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“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo
tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia
justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios
por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
“La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa”.
Las ofensas te dividen, te frustran, te quitan la paz, la creatividad, la intimidad con Dios,
no permiten que seas bendecido por Dios. Cuando estás ofendido estás perdiendo todas
las posibles bendiciones que Dios te tiene.
“Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la
mansedumbre hará cesar grandes ofensas”.
Este es uno de los problemas que tienen la iglesia y la sociedad, se están dividiendo por
ese problema que se llama ofensa. Es un sistema subliminal que el enemigo está
metiendo cada vez más; al enemigo no le interesa que estén unidos porque él sabe que
mientras más unidos están más fuertes serán contra él.
Mientras más humilde eres cuando te ofenden, más cerca del reino de Dios estás, pero si
te pones en el mismo nivel de aquel que te está ofendiendo, vas a tener problemas.
Muchos están viviendo una ofensa del pasado y es como una carga que llevan encima,
por eso una de las enseñanzas más grandes que Jesús pudo haberle dado a los discípulos
fue cuando le lavó los pies, Él les estaba demostrando cual era Su naturaleza. Cuando
Jesús hizo esto, salió el orgulloso de Pedro diciendo que a él no. La base de toda ofensa
es el orgullo.
Jesús creció en sujeción, se sometió a sus padres, se sometió a Juan el Bautista, a pesar
de ser mas grande que Juan, Jesús se sometió y fue a bautizarse con él, se sometió a los
hombres porque pudiendo haber parado a Poncio Pilato no lo hizo y se sometió, Jesús se
sometió a la voluntad del Padre Celestial, por eso con todo lo que le hicieron nunca se
ofendió, porque Él conoció lo que es estar sujeto, Jesús tenía claro que no podía haber
ofensas en Su corazón.
Muchos tienen problema en el trabajo porque se ofenden por cualquier cosa, por eso a
veces la ofensa se convierte en una defensa, pero esa ofensa cuando se convierte en
defensa no es más que el orgullo protegiéndote a ti mismo, y así tienes años viviendo y
no eres capaz de ser humilde y reconocer tus debilidades, errores y fallos, por eso Dios
está buscando un pueblo que sea sincero consigo mismo, que reconozca sus debilidades
y fallos pero que también reconozca sus virtudes, que sepan quienes son para cuando
alguien le ofenda.
A veces no eres bendecido por las ofensas, el peligro de las ofensas es que mientras la
tengas en tu mente tienes control de ella, pero cuando esa ofensa pasa a tu
subconsciente, comienza a cambiar tu carácter y cuando tu carácter empieza a cambiar
por esa ofensa y se convierte en un estilo de vida, comenzará a cambiar tu voluntad y si
una ofensa cambió tu voluntad, prepárate, porque vas a tener que arrepentirte de muchas
cosas.
Cuando entiendas que el hombre es simplemente el canal para llevarte a Dios, entonces
dejarás de tener expectativas en el hombre y vas a empezar a tener expectativas en Dios.
Si tienes expectativas en Dios, nadie nunca te podrá ofender. El esperar que el hombre
llene tus expectativas es una de las raíces que más nutre las ofensas.
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.
Una ofensa puede golpear tus virtudes, valores, derribar esfuerzos y metas, desenfocar
tu visión y sacarte de la misión. Hay situaciones en las que tú mismo creas tus ofensas
como un sistema de defensa. Una ofensa obnubila tu gratitud, te hace olvidar lo que han
hecho por ti, se te olvida de donde Dios te sacó y a donde te puso.
El hombre que tiene un espíritu de ofensa, nunca tendrá misericordia porque no se sabe
poner en el lugar del otro, siempre busca lo propio de sí mismo.
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los
muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a
tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
Debes tener la actitud de decirle a Dios que te muestre lo que necesitas cambiar y no lo
que otros necesitan cambiar, a veces estás muy pendiente de que el otro cambie, en vez
de estar pendiente de cambiar tu mismo. Cuando te pones donde tienes que estar, Dios
te prepara para que puedas ayudar a los demás. Las ofensas vienen porque no te sabes
poner en el lugar del otro.
“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren,
el uno levantará a su compañero; pero !ay del solo! que cuando cayere, no habrá
segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente;
mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le
resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.
La ofensa va siempre detrás de la división, por eso vas a ver los ofendidos andando
solos. Todo el que está ofendido es un caldo de cultivo para un espíritu de Absalón; a
estos ofendidos los verás solo, pero nunca caminarán solo, porque siempre arrastran a
alguien por la crítica, la murmuración y lo contagian.
Satanás sabe que si estás unido con los demás y el espíritu de Dios sella esa unidad,
nunca habrá ofensa, y si la hay, serás rápido en sacarla, pero necesitas el tercer cordón,
el del Espíritu Santo. Cuando estás lleno del Espíritu Santo no te ofendes, eres la
imagen de Cristo.
Si estás ofendido o tienes un espíritu de ofensa, tu fe es vana. Donde hay ofensa hay
rebeldía, donde hay rebeldía hay rebelión y donde hay rebelión Dios no está. El Señor
probó la rebelión en el cielo cuando lucifer terminó siendo satanás, con Adán a través de
satanás y está probando la rebelión de satanás a través de ti.