profesionales que son abo-
gados y ganan muy bien, y existe la jurisdicción especial, comunal
rondera, nativa de la selva que se llama: jurisdicción especial, pero
aquí la palabra clave es jurisdicción. ¿Qué es jurisdicción? Viene
de un término latino juris = jurídico y dicción = decisión, decisión
jurídica quien tiene capacidad de tomar una decisión jurídica en
el mundo, quienes están investidos de jurisdicción en el mundo
son los jueces, no tienen jurisdicción la policía, el fiscal, los con-

212
La justicia peruana en un país multicultural

gresistas, el ministro de Estado, el presidente de la República, el


Gobierno Regional.
El único que tiene jurisdicción en el mundo es el juez y ¿qué
dice el artículo 149? Que tienen jurisdicción las comunidades
campesinas, comunidades nativas y las rondas campesinas. ¿Qué
significa eso? Que pueden hacer la labor de jueces, y la pregunta
es: ¿Los jueces tienen jurisdicción? ¿Qué significa la jurisdicción?
La jurisdicción significa tener capacidad para resolver un conflic-
to civil, penal, laboral, constitucional. Y, ¿cómo se demuestra esa
jurisdicción? Se demuestra, por ejemplo, si es un tema penal se
tiene que investigar, cuando hay un delito se tiene que condenar
si es culpable, y si es culpable se tiene que aplicar un castigo y
esa decisión que toma el juez se tiene que aplicar a la buena o a
la mala, eso se llama violencia dosificada, violencia racionalizada.
Yo pregunto cuando un policía está detrás de un asaltante que ha
robado un celular y el delincuente se le enfrenta, ¿el policía lo
golpea con su palo o no lo golpea con su palo?, ¿y el policía está
legitimado para hacerlo? La pregunta es: Y, si una ronda campe-
sina persigue a un abigeo, el abigeo se resiste, el abigeo lo golpea
al rondero, ¿el rondero tiene que golpear al abigeo o no?, ¿tiene
que golpearlo, pues, porque la policía puede golpear y el rondero
no puede golpear? Si ambos tienen la potestad de hacerlo porque
la ley así lo dice; entonces, la jurisdicción tiene un elemento que
se llama coerción. ¿Qué cosa es coerción? Una dosis de violencia y
no una violencia total que sería tortura o muerte, una violencia ra-
cional, todos los jueces están investidos de jurisdicción en el mun-
do y si los jueces están investidos de jurisdicción en el mundo, y
si las rondas campesinas tienen jurisdicción, pues hacen labor de
jueces también. En otras palabras, en el Perú administra justicia
¿quiénes? Uno el Poder Judicial que es jurisdicción ordinaria, dos
la jurisdicción especial que es la jurisdicción rondera, jurisdic-
ción comunal, jurisdicción campesina de los pueblos originarios
y ¿quién lo dice? La Constitución Política del Estado, ley de leyes.
En el Perú y el mundo no solo tenemos leyes nacionales,
también tenemos normas internacionales que se convierten en

213
Orlando Velásquez

leyes para nosotros, esas leyes internacionales se llaman convenios


internacionales, fundamentalmente sobre derechos humanos, y
para el tema de la justicia indígena, ¿cuál es la ley internacional
que rige? Es el Convenio 169 sobre derecho de los pueblos indí-
genas y tribales, pero aquí viene un problema, las rondas campe-
sinas son pueblos indígenas, no hay problema en aceptar que los
aimaras de Puno son pueblos indígenas, no hay ningún proble-
ma en aceptar que los asháninkas son pueblos indígenas, pero la
pregunta es: la estancia de Cuyumalca donde se fundó la ronda
campesina, ¿es ronda?, ¿es pueblo indígena? Aquí la repuesta la
tenemos en la Ley de Rondas, la Ley de Rondas Campesinas N.°
27908, artículo 1 dice: «Los derechos reconocidos a los pueblos
indígenas y comunidades campesinas y nativas se aplican a las ron-
das campesinas en lo que le corresponde y favorezca», esta ley está
diciendo que los derechos de los pueblos indígenas del Convenio
169 de la OIT también les alcanza a las rondas campesinas, por
esa razón aun cuando los ronderos no se consideraran indígenas
por el simple hecho de ser ronderos y por lo que dice esta ley, les
alcanza los derechos de los pueblos indígenas, ¡está claro, sí!
Tercer punto, ¿cómo castiga la justicia ordinaria? Aplicando
las penas que están en el Código Penal, ¿cuál es la principal pena
que está en el Código Penal? La pena privativa de la libertad, ¿y
qué cosa es pena privativa de la libertad? Privarnos de la libertad,
¿y que es privarnos de la libertad? Mandarnos a la cárcel. La prin-
cipal pena y casi pena monopólica en la justicia ordinaria, ¿qué
otra pena tenemos? Pena de multa, pena de inhabilitación, pena
de limitación de días libres. Cuatro tipos de penas tiene el Código
Penal de la justicia ordinaria, alguna de esas penas del Código Pe-
nal de la justicia ordinaria significa baño con agua fría ¿no?, algu-
na de las penas de justicia ordinaria implica el baño con la ortiga
¿no?, alguna de las penas del código penal implica los ejercicios
físicos de hacer las planchas ¿no? Es decir, en las penas del Código
Penal no existe ninguna pena de carácter corporal, bien, ¿cuáles
son las penas que aplica la justicia indígena? La justicia rondera
puede poner multas, puede ordenar la devolución de un objeto

214
La justicia peruana en un país multicultural

robado, ejercicios físicos, el pago a los daños a través de trabajo


comunal, el baño con agua fría, el castigo con ortiga, el fuete o
látigo, el trabajo en las comunidades, todas esas son penas de la
justicia indígena; la mayor parte de esas penas son penas corpo-
rales porque van a nuestro cuerpo, un pencazo con el látigo que
ustedes usan que es el símbolo de la justicia ronderil, ¿a dónde le
cae al castigado?, ¿le cae en las nalgas, le cae en el cuerpo?, ¿qué
pena es esa?, ¿pena corporativa?, y cuando lo hacen bañar en agua
fría en la madrugada, ¿qué pena es? Es pena corporal, es decir, las
penas que aplica la justicia indígena son penas corporales. Pero
aquí viene un gran tema, los enemigos de la justicia indígena di-
cen que eso es violar los derechos humanos, dicen que son penas
crueles, que son torturas, que son penas humillantes. Cuando las
rondas campesinas de Cutervo capturan a un ladrón y lo hacen
pasear por la calle que dice: «Yo Soy Ladrón», ¿qué dicen los ene-
migos de la justicia indígena? ¡Ah! Es una pena humillante, por-
que lo están humillando, qué humillante va a ser decirle lo que es,
que es un ladrón, que la comunidad sepa que es un ladrón, está
bien que lo hagan, es lo que corresponde.
Ahora, la Corte Constitucional de Colombia ante el uso de
una forma de castigo que allá le llaman el CEPO. ¿No sé si alguno
de ustedes sabrá lo que es el cepo, que antes usaba los hacenda-
dos? Es introducir una pierna en un torniquete de madera que da
vuelta y va produciendo dolor, ese es el cepo; entonces, denuncia-
ron que eso era una pena inhumana, que era una pena cruel, y
¿qué dijo la Corte Constitucional de Colombia? Que no era pena
inhumana, dijo que no era pena cruel porque eran castigos que
producían algo de dolor es verdad, pero no mataban, ni mutila-
ban. Pues bien, comparando los dos sistemas de penas, el sistema
de la justicia ordinaria y la única pena que utilizan es la cárcel,
pregunto: ¿La cárcel en el Perú regenera al delincuente? ¿La cár-
cel en el Perú es contagio criminal? En la cárcel se vuelven más
delincuentes de lo que entraron; en cambio, ¿la justicia indígena
recupera o no recupera al delincuente? ¡Sí!, lo recupera, la justi-
cia indígena es reparadora, es una justicia gratuita, es una justicia

215
Orlando Velásquez

rápida, ¡no cuesta nada! ¿Cuánto dura un proceso judicial en la


justicia ordinaria? Años de años. ¿Cuánto dura la justicia especial?
La justicia rondera horas. La pregunta es ¿cuál de las dos justicias
es la mejor? ¿La justicia ordinaria del Estado o la justicia indíge-
na campesina? La justicia indígena campesina, ¡sí, eso es así!, ¡yo
representante de la justicia ordinaria me inclino ante la justicia
campesina y cuando deje de ser juez de la justicia ordinaria me
volveré un rondero más!

1.3.3. Actores y dirigencias ronderas


Una evaluación a los personajes entrevistados en el presente
trabajo nos arroja una conclusión muy importante. Por un lado, la
gran perspectiva del movimiento rondero, pues desde sus análisis
aparece una visión clara de su realidad territorial, las condiciones
de desarrollo de sus miembros y los objetivos en torno a la incur-
sión del sistema mercantil en sus comunidades, la respuesta de los
pueblos afectados por esta penetración y la decisión de enfrentar
esta realidad, a partir de su legado cultural y las vivencias acumu-
ladas en torno a la administración de justicia por parte de las co-
munidades campesinas y nativas, de cuya herencia ellos se sienten
favorecidos y llamados a llevarlas a la práctica.
Esto se explica por su firmeza en las declaraciones, así como
la claridad acerca de la verdad que defienden, la convicción y la
confianza en los miembros de la comunidad, que con su apoyo y
compromiso deben consolidar la organización rondera, cualifi-
carla y proyectarla a otras jurisdicciones. Asimismo, los entrevis-
tados demuestran una auténtica convicción del rol que cumple
la ronda campesina, como alternativa frente a la que ellos consi-
deran «la inoperancia del sistema de justicia ordinario». Es más,
tienen la seguridad que tienen la razón y los mecanismos que de-
ben utilizar para garantizar su reconocimiento como sistema de
justicia natural paralelo al oficial, amparados inicialmente en los
acuerdos y convenios internacionales. De ahí que su lenguaje y su
mensaje, que vierten cuando evalúan la existencia y la proyección
de las rondas campesinas en todo el país, asumen que es un movi-

216
La justicia peruana en un país multicultural

miento joven y con mucha proyección, frente a los problemas de


las instituciones oficiales existentes.
Otro aspecto importante que resume la posición de cada uno
de ellos es la visión del Estado y la justicia ordinaria, de la margi-
nación histórica de sus comunidades y, por lo tanto, la gran tarea
que tiene la ronda para contraponerse a la discriminación, consi-
derándose además como los herederos de una administración de
justicia real, democrática y equitativa. Para ellos, los vicios de la
justicia ordinaria, responden a la descomposición y los graves pro-
blemas que afectan a la sociedad en su desarrollo; en cambio, la
tradición comunitaria demuestra el respeto a la democracia, a la
libertad y una línea justa, libre de los males y vicios adquiridos en
la sociedad de consumo. Por ello, todos consideran que la justicia
rondera está en capacidad, como lo han hecho por siglos los pue-
blos originarios, de resolver los problemas de orden y convivencia
entre los pueblos y sus miembros.
Si analizamos el discurso del expresidente del Poder Judicial,
Duverli Rodríguez, se demuestra que, a pesar de que forma parte
del sistema de justicia ordinaria, considera que en el Perú existe
aún la hegemonía del monismo jurídico, negando la existencia de
la justicia especial, dándole la razón a la ronda campesina que exige
se reconozca la existencia del pluralismo jurídico, como lo recono-
cen las instancias internacionales y con lentitud las nacionales, que
se ven forzadas a caminar en esa dirección, aunque con avances
aún muy lentos. Por lo menos, Rodríguez forma parte del peque-
ño grupo de magistrados supremos que consideran fundamental
el reconocimiento de esa realidad y, por lo tanto, apuesta por la
valoración de los dos sistemas de justicia, como también lo estipula
la Constitución Política del Perú.
Por otro lado, destacan las afirmaciones de quienes se sienten
orgullosos de haber participado en el origen, organización y avance
de las rondas campesinas en el Perú. Estos dirigentes, a pesar de
que algunos de ellos han virado a otros espacios de la vida nacional,
se sienten comprometidos con el desarrollo de la ronda campesina.
Sin embargo, en algunos de ellos se aprecia posiciones radicales,

217
Orlando Velásquez

que van más allá de los objetivos fundacionales de las rondas. De-
fienden su posición ubicándose en el espacio de la marginación y
el abandono del campesinado por parte de los sucesivos Gobier-
nos, a los cuales acusan de descomposición y de convertirse en
autores de la permanente agresión y postergación de las necesida-
des más sentidas de este importante sector de nuestra patria. Por
ello, enfilan contra las instituciones consideradas cómplices del
maltrato, planteando otras opciones, que muchas veces son consi-
deradas como beligerantes y antisistema democrático.
Lo anterior constituye una visión de lo que significa el cami-
no a recorrer de las rondas campesinas, desde su origen, la lucha
por su reconocimiento, las tareas organizativas y todo aquello que
apunta a esa dirección, ha tenido grandes dificultades, tropiezos
por la incomprensión y oposición de sus pares del sistema de justi-
cia, así como el enfrentamiento y las diferencias con aquellos que
se oponen a la ideología de algunos dirigentes o de aquellos líde-
res ronderos, que van incursionando en el campo gremial, institu-
cional, abrazando concepciones que no necesariamente respon-
den al ideario de los componentes de la ronda campesina. Con
todo, ese camino sinuoso que se presenta en ese recorrido y que,
poco a poco, va visualizándose como una ruta difícil, al sumarse
a los ya contraídos problemas para alcanzar su reconocimiento
como sistema de justicia especial, las rondas campesinas se van
afianzando como una organización campesina, que se ha ganado
el respeto de sus miembros y que ya está ocupando un sitial im-
portante en la institucionalidad del país.

2. El proceso de la justicia consuetudinaria


2.1. Construcción del proceso
Si bien la justicia especial es practicada por la comunidad na-
tiva, comunidad campesina y la ronda campesina independien-
temente, este sistema es común en todas ellas. Sin embargo, la
comunidad nativa o campesina tienen mecanismos propios cuan-
do ejercen su función jurisdiccional, donde el presidente de la co-

218
La justicia peruana en un país multicultural

munidad, los apus o los patriarcas de estos conglomerados, ejer-


cen un rol muy importante en su desarrollo. Igualmente, la ronda
campesina, si bien ejerce dicha función, casi similar a los pueblos
originarios o comunales, también tiene particularidades, cuyas
etapas del proceso se han ido enriqueciendo a partir de las ex-
periencias y enseñanzas que sistematizaron en su práctica diaria.
En los primeros eventos ronderiles, cada ronda ensayó me-
canismos, creó espacios, sistematizó procedimientos para la vigi-
lancia y persecución del delito, así como el diálogo permanente
para ponerse de acuerdo en el ejercicio efectivo del accionar de
la ronda campesina. Como toda creación e implementación de
algo nuevo, se tiene que recurrir a la lógica de los actores com-
prometidos y a la confianza de ellos. En este caso, se tenía alguna
información de los medios y procedimientos de las comunidades
nativas y campesinas en la implementación de la justicia en sus
jurisdicciones, lo cual se constituyó en el marco de aprendizaje de
la ronda. Pero lo más importante fue la decisión de actuar ante
la inoperancia de la policía y la tibieza de los magistrados ante los
delitos que iban en ascenso en sus respectivos territorios.

2.2. Procedimientos iniciales de la justicia rondera


La ronda campesina organizada construyó inicialmente algu-
nos procedimientos o pasos e instancias en el proceso de imparti-
ción de justicia, que con algunas particularidades es como sigue:
a. Denuncia: el presidente de la ronda u otro directivo recibe la
denuncia sobre algún delito o falta que se haya producido en
su territorio. También, la ronda actúa de oficio cuando descu-
bre que se comete algún ilícito, inmediatamente organiza co-
mités y se disponen los mecanismos para afrontar el problema.
b. Intervención: recibida la denuncia o detectada la falta directa-
mente, la ronda o el grupo designado interviene directamente,
ya sea capturando al delincuente o al sospechoso, cuando el he-
cho ilícito se produce en esos momentos o recientemente, esto
es, en fragrancia o inmediatamente después de cometida la falta.

219
Orlando Velásquez

De ser así, inmediatamente se procesa el juzgamiento. Si aún no


existe los elementos o pruebas suficientes, se actúa de acuerdo a
la naturaleza del delito y los antecedentes sobre el hecho existen.
c. La investigación: si la denuncia o la falta no ha sido compro-
bada o no existe las pruebas suficientes, se inicia una investi-
gación, cuyo tiempo responde al tipo de delito o las caracte-
rísticas del mismo. Como este se ha producido en un ámbito
determinado y, generalmente, el acusado pertenece a la co-
munidad respectiva, existen evidencias, informante, espacios,
u otros elementos cercanos para corroborar o no la denun-
cia, de ahí que no siempre es difícil encontrar la verdad; sin
embargo, algunas veces el caso es complicado, tomándose el
tiempo necesario para tal fin. La ronda tiene una experien-
cia ganada y conoce muy de cerca el comportamiento de los
miembros de la comunidad. Además, cuenta con el aporte de
los allegados al acusado e, incluso, sus propios familiares, que
no toleran y no se hacen cómplices de algún hecho anormal.
d. La sentencia o pena impuesta: el tipo de sanción o pena res-
ponde a la graduación del delito cometido, por lo que existen
diferentes niveles en su aplicación. Es importante precisar que
el único y supremo tribunal, sin instancias mayores o menores,
es la asamblea de la ronda campesina. Es decir, es la comuni-
dad o la organización rondera, en general, la que en asamblea
pública acuerda o determina la sentencia que debe aplicarse
al acusado, las cuales con algunas variantes son las siguientes:
— Ejercicios físicos: generalmente, la sanción con ejercicios
físicos se determina cuando el delito o falta no es muy
grave, sin embargo, estos se aplican como un escarmien-
to en presencia de toda la comunidad. Existen varias
modalidades, pero generalmente se reducen a planchas,
canguros, saltos, cuyo número también depende de la
naturaleza de la falta hasta el cansancio, convirtiéndose
en una lección para resarcir lo cometido, a parte de reco-
nocer y pedir disculpa a quienes se faltó.

220
La justicia peruana en un país multicultural

— Pencazos: es la aplicación de un número determinado


de pencazos con un látigo especial de cuero que se im-
pone en el cuerpo del culpable, causándole mucho do-
lor. En algunos casos, es el mismo agraviado o agraviada
los que propinan el castigo, instándolos en cada latigazo
a arrepentirse de lo cometido.
— Trabajo comunitario: se sanciona con días de trabajo
comunitario en alguna obra social, limpia de caminos,
acequias, local comunal, u otros trabajos que requiere
la comunidad para brindar bienestar a sus miembros. El
número de días que comprende la sentencia, también,
depende de la naturaleza de la falta.
— Cadena ronderil: es quizás la condena más grave que
impone la ronda campesina a quien ha delinquido. El
acusado, a parte del castigo que recibe en forma direc-
ta de parte de la asamblea, es retenido por un tiempo
determinado en el caserío de origen; luego, es paseado
de caserío en caserío para que la masa lo reprima por
el delito cometido. Los días que pasa en cada caserío,
también, depende de la graduación de la sentencia en
cuya jurisdicción, a parte del castigo ejemplar debe ha-
cer trabajos comunales, hacer rondas nocturnas con
estricta vigilancia. El tiempo de duración de la cadena
ronderil, que puede alargarse varios meses, responde
al delito y a la concepción cultural, que posibiliten la
reeducación de quien delinque para incorporarse nue-
vamente en la vida de la comunidad.

El proceso descrito anteriormente no se constituye en un for-


mato o credo que debe seguirse estrictamente, sino representa
una aproximación a los procedimientos del ejercicio en la justi-
cia rondera. Es lo que, en el avance y la sistematización de los
aprendizajes, se ha ido perfilando, más aún, si existe una constan-
te preocupación para alcanzar mayores niveles de efectividad en
esta trascendental tarea que tienen las poblaciones comunitarias
altoandinas y nativas de nuestro país.

221
Orlando Velásquez

2.3. Los diez pasos para la resolución de conflictos


2.3.1. Asimilación de la experiencia de Cuyumalca
A estas alturas del desarrollo de la justicia rondera en el Perú,
los operadores de justicia de la ronda campesina han afinado pro-
cedimientos previsibles y consensuados, que les ha permitido cum-
plir su sagrada misión, respetando estrictamente los derechos de las
personas y con un alto sentido natural de presunción de inocencia,
como derecho humano de sus miembros. En esa dirección se em-
pezó a considerar los principios originarios del primer evento de
rondas campesinas en Cuyumalca. Poco a poco, se van asimilando
los diferentes pasos o procedimientos que, si bien es cierto al inicio
no fue fácil asimilarlos por la naturaleza y particularidades de cada
ronda; sin embargo, en la medida en que crecía el movimiento ron-
dero, en cada encuentro o certamen orgánico fueron asumiendo
sus lecciones. De tal manera, que con la creatividad y la cada vez
mejor sistematizada experiencia, los PASOS fueron incorporándo-
se en la práctica de impartición de justicia de la ronda campesina.
En ese sentido, cada paso o parte del proceso en la aplicación
de justicia ha sido perfeccionado con metodologías y técnicas,
siempre con la información y conocimiento del conjunto de la
comunidad. Es que el secreto de la lógica campesina, que busca
el respaldo unánime de la comunidad, radica en la democracia y
el principio participativo, condición para alcanzar consensos y el
apoyo de todos los actores en las grandes tareas que emprenden.
Por ello, en la aplicación de los principios que nacen en Cuyumal-
ca, los cuales son una guía, estos procedimientos elevan el nivel de
administración de justicia de las rondas campesinas y demuestran
su preocupación permanente por el respeto al debido proceso.
Respondiendo a la ideología comunitaria, con el correr del
tiempo y la práctica de la ronda campesina, se han sistematizado
y desarrollado las diez etapas o pasos para el proceso de resolu-
ción de conflictos. Como ya se indicó, estos pasos se enriquecen
en la práctica misma y responden al aporte y a la reciprocidad

222
La justicia peruana en un país multicultural

permanente de todos los actores de justicia a nivel nacional. Para


el presente trabajo se recogió la información de expertos y opera-
dores en los respectivos eventos de la ronda campesina, que con
sus experiencias acumuladas habían asumido los procedimientos
que se han ido creando con el aporte y la creatividad de todo el
movimiento de la ronda campesina del Perú.
Siguiendo el razonamiento anterior y en el marco de conso-
lidar el avance de los procesos en la resolución de conflictos, la
ronda campesina ha establecido diez pasos para este fin. Como
se ha señalado, este proceso no es una receta, sino que responde
a la preocupación constante de la ronda, para hacer más justas y
democráticas sus acciones en la administración de justicia. De ahí
que el reconocimiento a esta sucesión de procedimientos en los
eventos ronderos son la garantía y el respeto que rodea la inter-
vención de la ronda campesina en la impartición de justicia, don-
de los derechos de las personas son altamente respetados.

2.3.2. El procedimiento sancionador


1. Recepción de la denuncia
El encargado de recepcionar las denuncias es el Secretario
de Actas, sin tener en cuenta ni la competencia ni la jurisdicción,
usando para tal fin el libro denominado «Libro de denuncias».
Este acto no constituye un hecho aceptado por el consejo direc-
tivo de las rondas, sino que es el primer paso del proceso para
la resolución del problema. En esta fase, el Secretario de Actas
está obligado a mantener absoluta reserva del hecho, por ningún
modo está facultado a dar información sin la autorización del Con-
sejo Directivo. Una vez registrada la denuncia, pondrá de conoci-
miento del presidente del órgano o nivel correspondiente, el mismo
que se encargará de la clasificación de la denuncia. Cada usuario
o denunciante tiene el deber de aportar la «cuota solidaria» acor-
dada por la asamblea de ronderos y ronderas. Lo recaudado pasa
a tesorería y forma parte del fondo para el autofinanciamiento de
las actividades de las rondas.

223
Orlando Velásquez

1.1. Denunciante, se registra sus nombres completos y sus apelli-


dos, tal como están en su documento de identidad personal.
1.2. Denunciado, en este rubro se tendrá en cuenta registrar to-
dos los autores de los hechos materia de la denuncia, en ca-
lidad de convictos, si los agentes del hecho punible han sido
descubiertos o encontrados con la masa en la mano. En ca-
lidad de sospecha, si los agentes del hecho punible solo son
una posibilidad, pasando a ser objeto de averiguación, inda-
gación y rastreo, a fin de despejar la sospecha y/o encontrar
la culpabilidad o la inocencia.
1.3. Lugar, fecha y hora que ocurrieron los hechos, este dato es
muy importante para el proceso de las averiguaciones, inda-
gaciones y rastreos, es considerado como el hilo del proble-
ma, por lo que se deberá exigir la máxima aproximación en
relación al día y el tiempo.
1.4. Exposición de hechos es el relato de las consecuencias durante
y después del acto punible, que afectaron y afectan al denun-
ciante y a su familia, así como la sindicación directa o indirecta
de los autores intelectuales y materiales del hecho. Este acto
es considerado como la explosión del repunte de un río (que
trae de todo), del cual debemos tener mucho cuidado en el
momento del análisis.
1.5. Firma, posfirma y huella digital del denunciante, con el
que acredita la veracidad de la denuncia y la responsabili-
dad de la misma.
1.6. Firma y sello del Secretario de Actas, con el que se constituye
el fiel responsable de guardar con reciprocidad y discreción
todo lo manifestado por el denunciante.

2. Clasificación de la denuncia
Corresponde al Consejo Directivo clasificar la denuncia, para
lo cual el presidente de la base rondera deberá convocar a reu-
nión de dirigentes al que asistirán en forma responsable y puntual

224
La justicia peruana en un país multicultural

todos sus miembros, excepto los que se encuentren enfermos o de


viaje; en consecuencia, se tendrá en cuenta la mitad más uno para
proceder con la reunión. En esta instancia, se analizará el proble-
ma materia de la denuncia; luego, se determinará la competencia
y la jurisdicción del problema. Asimismo, se definirán las estrate-
gias y las tácticas para la resolución del mismo.

2.1. Análisis del problema. Es compenetrarse en el problema, in-


teriorizar los hechos y examinar con cuidado y a profundi-
dad el comportamiento de las partes en conflicto, tanto sus
intereses como sus fines, así como las causas y las consecuen-
cias del problema. El análisis debe basarse estrictamente en
la verdad y en la objetividad.
2.2. La competencia. Es para determinar si se toma la decisión
de resolver el conflicto en el fuero de la jurisdicción espe-
cial de las rondas campesinas o en el fuero de la justicia
ordinaria (Poder Judicial). Si es en las rondas campesinas,
se procederá a crear las condiciones y los mecanismos más
adecuados y precisos para abordar el problema, y si corres-
ponde a la justicia ordinaria; entonces, se hará de conoci-
miento del denunciante mediante un oficio y se brindará
las orientaciones que el caso lo requiera, «es como darle
los primeros auxilios a un paciente».
2.3. La jurisdicción. Es el ejercicio de la función justiciera y re
educadora de las rondas, es el poder de decisión que esta
tiene sobre un determinado territorio sobre el cual ejerce
autoridad, no nos olvidemos que «la autoridad de una base
rondera termina donde empieza la de la otra base».

3. Elaboración de estrategias y tácticas


3.1. Estrategia. Es el objetivo o los objetivos que nos proponemos
alcanzar en cada problema. Es el camino por el cual nos con-
ducimos a resolver el problema, lograr la separación del lado
bueno del lado malo del problema. También, podemos decir

225
Orlando Velásquez

que la estrategia es el fin que perseguimos del problema para


alcanzar la satisfacción plena de las partes en conflicto, don-
de «no haya ganadores, ni perdedores», «donde desechemos
el mal y alimentemos el bien».
3.2. Táctica. Son los medios para alcanzar el fin del problema,
son los insumos que nos permiten alcanzar la solución del
problema. Dicho de otro modo, el paciente es el problema,
la operación, y lograr salvarlo es la estrategia. Las herramien-
tas, la metodología, el ambiente, el equipo médico, los con-
sejos, las recetas, etc., es la táctica.

4. Verificación de la denuncia
Corresponde al Consejo Directivo instalar para cada caso la
Comisión Especial del Proceso de Investigación (CEPI), la misma
que lo presidirá el Secretario de Justicia Campesina, tres o más ron-
deros, adecuadamente seleccionados y entrenados en rastreo y ma-
nejo de problemas, a los que se le asignará un tiempo no mayor
de diez días (de acuerdo al caso) para indagar y recoger todos los
datos, informaciones respecto al problema materia de la denuncia.
Sugerimos que por ningún motivo deberán exhibirse y/o confron-
tarse a las personas que brinden información (según sea el caso) en
torno a los hechos que se persigue, es de responsabilidad de esta co-
misión poner en manos del Consejo Directivo de las Rondas todos
los datos obtenidos durante el proceso del rastreo, corresponde al
consejo directivo profundizar el análisis para la toma de decisiones
y determinar la inocencia o culpabilidad de los denunciados.
Durante el rastreo, la comisión no tendrá contacto directo
o indirecto con las partes, el trabajo de la comisión es absolu-
tamente reservado o secreto y solo tendrá conocimiento de sus
integrantes el Consejo Directivo, con la finalidad de asegurar la
imparcialidad y la transparencia de la resolución del problema.
Esta comisión concluye en el momento que se hace entrega de los
insumos al Comité Directivo.

226
La justicia peruana en un país multicultural

4.1. Cuestionario Básico para la Comisión (CEPI)


Cualidades del sospechoso
a. ¿Quién es …?
b. ¿Con quién vive...?
c. ¿En qué trabaja…?
d. ¿Qué grado de instrucción tiene…?
e. ¿Cuál es su conducta pública…?
f. ¿Cuál es su conducta privada…?
g. ¿Con quién se relaciona…?
Rastreo del delito
h. ¿Dónde estuvo…?
i. ¿A qué hora salió…?
j. ¿A qué hora regresó…?
k. ¿A qué hora llegó…?
l. ¿Con quién estuvo…?
ll. ¿Qué distancia hay de …?
m. ¿Para qué concurrió, …?

5. Ubicación y constatación de aliados


Este paso es muy importante tener en cuenta, porque nos per-
mite, saber frente a qué tipo de persona vamos a enfrentarnos, de-
terminar los aliados potenciales es mucho más importante, porque
en base a ello plantearemos nuestras estrategias y nuestras tácticas.
La práctica nos ha demostrado, que recurriendo a los aliados po-
demos sensibilizar a las partes y ablandar el conflicto, debilitar su
consistencia y neutralizar su expansión.
Clasificación de aliados
5.1. Aliados internos: Son los familiares más cercanos, es decir,
la célula familiar (que viven bajo un solo techo). Si el caso
ilegal es cometido por el padre, podemos recurrir al hijo

227
Orlando Velásquez

mayor para plantear el problema y por su intermedio a la


madre, esta comunicación debe hacerse en estricto privado
de la parte involucrada en el problema, a cargo de la Comi-
sión Especializada en Procesos de investigación. Este mismo
procedimiento se hará si el problema involucra a la madre,
si el hijo u los hijos son el problema; entonces, recurriremos
a los padres, esto nos permitirá debilitar la consistencia del
problema, aislarla hasta asfixiarla y no permitir su expansión.
5.2. Aliados externos: Es el conjunto de células familiares, relacio-
nados por consanguinidad y afinidad, como son los padres,
los abuelos, los hermanos, los tíos, los suegros y las amistades,
este insumo humano se constituye en el instrumento básico
para el ablandamiento del carácter de las partes en conflicto,
cuya experiencia nos ha demostrado que podemos resolver
un problema tan solo recurriendo a los aliados externos po-
tenciales y de poder, los mismos que si adecuadamente lo
tratamos son los facilitadores para que las partes dialoguen,
se acerquen y puedan ver la monstruosidad del problema y
hacer que luchen en forma solidaria contra la causa que ha
originado el conflicto.

6. Las intervenciones
Es una acción ejecutada por el grupo de ronda dirigido por un
jefe. La intervención es aprobada por la asamblea y ordenada por el
Consejo Directivo; el grupo de ronda solo interviene para un caso
específico, no se le puede amontonar de intervenciones, gozando
de cierta autonomía para coordinar con otros grupos tanto de su
base como de otras bases de su jurisdicción sectorial. Si el caso re-
quiere el apoyo de otras bases pertenecientes a otras sectoriales, la
coordinación se da de sectorial a sectorial. El grupo da por termi-
nada su acción en el momento de poner al intervenido en manos
del Consejo Directivo, este se encarga de presentarlo a la Asamblea
General de Ronderos, instancia encargada de dictar las medidas
correctivas al infractor. De acuerdo a la experiencia se ha determi-
nado tres formas de intervenciones: directa, indirecta y pasiva.

228
La justicia peruana en un país multicultural

6.1. Intervención directa


Es cuando el grupo responsable de la acción interviene de ma-
nera rápida y objetiva, no necesita aviso previo al sujeto a intervenir,
lo recomendable es mantener absoluta reserva del caso y se requie-
re autorización del Consejo Directivo, salvo las de fragante delito.
Es responsabilidad del jefe de grupo llevar a cabo la intervención
directa, garantizar y asegurar que la acción se cumpla con éxito,
evitando al máximo los errores y los excesos. Para tal efecto, deberá
tenerse en cuenta las siguientes condiciones:
— El Consejo Directivo deberá entregar por escrito la orden de
intervención directa, indicando el nombre y apellidos com-
pletos del sujeto a intervenir, causas y fijación de la fecha de
comparecencia.
— El jefe de grupo deberá evaluar el grado de parentesco de los
miembros de su grupo con el sujeto a intervenirse, antes de
hacer de conocimiento a los integrantes del grupo interven-
tor. Si se detecta que uno o más miembros del grupo tienen
algún parentesco con la persona a intervenirse, debe comu-
nicarse al Consejo Directivo a efectos de encargar a otro gru-
po la responsabilidad.
— Luego de efectuar esta evaluación, el jefe de grupo debe re-
unirse en estricto privado con su grupo para elaborar las es-
trategias y las tácticas, así como recomendar los instrumentos
de autoprotección a utilizar en la intervención.
— La intervención deberá ejecutarse con firmeza, disciplina y sin
vacilaciones; el jefe de grupo es el responsable de la conduc-
ción y ejecución del operativo.
— Una vez ejecutada la acción y teniendo bajo control al sujeto
intervenido, puede informarse a sus familiares los motivos
del arresto e indicarle el lugar al que será conducido el in-
tervenido, esto nos permitirá evitar que los familiares concu-
rran a la policía a denunciar el caso. La experiencia nos ha
demostrado que la preocupación y la desesperación de los

229
Orlando Velásquez

familiares del intervenido de no saber quiénes lo llevan, a


dónde lo llevan y por qué lo llevan, recurren a la PNP, al abo-
gado, a la Fiscalía y al Poder Judicial, con el fin de proteger al
intervenido, procediendo a denunciar por secuestro y desa-
parición, iniciándose la tinterillada y los enredos judiciales a
los dirigentes y ronderos, generándonos gastos económicos y
preocupaciones familiares.
— Al tener la presencia de cualquier familiar del intervenido en la
base interventora, el Consejo Directivo debe disponer una comi-
sión que se encargue de brindarle una atención cordial y afectiva,
para que se sienta en confianza y convertirlo en aliado táctico,
(recuerden, los familiares muchas veces han sido los principales
actores en ayudarnos a resolver el problema de sus mismos fami-
liares). El objetivo es hacer que los familiares se sientan responsa-
bles de las causas y las consecuencias que genera ante la sociedad
el delito cometido por su familiar intervenido.
6.2. Intervención indirecta
Esta intervención consiste en la participación directa del Con-
sejo Directivo de cada base o, en su efecto, se puede constituir una
comisión para cada caso, los que deben gozar de buena conducta,
alto grado de responsabilidad, facilidad de palabra, perseverantes,
amables, con cierto grado de humor y con espíritu de imparciali-
dad (tradicionalmente se le conoce como los padrinos), en esta co-
misión si pueden participar los familiares y amigos más cercanos de
las partes a intervenirlos. Esta comisión debe estar constituida por
un máximo de cinco miembros, el papel principal de los padrinos
es persuadirlos, sensibilizar a las partes en conflicto y hacerlos ver
con sus propios ojos la monstruosidad de su propio problema.
La intervención indirecta solo es aplicable para casos de riñas
familiares, riñas entre miembros de una comunidad, el caso de
linderos de tierras, reconocimiento de niños fuera del matrimo-
nio, separación de hogar, repartición de bienes heredados, cierre
de caminos de herradura, pase de carreteras, perjuicios, la roba-
dita de parejas, el pediche o entrada.

230
La justicia peruana en un país multicultural

6.3. Intervención pasiva


Consiste en que el Consejo Directivo cursa una citación, carta
u oficio a la parte demandada y se ejecuta por medio de los jefes de
grupo, en este documento se indicará quienes son los demandantes
y el porqué de la misma, esto nos permitirá que la parte citada esté
enterada de los móviles de la denuncia y traiga ya una propuesta de
solución, el contenido debe demostrar claridad, buen trato y buena
presentación, además con un lenguaje entendible y comprensible
que genere en el citado confianza, respeto y consideración, se debe
evitar los términos desafiantes y condicionantes.
Esta intervención pasiva es aplicable para los casos de deu-
das, de incumplimiento de acuerdos, daños y perjuicios, y otros.
Las rondas solo cumplen en esta fase el papel de facilitadores y
acercamiento de las partes en torno al problema planteado. Si las
partes deciden de mutuo acuerdo resolver su caso; entonces, se
procede a levantar un acta de arreglo, en el que se consideran los
acuerdos comunes y en la parte final una cláusula que determine
claramente las sanciones aplicables en caso de incumplimiento.
Si cualquiera de las partes no está de acuerdo en resolver su caso
en las rondas; entonces, se debe orientar a qué jurisdicción deben
recurrir para ventilar su problema, dándose por cerrado el caso.

7. Comprobación y confrontación de la verificación del CEPI


Es la concentración de todas las indagaciones relacionada a
un hecho, o sea, el recojo de datos por parte del Consejo Directi-
vo, para luego comprobarla, confrontarla y cotejarla, este acto es
de suma importancia para la toma de decisiones frente a un acto
punible, cuyos autores se desconoce y solo figuran en la denun-
cia en calidad de sospechosos. Este paso es vital para determinar la
culpabilidad o inocencia de los presuntos autores, es por eso que
debemos analizar con mucho cuidado, responsabilidad y sin apre-
suramientos todos los integrantes del Consejo Directivo, «este es el
cruce de los caminos que conducen al bien o al mal, a la justicia o la
injusticia», si actúas con serenidad y sin apasionamientos ni odios ni
venganzas, no te arrepentirás mañana y tu conciencia estará siem-
pre libre. Frente a este caso, proponemos tres caminos.

