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MORAL

FUNDAMENTAL

UD 3.- LA “ACCIÓN
HUMANA”: AMOR, VERDAD
Y LIBERTAD
1. El dinamismo y la moralidad de la acción
1.1. Libertad humana: trascendencia e inmanencia
1. La libertad es esencial en la experiencia moral, porque nos hace dueños
y responsables de nuestros actos, objeto de alabanza o de reproche y, en
cierto modo, “nuestros propios progenitores”.
2. Pero no una libertad absoluta, sino creada (“imagen de Dios”),
encarnada (“cuerpo-alma”) e histórico-salvíficamente situada (‘caída’
-antes de Xto.- y ‘redimida’ -después de Xto.-): cf. CEC 1739ss; VS
102ss. Es por tanto:
 Una libertad despertada: por la presencia y la llamada del otro (vs.
individualismo, que ve en él un límite): en la familia, donde el amor es origen y
fin de la libertad; y en la Iglesia, que vincula Alianza y Liberación, pertenencia y
libertad.
 Una libertad abierta a la caridad: la amistad pide y crea libertad (reciprocidad) y
la caridad la abre a Xto., que nos ofrece la comunión con Dios como ‘principio’
de nuestra acción (libertad filial): actuamos ‘movidos’ por Él:
DIOS (norma objetiva suprema de la moralidad)
LEY NATURAL (norma objetiva mediata de la moralidad)
RECTA RAZÓN (norma objetiva próxima de la moralidad)
CONCIENCIA MORAL (norma subjetiva de la moralidad)

FINALIDAD DE LA LIBERTAD TELEOLOGÍA DE LA CONCIENCIA MORAL


(Libertad “para” el bien) (moral con fundamento ontológico y
obligatoriedad absoluta)

Razón pura práctica Formalismo del Deber moral


(universal-incondicional) (sin contenido concreto)

EMERGENCIA DE LA LIBERTAD AUTONOMÍA DE LA CONCIENCIA MORAL


(Libertad “de” coacción)

Espontaneidad de la pura Formalismo de la Autenticidad


libertad singular (sin contenido ni objetividad)

ENRAIZAMIENTO DE LA LIBERTAD ARQUEOLOGÍA DE LA CONCIENCIA MORAL


en el involuntario corporal-social negación positivista o materialista del
(la naturaleza y la sociedad) valor absoluto del bien moral
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Libertad de indiferencia
Libertad de calidad (“finalidad”)
(“arbitrariedad”)
Definición: poder elegir entre cosas contrarias (la Definición: poder obrar con calidad y perfección (la
elección entre el bien y el mal es la esencia de la elección del mal es una deficiencia de la libertad). La
libertad). La libertad depende de la sola voluntad. libertad depende de la razón y la voluntad.

1. Excluye las inclinaciones naturales del acto libre 1. Parte de inclinaciones naturales a la verdad y al
al someterlas a la elección. La libertad es bien, la calidad y la perfección. Procede del atractivo
‘indiferente’ frente a estas inclinaciones. y del interés por lo que aparece verdadero y bueno.

2. Se pone entera desde el comienzo de la vida moral. 2. Se da en germen al comienzo: necesita desarrollo,
No requiere etapas de formación o progreso. No hay educación, ejercicio, disciplina, en etapas sucesivas.
término medio entre ser libre o no serlo. El progreso gradual es esencial a la libertad.

3. Entera en cada elección libre: cada acto humano 3. Reúne los actos en un conjunto ordenado por la
es independiente de los demás (atomismo) y se toma pretensión de un fin, que es la intención que los
sólo en el instante de la decisión (actualismo). enlaza internamente y los inscribe en la duración.

4. No necesita de la virtud, que se convierte en una 4. La virtud es una cualidad dinámica constitutiva
costumbre y se usa libremente, ni de la finalidad, de la libertad, “habitus” necesario para su
que se convierte en una circunstancia de los actos. despliegue; la finalidad es un elemento principal del
obrar libre.
5. La ley aparece como una constricción exterior y 5. La ley ayuda al desarrollo de la libertad, con el
una limitación de la libertad; ambas mantienen atractivo de la verdad y el bien interior a la libertad.
entre sí una tensión irreductible. Es más necesaria al principio y se interioriza por las
virtudes de la justicia y de la caridad.
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3) Sentidos de la libertad: sin absolutizarla en el racionalismo


secularizado del Nominalismo (Ockham) -parcial y excluyente-, sino
integrando todos sus elementos en la experiencia humano-divina del
amor:
 Libertad social (de coacción): el sujeto no está obligado o impedido para actuar
por factores externos, pudiendo realizar externamente lo que ha decidido
hacer (libertad de expresión, de asociación, de religión, etc.).
 Libre albedrío (de elección): el sujeto no está determinado por motivos internos
para tomar una decisión, sino que tiene la libertad de querer (psicológica), que
le hace causa, “principio” y “dueño” de sus propios actos (“causa sui”).
 Libertad moral (de calidad): el sujeto, mediante la acción, busca su propio bien
integral, su plena realización humana, liberándose de impulsos desordenados
que le degradan o le esclavizan y alcanzando esa perfección ética a la que su
libertad está llamada.
 Libertad interpersonal (de comunión): el sujeto, por medio de la Creación,
reconoce la “dimensión comunional” de su libertad, llamada al don de sí, a
imagen de Dios, y se realiza en la acción libre (voluntas ut ratio), ‘religándose’ a
Dios y a los demás.
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1.2. La acción humana y las fuentes de la moralidad


 Los actos humanos (vs. ‘actos del hombre’) son ‘voluntarios’: con plena
conciencia (racionalidad) y perfecto consentimiento (voluntad).
 La Iglesia ha hablado siempre de “actos intrínsecamente malos”, por su objeto,
al margen de intenciones subjetivas y circunstancias objetivas (VS 115).

