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RESUMEN FINAL NIÑOS

BLEICHMAR
BLEICHMAR- SOSTENER LOS PARADIGMAS DESPRENDIÉNDOSE DEL LASTRE.
El Psa corre el riesgo de sucumbir, no en razón de la fuerza de sus oponentes, nii de la
racionalidad de los argumentos con los cuales intentan sus relevamiento sino
implosionado por sus propias contradicciones internas. Es por ello que deviene tarea
urgente separar aquellos enunciados de permanencia , que trascienden las mutaciones
en la subjetividad que las modificaciones históricas ponen en marcha, de los elementos
permanentes del funcionamiento psíquico que no solo se sostienen sino que cobran
mayor vigencia en razón de que devienen el único horizonte explicativo posible para estos
nuevos modos de emergencia de la subjetividad.
POSICIONAMIENTO RESPECTO DE LA OBRA DE FREUD: Los textos de Freud se
inscriben como punto de partida no reductibles a ningún lector supremo que se atribuya
mesianicamente ser el único que “ha escuchado la palabra”, ni diluibles en una literalidad
que los coagule como textos sagrados El rigor de lectura no se confunde como
obedeciendo pero tampoco reemplazando lo que en ellos fue dicho para hacerlos
coincidir con lo que a cada escuela le gustaría que digan.
Es importante hacer atravesar los escritos de Freud por el metodo analitico, sin
reemplazar lo que dicen por lo que en realidad freud quiso decir ya que o que en realidad
quiso decir es lo que dice. Se tratar de abarcar la obra desde una triple perspectiva:
problemática, histórica y crítica.
Desde el punto de vista histórico, el pensamiento freudiano no podría ser abarcado bajo
una simple cronología. Es necesario mostrar no solo los resultados sino el
encaminamiento por el cuals e llega a los mismos, lo cual permite que se puedan rehacer
tramos e iniciar nuevas direcciones. No se trata de descartar algo como erróneo en sí
mismo, sino de recuperar el movimiento que lo hace desembocar en una vía errada para
desde allí, rehacerlo.
Cada escuela ha intentando sostenerse a costa de una renegación de los aspectos de la
obra freudiana que no le s “sintónicos” en un esfuerzo de síntesis que opera por recortes y
exclusiones

SEXUALIDAD INFANTIL: La vulgata psicoanalítica ha homologado desde siempre el


aporte fundamental del psa respecto de la sexualidad infantil con el complejo de edipo.
Elo despoja a la sexualidad infantil de su carácter mayor:anárquica en los comienzos, no
subordinado al amor de objeto, opera a lo largo de la vida como un plus irreductible tanto
a la autoconersacvacion como ala procreación. El aporte central que implica considerar
cómo sexual todo aquello que siendo del orden del placer comporta un plus que no se
reduce a actividades auto conservativas, viene aparejado de una puesta de sexualidad en
dos tiempos, tiempos que freud consideró biológicamente determinados.
¿Donde quedan los dos tiempos, uno que corresponde a la pulsión parcial y el otro a lo
genital cuando incluimos a la sexualidad del adulto como productora de excitaciones,si el
adulto está atravesado simultáneamente por sus deseos icc “pregenitales” infantiles y
ellos se ensamblan en su sexualidad genital?
Es en razón de esto que más allá del carácter sucesivo de tres ensayos, ens en aquellos
planteos que quedan impregnados por una visión teológica de la sexualidad, sometida un
fin sexual reproductivo donde se manifiesta la necesidad de revisión.
El aporte fundamental de tres ensayos es el hecho de que la sexualidad humana no sólo
comienza en la infancia, sino que se caracteriza por ser nor ecutible a los modos
genitales, artculados por la diferencia de los sexxos.
La autora sostiene que los dos tiempos de la sexualidad son en realidad DOS
SEXUALIDADES DIFERENTES: una desgranada de los cuidados precoces, implantada
por el adulto, productora de excitaciones que encuentran vías de ligazón y descarga bajo
formas parciales y otra con primacía genital, establecida en la pubertad y ubicada en el
camino madurativo que posibilidad el ensamblaje genital. Por otro lado hay una fácil
homologación entre polimorfismo perverso y perversión propiamente dicha,. SE torna
necesario redefinir el concepto de perversión considerando de este orden todo proceso de
goce sexual que tenga como prerrequisito la des-subjetivación del otro,devenido en
partenaire. No se trata de la trasgresión de la zona, ni del modo de ejercicio de la
genitalidad, sino de la imposibilidad de articular el cuento en la escena seual con otro ser
humano.
Es indudable por último la necesidad de REDEFINIR EL COMPLEJO DE EDIPO. En
primer lugar, porque nace y se ha conservado impregnado necesariamente, de los modos
con los cuales la forma histórica que impone la estructura familiar acuñó el mito como
modo universal del psiquismo. Es insostenible conservar el edipo entendido como una
novela familiar, vale decir como un argumento que se repite, de modo más o menos
idéntico, atravesado por contenidos representacionales hacia “el papa” y “la mama” a lo
largo de la historia y para siempre. El gran aporte del psicoanálisis es el descubrimiento
del acceso del sujeto a la cultura a partir de la prohibición del goce sexual
intergeneracional. El edipo debe ser concebido entonces como la prohibición con la cual
cada cultura pauta y restringe, a partir de la preeminencia de la sexualidad del adulto
sobre el niño, la apropiación gozosa del cuerpo de niño por parte del adulto.

ESTATUTO DEL ICC: Nos ubicamos en unas perspectiva que separa como dos órdenes
diferentes la existencia del icc de su conocimiento. El icc es un existente cuya
materialidad debe ser separada de su conocimiento, existió antes de que este
conocimiento fuera posible y el descubrimiento freudiano implica su conceptualización, no
su invención. El icc existe en algún lado más allá del proceso de la cura nanalítica.
La definición del origen de la pulsión pone en juego los orígenes mismos de las
representaciones que constituyen la materialidad de base del icc. Sus orígenes están
atravesados por inscripciones provenientes de las primeras vivencias sexuales que
acompañan los cuidados con los cuales el adulto toma a cargo a la cría. Si es el hecho de
que un exceso de sexualidad del otro determina el surgimiento de la representación
psíquica, debemos decir que el icc no surge de la ausencia de objeto sino de su exceso,
vale decir del plus de placer que se genera el el movimiento de resolución de la
autoconservación a partir de que esta está en manos del adulto excedido, el mismo, por
sus propios deseos icc.