231
Orlando Velásquez

7.1. La comprobación: son todas las actividades que realiza la Co-


misión Especial del Proceso de Investigación (CEPI), que se
instala para cada denuncia, para comprobar la veracidad o
falsedad de la denuncia contra uno o más sujetos que se en-
cuentran en calidad de sospecha frente a un acto punible de
autores no declarados.
7.2. La confrontación: una vez concluido el tiempo señalado por
el Consejo Directivo a la Comisión Especial del Proceso de In-
vestigación para comprobar la denuncia del o los sospechosos
frente a un hecho punible, es de responsabilidad del CEPI al-
canzar a la Junta Directiva el informe de todo lo actuado, del
que se guardará absoluta reserva en esta fase y solo puede ser
conocido y analizado por el Consejo Directivo. Teniendo ya
este informe, el presidente convocará a Asamblea General de
Ronderos y Ronderas, al que citará al o los denunciados en
condición de sospecha y se aplicará el mismo cuestionario bá-
sico utilizado por el CEPI. En la verificación de la denuncia, el
interrogatorio estará a cargo del Secretario de Disciplina y de
los asambleístas, si el caso lo requiera.
Esta fase nos lleva a confrontar todo lo averiguado por la Co-
misión Especial del Proceso de la Investigación en torno a la
denuncia y solo por el caso denunciado, con el sospechoso
o sospechosos; si son varios, el interrogatorio se realizará por
separado y frente a la asamblea (máxima autoridad rondera),
con la finalidad de afirmar la verdad o falsedad de lo indaga-
do y obtener nuevos datos de parte directa del interrogado,
y deben ser apuntados cuidadosamente por el Secretario de
Justicia Campesina y el de Derechos Humanos para luego ser
cotejados con los datos indagados por el CEPI. De obtener
nuevos datos de los sospechosos durante el interrogatorio por
la Asamblea General, el Consejo Directivo tiene la facultad de
pedir a la CEPI que proceda a comprobarla.
7.3. Cotejar declaraciones: es el acto de gran trascendencia y de res-
ponsabilidad del Consejo Directivo que consiste en cotejar tres
elementos fundamentales: la fundamentación de la denuncia,

232
La justicia peruana en un país multicultural

las averiguaciones realizadas por el CEPI y las declaraciones ob-


tenidas directamente de los sospechosos en el interrogatorio de
la Asamblea General. Las conclusiones en este acto nos deben
llevar a la toma de decisiones frente a los actores investigados.

8. Toma de decisiones
Es el resultado de las investigaciones realizadas en torno a un
hecho concreto, que nos permitirá decidir si las personas investi-
gadas son culpables o inocentes, cualquiera que sea el resultado
debemos estar conscientes que somos factibles a cometer errores,
aciertos y desaciertos, por eso debemos actuar con mucho cui-
dado y alto grado de responsabilidad, porque para estos casos la
toma de decisiones:
a) Es la manifestación del pensamiento justiciero.
b) Es la máxima expresión del bien o del mal.
c) Es el cruce de caminos por los que nuestra conciencia
debe transitar.
d) Es la siembra del bien y del mal.
e) Es la libertad de tu conciencia o la opresión de la misma.
En consecuencia, debemos tener en cuenta que la justicia
campesina busca reeducar al que hierra, castigar al alma y no al
cuerpo en un ambiente donde no haya ganadores ni perdedores,
donde no hayan vencidos ni vencedores, porque la justicia de los
pobres es como el cordel del albañil, tomando como precepto:
«No hagas a otros lo que no quieras que hagan contigo».

9. Clasificación del hecho punible


Consiste en evaluar el grado de intencionalidad y la gravedad de
las consecuencias, así como la conducta de los protagonistas, el lugar
y el modo donde se realizaron los hechos y las causas que originaron
el problema; identificado y analizado todos estos elementos, cave al
Consejo Directivo clasificar la contundencia de los hechos, determi-
nando si es leve, grave o muy grave, para que en función de esta de-
terminación la asamblea dictamine la correspondiente sanción.

233
Orlando Velásquez

9.1. ¿Cuándo un hecho es leve?


a) Cuando se demuestre que no ha habido intención de causar
daño a la integridad física.
b) Cuando el hecho punible es casual.
c) Cuando las consecuencias del problema son solo daños ma-
teriales de menor cuantía.
d) Cuando las causas del problema son perjuicios ocasionados
por animales.
e) Cuando el origen del problema es una deuda contraída en-
tre las partes sin intervención de las rondas.
f) Cuando hay incumplimiento de deberes, etc.
9.2. ¿Cuándo un hecho es grave?
Cuando los hechos demuestran que ha habido intención de
causar daños a la integridad física contra la otra parte.
Se considera grave todo acto que tenga la intencionalidad de
dañar la moral y las buenas costumbres del pueblo.
9.3. ¿Cuándo un hecho es considerado muy grave?
Todo acto que atenta contra los elementales derechos de la
persona humana: la vida, la tranquilidad pública, la propie-
dad, el patrimonio individual y colectivo, el libre tránsito, la
inviolabilidad del domicilio, cometidos por asaltantes, viola-
dores, abigeos y asesinos.

10. Dictamen de las sanciones


Siendo la Asamblea General de las Rondas el máximo tribu-
nal de justicia campesina, corresponde a esta dictaminar las san-
ciones pertinentes, de conformidad a la clasificación del hecho
punible, las mismas que pueden ser:
10.1. Sanciones educativas
Estas sanciones son aplicables a menores de edad y cuando
los hechos son considerados leves, a los que se pueden im-

234
La justicia peruana en un país multicultural

poner lectura de los estatutos en cada asamblea, solución


de problemas de matemáticas, composición de canciones y
poesías, relato de cuentos y fábulas costumbristas y prohibi-
ciones de vicios con las que más se identifique el sanciona-
do (no tomar, no fumar, etc.).
10.2. Sanciones con multas
Es una forma de reprimir el incumplimiento de los acuerdos
pactados en cada problema abordado por las rondas campe-
sinas y las reincidencias por más de una vez un mismo caso.
10.3. Sanción con la cadena rondera
La cadena rondera es la máxima sanción reeducadora aplica-
ble a todos los delitos que atentan contra la moral y las buenas
costumbres, la cual es dictaminada por la asamblea rondera,
vigilada, confirmada o modificada por el Consejo Mayor, ins-
talado para cada caso y conformado por las personas mayo-
res de 60 años, autoridades, personalidades, y presidida por
el Secretario de Derechos Humanos. Sus funciones terminan
en el momento de levantada la asamblea y a la firma del acta
correspondiente. La base donde ventila el problema de prin-
cipio a fin es la encargada de determinar el número de bases
que constituirá una cadena rondera y cruzará informe de los
delitos determinados y que son materia de la sanción, el cual
adjuntará al oficio que se remite junto al detenido sancionado.
La cadena rondera consiste en que el individuo sancionado
pasa de ronda en ronda, según sea su delito y el número de bases
al que ha sido impuesto, la cadena rondera se cumple teniendo en
cuenta los siguientes pasos:
a. Asistencia obligatoria a las asambleas, en la que se imparte la
crítica (proveniente de la asamblea), la autocrítica (correspon-
de al sancionado) y el acto de la consejería, sanción mínima
impuesta por la base, acto que constituye una gran solemnidad
y respeto por los ronderos asambleístas reverenciando el acto
disciplinario, teniendo en cuenta que toda sanción disciplinaria

235
Orlando Velásquez

será en presencia de la asamblea y acordada por ella. Luego,


se pasa a hacer servicio de ronda obligatorio.
b. Servicio de ronda obligatorio, el Consejo Directivo pondrá
a disposición del grupo de ronda en servicio al sancionado,
para hacerlo rondar convirtiéndolo en un guardián de la co-
munidad. El jefe de grupo tiene la responsabilidad y la auto-
ridad de todas las actividades que realice durante su servicio,
es a la vez responsable de la vida y la integridad física del san-
cionado, para lo cual deberá tomar todas las precauciones de
seguridad necesaria; su responsabilidad termina al ponerlo
en manos de la otra base. O lo que el Consejo Directivo lo
determine, el servicio de ronda comienza a las 10 de la noche
y debe terminar a las 4 de la mañana, de las 4 de la maña-
na el sancionado tiene derecho a descansar hasta las 7 de la
mañana, de 7 a 8 de la mañana el sancionado pasa a tomar
sus alimentos, para luego iniciar el trabajo comunal, jornada
que debe prolongarse hasta las 4 de la tarde, a partir de esta
hora se procede a trasladarlo a otra base con las seguridades
necesarias por un personal debidamente calificado.
c. El trabajo comunal constituye para el sancionado una con-
frontación a la ociosidad, lo difícil con lo fácil, lo bueno con
lo malo, lo honesto con lo deshonesto, lo digno con lo in-
digno, el buen ejemplo con el mal ejemplo y todo nos lleva
a enseñarle a vivir con dignidad, a comer el pan con el sudor
de su frente y que trabajando es posible vivir feliz, trabajando
es posible satisfacer las necesidades de la familia. Entonces,
comprenderá «que el trabajo es madre de la felicidad y la
ociosidad es madre de todos los vicios». El trabajo no es una
forma de represión o castigo, sino una escuela que dignifi-
ca al hombre. Entonces, toda persona sancionada a trabajo
comunal debe ser remunerada conforme al costo del jornal
de cada base, lo que permitirá que el sancionado con el 50
% pague su pensión y el otro 50 % sea derivado a su familia
en efectivo o en productos alimenticios de la zona. En otras

236
La justicia peruana en un país multicultural

palabras, si el jornal está a S/ 10; entonces, S/ 5 será para su


pensión y S/ 5 será destinado para su familia. De esta manera,
estamos reeducando al que delinque y protegiendo, a la vez,
a su familia, incluso, si hay niños en edad escolar debemos
solidarizarnos con ellos, gestionando ante la dirección del
C. E. la exoneración de cualquier cuota ordinaria o extraor-
dinaria, con el que estamos garantizando que estos niños no
pierdan sus estudios por causas negativas de sus padres.

Validez de los procedimientos


Este escenario, no es aceptado, generalmente, por la justicia or-
dinaria y se convierte, por lo tanto, en el punto de quiebre de la re-
lación entre la justicia oficial y la especial. Precisamente, el presente
trabajo busca ubicarse en este contexto, para determinar los alcances
de cada uno y, fundamentalmente, los procesos establecidos por la
justicia consuetudinaria y el respaldo o sostén en la historia y en el
valor cultural de este patrimonio inmaterial, así como la legislación
existente en leyes, normas, convenios internacionales, Declaración
de Derechos de los Pueblos Originarios, a parte de los alcances del
mandato de nuestra Carta Magna en torno a esta materia.
Sin embargo, es importante precisar en esta investigación
que el camino adoptado por la comunidad andina para adminis-
trar justicia parece inexorable, por cuanto cada vez perfeccionan
sus procedimientos, los hacen más previsibles y comprometen a la
población en esta extraordinaria labor. Además, todos los actores
sienten este espacio como suyo, porque les ofrece tranquilidad y
garantía a su propiedad y a la convivencia de su comunidad.

3. Reconocimiento de la ronda campesina


3.1. El encuentro de dos culturas
La aparición de las rondas campesinas como parte de la admi-
nistración de justicia en el escenario nacional representó todo un
acontecimiento, porque no solamente irrumpe y trastoca el proceso de

237
Orlando Velásquez

la justicia ordinaria, sino que históricamente se visualiza el encuen-


tro de dos mundos, y que en la práctica fue el choque de dos siste-
mas que, en adelante, comprometen a los protagonistas y actores
de la administración de justicia, así como a organismos nacionales
como internacionales que dirimen en las competencias de ambos
sistemas. Es que la ronda campesina pone en la agenda la adminis-
tración de justicia que los territorios de los pueblos originarios y
comunales venían aplicando desde tiempos inmemoriales.
En primer lugar, encontramos el sistema de justicia oficial,
académico, colegiado, cuyos operadores egresan de universidades
y son responsables de la aplicación e interpretación de las leyes
al amparo de los mandatos de la Constitución Política del Perú.
Aquí hay una diferencia con algunos países europeos y america-
nos, donde los jueces se forman en instituciones o escuelas es-
pecializadas, de donde egresan para impartir justicia. En nuestro
país, egresan como abogados y la captación de jueces y fiscales se
hace del mercado ocupacional de la abogacía. Por lo tanto, el ma-
gistrado peruano no tiene una formación especial y, al proceder
de la calle, del ejercicio del derecho en la administración pública
o como litigante, consideramos que esta realidad se convierte en
unos de los orígenes, a parte de otros, del problema de los ope-
radores de justicia en el Perú, que hoy se denuncia como corrup-
ción. Con todo, jueces y fiscales se convierten en los implementa-
dores del cumplimiento de la Constitución y las leyes. El Estado
de derecho peruano es mirado desde este espacio de la justicia.
En segundo lugar, encontramos el sistema de justicia extraor-
dinario, especial, y que desde la perspectiva intercultural es el sis-
tema de justicia consuetudinaria. El Perú es un país con una rica
tradición cultural. De acuerdo a los estudiosos de la Antropología
o la Etnología, existen más de trescientas nacionalidades o pueblos
originarios que tienen una historia, un territorio, una lengua y su
propia cosmovisión de la realidad peruana. Estos, precisamente,
lograron conservar y rescatar los tesoros materiales e inmateriales
de la patria, lo que posibilitó que, actualmente, tengamos a millo-

238
La justicia peruana en un país multicultural

nes de pobladores en las zonas marginales, andinas, altoandino y


amazónico, poseedores de una herencia cultural, depositaria del
legado de nuestra tradición. La administración de justicia practi-
cada por estos pueblos forma parte del sistema de vida y del orde-
namiento que han construido para la convivencia de sus pueblos
y la relación entre sus miembros. Si bien esta riqueza cultural en
la aplicación de la justicia originaria nace y se preserva por obra
de estas nacionalidades, la aparición de la ronda campesina en la
década del 70 contribuye a la puesta en la agenda nacional de la
justicia especial, en la cual la ronda es protagonista, visualizando
en el escenario nacional este choque de dos culturas, de lo cual,
precisamente, nos ocupamos en la presente investigación.
Este choque fue traumático. En tanto la justicia consuetudi-
naria existía desde cientos o miles de años atrás, la justicia ordina-
ria aparece con la formación del Estado y que para nuestro objeto
de estudio nace con el Estado virreinal y el Estado republicano,
a partir de la independencia del colonialismo español. En todo
caso, nuestro trabajo, específicamente, se circunscribe en el or-
den y la justicia del Estado republicano, con su Constitución y las
leyes que promulga, frente a los sistemas de justicia que hasta aho-
ra conservan y sostienen las nacionalidades y pueblos originarios
a lo largo de las zonas andinas y amazónicas.
Para la justicia ordinaria, formada académicamente a partir
de la aplicación de la Constitución, constituyó todo un problema
cuando le salió al paso la existencia y protagonismo de la justicia
especial, que le dijo que ella existía y que en su territorio la vida
de relación y el orden se regía por sus leyes consuetudinarias. La
respuesta del sistema ordinario con sus autoridades y actores ju-
diciales no fue de aceptación. Aquí empieza el largo camino para
lograr el reconocimiento. La formación del jurista de nuestro sis-
tema del Estado peruano impidió y aún sigue siendo escollo para
aceptar la existencia de otra justicia, mucho más para reconocerla
y coordinar con ella. En el otro lado, la justicia de la comunidad
nativa, campesina y de los pueblos originarios, con su nuevo pro-

239
Orlando Velásquez

tagonista: la ronda campesina, decide obtener su reconocimiento


oficial a partir de la férrea defensa de sus derechos ancestrales y
el apoyo de organismos internacionales, y a partir de 1993 con el
respaldo de la Constitución Política del Perú.

3.2. Reconocimiento legal de la ronda campesina: la Ley y el


Reglamento

LEY DE RONDAS CAMPESINAS


LEY N.° 27908

Artículo 1. Personalidad jurídica. Reconócese personalidad ju-


rídica a las rondas campesinas como forma autónoma y demo-
crática de organización comunal, pueden establecer interlocu-
ción con el Estado, apoyan el ejército de funciones jurisdiccio-
nales de las comunidades campesinas y nativas, colaboran en
la solución de conflictos y realizan funciones de conciliación
extrajudicial conforme a la Constitución y a la Ley, así como
funciones relativas a la seguridad y a la paz comunal dentro de
su ámbito territorial. Los derechos reconocidos a los pueblos
indígenas y comunidades campesinas y nativas se aplican a las
rondas campesinas en lo que les corresponda y favorezca.
Artículo 2. Rondas al interior de la comunidad campesina. En
los lugares donde existan comunidades campesinas y nativas,
las rondas campesinas o rondas comunales se forman y sostie-
nen a iniciativa exclusiva de la propia comunidad, y se sujetan
al Estatuto y a lo que acuerden los órganos de Gobierno de la
comunidad a los que la ronda campesina está subordinada.
Artículo 3. Derechos y deberes de los miembros de las ron-
das campesinas. Las rondas campesinas están integradas por
personas naturales denominadas ronderos y ronderas, que se
encuentren debidamente acreditadas. Tienen los derechos y
deberes que la presente Ley y demás normas establezcan. Las
rondas campesinas promueven el ejercicio de los derechos y
participación de la mujer en todo nivel. Igualmente, tienen
consideración especial a los derechos del niño y adolescente,
las personas discapacitadas y de los adultos mayores.

240
La justicia peruana en un país multicultural

Artículo 4. Derechos de no discriminación. Bajo responsabili-


dad, las instituciones y autoridades del sector público no pue-
den establecer formas o modalidades de discriminación, direc-
ta o indirecta, en el ejercicio de los derechos colectivos e indi-
viduales de los miembros integrantes de las rondas campesinas.
Artículo 5. Inscripción de las rondas. Las rondas campesinas
elaboran su Estatuto y se inscriben en los Registros Públicos.
Asimismo, procederá su inscripción en la municipalidad de
su jurisdicción, a fin de establecer relaciones de coordina-
ción. No podrá existir más de una ronda campesina en el
mismo ámbito comunal.
Artículo 6. Derecho de participación, control y fiscalización.
Las rondas campesinas tienen derecho de participación, control
y fiscalización de los programas y proyectos de desarrollo que se
implementen en su jurisdicción comunal, de acuerdo a la ley.
Artículo 7. Actividades en beneficio de la paz comunal. Las ron-
das campesinas, en uso de sus costumbres, pueden intervenir
en la solución pacífica de conflictos suscitados entre los miem-
bros de la comunidad u organización de su jurisdicción y otros
externos, siempre y cuando la controversia tenga su origen en
hechos ocurridos dentro de su jurisdicción comunal.
Artículo 8. Coordinación con autoridades y organizaciones
sociales. Para el ejercicio de sus funciones las rondas campe-
sinas coordinan en el marco de la legislación nacional con las
autoridades políticas, policiales, municipales, representantes
de la Defensoría del Pueblo y otras de la Administración Pú-
blica. Asimismo, pueden establecer coordinaciones con las
organizaciones sociales rurales y entidades privadas dentro
de su ámbito local, regional o nacional.
Artículo 9. Coordinación y apoyo con autoridades jurisdic-
cionales. Las autoridades de la jurisdicción ordinaria estable-
cerán relaciones de coordinación con los dirigentes de las
rondas campesinas respetando las autonomías instituciona-
les propias. Los dirigentes de las rondas pueden solicitar el
apoyo de la fuerza pública y demás autoridades del Estado.

241
Orlando Velásquez

DISPOSICIONES FINALES Y TRANSITORIAS


Primera. Día de las Rondas Campesinas
Establécese el 29 de diciembre como Día de las Rondas Cam-
pesinas y declárase al caserío de Cuyumalca, del distrito y pro-
vincia de Chota, departamento de Cajamarca, como cuna y
patrimonio histórico de las rondas campesinas del Perú.
Segunda. Plazo de reglamentación
El Poder Ejecutivo reglamentará la presente Ley en el plazo
de sesenta días
Tercera. Plazo de adecuación
Otórguese el plazo de seis meses a partir de la aprobación
del Reglamento, para que las rondas campesinas existentes
se adecúen a la presente Ley
Cuarta. Derogación de normas
Deróguese la Ley N.° 24571 y demás normas que se opongan
a la presente Ley.

REGLAMENTO DE LA LEY DE RONDAS CAMPESINAS


Decreto Supremo N.° 025-2003-JUS

ALCANCES

Concordancias: R. 072-2004-SUNARP-SN

TÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES

Capítulo I
Objeto y finalidad
Artículo 1. Objetivo
El presente Reglamento tienen por objeto establecer las normas
y procedimientos que deben regir la organización y las funciones
de las rondas campesinas reconocidas por la Ley N.° 27908.

242
La justicia peruana en un país multicultural

Artículo 2. Definición de ronda campesina o comunal


Son rondas campesinas las organizaciones sociales inte-
gradas por pobladores rurales, así como las integradas por
miembros de las comunidades campesinas, dentro del ám-
bito rural. Son rondas comunales las organizaciones sociales
integradas por miembros de las comunidades nativas.
Artículo 3. Finalidad de la ronda campesina o ronda comunal
La ronda campesina o ronda comunal tiene por finalidad
contribuir al desarrollo, la seguridad, la moral, la justicia y la
paz social dentro de su ámbito territorial, sin discriminación
de ninguna índole, conforme a la Constitución y a las leyes.
Colaboran en la solución de conflictos y realizan funciones
de conciliación extrajudicial.
Las rondas constituidas al interior de las comunidades cam-
pesinas o nativas colaboran con estas en el desempeño de sus
funciones jurisdiccionales.
Artículo 4. Respeto a las costumbres y normas comunales
Los integrantes de las rondas campesinas o rondas comuna-
les, en el cumplimiento de sus deberes y funciones y en el
ejercicio del derecho consuetudinario, gozan del respeto de
su cultura y sus costumbres por parte de la autoridad y de la
sociedad, siempre que no violen los derechos fundamentales
de la persona consagrados en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, en el Convenio 169 de la OIT, en la
Constitución Política y las leyes.
Artículo 5. Ámbito de acción
Las comunidades campesinas y las comunidades nativas, es-
tán facultadas a constituir dentro del ámbito de su territorio,
una sola ronda campesina o ronda comunal, según corres-
ponda, la que se forma y sostiene a iniciativa exclusiva de la
propia comunidad y se sujeta a su Estatuto, y a lo que acuer-
den los órganos de gobierno de la Comunidad, a la que la
ronda campesina o ronda comunal está subordinada. Fue-
ra del ámbito territorial de las comunidades campesinas o
nativas, el ámbito territorial mínimo para la conformación
de una ronda campesina será el que corresponda al de un
caserío. Entiéndase por caserío lo dispuesto por el Decreto
Supremo N.° 019-2003-PCM.

243
Orlando Velásquez

Capítulo II
Constitución y acreditación
de la ronda campesina o ronda comunal
Artículo 6. De la constitución
En las comunidades campesinas o comunidades nativas, la
ronda campesina o ronda comunal se constituye por decisión
del máximo órgano de Gobierno de la comunidad campesi-
na o comunidad nativa, adoptado de acuerdo a su Estatuto.
En los caseríos u otros centros poblados, la ronda campesi-
na se constituye por decisión de los pobladores reunidos en
Asamblea General. El juez de paz correspondiente da fe de
esta asamblea.
Artículo 7. Del Estatuto
La ronda campesina o comunal, ejerciendo su autonomía, ela-
bora su Estatuto y lo aprueban en Asamblea General. De la
misma forma, se procederá para la modificación del Estatuto.
El estatuto debe contener, como mínimo:
1. La denominación, duración y domicilio de la ronda campesina.
2. Los fines.
3. La constitución y funcionamiento de la Asamblea Gene-
ral, Consejo Directivo y demás órganos.
4. Las condiciones para la admisión, renuncia y exclusión de
sus miembros.
5. Los derechos y deberes de los ronderos y ronderas.
6. Los requisitos para su modificación.
7. Las normas para la disolución y liquidación de la ronda y
las relativas al destino de sus bienes.
Artículo 8. Del empadronamiento
Los miembros de la comunidad campesina, comunidad na-
tiva, así como los pobladores de caseríos u otros centros
poblados, que decidan integrarse como ronderos o ronderas,
se inscriben en el Padrón de Ronderos y Ronderas de la
comunidad campesina, comunidad nativa, caserío u otro
centro poblado al que pertenecen. El empadronamiento se
realizará cumpliendo los requisitos señalados en el artículo
18 del presente Reglamento.

244
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo III
De la inscripción registral
Artículo 9. De la inscripción
Las rondas campesinas y rondas comunales se inscriben en el
«Libro de Rondas Campesinas» a cargo de la SUNARP.
La SUNARP dictará las medidas complementarias necesarias
para su implementación y funcionamiento.
Artículo 10. De la inscripción y registro de las rondas campe-
sinas o rondas comunales
Para su inscripción en el «Libro de Rondas Campesinas o
Comunal», presentará a la Oficina Registral correspondiente
una solicitud acompañando para el efecto:
1. Copia certificada del Acta donde conste:
– La constitución de la ronda campesina o ronda comunal
– La aprobación del Estatuto de la ronda campesina o
ronda comunal, así como su texto íntegro
– Designación de la Primera Junta Directiva
2. Copia certificada del Padrón de Ronderos y Ronderas
3. Plano perimétrico de su radio de acción
Artículo 11. Comunicación con fines de coordinación
La ronda campesina o ronda comunal, una vez inscrita en
los Registros Públicos, comunica a la Municipalidad corres-
pondiente su constitución social, con fines de coordinación.

Capítulo IV
De las funciones de la ronda campesina y ronda comunal
Artículo 12. De las funciones
Son funciones de la ronda campesina o ronda comunal las
siguientes:
a) Contribuir a la defensa de la integridad física, moral y cul-
tural de los miembros de la comunidad campesina, de la
comunidad nativa, del caserío u otro centro poblado, para
mantener la paz y seguridad de la población, así como
contribuir con el progreso de su pueblo.

245
Orlando Velásquez

b) Contribuir a garantizar el ejercicio de los derechos y el


cumplimiento de los deberes de los miembros de la co-
munidad campesina, de la comunidad nativa, del caserío
u otro centro poblado al que pertenecen, de conformidad
con la Constitución y las leyes.
c) Coordinar con las autoridades comunales en el ejercicio
de las funciones que ejercen en uso de sus costumbres,
respetando los derechos consagrados en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, el Convenio 169 de
la OIT, la Constitución y las leyes.
d) Intervenir en la solución pacífica de los conflictos que
se susciten entre los miembros de la comunidad y otros
externos, siempre y cuando la controversia se origine en
hechos ocurridos dentro de su ámbito comunal.
e) Actuar como interlocutor con el Estado.
f) Participar, controlar y fiscalizar los programas y proyectos
de desarrollo que se implementen dentro del territorio,
así como denunciar la inconducta funcional de cualquier
autoridad, de acuerdo a la Ley.
g) Contribuir a la preservación de su medio ambiente.
h) Coordinar en el marco de la legislación nacional con las
autoridades políticas, policiales, municipales, regionales,
representantes de la Defensoría del Pueblo y otras de la
Administración Pública.
i) Establecer relaciones de coordinación con las organiza-
ciones sociales rurales y entidades privadas.
j) Promover el ejercicio de los derechos y la participación
equitativa de la mujer en todo nivel; tener consideración
especial a los derechos del niño y del adolescente, de las
personas discapacitadas y de los adultos mayores.
k) Prestar servicio de ronda. La organización de grupos, la
elección de los responsables, así como la asignación de
responsabilidades y frecuencia de atención del servicio
de ronda, se regula por el Estatuto de cada ronda cam-
pesina o comunal.

246
La justicia peruana en un país multicultural

Artículo 13. Resolución de conflictos


La ronda campesina y ronda comunal, a base de las cos-
tumbres de la comunidad campesina, comunidad nativa,
caserío u otro centro poblado al que pertenecen, pueden
intervenir en la solución de conflictos que se susciten entre
miembros de la comunidad u otros externos, dentro de su
ámbito territorial, mediante actuaciones que serán registra-
das en el libro de ocurrencias que lleva para tal efecto, el
mismo que será legalizado por un juez de paz de la jurisdic-
ción correspondiente. Los acuerdos adoptados deben res-
petar los derechos consagrados en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, el Convenio 169 de la OIT, la
Constitución y las leyes.
Son materias conciliables únicamente las relacionadas con la
posesión, el usufructo de la propiedad comunal, bienes y el
uso de diversos recursos comunales.

TÍTULO II
DE LA ORGANIZACIÓN DE LA
RONDA CAMPESINA Y RONDA COMUNAL

Artículo 14. De la organización


La ronda campesina o ronda comunal, se organizan dentro
del marco de la Ley N.° 27908, la Ley General de Comuni-
dades Campesinas, Ley N.° 24656 y su reglamento, así como
por su propio Estatuto, el que se adecuará a las disposiciones
establecidas para las Asociaciones en el Código Civil.
Artículo 15. Del periodo de la Junta Directiva
La Junta Directiva de la ronda campesina y de la ronda co-
munal tiene un mandato de dos (2) años, pudiendo sus
miembros ser reelegidos.

Artículo 16. De la Participación de las mujeres


En la elección de la Junta Directiva de la ronda campesina y de
la ronda comunal, se promoverá la participación de las mujeres
en cargos directivos, así como la participación de otros miem-
bros, sin discriminación.

247
Orlando Velásquez

TÍTULO III
DE LOS RONDEROS Y RONDERAS
Capítulo I
De los Integrantes de las rondas campesinas

Artículo 17. Ámbito de su función


Los miembros de la ronda campesina y de la ronda comunal
ejercen sus funciones dentro del ámbito de la comunidad
campesina, de la comunidad nativa, caserío u otro centro po-
blado al que pertenecen. Pueden coordinar el ejercicio de sus
funciones con otras rondas campesinas o rondas comunales
cuando las circunstancias lo requieran.
Artículo 18. De los requisitos para ser rondero o rondera
Para inscribirse como miembro de las rondas campesina o
rondas comunale, deben cumplirse los siguientes requisitos:
a) Ser miembro de la comunidad campesina, de la comuni-
dad nativa, caserío u otro centro poblado.
b) Haber cumplido 18 años de edad, salvo que siendo menor
haya constituido hogar de hecho o contraído matrimonio.
c) Tener plena capacidad de ejercicio de sus derechos civiles,
de acuerdo a lo indicado en el artículo 42, del Código Civil.

Capítulo II
De los Derechos y Obligaciones de los ronderos y ronderas
Artículo 19. De los derechos y obligaciones
Son derechos y obligaciones de los ronderos y ronderas:
a) Participar en las Asambleas Generales, con voz y voto.
b) Elegir y ser elegido para los cargos directivos de la ronda
campesina o ronda comunal.
c) Prestar servicio de ronda.
d) Observar buen trato y lealtad, garantizando el respeto, la
unión y la ayuda mutua entre los ronderos.
e) Respetar los usos y costumbres, en su caso, de la comu-
nidad campesina, comunidad nativa o centro poblado o
caserío, de acuerdo a la Constitución y las leyes.
f) Observar buen trato y respeto hacia la población, particu-
larmente, a los niños, mujeres y ancianos.

248
La justicia peruana en un país multicultural

g) Auxiliar, en su caso, a los miembros de la comunidad cam-


pesina, de la comunidad nativa o del centro poblado o
caserío, en necesidad de protección.
h) Otros derechos y obligaciones que se determinen en el
Estatuto y se acuerden en Asamblea General de la ronda
campesina y ronda comunal.
Artículo 20. De las prohibiciones de los ronderos y ronderas
Los ronderos y ronderas están prohibidos de:
a) Realizar, en el marco de este Reglamento y el correspon-
diente Estatuto, actividades no autorizadas o distintas a las
funciones de la ronda campesina o ronda comunal.
b) Realizar u omitir actos en beneficio de terceros en des-
medro de los intereses de la comunidad campesina, de la
comunidad nativa, caserío u otro centro poblado.
c) Realizar actividades de cualquier índole que se orienten a
dividir o debilitar a la ronda campesina y ronda comunal.

Capítulo III
De las sanciones y de la pérdida de la
condición de rondero o rondera
Artículo 21. De las sanciones
La infracción de las disposiciones de la Ley, del presente Re-
glamento y del Estatuto de la ronda campesina y ronda co-
munal, da lugar a las siguientes sanciones:
a) Amonestación pública.
b) Suspensión en el ejercicio de sus funciones.
c) Expulsión de la ronda campesina o ronda comunal.
El Estatuto de la ronda campesina o ronda comunal estable-
ce los casos de aplicación de cada una de las sanciones antes
enunciadas.
Artículo 22. Del registro de las sanciones
Las sanciones que se impongan a los ronderos y ronderas son
registradas en Padrón de Ronderos y Ronderas, sin perjuicio
de la denuncia correspondiente a la autoridad competente,
si fuera el caso.

249
Orlando Velásquez

Artículo 23. De la pérdida de la condición de rondero o rondera


La condición de rondero o rondera se pierde por las si-
guientes causales:
a) Muerte.
b) Por pérdida de la condición de miembros de la comuni-
dad campesina o comunidad nativa a la que pertenece.
c) Por emigrar del caserío u otro centro poblado al que per-
tenece.
d) Por expulsión acordada por la Asamblea General de ron-
deros y ronderas.

DISPOSICIONES COMPLEMENTARIAS
Primera. Acceso a la información
Las rondas campesinas o rondas comunales pueden solicitar
la información que requieran a las entidades del sector pú-
blico, de conformidad con la Ley N.° 27806, Ley de Transpa-
rencia y Acceso a la Información Pública.
Segunda. Respecto a las rondas campesinas
Las autoridades del Estado, sin excepción, deben respetar y
tener en cuenta las actuaciones de las rondas campesinas y
comunales en el marco de la Constitución, la Ley y el presen-
te Reglamento. El incumplimiento de esta disposición será
considerado como una falta conforme a las normas discipli-
narias correspondientes.
Tercera. Aplicación de normas supletorias
Para las rondas campesinas o comunales creadas por las co-
munidades campesinas o nativas en todo lo no previsto en el
presente Reglamento, será de aplicación lo establecido en
el Estatuto de la comunidad campesina o comunidad nativa
que haya creado a la ronda campesina o ronda comunal.

DISPOSICIÓN TRANSITORIA
Única. Dentro del plazo de seis meses de publicado el pre-
sente Reglamento, las rondas campesinas o rondas comuna-
les se adecuarán a las disposiciones de la Ley de Rondas Cam-
pesinas, Ley N.° 27908.

250
La justicia peruana en un país multicultural

4. Proceso de reconocimiento de la ronda campesina por la


justicia ordinaria
4.1. La ronda campesina y los patrones culturales comunitarios
La marcha irreversible del campesinado peruano para alcan-
zar el reconocimiento legal de su legítima organización fue larga y
llena de obstáculos, como se ha demostrado en el análisis anterior.
Pese a ello, los actores ronderos nunca pensaron en abandonar su
lucha. En su camino fueron incorporándose otros sectores campe-
sinos y comunitarios. Igualmente, fueron construyendo procesos,
códigos, instancias del procedimiento, así como la sistematización
de las experiencias de los pueblos originarios que habían alcanza-
do importantes avances en los procesos de impartición de justicia
en sus comunidades. La autoridad de su persistencia radicó en su
fe y en la convicción que el orden logrado por sus antecesores, a
lo largo de la historia, debía prevalecer como única garantía de
justicia frente a las falencias y debilidades de la justicia ordinaria.
En el avance de su movimiento y, por consiguiente, el rechazo
y los desencuentros con la justicia ordinaria, tiene muchos tropie-
zos, aunque poco a poco dichos actores —en concordancia con
los acuerdos de instancias internacionales— empiezan a crear
condiciones para acoger con las limitaciones pertinentes el espa-
cio de la justicia consuetudinaria. Como señalamos, tanto autori-
dades como magistrados del Poder Judicial, de la Fiscalía y la mis-
ma policía, no estaban dispuestos a aceptar que sectores ajenos a
sus sistemas de justicia la ejerzan, incluso, contraponiéndose a su
espacio. Poco a poco, el acercamiento entre ambos sistemas se va
abriendo paso, sin embargo, surgió un impase muy preocupante:
se reconocía a la comunidad nativa y campesina como parte de
la tradición de justicia ancestral, pero no a la ronda campesina.
Nace así un nuevo y gran escollo en el avance del movimiento
ronderil. Dirigentes y magistrados observaron que la ronda cam-
pesina por sí misma no constituía un pueblo originario, por lo
que no podía ejercer justicia sin el patrocinio de la comunidad
nativa y campesina. Se basaban en el mismo texto constitucional.

251
Orlando Velásquez

En efecto, la Constitución, en su artículo 149, establece lo


siguiente: «Las autoridades de las comunidades campesinas y na-
tivas, con el apoyo de la ronda campesina, pueden ejercer las fun-
ciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial de confor-
midad con el derecho consuetudinario, siempre que no violen los
derechos fundamentales de la persona. La ley establece las formas
de coordinación de dicha jurisdicción especial con los Juzgados
de Paz y con las demás instancias del Poder Judicial». Precisamen-
te, cuando la Carta Magna señala que las comunidades pueden
ejercer funciones jurisdiccionales con el apoyo de las rondas cam-
pesinas, la interpretación de la redacción del texto se convierte en
la barrera para negarle legitimidad a la ronda, al señalar que ella
no puede ejercer justicia, independientemente de la organización
comunal. Se interpreta entonces que para que la ronda active el
proceso jurisdiccional debe hacerlo por mandato o bajo la depen-
dencia o encargo de una comunidad nativa o campesina.
La interpretación anterior llevó a largas discusiones promo-
vidas por las magistraturas, especialmente, que pretendían desco-
nocer el fuero consuetudinario como potestad de la ronda campe-
sina. Esto no desalentó a sus actores. Por lo contrario, afinaron la
organización, crearon mayores instancias orgánicas y convocaron
a una serie de certámenes ronderos, con la presencia de institu-
ciones civiles, partidos políticos, organizaciones no gubernamen-
tales y representantes de algunos organizamos internacionales.
En ese proceso, lograron entre el 2003 y 2004, la promulgación
de la Ley N.° 27908, la Ley de Rondas Campesinas. Asimismo, el
siguiente año obtienen la aprobación por Decreto Supremo N.°
025-2003-JUS, el Reglamento de la Ley de Rondas Campesinas. El
movimiento rondero, entonces, había logrado el reconocimien-
to legal por parte del Parlamento Nacional, su reconocimiento
como organización que administra justicia e, incluso, con todos
los derechos para el cumplimiento de sus deberes y funciones
que le competen, en concordancia con la tradición cultural de los
pueblos originarios del Perú.

252
La justicia peruana en un país multicultural

La ronda campesina alcanzó el reconocimiento para adminis-


trar justicia al igual que las comunidades campesinas y nativas, en
base a su pertenencia e identidad con el legado cultural que con-
servan y desarrollan los pueblos originarios. Se suponía que ha-
bían ganado la batalla legal y su reconocimiento en el Parlamento
Nacional. Pareciera que en este aspecto la lucha había concluido.
La otra cara era la interpretación y la concepción del Magistrado.
Reconocían a la ronda por mandato de ley y, a pesar que esta
claramente caracterizaba al rondero como parte de la tradición
cultural y el ejercicio de la justicia consuetudinaria, para ellos la
Constitución estaba por encima del texto de la ley. Por ello, solo
reconocían a la ronda en tanto recibiera el encargo de la comuni-
dad, pero no independientemente de ella. Esto generó mayores
conflictos, por cuanto la ronda nació con autonomía y, por lo tan-
to, con la potestad de administrar justicia por sí sola, siguiendo la
tradición cultural. Así, la discusión volvió a tomar nuevos cauces,
el choque intercultural se activó y las acciones legales contra la
ronde y sus miembros se agudizaron.

