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El numeral 1° del art en comento contiene lo que se denomina homicidio calificado, y el
numeral 2° el homicidio simple como figura residual. En agosto del año 2022 este numeral fue
modificado, aumentando la pena y buscando evitar la pena sustitutiva.
Politoff/Bustos/Grisolía definen el homicidio simple de la siguiente manera: consiste en
matar a otro sin que concurran las condiciones especiales constitutivas del parricidio,
infanticidio u homicidio calificado, a lo que habría que agregar ahora, femicidio.
Hay discusión doctrinaria respecto de sancionar por homicidio a quien objetivamente
comete un parricidio, pero desconoce la relación que lo liga con el ofendido; o a quien, sin tener
objetivamente dicho vínculo, es cómplice del parricida. En ambos casos, la doctrina dominante
afirma que al que yerra y al partícipe se le impone la pena del homicidio simple.
Esto porque el art. 390 indica “ El que, conociendo las relaciones que los ligan…” o sea,
que no bastaría el vínculo sanguíneo, sino que el sujeto activo debe tener conocimiento del
mencionado vínculo.
A) Tipicidad
a) Autor
El sujeto activo del homicidio simple es indiferente, ya que la ley emplea la expresión
neutra “el que”. En consecuencia, se trata de una figura común, de la que puede ser
responsable como autor cualquiera. Sin embargo, ello es válido únicamente para el homicidio
activo, donde el responsable causa o contribuye a causar la muerte de otro en alguna de las
formas descritas en el art. 15. En cambio, tratándose de la comisión por omisión, sólo quienes
detentan la posición de garante por ley o contrato podrían ser hechos responsables del mismo
a título de autores.
b) Víctima
En cuanto al sujeto pasivo o víctima del delito, esto es, la persona ofendida en el
sentido del art. 108 CPP (Código Procesal Penal), el “otro” a que hace mención la ley es “otro
ser humano” con vida independiente, diferente del agente. Luego, ni los muertos ni los que
todavía se encuentran en el seno materno pueden ser víctimas de este delito. Los primeros, por
tratarse de cadáveres y no de otros seres humanos, y los segundos, por estar protegidos a
través de las figuras de aborto. Tampoco existe el homicidio de uno mismo, que se traduciría
en un suicidio, no penado (sin perjuicio que el auxilio al suicidio si está tipificado, art. 393 CP).
Probatoriamente, la determinación de la muerte del sujeto pasivo y objeto material de
este delito está sujeta, en principio, a las reglas generales del art. 201 CPP, sobre realización
de autopsias y reconocimiento de cadáveres. Sin embargo, esas reglas se ven enfrentadas al
problema de la determinación de la muerte y de su causa cuando se niega y el cuerpo de la
víctima se ha hecho desaparecer, haciendo imposible la prueba científica al respecto. Entre
nosotros, este problema se presentó durante la Dictadura Militar de 1973-1989.
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ley, según ordena la propia Constitución. Esta distinción, que recoge el voto de mayoría de la
STC 28.8.2017, Rol 3729, se traduce en que mientras el nacido es persona (“otro”) en el
sentido de sujeto pasivo y víctima del delito de homicidio, el que está por nacer, lo es de aborto.
El problema radica en determinar cuándo un ser humano ha nacido. Hasta mediados
del siglo XX era dominante la tesis según la cual el art. 394, al referirse a las “cuarenta y ocho
horas después del parto”, impondría hacer una diferencia entre el sujeto parido y el nacido, de
modo que una criatura pudiera estar parida, pero no nacida, puesto que el art. 74 CC habla del
nacimiento como suceso que ocurre tras la “separación completa” entre la criatura y su madre,
no “después del parto”; sumando a ello la idea de que la criatura parida, pero no nacida,
tampoco podía ser objeto material del aborto, por encontrarse ya expulsada del vientre
materno. Esta tesis fue refutada puesto que no tiene sentido que una persona sea feto, luego
persona parido y finalmente un ser humano.
En definitiva, homicidio es dar muerte a otro ser humano con vida independiente, sin
atención a los procesos que viva su madre, vinculados al parto, expulsión o retiro de la criatura
de su vientre ni al tiempo estimado de sobrevida de la criatura ya nacida (concepto de
homicidio).
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A su vez, que sea un delito de resultado se traduce en que admite etapas imperfectas
de ejecución del mismo (además de consumado, podría estar en grado de frustrado o
tentativo), a diferencia de los delitos de mera conducta donde no se admiten grados de
ejecución.
Este delito puede ser cometido por acción u omisión. Así, teniendo en consideración lo
dispuesto en el art. 1, en su forma activa, la conducta homicida puede definirse como toda
acción que cause la muerte de otro; y en su forma omisiva, como toda omisión que no la evite
(encontrándose el responsable obligado por ley o contrato a evitarla; no será cualquier
persona).
Por ley, por ejemplo serían los padres, tutores o cuidadores. Por contrato, por ejemplo,
un guardaespaldas, un guardia de seguridad, una enfermera, o cualquier otro obligado por una
convención.
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Al respecto, solo podemos enfatizar en que la realización omisiva de un delito de
homicidio normalmente es imputable a título de cuasidelito o delito imprudente, con o sin
representación: el conductor que omite detenerse ante un signo de tránsito o al sentir que lo
vence el sueño, el padre que duerme ebrio junto a la criatura que termina aplastando, la
enfermera que olvida administrar un medicamento, etc.
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27 de marzo del 2024
b) Limitación del esfuerzo terapéutico (LET)
Por limitación del esfuerzo terapéutico se entiende “la decisión de retirar o no iniciar
medidas terapéuticas porque el profesional sanitario considera que, en la situación concreta del
enfermo, son inútiles o fútiles” (Solís y Gómez, “Límite”, 641). El concepto se identifica en parte
con la antigua idea de eutanasia pasiva, aunque se diferencia de ésta por la posibilidad de
poner activamente término a tratamientos que se demuestran desproporcionados para
propósitos terapéuticos (Carrasco y Crispi, “Eutanasia”, 1599; para un análisis de conformidad
con la legislación anterior, v. Nilo, “Eutanasia”, 13).
La Ley 20.584 legaliza los procedimientos que tienden a la limitación del esfuerzo
terapéutico, en dos casos: i) Cuando cuentan con el consentimiento del paciente (art. 16); y ii)
cuando, no contando con dicho consentimiento, son recomendados por el Comité de Ética
Asistencial de la institución prestadora o la Corte de Apelaciones respectiva, en caso de
reclamo (art. 17)
C) Culpabilidad en el homicidio
Hoy en día, todas las cuestiones relevantes en este aspecto, a saber, si se admite o no
el dolo eventual, la culpa, la preterintención 1y los requisitos y efectos del error de tipo y del de
prohibición no ofrecen “particulares alternativas” a las explicaciones expuestas en las partes
generales.
Así, se acepta que siempre debe probarse, más allá de toda duda razonable (art. 340
CPP), el directo o eventual en el homicidio, esto es, de la intención o propósito preciso de
causar la muerte, o la representación de ello y la aceptación como posible en el hecho.
Y, aunque no se exige la existencia de un animus necandi (deseo o ánimo de matar)
como elemento subjetivo adicional al dolo directo o eventual, sí se exige la prueba del dolo
homicida, directo o eventual y se rechaza la idea de que el homicidio sea un delito calificado
por el resultado como alguna vez se propusiera por un sector importante de la doctrina. En
palabras simples: en un juicio propiamente tal no basta con probar que alguien mató a otro,
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sino que también hay que probar este elemento subjetivo, que había una intención de matar al
otro (dolo directo) y si no hubo esta intención, que el asesino se representó el resultado y de
igual manera efectuó la conducta asesina (dolo eventual).
