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La psicología y los Derechos de la Infancia

Irene Corach – Yago Di Nella – Alicia Wulfsohn

Introducción

Este trabajo se propone indagar en las diferencias entre la llamada Ley de


Patronato y la Ley de Protección Integral de las Niñas, los Niños y los
Adolescentes producida por el Congreso Nacional.

Para esto se abordarán los conceptos subyacentes a estas normas: niño y


menor, principalmente, y otros como responsabilidad subjetiva y
corresponsabilidad social.

A través de estas diferenciaciones, se intentará dar cuenta no sólo de cuánto de


la responsabilidad subjetiva corresponde asignar en los casos en que se
encuentren infracciones cometidas por jóvenes que no alcancen la mayoría de
edad, sino además la importancia de delimitar a qué nos referimos en estos
casos cuando ubicamos el término corresponsabilidad social. En este sentido es
que por último estableceremos la importancia de disponer de una Ley de
Responsabilidad Penal Juvenil.

Desarrollo

Para empezar vamos a hacer una primera diferenciación: hablar de


“Problemáticas de la Minoridad”, implica un discernimiento claro entre los
conceptos de “menor” y de “niño”. La distinción es necesaria, tanto en lo
discursivo como en lo operativo. En este último plano, sobre todo, pues existe
una peligrosa tendencia modernizar los discursos y permanecer aferrado a las
viejas prácticas minoriles1.

Para avanzar en la distinción niño – menor recurriremos al trabajo del Dr. Emilio
García Méndez quien, tomando las investigaciones del historiador Philippe Aries,
explica que la concepción occidental que manejamos de “infancia” es una
compleja construcción social nacida en el siglo XVII. La infancia entonces, es
descubierta por lo que no puede y por lo que no sabe: sus incapacidades, que a
su vez la diferenciarán de la vida adulta. Esta modalidad será la característica
central de su función, la de quien nada aporta, produce ni sabe. El infante, en
tanto incapaz, perderá palabra, no tendrá voz y mucho menos decisión sobre su
vida. Pero, sobre todo, tampoco se le asignaría responsabilidad alguna, la cual
será asumida por el tutor. Esto tendrá particular importancia, cuando se hable
del menor, una subcategoría del niño, bajo el control del Estado.

1
No son extraños sucesos políticos coyunturales de cambios de nombres de instituciones o programas, con
nula eficacia en la realidad operante. Esto llega a casos extremos donde se le cambia el cartelón de entrada a
un llamado “Instituto de Menores”, para cambiarlo por otro más coqueto y llamativo de “Centro de
Orientación Socio-Educativo”, haciendo un hermoso y escueto acto de apertura en la vereda del centro, mas
nada se modifica puertas-adentro. El personal sigue con su escaso entrenamiento y capacitación; el programa
institucional es el mismo (a excepción del nombre) y el objetivo institucional el mismo esquema de control
que en los días, meses y años previos. Este relato no es sino un posible de muchos sobre cómo en los hechos
un sector de la infancia sigue siendo tratado como “minoril”, aunque su discurso diga lo contrario.
En efecto, la concepción de “menor” implica a una infancia – adolescencia,
objeto de derecho que, inmersa en la llamada Doctrina de la Situación Irregular,
es víctima de una acción judicial indiscriminada (tutela) sobre muy diversas
situaciones de dificultad. Así, encontraremos que el trato que reciben los
denominados menores es indistinto, hayan cometido acciones que el Código
Penal tipifica como delitos o hayan sido objeto de abandono material o moral.

Esta infancia, objeto de tutela por parte del Estado, se ubica en una forma
positivista brutal de instalar institucionalidad, con el objetivo de lograr el control
social de la pobreza. Es así que el menor es entendido como objeto pasivo y
pasible de intervención y control social, consecuencia de pertenecer a una
familia “mal constituida” que, por lo tanto, no puede ejercer las funciones
socialmente establecidas. Así, el control social estatal cuidará a aquellos niños y
niñas que, desde su concepción, requieran ser prevenidos de un supuesto
riesgo… Se entenderá por tal lo que el efector o representante del Estado
entienda, con sus prejuicios, idiosincrasia -y hasta beneficios particulares, en
algunos casos- y criterio. La determinación de ese supuesto riesgo será
enteramente estatuido por el órgano de tutela, y el de su cese también. De este
modo el riesgo del niño o niña será potencialmente doble, de estar en dicha
situación y el de ser visto en riesgo, sin palabra y sin protección alguna ni
representación de su persona ante un tribunal irrefutable, irreprochable e
inapelable.