4.2. El campesino rondero y la cosmovisión andina


El proceso de reconocimiento de la ronda campesina asu-
mió otra característica particular. La disyuntiva si el rondero
como campesino pertenecía y formaba parte del legado tradi-
cional que correspondía al comunero o poblador de un pueblo
originario o era ajeno a él. Como señalamos, pesó para la lógica
del magistrado el texto constitucional que literalmente ubicaba
al territorio rondero al margen de la comunidad. Por lo tanto,
un rondero como integrante de la ronda no tenía ni gozaba de
la herencia ancestral que correspondía al comunero que inte-
graba la comunidad nativa o campesina. No bastaba la Ley y el
Reglamento de rondas campesinas. Por esta razón, fiscales, jue-
ces y policías asumieron actitudes contrarias al desempeño del
rondero y su organización cuando consideraban que actuaban
al margen de la comunidad originaria. La discusión por la per-

253
Orlando Velásquez

tenencia fue larga y confusa. Las sentencias y los encuentros de


los sectores que conforman la justicia ordinaria así lo señalaban.
Para algunos dirigentes, en esta etapa se multiplicaron los pro-
cesos contra dirigentes y operadores de las rondas campesinas,
incluyendo injustas condenas que hasta ahora se convierten en la
herida o el punto de discordia de ambos sistemas de justicia.
Siguiendo la filosofía del presente trabajo, y desde el punto
de vista de la antropología, intentamos definir la concepción de
rondero o comunero. En este intento, que en la actualidad se ha
convertido en una clara concepción de la organización andina
y de sus miembros, se concuerda con algunos razonamientos de
quienes impulsan el V Acuerdo Plenario de la Corte Suprema.
Para nosotros, el derecho consuetudinario es ejercido por quie-
nes son herederos de esta tradición cultural. Si bien la Constitu-
ción determina que la comunidad puede ejercer la justicia con
apoyo de la ronda campesina, el concepto apoyo responde a la
concepción del legislador y al nacimiento de la organización ron-
deril que aparece en la sierra del norte del Perú donde aparen-
temente no existían pueblos originarios reconocidos, de allí que
el legislador al reconocer el fuero consuetudinario propio de la
comunidad, consideró ubicar a la ronda en el nivel de encargada
por la propia comunidad, como para otorgarle legitimidad y tener
el respaldo de ella. Además, cuando en 1993 se aprueba la Cons-
titución, las rondas campesinas ya existían independientemente
y, si inicialmente aparecen en espacios distintos a la comunidad
nativa, formaban parte de la comunidad campesina y son heredi-
tarios del legado cultural de impartición de justicia por parte de
los antiguos peruanos. No olvidamos que en Cajamarca se dio la
batalla final en defensa del Estado incaico, por lo que la riqueza
cultural en esta zona es innegable.
Desde el punto de vista antropológico, las jurisdicciones o te-
rritorios donde aparecen y se desarrollan las rondas campesinas
conforman espacios tradicionales con fuerte presencia de patro-
nes culturales, hábitos y costumbres ancestrales. La religiosidad

254
La justicia peruana en un país multicultural

andina, la festividad religiosa, el tributo y el ritual en torno a la


madre tierra, forman parte de su ideología y el simbolismo que
comparten los territorios de un Perú, que formando parte del Es-
tado peruano mantienen esa unidad que los hace diversos y que,
al mismo tiempo, los distingue de la cultura occidental. Los siste-
mas productivos ancestrales y el tratamiento desigual que otorga
el Perú oficial a estos pueblos son similares. Si bien la ronda cam-
pesina nace aparentemente en los territorios donde no existían
comunidades nativas y pueblos originarios con la raigambre natu-
ral, esto es circunstancial, debido a que la propia ronda restablece
y activa los patrones comunitarios de las poblaciones, de las cuales
las rondas campesinas emergen y asumen su tradición.
En esa dirección, se concibe que el rondero tiene el mismo
origen que el comunero. La religiosidad, el pago a la tierra, el ri-
tual a la productividad, la mirada a la naturaleza, los astros, el uso
del agua, la reciprocidad, constituyen la cosmovisión andina, que
es común a todas las poblaciones de las zonas andinas, altoandi-
nas y amazónicas, que son análogas con el poblador rondero. Por
lo tanto, esta forma parte de la tradición cultural nativa y herede-
ro de una cultura de justicia, que le ha permitido la convivencia y
la preservación del tesoro material e inmaterial que hoy exhibe la
Patria como parte de su riqueza y fortaleza como país. Entonces,
desde esta perspectiva, la ronda campesina es parte del mundo
andino, de los pueblos originarios que han mantenido la identi-
dad y la cultura de nuestra Patria. En este marco se desarrolla el V
Pleno Jurisdiccional de las Salas Penales Permanentes y Transito-
rias de la Corte Suprema de Justicia del Perú. Aquí se discute lar-
gamente la cosmovisión de la ronda campesina y su similitud con
la comunidad andina, llegando finalmente la mayoría de sus inte-
grantes a concluir y reconocer el origen y raigambre natural de la
ronda campesina. Aquí destaca la defensa del juez supremo Du-
verli Rodríguez, en cuyo Plenario aceptan y reconocen a la ronda
campesina como parte de la comunidad nativa y campesina. Los
resultados de este Plenario coronan el reconocimiento legal de la
ronda campesina como espacio de administración de justicia.

255
Orlando Velásquez

4.3. Acuerdo Plenario sobre rondas campesinas y la consolida-


ción del movimiento rondero
4.3.1. Desarrollo
El artículo 149 de la Constitución exige una lectura integrado-
ra y en armonía con los principios de unidad de la Constitución,
concordancia práctica y corrección funcional, a fin de establecer
con toda justicia si las rondas campesinas y comunales son o no
sujeto colectivos titulares del derecho de ejercicio de funciones ju-
risdiccionales en su ámbito territorial. El citado artículo constitu-
cional prescribe lo siguiente: «Las autoridades de las comunidades
campesinas y nativas, con el apoyo de las rondas campesinas, pue-
den ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territo-
rial de conformidad con el derecho consuetudinario, siempre que
no violen los derechos fundamentales de la persona. La ley estable-
ce las formas de coordinación de dicha jurisdicción especial con
los Juzgados de Paz y con las demás instancias del Poder Judicial».
En la medida que la propia Constitución afirma que el derecho
a la identidad étnica y cultural de las personas y el Estado reconoce
y protege la pluralidad étnica y cultural de la Nación, así como que
el Convenio ratifica el derecho de los pueblos históricos a conservar
sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas,
o parte de ellas, siendo el criterio fundamental la conciencia de su
identidad (art. 1). Entonces, atendiendo a que las rondas campesi-
nas —según se tiene expuesto— son la expresión de una autoridad
comunal y de sus valores culturales de las poblaciones donde ac-
túan, será del caso entender —en vía de integración— que pueden
ejercer funciones jurisdiccionales, cuyo reconocimiento efectivo,
desde luego, estará condicionado al cumplimiento de un conjunto
de elementos que luego se precisarán. No hacerlo importaría un
trato discriminatorio incompatible con el derecho constitucional a
la igualdad y a la no discriminación.
El primer nivel de análisis que debe realizarse cuando se discute
en sede penal una imputación contra integrantes de rondas campe-
sinas por la presunta comisión de un hecho punible con ocasión de

256
La justicia peruana en un país multicultural

su actuación como rondero consiste en establecer si resulta de apli-


cación el artículo 149 de la Constitución; es decir, si es de aplicación
el denominado «fuero especial comunal», en tanto y en cuanto el
reconocimiento de una jurisdicción especial constituye un límite
objetivo a la jurisdicción penal ordinaria. Desde dicha norma cons-
titucional es posible —a tono, por ejemplo, y en lo pertinente con
la jurisprudencia de la Corte Constitucional de Colombia (Senten-
cia T-552/03, del 10 de julio de 2003)— identificar los siguientes
elementos que comporta la jurisdicción especial comunal-ronderil:
A. Elemento humano. Existencia de un grupo diferencia-
ble por su origen étnico o cultural y por la persistencia
diferenciada de su identidad cultural. Como ha queda-
do expuesto en los párrafos anteriores, las rondas cam-
pesinas tienen este atributo sociocultural.
B. Elemento orgánico. Existencia de autoridades tradicio-
nales que ejerzan una función de control social en sus
comunidades. Las rondas campesinas, precisamente,
son esa organización comunal que, entre otras múlti-
ples funciones, asume funciones jurisdiccionales para la
solución de los conflictos. Ellas cuentan con la necesaria
organización, con el reconocimiento comunitario y con
capacidad de control social.
C. Elemento normativo. Existe de un sistema jurídico pro-
pio, de un derecho consuetudinario que comprenda nor-
mas, tradiciones tanto materiales como procesales, y que
serán aplicadas por las autoridades de las rondas cam-
pesinas. Esas normas, en todo caso y como perspectiva
central de su aceptabilidad jurídica, han de tener como
fundamento y prevenir las amenazas a su supervivencia.
D. Elemento geográfico. Las funciones jurisdiccionales que
determinan la aplicación de la norma tradicional se ejer-
cen dentro del ámbito territorial de la respectiva ronda
campesina. El lugar de comisión del hecho, determinante
de la aplicación de la norma tradicional, es esencial para

257
Orlando Velásquez

el reconocimiento constitucional de la respectiva fun-


ción jurisdiccional de la ronda campesina: las conductas
juzgadas han de ocurrir en el territorio de esta.
A estos elementos se une el denominado factor de congruen-
cia. El derecho consuetudinario que deben aplicar las rondas cam-
pesinas no puede vulnerar los derechos fundamentales de la perso-
na. Se trata de una condición de legitimidad y límite material para
el ejercicio de la función jurisdiccional especial comunal-ronderil.
El fuero comunal-rondero se afirmará, por tanto, si concu-
rren el elemento y el factor antes indicado. El elemento objetivo
es básico al igual que el factor de congruencia, por lo que es del
caso efectuar mayores precisiones.
El primero, el elemento objetivo está referido —con inde-
pendencia de lo personal: el agente ha de ser un rondero, y te-
rritorial: la conducta juzgada ha de haber ocurrido en el ámbito
geográfico de actuación de la respectiva ronda campesina, nece-
sariamente presentes— a la calidad del sujeto o el objeto sobre los
que recae la conducta delictiva.
A. Será del caso establecer, como primer paso, la existen-
cia de una concreta norma tradicional que incluya la
conducta juzgada por la ronda campesina. Esa norma
tradicional, como ha quedado expuesto, solo podrá
comprender la defensa y protección de los intereses
comunales o de un miembro de la comunidad donde
actúa la ronda campesina.
B. Si el sujeto —u objeto— pasivo de la conducta pertenece
también a la comunidad y los hechos guardan relación
con la cosmovisión y la cultura rondera —se trata, por
tanto, de conflictos puramente internos de las rondas
campesinas—, no cabe sino afirmar la legitimidad consti-
tucional de esa conducta —y, por ende, la exclusión del
derecho penal—, en tanto y en cuanto, claro está, los ac-
tos cometidos no vulneren los derechos fundamentales.

258
La justicia peruana en un país multicultural

C. En cambio, frente a personas que no pertenecen a la


cultura o espacio cultural de actuación de las rondas
campesinas —se presenta, en tal virtud, un conflicto
de naturaleza intercultural— la solución no puede ser
igual. La legitimidad de la actuación comunal-rondera
estará condicionada no solo a la localización geográfica
de la conducta sino también al ámbito cultural, esto es,
que la conducta del sujeto afecte el interés comunal o
de un poblador incluido en el ámbito de intervención
de la ronda campesina y esté considerada como un in-
justo por la norma tradicional.

El segundo, el factor de congruencia exige que la actuación


de las rondas campesinas, basadas en su derecho consuetudina-
rio, no vulnere el núcleo esencial de los derechos fundamentales
—se trata de aquellos derechos fundamentales en los que exis-
te suficiente consenso intercultural—, entendiendo por tales,
como pauta general, los derechos fundamentales que no pue-
den derogarse ni siquiera en situaciones de máximo conflicto o
estado de excepción.
La violación de los derechos humanos presenta dos situacio-
nes, sea que esta se deba a lo previsto en las mismas reglas con-
suetudinarias o a los abusos que cometen las autoridades de las
rondas campesinas por no respetar el derecho consuetudinario
(José Hurtado Pozo y Joseph Du Puit. Derecho y pluralidad cul-
tural. Anuario de Derecho Penal 2006. Lima: Fondo Editorial
PUCP-Universidad de Friburgo, 2007, pp. 235-236). En ambos
supuestos, ante una imputación por la presunta comisión de un
hecho punible atribuida a los ronderos, corresponderá a la jus-
ticia penal ordinaria determinar, en vía de control externo de la
actuación conforme a los derechos humanos de las autoridades
comunales, si —en efecto— tal situación de ilicitud en el control
penal comunal rondero se ha producido y, en su caso, aplicar —si
correspondiere— la ley penal a los imputados.

259
Orlando Velásquez

El derecho a la identidad cultural y al ejercicio de funciones ju-


risdiccionales conforme al derecho consuetudinario está, pues, limi-
tado a las reservas que dimanan del propio texto constitucional y
de interrelación con los demás derechos, bienes e intereses constitu-
cionalmente protegidos. Así, las cosas, los alcances de un tipo legal
pueden restringirse en dos casos (René Paul Amry. Op. cit., p. 97):
A. Cuando la interpretación de los elementos normativos
del tipo lo permita (interpretación del tipo conforme a
la Constitución).
B. Cuando sea aplicable una causa de justificación, en es-
pecial, la prevista en el artículo 20.8, del Código Penal,
—en adelante, CP—: cumplimiento de un deber o en
el ejercicio legítimo de un derecho.
Lo expuesto guarda coherencia con el alcance del fuero co-
munal rondero. Desde el primer caso —supuesto de atipicidad
de la conducta— se descarta de plano, por ejemplo, el delito de
usurpación de funciones (art. 361 del CP) en la medida en que el
rondero actúa en ejercicio de la función jurisdiccional comunal
constitucionalmente reconocida y garantizada. También, se re-
chaza liminarmente la imputación por el delito de secuestro (art.
152 del CP), puesto que el rondero procede a privar la libertad
como consecuencia del ejercicio de la función jurisdiccional —
detención coercitiva o imposición de sanciones—.
Cuando no sea posible esta primera posibilidad —la atipicidad
de la conducta—, será del caso recurrir al análisis de la procedencia
de la causa de justificación centrada, con mayor relevancia, en el
ejercicio legítimo de un derecho (art. 20.8 del CP). Aquí tendrá en
cuenta el presupuesto —situación de amenaza a los bienes jurídi-
cos antes citados— y los límites o condiciones para el correcto ejer-
cicio de la función jurisdiccional comunal-rondera ya analizados.
Si la conducta atribuida a los ronderos no resulta atípica o sí,
en aplicación del Test de Proporcionalidad enunciado, la conducta
analizada no está justificada; esto es, afirmado el injusto objeto, será

260
La justicia peruana en un país multicultural

del caso considerar el conjunto de factores culturales en la escala


individual del sujeto procesado. Cabe acotar que el análisis en men-
ción requiere, como presupuesto, tener muy clara la existencia ju-
rídica de la ronda campesina, la autoridad rondera que actuó —la
condición de tal del rondero incriminado—, su nivel de represen-
tación y funciones, y las características y alcances de la norma con-
suetudinaria aplicada, aspectos que en varias de sus facetas puede
determinar mediante pericias culturales o antropológicas.
Cuando no sea posible declarar la exención de pena por di-
versidad cultural, esta última; sin embargo, puede tener entidad
para atenuarla en diversos planos según la situación concreta en
que se produzca. Si el grado de afectación no es lo suficientemente
intenso o no cumple todos los requisitos necesarios para su confi-
guración, será de aplicación, según el caso:
A. La atenuación de la pena por exención incompleta, con-
forme al artículo 21 del Código Penal, o por la vencibilidad
del error prohibición según el artículo 14, in fine última
frase del Código Penal, o por los defectos de la compren-
sión —o de determinarse según esa comprensión— como
lo previene la última frase del artículo 15 del Código Penal.
B. La sanción por delito culposo si tal figura penal se halla-
re prevista en la ley por la vencibilidad del error de tipo,
atento a lo dispuesto por el artículo 14, primer párrafo,
última frase del Código Penal.
Comprobada la existencia del hecho punible y la responsabili-
dad del acusado, el juez penal para medir la pena tendrá en cuenta,
de un lado, los artículos 45.2 y 46.8 y 11 del Código Penal —compa-
tibles con el artículo 9.2 de la Convención, que exige a los tribunales
penales tener en cuenta las costumbres de los pueblos indígenas, el
contexto sociocultural del imputado— y, de otro lado, directamente
el artículo 10 de la Convención, que estipula tanto que se tenga en
cuenta las características económicas, sociales y culturales del indivi-
duo y dar preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamien-
to —principio de adecuación de las medidas de reacción social—.

261
Orlando Velásquez

4.3.2. Decisión y acuerdo final


En atención a lo expuesto, las Salas Penales Permanentes y
Transitorias de la Corte Suprema de Justicia de la República, reu-
nidas en pleno Jurisdiccional, con una votación de diez jueces su-
premos por el presente texto y cinco en contra, y de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 116, del Texto Único Ordenado de
la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Establecer como doctrina legal los criterios expuestos en los
fundamentos jurídicos 7 al 17.
Precisar que los principios jurisprudenciales que contiene la
doctrina antes mencionada deben ser invocados por los jueces de
todas las instancias judiciales, sin perjuicio de la excepción que esti-
pula el segundo párrafo del artículo 22, de la LOPJ, aplicable exten-
sivamente a los Acuerdos Plenarios dictados al amparo del artículo
116, del citado Estatuto Orgánico.

4.3.3. Análisis del V Acuerdo Plenario sobre rondas campesinas


Como señalamos anteriormente, el V Acuerdo Plenario de la
Corte Suprema de la República respondió a decisiones vinculantes
de los organismos internacionales, al mandato de la Constitución
Política del Perú, que determinaban la creación de condiciones ob-
jetivas para el reconocimiento y valoración de la justicia comunal.
De acuerdo al proceso que estamos siguiendo en esta investigación,
se constató que, si bien se dieron algunos pasos para su cumplimien-
to, fue el Congreso Nacional el que tomó las riendas de la agenda
intercultural con la Ley de las Rondas Campesinas. Esto porque la
milenaria existencia de la comunidad nativa, que administraba jus-
ticia en sus territorios, si bien había creado una discrepancia y con-
flictos con la justicia ordinaria, eran hechos aislados, además que
ellas se ubican en jurisdicciones relativamente apartadas del ámbito
de la magistratura. Por ello, para la justicia ordinaria se estaba cum-
pliendo los mandatos internacionales y nacionales. El activismo de
la ronda campesina complicó a los actores, produciéndose desen-

262
La justicia peruana en un país multicultural

cuentros entre ambos sistemas. Por ello, el Congreso tomó la batuta


para acatar dichos mandatos no así los organismos jurisdiccionales
de la justicia ordinaria, que apenas realizaban algunos gestos para
cumplir con dichos mandatos, de ahí que los desencuentros entre
ambos sistemas fueron frecuentes.
El V Pleno Jurisdiccional, realizado el 13 de noviembre de
2009, se convierte en el punto de quiebre del conflicto, que había
puesto a la magistratura en rebeldía e ilegalidad frente al fuero
consuetudinario, al desacatar los acuerdos vinculantes que los
obligaban a cumplirlos. Fue la XVI Cumbre Judicial Iberoameri-
cana celebrada en Brasilia en el mes de marzo del 2008, que toma
importantes acuerdos vinculantes para proteger a las poblaciones
vulnerables de los países conformantes de este espacio internacio-
nal. Aquí se aprueban las 100 Reglas de Brasilia, donde se incor-
poran el reconocimiento y la atención a las comunidades aborí-
genes, recogiendo los mandatos de los acuerdos internacionales.
Estas reglas fueron aprobadas y se determina su cumplimiento
obligatorio en todos los países, incluyendo el Poder Judicial pe-
ruano. A partir del mandato obligatorio de Brasilia, la Corte Su-
prema asume esta responsabilidad y, en ese contexto, se convoca
el V Pleno Jurisdiccional que concluye con el Acuerdo Plenario,
que se convierte en el reconocimiento real de las rondas campe-
sinas, como pueblo originario, en la medida que su territorio, sus
miembros y su legado cultural respondían a la tradición e idiosin-
crasia de comunidades nativas y campesinas.
El Acuerdo Plenario, en sus diversos artículos, caracteriza
los diferentes componentes y escenarios de la administración de
justicia rondera, el contexto penal del accionar de las rondas, la
tipificación de los delitos, las características de los hechos puni-
bles, incidiendo en los derechos fundamentales de las personas
y la concepción de justicia implementados por los ronderos. El
Acuerdo delimita el derecho a la identidad cultural y el ejercicio
de las funciones jurisdiccionales en el derecho comunitario. Lo
más importante es el reconocimiento del derecho a la identidad

263
Orlando Velásquez

étnica y cultural del rondero en concordancia con la Constitución


y la defensa que hace sobre el derecho de la ronda como parte de
los pueblos históricos para conservar sus propias instituciones, re-
conociéndolas como expresión de una autoridad comunal a par-
tir de los valores culturales de sus integrantes como parte de estas
ancestrales poblaciones de nuestra Patria.
Por lo tanto, el Acuerdo Plenario que determinó que los prin-
cipios jurisprudenciales de los conceptos doctrinarios que en este
caso enarboló el Pleno, deben constituirse en criterios y normas
que deben ser invocados por los jueces de todas las instancias judi-
ciales. Esto significa no solo el reconocimiento de la ronda campesi-
na, el trato similar a una comunidad nativa o campesina y el respeto
a su espacio y a los procedimientos para la aplicación e impartición
de la justicia en sus territorios. Esta llamada de atención es la guía
y el respaldo de la ronda en su trajinar para el ordenamiento de
la vida social y comunitaria en su jurisdicción. Con ello, se avanza
significativamente y la justicia rondera logra una conquista más en
este proceso, que si bien no resuelve el problema de concepción
y el pecado original del juez, que desde que se formó no bebió la
sabia y el néctar de esa identidad cultural heredera de nuestro pa-
sado, por lo que al no comprenderla tiene dificultades para asimi-
larla y, en consecuencia, no internaliza integralmente el Acuerdo
Plenario y todas las disposiciones para tratar igualitariamente a
sus homólogos de la justicia especial.

5. La CUNARC como instancia suprema de la ronda campesina


5.1. Consolidación del movimiento rondero y la organización de
la CUNARC
Siguiendo el proceso de formación y reconocimiento de la
ronda campesina nacional, su desarrollo ha sido vertiginoso. A pe-
sar de las innumerables dificultades que encuentran en el camino,
los actores de este movimiento nada los ha detenido, habiéndose
organizado en diferentes instancias, a partir de la ronda de base,
comités distritales, provinciales, regionales, hasta alcanzar una ins-

264
La justicia peruana en un país multicultural

tancia nacional. La historia de la ronda campesina está alimentada


por aquella tendencia natural del campesinado peruano, para re-
cuperar el tiempo perdido y en su decisión de poner por delante la
dignidad y la defensa de sus patrones culturales, legado del antiguo
Perú, tesoro capaz de proyectar la verdadera personalidad de estos
pueblos históricamente marginados por el Perú oficial.
La indiferencia y hasta ciertas represalias de las autoridades
conformantes de la justicia ordinaria no detuvieron este movi-
miento. Incluso, la guerra fría que sostiene el Estado peruano
contra el movimiento subversivo, que puso a estas organizaciones
entre dos fuegos, tampoco mellan el ánimo y la decisión de seguir
avanzando organizativamente. A pesar de la distorsión que esta
guerra produjo con la intervención de las fuerzas armadas en su
ámbito, al obligar a las rondas campesinas y aquellas formadas
exclusivamente por las fuerzas armadas y policiales para que sir-
van de cuerpos de contención ante el avance terrorista, lograron
salir de esta situación y enrumbar sus verdaderos objetivos en la
búsqueda de la justicia dentro de su territorio ante el avance de la
delincuencia y para garantizar la convivencia social, que las insti-
tuciones oficiales no podían hacerlo.
El grado de organización alcanzado por la ronda campesina
fue tal que permitió la formación de importantes cuadros diri-
génciales, capaz de influir en las decisiones y planes de gobierno
en las de Municipalidades y Gobernaciones regionales. Incluso, a
partir de la primera década, la incursión de sus dirigentes en la
vida política del país o, en todo caso, la mirada de los partidos po-
líticos hacia ellos. Aquí notamos que la ronda campesina continúa
en su tarea central de administrar justicia, se va comprometiendo
en la atención de los problemas más sentidos en sus respectivos
ámbitos territoriales. El problema del agua que, desde comien-
zos de la República, afecta al campesinado parcelero, el proble-
ma de la tierra que tiene múltiples dificultades, incluidas la toma
de tierras, el límite entre comunidades, así como la aparición de
traficantes confabulados con autoridades oficiales. También, van
asumiendo la agenda de las principales necesidades de sus comu-

265
Orlando Velásquez

nidades: productividad de la tierra, política de precios, ayuda téc-


nica, irrigaciones, incluyendo la depredación de sus tierras por
parte de la actividad minera.
Hasta el año 2006, la organización de la ronda se había ex-
tendido a la mayor parte del país, comprometiendo a importantes
regiones del norte, centro y sur del país, incluyendo gradualmen-
te algunos territorios de la Amazonía peruana. Los diferentes en-
cuentros nacionales y la necesidad de una plataforma general que
comprometa el movimiento rondero crearon una necesidad de
constituir una autoridad nacional para centralizar no solamente
la organización en todo el país, sino para plantear planes y progra-
mas que comprometan a todos sus integrantes a lo largo del Perú
y para alcanzar la aprobación de normas y leyes que garanticen su
vida organizativa y su presencia en la administración de justicia,
así como la atención de los principales problemas que aquejan al
campesinado peruano. Así, previo un trabajo de organización y
con la participación activa y comprometida de las diferentes ins-
tancias nacionales, se convoca al Primer Congreso Nacional, el 3
de diciembre de 2003, del cual nace la Central Única Nacional de
Rondas Campesinas del Perú, que tiene como siglas CUNARC.
En la fecha señalada nace la CUNARC como la máxima ins-
tancia de la ronda campesina del Perú, la misma que se constituye
como persona jurídica e instancia suprema que define, aprueba,
dirime o atiende todo lo relacionado con la organización rondera
en el Perú al amparo de la Constitución Política del Perú, Ley N.º
24571, la Ley N.º 27908 y el Decreto Supremo N.º 025-2003-JUS,
así como el Convenio 169 de la Organización Internacional de
Trabajo (OIT). Este Primer Congreso, en el cual se conforma la
Primera Junta Directiva, recoge la experiencia acumulada hasta
ese entonces y define su convicción para trabajar y defender su
espacio territorial, en el cual ellos conjuntamente con la comuni-
dad nativa y campesina pueden y deben administrar justicia, inde-
pendientemente de la justicia ordinaria, trazando líneas para la
coordinación con ellas, al amparo de las disposiciones, acuerdos
y convenios internacionales. Se avalan los niveles organizativos al-

266
La justicia peruana en un país multicultural

canzados hasta ese momento y se toman acuerdos para defender


sus derechos e iniciar un plan que les permita el respeto y el reco-
nocimiento real por la justicia oficial.
La existencia de la CUNARC convierte al espacio comunal
en un importante referente de la vida nacional. La CUNARC,
poco a poco, se compromete con otras reclamaciones, lideran-
do importantes pliegos del campesinado nacional. A partir de
este año y hasta la actualidad, asistimos a un escenario nacional,
donde esta organización forma parte de la agenda principal de
los temas rurales y la problemática general del sector agrario
del país. Participa activamente en el desarrollo de los Congresos
Internacionales de Justicia Intercultural que convoca el Poder
Judicial. De la misma forma, sus acciones apuntan al compromi-
so con los otros temas pendientes del sector rural del país, por
eso la CUNARC y sus bases intervienen en los últimos años en
las medidas de protestas y las mesas de trabajo sostenidas con
el Estado para atender los principales problemas que afrontan
sus comunidades. En esa dirección la CUNARC incorporó a su
agenda de administración de justicia los problemas más sentidos
de las poblaciones rurales del país.
La presencia y desarrollo de la ronda campesina, práctica-
mente, ha convertido a la CUNARC en una organización, como
una especie de Confederación Nacional del Campesinado Perua-
no. Por ello, es convocada o se autoconvoca en las instancias o es-
pacios donde se dilucidan los grandes problemas del sector agro-
pecuario del Perú. La Confederación Nacional Agraria (CNA),
la Central Campesina del Perú (CCP), la Junta Nacional de Re-
gantes, entre otras federaciones de este rubro, hoy consideran a
la organización rondera como parte de la problemática nacional,
por lo que la resistencia inicial se ha visto coronada con el reco-
nocimiento real de su nivel de protagonismo en la atención y el
camino para alcanzar la mirada del Estado hacia su realidad, esto
teniendo en cuenta la capacidad de convocatoria, la disciplina y el
elevado nivel de participación de sus bases.

267
Orlando Velásquez

En adelante, esta nueva organización del campesinado perua-


no participa directamente en los problemas más importantes del
sector rural del Perú. Como evaluamos en líneas anteriores, aparte
del sector justicia y, especialmente, de la línea jurisdiccional del Es-
tado peruano, otros sectores de la vida nacional reconocen y consi-
deran la existencia de la máxima organización de la ronda campe-
sina peruana. Esta se identifica como CUNARC-PERÚ, asumiendo
como lemas la herencia del Tahuantinsuyo, cuyas máximas o sen-
tencias encierran el contenido fundamental del comportamiento y
la convivencia en los pueblos y comunidades andinas y amazónicas:

«AMA QELLA» : ‘No seas ocioso’


«AMA LLULLA» : ‘No seas mentiroso’
«AMA SUWA» : ‘No seas ladrón’

5.2. La CUNARC en la agenda nacional


Como señalamos, la CUNARC participa en la problemática de
la vida nacional, siendo el sector agropecuario el escenario de sus
principales acciones y el desarrollo de sus propuestas. Sin descui-
dar la administración de justicia, de la cual se ocupan los actores
designados para este fin, sus dirigentes, a parte de su permanente
búsqueda para alcanzar el respeto y reconocimiento real de su fue-
ro consuetudinario, tienen cada vez mayor protagonismo en la vida
política nacional. Desde alcaldes a Gobiernos Regionales han me-
recido la mirada y el interés de la dirigencia rondera. Por otro lado,
los partidos políticos han puesto su atención en el caudal electoral
que significa ese movimiento. Aunque mayormente son los grupos
o partidos de izquierda los más interesados. Otras opciones políti-
cas, también han puesto su atención en la ronda campesina.
La CUNARC cada vez asume una ideología más visible, desde
la mirada de las tendencias izquierdistas, de ahí que se va hacien-
do común un discurso más radical en la dirigencia de la CUNARC
y otras instancias de los niveles inferiores. Desde luego, que de
acuerdo al desarrollo natural de las organizaciones sociales, tam-
bién aparecen contradicciones de algunos niveles, discrepancias

268
La justicia peruana en un país multicultural

en el plano dirigencial, especialmente, cuando se trata de otras


agendas diferentes a la administración de justicia. En este último
tema, que responde a la misión fundacional de la ronda, hay rela-
tiva unanimidad y una dirección muy clara. Sin embargo, cuando
se trata de otros temas y en particular, aquellos de tinte político,
se presentan diferencias, enfoques divergentes.
En esta dirección, la CUNARC busca centralizar una orienta-
ción determinada en torno a la realidad nacional y al papel de los
gobiernos que conducen los destinos del Perú. Así, se busca orien-
tar a las diferentes instancias, aunque las diferencias ideológicas
los hace perder su perspectiva en determinado momento, pero
por lo general están de acuerdo en aspectos centrales de análisis
de las coyunturas internacionales y nacionales. Por ello, en la Se-
gunda Asamblea Nacional de Dirigentes, en la ciudad de Lima,
se aprueba un manifiesto que resume la orientación y visión de la
CUNARC en torno a nuestra realidad actual y su pensamiento de
la coyuntura política del país, cuyo título fue:

UNA MIRADA A LA COYUNTURA NACIONAL


DESDE EL MOVIMIENTO CAMPESINO PERUANO
En esta parte se busca resumir el análisis de sus dirigencias,
que la CUNARC, máximo representante del movimiento ronde-
ro en el Perú, presentó ante la II Asamblea Nacional, una visión
sobre la coyuntura política nacional, aclarando que no busca des-
cribir hechos noticiosos, que es de amplio conocimiento de cada
uno de los dirigentes, busca más bien dotar de herramientas de
análisis para descubrir los problemas centrales de nuestro mo-
vimiento y las tareas urgentes a resolver, para contribuir con el
cambio de rumbo que millones de peruanos vienen esperando, el
mismo que debe ser enriquecido con el aporte de los delegados y
la autoridad de la máxima asamblea.
Al observar el escenario nacional, resulta inevitable cruzar
nuestras miradas a los hechos más trascedentes que ocurren en
diferentes puntos del planeta. Los ojos del mundo siempre se cen-

269
Orlando Velásquez

tran en el comportamiento político y económico de los imperios,


en relación con los países de medio oriente, África y América Lati-
na. Una característica de estos tiempos son las «modernas» formas
de dominación y sometimiento vía las guerras de pueblo contra
pueblo, aprovechar el caos provocado y apropiarse de los recursos
estratégicos de las naciones. La guerra mediática para imponer
noticias y hechos falsos como si estos fuesen verdaderos, confun-
de y genera incertidumbre para continuar imponiendo sus políti-
cas de privatización. Las instituciones (Poder Judicial, Congreso)
de los Estados sometidos han sido convertidas en instrumentos al
servicio de los grupos de poder transnacional, perdiendo autono-
mía e independencia, instalando dictaduras que solo eligen a su
continuador cada cinco años.
Las potencias mundiales, con la dictadura mediática a sus
pies, aprovechan los problemas fundamentales de nuestras socie-
dades para imponer políticas represivas con odio y venganza con-
tra sus enemigos potenciales, y a quienes ya no les sirven, destru-
yen a su paso todo lo que signifique movimiento de resistencia y
lucha por democracia y derechos políticos. Así, actúan en Medio
Oriente, África y no es diferente en América Latina, Cuba, Vene-
zuela, Nicaragua, Brasil, Ecuador y Perú.
Nuestros pueblos tienen sed de justicia, de paz, de transpa-
rencia y de soberanía nacional. Estas nobles aspiraciones vienen
siendo utilizadas por las dictaduras económicas mundiales para
presentar falsas luchas contra la corrupción, las mismas que se
hacen con gobiernos corruptos y un Poder Judicial deslegitimado.
Todo manejado para la tribuna y como cortina de humo.
Estados con instituciones convertidas en instrumentos del
gran capital eligen presidentes por pura formalidad, el pueblo eli-
ge a unos, pero otros gobiernan tras bambalinas, cuando resultan
incómodos recurren al golpe de Estado de diferentes modalida-
des, pero al fin, tal es el caso de Ecuador con Correa, Brasil con
Lula, Maduro en Venezuela, son considerados enemigos para los
EE. UU., y a cada uno de ellos se les ha abierto «sendos procesos»
por corrupción y otros. Los movimientos sociales no pueden dejar

270
La justicia peruana en un país multicultural

de mirar el desarrollo de estos acontecimientos. Es en medio de


estas confrontaciones que podemos descubrir la estrategia del ad-
versario, descubrir sus tendencias y movimientos tácticos.
Los ronderos debemos ser buenos analistas, acuciosos observa-
dores, para descubrir hacia donde apuntan las acciones del gobier-
no. ¿Cuáles el comportamiento de los grupos económicos frente
a la crisis estructural que vive el país, puesta de manifiesto en lo
ético y moral en la administración de la cosa pública y privada?
Preguntarnos siempre ¿por qué la gran concentración de medios
escribe y hablan de un determinado tema tomando posición?, ¿qué
se proponen? Así, paso a paso, descubrimos los elementos que com-
ponen su estrategia. Un sabio chino dijo: «Descubre la estrategia de
tu adversario […]» y los resultados de la guerra te serán favorables.
Los dirigentes campesinos que lleven a la práctica este método del
conocimiento estarán en mejores condiciones para dirigir y condu-
cir las luchas campesinas a buen puerto.
Veamos hechos concretos: Conflicto en las Bambas, los Go-
biernos de turno camino a la cárcel por actos evidentes de co-
rrupción, esto quiere decir que la confianza otorgada por voto
popular fue usada para violar una y tantas veces la Constitución
y las leyes de la República, para beneficiar intereses de grupos
de poder tanto nacionales como extranjeros. Olvidaron que su
función era proteger la vida, la salud y construir el bienestar de
32 millones de peruanos; se dedicaron a beneficiar a 17 familias,
a la cual llamamos oligarquía; obedecer a la CONFIEP, confedera-
ción que agrupa a los empresarios del Perú y aliada de las grandes
multinacionales. Los grupos de poder, desde la imposición de la
Constitución del 93, se propusieron tomar el control del Estado,
tenerlo a su servicio y lo consiguieron. El Estado actual es su ins-
trumento que les sirve para protegerse.
Con el aparato estatal bajo control, se repartieron la riqueza y
el patrimonio nacional, ante la opinión pública nacional apareció
como si fuesen negocios normales, los grandes medios hicieron su
trabajo de manipulación y lo que hoy nos presentan solo es una
parte del enorme descontrol que vivimos. Para llevar adelante su

271
Orlando Velásquez

estrategia, se propusieron demoler todo movimiento social y po-


lítico contestatario, para ello, recurrieron otra vez al Estado que
controlan: criminalizaron dirigentes o los compraron, así llegamos
a la sociedad más fragmentada, que les facilita su hegemonía y do-
minio. Destruyeron los poderes autónomos que un Estado constitu-
cional de derecho debería tener, los convirtieron en centros donde
se negocia la justicia, la vida y la libertad de un pueblo. Se trata,
entonces, de la descomposición de un Estado diseñado, edificado
y administrado por las élites económicas nacionales y extranjeras.
Este Estado el que tenemos que refundar. Quedarnos con él es se-
guir en más de lo mismo.
Para resolver problemas de esta magnitud no es suficiente la in-
dignación individual. Si queremos realmente recuperar nuestra Pa-
tria, sus recursos naturales y su mercado es urgente pensar y actuar
en común, en comunidad, en unidad. Las protestas regionales o por
sectores, aisladas unas de otras, conducen a nuestras organizaciones
al fracaso. Los conflictos de Conga, el Baguazo, Moqueguazo, el Ay-
marazo y hoy las Bambas nos demuestran que al final el pueblo carga
con los muertos, los heridos, huérfanos y procesados. El pueblo pone
su sangre, su vida y su libertad y otros siguen el negocio, para que
todo siga igual. Es hora de la gran unidad campesina y popular, el
gran desafío es la articulación de esfuerzos, de acciones conjuntas,
en sí, de concentración de fuerzas. Es hora de levantar una nueva
consigna: por justicia, mercado y producción, todos a la acción.
El movimiento rondero sembrado en diferentes puntos del
país está llamando a asumir su rol histórico entre dos caminos:
sostener este Estado de las oligarquías, convivir con él, con sus
instituciones en la creencia que algún día nuestras aspiraciones
serán escuchadas, que los procesos judiciales cesarán, que se res-
petará la pluriculturalidad, o sea, vivir de falsas esperanzas que
nunca llegarán. O escogemos el camino de la gran confluencia
de organizaciones y nos proponemos edificar un nuevo Estado,
plurinacional, democrático y soberano, que dé lugar a la refunda-
ción de la República con una nueva Constitución. Este camino es,
en sí, el camino correcto, que exige de nuestros dirigentes un alto

272
La justicia peruana en un país multicultural

nivel de conciencia y compromiso con los intereses de la Patria.


