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Profundización en Intervención psicosocial y herramientas terapéuticas para el trabajo con niños,

adolescentes y familias (Docente Luis Reyes M.)


Módulo 1: Elementos básicos para el trabajo en infancia, adolescencia y familia
Unidad 1 – ¿Qué entendemos por infancia?
 Infancia es un concepto que a lo largo de la historia ha tenido diferentes definiciones o
concepciones, que han estado influenciadas por el contexto cultural de cada época.
o Hasta el siglo IV se concibe al niño como indefenso, se les visualiza como estorbo, como
una carga.
o Para el siglo XV los niños son vistos como malos desde el nacimiento.
o En el siglo XVI se define al niño como un ser humano más. Se le da una posición
inferior y se le denomina como “adulto pequeño”.
o En el siglo XVII en tanto, se le reconoce una condición innata de bondad e inocencia y se
le visualiza como “un ángel”.
o En el siglo XVIII se le categoriza como un infante, y se le define como un ser primitivo.
o En el siglo XX, dado los movimientos a favor de la infancia, los estudios existentes y a
numerosos autores que ya en el siglo XVIII aludían características especiales en la
infancia, se reconoce al niño como sujeto social de derecho.
 Existe una definición de infancia desde el desarrollo vital, donde la infancia es la segunda de las
etapas dentro del desarrollo del ser humano. Es posterior a la etapa o fase prenatal y precede a la
etapa de la niñez. Es la etapa comprendida entre el nacimiento y los 6 años.
o En los primeros años de la etapa de la infancia, tras el periodo neonatal, el ser humano
se interesa en ejercitar sus órganos sensoriales, movimientos y lenguaje, y manipula de
forma repetida los objetos que se encuentran a su alcance.
o A través de este aprendizaje en los tres primeros años el ser humano adquiere capacidades
básicas como manejar sus manos, ponerse de pie, caminar, el hablar, hasta desplazarse
por su propio medio. La familia aun es importante, además de que se desarrolla la
creatividad en los juegos.
 La definición de infancia que es importante destacar y concientizar a la sociedad en sí, es que
los/as niños/as son sujetos de derecho y actores sociales, donde los adultos deben procurar que
existan las condiciones para que los/as niños/as puedan relacionarse con otros de su misma
edad, dándoles la oportunidad de experimentar situaciones y sentimientos que le den sentido a su
vida y de esta manera, reencontrar y reconstruir el sentido como experiencia vivida y percibida,
condiciones necesarias en una comunidad.
 Entender a niños y niñas como sujetos sociales implica que éstos pasan a ser parte constitutiva
del tejido social y cultural del cual forman parte. Por ende, se les asume como sujetos activos,
públicos, parte de un colectivo.
 Deben dejar de ser vistos como víctimas indefensas del destino, constituyéndose en sujetos capaces
de proponer soluciones a las situaciones a las que se enfrentan, lo cual cuestiona las bases
mismas del sistema de relaciones de poder que se dan entre adultos, niños y niñas, y obliga a
repensar las formas de participación de cada uno de los actores sociales, siendo uno de ellos, la
infancia y la niñez.
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Lectura 1 – Construcción del concepto infancia – El desarrollo del concepto de infancia (Susana
Iglesias)
 Las condiciones y significados que han dibujado el desarrollo histórico del concepto de infancia
desde los inicios de la modernidad hasta nuestros días.
 Situar el punto de partida de la concepción de la infancia en la edad moderna , no es arbitrario y
se lo debemos a grandes pensadores del tema. Tanto Philippe Ariès, como Jens Qvortrup, como
Göran Therborn, como Eugene Verhellen, por citar algunos, son coincidentes en señalar que la
"edad moderna", para algunos autores desde el siglo XVIII, en particular; para otros con la
Revolución Francesa como hito fundamental, es decir, prácticamente, el siglo XIX, significó un
cambio de paradigma en la concepción de la infancia.
 Se ha dicho: la edad moderna "descubrió" la infancia. Descubrir en el sentido preciso que
informan los diccionarios: "Manifestar lo que estaba oculto" o "destapar lo que estaba tapado". Para
estos autores, este siglo XVIII o alrededor de él, "destapó lo que estaba tapado".
 Digamos mejor con Trisciuzzi y Cambi, que, hasta la época moderna, la vida de niños y
adolescentes perteneció a lo que ellos denominan: "las estructuras profundas de la historia".
 La infancia resulta "casi siempre invisible o con frecuencia se la confunde con la naturaleza" .
Ello da la pauta para dos grandes temas.
o Por un lado, la invisibilidad de la infancia, que muy recientemente ha empezado a ser tema
de interés a nivel colectivo.
o Y por otro, la confusión entre la concepción de la infancia como hecho biológico,
natural, y su concepción como hecho social. Esta confusión promueve, justamente, el
primero de los temas: la invisibilidad.
o En tanto consideremos a la infancia sólo como una categoría etaria, biológica, estaremos
mirando a los niños y a los adolescentes como seres individuales y como seres en
formación para... Estaremos mirando niños, pero no estaremos viendo la infancia como una
categoría social con igual representatividad y peso social, económico y cultural que otras
categorías, entre ellas, la de los adultos. Y por este subterfugio, les estaremos escatimando
sus derechos y sus responsabilidades.
 La infancia protoamericana: Los pocos testimonios que han quedado de las culturas
precolombinas. De las imágenes y comentarios del Codex Mendoza que describe los métodos
pedagógicos utilizados por los aztecas, y el único al que tuvimos acceso, podemos inferir una
infancia altamente socializada en el seno de la familia y la comunidad. Casi diríamos, una
infancia para la comunidad. Los pasos educativos progresivos demuestran su inserción en la
vida productiva, económica y cultural de su entorno, con una diferenciación sexista de roles. En
la adolescencia, el varón partirá para su educación religiosa o guerrera, mientras que la adolescente
hila y teje sentada con el novio cerca del fogón, aguardando su boda. Esta diferenciación también se
hace presente en los aspectos punitivos de la educación, con la sombra del castigo para la niña y el
castigo corporal y real, para el varón, ya desde los ocho años. Los nuevos descubrimientos en la
Amazonia, en la caverna de Pedra Pintada, nos dicen también de una infancia integrada desde muy
temprano a la vida económica de la comunidad, desarrollándose en un continuum espacio/temporal.
 Otras historias: La imagen del niño y del adolescente en los otros mundos: el greco-romano, el del
cristianismo primitivo, el del cristianismo romántico. La visión de la infancia en cada una de estas
formaciones socioculturales perteneció más a las estructuras simbólicas de las culturas que a la
realidad. Niños y adolescentes tan reales como el unicornio para esas sociedades que
menospreciaban la irracionalidad y la imperfección del fruto del pecado original. La imagen de
la infancia del mundo medieval - frase de Ariès: "El movimiento de la vida colectiva arrastraba en
una misma oleada las edades y las condiciones".
 La infancia descubierta y controlada. Estado y Escuela : De esa infancia sumida en el
anonimato indiferenciado o en la idealización, a la infancia disciplinada en los colegios del siglo
XVIII europeos y del XIX y XX latinoamericanos, figura que cobra centralidad en la familia
burguesa recogida sobre sí misma; y aún la infancia "protegida" encerrada en los reformatorios
o en las workhouses para que no dañe a la sociedad y no se dañe a sí misma . Hay una ruptura del
modelo que traduce esa frase que mencionábamos: el descubrimiento de la infancia. Ese parto de
descubrimiento que se sitúa en los alrededores del siglo XVIII está íntimamente ligado a los
inicios de la industrialización, del capitalismo, del Estado moderno. Estado y escuela son las dos
grandes instituciones que hacen emerger a la infancia de las "estructuras profundas de la
historia". La intervención del Estado efectiviza la escuela como espacio privado de ella,
sustrayéndola de la familia y de la comunidad, en vistas a una socialización diferente, más
uniformizante, en pos de su formación y disciplinamiento futuro. En el siglo XIX el Estado
interviene para limitar el trabajo infantil, entendiéndolo, amen de otras razones –no pocas razones
y no tan humanitarias-, como el mayor obstáculo para la escolaridad. La escuela pasa a ser el
ámbito por excelencia de la infancia, aunque no de toda. Y la intervención del Estado incorpora
también la figura del niño y del adolescente en el Derecho, en el Derecho Penal en particular,
creando para él, cuerpos jurídicos específicos, códigos, tribunales, instituciones asilares, etc.
Como ocurrió con la escuela, no para toda la infancia, sólo para parte de ella, pero en este caso a
la inversa, sólo para los hijos de los pobres. Para América Latina este proceso de intervención
estatal que se realiza mayoritariamente hacia fines del siglo XIX y particularmente en el XX, lleva
implícitas dos modalidades: 1) es eminentemente urbano; 2) es copia fiel del proceso europeo y
norteamericano, con las consiguientes desventajas y ventajas de toda copia. Las desventajas
saltan a la vista: en cuanto importamos un modelo sin tener la estructura para incorporarlo, -amén
de su validez, adecuación y demás-, se introducía en el cuerpo social un agente extraño que iba a
cambiar las reglas del juego. La masificación escolar sin escuelas, sin un cuerpo profesoral ya
formado, con programas culturalmente no adaptados, y en ese momento, en una América Latina
de vasta población rural que quedaba al margen de esta innovación. En el aspecto normativo,
los tribunales, los códigos, que respondían obviamente también, a otras formaciones sociales,
económicas e históricas, antecedieron en mucho a las instituciones tutelares a las que remitían a
los niños en el dictamen, subsistiendo la ancestral red de origen religioso y filantrópico. Las
ventajas: que el modelo de control que funcionaba eficazmente en el norte, se deshilachaba en el
sur. Pero fuimos poco a poco mejorando el calco porque nuestras economías lo necesitaban y
nuestras elites criollas lo reclamaban. Fuimos extendiendo la educación que significó un
elemento igualador y democratizador inestimable para nuestros países. En la vertiente del
Derecho, la copia dejó de ser copia. Nuestras sociedades urbanas del siglo XX, con un alto índice
de crecimiento poblacional y con un no tan alto índice de crecimiento productivo, vieron
aparecer fenómenos sociales no deseables como el desempleo, la marginación, las migraciones
campo-ciudad, las carencias en vivienda, salud, agua potable. Si bien no eran fenómenos inéditos,
su acumulación, su progresión infundieron pánico y el Derecho Penal fue su herramienta de
defensa.
 La integración social: Estas sociedades que desde sus inicios estaban segmentadas en lo
económico, en lo social, pero también en lo cultural, sociedades de hombres, blancos y propietarios,
yuxtapuestas a la sociedad de indios, mestizos y negros, no propietarios, mujeres y niños,
necesitaban por su propia fragmentación, de visiones unificadoras que las cohesionaran. La
educación, la religión, la ley, el orden, el trabajo, la raza, las buenas costumbres fueron
principios rectores para conformar una sociedad integrada, moderna y avanzada. Integración
social entendida como sinónimo de sociedad consensual. Todo aquello que desunificara, que
divergiera, que sonara con un tono disímil, fue síntoma de atraso, de riesgo, de desviación y
como tal, de exclusión. Fueron "irregulares", y por lo tanto pasibles de medidas coercitivas,
aquellos que denotaran en su vivir, su pensar, su vestir, su hablar, cierta discordancia con el
modelo prevalente. En el universo de la infancia, los "irregulares" se llamaron "menores". Y
con base en una "doctrina", se los institucionalizó para protegerlos de sí mismos.
 La posmodernidad o como se llame: A fines del siglo somos partícipes de una situación en cierto
sentido paradojal. Por un lado, esa sociedad segmentada que se autoimpuso el consenso como
herramienta de reaseguro, de cohesión, está hoy aún más fragmentada, diríamos, malamente
fragmentada. Los indicadores económicos y sociales son lo suficientemente elocuentes de esta
inequitativa segmentación de la sociedad, y la infancia carenciada, en forma especial, constituye el
sector más castigado de esta distribución desigual e injusta. Nuestras sociedades están
económicamente fragmentadas, es un dato cierto, pero lo están más aún en lo social y cultural.
La pérdida, en fin, del sentido colectivo de pertenencia, que se ha transformado en un rasgo
axial de esta nueva sociedad neoliberal o posmoderna. La reivindicación de los DDHH nunca
antes fue manejada en la cotidianeidad como ahora. Su defensa impregna el tejido social. En
1989, como cierre de la década del 80 que para América Latina fue de involución en varios planos,
se aprueba la Convención Internacional sobre los derechos de los niños. Hoy sentimos vergüenza
de hablar de "menores irregulares", huimos de los estereotipos estigmatizantes y promovemos la
aceptación de la diversidad. Los sistemas de bienestar infantil apoyan la desinstitucionalización y
la desjudicialización de conductas que concentraban cantidades absurdas de niños y jóvenes en
establecimientos arcaicos, con poco personal, no siempre idóneo, con servicios incapaces de ser
solventados.
 ¿Son contradictorias estas dos realidades? Reflexionemos sobre esta nueva estructura social tan
heterogénea. Heterogeneidad que no es sinónimo de caos, sino preanuncio del fin de la sociedad
consensual en los términos en que éste fue instrumentado: como dominación, como opuesto a la
noción de conflicto, como exclusión de lo diverso. El ahondar en la heterogeneidad es también
ahondar en la democracia. La sociedad no es una, la de los adultos, hombres, blancos,
occidentales y propietarios, como dice Alessandro Baratta, sino una compartida por diversos
componentes etarios, étnicos, culturales. Nuestra organización social, muy basada en la familia y
en el papel que ésta juega con relación al niño, no puede desconocer la realidad de diversas formas
de organización familiar que no condicen con la clásica forma nuclear occidental tomado como
prototipo. Evitar la asimilación de los términos: pobreza / familia desestructurada, es saludable para
la autoestima de sus niños, como lo es para no falsear nuestra realidad con percepciones construidas
ajena e históricamente. La infancia tampoco es una, pero menos dos: los niños y los menores. La
infancia es una multiplicidad de grupos, rasgos, visiones, intereses y afectos. La urdimbre de una
sociedad justa no es un paño liso, es la obra de muchos trapitos de colores. ¿Y cómo interpretar
en esta diversidad el lugar que ocupa la infancia? O, dicho de forma más justa, ¿cómo participa
la infancia del sentido histórico de ésta, su sociedad? Participando, decidiendo. Si en el pasado
para protegerla se la controló, se la moldeó, se la aisló, se la inhabilitó para ser parte, sólo nos resta
para restañar tantas indignidades, devolverle su dignidad.
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Anexo Lectura 1 – Infancia y representaciones sociales – Ferrán Casas (2006)
 La infancia como representación colectivamente compartida : La infancia, en última instancia,
es lo que cada sociedad, en un momento histórico dado, concibe y dice que es la infancia. Los
adultos de cualquier sociedad, en cualquier momento histórico, han sentido sus creencias y
representaciones sobre niñas y niños como lógicas y evidentes en todos los casos en que eran
colectivamente compartidas.
 Las representaciones sociales ampliamente compartidas sobre la infancia nos ayudan a
comprender las relaciones e interacciones sociales que establecemos en cada sociedad con el
subconjunto de población que denominamos infancia.
 La infancia puede analizarse e interpretarse como un grupo, como una categoría social, o como
una generación dentro de cada sociedad. Son relaciones más macrosociales, entre los adultos y la
infancia de cada sociedad.
 Las representaciones sociales que acerca de la infancia tiene una comunidad dada constituyen
un conjunto de implícitos o de saberes cotidianos resistentes al cambio (sean verdaderos o falsos
desde cualquier disciplina científica), y tienen cuerpo de realidad psicosocial, ya que no sólo
existen en las mentes, sino que generan procesos (interrelaciones, interacciones e interinfluencias
sociales) que se imponen a la infancia y condicionan a niños y niñas, limitando la posibilidad de
experiencias o perspectivas de análisis fuera de esta lógica.
 De forma implícita o explícita, a lo largo de la historia occidental podemos observar períodos en
que han predominado ideas y actitudes positivas acerca de la infancia, mientras que en otros han
predominado las negativas, y en otros ha habido un revuelto de todo ello:
o La infancia como representación positiva: La infancia idílica y feliz, simbolizando la
inocencia, la pureza, la vulnerabilidad. Rousseau sería un abanderado de esta perspectiva.
Actualmente esta imagen es utilizada y manipulada a menudo por la publicidad. Desde
esta visión se fue justificando la necesidad de una (sobre)protección de la infancia.
o La infancia como representación negativa: Conlleva la necesidad de «corregir» la
maldad o rebeldía inherente a la infancia. La versión religiosa es la infancia que nace
con el pecado original. Esta representación acostumbra a ir asociada a una desvalorización
de lo infantil y a la justificación del control.
o La infancia como representación ambivalente y cambiante : Etimológicamente, el
origen del concepto «infancia» es meramente descriptivo: Del latín in-fale, no hablan,
los bebés. De esta idea se pasó a la de que «aunque hablen, aún no razonan bien», y
aparecen a lo largo de la historia (no sólo social, sino también del derecho) nociones para
diferenciar un «antes» y un después»: uso de razón, discernimiento, raciocinio,
responsabilidad, madurez, capacidad, competencia, imputabilidad, minoridad de edad,
etc… Estas ideas «neutras» en muchas ocasiones pasaron a ser representaciones
negativas: «aunque hablen, no tienen nada interesante que decir, no vale la pena
escucharles».
o La sociedad contemporánea necesitó subdividir la infancia, y construyó la adolescencia,
que viene de addolescere: los que les falta alguna cosa (para ser como los adultos).
Situados ya a finales del siglo XX, y con los cambios tecnológicos acelerados que
empezamos a vivir, autores como Postman (1982) empezaron el debate de que la infancia
dejaba de existir tal como la concebíamos, para pasar silenciosamente a ser otra cosa,
sólo por la aparición de la televisión en los hogares. Con la invasión en nuestras vidas
cotidianas (intimidad incluida) de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación (NTICs), las preguntas se suceden en cascada: ¿se eliminarán las
distinciones entre infancia y madurez por el progresivo acceso de los niños y niñas a las
informaciones «adultas»? ¿o bien se ensancharán las brechas entre generaciones? ¿las
NTICs son, como plantean algunos, «liberadoras» de la infancia, ya que, como media, las
dominan mejor los más jóvenes que los adultos? ¿O más bien son el mayor riesgo
deshumanizador de la historia?
 Las representaciones sociales según la escuela europea de psicología social y su aplicación a la
infancia: Para S. Moscovici (1976; 1981; 1982) una representación social es una forma de
conocimiento socialmente elaborado y compartido. Dicho conocimiento no sólo se refiere a una
realidad, sino que también participa en la construcción social de dicha realidad. Tal construcción
configura algo que se percibe como un saber de sentido común. Las realidades concretas, al
estar socialmente construidas, se cargan de un fuerte sentimiento de que tienen su lógica. En la
tradición de Moscovici y su escuela, se defiende que toda representación social se construye a
partir de un proceso dialéctico entre: 1) La objetivación: Se concreta lo abstracto; 2) El anclaje:
El anclaje: La representación y su objeto se «enraízan». El objeto es integrado cognitivamente
dentro del sistema de pensamiento preexistente, y se carga de unos significados y de unas
utilidades, que orientan las conductas y las relaciones sociales. Una de las formas de explicitar
los componentes de una representación social es haciendo el famoso símil de las capas de una
cebolla: 1) Componentes más externos y cambiantes: Informaciones que circulan en un entorno
concreto sobre el objeto socialmente representado. En el caso de la infancia, por ejemplo, las
distintas disciplinas que la han estudiado, han ido aportando gran cantidad de diferentes
informaciones. Ello ha generado un sin fin de debates a todos los niveles que han ido influyendo
en las ideas de padres, maestros, expertos y ciudadanos en general; 2) Componentes más
internos y resistentes al cambio: Las actitudes. En el caso de la infancia, nos aparece un alto
consenso cognitivo e incluso afectivo acerca de sus derechos. Pero en el plano connotativo se trata
siempre de una temática de baja intensidad social. La infancia es considerada un tema
fundamentalmente «privado». Son los ciudadanos del mañana; 3) Componentes «centrales»,
difíciles de captar y muy resistentes al cambio: El núcleo figurativo. Una de las propuestas más
productivas que ha aparecido la última década del siglo XX es la idea de que nos los representa
como el conjunto de los “aún-no”. / Para poder captar el núcleo figurativo de una representación
social es necesario ser capaces de tomar la «suficiente distancia», que nos permita reconsiderar
críticamente las ideas que dan «lógica» y «coherencia» a una realidad que colectivamente «todos
vemos de forma igual o parecida», porque es «de sentido común». Los adultos de nuestro entorno
sociocultural tenemos el reto de intentar comprender por qué hemos estado tan «interesados» en
mantener a niños/as y adolescentes en la categoría homogénea y separada de los menores, en vez
de profundizar en los procesos de socialización y en la construcción de nuevos consensos
sociales con las nuevas generaciones (supracategorización).
 Efectos de las representaciones sociales imperantes sobre el conocimiento y la investigación
científica acerca de la infancia: una buena parte de la investigación de todas disciplinas científicas
interesadas por la infancia ha mostrado estar sometida a las representaciones sociales mayoritarias
acerca de la infancia en su entorno sociocultural concreto.
o Aquellos estudios sobre socialización, que la han concebido como un proceso
unidireccional más que bidireccional: Los padres socializan a los hijos, pero no aprenden
de ellos  Hoy esta postura es indefendible, porque resulta indudable que la socialización
es un proceso interactivo, de inter-influencia.
o Los estudios sobre los niños como testigos judiciales, que se dedicaron durante más de
tres décadas a investigar únicamente cuándo un niño o niña NO es competente para
declarar y por tanto hay que rechazar su testimonio. Sólo a partir de los años 80 del siglo
pasado se empezó a investigar cómo un niño o niña resulta ser un testimonio judicial
competente, y en consecuencia a explorar como dar apoyo apropiado en dichos procesos.
Garbarino et al. (1989) dijeron que el estudio de la competencia de los testimonios
infantiles es la historia de la incompetencia adulta para dar apoyo adecuado a los niños y
niñas como testimonios judiciales.
o Los estudios sobre calidad de vida, que, por definición, deben incorporar la perspectiva de
los ciudadanos o usuarios de servicios. Cuando se refieren a niños y niñas, a menudo se
publican estudios en los que nadie les ha preguntado nada, asumiendo que su perspectiva la
tienen suficientemente «captada» los expertos, o, en ocasiones, se asume que es la que les
atribuyen sus progenitores.
 Representaciones y problemas sociales: como en todo proceso de intervención social hemos de
tener en cuenta tres tipos de representaciones vinculadas entre sí:
o Representaciones de grupos o categorías de sujetos (la infancia, los gitanos, los
inmigrantes, las mujeres, los ancianos, etc.…).
o Representaciones acerca de qué son problemas o necesidades sociales de grupos o
categorías concretos de personas («social» entendido como algo que apela a un
sentimiento de responsabilidad colectiva; aquello que deja de ser un problema «particular»
para concernir a la sociedad).
o Representaciones acerca de las formas apropiadas de actuar ante determinados tipos
de necesidades o problemas (mientras que en la mayor parte de la historia occidental
hemos funcionado bajo la lógica del denominado «paradigma de la especialización», la
segunda mitad del siglo XX hemos pasado sucesivamente del paradigma de la
normalización al de los derechos).
Una realidad que siempre ha sido más o menos la misma, «de repente» la miramos de forma distinta; si
esa mirada va siendo compartida socialmente, acaba transformando la misma realidad.
El cómo disciplinan los padres o tutores a niños y niñas siempre fue visto como un asunto privado hasta
finales del siglo XIX y, por tanto, no era pensable que se juzgara o se pretendiera modificar a través de
actuaciones públicas; verlo de otra manera era modificar una visión o creencia profundamente arraigada en
occidente (los hijos son propiedad privada de los padres) y hubiera atentado contra una figura jurídica
fundamental del derecho romano: la patria potestas.
¿Qué situaciones sociales experimentadas por un conjunto determinado de personas llegan a ser
consideradas o representadas como un problema social? Según Vander Zanden (1977), un problema
social es una situación que un considerable número de personas juzgan desagradable o desfavorable, y
que, según ellas, existe en su sociedad… Un problema social carece de existencia objetiva; más bien la
gente atribuye carácter problemático a ciertos hechos o conductas y les asigna significado desfavorable.
Incluso puede llegar a definir como problema social algo inexistente.
A lo largo de la historia de la infancia podemos observar cómo ha habido momentos en que
determinadas situaciones han «aparecido» como una nueva preocupación colectiva y se han adoptado
iniciativas para cambiarlas. Lento proceso de reconocimiento de algunos derechos de los niños y niñas:
o El derecho a la vida:
 En la Antigua Roma, el pater familias otorgaba el derecho a vivir.
 El emperador Constantino firmó el primer edicto contra el infanticidio (año 319).
 El Papa Inocencio III inventa en torno a 1198 el orfanato, que viene a ser la primera medida
preventiva de la persistente práctica del infanticidio
o El derecho a la no explotación:
 Durante la revolución industrial
 El Parlamento Británico promulga leyes prohibiendo que los menores de 10 años trabajen en
minas subterráneas y limitan su jornada diaria a 10 horas (años 1830 y 1840).
o El derecho a un trato no cruel:
 En 1871 se da el conocido como caso Mary Ellen: Un Tribunal de Nueva York condena un
padrastro aplicando la Ley contra la crueldad con los animales. Se crea la primera sociedad
para la prevención de la crueldad con los niños
o El derecho a tener derechos humanos en la cancha internacional:
 (1924) Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño.
 (1959) Declaración de los Derechos del Niño. Naciones Unidas
 (1989) Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas (en vigor a partir del
2-11-1990).
Cada vez que determinadas situaciones que padecen niños y niñas se nos aparecen como «nuevos»
problemas sociales podemos observar unas constantes, que vale la pena sintetizar, porque invitan a una
reflexión profunda:
o En un primer momento, profesionales en contacto con niños y niñas en situaciones de dificultad
social persisten proactivamente en difundir informaciones a la opinión pública sobre realidades que
no parecen posibles al imaginario colectivo.
o Se tiene cierto éxito en la difusión de informaciones gracias a la colaboración, interesada o
desinteresada, de profesionales de la información.
o Se consigue un cierto impacto social sobre un sentimiento de responsabilidad colectiva. No se trata
de un asunto meramente privado: la sociedad debe actuar.
o Hay una agrupación de miembros de la sociedad civil entorno a organizaciones que trabajan para
desarrollar nuevas iniciativas sociales.
o Se empieza a plantear la necesidad de desarrollar nuevas políticas públicas para afrontar el nuevo
problema social.
o Empieza un nuevo debate sobre «derechos» que corresponden o deben ser reconocidos a los
«menores».