En este punto resulta de interés, para ir despejando el concepto de menor, un


análisis histórico que de cuenta de la conformación social de nuestro pueblo. En
el libro “Los pibes marginados”, Juan Carlos Domínguez Lostaló2, da cuenta de
la característica triple de mestiza marginal originaria de nuestro continente, en la
que ubica cuatro variantes:

la población aborigen autóctona


la población traída compulsivamente desde África contra su voluntad
la colonización ibérica, realizada sin respeto por la población del lugar y con
el único objetivo de extraer riquezas minerales y de todo tipo.
y a fines del siglo XIX, la inmigración europea de diversos países, llegados a
estas tierras por muy diversas razones (ideológicas, políticas, económicas)

Identidad Latinoamericana

2
También en: “Introducción a la Clínica de la Vulnerabilidad Psico-Social”. En el Curso sobre “Alternativas
al Control Social Punitivo-Institucionalizado. Capacitación laboral como operador en Comunidad", Octubre
de 1995. Sec. de Extensión, Universidad Nacional de La Plata.
Aborígenes 1° Frente Colonizador: Ibéricos

Portugueses y españoles

IDENTIDAD

LATINOAMERICANA 2º Frente

Esclavos Colonizador (inmigración)

Africanos (Europa y Asia Menor)

Estos grupos fueron todos marginales de sus propios sistemas propios de sus
respectivos lugares, o bien expulsados o bien resistentes a sus espacios de
integración social, con lo cual se han conformado endoculturalmente de modo
resistencial, marginal, en modelos solidarios grupales de subsistencia. La
mayoría de nuestros niños devenidos en menores por la intervención del Estado
Tutelar, provienen de estos grupos no suficientemente integrados al conjunto
social.

En este marco cabe sostener la hipótesis, desde una mirada que pueda dar
cuenta de los atravesamientos subjetivos, del peso significativo que estas
sucesivas conquistas tuvieron y tienen hasta hoy día en todos y cada uno de
nosotros. Sabemos que la constitución de nuestra identidad no empieza con el
nacimiento sino que, todo lo que conforma la historia social y cultural, también
forma parte de ella.

En este sentido, cabe señalar el impacto que tiene en nuestra subjetividad,


entendiéndonos como sujetos socio-bio-psíquicamente determinados 3 , esta
múltiple conformación que en el contexto de la globalización, es
permanentemente instigada a cumplir y consumir al modo de las culturas de los
países llamados desarrollados.

Decíamos entonces que el control social de la pobreza no se restringe a una


franja etárea, sino que hunde también sus raíces en la infancia. Bien, de esta
histórica situación la infancia en la Argentina es hija dilecta. El sujeto prototípico
del Instituto de Menores no es otro que el hijo “en riesgo” del grupo de crianza
marginal. Y se constituye en tal, aportando el principal recurso humano al de su
versión adulta, la cárcel.

3
En Domínguez Lostaló, Juan Carlos (1998): Los pibes marginados. Editorial Homero. Generación 2000-
UNICEF. 2° Edición de Cuadernos del Caleuche. La Plata. En proceso de Reimpresión por Koyatun Editorial.
Muchos criminólogos latinoamericanos y europeos han aportado diversas
definiciones del concepto de control social. Tomaremos la sugerida por Lola
Aniyar de Castro4, que sostiene que el control social implica todas las medidas
tendientes al mantenimiento y reproducción del orden socioeconómico y político
establecido.

El control social5 presenta dos tipos de instituciones:

- formal, cuya función es la de brindar seguridad y administrar justicia, ante


la trasgresión. Sólo interviene cuando el control social informal no ha funcionado;
- informal, interviene sobre las ideas, moldeando conductas y formas de
comportamiento, sobre todo en el proceso de socialización. Sus principales
agencias son la familia el sistema educativo formal, los medios de comunicación
masiva y los sistemas institucionalizados de creencias.