El descubrimiento fundamental del psa es la afirmación de que la representación
antecede al sujeto pensante, vale decir, que en los orígenes existe, un “pensamiento sin
sujeto”. Luego, esta realidad originaria pre-subjetiva, deviene subjetiva.
Las consecuencias de esta afirmación son: Destitución definitiva del modo maquineo con
el cual se ha concebido la defensa: siendo icc y preconciente las estructuras con su propia
legalidad y su propio emplazamiento en el interior de la tópica psíquica, los enunciados
que el sujeto formula no son simplemente el modo engañosos de encubrimiento de lo icc
que habría que desechar para buscar después la verdad icc, sino producciones psíquicas
de pleno derecho que coexisten con las mociones que deben ser sacadas a la luz y
liquidación de las jerarquías con las cuales se concibe al sujeto del icc como el que
enuncia la verdad, frente al yo homologado a una suerte de falsa conciencia que se
engaña-
Nuestras intervenciones deben lograr el máximo de simbolización posible con el mínimo
de intromisión necesaria. Ello implica un ejercicio de aquello que podemos denominar
oferta de “simbolización de transición”, modos de paisaje,con los cuales posibilitar una
operatoria de tránsito. En los casos en los cuales esto no es posible, es necesario crear
las posibilidades previas para que ello ocurra, mediante lo que se denomina
INTERVENCIONES ANALÍTICAS.
Ante fenómenos que emergen como no secundariamente reprimidos, no plausibles de
interpretación y cuyo estatuto puede ser del orden de lo manifiesto sin por ello ser
conscientes hay que abordarlos mediante SIMBOLIZACIONES DE TRANSICIÓN, cuya
característica principal es la de servir como puente simbólico en aquellas zonas del
psiquismo en las cuales el vació de ligazones psíquicas deja al sujeto librado a la angustia
intensa o a la compulsión. Estas ideas se relaciona con los procesos de NEOGENESIS.
El icc es de origen exógeno, tiene una materialidad heterogénea, es una realidad para-
subjetiva cerrada a toda intencionalidad.

TEORÍA Y CLÍNICA- ARTICULACIÓN O FRACTURA


La práctica analítica está en crisis a nivel de sus fundamentos, donde se expresan las
más variadas fórmulas eximitorias sea del fracaso o de la inmovilidad, mediante la
repetición hasta el cansancio de justificaciones de una acción cuyos principios no siempre
se derivan de las formulaciones teóricas que parece regirla. La dificultad para la
normalización de paradigmas, los intercambios sostenidos sin revisión de los
fundamentos, son dos de los elementos que confluyen en esta crisis. El tercer elemento a
subrayar, consiste en el hecho de que, desde hace ya muchos años, práctica y teoría
parecerían ir cada una por su lado
A la oposición entre teoría y clínica la autora le opone aquella establecida entre
TEORÉTICA Y PRÁCTICA. la primera incluye tanto el DESCRIPTIVO (el conocimiento de
objeto, su modelización, las leyes que rigen su funcionamiento) como el PRESCRIPTIVO
(las indicaciones que del objeto mismo se desprenden para operar en su transformación).
Desde el lado descriptivo la autora plantea el posicionamiento tópico de los sistemas
psíquicos, en donde los lugares siempre se definen no por relación al icc sino al
posicionamiento del sujeto, del yo. piensa por otro lado el conflicto como intrasubjetivo y la
sexualidad infantil reprimida. A partir de estos ejes se define un prescriptivo, conjunto de
reglas que permiten el conocimiento y la transformación del objeto en la clínica.
Si el objeto es el icc y sobre todo el icc reprimido es coherente que el método consista en
la libre asociación.
Una tarea de DEPURACIÓN DE PARADIGMAS y de ordenamiento de la práctica psa se
hace necesario si se pretende dar alguna orden de racionalidad a una práctica que se
supone plausible de producir transformaciones. El método entonces de la libre asociación
es coherente con un modelo descriptivo del aparato psíquico regido por ciertas reglas.
Levantamiento de represión secundaria y libre asociación son correlativos. La función del
analista ahi es levantar las resistencias (modo de expresión de la represión en el interior
de la cura) y “hacer consciente lo icc”
Hasta 1905 Freud se sostiene en una propuesta que concibe al icc como exógenamente
fundado. El concepto de huella mnémica alude a contenidos inscritos provenientes del
exterior. Luego, con la teoría de la fantasía, la línea deviene cada vez más endogenista.
La legalidad del icc es prácticamente subsumida en la legalidad fantasmática.
La formulación de hacer cc lo icc puede entrar en conjunción o en disyunción con otra, la
de “analizar es rellenar lagunas mnémicas”. Entra en conjunción cuando se supone un icc
históricamente determinado. Entra en disyunción cuando suponemos un icc constituido
por fantasmas originarios filogenéticamente constituidos, en este caso, todo está ahí de
entrada y no es necesaria rellenar las lagunas mnémicas para que lo icc se hace cc. La
dificultad para homogeneizar la obra de Freud se presenta enorme.
Del lado de los orígenes del icc quedan abiertas dos líneas a partir de la propuesta de
Freud. Por una parte, aquella que considera al icc como existente desde los orígenes,
vale decir endógenamente constituido. El mundo exterior es una pantalla de proyección
sobre el cual el mundo interno se explicita. Porto parte, la que concibe al icc como
fundado, efecto esta fundación de la presencia sexualizante del otro humano El icc será
definido como efecto residual del contacto sexualizante con el semejante y los restos
metabólicos de este proceso constituirán inscripciones que, siendo de origen heterónimo,
han perdido la referencia al orden de partida. Este icc nos será necesariamente reflejo
homotesico del deseo del otro.
Plantea la autora que el sufrimiento psíquico en un sistema psíquico constituido es
siempre el propiciado por un conflicto intrasistémico. La intersubjetividad no será el
motor del conflicto ni su vía de resolución, sino que será el campo privilegiado en el
cual el conflicto se produce a partir de la activación de determinaciones
intrasubjetivas.
Definido entonces el aparato psíquico como aparato de constitución a partir de las
intervenciones sexualizantes y normativizantes del semejante, los tiempos de esta
constitución podrán ser historicamente cercados y en razón de ello, las intervencioens
analiticas podran ser plausibles de definirse por relación a los nudos inter-subjetivos que
determinante estos movimientos. La pesquisa del momento estructural constitutivo
definirá, la elección clínica. A diferencia de cierta tendencia que antepone el método al
objeto, se intenta definir el objeto para a partir de este, determinar el método a aplicar.
Entonces, la relaciones entre teoria y clinica deber ser reformuladas en el marco de una
reformulación de objeto.

