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La función estatal:
La concepción doctrinal de la separación de poderes constituye un alegato contra la
concentración del poder en favor de los derechos individuales, hallándose orientada,
fundamentalmente, a la separación entre los órganos Ejecutivo y Legislativo.
La función administrativa, es el conjunto de actividades que satisfacen de modo directo y
concreto los intereses colectivos, y a su vez otras actividades que no están comprendidas en
los conceptos objetivos de funciones legislativas y judiciales. Es la actividad de cualquiera de
los tres órganos estatales siempre que la naturaleza jurídica de esa actividad sea
administrativa.
Bianchi dice que existe función administrativa en los tres poderes del Estado, pero hay que
distinguir la función con la definición de administración pública como conjunto de órganos,
desde el punto de vista estático.
Existe entonces función administrativa en cualquier poder del estado, por lo tanto, el
congreso y el poder judicial pueden emitir actos administrativos.
Criterios de la función estatal:
Criterio objetivo: Este concepto está centrado en el contenido material de las funciones
estatales de modo que no se pregunta sobre el sujeto titular o responsable del ejercicio,
sino sólo sobre el objeto o contenido. Es más, el sujeto es absolutamente irrelevante en el
desarrollo de esta tesis. Dicho con más claridad no interesa si interviene el Poder Ejecutivo,
Legislativo o Judicial sino el contenido material de las funciones a analizar (objeto).
En este punto hay que diferenciar las funciones estatales legislativas, que son aquellas que
consisten en el dictado de normas de carácter general, abstracto y obligatorio con el objeto
de reconocer y garantizar derechos y ordenar y regular las conductas de las personas. Es
decir, el ejercicio del poder regulatorio (reglas).
El alcance del concepto de funciones legislativas son las potestades materialmente
regulatorias del Congreso y de los poderes Ejecutivo y Judicial.
¿Cuál es el contenido objetivo de las funciones judiciales? es resolver conflictos entre
partes. En otras palabras, juzgar supone definir controversias con fuerza de verdad legal, es
decir, de modo concluyente y por aplicación de los principios y reglas jurídicas. De modo
que, según este criterio, en el ámbito de cada uno de los poderes coexisten potestades
materialmente distintas y, consecuentemente, diversos marcos jurídicos.
Criterio subjetivo: Este criterio nos dice que las funciones estatales son legislativas,
ejecutivas o judiciales, según cuál sea el sujeto titular de éstas. Así, las funciones estatales,
más allá del contenido material (objeto), es el conjunto de competencias que ejerce el
Poder Legislativo, Ejecutivo o Judicial, según el caso.
En este contexto, es irrelevante el contenido de que se trate; aquí, el criterio jurídicamente
relevante es el sujeto titular de las funciones.
Así, cualquier acto que dicte el Poder Ejecutivo es acto administrativo, aunque
materialmente sea legislativo o judicial. En efecto, los actos administrativos son, según este
ensayo interpretativo, los siguientes: a) los reglamentos que dicte el Poder Ejecutivo, b) los
actos de alcance particular y, por último, c) los actos jurisdiccionales, es decir, los actos
dictados por los tribunales administrativos. En igual sentido, cualquier acto del Poder
Judicial es acto judicial, trátese de actos materialmente legislativos, administrativos o
judiciales.
La crítica al criterio subjetivo es la heterogeneidad del objeto.
Criterio mixto:
Además de los conceptos objetivo y subjetivo es posible pensar y construir muchos otros de
carácter mixto, esto es, conceptos que estén integrados por elementos objetivos y
subjetivos entrelazados.
Por ejemplo, es posible plantear las siguientes hipótesis:
a) Las funciones administrativas son todas las actividades del Poder Ejecutivo, más las
actividades materialmente administrativas de los otros poderes (legislativo y judicial). Éste
es el criterio más habitual entre nosotros.
b) Las funciones administrativas comprenden todas las actividades del Poder Ejecutivo, más
las actividades materialmente administrativas del Poder Legislativo.
c) Las funciones administrativas son todas las actividades del Poder Ejecutivo, más las
actividades materialmente administrativas del Poder Judicial.