Además, se genera en dos modalidades:

- interno, entendiendo por esto las normativas a ser internalizadas por el


sujeto, en el sentido de generación o no (en diversos grados) de la capacidad de
autocontrol que en consecuencia el sujeto produzca en sus accionar cotidiano
en la vida de relación;
- externo, producido por el control social formal e informal, compeliendo a
las personas a regular su conducta de acuerdo a las pautas previamente fijadas.
El sujeto lo vivencia –a diferencia del control social interno, que opera como
asunción de valores- como una imposición que no tiene relación con los
esquemas que el sujeto posee previamente.

Retomando la hipótesis de trabajo de Emilio García Méndez, diremos que la


historia de la infancia es la historia de su control. Y, en esta misma línea, plantea
que así como fueron creadas instituciones para el control de la infancia incluida
socialmente (como, por ejemplo, la escuela), también fueron creados los
Institutos para la infancia excluida. Su creación obedece a la concepción de
hombre como recurso humano, como productor, parte esencial del circuito de
producción. Por lo tanto, quienes quedaran por fuera, serían excluidos y en tanto,
encerrados en los Institutos, así como los locos, los enfermos, los
discapacitados, o cualquier otro que no estuviera en condiciones de hacer
aportes al sistema productivo. De este modo, el sistema de control social, en su
conjunto, cuida del sector productivo de la sociedad, extrayendo a aquellos
miembros que por alguna u otra razón resultan obstructores de dicho objetivo.
La niñez marginal ha sido uno de los sectores sociales más selectivizados en
este sentido.

Vayamos a un ejemplo concreto. De algunos estudios estadísticos surge que un


alto porcentaje de la población carcelaria adulta ha pasado previamente por los
consabidos Institutos de Menores. Esto señala la importancia de los estudios de
la llamada Criminología Latinoamericana o Teoría Crítica del Control Social, en
4
Aniyar de Castro, Lola (1987): Conocimiento y orden social: Criminología como legitimación y
Criminología de la liberación. Editorial de la Universidad de Zulía, Maracaibo. Venezuela.
5
El tema de control social, se desarrolla pormenorizadamente en Angelini, Silvio Oscar & Di Nella, Yago
Criminología: seguir soñando sabiendo que se sueña. En este volumen.
tanto señala entre los efectos del Sistema Penal Punitivo y Represivo, la
criminalización, la policización y la burocratización (Zaffaroni, 1998).

Si bien no vamos a desarrollar extensamente los dos últimos, que se refieren a


procesos que atañen a quienes integran las agencias ejecutivas del Sistema
Penal y la administración de justicia –respectivamente- , vamos a destacar el
primero.

La criminalización es un proceso que induce a la regresión; el sujeto es privado


de todo lo que corresponde a su cotidianeidad (las necesidades psico-sociales
básicas). Es un proceso que deteriora la misma condición humana, la
empobrece, para condicionar a la persona en la asunción de una identidad
prestada, la de delincuente… Esta se sitúa en una personalidad ya vulnerable,
fragilizada por condiciones de vida que, psico-socialmente, lo ha dejado en
desventaja para incluirse en el entorno social de pertenencia. Esta situación
invade al sujeto con requerimientos de rol, justamente el rol de ser no-integrado
o resistente es el que más fácilmente puede asumir, pues es el más accesible a
su situación de vida.

Lo anteriormente expuesto se confirma en el hecho de que el 90% de la


población carcelaria adulta, proviene de Institutos de Menores. Cabe aún más,
entonces, el sostener la hipótesis de que el control social se ejerce siempre
sobre la misma franja poblacional y que después de haber pasado por estas
instituciones, la posibilidad de reinserción en la sociedad de los incluidos, resulta
casi imposible (al menos en estas condiciones). Son sujetos que sólo conocen la
normativa y la forma de vida de la exclusión y el encierro. La criminalización
encuentra su sitio ideal en la institución total. Y esto nos remite directamente al
concepto de vulnerabilidad.

La vulnerabilidad psicosocial6 es el grado de fragilidad psíquica que la persona


tiene por haber sido desatendida en sus necesidades psico-sociales básicas. La
situación de vulnerabilidad se juega sobre todo en lo social porque genera una
falla en la contención grupal y comunitaria por no poder garantizar el efectivo
acceso a los Derechos Humanos.

En este sentido, el concepto de responsabilidad cobra singular importancia.