EN LOS ORÍGENES DEL SUJETO PSÍQUICO- CAPÍTULO 1


En los 70, un cierto purismo que hacía dle campo analitico el ambito del lenguaje
exclusivamente, puso en crisis la técnica del juego, en la cuals e basaba hasta ese
momento el psa de niños. Técnica propuesta por Klein Este tipo de conflictos llevo en
algunos casos al abandono por una gran cantidad de psicoanalistas del campo de la
clínica de niños, Otros, Como bleichmar se propusieron revisar los fundamentos de la
ténica analítca.
Bleichmar se aboca así a redefinir la noción de neurosis en la infancia, partiendo de la
concepción de un sujeto en estructuración. Parte de la definición de Freud que postula
la represión como lo que funda la diferencia entre los sistemas icc y prcc y que dice que
antes de esto son los otros destinos pulsionales los que pueden actuar como defensa. A
partir de esto postula el concepto de R.O
En I, S Y A Freud define al síntoma como un signo sustitutivo de una inlograda
satisfacción pulsional, un resultado del proceso de la represión. Si todo síntoma se
manifiesta como un signo, no todo signo es un síntoma. Manifestaciones conductuales de
los niños no pueden ser entendidas en sí mismas como síntomas. Lo sustitutivo remite al
carácter simbólico del síntoma, es siempre en los síntomas donde se encuentra la
expresión simbólica de conflictos estructurales.
Se trata para la autora de no perder de vista dos cuestiones: ubicación del conflicto en
la infancia en la tópica intersubjetiva y ubicación del conflicto en sentido
sintomático, en la tópica intrasubjetiva.
No hay análisis del icc, no hay formación de síntomas en sentido estricto antes de la
constitución del aparato psíquico, la autora se pregunta ¿qué hay entonces? ¿cuales son
los prerrequisitos de este aparato?

LA FUNDACIÓN DE LO ICC

Cap. 1 “Primeras inscripciones primeras ligazones” (caso Daniel) de La fundación


de lo icc. Bleichmar
Piensa al icc como producto de cultura fundado en el interior de la relación sexualizante
con el semejante y como producto de la represión originaria que ofrece un topos a las
representaciones inscritas en los primeros tiempos de dicha sexualidad.
Daniel es un niño de 5 semanas que “No dormía nada”. Concebir al trastorno del sueño
como efecto de una perturbación en el vínculo primordial con la madre, da lugar al
interrogante: ¿Cuáles serían las vías de pasaje, y a partir de qué premisas
metapsicológicas del psiquismo materno y del niño, esta perturbación se constituiría?
(Viñeta) el parto no había producido sólo una depresión posterior en la madre por haberse
desprendido de un producto valorizado de su cuerpo, sino por la sensación de
encadenamiento que le producía ese ser extraño del cual debía hacerse cargo. El
extrañamiento ante su hijo era lo que le impedía tener la convicción delirante que toda
madre tiene, de que sabe qué es lo que su bebé necesita. Esa falla en la narcisización era
la que producía la sensación de estar ante un extraño al cual no sabía cómo agarrar, o
ante un pedazo de sí misma que no sabía cómo soltar. La ambivalencia no era solo la que
se juega entre el amor y odio, sino entre 2 sistemas de representaciones opuestas e
inconciliables, ambos del lado del yo. Este emplazamiento tópico determinaba los
micromomentos de despersonalización (no saber quién era el bebé y qué estaba
haciendo allí). Se trata entonces de una DIFICULTAD DE ESTRUCTURACIÓN DEL
NARCISISMO SECUNDARIO, EN EL CUAL LA CASTRACIÓN FEMENINA
POSIBILITARA EL PASAJE “TRASVASANTE” AL HIJO COMO POSICIONAMIENTO
NARCISISTA. En esta dificultad radicaba la posibilidad de alternancia generacional: el
riesgo futuro de una psicosis infantil, un niño al que nunca se pudo transcribir a un registro
que lo capturara en un sistema de signos
Freud en 1985 dice que el niño se duerme siempre que no lo moleste ninguna necesidad
o estímulo exterior. Se adormece con la satisfacción. Condición de dormir es el descenso
de la carga endógena en el núcleo psi, que vuelve superflua la función secundaria. En el
dormir el individuo se encuentra aligerado del reservorio de cantidad endógena. El hecho
de que haya ciertos estímulos endógenos, de los cuales la fuga motriz está impedida, es
lo que definirá que el principio de inercia (NIRVANA) se vea perturbado. El organismo
humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica que facilita la
evacuación. Esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de
la alteración interior, un individuo experimentado advierte el estado del niño. Esta vía de
descarga cobra así la función secundaria de la comunicación, y el inicial desvalimiento del
ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales. Hay vivencia de
satisfacción en la cual restos desgajados de la sexualidad del otro, están inscritos: si el
individuo auxiliador ha operado el trabajo de la acción específica (otorgando un objeto que
permita la satisfacción de esta tensión) en el mundo exterior en lugar del individuo
desvalido, este es capaz de consumar en el interior de su cuerpo la operación requerida
para cancelar el estímulo endógeno. A PARTIR DE ESTA VIVENCIA DE SATISFACCIÓN
SE GENERAN CONEXIONES ENTRE IMÁGENES – RECUERDO, QUE SERÁN
ACTIVADAS A PARTIR DEL REAFLORAMIENTO DEL ESTADO DE ESFUERZO: EL
DESEO. El deseo es propuesto en la interpretación de los sueños como un conglomerado
representacional, en el momento en el cual el displacer que es producto de la excitación
emerja. Tiende a ligar la energía sobrante a una representación o conjunto de ellas. En
más allá del principio del placer el traumatismo es propuesto como una relación entre
cantidades que ingresan y capacidad de ligazón en el interior del sistema en cuestión.
EL CONMUTADOR ESTÁ EN EL OTRO HUMANO. El hecho de que haya energía
psíquica es efecto de la intervención de un conmutador existente en el encuentro con el
objeto sexual ofrecido por el otro. El conmutador está en el movimiento que lleva a la
búsqueda de lo nutricio, a que el bebé se encuentre con el pecho (objeto sexual de
inicio en la medida en que es ofrecido por el otro humano provisto de icc). Este
objeto inunda de una energía no cualificada propiciando, en el real viviente, un
traumatismo, dado que efracciona algo del orden somático por las líneas de lo sexual.
