le puede quitar, sólo temor de perderle puede dar pena, que todo lo demás de este mundo es, en su opinión, como sino fuese, porque ni le hace ni le deshace para su contento. (Fundaciones)
Don de Temor de Dios
no vacila en ofender a Clases de temor Dios para evitar un mal propio del hijo amoroso, temporal. Gran pecado pendiente de las órdenes Temor mundano creación Sirve por encima por miedo del al castigo: del padre, al que no creador. X Miedo Son al los cometidos castigo-única desobedecerá únicamente porrazón falsos(lo RESPETOS haría si no por no disgustarle, aunque Temor servil evita elHUMANOS. pecado infierno) hubiera porque nos no le amenazara a él separaría si no esdelaDios, únicaacausa- quien ninguna clase de pena o de Temor filial amamos. Es acompaña el temor a ofender castigo. Es el temor propio del Dios hijo que ama a imperfecto perfectísimo del que sabe su padre y no quiere decir con toda verdad: separarse de él. Tiene en «Aunque no hubiera cielo, Temor filial perfecto cuenta el castigo yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te Dt 10,12-13 Mt 10,28 1Jn 4,18 TEOLOGÍA Un hábito sobrenatural por el que el cristiano, por obra del Espíritu Santo, teme sobre todas las cosas ofender a Dios, separarse de Él, aunque sólo sea un poco, y desea someterse absolutamente a la voluntad divina (+STh II-II,19). Dios es a un tiempo Amor absoluto y Señor total; debe, pues, ser al mismo tiempo amado y reverenciado. No es un temor servil, por el que se pretende guardar fidelidad al Señor única o principalmente por temor al castigo. Ha de ser un temor filial, que, principalmente al principio o únicamente al final, se inspira en el amor a Dios, es decir, en el horror a ofenderle. EFECTOS 1.una continua moderación, un santo temor y un profundo anonadamiento delante de Dios 2.un gran horror de todo lo que pueda ofender a Dios y una firme resolución de evitarlo aun en las cosas más pequeñas 3.cuando se cae en una falta, una humilde confesión 4.una cuidadosa vigilancia sobre las inclinaciones desordenadas, con frecuentes vueltas sobre nosotros mismos para conocer el estado de nuestro interior y ver lo que allí sucede contra la fidelidad del perfecto AS 1-«Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3) 3-«Bienaventurados los que lloran, Vicios opuestos Soberbia Presunción El temor excluye hasta Indirectamente se opone la raíz y el principio también al don de temor el vicio de la soberbia, como de la presunción, que injuria a la dice Santo Tomás. Luego la soberbia se divina justicia al confiar opone al don de temor excesiva y desordenadamente en de una manera más la misericordia. profunda y radical que a la virtud de la Virtudes relacionadas 1.Esperanza: induce al alma humana, consciente de su fragilidad y de su miseria, a refugiarse en Dios, cuya omnipotencia misericordiosa es la única que puede librarla de todo mal. Así, el espíritu de temor y la esperanza teologal, el sentido de nuestra debilidad y el de la omnipotencia de Dios, se prestan en nosotros mutuo apoyo. 2.Templanza: secundariamente puede mirar a cualquier otra cosa de la que el hombre se aparte para evitar la ofensa de Dios. Ayuda a Virtudes relacionadas 3. Religión: Cuando esta virtud es perfeccionada por el don de temor, alcanza su máximo exponente y plena perfección. El culto a la divinidad se llena entonces de ese temor reverencial.