Cuando hablamos de responsabilidad, es necesario diferenciar dos aspectos: la
responsabilidad subjetiva y la corresponsabilidad social.

La responsabilidad subjetiva implica un proceso por medio del cual el sujeto


llega a hacer propio, reconoce algo del deseo que lo habita. En un circuito que
puede servir de esquema conceptual para lograr la comprensión del posible
recorrido subjetivo, ubicaremos un primer tiempo, en el que el sujeto lleva a cabo
una acción, que entiende se agota en los fines para los cuales fue concebida. Y
aquí vale hacer la distinción conceptual entre acción y acto. En este primer

6
Ver Domínguez Lostaló, J. C. (1995): Introducción a la Clínica de la Vulnerabilidad Psico-Social. En
el Curso Alternativas al Control Social Punitivo-Institucionalizado. Capacitación laboral como operador
en Comunidad. Octubre de 1995. Universidad Nacional de La Plata y Domínguez Lostaló, J. C.; Di Nella,
Y.: (1996) ¿Es necesario encerrar? El derecho a vivir en comunidad. La Plata. Cuadernos del Caleuche.
1° Reimpresión en Koyatún Editorial. Buenos Aires. 2007.
tiempo, sólo estamos en condiciones de ubicar la acción, ya que aún no
podemos hablar de decisión en términos subjetivos, lo que implicaría el acto en
sí mismo.

El tiempo dos es el que le “devolverá” a nuestro sujeto la respuesta de la


realidad, del mundo externo, mostrándole de esta manera que la acción
emprendida en el tiempo uno no se agotaba en los fines para los que el sujeto
creía que la había llevado adelante. Una verdad que lo habitaba y que resultaba
ajena, egodistónica, extraña para él mismo, le es revelada en forma de
interrogación desde el afuera. ¿Y qué es lo que interroga? Interroga aquella
verdad propia del sujeto, que le resulta oculta, al menos hasta el momento. Esto
esclarece nuestra idea de sujeto. Se trata de un sujeto escindido, que no sabe
todo de sí mismo y que se puede ir descubriendo sólo a través de sus propios
actos, aún cuando en el preciso momento de estar llevándolos adelante, no los
reconozca como tales. El tiempo dos, abrirá entonces la posibilidad de que el
sujeto opte, elija o decida.

Cuando hablamos de opción nos referimos a que el universo ofrece dos


posibilidades entre las que el sujeto deberá escoger, mientras que la elección
ubica varias, tres o más, diferenciándose de la opción sólo en relación a lo
cuantitativo.

La decisión implica siempre un acto singular en tanto introduce la novedad en el


universo establecido. Pero para que este acto sea también ético, tiene que
involucrar esto que nos permite llamarnos humanos y diferenciarnos de los
animales: la simbolización y, en su representación concreta, los Derechos
Humanos. Siempre que un acto represente algo de los Derechos Humanos,
podremos hablar de acto ético, por su directa relación con el concepto de
responsabilidad.

No siempre podremos ubicar en un posible seguimiento subjetivo lo que


llamamos tiempo tres. Es el tiempo de la responsabilidad subjetiva, en el que el
sujeto, a través de la respuesta que de a la interrogación planteada por el mundo
externo, podrá dar cuenta de que ha comprendido cuánto de su verdad subjetiva
se hallaba contenida en la acción emprendida en el tiempo uno.

Y ubiquemos en este mismo sentido las categorías que ordenan todo lo


expresado hasta aquí: lo universal-singular y lo particular. Lo universal se
asienta en lo particular (normas, leyes, costumbres, valores), propio de cada
momento histórico y lugar determinado; y se representa, se expresa en lo
singular. Diremos entonces que lo singular es una de las infinitas formas de
representación, de expresión de lo universal y en cada una de sus apariciones
formará parte de ese movimiento dialéctico por el que el universo establecido se
ensancha, conteniendo en ese instante consecutivo una novedad. Y es por esto
mismo, inseparable de lo universal.

