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#nomásmisericordia-sinverdad:

“Predicadores católicos: miremos a


Juan Bautista. La tarea no es sólo
animar y sonreír. También hay que
denunciar y poner la cara por
Dios” (Fray Nelson Medina).
Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Ofrecimiento de la Hora de Guardia 7am - pm
Divino Jesús, dulcísimo Salvador mío,
por medio del Inmaculado Corazón
de María y de San José, yo te ofrezco
esta hora de Guardia, durante la cual,
en unión de las Virtudes Angélicas;
oramos por la propagación de la fe,
la conversión de los idolatras, las
obras de las misiones y las personas
que se consagran a ellas, y todas las
obras de celo apostólico.
Ofrecimiento de la Hora de Guardia
Deseo particularmente amarte, glorificarte y
sobre todo consolar tu adorable corazón con
mi amor.
Acepta a esta intención mis pensamientos,
mis palabras, mis acciones y mis penas;
recibe sobre todo mi corazón que te
entrego sin reservas suplicándote lo
consumas con el fuego de tu purísimo amor.
Amado sea en todas partes
el Sagrado Corazón de Jesús.
Jesús manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al vuestro.
Ofrecimiento de la Hora de Guardia 7am - pm
Dulce Corazón de Jesús, se mi amor.
Oh Jesús mío, quiero consolarte,
quiero amarte por todos
los corazones que te afligen y
no te aman.

Padre Eterno, recibe en sacrificio de propiciación por las necesidades


de la iglesia y de la patria, y en reparación de los pecados de los hombres,
y en reparación de los pecados de los hombres, la preciosísima sangre
y agua salidas de la herida del Divino Corazón de Jesús, y ten misericordia
de nosotros.
Preciosísima Ofrenda
Padre Eterno, recibe en sacrificio
de propiciación por las necesidades
de la iglesia y de la patria, y en reparación de los pecados de los hombres,
y en reparación de los pecados
de los hombres, la preciosísima sangre
y agua salidas de la herida del Divino
Corazón de Jesús, y ten misericordia
de nosotros.
Bautizados y enviados
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo

“Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: «Verdaderamente, comprendo


que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el
que lo teme y practica la justicia es agradable a él. Él envió su Palabra a los
israelitas, anunciándoles la Buena Noticia de la paz por medio de
Jesucristo, que es el Señor de todos. Ustedes ya saben qué ha ocurrido en
toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba
Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo
de poder.
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo

Él pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder
del demonio, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo
que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron,
suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le
concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de
antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de
su resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue
constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan
testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los
pecados, en virtud de su Nombre” (Hechos 10, 34-43).
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo

“Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que
todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna (Juan 3, 16).

“Jesús les respondió: Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me


envió y llevar a cabo su obra” (Juan 4, 34).

“Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad“ […] Y en


virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo
de Jesucristo, hecha de una vez para siempre” (Hebreos 10, 10).
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo

“Juan fue informado de todo esto por sus discípulos y, llamando a dos de
ellos, los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos
esperar a otro?». Cuando se presentaron ante él, le dijeron: «Juan el
Bautista nos envía a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos
esperar a otro?”». En esa ocasión, Jesús curó a mucha gente de sus
enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a
muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados:
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo

«Vayan a contar a Juan lo que


han visto y oído: los ciegos ven,
los paralíticos caminan, los leprosos
son purificados y los sordos oyen,
los muertos resucitan, la Buena
Noticia es anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea
motivo de tropiezo!»” (Lucas 7, 18-23).
Bautizados y enviados
Primer encuentro: Jesús enviado por el Padre y ungido por el Espíritu
Santo

¿Cuál es la misión de Jesús?

¿Qué podemos aprender de Jesús en estos episodios?


Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe

“El Ángel del Señor dijo a Felipe: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino
que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto». Él se levantó y partió.
Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la
reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén y se volvía, sentado
en su carruaje, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate
y camina junto a su carro». Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta
Isaías, le preguntó: «¿Comprendes lo que estás leyendo?». Él respondió:
«¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?». Entonces le pidió a
Felipe que subiera y se sentara junto a él.
Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe
Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe

El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: Como oveja


fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo
esquila, así él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia.
¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la
tierra? El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿de quién dice esto el
Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?». Entonces Felipe tomó la palabra y,
comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de
Jesús. Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el
etíope dijo: «Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?».
Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe

Y ordenó que detuvieran el carro;


ambos descendieron hasta el agua,
y Felipe lo bautizó. Cuando salieron
del agua, el Espíritu del Señor arrebató
a Felipe, y el etíope no lo vio más,
pero seguía gozoso su camino”
(Hechos 8, 26-39).
Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe

1. Desierto

-tiene sed de Dios.