 Representaciones sociales y actuaciones sociales ante los problemas: ¿Cuál es la forma más
«lógica» de solucionar el problema? A lo largo de unos cuantos siglos de la historia de la
humanidad, la lógica mayoritaria era bien simple: Si el problema no es grave, se da una
ayuda material, pero si es grave «se saca a la persona de su medio y se la lleva a una
institución especializada en atender personas con su mismo problema». Esta lógica crea y
consolida el denominado «paradigma de la especialización» en la intervención social. Desde los
hospitales medievales, en los que encontramos sus orígenes remotos, el paradigma de la
especialización ha llevado las instituciones residenciales a una dinámica constante de crecer en
tamaño y a super-especializarse. Dinámica paralela a la categorización cada vez más minuciosa
y detallada de las personas «portadoras» de los problemas sociales que las llevaban a «necesitar»
la institución residencial especializada. Esta «lógica» de la categorización, a principios del siglo
XX, fue absolutamente avalada por la nueva y poderosa diosa, la ciencia. En nombre de la ciencia
debían diagnosticarse bien los problemas y clasificarse bien a las personas, para poder mandarlas a
una institución especializada en su problema, con personal formado específicamente para atender
precisamente y únicamente aquel problema. Esta lógica confirmó la corriente principal de la
lógica social imperante durante siglos para solucionar los problemas sociales en occidente.
Algunos de los planteamientos científicos que hacen entrar en crisis el paradigma de la especialización
en el tratamiento de los problemas sociales de la infancia, cuando se intentan resolver grandes incógnitas:
o La incógnita de la alta mortalidad de los bebés abandonados, atendidos en las Casas de
Maternidad:
 Estudios de Spitz (1945; Spitz y Wolf, 1946) y descripción de la depresión anaclítica
infantil.
 Recopilación de investigaciones encargada por la OMS a Bowlby (1950), traducida al
castellano como Los cuidados maternos y la salud mental (OMS, 1951).
 Conclusión: Las grandes instituciones residenciales para menores de 6 años resultan
nefastas para su desarrollo. Ello tiene un gran impacto en las ciencias de la salud y la
psicología clínica y evolutiva.
o La incógnita del «techo» cognitivo en el desarrollo de niños y niñas con determinadas
disminuciones psíquicas:
 Investigaciones en los Países Escandinavos muestran que niños y niñas no internados, que
se han desarrollado en ambientes rurales con buena aceptación social llegan a niveles de
desarrollo mucho más elevados (Nirje, 1969; Bank-Mikkelsen, 1973).
 Postulan el principio de normalización en el trato a dichos niños y niñas, con un gran
impacto en las ciencias de la educación.
 Conclusión: Lo mejor para el buen desarrollo de los niños y niñas con disminuciones
ligeras y medias sería su incorporación a la escuela «normal» y la convivencia con otros
iguales de edad no disminuidos.
o La incógnita de la necesidad de reinserción social después de internamientos largos.
 Los principios de la prevención formulados por Caplan (1964) señalan la mejor
intervención como aquella que se produce antes de que el problema aparezca.
 El movimiento antipsiquiátrico analiza críticamente las relaciones de poder profesional-
paciente y cuestiona el poder ejercido en el diagnóstico, tratamiento e institucionalización
de las personas
 Las normas existentes en las instituciones totales son profundamente distintas a las de la
sociedad externa; se basan en las necesidades de los profesionales. Todo ello cumple
importantes funciones sociales: Tanto los «muros del asilo», como el centrifugado de las
instituciones a la periferia de las grandes ciudades tienen como objetivo «olvidar» que
tenemos problemas sociales, con la tranquilidad que allí tenemos profesionales
especializados en atender esos problemas.
 Conclusión: Las instituciones que aíslan a los sujetos de su entorno social «natural»,
cumplen funciones sociales perversas y no contribuyen a que sus usuarios puedan
funcionar «normalmente» en la vida social.
No debería haber habido tal confusión: La «normalidad» alude a una clasificación de las personas y la
«normalización» a una forma de organizar los servicios, de manera que resulten en condiciones de vida
parecidas a las de los demás sujetos de la misma edad y entorno socio-cultural.
La penetración del principio de normalización en los programas de intervención social conlleva dos
líneas complementarias de cambios:
o Sobre el contexto ambiental en el que viven las personas : Toda persona debe vivir en un
ambiente físico y humano lo más similar posible al de la mayoría de las demás personas del
mismo entorno sociocultural.
o Sobre las dinámicas de vida cotidiana en que las personas usuarias de servicios se encuentran
sumergidas: Las dinámicas de vida cotidiana deben posibilitar la construcción de un sistema de
relaciones interpersonales lo más parecido posible al de las demás personas de la misma edad y
condición.
Se crea un amplio abanico de servicios nuevos, para intentar dar respuestas más normalizadas a cada
caso: servicios de apoyo a la familia, centros de día, servicios de acogimiento familiar, centros de
acogida de urgencias, etc. Se da la paradoja que este principio para muchos es demasiado
«revolucionario», pero para otros resulta «conservador». ¿Por qué? Porque al tomar como estándar de
comparación las situaciones y dinámicas «medias» de los demás niños y niñas del mismo entorno
sociocultural en el fondo se postula que a los niños del sistema de servicios sociales se les sitúe «como a
todos». Ello atenta contra el principio de igualdad de oportunidades: Niños y niñas que han padecido
importantes carencias psicosociales, afectivas o sociofamiliares han de poder ser objeto de un apoyo
extraordinario, «compensatorio» de sus déficits. De otra manera, en muchos casos, nunca podrán llegar
a funcionar socialmente como «los demás». Este es uno de los elementos que nos va introduciendo, a lo
largo de la reciente década de los 90, en el paradigma de los derechos. En el caso de la infancia, la
Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño representa un enorme empujón a dicho
paradigma. Sobre todo al plantear los derechos a la participación social de la infancia.
Podríamos decir que el tipo de intervenciones sociales que nos hemos representado como «adecuadas»
ante problemas sociales de la infancia han pasado, al menos en la cultura occidental, por tres grandes
paradigmas:
o Paradigma de la especialización: Focalizado en la identificación del problema y en su
categorización, para después plantear la intervención mediante instituciones especializadas con
personal especializado en el tratamiento del problema.
o Paradigma de la normalización: Focalizado en organizar el contexto de la atención y
tratamiento del problema de forma que no genere experiencias distintas a las habituales en la
población mayoritaria de la misma edad y entorno sociocultural.
o Paradigma de los derechos: Focalizado en la perspectiva del niño/a y en su superior interés y
basado en los principios de la Convención de N.U. sobre los Derechos del Niño, particularmente
en el de participación.
 Representaciones sociales y relaciones intergrupales:
La clase dividida (experimento)  A partir de la separación, y según se enfaticen las cualidades o los
defectos de cada grupo, se observan dinámicas de diferenciación categorial muy rápidas, que tiene
inmediatas consecuencias en el estado de ánimo de todo el grupo.
Sherif y Sherif habían observado en unos campamentos de verano con niños y niñas, que ni siquiera hacía
falta un elemento «objetivo» para diferenciar dos grupos (como es el color de los ojos). La sola asignación
a grupos distintos podía desencadenar procesos de diferenciación categorial. Sólo la asignación de tareas
que no pudiera hacer un grupo solo, permitió «supracategorizar», ver más las similitudes entre los
miembros de los dos grupos, que las diferencias, sentirse participes de una macro-grupo, y en definitiva,
cooperar entre grupos.
A la mayoría nos resulta bastante nuevo pensar en términos de que existe una relación intergrupal (o
inter-categorial o inter-generacional) entre adultos y niños de un territorio dado.
Cuando un ser humano participa de un grupo en el que desarrolla sentido de pertenencia (y, por tanto,
identidad grupal), con sorprendente rapidez aparecen a menudo los denominados procesos de
diferenciación categorial. Dichas dinámicas consisten en:
o Tendencia a enfatizar las similitudes intragrupales.
o Tendencia a enfatizar las diferencias intergrupales.
o Tendencia a sobrevalorar el endogrupo.
o Tendencia a subvalorar el exogrupo.
o Resistencia a reconocer las similitudes intergrupales y las diferencia intragrupales.
o Resistencia a supracategorizar.
Es muy importante reflexionar sobre esta especie de «tendencias espontáneas» que aparece en los grupos, y
sobre el hecho que pensar de otra manera es posible, pero requiere algo más de tiempo y un
«sobreesfuerzo» reflexivo.
Ocurre exactamente lo mismo en las relaciones entre adultos y niños/as, con la diferencia de que
nuestra postura es tan «adultocéntrica» que no acostumbramos a aceptar que el punto de vista de los
miembros del otro grupo tenga valor alguno. Aunque a muchos les pueda parecer sorprendente o
increible, en el terreno del derecho internacional siempre estuvo en duda, hasta una fecha tan reciente
como 1989 (fecha de la aprobación de la Convención de Naciones Unidas) que los niños y niñas fueran
sujetos de derechos y que entraran en la categoría de seres humanos, siendo, por tanto, detentadores de
derechos humanos.
Nos relacionamos con el «otro» grupo dando por sentado que nosotros somos ya-sí adultos,
responsables, competentes, fiables, capaces, conocedores de lo que es la vida, con «todos» los derechos,
etc. Mientras que ellos son aún-no competentes, ni responsables, ni capaces, ni fiables, y, por tanto, no
pueden tener todavía los mismos derechos. Pensamos en niños y niñas sólo en términos de las
diferencias con los adultos, y nos cuesta pensar en términos de las similitudes.
El derecho a la vida, el derecho a un trato no degradante, el derecho a la libertad de pensamiento o de
expresar lo que se piensa, ¿dependen en algo de la edad? Hay derechos humanos fundamentales que les
han sido denegados a niños y niñas simplemente por discriminación en razón de la edad.
El análisis de las relaciones intergrupales y de los procesos de diferenciación categorial nos llevan a otro
interesante terreno: Los miembros de cada grupo tienen perspectivas distintas sobre una misma realidad.
Muchos desencuentros entre niños/adolescentes/jóvenes y los adultos deberíamos reanalizarlos dentro de
estas dinámicas de diferenciación categorial, considerándolos meramente perspectivas distintas de una
misma realidad, ninguna de las cuales debe ser considerada más «cierta o falsa» que las otras.
Los adultos de nuestro entorno socio-cultural tenemos el reto de intentar comprender por qué hemos
estado tan «interesados» en mantener a niños/as y adolescentes en la categoría homogénea y separada
de los menores, en vez de profundizar en los procesos de socialización y en la construcción de nuevos
consensos sociales con las nuevas generaciones. Este punto es básico para comprender por qué muchos
adultos se resisten tanto a que se discuta e incremente la participación social de los niños y niñas.
Parece que todas las generaciones adultas de la historia occidental han visto mal que «los del otro
grupo», los más jóvenes, sean de forma distinta a como nosotros queremos y no se comporten «a
nuestra imagen y semejanza».
Los adultos somos los estables, y los jóvenes son cambiantes. Este tipo de creencias participan de nuestras
representaciones sociales sobre los más jóvenes. Una de sus características es que cuando se pone en
evidencia que las cosas no funcionan así, muchos adultos se sienten incómodos y se resisten reactivamente
a aceptar la evidencia.
Los últimos años, lo que más está contribuyendo a poner en entredicho el núcleo figurativo que sustenta
nuestras representaciones sociales sobre la infancia en el mundo occidental son las tecnologías
audiovisuales.
Una idea tradicional es que los niños se diferencian de los adultos en que «aún no saben lo que es la vida».
En el mundo urbano occidental ello equivalía a no saber «qué es el sexo y qué es la muerte». Los niños ven
muchas horas la televisión, generalmente más que los adultos, y que durante esas horas ven cientos de
asesinatos y de escenas cargadas de sexo.
Otra idea tradicional es que los niños «aún no son tan competentes como los adultos». ¿Quién programa el
vídeo en casa? En un altísimo porcentaje de familias aparecerá que lo hace el niño o la niña porque es lo
más práctico: lo hace más deprisa y se equivoca menos.
Antes que aceptar que el adulto no es tan competente como el niño, muchos prefieren (a) evitar la
comunicación sobre el tema, o (b) desvalorizar las competencias infantiles. Muchos adultos consideran que
ellos tienen mucho que enseñar a los niños/as, y nada que aprender. No es posible que los aún-no
competentes puedan enseñar cosas a los ya-sí competentes.
Los niños y niñas pierden interés por hablar con sus progenitores de los temas «inseguros» para los adultos.
Están apareciendo problemas de comunicación intergeneracional que generan insatisfacción en las
relaciones interpersonales. Es como si, en vez de aceptar y profundizar en una bidireccionalidad de la
comunicación entre generaciones, en la que hemos de esforzarnos en ver el punto de vista del otro
grupo, nos resulta más cómodo simplemente romper la comunicación sobre el tema.
 A modo de reflexiones finales: El análisis de las actuales políticas sociales de infancia, y de
supuestas alternativas futuras, requiere un análisis previo de tres vertientes representaciones,
inseparables entre sí.
o Representaciones sociales sobre la infancia : La idea nuclear es que este grupo de
población está formado por seres humanos fundamentalmente distintos e inferiores a los
adultos, los aún-no. Colectivamente no es pensable que puedan ser «iguales a los adultos»
en muchas cosas, por tanto, que puedan tener los mismos derechos. Buena parte del valor
social de la infancia está en el futuro. Nuestros niños y niñas se entiende que son los de
nuestro entorno privado, no los de nuestra sociedad.
o Representaciones sociales sobre qué necesidades y problemas de la infancia son
sociales: Las necesidades y problemas de la infancia son fundamentalmente privados: de sus
padres; a lo sumo, también de sus maestros y de sus pediatras. Hay alto consenso sobre los
derechos de los niños y niñas, pero baja intensidad a la hora de actuar: siempre debe haber
alguna otra instancia a quien le toca hacer algo cuando los derechos de los niños/as son
conculcados. Las políticas de infancia nunca son políticas prioritarias… pueden esperar;
tarde o temprano llegarán a adultos. Fenómeno que algunos autores denominaron a finales
del siglo XX invisibilidad estadística de la infancia
o Representaciones sobre las formas óptimas de intervenir para mejorar la situación de
la población infantil (y superar sus necesidades y problemas sociales):
Conceptualmente, el paradigma de la especialización, que ha imperado a lo largo de casi
toda la historia de las políticas sociales, está superado. Sin embargo se observa una gran
fractura entre la teoría y la práctica: El paradigma de la especialización sigue existiendo
por el simple hecho de que su aplicación a veces es más barata. La dimensión
presupuestaria suele ser de alto peso político en el mundo economicista en que vivimos,
aunque ello vaya en perjuicio de los usuarios. En la práctica, los tres paradigmas históricos
se pueden observar entremezclados en muchos de los programas de protección social a la
infancia, formando un totum revolutum.
Hemos visto emerger con fuerza las denominadas nuevas culturas infantiles y adolescentes. Las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación tienen mucho que ver con estas culturas: nuevos lenguajes
utilizados en el móvil o en Internet, distintas expectativas de valor de cara al futuro personal, nuevas
formas de relación, nuevas habilidades y competencias, más independencia del mundo adulto, menos
contraste de valores entre generaciones, etc… Cada vez está más claro que la infancia que podemos
observar a nuestro alrededor es «otra cosa» que la infancia tal como nos la representamos.
Se va observando una fractura de comunicación entre generaciones que ya no queda restringida a una
«crisis de la adolescencia»: Cada vez son mayores los porcentajes de adolescentes que no contrastan los
valores interiorizados a través de las tecnologías audiovisuales con ningún adulto, haciéndolo sólo con sus
iguales.
Si queremos saber más, deberemos ir y preguntar a los propios «menores»; y deberemos aprender a
escuchar mejor. No se trata de un mero cambio de actitud. Se trata de representarnos socialmente a la
infancia y la adolescencia de otras maneras posibles. Sólo si se da este profundo cambio psicosocial, se
podrán acelerar los cambios político-sociales necesarios en favor de la infancia. Y en ello sí que realmente
nos estamos jugando nuestro futuro social.
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Unidad 2 – Concepto de adolescencia y su comprensión
 Conceptualización de la adolescencia:

o El terminar con la búsqueda de una definición en post de una caracterización nos permitirá
un proceso comprensivo de “las adolescencias”, entendiéndose el plural toda vez que
aporta a que observemos que el desarrollo podrá ser único y compartido culturalmente en
algunas formas (cambios biológicos por ejemplo) y totalmente diferenciado entre
contextos en otras (inicio sexual, autonomía), propiciando que nuestra intervención se
ajuste al contexto de los adolescentes en intervención y no a la búsqueda de “ajustar al
adolescente a nuestra idea de la adolescencia”.
o “Adolescencia” no ha sido un término delimitado o claramente diferenciado de otros
conceptos como “pubertad”, entendida esta última como “el período de la vida de la
persona en el que se desarrollan los caracteres sexuales secundarios y se alcanza la
capacidad de reproducción”
o En algunas sociedades, la pubertad no marca el inicio de la etapa adolescente, mientras
que, en otras, la existencia de ritos y ceremonias ligadas al marcaje cultural de inicio de
la vida adolescente preceden el inicio de la pubertad. Dichas diferenciaciones podrán ser
visualizadas en las distintas formas de describir y conceptualizar la adolescencia.

 La adolescencia desde el enfoque psicológico:

o Desde una perspectiva clásica psicoanalítica, la teoría del establecimiento de la identidad


del yo según Erikson señala que la adolescencia se caracteriza por la rapidez del
crecimiento físico, la madurez genital y la conciencia sexual. En sus palabras, el joven se
enfrenta con una “revolución fisiológica” dentro de sí mismo que amenaza la imagen
corporal y la identidad del yo. El adolescente empieza a preocuparse por lo que “parece
ser ante los ojos de los demás”, en comparación con el sentimiento que tiene de sí mismo.
Así, la adolescencia es el periodo durante el cual ha de establecerse una identidad
positiva dominante del yo y su búsqueda será determinante en la historia de vida, en tanto
de no establecerse de manera satisfactoria podría afectar en un desarrollo difuso de su
individualidad y un peligro ulterior del yo.
o Desde una perspectiva contemporánea, Hauser y Smith indican que la teoría
psicoanalítica explica las transformaciones somáticas de la pubertad como el origen de
las transformaciones psicológicas de la adolescencia. Con base a esta mirada, la
consecuencia de las transformaciones pulsionales de la adolescencia será la búsqueda de
nuevos lazos objétales que favorezcan el desarrollo de una nueva identidad y enfatizan la
relación entre el campo afectivo y cognitivo en la adolescencia.
o Fisher realza la importancia de la percepción autoevaluativa que otorgan los otros
significativos (familia, amigos, etc) para el desarrollo del autoconcepto personal,
definiendo esto como “respuesta contextual” es decir, el adolescente otorgará una
respuesta en función de la propia percepción afectiva que tiene desde el contexto
relacional. Es desde ahí, que podemos entender que el contexto relacional y la percepción
de dicho contexto, por ejemplo, familiar, influirá considerablemente en el comportamiento
del adolescente y sus conductas.
o Inexistencia de una posible intervención estándar con adolescentes, en tanto el contexto
otorgará el sentido y los objetivos que debemos trabajar. Pero que, sin duda, una
intervención con adolescentes requerirá de profesionales que puedan otorgan un vínculo 1
afectivo que aporte a un autoconcepto positivo.
o Thompson por otro lado presenta el concepto de “reverso” como idea central de su modelo.
Él pretende diferenciar entre lo que es perceptivamente dado y lo que es mentalmente
construido por el adolescente, resultado de una etapa con un mayor desarrollo cognitivo.
Un enfoque intermedio entre la propia interpretación interna del joven: pensamientos,
sentimientos, etc.; y las variables externas o contextuales que condicionan la interpretación
personal.
o Por último, Aberastury y Knobel señalan en su texto “La adolescencia normal” que los
adolescentes sufren por aquel mundo adulto que es al mismo tiempo deseado y temido.
Los cambios sufridos al comenzar la adolescencia otorgan nuevos patrones relacionales con
los padres, el medio social y con ellos mismos. Los cambios físicos muchas veces provocan
la ansiedad de “Sentirse niños en un cuerpo de adultos”.
o El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas. Lo que configura
una identidad semipatológica, que han denominado “síndrome normal de la
adolescencia”, presentando un adolescente perturbado y perturbador para el mundo
adulto, pero totalmente necesario, para el adolescente, que en este proceso va a establecer
su identidad, que es un objetivo fundamental de este momento vital. Para aquello será
fundamental que el adolescente enfrente el mundo de los adultos para el cual, sin duda,
no está completamente preparado. Pero también debe desprenderse de su mundo infantil
con el cual vivía medianamente cómodo.
Según la autora, dicho proceso se desarrolla como un duelo de personalidad,
identificándose:
 El duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia, que se
impone al individuo (espectador impotente)
 El duelo por el rol y la identidad infantiles , que lo obliga a una renuncia de la
dependencia y a la aceptación de responsabilidades
 El duelo por los padres de la infancia a los que persistentemente trata de retener en
su personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan, situación
que se ve complicada por la propia actitud de los padres, que también tienen que
aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños.
o Frente a los conflictos que esto conlleva, el adolescente busca la solución formando un
sistema de teorías, de ideas, un programa al cual aferrarse y también la necesidad de algo
en lo que pueda descargar el monto de ansiedad y los conflictos que surgen de su
ambivalencia entre al impulso al desprendimiento y la tendencia a permanecer ligado. Por
tanto, es común ver que la aparición de creencias políticas y/o religiosas que son vividas
apasionadamente o en su defecto, cuestionamientos incesables de todo el orden de

1
El vínculo, en cualquier intervención, será la base fundamental del trabajo interventivo. El poder cultivarlo o desarrollarlo,
dependerá de la capacidad de otorgar una explicación interna acerca del comportamiento del adolescente en su contexto (por
parte del profesional). De no poder otorgarnos dicha explicación, muchas veces nos pondremos en la posición de
enjuiciamiento o de mera modificación conductual. Dicha explicación no supone la “justificación” de la conducta sino más bien
la utilización de la explicación de los motivos contextuales donde se despliega la conducta para el abordaje de dichos
motivos desde una lógica reflexiva y vincular que propicie una modificación contextual y conductual.
aquello que pertenece al mundo adulto, al cual desea llegar bajo sus propios términos. La
búsqueda de figuras con las cuales identificarse se encuentra presente, siendo
especialmente figuras a quienes considera capaces de otorgar algo diferente a aquello
que desprecia (realidad familiar, realidad social, etc.).
o La hostilidad frente a los padres y el mundo en general se expresa en base a su
desconfianza, en la idea de no ser comprendido, en su rechazo de la realidad adulta la
cual desprecia en ocasiones, situaciones que pueden ser ratificadas o no por la realidad
misma
o Sufre crisis de susceptibilidad y celos, exige y necesita vigilancia y dependencia (posición
infantil), pero sin transición o flexibilidad por parte de los adultos para soportar estas
incongruencias entre la posición infantil/adulto surge en él un rechazo al contacto con los
padres y la necesidad de independencia y de huir de ellos.
o El adolescente, cuyo fin sino es la búsqueda de ideales y de figuras ideales para
identificarse, se encuentra con la violencia y el poder: también los usa.
o Es posible observar en la adolescencia de forma real en la conducta de los adolescentes una
energía transformadora, pero de constante cuestionamiento de aquella realidad que no le
acomoda. Es común ver como el mundo adulto, en ocasiones reacciona de forma punitiva y
en pro de fomentar en el adolescente la adaptación a un mundo al que nos hemos
conformado, entrando los discursos adolescentes en claro conflicto, no permitiendo la
correcta expresión de la capacidad creativa.

