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Dijimos que el acto administrativo es una decisión estatal de carácter unilateral. ¿Cuál es, entonces, la
diferencia entre el acto bilateral y el contrato? Quizás, el criterio es que en el primer caso el particular
solo concurre en el trámite de formación del acto; y en el segundo es partícipe del proceso de
formación y, a su vez, en el cumplimiento del acto.
¿qué debemos entender por efectos jurídicos directos e inmediatos? El acto administrativo es aquel
que crea, modifica, transfiere, conserva, declara o extingue derechos en términos directos y, por sí
mismo, sin detenerse en otros actos intermedios. creemos que los caracteres de los efectos (directo e
inmediato) son concurrentes. el acto es tal si crea, modifica, transfiere, conserva, declara o extingue
derechos por sí mismo.
6. Finalidad
luego, la ley dice que "habrá de cumplirse con la finalidad que resulte de las normas que otorgan las
facultades pertinentes del órgano emisor" y que, además, "las medidas que el acto involucre deben ser
proporcionalmente adecuadas a aquella finalidad". Es decir, el acto debe cumplir con el fin que prevén las
normas. En general, el fin del acto surge de las disposiciones normativas que atribuyen las competencias y que
dicen cuál es el fin que debe perseguir el órgano estatal. Es más, el fin del acto debe ser siempre público, esto
es, un propósito colectivo de modo que el acto no puede perseguir un fin privado, ni tampoco un fin público
distinto a aquel que establece la norma ya dictada.
El fin, según el concepto legal, comprende también la proporcionalidad entre medios y fines (objeto y
finalidad). Así, las medidas que ordene el acto — decisiones, resoluciones o declaraciones— deben guardar
proporcionalidad con el fin que se persigue. Cabe recordar que nosotros hemos incluido este aspecto bajo el
elemento motivación.
7. Forma
la ley menciona la forma como otro de los elementos esenciales del acto. Así, dice el art. 8º, LPA, que: "el
acto administrativo se manifestará expresamente y por escrito; indicará el lugar y fecha en que se lo dicta y
contendrá la firma de la autoridad que lo emite" y, luego, agrega que "sólo por excepción y si las
circunstancias lo permitieren podrá utilizarse una forma distinta".
cabe analizar dos casos complejos. Por un lado, el acto no escrito; y, por el otro, el acto dictado en soporte
digital y, además, cuya firma es digital. El acto —en principio— es escrito, pero excepcionalmente puede ser
verbal o expresarse por signos (tal es el caso de una señal de tránsito ubicada en la vía pública o la orden
impartida por un agente público verbalmente). Por otro lado, la Ley de Firma Digital (ley 25.506), reglamentada por el
decreto 2628/2002, introdujo el concepto de acto administrativo digital; esto es, reconoce validez legal al acto estatal
dictado en soporte y con firma digital. En particular, el texto legal prevé el uso de la firma digital por el Estado "en su
ámbito interno y en relación con los administrados de acuerdo con las condiciones que se fijen reglamentariamente en
cada uno de sus poderes".
el régimen de nulidades (arts. 14 y 15, LPA), omite ciertos elementos que el mismo texto legal incluye como
esenciales (el procedimiento y los motivos). el modelo de nulidades, introduce el concepto de voluntad de la
Administración y sus respectivos vicios cuando los elementos del acto no incorporaron este elemento. ¿la
voluntad es un elemento esencial del acto administrativo?
la voluntad del Estado es, el consentimiento del agente estatal, la voluntad constituye el presupuesto del
propio acto, salvándose así las contradicciones entre los arts. 7º y 8º por un lado; y 14 y 15, por el otro. Por
ello, entendemos que es lógico y razonable que el legislador incorpore el concepto de voluntad en el marco de
la Teoría General de los Actos Administrativos y, consecuentemente, el vicio propio de aquel. Creemos,
entonces, que la voluntad estatal es un presupuesto del acto que debe integrarse con un componente
objetivo (competencia) y otro de contenido subjetivo (voluntad del agente). entendemos que este caso de
contradicción entre los elementos (arts. 7º y 8º, LPA) y las nulidades del acto (art. 14 LPA), debe salvarse en
esos términos: el componente volitivo que prevé el art. 14 —pero no así los preceptos 7º y 8º LPA— no es un
elemento sino un presupuesto del acto. Paso seguido, los vicios del consentimiento o intención (voluntad)
conforman actos claramente inválidos.
