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Jornadas Internacionales para Docentes- 25 y 26 de abril, 2014.

Lectura y Educación, una relación que se renueva


40º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Predio Ferial La Rural, Plaza
Italia).

Entre la esperanza y el temor:


la incertidumbre de los educadores ante la evolución de la lectura
Anne-Marie Chartier

Me gustaría ante todo agradecer a los organizadores de este evento por su amable
invitación. Cuando me enteré del tema sobre el cual debía hablar me sentí honrada y a la
vez sorprendida, ya que es un tema sobre el cuál se interroga a especialistas de nuevas
tecnologías es decir, generalmente, jóvenes, hombres y, si se puede, de los Estados
Unidos.
Me pregunté: ¿que podría decir al respecto una mujer como yo, francesa, retirada,
que se dedica a escribir sobre la historia de la enseñanza de la lectura, es decir, sobre la
escuela en el tiempo pasado?
Claro yo sé, como todos sabemos, que en menos de veinte años las nuevas
tecnologías han cambiado completamente nuestra relación con la lectura. Estos cambios
los sentimos y los seguimos sin poder escaparnos de ellos. Son mutaciones que se nos
imponen de manera mucho más fácil que un cambio político o social, ya que se nos
presentan a través de objetos deseables, útiles, atractivos, y nunca impuestos por una
autoridad superior. Tenemos la libertad de no comprarlos ni usarlos.
Pero, ¿cómo resistir a la tentación? ¿Quién de nosotros podría vivir, hoy en día, sin
estos objetos fantásticos donde podemos leer, escribir, escuchar, ver y hablar a la vez,
estas máquinas que llamamos "portátiles", como la computadora, el celular, el ipad, el
smartphone, etc.
Por lo tanto, hoy he decidido salirme del discurso habitual donde se dice que las
nuevas tecnologías lo cambian todo, absolutamente todo, y que el problema es que la
escuela no ha cambiado rápidamente y que no ha cambiado lo suficiente.

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Yo no comparto esta opinión. ¿Qué significa “cambiar todo”? Para mí es necesario
pensar, al mismo tiempo, en aquello que cambia y en lo que no ha cambiado y no
cambiará. Y pienso que se debe comparar los cambios actuales con los cambios de antes.
De esta manera, podremos describir con mayor precisión las particularidades de lo que
vivimos hoy en día.
Hoy me encuentro en una posición difícil ya que debo convencerlos que estas
innovaciones no causan una ruptura radical entre el pasado de la lectura y un futuro
completamente nuevo. Los investigadores de la historia muestran que desde hace tiempo
la escuela ha estado integrando las nuevas tecnologías, siempre y cuando estuvieran
vinculadas con lo escrito. Pero nadie se acuerda, no sé porque. Se recuerdan más bien los
discursos filosóficos o didácticos sobre la educación, los debates entre métodos de
lectura, el nombre de los grandes pedagogos, pero no los cambios materiales que afectan
mucho más a la vida de la clase.
Yo comenzaría recordándoles tres cosas que no cambiarán.
La primera: los niños seguirán naciendo analfabetos. Lo que viene a ser una buena
noticia, ya que significa que todavía tendrán que aprender a leer y, para ello, seguirán
necesitando un mediador cerca de ellos.
La segunda: ese mediador no puede ser únicamente una máquina.
La tercera: al lado de las nuevas herramientas, estas máquinas que algunos
consideran "inteligentes”, los útiles tradicionales como el libro, el papel y los lápices, los
cuadernos, continuarán existiendo.
Mi exposición está dividida en tres partes. En la primera, les recordaré los
argumentos que intercambian aquellos entusiastas y aquellos desilusionados por los
efectos de la tecnología en la lectura y en la educación. Estos argumentos no se pueden
separar. En realidad cada uno de nosotros, dependiendo de la situación, puede ponerse de
un lado o del otro. Tomaré como ejemplo particular los videojuegos.
En la segunda, les contaré cómo en el pasado la escuela se ha visto transformada
en distintas ocasiones con la irrupción de nuevas tecnologías de escritura.
En la última parte, voy a dar algunos ejemplos de lo que se hace para domesticar el
mundo digital, en las bibliotecas, las escuelas, y en todos los lugares educativos.

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I. Los cambios según los entusiastas y los desilusionados
En 1995, Internet pasó a ser parte del espacio público y de los hábitos sociales. En
sólo algunos años, este dispositivo tecnológico ha revolucionado a la vez la consulta de
datos y las comunicaciones a distancia. Este nuevo mercado trae consigo una
competencia comercial encarnecida de producción de programas, de software, de base de
datos y de motores de búsqueda. Las redes nos permiten conectarnos más y más rápido en
el trabajo, en la casa, en los transportes, en la playa. Los usuarios ya no se sorprenden de
las novedades.
De manera que las relaciones con la lectura, y también con la escritura, se han
visto cambiadas incluso cuando, como en mi caso, se hubiesen adquirido a través de años
y años de escolarización sin pantallas ni teclados.
¿Cuál es el cambio más importante? Creo que es la relación de los lectores con el
tiempo y con el espacio.
“Antes”, leer y escribir eran actividades separadas, sucesivas, más o menos lentas,
como lo muestran retratos de lectores o lectoras, con un libro abierto entre las manos, o
retratos de hombres o mujeres cogiendo una pluma, sentados ante su mesa de trabajo.
“Ahora”, ¿cómo saber si el que tiene la vista fija frente a su máquina está leyendo,
escribiendo, haciendo cálculos, escuchando música, viendo imágenes o una película? ¿Si
está trabajando o jugando? Leer lleva a escribir y escribir lleva a leer, pero la pantalla
también obliga a manipular números, imágenes y sonido.
“Antes”, letras, cifras, gráficos, esquemas e imágenes pertenecían a formas
textuales distintas; “ahora” todos los símbolos semióticos intervienen juntos. La
temporalidad de la lectura ha cambiado y, tal vez, lo que se nombre como “lectura”.