-su búsqueda no encuentra respuesta.
-es un eunuco.

2. Cristo

-Felipe camina al lado del eunuco


Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe

2. Cristo

-el eunuco iba leyendo la Escritura.


-Felipe explica la Palabra.
-le anuncia el Misterio de Cristo.

3. Agua

-aquí hay agua.


Bautizados y enviados
Segundo encuentro: El bautismo como inicio del camino de la fe

3. Agua

-¿qué impide que me bautice?


-¿crees en el Señor Jesús?
-siguió contento su camino.
Bautizados y enviados
Tercer encuentro: El proyecto de vida bautismal

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos
hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él
en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre,
también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos
identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos
identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro
hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este
cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que
está muerto, no debe nada al pecado.
Bautizados y enviados
Tercer encuentro: El proyecto de vida bautismal

“Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte
ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y
ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos
al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6, 3-11).
Bautizados y enviados
Tercer encuentro: El proyecto de vida bautismal

“Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento
puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están
muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios” (Colosenses
3, 1-3).
Bautizados y enviados
Tercer encuentro: El proyecto de vida bautismal

“Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y
libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y
violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias,
ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a
repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios. Por el
contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad,
afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia” (Gálatas 5,
19-23) .
Bautizados y enviados
Tercer encuentro: El proyecto de vida bautismal

Renunciar a Satanás:

-al pecado (negación de Dios).


-al mal (signo de pecado en el mundo).
-al error (como negación de la verdad).
-a la violencia (como contraria a la caridad).
-al egoísmo ( como falta de testimonio del amor).
Bautizados y enviados
Tercer encuentro: El proyecto de vida bautismal

Renunciar a las obras de Satanás:

-envidia y odio.
-pereza e indiferencia.
-cobardía.
-tristezas y desconfianza.
-materialismo y sensualidad.
-injusticia.
-falta de fe, esperanza y caridad.
Bautizados y enviados
Quinto encuentro: El confirmado llamado a ser testigo

“Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el
camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran
calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo:
«Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento
de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al
salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra
ellos». Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;
expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos,
ungiéndolos con óleo” (Marcos 6, 7-13).
Bautizados y enviados
Quinto encuentro: El confirmado llamado a ser testigo

“Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus


sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas
las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión,
porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen
pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero
los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que
envíe trabajadores para su cosecha» (Mateo 9, 35-38).
Bautizados y enviados
Quinto encuentro: El confirmado llamado a ser testigo

¿De qué manera vives en tu vida personal el compromiso del anuncio


del Evangelio?

¿Hay alguna historia o anécdota de algo que te haya sucedido por


anunciar el Evangelio?

¿Qué dificultades han encontrado para anunciar el Evangelio en tu


hogar, tu lugar de trabajo o tu lugar de estudio?
Bautizados y enviados
Quinto encuentro: El confirmado llamado a ser testigo

¿Cómo puedes ser un testigo más creíble en el anuncio del Evangelio?

¿Qué condiciones se requieren para que el Evangelio (mensaje


recibido) no rompa ni se altere?
Bautizados y enviados
Sexto encuentro: La Iglesia enviada con la fuerza del Espíritu
Santo a evangelizar

“Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que


Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo
dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»”
(Mateo 28, 16-20).
Bautizados y enviados
Sexto encuentro: La Iglesia enviada con la fuerza del Espíritu
Santo a evangelizar

“Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este


momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» El les contestó:
«A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el
Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu
Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en
toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra»” (Hechos 1, 6-
8).
Bautizados y enviados
Sexto encuentro: La Iglesia enviada con la fuerza del Espíritu
Santo a evangelizar

El Espíritu Santo es el que va conduciendo la vida de los


evangelizadores:

Hechos 4,8
Hechos 4, 31
Hechos 7, 55
Hechos 8, 29
Hechos 13, 2
Bautizados y enviados
Sexto encuentro: La Iglesia enviada con la fuerza del Espíritu
Santo a evangelizar

Jesú s envía a sus apó stoles con la misió n de ir y hacer discípulos a


todas las gentes:

“Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre


ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y
hasta los confines de la tierra” (Hechos 1, 8).
Bautizados y enviados
San Francisco Javier (patrono de los misioneros)

Nació en el castillo de Javier (Navarra)


el año 1506. Cuando estudiaba en
París, se unió al grupo de san Ignacio.
Fue ordenado sacerdote en Roma el
año 1537, y se dedicó a obras de
caridad. El año 1541 marchó al Oriente.
Evangelizó incansablemente la India y
el Japón durante diez años, y convirtió
muchos a la fe. Murió el año 1552 en la
isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.
Bautizados y enviados
San Francisco Javier (patrono de los misioneros)

Nombrado patrono universal de las misiones por el Papa Pío X en


1904.