Respecto de las lagunas en el marco de las nulidades de los actos estatales, elementos esenciales que más
adelante no figuran en el sistema de vicios y nulidades (arts. 14 y 15 LPA) deben rellenarse e integrarse con el
texto de los arts. 7º y 8º, LPA, que establecen con claridad y de modo literal cuáles son, según el criterio del
legislador, los elementos del acto. Es decir, el cuadro de los vicios del acto administrativo debe integrarse con
los elementos no previstos de modo expreso en este punto, pero sí incorporados en el marco regulador de los
elementos esenciales, esto es, el mandato de los arts. 7º y 8º LPA. En conclusión, si bien el art. 14 de la LPA no
describe entre los vicios del acto a los motivos y al procedimiento, estos están comprendidos en el elemento
forma y sus vicios (violación de "las formas esenciales").
La notificación del acto
La notificación es el hecho por el cual se pone en conocimiento del interesado el acto y su contenido. se
discutió si la notificación del acto estatal debe ser considerada como uno de sus elementos y, si su
incumplimiento es un vicio o, por el contrario, es simplemente condición de eficacia del acto estatal.
La ley es suficientemente clara cuando expresa que "para que el acto administrativo de alcance particular
adquiera eficacia debe ser objeto de notificación al interesado" (art. 11, LPA). Luego, el texto añade que "los
administrados podrán antes, no obstante, pedir el cumplimiento de esos actos si no resultaren perjuicios para
el derecho de terceros". Vale recordar que el mismo precepto establece que "para que el acto administrativo
[de alcance general]... adquiera eficacia debe ser objeto de... publicación". Por su parte, la Corte sostuvo en el
precedente "La Internacional Empresa de Transporte" (2001), que "el acto administrativo solo puede producir
sus efectos propios a partir de la notificación al interesado y que la falta de notificación dentro del término de
vigencia de la ley no causa la anulación del acto en tanto no hace a su validez sino a su eficacia".
(creo que entonces no hace a elemento del acto sino a su eficacia).
LOS CARACTERES DEL ACTO ADMINISTRATIVO
el Estado goza de ciertos privilegios que cabe caracterizarlos como exorbitantes. debe mencionarse al marco
jurídico especial de los actos estatales y, sus caracteres. ¿Cuáles son esos caracteres? La ley en su art. 12 dice
que "el acto administrativo goza de presunción de legitimidad; su fuerza ejecutoria faculta a la
Administración a ponerlo en práctica por sus propios medios". el Poder Ejecutivo goza de autotutela
declarativa y ejecutiva porque puede declarar la validez y hacer cumplir sus actos por sí mismo, sin
participación del juez. Por el contrario, cualquier particular solo puede obtener esas declaraciones y
ejecuciones a través de intervenciones judiciales, esto es, por medio de otros. El acto administrativo, entonces,
goza de presunción de legitimidad y fuerza ejecutoria, según surge del texto del art. 12, LPA.
A. La presunción de legitimidad
la ley dice que el acto administrativo es legítimo (art. 12, LPA) y, por tanto, el Estado o quien intente valerse
de él, no debe probar su validez porque el acto es por sí mismo válido. Hay que decir que esta presunción es
iuris tantum, se impone al destinatario del acto, la carga de probar la ilegitimidad de este si pretende su
exclusión del mundo jurídico. La Corte reconoció este carácter en numerosos precedentes, entre ellos: "Los
Lagos" (1941), y "Pustelnik" (1975), incluso antes de la sanción de la LPA (1972).
¿Cuál es el fundamento de este carácter del acto estatal? Porque es un principio necesario para el desarrollo
de las actividades estatales. en caso contrario, el Ejecutivo vería trabado permanentemente el ejercicio de sus
funciones y, consecuentemente, el cumplimiento de sus fines. Este camino que trazó el legislador tiene dos
consecuencias jurídicas relevantes. Por un lado, el juez no puede declarar la invalidez del acto administrativo
de oficio sin petición de parte, sino que solo puede hacerlo ante el pedido puntual de las partes en el marco
de un proceso judicial. Recordemos que, contrariamente, en el caso del derecho privado, el juez puede declarar de
oficio la invalidez de los actos jurídicos de nulidad absoluta y manifiesta.