 La adolescencia desde el enfoque sociológico

o Esta teoría considera que las causas de la transición adolescente residen de manera
primordial en el entorno social del individuo y su proceso de socialización.
o La teoría sociológica se centra en dos puntos principales.
 Un primer punto considera que los adolescentes tienen que enfrentarse a
situaciones sociales, en la que la posición y los roles sociales son ambiguos y mal
definidos.
 Mientras un segundo punto aborda cómo el contexto social condiciona al
adolescente a actuar y a pensar de una determinada manera, al haber la sociedad
tipificado una serie de actitudes, conductas e ideologías como propias de una
etapa adolescente. Desde este enfoque se destaca que los adolescentes no son
únicamente púberes, sino que la estructura social y cultural conforma el fundamento
que explica y predice los comportamientos individuales de los jóvenes.
o Coon (1998)  Cuatro factores altamente determinantes, de origen socio-cultural:
a) La dinámica familiar
b) La experiencia escolar
c) El marco cultural que ha estructurado el ambiente social para la puesta en práctica
de normas y limites
d) Las condiciones económicas y políticas del momento
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Unidad 3 – ¿Qué es el adultocentrismo?
 En el colectivo del mundo adulto, es posible evidenciar acciones en las cuales hay un marcado
sentido de posicionar a los niños en un papel de inocencia y vulnerabilidad devenida en la idea
de objetos (dada las características de las acciones) que necesitan protección y defensa constante,
llevando el peso de la decisión de su bienestar y futuro, pues es el adulto quien “sabe lo que es
mejor” aun cuando esto vaya en plena contradicción con lo que el niño necesita.
 Asimismo, una vez que los niños alcanzan la adolescencia, la actitud proteccionista de los
adultos a menudo se convierte en una de criminalización de su conducta y una pugna constante
con la finalidad de dominarlo/a y marcar decididamente aquello que confiamos es lo que no
sabe, pero necesita.
 Después de los 12 años aproximadamente, se observa en la sociedad adulta una nueva
configuración y significación del comportamiento de los niños; ya en proceso de inicio de la
adolescencia, pasando a convertirse en imprudentes y rebeldes sin sentido, dando como resultado
la expulsión -real o simbólica- desde el espacio público, las decisiones familiares, etc. como un
medio de mantener la supremacía que ostentaban sobre estos cuando eran niños.
 Kurt Iverson sostiene que, a través de la concepción del niño vulnerable, los adultos
aparentemente pueden exagerar inocuamente el riesgo y las amenazas y priorizar y legitimar las
intervenciones o acciones que violan los derechos humanos básicos y la dignidad de otros niños
y jóvenes (Gleeson y Sipe 2006, 53).
 Académicos y activistas han comenzado recientemente a pensar en los niños como un grupo
desempoderado oprimido por la supremacía adulta y el adultismo.
 Delgado define la supremacía de los adultos como “la creencia fundamental de que los adultos
tienen la autoridad moral para controlar la juventud" (Delgado 2008. 29) y Bell define el
adultismo como "la creencia inherente que los adultos son los mejores expertos en gente joven:
sus problemas, sueños, ansiedades y habilidades". Es la “suposición de que los adultos son
mejores que los jóvenes y tienen derecho a actuar sobre los jóvenes sin su acuerdo".
 ¿Por qué exactamente los adultos se resisten a una mirada orientada a la autonomía
progresiva? Hay que destacar que esto pudiera deberse a la creencia infundada que sus derechos
como adultos superan a los de los niños, en cambio, el valorar a los niños y jóvenes como
miembros iguales de la sociedad. con perspectivas significativas e importantes, pondrían en
jaque la posición de poder y sometimiento que se ha perpetuado transgeneracionalmente,
entendiendo a los niños y adolescentes como extensiones de su propiedad y que se refuerza en la
clásica sentencia que muchos escuchamos, con las variaciones que se estime, en nuestra
infancia “mientras no seas adulto y vivas fuera de mi casa, harás lo que yo quiera”
 ¿Desde donde se transmite el adulto centrismo? Una idea que ha reforzado esto es la visión
patriarcal del valor social (UNICEF, 2012) que sustenta la idea que el hombre adulto es el
modelo ideal de persona que lidera la esfera pública y privada; excluyendo a las mujeres por
razones de género y a los adolescentes por no estar preparados y por tanto no tener valor aún. Es
así como la reproducción del modelo se encuentra presente de manera inconsciente en toda la
sociedad, se transmite en las relaciones familiares y se impone como un ideal para niños y
adolescentes que buscan en el “ser adultos” el valor y los privilegios que se les ha negado.
 Los mensajes que dan fuerza a lo anterior son fácilmente detectables e incluso es tal su presencia y
normalización que no sólo las escuchamos en padres sino muchas veces en profesionales que
trabajan directamente en infancia y adolescencia.
 Es reconocible que muchos adultos no cuentan con las herramientas suficientes en su propia vida
para orientar y enfrentar lo que están viviendo los más jóvenes en su época, no permitiéndose
escuchar a los adolescentes, buscando mantener el control e insistiendo en que lo que ellos les ha
funcionado debe funcionar para los adolescentes.
 Di Segni Obiols (2002) reconoce 3 tipos de adultos en la actualidad, en relación con la
adolescencia que, sin embargo, es posible homologar con la infancia también:
o Adultos tradicionales: corresponden al adulto que ha heredado el rol transgeneracional
tradicional, negándose a los cambios que la sociedad actual demanda. Este modelo, al contar
con un marco explícito de pautas claras a seguir, permite al adolescente tener contra qué y
quién rebelarse, pero puede propiciar el autoritarismo, al intentar mantener un modelo que
actualmente no encuentra eco.
o Adultos adolescentes: Califican por edad, claramente en la adultez sin embargo se
niegan a abandonar la posición adolescente. Se define como amigo de sus hijos y ostenta
una vestimenta, lenguaje y actividades propias de dicha edad. El problema para el
adolescente es que se enfrenta a un igual, por tanto no tiene contra quién oponerse.
Asimismo, al posicionarse como pares, si bien logran establecer un dialogo mayor, no
logran ejercer un rol adecuado, obligando al adolescente a un mundo sin límites y con
responsabilidades para los que no se encuentran preparados sin la red de contención que
debiesen desplegar sus padres. Desde la experiencia clínica, un adolescente con padres
bajo esta figura, incluso podrían llevarlo a la parentalización propia de la confusión de
roles, volviéndose padre de sus padres, a la búsqueda de figuras externas que puedan
desplegar el rol o conductas de alto riesgo sin medir consecuencias.
o Adultos inseguros: Buscan no ejercer su rol adulto del mismo modo que sus padres, sin
embargo, los lleva a cuestionar constantemente su actuar. Temen cometer los errores de
los adultos que tuvieron en su infancia o reconoce en su accionar aquello que tanto les
molesto en su posición de hijos. Por mantenerse constantemente cuestionando su ejercicio
de despliegue adulto no cuentan con las capacidades para poner límites, siendo a veces
víctima de maltrato de sus hijos adolescentes, quienes ven en ellos una figura incoherente
e incapaz de contener la rebeldía propia de la individuación adolescente; por otro lado, a
fin de compensar su inseguridad los adolescentes pueden volverse extremadamente sobre
adaptados y maduros, llegando a contener las ansiedades de sus propios cuidadores.
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Lectura Unidad 3 – Adultocentrismo y Género como formas negadoras de la cultura infantil (Irene
de la Jara Morales, 2018)
I. Los lugares de la infancia
El juego como espacio de transformación
La imitación, durante la infancia, es un proceso relevante que da cuenta de cómo los patrones sociales y
culturales se van incorporando en las personas, pues se imita lo que ha sido internalizado e incorporado
en la memoria, y se internaliza lo que está socialmente arraigado e históricamente desarrollado
(Vigotsky, 2009), lo que permite un temprano entrenamiento en la vida social (País, 2016).
Donde mejor se manifiesta la imitación, en el caso de la infancia, es en el juego, que es una actividad
cultural y cognitiva muy intensa porque implica la toma de una serie de decisiones: resolver lo que se va
a imitar; recordar la situación que se quiere imitar; relevar de esa situación aquello que contiene mayor
sentido; convertir los objetos cotidianos en otra cosa que sirva a los objetivos del juego (ejercicio
simbólico), lo que reviste algún grado de complejidad porque esa transformación no es azarosa ni
arbitraria, tiene una lógica y un propósito que permiten transitar hacia lo imaginario (Bouzas, 2004);
utilizar un lenguaje (no necesariamente el hablado o escrito); focalizar la atención en los elementos de
interés y organizar su universo interno coordinándolo con las acciones corporales necesarias para dar
vida al juego.
El des-orden establecido en el juego es un orden nuevo, un sistema semiótico, un lenguaje creado por
niñas y niños para generar un relato.
Toma elementos de la realidad, pero estos son resignificados, alcanzando incluso ribetes místicos y
sagrados, ya que el nuevo orden es superior al orden corriente y común de la vida.
Esta demarcación circunscribe territorialmente al juego, lo que permite que se establezcan relaciones de
seguridad y de apego espacial, sensaciones que se van registrando en la memoria, de manera paralela a
un tipo de familiaridad o sentido de cobijo, fundamentalmente porque a través del juego el niño y la niña
tejen, en ese lugar, su historia personal (Pilowsky, 2014).
Esta experiencia –que implica al cuerpo, a la mente, al pensamiento y al entorno– es la evidencia de la
apropiación “encarnada” de la cultura, pero al mismo tiempo, es en sí misma creadora de cultura.
El territorio del juego es un espacio de conquista y de dominio (Huizinga, 1968)
Es una actividad creativa, inteligente, sensible, donde se produce un tipo de conocimiento similar al
conocimiento estético, pues hay atención movilizadora, apertura mental, sensibilidad frente a la propia
creación y la de otros, catarsis, gestión emocional y desarrollo de argumentos.
Sin embargo, a pesar de los beneficios individuales, sociales y culturales del juego, “los saberes
construidos en y desde la experiencia lúdica son considerados desde una lógica de la infantilización, y a
esta se le considera como trivial, sin relevancia educativa” (Moreno, 2018, p.20). El juego es
considerado, desde la mirada adulta y con una perspectiva que lo reduce a una única posibilidad, como
una actividad que implica solamente diversión o como una especie de premio al esfuerzo, sobre todo
cuando niñas y niños han estado largas horas dedicando su tiempo a tareas de alta complejidad o que
demandan un esfuerzo personal adicional (de hecho, en muchas escuelas aún se castiga a los niños
dejándolos sin recreo, cuando “la situación lo amerita”).
En realidad, niñas y niños viven en “modo” juego. La negación del juego equivale a la negación del
cuerpo, de la sensorialidad y de la misma infancia (Moreno, 2018).
Esta negación afecta varias dimensiones del ser humano. Una de ellas es la sensorialidad, pues la falta de
contacto con el ambiente impide la entrada de información al cerebro: texturas, sabores, aromas, formas,
peso, son datos elementales para aprehender el entorno; incluso el sentido topográfico, como las
distancias o las superficies donde niñas y niñas se mueven, queda obstruido, lo que limita las
posibilidades de recrear o representarse un determinado espacio. Otra dimensión afectada es la expresión
del cuerpo (en relación con la sensorialidad), pues se impide la organización del movimiento, lo que
inhibe la posibilidad de armar los propios mapas mentales, cuya finalidad primordial es informarse a sí
mismo. Estos mapas, señala Damasio (2010), se construyen en la medida en que interactuamos con
personas, con máquinas, con objetos y lugares, es decir, desde el exterior hacia el interior. Se elaboran y
reelaboran también cuando ejercitamos el recuerdo, cuando vamos al interior de los bancos de memoria del
cerebro, incluso cuando dormimos. Por eso es tan importante tener la experiencia, de modo tal que sirva de
insumo para el ejercicio posterior. Otro aspecto que queda negado es el psicológico, pues, al jugar, niñas y
niños pueden “resolver” un conflicto cuya resolución en la “vida real” resulta más compleja o
imposible. Finalmente, los objetos, juguetes y “cachureos” pierden la posibilidad de ser convertidos en
una cosa diferente, lo que en términos pedagógicos, afecta los significados culturales.
El dibujo: Un lenguaje propio
Dibujar es una experiencia que trasciende la sola materialidad; es el espacio de vida donde niñas y niños
revelan, a su modo, cómo ven y entienden el mundo. Es una forma de lenguaje que nos comunica, a
veces, un contenido explícito como alegrías, afectos, desafectos, personas, paisajes, proyecciones,
mascotas, soles, casas, etc. y, otras veces, contenidos menos explícitos como fuerzas kinésicas, puntos,
nudos, colores, vacíos, persistencias. El dibujo, además, es un relato cuyo sentido está determinado por
un contexto que le impone a la niña y al niño el uso de ciertos elementos y competencias propias de su
cultura (Jiménez et al., 2008). Es, sin lugar a dudas, una semiótica que conforma una singular y propia
cultura infantil.
El dibujo es una fuente de información
Desde esa lógica, y especialmente en el campo de la innovación educativa, el dibujo es una herramienta
cuya utilidad va más allá del mundo del arte, convirtiéndose en un códice que podría responder a
inquietudes existenciales que, con otros medios, quizás, serían de difícil exploración.
Jiménez et al. (2008), citando a Barthes (1974)  [El dibujo] como mensaje denotado es un mensaje
codificado, carácter que aparece en tres niveles: en primer lugar, reproducir mediante el dibujo un
objeto o una escena exige un conjunto de transposiciones reguladas y los códigos de transposición son
históricos (sobre todo en lo referente a la perspectiva); en segundo lugar, la operación del dibujo (la
codificación) exige de inmediato una cierta división entre lo significante y lo insignificante: el dibujo no
reproduce todo, sino a menudo, muy pocas cosas, sin dejar por ello de ser un mensaje fuerte. La denotación
del dibujo es menos pura que la fotográfica ya que nunca hay dibujo sin estilo. En tercer lugar, como en
todos los códigos, el dibujo exige un aprendizaje. (p.9)
Cuando la aproximación al dibujo opera desde la lógica adultocéntrica, aparecen – consciente e
inconscientemente– ciertas categorías con las que se tiende a juzgar más que a “oír” el mensaje o a
disfrutar del resultado. Una de esas categorías es la perfección motriz.
Hay que insistir en que la niña y el niño sí saben dibujar, pero lo hacen a su manera, pues su arte se
encuentra en una dimensión diferente a la del adulto; su arte “obedece a leyes particulares a las que el
niño no puede escapar. Pero no son leyes de estética; el arte infantil posee una verdadera ‘gramática
plástica’” (Stern, 1965, p.13). Con esta gramática, la niña y el niño acceden a la cultura y expresan
(cuando lo desean) su mundo interno. El dibujo es un lenguaje que les permite retrotraer aquello que
les interesa e incrementar su aprendizaje sobre eso.
Cuando una persona dibuja (sin mirar el objeto, solo recordándolo), vuelca en la imagen lo que sabe de
ese objeto, lo que recuerda. Ese proceso es el mismo que viven las/os niñas/os, pero con la ventaja lúdica
de no sentirse atrapadas/os en la necesidad de hacer una copia fiel o coincidente con el objeto pensado.
No necesitan reproducir o copiar la realidad, sino hacerla presente en su imaginación para
transformarla, mecanismo creativo en torno al cual gira, además, el proceso de aprendizaje
Los cuestionamientos provienen de la falsa creencia de que niñas y niños no son agentes (no generan
sus acciones) de su propia vida; que son absolutamente concretos y que, por lo tanto, no pueden acceder al
mundo de lo simbólico o metafórico; que la creatividad es privilegio de mentes con más experiencias. En
definitiva, las dudas y cuestionamientos de la productividad cultural de la infancia provienen “de la
consideración de que un niño es incapaz de aprender por sí mismo, del desconocimiento de su proceso
natural de aprendizaje y del papel que debe jugar en él un adulto” (Castro, 1997, p.39).
Esto es muy relevante, especialmente en el ámbito de la enseñanza, pues la perfección motriz, en tanto
categoría adulta, reduce el dibujo a una cuestión más bien técnica, restándole el valor simbólico y
emocional que la obra porta.
Son las ideas (fijas) previas que el adulto tiene respecto de las imágenes y de la forma en que deben
ser representadas, las que impiden reconocer la capacidad de una niña o un niño de aprender su propia
técnica y de llegar a sus propias soluciones, negando con ello la posibilidad de exploración de la forma,
del color, del material, etc.
Este adultocentrismo es de muchas maneras el responsable de la falta de confianza en las propias
capacidades; paulatinamente, niñas y niños se van despojando de sus personales ideas y van asumiendo
los patrones del adulto experimentado.
El rol del adulto, como advierte Castro (1997), no debe consistir en mostrar superioridad motriz, sino más
bien en asistir y acompañar el proceso de búsqueda que se realiza mientras la niña o el niño aprende. La
imposición de la forma, la hegemonía de la imagen reprime los descubrimientos y conquistas motrices y
espaciales tan gravitantes en el aprendizaje del contenido visual.
Una segunda categoría adulta que suele aplicarse a los dibujos de las niñas y los niños es la
abundancia de detalles. Los dibujos son evaluados como productos “inacabados”, pues la falta de
detalles se observa en oposición a la completitud. Sin embargo, el repertorio de detalles varía entre los
individuos adultos también, especialmente porque el significado atribuido al entorno (objetos, paisajes,
símbolos, personas, relaciones, etc.) es único y se conecta con las experiencias de vida. Además, la idea de
inacabado es un concepto que, de aceptarse, no incumbe solo a niños y niñas, pues en todas las etapas
de la vida se están desarrollando o completando procesos.
En consecuencia, lo que niñas y niños expresan en sus dibujos constituyen experiencias totales, no son
ensayos ni hay nada pendiente en ellos, aun cuando en la mirada adulta esto pueda evaluarse como una
falta.
Muchas veces niñas y niños son sometida/os a la experiencia de dibujar en torno a temas muy alejados
de sus intereses, lo que deriva en la necesidad de “salir lo más pronto posible” de esa instancia mediante
un trabajo rápido, con un mínimo de detalles.
Lo que no se debe perder de vista es que, en las experiencias de aprendizaje, los saberes y perspectivas
infantiles tienen que estar considerados, de lo contrario el proceso se vuelve poco orgánico,
desconectado de la vida y sin un sentido claro.
Otra categoría adulta con la que se aprecian los dibujos de las niñas y los niños tiene que ver con la
madurez temática. Para muchas personas, la insistencia de niñas y niños en un mismo tema (por
ejemplo, dinosaurios, aviones, pájaros, etc.) implica falta de madurez para enfrentarse al dibujo. La
exclusividad temática de los dibujos infantiles constituye, desde la perspectiva adultocéntrica, un deterioro
en la imaginación, una inmadurez, una obsesión o una falta de interés por incorporar nuevas ideas. Sin
embargo, la perseverancia temática no es otra cosa que la expresión de un acto de concentración sobre
lo que le dictan sus impulsos profundos; es un interés llevado a un alto grado de manifestación; no es
pobreza (Stern, 1965), es búsqueda, es autoexpresión, es legitimidad frente a las elecciones. Ahora bien,
tal como se señala en el párrafo anterior, esto no significa que la educación no pueda contribuir a
enriquecer los mundos culturales de la niñez, pero eso no puede realizarse aniquilando lo que para niñas y
niños resulta significativo.
El dibujo es en sí mismo una forma muy particular de comprender la realidad y de convertir una idea
en imagen.
Cuando niñas y niños todavía no se han encontrado con sus medios y su estilo, los dibujos son imágenes
figurativas de la realidad, especie de anécdota descriptiva o texto literal. Cuando han encontrado su
sentido, el dibujo es simbólico y tiene, verdaderamente, fuerza y valor alegórico.
Una mano muy grande en relación con el resto del cuerpo, por ejemplo, podría hacer referencia al
castigo, a la caricia, a algún elemento estético de interés de esa mano como el color, textura de la piel,
etc. Un dibujo donde el cabello llega a los pies podría ser la alegoría de la belleza o del sufrimiento. No
necesariamente estas representaciones obedecen a una falta de proporción, como podría inferir un adulto.
En torno a la infancia casi siempre se tejen representaciones que la niegan en su proceso creativo.
Observamos sus creaciones como cosas “graciosas”, cuando en realidad, en el caso específico del dibujo,
hay un valor narrativo relacionado con significaciones íntimas que niñas y niños les atribuyen a las cosas
que representan. El dibujo encarna una abstracción y opera como el reflejo de la mente visual (Jiménez
et al., 2008).
El dibujo, así como el juego, es la demostración empírica de que los datos sociales recibidos (la herencia
cultural), una vez que se internalizan, son modificados o resignificados en la estructura particular de
cada persona; si no fuera así, la vida sería un eterno continuo invariable. Sin embargo, y aquí es donde
radica el problema, aun cuando los cambios se producen, existen ciertas estructuras sociales que son
muy resistentes, como las generacionales y las de género, ambas expresiones del sistema patriarcal
(Cussiánovich, 2010). Estas formas estereotipadas se van internalizando en el individuo desde antes de
nacer y, de forma casi imperceptible, van constituyendo nuestra humanidad.