La corresponsabilidad social implica un compromiso ético de los grupos sociales


que han transformado a un individuo en peligroso. Esto tiene varios fundamentos.
En primer lugar, recordemos que nadie nace peligroso. La peligrosidad sólo es
posible en las personas que antes han sido vulnerables7. Y esto sólo pudo haber
sido así porque se permitió avanzar al proceso de vulnerabilización. El riesgo de
daño a lo pautado por el sistema social es directamente proporcional al que se
ha infligido en el proceso de criminalización del supuesto peligroso. Y en este
punto es donde localizamos la corresponsabilidad social. Por lo tanto, cuando
nos encontramos con el peligro, hay dos cosas por hacer:

- resarcir a la víctima porque fue parte de un olvido del Estado


- reconocer al victimario como un sujeto vulnerable (sin que esto opere
como desresponsabilización)

Como mencionáramos en otra parte 8 , “el vacío de la ley simbólica abre la


posibilidad de que la norma escrita comience a producir ciertos efectos. Para
esto es necesario que la ley tome una forma particular, en función de las
demandas sociales existentes. En paralelo, el Estado a través del código de
leyes del derecho, viene a regular los estratos sociales donde se visualiza más
nítidamente como faltante, en la constitución familiar, el padre como organizador,
ordenador, que no coincide con el supuesto socialmente aceptado de la familia
burguesa, en donde el padre sí ocupaba aquel lugar”. Queremos decir que la ley
surge en este entrecruzamiento entre la responsabilidad subjetiva y la
corresponsabilidad social: La concepción de niño, como sujeto de derecho, trata
dos vertientes, la de derechos y deberes, por tanto se hace necesario hablar de
responsabilidad subjetiva, aunque entendemos que es un concepto difícil de
vincular a la niñez. No se trata de homologar la responsabilidad del niño a la del
adulto. Con esto queremos decir que al hablar de la responsabilidad que tiene la
sociedad por la existencia de niños pobres o con carencias, en la satisfacción de
sus necesidades básicas, no debemos dejar de considerar la responsabilidad
subjetiva que habita sus actos. De ahí la importancia de poner a jugar los dos
conceptos: responsabilidad subjetiva y corresponsabilidad social. Una mirada
histórica muestra cómo estos dos términos fueron considerados separadamente,
no pudiendo articularse en un análisis común, de mayor complejidad. El desafío
de introducirlos en un orden suplementario9 surge de ubicar en el centro de la
escena al niño como sujeto de derechos, superando la antinomia individuo –
sociedad.

Volvamos al principio. El concepto de niño con la incorporación de la


Convención Internacional de los Derechos del Niño (1990, como Ley Nacional y

7
Ver Domínguez Lostaló, J. C.: (1997): Vulnerabilidad. Ficha de la Cátedra Psicología Forense. UNLP.
(Resumen de clases en el Curso de Extensión Universitaria «Alternativas al Control Social Punitivo-
Institucionalizado: Capacitación Laboral como Operador en Comunidad”. P.I.F.A.T.A.C.S. Sec. de Extensión
Universitaria de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP) y Domínguez Lostaló,
J. C.: (1999): “Derechos Humanos en la Administración de Justicia de Menores: de la Clínica de la
Peligrosidad a la Clínica de la Vulnerabilidad”. En Revista Alter-Nativas del Control Social. Año 1 Nº 1.
1999. Ediciones Cuadernos del Caleuche. Revista Latinoamericana de la Cátedra de Psicología Forense
UNLP.
8
Corach, Irene & Wulfsohn, Alicia. “Derecho de Niños y Jóvenes: Un contrapunto de las leyes de Patronato y
de Protección Integral” Trabajo presentado en el IV Congreso Latinoamericano de Psicología Jurídica y
Forense V.4.0, marzo - abril de 2007.
9
Para más detalle sobre esta conceptualización, sugerimos la lectura del libro El estilo y el acto, de Alejandro
Ariel.
en 1994, mediante su inclusión en la Reforma de la Constitución Nacional), es
absolutamente diverso al de menor. Esta incorporación hizo además que la Ley
Agote entrara en definitiva contradicción, con la caída consecuente de sus
concepciones, antes expuestas: la infancia, como objeto de derecho; el uso del
término menor, la infancia como objeto de tutela por parte del Estado.

La concepción de niño de la Convención es de persona, sujeto de derechos y


merecedor de valores como el respeto, la dignidad y la libertad, pero en un plano
que los diferencia en el trato por parte del Estado, debiendo velar en forma
particular por sus derechos, haciendo primar sus capacidades intelectuales y
grupo de crianza, como base elemental para el ejercicio de sus derechos civiles.