1.2.1. Necesidad de una adecuada Teoría de la acción


a) No como un mero ‘hacer’ o ‘producir’ (facere, poiesis): un ‘suceso físico’ que
tiene ‘efectos’ exteriores al sujeto agente (dimensión transitiva: ‘técnica’).
b) Sino como un ‘actuar’ (agere, praxis): una elección que él realiza y que a su vez
‘le realiza’ a él mismo bien o mal (dimensión intransitiva-inmanente: ‘ética’).
 Es la “perspectiva del sujeto que actúa”: elijo ser el tipo de persona que
hace algo determinado (cuando robo, elijo ser ladrón…), porque el acto
afecta, expresa y realiza -bien o mal- a la persona que actúa:
«En consecuencia, nuestras intenciones no sólo determinan nuestros actos, sino también a
nosotros mismos: actuar de una cierta manera equivale a ser de cierta forma y, por eso,
gran parte de nuestro ser depende de nuestras elecciones» (P.J. Wadell).
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1.2.2. El “ordo amoris” de la acción humana


a) El elemento ‘pasional’ (involuntario) de la acción humana
1) Las acciones humanas están precedidas por pasiones: el deseo in-
voluntario del bien y de la felicidad motiva el querer voluntario:
«Las pasiones son numerosas. La más fundamental es el amor que la atracción
del bien despierta. El amor causa el deseo del bien ausente y la esperanza de
obtenerlo. Este movimiento culmina en el placer y el gozo del bien poseído».
2) Por eso, no debemos reprimir o negar las pasiones, sino educarlas e
integrarlas para que nos ayuden a reconocer y realizar el bien moral:
«Amando lo bueno, odiando lo malo, sintiendo tristeza por la pérdida de un
bien, ira cuando lo vemos amenazado y temor cuando cabe la posibilidad de
que sea vencido» (P.J. Wadell).
3) Las inclinaciones naturales nos predisponen a “bienes esenciales para
la persona” que la razón discierne, valora y ordena al “bien integral de
la persona”: la “comunión interpersonal” (communio personarum).
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1. La inclinación al bien y la felicidad (que lo traspasa y humaniza todo).


2. A la conservación del ser (nutrición, autodefensa, trabajo humano...).
3. Al ejercicio de la sexualidad y a la generación y educación de la vida.
4. Al conocimiento de la verdad, por el uso teórico y práctico de la razón.
5. A la vida en sociedad, la comunicación y la comunión interpersonal.

4) Además, la afectividad revela que el amor precede al deseo y que se


despliega en varios momentos (cf. STh I-II, 26,2):
1. Immutatio: modificación del bien-amado en el sujeto (unión afectiva).
2. Coaptatio: afinidad entre el bien-amado y el sujeto (reconocimiento).
3. Complatentia: movimiento hacia el bien-amado apetecible (deseo).
4. Intentio: querer racional-voluntario del bien-amado (consentimiento).
5. Gaudium: alegría por la plena posesión del bien-amado (unión real).
5) Integra así la dimensión erótica (pasional) y agápica (oblativa) del
amor con la dimensión interpersonal (comunional):
Unión afectiva (afectio)→ unión efectiva (dilectio)→ unión real
(communio)
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b) Elemento ‘intencional’ (voluntario) de la acción humana


1) La intención hace que el deseo del bien se transforme en un querer
voluntario: por el discernimiento (racional) y el consentimiento (libre) a
la promesa que el bien (fin) supone para nuestra vida:
Nos descubre que somos seres con “propósitos”: perseguimos determinados
“fines” que, en cierto modo, nos definen, manifiestan nuestros “amores” y
“aficiones”, aquello que nos identifica y da sentido a nuestra vida. Y, por eso,
que estamos “finalizados”: orientados a un fin último, a un bien supremo.

2) Las intenciones explican nuestras acciones –qué es lo que hacemos– y


nuestra vida –qué es lo que amamos–: en ellas se pone en juego la
“bondad moral” de los actos y de uno mismo (orientan al bien
concreto, sino al fin último). De ahí, la necesidad de “purificar el
corazón”.
La intención es el “alma” de la acción, la ‘inspiración’ que nos mueve y orienta
al ‘fin’ (bien concreto → bien integral) entrevisto por la razón, con los “medios”
adecuados a su realización, que no son ajenos a la intención: si ésta es buena,
exige también medios buenos (cf. Mt 5,20; 6,1-6; 15,10-20).
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3) Se distingue del deseo (veleidad) en que incluye ya los medios (“quien


quiere el fin, quiere también los medios”) y de la elección en que aún
no especifica el acto (es aún preconsciente e incompleta):
«Si hacemos de la caridad, ese amor apasionado a Dios y a los demás, la
intención profunda de nuestras vidas, entonces, estará presente en todo lo que
hagamos, incluso aunque no lo advirtamos conscientemente... Lo que significa
que hasta la actividad más rutinaria sirve para transformarnos en el amor que
queremos llegar a ser» (P.J. Wadell).