Por el otro, las reglas y el juego de los medios probatorios son distinto, el Estado no debe alegar ni probar la
validez del acto de que se vale, sino que es el particular interesado quien debe hacerlo (probar su invalidez). el
particular interesado debe plantear y justificar la invalidez del acto estatal.
Sin embargo, este criterio general se ve morigerado por la aplicación de la doctrina de las cargas probatorias
dinámicas que establece que cuando una de las partes esté en mejores condiciones fácticas de producir o
agregar cierta prueba vinculada a los hechos controvertidos, debe soportar el deber de hacerlo.
Una cuestión importante y controversial en este análisis es si el acto administrativo nulo de nulidad absoluta
goza o no de este privilegio o prerrogativa —presunción de legitimidad—. Creemos que cuando el acto es
nulo de nulidad absoluta y además de modo manifiesto, entonces, debe ceder el principio de presunción de
legitimidad, pues se trata simplemente de una ficción legal que es posible desvirtuar por las circunstancias
del caso.
En el precedente "Pustelnik" (1975) ya citado, la Corte dijo "que dicha presunción de legitimidad de los actos
administrativos no puede siquiera constituirse frente a supuestos de actos que adolecen de una invalidez
evidente y manifiesta".
B. El carácter ejecutorio del acto
El acto estatal, además de presumirse legítimo es de carácter ejecutorio (el Estado puede hacerlo cumplir aun
contra la voluntad del destinatario y sin intervención judicial). La ley dice que, en principio, los actos
administrativos tienen fuerza ejecutoria, pero establece dos excepciones, a saber:
cuando la ley dispusiese otro criterio; o
cuando la naturaleza del acto exigiese la intervención judicial.
El primer supuesto es claro, pero no así el segundo. Veamos: ¿en qué casos la naturaleza del acto requiere la
intervención judicial para su cumplimiento coactivo? Se ha dicho que ello ocurre cuando el acto afecte o
pudiese afectar derechos o garantías constitucionales.
El carácter ejecutorio de los actos administrativos nace del texto de la LPA y, consecuentemente, el legislador
puede derogar o modificar este postulado sin contradecir principio constitucional alguno. Los medios de
ejecución forzosa son los siguientes:
el embargo y ejecución cuando se trate de sumas líquidas;
el cumplimiento subsidiario — es decir por otros y a cargo del destinatario—; y
las astreintes.
el Estado debe aplicar el medio menos gravoso respecto del destinatario del acto a ejecutar. ¿Cómo es la
práctica en nuestro sistema institucional respecto del carácter ejecutorio de los actos? En verdad, las
excepciones que prevé la ley son tan amplias y extensas que el principio (fuerza ejecutora) comienza a
desdibujarse y concluye invirtiéndose. Es decir, el principio general de la ejecutividad de los actos se ve
transformado y constituido simplemente como excepción. Por tanto, la excepción al principio (esto es, la
suspensión del acto), según el criterio literal de la ley, acaba siendo la regla a seguir. Así, en la realidad, los
actos no son ejecutorios; salvo casos de excepción.
En conclusión, el acto administrativo no tiene fuerza ejecutoria, salvo casos de excepción. Agreguemos que
cuando el acto no es ejecutorio y el Poder Ejecutivo intente hacerlo cumplir, debe iniciar el proceso judicial
pertinente, cuyo objeto es justamente su cumplimiento (por ejemplo, los procesos ordinarios o, comúnmente,
los juicios ejecutivos por el cobro de multas y deudas tributarias). Descrito el principio, veamos ciertos aspectos
puntuales propios y complementarios de aquel.
o La interposición de los recursos administrativos o acciones judiciales contra el acto estatal, no
suspende por sí solo su carácter ejecutorio, salvo que una norma expresa disponga lo contrario. Este es
el criterio legal (LPA), en términos literales.
o Sin embargo, no debe confundirse el segundo párrafo del art. 12, LPA, con el primero que ha sido
objeto de estudio en los apartados anteriores. Así, el segundo párrafo dice que "la Administración
podrá, de oficio o a pedido de parte y mediante resolución fundada, suspender la ejecución por
razones de interés público, o para evitar perjuicios graves al interesado, o cuando se alegare
fundadamente una nulidad absoluta". Esta cláusula se refiere al régimen de las medidas precautorias
de suspensión del acto en el procedimiento administrativo (sede administrativa). Es decir, el Poder
Ejecutivo en el marco del art. 12 LPA, segunda parte, debe suspender en ciertos casos el cumplimiento
(ejecución) de los actos administrativos.