Para la prueba del dolo eventual se admite como suficiente acreditar la forma en que se
golpea a un sujeto y se continúa castigándole aun después de que se encuentre abatido,
dejándolo en el lugar herido y desangrando. Tratándose del empleo de armas de fuego, ello
puede estimarse suficiente para atribuir previsibilidad e indiferencia ante la muerte de un
tercero que se encuentra detrás o alrededor de la persona contra quien se dispara, según la
distancia y precisión del arma y del tirador en el caso concreto.
El resto de las defensas más recurrentes en este aspecto son: i) el error de tipo
incluyendo los casos especiales de dolo de Weber, aberratio ictus y el error en la persona; ii) el
error de prohibición y las justificantes putativas; iii) la preterintencionalidad; y iv) la
imprevisibilidad absoluta, etc.
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situación que igual debe resolverse. De este modo, cuando la muerte no se produce y no existe
prueba del animus necandi o dolo directo, se afirma únicamente el genérico de lesionar.
Para estudiar lo que sigue, se requiere recordar las normas de autoría. El Código Penal
indica:
Art. 15 “Se consideran autores:
1.° Los que toman parte en la ejecución del hecho, sea de una manera
inmediata y directa; sea impidiendo o procurando impedir que se evite.
2.° Los que fuerzan o inducen directamente a otro a ejecutarlo.
3.° Los que, concertados para su ejecución, facilitan los medios con que se lleva
a efecto el hecho o lo presencian sin tomar parte inmediata en él”.
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era un grado inferior a la de las lesiones resultantes. Sin embargo, con la actual penalidad del
homicidio y la aplicación de límites acotados de discreción judicial a la hora de determinar las
penas, en casos de delitos cometidos con armas de fuego (art. 17 B inc. 2 Ley 17.798), ese
problema ya no se presenta.
Los problemas subsistentes tendrían que ver, entonces, con el hecho que se considere
una tentativa de homicidio o con las lesiones que se causen en momentos anteriores al del
homicidio frustrado (o tentado). Aquí, aunque es posible la afirmación de que la vida como bien
jurídico puede diferenciarse de la salud, ello sólo es en un sentido de la relación, esto es,
cuando decimos que se puede atacar la salud sin destruir la vida, pero no en sentido inverso.
Por ello, mientras exista intención homicida, diremos que las lesiones causadas para realizarla
o que acompañan a su realización, deben ser consideradas, por regla general, hechos
comprendidos en el acto pretendidamente homicida o, al menos, actos acompañantes típicos
del mismo, de modo que su penalidad queda absorbida en el hecho más grave.
Lo anterior en palabras de la profe: para matar a alguien necesariamente hay que
lesionarlo, por tanto, una acusación no debería dirigirse a las lesiones graves y al homicidio
frustrado al mismo tiempo, sino que las lesiones quedarían absorbidas por el delito de
homicidio frustrado; no habría dos delitos.
Volviendo al texto: Con todo, ha de tenerse en cuenta que las lesiones que se causan
únicamente para aumentar inhumanamente el dolor del ofendido permitirán considerar el hecho
como homicidio calificado (art. 391 N.º 1), cuyas elevadas penas permiten comprender toda la
gama de las lesiones causadas.
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Tratándose de la concurrencia de alguna forma de homicidio con el delito de
inhumación ilegal posterior del cuerpo de la víctima, sancionada en el art. 320, nuestra
jurisprudencia ha aceptado la defensa de la consunción, considerando que si la acusación ha
probado tanto el homicidio como la inhumación ilegal, ésta sería un acto posterior copenado del
cual debe absolverse al acusado, aplicando el mismo principio subyacente a las reglas del
encubrimiento, según el cual éste no puede apreciarse respecto del responsable del delito
como autor o cómplice.
E) Penalidad
El art. 1, inc. 2 de la ley 18.216 indica: “No procederá la facultad establecida en el inciso
precedente (penas sustitutivas) ni la del artículo 33 de esta ley, tratándose de los autores de los
delitos consumados previstos en los artículos (...) 391”.
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En este caso la norma habla a secas del art. 391, esto quiere decir que, en teoría, una
persona que sea condena a homicidio simple o calificado no podría optar a alguna de las penas
sustitutivas que establece el legislador (Remisión condicional, Reclusión parcial, Libertad
vigilada, Libertad vigilada intensiva, Expulsión, ni Prestación de servicios en beneficio de la
comunidad).
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no caben aquí las dudas interpretativas que suscita la diferente redacción de la agravante
genérica contemplada en la circunstancia 2.ª del art. 12, donde se emplea la expresión
mediante, aparentemente más restrictiva. En consecuencia, podemos afirmar que tanto el que
encarga como el que ejecuta el homicidio por premio o promesa serían coautores en el sentido
del art. 15 N.º 1.
También, a diferencia de la circunstancia agravante genérica, tampoco hay duda acerca
del carácter pecuniario que ha de tener el premio o recompensa, por su adjetivación como
“remuneratoria”. Corresponde a la acusación probar la existencia del premio o de la promesa
de entregarlo, y también de su carácter remuneratorio, esto es, avaluable en dinero. Puede, por
tanto, presentarse una defensa no sólo por falta o suficiencia de la prueba del premio o
promesa, sino también, en caso de probarse su existencia, por su carácter no remuneratorio,
como sería el caso de los premios consistentes en favores sexuales u otras manifestaciones
afectivas y de las recompensas meramente honoríficas. Ello es consecuencia lógica del peligro
que aquí se quiere evitar: la profesionalización del delito. Esta misma profesionalización ínsita
en la figura hace prácticamente imposible imaginar la comisión de esta clase de homicidio sin la
concurrencia de un actuar sobre seguro, de modo que, por regla general, siempre concurrirá
también la alevosía, aunque no todo homicidio alevoso se realice por premio o promesa
remuneratoria.
En resumen, premio o promesa remuneratoria, no es solamente económico; y que que
sanciona al que encarga y al que ejecuta (recordar art. 15 C. Penal).
03 de abril 2024
Se comenzó la clase leyendo el art. 391 N°1 del Código Penal:
“El que mate a otro y no esté comprendido en los artículos 390, 390 bis y 390 ter, será
penado:
1.° Con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo, si ejecutare el
homicidio con alguna de las circunstancias siguientes:
Primera.- Con alevosía.
Segunda.- Por premio o promesa remuneratoria, o por beneficio económico o de otra
naturaleza en provecho propio o de un tercero.
Tercera.- Por medio de veneno.
Cuarta.- Con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor al
ofendido.
Quinta.- Con premeditación conocida”.
Aquí lo que establece el legislador son ciertas calificantes, y en atención a ellas la pena
aumenta, respecto del homicidio simple. Y si bien las calificantes son muy similares a las
atenuantes generales del Código Penal, a la hora de solicitud de pena, no se pueden aplicar
ambas (de misma naturaleza), de lo contrario, sería una contravención al principio de non bis in
idem. Se podría decir entonces que en las situaciones que sancionan el homicidio calificado el
legislador ya estableció una pena aumentada.
