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Sujetos del Aprendizaje I- Prof.

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Clase 2. Las Infancias

Partiremos de la idea de que la situación histórica determina la concepción y el modo


en que se es infante-adolescente.
En la época actual, tal modo está muy ligado a la aparición de los medios masivos
de comunicación y redes sociales como lugar privilegiado de exposición del sujeto;
a su vez, desde allí se dictan los modelos de cómo ser para ser aceptado. La
producción de modelos en los medios persigue el incremento de la práctica social
privilegiada en estos tiempos: el consumo.

Agotamiento de la potencia instituyente de las instituciones que forjaron la


infancia moderna:

 Lo que se escucha en los medios –> En el campo de la delincuencia irrumpe


una novedad: la niñez asesina y el suicidio infantil. Tal irrupción, tan difícilmente
asimilable, cuestiona la institución moderna de la infancia inocente, porque
hace vacilar uno de los supuestos del discurso jurídico, el de la inimputabilidad
del niño. Estos casos ponen en cuestión la noción tradicional de la fragilidad de
la infancia; los postulados de protección y cuidado de la niñez empiezan a girar
en el vacío.
 La lógica de segmentación del marketing instaura unas diferencias que barren
las que se hubieran establecido con la concepción de las edades de la vida en
etapas sucesivas. En esa serie se habían inscripto la infancia y sus edades
sucesivas: la adolescencia, la juventud, la adultez, la vejez. Ahora las
diferencias se marcan según otro principio: consumidores o excluidos del
sistema de consumo, según la lógica de las diferencias que impone el mercado.
El consumo generalizado produce un tipo de subjetividad que hace difícil el
establecimiento de la diferencia simbólica entre adultos y niños. La infancia
concebida como etapa de latencia forjó la imagen del niño como hombre o
mujer del mañana. Pero, como consumidor, el niño es sujeto en actualidad; no
en función de un futuro.

El opuesto de la figura del niño como consumidor es el niño de la calle, figura que
también tiende a abolir la imagen moderna de la infancia. Si el niño trabaja para un
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adulto, esta situación borra la diferencia simbólica entre ambos; una diferencia que
precisamente la institución moderna del trabajo, al excluir de su campo a la infancia,
contribuía a instaurar. Pero también, con ello, queda abolida la idea de fragilidad de la
infancia: si en el universo de los excluidos del consumo los niños están en mejores
condiciones que los adultos para "generar recursos”, entonces se revela que la idea
de fragilidad del niño, que operaba como una razón moderna de exclusión de la
infancia del mundo del trabajo, es una producción histórica ya extenuada.

No hay infancia si no es por la intervención práctica de un numeroso conjunto de


instituciones modernas de resguardo y asistencia de la niñez. En consecuencia,
cuando esas instituciones tambalean, la producción de la infancia se ve amenazada.
Cuando hablamos de la infancia hablamos de un conjunto de significaciones que las
prácticas estatales burguesas instituyeron sobre el cuerpo del niño, producido como
dócil, durante casi tres siglos. Tales prácticas produjeron unas significaciones con las
que la modernidad trató, educó, y produjo niños: la idea de inocencia; la idea de
docilidad, la idea de latencia o espera.
Todas esas prácticas y sus representaciones correspondientes garantizaron la
creación de un lugar simbólico particular para la infancia, que en la sociedad medieval,
por ejemplo, no existía: la separación simbólica del mundo adulto y del mundo
infantil es típicamente moderna. En ese sentido, la escuela es una de las
instituciones claves de separación de adultos y niños.
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La producción simbólica e imaginaria de la modernidad sobre la infancia dio lugar a


prácticas y discursos específicos: la pediatría, la psicopedagogía, la psicología infantil;
la literatura infantil, etc. Estos discursos producen sus objetos de saber, sus dominios
de conocimiento; en fin: sus sujetos, el niño y los padres de ese niño recién instituido,
como resultado de la intervención institucional.
Nuestra época asiste a una variación práctica del estatuto de la niñez.

Como cualquier institución social, la infancia también puede alterarse, e incluso


desaparecer. La variación práctica que percibimos está asociada a las alteraciones
que, a su vez, sufrieron las dos instituciones burguesas que fueron las piezas claves
de la modernidad: la escuela y la familia. Pero también dicha variación hunde sus
raíces en las mutaciones prácticas que produjo en la cultura el vertiginoso desarrollo
del consumo y la tecnología.

La infancia desde el enfoque de la Antropología

La Antropología nos puede brindar varios aportes a la hora de pensar a los sujetos de
aprendizaje. Desde esta disciplina se pone el foco en la diversidad de las experiencias
humanas y se estudian en los fenómenos sociales las perspectivas de los propios
actores involucrados (“el punto de vista del otrx”)
Desde la antropología se puede considerar a la infancia como una categoría
socialmente construida en la que se conjugan, por lo menos, estas tres dimensiones
de lo social:
 variabilidad cultural
 desigualdad social
 género

