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Unidad 2:

La cuestión de la pluralidad del sujeto en


los textos literarios
“El autor no es un concepto unívoco, una función estable ni, por supuesto,
un individuo en el sentido biográfico, sino un espacio conceptual, desde el
cual es posible pensar la práctica literaria en todos sus aspectos –y, en particular,
la práctica literaria en un momento dado de la evolución de la cultura–
(…)
“La amplitud y ambigüedad del término autor corresponde entonces con su
lugar en nuestra cultura: la literatura occidental es una literatura que funciona
alrededor del sujeto, que problematiza y dramatiza la individualidad (aun
cuando, en algunas opciones teóricas, la niegue). Las obsesiones sobre la
originalidad de la literatura imponen la presencia de un sujeto único,
determinado, cuya intención y voluntad se cristalizaría en cada texto”.

Julio Premat, “El autor. Orientación teórica y bibliográfica” (2006)


Las interpretaciones sobre qué significaba y hacía un “autor” en Europa
occidental cambió en el Renacimiento. Esto se debió principalmente a la
reproducibilidad de los textos impresos: el cambio, a partir del siglo XV, de la
circulación de un pequeño número de manuscritos transcriptos a la
reproducción impresa en grandes cantidades. La escritura se convirtió en una
actividad individualizada, una fuente potencial para el reconocimiento y el
ascenso social. Como lo señalan Febvre y Martin (1976): “Mientras que en la
Edad Media los autores habían tenido escaso interés en vincular sus nombres a
una obra, los editores fueron empujados a buscar o querían buscar la verdadera
identidad de los autores de las obras que publicaran; y cuando no lo lograban,
lo inventaban”. El resultado de asociar un nombre a un texto era la
evaluación crítica, el reconocimiento y, en algunos casos, una mejor reputación.

David Finkelstein y Alistair McCleery,


Una introducción a la historia del libro (2005)
“El artista moderno” (Cultura y Sociedad, 1987)
RAYMOND WILLIAMS

SIGLO XVIII: En esta misma época de cambio político, social y económico, se


produce también un cambio radical en las ideas sobre el arte, el artista y el lugar
de ambos en la sociedad. Hay cinco aspectos principales:

1. Cambio en la naturaleza de la relación entre el autor y sus lectores.

2. El escritor cambia su actitud habitual hacia el público

3. Sometimiento del arte a las leyes del mercado (y su consideración como una
forma especializada de la producción sujeta a las mismas condiciones que otras
formas)
4. Desarrollo de un sistema de reflexión sobre las artes

La consecuencia positiva de la idea del arte como una realidad superior fue que aportó un
fundamento inmediato a una importante crítica del industrialismo. La consecuencia
negativa fue que, cuando tanto la situación como la oposición se endurecieron, tendió a
aislar el arte, a especializar la facultad imaginativa en este único tipo de actividad y con
ello a debilitar la función dinámica… La palabra arte que comúnmente había significado
“destreza”, se especializó durante el siglo XVIII, en un primer momento para la “pintura”
y luego para las artes imaginativas en general. De manera similar, artista, a partir del
sentido general de persona diestra, ya fuera en las artes “liberales” o en las “útiles” se
había especializado en la misma dirección y se había distinguido de artesano. El acento
que la palabra ponía en la destreza fue gradualmente reemplazado por un énfasis en la
sensibilidad…

5. La imagen del autor creativo independiente como un genio autónomo


comienza a volverse una percepción común o convencional

“Un hombre que ha resuelto hacerse artista no tiene ya derecho a vivir como los demás”
(Gustave Flaubert a Guy de Maupassant, julio de 1876).
“…la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La
escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a
parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba de
perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad
del cuerpo que escribe.

Siempre ha sido así, sin duda: en cuanto un hecho pasa a ser


relatado, con fines intransitivos y no con la finalidad de actuar
directamente sobre lo real, es decir, en definitiva, sin más
función que el propio ejercicio del símbolo, se produce esa
ruptura, la voz pierde su origen, el autor entra en su propia
muerte, comienza la escritura” (Barthes, 1968: 75)
Stéphane Mallarmé (1842-1898)
“La obra pura implica la desaparición elocutoria del poeta, que
cede la iniciativa a las palabras, por el contraste de su igualdad,
movilizadas; se iluminan con recíprocos reflejos como una virtual
estela de fuego sobre preciosas piedras, remplazando la respiración
perceptible en el antiguo aliento lírico o la dirección personal
entusiasta de la frase”

Stéphane Mallarmé
“Crisis del verso”, 1897
“Una tirada de dados nunca abolirá el azar” (1897)
Stéphane Mallarmé
Traducción de Raúl Gustavo Aguirre
Traducción de Miguel Espejo
“Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de
palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto
modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de
múltiples dimensiones en el que se concuerdan y contrastan diversas
escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de
citas provenientes de los mil focos de la cultura (…) el escritor se limita a
imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene
es el de mezclar las escrituras, llevar la contraria a unas con otras, de
manera que nunca se pueda uno apoyar en una de ellas; aunque quiera
expresarse, al menos debería saber que ‘la cosa’ interior que tiene la
intención de ‘traducir’ no es en sí misma más que un diccionario ya
compuesto, en el que las palabras no pueden explicarse sino a través de
otras palabras, y así indefinidamente…” (Barthes, 1968: 80).
Por lo tanto, el “retorno del autor” y el “retorno del sujeto” de los últimos años no es sólo
un aggiornamiento revisionista de los setenta, sino un cambio que impone una
redefinición del autor –es decir: estamos pensando al autor de manera diferente. Las
manifestaciones del fenómeno abundan: por lo pronto la producción literaria, en donde
surgen variantes y modulaciones de lo autobiográfico y lo íntimo, como nuevo espacio
para suscitar espejismos con la identidad y con el sentido; luego, en lo que cabe
denominar una “moda crítica”, que multiplica coloquios, volúmenes y ensayos tanto
sobre la autoficción, las ficciones de autor, la mitografía autoral, como sobre la
subjetividad (una muestra aparece en la bibliografía que adjunto); por último, en el lugar
que el autor ha recuperado en el espacio público (de la venta de reproducciones de
manuscritos convertidos en libros de arte a las exposiciones de la Bibliothèque Nationale
sobre escritores, que parecen ser una forma sofisticada del añejo “vida y obra”). O sea:
este auge correspondería, también, con una problemática de la subjetividad, de la
intimidad, del lugar del individuo en un período histórico y cultural determinado. La
problemática del autor plantea por lo tanto la concepción colectiva del sujeto: su
percepción, su funcionamiento, su estructura, su metafísica.

Julio Premat, “El autor. Orientación teórica y bibliográfica” (2006)

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