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INTRODUCCIÓN
La Jornada de trabajo es un tema de suma importancia dentro del ámbito jurídico laboral tanto
para el trabajador como para el empleador, para el trabajador porque quiere que se cumpla a
cabalidad la jornada de trabajo establecida en la Ley o Convenio a efecto de cuidar su integridad
y salud físico y mental y para el empleador porque quiere mayor productividad en su empresa,
condicionando su cumplimiento a una mejora en el panorama económico del país.
La jornada de trabajo es el tiempo del día durante el cual el trabajador está en la empresa. La
jornada de trabajo se divide en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo adicional.
Pudiendo adoptar diversas formas, pero siempre cumpliendo que la duración no sea mayor a la
estipulada en el Contrato de Trabajo. El tiempo de transporte para ir a prestar el servicio, y de
regreso, no se computa como parte de la jornada de trabajo, aunque el medio de transporte sea
proporcionado por el empleador. La norma laboral ha adoptado determinados mecanismos. Entre
ellos, ha establecido límites máximos en la jornada de trabajo para que el cumplimiento de ella no
comprometa la salud de quienes la efectúen. La ley se propone como objetivo lograr que la
relación de trabajo se preste en condiciones dignas para la persona. Se posibilita que el trabajador
se niegue a realizar la labor cuando se le exige la prestación sin que se observen las “pausas y
limitaciones a la duración del trabajo”, no se cumplan las disposiciones legales sobre higiene y
seguridad o se le exijan prestaciones que pueden traerle daños a su salud psicofísica o deterioren
su dignidad como persona. Estimamos que sigue vigente el deber de seguridad en todo contrato y
mucho más en el laboral, dado el carácter personal de la tarea a cargo del trabajador.
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2. DESARROLLO
Durante la Edad Media, la jornada de trabajo se realizaba de sol a sol, acorde con los ciclos
agrícolas. Así, durante el invierno las jornadas solían prolongarse por 10 horas y en el verano se
alargaban hasta 14 horas. Durante el período de la Revolución Industrial y aprovechando el
exceso en la oferta de mano de obra, los empleadores hacían laborar a los trabajadores por más de
16 horas diarias, sin que exista límite alguno fijado por el Estado. Esto respondía a la voluntad
unilateral de la persona que contrataba la fuerza de trabajo. En este contexto, el pedido de
reducción de la jornada de trabajo y la dotación de períodos de descanso fue una de las
aspiraciones más importantes de los trabajadores, a principios del siglo XIX.
Es, en definitiva, la manifestación del contractual ismo imperante en esa época. Por ejemplo,
Lord Macaulay señalaba que la determinación de las horas de trabajo "es una de esas materias
que se arreglan por sí solas mejor que puede hacerlo gobierno alguno". Solamente con el
desarrollo del moderno Derecho del Trabajo, a principios del presente siglo se pudo
institucionalizar de manera uniforme y permanente el derecho a períodos de descanso.
Con la aparición y posterior evolución del Derecho del Trabajo se reconoce que éste es una
actividad humana y no una mercancía. Como tal se debe considerar que el trabajador, en la
realización de sus tareas consume gran parte de su energía física y mental. Con la tecnificación
del proceso de producción, el trabajador también es motivo de estudio en su anatomía y fisiología
(Medicina del Trabajo), en su psicología, y en sus necesidades y comportamientos (Psicología
Industrial).
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(Barrionuevo, 2015)
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Dentro de estos estudios la fatiga es un producto inevitable de la actividad desarrollada por el
trabajador. Boccia afirma que "en la historia del trabajo, el daño más grande no está representado
por los accidentes, intoxicaciones o enfermedades profesionales, sino por la fatiga y el
agotamiento, debidos a muchas horas de trabajo". Kimball caracteriza el fenómeno de la fatiga en
estos términos: "al comenzar el trabajo hay un período durante el cual el esfuerzo no es solamente
fácil sino agradable, y en que la producción aumenta.
Este período es seguido por otro durante el cual las condiciones se mantienen sensiblemente
uniformes; que, a su vez, es seguido por un tercero en que declinan el interés y el gusto por la
producción, comienza a sentirse cansancio; y finalmente, si continúa el esfuerzo, aparece el dolor.
Durante este último período, el trabajador debe apelar a toda su fuerza de voluntad para continuar
la tarea. Por último, llega un momento en que si continúa el esfuerzo se hace insoportable y llega
el agotamiento".
Este fenómeno de la fatiga ha hecho que se imponga períodos limitados de trabajo, al igual
que períodos de descanso. Estos tienen como objeto permitir que el trabajador recupere sus
energías y el interés por sus labores.
