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A lo largo de su historia, la Iglesia ha conocido las má s serias dificultades:

persecuciones externas como las que caracterizaron sus tres primeros siglos de
vida y no han dejado de acompañ arla desde entonces, y crisis internas, como el
arrianismo del siglo IV y el Gran Cisma de Occidente. Pero el proceso de
autodemolició n de la Iglesia, atacada por quienes forman parte de ella, al que
aludía Pablo VI desde 1968, se nos presenta como una crisis sin precedentes,
dada su amplitud y profundidad.

1. La misión del Vicario de Cristo es confirmarnos en la fe, hacernos má s


firmes en la fe, cuando por una u otra razó n tambaleamos. Pero esto no significa
que todo lo que el Papa diga, piense o haga sea algo santo o Palabra de Dios.

Nuestro Señ or Jesucristo quiso dejar un Vicario (representante, embajador) en


la tierra. Ese Vicario es el Papa o Sumo Pontífice.

“Simó n, Simó n, mira que Sataná s ha pedido poder para zarandearlos como el
trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú , después que hayas
vuelto, confirma a tus hermanos». «Señ or, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir
contigo a la cá rcel y a la muerte»” (Lucas 22, 31-33).

“Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder


de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los
Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mateo 16, 18-20).

La autoridad papal tiene unos límites precisos que no se pueden pasar por alto.

2. ¿Todo lo que dice el Papa, todo lo que piense, todo lo que haga, debe ser
aceptado como si viniese de Dios?

Si en todo tuviésemos que seguir a los Papas, deberíamos que haber seguido a
San Pedro cuando negó a Jesucristo la noche del jueves santo.

O los discípulos del Señ or tendrían que haber seguido a San Pedro en todo. Pero
si así fuese no habría existido el famoso incidente que se halla en la Carta a los
Gá latas (el incidente de Antioquia) cuando San Pablo reprende a San Pedro cara
a cara porque tenía doblez de corazó n.
Cuando iba con los cristianos venidos del judaísmo no comía carne de cerdo y
se purificaba las manos

3. ¿Papolatría?: amor excesivo al Papa

La lealtad al Papa es algo diferente de la papolatría idolá trica, similar al


principio segú n el cual el líder o el partido siempre tiene la razó n.

Adorar al Papa.

Creer que todo lo que diga el Papa es infalible.

Cubrir bajo el manto de la infalibilidad aquello que no lo es.

Exigir adhesió n pú blica incondicional a aquellos postulados papales falibles con


los cuales la Iglesia, en ciertos casos, permite disentir en el foro interno.

Creer que una doctrina definida por la Iglesia es modificable por Papas
posteriores.

Justificar moralmente actos papales pecaminosos.

Alabar actos papales indudable y peligrosamente ambiguos.

Creer que el Papa por ser Papa quedo exento de la posibilidad de condenarse
eternamente.

Creer que todos los Cardenales creados por el Papa jamá s proferirá n herejías.

Querer salvar las proposiciones papales evidentemente insalvables.

Creer que todos y cada uno de los actos papales fueron inspirados por el
Espíritu Santo.

Creer que las declaraciones del ú ltimo Papa sobre un tema necesariamente
mejoran las de los anteriores Pontífices.

Creer que todas las enseñ anzas papales tienen el mismo valor.
Cuando el Papa no habla de fe o de moral de modo definitivo para toda la
Iglesia, o simplemente emite una opinió n suya, eso no es estrictamente
Magisterio de la Iglesia.

Será un magisterio privado (doctor privado); allí se puede equivocar. Y no


solamente en eso, también en cuestiones prudenciales (nombrar un obispo que
termina siendo pésimo); o cuando opina de economía, ciencia o política; o
cuando dice un error (en una entrevista, en un libro, etc).

Si en todo tuviésemos que seguir a los Papas, deberíamos que haber seguido a
San Pedro cuando negó a Jesucristo la noche del jueves santo.