A. La escuela y el saber de libre acceso: la voz de los entusiastas


¿Qué dicen los entusiastas? Que las ventajas de esta nueva herramienta para una
pedagogía de masas están basadas sobre tres argumentos.
1. Las máquinas son ejecutantes perfectas de todas las tareas repetitivas: buscar,
copiar, dar formato e imprimir tantas veces como se desee, rápido y sin esfuerzo.
Liberados de estas tareas improductivas y tediosas, los maestros y los alumnos tienen más

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tiempo para dedicarse a las actividades “de alto nivel” que ponen en movimiento la
inteligencia y la imaginación.
2. Con las máquinas, el saber es de libre acceso para todos: la gente puede
enriquecer su propia “biblioteca” relacionando con otras las carpetas que descargan,
gracias a los vínculos “hipertextos”. Pueden componer nuevos textos a partir de los textos
leídos mediante añadidos, reducciones, variantes. No es posible enumerar todos los
“pueden” que están disponibles; los textos a leer, los recursos y las actividades son
infinitas.
3. Las nuevas tecnologías permiten que todos aprendan a distancia. Hoy en día
persiste la escuela tradicional con sus grupos y sus alumnos alineados en sus mesas
mientras el maestro habla delante del pizarrón. También tenemos los “cursos virtuales”,
los famosos MOOCs (Massive Open Online Courses), que pueden escucharse cuando se
desee, como se desee y tantas veces como se desee. Se dicen que los MOOCs son la
escuela del futuro.
Los optimistas saludan así con entusiasmo la llegada de una nueva era. Están
convencidos de que todos los principios preconizados por las pedagogías de vanguardia,
utópicas al principio del siglo XX, han encontrado los medios para hacerse realidad.
Gracias a las tecnologías digitales será posible respetar ritmos e intereses singulares,
individualizar trayectorias de aprendizaje, brindar ayuda personalizada a aquellos que se
encuentran en dificultad, favorecer los intercambios entre pares, entrenar a los alumnos
de manera lúdica y evaluar las experiencias adquiridas y los progresos más que sancionar
las faltas.
Es posible, claro. Pero, no todo lo que es posible es realizable.

B. Los engaños reales de lo virtual: las voces pesimistas


1. Primero: el costo. Los pesimistas subrayan los obstáculos de ese programa al
igual que sus peligros, debido al costo exorbitante de los ambientes digitales. Lo más
costoso no es el equipo individual (una computadora por alumno) sino el ambiente
material y humano: presupuestos regulares de funcionamiento, locales equipados,
maestros preparados para el uso de estas nuevas herramientas, y personal de

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mantenimiento disponible y eficaz. Y lo que era gratis al principio, rápidamente se
convierte en pago.
Y aunque sea gratis, es caro: cuando fui a Bangladesh, hace dos años, visité la sala
de computación en una escuela secundaria en la que Microsoft había ofrecido cuarenta
equipos. La escuela tuvo que pagar una puerta de seguridad para evitar robos. En este
cuarto vacío, máquinas nuevas estaban todavía en su cubierta de plástico. Ningún maestro
las usaba. ¿Por qué? Debido a frecuentes cortes de electricidad. En Bangladesh, todo el
mundo quiere teléfonos celulares porque las llamadas son gratuitas y porque los teléfonos
móviles se pueden recargar mediante paneles solares. Sin embargo, el modelo occidental
del salón de clase para las computadoras parecía el único posible para Microsoft y nadie
preguntó qué habría sido útil para los profesores y los alumnos.
2. Segunda objeción: la ilusión de la cantidad. Las computadoras introducen un
cambio más espectacular que real, porque si bien las potencialidades de las máquinas son
vertiginosas, el tiempo de los individuos no puede expandirse. ¿De qué sirve una
mediateca digital con millones de archivos si es imposible leerlos? Dado que los días
siguen teniendo siempre veinticuatro horas, la abundancia prometida es un engaño
comercial. Como de costumbre, los que sacarán mayor provecho son los que saben
buscar, identificar, seleccionar, jerarquizar, variando sus criterios de elección según sus
objetivos, resultando estos procedimientos de un largo aprendizaje.
3. Tercero: la ilusión del saber fácil. Las máquinas no pueden aprender en lugar de
los alumnos. Sería iluso tomar a la minoría actual de jóvenes usuarios aficionados como
un buen indicador de “lo que son capaces de hacer todos los niños”. Los “analfabetos
digitales” ya se encuentran entre nosotros. Para trabajar con una máquina no sólo se
requiere una capacidad de leer-escribir más elevada que para el libro, sino que además
hay que saber escribir con el teclado y responder a las instrucciones de la computadora.
Por lo tanto, los aprendizajes básicos no se aceleran. Al contrario, cuando estas
tecnologías se hayan vuelto obligatorias, lo que no tardará en ocurrir, un nuevo fracaso
masivo profundizará la brecha entre los alumnos favorecidos que son buenos lectores y
los menos favorecidos.
4. Por último, la carrera por nuevos objetos. Las nuevas tecnologías son una

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carrera frenética de nuevos productos. Venta de material, venta de nuevos programas,
propuestas de artículos inútiles. Todos los nuevos productos (software, aplicaciones) son
programados para durar poco tiempo. Los usuarios son prisioneros de motores de
búsqueda de empresas privadas gobernadas por la ley de la ganancia. Los usuarios se ven
obligados a creer lo que dicen las publicidades.
Los educadores eran considerados como encargados de misiones por los servicios
públicos, llamados escuelas y bibliotecas. Con Internet ellos se transforman en clientes,
destruyendo poco a poco las comunidades educativas. Las empresas privadas son mucho
más eficaces y más avanguardistas que los estados para democratizar (es decir masificar)
el acceso al saber, si es rentable.
Sin embargo, no es una razón suficiente para rechazar todos los productos
disponibles en el mercado. Entonces, ¿qué hacer?, ¿qué pensar?
Vamos a ver estas dos miradas sobre un ejemplo concreto, como el de los
videojuegos, que compiten con los libros.