El origen histórico de este derecho puede ser referido a cuatro aspectos distintos del mismo: la
interrupción de la jornada laboral, el descanso semanal, el descanso anual y la limitación de la
jornada de trabajo:
Desde el inicio del presente siglo las legislaciones laborales de la mayoría de países
establecieron como obligatoria la concesión de un intervalo mínimo dentro de la jornada de
trabajo para el reposo o alimentación del trabajador. Este intervalo tenía como duración mínima
una hora y por lo general seguía a un período ininterrumpido de 4 a 6 horas de labor. En la
actualidad debido al crecimiento de las ciudades y a las grandes distancias que debe cubrir el
trabajador para acceder a las plantas industriales, se ha implementado la jornada única de trabajo.
Esta consiste en que el trabajador acude temprano a su sitio de empleo para desarrollar sus
funciones de manera ininterrumpida por un período de 8 horas (generalmente). De esta forma, el
período de descanso se extiende por un tiempo mayor, restándole comúnmente la mitad de la
tarde y la noche para su descanso y actividades recreativas.
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2.1.2 Descanso semanal.
Por esa causa se puede afirmar con certeza que el descanso dominical era incumplido y la
jornada laboral se ampliaba hasta los límites extremos de la capacidad de las fuerzas humanas. En
la actualidad el descanso semanal está admitido, consagrado e impuesto como una obligación en
la mayoría de los países del mundo. Se considera que no basta con los períodos de descanso de la
tarde y noche para que el trabajador pueda recuperar sus energías y desarrollar actividades
complementarias. El descanso semanal no comprende únicamente el día domingo. En muchos
países se ha extendido este derecho a los días sábados, superando inclusive el tradicional sábado
inglés.
Las vacaciones anuales son de inspiración reciente. Si bien la adopción de vacaciones anuales
remuneradas para los obreros de la industria se inicia en Inglaterra en 1872, no es sino hasta bien
entrado el presente siglo cuando se consagra este derecho en las legislaciones de diversos países
europeos y americanos. El primer país de América que legisló en esta materia fue Brasil por ley
de 11 de Noviembre de 1920. Posteriormente ha sido reconocido este derecho en favor de los
trabajadores en varios textos latinoamericanos.
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Debíase, pues, procurar que el trabajo de cada día no se extienda más horas de las que
permitan las fuerzas. Cuanto tiempo haya de durar este descanso se deberá determinar teniendo
en cuenta las distintas especies de trabajo, las circunstancias de tiempo y de lugar y la salud de
los obreros mismos.
El funcionamiento de los mercados depende en gran parte de las reglas que comprometen a los
diferentes actores. Para que las reglas de un mercado específico cumplan con su propósito, estas
deben ser coherentes con las dinámicas económicas, sociales y políticas preponderantes, así como
también con el conjunto de las reglas en otros mercados.
En este sentido, el objetivo del presente ensayo consiste en analizar el efecto que podría
ocasionar en las variables productivas la implementación de una reforma relacionada a la
duración de la jornada de trabajo en el código de trabajo actualmente vigente en nuestro país,
orientada a elevar la productividad de las empresas.
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(Solíz, B. 2015)
Jornada laboral en el Ecuador
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empleados y trabajadores particulares descansen las tardes del sábado o un tiempo similar de
cualquier día de la semana, reduciéndose de esta manera la jornada semanal de trabajo de 48
horas a 44 horas. El 14 de marzo de 1980, el presidente Jaime Roldós Aguilera aprobó mediante
decreto presidencial la reducción de la jornada de trabajo de 44 a 40 horas semanales,
declarándose los días sábado y domingos como descanso forzoso.
Mediante reforma a la Ley Orgánica del Trabajo para Trabajadores y Trabajadoras, se redujo
de la jornada de trabajo de 44 a 40 horas; estableciéndose como plazo máximo hasta el año 2013
para que las empresas se ajusten a la normativa.
En recientes días, la Cámara de Industrias hizo público una propuesta para modificar el
Código de Trabajo en lo referente a la jornada diaria de trabajo, en si la propuesta plantea
modificar las reglas de la jornada laboral que actualmente es máximo de 40 horas a la semana,
divididas en cinco días a la semana y ocho diarias a tres jornadas y media a la semana, sin pasar
las 40 horas. Es decir, jornadas de hasta 12 horas diarias durante tres días y medio, dependiendo
del tipo de trabajo. Es decir, una persona trabajaría solo tres días y medio y tendría otros iguales
de descanso.