O los discípulos del Señ or tendrían que haber seguido a San Pedro en todo. Pero
si así fuese no habría existido el famoso incidente que se halla en la Carta a los
Gá latas (el incidente de Antioquia) cuando San Pablo reprende a San Pedro cara
a cara porque tenía doblez de corazó n.

Cuando iba con los cristianos venidos del judaísmo no comía carne de cerdo y
se purificaba las manos.

4. Dogma de infalibilidad papal

«Enseñ amos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano


Pontífice, cuando habla ex cá tedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de
pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad
Apostó lica, define una doctrina de fe o moral y enseñ a que debe ser sostenida
por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el
bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso
que gozara su Iglesia en la definició n de doctrinas de fe y moral» (Constitució n
Dogmá tica Pastor Æternus, Concilio Vaticano I).

a) ex cá tedra: «desde la cá tedra», o sea, desde la silla de Pedro, es decir, la


instancia oficial de autoridad doctrinalmente vinculante conforme a la primacía
petrina de la cual el Papa participa en virtud de la sucesió n apostó lica.

b) «… define una doctrina de fe o moral…»: queda claro aquí que la materia es


fe y moral. El Papa no es infalible cuando habla sobre asuntos particulares de
política, economía, historia, etc.

Es má s, ni siquiera cuando el Papa habla sobre asuntos de fe y moral (o de


aspectos generales de los anteriores á mbitos en tanto se relacionan
directamente con la fe y moral) sino solo cuando define ex cá tedra.
c) «… y enseñ a que debe ser sostenida por toda la Iglesia…»: la infalibilidad
aplica para definiciones que el Papa establece claramente como vinculantes
para toda la Iglesia.

Pero aquí hay que ser muy rigurosos en entender el término universal. Y es que
no se trata ni siquiera de que todos (o prá cticamente todos) los obispos (e
incluso el Papa) de este tiempo se unan en afirmar algo (si se siguiera esa
«ló gica», la Iglesia tendría que haber aceptado el arrianismo -herejía que
negaba la divinidad de Cristo- como infalible durante la época de la crisis
arriana) sino que también cuentan los Papas y obispos del pasado.

Es decir, la universalidad, conforme a la visió n cató lica (de hecho, la palabra


«cató lico» significa «universal»), para ser realmente tal, no solo debe ser
geográ fica (todo el mundo) sino también cronoló gica (todos los tiempos). Así
que también cuentan los «votos» de los Papas y obispos del pasado.

No se está hablando, pues, de resoluciones dirigidas a una persona concreta, a


una dió cesis o arquidió cesis (incluso si se trata de la de Roma) y ni siquiera a
todos los miembros de la Iglesia actual sino a toda la Iglesia incluida (en
términos de sus miembros) la hoy, la de mañ ana y la de pasado mañ ana (y así
hasta el fin de los tiempos).

Es decir, la universalidad, conforme a la visió n cató lica (de hecho, la palabra


«cató lico» significa «universal»), para ser realmente tal, no solo debe ser
geográ fica (todo el mundo) sino también cronoló gica (todos los tiempos). Así
que también cuentan los «votos» de los Papas y obispos del pasado.

d) «… posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado


Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su
Iglesia en la definició n de doctrinas de fe y moral» : el Papa posee la
infalibilidad no por naturaleza (en cuanto es un simple hombre) sino por gracia
(que le viene del Espíritu Santo), no por esencia (solo Dios es infalible en este
sentido) sino por participació n (desde su oficio petrino).

5. ¿Todos los documentos papales son ex cátedra y fijan magisterio


infalible?

En la fe cató lica hay niveles de magisterio: el magisterio ordinario y el


magisterio extraordinario.
a) el magisterio extraordinario (magisterio solemne): es el que
corresponde a los pronunciamientos papales ex cá tedra (cumpliendo todos los
requisitos) y a las resoluciones definitivas de concilios ecuménicos sobre
asuntos de fe y moral.

b) el magisterio ordinario: corresponde al ejercicio general que realiza la


jerarquía eclesiá stica en enseñ ar asuntos de fe y moral, pero sin que haya un
pronunciamiento solemne y definitivo.