4) La intención tiene un valor decisivo –no absoluto– para la cualificación


moral de la acción, pues no es posible separar, aunque sí distinguir, la
intención subjetiva (finis operantis) y la elección objetiva (finis operis):
contribuye a definir lo que en realidad ‘hago’ y ‘me hago’ a mí mismo.
«Una intención buena (p.e., ayudar al prójimo) no hace ni bueno ni justo un
comportamiento en sí mismo desordenado (como la mentira y la
maledicencia). El fin no justifica los medios… (Pero) una intención mala
sobreañadida (como la vanagloria) convierte en malo un acto que, de suyo,
puede ser bueno (como la limosna: cf. Mt 6,2‑4)» (CEC 1753) –no un ‘acto de
caridad’, sino de ‘vanidad’–.
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c) Elemento ‘electivo’ (deliberado) de la acción humana


1) La elección (objeto del acto) es la “mediación necesaria” para realizar
cualquier intención (“estudiando, me formo”): es la finalidad intrínseca
o intencionalidad objetiva de la acción (finis operis), que la convierte en
una “acción humana” (no un ‘evento físico’ que acaece en el mundo):
 aspecto material (facere, poiesis: hacer, producir): un ‘suceso físico’ con ciertos
efectos o consecuencias exteriores al sujeto agente (dimensión ‘transitiva’ de la
acción: técnica): “operatio transiens”.
 aspecto moral (agere, praxis: actuar, realizarse): una ‘elección’ que el sujeto
realiza y que no mira sólo a ‘bienes ónticos’ (premorales), porque tiene un
valor inmanente referido a la realización del sujeto agente (dimensión
‘intransitiva’, reflexiva o inmanente de la acción: ética): “operatio immanens”.
Pero todo producir es también praxis: “coser zapatos”, en cuanto praxis, no
supone sólo que los zapatos elaborados sean buenos, sino que la persona “se
realice” bien al coser zapatos, al cargar carretillas… porque ‘discierne’ el bien
implicado en su acción (fin) y lo realiza coherentemente (actos buenos).
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2) El objeto se refiere, pues, a “lo que hago” (no a “por qué” o “para que”
lo hago), o sea, a la intencionalidad objetiva de la acción, fruto de una
elección deliberada y voluntaria. Por eso:
Actos físicamente idénticos pueden tener un significado y valor moral distinto:
no por la “intención subjetiva” («finis operantis») –como si una reflexión
mental pudiese cambiar la moralidad de los actos–, sino por el “fin objetivo”, o
sea, por el “significado intrínseco” del acto («finis operis»), que no se define
sólo por la “observación exterior”, sino por la «elección deliberada que
determina el acto del querer de la persona que actúa» (VS 78).

3) En consecuencia, «la moralidad del acto depende fundamentalmente del


objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada» (VS 78): si es
“ordenable” a Dios y al bien integral del hombre; o sea, si respeta la
dimensión perfectiva (realización) y comunicativa (comunión) del acto:
«Si los actos son intrínsecamente malos, una intención buena o determinadas
circunstancias particulares pueden atenuar su malicia, pero no suprimirla: son
actos “irremediablemente” malos» (VS 81).
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d) Elemento ‘circunstancial’ del acto y del sujeto agente


1) Las circunstancias son otro elemento ‘necesario’, aunque ‘secundario’
para juzgar el valor moral de la acción (CEC 1754):
 A nivel objetivo, pueden «agravar o disminuir la bondad o la malicia moral de
los actos humanos (ej., el dinero robado)»: tiempo, lugar, cantidad, efectos…
 A nivel subjetivo, pueden «atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra
(ej., el miedo a la muerte)»: condición del sujeto, modo, medios, motivos…
 Pero «no pueden hacer buena ni justa una acción que de suyo es mala».

2) No afectan sólo al acto, sino también al sujeto agente: «Yo soy yo y mi


circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo» (Ortega y Gasset):
«La circunstancia define el marco de lo posible, dentro del cual adquiere sentido
toda acción humana… y las interpretaciones vigentes… creencias, preceptos, usos y
costumbres, valoraciones de lo real… (que son) el supuesto de la acción moral y del
juicio sobre ella» (J. Marías). De ahí, la existencia de “estructuras de pecado” (JP-
II).

3) A veces modifican la especie moral del acto (robar en una iglesia, es un


sacrilegio), pero normalmente no, sino que ‘matizan’ el valor del acto.
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1.2.3. Conclusión: las “fuentes de la moralidad”


1) Son el objeto o elección (finis operis), el fin o intención (finis operantis)
y las circunstancias (del agente, del acto y del fin), y se ordenan así:
a) El acto bueno supone objeto, fin y circunstancias buenos (“ex integra causa”).
b) El acto malo se produce por cualquier defecto (“exquocumque defectu”).
c) Un fin malo corrompe la acción, aunque el objeto en sí sea bueno (como “orar,
ayunar o dar limosna… para ser visto por los hombres”).
d) El objeto puede por sí solo viciar todo el acto (actos intrínsecamente malos),
porque “el fin –intención o consecuencias– no justifica los medios” (VS 79).