Todo se resume: conformismo e indiferencia o decisión de cam-
bio y refundación del Estado para una nueva República.
Entrevista al actual presidente de la CUNARP, a propósito de
la realización de la Asamblea Extraordinaria de Rondas Campesi-
nas, celebrada el día 17 de abril de 2019

Santos Saavedra Vásquez


Presidente de la Central Única Nacional de
Rondas Campesinas del Perú (CUNARC)

 Hasta este momento que ha llegado la ronda campesina, ¿cree


usted que está cumpliendo su función de rescatar la justicia
consuetudinaria en sus jurisdicciones?
Totalmente, las rondas campesinas asumen el derecho con-
suetudinario y se viene aplicando ya por más de 40 años en nues-
tras zonas rurales, donde está constituido las rondas campesinas,
de allí el resultado de ello donde las rondas campesinas se ha
logrado garantizar que exista la paz, la justicia, real y la seguridad

 ¿Por qué es que aún se persigue a los operadores de justicia


ronderil o comunal por parte de autoridades oficiales del Po-
der Judicial o Fiscalía?
Lo que pasa que para nosotros el Perú tiene un modelo jurí-
dico importado de los países extranjeros, que es trasmitido por el
Poder Judicial y se impone a la fuerza en nuestro país. Los códi-
gos, esas normas, esas leyes nunca fueron consultadas al pueblo ni
fueron elaboradas con el pueblo; entonces, ellos en su mirada de
no querer reconocer, de no querer aceptar la existencia del plu-
ralismo jurídico, el otro sistema de justicia, derecho consuetudi-
nario, ellos todavía se irrogan, se ponen resistentes para decir que
en el Perú solamente la justicia oficial es el Poder Judicial y no los
pueblos indígenas y no las rondas campesinas, por un lado. Por
otro lado, también sienten vergüenza porque ellos hasta ahora no

273
Orlando Velásquez

han podido realmente resolver el problema de la inseguridad y de


la justicia en el Perú, campea gravemente una crisis en la ética, en
la moral de estas instituciones del Estado, cosa diferente ocurre
en la justicia indígenas; entonces, nosotros conocemos desde la
fundación de las rondas. Los primeros en perseguirnos fueron
ellos acusándonos de usurpación de funciones, acusándonos de
que somos violadores de derechos humanos, pero eso no lo han
podido probar porque nosotros somos los primeros en defender
los derechos humanos y hacer que las familias vivan en paz y ga-
rantizar la seguridad efectiva con el servicio rondero; entonces, si
nosotros miramos el tema de legitimidad consideramos que nues-
tras rondas campesinas gozan de una legitimidad social y el siste-
ma ordinario judicial ahorita está en su peor crisis de su historia y
por el escándalo contra la ética y la moral.

 ¿Por qué cree que en este momento no se da la ley recono-


ciendo la justicia ordinaria y la justicia consuetudinaria como
validadas, como dice la Constitución?
El problema si existen leyes, lo que pasa es que los magistra-
dos en el Perú tienen un chip ya puesto en su cabeza, y que no
cambian de mentalidad, se resisten a cambiar de mentalidad, de
aceptar que el Perú somos un país policultural donde existen acá
los pueblos y tienen un propio sistema de justicia, como es el caso
de las rondas campesinas. Hay un mínimo porcentaje de magis-
trados que si lo van entendiendo en diferentes regiones del Perú,
se han hecho esfuerzos de encuentros de justicia intercultural; es
decir, que ellos reciban la capacitación de las rondas campesinas
en el derecho consuetudinario. Pero ellos también están en la
obligación de aplicar las normas que se han conquistado, tene-
mos el artículo 149, de la Constitución, tenemos la Ley N.° 27908,
tenemos el Acuerdo Plenario del 2009, tenemos el Código Penal,
artículo 18, inciso 3, tenemos los convenios internacionales don-
de los pueblos estamos jurídicamente protegidos, pero está en el
papel y de ahí a la práctica se sigue criminalizando fuertemente;
es decir, genera todo un miedo y se está sentenciando a penas pri-

274
La justicia peruana en un país multicultural

vativas de la libertad a la justicia consuetudinaria como si fueran


criminales, eso es error garrafal tremendo del sistema ordinario
que nosotros rechazamos de modo contundente. Cómo puede ser
que un Estado de 200 años de República con instituciones, se su-
pone que ya están muy desarrolladas, puedan seguir a la justicia
indígena porque lo que nosotros hacemos es garantizar la paz,
la seguridad y muchas veces los jueces deben dar las gracias a las
rondas campesinas, pues está disminuyendo el número de archivo
en las oficinas del Poder Judicial de expedientes y hablaban de mi-
les; entonces, qué pasaría si no existieran las rondas campesinas,
harían falta bastantes edificios para llenar toditos los expedien-
tes de millones de peruanos y peruanas que tienen conflictos y
problemas. Entonces, las rondas campesinas le están haciendo un
favor gratis, un ahorro de muchas millonadas de dinero al Estado
peruano, miren en cuánto invierten de plata en seguridad en el
Perú, con toda la logística, con todo los materiales que se com-
pra en la implementación y los sueldos, contando desde el fiscal,
policía, desde el juez, cuántos sueldos se llevan para que ejerza
su chamba como tal, pero a pesar de eso ello todavía, muchos
de ellos, no decimos en generalidad, caen en actos de la corrup-
ción, son negocios redondo el tema de la justicia para ellos, por
eso están algunos corridos, asilados en el extranjero, otros están
perseguidos, pero en si el pueblo está muy molesto con lo que
está pasando, muy incómodo, por eso también ahorita se abre
un espacio fuerte construcción de las rondas campesinas en el
territorio nacional. Si bien la mayor fuerza está en el norte, pero
ahorita hay todo un proceso de construcción de rondas en el sur
porque uno de los problemas que hay en el Perú es la inseguridad
y en esa parte las rondas se han desarrollado con fuerza.

 A parte que las características de los pueblos originarios son


fuente proclive para la Justicia consuetudinaria; finalmente,
¿no cree usted que hay un cierto racismo en jueces operado-
res de justicia occidental hacia la ronda campesina?
Pero, por supuesto, si hablamos de racismo, una discrimina-
ción, hablamos de violar los derechos de los demás, viene desde

275
Orlando Velásquez

la invasión, desde los europeos que llegaron acá, con la funda-


ción de la República se sigue igual. Mire, por eso decía 200 años,
estamos en siglo xxi en donde este Estado debería desarrollarse
y empezar a respetar la pluriculturalidad, empezar a respetar los
derechos de los demás, ellos siguen en esa línea, por eso nosotros
seguimos resistiendo, seguimos luchando defendiendo los intere-
ses de la mayoría, y vamos a seguir dando batalla con mayor fuer-
za, y porque esto va a pasar un cambio de mentalidad, ojalá que
las universidades, estamos desde las rondas proponiendo que no
enseñen solamente una cara de la moneda solo el derecho penal,
sino el derecho consuetudinario para que en el futuro tengamos
magistrados realmente formados y de esa manera y pudiera en
su práctica ya entender realmente y evitar la criminalización a la
justicia rondera. Pero no solo nos incriminalizan por administrar
justicia, sino hoy también nos criminalizan porque los ronderos
estamos asumiendo la defensa de la vida y su integridad, porque
hay que mirar que estamos teniendo amenazas fuertemente con
las empresas de proyectos extractivos, donde ellos vienen con su
gran capital y están asustando a las comunidades, desalojando
para adueñarse y extraer todo lo que hay en sus entrañas. Enton-
ces, al salir nosotros en la defensa de nuestro territorio, agua, y
por allí somos criminales vilmente, mirando el Código Penal, los
artículos 200 decía que estábamos prohibidos de hacer una mo-
vilización, una protesta quien lo hiciera está considerado como
una extorsión, mire hasta dónde hemos llegado, o sea, por eso
decimos que este sistema, modelo de República y sus instituciones
están totalmente en descomposición, podridas, ya no dan para
más. Necesitamos nosotros reformar la República y empezar a
construir un Estado plurinacional con una visión distinta a lo que
hemos trascurrido hasta ahora. Gracias.

276
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo V
LOS DOS MUNDOS DE LA
JUSTICIA PERUANA

1. El Perú como parte del mundo andino


1.1. Contexto geográfico cultural
El Perú, de acuerdo a su ubicación geográfica, ocupa un lugar
privilegiado en América Latina y, en su momento, fue el epicentro
de esta parte del continente. Los incas llegaron a territorios que hoy
ocupan los hermanos países de Ecuador, Bolivia y Chile. El Virreina-
to peruano, constituido a partir de la invasión española que cercenó
el desarrollo autosostenido de la sociedad peruana, también tuvo al
Perú como el centro de la jurisdicción colonial. De la misma forma,
los territorios de Ecuador, Bolivia y una porción de las fronteras de
Brasil y Argentina formaban parte del Virreinato peruano. Para los
historiadores, la ubicación estratégica de Lima y, en su momento,
el Cusco constituyeron el punto central de unificación de los dife-
rentes territorios que conformaban la Colonia por su conexión con
otras partes del continente, además de Europa y Asia, a través del
Océano Pacífico, así como del Atlántico a través de la frontera con
Brasil, convierten a la Patria en el centro u ombligo, como lo deno-
minan los estudios de la geografía y la historia continental.
En este análisis, corre a favor de esta caracterización el pro-
digio de la cordillera de los Andes que recorre los territorios de
Chile, Perú, Ecuador, Bolivia y que se convierte en el eslabón

277
Orlando Velásquez

no solo territorial y alimentador de la grandeza agropecuaria


turística e hidráulica, sino una fuente permanente de cultura,
puesto que su geografía y la cordillera de los Andes otorgan ele-
mentos culturales comunes y cordones unificadores de patrones
de vida y de comportamientos de pueblos que son atravesados
por la enigmática cordillera andina. Por ello, los estudiosos de
la Historia, Geografía, Antropología y Astronomía otorgan bon-
dades y atributos muy especiales a las poblaciones o países que
son atravesados por la cordillera de los Andes. Además, cuencas
hidrográficas entre Chile y Perú, y entre Perú y Ecuador, don-
de se comparten fuentes hidráulicas y ríos muy importantes que
alimentan a ambos países. El lago Titicaca se convierte en la ex-
traordinaria fuente que alimenta la vida de grandes poblaciones
afincadas alrededor de este lago y que se cuentan por millones
compartidas entre el Perú y Bolivia.
La caracterización de países andinos, a partir de esta mágica
configuración geográfica, donde se incorpora el Perú, Ecuador,
Bolivia y Chile y Venezuela, con sus lazos geográficos, de comuni-
cación y de cultura, teniendo además en la gesta emancipadora
una presencia muy importante del país venezolano. Por ello, la
denominación de países andinos ya no está referida solamente
a la presencia de la cordillera de los Andes, que desde luego es
determinante por su elemento unificador geográficamente, sino
por la cultura, de tal manera que a lo largo de la prehistoria y
de la historia se percibe la influencia de las civilizaciones y Esta-
dos que se han sucedido en el desarrollo de nuestras sociedades.
Aquí se conjugan los patrones de vida, las instituciones, el legado
cultural, la idiosincrasia de sus pueblos, los rituales y la filosofía
de sus actores, que para el caso concreto, en concordancia con
los postulados que estamos trabajando en esta investigación, son
factores decisivos para caracterizar a estas naciones como parte
del mundo andino. Aquí la explicación del porqué consideramos
que el mundo andino está conformado por los países bañados o
influenciados por la cordillera de los Andes.

278
La justicia peruana en un país multicultural

La existencia de la comunidad andina no fue un invento de


un sabio o la iluminación de algún gobernante o planificador,
fue la clara visión de quienes se ubicaron en el justo valor de esta
extraordinaria dimensión que significa el mundo andino en el
desarrollo de nuestros pueblos y el alimento permanente que ha
dado el ande para el desarrollo y la forja de la personalidad de las
poblaciones de América del Sur. Por ello, a estas alturas debemos
concretar que cuando las Ciencias Sociales caracterizan a los pue-
blos andinos y a sus pobladores como andinos, no solo se están
refirieron a quienes habitan en los diferentes países o regiones
por donde atraviesa la cordillera de los Andes, sino la cultura que
se ha cimentado a lo largo de la historia y que ya forma parte de la
personalidad social de sus pueblos. Por ello, en el caso peruano,
la denominación de población andina no comprende solamente
a las provincias o regiones que se ubican en la cordillera de los
andes, también a todas aquellas que se asientan en la costa perua-
na, en la selva, en la frontera porque forman parte de la cultura
heredada y hoy constituida por todos los patrones de vida que
conforman el Estado peruano. Entonces, todos los peruanos, así
como seguramente en los demás países que conforman este eje
geográfico, formamos parte del mundo andino, incluida la capi-
tal, porque somos conformantes de la misma cultura, de ahí que
el Perú es un país andino y todos formamos parte de él. Incluso,
contamos hoy con un Parlamento andino.
La historia nos da cuenta de la armonía territorial y los lazos
culturales forjados desde los tiempos precolombinos, a pesar de
la beligerancia y la hegemonía de las civilizaciones y Estados cons-
tituidos antes de la colonización española. La construcción de la
cultura peruana empieza desde esos tiempos porque, a pesar del
avasallamiento de algunos Estados sobre aquellos conquistados, no
se atentó contra el tesoro inmaterial, como se demuestra en el desa-
rrollo y superación de la arquitectura, el arte textil, cerámico y otras
expresiones culturales que fueron aprovechadas y recreadas por las
civilizaciones que reemplazaron a las anteriores. El Estado incaico

279
Orlando Velásquez

que conquistó todo el territorio que, actualmente, ocupa nuestro


país, incluyendo parte de Ecuador, Bolivia y Chile, también apro-
vechó para fortalecerse, asumiendo y potenciando las artes, la tec-
nología y todo el desarrollo cultural de los pueblos conquistados,
de ahí que el Imperio de los incas es la conjunción del desarrollo
cultural de las civilizaciones anteriores a su existencia.
La etapa colonial con el Virreinato como forma de organiza-
ción estatal, dependiente exclusivamente de la metrópolis españo-
la, tuvo como política central la imposición de otro régimen eco-
nómico y cultural, teniendo como objetivo fundamental la impo-
sición del idioma español, la religión católica, la ideología de la
monarquía, la educación elitista y toda una construcción cultural
que garantice la consolidación del Estado colonial. El gobernante
y la clase que lo rodea conciben que la consolidación de un siste-
ma educativo y cultural distinto al originario debía contribuir al
aceleramiento de las nuevas condiciones necesarias para construir
este nuevo Estado, distinto a la historia del Tahuantinsuyo. La no
comprensión de esta dimensión se acentúa y, por el contrario, re-
cibe el rechazo de la población, porque los patrones culturales de
una población forjados en milenios no podían aplastarse automáti-
camente. Precisamente, la incomprensión del mundo andino por
parte de las castas españolas permitió que desde el mismo momen-
to que se instaura la Colonia nace el rechazo, llevado por la reac-
ción natural del poblador peruano para conservar su cultura. Por
ello, cuando la represión y el maltrato se agudiza, estas poblaciones
se van alejando para esconder su propia personalidad. Anterior-
mente, hemos explicado y en esta parte no es necesario repetir esta
secuencia; sin embargo, es importante puntualizar que aquí marca
el inicio de la separación entre el mundo oficial y el extraordinario
que van creando las comunidades y poblaciones nativas para pre-
servar su cultura, su identidad y la base de su supervivencia.

1.2. El mundo andino y la postergación de los pueblos originarios


La conformación de la República debió constituirse en el
punto de reunificación de la Nación peruana. Si bien la conquista

280
La justicia peruana en un país multicultural

cercena la historia, la República debió convertirse en el motor de


reunificación de la Nación peruana.
Todos los elementos estaban dados para que la independen-
cia del Perú vuelque todos sus esfuerzos para conformar un país
unificado, que recoja los aportes y recompongan las instituciones
que se vinieron forjando antes de la Colonia y la creación de otras
que responda a la nueva realidad, con miras a trabajar la base de
una nueva peruanidad, de un nuevo país o lo que todos aspira-
ban, una Nación con el Estado de todas las sangres. Esto porque
el nuevo Perú democrático que empezaba a gestarse debía incor-
porar a las nuevas clases sociales que nacen de la Colonia y que al
final de la misma asumen un patriotismo que podía conjugar con
las otras clases sociales o estamentos que, si bien no ostentaron
el poder, también debían configurar el nuevo Estado peruano,
porque supieron conjugar con las poblaciones indígenas en sus
aspiraciones independentistas y en la meta de lograr un país inde-
pendiente, previa expulsión del invasor español.
Las discusiones que se crean al inicio de la República, que
dieron a luz concepciones irreconciliables para construir el país
que las distintas personalidades planteaban, fueron el inicio de
la división acerca del país que debía construirse. Desde aquella
que postulaba a la creación de un Estado monárquico que no se
diferenciaba mucho del autoritarismo virreinal, pasando por la
constitución de un país federativo, con la Confederación de los
Andes, incluyendo la visión de Faustino Sánchez Carrión y otros
patriotas, que pugnaban por un Estado constitucional, libre y de-
mocrático con oportunidades para todos, fueron las miradas que
marcaron diferencias en el camino, posteriormente, recorrido
para cimentar la Nación peruana. Aquí apreciamos que, si bien
aparentemente triunfa la posición peruanista, libertaria, constitu-
cionalista y de respeto a los derechos de todos, incluyendo básica-
mente a la mayoritaria población indígena, sin embargo, esto no
fue así en la realidad.
Anteriormente, en los puntos correspondientes al desarrollo
de la Colonia y la República abundamos en detalles acerca de las

281
Orlando Velásquez

disposiciones y las acciones que apartaron a la población indíge-


na, marginándola gradualmente. Aquí nos concretamos a señalar
que a pesar del aparente triunfo de quienes impulsaron la crea-
ción de un país libre con oportunidad para todos los estamentos
sociales, no fue así en los hechos. Los monarquistas, los terrate-
nientes, los gobernantes en diferentes niveles impusieron, poco a
poco, sus condiciones, sustentadas en sus ambiciones de poder e
hicieron que la propiedad del nuevo Estado pasaran a sus manos
e impusieran normas, leyes, decretos, dispositivos e, incluso, prác-
ticas ilegales para consolidar el nuevo poder que construyeron en
la República, a costa de la injusta postergación económica social
y cultural de los contingentes poblacionales que habiendo con-
tribuido con la Independencia, confiscaron sus tierras y demás
propiedades, condenando a la mayoría de la población a condi-
ciones inhumanas, despojando a las comunidades de sus tierras y
creando instituciones de justicia para reprimir a quienes no res-
pondían al ordenamiento legal que crearon para responder su
propiedad. El mundo andino, entonces fue distorsionado y, poco
a poco, se van conformando dos lados opuestos de una misma
realidad. Quienes supuestamente defendieron la Constitución y
el Estado de derecho y conformaron el Perú oficial, con leyes e
instituciones definidas, con un sistema de gobierno y con poderes
claramente definidos. Por otro lado, las poblaciones aborígenes
que seguían conviviendo en el mismo espacio oficial, sometido al
injusto trato para consolidar los privilegios de quienes se adueña-
ron del poder, y las demás poblaciones aborígenes, que se afincan
en las zonas andinas, altoandinas y amazónicas, que llevaron todo
el sistema natural para convivir con la institucionalidad cultural
que les permitió subsistir en un mundo territorial distinto al mar-
gen del Perú oficial.
Entonces, el mundo andino, si bien sigue siendo el mismo,
porque todos los peruanos tenemos un solo cordón umbilical,
que a diferencia del nacimiento biológico que se rompe para
alumbrar la vida, en el caso de nuestra realidad sociocultural, no
se ha roto porque la magia de la cordillera de los Andes sigue

282
La justicia peruana en un país multicultural

alimentando a las poblaciones de su influencia en su economía,


educación y cultura. Los pueblos igualmente responden a esta in-
fluencia, cual fuera su ubicación cercana o lejana a su radio geo-
gráfico. Sin embargo, son los actores que a partir de sus propios
intereses y que a lo largo de la historia capturaron los niveles supe-
riores del Estado, los responsables de mantener e, incluso, agudi-
zar esta división. Por otro lado, los pobladores de las comunidades
aborígenes siempre se han considerado parte del Estado peruano,
han buscado diferentes mecanismos y caminos para alcanzar su
incorporación y reincorporación a la Nación peruana, pero preci-
samente esos intereses no lo han permitido porque mantenerlos
en ese estado es concordante con sus privilegios y con las políticas
determinadas para mantenerlos.
Lo anterior no significa que las comunidades o poblaciones
originarias no conformen el Estado peruano. La República nos dio
una nueva organización y la conformación del Estado republicano
ha significado la opción y la libertad para que sus actores instituyan
una Nación unitaria y construyan la institucionalidad democrática
necesaria para hacer grande la República. El mundo andino tiene
en el Estado peruano el factor institucional para seguir avanzando
en la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de sus poblado-
res. Toda la población peruana forma parte de este Estado y, por lo
tanto, son conformantes del mundo andino. El problema radica en
que las clases y estratos sociales que disfrutaron los privilegios del
poder desde el nacimiento de la República no hicieron los esfuer-
zos para crear una sola Nación. No se preocuparon por unir a los
pueblos, ni incorporarlos al Estado oficial. Dejaron que ellos sigan
en su postergación y con las carencias a las cuales sometieron, por-
que su desatención era el mismo alimento para garantizar su poder
y consolidar sus beneficios en torno a sus privilegios. Por ello, en
el Perú de hoy no hay una sola Nación. La mayoría de la población
peruana es indudable que se agrupa en la Nación oficial del Perú
republicano. Pero, como seguimos el hilo de la historia, las pobla-
ciones aborígenes que siendo parte del mundo andino y, asimismo,
del Estado peruano se mantienen como nacionalidades apartadas

283
Orlando Velásquez

de la Nación oficial. Ellas están diseminadas a lo largo de la serranía


de nuestra Patria y los territorios amazónicos de la selva peruana
con su idioma, religiosidad, cultura y, para nuestro estudio, con su
propio sistema jurídico legal.

2. Reconocimiento de la multiculturalidad
2.1. Contexto intercultural
No cabe duda que, después de los procesos de colonización
que en los siglos anteriores se produjo en el mundo, se crearon
nuevas condiciones de vida para los pueblos originarios que pa-
decieron el atropello permanente de los países colonizadores.
En la mayoría de ellos, la secuela de sometimiento y atropello a
la institucionalidad de las comunidades aborígenes se mantuvo
más allá de la emancipación de sus países. No solo continuaron
los atropellos a sus territorios por parte de las nuevas clases que
asumen el control de sus Repúblicas, sino que siguieron depre-
dando su herencia cultural, mezquinando, incluso, el reconoci-
miento como organización representativa del desarrollo natural
de sus países. En nuestro continente, la situación fue similar y,
después de la fundación republicana, el Estado que nace de ella
no respeta sus patrones de vida, tampoco reconoce sus derechos
más sentidos como comunidad, sometiéndolas a un permanente
vejamen, obligándolas a desarrollar mecanismos de resistencia y
planteamientos constantes para alcanzar el respeto a su realidad.
Sebastián Plá y Sandra Rodríguez, en su trabajo Saberes so-
ciales para la justicia social: educación y escuela en América Lati-
na, a propósito de este análisis, expresa lo siguiente:

Una parte de la historia de muchas de las comunidades in-


dígenas actuales ha sido la migración forzada producto del
despojo de tierras, cuerpos de agua, procesos de la naturaleza
—los denominados recursos naturales—, conflictos geopolíti-
cos e interétnicos, políticas públicas, etc. Para las comunida-
des mayas actuales, esta ha sido una de las constantes de su

284
La justicia peruana en un país multicultural

historia desde hace más de 500 años. Además, estos conflictos


obligan a migrar a comunidades diversas a una gran variedad
de ecosistemas, comunidades biológicas y por tanto [sic] a pai-
sajes muy variados, enfrentando retos de conocimiento más
allá de lo superfluo. Tienen, sin embargo, una gran ventaja:
las relaciones comunitarias con la naturaleza biofísica, como
parte de ella misma y con capacidades de observación holísti-
ca, compleja y sistémica. (Plá y Rodríguez, 2018, p. 195)

Los pueblos originarios del Perú nunca dejaron de luchar


para alcanzar el respeto a su unidad y al reconocimiento de sus co-
munidades, incluidos sus patrones culturales y sistemas de orden y
justicia, heredados desde tiempos inmemoriales. Es una constan-
te que en diferentes países estas poblaciones siguieron empeña-
das en la lucha por su dignidad. Algunas de ellas, que alcanzaron
mayores niveles de organización, cuyos liderazgos trascendieron
su ámbito nacional, influyeron en foros internacionales y sus pla-
taformas fueron asumidas por organismos y personalidades que
hicieron suyos sus planteamientos. Poco a poco, se van forman-
do niveles de defensa, que son incorporados en las agendas de
importantes organismos mundiales y latinoamericanos, como las
Naciones Unidas, la Organización Nacional de Trabajo, el Foro de
Brasilia, entre otros espacios que acuerdan normas y propuestas
vinculantes para reconocer a los pueblos originarios y sus respec-
tivos sistemas de convivencia y ordenamiento.
El Perú, como parte del sistema interamericano y de otros
organismos mundiales, se compromete en el reconocimiento de
la multiculturalidad y el respeto al modo de vida y patrones educa-
tivos y culturales de sus comunidades. El derecho a la comunica-
ción y la educación a partir de sus lenguas originales, que también
compromete al sistema de justicia; el reconocimiento a la inter-
culturalidad de los pueblos, que conlleva a los diferentes modos
de vida que desarrolla; el derecho al respeto de su territorio, sus
aguas, tierra, bosques, se convierten en factores fundamentales
para su reconocimiento, que obliga al Estado peruano a expedir

285
Orlando Velásquez

normas en esa dirección. La Ley para la Educación Bilingüe In-


tercultural, el Decreto Supremo que aprueba la Política Nacional
de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad, así
como la Ley de Consulta Previa, entre otros dispositivos, directivas
e implementación de mecanismos concretos, constituyen el avan-
ce que alcanzan las comunidades, en su propósito del reconoci-
miento de su espacio y sus patrones culturales.

2.2. Leyes que reconocen los derechos de los pueblos originarios


2.2.1. Ley N.° 27818 para la Educación Bilingüe Intercultural

Artículo 1. El Estado y el reconocimiento de la diversidad cultural


El Estado reconoce la diversidad cultural peruana como un
valor y fomenta la Educación Bilingüe Intercultural en las re-
giones donde habitan los pueblos indígenas. Para tal efecto, el
Ministerio de Educación diseñará el Plan Nacional de Educa-
ción Bilingüe Intercultural para todos los niveles y modalida-
des de la educación nacional, con la participación efectiva de
los pueblos indígenas en la definición de estrategias metodo-
lógicas y educativas, en lo que les corresponda.
Artículo 2. Plan Nacional de Educación Bilingüe
El Plan Nacional de Educación Bilingüe Intercultural deberá
incorporar la visión y el conocimiento indígenas. La educa-
ción para los pueblos indígenas debe ser igual en calidad, efi-
ciencia, accesibilidad y en todos los demás aspectos previstos
para la población en general.
El Estado garantiza el derecho de los pueblos indígenas a partici-
par en la administración de los sistemas e instituciones estatales
de educación bilingüe intercultural, así como en los centros y
programas de preparación de maestros bilingües interculturales.
Artículo 3. Instituciones educativas
Los pueblos indígenas, en coordinación con las instancias
estatales competentes, tienen derecho a crear y controlar sus
propias instituciones educativas y a desarrollarlas desde su
visión, valores y conocimiento tradicional, sin perjuicio del

286
La justicia peruana en un país multicultural

derecho de los pueblos indígenas a acceder a la educación


impartida por el Estado e instituciones privadas. El Estado
establecerá los medios y recursos necesarios para este fin.
Artículo 4. Docencia bilingüe
Es deber del Ministerio de Educación promover en las ins-
tituciones educativas para los pueblos indígenas la incorpo-
ración, por nombramiento o contrato, de personal docente
indígena hablante de la lengua del lugar donde ejercerán
función docente, para un proceso efectivo de aprendizaje y
preservación de los idiomas y las culturas indígenas, debien-
do definir el perfil del docente de Educación Bilingüe Inter-
cultural y autorizar a los centros capacitados para impartir
dicha educación.
Los docentes de Educación Bilingüe Intercultural deberán
dominar tanto la lengua originaria de la zona donde laboran
como el castellano.
Artículo 5. Planes de estudio
Es deber del Ministerio de Educación promover la elabora-
ción y aplicación de planes de estudio y contenidos curricu-
lares que reflejen la pluralidad étnica y cultural de la Nación
en todos los niveles educativos. Se prestará particular aten-
ción a las necesidades, intereses y aspiraciones de los pueblos
indígenas en sus respectivas zonas.
Artículo 6. Medios de expresión y comunicación social
Los pueblos indígenas tienen derecho a establecer sus pro-
pios medios de expresión y comunicación social y dar a co-
nocer sus manifestaciones culturales, idioma, necesidades
y aspiraciones. Asimismo, el Estado promoverá prioritaria-
mente el acceso de los pueblos indígenas a los medios de
comunicación social que son estatales e incentivará lo propio
frente a los órganos privados, a fin de asegurar el desarrollo y
preservación de la diversidad cultural de la Nación.
Artículo 7. Eliminación de la discriminación racial
El Ministerio de Educación deberá adoptar las medidas ne-
cesarias para eliminar dentro del sistema educativo nacional
y al interior de los centros educativos la discriminación, los
prejuicios y los adjetivos que denigren a las personas inte-

287
Orlando Velásquez

grantes de los pueblos indígenas. Las autoridades educativas


promoverán la tolerancia, la comprensión, y la construcción
de una relación de justicia entre los pueblos indígenas y to-
dos los sectores de la sociedad.

DISPOSICIÓN TRANSITORIA
Única. La Dirección Nacional de Educación Bilingüe Inter-
cultural del Ministerio de Educación, en coordinación con
el Comité Consultivo Nacional de Educación Bilingüe Inter-
cultural, elevará a la Alta Dirección del Ministerio de Edu-
cación, dentro del plazo de 90 días de publicada la presen-
te Ley, los lineamientos de política a ser incorporados en el
Plan Nacional de Educación.

2.2.2. Decreto supremo que aprueba la política nacional de len-


guas originarias, tradición oral e interculturalidad
Artículo 1. Aprobación de la Política Nacional de Lenguas
Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad
Apruébese la «Política Nacional de Lenguas Originarias, Tra-
dición Oral e Interculturalidad», cuyo texto en anexo forma
parte integrante del presente Decreto Supremo.
Esta Política Nacional es el principal instrumento de orien-
tación estratégica a mediano y largo plazo en materia de len-
guas indígenas u originarias.
Artículo 2. Objetivo de la Política Nacional
La Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral
e Interculturalidad tiene como objetivo garantizar los dere-
chos lingüísticos de los hablantes de lenguas indígenas u ori-
ginarias en el ámbito nacional.
Artículo 3. Ámbito de aplicación
La Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral
e Interculturalidad es de obligatorio cumplimiento por todas
las entidades del Estado en todos los niveles de gobierno, en el
marco de sus competencias, y por las personas jurídicas priva-
das referidas en el numeral 8, del artículo 1, del Texto Único

288
La justicia peruana en un país multicultural

Ordenado, de la Ley N.° 27444, Ley del Procedimiento Admi-


nistrativo General, aprobado por el Decreto Supremo N.° 006-
2017-JUS, de acuerdo con el marco normativo vigente.
Para el sector privado y la sociedad civil, la Política Nacional
servirá como un instrumento de carácter orientador.
Artículo 4. Implementación y ejecución de la Política Nacional
Las entidades del Estado y las personas jurídicas privadas,
a las que se refiere el artículo precedente, adecuan sus po-
líticas e instrumentos normativos y de gestión, en el marco
de sus competencias, para implementar lo dispuesto por la
Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e
Interculturalidad.
Artículo 5. Coordinación y articulación de la Política Nacional
El Ministerio de Cultura, en su calidad de ente rector en ma-
teria de cultura, es responsable de coordinar y articular la
implementación de la Política Nacional de Lenguas Origina-
rias, Tradición Oral e Interculturalidad con todas las entida-
des del Estado y en todos los niveles de gobierno.
La implementación de la Política Nacional de Lenguas Ori-
ginarias, Tradición Oral e Interculturalidad se realiza arti-
culadamente y en concordancia con las políticas y planes
nacionales, sectoriales y territoriales de todos los niveles de
gobierno.
Artículo 6. Políticas regionales
Los gobiernos regionales aprueban su Política Regional de
Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad en
el marco de lo establecido en el numeral 13.1, del artículo
13, de la Ley N.° 29735, Ley que regula el uso, preservación,
desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas
originarias del Perú.
Artículo 7. Seguimiento, monitoreo y evaluación de la Políti-
ca Nacional
El Ministerio de Cultura, en el marco de sus competencias,
tiene a su cargo el seguimiento, el monitoreo y la evaluación
de la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición
Oral e Interculturalidad.

289
Orlando Velásquez

Artículo 8. Principio de progresividad


La Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral
e Interculturalidad y su Plan Multisectorial se implemen-
tan de manera progresiva, conforme lo establece la Ley N.°
29735, Ley que regula el uso, preservación, desarrollo, recu-
peración, fomento y difusión de las lenguas originarias del
Perú, y su Reglamento, aprobado mediante Decreto Supre-
mo N.° 004-2016-MC.
Artículo 9. Financiamiento
La implementación y ejecución de los objetivos, ejes y linea-
mientos de la Política Nacional de Lenguas Originarias, Tra-
dición Oral e Interculturalidad, así como de su Plan Multi-
sectorial, se sujetan a la disponibilidad presupuestal de las
entidades involucradas, de conformidad con lo establecido
en el Marco Macroeconómico Multianual y las reglas fiscales,
sin demandar recursos adicionales al Tesoro Público.
Asimismo, la implementación de las disposiciones a que se
refiere la Primera Disposición Complementaria Final del Re-
glamento de la Ley N.° 29735, aprobado por Decreto Supre-
mo N ° 004-2016-MC, se financia con cargo al presupuesto
institucional de los pliegos involucrados, sin demandar re-
cursos adicionales al Tesoro Público.
Artículo 10. Publicación
Publíquese el presente Decreto Supremo y su Anexo en el
Diario Oficial El Peruano y, en el portal del Estado peruano
(www.peru.gob.pe) y en los portales institucionales del Mi-
nisterio de Cultura (www.cultura.gob.pe), del Ministerio de
Educación (www.minedu.gob.pe) y del Ministerio de Defen-
sa (www.mindef.gob.pe), el mismo día de la publicación de
la presente norma en el Diario Oficial.

2.2.3. Ley N.º 29785 de consulta previa


La Ley de Consulta Previa respondió a las cruzadas de la po-
blacion originaria para hacer que el Estado reconozca sus dere-
chos sobre los territorios que ocupan. Su lucha fue parte de las
jornadas por el respeto a la dignidad de los pueblos nativos del

290
La justicia peruana en un país multicultural

continente y otros países, ante la voracidad de las trasnaciona-


les que permitió que la OIT resolviera este reconocimiento para
comprender este grado de reconocimiento, consignamos la parte
doctrinaria del Título I de esta ley.

LEY N.o 29785 DE CONSULTA PREVIA


TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES

Artículo 1. Objeto de la Ley


La presente Ley desarrolla el contenido, los principios y el
procedimiento del derecho a la consulta previa a los pueblos
indígenas u originarios, respecto a las medidas legislativas
o administrativas que les afecten directamente. Se interpre-
ta de conformidad con las obligaciones establecidas en el
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), ratificado por el Estado peruano mediante la Resolu-
ción Legislativa N.° 26253.
Artículo 2. Derecho a la consulta
Es el derecho de los pueblos indígenas u originarios a ser
consultados de forma previa sobre las medidas legislativas o
administrativas que afecten directamente sus derechos colec-
tivos, sobre su existencia física, identidad cultural, calidad de
vida o desarrollo. También, corresponde efectuar la consulta
respecto a los planes, programas y proyectos de desarrollo
nacional y regional que afecten directamente estos derechos.
La consulta a la que hace referencia la presente Ley es imple-
mentada de forma obligatoria solo por el Estado.
Artículo 3. Finalidad de la consulta
La finalidad de la consulta es alcanzar un acuerdo o con-
sentimiento entre el Estado y los pueblos indígenas u origi-
narios respecto a la medida legislativa o administrativa que
les afecten directamente a través de un diálogo intercultural
que garantice su inclusión en los procesos de toma de deci-
sión del Estado y la adopción de medidas respetuosas de sus
derechos colectivos.

291
Orlando Velásquez

Artículo 4. Principios
Los principios rectores del derecho a la consulta son los si-
guientes:
a) Oportunidad. El proceso de consulta se realiza de forma
previa a la medida legislativa o administrativa a ser adop-
tada por las entidades estatales.
b) Interculturalidad. El proceso de consulta se desarrolla re-
conociendo, respetando y adaptándose a las diferencias
existentes entre las culturas y contribuyendo al reconoci-
miento y valor de cada una de ellas.
c) Buena fe. Las entidades estatales analizan y valoran la po-
sición de los pueblos indígenas u originarios durante el
proceso de consulta, en un clima de confianza, colabora-
ción y respeto mutuo. El Estado y los representantes de las
instituciones y las organizaciones de los pueblos indígenas
u originarios tienen el deber de actuar de buena fe, estan-
do prohibidos de todo proselitismo partidario y conduc-
tas antidemocráticas.
d) Flexibilidad. La consulta debe desarrollarse mediante
procedimientos apropiados al tipo de medida legislativa
o administrativa que se busca adoptar, así como tomando
en cuenta las circunstancias y características especiales de
los pueblos indígenas u originarios involucrados.
e) Plazo razonable. El proceso de consulta se lleva a cabo
considerando plazos razonables que permitan a las insti-
tuciones u organizaciones representativas de los pueblos
indígenas u originarios conocer, reflexionar y realizar
propuestas concretas sobre la medida legislativa o admi-
nistrativa objeto de consulta.
f) Ausencia de coacción o condicionamiento. La participa-
ción de los pueblos indígenas u originarios en el proceso
de consulta debe ser realizada sin coacción o condiciona-
miento alguno.
g) Información oportuna. Los pueblos indígenas u origina-
rios tienen derecho a recibir por parte de las entidades
estatales toda la información que sea necesaria para que
puedan manifestar su punto de vista, debidamente infor-

292
La justicia peruana en un país multicultural

mados sobre la medida legislativa o administrativa a ser


consultada. El Estado tiene la obligación de brindar esta
información desde el inicio del proceso de consulta y con
la debida anticipación.