Solo concibiendo a la fuente de la pulsión en el objeto, y a la meta, en el placer de órgano,
es posible intercalar la zona erógena como esa zona de apertura por la cual la cantidad
exterior, estímulo, logra conmutarse, en excitación, en cantidad endógena. Es del lado de
la seducción originaria donde hay que buscar el origen de la pulsión; implica que el
niño sea sometido a una intrusión representacional y económica, que da origen al
objeto fuente, a partir de que la madre propone mensajes descualificados, con “un
sentido a sí mismo ignorado”, efecto de su propio icc. LA ÚNICA VERDAD DEL
APUNTALAMIENTO ES LA SEDUCCIÓN ORIGINARIA. Es porque los gestos auto
conservativos del adulto son portadores de mensajes sexuales icc para el mismo, e
indomeñables para el niño, que producen sobre los lugares erógenos, el movimiento de
clivaje y de deriva que desemboca en la actividad auto-erótica. Pero el vehículo obligado
del autoerotismo es la intrusión y luego la represión de significantes enigmáticos
aportados por el adulto. Es de un solo movimiento que la represión originaria cliva del
psiquismo del psiquismo un icc primordial que deviene un ello, que constituye los primeros
objetos-fuente de la pulsión.
SE CONCIBE A LA REPRESIÓN ORIGINARIA COMO EN DOS TIEMPOS:
Ø El 1ro PASIVO, es como la implantación, la primera inscripción de los significantes
enigmáticos sin que sean reprimidos.
Ø El 2do está ligado a una reactualización y reactivación de estos significantes,
atacantes-internos, que el niño debe intentar ligar. Es la tentativa por ligar, simbolizar
significantes peligrosos y traumatizantes lo que desemboca en la teorización del niño
(teorías sexuales infantiles) y en el fracaso parcial de esta teorización, en la represión de
un resto indomeñable. Estas representaciones de cosa, devenidas representación-cosa,
toman un estatuto aislado en el ello.
“La pulsión es el impacto sobre el individuo y sobre el yo de la estimulación constante
ejercida desde el interior, por las representaciones-cosa reprimidas, como objetos-fuente
de la pulsión” (Laplanche). Aunque el surgimiento de la pulsión debe ser situado en un
tiempo anterior a aquel en el que ocurre el ataque producido por la estimulación ejercida,
desde el interior.
Antes de que se instituya la represión originaria, antes de que el yo cumpla sus
funciones de inhibición y ligazón, la intrusión de lo sexual deja a la cría humana
librada de remanentes excitatorios cuyo destino deberá encontrar resolución a
partir de conexiones y derivaciones que constituirán modos defensivos precoces.
Bebé en la lactancia: el pecho, objeto del apaciguamiento de la necesidad, irrumpe
también como objeto sexual traumático excitante, pulsante. EL REMANENTE
EXCITATORIO, PRODUCTO DE ESE ENCUENTRO, DEBERÁ ENCONTRAR UNA VÍA
DE DESCARGA POR MEDIO DE UN INVESTIMENTO COLATERAL DE
REPRESENTACIONES (vías de facilitación conexas). El autoerotismo, succión de la
mano, del chupete, cumple una función de ligazón, organizadora de esta excitación
sobrante. Una madre con su aparato psíquico clivado, conserva del lado icc las
representaciones deseantes, potencialmente autoeróticas, capaces de transmitir una
corriente libidinal que “penetra” traumáticamente al viviente haciéndose portadora de un
deseo, icc, deviniendo soporte material de un mensaje enigmático a ser transmitido al
bebé; un mensaje que lo parasita sexualmente y lo somete a un aflujo que debe encontrar
vías de evacuación. Esta posee también las representaciones yoico-narcisistas que le
hacen ver a su bebé (del lado precc) como un todo. La libido desligada, intrusiva, que
penetra será ligada por vías colaterales mediante el recogimiento que propicia este
narcisismo estructurante de un vínculo amoroso.
UNA VÍA COLATERAL ES UNA INHIBICIÓN PARA EL DECURSO DE CANTIDAD
ENDÓGENA (Qn)
En el amamantamiento la madre provista de un yo, capaz de investir
narcisisticamente al bebé generará vías colaterales de ligazón de la cantidad
endógena que ingresa. Será la representación totalizante que adquiere el bebé en el
interior de los sistemas del narcisismo yoico materno lo que le permitirá que la pulsión,
intrusiva, encuentre formas de ligazón por vías colaterales. La red que se sostenga
posibilitará un sistema de ligazones que en psi, permita la construcción del yo. Sistema q,
cuando se instale la represión originaria, ofrecerá el entramado de base, las ligazones que
posibiliten que la represión no quede puntualmente operando como contrainvestimiento
del icc, sino sostenida por un conjunto de representaciones mediadoras. Defensas
precoces se constituyen en esta etapa. “Atracción de deseo primaria”: tendencia a
la reanimación de la huella de la vivencia de satisfacción; y “defensa primaria”:
tendencia a un apartamiento de la huella mnémica hostil (represión). Definir al yo
como la totalidad de las respectivas investiduras psi, en que un componente permanente
se separa de uno variable. Función inhibidora del investimento colateral, condición de la
ligazón. Prerrequisito sobre el cual el yo se asentará, cuando la identificación primaria lo
“Moldee” en tanto instancia otorgándole una forma capaz de cercar la estancación libidinal
en vías de articularse.
Estos sistemas de representación yoico-narcisista tienen, como prerrequisito la instalación
del proceso secundario, del lenguaje en el precc, siendo condición necesaria, no es
suficiente. Para que estos sistemas representacionales del auxiliar materno operen
generando condiciones de ligazón en el niño deben estar en funcionamiento pleno en el
momento de la crianza. FALLAS OCASIONALES: traumatismos severos del lado de la
madre o depresiones determinadas por circunstancias históricas pueden impedir su
operancia y dejar al cachorro humano librado a facilitaciones no articuladas que lo
sometan a un dolor constante con tendencia a una compulsión evacuativa que
responda a un más acá del principio del placer.
Conclusiones:
1- El yo se constituye sobre la base de las ligazones previas entre sistemas de
representación preexistentes. Estas ligazones consisten de inicio en investiduras
colaterales.
2- En los comienzos de la vida este yo que produce inhibiciones y propicia ligazones
del decurso excitatorio no está en el incipiente sujeto sino en el semejante humano, y sólo
desde esta perspectiva es que se puede hablar de un “yo auxiliar materno”, el cual no
provee sólo de recursos para la vida, sino que inscribe estos en su potencialidad de
“pulsión de vida”, de ordenamiento ligador propiciatorio de una articulación de la
tendencia regulada a la descarga.