C. El carácter no retroactivo
Los actos administrativos singulares tienen eficacia desde su notificación (art. 11, LPA). Sin embargo, la LPA
dispone que "el acto administrativo podrá tener efectos retroactivos— siempre que no se lesionaren
derechos adquiridos— cuando se dictare en sustitución de otro revocado o cuando favoreciere al
administrado" (art. 13).
Es decir, la retroactividad encuentra sus límites en el derecho de propiedad y el principio de seguridad jurídica.
Asimismo, el art. 83 del decreto reglamentario de la ley (LPA) establece que "los actos administrativos de
alcance general podrán ser derogados, total o parcialmente, y reemplazados por otros, de oficio o a petición
de parte y aun mediante recurso en los casos en que este fuere procedente. Todo ello sin perjuicio de los
derechos adquiridos al amparo de las normas anteriores y con indemnización de los daños efectivamente
sufridos por los administrados".
Aclaremos —además— que respecto de los actos de alcance general debemos aplicar por vía analógica el
Código Civil y Comercial. Así, "a partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias de las
relaciones y situaciones jurídicas existentes. Las leyes no tienen efecto retroactivo, sean o no de orden público,
excepto disposición en contrario. La retroactividad establecida por la ley no puede afectar derechos amparados
por garantías constitucionales..." (art. 7º).
En síntesis, además de los caracteres ya descritos y mencionados en el art. 12 de la LPA, el acto administrativo
es —por regla general— no retroactivo, sin perjuicio de las excepciones que pesan sobre este principio.
EL HECHO ADMINISTRATIVO
cuál es la distinción entre el hecho y el acto administrativo. en el campo de los actos administrativos el Estado
decide expresar su decisión con prescindencia de su ejecución material. Por el contrario, el hecho (el
comportamiento material) es expresión y ejecución de las decisiones estatales confundiéndose ambos
extremos. Así, el hecho es el comportamiento material no precedido de acto administrativo alguno, o
precedido por un acto inconexo con el hecho.
En caso contrario, cuando el comportamiento está precedido por actos, las conductas no constituyen hechos
administrativos, sino ejecución material de aquellos. Es decir, el hecho administrativo es un comportamiento
material que expresa una decisión estatal. ¿Por qué distinguir entre actos y hechos? El sentido es que el
legislador reguló con diferentes reglas estos institutos. En efecto, el régimen jurídico del hecho es en parte
distinto del acto y, por ello, es razonable su distinción conceptual. En principio, las disposiciones de la LPA
sobre los actos administrativos —en particular el título III del texto normativo— son aplicables sobre el hecho,
con los matices propios del caso. A su vez, recordemos que la ley (LPA) establece un marco propio y específico
respecto del trámite de impugnación de los actos, por un lado; y los hechos, por el otro como veremos.
LAS VÍAS DE HECHO
así como el PE dicta actos administrativos legítimos e ilegítimos, según su apego o no al ordenamiento jurídico,
también despliega comportamientos legítimos (en cuyo caso el hecho es técnicamente, y en términos legales,
un hecho administrativo), o conductas ilegítimas (en tal caso, el hecho constituye una vía de hecho de la
administración). El legislador establece que el Estado debe abstenerse de los "comportamientos materiales
que importen vías de hecho administrativas lesivas de un derecho o garantía constitucional", y de "poner en
ejecución un acto estando pendiente algún recurso administrativo de los que en virtud de norma expresa
impliquen la suspensión de los efectos ejecutorios de aquel, o que, habiéndose resuelto no hubiere sido
notificado" (art. 9º, LPA).
De modo que las vías de hecho, son los comportamientos materiales ilegítimos estatales que desconocen
derechos o garantías constitucionales. Un ejemplo de ello ocurre cuando el Estado resuelve demoler un
edificio o disolver una manifestación — sin acto previo—, y de modo ilegítimo, pues el edificio no amenaza
ruina o los manifestantes ejercen legítimamente su derecho constitucional de expresar sus ideas, reunirse y
peticionar ante las autoridades. En caso de que el Estado hubiese dictado el acto, este es ilegítimo y —a su
vez— los hechos descritos no constituirían hechos materiales ilegítimos (vías de hecho), sino simplemente la
ejecución de un acto administrativo ilícito.