II. Manifestaciones patriarcales


El adultocentrismo como forma de poder
El hecho de entender la infancia en un contexto más próximo a la naturaleza que a la cultura,
contribuye a instaurar la idea de niñas y niños como personas con menos capacidad para producir
cultura o acceder a ella, a pesar de que la originan al reformular ideas, generar teorías, modelar
procesos sociales (Maldonado y Andrade, 2017), crear objetos, construir argumentaciones, levantar
nuevas definiciones, etc.
Se comienza a construir así un estereotipo generacional que les sitúa bajo la potestad y superioridad de
la persona adulta, la que se considera racional y civilizada (Pavez, 2012).
Esta relación de subordinación, muy resistente a lo largo de la historia, impone una cierta representación
de la infancia asociada a la pasividad, idea bastante alejada de la realidad, pues niñas y niños no
solamente son agentes sociales capaces de activar y crear sus propias “y únicas ‘culturas’, sino que
simultáneamente contribuyen a la producción y reproducción de las sociedades adultas” (Ballestín,
2009, p.233).
Estas diferenciaciones jerárquicas no solo son negadoras para la infancia, sino que entorpecen u
obstruyen la posibilidad de acceder a los universos creados por niñas y niños, perdiéndose, así,
información que contribuiría a que las personas adultas tuvieran nuevas perspectivas y enfoques en
torno a determinadas realidades, situaciones cotidianas, hechos históricos, contingencia nacional, etc.,
pues la voz de la infancia siempre es novedosa y sus sistemas de significado pueden llegar a ser
realmente creativos y poéticos.
La lógica adultocéntrica es excluyente y fomenta lo que Bourdieu (2008) llama habitus, espacio
simbólico que no solo genera una descripción de la diferencia (en este caso, adultez y niñez), sino que
naturaliza la desigualdad: una sabe, la otra ignora; una impone, la otra obedece; una transmite, la otra
recibe; una habla, la otra repite, etc. Esta relación jerarquizada legitima ciertas prácticas de llenado o
depósito cultural, en el sentido de dictar e imponer un orden, un contenido, sin permitir la reinvención o
la autonomía del pensamiento (Freire (1997); son métodos de corrección y de mejora que niñas y niños
van percibiendo, a medida que crecen, como “naturales”.
La matriz básica de este habitus es la socialización primaria.
El habitus se define como un sistema de principios generadores de prácticas, apreciaciones y
percepciones. Este sistema es incorporado a lo largo de la historia del individuo (…). El habitus es la ‘clase
incorporada’. Supone el aprendizaje del espacio social y de la posición que se ocupa en él en forma de
esquemas prácticos de acción, percepción y apreciación.
Es en el marco del orden adulto desde donde surgen o se establecen las relaciones con la infancia. El
discurso adulto, en su mayoría dominante, tiende a lo autoritario y a considerar a niñas y niños como
incapaces (Cussiánovich, 2010, p.9), lo que se traduce en prácticas correctivas, coercitivas o negadoras
“por el bien del niño”. De este modo, los saberes propios de la infancia van quedando relegados a un
plano de menor valoración social.
Al hablar de adultocentrismo no se enarbola la idea de ignorar el valor de las personas adultas en la vida
de niñas y niños; se trata más bien de hacer la diferencia entre acompañarles en sus procesos de
exploración y búsquedas, reconociendo en su imaginario nuevas perspectivas de análisis, valorando sus
razonamientos y creaciones, respetando en definitiva su estatus de persona, e imponer arbitrariamente
un modo de hacer y pensar basándose únicamente en la edad como argumento.
El orden establecido sitúa a la infancia en un plano de exclusión que se manifiesta en los pequeños actos
cotidianos, tanto en el ámbito familiar como educacional, principalmente.

El Género: De la diferencia a la desigualdad


El habitus –sistema de relaciones históricas que impone un determinado orden social y que se asume
“naturalmente”– no se observa solo en atención a la edad; en forma paralela a esta jerarquización, los
adultos contribuyen a construir la identidad de niñas y niños gracias a las desigualdades sociales que
consciente e inconscientemente van traspasando en atención a la diferencia sexual.
La construcción de la identidad es un proceso bastante más complejo que solo sentirse parte de un
colectivo, no obstante, la transmisión de información, valores, creencias, etc. y las prácticas cotidianas
de socialización son particularmente relevantes en este proceso.
Esta información queda arraigada, grabada en todo el cuerpo como resultado de conexiones sinápticas
reforzadas a lo largo de nuestra vida; el ejercicio del juicio no es movilizado porque va operando de manera
gradual sin que el ser humano tome mucha conciencia de ello (Candau, 2008). Es una memoria que opera a
través del gesto, del movimiento, de la palabra, del cuerpo actuante. Es esta acumulación implícita de
saberes la responsable absoluta de inculcarnos formas de ser, de saludar, de sentir, de pensar, de
caminar
Decir ciertas cosas, y dejar de decir otras, forma parte de las decisiones que se toman en contextos
familiares, en la escuela, en el arte, en la literatura, en el museo. Muchos de esos relatos se van
armando en torno a binarismos hechos sobre la diferencia sexual (hombre-mujer; activo-pasivo;
creativo-reproductivo, etc.), favoreciendo prematuramente otro estereotipo: el de género.
Esta realidad es muy relevante, especialmente en el ámbito educativo institucional, pues la naturalización
de la desigualdad se legitima, evidentemente, cuando se realiza a nivel de instituciones cuyos
dispositivos, como el currículum, por ejemplo, se abordan desde modelos masculinos donde las niñas
solo son invitadas a participar, sin tener mayor protagonismo; de hecho en las interacciones
pedagógicas, las niñas reciben menos atención y, específicamente, menos críticas e instrucción, en
comparación con los niños (Espinoza, 2016).
Asumir el rol educativo con perspectiva de género, especialmente en primera infancia, obliga a mirar no
solo la forma en que adultas y adultos se relacionan con niñas y niños cotidianamente, sino que
también exige que en los contenidos se reconozca el aporte y las formas de producción tanto de hombres
como de mujeres, pues la transmisión de las pautas sociales de género la promueven, de manera
fundamental, las instituciones y los medios de comunicación (Tarducci y Zelarallán, 2016).
Problematizar los contenidos, preguntar por las ausencias, poner en cuestión el orden social con el fin
de preparar el sentido crítico frente al conocimiento es un ejercicio que debe comenzar desde la primera
infancia.

El rol de los cuentos infantiles en los estereotipos de género


Los cuentos son instrumentos importantes que contribuyen al desarrollo humano y, al igual que lo que
ocurre en el juego y en el dibujo, se van resignificando en la mente de quien los escucha. Nadie duda de
las potencialidades del cuento: favorece el contacto; en los bebés beneficia el diálogo tónico (tan
importante en la adquisición de la seguridad básica y los rituales de afecto); refuerza el lenguaje;
fortalece el hábito lector, ya que es importante en la generación de actitudes lectoras; ayuda también en
la superación de los conflictos.
El cuento se relaciona con al menos tres elementos fundamentales (Serrabona, 2008). El primero de
ellos es la curiosidad, pues sirve de vehículo de entrada para conocer el entorno; permite también
reconocer intenciones y situarse en un marco de valoraciones; supone inquietud, sorpresa, interés por
completar algo que está en proceso y necesidad de solucionar un nudo o problema. Esto ocurre cuando
niñas y niños son capaces de conectar la narrativa con su propia experiencia y cuando tienen la necesidad
de entender y conocer el mundo que les rodea, tal como ocurre en el juego. El segundo elemento es la
imaginación. Los cuentos introducen a niñas y niños en un universo encantado, cuya magia les permite
recrear, cada vez que sienten alguna amenaza. La imaginación opera como una realidad paralela que,
al igual que el juego, permite sobrellevar la vida cotidiana. Y, por último, un tercer elemento es la
esperanza. Los cuentos ayudan a niñas y niños a pensar que se alejarán de un momento y estado de
inferioridad que los oprime (Bettelheim, 1997; citado por Serrabona, 2008). Incluso, los cuentos de hadas
brindan la promesa del premio al mérito.
También es una herramienta muy poderosa para instalar estereotipos
Cabe preguntarse, ¿qué ocurre con las mujeres en los cuentos?, ¿qué se dice de ellas? y ¿qué no se dice
de ellas?
Es un hecho constatable que los personajes femeninos que encarnan el papel de heroínas son
necesariamente buenos y que esta bondad está unida, entre otras cosas, a la impotencia. La heroína está
situada por su condición de tal en un espacio desde el que no es posible ejercer poder alguno: encerrada
en el hogar de su casa y cubierta de cenizas, emparedada en una torre altísima, expuesta en una urna de
cristal cuidadosamente sellada, o, como en el caso de la Bella Durmiente, depositada en lo alto de la torre
de un castillo al que un muro de espinos ha vedado el paso. Carecen de fuerza física para llevar a cabo su
autoliberación y no poseen ingenio suficiente como para procurarse dicha liberación por otros medios;
de todos modos, ni siquiera poseen la voluntad necesaria para pensar en buscar una salida a sus
problemas, porque son esencialmente víctimas desvalidas: todas las ‘gracias’ que las adornan colaboran
para potenciar su desvalimiento y la educación que han recibido lo subraya con ahínco. A consecuencia
de todo esto, la cualidad de pasivas es la que mejor puede describir a las heroínas patriarcales, entre las
que la Bella Durmiente figura prominentemente. (Fernández, 2014, p.126).
Los estereotipos patriarcales transmitidos se van naturalizando; el cúmulo de material recibido
consciente y subterráneamente queda en el cuerpo. Es así como la pasividad, por ejemplo, encarnada en
la actitud de espera como algo “normal” de las mujeres, se refleja en estas metáforas del sueño eterno, la
quietud serena hasta el momento del rescate, la llegada del hombre ideal, etc. La bondad como
característica distintiva de las mujeres es otro estereotipo muy fuerte en los cuentos
La bruja y el brujo poseen connotaciones distintas: la bruja es mala, el brujo es sabio. La reina y el rey
poseen roles muy diferentes: la reina acompaña, el rey decide. La madrastra es maligna, incapaz de
sentir amor genuino; su único sueño es el poder, el que nunca alcanza además porque un hombre lo
vuelve todo al orden. La hermanastra es fea y corrupta. La princesa es buena, bella y heredera de un
cúmulo de valores. La relación entre las mujeres de los cuentos es tormentosa: son rivales, se envidian,
se quitan los bienes, se lanzan conjuros, se arrebatan los amores, se envenenan, se lastiman, se matan
En oposición, la imagen masculina es viril, proveedora, perteneciente al mundo de la actividad
productiva y creativa. Su fuerza física y la falta de temor es –como la bondad en el caso de la princesa–
un rasgo distintivo. Es dueño de extensos territorios, heterosexual, gentil y de rango noble; vive una
vida de aventuras y es el salvador de bellas mujeres siempre en peligro. La felicidad de las mujeres de
los cuentos tradicionales depende únicamente del encuentro con este varón.
Las sociedades de los cuentos son patriarcales, con esferas públicas y privadas muy bien delimitadas.
Abordarlos con enfoque de género implica determinar y reconocer las múltiples maneras en que se piensan
socialmente los sexos y cómo, a partir de esas percepciones, se construyen diferencias sociales que derivan
en desigualdades sociales. Estas diferenciaciones sexuales no solo preconizan una forma de ver-se (así, con
guión), sino también una forma de ser, de estar en el mundo y una forma de relacionarse. El cuento
estereotipado muestra una forma de ver el mundo: la otra es vista como amenaza; el otro, con
admiración.
El mundo, además, es un territorio inaccesible; lo que está más allá del muro de los castillos es asunto
masculino, es decir, hay una demarcación física y simbólica que separa la actividad femenina y la
actividad masculina.
El mundo queda circunscrito al hogar, espacio subvalorado, incluso categorizado como lugar de castigo
(recuérdese el cuento “La Cenicienta”), nunca tratado como lugar de producción de conocimientos, de
alquimia, de seguridad, de traspaso de saberes, de humor, de afecto. Ver las cosas con este lente implica
también verse de un modo particular: inmóvil, sin valor, como si la vida fuera un paréntesis.
Las mujeres son delicadas, puras, hacendosas y de ese modo habitan sus cuerpos y los lugares por los
que les es permitido transitar.
La selección de cantos y cuentos requiere una revisión, pues estas primeras experiencias constituyen el
material cultural con el que niñas y niños construyen su imaginación y simbolizan el mundo (Isnardi y
Torres, 2016). Cada relato, cada inflexión, es traspasada a través de los mecanismos de mediación y
socialización, entrando en las subjetividades de manera lenta y profunda. Esta es la razón que explica
por qué en la etapa adulta resulta tan difícil ver el efecto perjudicial de cantos y cuentos infantiles en el
contexto de las discriminaciones, pues en la memoria de cada quien aparecen como familiares y llenos
de virtudes. Mirar las prácticas cotidianas tomando una cierta distancia de ellas –en un ejercicio crítico, por
cierto– es un recurso sencillo que contribuye a reconocer los modelos que han determinado el modo de ser
hombre/mujer y la falta de equidad en la distribución del poder.

