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Cambio de paradigma:

retos del docente en el siglo


XXI

13 de agosto de 2019 | 6 min


Deyanira Semadeni Rossette

“Buenos días profesor Jiménez”, era el coro con el que iniciaba el día de clases;
inmediatamente después el profesor Jiménez indicaba al alumnado que podía sentarse.
Ponerse de pie y saludar al docente era una muestra de respeto, pero sobre todo la
manifestación de la estima socio-comunitaria por la figura del profesor. Socialmente las y
los maestros eran icono y andamiaje de virtud… Sin embargo, la percepción del rol ha
cambiado drásticamente.

En últimos años el docente ha sido centro de críticas y severos juicios, lo cual ha menguado
el reconocimiento que las familias solían darle a su aportación y diario quehacer. Dentro de
la cultura de la posmodernidad, las figuras de autoridad en general han perdido valor e
influencia en la sociedad, especialmente en las generaciones jóvenes.

No pretendo abundar en las peculiaridades de la sociedad posmoderna ni en el tipo de


educación que ésta requiere; me interesan los retos personales a los que se enfrenta el
profesional de la educación y las posibles acciones que puede poner en práctica. Sobre
todo, conviene reflexionar sobre la construcción emocional del rol docente.

Entre los desafíos que enfrentan las y los maestros en el actual marco contextual educativo
están: a) masificación en los centros escolares; b) disgregación de los núcleos familiares; c)
pérdida del prestigio de la figura docente ante padres de familia y dentro del Sistema
Educativo Nacional (SEN); d) exigencias pedagógicas del siglo XXI con recursos del XX;
e) falta de conocimientos pedagógicos y sobre desarrollo humano enfocados a proveerles
recursos para su trabajo dentro del aula; f) crisis social; y g) inestabilidad e incertidumbre
respecto del modelo educativo.

Estos retos, sin la apropiada canalización y manejo emocional, se convierten a menudo en


crisis profesional. Ésta no es algo que se active y desactive dentro del centro escolar: la
identidad que se construye como individuo está fuertemente influenciada por la profesional:
para qué soy bueno, cuáles son mis talentos, a qué actividades dedico la mayor parte de mi
tiempo, cuánta satisfacción encuentro en ellas, cómo trasciendo a través de su práctica…
Estas cuestiones son constructos fundamentales del autoconcepto y la autoestima necesarios
para desempeñarse tanto en el entorno social como en el emocional.

Un claro ejemplo de la crisis aludida es el conocido Burnout —síndrome de desgaste


profesional— docente, que se reporta en 90% de las y los maestros que sufren agotamiento
y genera ansiedad, depresión, apatía ante la labor magisterial, entre otros síntomas.
¿Qué hacer ante tal situación? No podemos cambiar el modelo educativo, restructurar los
núcleos familiares, intervenir en la crisis social que vive nuestro país ni modificar el
entorno de los estudiantes. Lo que sí está en nuestras manos es replantear la imagen social
del docente que se ha interiorizado en todos los que nos dedicamos a esta profesión.

Describiré el constructo social sobre el rol del magisterio, útil en su momento, pero ya
anacrónico ante los cambios sociales. Antes de ello, es oportuna la siguiente aclaración:

La noción de cómo debe ser, lucir y comportarse un ser humano y sus significados son
constructos sociales y culturales que están marcados o contextualizados por una identidad
colectiva, según el momento en el tiempo. La teoría del construccionismo social plantea
que las múltiples construcciones de la realidad son producidas por el intercambio social y
están determinadas histórica y culturalmente (Gergen, 2007: 214).

Inicié esta nota recordando que en cierto momento histórico y social el docente era una de
las máximas autoridades, no sólo dentro del centro escolar sino en la comunidad, y que
detrás del imaginario colectivo de la autoridad de maestras y maestros hay significados que
construyen su identidad y, por lo tanto, tienen una carga emocional.

Cuadro 1

CONSTRUCTO SIGNIFICADO
Control sobre alumnos que le obedecen Poder y autonomía
Posesión de conocimientos Superioridad y proveeduría
Ejemplo de conducta Infalibilidad y pureza
Altruismo y sacrificio Abnegación y repudio personal
Fuente: Elaboración de la autora.

El docente que hoy ejerce se formó en el siglo pasado, por lo que los significados de
algunos constructos representan en realidad sus valores y los peldaños de su identidad.
¿Qué sucede en el siglo XXI, cuando los alumnos ya no reaccionan de manera inmediata a
la sola presencia del docente? Pierde poder y autonomía. ¿Cuándo ya no es modelo de
conducta, pues ha perdido el empoderamiento que antes le otorgaba el sistema? Ya no se
considera infalible y es cuestionado.

Así, se va desagregando la identidad del docente hasta el punto de que ya no sabe cuál es su
lugar, contribución, su actuar y valor dentro de la sociedad. De la manera como una vez fue
formado, como una vez actuó y pensó, hoy ya no forma parte del sistema de
construccionismo social. ¿Qué hacer para no poder el rumbo, la identidad y todo lo que
converge en ella? Seguramente ayudará seguir ciertos hábitos de salud emocional, que
incluyen al pensamiento:

1. Crear redes pro-sociales. Construir con otros docentes espacios de


colaboración profesional y —¿por qué no?— también vínculos personales.
2. Decir no al perfeccionismo. Las y los maestros son humanos, y los
humanos se equivocan y se cansan.
3. Rechazar la responsabilidad absoluta. El docente es formador y
transformador, pero no es el único responsable de los actos de los alumnos
y/o padres de familia.
4. Establecer límites y ser congruente. Son dos elementos fundamentales
para que se desarrollen relaciones sanas. Es preciso no permitir que se
traspasen los limites profesionales y personales, aunque ello se trate de
justificar con una buena causa.
5. Delimitar espacios de restauración personal. Programar y respetar
espacios de entretenimiento y descanso.
6. Establecer metas profesionales y personales. Plantearse objetivos claros y
realistas mantiene vivas la motivación, creatividad e innovación.

Es necesario replantear el constructo social del magisterio, pues ya no es el poseedor y


proveedor del conocimiento, ni el individuo infalible que sacrifica todo por el alumnado.
Hoy las y los maestros se convierten en compañeros de viaje de los jóvenes, mentores que
guían desde su propia falibilidad, con su propia humanidad cargada —al igual que sus
alumnos— de emociones, sentimientos, miedos y pasiones. El docente del siglo XXI es un
humano guiando a otros humanos en su aprendizaje por la vida, que se respeta y respeta,
que se reta y reta, que se valora para poder valorar al otro.

La forma de enfrentar la crisis social y educativa a la que se exponen las y los maestros es
siendo, primero, personas con autoestima.

Referencia

GERGEN, Kenneth J. (2007). Construccionismo social: aportes para el debate y la práctica.


Bogotá: Universidad de los Andes-Facultad de Ciencias Sociales- Centro de Estudios
Socioculturales e Internacionales-Ediciones Uniandes.
PARRA, Fernanda (2018). “¿Cómo prevenir y revertir el estrés del maestro?”. Maestros de
México (en línea).

Referencia

Semadeni, D. (2019, Agosto 13). Cambio de paradigma: retos del docente en el siglo XXI.
Recuperado de https://www.inee.edu.mx/cambio-de-paradigma-retos-del-docente-en-el-siglo-
xxi/

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