Sin embargo, puede ocurrir que el Estado ejecute un acto legítimo de un modo ilegítimo; en tal caso, el
cumplimiento irregular de un acto regular es constitutivo de vías de hecho. El segundo supuesto de vías de
hecho que prevé la ley es cuando el Estado pone en ejecución un acto, estando pendiente de resolución un
recurso administrativo cuya interposición suspende los efectos ejecutorios en virtud de norma expresa; o
que, habiéndose resuelto el recurso, no hubiere sido notificado. Creemos que este punto es razonable porque
el acto es supuestamente regular, pero su ejecución no lo es, constituyéndose consecuentemente un caso de
vías de hecho —comportamiento material irregular por el Estado—.
En este cuadro, debe incorporarse también como vía de hecho al cumplimiento del acto en los casos en que
este, según el criterio legal, no pueda ser ejecutado sin intervención judicial (art. 12, LPA). Así, el presente
instituto comprende: (
A) el comportamiento material estatal ilegítimo no precedido por acto;
(B) el comportamiento material precedido de un acto estatal legítimo, pero que no guardase relación con este;
y
(C) el cumplimiento material de un acto cuya ejecución deba suspenderse por mandato legal —por sus
caracteres o por la interposición de los recursos—.
La razón de ser de estos criterios es que el marco jurídico es distinto porque así está previsto en el propio texto
de la ley. Por ejemplo, las vías de hecho no gozan de las presunciones propias de los actos administrativos que
prevé el art. 12, LPA y, además, no es necesario agotar las instancias administrativas, mientras que ante el acto
ilegítimo sí es necesario hacerlo.
EL SILENCIO Y LAS OMISIONES ESTATALES
El silencio es otro de los modos de expresión de la voluntad del Estado.¿cómo debe interpretarse el silencio?
Este debe ser interpretado en sentido contrario a la pretensión del particular, salvo que la ley establezca otro
criterio. El silencio, concepto que incluye según el legislador la ambigüedad, constituye un modo de expresión
de las decisiones estatales ante pretensiones que "requieran de ella un pronunciamiento concreto". Sólo
excepcionalmente las normas asignan sentido positivo al silencio de la administración. Antes de avanzar
conviene que recordemos la distinción entre: 1) el silencio como instituto de expresión de la voluntad estatal
en términos generales (material); y 2) el instituto del silencio en el marco de los recursos administrativos en
particular, es decir, luego de dictado el acto e impugnado este por el interesado (formal).
En el primer caso, el silencio es un instituto constitutivo de voluntad estatal en sí mismo. En cambio, en el
segundo, la decisión estatal ya existe (es decir, está predeterminada) y simplemente debemos impugnarla
con el objeto de agotar las instancias administrativas. Si, en tal contexto, el Estado guarda silencio, este debe
interpretarse como rechazo respecto de las pretensiones de revisión de los actos estatales.
Creemos que el silencio formal es, entonces, el supuesto simple de configuración de la decisión estatal en el
marco puntual del procedimiento de impugnación, de modo que este solo tiene por objeto confirmar el acto
previo. En el otro, el silencio es por mandato legal una decisión estatal en sí misma y con carácter originario
—silencio material—. La LPA dice que "el silencio o la ambigüedad de la Administración frente a pretensiones
que requieran de ella un pronunciamiento concreto, se interpretarán como negativa. Sólo mediando
disposición expresa podrá acordarse al silencio sentido positivo" (art. 10). Luego, el legislador agregó que "si
las normas especiales no previeren un plazo determinado para el pronunciamiento, este no podrá exceder
de sesenta días. Vencido el plazo que corresponda, el interesado requerirá pronto despacho y si
transcurrieren otros treinta días sin producirse dicha resolución se considerará que hay silencio de la
Administración". En este punto cabe preguntarse si, una vez transcurridos los primeros sesenta días, el
particular debe requerir pronto despacho en un plazo determinado. Creemos que no.
Por último, la omisión estatal es un concepto distinto del silencio (material o formal) porque consiste en una
inactividad material del Estado en el marco de una obligación a su cargo de contenido debido, específico y
determinado. Es decir, en este contexto, existe un derecho del particular ya reconocido por el ordenamiento
jurídico. Por su parte, en el caso del silencio material que, el ordenamiento no reconoce el derecho del
particular en términos claros, de modo que su reconocimiento o alcance es impreciso e indeterminado y,
consecuentemente, es necesario un acto estatal de alcance particular que integre ese concepto. Es decir, en el
marco del silencio no existe derecho preexistente e individualizado en términos jurídicos.