Las funciones estatales administrativas. Alcance y consecuencias jurídicas:
¿los criterios objetivos, subjetivos o mixtos son igualmente válidos? Entendemos que sí
siempre que el concepto de que se trate respete los derechos y garantías constitucionales.
Si damos como ejemplo el acto sancionador dictado por la Corte sobre su personal, así, en el
marco del criterio objetivo, el acto es administrativo y debe ser regulado por el Derecho
Administrativo y someterse al control judicial. El agente judicial sancionado puede iniciar
acciones judiciales cuya pretensión sea la invalidez del acto sancionador ante el juez
ordinario, a pesar de que el acto fue dictado por el máximo tribunal. La razón es que la
Corte dicto el acto en ejercicio de funciones administrativas y no judiciales.
Por el contrario, si analizamos el acto sancionador desde el criterio subjetivo, este reviste
carácter de decisión judicial (fallo) y no puede ser revisado luego por tribunales inferiores.
Esto es erróneo porque más allá de su calificación y el marco jurídico a aplicar, siempre
deben respetarse los principios constitucionales, particularmente, el control de las
decisiones estatales por terceros imparciales.
La LPA opto por el criterio subjetivo. En el ámbito del poder ejecutivo debemos aplicar las
normas de procedimiento administrativo, sin distinguir materialmente entre las funciones
de dicho poder. En tal sentido, las funciones ejecutivas, legislativas y jurisdiccionales del
Poder Ejecutivo están reguladas por la LPA y su decreto reglamentario, es decir por el
Derecho Administrativo.
En cuanto a las contrataciones del Estado, el decreto delegado 1023/01 dice que los
poderes legislativo y judicial y el Ministerio Publico dictaran las respectivas
reglamentaciones en términos complementarios del decreto delegado. Sigue el criterio
objetivo o material.
Bianchi habla de su visión del ejercicio de la función administrativa como un “sistema solar”.
En el centro se encuentra la administración pública, que es el Estado nacional, y luego están
los planetas de la administración descentralizada, que son las entidades autárquicas, las
personas de derecho público no estatal, las sociedades del Estado, etc. que se aplican más al
Derecho Privado. Es decir, a medida que se alejan del centro, más se asemejan al Derecho
Privado. El que está en la cabeza es el que tiene el control absoluto de todo lo que hacen los
inferiores. Esto es así porque las entidades anárquicas están creadas por el Poder Ejecutivo
o por el Congreso para desempeñar determinadas actividades concretas, que generalmente
están vinculadas a un tema concreto. Por ejemplo: La AFIP, la Comisión Nacional de Valores,
etc. En relación a esta esfera, la posibilidad de control jerárquico es bastante más limitada,
ya que no existe una revisión por un recurso jerárquico, sino que se realiza a partir de un
recurso especial, que está previsto en el Reglamento de la LNP, que se llama “Recurso de
Alzar”. Cuando el organismo descentralizado autárquico fue creado por una Ley del
Congreso puede revisar solamente la legitimidad de ese acto administrativo, no las
cuestiones de méritos, que son las medidas de conveniencia, que están ponderadas
técnicamente por el ente autárquico, que se creó precisamente para eso.
Después, a medida que nos vamos alejando, nos encontramos con la persona del Derecho
público no estatal, que es donde se produce una delegación tras estructural de cometido
para que controle la matricial de una profesión o una actividad, por ejemplo, el consorcio
del Puerto de Bahía Blanca.
Luego, tenemos las sociedades del Estado, en donde el 100% son de capital estatal, ya que,
por lo general, desarrollan algún servicio público como, por ejemplo, los ferrocarriles, ABSA,
etc. Y más alejado aún, tenemos las S.A. con participación estatal mayoritaria. Esto nos lleva
a entender que cuanto más nos vamos alejando de ese centro, menos influencia del DA
tenemos y más aparece la influencia del Derecho Privado, lo cual no quiere decir que
aquellas que están alejadas están completamente desvinculado de la LPA y quizás de los
principios constitucionales del Estado.