6. ¿Qué debe hacer el católico frente al «magisterio ordinario falible»?

El Catecismo de la Iglesia Cató lica fija que frente al magisterio ordinario en


general los fieles deben dar un «asentimiento religioso» el cual se explicita
como «distinto del asentimiento de fe». Es decir, no se exige a los fieles dar
específicamente el asentimiento de fe.

¿Y qué es el «asentimiento de fe»? Es precisamente aquel al que el Có digo de


Derecho Canó nico refiere como «fe divina y cató lica», es decir, aquella a la que
necesariamente el cató lico debe dar su asentimiento para seguir siendo
cató lico. De esto se desprende que uno puede seguir siendo cató lico incluso si
no da su asentimiento a algo que no exija asentimiento de fe divina.

Creemos que Dios da una asistencia especial a su Iglesia en el ejercicio de su


magisterio ordinario en general. Por tanto, en principio, debemos una
«reverencia religiosa» a este tipo de magisterio. Pero, conforme a los textos
citados en el pá rrafo anterior, tal obediencia a ese mismo magisterio
(ordinario) implica entender la posibilidad de su falibilidad cuando no es
universal.

Un auténtico cató lico puede en ocasiones tener reservas respecto de dar su


asentimiento religioso.

¿Y cuá ndo estaría justificado este caso? solo en aquellos casos en que el
magisterio ordinario falible diga algo que clara e inequívocamente contradiga
lo ya fijado por el magisterio infalible (sea el solemne del Papa y los concilios
ecuménicos o el ordinario universal de la Tradició n constante de la Iglesia).

La contradicció n tiene que ser clara e inequívoca. Si hay alguna ambigü edad,
debe interpretarse en lo posible en continuidad con el ya fijado magisterio
infalible. Pero si el problema es obvio, el cató lico puede ejercer legítima
resistencia. Y con esto no deja de ser cató lico, pues no está resistiendo aquello
infalible a lo cual debe asentimiento de la fe sino a aquello falible al cual solo
debe, en principio, el asentimiento religioso. Resiste a una autoridad (en lo que
es falible, cuando lo que dice colisiona muy evidentemente con lo infalible),
pero no le niega su cará cter de autoridad.

Y esto no es contra la fe pues en ninguna parte Jesú s promete que cada dicho y
acto de cada miembro de la jerarquía de la Iglesia a lo largo de todos los
tiempos está absolutamente protegido del error. De hecho, en la propia Iglesia
del Nuevo Testamento observamos que hay muchos problemas. «Iglesia
verdadera» no es lo mismo que «Iglesia sin problemas» así como «familia
verdadera» no es lo mismo que «familia sin problemas». Jesucristo no ha
prometido que su Iglesia no tendrá problemas; lo que ha prometido es que los
problemas no la destruirá n («las puertas del infierno no prevalecerá n contra
ella»).

Quien obedece la voluntad de Dios no se equivoca. Y esa voluntad de Dios se

expresa en sus Mandamientos y en la sana doctrina que la Iglesia ha venido


enseñ ando a todos, en todas partes, a lo largo de má s de dos mil añ os de
historia: esa doctrina es el depó sito de la fe.

Ahí tienen ustedes un criterio de discernimiento inapelable. Porque puede


suceder, y de hecho sucede, que un superior, un sacerdote, un obispo, ordene
algo de manera caprichosa y arbitraria; y puede suceder, y de hecho sucede,
que esas ó rdenes que vienen de la autoridad contravengan los mandamientos,
la doctrina de los santos, de los doctores y de los padres de la Iglesia; o sea, la
tradició n.

Y puede suceder, y de hecho sucede, que se imponen ó rdenes o se enseñ an


doctrinas falsas que se dan de bofetadas con los mandamientos de la Ley de
Dios y con la doctrina, la tradició n e incluso con las Sagradas Escrituras; es
decir, con la verdad revelada y con el magisterio perenne de la Iglesia. ¿Hace
falta que les ponga ejemplos?