Fue apóstol en la India, Oceanía, Japón y China. Fue uno de los


misioneros que abrió las puertas del lejano Oriente a la Iglesia.
Bautizados y enviados
Santa Teresa de Lisieux

Nombrada por el Papa Pío XI como patrona de las misiones en 1927,


a pesar de que nunca viajó fuera de su país.

Su vida iluminó a muchos misioneros; decía que tenía un gran


afecto por ellos y ofreció muchos sufrimientos por la labor de los
evangelizadores.
Bautizados y enviados
Santa Teresa de Lisieux

Una vez empezó a caminar


por toda su habitació n a pesar
de los dolores que padecía
por una enfermedad. Cuando
le preguntaron la razó n dijo
que ofrecía cada vuelta a Dios
por la santidad de un misionero.
Bautizados y enviados
San Pedro Claver

Sacerdote y misionero jesuita


que vivió entre los siglos XVI y
XVII. Se entregó a la
evangelizació n de los esclavos
africanos llevados a América.

Muchos se burlaban de él por


acompañ ar a los esclavos y a
pesar de las humillaciones él
seguía obrando actos de caridad.
Bautizados y enviados
Sexto encuentro: La Iglesia enviada con la fuerza del Espíritu
Santo a evangelizar

La Iglesia lo sabe. Ella tiene viva conciencia de que las palabras del
Salvador: "Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras
ciudades", se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su parte ella
añade de buen grado, siguiendo a San Pablo: "Porque, si evangelizo,
no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone como
necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!"[…].
Bautizados y enviados
Sexto encuentro: La Iglesia enviada con la fuerza del Espíritu
Santo a evangelizar

Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la


Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es
decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia,
reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo
en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa
("EVANGELII NUNTIANDI“, 14 DE SU SANTIDAD PABLO VI)
Bautizados y enviados
Séptimo encuentro: El Espíritu nos convoca a la Nueva
Evangelización

Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida


cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades
de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso
alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo
difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateismo. Se trata,
en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que
el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con
espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen
una existencia vivida «como si no hubiera Dios».
Bautizados y enviados
Séptimo encuentro: El Espíritu nos convoca a la Nueva
Evangelización

Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica


de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son
menos preocupantes y desoladores que el ateismo declarado. Y
también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas
manifestaciones tradicionales y ceremoniales— tiende a ser
arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la
existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del
morir.
Bautizados y enviados
Séptimo encuentro: El Espíritu nos convoca a la Nueva
Evangelización

De ahí proviene el afianzarse de interrogantes y de grandes enigmas,


que, al quedar sin respuesta, exponen al hombre contemporáneo a
inconsolables decepciones, o a la tentación de suprimir la misma vida
humana que plantea esos problemas (CHRISTIFIDELES LAICI DE SU
SANTIDAD JUAN PABLO II)
Bautizados y enviados
Octavo encuentro: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

“Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en
el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que
yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo
28, 18-20).

“Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al


mundo” (Juan 17, 18).
Bautizados y enviados
Octavo encuentro: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

“Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él.


Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
con poder de expulsar los demonios” (Marcos 3, 13-15).

“Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es


para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el
Evangelio” (1 Corintios 9, 16).
Bautizados y enviados
Octavo encuentro: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo

“Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena


Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que
no crea, se condenará” (Marcos 16, 15-16).
Bautizados y enviados
3. CONDICIONES PARA LA ORACIÓN
-el problema de la falta de tiempo: es cierto que en un mundo
como el nuestro, sobrecargado de actividad, la dificultad es real y no
podemos subestimarla. Sin embargo, hemos de hacer notar que el
verdadero problema no reside ahí; reside, má s bien, en saber lo que
cuenta realmente en nuestra vida:

“Nunca hemos visto que alguien muera de hambre porque no tiene


tiempo de comer. Siempre hay tiempo (¡o se busca!) para hacer lo que
se considera vital” (P. Descouvemont).

Así que empecemos por preguntarnos por nuestra jerarquía de


valores, por lo que es prioritario para nosotros.
3. CONDICIONES PARA LA ORACIÓN
-¿es suficiente orar trabajando?: algunas personas os dirá n: «yo no
tengo tiempo de hacer oración; pero en medio de mis actividades, en
mi tarea, etc., intento pensar todo lo posible en el Señor, le ofrezco mi
trabajo, y creo que eso basta como oración».