La administración pública debe ser entendida como un criterio orgánico, que se extiende a
todos los entes y que perteneciendo al Poder Ejecutivo por razón de control que este ejerce
sobre sus actos y teniendo patrimonio estatal total o parcial, ejercen además prerrogativas
del poder público; pero, por otro lado, está la función administrativa, que se da
primordialmente en la administración pública, pero es verificable también en los restantes
poderes. Es decir, dentro de la administración pública hay funciones legislativas y
jurisdiccionales, de modo que la diferencia entre las funciones administrativas que realiza el
Poder Ejecutivo y los restantes radica en el sujeto a quien/es está dirigida. El Poder Judicial y
el Poder Legislativo administran su propio consumo, mientras que la administración lo hace
para todo el país. Es así que podemos decir que la función administrativa debe ser una
terminología solo reservada al Poder Ejecutivo y la administración, en tanto que dejamos la
actividad administrativa para los otros poderes, pero ello no hace la diferencia dice Bianchi.
El Art. 129 de la CN establece que la ciudad de Buenos Aires debe tener un gobierno
autónomo con las características de atribución de facultades propias de legislación y
jurisdicción y la elección directa de su jefe de gobierno. A su vez, dice que una ley
garantizará los intereses del Estado Nacional, mientras que la ciudad de Buenos Aires sea
capital de la Nación.
El poder de ejercer una legislación exclusiva sobre el territorio de la capital de la República
se mantiene en cabeza del Congreso Nacional.
El alcance y el contenido de esta autonomía del régimen de la ciudad de Buenos Aires
depende de la ley, excepto en lo que respecta a elección directa del Jefe de Gobierno de la
Ciudad. Solo en ese marco legal, los habitantes de la ciudad pueden dictar el “Estatuto
organizativo de sus instituciones”.
En la disposición transitoria séptima de la CN expresa que el Congreso Nacional “ejercerá en
la ciudad de Buenos Aires, mientras sea capital de la nación, las atribuciones legislativas que
conserve con arreglo al Art. 129”.
Todo ello reafirma la tesis del status jurídico especial que posee la Ciudad de Buenos Aires
que se distingue de lo atribuido por la Constitución a las provincias en varios aspectos, tales
como:
El mantenimiento de la potestad del Congreso para ejercer una legislación exclusiva
en todo el territorio de la capital de la Nación.
La limitación de esta potestad se encuentra prevista en el Art. 129 a la preservación
de los intereses del Estado Nacional.
El dictado del Estatuto Organizativo se realiza mediante la convocatoria del
Congreso.
La aflicción de los códigos de fondo compete a los tribunales federales o provinciales
sin que en este precepto se formule reserva alguna a favor de los tribunales de la
Ciudad de Buenos Aires.
Solo las provincias conservan el poder no delegado, lo que implica que la Ciudad de
Buenos Aires puede estar limitada en la titularidad y ejercicio de sus poderes, ya que
sus facultades propias de legislación y jurisdicción deben ejercerse en el marco de la
ley que dicte el Congreso.
Por ello la Ciudad de Buenos Aires mientras sea la Capital de la Republica no pierde su
naturaleza federal, lo que resulta lógico en la medida que en su territorio alberga a los tres
poderes que conforman el gobierno federal.
3. Algunos principios aplicables al ejercicio de la función administrativa:
razonabilidad, proporcionalidad, no arbitrariedad y confianza legítima, tutela
efectiva de los derechos en sede administrativa y judicial, transparencia,
participación, eficacia y eficiencia.
Los principios son criterios fundamentales que orientan y determinan el sentido de justicia
de las normas. En rigor, se trata de proposiciones jurídicas o directas, que no requieren de
un desarrollo normativo. Mientras que las normas tienen una cierta estructura lógica, los
principios aparecen con un margen de indeterminación y abstracción que requiere siempre
de un acto posterior que los precise en una formulación más detallada, a través de su
incorporación al derecho positivo o en su aplicación al caso concreto. Estos son la causa y
fundamento de todo ordenamiento jurídico, en la medida en que constituyen los soportes
mismos.
ORIGEN: Marienhoff dice que los principios provienen simultáneamente de los preceptos
básicos del derecho romano, del derecho natural, del derecho de gentes, de la moral y del
ordenamiento general del país respectivo; por otro lado, hay quienes entienden que los
principios derivan de la dignidad humana y que rigen sin necesidad de su reconocimiento
por el derecho positivo. Asimismo, Cassagne dice que los principios, aun los que no hayan
tenido recepción legislativa, tienen primacía tanto sobre las normas legales, como sobre la
costumbre y la jurisprudencia.