2) Por eso, las normas morales absolutas son siempre negativas: prohíben
actos que niegan el “bien integral” –verdad y dignidad– de la persona.
 Los actos en sí mismos buenos (por su objeto) requieren la bondad del resto de
sus elementos (intención y circunstancias) y no son siempre obligatorios, sino
que exigen una valoración prudencial de las circunstancias: de oportunidad,
modo, medida, lugar, tiempo, cantidad, efectos, etc.
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1.3. La “neutralización moral” del acción


1. El “proporcionalismo”: niega las “fuentes de la moralidad” y los
“absolutos morales” desde el ‘principio de doble efecto’:
1) El acto que se realiza debe ser en sí mismo bueno o indiferente (objeto).
2) El efecto bueno no debe lograrse a través del malo (medio → fin).
3) Se pretende sólo el efecto bueno y se tolera el malo (“voluntario indirecto”).
4) Debe haber proporción entre el bien que se pretende y el mal que se tolera.
 Exige hacer lo que tenga mejores consecuencias y garantice el máximo
de “bienes premorales” en juego, sin atender al objeto o la intención.
 El único “bien moral” sería la buena voluntad, presente no en “actos
categoriales” sino en “actitudes trascendentales” (justicia, amor…).
 Defiende una ‘ética de la responsabilidad’ vs. la ‘ética de la
convicción’, que parece desentenderse de las consecuencias de nuestros
actos en la recta ordenación del mundo. Pero el fin bueno legitima
actos malos.
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2. El “historicismo”: sostiene que las normas morales dependen del


“contexto histórico y cultural”, sin admitir ‘absolutos morales’:
 Las normas morales estarían en un proceso de permanente ‘reinterpretación’
que las confirmaría o negaría a la luz de los nuevos datos histórico-culturales.
 La naturaleza y el conocimiento humanos estarían sometidos a la historicidad,
por lo que no cabría ninguna verdad absoluta, universal y permanente.

3. Crítica: suponen una “neutralización moral” de la acción, por


una valoración puramente “extrínseca” (como un “evento físico”):
1) un “dualismo antropológico y ético” que separa la bondad del sujeto (alma-
intención) y la corrección de la acción (cuerpo-elección). Según Juan Pablo II:
“Cuerpo y alma son inseparables: en la persona, en el agente voluntario y en el acto
deliberado, están o se pierden juntos” (VS 49): bondad del sujeto y rectitud del acto.
2) una negación de la “naturaleza humana” –más allá del contexto histórico–, que
permite “normas morales universales y permanentes”: absolutos morales. Pero
hay una “naturaleza común” fundada en Cristo, “el mismo ayer, hoy y
siempre”.
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4. Responsabilidad del hombre y providencia de Dios


 El proporcionalismo es una ‘hipertrofia de la responsabilidad
personal’ en el recto ordenamiento del mundo –en base a las
consecuencias de la acción–: la ética de la responsabilidad vs. la ética de
la convicción.
 Pero así acaba justificando la acción intrínsecamente mala en función
de las intenciones o consecuencias de la misma, cuando en realidad:
«No nos cabe responsabilidad alguna en las consecuencias que se derivan de la omisión
de una acción mala en sí misma. Quien se niega a fusilar a una joven judía que le suplica
por su vida no tiene la responsabilidad de que su jefe fusile acto seguido a diez hombres,
acción con la que le había previamente amenazado» (R. Spaemann).
 Somos responsables de hacer el bien (fidelidad), pero no de que el bien
triunfe en el mundo (éxito): sería suplantar la “providencia divina”
por el “progreso humano” (Benedicto XVI), en una visión atea de la
historia:
«La fe cristiana propone que hacer lo correcto redime, esto es, planta las bases para los
nuevos cielos y la nueva tierra… La acción moral es cooperación en el desenvolvimiento
2. La ‘opción fundamental’: el fin y los actos
2.1. La teoría de la “opción fundamental”: valores y límites
1) Pretende subrayar el valor del fin último que unifica y orienta los actos:
 proviene del núcleo íntimo de la persona en su libre “autodeterminación”;
 no tiene por objeto “actos” particulares, sino el “yo” en su relación con Dios;
 no se trata de una “acción” como otras y entre otras, sino de la actitud básica o
la intención última, que puede darse sin un pleno conocimiento (“atemática”).

2) El Magisterio reconoce el valor de la “elección fundamental” del


hombre en favor –o en contra– de Dios: un acto de conversión (fe) que
reorienta la vida del hombre y la somete –o la enfrenta– a la voluntad
de Dios:
«Se trata de la elección de la fe, de la “obediencia de la fe”, por la que “el
hombre se entrega entera y libremente a Dios, y le ofrece el homenaje total de su
entendimiento y voluntad” (DV 5). Esta fe que actúa por la caridad proviene de
lo más íntimo del hombre, de su corazón y desde aquí es llamada a fructificar en
las obras» (VS 66). Es expresión de ALIANZA e incluye los MANDAMIENTOS.
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 2. La Opción fundamental: el fin y los actos - 2

3) Pero no cabe separar una libertad trascendental (→ fin último) de una


libertad categorial (→ actos concretos): la fe y las obras, la intención del
fin y la elección de los medios concretos para llegar a él y realizarlo:
«La OF, en la medida en que se diferencia de una intención genérica y, por ello,
no determinada todavía en forma vinculante de la libertad, se actúa siempre
mediante elecciones conscientes y libres… y es revocada cuando el hombre
compromete su libertad en elecciones de sentido contrario en materia grave».