En conclusión, debemos distinguir entre: a) las omisiones: pretensiones de las personas respecto del
reconocimiento de derechos preexistentes; y b) el silencio: pretensiones de las personas ante simples
expectativas sobre creación de nuevos derechos. En el primer caso, el Estado tiene la obligación de dar o de
hacer de un modo cierto, específico y determinado (por ejemplo, el pago por un servicio efectivamente
prestado por el particular). Así, el reconocimiento del derecho está predeterminado por el ordenamiento
jurídico y no depende, por tanto, de las conductas estatales o del propio interesado.
En el segundo, la obligación del Estado es de orden genérico e indeterminado (por caso, el deber del Estado de
otorgar un permiso de uso especial sobre un bien del dominio público). Pues bien, aquí, el reconocimiento de
las pretensiones de los particulares depende de una decisión discrecional del Poder Ejecutivo.
UNIDAD 6
EL RÉGIMEN DE NULIDADES DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
La Teoría General del Acto Administrativo y el capítulo sobre sus nulidades, abrevó en un principio, y por un
largo tiempo, en las aguas del derecho privado. Luego, alcanzó su propio vuelo. Pero, existen dos razones
fuertes y convergentes sobre la necesidad de explorar el derecho civil. Por un lado, el origen histórico de
nuestro objeto de estudio y, por el otro, el relleno de las lagunas actuales.
El régimen de las nulidades en el derecho civil (viejo Código Civil) y en el nuevo Código Civil y Comercial
la nulidad es una sanción que prevé el ordenamiento jurídico ante los vicios o defectos esenciales del acto
jurídico y que priva a este de sus efectos normales, con el objeto de preservar el interés público o privado. Las
categorías que establece la Teoría General de las nulidades del acto jurídico en el derecho privado— son las
siguientes:
(A) los actos nulos y anulables. El Código Civil distinguía entre los actos nulos y anulables, enumerando unos y otros en
términos casuísticos, pero no establecía claramente cuál era el criterio rector de estas categorías jurídicas. A partir de la
clasificación del codificador de los casos puntuales, los autores distinguieron conceptualmente entre ambas clases de
nulidades en los siguientes términos:el acto nulo era aquel cuyo vicio fuese manifiesto, rígido y patente en el propio acto
(por caso, el acto celebrado por un demente); mientras que el acto anulable era aquel cuyo vicio no resultaba manifiesto,
sino que su conocimiento y apreciación dependía del trabajo del juez. En ambos casos — actos nulos o anulables— el vicio
debía ser planteado por las personas legitimadas en el proceso judicial (es decir, las personas reconocidas por el orden
jurídico) y luego declarado por el juez.
(B) los actos de nulidad absoluta y relativa. El Código Civil distinguía conceptualmente entre ambas categorías.
Cuando el vicio recaía sobre el interés público, el acto era de nulidad absoluta; mientras que si el interés
comprometido era simplemente privado, entonces el vicio del acto revestía nulidad relativa.
Por un lado, las nulidades absolutas tenían los siguientes caracteres: a) su fundamento era el orden público; b)
cualquiera que tuviese interés podía plantear el vicio, excepto el que había ejecutado el acto conociendo o
debiendo conocer el defecto; c) el juez podía y debía declarar de oficio la invalidez del acto cuando aparecía de
modo manifiesto; d) el Ministerio Público también podía pedir su declaración; e) el acto no podía ser
confirmado; y, por último, f) la acción de nulidad era irrenunciable. Por el otro, en el marco de las nulidades
relativas, los caracteres más relevantes eran los siguientes: a) el interés protegido era simplemente el interés
de las partes, y no el interés público; b) solo podía ser alegado por aquellos en cuyo beneficio fue establecido
por las leyes; c) no podía ser declarada por el juez, sino a pedido de parte; d) el Ministerio Público no podía
pedir su declaración; e) podía ser saneada por confirmación del acto; y, finalmente, f) la acción era renunciable.