3. Pugna entre la justicia ordinaria y la consuetudinaria


Desde que la ronda campesina aparece en escena a partir de
la década del 70, se pone en evidencia la existencia de la justicia
consuetudinaria que los pueblos originarios venían ejerciendo
desde siglos atrás. No se hacia evidente este ejercicio porque la
ubicación de dichos pueblos en las zonas andinas y altoandinas,
así como en la Amazonía peruana, no eran tan visibles y debido
a sus patrones culturales ancestrales la administración de justicia
que ellos practicaban era vista desde lejos y hasta con curiosidad
por parte de los operadores de la justicia ordinaria. Además, hasta
esa época no existía una fuerte penetración del capital en esas co-
munidades, por lo que los delitos no eran muy trascendentes, los
mismos que los apus o autoridades comunales los podían resolver
con relativa facilidad sin mayor problema para policías, jueces o
fiscales. Además, el radio de operaciones de estos últimos estaban
medianamente lejanos a los territorios comunales, de ahí que en
el ejercicio de la justicia apenas se cruzaban y era manejable dilu-
cidar sus competencias. Los problemas de la colonización de sus
tierras, la penetración del capital para la explotación petrolera,
minera, de los bosques, apenas comenzaban.
Los territorios iniciales donde se desarrolla la ronda campesi-
na tuvieron cierta cercanía e, incluso, se cruzaban con el espacio
de la justicia ordinaria. La ruptura entre ambos fueros fue notoria
y a medida que la delincuencia avanzaba, las rondas campesinas se
multiplicaban y alcanzaban mayores niveles organizativos, por lo
que se van agudizando los desencuentros entre ambos sistemas. La
situación se agudiza más cuando a finales del siglo pasado y en los
primeros años del presente se establecen niveles de coordinación
entre la ronda campesina y las comunidades nativas y campesinas,

293
Orlando Velásquez

cuando en esta época la delincuencia, el saqueo de las tierras, la


depredación de los bosques, comprometían seriamente la estabi-
lidad del mundo campesino. En este contexto, el ejercicio de la
justicia consuetudinaria se hizo tenso. A pesar de la intervención
de organismos internacionales, partidos políticos, el Congreso de
la República y personalidades indigenistas o promotores del medio
ambiente, la tensión se acelera.
El Acuerdo de las Naciones Unidas, la Resolución de la Or-
ganización Internacional de Trabajo, los Acuerdos del foro de
Brasilia y los mandatos de la Constitución de 1993 pusieron en
la agenda de la magistratura el trato y respeto a los pueblos origi-
narios exigiendo que se promuevan coordinaciones, encuentros
oficiales y directivas para que todo el sistema judicial asuma que la
justicia consuetudinaria existía como sistema paralelo a la justicia
ordinaria. A partir de aquí el Poder Judicial, por tener la com-
petencia jurisdiccional, se compromete a trabajar por este acer-
camiento, celebrar plenarios, congresos y la capacitación de los
magistrados para la comprensión de la justicia especial.

3.1 Lecciones del Baguazo que aportan en el proceso de recono-


cimiento del fuero nativo
A pesar de las contradicciones que aún enfrentan a los dos sis-
temas de justicia, el marco internacional que ha tenido un manto
protector a los derechos de los indígenas, los avances que a partir
del mandato constitucional se ha logrado, aún falta mucho para
aliviar la pugna entre los dos sistemas de justicia reconocidos en
el país, aún falta superar el factor humano. En tanto las instancias
jerárquicas del sistema de justicia emiten resoluciones de recono-
cimiento, recomendaciones o directivas para alcanzar el esperado
acercamiento y la coordinación entre ambas, muchos magistra-
dos, como veremos, no internalizan este proceso. Las diferencias
son aún muy notorias por la propia formación y extracción social
y académica de la mayoría de ellos.
Esta realidad ha tenido resultados lamentables en varios epi-
sodios de la vida del país, cuando los agentes del orden, los nive-

294
La justicia peruana en un país multicultural

les de justicia y, especialmente, las más altas esferas del aparato


estatal han tenido que enfrentar los graves conflictos derivados
de la invasión de los bosques amazónicos, la depredación de las
tierras comunales por acción de las empresas mineras, las grandes
concesiones de tierra en la Amazonía peruana, con consecuencias
nefastas. Uno de estos conflictos, justamente derivó en el infernal
enfrentamiento entre las fuerzas del orden oficial y los represen-
tantes del orden consuetudinario, cuya población el 5 de junio
del 2009, en Bagua, protagonizó una batalla campal, fratricida
con saldo trágico de decenas de muertos por ambos lados, situa-
ción que impacta al país y que a partir de entonces el problema
indígena y sus leyes ancestrales volvieron a ponerse en la agenda
nacional. No habíamos aprendido la lección de Uchuracay, cuan-
do fueron «ajusticiados» ocho periodistas como respuesta comu-
nal a la masacre de comuneros que días atrás se había producido
como resultado de la lucha contra el terrorismo.
Nuevamente la incomprensión y el trato equivocado al pro-
blema de los pueblos originarios tuvo ese episodio que entristeció
al Perú. Los gritos de ajusticiamiento y condena a la población
amazónica que protagonizó el llamado «Baguazo» no se hizo es-
perar. Sin embargo, esta vez no solo alzaron su voz los indigenis-
tas, los seguidores del insigne peruanista José María Arguedas,
sino personalidades, organizaciones gremiales, políticas, sino el
mismo parlamento, cuya Comisión Especial, integrada también
por antropólogos, como el ilustre estudioso Luis Millones Santa
Gadea, hizo un informe científicamente válido. Aquí se desnudó
la responsabilidad del Estado peruano por la desatención y el mal
trato a los pueblos originarios, dándoles la razón en su respuesta,
señalando la necesidad histórica de atender el reconocimiento y
los patrones de vida y exigencias de los pueblos nativos.
Presentamos algunas de las conclusiones más importantes, que
para nuestro trabajo contribuyen a fortalecer los objetivos y aspira-
ciones de la población aborigen, pues el documento final, aunque
no tuvo mucho eco en el propio Parlamento Nacional, es un paso
más en esa meta de construcción de la gran Nación Peruana.

295
Orlando Velásquez

3.2. Conclusiones
ASPECTOS GENERALES
1. Los sucesos del 5 de junio del 2009 en Bagua y aledaños cons-
tituyen una trágica demostración del olvido y la marginación
a la que ha sido condenada la población amazónica a lo largo
de nuestra historia. Es en ese contexto y bajo esa premisa que
se debe analizar lo sucedido.
2. Está muy extendida en el Perú la imagen de una Amazonía
despoblada, contemplada casi exclusivamente desde el pun-
to de vista de sus recursos naturales, y sobre la cual se puede
actuar prescindiendo de sus habitantes. Como contrapartida
a esta percepción, en el imaginario colectivo amazónico se
ha ido fortaleciendo el sentimiento de desconfianza hacia un
Estado «ajeno», cuya escasa presencia suele adoptar la forma
de la represión.
3. La ya precaria seguridad jurídica de las comunidades amazó-
nicas se ha venido socavando a lo largo de los últimos años. La
Constitución de 1993 supuso cambios en el régimen jurídico
de la propiedad de los pueblos indígenas, el inusitado número
de concesiones mineras y petroleras, las alteraciones del área
de reservas nacionales, el desconocimiento de los derechos re-
conocidos por compromisos internacionales. Esta larga serie
de actuaciones inconsultas ha creado un sentimiento de des-
amparo y marginalidad en buena parte de la población de la
zona que, al no sentirse representada por nadie, ha terminado
por considerar que la violencia social es el único método para
hacerse escuchar por el Gobierno de turno.
4. Ese sentimiento de desamparo se incrementó tras la publica-
ción de una serie de artículos del presidente de la República
bajo el título genérico de «El perro del hortelano», ya que
las opiniones expresadas en ellos y, sobre todo, la palabra
«perro» —uno de los peores insultos para los indígenas— los
hirió profundamente.

296
La justicia peruana en un país multicultural

3.3. Sobre la protesta indígena y la gestión del conflicto


5. La protesta indígena giró, fundamentalmente, en torno al
incumplimiento del derecho a la consulta previa consagrado
en el Convenio 169 de la OIT. La comisión ha llegado a la
convicción de que el Estado no se puede eximir del cumpli-
miento de esta obligación aduciendo la ausencia de regula-
ción interna. Es más, esta ausencia agrava su responsabilidad.
6. Los pueblos indígenas estaban informados de que las normas
cuestionadas debían serles consultadas, y ese fue el motivo
fundamental de su protesta. El contenido de las mismas, mu-
chas de carácter técnico, pudo escapar a ese análisis, pero
esto no le restó legitimidad a su protesta. Si bien la Consti-
tución consagra el principio de democracia representativa,
esta ni equivale ni remplaza la obligación contenida en el
Convenio 169 de la OIT.
7. En el marco de los acuerdos establecidos tras el primer paro
amazónico, se iniciaron una serie de conversaciones infruc-
tuosas que, lejos de conducir a acuerdos, más bien exacerba-
ron los ánimos y contribuyeron a acrecentar la desconfianza.
El Gobierno apostó por dilatar la solución confiando en el
agotamiento de quienes protestaban. Por otro lado, la diri-
gencia indígena, con serios cuestionamientos internos aún
no esclarecidos, radicalizaba su protesta con el ánimo de ser
legitimados por las bases que exigían resultados concretos.
8. Uno de los aspectos más importantes en el proceso de las me-
sas de diálogo fue la incapacidad de los agentes del Estado de
comprender la naturaleza del liderazgo de AIDESEP. Este no
equivalía a una posición de superioridad o dominio sobre los
demás grupos de modo que su función era más la de portavo-
ces que la de representantes. Siendo un mandato constitucio-
nal el respeto a la diversidad, es inaceptable que el Estado no
haya tomado nota y actuado considerando este factor.
9. Con respecto a las mesas de diálogo, la Presidencia de Con-
sejo de Ministros no tomó con seriedad la creación de las

297
Orlando Velásquez

mesas de diálogo tanto por la lentitud con que se crearon los


dispositivos legales para formalizar las mesas como por las es-
casas reuniones que se realizaron. Asimismo, las reuniones
que se llevaron a cabo con organizaciones no representativas
de la protesta amazónica, como lo fueron las reuniones con el
CONAP en el 2008, revela una gran ineficiencia por parte del
Estado. En general, la actitud de la Presidencia del Consejo de
Ministros fue irresponsable, en tanto que habiendo recibido
decenas de cartas de diversas instituciones del Estado y de las
comunidades indígenas, pidiendo la rápida solución al con-
flicto, no se propició un ambiente de diálogo, ni se creó reales
espacios de negociación.

4. Filosofía y resistencia de la magistratura


4.1. Formación del magistrado
En el país existen más de 30 Facultades y Escuelas de Derecho.
Si a esto le agregamos que gran parte de las universidades cuentan
con filiales en diferentes regiones, en cada una de ellas también
implementan la extensión de su Escuela o Facultad de Derecho,
llegando a un promedio de 50 centros académicos de formación de
abogados. El mercado laboral peruano se encuentra prácticamente
agotado para esta profesión. Otro de los problemas muy sentidos
en la actualidad está representado por la cantidad de estudiantes
que ingresan y egresan de estos centros, a diferencia del menor nú-
mero de vacantes que se ofrecen en otras especialidades. Es decir,
hoy contamos con miles o varios miles de abogados que egresan
anualmente de las aulas universitarias. Está demás evaluar la cali-
dad de la enseñanza en algunas de estas escuelas, que por su carác-
ter masivo y la poquísima inversión que se requiere para alcanzar su
formación son factores que atentan para una formación sólida de
los hombres de derecho en nuestro país.
El currículo de la profesión de abogado no necesariamente
responde al tipo de profesional de Derecho que necesita la rea-

298
La justicia peruana en un país multicultural

lidad del país. La diferencia entre una escuela o facultad frente


a otra de distinta universidad muchas veces resulta abismal tanto
por la calidad de la docencia, las condiciones de enseñanza o las
oportunidades que se brinda al egresado, a partir de la valoración
que la sociedad peruana otorga a los diferentes centros universita-
rios. No existe un sistema o determinadas competencias que ema-
nen de algún organismo supervisor regulador o de una entidad
que acredite la calidad de la enseñanza de acuerdo a estándares
internacionales. Es el voluntarismo de la universidad o el grado
de prestigio e, incluso, el nivel de inversión que otorga cada uni-
versidad, que diferencia al producto que sale de cada entidad for-
madora de abogados. Al final, es la calle y poco la entidad pública
o privada el destino final del hombre de Derecho, que debe en-
frentar una voraz competencia para establecerse o mínimamente
consolidarse en este competitivo mercado laboral.
Las universidades ofrecen cursos propedéuticos o especiali-
zados de acuerdo a las corrientes ideológicas o filosóficas que le
imprimen los referentes de la judicatura o de la tendencia acadé-
mica que se impone en el centro de enseñanza. La calidad de los
docentes también debe responder al prestigio de la universidad o
al grado de inversión que quiere darle el líder o promotor privado
de la universidad que los forma. Para algunos, la enseñanza, las
especialidades, la doctrina o la filosofía del derecho es determi-
nante; para otros, el aspecto pragmático, la formación para litigar
o para la asesoría puede definir el perfil; sin embargo, no existe
una línea madre referente para la formación del jurista ideal. Tan
es así que, en nuestro país, a parte de dos o tres universidades, es-
pecialmente, privadas, que están enlazadas con sectores públicos
o empresariales, la mayoría de ellas y, muy especialmente, las na-
cionales no tienen un direccionamiento para la ubicación de sus
nuevos abogados, por lo que la inmensa mayoría de los egresados
del país deben competir como señalamos en un mercado ya satu-
rado por los hombres de Derecho.
Ninguna universidad ha formado abogados para la magis-
tratura, tampoco la vocación para ella ha sido fomentada en los

299
Orlando Velásquez

claustros universitarios; por lo tanto, no existe ni direcciona-


miento ni mecanismos para inclinar esta vocación, más aún si
para el docente de Derecho su lógica no está en el sistema de
justicia para ejercer protagonismo, sino para litigar y enfrentar
el proceso judicial, de acuerdo a la especialidad que se orienta
el nuevo hombre de leyes. Desde el Parlamento, el Ejecutivo, el
Consejo Nacional de la Magistratura, el Poder Judicial, se hicie-
ron algunos esfuerzos para acercar al estudiante de Derecho de
los últimos años hacia la vocación de juez o fiscal; pero nunca se
convirtió en una constante y no pasó de ser una actitud volun-
taria y aislada en la formación del abogado. Por lo tanto, la ma-
gistratura siempre fue ajena a estos profesionales. Peor diríamos
de la información del abogado respecto a la justicia consuetudi-
naria, la cual es muy ajena a su formación teórica, por lo tanto,
lejana a su nuevo quehacer, especialmente, en las universidades
de la costa y de otras regiones que no reciben la mística de la
justicia especial de comunidades y rondas campesinas.

4.2. El magistrado como parte del proceso judicial


Tanto la Fiscalía como el Poder Judicial están conformados por
abogados formados en las universidades, a cuyas instituciones lle-
gan con su formación libresca, dispuestos a esforzarse para adminis-
trar la justicia que nunca aprendieron. No existe otra cantera para
captar a los futuros magistrados. En tanto en parte de Sudamérica
y, especialmente, en Ecuador, así como en varios países europeos y,
en especial, en Barcelona la formación del magistrado es escolariza-
da, los egresados de las Facultades de Derecho reciben un proceso
de sensibilización y de aptitud vocacional antes de terminar con su
título profesional. Luego, los seleccionados reciben un balotario de
todas las especialidades de Derecho, los cuales estudian y asimilan,
preparándose para ingresar a una Escuela Judicial, cuyos ingresan-
tes reciben una formación estricta de la magistratura, y los mejores
al concluir la escuela ocupan las vacantes de los primeros niveles
hasta los superiores. Por ello, en tanto el flamante magistrado en

300
La justicia peruana en un país multicultural

estos países sale de un centro especializado de derecho, es decir,


su procedencia es escolarizada. En nuestro país, el juez o fiscal es
captado del mercado laboral, de la calle, igualmente, se capta al
litigante, al funcionario público o privado y, por lo tanto, llega con
los vicios que adquirió en el proceso de incorporación procedente
de la dura realidad laboral. Aquí uno de los problemas de la magis-
tratura que hoy afectan al país.
Por otro lado, este magistrado se ha formado exclusivamen-
te para desempeñarse como litigante u hombre de leyes y otros
pocos en el sistema de justicia ordinaria, muy lejos de la justicia
comunal, la cual desconoce, no la asimila e, incluso, la rechaza
porque está al margen de su formación, más aún, consideran a la
comunidad o a la ronda campesina como espacios folclóricos muy
ajenos a su quehacer doctrinario, formado con códigos y proce-
dimientos puramente del sistema de justicia ordinario. Por esta
razón, desde las reclamaciones iniciales para el reconocimiento
de la justicia comunal y, posteriormente, el enfrentamiento por el
accionar de las rondas campesinas que ejercían la administración
de justicia, llegaron a la absoluta incomprensión, produciéndose
enfrentamientos y hasta agresiones a los líderes, patriarcas, apus y
ronderos que reclamaban la administración de su propia justicia.
El magistrado, entonces, a pesar que en las últimas décadas
ha recibido información de la existencia y la necesidad de recono-
cer a la justicia consuetudinaria, no se esfuerza por asimilar el sig-
nificado de ella y el rol de sus líderes o autoridades para ejercerla
por el propio mandato de los acuerdos y normas que los obligan a
comprenderlas. Esto se explica cuando, a pesar de congresos, en-
cuentros, talleres, normas, exposiciones e, incluso, directivas de
las instancias del Poder Judicial o de la Fiscalía, existe un velado
rechazo a su cumplimiento. Tan es así que solo aceptan que los
operadores de justicia especial puedan atender casos muy simples
en sus territorios porque de acuerdo a la formación libresca y teó-
rica del magistrado, concibe que el comunero o rondero que no
ha ido a la universidad o no asimila los códigos no está capaci-

301
Orlando Velásquez

tado para la administración de justicia y, por lo tanto, solo debe


limitarse a situaciones casi intrascendentes. Esta realidad también
explica el por qué cuando una autoridad comunal o rondero cap-
tura o somete a sanción a un integrante que comete delito, mu-
chas veces muestra una actitud agresiva contra este representante
comunal, persiguiéndolo, condenándolo, porque supuestamente
no respetó los derechos humanos del justiciable.

5. Justicia de paz
5.1. Definición y ubicación
La justicia de paz se ubica en la escala inferior del Poder Judi-
cial en el Perú. De repente, se presenta como el primer nivel o el
nivel inferior de la estructura orgánica del Poder Judicial. A pesar
que oficialmente sí forma parte de su estructura, sin embargo, no
es así porque no está ligada a la línea orgánica y a los niveles juris-
diccionales de este poder, tampoco existe una relación directa o
es una dependencia lineal con las instancias de la justicia ordina-
ria. El juez de paz es un exponente que dilucida, define y expide
la sentencia en su correspondiente instancia frente al hecho de-
nunciado o lo que debe discernir como administrador de justicia
en su respectivo territorio. Esta es la justicia de paz que en el país
es casi invisible si consideramos a la provincia o al distrito, pero es
totalmente invisible para la vida citadina de la capital o capitales
regionales o provinciales.
Definir la justicia de paz no es muy fácil por su ubicación mar-
ginal, a pesar de la gran responsabilidad que tiene el juez de paz
en su ámbito correspondiente, aunque a pesar de la restricción
para alcanzar una definición real, recurrimos a la actual Ley de
Justicia de Paz (art. 1, Ley N.° 29824) que la define como sigue: «la
justicia de paz es un órgano integrante del Poder Judicial cuyos
operadores solucionan conflictos y controversias preferentemen-
te mediante la conciliación y, también, a través de decisiones de
carácter jurisdiccional, conforme a los criterios propios de justi-
cia de la comunidad y en el marco dela Constitución Política del

302
La justicia peruana en un país multicultural

Perú». Esto significa que el juez de paz forma parte de las instan-
cias del Poder Judicial, lo que es muy discutible por la realidad y
las características de estas autoridades, además porque a lo largo
de la historia del Perú han existido, han desaparecido o sus com-
petencias han estado en manos de otras autoridades como alcal-
des, regidores o simplemente se mantuvieron en el olvido.
A lo largo del territorio nacional se ubican los diferentes juz-
gados de paz, constituidos por personalidades que no son acadé-
micos ni abogados, pero que pueden ser dirigentes, líderes co-
munales, campesinos, maestros e, incluso, personas reconocidas
como patriarcas o referentes sociales que gozan del aprecio y del
respeto de la población. Como quiera que en la historia su pro-
cedencia, su elección o designación ha cambiado, no nos detene-
mos en señalar la forma como se convierten en jueces de paz por-
que el sistema ha variado con el tiempo, pero sí los ubicaremos en
las últimas décadas con el actual sistema de elección. El juez de
paz históricamente siempre ha sido un voluntario no adscrito a las
planillas del Estado, porque su trabajo fue ad honorem, siguiendo
el mismo trato de sus juzgados, que sin apoyo pudieron resolver
el problema de la justicia en las instancias más sensibles, donde el
poblador exige la atención a sus problemas, denuncias o cuando
es violado en sus derechos elementales. Muchos han dicho que el
juez de paz es un apóstol y que su ganancia es la satisfacción de
servir y resolver un problema puntual que aqueja a su comunidad.
No existe una estadística reconocida del número de jueces de
paz que existen en el Perú, de repente los miles de distritos dan
cuenta de un ángel de la justicia decidiendo la libertad o la san-
ción a un miembro de su comunidad, aunque en los distritos más
grandes se tiene más de un juez de paz, cuando la jurisdicción
que debe atender es más amplia. La filosofía de la existencia de
estos juzgados es su cercanía con su realidad, con su contexto, su
entorno, por lo que este magistrado siempre está enterado de los
problemas y la vida de relación de los integrantes de su distrito o
población. En algunos foros e informes del Poder Judicial se ha

303
Orlando Velásquez

calculado un promedio de seis mil jueces de paz y, a decir de al-


gunos magistrados, un total de siete a ocho millones de peruanos
son atendidos y acuden a los servicios judiciales y notariales que
ofrecen los juzgados de paz en el Perú. Lo importante es el gran
nivel de aceptación y confianza que tiene el juez de paz en su res-
pectivo territorio.
Duverlí Rodríguez, juez supremo y presidente del Poder Ju-
dicial en su momento sistematizó la función y el valor del juez de
paz en la presentación del trabajo Justicia de paz del Perú, cuando
precisó lo siguiente:

Ninguno de los jueces y juezas de paz, orgullosamente jueces


de la república [sic] del Perú han recibido jamás una remu-
neración o un incentivo económico de parte del estado [sic]
en general y del poder judicial [sic] en particular, a cambio
del valioso servicio que ofrecen a sus vecinos. A estas alturas,
en pleno siglo xxi, son los últimos sobrevivientes del grupo
original de funcionarios concejiles de la república [sic]. Ese
grupo que desde [sic] 1823 hacia fines del siglo xix, integra-
ron los alcaldes, regidores y otras autoridades locales, cuya
característica principal era el ejercicio de un servicio civil,
gratuito y obligatorio, encomendado por sus propios vecinos
en razón de las realidades personales del candidato, un suje-
to de probidad notoria y con amplia legitimidad en su entor-
no. De todo este grupo de ciudadanos propiamente dichos,
solo queda el juez de paz. El resto alcaldes, regidores, gober-
nadores, etc., son actualmente parte del grupo de funciona-
rios remunerados del estado [sic]. (Rodríguez, 2016, p. 27)

La historia de la justicia de paz no es predecible. No existe un


hilo conductor que haya permitido que, desde que se creó a partir
de la Constitución de 1823, haya tenido un desarrollo sostenido,
secuencial y de trato justo y humano al juez de paz. La historia les
encargó además a otras autoridades, como el mismo Rodríguez lo
afirma, pero que, finalmente, ellas prefirieron la remuneración,
ya que el desempeño de la función en el Juzgado de Paz repre-
sentaba una dedicación sin compensación económica, como un

304
La justicia peruana en un país multicultural

servicio a la comunidad. Por ello, solo el juez de paz después de


muchas décadas y, especialmente, en el siglo xx quedó a cargo de
los problemas de orden y convivencia en sus pequeños territorios.
Existieron etapas en que prácticamente el juez de paz desapare-
ció, en otras reapareció, pero nunca este fenómeno se convirtió
en una preocupación, ya que la propia colectividad reaperturaba
los Juzgados de Paz, y en forma mancomunada se organizaba para
dotarle de los implementos o útiles indispensables para el desem-
peño de la función. En algún momento, las instancias municipales
o la misma corte le dotaron de algunos pequeños servicios, pero,
en general, respondía a un trato que no corresponde a quien en-
trega su vida para resolver problemas cruciales de la gente menos
favorecida de la sociedad.

5.2. Jurisdicción y legitimidad del Juzgado de Paz


El Juzgado de Paz, generalmente, está ubicado en un distrito o
población apartada de las capitales provinciales o departamentales.
La Constitución Política del Perú respalda la actuación y las decisio-
nes que toma la justicia de paz, de igual manera, las Cortes Superio-
res tienen en ese ámbito una importantísima escala jurisdiccional.
Los hechos o delitos que tratan son —generalmente— menores,
muy variados al actuar como si fueran Juzgados Mixtos, asumiendo
el papel de un sabio que conoce y trata las diferencias y las faltas
cometidas por los miembros de su comunidad. La mayoría de las
veces el juez de paz se convierte en una especie de conciliador en-
tre las partes y sus resoluciones son de obligatorio cumplimiento.
Goza de credibilidad y se ha ganado la confianza de sus vecinos o
pobladores, de ahí que busca conservarla e impartiendo siempre
sus decisiones, según la naturaleza de la falta, la graduación del
delito, que generalmente no compromete montos o la tipicidad le
permite su atención a ese nivel. El juez de paz, entonces, es un líder
muy reconocido, de ahí que en la mayoría de los territorios es el
personaje articulador de la vida de relación, conjuntamente con el
alcalde distrital, la iglesia, la policía y la escuela.

305
Orlando Velásquez

El juez de paz en la historia de la República ha sido desig-


nado por el curaca, el gobernador, la instancia de gobierno co-
rrespondiente, por elección popular o designación de la Corte
Superior de Justicia. Hoy, generalmente, se somete a un proce-
so eleccionario, democrático y representativo, existiendo en este
nivel un importante ejercicio de ciudadanía, puesto que siendo
la elección universal en el territorio correspondiente existe un
grado muy elevado de aceptación y legitimidad de aquellos que
resultan beneficiarios de la confianza que la población le entrega
en las urnas. Este solo hecho legitima y ubica al juez de paz como
enlace del orden y la seguridad en ese conglomerado social. Hoy
la relación con el Poder Judicial es mucho más fluida, y en res-
puesta a la complejidad sociocultural existe un mayor apoyo en
capacitación, logística, asistencia con personal u otras facilidades
que permitan el mejor cumplimiento de su deber como servicio a
la comunidad. Sigue como un funcionario ad honorem en la última
escala del sistema de justicia en el Perú.
El Órgano Nacional de Justicia de Paz (ONAJUP), como orga-
nismo que vela por la atención de los Juzgados de Paz en el Perú,
se ha convertido en el eslabón entre el apostolado de los jueces
de paz en el Perú y el Poder Judicial y las demás instancias de la
institucionalidad del Estado peruano. Además, se está buscando
otorgarles mejores condiciones para el desempeño de su labor,
aunque continúan como trabajadores ad honorem, de acuerdo a la
filosofía de la justicia de paz. Este mismo organismo reconoce que
no existe una coherencia en la relación entre el Poder Judicial, la
justicia de paz y la consuetudinaria. En el libro La diversidad cultu-
ral en la agenda del poder judicial se señala al respecto:

Finalmente, resulta interesante señalar que, a pesar delas


[sic] importantes transformaciones producidas en los últi-
mos años, el plan de desarrollo institucional del poder judi-
cial 2009-2018, [sic] no tiene disposiciones relativas a la coor-
dinación entre la jurisdicción ordinaria, la justicia de paz y la
jurisdicción especial. (Poder Judicial, 2015, p. 157).

306
La justicia peruana en un país multicultural

5.3. La justicia de paz y la justicia comunal


Existe una relación directa entre los Juzgados de Paz y los sis-
temas de administración de justicia comunal. El juez de paz, gene-
ralmente, se desarrolla en un distrito o una comunidad. Debemos
puntualizar que muchas veces el ámbito comunal corresponde al
territorio distrital, otras veces comparten territorios o mantienen
una unidad geográfica, lingüística e, incluso, en la serranía del
Perú tienen la misma cosmovisión. El juez de paz puede ser, tam-
bién, un miembro de la comunidad, apus o autoridad de la comu-
nidad nativa o rondera, aunque siempre mantienen claramente la
diferencia del cargo a desempeñar y las funciones que cumplen
cada uno. El juez sabe que él forma parte del Poder Judicial y que,
por lo tanto, corresponde al ámbito de la justicia ordinaria. El
operador comunal o rondero, también, sabe que forma parte de
la justicia especial y que, por lo tanto, tiene sus normas cimenta-
das en la cultura y los derechos ancestrales que han heredado de
generación en generación.
Por esa cercanía, ambas justicias se miran permanentemente
y se apoyan, por lo que si consideramos aquella propuesta de esta-
blecer un marco de coordinación entre ambas justicias, en la prác-
tica se han dado y se siguen practicando entre la justicia de paz
y la consuetudinaria. Es que muchas veces ambas se encuentran
desprotegidas del Estado peruano. Si nos atenemos a que el juez
de paz forma parte de la organicidad de la Corte Superior, podría-
mos establecer que el reconocimiento de la justicia comunitaria
se da a partir de los Juzgados de Paz, pero sabemos que esto no es
así, ya que una parte está seguramente en esa afinidad territorial,
extracción social, comunidad idiomática, religiosa u otro tipo de
naturaleza, que convierte en pares a los representantes de estos
sistemas, pero eso no significa que ellos representen la voluntad
de un poder del Estado que representa a la Nación y que recono-
ce la verdadera dimensión de la justicia nativa.
Precisamente, cuando en algún escenario o foro los magistra-
dos o autoridades judiciales han pretendido demostrar que existe

307
Orlando Velásquez

un reconocimiento permanente de la justicia extraordinaria, a través


de la relación directa y de cooperación que establece con la justicia
de paz, los dirigentes comunales y ronderos han salido a esclarecer
que esta cercanía que es aceptada, no es el reconocimiento real, por
cuanto en la práctica y, especialmente, en las capitales regionales y en
el nivel supremo aún no asimilan los derechos y la dimensión de la
justicia ordinaria. Si fuera diferente, no existirían decenas y centena-
res de comuneros o ronderos procesados o encarcelados por ejercer
sus derechos, en el entendido que en el proceso de juzgamiento y
privación de su libertad, fiscales y jueces los juzgan por secuestro u
otros delitos, que aún distancian a ambos sistemas de justicia.
Al margen de las consideraciones de magistrados, los cálculos
de otros, la resistencia de los más o la mirada de superioridad ha-
cia la justicia especial, tenemos en los juzgados de paz el eslabón
que une a ambos sistemas que, a partir de una política de res-
peto y en concordancia con la Constitución, pueden elevarse de
manera vinculante con las demás instancias del Poder Judicial y
generar el reconocimiento real a la justicia especial, con lo cual lo
que ya se ha logrado tendría una excelente complementariedad
con la planificación y socialización de los dos sistemas, y de paso
la mayor atención al juez de paz como el líder natural, que con
su sabiduría puede también sensibilizar y capacitar a los mismos
magistrados, toda vez que su aprendizaje en el seno de la sociedad
es muy valioso para la toma de decisiones en los diferentes niveles
del sistema de justicia, ya que considera la realidad socioeconó-
mica y cultural del justiciable o el de las poblaciones a las cuales
pertenece, coronarían la justicia inclusiva que todos esperamos
en este país.

308
La justicia peruana en un país multicultural

Capítulo VI
LA JUSTICIA PLURINACIONAL EN EL PERÚ

1. Coexistencia de los dos sistemas de la justicia peruana


1.1. La justicia ordinaria
La justicia ordinaria está representada por todo el sistema
implementado para preservar los derechos fundamentales de los
ciudadanos en función en la Constitución Política del Perú. Des-
de el inicio del proceso judicial a partir de la intervención de la
policía, el rol que le corresponde a la Fiscalía, hasta llegar al Po-
der Judicial, constituye la parte correspondiente a este sistema.
Aquí también es importante considerar a la justicia de paz, que si
bien no forma parte del proceso judicial en sí, es el estadío comu-
nitario directamente relacionado con la población y que tiene un
papel decisivo en la administración de justicia en ese nivel. Para
muchos la justicia de paz no forma parte del sistema general, por-
que no se llega a los niveles jurisdiccionales donde se definen en
última instancia los procesos judiciales. Sin embargo, tiene como
objetivo encontrar el punto de conciliación para resolver las di-
ferencias y el ordenamiento de la convivencia comunal. En ese
sentido, la justicia de paz, que en la práctica representa una espe-
cie de voluntariado y que es encargado a miembros de la propia
colectividad, quienes ejercen su derecho democrático a elegir a
los jueces de paz, velen por el orden y la tranquilidad de sus res-
pectivas comunidades.

309
Orlando Velásquez

El componente Policía, Fiscalía y Poder Judicial no implica


que todos forman parte de la decisión final del proceso judicial
en las mismas condiciones. En tanto, la policía resguarda el orden
y participa en los instantes iniciales de la denuncia, es la Fiscalía,
de acuerdo al nuevo Código Penal, la responsable y dueña del
proceso, por cuanto las investigaciones, las pruebas, los testigos y
todo lo referente al escenario penal están bajo su responsabilidad
y, por lo tanto, su rol fundamental consiste en representar la de-
fensa del Estado en torno a la vulneración de quienes en sus ilíci-
tos pueden afectar la institucionalidad y el orden establecido por
la Constitución y las leyes. Pese a ello, la Fiscalía no tiene un rol
jurisdiccional, pues su labor concluye con el informe, la denuncia
o la propuesta de sanción que hace al juez, por lo que solamente
este último tiene una función jurisdiccional; es decir, es la única
autoridad para condenar o dar libertad al justiciable. Entonces,
solo el Poder Judicial peruano puede juzgar y, en base a su propia
legislación, expedir la resolución que define en la instancia co-
rrespondiente la culpabilidad o inocencia.
El sistema de justicia, entonces, engloba a todos los sectores
que participan en él, incluyendo al juez de paz, cuyo fallo es vin-
culante, de acuerdo a las atribuciones que la Ley le otorga, aun-
que no forma parte de la cadena del sistema judicial porque su
territorio, el origen de su mandato e, incluso, su condición ad
honorem, lo aparta del otro proceso judicial. Entonces, el sistema
judicial tiene a la Constitución Política del Perú como la ley de
leyes, la columna vertebral del sistema y las leyes correspondientes
de acuerdo a la naturaleza penal, civil, contenciosa administrativa
o de trabajo son el referente que tiene el magistrado para actuar,
ya sea como fiscal proponiendo o valorando la sanción corres-
pondiente o como juez ejerciendo su función jurisdiccional de
valorar o tomar la determinación final. En este contexto, el Mi-
nisterio de Justicia, que es un organismo dependiente del Poder
Ejecutivo, se constituye en el eje oficial de coordinación entre los
diferentes componentes del sistema de justicia, pero sus actua-

310
La justicia peruana en un país multicultural

ciones o atribuciones no son vinculantes frente al resto. La única


atribución que tiene el Ministerio de Justicia es la conformación
del cuerpo de la Procaduría, que representan al Estado peruano
en las diferentes competencias que la ley les otorga.

1.2. La justicia especial


Es el conjunto de elementos, códigos, símbolos, procedi-
mientos, costumbres que las poblaciones originarias del Perú han
acumulado desde los tiempos prehispánicos pasando por la Colo-
nia, la República hasta la actualidad y que han logrado trasmitir
de generación en generación. La sistematización para administrar
justicia, siguiendo la tradición y respondiendo al legado ancestral
de quienes tuvieron en el orden y la justicia el mejor elemento de
convivencia entre los pueblos y sus integrantes. Son las comuni-
dades nativas ubicadas en la región amazónica de nuestro país y
las comunidades campesinas que se afincan en las zonas andinas
y altoandinas, las organizaciones que por siglos han administrado
justicia, de acuerdo a los usos y a la herencia que ha sido trasmiti-
da a través de la historia. Este sistema, también, recibe el nombre
de justicia consuetudinaria, la misma que practica desde tiempos
inmemoriales y desde la década del 70 la nueva organización an-
dina, la ronda campesina que se organiza en los lugares donde no
había una presencia organizada de la comunidad, pero que les
permite recoger sus enseñanzas ancestrales para poner todo su
empeño en la impartición de justicia, ante lo que para ellos era la
inoperancia del sistema oficial.
Si consideramos que de acuerdo a las estadísticas que se han
presentado en el presente trabajo, más de la cuarta parte de la
población peruana está integrando estas comunidades y si a ello
le sumamos la población que integran las rondas campesinas, te-
nemos cerca de un tercio de los habitantes de nuestro país, cerca-
nos a la justicia natural u originaria, la misma que va unida a sus
patrones culturales, a su cosmovisión, en una pugna permanente
para alcanzar el reconocimiento de sus derechos frente a la indi-

311
Orlando Velásquez

ferencia histórica del Estado oficial. Esto significa que el Perú no


solamente está en aquella población que responde al Estado de
derecho y al sistema de justicia ordinario, sino a la justicia con-
suetudinaria, conforme lo reconoce la Constitución Política del
Perú, las resoluciones de las Naciones Unidas, el Convenio 169
de la UIT, el Foro de Brasilia y todo aquello que permite que la
justicia especial tenga su propio espacio en su mismo territorio.