Es cierto que un trabajo ofrecido y realizado para Dios se convierte


en un modo de oració n. Pero hay que ser realista: no es tan fá cil
permanecer unido a Dios mientras estamos inmersos en nuestras
tareas. Por el contrario, nuestra tendencia natural es la de dejarnos
absorber completamente por lo que hacemos.
3. CONDICIONES PARA LA ORACIÓN
Si no sabemos detenernos de vez en cuando, tomamos unos
momentos para no hacer otra cosa que no sea ocupamos de El, nos
resultará difícil mantener la presencia de Dios mientras.

-la trampa de la falsa sinceridad: “ yo só lo rezo cuando me


apetece. Rezar sin ganas sería una cosa artificial y obligada, sería
hasta una falta de sinceridad y una forma de hipocresía. Rezaré
cuando me apetezca...».
3. CONDICIONES PARA LA ORACIÓN
La verdadera libertad no consiste en dejarse llevar por el impulso
del momento; todo lo contrario: el hombre libre es el que no vive
prisionero de sus cambios de humor, sino el que toma decisiones
segú n unas opciones fundamentales que no varían con las
circunstancias.

-la trampa de la falsa humildad: la tentació n es la siguiente: el


alma que comienza a hacer oració n percibe sus faltas, sus
infidelidades y la penuria de sus conversiones. Entonces, se siente
tentada de abandonar la oració n razonando así:
3. CONDICIONES PARA LA ORACIÓN
«Estoy llena de defectos, no adelanto, soy incapaz de convertirme y de
amar seriamente al Señor; presentarme ante El en este estado es una
hipocresía, juego a la santidad mientras que no valgo más que los que
no oran. ¡Cara a Dios, sería más honesto abandonar!».

Semejante razonamiento convenció a Santa Teresa y —como cuenta


en el capítulo 19 de su Libro de la Vida—, tras unos añ os de
practicarla asiduamente, abandonó la oració n durante un añ o, hasta
conocer a un padre dominico que la recondujo al buen camino.
3. CONDICIONES PARA LA ORACIÓN
Cuando nos iniciamos en la vida de oració n no somos santos, y a
medida que la practicamos lo percibimos mejor. Quien no se pone
ante Dios en medio del silencio no descubre sus infidelidades y
defectos;

sin embargo, son patentes para el que hace oració n, y ello puede
suscitar un gran dolor y la tentació n de abandonar. En este caso no
hay que desesperarse sino perseverar, con la certeza de que la
perseverancia obtendrá la gracia de la conversió n.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
La devoció n al Sagrado Corazó n de Jesú s no es un
invento del siglo XVII, pues su recorrido comienza
en la espiritualidad antigua y se desarrolla en
la medieval hasta cristalizar en las revelaciones
que Santa Margarita María de Alacoque recibió
entre 1673 y 1675.

Desde el principio siempre ha existido en


la iglesia la devoció n al amor de Dios, que
ha amado tanto al mundo que le ha dado
a su Hijo unigénito y al amor de Jesú s
que se ha entregado por nosotros.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Má s esta devoció n, propiamente hablando, no es
la devoció n al Sagrado Corazó n: no aparece en
ella el honor tributado al Corazó n de Jesú s,
en cuanto es símbolo
de su amor a nosotros.

Desde los primeros siglos, siguiendo los pasos del


Evangelista, se ha meditado acerca del costado
abierto de Jesú s y sobre el misterio del agua y de la
sangre, y se ha visto a la iglesia saliendo del
costado de Jesú s, como Eva salió del costado de Adá n.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Sin embargo, no existe todavía un culto explícito al Corazó n herido de
Nuestro Señ or.

La Época Apostólica

La Santísima Virgen y los Apó stoles han tributado culto de adoració n,


de acció n de gracias y de amor a la Humanidad Santísima de Cristo y de
un modo especial a sus llagas abiertas en su Cuerpo desgarrado por los
tormentos de la Pasió n Salvadora. El grito del Apó stol Tomá s «Señor
mío y Dios mío» ante las llagas de Cristo resucitado es una clara
confirmació n de esta actitud.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
San Juan: es el ú nico evangelista que refiere el episodio de la Herida
del Costado y lo hace con tales datos y tales protestas de veracidad, que
parece está tentando al lector a que se pare allí a reflexionar un poco.

Cuatro son las veces en que el sagrado Evangelio hace menció n de la


llaga del pecho de Jesucristo:

-la primera es en la cruz (Juan 19, 31 y ss) ;


-la segunda el día de la resurrección, cuando se mostró el Señor a todos
los apóstoles reunidos (Juan 20, 19 y ss) ;
-la tercera y la cuarta en el episodio de la incredulidad de Santo Tomás
(Juan 20, 24-28).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
La Época Patrística

Los santos padres han puesto su mirada en el Costado abierto de Jesú s


y de allí han pasado al Corazó n, de donde nace la Iglesia, la dulce
esposa de Cristo.