La Ley 26.061, de Protección Integral de los Derechos de los Niños, las Niñas y
los Adolescentes, se sancionó en el año 2005 y se reglamentó en el 2006 y su
creación obedece a la incorporación de la Convención en el artículo 75, inciso 22
de nuestra Constitución Nacional.

Vale aclarar que la Ley 114 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de igual
nombre que la Nacional, fue sancionada en 1998 y promulgada en 1999 y su
espíritu transita la misma línea que la 26.061 y, por ende, la Convención y en su
artículo 43 contempla la Desjudicialización de la Pobreza, incorporando en su
texto el concepto de vulnerabilidad.

La Doctrina de la Protección Integral en intervencionista, actúa, interviene para


proteger, para garantizar derechos. Pero no podemos ser ingenuos, seguiremos
teniendo jóvenes infractores y es necesario adoptar alguna postura para no
permitir más criterios discrecionales por parte de los jueces, y por todo el
sistema de control social en general.

En este sentido, un Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil, que incorpore en


su espíritu la Doctrina de la Protección Integral, haciéndose eco de la
corresponsabilidad social, pero sin olvidar la responsabilidad subjetiva de cada
quien, es de interés para todos los que operamos en este campo, se trate de
abogados, trabajadores sociales o psicólogos.

Lo primero que surge es la cuestión de la imputabilidad y la inimputabilidad. Para


el Código Penal, todas las personas hasta los 18 años de edad son inimputables.

Emilio García Méndez distingue entre lo que llama retribucionismo hipócrita y


paternalismo ingenuo. Para la primera postura, el objetivo está puesto en la baja
de edad de imputabilidad; para la segunda no cabe el reproche jurídico en el
posible caso de que menores de 18 años cometieran violaciones a las leyes
penales. Y en ambos casos, este autor, encuentra un profundo desprecio por la
infancia como sujeto de derechos.

Un Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil, se basa en la inimputabilidad de


los sujetos de entre 12 y 18 años, pero los considera penalmente responsables
(si bien la edad base del sistema de responzabilización es muy debatido).
Un Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil no puede repetir aquello de
cambiar títulos o nombres y seguir con prácticas tan vulnerantes como las más
tradicionales; presupone una escala de medidas socio-educativas que den
respuestas de acuerdo con el tipo de infracción cometido, entendiendo por esto
la proporcionalidad de la sanción en función de la infracción. Las medidas son
advertencia, obligación de reparar el daño, prestación de servicios a la
comunidad, libertad asistida, privación de libertad.

Asimismo cabe resaltar que para un Sistema de estas características, la


privación de libertad es una medida de último recurso, que se adoptará en tanto
se hayan agotado todas las instancias previas. Este Sistema de Responsabilidad
Penal Juvenil supone un cambio radical en el panorama cuantitativo y cualtitativo
de las instituciones encargadas de la ejecución de la medida. Lo cuantitativo se
refiere específicamente a la reducción de la cantidad de jóvenes privados de
libertad y lo cualitativo apunta a desarmar los mecanismos propios del Sistema
Penal de criminalización.

En este sentido, un Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil debiera cumplir


con cuatro objetivos (al menos), para comenzar a revertir el proceso de
criminalización:

- Realizar un diagnóstico de vulnerabilidad psicosocial del sujeto;


- Establecer una estrategia de abordaje personalizada, basada en la
restitución de su palabra al proceso de abordaje, con especial énfasis en el
proyecto de vida ser reconstituido o construido, según el caso;
- Identificar y reducir los efectos negativos de la privación de libertad,
cuando la hubiera, y
- Orientar los esfuerzos y actividades socio-pedagógicas deben esforzarse
por una reintegración comunitaria lo más rápida posible de los adolescentes
privados de libertad.

Y en función de esto, se basa en dos principios:

- incompleto institucional: subraya la normalidad de la personalidad del


adolescente infractor, en una palabra su condición de sujeto, desde el punto de
vista psicológico;

- incompleto profesional: se refiere a que los funcionarios que trabajen con


los adolescentes infractores privados de libertad, pasen un tiempo acotado del
día junto a ellos y puedan dedicarse a tareas diversas fuera de la institución.
Esto apunta a contener dos cuestiones: restarle la posibilidad de establecer
vínculos de dependencia, que tienden a crearse fácilmente por la situación de
encierro y que los profesionales no agoten sus posibilidades de trabajo en un
solo ámbito que, en particular, demanda una atención y energía significativas.