C. Los videojuegos
1. La primera industria cultural de masas en el mundo
Después de Atari y Nintendo, Sony y Microsoft comparten una industria que
cuenta con adeptos en el mundo entero. En diciembre del 2011 Harry Potter y Avatar, los
dos productos comerciales más rentables de la historia, habían sido detronados por el
video juego Call of Duty Modern Warfare.
Sabía que la industria del showbusiness (cine, video y música) ha superado la
impresión, pero aprendí con asombro que las ventas de videojuegos sobrepasan las de la
industria cinematográfica y musical. En efecto, la industria de los videojuegos se ha
convertido en la primera industria cultural de masas en el mundo. Podemos constatar que
estos juegos han cambiado la vida diaria de las familias. Con los ojos pegados a la
pantalla, los niños se quedan tranquilos en el auto o en el sofá de la casa. Los niños
obedecen sin protestar, se lavan los dientes, terminan su comida, hacen sus tareas, y todo
a cambio de no verse privados de su Playstation. Esta adicción no solo está presente
durante la infancia: según una encuesta reciente en Francia, el ochenta por ciento de

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jóvenes, entre quince y veinticuatro años, juegan videojuegos con frecuencia. En cuanto a
los juegos de rol, la edad media en Francia es alrededor de los treinta años.

2. Los riegos que denuncian los educadores

Obviamente entiendo por qué tantos enseñantes denuncian los riesgos de esta
adicción: los juegos son repetitivos, tontos y crueles. Sumergen al jugador en un mundo
donde aprende a olvidar la realidad para vivir una vida imaginaria, maravillosa u horrible.
Los estereotipos sexistas y xenófobos están presentes por donde quiera. Estas vidas
"maravillosas" están dedicadas al consumo. Las chicas aprenden más que todo a
maquillarse, a comprarse ropa, a gastar mucho dinero y a conocer chicos ricos que les dan
muchos regalos. Las vidas horribles están llenas de monstruos y de enemigos que hay que
matar para sobrevivir a toda costa. En el famoso juego World of Warcraft, el mundo está
dividido entre el mal y el bien. Los jugadores deben escribir una carta de motivación en
un currículo, y si son aceptados, entrarán en una guilda militar donde deberán obedecer a
los jefes.
Cada vez que ocurre alguna masacre entre jóvenes en el mundo real, los
periodistas denuncian el rol de los videojuegos en el aumento de la violencia. Los juegos
acostumbran a los jugadores a practicar virtualmente el asesinato, a hacer guerras sin
tregua donde los buenos son blancos y guapos, y los malos feos y deformes.

3. Los videojuegos, nueva forma de creación estética


Sin embargo, otras voces menos críticas dicen que desde su creación las cosas han
cambiado bastante. Estas voces dicen que los adultos que sentencian a los jugadores no
tienen la menor idea de su verdadera experiencia y que, probablemente, nunca han jugado
a Super Mario cuando eran pequeños. Que no son capaces de hacer la diferencia entre los
juegos de tiro y los de combate (shooter games), los juegos de plataforma y los juegos de
supervivencia, de horror, de rol, de rompecabezas, de estrategia y de simulación. Que
nunca se han conectado a las plataformas en línea donde millones de usuarios juegan
juntos sobre el MMORPG (Massive Multiplayer Online Role Playing Games) a un juego
tan famoso como World of Warcraft.

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Ellas ignoran que los juegos de simulación, que pueden recrear situaciones de la
vida, son utilizados de manera profesional, para empezar un proyecto de construcción,
una emergencia médica, la gestión de viajes, y ya, la formación de los maestros. Jugando
los jugadores pueden aprender mucho, tal vez hasta más que leyendo.
Hay videojuegos que son útiles y otros que son hermosos. Aquellos que han
viajado a la increíble belleza del mundo de imágenes creadas por los nuevos diseñadores
saben que son verdaderos artistas digitales. Con los productos recientes, los jugadores
están cada vez más relacionados con la creación, ya que ellos mismos eligen los rasgos
físicos y psicológicos de sus personajes, que se desarrollan en escenarios dinámicos más
y más sutiles: a Cortázar le hubiera gustado mucho esta nueva forma de jugar a la rayuela.
Los avatares creados de esta manera no son nada menos que una nueva versión de las
máscaras de carnaval de antaño, que cada uno se ponía con júbilo en los momentos
festivos, lúdicos. Nos gusta vivir un ratito con los Cronopios y la Famas, pero ninguna
persona normal espera verlos IéRéLé, In Real Life, en la vida real.
Si nos gusta la ficción en las novelas, ¿porqué rechazarla en los videos juegos?

4. Las élites, lo culto y lo popular

Así que nos vemos obligados a dar un paso atrás, para recordar todos los discursos
de las élites académicas, de profesores y educadores, condenando los nuevos medios de
comunicación a lo largo de la historia:
Estos discursos condenaron la televisión y sus emisiones superficiales y vulgares
interrumpidas constantemente por la publicidad. Sin embargo, la miraban y soñaban con
ser invitados.
Condenaron el cine, considerado en sus inicios como un producto barato,
demasiado popular para tener algún valor, y que sin embargo se convirtió en el octavo
arte.
Condenaron los comics, esa literatura vulgar y mal escrita prohibida en las buenas
bibliotecas. Sin embargo, sabemos que los libros de historietas inventaron héroes
inolvidables e historias que nuestros nietos todavía leerán en cincuenta años, como Tintín,
Snoopy y Mafalda. Para que los jóvenes piensen sobre la política, la vida social, la causa

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de las mujeres, Mafalda me parece tan importante como Simone de Beauvoir y Judith
Butler.
Si seguimos retrocediendo en la historia, condenaron la novela y las obras de Jean-
Jacques Rousseau y Goethe, porque desdibujan los límites entre lo ficticio y lo real.
Rousseau hacía llorar a las mujeres como la Nueva Eloisa, Goethe hacía que los hombres
se suiciden como el Joven Werther. El filósofo Fichte condenaba la lectura de novelas
como una droga y Emmanuel Kant decía que ellas hacen de la "distracción" un hábito y
que era muy malo.
¿Cómo explicar esas condenas repetitivas? ¿Cómo explicar la ceguera de las
autoridades ante nuevas formas de expresión? ¿Será que acaso se sienten amenazadas por
ellas? ¿Es porque son malas, peligrosas? ¿O porque son populares?