ARGENTINA: La recepción de los principios generales del DA reconoce orígenes diversos,
dado que, aparte del origen natural que tienen, se encuentran reconocidos en la CN,
muchos de manera expresan, y otros en cambio de forma implícita, como consecuencia de
uno de los objetivos principales que los representantes del pueblo fijaron en el propio
preámbulo de la Carta Magna, que consiste en afianzar la justicia. A su vez, muchos
principios aplicables a nuestro ordenamiento público están expresamente reconocidos por
el Derecho Privado, especialmente en el CCC, en el Derecho Internacional y en las propias
instituciones del DA.
Clasificación según Cassagne: Para este autor, existen:
1. Principios fundamentales: Son aquellos que constituyen el basamento en que se
asientan y fundamenta el ordenamiento positivo en general, hallándose, la mayoría
de ellos, incorporados en la CN.
2. Principios institucionales o sectoriales: Constituyen la clave de toda institución a
partir de su idea organizativa. Para este autor, esta segunda clase de principios
adquiere una importancia mayúscula en el campo del DA, en la medida en que, al
carecer esta disciplina de tipificaciones adecuadas, se abre la perspectiva de la
creación jurídica para alcanzar una justa respuesta a las situaciones concretas, sobre
la articulación de los valores superiores con la experiencia.
Importancia: Juegan un papel fundamental en el desarrollo de los procedimientos
administrativos con independencia de la eventual consagración expresa en las distintas
constituciones o normas.
Régimen legal: Nuestra LPA prescribe en su primer capítulo la aplicación de numerosos
principios que deben regir y respetarse en los procedimientos que realice la Administración
Pública Nacional y sus entes descentralizados. A pesar que son principios básicos, para
algunos autores, se suman a estos el resto de los principios del ordenamiento jurídico.
Jerarquía: Los principios tienen supremacía con respecto a las normas.
TIPOS DE PRINCIPIOS:
Principio de razonabilidad: Es el principio rector del DA. Se funda en el Art. 28 de la CN, que
dice: “Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores capítulos no podrán
ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”. Este precepto constitucional
también da sustento a la prohibición de arbitrariedad de la conducta administrativa, en la
medida que, si bien aparece concebida para las leyes, resulta extensiva a todos los actos de
los distintos poderes públicos.
La doctrina vincula al principio de razonabilidad con el criterio de justicia, siendo por ende
razonables aquellas leyes y actos con fundamento de justicia. La CSJN ha puntualizado que
es precisamente la razonabilidad con que se ejercen las facultades de la administración el
principio que otorga validez a los actos de los órganos del Estado. Hay autores que asemejan
este principio con el principio de proporcionalidad. Por ejemplo: Coviello considera que la
proporcionalidad forma parte de la razonabilidad. Para este autor, “para calificar como
razonable a una norma o a un acto, es necesario estudiar si hay una proporción entre el fin y
el medio elegido.
La proporcionalidad es así el patrón para medir el respectivo balance y arribar al juicio de la
razonabilidad”. Cassagne dice que, si bien se coincide con ello, se debe aclarar que no
siempre que exista el principio de proporcionalidad habrá razonabilidad, en la medida que
este último principio es superior a la relación medio-fin de la proporcionalidad, y responde a
un criterio de justicia. En definitiva, este principio emana en forma directa de la dignidad
humana, cuya finalidad consiste en orientar a todo el ordenamiento jurídico, incluso
también a los demás principios generales del derecho.
En este procedimiento, el principio de razonabilidad se encuentra presente en los principios
fundamentales del procedimiento administrativo, como ser, por ejemplo, el debido proceso
adjetivo o el principio de legalidad, reconocidos de forma expresa por la CN, como así
también en los propios principios del instituto procedimental, tal es el caso del principio a la
verdad material, que impone la administración, que consta en el deber de procurar esa
verdad, vinculándose por ello el principio de legitimidad, que abarca la legalidad y la
razonabilidad, como también sucede con otros. La LPA prescribe este principio de forma
expresa en su Art. 7 Inc. d, que señala que antes de la emisión de un acto administrativo
“deben cumplirse con los procedimientos esenciales y sustanciales previstos y los que
resulten implícitos del ordenamiento jurídico. Sin perjuicio de lo que establezcan otras
normas especiales, considerándose también esencial el dictamen proveniente de los
servicios permanentes de asesoramiento jurídico cuando el acto pudiere afectar derechos
subjetivos e intereses legítimos”.