En una madre en la cual fallan las constelaciones narcisisticas en los tiempos de ejercer
los cuidados primordiales con su bebé, habrá fallas estructurales o circunstanciales. No
habrá caricias ni sostén que permita la constitución de los investimentos colaterales. La
energía traumáticamente desencadenada no encontrará vías dentro del principio de
placer para derivarse. Estaremos en un más acá del principio de placer, derivación
lineal de las cantidades que ingresan, al modo de una irrupción displaciente masiva sin
posibilidad de regulación. Ante cada embate de displacer tenderá a reproducirse el más
acá del principio de placer en una compulsión traumática que no logra encontrar vías de
ligazón y retorna a un circuito siempre idéntico dado que es inevacuable, porque no es
efecto de una tensión vital que se resolviera a través de una cantidad de alimento que
permitiera su disminución a cero, sino de una excitación indomeñable.
DEL MÁS ACÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER. De la teoría de la seducción generalizada
se retoman 3 ejes:
1- Disparidad esencial del adulto y el niño
2- Pasividad de origen del niño, por relación a lo activo sexual del adulto. Anclaje
pulsional de esta disparidad es que el adulto es sexuado, provisto de representaciones
deseantes icc, parasitando al cachorro tanto con sus representaciones como con el
soporte económico por medio del cual ellas se transmiten.
3- Destino auto-traumático de esta seducción-instalación de un externo-interno
destinado al apres-coup y cuya activación se independizara del objeto originario cortando
los nexos con el exterior y produciendo un efecto de formación endógena.
En los orígenes del psiquismo hay dos movimientos, aquel que funda la pulsión bajo el
modo de la pulsión de muerte, objeto excitante que debe encontrar canales de derivación,
de ligazón; y el propiciamiento de estas ligazones aun antes de la instalación del yo, antes
de la represión originaria, creando el prerrequisito de su instalación. Un PRIMER
CONMUTADOR del lado del icc de la madre que hace devenir la energía somática
en sexual y un SEGUNDO CONMUTADOR del lado de su estructuración yoico-
narcisistica que posibilita la constitución de un sexual-desexualizado a través de la
transcripción de lo pulsional inscrito en el icc, mediante la regulación de sus
pasajes al precc-cc. LO QUE SE INSCRIBE DE INICIO EN LA CRÍA HUMANA COMO
PULSIÓN DESTINADA A ATACAR AL YO Y DEVENIR PULSIÓN SEXUAL DE MUERTE,
ENCUENTRA UN MODO DE ORGANIZACIÓN QUE CONSTITUYE EL SOPORTE DE LA
PULSIÓN DE VIDA

CAP IV
Intentamos graficar los movimientos de constitución del sujeto en cuyos orígenes nos
vemos inmersos, en cuya estructuración intervenimos de algún modo. Los psicoanalistas
de niños vivimos sumergidos en una preocupación por LO ORIGINARIO, por los
movimientos fundacionales del sujeto psíquico, movimientos fundacionales que vemos
emerger “en vivo”, producirse ante nuestros ojos.
Hace algunos años la autora propone una diferenciación entre autismo precoz y psicosis
simbiótica, estableciendo que en primer caso es la ausencia de constitución del yo lo que
marca las líneas dominantes del cuadro, mientras que, en el segundo, el incipiente sujeto
no puede desabrocharse del yo materno al cual ha quedado soldado a partir del momento
en que ingresa como significante de la falta. Si el autismo se produce en el momento de
instauración de los estadios más primarios de la mente y es el narcisismo el primero de
estos tiempos, el autismo no podría ser sino un FRACASO DE LA NARCISIZACIÓN
PRIMARIA. La psicosis simbiótica es concebida en cambio como efecto del
encadenamiento, soldado y absoluto, del niño en tanto significante que viene a obturar la
castración materna. Bleichmar en este texto dice que cambia su posición respecto del
autismos porque considera que es imposible sostener que el autismo es efecto de una
falla en la narcisización primaria y al mismo tiempo, afirmar que el autoerotismo es el
tiempo fundante de la sexualidad infantil, y por ende de la vida psíquica.
A continuación relata el caso alberto:. Recibió una consulta de los padres de ALBERTO
de 5 AÑOS . La maestra, comenzó a preocuparse debido a que el niño, en cualquier
situaciones y sin que operara un disparador evidente, comenzaba a hablar cosas sin
sentido, desencadenando un fragmento de discurso cuyo contexto es inubicable y cuyas
determinaciones desconocía. Ejemplo: la paloma baja y come el maíz, susana se fue a
Suiza”.
La madre dice que ella y el padre saben de donde sale lo que dice por ejemplo dice: “yo
se que ayer estuvimos en la plaza y hablamos de palomas”Sin embargo, los padres no
dejaban de percibir que algo extraño ocurría.
En el momento de esta primer consulta,nos encontramos, dice la autora,
fenoménicamente ante la emergencia de bloques hipermnésicos, descontextualizados,
que aparecen sin desencadenante aparente. La unica hipotesis que surgía era la de un
FRACASO EL LOS MOVIMIENTOS INHIBIDORES QUE EL YO DESPLIEGA y que hallan
su culminación cuando la REPRESIÓN opera diferenciando los sistemas psíquicos.
¿Qué es lo que activa un cierto conglomerado representacional?¿Que es lo que hace que
un cierto contenido pase a prcc? y aún más ¿qué es lo que hace que un contenido emerja
en lo manifiesto?(cc y manifiesto son diferentes).
Normalmente la energía psíquica tiene una cierta direccionalidad: progresiona a través de
los diversos sientas psíquicos, topándose con la censura (en la vigilia) o avanzando hasta
la frontera motriz de un aparato cerrado sobre sí mismo y con la motilidad impedida en el
momento del dormir. Lo icc es activado desde dos polos: desde el prcc (a partir de un
pensamiento cuya elaboración no culminó en la vigilia) o desde el exterior del aparato
anímico.. Siempre desde afuera del icc. Estas cuestiones ponen en evidencia que si bien
el objetivo del análisis es el discernimiento del icc y la captura de su emergencia a través
de formaciones discursivas que acuden a ellas una significación, esta emergencia no es el
resultado aleatorio de un deseo que se presentifica en forma azarosa sino el efecto de un
conjunto de movimientos e intersecciones intersistémicas destinadas a la elaboración
psíquica. Los sistemas icc son atemporales no están ordenados con arreglo al tiempo, n
se modifican por el transcurso de este ni, en general, tiene relación alguna con el. En el
icc, el tiempo deviene espacio (sistemas de recorridos) y esta conversión de tiempo en
espacio hace a los aspectos centrales del concepto de REGRESIÓN tópica, formal y
económica.