Sin embargo, ellos se fijan má s en lo que sale de la herida del costado


que en penetrar hacia el corazó n; no parece que hayan relacionado la
realidad objetiva de la redenció n con la realidad subjetiva del amor de
Cristo, causa de aquélla, o que hayan visto su corazó n como símbolo del
amor redentor. La Providencia reservaba a otros dicha profundizació n.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
La Época Medieval

Entre el Siglo XI y XII se encuentran los


primeros vestigios de la devoció n al
Sagrado Corazó n. Por la herida del
costado, se fue llegando poco a poco
al Corazó n herido y la herida de este
Corazó n simbolizó la herida del amor.

En el fervoroso ambiente de los


monasterios de los benedictinos y
cistercienses, a través de las meditaciones
de San Anselmo y de San Bernardo, comenzó a florecer esta devoció n.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
“La abertura del costado de Cristo nos reveló las riquezas de su bondad,
es decir, la caridad de su Corazón hacia nosotros” (San Anselmo).

“El acero ha entrado en su alma. Llegó a su Corazón, así que de aquí en


adelante puede llevar nuestra debilidad. Por la herida del cuerpo se
descubre el secreto del Corazón, por ella aparece ese gran sacramento de
su bondad, las entrañas de misericor­dia de nuestro Dios... ¿Quién puede
ver otra cosa en estas he­ridas? ¿Cómo, oh Señor, podríamos ver más
claramente que por tus heridas, estás lleno de bondad y suavidad,
abundante de misericordia?” (San Bernardo).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
De igual forma, para Santa Matilde y Santa Gertrudis, ambas
cistercienses, la devoció n al Sagrado Corazó n de Jesú s es totalmente
familiar, y se traduce en muchas de sus oraciones y prá cticas de piedad.

“Hija mía, si quieres conseguir el perdón de tus negligencias en mi


servicio, ten una tierna devoción a mi Corazón, porque es el tesoro de
todas las gracias que te hago continuamente, y él mismo es el manantial
de todos los consuelos interiores y de aquellas dulzuras inefables con las
que lleno a mis fieles amigos” (Jesucristo a Santa Matilde).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Santa Gertrudis: “Y vos, amado de Dios, ¿no
experimentasteis el encanto de
estos dulces latidos, que tienen
para mí en este momento tanta
dulzura, cuando estuvisteis
recostado en la Cena sobre este
pecho bendito?”
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
San Juan: “Mi misión era presentar a la Iglesia
en su primera edad una sola palabra
acerca del Verbo increado de Dios Padre,
que bastase hasta el fin del mundo
para satisfacer la inteligencia de toda
la raza humana sin que nadie, sin embargo,
llegase nunca a entenderla en toda su plenitud.
Pero publicar la suavidad de estos latidos
estaba reservado para los tiempos modernos,
a fin de que al escuchar tales cosas el
mundo, ya senescente y entorpecido en
el amor de Dios, se torne otra vez a calentar”.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Y ¿qué ardor es éste que tuvo un día el pueblo cristiano y que la
devoció n al Corazó n de Jesú s le ha de hacer recuperar?

-aquel amor y cariño a la Persona de Cristo;

-aquella devoción a la Eucaristía, que llevaba a todos los fieles a la


comunión diaria;

-aquel desprecio de las cosas de la tierra y caridad con el prójimo, que les
hacía vender sus fincas y depositar el precio a los pies de los apóstoles
para subvenir a las necesidades de todos;
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
-aquel amor a la oración, que
les dulcificaba el pasarse
largas horas del día y de
la noche unidos en plegarias
y lectura de las Santas Escrituras;

-aquel fervor apostólico,


que hacía de cada cristiano
un misionero ferviente.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
La Época Moderna

La devoció n presenta una nueva fase. Del dominio de la mística pasa al


de la ascética cristiana y se constituye en devoció n objetiva con
oraciones y ejercicios determinados, cuya prá ctica se aconseja a todos.
Así se desprende de los escritos de los grandes maestros de la vida
espiritual, tales como San Juan de Á vila y San Francisco de Sales.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
San Francisco de Sales:

“Que bueno es el Señor, que amable es su


Corazón, vivamos en esta Santa Morada”.

“ Que su Corazón esté siempre en


nuestros corazones”.

“El otro día, en la oración, cuando meditaba


sobre el costado abierto de Nuestro Señor y veía su corazón, y ocurríaseme
que nuestros corazones estaban en torno suyo y que le rendían homenaje,
como al soberano Rey de los corazones.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Hacia el siglo XVII comienza a gestarse un pró ximo progreso en esta
devoció n. Los autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de la
Compañ ía de Jesú s.