El debido procedimiento previo a todo acto y, por ende, el respeto a las formas
establecidas, implica no solo una garantía frene al administrado, sino también persigue el
interés de garantizar la juridicidad del obrar administrativo y, de esta manera, alcanzar el
interés público comprometido. Este concepto abarca también al principio del “debido
proceso adjetivo”, que constituye una manifestación especial de aquel, e importa una
expresión de la garantía de derecho de defensa consagrada en el Art. 18 de nuestra CN, y de
la tutela judicial efectiva reconocida en el Art. 8 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), en los Art. 2 Inc. 3 y 14 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y en el Art. 10 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, todos con jerarquía constitucional conforme lo establece en el Art. 75
Inc. 22 de la CN, entre otros.
Principio del sistema democrático: El texto constitucional dice que "Esta Constitución
mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza
contra el orden institucional y el sistema democrático" (art. 36). Además, el art. 38, CN,
señala que "los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático"
y, por último, que "Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en
grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado
por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos" (art. 36).
Por su parte, el Estado puede delegar competencias en organizaciones supraestatales, en el
marco de los procesos de integración, siempre que éstas respeten el orden democrático
(art. 75, inc. 24). Asimismo, el Congreso debe dictar leyes de organización y base de la
educación que promuevan los valores democráticos (art. 75, inc. 19).
Principio de división de poderes y legalidad: El art. 1º de la Constitución establece que "La
Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana...". Por su
parte, el art. 75 dice que el Congreso hace todas las leyes y reglamentos que sean
convenientes para poner en ejercicio los poderes antecedentes y todos los otros concedidos
por la presente Constitución al Gobierno de la Nación Argentina; y el art. 99 dispone que el
presidente expide los reglamentos "cuidando de no alterar su espíritu con excepciones
reglamentarias". Ver también, arts. 14, 16, 17 y 18, entre otros.
Principio de autonomía personal: "Las acciones privadas de los hombres que de ningún
modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo
reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe"
(art. 19, CN).
Principio sobre el reconocimiento y exigibilidad de los derechos-Principio de prohibición
de defecto: El art. 14, CN, dispone que "todos los habitantes de la Nación gozan de los
siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio". A su vez, el art. 33,
CN, establece que "las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no
serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que
nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno".
Finalmente, el art. 28, CN, dice que "los principios, garantías y derechos reconocidos en los
anteriores artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio".
Principio sobre derechos humanos: Los Tratados enumerados en el inc. 22 del art. 75, CN,
tienen jerarquía constitucional y, en ciertos aspectos, influyen en el modelo dogmático del
Derecho Administrativo.
Principio de igualdad: Tiene que ver con el principio de igual trato y de equiparación. El Art.
16 de la CN dice que “la igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”.
Principio de responsabilidad estatal: Este postulado garantiza que las personas mantengan
la integridad de sus derechos en caso de que el Estado les cause daños.
Principio de la confianza legítima: Esta regla establece que el Estado debe respetar las
situaciones jurídicas cuando estas resultasen reiterativas, consentidas por él y conforme a
derecho. Es cierto que el Estado puede apartarse del precedente, más claramente en el
ejercicio de potestades discrecionales, pero en tal caso debe fundar su apartamento.
Principio de descentralización: El Congreso debe sancionar las leyes de organización y base
de la educación que garanticen, entre otros principios, la autonomía y autarquía de las
universidades nacionales (Art. 75 Inc. 19 de la CN). La Auditoría General de la Nación es un
organismo de asistencia técnica del Congreso, con autonomía funcional (art. 85, CN). El
Defensor del Pueblo es un órgano independiente instituido en el ámbito del Congreso de la
Nación, que actuará con plena autonomía funcional (art. 86, CN). El Ministerio Público es un
órgano independiente con autonomía funcional y autarquía financiera (art. 120, CN). Las
Provincias deben asegurar la autonomía municipal, reglando su alcance y contenido en el
orden institucional, político, administrativo, económico y financiero (art. 123, CN). La Ciudad
Autónoma de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades
propias de legislación y jurisdicción (art. 129, CN).
