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ETICA

AGUSTINIANA
Ética agustiniana
La razó n y el sentido del filosofar es la vida feliz:

“Sin distinción, todos los filósofos, con su estudio, su


investigación, sus diálogos y su vida no apetecieron otra cosa que
alcanzar la vida feliz. Esta fue la única causa de su filosofar, y
pienso que esto lo tienen también en común con nosotros. Si yo os
preguntare por qué creéis en Cristo, por qué os hicisteis
cristianos, con verdad todo hombre me respondería: «Pensando
en la vida feliz». Pero la cuestión es ésta: dónde encontrar esa
cosa en que todos están de acuerdo. De aquí parten las divisiones,
pues el apetecer la vida feliz, el quererla, el desearla, esperarla y
buscarla es, pienso, común a todos los hombres.
Ética agustiniana
Por lo cual me parece que me quedé corto al decir que esta
apetencia es común a filósofos y cristianos; debí decir más bien a
todos los hombres, absolutamente a todos, buenos y malos. En
efecto, quien es bueno, lo es para ser feliz; y quien es malo no lo
sería si no esperase ser feliz” (Sermones 150,4)
Ética agustiniana
La causa de la felicidad segú n otras escuelas filosó ficas:

a) el placer
b) los bienes materiales
c) la virtud

“Sobre su nombre, casi todo el mundo está de acuerdo, pues tanto


el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y piensan que
vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero sobre lo que
es la felicidad discuten y no lo explican del mismo modo el vulgo
y los sabios.
Ética agustiniana
Pues unos creen que es alguna de las cosas tangibles y
manifiestas como el placer, o la riqueza, o los honores; otros, otra
cosa; muchas veces, incluso, una misma persona opina cosas
distintas: si está enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es
pobre, la riqueza; los que tienen conciencia de su ignorancia
admiran a los que dicen algo grande y que está por encima de
ello. Pero algunos creen que aparte de toda esta multitud de
bienes, existe otro bien en sí y que es la causa de que todos
aquéllos sean bienes”. (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1095 a
15-25)
Ética agustiniana
“Pero sigamos hablando desde el punto en que nos desviamos. No
es sin razón el que los hombres parecen entender el bien y la
felicidad partiendo de los diversos géneros de vida. Así el vulgo y
los más groseros los identifican con el placer, y, por eso, aman la
vida voluptuosa -los principales modos de vida son, en efecto,
tres: la que acabamos de decir, la política y, en tercer lugar, la
contemplativa-. La generalidad de los hombres se muestran del
todo serviles al preferir una vida de bestia […] En cambio, los
mejor dotados y los activos creen que el bien son los honores,
pues tal es ordinariamente el fin de la vida política.
Ética agustiniana
Pero, sin duda, este bien es más superficial que lo que buscamos,
ya que parece que radica más en los que conceden los honores
que en el honrado, y adivinamos que el bien es algo propio y
difícil de arrebatar. Por otra parte, esos hombres parecen
perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que son
buenos, pues buscan ser honrados por los hombres sensatos y por
los que los conocen, y por su virtud; es evidente, pues, que, en
opinión de estos hombres, la virtud es superior. Tal vez se podría
suponer que ésta sea el fin de la vida política; pero salta a la vista
que es incompleta, ya que puede suceder que el que posee la
virtud esté dormido o inactivo durante toda su vida, y, además,
padezca grandes males y los mayores infortunios.
Ética agustiniana
y nadie juzgará feliz al que viva así, a no ser para defender esa
tesis. […] En cuanto a la vida de negocios,
es algo violento, y es evidente que la riqueza no es el
bien que buscamos, pues es útil en orden a otro. Por
ello, uno podría considerar como fines los antes mencionados ,
pues éstos se quieren por sí mismos, pero es
evidente que tampoco lo son, aunque muchos argumentos han
sido formulados sobre ellos. Dejémoslos, pues. (Ética a
Nicómaco 10953 b 15-1096 a 5-10)
Ética agustiniana
La moral depende de la conjunció n entre:

a) la bondad de lo querido.
b) la rectitud del quererlo.

“Estas cosas son malas si el amor es malo, y buenas si el amor es


bueno” (Ciudad de Dios XIV, VII, 2).

«¿Qué os decimos, que no améis? ¡Dios nos libre! Inertes, muertos,


miserables seríais, sin amar nada. Amad, pues, pero mirad bien qué
es lo que habéis de amar». La virtud no consiste en no amar, sino en
amar lo que debe ser amado. «No te digo que nada ames, sino que
ordenes tu amor.» (San Agustín, cit. en Gilson, Introducción al
estudio de San Agustín, p. 167)
Ética agustiniana
Uti: Usar es hacer de un objeto medio para alcanzar el fin. los
bienes ú tiles se buscan en vista a la posesió n de los bienes
fruibles.