La imagen del Corazó n de Jesú s aparece por todas partes representada,


gracias, en parte, a la devoció n franciscana de las cinco llagas y a la
costumbre de los jesuitas de encabezar con ella sus libros y de
esculpirla en la fachada de sus casas o en las paredes de sus iglesias.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Sin embargo, la devoció n al Sagrado Corazó n de Jesú s continuaba
siendo una devoció n individual o, a lo má s, una devoció n privada. Es
San Juan Eudes el encargado de hacer de ella un culto pú blico, darle un
oficio e instituir su fiesta.

El 31 de agosto de 1670 se celebra la primera fiesta en honor del


Corazó n divino en el Seminario de Rennes, y luego siguió el seminario
de Coutances el 20 de octubre, día al cual quedó , en adelante vinculada
la fiesta eudista; se fue extendiendo con rapidez por las demá s dió cesis
y la devoció n fue adoptada también en algunas comunidades religiosas.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
«El Corazón adorable de Jesús
es el principio y la fuente de
todos los misterios y circunstancias
de su vida, de todo lo que ha pensado,
hecho y sufrido...; es la fiesta de las
fiestas, porque su Corazón abrasado
de amor es quien le ha movido a
hacer todas estas cosas. Esta fiesta
pertenece más bien al cielo que a
la tierra, es más bien festividad de
serafines, que festividad de hombres».
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
«Si, pues, se celebra en la Iglesia una fiesta tan solemne
en honor de este divino Sacramento, ¡qué festividad no
debería establecerse en honra de su Sacratísimo Corazón,
que es el origen de todo lo grande, raro y precioso que
existe en este augusto Sacramento!»

«Los innumerables motivos, que nos obligan a tributar nuestras


adoraciones y honores al Divino Corazón de nuestro amabilísimo
Salvador, con una devoción y respeto extraordinarios, están
comprendidos en tres palabras de San Bernardino de Sena, que llama a
este amabilísimo Corazón: Horno de caridad ardentísima para inflamar y
encender el orbe entero».
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
San Juan Eudes: Pío X, decía de él en el Breve de su beatificació n:

«Pero a los méritos de Juan para con la iglesia es preciso añadir el de que,
ardiendo en singular amor para con los santísimos Corazones de Jesús y
de María, fue el primero en pensar, no sin inspiración divina, en que se les
tributase culto litúrgico. Por lo cual ha de ser considerado como padre de
esta suavísima devoción, ya que desde los principios de su Congregación
de sacerdotes procuró que entre sus hijos se celebrase la fiesta de los
mismos Corazones; doctor, puesto que compuso Oficio y Misa propios en
honor de ellos; apóstol, finalmente, por haberse esforzado con todo su
corazón en que se divulgase por doquiera este provechosísimo culto»
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Esta devoció n se encontrará con las revelaciones salidas de Paray –le–
Monial y ambas se fundirá n en una sola. Fue Santa Margarita María de
Alacoque (1649-1690), una religiosa visitandina del Monasterio de
Paray –le– Monial, a quien Nuestro Señ or escogió para revelar los
deseos de su Corazó n y para dar un nuevo impulso a esta devoció n.

Esta devoció n casi no había sido practicada pú blicamente antes de las


revelaciones hechas a Santa Margarita. Sin embargo, de dicha devoció n
ya existían manifestaciones a partir del Siglo XII. Jesú s antes de
revelarse a Santa Margarita, había ya invitado a practicar esta devoció n
a algunas almas escogidas y les había mostrado sus riquezas.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA

Los Papas y la devoción

-El pontificado de Pío IX abrió de par en par las compuertas que dieron
paso a la extensió n de esta devoció n por todo el mundo. En 1856
secundando los deseos de muchísimos obispos, extendió la fiesta del
Sagrado Corazó n a toda la Iglesia.

-La beatificació n de Santa Margarita María (18 de agosto de 1864)


significaba la aceptació n por parte de la Iglesia del nú cleo esencial de
sus revelaciones.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA

Los Papas y la devoción

-El 16 de junio de 1875 se da consagració n de la Iglesia al Sagrado


Corazó n.

-En 1899 el Papa Leó n XIII elevó la fiesta del Corazó n de Jesú s al
mayor rango litú rgico (fiesta de primera clase con octava; es decir,
ocho días para honrar el Corazó n de Jesú s).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA

-Al traspasar los umbrales del siglo el Papa dispuso, en la Encíclica


Annum Sacrum (25 de mayo de 1899) la consagració n de toda la
humanidad al Corazó n de Jesú s.

-Pío X mandó recitar todos los añ os en la fiesta del Sagrado


Corazó n de Jesú s, el acto de consagració n.

