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COMENTARIO CRÍTICO DE LA SITUACIÓN POLÍTICA EN EL

PERÚ
Después de estas últimas elecciones, se ha comprobado una vez más nuestro profundo
descontento y desafección por la política peruana, la multitud de candidatos a la
presidencia, los poco organizados partidos políticos y el no sentirse representado por
ninguno de estos representantes son el pan de cada día para el ciudadano de a pie. Se ha
producido una profunda desconfianza sobre la política y hoy es muy común considerarla
como un mal necesario.

Hemos visto estos años, en los últimos gobiernos de nuestro país, que lo que interesa en
la política ya no es el bien común, sino el ejercicio del poder en sí mismo y ya no nos
preguntamos por el “cómo” (valores éticos y morales) y el “para quién” de la política (la
sociedad).

Pero frente a estos sinsabores a los que estamos acostumbrados, podemos caer a una
tentación muy camuflada, la de una crítica áspera e infructuosa y podemos olvidarnos
de algo que dice el CDSI (167):

El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de
colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y desarrollo.

La política es una vocación al servicio de los demás, si hoy vemos autoridades que
trabajan más por propio interés que por el de todos es por una falla radical en la
formación de los ciudadanos peruanos, no nos quedemos en la superficie, en los actos
de corrupción, en la riñas estériles de los partidos, vayamos más al fondo del asunto, el
hombre es un ser político por naturaleza, como ya decía Aristóteles, pero nuestra
naturaleza no es angélica, separada del ambiente y la sociedad, nuestra sociedad es
individualista y cada ciudadano vive como una mónada, o substancia independiente del
mundo exterior. Además, es un error, harto extendido en nuestra sociedad empeñosa por
salir adelante, el reducir el desarrollo a lo meramente económico, descuidando otros
valores fundantes e importantes porque:

Una visión puramente histórica y materialista terminaría por transformar el bien común en un
simple bienestar socioeconómico, carente de finalidad trascendente, es decir, de su más
profunda razón de ser. (CDSI 170)

Finalmente, considerando que lo más novedoso en estas últimas elecciones ha sido el


elevado número de partidos, que es un síntoma en verdad preocupante puesto que
evidencia la disgregación política y una peligrosa arbitrariedad, e incapacidad de unirse
a unos ideales estables quiero citar a Fulvio Ramos que en su libro “La Iglesia y la
democracia” (1984) expresaba muy bien el fin de un partido:

“El partido político tiene que ser un instrumento apto para que de él surjan los dirigentes
virtuosos y capaces que todo Estado necesita para el bien común. En cambio, si los partidos se
toman como simple medio para asaltar el poder, se convierten en grupos formados por
profesionales de la político cuyo único objetivo es el de conquistar votos.”

Joseph Efraín Zea Castillo Seminario San Jerónimo

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