Frui: Gozar es hacer fin de un objeto. Los bienes fruibles se


aman por ellos mismos y son los que dan la felicidad.

De entre todas las cosas que existen únicamente debemos gozar


de aquellas que, como dijimos, son inmutables y eternas; de las
restantes hemos de usar para poder conseguir el gozo de las
primeras (De la Doctrina cristiana I, 22, 20).
Ética agustiniana
El orden del amor se basa en:

a) la precariedad ontológica del ser creado: “las hermosuras


que están fuera de ti... no serían nada si no estuvieran en ti”
(Confesiones IV, X, 15).

b) la condición fugaz de las cosas temporales: “todas


perecen... cuando nacen y tienden a ser, cuanta más prisa se dan
por ser, tanta más prisa se dan a no ser” (Confesiones, IV, X, 15).
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c) La condición de ser partes: “son partes de cosas que no
existen todas a un tiempo, sino que, muriendo y sucediéndose
unas a otras, componen todas el conjunto cuyas partes son”
(Confesiones, IV, X, 15).

El mal moral no es mal porque esté prohibido por la ley, sino


que la ley prohíbe aquello que es malo.

La obra virtuosa es un conjunció n de lo objetivamente recto


con la rectitud de intenció n.
Ética agustiniana
Los bienes son de cuatro tipos:

a) el que está sobre nosotros (Dios).


b) el que somos nosotros (uno mismo).
c) el que está junto a nosotros (pró jimo).
d) el inferior a nosotros (cuerpo).

Ética de la voluntad: La voluntad impera en todas las


operaciones del alma. El hombre estará ordenado si su
voluntad está ordenada.

Y ¿cuá l es el principio por el que se mueve la voluntad? El amor,


responde san Agustín, el amor es el peso (pondus) del alma.
Ética agustiniana
Lo propio de la voluntad es el querer o amar. El ser humano es
un ser que quiere y ama y que mediante ello orienta su
existencia:

“mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado


(Confesiones XIII, IX, 10).

Virtud: no consiste en no amar (apatheia: ἀπάθεια; sin


παθος) , sino:

a) amar lo que debe ser amado (bondad del objeto).

b) amarlo como debe ser amado (rectitud de intenció n).


Ética agustiniana
El criterio para la elecció n del objeto y de la intensidad del amor
con la que debe ser amado no es só lo teoló gico, sino también
filosó fico (ontoló gico):

“Beberá del torrente en el camino, por eso levantará la cabeza.