Principio del federalismo: Es sabido que el país adopta para su gobierno la forma federal.
Así, el gobierno federal garantiza a las provincias el goce y ejercicio de sus instituciones y las
provincias conservan todo el poder no delegado por esta CN a aquel. Finalmente, las
provincias podrán crear regiones para el desarrollo económico y social (Art. 1, 5, 121 y 124
de la CN).
Principio de proporcionalidad: Es el encargado de regular las exigencias, muchas veces
enfrentadas, de la comunidad, por un lado, frente a las libertades individuales, por el otro.
Es decir, este principio aparece como un instrumento fundamental a la hora de evaluar en
sentido ético, político y jurídico la aplicación de medidas en el campo de la vida social, pero,
especialmente, respecto de los derechos individuales de los ciudadanos.
Principio de no arbitrariedad: Tiene que ver con el principio de interdicción de la
arbitrariedad de los poderes públicos como un mecanismo más al servicio del control de la
actuación de los poderes públicos, singularmente de la administración pública, poder que
por imperativo constitucional debe actuar siempre sometida plenamente a la ley y al
derecho.
Principio de confianza legítima: Esta regla establece que el Estado debe respetar las
situaciones jurídicas cuando estas resultasen reiterativas, consentidas por él y conformes a
derecho. Es cierto que el Estado puede apartarse del precedente, más claramente en el
ejercicio de potestades discrecionales, pero en tal caso debe fundar su apartamiento.
Principio de tutela efectiva de los derechos en sede administrativa y judicial: Aparece
regulado en el Art. 18 de la CN, en donde prevé que “es inviolable la defensa en juicio de la
persona y de los derechos”. En igual sentido, y aun con mayor claridad, se expresan los
Tratados internacionales incorporados al texto constitucional”.
Principio de transparencia: Esta directriz reconoce el derecho de todos de acceder a la
información estatal respetándose la protección de los datos de carácter personal o
confidencial. Por ejemplo: el acceso a documentos públicos, prestaciones estatales,
actuaciones administrativas, planes y programas de gobierno, datos estadísticos,
organización estatal y decisiones del Estado, entre otros.
Principio de participación: También denominado “de participación y de consenso”. Este
principio habla del debate, del consenso y de la adhesión de los destinatarios. El Art. 29 de
la CN regula que “los ciudadanos tienen el derecho de iniciativa para presentar proyectos de
ley en la Cámara de Diputados”. Además, el Art. 40 de la CN agrega que “El Congreso, a
iniciativa de la Cámara de Diputados, podrá someter a consulta popular un proyecto de ley”.
Por último, El Art. 42 de la CN consagra que “Las autoridades proveerán a la protección de
esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia…y a la
constitución de asociaciones de consumidores y usuarios…La legislación establecerá
procedimientos eficaces para la prevención y la solución de conflictos, y los marcos
regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria
participación de las asociaciones de consumidores y usuarios…”.
Principio de eficacia y eficiencia: Es el principio del buen gobierno. Este primer principio
está interrelacionado con el derecho de las personas a una buena administración. El
contenido de este derecho consiste en que el Estado trate los asuntos de modo imparcial,
equitativo y en tiempo razonable. En verdad, la idea central es que el Estado desarrolle sus
actividades, preste sus servicios y cumpla con sus fines en términos legítimos y diligentes. Es
decir, el Estado debe reconocer y garantizar efectivamente los derechos en términos no sólo
de propósitos sino de resultados. El segundo principio (eficiencia) supone alcanzar los
objetivos con el menor costo posible (esto es, maximizar los beneficios y minimizar los
costos).
Establece que el Poder Ejecutivo está sometido a la ley. La ley es toda norma obligatoria
dictada por el Congreso sobre el núcleo de las materias a través del procedimiento
específico que prevé la Constitución. El legislador debe regular el núcleo de las materias y
puede o no regular, según su discreción, el detalle o pormenores que competen ese núcleo.