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A continuación, se leyeron normas del Código Civil que abarcan normativa o regulación
nueva, que no ha sido suficientemente abordada por los textos (aún):
Art. 392
“Cometiéndose un homicidio en riña o pelea y no constando el autor de la muerte, pero
sí los que causaron lesiones graves al occiso, se impondrá a todos éstos la pena de presidio
menor en su grado máximo.
Si no constare tampoco quiénes causaron lesiones graves al ofendido, se impondrá a
todos los que hubieren ejercido violencia en su persona la de presidio menor en su grado
medio”.
Este artículo contiene lo que se denomina homicidio en riña. En esta riña, una persona
fallece, pero no se logra identificar o singularizar al autor de la víctima, se le aplica una sanción
a quienes o quien le causó lesiones graves. El inc. 2 indica que si lo anterior no es posible,
todos quienes ejercieron violencia a la persona de la víctima serán sancionados.
Nótese que ambos son escenarios provocan una pena menor que el homicidio, simple y
calificado.
Art. 393
“El que con conocimiento de causa prestare auxilio a otro para que se suicide, sufrirá la
pena de presidio menor en sus grados medio a máximo, si se efectúa la muerte.”
Este artículo sanciona el auxilio al suicidio, siempre y cuando se efectúe la muerte. Este
auxilio no se aplica a algo físico, podría ser también por medios intelectuales (por ejemplo,
instruir a otro para que se haga la auto eliminación efectiva tomando cierto medicamento o
utilizando cierto medio).
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“Quien induzca a otra persona a cometer suicidio será sancionado con la pena de
presidio menor en sus grados mínimo a medio. Si por tal circunstancia se produjera la muerte,
la pena será de presidio menor en sus grados medio a máximo.
Si la inducción al suicidio y la consecuente muerte de la víctima, se produce con
ocasión de concurrir cualesquiera de las circunstancias establecidas en el artículo 390 ter, será
castigado con la pena de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado
mínimo”:
No debe confundirse el “auxiliar el suicidio” con el “inducir al suicidio”, ésta última tiene
más relación con aspectos psicológicos. Además el delito se sanciona si hay o no muerte, solo
diferenciándose en la gravedad de la pena.
Por otro lado, el inc. 2 hace alusión al art. 390 Ter, o sea, si la inducción al suicidio se
produce contra una mujer, con ocasión de alguna circunstancia en razón de su género.
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conviviente, será castigado, como parricida, con la pena de presidio mayor en su grado
máximo a presidio perpetuo calificado”.
El sujeto activo debe estar en conocimiento de las relaciones que los ligan, o sea del
vínculo de parentesco con la víctima. Si éste no tiene tal conocimiento, el delito podría
recalificarse como delito simple o calificado.
Se debe recalcar además que el vínculo al que hace referencia el artículo incluye las
relaciones de consanguinidad, y en caso de la relación por afinidad (“quien es o ha sido su
cónyuge o su conviviente”), podrá ser presente o pasada.
Se debe recalcar una vez más que no se podría invocar parricidio y agravante de
parentesco, pues se estaría penando dos veces el mismo elemento.
¿Cómo se prueba que alguien es o ha sido el cónyuge? fácil: certificado de matrimonio
o sentencia de devorcio. El problema ocurre para probar la convivencia, en este caso deberán
demostrarse al menos dos elementos: que la pareja viva junta y que tenga un proyecto de vida
en común.
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quitarle la vida ya no estaríamos hablando de un homicidio calificado con la calificante de
veneno, sino de un ilícito distinto.
d) Ensañamiento
Consiste, según el Código, en “aumentar inhumana y deliberadamente el dolor del
ofendido”. Así, se asume que todo homicidio lleva generalmente asociada una cuota importante
de dolor en la víctima, y que sólo es posible su calificación cuando existe una conducta
independiente de la de matar, que se orienta a generar un sufrimiento innecesario y adicional a
la víctima.
De allí que “del número de heridas causadas no puede deducirse la existencia de
ensañamiento si con ellas no se han producido sufrimientos innecesarios”. Pero, por supuesto
si basta una herida para la muerte, y las demás fueron sólo para aumentar el dolor, habrá
ensañamiento.
Según la doctrina dominante, “deliberadamente” significa con dolo directo, esto es, con
conocimiento del innecesario sufrimiento que se causa y voluntad de su realización.
Dados estos requisitos, de Perogrullo parece que el ensañamiento supone que el
agente actúa sobre seguro al menos y, por tanto, aunque pueda haber alevosía sin
ensañamiento, no existe éste sin aquélla.
e) Premeditación conocida
Es dominante entre nosotros el entendimiento de esta circunstancia como una
combinación entre un criterio cronológico, esto es la persistencia en el ánimo del autor de la
decisión de cometer el delito; y uno psicológico, basado en el ánimo frío del autor (ánimo de
matar), cuya comprobación permita distinguirlo del simple dolo de matar, directo o eventual.
Lo anterior se traduce en la necesidad de que la acusación deba acreditar al menos
cuatro requisitos para tener por configurada la causal:
I. La resolución previa de cometer el delito;
II. La existencia de un intervalo de tiempo más o menos prolongado entre tal resolución y
la ejecución del hecho;
III. La persistencia durante dicho intervalo de la voluntad de delinquir; y
IV. La frialdad y tranquilidad del ánimo al momento de ejecutar el hecho.
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su ejecutor, por más reflexión y ánimo frío que preceda al hecho (el texto sugiere que este tipo
de acto debe ser considerado separado del asesinato, ya que no implica aprovecharse de la
indefensión de la víctima).
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lo recibe, e incluso, a quien intermedia entre uno y otro o toma parte del acuerdo, guardando el
premio o de cualquier otra forma descrita en los arts. 15 y 16.
En cambio, quienes ven esta circunstancia solo un reproche subjetivo a la motivación
del ejecutor, sin atención a su fundamento como indicador de la profesionalización del crimen,
han de concluir que esta calificante solo es aplicable al sicario o mandatario, siendo el
mandante sólo un inductor de homicidio.
En palabras de la profesora y sobre los casos de homicidio calificado en los que están
involucradas varias personas. Si una de las personas cumple con los criterios para ser acusada
de homicidio calificado, ¿qué sucede con las demás personas involucradas? ¿Se les acusa de
un delito diferente o también se les considera responsables del homicidio calificado? Al
respecto hay dos posiciones, una dice que no, que las calificantes requieren de un elemento
subjetivo y por lo tanto debería abarcar sólo al autor de aquel elemento. La otra parte de la
doctrina indica que estos elementos son objetivos y que debería, por lo tanto, abarcar a todos
los partícipes.
Mayoritariamente se entiende que hay comunicabilidad, porque se entiende que hay
dolo, conocimiento e intención en la participación, sin perjuicio que, dependiendo del ilícito que
se trate algunos partícipes sean sancionados de manera distinta (para mejor o peor).
D) Concurso de circunstancias
Dos son los problemas que aquí se presentan: la concurrencia de calificantes del
homicidio con circunstancias genéricas del art. 12 N.º 1 a 5, y la concurrencia de diferentes
calificantes del art. 391 N.º 1.
Al primero, se suele responder recurriendo a la defensa del principio de non bis in idem
o prohibición de doble valoración de las circunstancias, recogido en el art. 63, que dispone la
imposibilidad de considerar como circunstancias agravantes genéricas las que el legislador ha
expresado al describir y penar un delito. De esta manera, si los mismos hechos que constituyen
la circunstancia agravante genérica sirven para constituir cualquier circunstancia del art. 391
N.º 1, deberá preferirse ésta, cuyo mayor desvalor absorberá el de aquella.