El hecho de que las representaciones icc sean atemporales no implica que su
activamiento lo sea, ya que el icc se define por su intersección con los otros sistemas
psíquicos
La concepción de la atemporalidad del icc alude en freud a dos cosas: ausencia de
temporalidad e indestructibilidad. Indestructibilidad no debe ser sinónimo de intras
formabilidad
La diferencia entre indestructible e intransformable posibilita que la clínica conserve la
esperanza de pasaje de la compulsión de repetición a la elaboración en el neurótico o el
salto estructural en el psicótico..
El icc NO ES EL LUGAR DONDE SE ESTABLECE LA MEMORIA, sino el reservorio de
memoria., El icc no recuerda nada, las huellas mnémicas simplemente son. Es al prcc a
quién compete la memoria. Que el icc sea el reservorio de la memoria, quiere decir que en
él están las representaciones, inscripciones vivenciales a disposición del sujeto. En tal
sentido, estas inscripciones puede PROGRESIONAR hacia la cc sin que ello implique un
verdadero recordar. Alberto actualizaba un fragmento de huellas mnémicas, operaba un
proceso de progresiones mnémicas Algo disparaba el fragmento mnémico, pero la
significación no operaba del lado de un sujeto que recuerde y entonces lo manifiesto no
puede ser equiparado a la toma de cc.
Alberto presentaba, en el momento de la consulta ciertos TRASTORNOS significativos.
Tenía pánicos varios: a los ascensores, a la oscuridad, a los ruidos fuertes. No eran
simples miedos, ellos remiten a ANGUSTIAS DE ANIQUILAMIENTO, que le producían
verdadero terror. Terrores que no lograba FOBIZARSE. Un día la madre aprieta el botón
del cuarto piso del edificio (el consultorio de Bleichmar estaba en el tercer piso) aL
LLEGAR AL PISO CORRESPONDIENTE, DÁNDOSE CUENTA DEL ERROR, ABRE LA
PUERTA. eL ASCENSOR QUEDA UNOS DIEZ CENTÍMETROS POR ENCIMA DEL
PASILLO. Alberto entra el consultorio en un ataque de llanto “se hundió tu casa, grita”. En
este caso, su pánico no es el de un individuo que teme el peligro de un ascensor que,
detenido fuera del lugar habitual, lo ponga en riesgo. Se trata de un deconstrucción del
espacio, determinada por su inestabilidad, es decir por el hecho de que las categorías
temporo-espaciales no se han constituido o están en situaciones de fracaso, efecto de
que el yo no logra estabilizarse como un objeto que, desgajado del mundo que lo circunda
ubique al mismo tiempo las coordenadas exteriores que lo sostienen. No habiéndose
constituido en el niño el yo-representación, ni el externo-interno del icc ni el externo-
interno de la realidad había que lograr que se encuentre un ordenamiento a partir de un
lugar desde el cual establecer esas diferenciaciones. Era debido a esto que los bloques
hipermnésicos progresionaban sin ligazón ni contextualización hacia el polo motor. Alberto
presentaba la mayoría de los rasgos de lo que se considera el MUNDO ESTRUCTURAL
PSICÓTICO: una angustia primaria, de aniquilamiento, de destrucción, ruptura con lo real,
la filtración constante de los procesos secundarios por los procesos primarios, la
expresión directa de la pulsión, la existencia de mecanismos defensivos muy arcaicos. Es
un modo de funcionamiento sin organización de totalidades que conservaran cierta
permanencia. había juguetes que tenían una serie, pero el no los definió como un juguete
de la serie sino como un elemento definido por el atributo., el atributo dejando de lado el
contexto (ser un juguete de una serie) definió la totalidad del objeto. Para alberto no
existían totalidades diferentes provistas de atributo sino indicios a partir de los cuales no
se podían organizar totalidades. Alberto existían en el interior de un mundo caótico y
desorganizado en el cual los indicios de componían la realidad en múltiples objetos
parciales, el mismo no se unificaban imaginariamente como un objeto total. ejemplo: decia
“mi papa cuando se pone un delantal blanco es ingeniero” el ser y el atributo son
intercambiables, no hay persistencia ontológica.
La forma en que se constituían sus enlaces libidinales no permitía considerar a alberto
como un autista.
Un rastreo de la historia de Alberto permite encontrar elementos que anticipan el cuadro
actual Durante años los padres pensaban que estaban ante un déficit auditivo: Alberto no
respondía la voz humana, sin embargo tenía terror a los ruidos. La madre dice que fue
hasta los 6 mese un niño “muy despierto”. En esa época, contrataron a una persona que
se hizo cargo de la casa “esa mujer me iba robando a mi hijo” relata la madre. Alberto es
adoptivo. Había nacido en una circunstancia difícil para su mamá: su hermana, dieciocho
años mayor había sido diagnosticada con una enfermedad. 11 años antes, en cosas de la
muerte de su padre, ella había sufrido una depressions evera.. Los primeros seis meses
de vida del niño habían sido, aparentemente, perfectos. Alberto usaba chupete, le
gustaba bañarse, todo ello dando cuenta de la IMPLANTACIÓN DEL
AUTOEROTISMO y de una madre que registró zonas de placer en el vínculo, que no
se limitó meramente a lo autoconservativo. En ese caso la resección de autismo queda
puesta en cuestión.
En una de las entrevistas, la madre, dijo “yo no sabía lo maravilloso que era tener un niño
en brazos y sentí mucha bronca ¿porque nadie me lo dio nunca?” ¿Era necesario decirle
a una mujer, para que pueda desear un hijo, que se siente al tenerlo en brazos?
Bleichmar se pregunta si no estaba realizando tal vez, un reproche a su propia madre que
la delegó en la hermana mayor.
Cuando alberto tenía 4 meses, la tía materna enferma. EN ese momento contratan a una
mujer para que se haga cargo del niño. La madre abandona sus funciones maternas. Dos
años después descubren que esta mujer, asustada a su propio hijo, niño de 10 años,
arrojando agua a la cara y aplaudiendole ante los ojos. La mujer que le robaba a su hijo
es también, desde la madre, la madre mala que lo maltrata. Del lado de la madre alberto
ha sido objeto de un doble abandono: la madre que biológicamente lo llevó en su seno y
la madre adoptiva La madre no solo no puede hacerse cargo físicamente del niño, sino
que se ve incapacitada para darse cuenta de los atributos patológicos de la persona que
la sustituye,, esta imposibilitada efectivamente. El padre, se dedica al trabajo.