1.3. Coexistencia de los dos sistemas: ordinario y extraordinario


Siendo la Constitución la Carta Magna que atraviesa todo el
sistema de justicia en el Perú y la única garante de la defensa de
los derechos de las personas, en su artículo 149 ha delimitado y
reconocido la existencia de dos justicias. Por lo tanto, cada una
debe ubicarse en su territorio y en las normas y códigos que le dan
el derrotero para actuar frente al delito, en defensa de un orden
determinado. Ya se estableció que en el sistema de justicia ordi-
nario solamente el Poder Judicial tiene función jurisdiccional, no
así la Fiscalía, la Procaduría, el Ministerio de Justicia, la Policía
o la justicia de paz. Entonces, siendo así, el responsable jurisdic-
cional es este poder del Estado, desde las instancias primeras, es-
pecializadas, superiores o supremas, siendo ellos los responsables
del destino final de las personas. Entonces, como la Constitución
otorga función jurisdiccional a la comunidad campesina nativa y
a la ronda campesina, ellos solamente tienen función jurisdiccio-
nal; es decir, la capacidad para determinar la pena a imponer. Por
lo tanto, el Poder Judicial y la justicia consuetudinaria son los úni-
cos organismos facultados para ejercer esta función jurisdiccional
y no así las otras instancias del sistema de justicia. Por lo tanto,
solo al juez de la justicia ordinaria, por un lado, y el rondero o
comunero que ejercen la justicia consuetudinaria, la Constitución
les otorga esa sublime potestad de decidir finalmente sobre la li-
bertad o condena de las personas.
Lo anterior significa que los convenios internacionales, las
100 Reglas de Brasilia, que tienen carácter vinculante y la propia
Constitución reconocen las jurisdicciones ordinarias y extraordi-

312
La justicia peruana en un país multicultural

narias para administrar justicia en forma paralela y cada cual en su


respectivo espacio o territorio. En función de este mandato, el res-
ponsable de llevar adelante el proceso de reconocimiento y respe-
to de la justicia consuetudinaria es el Poder Judicial porque tiene
que responder a su par en la administración de justicia, en los
territorios de su competencia. Esa es la razón, por la cual el Poder
Judicial tuvo que reconocer en su Plenario Nacional a la ronda
campesina, dándole el carácter de población originaria indepen-
dientemente o ligada a la comunidad nativa o campesina. Asimis-
mo, la organización de los encuentros de poblaciones vulnerables
que promueve el Poder Judicial en las diferentes cortes superiores
del país y, muy especialmente, los Congresos Internacionales de
Justicia Intercultural que organiza para convocar a los integran-
tes de la justicia especial son parte de este proceso obligado para
que ambos saberes de la justicia, el ordinario y el extraordinario,
se sientan en un solo espacio para ejercer un aprendizaje mutuo
de los códigos o sistemas de cada justicia, que les permita apren-
der lecciones recíprocas y compartir saberes y conocimientos de
acuerdo a los sistemas que cada uno implementan.
Hoy no se avanzó mucho, sin embargo, el proceso de recono-
cimiento continúa porque la comunidad sigue esperando ese res-
peto en cumplimiento de mandatos vinculantes internacionales y
nacionales. La aparición, origen y desarrollo de las rondas campe-
sinas aceleró la actitud de la justicia ordinaria para comprender y
cumplir los mandatos que le obligan a reconocer a la otra justicia.
Esto porque las rondas aparecen como movimientos más activos,
dinámicos y, con exigencia, mucho más puntuales para alcanzar
ese reconocimiento. A pesar de las dificultades, se sigue avanzan-
do, aunque el proceso es lento debido, principalmente, a la for-
mación libresca y teórica de los magistrados, cuyo aprendizaje e
integración al sistema de justicia ordinario es teórico, al margen
del desarrollo de la justicia extraordinaria, de la cual casi nunca
bebieron y valoraron en su real dimensión.

313
Orlando Velásquez

2. Proceso de incorporación y reconocimiento de la justicia


comunal, según la realidad del país
El Poder Judicial ha realizado hasta la actualidad nueve Con-
gresos Internacionales de Justicia Intercultural. El objetivo de estos
congresos es convertirlos en espacios de diálogo y coordinación en-
tre ambas justicias. Si se avanzó poco, es por las características de
la convocatoria que tienen como protagonistas a los jueces supre-
mos y superiores, y escasa participación de los líderes y autoridades
comunales o ronderas. Desde ahí, la falla se irradia al desarrollo
del evento porque el programa y el fondo de las temáticas tratadas
son conocidas por los magistrados y poco asimiladas por la justicia
especial. Estos congresos han recomendado la existencia o insta-
lación de mesas de trabajo, la escuela de formación tanto en justi-
cia ordinaria como consuetudinaria y otros niveles e instancias que
permitan acelerar este objetivo que desde hace diez años se trazó
el Poder Judicial. Esto ha permitido que el grado de comprensión
y reconocimiento se efectivice en ciertos niveles o realidades. En
la Corte Suprema, los jueces están divididos entre quienes tienen
mucha disposición para acceder y trabajar ambos sistemas y entre
quienes no solamente no aceptan a la justicia especial, sino que
hasta desconocen el ámbito de su competencia.
En las diferentes regiones del país la situación es muy dife-
renciada. En las Cortes Superiores de Lima y las principales ciu-
dades de la costa, como Tacna, Ica, Huacho, La Libertad, Piura
y Tumbes pareciera que no existe una voluntad o predisposición
para dicho acercamiento, ni mucho menos para el respeto y re-
conocimiento de la justicia comunal, salvo aislados compromisos.
Es posible que la débil influencia comunal por las mismas carac-
terísticas costeñas de estas realidades no permiten la existencia de
referentes que inclinen la balanza hacia esta situación que com-
promete al Poder Judicial. Incluso, la existencia de las poblacio-
nes aborígenes muy separadas de la ciudad u otras cruzadas con
la vida citadina impiden una clara distinción entre dos mundos
de cosmovisiones diferentes, no siendo notorio para este caso. En

314
La justicia peruana en un país multicultural

cambio, en las cortes ubicadas en la serranía del centro y del sur


del país la situación es diferente, lo mismo ocurre en las regiones
de la Amazonía, de fuerte presencia de la comunidad nativa, co-
nocida por su raigambre cultural y aborigen.
En Puno, Ayacucho y otras cortes, incluso, existen informes
fiscales, que cuando ha llegado un asunto para su investigación el
fiscal ha dilucidado la ubicación territorial y el ámbito del delito,
y más de una vez ha concluido que lo sucedido se localiza en las
zona o territorio donde ejerce jurisdicción la comunidad nativa,
por lo que ha preparado un informe deslinde, derivando la com-
petencia para su investigación al fuero consuetudinario, al haber
comprendido que a ellos les corresponde el seguimiento y la in-
vestigación, en franco reconocimiento y respeto a la jurisdicción
especial. En otros casos, igualmente, algunos jueces han recibido
quejas o solicitudes para atender el caso de justiciables, cuyo deli-
to acontece en territorio comunal y, como la comunidad ya inició
proceso o determinó la pena correspondiente, ha respetado la de-
cisión y solamente se ha limitado a coordinar con las autoridades
comunales para concordar algunas acciones o formalizaciones
que permita el respeto mutuo de ambas justicias.
Lo mismo ocurre en algunas zonas de la Amazonía peruana,
especialmente, en Loreto y Ucayali. Aquí existen periódicamen-
te encuentros y coordinaciones entre ambas justicias. Por otro
lado, cada vez hay una praxis mucho más inclusiva en torno a los
saberes y especializaciones de ambas justicias. Asimismo, a pesar
que existe un considerable rechazo del magistrado para aceptar
el fuero comunitario, también, cada vez mayor número de magis-
trados se allanan y deciden coordinar diferentes procedimientos
y casos comunes; además, que en algunos congresos se ha infor-
mado la manera cómo jueces y fiscales comparten conocimientos,
discuten procedimientos, en una voluntad manifiesta para com-
plementarse y atender la sed de justicia de las poblaciones de es-
tas zonas. No hay una tabla o estadística que arroje un resultado
mayor en el reconocimiento de la justicia especial o en el grado
de aceptación de ambos niveles de justicia; sí, en cambio, aunque

315
Orlando Velásquez

lenta, hay cada vez un mayor entusiasmo para comprender a los


dos niveles de justicia.
En las entrevistas realizadas, a propósito de la presente inves-
tigación, algunos jueces superiores describen las dificultades para
comprender los alcances de la otra justicia e, incluso, consideran
que, a pesar de su buena disposición, creen que la autoridad co-
munal no está preparada para afrontar los delicados procesos que
requiere la administración de justicia. En todo caso para ellos la
justicia consuetudinaria debe limitarse a delitos menores y cuando
exista la necesidad de asumir competencias por delitos mayores,
como secuestro, homicidio, etc., la justicia comunal debe recurrir
a los organismos oficiales o al mismo Poder Judicial o la Fiscalía
para entregar los casos para los cuales ellos no están preparados.
En suma, existe una mayor predisposición de parte del magistra-
do para aceptar la justicia consuetudinaria, pero debido a su pro-
pia formación o a las necesidades y carencias que para ellos tienen
las comunidades o rondas, definitivamente, no pueden afrontar la
rigurosidad que significa un proceso por homicidio, feminicidio,
lavado de dinero, drogas, etc. Sin embargo, el magistrado de es-
tas zonas andinas y amazónicas sí está dispuesto a dar pasos más
audaces, pero comprende que existen restricciones por la misma
redacción o lo estipulado en leyes y códigos de las diferentes espe-
cialidades que rigen en la justicia ordinaria.

3. Oficialización de las lenguas aborígenes


3.1. La lengua aborigen en la justicia ordinaria
Los organismos internacionales y los diferentes procesos
que llevaron a la necesidad de reconocer legalmente la cultu-
ra de los pueblos originarios y, muy en especial, su sistema de
justicia logró consensuar que la mayoría de países del centro y
Sudamérica son pluriculturales. Esta concepción, que en las úl-
timas décadas ganó un posicionamiento en las esferas decisorias
de estos entes, lleva a la par esta aceptación la estructuración de

316
La justicia peruana en un país multicultural

una serie de acuerdos y directivas para implementar este carác-


ter multicultural, otorgándoles un estatus especial, propio y de
respeto a su dignidad ganada en el proceso de desarrollo de su
cultura. Esta condición no solo le permitió el reconocimiento
de su cultura y en el caso específico de la justicia consuetudina-
ria practicada en sus propios territorios, sino que se legisló para
que los organismos de justicia ordinaria cuando deban juzgar a
pobladores de comunidades originarias en sus ámbitos ajenos a
ellos ejerzan un trato igualitario y distinguido, de acuerdo a su
procedencia, que incluye su idioma, su religión, su mundo de
valores, su realidad e, incluso, su nivel educativo.
En esa misma dirección, las lenguas originarias también se po-
nen en agenda al comprender que un policía, un fiscal o un juez
que interviene o procesa a un justiciable, miembro comunero,
debe tratarlo de acuerdo a su propia visión y no como se procesa
a un ciudadano que responde estrictamente a la normatividad y
a los patrones de vida urbanos y de acuerdo a lo que estipulan las
leyes de la República. Por ello, se entendió que la lengua cumple
una función primordial en el proceso de la justicia, su desarro-
llo y en la sentencia final de parte del juez. Al inicio, se miró al
quechua y al aimara como las lenguas reconocidas en el ámbito
educativo y, por lo tanto, se exige que jueces y fiscales asuman la
responsabilidad de comunicar los diferentes estadios del proceso
o de la sentencia en la lengua original o a través de comunicado-
res que puedan llevar a su comprensión en su lengua original. En
la medida en que la exigencia a los niveles de justicia se acentúa,
y el proceso educativo en el país va de la mano con la inclusión
social, otros idiomas deben reconocerse hasta entender que no
puede existir justicia ni inclusión sin que la lengua que practica
originariamente el justiciable debe ser el medio de comunicación
entre el juez y el justiciable.
Aquella constatación llevó al Congreso de la República a ex-
pedir una Ley de Lenguas, instrumento legal que se convierte en
la coronación de la reivindicación indígena, por cuanto se oficia-

317
Orlando Velásquez

lizó la inclusión y la igualdad entre justiciables costeños, andinos y


amazónicos. Esto fue posible cuando se inicia esta discusión y que,
en los últimos años, ya era una exigencia la valoración de la condi-
ción lingüística de nuestras comunidades, especialmente, nativas.
Partiendo de que el Perú es un país multilingüe y que no podía
priorizarse u obligarse a aprender otra lengua o que esta se con-
vierta en el instrumento oficial, menoscababa lo estipulado por
la Constitución Política del Perú, que expresa que el fin supremo
del Estado es la persona humana y las personas son iguales ante la
ley y tienen los mismos derechos y obligaciones. En este contexto,
esta ley se aprueba, reconociendo a las principales lenguas que
son el vehículo de comunicación de nuestros pueblos por lo me-
nos con existencia real en algún territorio de la República.
En consecuencia, la aprobación de las diferentes lenguas o
idiomas en el Perú se reconoce en la histórica Ley Nacional de
Lenguas que, incluso, en el Título II recibe la denominación de
lenguas oficiales del país, de ahí que en el artículo 4 se establece
que son lenguas oficiales: el castellano en todo el territorio pe-
ruano y, en el inciso 2, establece: el reconocimiento al achuar,
aguaruna, aimara, amahuaca, ashaninka, bora, arabela, cacataibo,
candoshi, capanahua, cashibo-cacataibo, cashinahua, chamicuro,
chayahuita, cocama cocamilla, culina, ese eja, huitoto, harakmbut,
iñapari, jacaru, jebero, machiguenga mayoruna, nomatsiguenga,
ocaína, orejón, quechua, resígaro, secoya, shipibo-conibo, taushi-
ro, ticuna, urarina, yagua, yaminahua (yora) yanesha y yine en las
zonas en que se hablen.
Asimismo, la ley estipula que no se excluye a las otras lenguas
que puedan ser descubiertas por futuras investigaciones lingüísticas.

3.2. Reconocimiento de las lenguas originarias


La implementación de esta norma no ha sido, ni aún es fácil
implementarla; sin embargo, constituye un avance extraordina-
rio que el Estado peruano haya reconocido a todas las lenguas,
a parte del castellano, que forman parte de la cultura originaria
de miles o millones de peruanos, anteriormente marginados por

318
La justicia peruana en un país multicultural

lo comunicación oficial. Lo más importante es que este recono-


cimiento lingüístico permite transparentar la administración de
justicia, permite que esta se haga más democrática y accesible a
los diferentes niveles y comprensiones de la población. A pesar de
la escasa logística para implementar lo que estipula la Ley, hemos
observado el esfuerzo que se hacen en algunas cortes y, especial-
mente, en las primeras instancias para acercar al justiciable a su
idioma y, por lo tanto, hacer que la justicia se democratice en los
sectores tradicionalmente marginados en su alcance.
No se ha tenido mayor resistencia para la implementación de
estas disposiciones que aquellas de carácter logístico para tener
los intérpretes o los medios que permitan que el juez reciba el
alegato del justiciable en su idioma e, igualmente, se le trasmita
el resultado con claridad y su nivel de comprensión. Asimismo, la
democratización lingüística, también, ha acercado a la comuni-
dad al sistema de justicia ordinario, en la medida en que ha com-
prendido que se le ha tomado en cuenta y se ha resuelto el viejo
problema de utilizarlo, por cuanto nunca comprendió la dimen-
sión de la sanción que en algún momento se le pudo imponer.
Este reconocimiento va más allá del espacio de la justicia,
puesto que representa una educación inclusiva y los accesos a la
economía, al mercado, a la relación comunitaria y finalmente la
apertura de posibilidades para llegar al intercambio y a la incorpo-
ración consciente de aquellos factores o fortalezas que permitan
incrementar los niveles de productividad en el campo y establecer
las alianzas necesarias. Asimismo, le permite llegar a los organis-
mos del Estado, facultados para ofrecer otras condiciones y ayu-
das para la atención de las principales necesidades de la pobla-
ción. La implementación de políticas sociales fue más accesible,
en cuyo proceso la creación de la Universidad Intercultural en la
Amazonía peruana representa las nuevas oportunidades para es-
tas poblaciones en su dura batalla para lograr una vida digna para
sus pueblos y su descendencia.

319
Orlando Velásquez

Figura 1
Familias lingüísticas y
pueblos indígenas de la Amazonía Peruana

N.° FAMILIAS LINGÜÍSTICA PUEBLO INDÍGENA OTRAS DENOMINACIONES

I Arawa 1 Culina Madija, Kolina, Madiha


2 Yánesha (Amuesha) Amage, Amuexia
3 Asháninka Campa Asháninka
4 Ashéninka Asháninka del Gran Pajonal
5 Caquinte Kakinte, Poyenisati
6 Chamicuro Camikódlo, Cahmicolos
7 Iñapari Inamari, Inapari, Kushitireni
II Arawak
8 Machiguenga (Matsigenka) Matsiganga, Matsiguenga
9 Nanti Matsigenka
10 Nomatsiguenga Atiri, Nomachiguenga
11 Mashco-Piro
12 Yine(Piro) Chotaquiro, Pira, Piro, Simirinche
13 Resigaro Resigero
III Bora 14 Bora (Bóóraa) Booraa, Miamuna, Miranha, Miranya
15 Shawi (Chayahuita) Campo Piyapi, Chayawita, Tshahui
IV Cahuapana
16 Shiwilu (Jebero) Jebero, Shiwila, Xebero
17 Candoshi (Kandozi) Kandoshi
V Candoshi
18 Sahpra (Chapara) Chapra
19 Amarakaeri
20 Arazaire Arasaeri
21 Harakmbut Kisamberi
VI Harakbut 22 Huachipaire
23 Pukirieri
24 Sapiteri
25 Toyoeri
26 Andoque
VII Huitoto 27 Huitoto Murui-Muinani
28 Ocaina Dukaiya, Dyo’xaiya
29 Achuar Achual, Achuale, Achuare
VIII Jibaro 30 Awajun (Aguaruna) Aents, Aguaruna
31 Wampis (Huambisa) Huambisa, Shuar-Suampis
32 Amahuaca Amin Waka, Yora
IX Pano 33 Capanahua Kapanawa, Buskipani, Nuquencaibo
34 Cashinahua Caxinahua, Huni Kuin, Kachinahua

320
La justicia peruana en un país multicultural

N.° FAMILIAS LINGÜÍSTICA PUEBLO INDÍGENA OTRAS DENOMINACIONES

35 Chintonahua Murunahua, Yora


36 Isconahua Isconawa, Iskobakebo
37 Kakataibo Uni, Unibo
38 Marinahua Onocoin, Yora
39 Mastanahua Yora
40 Matsés (Mayoruna)
41 Morunahua
42 Nahua Yora
43 Sharanahua Onicoin, Yora
Chioeo-Conivo, Joni, Shipibo, Shipibo-
44 Shipibo-Conibo
Konibo
45 Yaminahua Jjamimawa, Yora, Yuminahua

X Peba Yagua 46 Yagua Nihamwo, Yihamwo

Los pueblos quechuas no tienen otras


denominaciones, más si un conjunto de
47 Kichwa Lamas (Quechua) identidades, entre las que se encuentran:
Cañaris, Chankas, Chopccas, Huancas,
Huaylas, Kana, q’eros
XI Quechua
48 Kichwa Napo (Quechua)

49 Kichwa no especificado

50 Kichwa Pastaza (Quechua)

XII Shimaco 51 Urarina Itucali, Itukale, Kacha Edze

XIII Tacana 52 Ese Eja Ese’ejja, Huarayo, Tiatinagua

XIV Ticuna 53 Ticuna Duuxugu, Ticuna

54 Mae Juna (Orejón) Maijiki, Maijuna


XV Tucano
55 Secoya Aido pai

Cocama-Cocamilla
56 Xibitaona
(Kukama-Kukamiria)
XVI Tupi-Guarani
57 Omagua Ariana, Omagua Yeté, Pariana, Umawa

58 Arabela Chiripuno, Ikitu, Quiturran

XVII Záparo 59 Iquito Amacacore, Ikitu, Quiturran

60 Taushiro

Fuente: Directorio 2016 de Comunidades Nativas del Perú. SICNA - Instituto del Bien Común.

321
Orlando Velásquez

4. El nuevo magistrado en el espacio comunal


4.1. El magistrado en el espacio geográfico
Se ha dado cuenta anteriormente de las discrepancias aún bas-
tante significativas entre los ámbitos jurisdiccionales de la justicia
ordinaria y la consuetudinaria. La colisión de ambos sistemas, hasta
hoy, se aprecia en el ámbito limeño donde se ubican las instancias
supremas y los principales niveles del sistema de justicia nacional.
Igual ocurre en las regiones costeñas, especialmente, de Piura,
Lambayeque, La Libertad, Lima Norte, Lima, Ica, Tacna, que si
bien es cierto algunas de ellas tienen configuraciones geográficas
bañadas por los Andes, en general, su mayor carga la tienen en
la costa. Aquí al igual que en la realidad anterior la colisión entre
ambas justicias es evidente. Pese a ello, las zonas intermedias entre
la costa y el ande, el enfrentamiento ya es notorio, debido a que la
tradición cultural de ambas zonas no tiene muchos aspectos comu-
nes, ni lazos ancestrales muy definidos que puedan constituirse en
el cordón umbilical para un entendimiento más sostenido.
Lo contrario sucede, como ligeramente señalamos anterior-
mente, en las regiones andinas del sur y del centro del país. Aquí,
especialmente, en Puno, Cuzco y Ayacucho la relación se va con-
virtiendo en un acercamiento, teniendo el lazo unificador en la
tradición cultural que se impone para la ciudad y el ande. El celo
inicial, poco a poco, se va diluyendo, un tanto por la presencia
muy fuerte de las poblaciones y la cultura aimara, quechua y po-
blaciones originarias, encontrándose muchas veces con actores de
la justicia ordinaria que tiene la misma procedencia o en los actos
del proceso judicial se asoman esos patrones que permiten evaluar
comportamientos similares como precedentes para los casos que
siguen o que son tratados en este contexto. Por otro lado, la reac-
ción inicial de los magistrados que provienen de la capital u otras
zonas distantes de la idiosincrasia de los pueblos andinos va gene-
rando un cambio en su conducta, a medida que la realidad se aso-
ma por encima de la interpretación literal de códigos, sentencias,
precedentes y todo aquello que responde a una realidad distinta y

322
La justicia peruana en un país multicultural

que obliga a ambos sistemas a mirarse, respetarse y promover a sus


actores a procedimientos de acuerdo a esa misma situación. Esa
misma dirección han seguido las regiones de Loreto, Ucayali, San
Martín, Madre de Dios, ubicadas en la Amazonía peruana, cuyo
contacto entre ambos sistemas fue variando de la tirantez inicial al
acercamiento posterior, producto del encuentro de los dos mundos
culturales que corresponden a ambos sistemas de justicia.
En los últimos años, el Poder Judicial a través de las Cortes
Superiores ha promovido congresos, encuentros, talleres intercul-
turales. El Congreso Internacional de Justicia Intercultural que ha
desarrollado el Poder Judicial en las Cortes Superiores y, muy en
especial, en las sedes de las cortes sureñas ha promovido un mayor
acercamiento y la participación amigable de los representantes y
autoridades de la justicia comunal, que después de muchas déca-
das han asumido que existen algunos sectores de la magistratura,
que han comprendido la dimensión de su presencia en la admi-
nistración de la justicia comunal. Los encuentros para el trata-
miento de poblaciones vulnerables, en respuesta al mandato de la
Convención de Brasilia, cuyas cien reglas de actuación del sistema
judicial para con las poblaciones que requieren un tratamiento
especial han promovido esta misma participación. Igualmente, ha
sensibilizado y acercado al juez a estos sectores comunales, orga-
nizando conjuntamente conferencias, talleres y concurridas ferias
de exposición del trabajo de proyección comunal que hacen los
magistrados en esas poblaciones y la respuesta igualmente de ellas
tanto a la invitación como al compromiso con los contenidos y la
nueva política de acercamiento con la población.
Un factor muy importante en este proceso de sensibilización
y hasta toma de conciencia de la magistratura se ha producido
cuando las organizaciones de las comunidades nativas, campesi-
nas, ronderas han exigido un trato justo y una respuesta al per-
manente reclamo de respeto a su fuero consuetudinario. De la
misma forma, las peticiones permanentes, que se traducen en
propuestas parlamentarias, reclamos ante el Poder Ejecutivo, Ju-

323
Orlando Velásquez

dicial, así como las expresiones de protesta que cada vez se han
hecho más frecuentes ante el abandono del Estado y la incursión
de empresas transnacionales, que con el pretexto de fomentar
la colonización o el aprovechamiento de los recursos han depre-
dado sus bosques, tierra y agua, han permitido mayores niveles
organizativos en estos actores que reclaman su reconocimiento.
Las movilizaciones, paros y el impacto de conflictos y acciones de
fuerza como el Baguazo, el Aymarazo y las constantes huelgas y pa-
ralizaciones por los casos de la defensa de los Páramos de Huanca-
bamba, Yanacocha, Conga, Ilabe, Andahuaylas, los movimientos
contra las petroleras en la Amazonía y, últimamente, el conflicto
de Tía María, entre otros, ha generado una mayor discusión en el
tratamiento de esta problemática. La justicia ordinaria ha mirado
y evaluado con mucho tino la aplicación estricta de sus códigos
y legislación para casos especiales. El tratamiento a la población
comunera de Bagua y demás poblaciones amazónicas, ante la
muerte de policías y campesinos, ha repercutido en el cambio de
concepción de la magistratura respecto a esta realidad.
Asimismo, otro de los aspectos que muestran el cambio en la
mentalidad del magistrado que ejerce sus funciones en estas juris-
dicciones es el cada vez más notorio arraigo que se ha producido
en ellos en relación con el territorio comunal: muchos nuevos
magistrados son de la zona, quechuahablantes o aimarahablantes,
otros han constituido familias en la zona, otros han hecho raíces
con relaciones de propiedad (inmobiliaria), de parentesco y, muy
especialmente, con la tradición cultural a través de sus festivida-
des cívicas, religiosas, ceremoniales. De tal manera, que el arraigo
con la comunidad andina, altoandina y amazónica es más eviden-
te en estas regiones del Perú.
En el recorrido realizado en el proceso de esta investigación
y en las entrevistas tanto a los actores desde la justicia ordinaria
como a los líderes comunales y ronderos, se aprecia, por un lado,
su aún fuerte rechazo al ordenamiento oficial nacional y al maltra-
to de estas poblaciones, al escuchar de ellos acusaciones frecuen-
tes, generalmente, a la marginación de sus pueblos en los aspectos

324
La justicia peruana en un país multicultural

económicos y servicios de salud, educación, y en esta dimensión


están inconformes con la falta de respeto para no implementar el
mandato constitucional para la coordinación de ambas justicias,
los procesos y condenas a sus líderes por ejercer justicia en sus ju-
risdicciones o por reclamar la defensa de su territorio. Sin embar-
go, se muestran relativamente satisfechos porque cada vez jueces y
fiscales, de los niveles superiores, especializados y de primera ins-
tancia van comprendiendo y respetando su espacio. De tal mane-
ra, que en algunos distritos coordinan y se ponen de acuerdo para
el tratamiento del delito. Incluso, como se ha demostrado en otro
capítulo, hay informes o sentencias que consideran y respetan el
territorio comunal, su jurisdicción y la naturaleza del justiciable
que proviene de estos pueblos originarios.
En algunos eventos e, incluso, ceremonias de la Fiscalía o del
Poder Judicial es notorio el peso de la tradición cultural, donde la
danza, los simbolismos mágico-religiosos, el pagapo o tributo a la
tierra, al sol y a la luna, se convierten en el eslabón sobre el cual
empieza a erigirse una cultura judicial común entre los pueblos
antes territorialmente divididos, pero que la cultura y sus símbo-
los se han impuesto para alcanzar la ansiada convivencia. Pare-
ciera que en algunas provincias y distritos, donde el juez de paz
prácticamente es un comunero más, la cosmovisión andina, que
responde al pensamiento y a las aspiraciones de sus pueblos, se ve
reflejada en su vida de relación, que tiene en el ordenamiento,
que propicia el sistema judicial, ese punto unificador que se es-
pera que en las próximas décadas se imponga en todo el país, en
esa ruta para construir una sola Nación, ya que el Estado peruano
solo puede aspirar a consolidar sus proyectos y la construcción de
un país moderno, cuando todas las nacionalidades se integren en
la gran Nación peruana.

4.2. La lengua nativa


Uno de los problemas más visibles para el sistema de justicia
nacional es el maltrato a las poblaciones indígenas y, en general,
aquellas que por su vulnerabilidad no recibían una atención equi-

325
Orlando Velásquez

parable a los demás justiciables. En los procesos judiciales o en


los informes y sentencias, siempre tuvieron la gran limitación del
idioma, pues, como se ha precisado anteriormente, las nacionali-
dades o comunidades originarias tuvieron su propio idioma, que
desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad es su vehículo de
comunicación e integración de su población o de su mancomu-
nidad natural. Un proceso judicial en castellano, con fiscales y
jueces que se comunican en este idioma, con testigos y demás ope-
radores de justicia que igualmente lo hacen, dejan desamparada
a la persona que no responde a este idioma oficial. Fue una larga
discusión y exigencia de juristas, gobernantes, políticos, intelec-
tuales, especialmente, indigenistas que reclamaron la solución a
este problema lingüístico que, en suma, deja al margen y sin de-
fensa a los actores comunales que deben afrontar estos procesos.
Como se ha señalado, esta larga disputa para incorporar el
idioma como parte de los derechos del ciudadano trajo como re-
sultado la incorporación gradual de leyes y directivas de recono-
cimiento de esta realidad. Los foros internacionales desde hace
varias décadas reconocieron los derechos de los pueblos indíge-
nas y obligaron a los países miembros a ese reconocimiento. En
el país, a la acción inicial de considerar al quechua como idioma
oficial en la década del 70; luego, los aimaras también exigieron
el mismo trato. En esa misma dirección, otros grupos nativos e
indígenas alcanzaron el reconocimiento de sus lenguas. La Ley
N.° 27818, de lenguas originarias, es la culminación de un proceso
inclusivo de las nacionalidades nativas en el proyecto para alcan-
zar la incorporación de ellas a la Nación peruana o, como dicen
algunos autores, la integración al Perú oficial.
En la administración de justicia el problema fue más com-
plicado. En el Perú estamos acostumbrados a que muchas veces
promulgamos leyes, pero no proyectamos los mecanismos para su
implementación. Igualmente, no consideramos el financiamiento
y la logística necesaria para hacer cumplir una norma. En Fiscalías
y Juzgados nunca se tuvo el presupuesto debido para la imple-

326
La justicia peruana en un país multicultural

mentación de lingüistas o traductores que posibiliten el acceso


de la población a la justicia en igualdad de condiciones, creando
la base para la comunicación en su idioma. Existen al respecto
infinidad de casos en los cuales el magistrado no habla su idioma
originario y, ante la nueva exigencia de contar traductores de la
lengua nativa, muchas veces contrata personal externo, que no
necesariamente es abogado, habiendo encontrado gruesas fallas
en la comunicación y comprensión de la defensa y la actitud o
decisión que toma el juez o fiscal.
En algunas oportunidades, en el trabajo de campo realizado
se escucharon quejas, que el magistrado para cumplir con esta
exigencia contrataba a cualquiera, sin ningún criterio de selec-
ción. Incluso, se denunció que algunas veces se utilizaba el servi-
cio del guardián, el chofer o el personal de servicio que hablaba
la lengua aborigen. Pero resultaba que algunas veces esas perso-
nas estaban comprometidas con una de las partes, tenían rencillas
con el acusado por lo que influían negativamente ante el magis-
trado, ya sea para llevar la opinión o la defensa o en la entrega de
información que requería aquel para la redacción del informe o
sentencia. Todos estos episodios constituyen la realidad que se ha
vivido y que hasta hoy se practica en perjuicio de esta población.
En esta situación, el Consejo Nacional de la Magistratura, a
partir del 2017, modificó su reglamento: que los magistrados de
los lugares con fuerte arraigo comunal y con predominancia de
una lengua aborigen deben hablar el idioma preponderante del
territorio donde se ubica la Fiscalía o Juzgado. Esto sumado a las
directivas que el Poder Judicial establecía en estas zonas en la úl-
tima década, así como la sensibilización de este problema, han
generado que en algunos lugares el proceso judicial se desarrolle
en la lengua original. Es indudable que los quechuas y aimaras,
protagonistas de una larga lucha para la atención a su realidad lin-
güística, tomaron la vanguardia y lograron un mejor tratamiento
lingüístico. Algunos jueces, fiscales, secretarios judiciales trabaja-
ron sus procedimientos en esos idiomas. Hoy se está procediendo

327
Orlando Velásquez

con ese nuevo elemento en varias provincias de algunas Cortes


como Puno, Cerro de Pasco, los cuales han recogido este aporte.
En el último Congreso Intercultural se presentaron las dos
primeras sentencias en quechua y aimara, lo cual motivó a los ma-
gistrados presentes y la respuesta de gratitud e identidad de las
autoridades y dirigentes de las comunidades nativas, campesinas
y de las rondas campesinas. Los magistrados supremos y superio-
res invocaron a sus instancias correspondientes a sumarse a este
esfuerzo de democratización de la justicia, invitando a seguir este
ejemplo, abriendo así el camino irreversible para alcanzar la jus-
ticia inclusiva, que siempre reclamaron los pueblos originarios en
concordancia con los organismos internacionales.

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La justicia peruana en un país multicultural

SENTENCIA EN QUECHUA

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SENTENCIA EN AYMARA

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4.3. Disposiciones fiscales


En el proceso de reconocimiento de la justicia comunal, se ha
establecido que, a diferencia de la capital de la República y las ca-
pitales regionales y hasta provinciales, en algunas regiones o pro-
vincia se ha producido una interacción real entre ambas justicias.
Jueces y fiscales han comprendido que el conjunto espacial de su
jurisdicción es una sola realidad y, por lo tanto, el reconocimiento
es mutuo, así como su aprendizaje. Asimismo, han comprendido
que la convivencia entre los pueblos y el respeto de los derechos
ciudadanos pasa por establecer un marco de entendimiento y de
reciprocidad que permita que cada uno de los sistemas se inte-
rrelacione, se apoye y se busque los aspectos comunes, así como
la complementariedad para tener un resultado más predictible
y que satisfaga a los integrantes de la comunidad. Esto es, que al
margen de algunos sectores de la magistratura que por sus pro-
pias concepciones y su formación al margen de la realidad donde
desarrolla su actividad, les impide comprender que así como se
exige arraigo en el proceso judicial en alguna etapa, también, el
fiscal o el juez deben tener arraigo en el territorio donde ejercen
la administración de justicia, para ejercer su función en base al
conocimiento del lugar donde debe desempeñar sus funciones.
Es muy importante el comportamiento que han asumido al-
gunos magistrados en el tratamiento de las poblaciones nativas
y campesinas. Además de la comprensión que la comunicación
a través del idioma posibilita un mejor acceso a la justicia, la cla-
ridad en los fallos o sentencias, también hemos observado cómo
algunos fiscales han logrado reconocer la competencia comunal,
en sus informes y decisiones, cuando se trata de asumir la investi-
gación en el territorio y jurisdicción de la justicia consuetudina-
ria. En el trabajo de campo, se conversó con algunos fiscales, quie-
nes expresaron su satisfacción, cuando al evaluar el expediente
de algunos casos judiciales, acusaciones de delito o de otro tipo
de faltas comprobaron que el acusado o justiciable correspondía
al territorio comunal y coordinan con los operadores de justicia

349
Orlando Velásquez

nativos o, en otros casos, respetan sus procedimientos y los avalan,


para evitar paralelismos, mucho más cuando el caso ameritó que
haya sido tratado en ese nivel.
En las siguientes líneas, consignamos el caso de un informe, en
el cual el fiscal provincial titular de la provincia de Chanchamayo
emite un informe aleccionador, donde fundamenta su motivación
en la doctrina grecorromana, el mandato constitucional, el esta-
tuto de la comunidad nativa de los yaneshas, así como el Acuerdo
Plenario de la Corte Suprema, referido a las rondas campesinas y al
derecho penal, para concluir con una extraordinaria visión de su
realidad intercultural. En su informe plantea la prevalencia de los
sistemas normativos de las comunidades nativas, por lo que el trata-
miento del delito que es materia de evaluación y por pertenecer el
acusado al espacio de esa jurisdicción comunal, los hechos deben
ser tratados a partir de los patrones culturales de los protagonistas
comprometidos en los hechos materia de controversia.
En esa dirección, el señor fiscal de esta provincia amazónica
emite este informe que se ha convertido en la ruta a seguir para
el reconocimiento de la justicia consuetudinaria, que de ninguna
manera constituye una acción ilegal, ni mucho menos el aparta-
miento del magistrado de su función en la administración de justi-
cia. Es el justo valor de los procedimientos y ubicación objetiva en
la realidad donde corresponde desempeñarse al magistrado. Ade-
más, este informe se convierte en una pieza jurídica ejemplar, que
posteriormente se expuso en el VIII Congreso Internacional de
Justicia Intercultural que celebró la Corte Suprema en Ayacucho,
el cual gozó del reconocimiento de jueces y fiscales, además de la
satisfacción de los operadores de la justicia comunitaria y ronde-
ra, que encontraron un modelo o piloto extraordinario para inte-
rrelacionarse entre los dos sistemas de justicia. A continuación, el
informe fiscal de Chanchamayo

350
La justicia peruana en un país multicultural

INFORME FISCAL DE CHANCHAMAYO, LA MERCED

Del pronunciamiento fiscal


5.1. Debe tenerse en cuenta que la obligación del fiscal es
asegurarse que toda investigación conducida por él contenga
causa probable de imputación penal, es decir, solo debe po-
ner en marcha el aparato jurisdiccional ante la existencia de
suficientes elementos de convicción, la realidad y certeza del
delito y la vinculación del imputado con el ilícito penal.
5.2. Análisis antropológico-jurídico de lo investigado
El Perú por mandato constitucional es un país pluricultural,
multicultural, plurilingüe, multinacional, en el que coexisten
una diversidad de sistemas normativo, entre ellos el sistema
normativo de la Nación, que está compuesto por totalidad
de las normas jurídicas positivizadas, es decir, escritos. Junto
a ellos existe una diversidad de normas jurídicas no escritas,
pero sí muy flexibles propias de organizaciones sociales, que
son, generalmente, pueblos originarios.
Los pueblos originarios existen desde antes de la invasión
castellana y tienen sus propias características cosmovisio-
nales que son fundamento de su sistema normativo. Como
bien sabemos, todos los pueblos desde sus orígenes han de-
sarrollado sistemas normativos con los cuales poder regular
su convivencia y total armonía con el medio que los rodea,
llegando a algunos procesos como forma de armonización
naturaleza-ser humano.
Cosmovisionalmente, el ejercicio de la fuerza física como
instrumento de control social, de resolución de conflictos.
La seguridad colectiva y la convivencia armoniosa tienen dos
vértices: a) en la cosmovisión greco-romana-germana, esa
fuerza constituye cuando es legal en una forma de violen-
cia formal estatal (torturas en la edad del oscurantismo; las
torturas permitidas en algunos regímenes totalitarios en este

351
Orlando Velásquez

siglo; privación de la libertad; secuestros políticos; etc.); por


otro lado, tenemos b) la cosmovisión de las sociedades holís-
ticas, esa fuerza es un modo de restablecimiento a la armonía
colectiva que se ha practicado con autonomía desde antes
de la invasión castellana, y sobrevive hasta nuestros días. Así,
tenemos: los chinchilcos al sur de la ciudad de Huancayo; las
festividades en navidad en Chumbivilcas y la armonización
de los recién casados en la ciudad de Lamas (Los huacones
en mito) entre otras a nivel nacional.
El Estatuto de la comunidad nativa Alto Yurinaki «Nación Yanes-
ha», positivizada en agosto del 2014, es un documento norma-
tivo que conocen los miembros de tal pueblo originario, pero
son normas jurídicas de cumplimiento obligatorio por su tras-
misión oral y su permanente necesidad de vivir en armonía.
En todos los congresos internacionales sobre pluralismo
jurídico organizados por el Poder Judicial se está constru-
yendo la ideología de igualdad y respeto a otros sistemas
jurídicos pertenecientes a pueblos originarios. Siendo así es
de aplicación lo previsto en el inciso 19, del artículo 2, de la
Constitución Política del Perú, en donde todo peruano tie-
ne derecho a su identidad étnica y cultural. Así, también, lo
establecido en el artículo 89 y 149 de la Constitución Políti-
ca del Perú y la Declaración de los Derechos de los Pueblos
Indígenas de la ONU.
El Acuerdo Plenario N.° 01-2009/CJ-116 asunto: Rondas cam-
pesinas y derecho penal, de fecha 13 de noviembre de 2009,
en su fundamento: «[…] 13. El derecho a la identidad cultu-
ral y al ejercicio de funciones jurisdiccionales conforme al de-
recho consuetudinario está, pues, limitado a las reservas que
dimanan del propio texto constitucional y de su interrelación
con los demás derechos, bienes e intereses constitucionalmen-
te protegidos. Así las cosas, los alcances de un tipo legal pue-
den restringirse en dos casos (René Paul Amry. Op. cit., p. 97):
a) cuando la interpretación de los elementos normativos del