II. Las tecnologías de la escritura y los cambios en la enseñanza


Un breve repaso histórico de otras “revoluciones” tecnológicas permitirá situar
mejor la singularidad de las modificaciones que están ocurriendo. Podremos entonces
considerar las repercusiones del uso de las nuevas herramientas digitales y, por otra parte,
lo que podemos esperar o temer de ellas. Abordaré tres cambios tecnológicos que han
tenido una influencia decisiva sobre la lectura y la forma en la que los educadores
hicieron uso de ellos: la imprenta, el papel de celulosa y la televisión.

A. La imprenta y la alfabetización del pueblo

Sin Gutenberg, habría sido imposible la primera alfabetización elemental masiva


que se inicia en el siglo XVI. El objetivo contemplado fue la instrucción religiosa de
todos los fieles gracias al catecismo, protestante en un caso y católico en otro. Pero,
¿cómo dotar a todos con los soportes necesarios para estos aprendizajes?
En toda Europa las imprentas de brazo produjeron millones de salterios, que eran
también cartillas. Los alumnos aprendían a “leer la letra de molde” (es decir, los bloques
de impresión moldeados en plomo). La escritura manuscrita seguía siendo indescifrable
para ellos. De este modo, la imprenta expandió “cuantitativamente” los índices de
alfabetización más allá del mundo de los clérigos y las élites, pero también modificó

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“cualitativamente” la relación con lo escrito.
Durante casi tres siglos, la lectura y la escritura, la recepción de textos y la
producción, se mantuvieron disociadas para los medios populares. El libro adquirió un
status sagrado en la medida en que los nuevos lectores eran en su mayoría incapaces de
escribir. Ese modelo sigue aún vivo en los estudios literarios, donde los textos de los
“grandes escritores” son leídos con el escrúpulo religioso y el fervor respetuoso que se
reservan a los textos sagrados. Pero, lejos de esta lectura literaria, para el pueblo, la
lectura silabeada en voz alta, la lectura coral, hasta la recitación de memoria, se adaptaban
al corpus religioso en el que se basaba el aprendizaje. Un niño que lee "Padre Nuestro que
estás en el cielo" dice lo que su comunidad cree que es verdad y se compromete a creer.
Estos hábitos eran válidos para todos los textos, religiosos o profanos, pues los textos
profanos leídos en los medios populares eran los textos necesarios en la vida social, como
los contratos, los testamentos, las actas notariales, todos los documentos que exigen el
cumplimiento de la palabra, el compromiso de la firma. En la época, la lectura no pareció
destinada a informarse o a distraer.
Obviamente entendemos por qué está prohibido leer un texto que afirma algo que
es falso, es decir una mentira, una invención que no se cree. Aquel que hace una promesa
falsa será culpado de engaño o de perjurio. Pues, ¿qué hacer con las ficciones?
Este ejemplo muestra que las innovaciones técnicas no son “neutras”: con la
imprenta, los libros fueron más y más numerosos en el ambiente, es lo mismo que hoy en
día sucede con Internet. Al modificar la relación con los soportes de la escritura, se
producen efectos no previstos. ¿No previstos sobre qué? Sobre los usos y la situación de
la lectura en una sociedad, las formas de instruirse y la representación de lo que es un
texto, de lo que es el acto de leer.
Se comprende así por qué en el siglo XVIII la difusión de las novelas exitosas
parecía tan peligrosa y por qué parecía subversivo también este género literario que
sustituía la lectura lenta y colectiva por una lectura solitaria, rápida, silenciosa, ficticia y
emocional. Las autoridades académicas se dieron cuenta con estupor que personas de
todas las condiciones sociales podían quedar “cautivas” de la lectura y denunciaron esa
peligrosa adicción. Esos miedos recuerdan las condenas recientes ante la fascinación que

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provocan las pantallas de televisión, de la computadora y de los videojuegos. El género
de la novela se ha asociado a lo largo del tiempo con el “mundo virtual”, con la ilusión
ficticia, con la lectura como “droga”; en suma, con todo aquello contra lo que debe luchar
una educación sana.

B. Las técnicas escolares de lo escrito, entre lectura de lo impreso y escritura


manuscrita
Fue necesaria otra innovación para que la clase adquiriera la forma “moderna” que
sobrevive hasta ahora. Desde principios del siglo XIX, la demanda social de escritura se
vuelve más apremiante. En efecto, saber escribir se hace cada vez más necesario cuando
los ferrocarriles permiten que se multipliquen los viajes, obligando a los emigrantes de la
revolución industrial a escribirles cartas a sus familias.
Los esfuerzos para hacer extensiva la capacidad de escribir siguen siendo inútiles
hasta que nuevas “herramientas técnicas” permiten reorganizar todo el currículum
pedagógico. Éstas se difunden entre los grupos escolares a partir de mediados del siglo
XIX: se trata de la tiza y la pizarra para los principiantes, y sobre todo, las plumas
metálicas y el papel de celulosa. El papel de celulosa es diez veces más barato que el
papel de trapo. Las plumas metálicas no se gastan, son mucho más fáciles de manejar que
las plumas de ganso, y pueden ser utilizadas por niños desde los cinco o seis años. Los
principiantes aprenden a leer, escribir y contar “al mismo tiempo”, desde su ingreso a la
escuela primaria. Por ello deben tener una carpeta en vez de estar sentados en bancas.
La organización actual de la clase nace en esa época: las filas de carpetas, los
alumnos que escriben en sus cuadernos, el pizarrón delante del cual se coloca el maestro,
ya sea de pie o sentado ante su escritorio. El modelo más frecuente, el de la escuela rural,
distribuye por hileras de mesas y de acuerdo al “nivel” de los estudiantes (elemental,
medio y superior). Mientras que algunos escuchan al maestro “impartir la lección”, los
otros están absortos en silencio en tareas de escritura.
Pero tanto en la ciudad como en el campo, las ambiciones de la educación primaria
han cambiado, pues “saber leer y escribir” ya no es el fin al que apunta la escuela sino el
simple punto de partida. Pese a que abundan las críticas a la escuela por su resistencia a