Entre los dos y los tres años de vida, la madre comienza a “ver al niño” se recupera el
vínculo entre ambos, el niño empieza entonces a hacer progresos: a dar besos,s e baña
con placer, deja los pañales, no admite que lo dejen solo. Al llegar al tercer año la madre
se realiza un chequeo y le descubren una mancha en el pulmón. En esta etapa vuelve a
quedar “mentalmente aislado” del niño. Alberto comienza a tener pánico de introducirse
en la bañadera, no quiere lavarse la cara, no soporta usar ropa de mangas cortas, deja de
controlar esfínteres, se desencadenan los terrores. En el año siguiente los síntomas se
agudizan: los temores se multiplican, el niño deviene “inmanejable”cmienza la
masturbacion compulsiva, el niño juega solo.
Una vesícula de sustancia viva que flota en medio de un mundo exterior, este es el
modelo del cual parte Freud en Más allá. Una vesícula que debe protegerse, tanto de los
estímulos exteriores como de las excitaciones internas. Hacia el exterior, esta vesícula
constituye una doble membrana, aparta los estímulos más potentes, permite ingresar
aquellos filtrados hacia el interior. Una corteza tiene la función de amarrar una protección
antiestimulo, para que al interior las magnitudes accedan solo en escala reducida.
Supongamos que enormes magnitudes de excitación sometieron a esta vesícula a una
efracción: ¿que reaccion de la vida anímica decía de esperar? De todas partes es
movilizada la energía de investidura a fin de crear, una investidura energética de nivel
correspondiente se produce una contrainvestidura en favor de la cual se empobrecen
todos los otros sistemas psíquicos, de suerte que el resultado es una extensa parálisis de
cualquier operaciones psíquica..
El TRAUMATISMO es un aflujo energético indomeñable, que deja al aparato
psíquico librado a cantidades que pueden llevarlo a la destrucción. La capacidad de
metabolización del traumatismo será concebida como una relación existente entre aflujo
de excitación y capacidad de ligazón internal.
Pero cuando avanzamos en una lectura de Más allá, vemos que se va operando un
movimiento a partir del cual ees todo el organismo el que está en condiciones de ligar la
energía, sino que esta función es patrimonio de los “estratos superiores”, es decir de
aquellos que se rigen por el proceso secundario; esta función es patrimonio del yo. El yo
queda encargado de ligar las excitaciones que lo alcancen, tanto las provenientes del
mundo externo como las provenientes de excitaciones pulsionales mismas.
A continuación la autora retoma conceptos que hace a la relación entre la incipiente
constitución del aparato psíquico infantil y la función materna. La función materna tiene
un doble carácter: excitante, pulsante y narcisizante al mismo tiempo Supongamos a la
cría del hombre en el momento en que se instaura la primera vivencia de satisfacción.
Cuando aparezca la tensión de necesidad, esta tensión ingresará al aparato psíquico en
vias de constitución produciendo una corriente de excitación que se ligará a la huella
mnémica de esa primera experiencia. La recarga de la huella mnémica, era ya un modo
de ligazón+ón. De esta forma, las inscripciones de origen exógeno, pulsantes,
provenientes del objeto-pecho, constituirán puntos de anclaje para la evacuación
desordenada de energía. Pero, al mismo tiempo, en el momento en que, desde el agente
materno se produzca e n el bebé la intrusión de las excitaciones traumáticas despreciadas
de la propia sexualidad materna, vías de entramado se establecerán en la medida en que
la madre misma está atravesada simultáneamente por su sexualidad icc y por el
narcisismo yoico que permite sostener su amor por el hijo, sostener al hijo.
Volvamos a ALBERTO. Los primeros seis meses parecen haber seguido una evolución
normal. Si bien se pueden subrayar dos cuestiones: la adopción que lo separa de la
madre biológica, y el viaje en avión a los dos dias d haber nacido. Por un lado tenemos la
importancia de la adopción en el imaginario materno, en la medida en que la madre se ve
obligada a establecer un proceso de reconocimiento de un cuerpo del cual debe
apropiarse para luego desprenderse, ya que desde el punto de vista biológico no es
metonimia de su propia carne.Proceso complejo de narcisización. Del lado de Alberto, la
falla en la sucesión de reinscripciones de huellas mnémicas que quedan sin engarce,
pérdidas en el movimiento metafórico-metonímico que lo hace pasar de un primer objeto a
otro, agravada en este caso la discontinuidad como efecto de las interrupciones de la
relación madre-hijo a partir de las propias vicisitudes libidinales de la madre. El uso del
chupete nos indic que en él las premisas del icc han comenzado a instaurarse, que la
boca no es simplemente un órgano de ingestión sino que lo autoerótico ya está operando.
A los seis meses la produce la PRIMERA CATÁSTROFE: la madre pierde el vínculo con
su hijo, sometida a ansiedades que podemos suponer muy intensas y delega a Alberto en
una persona que no puede, como se reconoce a posteriori, cumplir las funciones
sustitutas.
Alberto queda capturado por los periodos de conexión y desconexión de la madre con el
agravante de que la nodriza que lo toma a cargo es una mujer traumatizante. Durante
esos años de vida, la evolución del niño está prácticamente detenida. Sin embargo, restos
de lo pulsional inscrito irrumpen produciendo síntomas que dan cuenta que este niño no
es un simple animalito que haya quedado en la inmediatez o reducido a lo
autoconservativo: tiene pánico a bañarse, continua usando chupete y más aún, tiene crisis
de llanto cuando intentan quitárselo.
Alberto pasa esos dos años de vida ENQUISTADO en el interior de una rigidizar´n de la
membrana para excitación en la cual se confunden, en los límites, estímulos y
excitaciones. Los movimientos de ligazón que deberían culminar con la instalación de un
yo capaz de tomar a cargo las excitaciones y tramitarlas no se han producido. En razón de
ello, el chupeteo aparece como el único lugar de evacuación “fijada” posible de los
sobrantes energéticos. Alberto quedó fijado a los investimentos primarios a los cuales fue
sometido antes de que el vínculo originario con la madre se catástrofe.
Durante el año en el cual retoma el vínculo con la madre, nuevos progresos se producen.
El baño recupera su carácter placentero, comienzan a dar besos, abandona
temporalmente los pañales y controla esfínteres, no admite que lo dejen solo. Elementos
todos que dan cuenta de que ha logrado instaurar movimientos amorosos y
representacionales tanto del semejante como de sí mismo. El yo parece haberse
instalado.