2.2. La relación de la opción fundamental y los actos


a) Crítica filosófica (dualismo): separar OF y actos significa negar la
unidad personal del sujeto (cuerpo-alma) y otorgarle una “libertad
angélica”: el ser humano elige el Bien supremo como Fin último
mediante los bienes intermedios (actos buenos) ordenados y
proporcionados a Él.
b) Crítica teológica (fideísmo): la fe es un acto humano (consciente y libre)
que concreta la Alianza con Dios en los mandamientos: la fe que “actúa
por la caridad” (caridad-mandamientos) y fructifica en “actos” (fe-
obras), porque el Verbo “se hizo carne” (sacramentalidad y moralidad
3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’
3.1. Las virtudes, ‘perfección’ del hombre y de la acción
1) La madurez moral educa apetitos sensitivos (concupiscibles-irascibles) e
intelectivos (racionales-volitivos) para discernir y elegir el bien moral:
a) las emociones «concupiscibles» («afectivas»): el bien y el mal suscitan, respec-
tivamente, amor-odio→ deseo-aversión→ gozo-tristeza, según las tres fases del
dinamismo de la acción moral: atracción→ movimiento→ posesión.
b) las emociones «irascibles» («anímicas»): esperanza-desesperación→ audacia-
temor→ celo-ira, para afrontar o resistir las dificultades y las amenazas que
impiden la consecución del bien o la evitación y la superación del mal.

2) El corazón capta el atractivo de bienes esenciales para la persona y la


razón su carácter de promesa y plenitud→ bien integral de la persona.
«La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no
sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles
y espirituales, la persona virtuosa tiende al bien, lo busca y lo elige a través de las
acciones concretas… (hasta) “llegar a ser semejante a Dios”» (CEC 1803).
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 2

3) Las virtudes son «estrategias del amor», expresión y cauce preferente de


ese impulso fundamental («amor naturalis») que define la existencia y
la creación entera, para llevar el ‘don’ (imagen) a su plenitud
(semejanza):
«La templanza es el amor que se conserva íntegro e incorruptible sólo para
Dios; la fortaleza es el amor que todo lo sufre sin pena, con la vista fija en Dios;
la justicia es el amor que no sirve más que a Dios, y por esto ejerce señorío,
conforme a la razón, sobre todo lo inferior al hombre; y la prudencia es el
amor que sabe discernir lo que es útil para ir a Dios... (o) alejar de Él» (S.
Agustín).

4) No son sólo “habilidades técnicas”, sino “constitutivos esenciales” de la


«acción perfecta», en la que el sujeto está libre y plenamente implicado,
queriendo “con el corazón y la mente” el bien que realiza: con
facilidad, estabilidad y alegría (por su ‘familiaridad’ y ‘connaturalidad’
con él):
Son «actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del
entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras
pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 3

3.2. Virtudes teologales: desear y elegir a Dios como Fin


1) Según el Catecismo (n. 1813), las “virtudes teologales”:
 fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.
 informan y vivifican todas las virtudes morales.
 son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar
como hijos suyos y merecer la vida eterna.
 son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades
del ser humano: fe (inteligencia), esperanza (afectividad) y caridad (voluntad).
→ El cristiano se encuentra desde el principio en al ámbito de la gracia y
las virtudes (“hábitos operativos buenos”), incluso ‘morales’ –infusas y
adquiridas–, no son sólo “obra suya”, sino “obra de Dios” en él.
2) Nos ayudan a vivir “teologalmente”, orientados hacia Dios:
«La fe y la esperanza alcanzan a Dios en cuanto de Él nos viene tanto el
conocimiento verdadero como la consecución del bien, pero la caridad alcanza a
Dios mismo de modo que reposa en Él» (Sto. Tomás).
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 4

3) Su ‘principio’ es la participación en la vida divina (gracia) y su


‘ejercicio’ alcanza a Dios (bienventuranza). Por eso, nos dan la
auténtica medida del hombre “redimido” por Cristo, no del hombre
“caído” (VS 103s):
Nos revelan el ‘misterio’ del hombre: «¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer?
¿Qué me cabe esperar?» (Kant). Puedo creer, debo amar y me cabe esperar en
Dios para ver realizado mi deseo de beatitud, plenitud y comunión con Él.