Este límite es relevante porque si bien el legislador puede ignorarlo y avanzar sobre los
detalles, el Ejecutivo no puede desconocerlo e inmiscuirse en el campo propio de aquel. La
facultad del Poder Ejecutivo de regular los pormenores o complementos de la ley está
limitada por:
El texto constitucional, en tanto el Poder Ejecutivo no puede avanzar sobre el núcleo
de las materias, aun cuando el legislador hubiese omitido regular (principio de
reserva legal).
El texto legal ya que el Poder Ejecutivo debe sujetarse a la ley del Congreso y no
puede contradecirla so pretexto de reglamentación.
El ejercicio que, en cada caso particular, hace el legislador ya que, si este regulase los
detalles, el Ejecutivo entonces no puede hacerlo.
El denominado principio de legalidad, integrado en forma indivisible con el de razonabilidad
o justicia, resulta esencial, y postula como tal el sometimiento del Estado moderno no sólo a
la norma jurídica en sentido formal, sino a todo el ordenamiento jurídico.
En virtud de él la Administración está sujeta y vinculada al bloque de legalidad y supone un
limita al obrar de la misma ya que determinadas cuestiones solo pueden ser reguladas por
ley del Congreso.
Giustiniani Rubén c/ YPF s/ amparo por mora (2015) IMPORTANCIA DEL FALLO
Este fallo muestra cómo se da en la práctica el principio de publicidad y transparencia y el
acceso a la información pública.
Hechos: Giustiniani (Senador) promueve una acción de amparo por mora contra Y.P.F. S.A.
(“YPF”) con el objeto de que YPF le entregue copia íntegra del acuerdo de proyecto de
inversión que esa sociedad suscribió con Chevron Corporation (“Chevron”) para la
explotación conjunta de hidrocarburos no convencionales en la Provincia del Neuquén.
El decreto 1172/2003 reglamenta el acceso a la información pública establece, lo que se
plantea en el caso es si YPF se encuentra alcanzada por tal decreto o no.
Decisión: En primer lugar, la Corte determina que aun cuando la persona a la que se
requiere información no revista carácter público o estatal, se encuentra obligada a brindarla
si los intereses que desarrolla y gestiona son públicos. (En el considerando 21 cita al
precedente “Buenos Aires Cía.…” en cuanto dispone que el carácter estatal aun parcial de
una empresa tiene como consecuencia la publicidad de sus actos).
Efectivamente, el art. 1° de la ley 26.741 (ley que exime a YPF del control interno) declaró de
interés público nacional el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos así como las
actividades de exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización de
hidrocarburos.
En segundo lugar, se refiere a la disposición del artículo 15 de la Ley N° 26.741 que establece
que a YPF no le son aplicables legislación o normativa administrativa alguna que reglamente
la administración, gestión y control de las empresas o entidades en las que el Estado
nacional o los Estados provinciales tengan participación. En este sentido, la Corte sostiene
que no existe conflicto normativo dado que dicho artículo exime a YPF del control interno y
externo que pueden realizar distintos organismos del Estado Nacional, mientras que el
Decreto que prevé el acceso a la información pública lo puede ejercer cualquier ciudadano.
El derecho a la información pública va de la mano con el derecho a la libertad de expresión,
ambos deben ser garantizados por el Estado. La importancia de estos principios deriva de la
sociedad democrática en que estamos inmersos, es necesario que el pueblo pueda controlar
las gestiones estatales, cuestionar, indagar y considerar si se está dando un adecuado
cumplimiento de las funciones públicas. Y para ello, el Estado debe regirse por los principios
de publicidad y transparencia en la gestión pública.
Finalmente, la Corte dispone cuándo cabe posibilidad de eximirse de tal obligación, y es
cuando, los sujetos obligados expongan, describan y demuestren de forma detallada los
elementos y razones por las que su entrega puede ocasionar un daño al fin legítimamente
protegido. Lo que se evita de esta forma es que por vías genéricas pueda afectarse el
ejercicio del derecho y la divulgación de información de interés público.