La comunió n de divorciados vueltos a casar por lo civil, la intercomunió n con


luteranos, las bendiciones de parejas homosexuales, las banderas LGTBI en
templos y colegios “cató licos”, el indiferentismo religioso galopante, los
ecologismos integrales, los pacifismo antimilitaristas…
Cuando nos quieren imponer falsedades apelando a la autoridad y al poder del
que manda, la resistencia a la mentira y a la herejía no solo es legítima sino
obligatoria. Nuestra fidelidad es a Cristo y a su santa doctrina. Los hombres
somos todos pecadores. Y los papas y los obispos ni son impecables ni son
dueñ os de la doctrina ni de la Iglesia: son vicarios y apó stoles de Cristo. Y su
autoridad viene de Cristo y consiste en guardar la fe que Cristo nos dejó : no en
cambiarla para adaptarla a los tiempos o al mundo. Y si un pastor se aparta de
la Verdad, que es Cristo, y enseñ a falsas doctrinas, por mucho poder que tenga,
nuestro deber es resistirlo. Porque el Papa no es un monarca absoluto que
pueda cambiar la doctrina de manera arbitraria. De ser así, cada vez que cambia
el Papa, cambiaría la doctrina: y eso no es así ni puede ser así.

7. La indefectibilidad de la Iglesia

La indefectibilidad es una propiedad sobrenatural de la Iglesia por la cual no


só lo no desaparecerá jamá s, sino que llegará hasta el fin del mundo idéntica a sí
misma, sin haber sufrido cambio alguno en su esencia permanente; esto es, en
sus dogmas, en sus ritos (Misa y sacramentos) y en la sucesió n apostó lica de la
jerarquía.

Se trata de una verdad de fe claramente contenida en las Sagradas Escrituras y


enseñ ada por el magisterio ordinario. A la indefectibilidad de la Iglesia e opone
el modernismo, que giraba y gira en torno al evolucionismo teoló gico y
filosó fico.

La indefectibilidad no só lo comprende al Papa, sino a toda la Iglesia. En


determinadas condiciones, el Papa es infalible, pero no eso no significa que sea
indefectible. La Iglesia, compuesta por el Papa, los obispos y los simples
creyentes, es infalible e indefectible.

La teología distingue entre la infalibilidad esencial o absoluta y la infalibilidad


participada o relativa: la primera es Dios, «que ni falla ni puede fallar»; la
segunda es el carisma de Dios extendido a su Iglesia.

Infalible: que no puede fallar o equivocarse.

Indefectible: que tiene que ocurrir o no puede faltar o dejar de suceder

A partir del Concilio Vaticano I se ha hablado mucho de la infalibilidad del Papa,


ya sea para afirmarla o para negarla. De la infalibilidad de la Iglesia se ha
hablado poco o nada. Y sin embargo, la concordia entre infalibilidad papal e
infalibilidad de la Iglesia, es conforme a la Tradició n y fue confirmada por el
Concilio Vaticano I: «Definimos que el Romano Pontífice […] goza de aquella
infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia»
[13].

La infalibilidad de la Iglesia se expresa en el llamado sensus fidei ,mediante el


cual todo el pueblo de Dios goza de una infalibilidad no só lo reflejada, sino
también propositiva, porque con frecuencia se adelanta a las definiciones de la
Iglesia o contribuye a explicitarlas: fue lo que sucedió , por ejemplo, antes de
que el Concilio de É feso proclamase a la Virgen María Madre de Dios. San Cirilo
y San Celestino dan fe de que el pueblo cristiano ya reconocía su fe en la
Maternidad divina, como «la fe que profesa la Iglesia universal» . El culto a la
Bienaventurada Virgen María es el terreno en el que se ha manifestado con má s
fuerza el influjo del Espíritu Santo en el sensus fidei a lo largo de la historia.

Vicente de Lérins, que fue el primero en usar el sensus fidei en su famosa


criteriología para expresar el progreso dogmá tico: "lo que ha sido creído en
todas partes, desde siempre y por todos"; consenso universal en materia de fe.

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