Cabe agregar que: 1) el concepto de nulidades absolutas y relativas era el criterio más relevante en el derecho
privado; 2) a su vez, no existía un vínculo correlativo entre el acto nulo y de nulidad absoluta por un lado, y el
acto anulable y de nulidad relativa por el otro. Más aún, el acto viciado podía presentar el siguiente cuadro:
actos nulos de nulidad absoluta; actos nulos de nulidad relativa; actos anulables de nulidad absoluta; y actos
anulables de nulidad relativa; y 3) por último, el acto nulo de nulidad absoluta podía ser declarado inválido
por el juez de oficio. Es decir, el acto que vulneraba el interés público (actos de nulidad absoluta) y cuyo vicio
era manifiesto (acto nulo), resultaba susceptible de ser declarado inválido por el juez de oficio —sin pedido
de parte—.
Por su parte, el nuevo Código Civil y Comercial distingue entre las siguientes categorías:
(A) Actos de nulidad absoluta y relativa: El acto de nulidad absoluta es aquel que contraviene "el orden
público, la moral o las buenas costumbres". De modo que el legislador no utilizó un estándar de lista o
enumeración, sino que definió el criterio rector de distinción entre estas categorías jurídicas (nulidades
absolutas o relativas), a saber: el interés público o privado. A su vez, la nulidad absoluta por su gravedad (afecta
el orden público, las buenas costumbres o la moral) puede ser declarada por el juez, sin petición de parte, y
siempre que fuese manifiesta al momento de dictarse la sentencia. También puede ser planteada por el
Ministerio Público y por cualquier interesado; salvo por "la parte que invoque la propia torpeza para lograr su
provecho". Cabe aclarar que este vicio "no puede sanearse por la confirmación del acto ni por la
prescripción". Las consecuencias de la nulidad absoluta son las siguientes: a) "la nulidad pronunciada por los
jueces vuelve las cosas al mismo estado en que se hallaban antes del acto declarado nulo y obliga a las partes a
restituirse mutuamente lo que han recibido". Y, a su vez, "estas restituciones se rigen por las disposiciones
relativas a la buena o mala fe, según sea el caso" (art. 390); b) "los actos jurídicos nulos, aunque no produzcan
los efectos de los actos válidos, dan lugar en su caso a las consecuencias de los hechos en general y a las
reparaciones que correspondan" (art. 391); c) "todos los derechos reales o personales transmitidos a terceros
sobre un inmueble o mueble registrable, por una persona que ha resultado adquirente en virtud de un acto
nulo, quedan sin ningún valor, y pueden ser reclamados directamente del tercero, excepto contra el
subadquirente de derechos reales o personales de buena fe y a título oneroso" (art. 392).
Por su parte, la nulidad es relativa cuando "la ley impone esta sanción solo en protección del interés de ciertas
personas". Esta nulidad solo puede ser declarada a instancia de las partes interesadas "en cuyo beneficio se
establece". A su vez, "la parte que obró con ausencia de capacidad de ejercicio para el acto, no puede alegarla
si obró con dolo"; y "excepcionalmente puede invocarla la otra parte, si es de buena fe y ha experimentado un
perjuicio importante". Este vicio menor puede ser saneado por la confirmación del acto o por la prescripción
de la acción. Así, pues, existe confirmación "cuando la parte que puede articular la nulidad relativa manifiesta
expresa o tácitamente su voluntad de tener al acto por válido, después de haber desaparecido la causa de
nulidad". Y, asimismo, "el acto de confirmación no requiere la conformidad de la otra parte" (art. 393). Por
último, "la retroactividad de la confirmación no perjudica los derechos de terceros de buena fe" (art. 395).
Respecto de la prescripción, la acción que tiene por objeto la declaración de nulidad relativa del acto prescribe
en el plazo de dos años (art. 2562). Por último, las consecuencias de las nulidades relativas son iguales a las de
las nulidades absolutas que mencionamos en los apartados anteriores, salvo el supuesto de confirmación del
acto.
(B) Actos de nulidad parcial y total: La nulidad total es aquella que se extiende sobre todo el acto, y la nulidad
parcial solo afecta a una o varias disposiciones. A su vez, "la nulidad de una disposición no afecta a las otras
disposiciones válidas, si son separables"; pero si no son separables la nulidad es total. Cabe aclarar que una
disposición no es separable cuando al suprimirla, el acto ya no puede cumplir con su finalidad. Finalmente, en
la nulidad parcial —si fuese necesario— "el juez debe integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y los
intereses que razonablemente puedan considerarse perseguidos por las partes" (art. 389).