Ahora, todo lo anterior está referido a las agravantes genéricas del 1° al 5°, lo que no
obsta a que no pueda concurrir junto con el homicidio calificado una agravante genérica del
numeral 6° en adelante, todas del art. 12 del C.P.
Entonces, recuerde, el art. 63 indica: “No producen el efecto de aumentar la pena las
circunstancias agravantes que por sí mismas constituyen un delito especialmente penado por
la ley, o que ésta haya expresado al describirlo y penarlo.
Tampoco lo producen aquellas circunstancias agravantes de tal manera inherentes al
delito que sin la concurrencia de ellas no puede cometerse”.
También cobra especial relevancia el art. 69 del C.P, que indica: “Dentro de los límites
de cada grado el tribunal determinará la cuantía de la pena en atención al número y entidad de
las circunstancias atenuantes y agravantes y a la mayor o menor extensión del mal producido
por el delito, teniendo en especial consideración la circunstancia de ser la víctima un menor de
18 años, un adulto mayor, según lo dispuesto por la ley Nº 19.828, o una persona con
discapacidad en los términos de la ley Nº 20.422”.
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Así entonces, en un caso de homicidio calificado, el fiscal tiene la opción de incluir dos o
tres calificantes a la acusación. Sin embargo, esto no implica que el tribunal vaya a emitir
sentencias por dos o tres delitos diferentes, sino solo por uno, que es el homicidio calificado.
La pena que el tribunal decida imponer se determinará en función de la extensión del
mal causado. Si el fiscal presenta dos o más calificantes, es posible que el tribunal decida
aplicar la pena dentro de los límites máximos permitidos. Pero esto no significa que el tribunal
esté sancionando dos o tres delitos diferentes, sino que está considerando la gravedad del
único delito cometido, el homicidio calificado.
B) Tipicidad en el parricidio
a) Sujetos
Tres son los grupos de relaciones particulares entre personas que permiten calificar al
homicida de autor (sujeto activo) y al ofendido de víctima (sujeto pasivo):
I. El parentesco por ascendencia o descendencia;
II. El matrimonio, actual o pasado, y
III. La convivencia, actual o pasada.
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ascendientes o descendientes” a los adoptantes y adoptados de conforme con las anteriores
leyes 7.613 y 18.703.
En cuanto al matrimonio, como contrato civil solemne, sólo admite la prueba de los
certificados que acrediten su celebración y vigencia. Sin embargo, la incorporación de los
cónyuges pasados y de los “convivientes” actuales o pasados a los sujetos de este delito, así
como la inclinación de la Ley de Violencia Intrafamiliar hacia la protección de la familia como
institución social y no como mera resultante de relaciones jurídicas, han desperfilado la
importancia práctica y el carácter decisorio litis que antes ostentaba la validez del matrimonio
pues, con independencia de la validez civil del vínculo marital, si los supuestos contrayentes
hacen o hicieron vida en común, han de considerarse igualmente autores y víctimas del
parricidio, siendo irrelevante las resultas del eventual pronunciamiento civil al respecto.
Finalmente, respecto de la convivencia, el art. 1 Ley 20.830 la define como la situación
de hecho en que dos personas tienen una “vida afectiva en común, de carácter estable y
permanente” y “comparten un hogar”. La regulación no atiende al sexo ni al género de los
convivientes y añade a la parca definición del Diccionario (“vivir en compañía de otro u otros”)
el carácter afectivo de la relación subyacente y la necesidad de su estabilidad y permanencia,
que ya había sido anticipada por la jurisprudencia anterior.
Además, de conformidad con esa jurisprudencia, el carácter “afectivo” de la relación
debe expresarse en una de índole sexual. Luego, la cohabitación entre amigos no produce
convivencia, ni ésta parece requerir cohabitación permanente, si las condiciones de la pareja
no lo permiten, pero sí al menos asumir obligaciones relacionadas con la vida del “hogar
común”, ayuda, socorro y protección mutuas. Incluso se ha fallado, a nuestro juicio
erradamente, que la cohabitación en un mismo domicilio, aún manteniendo relaciones de
carácter sexual, no constituye convivencia si falta la prueba de un proyecto de vida común,
análogo al del un matrimonio, siguiendo la propuesta de una parte de la doctrina que identifica
la convivencia como “un matrimonio sin vínculo matrimonial”.
Con todo, hay que insistir que en este delito el término conviviente se refiere a una
situación de hecho que debe ser comprobada en juicio y no solo a quienes puedan
considerarse “convivientes civiles” por haber celebrado el acuerdo de unión civil que regula la
mencionada Ley 20.830, aunque no hay duda de que, en esos casos, la convivencia será
posible de acreditar por el registro del acuerdo respectivo, salvo prueba en contrario.
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b) Conducta: el problema del parricidio por omisión
Antes hemos afirmado que la construcción de la figura de homicidio por omisión se
hacía a partir de las posiciones de garante que el ordenamiento jurídico reconoce, entre las
cuales figuran, en primer término, las derivadas del derecho de familia. Luego, para no infringir
la prohibición del non bis in ídem, cabe concordar con la doctrina que afirma que no sería
posible tomar en cuenta esta misma posición de garante para, además, calificar el hecho como
el delito más grave de parricidio.
Así lo ha resuelto también la SCA Santiago 8.8.2011 (RLJ 348). A este argumento
contribuye ahora el aumento de la pena del homicidio simple, que permite una más ajustada
valoración de los hechos. A nuestro juicio (dicen Matus y Ramírez), la sola calificación
doctrinaria del delito de parricidio como una figura “autónoma” o sui generis no es suficiente
para admitir su castigo por omisión, pues con ello no se supera el obstáculo de considerar dos
veces la misa propiedad fáctica, tanto para constituir el homicidio como para su agravación
Ojo aquí: en el min 19 la profe dice que nada impide la existencia de la figura de
parricidio por omisión (?).
Las características del “ciclo de la violencia” permiten afirmar que en relaciones donde
existe maltrato crónico contra la mujer y los hijos, la inminencia de la agresión puede ser
demostrada a partir de esa situación de carácter permanente, y que tal agresión no puede
confundirse con un mal cualquiera, sino que se trata de una agresión ilegítima, pues no existe
entre nosotros ninguna regla que autorice el maltrato a las mujeres e hijos.
De allí que nos parece más apropiado tratar estas situaciones como supuestos de
legítima defensa antes que como casos de estado de necesidad exculpante (en el caso de que
la mujer mate al marido maltratador, o una figura análoga).
Si se examina la cuestión desde esta perspectiva, entonces el problema se trasladaría a
determinar, por una parte, la actualidad o inminencia de dicha agresión (una agresión
permanente sería entonces también una agresión actual), y por otra, la necesidad racional del
medio empleado en impedirla o repelerla.
Sobre la base de todo lo dicho anteriormente, cabe apreciar positivamente la sentencia
que confirma la absolución de una acusada de parricidio por legítima defensa de su hijo
agredido previamente con una guitarra por el fallecido, considerando que la situación de
violencia intrafamiliar que había derivado en una orden de alejamiento del hogar hacía
inminente nuevos ataques contra miembros de la familia y racional la defensa “contra el ataque
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del sujeto, con antecedentes de ser violento y conflictivo, que llegaba ebrio al domicilio,
insultando, empujando, golpeando y amenazando de muerte a ella y sus hijos, es la que
cualquier persona normal habría realizado si le hubiera tocado vivir los mismos sucesos” (SCA
Rancagua 4.3.2010, GJ 375, 241).