1. LA FE, “VIRTUD DEL SENTIDO”: por ella nos entregamos libremente


a Dios con el homenaje del entendimiento y de la voluntad, asintiendo
a lo que Él nos revela y acogiendo su Voluntad para nuestra vida (DV
5).
 Es la «elección fundamental» y la «justificación» de nuestra vida, pues
nos abre a la gracia y nos hace gratos a Dios (mérito): «Hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1Jn 4,16; cf.
DCE 1).
«Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios, que nos revela su amor.
San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1,5; 16,26) como la primera
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 5

2. LA ESPERANZA, “VIRTUD DEL DESTINO”: por ella, aspiramos al


Reino de los cielos y la vida eterna como nuestra felicidad, confiando en
las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en
los auxilios de la gracia del Espíritu Santo [cf. CEC 1817]. Así:
 responde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón del hombre,
 asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres y las purifica
para ordenarlas al Reino de los cielos –su pleno y definitivo cumplimiento–,
 salva el deseo humano con el deseo de la salvación, que trasciende todo deseo,
 protege del desaliento y sostiene en todo desfallecimiento (en las pruebas),
 dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna (don divino),
 evita la presunción (anticipación) y la desesperación (negación)→ ‘homo viator’,
 preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad (‘communio’).

3. LA CARIDAD, “VIRTUD DEL CAMINO”: por ella, «amamos a Dios


sobre todas las cosas por Él mismo y al prójimo como a nosotros
mismos por amor de Dios» [1822]: “porque está en Dios o para que Dios
esté en él”.
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 6

Es «una participación inmediata y real en el poder afirmativo y creador del


mismo Dios… que crea y hace bueno lo que crea» (J. Pieper).
a) La caridad es «forma y madre de todas las virtudes»: ‘engendra’ (madre)
e ‘integra’ (forma) las demás virtudes –que especifican la acción– para
inspirar “acciones meritorias” (salvíficas), ordenadas a la plena unión
con Dios –al nacer de la ‘unión afectiva’ incoada ya por la gracia–:
 no suplanta las virtudes adquiridas, sino que las perfecciona, haciendo presente
la unión afectiva con Dios en todos los actos y logrando así la “unidad de vida”.
 absolutiza la “primacía del Amado” (fin último), ordenando las inclinaciones y
elecciones humanas desde la bienaventuranza y la comunión ya incoadas.
 hace posible “querer lo mismo y rechazar lo mismo”, tener una comunión de
pensamientos, de sentimientos y de voluntades con Dios (cf. DCE 17b).

b) La caridad otorga además un “rostro filial” a la moral cristiana: «La


vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los
hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni
como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al
amor del “que nos amó primero” (1Jn 4,19)» [CEC 1828]
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 7

3.3. Virtudes ‘morales’: discernir y elegir los ‘medios’


1) Por las virtudes morales usamos rectamente de los medios (actos) para
alcanzar el fin (objeto de las virtudes teologales): nos hacen tender al
bien con facilidad, estabilidad y alegría (con la mente y el corazón):
Ordenan los apetitos sensitivos (involuntarios: circa passiones) e intelectivos
(voluntarios: circa operationes) por la razón, que descubre la finalidad inscrita
en nuestras inclinaciones naturales para lograr, a través de ellas y dejándonos
instruir por ellas, el “bien integral”: la comunión con Dios (beatitud-plenitud).

2) Las principales son las “virtudes cardinales” (de cardo, quicio o gozne)
porque alrededor de ellas gira y descansa la vida moral del hombre,
como la “puerta” que nos conduce a la vida plena y verdadera:
«Al virtuoso le aparece como bueno lo que verdaderamente es bueno en sí. No
sólo lo reconoce, sino que ‘gusta’ en cierto modo el bien honesto, en un tipo de
saber que implica toda su persona. La virtud moral, haciéndole connatural el
bien, le abre a la verdad. El virtuoso puede ser así reconocido como medida y
criterio del bien» (L. Melina). Integra bien la racionalidad y la afectividad.
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 Nivel pulsional: elemental e imprescindible («lo más alto no se sostiene sin lo más
bajo»); por la pulsión, busca la posesión física y el placer; no quiere el bien-amado en
cuanto tal, sino en cuanto ‘objeto de placer’. Confunde el deseo y el amor.
 Nivel afectivo: emotivo y sentimental; nace de la simpatía o sintonía con el bien-
amado (‘complacencia’) y desea la unión afectiva; se apoya también, si es intenso, en
una “idealización” exagerada del bien-amado; es también involuntario, pasional y
pasajero. Puede quedarse en el “sentimiento” sin tocar la “realidad” del otro.
 Nivel personal: propiamente humano (voluntario), por el discernimiento racional y el
consentimiento libre propios del amor; nace la ‘admiración’ del bien-amado como
‘valor’ que deslumbra por sus cualidades, pero más allá de ellas: único e insustituible,
con una dignidad y belleza que atraen y seducen (el ‘bien honesto’, frente al ‘bien
útil’ o ‘deleitable’); se quiere “el bien del amado” más que el propio bien, mediante el
“don de sí” que hace posible el “gozo de la comunión” (en la ‘reciprocidad’ que es
propia del amor).
 Nivel teologal: el bien-amado, más allá de su valor o dignidad, revela un “misterio”
que lo trasciende, pero se hace presente en él: el misterio de Dios; suscita estupor,
veneración y respeto en cuanto “sacramento” de Dios, lugar de su presencia; la
respuesta adecuada es la caridad, que busca la comunión con Dios mediante la
comunión con el bien-amado; su gozo propio es la beatitud (“ya, pero todavía no”).
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a) VIRTUOSO: integra la afectividad y el ideal de vida buena conocido por la razón;


interpreta su reacción afectiva como signo del “bien moral” y promesa de “comunión” y
reacciona rectamente ante la atracción de los bienes, orientándolos al ideal intuido, desde
una ‘connaturalidad afectiva’ que le permite realizar el bien con facilidad, estabilidad y
gozo.