Veamos al que bebe del torrente en el camino.
Ante todo, ¿qué es el torrente? La corriente de la mortalidad humana.
Así como el torrente se forma con las aguas de lluvia
abundante, y se desborda, hace ruido, corre, y corriendo se desliza, es
decir, completa su curso, así acontece con toda esta corriente de la
mortalidad. Los hombres nacen, viven y se mueren; y al morir unos,
nacen otros, y al desaparecer éstos, se presentan otros; llegan,
aparecen, se apartan y no persisten.
Ética agustiniana
¿Qué se detiene aquí? ¿Qué cosa no corre? ¿Qué cosa, como
reunida de lluvia, no marcha al abismo? Así como el torrente
formado en un instante de la lluvia, de las aguas invernales, se
dirige al mar y deja de existir, y no existía antes de formarse de la
lluvia, así el género humano se reúne de lo oculto y corre; y por la
muerte, de nuevo se dirige hacia lo oculto. En medio de su curso
mete ruido y pasa. De este torrente bebió El; no se desdeñó beber
de El. Su beber de este torrente fue nacer y morir. Este torrente
lleva consigo el nacimiento y la muerte. (Enarraciones 109, 20)
Ética agustiniana
“¿Tienes este día ? Si retuviste el de ayer, tendrás el de hoy. Pero
dirás: No tengo el de ayer porque ya no existe. Tengo este en el que
estoy y que se halla presente conmigo. Pero ¿acaso no se te
desvaneció ya todo lo que pasó desde su primer momento hasta el
presente? ¿ No comienza este día con la primera hora? Dame su
primera hora, ofréceme su segunda, puesto que quizá también ésta
ya pasó. Te daré, me dices, la tercera; quizá estamos ahora en ella.
Luego sin duda existen estos días y existe el tercer tiempo; pero, si
me das la hora tercera, no me das el día, sino la hora. Sin embargo,
ni esto te concedo; si pasaste, estás de cualquier modo conmigo.
Ética agustiniana
Dame, pues, la hora tercera, dame aquella en la que estás. Pero ¿qué digo?
Ya pasó algo de ella y queda todavía un poco; no me puedes dar lo que
pasó, porque ya no existe, ni lo que falta, porque aún no existe. ¿Qué me
darás de esta hora que actualmente está pasando? ¿Qué me darás de ella
para aplicarla con exactitud esta palabra que pronuncio est (es) ? Cuando
profieres esta palabra est, ciertamente es una sílaba, y se pronuncia en un
momento, y consta de tres letras. En el mismo instante de su
pronunciación no llegarías a pronunciar la segunda letra de esta sílaba si
no hubieras concluido la pronunciación de la primera, y no se oirá la
tercera sílaba sino después de haber pasado la pronunciación de la
segunda. ¿Qué me das entonces de esta única sílaba?
Ética agustiniana
¿Y tendrás el día, tú que no posees una sílaba? Todas las cosas
pasan en momentos rapidísimos; el torrente de las cosas se
desliza, y de él bebió en el camino por nosotros Aquel que ensalzó
ya la cabeza. Luego estos días no subsisten; casi se alejan antes
de llegar, y cuando han llegado no pueden permanecer; se unen,
se suceden, mas no se sostienen. De lo pasado nada vuelve; lo
futuro se espera ha de pasar. Nada se tiene mientras no ha
llegado, y después de haber llegado, nada se mantiene
(Enarraciones 38, 7)
Ética agustiniana
“Desde el instante en que comenzamos a existir en este cuerpo
mortal, nunca dejamos de tender hacia la muerte. Esta
es la obra de la mutabilidad durante todo el tiempo de la vida
(si es que vida debe llamarse): el tender hacia la muerte.
No existe nadie que no esté más cercano a la muerte después
de un año que antes de él, y mañana más que hoy, y hoy más
que ayer, y poco después, más que ahora, y ahora, poco más
que antes . Porque el tiempo vivido es un pellizco dado a la
vida, y diariamente disminuye lo que resta ; de tal forma que
esta vida no es más que una carrera hacia la muerte.
Ética agustiniana
No permite a nadie detenerse o caminar más despacio, sino que todos
siguen el mismo compas y se mueven con igual presteza.
Efectivamente, el que tuvo una vida más corta no cruzó el tiempo con
más celeridad que el que la tuvo más larga, sino que, arrancados sus
momentos de igual modo a ambos, uno tuvo la meta más cercana, y el
otro, más alejada, meta a la que uno y otro corrían con idéntica
velocidad . Una cosa es haber andado más camino, y otra, haber
caminado más despacio. En consecuencia, el que hasta l legar a la
muerte apura espacios más largos de tiempo, no corre más despacio,
sino que anda mas camino” (Ciudad de Dios XIII, 10).
Ética agustiniana

a) ningú n bien inferior al alma

puede elevarse a fin

b) ni el alma cuando está


sujeto a lo fortuito
Ética agustiniana
San Agustín distingue entre libertad y libre albedrio.

Concepción latina:

Libertas: estado y condició n de las personas libres; libertad


política.

Arbitrium: fallo, juicio, decisió n, capacidad de juicio, opinió n de


cada uno, libertad de opinar o actuar segú n su juicio y su gusto.
Ética agustiniana
Concepción agustiniana:

Libertad: ordenació n al fin, voluntad que tiende hacia el


propio bien.

No es libre quien quiere cualquier cosa sino quien quiere su


bien. No es arbitrariedad, sino referencia al fin, orientació n al
bien y a la verdad.

Libre albedrío: autodeterminació n de la voluntad, dominio de


los propios actos.
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De acuerdo con San Agustín La autodeterminació n, el dominio del
propio acto constituyen el liberum arbitrium, pero no es todavía la
libertas. Libertad implica ademá s ordenació n al fin, voluntad del
propio bien. Quien orienta su querer a un fin ajeno es esclavo.

San Agustín distingue tres tipos de mal:

a) mal metafísico: en el cosmos no existe nada que sea


ontoló gicamente malo, sino só lo grados inferiores de ser en
comparació n con Dios.
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b) mal moral: es el ú nico que puede llamarse “mal” y no es
otra cosa que el desorden en la voluntad, la privació n del recto
orden en la voluntad creada.

c) mal físico: muerte, enfermedad, sufrimiento. Es una


consecuencia del pecado.
Ética agustiniana
La antropología agustiniana rompe con:

a) el naturalismo necesitarista pagano: historia cíclica, circular; dominio de


la necesidad natural, cósmica.

b) el cosmismo dualista maniqueo.

c) el hominismo optimista pelagiano.

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