Con todo, es necesario tener presente que, en la práctica y demostrando todavía cierto
sesgo patriarcal en la apreciación de los hechos, los estudios realizados en Chile y en el
extranjero demuestran que acreditar que las mujeres “han sufrido violencia por largo tiempo y
que presentan daños sicológicos importantes, derivados justamente de esta violencia” no
parece suficiente a los jueces para eximir de responsabilidad, por lo que, para una defensa
efectiva es necesaria “la contextualización de la violencia, ya sea a través de informes de
expertos o de pericias sicológicas”.
d) Defensa de la mujer maltratada como estado de necesidad exculpante (art. 10 N.º 11)
“Están exentos de responsabilidad criminal: 11.° El que obra para evitar un mal grave
para su persona o derecho o los de un tercero, siempre que concurran las circunstancias
siguientes:
1ª. Actualidad o inminencia del mal que se trata de evitar.
2ª. Que no exista otro medio practicable y menos perjudicial para evitarlo.
3ª. Que el mal causado no sea sustancialmente superior al que se evita.
4ª. Que el sacrificio del bien amenazado por el mal no pueda ser razonablemente
exigido al que lo aparta de sí o, en su caso, a aquel de quien se lo aparta siempre que
ello estuviese o pudiese estar en conocimiento del que actúa”:
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La Ley 20.480 no sólo introdujo la figura del femicidio, sino también la circunstancia del
art. 10 N.º 11, que consagró expresamente el estado de necesidad exculpante, como un caso
más de exención de la responsabilidad penal, de carácter general.
Lamentablemente, la simple comparación literal de la eximente con el tradicional estado
de necesidad del art. 10 N.º 7, muestra que tienen idénticas exigencias de actualidad del mal y
subsidiariedad estricta de la conducta que se declara exenta, lo que hace muy difícil subsumir
en ella los fenómenos de muerte del maltratador mientras duerme o descansa, muchas veces
sin haber recurrido previamente a las autoridades.
Otra cosa, en el evento de que esto no sea recogido por el tribunal como eximente,
también podría invocarse como atenuante, o sea, como eximente incompleta (puesto que no se
cumplen con todos los requisitos establecidos por la ley). En la práctica, probar un eximente de
responsabilidad es complejo (recordar: eximente significa absolución).
D) Culpabilidad
Cuando la ley utiliza expresiones como “maliciosamente” o “con conocimiento de
causa”, en principio ello debiera interpretarse en el sentido de una limitación de las formas de
culpabilidad al dolo directo, con exclusión tanto del dolo eventual como del cuasidelito
correspondiente. En el caso del art. 390, su encabezado contempla la expresión “con
conocimiento de las relaciones que lo ligan”, sin que existen razones para una interpretación
diversa, tratándose precisamente del conocimiento de esas relaciones.
Quien mata a un tercero que se hace pasar por su padre, sin serlo biológicamente,
tampoco comete parricidio, sino homicidio.
También, será útil tener a la vista lo que indica el art. 64 del Código Penal:
“Las circunstancias atenuantes o agravantes que consistan en la disposición moral
(tiene relación con los ánimos) del delincuente, en sus relaciones particulares con el ofendido o
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en otra causa personal, servirán para atenuar o agravar la responsabilidad de sólo aquellos
autores, cómplices o encubridores en quienes concurran.
Las que consistan en la ejecución material del hecho o en los medios empleados para
realizarlo, servirán para atenuar o agravar la responsabilidad únicamente de los que tuvieren
conocimiento de ellas antes o en el momento de la acción o de su cooperación para el delito”.
Según la doctrina y jurisprudencia dominantes, por tratarse el parricidio de un delito
especial impropio, los partícipes no mencionados en el art. 390 (extraneus) podrán alegar la
defensa de no serle comunicable la relación personal con el ofendido (art. 64) y, por tanto que
sólo serían responsables del delito de homicidio, simple o calificado, que corresponda apreciar
según el resto de las circunstancias concurrentes; en tanto que el pariente, cónyuge o
conviviente, actual o pasado, del art. 390 (intraneus) participará de un parricidio o de un
homicidio, según su propio grado de responsabilidad en el hecho.
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“La misma pena (presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo calificado) se
impondrá al hombre que matare a una mujer en razón de tener o haber tenido con ella una
relación de pareja de carácter sentimental o sexual sin convivencia”.
Esta es la figura que da origen a la modificación general de los delitos de femicidio y
que aleja este delito del parricidio, ya que comprende un caso no incluido en el femicidio íntimo
antes regulado en el art. 390 inc. 2: la muerte de una pareja o expareja mujer con la que no se
ha tenido vida en común, que no se encontraba contemplada en la anterior legislación.
Dicha diferenciación se profundiza al agregar esta disposición un elemento subjetivo
adicional para configurar el femicidio íntimo ampliado: que el delito se cometa “en razón” de esa
relación actual o pasada. Por ello, se configura al delito como de tendencia, ya que la muerte
debe cometerse, según el Diccionario, “por causa de” esa relación, excluyéndose la imputación
a título imprudente o con dolo eventual y exigiendo la prueba específica de tal motivación (art.
340 Código Procesal Penal).
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drogas o un robo, si la motivación no incluye la discriminación por su oficio, por mucho que sea
conocido por el autor.
Si a la negativa o falta de consentimiento para mantener una relación sexual sigue el
forzamiento de la voluntad de la víctima en la forma de alguna violencia sexual (lo que no se
limita al delito de violación; hay otas figuras) de los arts. 361 a 366 ter, también se comete
femicidio, según la tercera de las circunstancias de este artículo. Pero si la agresión consiste en
una violación y con motivo u ocasión de ésta se mata a la mujer, el delito se califica como
violación con femicidio y se castiga con las penas de presidio perpetuo a presidio perpetuo
calificado del art. 372 bis.
La cuarta circunstancia es propiamente de carácter discriminatorio y supone dar muerte
a la mujer únicamente por ser tal, esto es, por su identidad de género (ser la víctima transexual,
p. ej.), por manifestar una orientación de carácter sexual que el autor reprueba o discrimina (p.
ej., lesbianismo), o por la manifestación externa del género de la mujer, esto es, la
discriminación por su modo de hablar o vestir, las modificaciones corporales que se haya
practicado, o formas de comportamiento e interacción social, etc. Sin embargo, puesto que la
ley exige que la víctima sea objetivamente una mujer, en el sentido registral, no habrá femicidio
del hombre travestido de mujer ni del transexual que no ha realizado el cambio registral. En
estos casos, el homicidio será simple o calificado, según las circunstancias, con la agravante
21.ª del art. 12.
Finalmente, se contempla el femicidio como expresión de una manifiesta subordinación
por las relaciones desiguales de poder entre el agresor y la víctima, como serían las existentes
en los ámbitos laborales, educacionales y de las asociaciones en que tales relaciones tienen
lugar. Aquí, junto a la prueba de la subordinación “manifiesta”, el aspecto subjetivo o
motivacional de la conducta consiste en el aprovechamiento o abuso de esa situación para
cometer el delito, lo que se puede expresar en su empleo para hacer que la víctima se presente
al lugar de los hechos o de otro modo facilitar la comisión del delito a partir de esa posición.