Las divisiones entre edades o etapas de la vida no sólo son arbitrarias, sino también
objeto de disputas y manipulaciones. Esto quiere decir que la forma en que se defina
y caracterice la infancia es un fenómeno eminentemente político en el sentido de que
tiene que ver con la distribución de poder entre distintos grupos de la sociedad, dado
que las clasificaciones por edad son también una forma de imponer límites, de producir
un orden en el cual cada uno debe ocupar su lugar.
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Así, la definición de qué es “la” niñez, qué se considera adecuado para este grupo y
qué comportamientos o características, por no adecuarse a lo establecido, caen en el
terreno de lo anormal, no es un dato dado por la naturaleza, sino el resultado de una
disputa de sentido por imponer una visión particular como la legítima y universal.
El problema es que una vez instituida como categoría, “la” infancia tiende a
homogeneizar y enmascarar una gran variedad de experiencias de vida por las que
atraviesan los niños/as concretos/as, experiencias que justamente tienen que ver con
la diversidad cultural y la desigualdad social.
Categoría que, sin embargo, ya no aparece tan obvia ni unívoca: desde distintas
perspectivas, diferentes autores han comenzado a plantear una crisis actual de esta
noción de infancia propia de la modernidad occidental y a intentar dar cuenta de la
pluralidad de caras de la niñez y adolescencia actuales
La homogeneización que, sin embargo, continúa prevaleciendo en los abordajes de la
infancia, torna especialmente valioso el énfasis de la antropología en la comprensión
y valoración de la “lógica del otro” como igualmente legítima, posibilitando recuperar
las múltiples formas de entender la infancia, la maternidad o la familia.
Esta perspectiva hace posible entender las diferentes concepciones de niño, de
vínculos familiares y los distintos modos de organizar el parentesco que pueden
presentarse, por ejemplo en sectores populares, ya no en términos de “inadaptación”,
“desorganización” o “anomia”, sino como modos alternativos de organización familiar
vinculados a una cultura popular urbana. Ya no podríamos hablar de modelos
familiares moralmente superiores o culturalmente más civilizados, sino de un enorme
abanico de posibles prácticas de organización doméstica o familiar.
A su vez, esta preocupación de la antropología por el punto de vista del “otro”, también
abre la posibilidad de incorporar de otro modo a los propios niños en las instancias de
investigación y de intervención. Una “antropología del niño”, es decir, una antropología
interesada en interpretar el modo en que los niños entienden el mundo y su sociedad.
Ello supone un niño concebido como agente social, dotado de capacidad de reflexión
y acción sobre la sociedad, frente a las nociones de sentido común que lo definen a
partir de sus carencias -de madurez sexual, de autonomía, de responsabilidad, de
ciertas facultades cognitivas y le atribuyen el papel de receptor pasivo de educación y
protección.
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Preguntarse… ¿Para qué niño se están pensando y diseñando políticas?, instala la


necesidad de considerar, como mínimo, las coordenadas de clase social, pertenencia
étnica y género, a la hora de proponer cualquier tipo de acción educativa destinada a
la niñez. La desnaturalización y particularización de la noción de infancia que de allí
resulten nos llevará, entonces, a poner en tela de juicio ideas y acciones que se
formulen en términos vagos de “lo mejor para el niño”.
Además, este interés por recuperar el punto de vista del otro llevaría a incluir
efectivamente a los niños/as como interlocutores válidos para la planificación
de políticas, como sujetos portadores de conocimiento, que pueden dar cuenta
de sus necesidades y contribuir en la búsqueda de soluciones.
Hablaríamos así de la gestación de “políticas de la infancia”, del reconocimiento
de nuevas prácticas sociales que ya están siendo inventadas por niños y niñas.

Dos Paradigmas sobre la Infancia

Convención de los Derechos del Niño (1989)


Es el primer instrumento específico referido a los niños, niñas y adolescentes como
titulares de derechos propios.

SISTEMA DE PROTECCIÓN INTEGRAL (LEY 26.061) Supone un conjunto de


organismos, entidades y servicios que diseñan, planifican, coordinan, orientan,
ejecutan y supervisan las políticas públicas, de gestión estatal o privadas, en el ámbito
nacional, provincial y municipal, destinados a la promoción, prevención, asistencia,
protección, resguardo y restablecimiento de los derechos de NNA

Paradigma tutelar Paradigma de Protección Integral


“Menor” “Niños, niñas y adolescentes”
Objeto de protección tutelar Sujeto de derechos
Persona inmadura Persona en desarrollo. Autonomía
progresiva.
Lo asistencial y lo penal se confunden. Lo asistencial es separado de lo penal
Tratamiento indiferenciado.
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 Conclusión

Hablar de Infancias en plural significa posicionarse desde una mirada dinámica y


contextualizada, teniendo en cuenta las posibles y diversas modalidades de ser
niño/a, en relación a cada época y contexto. Etapa donde se anudará: lo histórico, lo
cultural, lo social, lo familiar, lo singular… en tanto proceso de reconstrucción
permanente en el camino hacia la identidad.
Lo que se intenta es poder salir de la idea de “la infancia” como categoría, ya que de
este modo se tiende a homogeneizar, a establecer características y modelos fijos para
quienes forman parte de ellas.
Durante mucho tiempo se trabajó la infancia como abstracción, según un modelo
burgués hegemónico. Pensar la infancia en plural no remite sólo a una suerte de
diversidad cultural, sino a la inequidad. Hay infancias que no se viven como infancias.
Cuando un niño es sometido a la explotación laboral no podemos compararlo con otro
al que sí se le permite vivir su infancia. En el primer caso hay derechos que están
siendo vulnerados.
Los niños y niñas según el paradigma vigente (Protección Integral) son sujetos de
derecho, sin embargo, pese a los avances que se han dado, queda mucho trabajo
para realmente garantizar el cumplimiento de la legislación actual.

Bibliografía:

Colángelo, A (2003) La mirada antropológica sobre la infancia. Reflexiones y perspectivas de


abordaje.

Corea, C. (1999). Ensayo sobre la destitución de la niñez. En ¿Se acabó la infancia?

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