En las leyes de Manú, dadas el año 1280 a. de J.C., se encuentran disposiciones que regulan la
jornada laboral, que se fija de la siguiente forma: El sol establece la división del día y de la
noche para los hombres y para los dioses: la noche es para el sueño de los seres; y el día para el
trabajo… de tal forma, en invierno era limitado a poco más de 8 horas, en tanto que en el verano
alcanzaba casi a 16 horas diarias.
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La regulación de las jornadas de trabajo ha venido a representar una conquista para la clase
trabajadora, porque de dejarse al libre arbitrio patronal la determinación de las horas de labor es
obvio que se exigiría mayor trabajo con menor remuneración. En Ecuador, la jornada de cuarenta
y cuatro horas semanales, se redujo posteriormente a cuarenta horas, que desde aquel entonces,
1980, es la jornada aún mantenida, ocho horas diarias, acorde las disputas libradas por los
derechos de los trabajadores en la denominada lucha de los tres ochos en Chicago, Estados
Unidos “ocho horas para trabajar, ocho horas para la distracción y ocho horas para el sueño.”
El artículo 47 del Código del Trabajo ecuatoriano, recoge este precepto disponiendo que la
jornada máxima de trabajo será de ocho horas diarias, de manera que no exceda de cuarenta horas
semanales. De esta forma, en la mayoría de países a nivel mundial, se ha optado por dicha
jornada, tomando en cuenta que períodos más extensos de trabajo son en su mayoría perjudiciales
tanto como para el factor humano como para la producción en sí. “Se ha considerado que
jornadas agotadoras provocan desgastes de energía superiores a lo humanamente tolerable;
asimismo la fatiga es un elemento perjudicial en el proceso productivo; conduce al escaso
rendimiento económico, decayendo éste en cantidad y calidad”. De hecho, “en algunos países de
Europa se ha reducido a siete horas diarias.”
La jornada de ocho horas diarias, conocida como jornada ordinaria o de máxima duración
puede adoptar otras modalidades dependiendo el tipo de actividad al que se refiere,
consideraciones en base a la persona quien realiza la actividad, o a las circunstancias en las cuales
se desempeña el trabajo. La extensión de la jornada de trabajo tiene relación directa con el
esfuerzo humano, con el desgaste orgánico y con la producción de la empresa y su mayor o
menor ganancia. El desgaste humano, por otra parte está en relación con el sistema de
alimentación, con el clima y demás agentes atmosféricos y salubridad del medio ambiente en el
cual se desarrolla la labor.
Las jornadas por las horas del día se subdividirán en diurna, nocturna y mixta; por el origen en
legal o contractual; por la duración en ordinaria o extraordinaria y la ordinaria a su vez en común
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o especial, pudiendo ser esta última de mayor o menor duración; y finalmente por el motivo, la
jornada puede ser suplementaria o de recuperación.
Dependiendo las horas del día en las cuales se desarrolle la actividad laboral, la jornada puede
subdividirse en jornada diurna, nocturna o mixta. Estos períodos determinarán las garantías a las
que tienen derecho las personas que dependiendo su actividad laboral trabajen en períodos
comprendidos en la denominada jornada diurna, nocturna o mixta.
Se conoce como jornada diurna a aquella comprendida entre las seis horas y diecinueve horas
del mismo día laborable, mientras que la jornada nocturna será la comprendida entre las
diecinueve y seis horas del día siguiente al tenor de lo dispuesto en el artículo 49 del código del
trabajo: “La jornada nocturna, entendiéndose por tal la que se realiza entre las 19h00 y las 6h00
del día siguiente, podrá tener la misma duración y dará derecho a igual remuneración que la
diurna, aumentada en un veinticinco por ciento.” (Código del Trabajo Ecuatoriano, art. 49.).
Finalmente la jornada mixta será aquella en la cual el trabajador desempeñe su actividad en horas
establecidas para la jornada diurna así como en horas de la jornada nocturna, aplicándose el
recargo del cual habla el artículo 49 del Código del Trabajo arriba citado sólo sobre las horas
comprendidas en la jornada nocturna.
Por la duración de la jornada o por los días en las que se desempeña la actividad laboral,
ésta se clasifica en ordinaria y extraordinaria.
Jornada ordinaria.- Se entiende por jornada ordinaria a aquella que se desarrolla de lunes
a viernes, a esta jornada se la puede dividir en dos partes con un receso de hasta por dos horas o
puede ser de lapso único, sin que por ello se vea afectada su condición de ordinaria, sin importar
las condiciones, esta jornada no podrá exceder de ocho horas diarias. es imposible que una
persona realice dos jornadas ordinarias seguidas, la única opción será la de jornada suplementaria
y con las limitaciones determinadas impuestas por la ley.