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los cambios, y a los maestros por su incapacidad para deshacerse de sus rutinas, este
ejemplo muestra, por el contrario, una institución que adoptó rápidamente las “nuevas
tecnologías” y que en consecuencia inventó nuevas formas de enseñanza, adaptadas a las
nuevas condiciones de trabajo.
En una generación, la secuencia ancestral (aprender a leer y, una vez cubierta esta
etapa, aprender a escribir y contar) queda abolida. Se experimentan nuevos
procedimientos que quedan fijos en métodos de lectura inéditos, “inventados” por los
maestros en varios países al mismo tiempo (lectura a partir de sílabas reunidas para
formar palabras, o bien lectura de palabras enteras leídas “globalmente”). Un siglo
después, la discusión sobre la eficacia de estos métodos no se ha cerrado.
No obstante, sea cual sea el “método” elegido, el acoplamiento lectura-escritura
permite el acceso acelerado a la lectura (en un año en vez de dos o tres). Las cartillas
despliegan el abanico de los saberes que deben memorizarse pero se difunden en gran
escala nuevas tecnologías de memorización. Se hacen posibles nuevas formas de
ejercicios, irrealizables de manera oral: elaborar listas de palabras, presentar tablas de
conjugación, resolver problemas de aritmética con las operaciones, dibujar mapas, poner
leyendas a los esquemas, completar textos. Todas las formas de compaginación,
específicas del libro impreso fueron adoptadas en los cuadernos del alumno.
Así, en una generación, tanto en Europa como en las Américas, en los países de
tradición protestante como en los católicos, en las escuelas públicas como en las privadas,
los maestros adoptaron las nuevas tecnologías de la escritura y reorganizaron el
currículum escolar de acuerdo con esto. Se necesitó más de una generación para
estabilizar este nuevo currículum y, un siglo después, se sigue enseñando con los métodos
de lectura nacidos de esta revolución. Hoy en día vamos vivir una otra revolución.

C. El audiovisual contra el impreso en la década de 1960


Entre 1850 y 1950, el ambiente social se ve transformado completamente por la
invención de la electricidad, de las vacunas, el auto, la radio y el cine. Sin embargo estas
nuevas tecnologías, que cambian la vida de las familias y de los niños, casi no modifican
las prácticas de la lectura de la escuela pese a la omnipresencia del discurso modernista.

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Los pedagogos adeptos a “la escuela nueva” introducen en la clase los métodos activos,
los centros de interés del niño, el trabajo en pequeños grupos, los “juegos educativos”.
Pero ni los diarios ni la máquina de escribir entran aún a las clases; sólo Célestin Freinet
introduce la imprenta artesanal en su “grupo escolar cooperativo”.
Habrá que esperar la década de los sesenta. En este período, la omnipresencia de
los medios audiovisuales en las familias populares parece poner en peligro la cultura
escrita a la que se había dedicado la escuela. Como escribe Marshall McLuhan, la
transmisión mediante ondas vuelve arcaica la imprenta, Marconi destrona a Gutenberg.
Las funciones del libro (informarse, cultivarse, distraerse) empiezan a sentir la
competencia de la radio y la televisión que ofrecen las noticias diarias del periódico, pero
también documentos y obras de ficción, sin necesidad de fatigarse leyendo en solitario.
La televisión modifica la vida de las familias porque numerosos programas de
“espectáculos” pueden ser vistos por los padres y los hijos reunidos ante la pantalla sin
que tengan que desplazarse ni que pagar para “salir a ver”.
Por su parte, en ese mismo momento la escritura parece ser sustituida con ventaja
por el teléfono, que vuelve obsoleta la correspondencia escrita. Es el regreso al lenguaje
oral, un nuevo lenguaje oral, un lenguaje oral secundario, según Walter Ong, ya que es
hablado a distancia y que presupone la escritura. Los maestros ven crecer la fuerza de
estas “escuelas paralelas”, sin maestro ni trabajos que hacer, que aportan a domicilio
“saberes” que ninguna enseñanza impuesta y libresca podrá presentar jamás de modo tan
seductor.
¿Cómo salvaguardar el papel de lo escrito frente a las nuevas técnicas
audiovisuales de la información y de la comunicación?

D. Las respuestas escolares a los desafíos de los medios masivos de


comunicación
En las dos décadas siguientes esta revolución de los medios de comunicación
produce tres grandes tipos de respuesta.
1. La primera consiste en introducir el uso de los “medios masivos de
comunicación” en las prácticas escolares. En los diferentes países se crean servicios de