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1. Respecto a la primera, debe acreditarse que el hecho de que la víctima se encontraba
embarazada al momento de cometerse el delito era notorio o le constaba al autor de
alguna otra forma.
2. En cuanto a la segunda de estas circunstancias, también se requiere la prueba de la
objetiva de ser la víctima menor de 18 años, mayor de 60 o en situación de
discapacidad, junto con la del conocimiento de esta calidad por parte del autor.
3. La tercera de las circunstancias (matar a una mujer en presencia de algún ascendiente
o descendiente) es una especificación de la genérica de ignominia (art. 12, 9.ª) que, por
tanto, la excluye en este delito.
4. Finalmente, la desvinculación del femicidio de la violencia intrafamiliar permite
considerar ésta también como agravante específica. En este caso, aunque debe
acreditarse al menos un acto anterior e independiente de violencia intrafamiliar, en los
términos del art. 5 Ley 20.066, no es necesario para ello contar una sentencia
condenatoria previa.
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especialidad) ni tampoco del homicidio calificado, aunque concurra alguna de las circunstancias
del art. 391 N.º 1, por la regla de subsidiariedad expresa de esa disposición legal.
A) Tipicidad
En este delito, los autores sólo pueden ser el padre, la madre y los demás ascendientes
de la víctima, matrimoniales (“legítimos”) o no (“ilegítimos”). Se entiende que la ley ha querido
excluir de este círculo a los parientes por afinidad, pues no los menciona expresamente, lo que
sí hace con los ilegítimos. La víctima ha de ser una criatura con vida autónoma, aunque no se
haya producido la total separación de su madre, con menos de 48 horas de vida.
C) Participación
Vuelven a presentarse aquí los mismos problemas que vimos con relación al parricidio,
con la diferencia que la figura de infanticidio es privilegiada, por lo que es posible argumentar
una defensa contra el resurgimiento de la figura básica para los partícipes, en la forma de
homicidio simple o calificado, dado que al proceder de ese modo se perdería el sentido del
privilegio legal, amén del absurdo que sería imponer a la madre que paga a su empleada para
matar al recién nacido una pena mayor que la resultante de si ella da muerte a ese hijo con sus
propias manos y sólo le paga a la empleada para que colabore en tan macabra labor.
Tampoco resulta del todo satisfactoria la decisión de hacer responder al extraneus
como autor de homicidio simple o calificado, pues no resulta racional hacer efectivo el privilegio
del infanticidio a quienes tienen un deber especial de cuidado sobre la víctima y negarlo a
quienes —sin tener ese deber— participan junto a él. Puede entonces admitirse la solución de
imputar infanticidio al extraneus basada en el conocimiento que tenga de estar participando en
un infanticidio.
Bien jurídico protegido y despenalización parcial del aborto voluntario en tres causales
A pesar de su ubicación entre las figuras relativas al orden de las familias, la moralidad
pública y la integridad sexual, hay acuerdo entre nosotros en que el bien jurídico protegido en
las figuras de aborto es la vida humana dependiente, diferenciada por su falta de autonomía de
la que protege el delito de homicidio (vida humana independiente).
Desde el punto de vista constitucional, según el voto de mayoría de la sentencia del
Tribunal Constitucional recaída en el proyecto de ley que despenalizó el aborto en tres
causales (Ley 21.030), es propio del “margen de apreciación que se le encarga al legislador”
tratar el aborto “como un delito distinto al del homicidio y al de infanticidio”, e incluso “tratarlo
como delito distinto a aquellos delitos contra las personas en el Código Penal”, pues se estima
que para nuestra Constitución sólo el ser humano nacido sería una persona, con derechos
fundamentales, mientras que el que está por nacer no, a pesar del interés constitucional para
su protección.
Esta diferencia constitucional entre la vida humana independiente (el nacido o persona
propiamente tal) y la dependiente (el que está por nacer o nasciturus), según dicha sentencia,
supone para el legislador “un margen de adaptación o de flexibilidad para abordar casos en que
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la interrupción deliberada del embarazo no se considere constitutiva de delito”, de modo que “el
legislador no tiene una reserva limitada o dirigida a prohibir el aborto”, sino que la redacción del
texto constitucional ha de entenderse “simplemente habilitante para regular la protección”,
protección que “no puede hacerse sin la debida consideración de los derechos que tiene la
mujer”, pues “la Constitución no habilita al Estado a que se pueda poner en peligro la vida de la
madre ni le impone tener un hijo producto de una violación”.
De este modo, para nuestro Tribunal Constitucional no resulta contraria al texto
fundamental la redacción del art. 119 inc. 1 Código Sanitario, que autoriza la interrupción del
embarazo por un médico cirujano, mediando la voluntad de la mujer, en tres casos:
I. Cuando la mujer se encuentre en riesgo vital.
II. Cuando el embrión o feto padezca una patología incompatible con la vida extrauterina, o
III. Cuando el embarazo haya sido producto de una violación.
Así, las cosas, antes de entrar a revisar las normas en particular se debe considerar la
clasficiación entre aborto voluntario e involuntario. Y que dentro de las figuras voluntarias, las
hay punibles y no punibles (éstas últimas son las tres causales del Código Sanitario ya
mencionadas). Entonces, cuando se pregunte si todo aborto voluntario es punible, debe
contestarse que no.
A) Tipicidad
a) Autoría
Mientras que en el auto aborto del art. 344 sólo puede ser autora la mujer embarazada
(según la profe habría que considerar aquí a la persona gestante también), en el aborto
consentido existe una participación necesaria entre la mujer que consiente que se practique y
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el tercero que efectivamente lo realiza. Sin embargo, los terceros no son sancionados como
partícipes del delito de la mujer ni ésta como partícipe de aquellos, sino que cada una de las
intervenciones es sancionada, a título de autoría, por figuras diferentes:
I. La mujer que consiente en el aborto es sancionada por el delito del art. 344;
II. El tercero que no es facultativo, por el del art. 342 N.º 3; y
III. El tercero que es facultativo, por el del art. 345.
b) El caso especial del facultativo (art. 345)
El art. 345 sanciona al facultativo que, “abusando de su oficio, causare el aborto o
cooperare a él”, con las penas señaladas en el art. 342 aumentadas en un grado. La
agravación se fundamenta en que el facultativo es un tercero al que, por su particular función
en la comunidad, la ley le impone un mayor reproche y, consiguientemente, una pena que, en
el caso del aborto voluntario, es equiparable a la de la mujer que causa su propio aborto
(presidio menor en su grado máximo).
Facultativo es quien ejerce alguna de las profesiones a que se refiere el art. 313 a):
médico-cirujano, dentista, químico-farmacéutico, bioquímico u otra de características análogas,
relativa a la ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano. Entre
estas otras profesiones se encuentran, p. ej., las que requieren un título otorgado por una
facultad de medicina o vinculada a las ahora denominadas ciencias de la salud (estomatología,
kinesiología, enfermería, obstetricia, farmacología, etc.).
Abusa de su oficio quien, fuera de los casos permitidos por el art. 119 del Código
Sanitario, utiliza su ciencia y arte para causar el aborto. Parte del artículo 119 indica:
“Mediando la voluntad de la mujer, se autoriza la interrupción de su embarazo por un
médico cirujano, en los términos regulados en los artículos siguientes, cuando:
1. La mujer se encuentre en riesgo vital, de modo que la interrupción del embarazo evite
un peligro para su vida.