b) CONTINENTE: no ha integrado afectividad e ideal de vida buena (razón); entiende el


ideal por tradición, educación… pero es atraído por ‘bienes’ útiles o deleitables que le
separan de la plenitud; como están prohibidos o puede ser descubierto y sufrir
consecuencias negativas, no los realiza: ‘se contiene’, pero a disgusto; se abstiene del mal,
pero sin amar el bien ni deleitarse en él. No puede fiarse de sus deseos y apetencias.

c) INCONTINENTE: entiende el ideal de vida buena (educación…), pero no lo ha integrado


en su afectividad, atraída desordenadamente por ‘bienes’ que no son signo o promesa del
Bien último; en la situación concreta, cede a la seducción, porque es débil, pero después se
da cuenta y se arrepiente porque tiene cierto conocimiento del bien (teórico), aunque la
pasión obnubile su razón. Sigue lo que le atrae, aunque frustre su deseo del Bien.

d) VICIOSO: no ha integrado su afectividad ni su razón, sino que identifica el ideal (la ‘vida
buena’) con el placer (la ‘buena vida’). No conoce el “bien honesto” ni la “vida buena”
(fiel, justa, veraz…) y, por eso, no se hace problema cuando actúa mal. No tiene ninguna
de las tres propiedades del virtuoso. Su drama es que, queriendo el placer por el placer
(como un fin en sí mismo, que no refiere al verdadero bien), se encuentra insatisfecho,
vacío y empobrecido humanamente, incapaz de lograr la felicidad a la que aspira.
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1. LA “TEMPLANZA”: modera la atracción de los placeres y nos permite el


equilibrio y la armonía en el uso de los bienes creados [cf. CEC 1809]:
 Modera los apetitos concupiscibles (pasiones de atracción o sentimientos de
impulso) que mueven y promueven nuestra vida (la nutrición, la unión sexual, la
procreación…), pero que también pueden degradarla, esclavizarla y destruirla.
 Nos descubre la verdad del deseo (ley moral), su racionalidad intrínseca (la
promesa que contiene) y el camino de su verdadera realización: quien descubre
esa ‘promesa’, puede ‘querer’ y ‘prometer’ (comprometerse), no sólo ‘probar’.
 Supera la pretensión de una inmediata e ilimitada satisfacción (“principio de
placer”), que niega el “principio de realidad” y degrada al sujeto y la comunidad.
 Es una virtud ‘ecológica’, de integración, autodominio y equilibrio (quies animi).
 Como virtud infusa, la templanza es también obra de la gracia:
Hace que «las pasiones, aunque sean sentidas, de ningún modo nos puedan
dominar» (Sto. Tomás), pues «las virtudes infusas conforman los apetitos
sensitivos desordenados a la ley de la razón, como Cristo la perfecciona en la ley
evangélica» (R. Cessario).
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2. LA “FORTALEZA”: «asegura en las dificultades la firmeza y la


constancia en la búsqueda del bien… la resolución de resistir las
tentaciones y superar los obstáculos… vencer el temor, incluso a la
muerte, y hacer frente a las pruebas y persecuciones… hasta la renuncia
y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa…» [CEC
1808]:
 virtud del apetito irascible (pasiones agresivas o sentimientos de contienda) que
nos otorga valor y coraje (“parresia”: Hch 4,13) para superar el miedo y
moderar la audacia, y para atacar (si hay posibilidades de vencer) o resistir (si no
las hay).
 hace posible la fidelidad al bien cuando resulta costosa o peligrosa, evitando que
seamos irracionalmente abatidos por las dificultades o las amenazas:
Contingencia (ontológica) → Ansiedad (psicológica) → Consistencia (teológica)
 constituye un testigo incontestable de la existencia del mal en el mundo y de la
fragilidad del bien, pero también, como hábito virtuoso, un testigo insobornable
de la integridad y la superioridad del bien (y la sobreabundancia de la gracia).
 por eso, el martirio, que consiste en afrontar y soportar el dolor y la muerte antes
que abandonar o traicionar el bien, constituye el acto principal de la fortaleza.
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CUADRO 1.- VIRTUDES DEL “APETITO SENSITIVO”


a) Integrales: - odio a lo deshonesto………………………….. vergüenza-pudor
- amor a lo honesto……………………………………… honestidad

b) Subjetivas: - en la comida……………………............................. abstinencia


- en la bebida……………………………………………….. sobriedad
1) TEMPLANZA - en la sexualidad……………………………………………. castidad
(autodominio-moderación)

c) Potenciales: - en la concupiscencia………………………………… continencia


- en la ira……………………………………………….. mansedumbre
- en el castigo………………………………………………. clemencia
- en la autoafirmación……………………. modestia-humildad
- en los bienes materiales………………………….. moderación

La templanza nos descubre la verdad del deseo (el “logos del eros”: el ‘agape’), su racionalidad
intrínseca (la “promesa” contenida en él) y el camino de su plena realización: quien descubre esa
promesa, puede “querer y prometer” (no sólo probar y tantear).