Conclusiones

Hablar del agotamiento del sistema tutelar es una expresión ya gastada,


perimida de tanto repetirla. Pero su eficacia parece ser mucho más consistente
de lo que se supo predecir. Vive, más allá de su actual ilegalidad, porque es ya
un patrón cultural, una suma de valores enraizados donde se presupone en la
niñez, un espacio social ajeno al orden de lo humano, visible en “le pego porque
es mi hijo” del tutor o encargado o en el “cállese alumno, escuche…” del
aparato educativo, etc.

Pero además, superar el esquema ideológico tutelar requiere de profesionales y


técnicos capacitados en dispositivos novedosos, con técnicas divergentes de las
usuales y en modelos de trabajo –interdisciplinariedad e intersectorialidad
mediantes- no promovidos ni enseñados en los vetustos y encapsulados centros
de formación.

Hablar de responsabilidad, obliga a ubicar en el centro al sujeto, para hacer de la


imputabilidad un planteo que no lo ultime justamente en el momento que pueda
advenir.

De todo lo antedicho, interesa extraer 3 conclusiones principales, a saber:

La necesidad de incluir en forma creciente, en la formación de los futuros


psicólogos las cuestiones éticas y de Derechos Humanos, para un abordaje
ulterior que se base en ellos, en esta y cualquier otra problemática psicológico-
forense, promoviendo que sus estrategias e intervenciones faciliten la
emergencia de la subjetividad.
Resaltamos la importancia del orden suplementario entre los conceptos de
responsabilidad subjetiva y corresponsabilidad social, para cualquier explicación
y abordaje que se pretenda acabado en lo que a adolescentes infractores se
refiere.
Tanto para el discurso jurídico, como para el discurso de la subjetividad,
imputabilidad y responsabilidad son conceptos diversos y su significación
divergente implica importantes diferencias en relación a la mirada que se pueda
tener sobre estas temáticas. Lo semántico hace al orden de la intervención.

Bibliografía

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sabiendo que se sueña. En este volumen.

Aniyar de Castro, Lola: (1987) Conocimiento y orden social: Criminología como


legitimación y Criminología de la liberación. Editorial de la Universidad de
Zulía, Maracaibo. Venezuela.

Domínguez Lostaló, Juan Carlos: (1995): “Introducción a la Clínica de la


Vulnerabilidad Psico-Social”. En el Curso Alternativas al Control Social
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Octubre de 1995, Universidad Nacional de La Plata.

-------------------------------------------: (1997) Vulnerabilidad. Ficha de la Cátedra


Psicología Forense. UNLP. (Resumen de clases en el Curso de Extensión
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Extensión Universitaria de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la UNLP).

--------------------------------------------: (1998) Los pibes marginados. Editorial


Homero. Generación 2000-UNICEF. Segunda Edición de Cuadernos del
Caleuche. La Plata. En proceso de reimpresión por Koyatún Editorial.

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1999. Ediciones Cuadernos del Caleuche. Revista Latinoamericana de la Cátedra
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Domínguez Lostaló, Juan Carlos (Comp.): (2000) La Doctrina de Protección


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Domínguez Lostaló, Juan Carlos-Di Nella, Yago: (1996) ¿Es necesario


encerrar? El derecho a vivir en comunidad. La Plata. Cuadernos del Caleuche.
1° Reimpresión en Koyatún Editorial. Buenos Aires. 2007.

García Méndez, Emilio & Bianchi, María del Carmen y otros: (1992) Ser niño en
América Latina: de las necesidades a los derechos. UNICRI-Editorial Galerna.

Salomone, Gabriela. Z.; Domínguez, María Elena: (2006) Clínica y deontología,


Volumen I, Fundamentos, Buenos Aires, Letra Viva.

Zaffaroni, Raúl Eugenio: (1993) Criminología: aproximación de un margen.


Editorial Temis. Bs. As.

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Deslegitimación y dogmática jurídico-penal. Ediciones Ediar. Argentina.

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