Palabras finales
Lo que se enseña, lo que se canta y relata a niñas y niños, influye poderosamente en la construcción de su
identidad. Tanto los contenidos y sus enfoques como los procesos de mediación educativa deben considerar
los sistemas de significado que involucran, especialmente durante la primera infancia, pues en esta etapa se
asimila no solo el contenido de una experiencia educativa o cultural, sino también los medios, las técnicas
y los comportamientos culturales del contexto (Bouzas, 2004).
Al mismo tiempo, es imprescindible revisar los propios imaginarios, representaciones y sistemas de
creencias en torno a las personas con quienes se establecen relaciones pedagógicas, puesto que del lugar
que nos situemos (adultez, género) va a depender un tipo muy específico de relación. En una relación
adultocéntrica, ciertamente, se desconocerá, por ejemplo, el valor del conocimiento que se genera en los
juegos, en el dibujo o en la invención de cuentos. Al mismo tiempo, se ignorará el efecto que sobre los
espíritus infantiles pueden tener ciertas elecciones y selecciones culturales, por lo que no se le dará
demasiada importancia a que para propósitos de socialización, se terminen usando juegos y juguetes
que legitiman normas, roles y expectativas adultas (País, 2016) o se sigan transmitiendo cuentos donde
las mujeres viven en un contexto de felicidad aparente o, dicho de otro modo, de disimulada
dominación.
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Unidad 4 – Elementos centrales de la(s) familia(s) actualmente
Capitulo II – Los vínculos familiares – La configuración de la familia moderna
 Siglo XIX  Cuestión social  Solidaridad, con intervención directa del Estado. Aparición del
Derecho social: Resuelve algunas necesidades, expectativas y temores frente a la posibilidad de
desintegración social
 Surge “lo social” como dimensión y como problema en la intersección entre lo civil (el mercado y
la división del trabajo) y lo político, y el Estado interviene frente al peligro de la disociación. El
eje ordenador es el trabajo.
 Durkheim  Sociedad evoluciona por la complejización de tareas. La sociedad está fundada en la
interdependencia, siendo la solidaridad orgánica la que permite la cohesión social
 Se recurre a la metodología de la filantropía y la familia como punto de apoyo para contener los
elementos que podían interpelar al Estado a través de la moralización, encontrando las “fallas
morales” de la familia, la normalización, la instrucción pública para los pobres, el contrato y la
tutela, según la cual la familia es vigilada y se le impone una disciplina laboral . Si no la acepta,
existen las cárceles, los institutos de corrección y los religiosos para los díscolos.
 Se configura la familia moderna:
o Familia burguesa nuclear: Mujer dedicada al cuidado de los hijos, misionado y asistencia
social. Derecho a testar y la niñez goza de libertad protegida.
o Familia popular: Se proyecta sobre ella un círculo de vigilancia, la mujer debe lograr la
contención de los hijos y del marido. Niñez con libertad vigilada.
 El gobierno se preocupaba de: la economía política, la población (cantidad y localización) y como
sujeto de necesidades y objeto de gobierno, y como objeto de control por medio de dispositivos de
seguridad y disciplinas.
 Nace la categoría “población de riesgo”  Peligro de disociación social por la presencia de
mendigos y vagabundos. Las medidas son represivas y coercitivas. Además, se planifican las
primeras políticas sociales.
 En el siglo XX, el Estado de Bienestar desarrolla políticas de asistencia que cumplen con una
función ideológica que establece la ecuación dominación – subalternidad. Se organizan
poblaciones homogéneas que deben cumplir con una serie de requisitos para recibir cierto nivel
de prestaciones ejecutadas por los profesionales sociales.
 Cambio al Estado neoliberal  “Nueva cuestión social”  Aparición masiva del desempleo. La
complejidad de la vida cotidiana está invadida por la pérdida de referencias y orientaciones, lo que
trae aparejado el sufrimiento del sujeto, expresado en:
o Amenaza a su existencia e identidad por la pérdida de espacios conocidos y los cambios en
el mundo del trabajo
o Desintegración de las instituciones
 Además, se producen crisis de gobernabilidad, pérdida de confianza en las instituciones y la falta
de representatividad (“vulnerabilidad de masa”), al verse amenazadas la integración y cohesión
social.
 Las poblaciones dejan de ser homogéneas, aparecen nuevas categorías analíticas, con un cambio
en la noción de “riesgo” a la de “exclusión”.
 El concepto de exclusión tiene algunos inconvenientes:
o Se define por lo que no tienen los sujetos, criterio que tiene una fuerte movilidad , no una
ubicación estática como las categorías que dieron lugar a las políticas sociales de ppos. Del
siglo XX.
 Surgen nuevas formas de pobreza con factores dinámicos que merecen un análisis particular.
 Se produce un cambio de paradigma desde el enfoque de situación irregular al de protección
integral, donde se habla de amenaza o violación de derechos en lugar de carencia o necesidad.
 Concepto de vulnerabilidad  Toda persona que en algún momento de su desarrollo o de su
inserción social ha sufrido violación o amenaza a sus derechos por factores sociales, económicos
o culturales, es vulnerable.
La tradición familiar
 Hay que tener en cuenta las tradiciones partiendo de un enfoque histórico , analizando las
prácticas de los sujetos en sus distintos momentos y rescatando aquellas que pueden estar grabadas
como huellas, como fermento activo, y que sin duda son expresión de conquistas y luchas, de
batallas con derrotas y victorias en el íntimo y contradictorio espacio familiar.
 Recomponer la trayectoria de la familia y de sus familias de origen posibilita la construcción de
nuevos vínculos familiares, rescatando experiencias de emancipación o de autonomía, de
dominación y sometimiento, que pueden ser superadas, descubriendo la circularidad del poder y las
formas de democratizarlo
Familia: Rupturas y continuidades
 La situación actual que atraviesan las familias pone de manifiesto que lo que está en peligro es
la ciudadanía social, la pertenencia a la sociedad.
 Castel  La cuestión social se plantea cuando se produce una vulnerabilidad de masa que
amenaza la integración y la cohesión social.
 Crisis de gobernabilidad se expresa en la pérdida de confianza en las instituciones, en su falta de
representatividad, y sobre todo, en que los conceptos y esquemas clasificatorios con los cuales
estructurábamos y ordenábamos la realidad social de ayer no logran dar cuenta de los nuevos
movimientos y fenómenos sociales que aparecen en un escenario extraño, por demás complejo y
fragmentado.
 Si nos remontamos históricamente al modelo de familia que se consolida con el inicio del
capitalismo, éste va rompiendo los lazos solidarios comunitarios en nombre de las libertades y
derechos individuales.
 Se considera a la familia como una instancia privilegiada donde es posible dar respuestas al
conjunto de conductas individuales. Se desarrolla la idea de “célula básica de la sociedad”, por
lo que la familia es la absoluta responsable por el destino social de sus miembros, todo lo que le
suceda a una persona, será centralmente producto de lo que la familia hizo con ella, como si la
familia fuera una estructura funcional autosuficiente, aislada del contexto en el que inscribe su
vida.
o Un padre violento será absolutamente responsable de su actitud en la ruptura de la
relación vincular, por fuera de las condiciones materiales en las que se constituye tal
conducta.
 A partir de ideas tales como que la familia se inicia por la libre elección de los miembros de la
pareja, donde la afectividad es siempre de signo positivo, donde reina la tolerancia, el amor, la
armonía y la felicidad, se construye un imaginario social en relación a lo que debe ser una
“familia normal”, y es desde donde personas e instituciones juzgan la organización familiar, sin
tener en cuenta el contexto histórico social.
 Elizabeth Jelin  Concepto clásico de familia  “la institución social ligada a la sexualidad y a
la procreación, que regula, canaliza y confiere significado social y cultural a las necesidades de
sus miembros, constituyendo un espacio de convivencia cotidiana, el hogar, con una economía
compartida y una domesticidad colectiva”.
 Este concepto de familia está en crisis , porque los tres ejes centrales que plantea, sexualidad,
procreación y convivencia, se han transformado significativamente a partir de las condiciones
materiales y de la significación que para los sujetos adquieren las relaciones familiares actualmente.
 La familia nuclear es la que más fuertemente se instaló como mandato social, pero es la que más
rupturas ha presentado en los últimos años. Se sigue socialmente valorando a la familia con
conceptos que no encajan, que no forman parte de las nuevas estructuras familiares.
 En un Estado con amenazas de desintegración, se debilita la capacidad de generar subjetividad o
identidad en sus ciudadanos.
 En una familia que atraviesa procesos de exclusión social, de precarización de las formas de
empleo, subempleo, desempleo, pluriempleo, y la pluriocupación, también se están
transformando sus funciones tradicionales.
 Pero si además a la familia se le sigue dando el carácter tradicional de “célula básica”,
haciéndola responsable por la conducta y el destino social de sus miembros, el sentimiento de
frustración y de desesperanza y las conductas depresivas se consolidan en su funcionamiento.
 Las rupturas que podemos detectar en relación a la familia nuclear tradicional son:
o Madres solas con hijos a cargo
o Familias ensambladas o reconstituidas
o Familias donde un miembro de la pareja no convive, pero se relaciona en forma
permanente con el grupo familiar.
o Hombres solos con hijos a cargo
o Parejas de homosexuales
o Mujeres solteras con hijos adoptivos o naturales
o Mujeres con hijos de diferentes uniones
 Lo que además varía en estas nuevas configuraciones es quienes están cumpliendo las funciones
de maternaje y paternaje. Otras personas comienzan a cumplir estas funciones.
 Por lo tanto, no es válido manejarse con criterios rígidos de “normalidad”, porque cada familia
se construye como puede; no es un producto ideal, sino un producto real, con logros y
frustraciones.
 En cada familia se tejen relaciones de interacción, de comunicación y de poder , y producto de la
necesidad de sobrevivencia y de la inclusión en el mercado laboral pueden tener gran
significación en la representación y la constitución de identidad personas que no estén
relacionadas consanguíneamente pero que cumplan funciones de protección y de contención.
 No obstante, rescatamos las continuidades que tiene la familia a pesar de sus transformaciones.
Tiene a su cargo un papel central en la construcción de la identidad, de subjetividad, como
espacio de socialización primaria, indispensable para el crecimiento humano.
 Para comprender a cada familia en su materialidad, y como producto histórico cultural
particular y singular en su constitución, hay que partir de reconocer que cada miembro tiene un
pasado, una tradición, una historia que lo constituye y que pervive en sus prácticas familiares.
 Hay que trabajar con estas nuevas conceptualizaciones con las organizaciones e instituciones
 Resulta de particular interés analizar las relaciones intragrupo familiar a nivel horizontal,
relaciones sujeto-familia, y a nivel vertical, la relación familia-comunidad o familia-
instituciones, para ver las fuerzas, las contradicciones que presenta cada configuración en la
resolución de conflictos propios y ajenos  Iniciar un proceso de investigación que incluya el
estudio de los patrones de vinculación entre los miembros del grupo, observando, a partir de
diferentes manifestaciones, las formas y los sentimientos en relación a los demás que cada uno
refiere. Se puede analizar teniendo como base las nociones de redes de comunicación (cómo se
establecen, conflictos, poder, tareas domésticas, liderazgo, y de qué forma se puede intervenir para
flexibilizar o reparar las situaciones que generan conflicto o daño)
 Hay que conocer qué concepto de familia posee el grupo familiar con el que estamos trabajando,
la distancia o la cercanía del concepto en su representación social, cómo se estructuran las
relaciones de poder, cómo son los modos de interacción y comunicación, cuáles son sus intereses
y sus deseos, y las posiciones que ocupan dentro del grupo familiar, y cuál es el capital cultural,
simbólico y social que tiene la familia como tal.
 A partir de esto se pueden detectar las relaciones saludables para reforzarlas, ver lo que la
familia tiene, cuáles son sus recursos, sus límites, sus fortalezas o debilidades, para trabajar
desde ese lugar los cambios o transformaciones que resulten necesarios para resolver las
situaciones de crisis.
 Es necesario volver a lo que las motivó en el momento de integración, reconociendo diferencias,
pluralidad, pero recuperando lo estructurante, lo fundante, lo esencial, lo simbólico, la ley
familiar.
 En momentos en que lo externo se vive como amenazante, como peligroso, el ámbito familiar tiene
que ser preservado, desarrollado y revitalizado especialmente en su función integradora y
solidaria, alejándose de la mirada que juzga y sentencia a la familia como responsable o culpable
por sí sola de sus conflictos, para evitar la descompensación que están sufriendo los miembros del
grupo en un momento en que peligra la integración del lazo social.
 Desde el punto de vista de las relaciones de verticalidad , es necesario ver el lugar de la familia
en el contexto particular, cómo la ven las instituciones, la escuela, el centro de salud u otra
institución, cómo se relaciona la familia con sus vecinos, con los amigos, con las organizaciones
institucionales, si genera dependencia, si puede pedir ayuda, si es capaz de lograr autonomía de
los vínculos institucionales, y si conoce o puede aprender el manejo con instituciones públicas o
privadas y qué espacio éstas ocupan en el desarrollo cotidiano de su vida.
 Por lo general es la familia la que puede ofrecer el marco como estructura estable de sostén y
vínculos con otros.
 El afecto, la permanencia, el refugio en la familia hacia adentro, en el mundo privado, se ha
acentuado desde que el mundo exterior se vive como amenazante e inseguro, peligroso.
 Esta sobrecarga en el ámbito privado puede también ser generadora de frustraciones, de
violencia o de profundas insatisfacciones, porque el encapsulamiento limita las posibilidades de
crecimiento, transformaciones y autonomía de los sujetos.
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Lectura 4a – Metamorfosis de la familia en Chile – Notas sobre la metamorfosis de la familia en
Chile (Ximena Valdés)
 Hace un par de décadas, comenzó a manifestarse una metamorfosis de la vida privada. Esta se
expresa en el alejamiento de los patrones de familia de la sociedad salarial fundados en la
concepción de las divisiones de género “salario familiar y la maternidad moral”  Bajo esta
separación se afirmó la familia del siglo XX
 Esta transformación muestra la coexistencia de distintos modelos de familia y una diversidad de
formas de gestión del mundo privado que, más allá de la tendencia a la democratización del mundo
privado, cobija la reproducción de modelos familiares heredados del pasado. Así, la familia
patriarcal convive con el modelo de familia industrial mientras que el modelo relacional e
igualitario se asoma recién a poblar nuevas formas de vida en la sociedad contemporánea
 La relativa estabilidad y legitimación de la familia que surgió con la industrialización, se
extendió a amplias capas de la población gracias a los sistemas de protección social estatal. Ello
condujo a que este tipo de familia se homogeneizara bajo la separación de esferas masculinas
(trabajo) y femeninas (familia). Hoy en cambio se despliega una multiplicidad de formas de
construir familia con variadas modalidades de división del trabajo por sexo y distintas estructuras:
extensas, nucleares, a cargo de mujeres, del padre con sus hijos, en un contexto en que aumentan
otras formas de vida como el vivir solo o sola desplazando la nupcialidad, la convivencia, los
hijos, a edades más avanzadas o vivir con una pareja del mismo sexo. Con respecto de la filiación
y residencia, crecientemente los hijos dejan de vivir con ambos padres.
 Este tipo de mutación social no implica sólo cambios en las relaciones de género en la pareja
sino además modificaciones de la paternidad y la maternidad, con el paralelo surgimiento de la
noción de parentalidad que implica la co-responsabilización del padre y la madre frente a su
descendencia.
 Por otra parte, dado que aumentan las familias recompuestas como signo de la época que
vivimos, el sistema de parentesco se complejiza pues no implica sólo lazos de consanguinidad y
alianza sino además la paternidad y maternidad sociales.
 Asimismo, las estructuras familiares se han modificado con un estancamiento de la familia
nuclear, el aumento de las familias matricentradas de madres con sus hijos y como espejo de
estos cambios nos encontramos con hogares en que viven personas solas, sean estas mujeres (en
una fuerte proporción viudas) u hombres (principalmente solteros y separados o divorciados).
 El campo jurídico igualmente se ha modificado atendiendo a las transformaciones de los
comportamientos familiares que se producen desde el último tercio del siglo veinte en adelante.
En este proceso que implica la modificación de los comportamientos privados, hay sin embargo una
extensión de la injerencia de lo público en la vida privada. Así las legislaciones, Códigos Civiles
que la regulan, más que en el pasado intervienen, en buena medida porque la corriente
internacional de los Derechos Humanos tiene un impacto en la institución familiar
(Convenciones sobre eliminación de todas las formas de discriminación en contra de la mujer y
sobre los Derechos del Niño). Si la educación fue importante desde el siglo XIX para separar las
funciones de la familia y el Estado, hoy por ejemplo, las legislaciones sobre violencia
intrafamiliar regulan los derechos humanos de las mujeres, niños y niñas al interior de la
familia y de las relaciones conyugales o de pareja.
 Los dispositivos de normalización y las prescripciones culturales que afirmaron a la familia que se
desarrolló con la industrialización cambiaron y dejaron de tener el peso que tuvieron en la
conformación del modelo de familia moderno-industrial en el siglo XX.
 Más que inscribir a la familia en el matrimonio, el presente muestra un tipo de intervención
pública más orientada al resguardo de los derechos individuales que a normalizar a la familia
como ocurrió bajo los Estados de Bienestar. Tal es el caso de los dispositivos institucionales por
la igualdad entre hombres y mujeres, y la puesta en escena de la violencia privada como
problema público.
 Debemos recurrir a la historia social para comprender que la familia tiene historicidad, es
construida por la sociedad, es una unidad social de una enorme plasticidad, que sigue distintas
orientaciones y sentidos, adaptándose a los cambios que experimenta la sociedad que habita en
función de los recursos culturales y económicos de que disponen sus miembros. A la vez es el
producto de la transformación que experimentan los individuos sobre todo en el presente donde
vemos afirmarse a las mujeres como sujetos de derechos y actores sociales que han contribuido
en los cambios de los patrones familiares y en las relaciones sociales de género en la vida
privada.
Transformaciones normativas y de los comportamientos sociales
 Uno de los rasgos que nuestra sociedad ha mantenido a partir de la conformación del Estado
republicano hasta el presente, ha sido la visible distancia entre los principios normativos inscritos
en la legislación y los comportamientos sociales de la población.
 Esta dualidad de lógicas sólo logró converger durante no más de cincuenta años que
correspondieron a la existencia de un Estado Social que intervino en la familia normalizando y
regulando su constitución matrimonial, bajo patrones que subordinaron a las mujeres en su
lugar de esposas y madres a la autoridad marital.
 Sólo durante la cuarta parte de nuestra vida republicana ha habido correspondencia entre la
simbolización de la familia y su representación jurídica –ambos padres y sus hijos unidos en
matrimonio–, sin duda con variaciones a este modelo que estaban determinadas por el origen y la
condición social de sus miembros
 En un marco jurídico normado por el Código Civil (1855) y la Ley de Matrimonio Civil (1884)
que hizo del matrimonio un acto laico, esta normativa que se mantuvo hasta el año 2004 se
caracterizó por la indisolubilidad del matrimonio y un tipo de autoridad que reposaba en la
patria potestad y la potestad marital, lo que se encarnó en el régimen de matrimonio de sociedad
conyugal.
 La potestad marital y la patria potestad otorgaban poder absoluto al padre y al esposo sobre la mujer
y los hijos; los principios de indisolubilidad del matrimonio perduraron hasta comienzos del siglo
XXI tal como el matrimonio sujeto a las normas religiosas y se concibió como ilegítimos a los hijos
nacidos fuera del matrimonio. Bajo el régimen de sociedad conyugal, el único existente hasta los
años treinta del siglo pasado, la mujer dependía en términos patrimoniales de su marido y no
podía trabajar sin su consentimiento mientras que los hijos ilegítimos no gozaban de los mismos
derechos que los nacidos bajo el matrimonio civil.
 El matrimonio bajo el régimen de Separación de Bienes que otorgaba independencia económica
a las mujeres con trabajo e ingresos, surgió al momento en que hubo un movimiento sufragista
de mujeres que paralelamente a la presión ejercida por el derecho a voto lo hizo en función de la
emancipación de la mujer casada de la tutela del marido. Esto ocurrió cuando el nivel de
escolaridad y profesionalización aumentó y cuando el Estado Social abrió puestos de trabajo
para las mujeres
 Hasta los años treinta del siglo pasado, vastos sectores de la población no gozaron de claridad con
respecto de su filiación paterna. Además, el fenómeno de las mujeres solas, lejos de ser
contemporáneo, acompañó la historia social de nuestro país, aminorándose hacia mediados del siglo
XX para volver a incrementarse desde fines de siglo hasta la actualidad.
 Si bien la debilidad de la figura paterna parece haber sigo un rasgo heredado del período colonial, el
siglo XIX lo acentuó. Hechos como la disolución de la comunidad indígena, guerras de expansión
territorial y de ampliación de la frontera agrícola interna, una economía cerealera basada en el
control y dominación de poblaciones y territorios por parte de la hacienda que entró en crisis hacia
fines del siglo XIX expulsando activos del medio rural, un permanente proceso de descomposición
del campesinado independiente, el surgimiento de una economía minera de enclave en el norte del
país, contribuyeron a la conformación de una matriz social que logró enraizar el fenómeno de la
movilidad y desplazamiento de población masculina de origen rural a lo largo del territorio cuya
consecuencia fue el incremento de mujeres solas con sus hijos en las áreas de poblamiento
campesino y aldeano, y luego en las ciudades producto de las migraciones femeninas al medio
urbano.
 Si el Código Civil estableció como norma que la familia se fundaba en el matrimonio
indisoluble, durante el siglo XIX entre un tercio y la cuarta parte de los niños nacía fuera del
matrimonio según los datos que los historiadores recogieron de los Registros Parroquiales. Esta
proporción aumentaba hasta llegar a menudo a la mitad de hijos ilegítimos en localidades rurales
marcadas por los procesos de descomposición de las economías campesinas y de la migración de
los hombres a la minería. Según estadísticas oficiales, en el año 1900, en Chile uno de cada tres
niños era ilegítimo, lo que no varió hasta pasada la crisis del treinta.
 De esta forma, una matriz social con fuertes grados de exclusión, enmarcada en el Estado
liberal, hicieron de los marcos jurídicos y de las normas familiares letra muerta para el tercio de
la población cuyas costumbres y formas de vida se organizaban en torno a comportamientos
bastante flexibles con respecto de la familia convencional y bajo la matriz de centralidad
femenina en términos del funcionamiento de la economía doméstica y crianza de los hijos.
 Si consideramos cómo evolucionó el matrimonio entre los años 1850 y el año 2000 , nos
encontramos con tasas brutas de nupcialidad que tienden a bajar levemente hacia fines del siglo
XIX con una baja abrupta en 1890 a 2,3, reflejo de la laicización del matrimonio. Al dictarse la
Ley de Matrimonio Civil desciende la tasa de nupcialidad a un tercio de la de 1880 debido al
cambio que se origina con el traslado del matrimonio de la Iglesia a las oficinas de Registro
Civil. El año 1900 la tasa de nupcialidad comenzó a aumentar hasta el año treinta (9,1)
manteniéndose relativamente estable entre los años cincuenta y noventa del siglo pasado (en
torno a 7) para caer abruptamente el año 2000 a 4,4.
 Al observar el comportamiento de la filiación, nos encontramos con una curva en U entre los
años 1930 al 2000, llegando en el año 1930 al 30 por ciento, el año 1960 a 16 por ciento y en el año