-Benedicto XV en 1920 canonizó a Margarita María Alacoque.


EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
-Pío XI reafirmaba el reinado social de Cristo al instituir la fiesta de
Cristo Rey en la Encíclica Quas primas (1925), mientras en su encíclica
Miserentissimus Redemptor (1928) ensalzaba la devoció n al Corazó n de
Jesú s como el compendio de toda la religió n y aun la norma de vida
má s perfecta.

-Pío XII en su Encíclica Haurietis Aquas (1956) trazaba una síntesis


doctrinal profunda y definitiva. Con aquel documento se fija la doctrina
dogmá tica sobre el Corazó n de Jesú s y se asegura su culto como un
patrimonio irrenunciable de la Iglesia
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
La devoció n al Corazó n de Jesú s es la principal devoció n cristiana. Ella
no es optativa, sino que ha sido mandada por Dios. Los Papas lo han
dicho con mucha claridad.

Pío IX, en el Breve de Beatificació n de Santa Margarita, dice:

“¿Habrá alguno que no se sienta incitado a honrar con toda clase de


obsequios a aquel sacratísimo Corazón de cuya herida manó sangre y
agua, es decir, la fuente de nuestra vida y salud?”
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
En otras palabras, la Iglesia
nació de la sangre y del agua
del costado; pero como éstas
salieron de la llaga del Corazó n,
segú n afirma el Pontífice, síguese
que la Iglesia nació del Corazó n
de Jesú s.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
En 1929, con motivo de haber sido elevada a má s alto rito la fiesta del
Sagrado Corazó n, imponía Pio XI a la Iglesia universal un nuevo oficio
litú rgico, bello y magnífico por cierto. En él se afirma con la mayor
claridad que la Iglesia nació del Corazó n sacrosanto. Así en el himno de
las primeras Vísperas leemos:

“Del Corazón rasgado, la Iglesia, esposa de Cristo, nace”.

En el himno de Maitines añ ade: “Por eso le hirió la lanza, -por eso recibió
herida, -para lavar nuestras manchas - con corriente de agua y sangre”.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
También en el himno de
Maitines dice en otro lugar:

“Con el agua y con la sangre


manó el precio de nuestra salud,
el cual brotando de la fuente, a
saber, de lo íntimo del Corazón,
dio a los sacramentos de la Iglesia
virtud para conferir la gracia”.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA

Pío XI

“De esta devoción, mandada a toda la Iglesia,


vendrán muchos e importantes bienes, no sólo a
los individuos, sino también a la Iglesia,
Estado y familia”
(Miserentissimus Redemptor).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
En ella “se contiene el compendio de toda la religión y la norma de vida
más perfecta” (Miserentissimus Redemptor).

y así, como se entibiase la caridad en el mundo, “fue propuesta a la


veneración de los fieles con un particular culto la caridad misma de Dios,
y descubiertas ampliamente las riquezas de su bondad, por aquel
conjunto de prácticas religiosas con que es honrado el Corazón de Jesús,
«en quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia
escondidos»” (Miserentissimus Redemptor).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
“en El (en el Corazón Divino), hay que cifrar todas las esperanzas: a Él
hay que pedir, y de Él hay que esperar la salud de los hombres”
(Miserentissimus Redemptor).

“Y con razón, Venerables Hermanos, ya que en aquella bandera de


favorabilísimos presagios, y en aquel modo de santificación que de ella se
desprende, ¿no se encierra por ventura la síntesis de toda la religión y la
norma de la vida más perfecta, puesto que lleva los entendimientos con
mayor expedición al conocimiento completo de Cristo Nuestro Señor, e
inclina las voluntades más eficazmente a amarle con mayor vehemencia
y a imitarle más de cerca?
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Nadie, pues, se maraville de
que a tan excelente culto.
Nuestros predecesores hayan
defendido sin cesar de las
calumnias de sus acusadores,
ensalzado con grandísimos
elogios y promovido con
amoroso entusiasmo,
según las circunstancias lo
han pedido” (Miserentissus
Redemptor).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
“Nos mismo como ya dijimos en Nuestra Encíclica: Quas primas,
accediendo a los reiterados y ardientes deseos de muchísimos Obispos y
fieles, por fin, con la gracia del Señor, completamos y perfeccionamos
aquellos tan faustos y gratos comienzos, cuando al finalizar el año jubilar
instituimos la fiesta de Cristo, Rey universal, para que solemnemente se
celebrase en todo el orbe cristiano”.