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radio y de televisión escolares para producir programas destinados a los alumnos y los
maestros. Las imágenes ocupan un lugar cada vez más importante y se conciben no como
simples ilustraciones sino como un “medio” informativo por derecho propio, pese a que
"la lectura de las imágenes", es decir el significado de sus códigos, no se enseña pues los
adultos suelen creer que una imagen se comprende directamente y sin mediación alguna.
2. La segunda respuesta consiste en articular lo oral y lo escrito, asignándole como
finalidad a la escuela “el dominio de la lengua” en todas sus formas, tanto habladas como
impresas. De este modo se elabora una didáctica de la lengua oral para las lenguas
maternas basada en el modelo de la didáctica de las lenguas extranjeras. La pedagogía de
estos años “audiovisuales” es la de “la expresión libre”, referida a la experiencia singular
del alumno: los años de la televisión son también los del triunfo de las ideas de la
educación liberal. Sin embargo, la elección pedagógica de la experiencia “vivida”,
“auténtica”, “espontánea”, que está de acuerdo con la ideología de la época, encierra
dificultades didácticas imprevistas. La expresión libre no ayuda forzosamente a todos los
alumnos y, por el contrario, hace fracasar a los más frágiles.
3. La tercera respuesta ha sido reformular las funciones de la lectura. La función
tradicional de la lectura escolar consistía en introducir al alumno en el mundo de los
saberes legítimos (textos literarios en lengua nacional, relatos históricos, descripciones
geográficas o científicas). Ahora se convierte en el medio para informarse y divertirse.
Tratándose de las lecturas “funcionales” para informarse, la tarea de la escuela es
preparar para la lectura de todos los “tipos de textos”, tanto sociales como escolares
(textos informativos, prescriptivos, narrativos, descriptivos, explicativos, etc.). Los
alumnos deben saber leer e interpretar los carteles, los directorios, las recetas. En cuanto a
las lecturas de ficción, tomadas de la literatura, éstas deben obedecer la consigna
unánime: la del “placer de leer”.
Entran así en la escuela numerosas producciones editoriales, divertidas y fáciles,
anteriormente prohibidas por la escasa calidad de su lengua, su contenido vulgar y su
pobre valor educativo. Pero, ¿no es mejor que los niños “lean lo que sea” con tal de que
no vean la televisión? Ésta es condenada por los educadores de estos años con la misma
violencia que dos siglos antes se condenó a la novela.

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Este sentimiento de urgencia se ve reforzado en la década de los noventa cuando
las primeras evaluaciones en gran escala, nacionales e internacionales, muestran el
importante número de alumnos que son “malos lectores” o "analfabetos".

E. El trabajo escolar y la computadora

Llegamos a la última revolución. En un primer momento, la revolución de Internet


pareció más fácil de aceptar que la difusión del audiovisual. Lejos de reemplazar los
escritos por la imagen y el sonido, ésta combinó la pantalla con el teclado señalando el
regreso triunfal de la lectura y de la escritura a las tecnologías de vanguardia. Las
computadoras rápidamente fueron adoptadas en las oficinas y en el espacio doméstico.
Debido a la facilidad de su uso, ¿cómo podía no haber entrado al salón de clases?
En un primer momento, pues, la computadora no “revolucionó” nada en el fondo:
se utilizó como una herramienta para acelerar actividades ya conocidas. Por supuesto, con
la llegada de Internet las cosas cambiaron. Todo cambió, dicen aquellos.
En la última parte de esta comunicación, voy a describir algunas experiencias
prácticas que muestran los cambios introducidos por las nuevas tecnologías de la lectura,
con lo que se gana y lo que se pierde también. Se podrá desde allí, reflexionar sobre el
futuro cercano de la lectura en la escuela.

III. Tres ejemplos


A. Youtube para ayudar a la lectura

Sabemos que una nueva tecnología no suprime los viejos modos de comunicación
y de intercambio si aquellos están fácilmente al alcance. Así podemos predecir, sin riesgo
de equívoco, que los padres seguirán sentando a sus hijos sobre las rodillas para leer y
releer con ellos. Nada impide que ellos vean también videos y que escuchen cassettes
(mp3) que les cuenten una historia. Lo más importante en esta situación no es el medio, ni
el mensaje, pero sí la relación de intercambio que se da entre los adultos y los niños
alrededor de esta recepción compartida.
Así, en un jardín de un medio popular donde voy seguido, los maestros habían
elegido trabajar el cuento "Los tres cerditos." En el taller que yo dirigía, había cinco niños

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juzgados con déficit de lenguaje. Gracias a YouTube, miramos juntos el cortometraje de
Disney de 1933 solamente que dura nueve minutos. Todos los niños miraban con mucha
atención y memorizaron rápidamente la historia. Pero tuvimos que pasar el video varias
veces antes de que ellos pudieran anticipar lo que vendría, antes de que se rieran al
entender que el lobo se había disfrazado de oveja y antes de que se dieran cuenta de los
elementos cómicos en cada escena.
Les leí libros ilustrados que relataban otras versiones del cuento y ellos hicieron
comentarios, pero fue sobre todo gracias al video que la estructura del cuento y los
personajes se les grabaron. Esta nueva forma de lectura compartida me liberaba de mi
función de lectora: yo podía interactuar con los niños durante la película, reírme con
ellos, cantar al mismo tiempo que la banda sonora, comentar las acciones y reaccionar
ante sus comentarios. El cortometraje nos permitió hacer un pequeño álbum, ilustrado por
cada niño. Así, todos los dibujos animados hechos por los pequeñitos, que encontramos
en YouTube, pueden ser utilizados como un complemento y no un sustituto de la lectura
clásica de los libros. ¿Quién podría quejarse?
Está claro que dejar a los niños delante de una pantalla es una gran tentación, ya
que ésta tiene el poder de pegarlos a ella. He allí el detalle: si el profesor se hace
reemplazar por la máquina, él pierde en todo sentido, porque los intercambios
espontáneos no son tomados en cuenta por la máquina. La máquina no interactúa con los
niños, hablando y riendo.
Si los niños de los que yo me ocupé tienen un déficit de expresión, pese a que son
grandes consumidores de programas de televisión y de DVDs, es porque en la casa es
muy raro para ellos que un adulto los acompañe mientras ven sus programas: sienten
emociones fuertes, pero las peripecias que ven siguen siendo tan enigmáticas para ellos
como los personajes que participan en ellas. ¿Cómo se puede diferenciar a alguien que
dice la verdad y al que miente? ¿Cómo saben si alguien se ríe porque está alegre, porque
se está burlando, o porque se siente tranquilo o porque hace como si estuviera contento?
El humor, hoy, tan presente en cada producto comercial para niños, no puede
diferenciarse a menos que un adulto aclare el sentido, reaccionando y comentando lo que
ve. Ver un video o escuchar una lectura es siempre comprender una historia. El video

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como la lectura, ayer como hoy, es una actividad de comunicación, de intercambios, antes
de convertirse en una práctica en solitario. El trabajo pedagógico es el mismo.