dos mil casi a la mitad del total de los hijos nacidos vivos. El aumento de los hijos nacidos fuera
del matrimonio va a caracterizar el comienzo del siglo XXI llegando a cerca del cincuenta y
cuatro por ciento el año 2003, lo que supera largamente la ya abultada ilegitimidad que
prevaleció durante el siglo XIX.
 Un conjunto de políticas y medidas administrativas tendientes a formalizar las uniones en el
matrimonio se pusieron en marcha desde la promulgación de las leyes sociales de protección al
trabajo el año 1924 hasta 1973. Estas políticas matrimoniales se llevaron a efecto mediante las
leyes laborales que promovieron el matrimonio a cambio de la percepción por parte de las
familias de los beneficios sociales. En el año 1953 se universalizó la legislación laboral para los
trabajadores industriales, agrícolas y los empleados bajo el principio de “salario familiar y
maternidad moral”, creando dispositivos económicos para que el trabajador hombre percibiera
asignaciones familiares por su mujer y sus hijos. La manufactura, el servicio doméstico, el
pequeño comercio eran los empleos que agrupaban a la mayor cantidad de mujeres, pero la
participación |laboral cayó a su nivel más bajo en 1970.
 Estas políticas del Estado de Bienestar pro-familiares, a las que se sumaban entre otras las de
vivienda que impedían el acceso a la vivienda social a quienes no contaran con la “Libreta de
Familia” lograron llevar a buen puerto la constitución formal de la familia en el matrimonio.
 En este contexto, la mayoría de las mujeres ocupaban las funciones domésticas privadas, la
educación de los hijos y el mantenimiento del hogar mientras el cónyuge percibía un salario
para su manutención. La figura del padre proveedor y responsable de su familia no sólo se
amparó en los discursos dominantes de familia que existieron bajo la sociedad salarial sino
también en aquellos de los sindicatos que legitimaron el modelo de familia que los médicos
higienistas ya proclamaron desde los años veinte para mitigar la abultada mortalidad infantil y
la insalubridad en que vivían las clases populares. Una madre en el hogar lograría mitigar estos
flagelos sociales.
 De esta forma, los fenómenos de ilegitimidad y de familias matricentradas se aminoraron desde
que comenzaron a tener efectos en la sociedad las políticas sociales y laborales que precedieron
al Estado de Bienestar y aquellas que lo caracterizaron desde los años cuarenta a los setenta del
siglo pasado
 Entre los años treinta y los años setenta, la sociedad chilena mostraba una familia constituida
mayoritariamente conforme la ley y una baja histórica de la filiación ilegítima –menos del 16%–
en los años sesenta.
 La hipótesis de que fue el Estado de Bienestar en el contexto de la industrialización el que logró
constituir a la familia en el matrimonio, se hace plausible frente al “desorden familiar” que
reinaba hasta entonces en ausencia de un Estado Social.
 Los años ochenta comenzaron a mostrar ciertos fenómenos demográficos, semejantes a los
que se dieron en la órbita del mundo occidental desde los años setenta en adelante: el aumento
de los hijos nacidos fuera del matrimonio, el aumento de la edad de las uniones, la disminución
de la natalidad y de la nupcialidad así como el aumento de las familias monoparentales y
matricentradas.
 Sin embargo, estos cambios en los comportamientos sociales no fueron en paralelo con la
modificación del campo jurídico que se mantuvo inalterado hasta el fin de siglo, sin hacer eco de
las modificaciones que comenzaban a producirse en las costumbres y por la ruptura de las
tendencias observadas en las familias bajo el Estado de Bienestar.
 Hasta que a partir de 1992 comenzaron a producirse reformas legislativas. Las principales
reformas en materia de familia realizadas son:
o Ley de Matrimonio de Participación en las Gananciales (1992) que logra establecer un
régimen de paridad patrimonial entre los cónyuges.
o Ley de violencia intrafamiliar (1994)
o Nueva Ley de Filiación (1998), que iguala los derechos de los hijos nacidos dentro y fuera
del matrimonio eliminando la noción de legitimidad e ilegitimidad.
o Nueva Ley de Familia que establece el divorcio vincular (2004).
o Nueva Ley de violencia intra-familiar (2005), que penaliza la violencia doméstica llevando
las agresiones psicológicas reiteradas y las agresiones de carácter grave a la calidad de
delito.
 A esto se agregan reformas legislativas y medidas como las siguientes:
o Protección a la maternidad
o Resguardo del hogar familiar en caso de separación
o Regulación y exigibilidad de las pensiones alimenticias
o Mantenimiento de las niñas embarazadas en el sistema escolar
o Permiso postnatal al padre
o Píldora del día después (2006)
 En términos de la eficacia de la implementación de estas leyes hay sin embargo problemas y
factores que obstaculizan los cambios. Entre ellos, los debidos a las reformas del Sistema
Judicial con la Reforma Procesal Penal, la creación de los Tribunales de Familia que unifican
los Juzgados de Menores con lo inherente a juicios por Pensiones Alimenticias, Divorcios y
Violencia Intrafamiliar, generándose con ello un atochamiento en el aparato judicial que
retarda y frena la resolución de las causas, las medidas de protección y genera una enorme
lentitud en los procesos, lo que pudiera explicar, en parte, el aumento de los femicidios.
 Dentro de este tipo de problemas, se observa que un régimen matrimonial de carácter paritario
como el de Participación en las Gananciales no ha logrado hasta la fecha ganar terreno frente al
antiguo régimen de Sociedad Conyugal que contempla la potestad marital, apareciendo el Registro
Civil como un reproductor de los comportamientos sociales debido al mayor costo que implica
casarse por el de Participación en las Gananciales y la gratuidad del régimen de Sociedad
Conyugal, el más inequitativo para las mujeres.
 Bajo el modelo de economía social de mercado y la irrupción del paradigma neoliberal, se
satanizó la intervención estatal en la economía y la sociedad. En adelante, el mercado regularía
lo social asistiéndose al desmantelamiento progresivo del sistema de protección social que se
había construido a lo largo de cincuenta años.
 Las asignaciones familiares, importante dispositivo para consolidar la familia moderno
industrial, se devaluaron a tal punto que la participación en los ingresos de los trabajadores dejó de
significar la quinta parte que alcanzaron en los años setenta para caer a una proporción
insignificante. El empleo formal disminuyó, las tasas de cesantía alcanzaron al 40 por ciento de
los trabajadores al mismo tiempo que se conculcaron los derechos laborales adquiridos y se
ilegalizaron los sindicatos y los gremios.
 En este contexto de destrucción de los soportes salariales y de derechos laborales que sostuvieron la
afirmación del padre industrial, las mujeres volvieron a ocupar un lugar en el mercado de trabajo,
sobre todo en actividades poco calificadas y precarias como las requeridas para la agroindustria
frutícola que demandaban trabajo estacional femenino junto a las actividades de servicios
comerciales y financieros.
 Hoy se combinan diversos factores que explican el descenso de los matrimonios, el retardo de la
edad de las uniones, el aumento de las uniones libres, así como de las separaciones conyugales,
los hijos nacidos fuera del matrimonio y su correlato, las familias recompuestas, las familias
matricentradas y por último, el aumento de los hogares unipersonales.
 Por un lado, la globalización y sus consecuencias culturales, en especial los procesos de
individualización que alcanza a las mujeres, gracias a la conquista de mayores derechos
sociales, económicos y políticos. Por otro, el mantenimiento de importantes grados de exclusión y
vulnerabilidad social que reproducen un tipo de unión bastante conocido en la historia social del
país que se caracteriza por el concubinato y las uniones esporádicas y cambiantes y por la
presencia de madres solas e hijos sin padre.
 Podríamos hipotetizar que si la globalización y la modernización han roto con las costumbres
tradicionales (la asociación matrimonio-familia, el matrimonio para toda la vida, etc.), la
exclusión social tiende a reproducir la fragilidad del lazo familiar que caracterizó las formas de
vida de un importante sector social durante el siglo XIX y de una franja de la población rural y
de los bordes urbanos durante el siglo XX (Las uniones consensuales aumentan en una proporción
mucho mayor en los estratos altos que en los estratos populares. Sin embargo, el concubinato se
concentra en los estratos de bajos ingresos).
 Si bien hoy la familia se diversifica y des-institucionaliza en comparación con el patrón de la
familia industrial que produjo la sociedad salarial, estos procesos difieren según capital escolar,
cultural y económico.
 Estamos frente a procesos de individualización y emancipación del sujeto de las tutelas
familiares en las clases ilustradas –no ajenas a reproducir comportamientos tradicionales con el
aumento de la fecundidad en una franja de este estrato social, el rechazo al uso de
contraceptivos, etc.)– pero también y en forma paralela hay fenómenos que se vinculan con la
exclusión social – aunque también en las clases populares haya un buen grado de porosidad al
cambio en las costumbres–, donde tienden a reeditarse formas de vida que estaban presentes en
el siglo XIX y comienzos del XX: concubinato, uniones esporádicas, madres solas, hijos fuera del
matrimonio, embarazo a edades tempranas.
 Un fenómeno en expansión que se agrega a los ya citados, en el nuevo contexto, es la separación
de la residencia y la filiación en la medida que cada vez hay menos hijos que viven con ambos
padres.
 Frente a los cambios demográficos y culturales, hay sin embargo permanencias y
continuidades. En estos años, mientras lo público, especialmente el trabajo y menos la política,
se transforma en un lugar de creciente entrada de las mujeres, lo privado se muestra como un
lugar menos codiciado por los hombres. Ello hace pensar en que el principio de la “maternidad
moral y el salario familiar” que dio su carácter a la familia moderno-industrial de la sociedad
salarial no acabará por desaparecer mientras la sociedad contemporánea, tensionada por la
transición a un modelo de familia más democrático, no elabore los mecanismos para sostenerlo
desde dentro –a través de nuevas relaciones de género y la modificación del lugar de hombres y
mujeres en las actividades y responsabilidades familiares– y, desde fuera –mediante mecanismos
públicos y de protección social que lo permitan.
 Si bien las transformaciones familiares contemporáneas están caracterizadas por la tendencia a
la democratización de la vida privada, proceso que cohabita con distintas formas familiares
(monoparentales, recompuestas, unipersonales, nucleares), con la libertad de elección, con
variadas formas de construir y gestionar el universo privado que muestra una emancipación de
lo individual con respecto de las antiguas tutelas familiares, con un proceso de individualización
que va de la mano con la tendencia hacia la des-institucionalización de la familia, estos cambios
coexisten con la reproducción de patrones familiares y de género heredados del pasado.
 Las familias y la inscripción de los individuos en ellas en concordancia con esta tendencia a la
emancipación del sujeto también muestran una multiplicidad de modelos en que conviven tanto
aquellos patriarcales heredados de la sociedad rural y los referentes religiosos, como el modelo
industrial cuyo referente es el Estado y la nueva orientación hacia un modelo “relacional” en
que es el sujeto y su proyecto individual el que está a la base de la igualdad entre géneros.
 La emancipación del individuo con respecto de la familia y de la comunidad, producto de la
creciente individualización se acompaña por el deterioro de los sistemas de protección social
resultantes de la flexibilización laboral, la concurrencia económica y la globalización. El
mercado ocupa en este contexto un lugar central que desplaza al Estado en lo social. Sin embargo,
variadas formas de sostenimiento a la familia o al individuo –que traducen diferentes modelos de
protección social– perviven frente a la crisis del Estado de Bienestar, en un contexto de
reemergencia por la preocupación de lo social que se da en paralelo a la agudización de la pobreza y
de la desigualdad.
 En este campo, las mujeres juegan un papel esencial en la medida que se privatiza la protección
social y son ellas las que cubren las tareas de crianza y cuidado de niños y ancianos.
¿Una modernización fragmentada?
 En el presente Chile muestra resistencias culturales respecto de las transformaciones que están
ocurriendo en la familia y la vida privada en relación con otros países de la región
 Distante de los indicadores europeos, especialmente respecto de la participación laboral y política
femenina y con respecto de las nuevas concepciones de familia
 Es una sociedad marcada por el peso gravitante de la familia en la vida de las mujeres sobre todo
entre aquellas de bajos niveles educativos e ingresos que tienen menos participación laboral y
cuya identidad se define de manera importante en torno a lo materno.
 Con respecto de las mujeres que trabajan, donde Chile tiene la tasa de participación más baja de
la región y casi la mitad de la de los países europeos, el reparto de las responsabilidades
domésticas y de crianza es muy desigual. Las parejas masculinas chilenas se encuentran entre
las más reticentes a compartirlas lo que se hace visible en el desigual uso del tiempo en la pareja.
 Frente a la des-responsabilización masculina, la sobre-responsabilización femenina, esta última
se agrava por la baja cobertura de los servicios de cuidado infantil que daban hasta hace un par
de años acceso a menos de la tercera parte de los menores de seis años.
 Esto se agudiza por factores que reproducen el hecho de que estas actividades y
responsabilidades familiares continúen estando sujetas a las redes femeninas de cuidado y de
tareas domésticas, ya sea mediante el servicio doméstico remunerado en la clase media y alta, ya
sea a través del funcionamiento de la familia nuclear en ciertos ámbitos tal como se tratara de
familia extensa: muchas mujeres recurren a la parentela femenina –por lo general a sus propias
madres– para suplirlas en la crianza mientras ellas trabajan. Ambos fenómenos frenan el
reparto equitativo de responsabilidades y actividades en la pareja en un contexto en que
aparecen nuevas representaciones sociales sobre la paternidad muy alejadas a las prácticas
sociales de ausencia y distancia paterna, del patrón de provisión económica y autoridad en la
familia que caracterizaban al padre industrial.
 Los nuevos padres se construyen sobre la base de la mayor cercanía, comunicación y afectividad
con sus hijos sin que ello haya conducido al desmantelamiento del orden patriarcal  Se
producen reacomodos, desplazamientos –y también cambios en ciertas franjas de la población– que
conviven sin embargo con conductas neo-patriarcales vestidas de modernidad
 En Chile perdura mayoritariamente la imagen de la familia heredera de la sociedad salarial :
menos del veinte por ciento de la población se identifica con el modelo democrático de carácter
igualitario y relacional y sólo el 40 por ciento de las familias viven del doble ingreso.
 Por distintas razones, Chile se inscribe en la órbita tradicional. Muestra una débil porosidad a los
cambios en la vida privada acarreados por la modernización y la modernidad y se trataría más bien
de una sociedad caracterizada por un “conservadurismo fracturado”. En parte ello puede
explicarse por el retardo que han tenido los cambios jurídicos en materia de familia con respecto
a los países europeos de alrededor de treinta años, poco menos respecto de los latinoamericanos.
Retardo que se explica en parte por la presencia de la dictadura y la restauración conservadora
que ésta impuso (1973-1990) y el congelamiento por casi dos décadas de las reformas en esta
materia en un contexto de imposición del liberalismo económico aparejado al conservadurismo
cultural. A esto se agrega la escasa capacidad que ha tenido el Estado y el sistema político
durante los gobiernos de la Concertación para profundizar el proceso de secularización. Aunque
se haya avanzado en superar el retraso en legislación de familia entre los años 1992 y 2005, el
sistema de protección social y la legislación laboral no han logrado construir un escenario
apropiado que contribuya al proceso de democratización de la familia considerando la
pluralidad de patrones de familia existentes.
 El carácter centrípeto –volcado al interior del hogar– del ejercicio de la femineidad y centrífugo
–volcado a lo exterior– de la masculinidad se reproducen (bajas tasas de participación femenina,
dimisión de los hombres de las tareas en la esfera privada), más aún cuando se carece de
dispositivos institucionales que permitan diluir el imperativo de la “buena madre” que reproduce
desde la institución escolar, pasando por los argumentos sobre la conveniencia del trabajo a
medio tiempo de las mujeres, hasta los discursos sobre el riesgo que acarrea a la sociedad la
disolución de la función materna.
 Este apego a un modelo de familia que obstaculiza la mayor presencia de las mujeres en lo
público ha sido fuertemente legitimado por la Iglesia pero a la vez la misma sociedad lo produce
y reproduce mientras el Estado no coloca como prioridad la generación de mecanismos que
faciliten la creación de condiciones para compatibilizar vida pública y privada
 Este marco contribuye a que los comportamientos sociales y las imágenes de familia que
circulan hagan de la institución familiar el ámbito más importante de la conformación de los
lazos sociales en la medida que los servicios se han privatizado, las redes de solidaridad pública
se han fragilizado.
 Es plausible entonces afirmar que, en Chile, la familia sostenga en términos simbólicos y
materiales la fragilización de lo social, pero más que las familias sus miembros femeninos.
Amurallada y acantonada sobre sus propias fuerzas y recursos, la idea que la familia sostiene el
lazo social, que la familia se yergue como freno a la fractura de la identidad sin embargo se da
en paralelo a la idea que la familia es una institución en crisis. Que hay cierta nostalgia por lo que
la familia fue y ya no es, sobre todo de parte de los hombres que idealizan los cuidados que
procuraban las madres presentes, que muchas mujeres expresan su malestar, en particular en la
clase media, por la rigidez al cambio de los patrones de género y su sobreresponsabilización en el
hogar, que también sean las propias mujeres las que se resistan a dejar el poder que les confiere el
control de lo doméstico, son factores que acompañan el desenvolvimiento de una sociedad sobre-
familiarizada pero a la vez testigo de una institución fracturada y tensionada por nuevas
expectativas de sus miembros en ausencia de dispositivos que faciliten la transición de un modelo a
otro.
 Necesaria ante los imperativos de la vida moderna y la debilidad de los sistemas de protección
social, frágil ante las nuevas expectativas que se forjan las personas en la vida privada –placer
sexual, apoyo doméstico mutuo, sobredimensionamiento de la subjetividad, aspiración a la
felicidad, y mayores exigencias a la parentalidad ante los riesgos sociales– la institución familiar
se muestra sobreexigida en un marco en que perdura el imperativo de la “buena madre” que la
sostiene mientras el padre cubre el campo económico –muchas veces “a duras penas”– y de
manera más retórica que real, comparte con su pareja lo doméstico y lo parental.
 Esta percepción de lugares y funciones masculinas y femeninas tradicionales se ve reforzada
entre las parejas donde las mujeres trabajan por las brechas salariales existentes: mientras más
preparación para el trabajo tengan las mujeres (educación), más se amplía la brecha salarial.
Los ingresos percibidos por ellas difícilmente van a ser suficientes para homologar los ingresos
masculinos y aunque éstos no constituyan un salario de apoyo son simbólicamente percibidos
como tales.
 No obstante estas tendencias, también se dan fenómenos nuevos que se caracterizan por la
flexibilización de roles y lugares de hombres y mujeres en la familia, al punto de que las
prácticas sociales llegan a revertir el orden familiar tradicional: hombres más preocupados de lo
doméstico y mujeres más dedicadas a su trabajo que al hogar, lo que hace pensar en la
emergencia de un proceso de metamorfosis de la paternidad, acotado ciertamente a ciertas
franjas sociales y cohortes de edad y derivado de biografías personales singulares. Sin embargo y
de manera paralela a procesos de reproducción y cambio, el sistema escolar exige la creciente
presencia de los padres en la educación siendo en la mayoría de los casos las madres quienes
concurren en apoyo de sus hijos en la escuela mientras los horarios de trabajo, en particular los
de los hombres, frenan el ejercicio de la parentalidad.
 Hoy, la manifiesta prioridad del mercado sobre el Estado en medio de la globalización económica y
cultural, constituyen el escenario de las transformaciones familiares recientes que modifican la
tendencia que se dio desde la crisis del treinta hasta los años setenta, hacia la homogenización de un
modelo de familia con la correspondencia entre los marcos jurídicos y los comportamientos sociales
y patrones de género acordes con los requerimientos de la industrialización.
 En el marco de cambios estructurales, las estadísticas demográficas comenzaron a evidenciar
que hace un par de décadas la familia chilena comenzó a diversificarse alejándose del patrón
dominante de familia conyugal. Este proceso comenzó a darse con la reestructuración de la
economía y la desregulación de las leyes laborales, la privatización de los servicios, además de
los cambios culturales que introdujo la globalización, lo que contribuyó a la salida de las
mujeres a trabajar ante el aumento de la tasa de cesantía masculina y la flexibilización del
trabajo. No obstante, la salida a trabajar para cubrir necesidades económicas, mayores grados de
educación, la búsqueda de autonomía e independencia comienzan a constituir argumentaciones
gravitantes en las mujeres para dejar atrás las identidades sexuadas de las generaciones
anteriores.
 Con respecto de la constitución de la familia, la inflexión del proceso de nuclearización que fue
dejando atrás hacia mediados del siglo XX a la familia extensa, más extendida en la sociedad
rural y tradicional, ha sido uno de los argumentos para mostrar que la familia moderna de la
sociedad industrial está mostrando cierta metamorfosis; pero más que nada, se recurre al
aumento de los hogares matricentrados (que existieron a lo largo de la historia social
minimizándose durante las décadas del Estado de Bienestar) y de los hogares unipersonales en
expansión para fundamentar los cambios familiares. A esto se agregan el aumento de uniones de
hecho, separaciones, nulidades y ahora divorcios y la mayor frecuencia de padres que no viven
con sus hijos biológicos y de padres y madres que viven con los hijos de sus nuevas parejas. Así,
un nuevo proceso de diversificación de patrones familiares y la convivencia de diversas formas
de gestión del mundo privado da lugar a fisuras del patrón normativo de familia que imperó
buena parte del siglo XX.
 Ha habido un proceso de des-institucionalización de la familia a partir de los años ochenta,
debido al aumento de las uniones libres, al aumento de las nulidades matrimoniales y
separaciones conyugales y de los hijos nacidos fuera del matrimonio. Las uniones libres no sólo
conciernen a los estratos sociales populares sino crecientemente a los de alto capital cultural.
 Este proceso de des-institucionalización de la familia caracteriza el cambio de siglo y este
podría sintetizarse en los siguientes fenómenos:
o Creciente separación entre la constitución de la familia y las formas jurídicas del
matrimonio, es decir un alejamiento de las conductas de la población de las normas
matrimoniales inscritas en el Código Civil.
o Aumento en las últimas décadas a cerca de un tercio de los hogares a cargo de mujeres con
sus hijos
o Aumento de las uniones libres en los estratos de mayor nivel educativo que rompe el patrón
tradicional de asociación del concubinato a los sectores populares
o Aumento exponencial de los hijos nacidos fuera del matrimonio que a comienzos del siglo
XXI supera las tasas conocidas para el siglo XIX. Hoy nacen más hijos fuera que dentro del
matrimonio.
o Aumento del embarazo adolescente y concentración de éste en los sectores populares en lo
cual interviene el cambio del inicio de la vida sexual y la falta de acceso a dispositivos de
control de natalidad entre la población joven, los límites en materia de políticas de
educación sexual y control de la natalidad.
o Mantenimiento de una proporción importante de familias extensas muchas de ellas
compuestas por mujeres y dos o más generaciones que cohabitan en el mismo hogar
o Disminución de la tasa de fecundidad
o Aumento de la tasa de participación laboral femenina, con grandes diferencias según nivel
socio-económico y niveles de escolaridad
o Aumento de las familias con doble ingreso

