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¿HACIA DÓNDE SE DIRIGEN LOS VALORES?

Autor: BAUDRILLARD (En Jerome Bindé)

III. De lo universal a lo singular: la violencia de la globalidad

Entre los términos mundial y universal existe una analogía engañosa.


La universalidad es la de los derechos humanos, las libertades, la cultura y la democracia.
La mundialización es la de las técnicas, el mercado, el turismo y la información.
La mundialización parece irreversible, mientras q el concepto d universal se consideraría más bien
en vías d extinción, al menos tal como se constituía en sistemas de valores a escala d la modernidad
occidental, sin equivalente en ninguna d las otras culturas.
Cada cultura q se universaliza pierde su singularidad y muere.
Así ha sucedido c/las q hemos destruido al integrarlas a la fuerza, pero también es lo q sucede c/la
nuestra, en su pretensión por ser universal.
La diferencia reside en q las demás culturas murieron x su propia singularidad, lo q supone una
hermosa muerte, mientras q nosotros morimos a causa d la pérdida d toda singularidad, d la
exterminación d nuestros valores, lo q representa una “muerte horrible”.

La mundialización destructora d la universalidad

La mundialización d los intercambios acaba con la universalidad de los valores.


Es el triunfo del pensamiento único sobre el pensamiento universal.
Aquello q primero se mundializa es el mercado, la promiscuidad d todos los intercambios y d todos
los productos, el eterno fluido d dinero. Culturalmente, es la promiscuidad d todos los códigos, todos
los valores, es decir, la pornografía. Pq la pornografía es la sucesión d todos los códigos, la difusión
mundial d cualq cosa a través d las redes: no hace falta ninguna obscenidad sexual, basta con esta
copulación interactiva.
Al final d este proceso ya no existe diferencia entre lo q es mundial y lo q es universal.
Lo propiamente universal está mundializado, la democracia y los derechos humanos circulan como
cualq otro producto mundial, como el petróleo o los capitales.

El orden mundial: violencia y desorden

La universalidad tuvo ya su oportunidad histórica, pero hoy en día, ante un orden mundial sin
alternativa y una mundialización arbitraria q no sabe hacia dónde se dirige, o ante la obstinada
insurrección d las singularidades, los conceptos d libertad, democracia y derechos humanos parecen
estar amedrentados, pq son sólo fantasmas d una universalidad q ha desaparecido.
La universalidad era una cultura de trascendencia, d la reflexión del sujeto y del concepto, una
cultura con 3 dimensiones: el espacio, lo real y la representación.
El espacio virtual (4ta dimensión) es el d la pantalla, la red, la inmanencia, lo numérico. Esta especie
d 4ta dimensión no se añade d ningún modo a las demás, ya q las elimina todas. Al crear un choque
entre todas las dimensiones, la pantalla d la globalizc crea un universo unidimensional, o mejor
dicho, un espacio-tiempo sin dimensión.
Aún no medimos bien la violencia provocada a todas nuestras representaciones x la inmersión
forzada en esta cuarta dimensión. Se trata d una violencia viral, la d las redes y lo virtual.
Mas que d violencia habría q hablar d virulencia, es una violencia viral en el sentido d q no opera d
forma directa, sino por contigüidad, por contagio, por reacción en cadena y q tiene por objetivo la
perdida d todas nuestras inmunidades. También en el sentido d q, al contrario q la violencia negativa
o histórica, ésta opera por exceso d positividad, como las células cancerígenas, por proliferación al
infinito, excrecencias (excrecencia en rae: Protuberancia, gralmente carnosa, que se produce en animales y plantas, alterando su textura y
superficie natural., metástasis (metástasis en RAE: Propagación de un foco canceroso en un órgano distinto de aquel en que se inició).
Existe una forma d complicidad entre la virtualidad y este carácter viral.

Insurrección d las singularidades.

Lo q puede surgir d la fragmentación del sistema mundial son las singularidades. Ahora bien, las
singularidades no son ni positivas ni negativas. No representan una alternativa al orden mundial, sino
q se sitúan en otra escala. Ya no obedecen a ningún juicio d valor, y por consiguiente, pueden ser
tanto lo mejor como lo peor. Su único beneficio absoluto es romper el poder d la totalidad. Son la
desesperación d todo pensamiento único y dominante, pero no son un pensamiento contrario único:
inventan su propio juego y sus propias reglas del juego.
La singularidad puede ser sutil y pacífica: la d los idiomas, el lenguaje, el arte, la cultura en su
sentido positivo; pero existen otras singularidades, violentas d las q forma parte el terrorismo.
El propio sistema es el q ha creado las condiciones objetivas d esta reacción brutal. Puesto q se ha
guardado todas las cartas, ha obligado al otro a cambiar el juego y modificar las reglas. Las nuevas
reglas del juego son feroces pq la apuesta es feroz.
Es evidente q el terrorismo no lleva en si ninguna alternativa ideológica o política. Por eso marca un
hito: no forma parte d una historia continua, d una historia real, sino q forma parte d la categoría d los
acontecimientos puros, los q cortan bruscamente con las causas q los han hecho surgir y q, en el
fondo, no tienen consecuencias. El acontecimiento no entra en el campo d la continuidad d las
causas y d los efectos, sino en el campo d la ruptura.
El terrorismo no tiene objetivo. El terrorismo no tiene objetivo y no se valora a través d sus
consecuencias reales. No se puede lamentar entonces la inutilidad o lo absurdo del acto terrorista, y
le confiere una eficacia transpolítica d desestabilización, d reacción en cadena autodestructora del
propio sistema. Este júbilo es evidentemente muy ambiguo y se refiere a la muerte.
El terrorismo está en todas partes, como un virus, la ultima etapa d la mundialización. Se ubica en el
corazón del propio proceso d mundialización y utiliza cualquier medio, cualquier actor, tanto el rumor,
del q todos somos cómplices, como los procesos de pánico relacionados con el ántrax o incluso las
catástrofes naturales. Todos nos hemos vuelto fotosensibles al terrorismo.
Todo esto, tiene una causa profunda: no resulta tan insoportable la desgracia, el sufrimiento o la
miseria en sí como el propio PODER y su arrogancia. Lo q no podemos soportar ni aceptar es la
aparición d este reciente poder mundial.

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