2. Tres etapas para familiarizarse con las útiles digitales

El segundo ejemplo se trata de una clase de niños entre diez y doce años. La
maestra ha adquirido una gran familiaridad con las herramientas digitales gracias a su
antigua profesión (ella era traductora). Cuando le pregunté por qué quería introducir esas
herramientas en su pedagogía, ella se sorprendió. Para ella, las nuevas tecnologías
facilitan la vida y tienen tanto prestigio con los niños que sería absurdo privarse de ellas.
Para iniciar, ella usó las computadoras para las tareas "básicas" de lectura y
escritura, es decir para consultas y producción: copiar, buscar imágenes y documentos en
Internet y utilizar numerosas tareas para entrenarse. Los alumnos trabajaban solos frente a
la pantalla, o de dos en dos. En esta etapa, la computadora era simplemente un útil más,
como pudo haberlo sido la grabadora, la fotocopiadora o la cámara fotográfica.
Después, al año siguiente, la llegada de la pizarra digital blanca y de la conexión
Internet marcó un gran cambio, haciendo posible una multitud de cosas, antes
"impensables". Los recursos informáticos han cambiado el trabajo de la producción
escrita. La clase hizo un proyecto de elaboración de una novela (basada en “Las Mil y una
noches”) y la gran facilidad de manipulación de documentos compartidos permitió a los
estudiantes seguir un esquema narrativo complejo, de enriquecerlo a través de sonidos, de
indicadores teatrales. Es allí que podemos ver que los medios tecnológicos permiten la
concepción de nuevos proyectos. Los medios son diferentes, pero los fines son los
mismos. El deseo del educador es que los niños se impliquen en el aprendizaje previsto
en el currículum y que aprendan.
Tercero, la llegada de las redes sociales. El proyecto científico del año (la creación
de un criadero de hormigas, en colaboración con biólogos) exigía un trabajo de escritura
científica. Demandaba una colaboración directa entre los niños y los investigadores. Los
alumnos debían preguntar, presentar sus comentarios, imaginar dispositivos de control y
programar encuentros. El correo electrónico y los tweets se han convertido en útiles de

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trabajo indispensables.
El panel digital de control cambio también la relación entre la maestra y sus
alumnos. El trabajo de preparación es proyectado sobre la pizarra, que se usa como una
pantalla. De esta manera, el trabajo está disponible inmediatamente en el salón de clase y
la maestra puede dedicarse por entero a sus alumnos. Y sobre todo, en vez de estar parada
frente a ellos, la maestra puede estar sentada en la esquina de la clase, escribiendo en la
computadora. Todo lo que escribe aparece en el panel y toda la atención de los niños está
concentrada en el panel, donde se escribe lo que tienen que hacer y lo que deben anotar.
El panel digital permite corregir y volver atrás. Claro que para estar dispuesto y
reactivo, la maestra debe saber usar la computadora y escribir en el teclado sin problemas.
Como la máquina guarda los avances del trabajo en su memoria, la atención del enseñante
se libera y puede interactuar más con la clase. El panel digital ofrece, así, un foco de
atención colectivo. No es una pizarra negra aumentada, es "otra cosa" que modifica la
manera de trabajar. Como el papel de celulosa ha modificado las maneras de trabajar de
los maestros en el siglo XIX.
A veces, algunos de los niños trabajan solos frente a la computadora, mientras que
la maestra se ocupa de aquellos que necesitan ayuda; a veces, todos se reúnen para hablar,
escuchar y escribir colectivamente. El panel digital ofrece un futuro brillante a las
actividades de intercambios colectivos sobre un material que toda la clase recibe o
desarrolla. El maestro tiene un rol esencial, desde el punto de vista relacional y también
cognitivo, aunque ya no esté físicamente en el centro del dispositivo: lo que está en el
centro es lo que se lee y lo que se escribe, o sea el trabajo "en desarrollo".
Evidentemente, el uso de estos instrumentos digitales no se hace sobre un terreno
virgen: los niños ya tienen prácticas, creencias, fantasmas y representaciones de estos
útiles que el maestro debe deconstruir. Las discusiones sobre el uso y el mal uso de estas
tecnologías, sobre los límites entre lo que es comunicable y lo que no lo es, sobre las
normas de comunicación, sobre el uso activo llega naturalmente. Los niños descubren así,
a partir de situaciones vividas, la dimensión legal y social de la práctica digital.
Podemos decir, una vez más, que todo cambia o que nada cambia. Los niños,
gracias a los nuevos útiles digitales, leen y escriben mucho más que antes, lo cual es

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bueno. Pero, el trabajo pedagógico es el mismo que antes.

3. Las bibliotecarias y los videojuegos


El tercer ejemplo se trata de los videojuegos en una biblioteca pública. Desde que
las bibliotecas se convirtieron en mediatecas podemos encontrar libros y también bancos
de imágenes, películas, videos y música. Desde hace poco tiempo podemos encontrar
también videojuegos gracias a la iniciativa de unas jóvenes bibliotecarias a quienes les
gustaba jugarlos cuando eran pequeñas. En Francia hay muchas encuestas estudios y
hasta tesis sobre los videojuegos. Por lo tanto, es más fácil elaborar criterios de selección
para el público joven. Según el balance que se hizo a partir de aquellas experiencias,
podemos decir:
Primero, que los videojuegos atraen un nuevo público a la mediateca, sobre todo,
adolescentes y varones. Las bibliotecarias temían la reacción de las familias, pero los
padres estuvieron muy contentos. Ellos sabían que sus hijos estaban en buenas manos,
con personas capacitadas, que el tiempo de juego estaba limitado a no más de una hora, y
que podían tener acceso a juegos caros que ellos no les podrían comprar.
Segundo: los videosjuegos crean intercambios entre los antiguos y los nuevos
jugadores y también con las bibliotecarias, con las que se intercambian consejos y
opiniones. Los jóvenes se quedan sorprendidos cuando se dan cuenta que los adultos son
competentes para orientarlos, para decir las ventajas y los límites de cada juego, para
hacerles descubrir juegos recientes, y también para compartir sus juegos de predilección.
En algunas bibliotecas se organizan torneos donde compiten equipos de diversas
bibliotecas, eventos que se quedan grabados en la memoria y fortalecen los grupos de
compinches.
Tercero: por razones jurídicas, los juegos no se pueden prestar, se deben jugar en
la mediateca. Debido a esto, los jugadores después del juego pueden consultar las
revistas, los comics, las mangas que están a su alcance. Los videojuegos se integran así al
conjunto de los materiales propuestos por la biblioteca porque no están en espacios
reservados.
Con los videojuegos, las bibliotecarias hacen el mismo trabajo que con los libros.