 Frente a este panorama de cambios demográficos y familiares con los elementos de


reproducción de los comportamientos sexuados en la familia a que hacíamos alusión más
atrás, al “aggiornamento” jurídico en materia de familia, filiación, matrimonio y divorcio,
emergen sin duda nuevos problemas, dentro de los cuales nos parecen prioritarios los
siguientes:
La parentalidad
 Parece importante enfrentar el problema de la parentalidad y avanzar más allá de la enunciación de
las responsabilidades familiares compartidas, de las nuevas imágenes paternas que ofrecen los
medios, en el problema de la sobre-responsabilización femenina en la crianza y el cuidado infantil.
Algunas medidas podrían visualizarse para enfrentar el problema del desequilibrio de
responsabilidades frente a los hijos y la baja participación laboral femenina:
o Mayor dotación de infraestructura de cuidado infantil
o Incentivos a la ampliación de la infraestructura de cuidado que se haga extensiva a las
clases medias
o Reforma en la legislación de salas cunas extensivas a los padres
o Profesionalización del cuidado infantil y diversificación de los sistemas
o Ingreso del problema como parte de la responsabilidad social empresarial (limitación de
los horarios de trabajo para hombres y mujeres)
o Horarios escolares de jornada completa

El cuidado de familiares, enfermos y ancianos como tarea de la sociedad


o Municipios crean programas de profesionalización del cuidado que permitan acceso según
recursos de las familias
La violencia doméstica y sexual:
o Fomento a la autonomía económica de las mujeres
o Perfeccionamiento sistema judicial
o Aumento de las casas de acogida y extensión al medio rural e indígena
o Incentivos a organismos de la sociedad civil para modificar la naturalización de la violencia
privada e incidir en su freno
Revisión y análisis de las políticas sociales dirigidas a los sectores “vulnerables”, revisión de políticas
sociales que conducen a hacer de las mujeres el centro del sistema de protección social privado y la
gestión comunitaria; análisis de logros en el PMG en los servicios públicos, problematizando la
entrega de recursos a mujeres.
Reforma en los sistemas matrimoniales (de sociedad conyugal) y regulación de las convivencias:
derechos de los convivientes sobre el patrimonio familiar extensivo a parejas hetero y homosexuales.
Fomento al matrimonio bajo regímenes matrimoniales paritarios.

Evaluación:
 ¿Qué tipo de concepciones han existido, en la historia, acerca de la infancia? - Ha sido
positiva, negativa, ambivalente y cambiante
 Infancia es un concepto que a lo largo de la historia ha tenido diferentes definiciones o
concepciones, que han estado influenciadas por el contexto cultural de cada época
 Entender a niños y niñas como sujetos sociales implica que éstos pasan a ser parte constitutiva
del tejido social.
 La distinción de “púber” y no “púber”, por ejemplo, no es igual a la distinción
infancia/adolescencia en todas las épocas de la historia y/o en las diferentes culturas. En algunas
sociedades, la pubertad no marca el inicio de la etapa adolescente, mientras que, en otras, la
existencia de ritos y ceremonias ligadas al marcaje cultural de inicio de la vida adolescente
preceden el inicio de la pubertad. Dichas diferenciaciones podrán ser visualizadas en las distintas
formas de describir y conceptualizar la adolescencia.
 Cabe precisar que al hablar de adultocentrismo no se enarbola la idea de ignorar el valor de las
personas adultas en la vida de niñas y niños; se trata más bien de hacer la diferencia entre
acompañarles en sus procesos de exploración y búsquedas, reconociendo en su imaginario
nuevas perspectivas de análisis, valorando sus razonamientos y creaciones, respetando en
definitiva su estatus de persona; e imponer arbitrariamente un modo de hacer y pensar
basándose únicamente en la edad como argumento.
 El trabajo con familias no puede estar disociado de la realidad cultural, El trabajo familiar será
mayormente enriquecedor e incluso es fundamental efectuarlo de manera inter y transdisciplinaria y
profesional.
 La familia tiene a su cargo un papel central en la construcción de subjetividad e identidad en sus
miembros

Aspectos de evaluación del curso:


Negativos:
- Redacción de los documentos: formalidad, secuencia de ideas
- Artículos de investigaciones del: 2006
- Datos de las fuentes desde las cuales se extraen capítulos o partes
Positivos:
- Iniciativa en el uso del lenguaje inclusivo (los/as)

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