a) Resistir: - sin intimidarse…………………………… paciencia-longanimidad


- sin cejar…………………………………… perseverancia-constancia
2) FORTALEZA
b) Atacar: - prontitud y grandeza de ánimo………………… magnanimidad
(firmeza-asertividad) - determinación en la dificultad.…..................... magnificencia

La fortaleza constituye un “testigo incontestable” de la existencia del mal en el mundo y de la


fragilidad y dificultad del bien, pero también, como habito virtuoso, un “testigo insobornable” de
la integridad y la superioridad del Bien, como se prueba en la vida de los “mártires”.
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 13

3. LA “JUSTICIA”: «consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios


y al prójimo lo que les es debido… (nos) dispone a respetar los derechos
de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que
promueve la equidad respecto a las personas y al bien común» [1807].
 «Lo debido, el “suum”, es lo que un individuo tiene derecho a reclamar de otro
como algo que se le adeuda y que no corresponde a nadie más que a él» (J.
Pieper): “el derecho es el objeto de la justicia” (Sto. Tomás).
 Regula las relaciones de los individuos entre sí (justicia conmutativa), las de cada
uno con la sociedad (justicia legal) y las de la sociedad con los individuos (justicia
distributiva), para hacer posible el bien común, de todos y de cada uno.
 Pone orden en todas las cosas y trae consigo la paz y el bienestar, pues la paz no
es sino “la tranquilidad del orden” y “la obra de la justicia”.
 Sus exigencias básicas son “evitar el mal”, sobre todo el ‘nocivo’ al prójimo o a la
sociedad, y “hacer el bien”, sobre todo el ‘debido’ al otro o a la sociedad (en
razón de su dignidad, su actividad, su proximidad o su necesidad).
 Busca el “bien común” mediante la “comunión del bien”, que hace posible un
bien mayor: el “bien de la comunión” con Dios y los demás (comunión beatífica).
UD 3.- LA ACCIÓN HUMANA : VERDAD, AMOR Y LIBERTAD 3. Las virtudes ‘teologales’ y ‘morales’ - 14

4. LA “PRUDENCIA”: nos ayuda a «discernir en toda circunstancia nuestro


verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo… es la “regla
recta de la acción” (Sto. Tomás)…
Ni timidez o temor, ni doblez o disimulo. Es “auriga virtutum”: conduce
las otras virtudes indicándoles la regla y la medida... (y) guía
directamente el juicio de conciencia» (CEC 1806).
 Conforma, regula y mesura todas las virtudes morales y teologales y las integra y
concilia en situaciones de aparente conflicto (la magnanimidad y la humildad, la
fortaleza y la dulzura, la justicia y la misericordia…), sin destruirse ni
desvirtuarse, sino potenciándose e iluminándose mutuamente.
 Como virtud cognoscitiva (juicio) y práctica (imperio), constituye un
“conocimiento directivo” mediante el cual se da “valor operativo” al
conocimiento del verdadero bien en la situación concreta para inspirar y orientar
la acción.
 Por eso, supera la imprudencia (falta de juicio) y la negligencia (falta de imperio).
«Es esa potencia plasmatoria de nuestro espíritu, solícita y perentoria, que ‘metamorfosea’
el conocimiento de la realidad en práctica del bien... (y) en la multiplicidad de lo finito pone
rumbo a la perfección» (J. Pieper)
a) Integrales: - pasado-presente……………… memoria-inteligencia
C-2. Virtudes del “apetito intelectivo” - instante……………………………… solercia-sagacidad
- apertura al consejo…………………………… docilidad
(operaciones” voluntarias) - atención a los medios….……............... providencia
- a las circunstancias.…………………. circunspección
- a los obstáculos.……………………………. precaución

b) Subjetivas: [bien propio]…………………........................ pr. personal


[bien común] - familia……..................... pr. familiar o económica
a) RAZÓN PRÁCTICA - sociedad…………………………….. pr. política o civil
(discernimiento de la acción) - defensa de la paz……..……………………. pr. militar

c) Potenciales: - buen consejo……………............................. eubulia


PRUDENCIA - sentido común………………….. synesis-sensatez
(saber e imperar lo bueno) - perspicacia………….………………………….. gnome

a) Integrales: - cumplir lo mandado…………………. constitutiva


- restituir por sí mismo…………………. restitutiva
b) VOLUNTAD LIBRE - restituir por la fuerza………………… vindicativa

b) Subjetivas: - lo debido a la sociedad...…………………….. legal


(gobierno de la acción) - lo debido al ciudadano..…………….. distributiva
- lo debido entre sí…..………………… conmutativa
JUSTICIA
c) Potenciales: Dar - a Dios……..................................... religión
(hacer el bien/evitar el mal)
- menos de lo debido - a padres…..……............................. piedad
- a superiores……………. dulía-obediencia
- más de lo debido - cumplir promesas……………….. fidelidad
- en la conducta……………….. simplicidad
- devolver favores…………………… gratitud
- devolver injurias……………………. castigo
- gastar dinero…………………… liberalidad
- trato cotidiano………………….. afabilidad
- aplicación de la ley……………… epiqueia

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