352
La justicia peruana en un país multicultural

tipo lo permita (interpretación del tipo conforme a la Consti-


tución); b) cuando sea aplicable una causa de justificación, en
especial la prevista en el artículo 20.8 del Código Penal —en
adelante, CP—, cumplimiento de un deber o en el ejercicio
legítimo de un derecho. Lo expuesto guarda coherencia con
el alcance del fuero comunal rondero. Desde el primer caso
—supuesto de atipicidad de la conducta— se descarta de pla-
no, por ejemplo, el delito de usurpación de funciones (art.
361 del CP) en la medida de que el rondero actúa en ejercicio
de la función jurisdiccional comunal constitucionalmente re-
conocida y garantizada. También, se rechaza liminarmente la
imputación por delito de secuestro (art. 152 del CP), puesto
que el rondero procede a privar la libertad como consecuen-
cia del ejercicio de la función jurisdiccional, detención coerci-
tiva o imposición de sanciones […]».
Que, si bien es cierto, los agraviados denunciaron ante este
despacho fiscal por la figura de tortura, es de verse lo ya ma-
nifestado que la conducta de los imputados como miembros
de una comunidad nativa regida por sistemas normativos que
prevalecen sobre normas oficiales positivizadas.
Se ha llegado a conclusiones en la presente investigación,
pues, son los propios agraviados quienes han colmado la pa-
ciencia de los integrantes de la comunidad con actos hostiles
y repetitivos desde hace varios años, tal como consta de las
actas de reuniones de la comunidad, en el cual ponen de
conocimiento el actuar de los agraviados como conjunto (fa-
milia), catalogándola como una familia conflictiva, contaria
a una visión total armonizadora que es el fin de una comu-
nidad, así como la fraternidad desde tiempos inmemorables.
Es por ello que al romperse las relaciones de armonía se re-
curre como fuente no como violencia estatal, sino como una
fuente de armonización entre la comunidad y las personas
que destruyen esa armonía con fuerza física, pero no con el
ánimo de encaminar la conducta mal direccionada hacia el
norte correspondiente. Es por ello que a los agraviados Ángel

353
Orlando Velásquez

Raúl Rivas Vargas y Raúl Rivas Vera, como es de verse de sus


certificados médicos, estas lesiones no superan los diez días,
sino que se mantienen en el imperio de faltas contra per-
sona, que, por otro lado, los mismos agraviados reconocen
que han sido expuestos a la picadura de hormigas o llamada
tangarana, tal como lo establece el estatuto de la comunidad
nativa, siendo ello corroborado por los imputados quienes
manifestaron que, si bien es cierto estos agraviados fueron
expuestos a esta, también es de verse que este proceso es para
restablecer la armonía social.
Finalmente, con respecto al delito de tortura conforme a las
lesiones que presentan los agraviados Marleny Angela Poma
Rivas, Edovisa Vera Chuquillanqui, Gladys Janeth Rivas, Alfre-
do Williams Rivas Vera, Luis Alberto Velásquez Rivas, si bien
es cierto algunos de ellos presenta lesiones, otros no se pre-
sentaron a su cita como obran de los certificados médicos le-
gales, es de verse de la investigación que estas personas no
han sido torturadas como supuestamente lo hacen ver su de-
nuncia, sino que las lesiones que presentan se deben a la re-
presión y la defensa posesoria que estos hacían de su terreno,
el cual fue perturbado por los denunciados, quienes llegaron
armados con palos con intención de capturar a los agravia-
dos Ángel Raúl Rivas y Raúl Rivas Vera, y al salir en defensa
de estos han recibido en el intercambio de palabras, también
golpes en agravio de su integridad, que, por otro lado, si bien
es cierto, presentan lesiones, estas serán consideradas como
agravantes del delito de usurpación agravada de la cual se des-
prenderá la siguiente investigación para dar pase a la otra.
Con respecto al delito de secuestro en agravio de Ángel Raúl
Rivas y Raúl Rivas Vera, si bien es cierto, los agraviados fueron
amarrados a un poste de luz por espacio de varias horas, tam-
bién es cierto que los denunciados actuaron en conformidad
a sus normas jurídicas, en el sentido que los agraviados ha-
bían realizado destrozos de tubos y cables de la propiedad de

354
La justicia peruana en un país multicultural

la persona de Víctor Lloclla. Asimismo, habían agredido a las


autoridades de la comunidad, lo cual creó una animadver-
sión y rechazo por toda la comunidad, quienes cansados de
la actitud de los agraviados es que fueron llevados, juzgados
y sancionados conforme a las normas de la comunidad con
el fin de llegar a una armonización, siendo así el punto de la
misma acta de entrega de estas personas a la Policía Nacional
del Perú para su definitiva expulsión de la comunidad; que,
por otro lado, tenemos el Acuerdo Plenario N.° 01-2009/
CJ-116, por lo que no se puede imputar delito de secuestro
cuando estas comunidades y/o rondas actúan dentro de sus
funciones de resolución de conflictos.
Con respecto al delito de usurpación, se ha podido recabar
elementos reveladores que hacen presumir la configuración
del delito materia de denuncia; por ello, es menester conti-
nuar investigando por el delito de usurpación agravada.
Ante lo expuesto, se debe tener presente lo establecido en el
inciso 1 del artículo 336, del Código Procesal Penal, el mis-
mo que prescribe «para la formalización y continuación con
la investigación preparatoria es requisito indispensable que de
la denuncia (verbal o escrita), informe policial o diligencias
preliminares aparezcan indicios reveladores de la existencia de
un delito, que la acción penal no haya prescrito y que se hayan
individualizado e identificado a los presuntos imputados». Te-
niendo que en el caso de autos no existen elementos de con-
vicción para enervar responsabilidad en los denunciados, por
lo que debe procederse a archivar la presente investigación y
continuar con la indagaciones para la identificación respectiva.
5.3. Plazo para solicitar la elevación de actuados: Que, con
fecha 14 de marzo de 2014, el Tribunal Constitucional ha
emitido sentencia en el Expediente N.° 2445-2011-PA/TC,
mediante la cual señala, considerando noveno: «[…] Con
la regulación del Nuevo Código Procesal Penal y el nuevo
diseño de la Investigación Preparatoria, la posibilidad de

355
Orlando Velásquez

cuestionamiento de las decisiones fiscales fue recogida a


través del inciso 5, del artículo 334, de dicho cuerpo legal,
al disponerse lo siguiente: El denunciante que no estuviese
conforme con la disposición de archivar las actuaciones o
de reservar provisionalmente la investigación requerirá al
fiscal, en el plazo de cinco días, eleve las actuaciones al fis-
cal Superior […]. En tal sentido, el operador debe aplicar
la norma que otorgue una mayor tutela al referido derecho
[…]». Así, tenemos que en el caso que el denunciante no
esté de acuerdo con la disposición de archivo podrá recu-
rrir en queja ante el fiscal superior dentro del plazo de cin-
co días contados desde su notificación.
Por lo que, estando al contenido de los considerandos prece-
dentes, este despacho, conforme a las atribuciones conferidas
mediante la Ley Orgánica del Ministerio Público, Decreto Le-
gislativo N.° 052, y en aplicación del artículo 334, inciso 1, del
Código Procesal Penal:

SE DISPONE
PRIMERO: Declarar que NO PROCEDE FORMALIZAR
NI CONTINUAR CON LA INVESTIGACIÓN PREPARA-
TORIA en contra de Jorge Moisés Salvatierra Machari; Paul
Quinchuya López; Florencio Hoyos López; Víctor Lloclla
Aguilar; Joel López Quinchuya, Imer Ascencio Dionicio; Fer-
nando López Gaspar y Mesías López Gaspar, por el delito con-
tra la humanidad en la modalidad de tortura, tipificado en el
artículo 321, segundo párrafo, inciso B, del Código Penal, en
agravio de Ángel Raúl Rivas y Raúl Rivas Vera, Marleny Ange-
la Poma Rivas; Edovisa Vera Chuquillanqui; Gladys Janeth Ri-
vas; Alfredo Williams Rivas Vera; Luis Alberto Velásquez Rivas.
SEGUNDO: Declarar que NO PROCEDE FORMALIZAR NI
CONTINUAR CON LA INVESTIGACIÓN PREPARATORIA
en contra de Jorge Moisés Salvatierra Machari; Paul Quinchuya
López; Florencio Hoyos López; Víctor Lloclla Aguilar; Joel
López Quinchuya; Imer Ascencio Dionicio; Fernando López
Gaspar; David Crispín Santiago; Fernando López Gaspar y Me-

356
La justicia peruana en un país multicultural

sías López Gaspar, por el delito contra la libertad en la moda-


lidad de secuestro, tipificado en el artículo 152, del Código
Penal, en agravio de Ángel Raúl Rivas y Raúl Rivas Vera.
TERCERO: Con respecto al delito de usurpación agravada,
resérvese el pronunciamiento respectivo hasta que la presen-
te quede consentida o ejecutoriada.
NOTIFÍQUESE a las partes el contenido de la presente Dis-
posición; asimismo, en caso de no poder realizar la notifica-
ción mediante cédula, cumpla el asistente notificar la misma
mediante edicto.
JORGE LUIS MUCHA PALOMINO
Fiscal Provincial Titular
Segunda Fiscalía Provincial de Chanchamayo

5. El Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y la de-


mocratización de la justicia
La historia del sistema de justicia en el Perú ha seguido cami-
nos muy distantes unos de otros, desde las históricas resoluciones
de las Cortes de Cádiz, las Leyes de Indias, los Decretos Virreinales,
disposiciones de encomiendas, repartimientos. La organización
de la justicia, las leyes y los decretos, a partir de la instauración de
la República, que tiene como columna vertebral la Constitución
Política del Perú, la misma que ha sido cambiada a lo largo de pe-
riodo republicano y todas las instituciones creadas, precisamente,
para consolidar el Estado de derecho que manda el nuevo orde-
namiento del Estado peruano. En el centro de este proceso están
los magistrados, los jueces para desarrollar los diferentes niveles
del proceso judicial, la implementación de las Fiscalías a través
del Ministerio Público, las Procuradurías y el mismo sistema po-
licial que también ha pasado por diferentes cambios, son parte
del natural proceso para garantizar el ordenamiento jurídico y el
resguardo de los derechos de los ciudadanos. Mención especial
corresponde a los mecanismos o procedimientos que las leyes en
este largo proceso han instituido para designar o nombrar jueces,
fiscales, procuradores, defensores públicos.

357
Orlando Velásquez

Ponemos la atención en las últimas décadas, cuando jueces y


fiscales eran nombrados por el Congreso de la República, que ge-
neraba una situación especial, porque para tener el aval y la carta
de entrada a la magistratura se debía tocar las puertas de los par-
tidos políticos. Es una larga historia de componendas, designacio-
nes partidarias, cuotas de poder y la mayor o menor promoción
de magistrados en las instancias judiciales o de la Fiscalía, según la
presencia del partido político en el Parlamento Nacional o en el
Poder Ejecutivo. En este trabajo no vamos a señalar comportamien-
tos ni resultados sobre el particular. Nos importa señalar, que hasta
la última década del siglo xx, la justicia peruana tuvo un alto nivel
de politización, teniendo su punto de origen en el nombramiento
de los magistrados y, muy especialmente, de los niveles supremos.
La Constitución de 1993 creó el Consejo Nacional de la Magistratu-
ra como órgano independiente del poder político, facultado para
nombrar o seleccionar jueces y fiscales, ratificarlos cada siete años,
evaluando su conducta y su producción, así como la facultad para
separar o destituir a los magistrados, previo proceso disciplinario.
El Consejo Nacional de la Magistratura estuvo integrado por
siete miembros: un representante elegido por la Sala Plena de
la Corte Suprema; un representante de la Fiscalía de la Nación,
elegido por la Junta de Fiscales Supremos; un representante de
los Colegios de Abogados a nivel nacional, elegido en elecciones
universales dirigidos por la ONPE; dos representantes de los Co-
legios Profesionales, elegidos en elecciones universales, cuyo pro-
ceso es también dirigido por la ONPE; dos representantes de las
universidades, uno que corresponde a las universidades públicas
y otro procedente de las universidades privadas, en elecciones or-
ganizadas por la representación democrática de los rectores. Cabe
precisar, como explicación de la crisis posterior del CNM, que, en
el 2011, los sectores parlamentarios del Apra y de Fuerza Popular
modificaron la Ley de Elecciones de los Colegios Profesionales,
deslegitimizando este sistema, al determinar que ya no se elegían
directamente a los representantes de los colegios profesionales,
sino a delegados electores, que generó un enorme problema en el

358
La justicia peruana en un país multicultural

resultado de las elecciones, al provocar la no participación en las


elecciones de los colegios con mayor número de afiliados, dando
como resultado la elección de once representantes de los colegios
con poco número de afiliados, generándose un enfrentamiento,
rifa de votos e intervenciones de sectores políticos y empresariales
externos a los colegios, cuyo resultado fue el cuestionamiento de
algunos de sus miembros y una gran crisis del CNM, que antece-
dió a la última que motivó su cierre.
A pesar de la negativa evaluación que con la mirada de hoy se
hace al Consejo Nacional de la Magistratura, que debe dar paso
a la Junta Nacional de Justicia, es importante señalar algunos as-
pectos que contribuyeron a canalizar y enrumbar el sistema de
justicia en concordancia con el Estado de derecho y el mandato
constitucional. Ensayaremos algunos aspectos:

5.1. Avances y retrocesos


A. Aspectos positivos
— Democratización del sistema de justicia, al permitir el
acceso a la Fiscalía y al Poder Judicial, de magistrados
que respondieron a la meritocracia y a su trayectoria
profesional. La Constitución sabiamente había entendi-
do los desajustes del sistema de selección anterior, que
no respondía, precisamente, a la filosofía de la impar-
cialidad del magistrado. Con los defectos naturales del
sistema social peruano, los postulantes a la magistratura
volvieron a mirar sus códigos, autobservar su conducta,
sus potencialidades y vocaciones para ser magistrado,
sabiendo que eran determinantes para la selección y la
apertura de las puertas de la Fiscalía o el Poder Judicial.
— El partidarismo político se fue extinguiendo, poco a
poco, pero hasta la actualidad aún existe un conside-
rable porcentaje, que entró por las puertas del favor
político. Pese a ello, nunca este factor fue ajeno a la

359
Orlando Velásquez

incorporación, más aún si en algunos procedimientos


los rezagos de la etapa anterior, aún eran muy fuertes,
mucho más si la combinación del CNM, conformado
por representantes del Poder Judicial, la Fiscalía y los
Colegios de abogados, era aún muy significativa.
— La gradual incorporación de procedimientos previsibles
y valoración del historial y producción de los magistra-
dos en los procesos de ratificación, pues, desde que se
inicia el CNM, estuvo influido por prácticas autoritarias y
vejatorias de la trayectoria del magistrado y que gradual-
mente cambian, hasta la última gestión del quinquenio
del CNM, donde se instituye un trato justo y de respeto a
la dignidad y su trayectoria, que posibilita la ratificación
y otorgamiento de confianza por otro periodo de siete
años a la gran mayoría de magistrados idóneos, y el re-
tiro de confianza y la no ratificación de aquellos que no
respondieron al encargo que la Nación les otorga para
administrar justicia. Esto último, incluso, se vio coronado
por la reglamentación que permitía ratificar de oficio a
los magistrados sobresalientes, sin pasar por la entrevista
final, aunque algunos miembros del CNM pecaron y usa-
ron esta extraordinaria innovación de reconocimiento
para favorecer sutilmente a algunos allegados.
— Instauración de procesos disciplinarios a jueces y fiscales
predecibles, respetando la presunción de inocencia y el
estricto derecho a la defensa, innovaciones que fueron
reconocidas y aceptadas por la magistratura, especialmen-
te, en los últimos años, cuando se democratiza el procedi-
miento se atiende con profesionalismo y criterio justo las
reconsideraciones y apelaciones, destituyendo a quienes la
sociedad no podía tenerlos cautelando sus derechos y res-
tituyendo a aquellos que merecían la confianza ciudadana.
— Elaboración de un nuevo cuerpo de reglamentos y nor-
mas para permitir el acceso de jueces y fiscales, con ma-

360
La justicia peruana en un país multicultural

yor nivel doctrinario, praxis, reconocimiento ciudadano


y criterio valorativo. En este contexto, se puso atención en
la captación de otros valores que debía tener el magistra-
do para atender con criterio profesional y cultural a las ju-
risdicciones donde le correspondía desempeñarse. En los
pueblos del sur se exigió de acuerdo al nuevo reglamento,
el dominio del quechua o el aimara, según el territorio
de la plaza a la que postulaba el magistrado. Igualmente,
su arraigo o conocimiento de la realidad donde le corres-
pondía desempeñar su función. De la misma forma, en la
ratificación se tenía en cuenta la calidad de sus informes
y sentencias, que debían ser claras para la comprensión
del justiciable, precisa, entendible y la garantía de la co-
municación en relación al idioma de origen de la persona
comprometida en el proceso judicial.

B. Aspectos negativos
— Los primeros años de funcionamiento del Consejo Na-
cional de la Magistratura fue prácticamente un trasplan-
te del sistema anterior. Sin embargo, la votación para
elegir al presidente y al vicepresidente, así como el nom-
bramiento y selección de jueces y fiscales que requerían
mayoría absoluta; es decir, cinco de los siete votos exis-
tentes, constituye un cambio y una valla que garantizaba
un criterio valorativo para el ingreso a la magistratura.
Sin embargo, en el transcurso de los años y en las tres dé-
cadas que aproximadamente existió el CNM, se fueron
generando situaciones injustas, siendo las más extremas
aquellas que permitían que un postulante a magistrado
que ocupaba el último lugar en la tabla final del conso-
lidado de las evaluaciones del examen escrito, curricu-
lar y la entrevista personal, pasara del último lugar al
primer lugar y obtener una plaza, porque a pesar que
un postulante ocupaba el número uno, sino conseguía

361
Orlando Velásquez

los cinco votos era apartado y se nombraba a aquel que


obtenía cinco o más votos, para lo cual seguramente se
establecía una especie de concertación para dar paso a
este injustificado procedimiento. El último CNM, por
la propuesta de algún representante de las universida-
des, logró que se imponga con justicia el orden estricto
y se nombre a quien estaba en los primeros lugares, de
acuerdo al número de vacantes existentes. Sin embar-
go, uno o algunos de sus miembros, también, encon-
traron mecanismos para manchar este procedimiento,
al imponer notas sobresalientes a sus favorecidos y muy
bajas a los que no eran de preferencia, tergiversando al
final el orden meritocracia.
— Politización de las decisiones. A pesar que el partido po-
lítico representado en el Congreso ya no nombraba a
jueces o fiscales, sin embargo, como los integrantes del
CNM solo podían ser juzgados, separados o destituidos
por el congreso, los agentes externos usaron al Parla-
mento, en algunas ocasiones, como armas para direc-
cionar la voluntad de un consejero. En la última década,
armaron proceso de tacha a varios consejeros que no
respondían a intereses externos o no permitían al inter-
no conformar núcleos antidemocráticos para torcer las
decisiones, convirtiendo esta arma en negación demo-
crática y justa en diversos procedimientos del CNM. Al-
gunos consejeros sufrieron denuncias y pedidos de des-
titución ante el Congreso, sentían el peso de la posible
destitución e hipotéticamente debieron responder a la
voluntad del grupo que canalizaba y buscaba su sanción,
cambiando su decisión para algunos procesos que tenía
en sus manos el CNM.

C. Confrontación histórica
Hoy se evalúa al CNM como un organismo negativo,
su cierre se produjo como resultado de algunos audios

362
La justicia peruana en un país multicultural

donde dos de sus miembros protagonizaban conduc-


tas ajenas a sus responsabilidades. De pronto, estalló
un escándalo a partir de la inusual y desproporcionada
difusión de estos audios a los que se sumó que en algu-
nos de ellos estaban comprometidos jueces supremos o
superiores, con lo que el escándalo fue más evidente.
Es necesario puntualizar que estos incidentes se produ-
jeron en el contexto de una de las mayores crisis del
sistema político peruano: destitución de un presidente
de la República, imposición de otro, enfrentamiento de
dos poderes del Estado, el mayor escándalo de compra
de voluntades por parte de empresas privadas a altos
dignatarios y funcionarios de la administración pública.
De pronto, el CNM se vio envuelto en este mayúsculo
escándalo y los actores descargaban su batería contra
él. Lo hicieron, también, contra la Fiscalía de la Nación,
el Poder Judicial; sin embargo, los dos últimos eran po-
deres del Estado y no podían desaparecer. El CNM era
una instancia prácticamente académica, sin incidencia
directa en el sistema de justicia, de ahí que esta fragi-
lidad lo hizo fácil presa de la marea depredadora que
buscó destruir la institucionalidad, pero que felizmente
encontró algunos cauces para proponer reformas, en-
contrar soluciones, radicalizar leyes, entre otras disposi-
ciones. El resultado fue muy especial, todas se salvaron,
aunque la marea aún las arrastra, pero el CNM, con sus
siete miembros, dos o tres de los cuales con pecados ori-
ginales y capitales, no pudo resistir y fue el punto de des-
carga para desaparecerlo con las graves consecuencias
que hoy tenemos en el sistema de justicia, de tal manera
que lo que se conceptualizó para cerrarlo y crear un sis-
tema mejor, hoy la neblina que lo desapareció se hace
más densa, asomándose una lluvia tan intensa que si no
se mira la causa y su trasfondo puede hacer retroceder
la democracia en el Perú.

363
Orlando Velásquez

En un país como el nuestro y respondiendo a su cultura


institucional y al protagonismo de sus actores, se pro-
ducen etapas cíclicas de crisis y avances. En el 2018, la
sociedad peruana asistió a una crisis que venía de la des-
titución e instalación de un nuevo mandato presiden-
cial, con los llamados audios de la vergüenza, audios
de los cuales un 98 % estaban referidos a los manejos,
negociaciones, recomendaciones, conflicto de intere-
ses de jueces de diferentes niveles del Poder Judicial.
Asimismo, las andanzas de bandas de delincuentes y de
crimen organizado en algunas jurisdicciones, especial-
mente, del Callao. Además, el 2 % de esas audiciones
correspondían a dos o tres consejeros del CNM. Sin
embargo, en el 2018 cerraron este histórico organis-
mo, destituyeron a los siete miembros del CNM, desa-
pareciendo a esta institución constitucionalmente au-
tónoma. Lo demás sigue igual, pero con los problemas
estructurales que se originan desde la fundación de la
República, confundidos con la crisis del Poder Legisla-
tivo y Poder Judicial. Se cumplen las leyes de la guerra
y la paz en nuestras sociedades. «Alguien debe recibir
un férreo castigo para calmar los ánimos de las masas»,
sino recordemos los episodios de los sistemas esclavis-
tas y feudales de nuestra historia.
El CNM, finalmente, fue cerrado, pero para el avance
de la democracia, el desarrollo de un país que aspira a
convertirse en un Estado moderno insertado en las es-
feras internacionales, este cumplió un papel importan-
te en la consolidación de la justicia en el Perú, sistema
que sigue con algunas debilidades, pero que continúa
afianzándose en la defensa de la libertad y de la persona
humana. El Consejo Nacional de la Magistratura tuvo
graves errores, sus miembros se equivocaron mucho, al-
gunas veces por querer avanzar más rápido ante el cla-

364
La justicia peruana en un país multicultural

mor de la población, otras veces porque los intereses al


interno se confabularon con los oscuros designios de
quienes siempre han manejado poderes ocultos y hasta
visibles. Sin embargo, en sus tres décadas de existencia
se avanzó y hoy existe una extraordinaria generación de
fiscales idóneos, con vocación, comprometidos con el
Perú y, especialmente, con los sectores menos protegi-
dos de la sociedad peruana. Igual ocurre con jueces de
alta solvencia moral que respondieron a la historia. Esta
gran mayoría de magistrados es la respuesta a los cam-
bios que hizo el CNM. Pese a ello, como toda institución
también fue débil y permitió el ingreso de magistrados
que no respondieron a la confianza y traicionaron su
juramento, con lo cual el CNM debe hacer una auto-
crítica y un mea culpa en la historia de la justicia en el
Perú, y el autor de este trabajo es uno de ellos que re-
conoce que se tuvo gruesos errores al final del camino,
pero que la reserva moral de algunos de ellos la historia
los pondrá en la balanza de lo justo, porque los erro-
res que tuvo no inclinarán jamás un platillo más que
el otro, por aportar y ser intransigente ante la presión.
También, se hierra, y el tener magistrados que desdicen
de su función es su peso negativo, pero felizmente son
los menos frente a los más que honrarán su juramento y
el paso por una selección justa y que ha respondido a su
trayectoria y al esfuerzo que han hecho para defender el
Estado de derecho de nuestra Patria.

5.2. El CNM y la nueva generación de magistrados


En el Perú, existe la cultura del reinvento en los procesos de
desarrollo. No asumimos que todo fenómeno económico, políti-
co, social y cultural debe tratarse en el contexto de su desarrollo.
Para analizar y explicar el comportamiento y la realidad actual de
un fenómeno, debe tratarse en su origen, su desarrollo y las dife-

365
Orlando Velásquez

rentes etapas que han producido avances y retrocesos propios de


la dialéctica natural que les atañe. Explicar un problema actual, y
mucho más si se trata del comportamiento humano, debe respon-
der a la evaluación y ubicación de las causas, las mismas que de-
ben encontrarse en el origen y los procesos cíclicos que ha pasado
en su historia. En cambio, en el tratamiento de muchos hechos,
problemas o resultados se miran a partir del ente coyuntural y no
a través de un proceso ininterrumpido que pueda explicar la rea-
lidad actual y las causas que lo originaron. En el sistema de justicia
ocurre lo mismo, de tal manera que no se ha podido evaluar los
orígenes del Estado de derecho en el Perú a partir de los diferen-
tes componentes que lo conformaron, la situación histórica de
esas etapas, así como los intereses de clase y la realidad política, en
los cuales se originan y se incorporan otros elementos de acuerdo
a los postulados de los actores de esos momentos.
La justicia en el Perú, por tanto, no tiene un nacimiento li-
neal. Si miramos las características de las civilizaciones y los Esta-
dos precolombinos, tenemos sistemas de justicia con instituciones
y leyes que respondían a esa etapa y a las características del tipo de
gobierno y la dirección que asume en la sociedad. En la siguiente
etapa virreinal, tenemos sistemas de justicia diferenciados, don-
de el poder central de la Colonia imponía leyes y creaba institu-
ciones según la política y el sistema económico implementado.
Paralelamente, la existencia de las comunidades, los cacicazgos
y todo aquello que se opone a la dirección gubernamental ofi-
cial, va consolidando legislaciones locales, según su tradición y el
papel que asumen los pueblos indígenas en ese Estado colonial.
La República, heredera del sistema anterior, tiene un recorrido
sinuoso, especial, porque el nuevo Estado republicano se aviene
a un régimen democrático con poderes separados y delimitados
por la Constitución Política del Perú. Los cambios en la Constitu-
ción y, por ende, las diferentes leyes y decretos varían de acuerdo
al tipo de Estado, a la predominancia de unas clases sobre las otras
y a la gobernabilidad que rige en determinadas circunstancias. En

366
La justicia peruana en un país multicultural

consecuencia, las instituciones que imparten justicia, sus actores


expresados como jueces, fiscales, procuradores, responden a esos
cambios, de ahí que nunca encontramos uniformidad en ese lar-
go proceso de consolidación del Estado de derecho en el Perú.
En el desarrollo del sistema de justicia, evaluamos calidad e
impactos diferentes, reconocimientos y críticas frecuentes, dero-
gación y modificación de códigos, desactivación y constitución de
nuevas instituciones del sistema de justicia, nuevas reglas, que lógi-
camente cambian o modifican procedimientos, procesos judiciales,
sentencias, las cuales son criticadas o aceptadas por las mayorías o
minorías de esas coyunturas sociales y políticas. En este escenario,
el magistrado responsable de la conducción del proceso o la conde-
na recibió reconocimientos, críticas y hasta la condena ciudadana.
Nadie, por lo tanto, puede tratar al sistema de justicia como la etapa
anterior, porque no solamente estaba condicionado por las modifi-
caciones frecuentes a la normatividad, sino a los procesos y cambios
socioeconómicos y políticos en las diferentes esferas de la sociedad
y, en consecuencia, un magistrado es parte de su medio, de su con-
texto y, por lo tanto, actuó muchas veces según esa realidad.
Siguiendo el análisis anterior, la formación y la elección de los
magistrados en el sistema de justicia peruano tuvo varias modifica-
ciones y procedimientos. En la historia, para este efecto intervino
el Poder Ejecutivo, la sociedad civil, las organizaciones políticas, la
población organizada, los gobernantes de turno, ensayando, inclu-
so, procedimientos mixtos y de cuotas de poder para su elección.
Al sistema actual le precedió el mecanismo de elección a través
del Parlamento, que —como señalamos— tuvo serios vacíos e in-
coherencias por cuanto la transparencia e imparcialidad, equidad
que se reclama al magistrado, fue enturbiado muchas veces por las
cuotas de poder, la influencia partidaria, derivada del aval político
para la selección de magistrados. El último sistema que nace con la
creación del Consejo Nacional de la Magistratura es un nuevo pro-
cedimiento elegido ante el supuesto fracaso por los problemas que
atañen a esta modalidad y que, en su momento, la sociedad perua-

367
Orlando Velásquez

na lo critica muy seriamente y le endilga los diferentes problemas


y actos negativos, y hasta la degeneración, como algunos políticos
calificaron a la justicia de ese entonces y, desde luego, el cuestiona-
miento a una importante mayoría de jueces y fiscales.
Si observamos el día de hoy el recorrido del Consejo Nacio-
nal de la Magistratura, descontando algunos lapsos de tiempo, de
implementación y de vacíos, tendríamos un aproximado de 25
años de labor en la selección y ratificación de jueces y fiscales. Si
la procedencia de estos magistrados en la etapa de la designación
política fue duramente criticada y hasta condenada, en esta últi-
ma etapa de intervención del CNM tenemos varias promociones
de magistrados, que han sabido responder a la confianza otorga-
da por la sociedad para administrar justicia y decidir el destino
de pueblos y personas, a partir de su decisión de privarlos de su
libertad o restablecerla; es decir, que el mandato constitucional
que tiene a la persona como el centro del derecho y la libertad se
constituye en el objeto y justificación de la presencia del magistra-
do. Este señalamiento nos induce a precisar si es que en esta etapa
de cinco lustros los procesos técnicos y la responsabilidad de los
consejeros de este organismo han sido fructíferas al seleccionar a
los mejores administradores de justicia en el país. Aquí considera-
mos que la respuesta es positiva.
Señalamos dos momentos en este análisis. La etapa anterior
denominada por expertos como la era de la politización de la jus-
ticia, por la forma de elegir a los magistrados, en las páginas de
diarios, revistas, estudios, prácticamente una condena a la actua-
ción de los operadores de justicia. La autoría de este trabajo nos
permite señalar que fue injusta esa calificación porque, si bien
existieron muchos casos de politización de la justicia, direcciona-
miento inadecuado de procesos judiciales, intervencionismo de
los poderes del Estado e imparcialidad en casos emblemáticos que
remecieron las instituciones jurídicas de ese entonces, no todo
responde a una generalidad. Tuvimos jueces probos, con solven-
cia e imparcialidad. Muchos de ellos honraron su juramento y

368
La justicia peruana en un país multicultural

respondieron a la Constitución. Incluso, hoy esa generación o la


mayor parte de ella está respondiendo a los señalamientos que la
población exige en sus magistrados.
La etapa presente, que la calificamos como la nueva promo-
ción de magistrados a partir de la selección y nombramiento que
hizo el CNM por las nuevas condiciones y exigencias sociocultura-
les, la consideramos de mayor solvencia, porque la gran mayoría
de los nuevos magistrados, que comparten responsabilidades con
la generación anterior, han respondido a las circunstancias históri-
cas de un país que quiere ser moderno y que tienen en el sistema
de justicia su principal reto. La incorporación de procedimientos e
inicio de respeto a la justicia consuetudinaria, la abierta confronta-
ción contra los nuevos males que aquejan la vida nacional como el
narcotráfico, lavado de activos, la trata de personas y los sonados ca-
sos de corrupción que en los últimos años remecen las estructuras
de la institucionalidad del país, han encontrado jueces y fiscales sol-
ventes, con reserva moral probada y decididos a hacer justicia y apli-
car las leyes de acuerdo al tipo de delito, al reclamo de la sociedad
y, muy especialmente, a su juramento y respeto a la Carta Magna.
El nuevo magistrado, seleccionado con otros reglamentos y nuevas
exigencias, está respondiendo con ética y criterio justo a la nueva
situación que el desarrollo del país compromete, y que este mismo
ha traído otros problemas y males sociales, que han permitido que
la formación y la sapiencia del magistrado pueda enfrentarlos con
altura y respeto a los derechos de las personas.
No dudamos que se han cometido errores en la selección y
que se ha podido comprobar que, a pesar del voluntarismo de los
consejeros, se dejaron pasar actores que nunca debieron tener
responsabilidades en la administración de justicia. Igualmente, en
las dos décadas y media de existencia del CNM hubo crisis, que
tuvo protagonistas muy dignos y que, incluso, renunciaron a este
organismo cuando se vio cortada su independencia por la presión
política. También, existieron algunos que llevaron sus intereses
de origen al seno de este organismo e influyó en una mala selec-

369
Orlando Velásquez

ción; pero nada de esto puede restar la valoración a esta etapa


de generación de magistrados que han sabido responder a la
historia y ponerse a la altura del gran desafío que la sociedad
peruana les puso en el camino. Hoy los procesos y condenas de
gobernantes en diferentes niveles de la Administración Pública;
la severidad para el proceso y la sanción ejemplar en la lucha
contra el narcotráfico y los demás delitos que siguen corroyendo
nuestra sociedad; la joven generación de jueces y fiscales que de-
cidieron poner el dedo acusador ahí donde el delito complicaba
la convivencia de las poblaciones; la respuesta de esta genera-
ción que hoy se sigue capacitando, a tal punto que en la última
década tenemos un elevado porcentaje de jueces y fiscales con
maestría, doctorado, especializaciones, pasantías en el Perú y en
el extranjero; asimismo, la sistematización y la producción in-
telectual, incentivada por el CNM, que supo impulsarlas en sus
nuevos reglamentos y en su alianza estratégica con la Academia
Nacional de la Magistratura y algunas universidades en la preo-
cupación constante por elevar el nivel doctrinario.
Consideramos que hoy esta generación está capacitada para
afrontar el gran reto que tiene el Perú para insertarse en las esfe-
ras internacionales y convertirse en el país progresista y moderno
que exige el proyecto de la sociedad peruana en concordancia
con el acuerdo nacional y las exigencias de los diferentes orga-
nismos públicos y privados. La coexistencia de pequeños sectores
de magistrados que no respondieron a su juramento, muchos de
los cuales fueron procesados y destituidos por el CNM, y que es-
tamos seguros aún existen lunares en el contexto nacional y que
en algún momento cuando desvían sus responsabilidades causan
impacto mediático, posibilitan la condena injusta al resto de ma-
gistrados. Consideramos que estos y muchos otros siguen existien-
do como parte de los problemas que subsisten en el conjunto del
Estado y que hoy se reflejan en los entrampamientos, contrarios a
las aspiraciones del pueblo peruano para seguir avanzando como
Estado y, muy especialmente, en el mejoramiento de las condicio-
nes de vida de la población nacional.

370
La justicia peruana en un país multicultural

6. La reforma de justicia en el Perú


6.1. Importancia
Hoy hablamos de la reforma de justicia. En nuestra investiga-
ción hemos ubicado muchas coyunturas y exigencias para refor-
mar los sistemas de justicia a través dela historia. En la República
existieron infinidad de reformas e, incluso, implementadas en
procesos sociopolíticos traumáticos, cuyas instituciones y leyes res-
pondieron a esas coyunturas con las consecuencias para la segu-
ridad jurídica y el tratamiento de los derechos de las personas. Es
indudable que dichas reformas fueron parte de ese largo camino
de nuestro sistema para alcanzar las aspiraciones de un país justo
y equitativo. Sin embargo, también existieron periodos donde la
ruptura del Estado de derecho y las imposiciones de facto trasgre-
dieron los derechos y propiciaron leyes ajenas a la libertad y a la
construcción democrática de nuestra Nación. Los estudiosos con-
cuerdan con el desarrollo del sistema de justicia en el Perú, a par-
tir de consensos y en respuesta a la normalidad democrática que
vivió el país en etapas determinadas y donde el enriquecimiento
de la institucionalidad jurídica permitió avanzar, con resultados
positivos en el proceso de desarrollo de nuestra sociedad.
Las reformas de justicia, por lo tanto, son positivas cuando
son la respuesta a la necesidad de avanzar y ponerse al nivel de los
grandes acontecimientos y aspiraciones que tiene el Perú y que en
la historia ha podido asumir los retos que cada situación nueva ha
exigido. Por lo tanto, cuando la reforma se ha producido como
reacción a determinadas presiones o por el curso traumático de
los acontecimientos, no necesariamente han sido positivas. Se
ha evaluado que algunas leyes promulgadas en esas circunstan-
cias que propusieron el enriquecimiento del Código Penal nos
muestra que algunos cambios y la dación de leyes para modificar
o incorporar tal norma, no necesariamente se han logrado una
mejora, como se puede observar en el proceso sancionador y las
penas correspondientes cuando contradicen algunos criterios y

371
Orlando Velásquez

calificaciones de otras leyes o articulados del mismo procedimien-


to penal. Todo cambio económico, social o cultural exige inevita-
blemente una modificación o la adecuación de las normas para su
consolidación. Este debe ser el camino que sigue toda reforma, la
misma que se plantea en consonancia con los demás poderes del
Estado y los procesos de la realidad peruana.