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Jornada extraordinaria.- La jornada extraordinaria será aquella que podrá ser autorizada
ocasional o permanentemente para realizarse en días sábados, domingos festivos.
Jornada de trabajo por el motivo: Por la razón que motive el incremento de la jornada
ésta podrá clasificarse en suplementaria o de recuperación.
Por otra parte, también se puede recuperar la jornada perdida cuando de manera colectiva
se haya interrumpido el trabajo, ya sea por causas accidentales, no previstas, de fuerza mayor u
otro motivo ajeno a la voluntad de empleadores o trabajadores, a esta jornada se la denominará
jornada de recuperación. En ella concurre una dualidad de derechos tanto del empleador como del
trabajador; el trabajador tendrá derecho a recibir su remuneración íntegra, mientras que el
empleador tendrá derecho a que se ordene la recuperación del tiempo perdido, hasta por tres
horas posteriores a la jornada ordinaria, excepto si los trabajadores permanecieron en el lugar de
trabajo durante dicha suspensión.
Con este tipo de conceptos sobre el trabajo, no es de extrañar que en Roma no existiera el
Derecho Laboral y, mucho menos, que hubiese leyes al respecto. Era mucho más importante
legislar el sector humano en cuestiones civiles y, por tanto, fue el Derecho Civil el que
caracterizó el mundo jurídico de la antigua Roma.
A pesar de que la agricultura formaba parte de las principales actividades el Imperio, el hecho
de tener una actividad de tipo comercial, como panadero, zapatero, etc. era cosa de extranjeros y,
por ende, nadie se molestaba en interferir o en intentar legislar dichas actividades. A estas
personas simplemente se les reconocía honores públicos y es de aquí de donde ha derivado la
palabra “honorarios”, en referencia al hecho de ganarse un sueldo.
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Tras la caída del Imperio Romano, la cultura laboral denigrante para el ser humano pasó a ser
ocultada y escondida sin acceso al pueblo. Las nuevas generaciones crecieron en un ambiente
donde el trabajo, aparte de necesario, comenzaba a ser considerado un bien social, una forma casi
única y obligatoria para sustentarse. Lo que conocemos hoy en día.
Existe una expresión de los monasterios portugueses que dice “el ocio es enemigo del alma”.
Durante la Edad Media surgió el Feudalismo, que era algo como que todos trabajen y que uno
cobre. Estaba basado en grandes extensiones de tierra cuya propiedad pertenecía al Estado o
nobleza, donde se debía pagar altos intereses para sobrevivir.
Entre los señores feudales y la Iglesia católica se repartían todo el trabajo y no nos referimos al
sudor de su frente, sino al sudor de los vasallos. De forma intermedia, entre los que cobraban y
los que trabajaban aparecieron tímidamente las actividades artesanales. Estos autónomos
medievales se movían en la frágil frontera entre ambos bandos, siempre con el miedo a parecer
demasiado ricos o demasiado pobres y desencajarse del puzzle (rompecabezas). En esta situación,
es del todo impensable la formación de posibles sindicatos o de algún tipo de Derecho laboral.3
Fue al final de la Edad Media que surgió, gracias a la Revolución Industrial, una nueva
ideología que decía que la riqueza no se centraba exclusivamente en tener o no propiedades de
Tierra.
La Revolución Industrial enseñó que la riqueza no solo se obtenía por nacer en una familia
noble, que en cualquier parte hay oportunidades de crecer, que las necesidades humanas pueden
ser satisfechas y gracias a ello uno puede enriquecerse. Así nació el concepto del “consumo”.
Todo esto ya resulta demasiado familiar como para no darnos cuenta de que la humanidad
comenzaba a entrar en lo que luego fue denominada Edad Moderna.
En este tiempo existieron hechos históricos como el descubrimiento de América, la fiebre del
oro, la inflación, el cohecho, la corrupción, etc. Estos términos, que seguro estamos de acuerdo,
son modernos. En este periodo surgieron las grandes fábricas, los grandes mercados y la nueva
maquinaria que, a la vez, fomentó nuevos sistemas de producción y nuevas necesidades sociales.
Nació la gran competencia.
En 1791 el poder político comenzó a perder fuerza a favor de los trabajadores, en Francia
apareció “Le chatelier”, que concedía a los trabajadores el derecho a asociarse y a formar
corporaciones sin riesgo a ser encarcelados o vejados.