2. El embrión o feto padezca una patología congénita adquirida o genética, incompatible
con la vida extrauterina independiente, en todo caso de carácter letal.
3. Sea resultado de una violación, siempre que no hayan transcurrido más de doce
semanas de gestación. Tratándose de una niña menor de 14 años, la interrupción del
embarazo podrá realizarse siempre que no hayan transcurrido más de catorce semanas
de gestación”.
Éste artículo contiene las figuras de aborto voluntario no punible; y según la profesora
es algo que posiblemente preguntará en la prueba.
A su vez, el art. 119 bis indica los requisitos para realizar la intervención contemplada
en cada una de las causales, parte de la norma indica:
“Para realizar la intervención contemplada en el número 1) del inciso primero del
artículo anterior, se deberá contar con el respectivo diagnóstico médico.
En el caso del número 2) del inciso primero del artículo referido, para realizar la
intervención se deberá contar con dos diagnósticos médicos en igual sentido de médicos
especialistas. Todo diagnóstico deberá constar por escrito y realizarse en forma previa.
En el caso del número 3) del inciso primero del artículo 119, un equipo de salud,
especialmente conformado para estos efectos, confirmará la concurrencia de los hechos que lo
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constituyen y la edad gestacional, informando por escrito a la mujer o a su representante legal,
según sea el caso, y al jefe del establecimiento hospitalario o clínica particular donde se solicita
la interrupción. En el cumplimiento de su cometido, este equipo deberá dar y garantizar a la
mujer un trato digno y respetuoso”.
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Este consentimiento debe ser libre, esto es, otorgado con conocimiento del significado
del embarazo y su interrupción y sin vicios (como la violencia o el engaño), de conformidad con
el grado de desarrollo biológico y mental de la mujer, que podría tener consciencia del
significado del embarazo y su interrupción desde el momento de la pubertad.
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violencias que se traten como del aborto del art. 342 N.º 1, y siendo éste también uno diferente
a los de lesiones y homicidio, las razones expuestas para el caso del aborto violento seguido
de muerte nos llevan a similares conclusiones.
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calificados por el resultado impropios, en los cuales la conducta dolosa base, en este caso, las
violencias, puede ir acompañada de un resultado, el aborto, que puede ser tanto previsible
como aceptado por el agente, esto es, que respecto de ese resultado adicional al hecho doloso
base puede haber culpa o dolo eventual.
Para construir esta figura, la ley no solo exige dolo en las violencias, sino que prevé una
especial exigencia cognoscitiva, común a supuestos imaginables de culpa y dolo eventual: que
el estado de la mujer le conste al hechor o sea notorio (objetivamente); o, en otros términos,
que el resultado de aborto (no la circunstancia del embarazo) sea al menos previsible para el
autor de las violencias.
O sea, que el dolo no está dirigido al aborto, sino que en ejercer violencia para dañar a
la mujer, a sabiendas de su estado, o que este fuera objetivamente notorio.
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3729), vino a ratificar la doctrina tradicional, al entender que no era posible considerar en un
concepto común la vida del que está por nacer y la de los nacidos, únicos “otros” y “personas”
para la mayoría del Tribunal Constitucional.
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el maltrato habitual o la violencia intrafamiliar. Sin embargo, en situaciones donde solo se
presente una violación psicológica sin lesiones físicas concretas, el caso no siempre se
procesará en el ámbito penal. En cambio, podría ser tratado en el ámbito de la justicia de
familia, para ilustrar con un ejemplo.
Además, existen tipos de agresiones físicas que, aunque representan una violación de
la integridad corporal, no califican como lesiones en sentido estricto. Un empujón o una
zancadilla son ejemplos de esto; constituyen una invasión al bienestar físico pero no implican
necesariamente una lesión.
A) Tipicidad
a) Autores y víctimas
Al igual que en el homicidio simple nos encontramos aquí ante una figura residual.
En cuanto a la pena, aquí tenemos una pena alternativa: “relegación o presidio
menores en sus grados mínimos o con multa de once a veinte unidades tributarias mensuales”.
Puesto que la pena es alternativa, no debe confundirse con una pena copulativa.
Estamos ante un delito común, donde no existen limitaciones para determinar la calidad
de autor ni la de víctima (otro individuo de la especie humana, vivo), en consecuencia, no hay
entre nosotros delitos de lesiones al feto ni a los cadáveres.
Se debe tener presente, que si bien este es un delito común, ciertas calidades
personales determinarán la medida de la pena: que se lesione alguna de las personas
nombradas en el art. 5 Ley 20.066 (leer), sobre violencia intrafamiliar, o a un menor de edad,
adulto mayor o persona con discapacidad (art. 400, leer).
Al respecto, será importante tener presente el cálculo de grados por sanguinidad y
afinidad a los que hace referencia la ley de violencia intrafamiliar:
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La profesora indica que lo que le interesa es que tengamos claro que sobre las lesiones
menos graves existe una pena alternativa: de multa (pecuniaria) o corporal. Además, indica que
recordemos que en el caso de que nos encontremos frente a un vínculo de violencia
intrafamiliar (art. 5 Ley 20.066) u otra del art. 400 del C.P, la pena aumentará en un grado. Así,
la pena a solicitar ya no será de entre 361 días y 540, sino que será de 541 días a 3 años. El
problema será cuando se pida una pena de multa, puesto que es pena pecuniaria no puede
aumentarse el grado, habrá que pedirle al fiscal que recalifique.
Se debe tener presente también el art. 401 y 401 bis del C.P modificados e introducidos
por la ley 21188 (D.O. 13.12.2019) con el objeto de proteger a los profesionales y funcionarios
de los establecimientos de salud y a los profesionales, funcionarios y manipuladores de
alimentos de los establecimientos educacionales, y que en cuanto al delito de lesiones,
establece que las penas serán más altas, dependiendo de la gravedad de las mismas:
Art. 401. “Las lesiones menos graves inferidas a guardadores, sacerdotes o personas
constituidas en dignidad o autoridad pública, serán castigadas siempre con presidio o
relegación menores en sus grados mínimos a medios”.
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Art. 401 bis “Las lesiones inferidas a los profesionales y funcionarios de los
establecimientos de salud, públicos o privados, o contra los profesionales, funcionarios y
manipuladores de alimentos de establecimientos educacionales, públicos o privados, al interior
de sus dependencias o mientras éstos se encontraren en el ejercicio de sus funciones o en
razón, con motivo u ocasión de ellas, serán sancionadas:
1. Con presidio mayor en sus grados mínimo a medio en los casos del número 1° del
artículo 397.
2. Con presidio menor en su grado máximo en los casos del número 2° del artículo 397.
3. Con presidio menor en su grado medio en los casos del artículo 399.
4. Con presidio menor en su grado mínimo si las lesiones que se causaren fueren leves.
En los casos en que se maltratare corporalmente de manera relevante a las personas
señaladas en el inciso anterior, la pena será de prisión en su grado máximo y multa de una a
cuatro unidades tributarias mensuales”.
Art. 397. “El que hiriere, golpeare o maltratare de obra a otro, será castigado como
responsable de lesiones graves:
1.° Con la pena de presidio mayor en su grado mínimo, si de resultas de las lesiones
queda el ofendido demente, inútil para el trabajo, impotente, impedido de algún miembro
importante o notablemente deforme.
2.° Con la de presidio menor en su grado medio, si las lesiones produjeren al ofendido
enfermedad o incapacidad para el trabajo por más de treinta días”.