4. Humildad: El contraste infinito entre la
grandeza y santidad de Dios y nuestra increíble pequeñez y miseria es el fundamento y la raíz de la humildad cristiana; pero sólo el don de temor, actuando intensamente en el El temor de Dios y la esperanza enseñan al hombre a fiarse solamente de Dios y a no poner la confianza en las criaturas -en sí mismo, en otros, en las ayudas que pueda recibir-. Sal 111,7-8
En realidad, no hay para él
ninguna mala noticia, pues habiendo recibido el Evangelio, la Buena Noticia, ya está seguro de que todas Rm 8,28 las noticias son buenas fomenta la virtud de la religión, lleva a venerar a Dios y a todo lo sagrado, es decir, a tratar con respeto y devoción todas aquellas criaturas especialmente dedicadas a la manifestación y a la comunicación del Santo. Nos guarda en la humildad, que sólo es perfecta, como fácilmente se entiende, en aquellos que saben «humillarse bajo la poderosa mano de Dios» (1Pe 5,6). El que teme a Dios no se engríe, no se atribuye los bienes que hace, ni tampoco se rebela contra Él en los padecimientos; por el contrario, se En ciertas ocasiones, el Espíritu Santo hace que el santo, después de algún pecado, se estremezca de pena y espanto por el don de temor de Dios. Santa Margarita María de Alacoque, la que tantas y tan sublimes revelaciones había tenido del amor y de la ternura del Corazón de Jesús, refiere que en una ocasión tuvo «algún movimiento de vanidad hablando de sí misma»... « ¡Oh Dios mío! ¡Cuántas lágrimas y gemidos me costó esta falta! Porque, en cuanto nos hallamos a solas Él y yo, con un semblante severo me reprendió, diciéndome: "¿qué tienes tú, polvo y ceniza, para poder gloriarte, pues de ti no tienes sino la nada y la miseria, la cual nunca debes perder de vista, ni salir del abismo de tu nada?"». Y en seguida «me descubrió súbitamente un horrible cuadro, me presentó un esbozo de todo lo que yo soy... Me causó tal horror de mí misma, que a no haberme Él mismo sostenido, hubiera quedado pasmada del dolor. … Sin embargo, confiesa al final de su escrito, «por grandes que sean mis faltas, jamás me priva de su presencia [el Señor] este único amor de mi alma, como me lo ha prometido. Pero me la hace tan terrible cuando le disgusto en alguna cosa, que no hay tormento que no me fuera más dulce y al cual no me sacrificara yo mil veces antes que soportar esta divina Presencia y aparecer delante de la Santidad divina teniendo el alma manchada con algún pecado. Disposición receptiva 1. Meditar con frecuencia sobre Dios, sobre su majestad y santidad. 2. Meditar en la malicia indecible del pecado, en la gravedad de sus consecuencias temporales, y en el horror de sus posibles consecuencias después de la muerte: el purgatorio, el infierno. 3. Cultivar la virtud de la religión, y con ella la reverencia hacia Dios 4. Guardarse en la humildad y la benignidad paciente 5. Recibir la ley y la enseñanza de la Iglesia, observar las normas litúrgicas y pastorales, así como guardar fidelidad humilde en temas doctrinales y morales. Quien falla seriamente en algo de esto, y más si lo hace en forma habitual, es porque no tiene temor de Dios. No significa tener miedo de Dios: sabemos bien que Dios es Padre, y que nos ama y quiere nuestra salvación, y siempre perdona, siempre; por lo cual no hay motivo para tener miedo de Él.
Esto es el temor de Dios: el abandono en la
bondad de nuestro Padre que nos quiere mucho. Esto hace el Espíritu Santo en nuestro corazón: nos hace sentir como niños en los brazos de nuestro papá. NECESIDAD DE ESTE DON
nos hace tomar conciencia de que todo
viene de la gracia y que nuestra verdadera fuerza está únicamente en seguir al Señor Jesús y en dejar que el Padre pueda derramar sobre nosotros su bondad y su misericordia. Abre los corazones. Cuando estamos invadidos por el temor de Dios, entonces estamos predispuestos a seguir al Señor con humildad, docilidad y obediencia. Esto, sin embargo, no con actitud resignada y pasiva, incluso quejumbrosa, sino con el estupor y la alegría de un hijo que se ve servido y amado por el Padre. El temor de Dios, por lo tanto, no hace de nosotros cristianos tímidos, sumisos, sino que genera en nosotros valentía y fuerza. Es un don que hace de nosotros cristianos convencidos, entusiastas, que no permanecen sometidos al Señor por miedo, sino porque son movidos y conquistados por su amor. Los papas “De este santo y justo temor, conjugado en el alma con el amor a Dios, depende toda la práctica de las virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la templanza, de la castidad, de la mortificación de los sentidos” (Juan Pablo II). “Este temor de Dios es deseo de hacer el bien, de vivir en la verdad, de cumplir la voluntad de Dios” (Benedicto XVI). “Es el temor a alejarse de Dios, el temor de no ser felices, el temor de errar el camino de felicidad que Él nos propone” (Francisco). Súplica
Espíritu Santo, concédenos el don de Temor de Dios por el que siempre nos mantengamos conscientes de nuestra fragilidad y seguros de su misericordia.