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(Velasteguí, M. 2009)
Derecho Laboral
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Posteriormente, con el inicio de la Revolución Francesa, la vieja Europa comenzó un viaje que
ya no podría retroceder, desaparecieron las antiguas leyes de trabajo dejando paso a un fresco aire
de liberalismo y comunismo.
Podemos afirmar que las primeras teorías del Socialismo aparecieron a principios del siglo
XIX, como respuesta lógica a las primeras contradicciones de la expansión del capitalismo que se
manifestaba con hostilidad radical hacia el individualismo sobre la base del sistema económico
de la competencia con lo que no estaban de acuerdo los forjadores del Socialismo, quienes
anhelaban la creación de una sociedad de base cooperativista fundada en el cultivo intensivo de la
tierra que invalidara las estructuras existentes, sin violencia, por el mero efecto de su superioridad
para promover el bienestar de los hombres.
Por fin otro postulado del Socialismo, era evitar la violencia y el uso de la fuerza de las armas
o sea el estado de guerra, proponía reformas parlamentarias a fin de conseguir sus objetivos en
forma pacífica y comprensiva, lo que lo diferencia del socialismo marxista o revolucionario.
Se establece la división social del trabajo que representa un conjunto de formas especializadas
de actividades de producción, estableciéndose una dependencia recíproca, entre los dueños de los
medios de producción y los obreros. Entonces, los primeros (dueños de los medios de
producción), explotan la mano de obra de la clase obrera.
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2.5 JORNADA LABORAL DE OTROS PAÍSES
El informe del organismo revela la gran diferencia que hay entre los países ricos y los que
están más en desarrollo. Chile sigue como el tercer latinoamericano que más tiempo destina a las
jornadas laborales.
Chile bajó la cantidad de horas que una persona trabaja al año, sigue estando en el Top 5 de los
38 países analizados por la OCDE en materia de jornada laboral, el informe de perspectivas
laborales el organismo internacional, México, Costa Rica (están en proceso de adhesión a la
OCDE), Corea del Sur y Grecia encabezan los países que más trabajan, con más de 2.000 horas al
año (ver gráfico). Chile se mantiene en el quinto lugar, con 1.988 horas. El año pasado fue la
primera vez que bajó de las 2.000 horas, a 1.999. Si se compara con el año 2000, las horas totales
fueron de 2.263. Pero aún se mantiene lejos de la media de la OCDE, que es de 1.766, y de
Alemania, que lidera los países que menos horas trabajan al año. Eso sí, el organismo advierte las
diferencias observadas entre las fuentes y los métodos de cálculo de cada país. La estructura de la
economía de cada país y la composición sectorial también afectan al número de horas y enfatiza
que su estadística sirve más para medir la evolución a lo largo del tiempo que para comparar
países a lo largo de un año. Productividad y flexibilidad laboral pese a las diferencias de
medición, el estudio demuestra la brecha que hay entre países desarrollados y los que están en
vías de desarrollo en materia de productividad y de flexibilidad laboral. Efectivamente hay una
correlación en la OCDE que en los países que trabajan menos horas son más productivos y eso se
debe, en gran medida, a las competencias de los trabajadores. Países como Chile tiene
competencias que están muy por debajo de los países de la OCDE. Un trabajador chileno con
educación superior tiene competencias similares a las de un trabajador OCDE promedio con
educación secundaria, o similares a un trabajador de Nueva Zelanda que sólo tiene educación
primaria. Según un informe del Banco Central, entre 1990 y 2015 la participación de los
trabajadores con educación superior pasó desde un 35% a casi un 58%, lo que produjo cerca de
1/6 del aumento de la productividad por hora trabajada desde fines de la década de los '80. A las
habilidades también se suman las regulaciones laborales de cada país. La flexibilidad laboral es
un buen argumento de mejoras de productividad, de poder utilizar de manera más eficiente los
recursos disponibles. Los mercados laborales más flexibles, más eficientes tienden a ser más
productivos y por tanto trabajar menos horas. Francia tiene por ley jornadas laborales de 35 horas
a la semana. El informe de la OCDE detalla que países como Holanda o Alemania, con altos
niveles de empleo a tiempo parcial, tienen un menor número de horas por empleado que otros
donde el empleo a tiempo parcial está poco extendido, la cantidad de horas trabajadas en Chile no
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(Flores, 2016)
Jornada laboral de otros países
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están a años luz de los países desarrollados. Doscientas horas más al año (en comparación con el
promedio OCDE) son unas 4 horas a la semana más que el resto, o 40 minutos más al día. Es una
diferencia que se está cerrando.
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