Lo importante es que del resultado de esta lesión tiene que haber un resultado, y admite etapas
perfectas e imperfectas.
Resultados: que el ofendido quede demente, inútil para el trabajo, impotente, impedido de
algún miembro importante o notablemente deforme.
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la pena baja, y las lesiones dejan al ofendido una enfermedad o incapacidad para el trabajo por
más de treinta días.
habría que elegir alguna de las del número 2 o 1, pero no las dos juntas.
se sabe por diagnósticos médicos, lo que procede es que las personas concurran a constatar
lesiones, no sirve adjuntar fotografías, o que no figure el rostro o la hora, para el tribunal es
poco creíble (ir al hospital a constatar lesiones, o ir a carabineros para que ellos los traslade).
el numeral 2 transitorio.
ART. 398. “Las penas del artículo anterior son aplicables respectivamente al que causare a otro
alguna lesión grave, ya sea administrándole a sabiendas sustancias o bebidas nocivas o
abusando de su credulidad o flaqueza de espíritu”.
No tiene mucha aplicación práctica, el 399 es el que tiene más aplicación práctica.
Lo importante es que existen otros modos respecto de las lesiones, no solo a hiriere, golpeare
o maltratare de obra. el 398 tiene que ver con la administración de sustancias o bebidas
noticias, abusando de la credibilidad del actor.
ART. 494 N° 5. Sufrirán la pena de multa de una a cuatro unidades tributarias mensuales: 5.° El
que causare lesiones leves, entendiéndose por tales las que, en concepto del tribunal, no se
hallaren comprendidas en el art. 399, atendidas la calidad de las personas y circunstancias del
hecho. En ningún caso el tribunal podrá calificar como leves las lesiones cometidas en contra
de las personas mencionadas en el artículo 5° de la Ley sobre Violencia Intrafamiliar, ni
aquéllas cometidas en contra de las personas a que se refiere el inciso primero del artículo 403
bis de este Código.
Aquí estamos viendo el libro tercero, las faltas. Y que está relacionado con lo visto antes. Estos
no son simples delitos. Las faltas no tienen penas corporales, sino que pecuniarias, salvo que
el legislador haya establecido algo distinto.
Esto es la que la doctrina denomina “lesiones leves”. Esta es una figura privilegiada, pues la
pena es solo de multa, no hay pena corporal: 1 a 4 UTM.
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ojo la prohibición que hace el legislador aquí, sobre el vínculo de familia. La lesión ya no es
leve, sino que menos grave, ojo aquí las accesorias también.
Esto de las lesiones menos graves es pan de cada día (en contexto VIF).
Lesiones leves, las que no estén comprendidas en el 499 (lesiones menos graves). Pero en el
caso que la victima sea una de las 403 bis o art. 5 ley VIF el tribunal no puede calificar como
lesiones leves, sin importar el resultado.
Ley de tránsito
Artículo 193.- El que, infringiendo la prohibición establecida en el inciso segundo del artículo
110, conduzca, opere o desempeñe las funciones bajo la influencia del alcohol, será
sancionado con multa de una a cinco unidades tributarias mensuales y la suspensión de la
licencia de conducir por tres meses. Si a consecuencia de esa conducción, operación o
desempeño, se causaren daños materiales o lesiones leves, será sancionado con una multa de
una a cinco unidades tributarias mensuales y la suspensión de la licencia de conducir por seis
meses. Se reputarán leves, para estos efectos, todas las lesiones que produzcan al ofendido
enfermedad o incapacidad por un tiempo no mayor a siete días.
“Se reputarán leves, para estos efectos, todas las lesiones que produzcan al ofendido
enfermedad o incapacidad por un tiempo no mayor a siete días”. En el 399 no definió por
lesiones menos graves, pero en este caso el 494 n5. cuando habla de las lesiones leves, no
aplica las conductas propiamente tal.
La doctrina, haciendo una “triangulación” de normas, indica lo que se puede entender por
lesiones leves: “las lesiones que produzcan al ofendido enfermedad o incapacidad por un
tiempo no mayor a siete días”.
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Este tipo de lesiones no es solo para las lesiones producto de accidentes de tránsito, sino que
esta regla se extiende a toda clase de lesiones.
Sin perjuicio de que tambien estas sean lesiones, el legislador les ha dado otro nombre, en
razón de la ejecución:
397 el legislador establece una sancion en reazón del resultado o efectos producidos en la
victima,
el 395 y 396 establecen delitos que se establecen de mutilaciones y castración, que tambien
son lesiones.
ART. 395. El que maliciosamente castrare a otro será castigado con presidio mayor en sus
grados mínimo a medio.
La escueta definición del art. 395, que sólo hace referencia al verbo rector y no a su objeto
material, dio pie a que, en un principio, se entendiera que éste únicamente podía referirse a los
órganos genitales masculinos, postura que ha sido abandonada por nuestra doctrina
mayoritaria, pues lo que está en juego aquí es la capacidad reproductiva, no la virilidad
(Politoff/Bustos/Grisolía PE, 199). Evidentemente, ello sucede cuando se extirpa la totalidad del
aparato reproductivo (el pene y ambos testículos), produciendo con ello impotencia coeundi (lo
que también puede derivar de la mutilación solo del pene); pero también cuando la impotencia
que se produce es únicamente generandi, como cuando se trata de la extirpación de ambos
ovarios o del útero en la mujer o ambos testículos en el hombre.
Es jurisprudencia constante, en cambio, que la pérdida de un solo testículo no produce
impotencia y ni siquiera puede considerarse de miembro importante, pues las funciones
naturales se siguen ejerciendo con el restante (SCS 19.4.1978, RDJ 75, 334. En contra, SCS
25.4.1950, RLJ 367).
art. 396 “Cualquiera otra mutilación de un miembro importante que deje al paciente en la
imposibilidad de valerse por sí mismo o de ejecutar las funciones naturales que antes
ejecutaba, hecha también con malicia, será penada con presidio menor en su grado máximo a
presidio mayor en su grado mínimo.
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En los casos de mutilaciones de miembros menos importantes, como un dedo o una oreja, la
pena será presidio menor en sus grados mínimo a medio”.
En cuanto a estos “miembros”, partes del cuerpo, no son los reproductivos, pues en este caso
sería castración.
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Por otra parte, atendida la gravedad de la lesión producida, cuando se
trate de la mutilación de varios dedos o ambas orejas, podría llegar a configurarse
alguna de las otras agravaciones de esta clase de delitos (dejar a
otro impedido de un miembro importante o mutilárselo —como lo sería
la pérdida de varios dedos de la mano derecha para un diestro—; o incluso
notable deformidad —por la pérdida de ambas orejas, etc.—), casos en los
cuales preferirá la figura que conlleve mayor pena, de nuevo, por aplicación
del principio de subsidiariedad.
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realicen servicios de fiscalización, o a quienes sean contratados por empresas
operadoras de servicios de transporte público para realizar labores
de verificación de pago de tarifa, cometidas en razón del ejercicio de sus
funciones. Al respecto, valen las mismas consideraciones hechas sobre el
caso anterior, en relación con su eventual concurrencia con las agravantes
de los arts. 400 y 401 y la potencial aplicación de la agravante genérica del
art. 12, 21.ª.
Respecto de las atenuantes o agravantes, podemos indicar cualquiera, pero conforme al art. 13
el parentesco pude….
transgresión al non bis in idem, las otras atenuantes o agravantes, no habría transgresión
alguna.
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