“Pero a todos estos oficios, sobre todo, a la tan fructífera consagración,


que ha sido como confirmada por la sagrada solemnidad de Cristo Rey, es
necesario añadir otro” (Miserentissus Redemptor).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA

Segú n Pío XI, el intento que él mismo


tuvo al establecer la fiesta de Cristo Rey,
fue completar, llevar a perfecció n,
y como confirmar la consagració n
del mundo por Leó n XIII al Corazó n
de Jesú s. La fiesta de Cristo Rey es,
por tanto, complemento, perfecció n,
confirmació n de la consagració n al
Corazó n Divino.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
La tendencia de la consagració n de Leó n XIII y de la consagració n en
general al Corazó n de Jesú s, es la que el mismo Papa expresaba en su
Encíclica Annum Sacrum por estas palabras:

“Nosotros, consagrándonos a El, no solamente reconocemos y aceptamos


su imperio abierta y gustosamente, sino que con la obra testimoniamos
que, si eso mismo que ofrecemos como don en realidad fuese nuestro, con
suma voluntad se lo daríamos”.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Por la consagració n del mundo, Leó n XIII en nombre de la humanidad
declaraba y aceptaba de palabra la realeza del Corazó n de Jesú s; en la
fiesta de Cristo Rey Pío XI sella, con todo ese aparato de culto y
solemnidades litú rgicas, lo que entonces se hizo con una fó rmula oral;
reconoce, acepta, proclama aquella realeza.

Al consagrarnos decimos al Corazó n Sagrado:

“Señor, aunque no fueras Rey nuestro, como lo eres por mil títulos, con
este acto voluntario te declararíamos por tal, poniéndonos en tus manos
para que, como Señor y Emperador absoluto, hagas y deshagas de
nosotros según tu divino agrado”.
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Dice el Papa Pío XII que el culto al Corazó n de Jesú s se halla “en todo
conforme con la índole de la religión cristiana, que es religión de amor”.

Dicho culto no debe su origen a revelaciones privadas ni apareció de


improviso en la Iglesia, sino que “brotó espontáneamente de la fe viva y
de la piedad ferviente de almas predilectas hacia la persona adorable del
Redentor y hacía aquellas gloriosas heridas suyas, testimonios de su
amor inmenso, que íntimamente conmueven los corazones” (Haurietis
Aquas) .
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Pero ademá s el Papa aclara
que las revelaciones dadas a
Santa Margarita María, “no
añadieron nada nuevo a la
doctrina católica. Su importancia
consiste en que al mostrar el
Señor su Corazón Sacratísimo
de modo extraordinario y singular
quiso atraer la consideración de
los hombres a la contemplación
y a la veneración del amor misericordiosísimo de Dios para con el género
humano” (Haurietis Aquas) .
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
Pío XII

“Los que estimen en poco este


beneficio de Cristo a su Iglesia,
ofenden a Dios” (Haurietis Aquas).

Es “la profesión más completa


de la religión cristiana”
(Haurietis Aquas).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
“A la vista de tantos males que, hoy más que nunca, perturban
hondamente a los hombres, los hogares, las naciones y el orbe entero,
¿dónde, Venerables Hermanos, hallaremos un remedio eficaz? ¿Se
encontrará, acaso, alguna forma de piedad más excelente que el culto
augustísimo al Corazón de Jesús, que esté más en consonancia con la
índole peculiar de la fe católica, que sea más apta para responder a las
necesidades actuales de la Iglesia y del género humano? ¿Qué obsequio
puede ofrecer la religión más noble, más suave, más saludable que este
culto, que se dirige por entero a honrar a la misma caridad de Dios?”
(Haurietis Aquas).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
“Si se ponderan los argumentos
en que se funda el culto tributado
al Corazón herido de Jesús, todos
verán claramente cómo no se trata
de una forma cualquiera de piedad
que sea lícito posponer a otras o
tenerla en menos, sino de una
práctica religiosa muy apta
para conseguir la perfección
cristiana” (Haurietis Aquas).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
“Las revelaciones de Santa
Margarita María no trajeron
ninguna innovación a la doctrina
católica. Su importancia estriba
en el hecho de que, al mostrar
Cristo su Corazón Sacratísimo,
pretendió de una manera
extraordinaria y singular llamar
nuestra atención para que nos
fijásemos en los misterios de
su amor misericordiosísimo para con el género humano y así lo
contempláramos y le diéramos culto” (Haurietis Aquas).
EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA
San Juan Pablo II

“La Iglesia profesa de manera


particular la Misericordia de
Dios dirigiéndose al Corazón
de Cristo. El acercarnos a Cristo
en el misterio de su Corazón nos
permite detenernos en este
punto de la revelación del
Amor misericordioso del Padre,
que ha constituido el núcleo central
de la misión mesiánica del Hijo del Hombre” (“Dives in Misericordia)

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