6.2. La reforma de justicia actual


En los últimos cinco años aparecen exigencias para establecer
reformas en el sistema de justicia nacional. La Fiscalía de la Nación,
desde hace cinco años, ha planteado modificaciones a su ley orgá-
nica, comprendiendo que la organicidad existente ya no responde
a la nueva dinámica y el curso que ha seguido el Ministerio Público
como responsable del proceso judicial. El crecimiento inusitado de
sus instancias y la amplitud de sus espacios territoriales, así como la
aparición de nuevas especialidades, han llevado a estas propuestas.
Desde la Constitución de 1993, la Fiscalía de la Nación ha cam-
biado significativamente. Los legisladores desde esa época miraron
con otros ojos el papel que debía desarrollar la Fiscalía en el sistema
de justicia. Por ello, la Junta de Fiscales o la Fiscalía de la Nación
han planteado algunas reformas, que en parte han tenido eco pero
en la mayoría no ha obtenido la respuesta esperada. En el Poder
Judicial, igualmente, existen varias propuestas que van desde las
funciones del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, la creación de
nuevas salas y, por lo general, las nuevas competencias que nacen
de la aparición de otras especialidades, la existencia de delitos nue-
vos o calificados para realidades diferenciadas que nacen en este
nuevo escenario de la vida nacional.
Lo mismo ocurre con los cambios propuestos por el Consejo
Nacional de la Magistratura para la calificación de las faltas o pro-
cesos contra los magistrados de los diferentes niveles e instancias,
que son atendidos por organismos creados al interior de la Fiscalía
o del Poder Judicial, como las ODICMA, ODECMA u OCMA, con-
formados por los propios magistrados y que en la mirada de los
consejeros se convertían en juez y parte del tratamiento de las fal-

372
La justicia peruana en un país multicultural

tas cometidas. Asimismo, las modificaciones en las competencias


de la Procuraduría y su relación con el Ministerio de Justicia y las
demás instancias autónomas del sistema de justicia, en sus niveles
de coordinación e independencia de dichos poderes. De la misma
forma, en el Tribunal Constitucional que, si bien este organismo
no ha planteado una reforma de fondo; sin embargo, las demás
instituciones autónomas como el Poder Judicial e, incluso, el Con-
greso consideran que sus competencias rebasan las atribuciones
que la propia Constitución les otorga. En ese sentido, plantean su
reforma, exigiendo la incorporación también de sus alcances y el
trato a algunos poderes del Estado y entidades constitucionalmen-
te autónomas. Para algunos juristas, el Tribunal Constitucional se
convierte en una instancia más de apelación, tergiversando sus
atribuciones constitucionales.
La actual coyuntura sociopolítica, los propios organismos del
sistema han exigido y han propuesto, desde su ángulo, diferentes
aportes para alcanzar una reforma del sistema de justicia. Inclu-
sive el Poder Ejecutivo en los últimos diez años ha recogido el
temperamento de colegios profesionales, organizaciones empre-
sariales y diferentes gremios que en sus diarios reclamos se han
percatado que el sistema de justicia debía enriquecerse para estar
a la altura de los cambios acelerados en el mundo y en nuestro
propio país. Por ello, el Congreso de la República ha tenido en
los últimos años diferentes propuestos para una nueva reforma
de justicia. Sin juzgar la labor parlamentaria y su eco para atender
las anteriores exigencias, sin que ello signifique una justificación,
consideramos que el Parlamento dio paso a la reacción y no a la
propuesta orgánica. Dejó que la marcha de los acontecimientos y
el impacto de las coyunturas lo hagan posponer la agenda judicial.
Lo anterior se explica por la fuerza de algunos hechos que per-
turbaron la vida nacional en recientes años. El incremento del nar-
cotráfico, la multiplicación de casos de lavado de dinero o lavado
de activos, los impactantes hechos de feminicidio que sacudieron
a la capital y las diferentes provincias del interior del país a cuyo
fenómeno se suma la alarmante violencia de género, que ocupan

373
Orlando Velásquez

grandes espacios de los medios de comunicación y presionan las


agendas de Fiscalías y Juzgados en el país, entre otros problemas
como la trata de personas y violencia infantil, que cambiaron la
atención del Congreso. Efectivamente, las propuestas de reforma
judicial han sido tratadas en diversas comisiones con el aporte di-
recto de magistrados y juristas destacados, para priorizar cambios
legislativos y parches a leyes y normativas ya existentes. El pedido de
la pena capital, la elevación del tiempo para las condenas, los de-
litos de flagrancia, la constitución de nuevos Juzgados, especialida-
des, la creación de nuevos mecanismos de protección a las personas
y, especialmente, a los sectores vulnerables, no han permitido que
se asuma la reforma de justicia, por atender los pedidos parciales
que las diferentes instancias sociales exigieron en su momento.
Por lo tanto, la reforma de justicia que ha planteado el ejecu-
tivo se suma a las ya señaladas y realizadas por las diferentes ins-
tancias de la administración de justicia nacional. Aquí encontra-
mos el primer problema. Las propuestas anteriores fueron hechas
en varios años y con diferentes actores, lo cual avizoraba que se
vertebren secuencialmente de acuerdo a las nuevas competencias
de esas instituciones y la marcha y los roles que nacen con miras
al desarrollo nacional. De pronto, la propuesta del Ejecutivo, a
partir del 28 de julio de 2018, no necesariamente respondió a
los cambios fundamentales que debieron hacerse en la etapa mo-
derna que compromete al actual Estado peruano. Desde luego,
que tiene de positivo porque atendió la exigencia de un cambio,
para muchos sustancial en la selección y ratificación de jueces y
magistrados. El problema se concentra en una propuesta reactiva
para cerrar el CNM y crear otro organismo que lo reemplace. Nos
preguntamos si solo el cambio en la selección y el nombramiento
de magistrados era una reforma integral como se ha venido recla-
mando en los últimos años, ¿el cambio propuesto garantiza una
mejora sustancial para tener mejores jueces y fiscales? Se analizó el
espíritu de la Constitución Política del Perú que en la composición
del CNM procuró que estén representadas las instituciones prota-
gonistas del sistema de justicia y la sociedad civil representada por

374
La justicia peruana en un país multicultural

sus organismos más solventes, para garantizar una mejor visión y


contextualizar la procedencia y el nivel del nuevo magistrado en el
país multicultural que estamos construyendo. ¿No se habrá confun-
dido al CNM como un organismo que participa en el proceso judi-
cial por su verdadera misión de convertirse en un ente de control
social de este mismo sistema? ¿Acaso la captación e incorporación
de nuevos magistrados no es de la misma realidad socioeducativa y
cultural que ofrece el mercado para captar a dichos magistrados?
La reforma de justicia que hoy está en la agenda es necesaria,
pero hubiera sido mejor que se conjugue con la realidad, reco-
giendo los aportes de los protagonistas que ya lo habían hecho
estudiando procesos y entornos socioculturales, y lo que quiere
el Perú. Si esta reforma, que aún sigue en su proceso de imple-
mentación se culmina, esperamos que se convierta en un aporte,
aunque definitivamente debe replantearse para hacerla mucho
más completa y que satisfaga las necesidades del país. Aquella
que se tiene a la mano ha sufrido un serio traspié, seguramen-
te por la coyuntura y porque fue una respuesta o reacción ante
una crisis como muchas otras ha tenido el sistema de justicia. De
pronto, deben ajustarse algunos aspectos e intentar otras incor-
poraciones para aprovechar este receso o pausa que si bien no ha
permitido su culminación, en la espera de que se cristalice esta
propuesta consideramos que debe aprenderse la lección histórica
de no echar por tierra los logros obtenidos, que no se pisotee la
solvencia moral alcanzada por la mayoría de los magistrados que
hoy tienen esta responsabilidad, sino que se convierta en un paso
más que contribuya a enriquecer el caudal acumulado en el largo
desarrollo de afianzamiento del sistema de justicia en el Perú.

6.3. La Escuela Judicial


Es posible que el abordar este tema no encuentre aún acep-
tación en los actores del sistema de justicia, ni mucho menos en
las diferentes instancias públicas y privadas de la sociedad. Esto
porque es una propuesta nueva que se esbozó en el último año

375
Orlando Velásquez

de existencia del Consejo Nacional de la Magistratura y se hizo


evidente en la efímera presidencia de Orlando Velásquez Beni-
tes. Además, seguramente, que la pulverización de este organismo
podía pasar desapercibido un proyecto que no nació y que solo
se quedó en la propuesta, aún sin consenso en el mismo seno del
CNM, porque parte de sus miembros no estuvieron de acuerdo
con él. Se trata del proyecto para crear una escuela judicial en el
Perú, que permita que los magistrados egresen de un organismo
escolarizado, donde se formen en las diferentes competencias de
la administración de justicia y consoliden su vocación por la ma-
gistratura, que está muy ausente en el espacio nacional de donde
se capta a los jueces y fiscales que van a conformar las diferentes
instancias del Ministerio Público o del Poder Judicial.
La Escuela Judicial debió organizarse con dos programas de-
finidos: el programa de formación de fiscales y el programa de
formación de jueces. Para este fin, la nueva escuela a través de la
instancia correspondiente trabajaría un nivel de sensibilización
y toma de conciencia del papel y la función de la magistratura
en el país, a los estudiantes de los últimos años de las Escuelas o
Facultades de Derecho. Al egresar y titularse aquellos que han
asumido una vocación por la magistratura, la Escuela Judicial los
acogería en un gran taller para auscultar la tendencia y el grado
de compromiso por esta noble vocación. A ellos se les entregaría
un balotaje como una especie de banco de temas o preguntas de
las diferentes especialidades del derecho que se desarrolla en el
Perú. Estos contenidos y la toma de conciencia del campo para los
cuales se les convocó permiten que el joven abogado concentre su
atención y dilucide en torno a este marco recepcionado, medite,
estudie, y cuando se encuentre preparado o considere oportuno
postule para alcanzar una vacante en uno de los dos programas
de la Escuela Judicial. Algo parecido a lo que se desarrolla en la
Academia Nacional de Diplomacia, de donde salen diplomáticos
profesionales escolarizados, seguramente, después de un tiempo
significativo (1 a 3 años). Los postulantes que ingresan a la escue-
la recibirán una mensualidad, pues, durante el periodo de dos

376
La justicia peruana en un país multicultural

años de rigurosos estudios y evaluación psicológica y vocacional,


estudiarán a dedicación exclusiva. Las prácticas graduales del pe-
núltimo y último semestre lo harán en Fiscalías o Juzgados, con
casos concretos como si fueran magistrados adjuntos, donde se
evalúa su desempeño y su real capacidad para asumir la alta res-
ponsabilidad que debe otorgarle el Estado.
La Escuela Judicial garantizará a los mejores estudiantes egre-
sados y titulados en sus respectivos programas una plaza segura
de fiscales o jueces de primera instancia, que serán ubicados de
acuerdo a su orden de mérito en la capital o capitales regionales,
en las plazas que para tal fin aperture la Fiscalía de la Nación y
el Poder Judicial que a partir de ese momento ambos poderes
tendrán ese exclusivo mecanismo para la incorporación de sus
nuevos miembros. Esto significa que la nueva generación de ma-
gistrados, que nacería a partir de su primera promoción, tendría
otro origen, y sin desdeñar la procedencia de los magistrados en
ejercicio se convierte en una nueva cantera, en una propuesta de
mediano y largo plazo para contar con el apostolado de nuevas ge-
neraciones de abogados que tengan en la judicatura su razón de
ser y comprendan la extraordinaria dimensión que tienen frente
a las demás profesiones y, en suma, en el destino del Perú.
La propuesta de la Escuela de Judicial sería factible si es que
se recoge en algún momento de la reforma judicial futura, lo que
conllevaría a la coexistencia de dos generaciones, que se comple-
mentarían y, que como también debía generar modificaciones en
las instituciones y las políticas del sistema de justicia, podrían ser
la esperanza que la población siempre tuvo de tener una justicia
predictiva y solvente, garantía de la convivencia y la valoración de
la persona humana. En este aspecto, nos quedamos solo como un
proyecto y que, si bien no responde del todo al estudio y al obje-
tivo central planteado, se está presentando en esta investigación
social, como parte de la alternativa que debe plantearse en un
estudio de esta naturaleza, porque lógicamente no es fácil lograr
un consenso, ya que representa un cambio cualitativo, estructural
en la historia del sistema de justicia en el Perú.

377
Orlando Velásquez

En lo inmediato es justo expresar la oposición que tuvo en-


tre algunos miembros consejeros del extinto CNM. Igualmente,
la férrea oposición de la Academia de la Magistratura que en
honor a la verdad ha alcanzado un importante posicionamiento
en la capacitación y actualización de jueces y fiscales, pero que
justamente la Constitución la crea para atender esta fase educa-
tiva para el magistrado incorporado al sistema de justicia. En esa
dirección se justifica el rechazo al nuevo proyecto de la Escue-
la Judicial. Lo que no hubo es tiempo para que se comprenda,
aunque se inicia la discusión que la Escuela Judicial era un orga-
nismo distinto a la Academia, ya que se creaba para la incorpora-
ción de nuevos magistrados, para generar una cantera de jueces
y fiscales nuevos con una procedencia institucionalmente espe-
cializada, en la medida en que la formación universitaria que les
otorga el país no incide en la necesaria actitud vocacional, ni en
la debida constitución de un profesional entregado enteramen-
te para la administración de justicia.

7. Justicia inclusiva y la apuesta por un Perú moderno


7.1. Antecedentes y situación del sistema de justicia
El Perú es un país democrático con un sistema representativo
y con división de poderes: Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y
Poder Judicial. La creación de la República del Perú otorgó este
carácter a la Nación peruana, creando un Estado como ente su-
premo y constituido por dichos poderes. La historia de la patria
está teñida de una serie de procesos de perturbación del orden
democrático. La sucesión de gobiernos emanados de la voluntad
popular y de gobiernos de facto ha formado parte de nuestro pro-
ceso constitucional. La Constitución Política del Perú fue violen-
tada tantas veces por la aventura militar o los intereses del poder
intentaron o impusieron gobiernos dictatoriales. En las tres últi-
mas décadas, vivimos una primavera democrática, por cuanto es la
primera vez que nuestro país ha tenido una sucesión de gobiernos
elegidos por el voto popular con un recambio y trasmisión de uno

378
La justicia peruana en un país multicultural

a otro, lejos de la aventura militar que en los dos siglos anteriores


caracterizaba nuestra débil democracia.
La administración de justicia, como fenómeno social y políti-
co, también ha sufrido esos vaivenes después de la Independencia
del Perú. Sin embargo, esta no solamente ha respondido a los
cambios traumáticos de los golpes militares o la imposición de
gobiernos de facto, sino que las leyes, los decretos y otras disposi-
ciones de menor jerarquía o de carácter local, muchas veces han
respondido a los intereses del poder de turno o a los vaivenes de
los gobernantes, que en gran parte de su periodo actuaron en
consonancia con los intereses de la propiedad, al margen de la
voluntad y las aspiraciones de la gran mayoría de peruanos. Para
algunos estudiosos de las Ciencias Sociales había una correspon-
dencia entre lo económico, lo político y lo judicial, trilogía que
fue siempre la expresión de poder de la minoría sobre las gran-
des mayorías. En ese escenario, la comunidad nativa y campesi-
na fue marginada no solo por el olvido histórico de las clases en
el poder, sino que las leyes le desfavorecían, al priorizar aquellas
que garantizaban la propiedad terrateniente en perjuicio de la
comunal o del campesinado en general.
La institucionalidad que administra la justicia en el Perú, tam-
bién, ha sufrido cambios reales, puesto que el Poder Judicial ha
crecido a partir de la extensión del Estado sobre las poblaciones
de las provincias, los distritos y los sectores marginales. El Ministe-
rio Público aparece mucho después, casi a finales del siglo xx. Las
Procuradurías y los defensores públicos igualmente nacen para
complementar el proceso judicial. En este contexto, como se ha
dicho, la justicia de paz ha cumplido un rol protagónico, a pesar
que no tuvo ninguna protección del Estado, pero que siempre
cubrió el vacío dejado tanto por los órganos de justicia como por
las instancias estatales. El Tribunal Constitucional, el Consejo Na-
cional de la Magistratura, la Academia de la Magistratura son ins-
tituciones autónomas que nacen en esa misma dirección y que, si
bien tienen muy claras delimitaciones, sin embargo, aún existen

379
Orlando Velásquez

dificultades para vertebrarse en un solo eje, para garantizar el Es-


tado de derecho y las libertades de la persona en el Perú.
En las actuales circunstancias, se ha planteado que el sistema
de justicia está en crisis. Es una constante en el análisis del desarro-
llo histórico de la sociedad peruana encontrar este tipo de conclu-
siones. Siempre hubo crisis, de repente mucho más graves que la
actual e, igualmente, se hicieron reformas y se plantearon salidas
para enfrentarla. Las crisis de la justicia peruana han estado rela-
cionadas con el mismo desarrollo de la economía, la política y la
cultura, por cuanto siendo el Perú el producto de una evolución
y no habiendo conseguido aún la conformación de una Nación
unificada, cuando aún nuestro país no ha salido de la dependen-
cia; la tecnología no es representativa de la creatividad nacional,
sino de la importación externa, en estas condiciones la justicia
también ha sufrido muchas variantes. A partir de la propuesta en
los albores de la República para crear un país confederado, la pro-
puesta a fines del siglo xix de incorporar a los territorios del an-
tiguo Perú, los intentos de desarrollar un proyecto nacional con
Bustamante y Rivero, la efímera propuesta de desarrollo integral
del plan Túpac Amaru, de Velasco Alvarado y la conformación
del Acuerdo Nacional a inicios de le era del presidente Toledo, se
convierten en los mejores intentos para crear una Nación unifica-
da a partir de un gran Proyecto Nacional.
Por lo anterior, deducimos que al no existir un país integra-
do, al no reconocer que somos una sola Nación, de acuerdo a
los resultados de la presente investigación y lo que muchos estu-
diosos hasta hoy han concluido, es lógico que la justicia esté en
continuos vaivenes, porque siendo el cuerpo jurídico que unifica
y ordena la base estructural y supraestructural del Estado, y no
existiendo ese eslabón unificador, a pesar que se tiene una Car-
ta Magna, madre de todas las leyes, no podemos aspirar a tener
una justicia estable, aunque se está marchando a consolidarla, lo
que debe ir de la mano a la constitución de un solo Proyecto Na-

380
La justicia peruana en un país multicultural

cional que unifique las experiencias anteriores, donde participen


partidos fuertes y consolidados, todos los poderes e instituciones
autónomas del Estado, las organizaciones públicas y privadas y los
referentes vivos de la sociedad civil.

7.2. Reconocimiento e inclusión de la justicia comunal


A pesar que aún no se ha logrado que los dos sistemas de
justicia tengan un reconocimiento mutuo por las jurisdicciones
que la Constitución reconoce a cada una de ellas; sin embargo,
se avanzó de acuerdo a nuestra realidad, a las limitaciones de los
propios sistemas y a la idiosincrasia de los actores de justicia de
ambos sistemas. Como hemos señalado en los capítulos anterio-
res, la resistencia continúa especialmente en los altos niveles de la
jurisdicción del Poder Judicial y del Ministerio Público, así como
en diversas instancias de la costa peruana. Sin embargo, a estas
alturas se tienen importantes logros en algunas zonas del centro y
del sur del Perú, así como en algunas Cortes de la Amazonía. Lo
que se ha conseguido no es suficiente. Aún existe de parte del Po-
der Judicial una deuda con los pueblos aborígenes y un desacato
al postulado de la Constitución que ordena la coordinación entre
ambas justicias, a pesar que en las instancias cercanas y donde co-
lindan territorialmente ambas justicias se han logrado importan-
tes acercamientos, respeto y reconocimientos, por lo que creemos
que la justicia inclusiva a la cual aspira la sociedad peruana ha
dado pasos importantes para cristalizarla.
Por otro lado, el conservadurismo y el pensamiento teórico
de la magistratura nacional han cedido considerablemente a la
nueva dinámica del desarrollo social, que ha exigido predictibili-
dad, imparcialidad, presunción de inocencia y, fundamentalmen-
te, claridad e igualdad de oportunidades en todo el proceso judi-
cial. El resultado ha sido el compromiso del Ministerio Público y
el Poder Judicial para trabajar procedimientos y estándares que
involucren al conjunto de jueces y fiscales para crear condiciones

381
Orlando Velásquez

reales de acceso a la justicia a todos, cual fuera su condición social,


económica, cultural y, muy especial, la oportunidad a las poblacio-
nes vulnerables para ser tratadas en las condiciones de persona
humana con derechos y obligaciones. El derecho a la información
acerca de la real situación de su expediente o proceso judicial, la
respuesta positiva para tener todas las oportunidades en el dere-
cho a la defensa de los justiciables de todos los niveles, la cada vez
mayor accesibilidad al expediente y la explicación oportuna del
proceso, la incorporación del defensor público, de la defensa y las
diferentes opciones de la defensa, constituyen avances y manifes-
taciones de una justicia de inclusión.
A lo anterior debemos sumar la legislación reconociendo a
las lenguas originarias y la obligación de los magistrados de brin-
dar todas las facilidades para la comunicación en la lengua na-
tural del justiciable; la mayor capacitación del magistrado y su
ascendente arraigo con las poblaciones del territorio donde cum-
ple su función, el derecho a la consulta previa en los territorios
de explotaciones mineras, petroleras, de gas, bosques, pese a las
grandes limitaciones para su aplicación; que han permitido aten-
der la voluntad y la aspiración de los pueblos aborígenes, hacen
que nuestra justicia camine a la inclusión social. En consecuencia,
se puede afirmar que, a pesar de los problemas que tiene nuestro
sistema y que como hemos expresado está en consonancia con los
avances y retrocesos en el conjunto del Estado peruano, estamos
logrando ubicarnos en estándares internacionales, como lo exi-
gen los organismos supranacionales a los cuales nos adscribimos.
Aún hay mucho por reconocer.

7.3. La justicia y la modernidad


Nuestro país ha superado las barreras del conformismo y la
inacción, ha desarrollado importantes procesos para avanzar ha-
cia un país moderno y alcanzar un desarrollo con sostenibilidad.
Esta aspiración tiene un tropiezo muy profundo: la dependencia y
la falta de tecnología e industria propia. Nuestras materias primas

382
La justicia peruana en un país multicultural

de la minería, de la agricultura y de la ganadería no encuentran


condiciones para un desarrollo independiente y autosostenido;
continuamos como productores de materia prima y, por lo gene-
ral, no hemos encontrado aún la producción elaborada y escasa-
mente llegamos a la semielaborada. Esta realidad hace tiempo nos
notifica y avisa de las grandes limitaciones para avanzar hacia el
país moderno que buscamos. Hemos avanzado con nuestro pro-
ducto bruto interno, superado la inflación e, incluso, la baja de
la pobreza extrema, pero nuestras exportaciones siguen depen-
diendo de la extracción de materias primas, lo cual no garantiza
la continuidad en el tiempo.
A pesar de las consideraciones anteriores, el Perú ha dado
un gran salto en el escenario internacional, convirtiéndose en
referente de América del Sur y de otras latitudes, por lo que se
está incorporando a importantes foros y redes empresariales, que
avizoran nuevas fortalezas para ascender y convertirnos en un im-
portante espacio de la inversión internacional. La inestabilidad
política de los últimos años nos está jugando una mala pasada y
cobrándonos la factura, pero siguiendo nuestro desarrollo histó-
rico, los avances, a pesar de las adversidades, se está en condicio-
nes de superarlas porque tenemos una envidiable biodiversidad,
condiciones naturales, riqueza cultural y una tradición de lucha
para sobreponerse a los momentos más difíciles como da cuenta
la historia. La Constitución Política actual apuntó a esa dirección,
aunque la aspiración de ser un país independiente con tecnología
propia sigue siendo aún un sueño. Aquí radica el cuestionamien-
to a la Carta Magna por parte de algunos actores políticos.
La justicia peruana, como se ha expresado, va de la mano con
ese desarrollo y los entrampamientos cíclicos que sufre, tiene que
ver con esa especie de callejón sin salida, al no obtener la creden-
cial para que la economía peruana crezca por sí sola y se pueda te-
ner en el gran proyecto de desarrollo nacional planes de mediano
y largo plazo, para no depender de las coyunturas y del presentis-
mo que la política peruana nos ha impuesto. Por esta razón, con-

383
Orlando Velásquez

sideramos que la justicia inclusiva, que responde a los derechos


que tienen todos los peruanos, ya no debe ir de la mano o a la cola
de la voluntad de los actores políticos y económicos que deciden
nuestro destino, por eso la sabiduría que creó nuestra República
y la apuntaló con la Carta Magna otorga las salidas para desarro-
llar un sistema de justicia predecible, garante, cautelador, que ya
no vaya detrás de los intereses de los actores políticos, sino que
teniendo absoluta autonomía y, solo con el respaldo de la Consti-
tución, modernizar la legislación para crear condiciones claras y
duraderas para los inversionistas y para los peruanos de todos los
niveles, incluyendo los pueblos originarios. De tal manera, que la
ley no responda al presentismo, sino que sea la base para tener la
seguridad de que nuestros actos, acciones, proyectos, programas
e inversiones tengan esa garantía duradera.
Esta última condición es la columna vertebral para construir
un país moderno, progresista, digno, como es la inspiración de
todos los peruanos. Si queremos pertenecer a organismos inter-
nacionales y ser considerados como un país capaz de recibir in-
versiones, apoyo y el respeto a sus actores y a sus compromisos,
debemos tener precisamente esa base jurídica sólida para alcan-
zar estas metas. Entonces, un país moderno requiere una justi-
cia moderna, independiente, no alineada al poder, con fiscales
que defiendan el Estado de derecho y con jueces imparciales,
porque ellos son la garantía de la libertad de las personas, de la
defensa de sus derechos y, en general, del equilibrio de poderes,
base fundamental para la construcción del país desarrollado que
todos queremos tener.

384
La justicia peruana en un país multicultural

Conclusiones

El sistema de justicia en el mundo nace como una necesidad


para establecer un orden en el proceso de consolidación del Es-
tado, para determinar los roles que las clases y estratos sociales
asumen en torno a él, de acuerdo a la estructura de poder instau-
rada, teniendo como eje la propiedad, a la cual se tiene acceso de
acuerdo a los derechos y deberes que el ordenamiento ha creado
para cada uno de los actores que integran dicho Estado.
En el Perú, desde la conformación de las civilizaciones y Es-
tados de la era prehispánica, teniendo su máxima expresión en el
Estado inca, pasando por la Colonia y la actual etapa republicana,
se constituye un cuerpo jurídico con instituciones responsables
de su administración y, que con la conformación del Estado de-
mocrático, asumen una estructura, determinando los roles que
deben cumplir los grupos, las clases sociales, sus estamentos y las
personas, que tienen como eje el mandato constitucional, a partir
del cual se ubican las leyes que comprenden las diversas áreas del
ordenamiento legal del país.
A partir de la instalación del Estado virreinal y, luego, el re-
publicano, el ordenamiento jurídico se concentra en la capital y
las principales ciudades de las diferentes regiones del país, pos-
poniendo a las poblaciones aborígenes, las mismas que se replie-
gan en áreas desprotegidas en territorios andinos, altoandinos
y amazónicos, donde desarrollan su actividad económico pro-
ductivo, las mismas que van acompañadas de sus patrones cultu-

385
Orlando Velásquez

rales, su filosofía y, en consecuencia, el sistema jurídico propio


que han ido construyendo desde que el Estado oficial las ubica
fuera de su alcance, y que hoy les permite garantizar la vida de
relación de sus pueblos, el orden y la convivencia de las personas
que habitan en ellos.
La población comunitaria, heredera de la tradición cultural
del antiguo Perú que se trasmite de generación a generación, es
muy representativa, por lo que obliga al Estado peruano a conso-
lidar políticas y programas para reconocerlas e incorporarlas al
Estado. Estas comunidades ocupan un importante espacio del te-
rritorio nacional y que, de acuerdo a las cifras oficiales y estadísti-
cas reconocidas, bordean los nueve millones de habitantes, espar-
cidos en nacionalidades aborígenes, agrupadas en comunidades
nativas, campesinas y rondas campesinas, que reclaman su incor-
poración al Estado peruano, el reconocimiento de su cultura y
sus sistemas de ordenamiento jurídico ancestral, en concordancia
con los acuerdos y sentencias de organizaciones internacionales,
de los cuales el Perú forma parte.
El proceso de reconocimiento de la justicia consuetudinaria
es muy lento, a pesar que la Constitución Política del Perú reco-
noce la existencia de dos sistemas de justicia: la justicia ordinaria
y la justicia especial o comunal, por lo cual ordena la expedición
de una ley de reconocimiento y coordinación de ambos siste-
mas, dispositivo o mandato de obligatorio cumplimiento por el
Estado peruano y que hasta la actualidad ni el Parlamento ni el
Poder Judicial han hecho los esfuerzos necesarios para su apro-
bación y promulgación.
La larga lucha por el reconocimiento de la justicia consuetu-
dinaria ha tenido grandes tropiezos, desde las primeras décadas
del siglo xx, liderada por apus y dirigentes de las comunidades
campesinas, avasallados permanentemente por la institucionali-
dad oficial. La invasión y depredación de sus tierras y bosques
desde mediados de siglo y la instalación de colonos y empresas
extranjeras, complicaron el problema; sin embargo, sus autorida-

386
La justicia peruana en un país multicultural

des continuaron en su propósito de reconocimiento, lucha que


se vio enriquecida desde la década del 70, cuando se organiza la
ronda campesina y se suma a este proceso para alcanzar el reco-
nocimiento por parte de las instancias del Estado peruano y del
sistema judicial ordinario.
La 100 Reglas de Brasilia, que posibilitó el reconocimiento
de los pueblos originarios por parte del Estado peruano y que
recogió la Constitución Política de 1993, posibilitó que en el pre-
sente siglo el Poder Judicial inicie el proceso de reconocimiento,
que con el acuerdo del Consejo Ejecutivo y la celebración del V
Plenario de la Corte Suprema, institucionalizan los Congresos In-
ternacionales de Justicia Intercultural, que organizan de manera
descentralizada en las cortes superiores del país, convirtiendo este
foro en espacios de acercamiento, conocimiento e interrelación
entre ambos sistemas de justicia.
La ronda campesina se convierte en la organización comunal
más dinámica en el proceso de reconocimiento de la justicia con-
suetudinaria. La organización en varias instancias y los activismos
de sus miembros pusieron en alerta a la institucionalidad ordina-
ria que, incluso, impactan en los compromisos y resoluciones de
los diferentes congresos interculturales, cuyos acuerdos, llamadas
declaraciones, se convierten en agendas y mesas de trabajo para
profundizar en esta meta.
La decisión política del Estado peruano representado por el
Poder Judicial para la coordinación y el reconocimiento de la jus-
ticia consuetudinaria se ve limitada por la actitud del magistrado,
que con su formación libresca, depositaria de una educación uni-
versitaria al margen del mundo comunal, se convierte en el prin-
cipal obstáculo para alcanzar las metas institucionales. Sin embar-
go, el evidente rechazo del magistrado capitalino o de extracción
citadina se ve superado por la destacada predisposición de los ma-
gistrados ubicados en jurisdicciones andinas el sur y centro del
Perú, así como amazónicas, donde el arraigo y la convivencia han
permitido importantes coordinaciones y la complementariedad
con la justicia consuetudinaria.

387
Orlando Velásquez

La firmeza de las comunidades, que exhiben programas y pro-


puestas coherentes para el tratamiento de las poblaciones nativas,
campesinas o ronderas, han permitido que el proceso judicial que
involucra a pobladores procedentes de pueblos aborígenes se asu-
ma en correspondencia con su extracción y posición sociocultu-
ral, involucrando al idioma, para alcanzar estándares igualitarios,
como mandan los fueros internacionales, la Constitución y el Es-
tado de derecho del Perú de hoy.
A pesar de los avances logrados para el proceso de reconoci-
miento de la justicia consuetudinaria de los pueblos aborígenes,
no son suficientes y todavía existe un desconocimiento e incom-
prensión por parte los actores de la justicia ordinaria, por lo cual
se persiste en el cumplimiento del mandato constitucional. El Esta-
do peruano aún no ha pagado la deuda social que históricamente
debe a las comunidades nativas, campesinas y rondas campesinas,
por lo que deben crearse nuevas condiciones para efectivizarla.
Los resultados y acuerdos emanados de los nueve Congresos
Internacionales de Interculturalidad que organizó la Corte Supre-
ma, en coordinación con las Cortes Superiores y las autoridades
de la justicia consuetudinaria, deben formalizarse y crear condi-
ciones para establecer resoluciones vinculantes que permitan y
comprometan a la magistratura de las diferentes instancias para
incorporarlos en sus procedimientos, procesos y sentencias. Por
lo que aparecen voces que deslindan en el cansancio ante el carác-
ter repetitivo de las conclusiones, pese a que siguen constituyén-
dose en la esperanza y el espacio que tienen los operadores de la
justicia comunal para alternar y comunicar sus problemas con los
integrantes de la justicia ordinaria. Los procesos y condenas a di-
rigentes comunales y ronderos continúan como el mayor escollo
para consolidar este acercamiento.
En el proceso de consolidación del sistema de justicia en el
Perú, el Consejo Nacional de la Magistratura, señalando sus debi-
lidades, creó nuevos mecanismos que aportaron en esta dirección
y, en especial, en la selección y ratificación de jueces y fiscales, sin
el tinte político de la etapa anterior, formando una nueva genera-

388
La justicia peruana en un país multicultural

ción de magistrados que hoy responden ante la descomposición


de las diferentes esferas de la gobernabilidad, el deterioro de va-
lores por parte de algunos sectores de la empresa privada, la cri-
minalidad y los elevados niveles de corrupción que escandalizan
al país porque su respuesta y reserva moral han consolidado a una
magistratura capaz de responder a los retos que tiene hoy el siste-
ma de justicia peruana.

389
La justicia peruana en un país multicultural

Bibliografía

Alcántara, Arrufo Empresa comunal: organización so-


cial y mentalidad de progreso en co-
munidades campesinas
Ediciones Universidad Nacional de
Trujillo
Trujillo, 1991
Arguedas, Jose Maria La sierra en el proceso de la cultura
peruana
Editorial sol y Luna
Perú, 1965
Asamblea constituyente Constitución política del Perú de
1993
Lima, Perú
Basadre Grohmann, Jorge historia de la república del Perú
Editorial el Comercio
Lima, ediciones 1982, 1968, 1983
Bonilla, Heraclio Comunidades de indígenas y estado
nación en el Perú. De comunidades
campesinas cambios y permanencias
2.a ed. Lima, Éxodo, 1988
Caballero J. María Agricultura reforma agraria y
pobreza campesina
Ediciones Universidad Nacional de
Trujillo
Perú, 1978

391
Orlando Velásquez

Castro Pozo, Hildebrando del ayllu al cooperativismo socia-


lista
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Lima, Perú, 1973
Choy, Emilio antropología e historia
Editorial Universidad Nacional Mayor
de San Marcos
1.a ed. Lima, 1987
Congreso de la república Ley n.° 27908: Ley de rondas
campesinas
Lima, Perú
Congreso de la república Ley n.° 27818: Ley para la educación
bilingüe intercultural
Lima, Perú
Congreso de la república Ley n.° 29785: Ley de consulta previa
Lima, Perú
Consejo ejecutivo Decreto supremo n.° 025-2003-Jus
Lima, Perú
corte suprema V plenario nacional
Lima, Perú
Flores Galindo, Alberto Comunidades campesinas, cambios y
permanencia
Centro de Estudios Sociales
Solidaridad
Chiclayo, Perú, 1987
Göran Therborn ¿Cómo domina la clase dominante?
Editorial Siglo XXI
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Guibovich del Carpio, Lorgio Antropologia. Revista tipfhe
Editorial Facultad de Humanidades,
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392
La justicia peruana en un país multicultural

Instituto del Bien Común Directorio 2016, comunidades


nativas del Perú
SICNA Lima, 2016
Instituto del Bien Directorio 2016, comunidades
Común cepes campesinas del perú
SICCAM
Lima, 2016
Lumbreras, Luis Guillermo
Los orígenes de la civilización en
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Instituto Andino de Estudios
Arqueológico-sociales
2.a ed. Lima, 2015
Mejía Baca, Juan Historia del Perú. Tomo IV
Editorial Mejía Baca
1.a ed. Lima, 1980
Mendicoa, Gloria La comunidad y sus actores
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Millones, Luis La memoria de los ancestros
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Ministerio de Agricultura Directorio de comunidades campesinas
Proyecto de Titulación de Tierras
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Plá, Sebastián y Saberes sociales para la
Rodríguez, Sandra justicia social: educación y escuela
en américa latina
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Poder Judicial del Perú La diversidad cultural en la agenda
del poder judicial
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Ramos Alva, Alfonso El estado hemisomo
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393
Orlando Velásquez

Rodríguez, D. Justicia de paz del Perú


Fondo Editorial del Poder Judicial
Lima, Perú, 2016
Rostworowski, María Historia del tahuantinsuyo
Instituto de Estudios Peruanos (IEP)
4.a ed. Lima, 2018
Sánchez Fabio, A. El sentido del mundo en las cultu-
ras prehispánicas del antiguo Perú
Vol. I: Chavín-Moche
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Lima, 2015
Spencer, Herbert El hombre contra el estado
Unión Editorial Inmisfree
España, 2012
Urrutia, Jaime y otros Comunidades campesinas y nativas en
el contexto neoliberal peruano
Instituto de Estudios Peruanos (IEP)
Lima, 2019
Velásquez, Orlando La comunidad campesina en el Perú
Universidad Nacional de Trujillo
Trujillo, 2001
Velasquez Benites, Orlando Nuevo tipo de tendencia de tierra
en el Perú
Ediciones Universidad Nacional de
Trujillo
Trujillo, 1996

394
La justicia peruana en un país multicultural

Se terminó de imprimir en los


Talleres gráficos de Editora y Librería Jurídica Grijley,
en marzo del 2020

395
El libro se propone ubicar y analizar el proceso de desarrollo del
sistema de justicia en el Perú, respondiendo al mandato constitucional
que reconoce la existencia de dos sistemas de justicia. En este contexto,
la investigación lleva a cabo un seguimiento de la justicia especial o
nativa desde sus inicios hasta la actualidad, que es aplicada y adminis-
trada por la comunidad y los pueblos originarios. Asimismo, se realiza
un estudio paralelo desde la aparición del Estado, la génesis del
sistema de justicia, y que en el Perú se consolida a partir de la funda-
ción de la República, con el Estado de Derecho correspondiente al
amparo de la Constitucion Política del Perú.��
Como parte de la investigación, se evalúa metodológicamente las
características del desarrollo y la consolidación de la Nación peruana
oficial, los poderes del Estado y la institucionalidad correspondiente;
además de la coexistencia de poblaciones o nacionalidades paralelas.
Así en el presente trabajo se visualiza la existencia de un Perú oficial y
otro no oficial (constituidos por un cuarto de la población peruana),
que conforman la población originaria, integrada en la comunidad
nativa, campesina, rondas campesinas y otros asentamientos pobla-
cionales que se ubican como nacionalidades apartadas de la Nación
peruana oficial. Estas han asimilado y consolidado su propio sistema
de justicia, respondiendo a su rica herencia cultural, consolidando su
propio sistema: LA JUSTICIA CONSUETUNIDARIA, reconocida por
la Constitucion Política del Perú, así como por organismos y foros
internacionales. Finalmente, se plantea la disyuntiva entre ambos
sistemas y lo que manda la constitución, para establecer los niveles de
coordinación con una ley que nunca se promulgó.

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