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Entre todos los libros, la bibliotecaria tiene que escoger los mejores porque hay una
cantidad enorme de libros sin interés. Viene a ser lo mismo en el caso de los videojuegos.
Para seleccionarlos, hay que jugar y fijar un tiempo: un cuarto de hora para los juegos en
las tabletas, pero de una a dos horas para los juegos con la consola, más complejos. Y
luego, las bibliotecarias conversan sobre los videojuegos como lo hacen con los libros
con los jóvenes lectores.
Vemos así que los libros son objetos culturales que conservan su lugar entre otras
producciones culturales. Y que para todos los productos culturales, nuevos y antiguos, el
mediador tiene un rol principal. Su capacidad no es reconocida ni eficaz a menos que
manifieste su cultura personal.
La cultura es algo diferente del saber: es lo que hace que tengamos ganas de
compartir con los demás una actividad que nos hace feliz y nos enriquece.
Yo no tengo la cultura de los videojuegos, yo formo parte de la generación que
prefiere leer libros o jugar a las cartas o a los crucigramas. Soy capaz de comprender el
placer que da el jugar videojuegos pero no soy capaz de ser una mediadora eficaz ni
reconocida.
La fama de los útiles digitales (decir, cantar, jugar, contar, escribir su propio blog,
responder, chateando, escribiendo, filmándose) perturban las antiguas jerarquías
culturales que estaban fundadas en la separación de las profesiones de la cultura y del
público, separación entre aquellos que escribían y editaban los libros y aquellos quienes
los compraban y los leían.

Conclusión: los niños, los educadores y las máquinas


En conclusión, vamos a comparar lo que cambia y lo que no cambiará.
El primer cambio es que ya no es posible hablar de la lectura sin hablar de la
escritura, de las comunicaciones en línea, las redes sociales. Texto, imagen y sonido
estaban separados; ahora ya están reunidos para bien y para mal.
Lo que no cambia es que los niños no aprenderán por sí mismos por el sólo hecho
de que viven en una sociedad conectada. Las funciones de la lectura han cambiado, se han
expandido, pero la necesidad de aprendizaje sigue presente.

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El segundo cambio es que la lectura ya no es una actividad que hacemos sentados.
Se ha convertido en una actividad móvil, que podemos hacer donde quiera y donde sea.
Lo que no cambiará es la necesidad de tener un mediador para ayudar y enseñar a los que
no saben. Hoy en día los jóvenes tienen a su alcance muchos ejemplos que les muestran
los usos de lo escrito digital en la vida social. Los mediadores deben adoptar sin temor los
nuevos usos en la escuela, por medio de los tweets, los correos electrónicos, los
programas y la consulta en línea. Pero si las finalidades son claramente escolares. Los
útiles son medios pero el enseñante decide los fines. Los fines de la educación no son
dictados por el mercado ni el placer pero sí por la institución educativa.
El tercer cambio, como lo dije al inicio, es el cambio en el espacio y en el tiempo.
Como la lectura y la escritura son hoy en día actividades móviles, se ven afectadas por la
impaciencia. Todo se tiene que hacer rápido y reaccionar inmediatamente. Toda espera
parece insoportable y los niños imaginan a menudo que el aprendizaje será como los
intercambios en línea: instantáneos. Es ahí que interviene la tercera cosa que no cambia.
Al lado de las nuevas herramientas, las antiguas siguen allí y tendrán una nueva finalidad:
dar sentido y valor a la lentitud. Los antiguos maestros también perduran al lado de las
nuevas generaciones. Aunque observen con curiosidad e interés el mundo digital,
continuarán transmitiendo los gestos tradicionales como abrir un libro, leer en voz alta,
escribir en una hoja con un lápiz.
Fui capaz de utilizar YouTube para ayudar niños a comprender un cuento pero yo
sé que no tengo tiempo suficiente para aprender a utilizar el panel digital y los
videojuegos. No importa, porque los colegas jóvenes lo hacen muy bien.
Todas las revoluciones tecnológicas producen así híbridos, provenientes de lo
antiguo y de lo nuevo. La ventaja de las viejas tecnologías es que ellas no se malogran.
Por lo tanto, podemos predecir que serán usadas por mucho tiempo.
Los maestros que todavía no se sienten cómodos con el uso de las máquinas en la
escuela no se deben preocupar: por una parte, no deben botar a la basura sus experiencias
profesionales. Por otra parte, debe decirse que con las nuevas herramientas sus jóvenes
colegas tienen la misma finalidad que ellos: hacer que los niños descubran la cultura
escrita, que no es únicamente una cultura digital.

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En los dos casos, con y sin máquinas electrónicas, habrá que renunciar al sueño
del aprendizaje instantáneo, que no deja de cautivar la imaginación. Nuestras sociedades
quisieran ofrecer a sus niños “todos los saberes del mundo” por medio de la tecnología
del “doble clic”. Pero el acceso a las informaciones no basta para construir saberes, y los
saberes, que no se venden ni se compran, no se ofrecen. Se siguen construyendo, igual de
lentamente, bajo la sombra paciente de los pedagogos.

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