A los tres años se produce una NUEVA CATÁSTROFE: enfermedad de la madre,
repliegue narcisista de ella. Alberto queda librado a sí mismo, un sí mismo precariamente
instalado. : reaparece el terror a introducirse en la bañera, ahora no quiere ni lavar la cara,
no puede usar ropas de mangas cortas (no puede dejar expuestos fragmentos de sí
mismo) Para esto, es necesario que haya algún tipo de representación de sí mismo en
riesgo, vale decir, que la tópica del yo se haya constituido.
A partir de los 3 años y medio, momento de reencuentro de Alberto con la madre, el niños
se convierte, al decir de los padres en “inmejorable” Su discurso se torna incoherente,
quedando capturado por terrores que transformaron su propia vida. Toda su evolución
parecía dirigirse hacia una esquizofrenia.
Bleichmar se plantea un periodo de trabajo para ver sis e lograba ligar y crear las
condiciones de estructuración que posibili harán una NEOGENESIS. Para la primera
etapa del proceso analitico, escogió Bleichmar una tecnica basada en proponer anclajes a
las movilizaciones de investimentos que se precipitaba hacia la descarga, sea bajo el
modo de conductas motrices, sea como logorrea. Partió para ello de la premisa freudiana
de que es del lado del prcc, del lado del yo, donde os investimentos devienen afectos..
Enlazar un afecto con una representación mediante la palabra era el modo de propiciar
una detención ligadora de la circulación desenfrenada. Para decirlo de otro modo: no era
porque alberto se angustiaba que el discurso de disparaba en forma incontenible, es
porque no se angustiaba, no podía registrar sus afectos.
Ayudar a constituir una primera posesión de sí mismo, a partir de la cual establecer una
diferenciación: intrapsíquica con el icc, intersubjetiva con el objeto de amor. La
REPRESIÓN ORIGINARIO podría entonces ejercer su función de evitar el pasaje de las
representaciones icc a prcc, los procesos de contra investimento no caerían en el vacío.
En relación a lo intrasubjetivo, la función materna, si bien fallida, había operado bajo dos
formas: propiciando la inscripción de investimentos libidinales que generaban los
prerrequisitos de la función del icc y habiendo establecido, en ciertos momentos
investimentos totalizantes que permitían precipitar algunas constelaciones yoicas. No nos
encontrábamos entonces ni ante una cáscara vacía, como la que se establece en ciertos
autismos primarios ni ante un conglomerado pulsional desbordado en el cual nunca se
hubieran constituidos mínimos movimientos de narcisización. Alberto no era el producto
residual de una falla de narcisización originario que lo dejará librado a los investimentos
masivos de las representaciones pulsional inscritas. En él oscilaban, presencias y
ausencias de objetos amorosos que propiciaban ligazones y de ligazones cuyos efectos
transferenciales puedo Bleichmar recoger en el campo del análisis.
La Mirada perdida de la madre, su carencia envolvente, deja librado al niño a la presencia
atacante de lo pulsional. La pulsión de muerte, del lado de la madre, es déficit de
narcisización hacia el hijo. Es la ausencia en la madre del deseo de vida, de la vida como
proyecto humano, lo que se plasma en la cría como muerte, y sería una simpleza extrema
pensar que ello es efecto de un deseo icc agresivo de su parte.
Muchas sesiones del tratamiento estuvieron destinadas a inscribir en alberto una imagen
de sí mismo, a ayudarlo a funda la topia yoica.
Cuando Alberto se disparaba en su discurso, en lugar de tomar todas las asociaciones,
retoma el primer elemento y lo engarza. Al poco tiempo, el niño le decía: “giran los
pensamientos silvia?”, poniendo la mano en la frente, en un intento de detenerlos.
En los momentos en el Bleichmar quería detener ese movimiento desesperado, lo llamada
repetidamente por su nombre.
En lugar de manifestar angustia o enojo, durante los primeros tres meses de tratamiento o
se escapaba del consultorio o, poniendo la mano muy cerca del rostro de la analista,
hacia un movimiento molesto. , como de un pájaro que se aproxima velozmente a los ojos
de Bleichmar. . él hacía esos movimientos frente a los ojos de la analista como X (la
mucama) le había hecho de chiquito, asustando. Le dijo entonces que entendía su enojo,
que x le había hecho mucho daño y que sufria al recordarlo, Alberto se calmó un poco y
se pudo hablar de la cuestión, la cual no recordaba mucho.
En una ocasión, rompe una hoja de una planta del consultorio y entra en una crisis de
desesperación gritando “por mi culpa, fue por mi culpa”. Bleichmar no le interpreto que él
sentía que al destruir la planta me había destruido a mi misma, sino que no temiera, que
yo estaba bien que no había dañado, aun cuando él sintiera que habiendo destruido la
planta la hubiera destruido.
Bleichmar se había convertido, para el niño, en un referente simbólico. En el interior del
consultorio le llamaba SIlvia, pero fuera de él la llama “silvia bleichmar”, no es el objeto
familiar con el que se vincula sino un ordenador que diferencia claramente de todo el resto
de sus vínculos.

Es necesario subrayar, en primer lugar, que las psicosis infantiles deben ser reconocidas
en su multiplicidad polimorfa; ello implica salir de la propuesta estructuralista originario de
concebir la psicosis como causada por un mecanismos único desde una modalidad
cristalizada de función materna (dominancia narcisista de la captura fálica del hijo por
parte de la madre, y su imposibilidad de construirse como sujeto a partir de esta variable
determinante). Las psicosis infantiles deben ser concebidas como un fracaso de los
procesos de constitución del aparato psíquico, debemos relativizar la idea de definir un
modelo del orde “madre de psicóticos”. Retomar la función materna como función
constituyente implica no solo diferenciarse de aquellas corrientes que la reducen a lo
autoconservativo, sino de un estructuralismo que la concibe bajo el sol ángulo de la
narcisización. Recuperar el carácter de sujeto sexuado de la madre, en ei sentido estricto
del término, no sólo por relación a la castración, sino en tanto sexualizado,e s decir
provisto de icc en el cual lo pulsional activa sistemas de representaciones que hacen a los
modos de encarar las maniobras que los cuidados precoces del hijo imponen.
El carácter polimorfo, variable, crea condiciones difíciles para un diagnóstico taxativo de
las psicosis infantiles. Por otro lado, es evidente a esta altura que gran parte de los
trastornos que en la primera infancia son diagnosticados como trastornos madurativos,
trastornos del desarrollo, etc evolucionan cada vez más hacia las formas psicóticas.
Desde la teoría, algunos ordenamientos básicos se hacen necesarios. En principio, es
necesario que nuestra psicopatología sea definida desde una propuesta metapsicológica.
Ubiquemos, a grandes rasgos momentos de la estructuración precoz siguiendo para
ellos los modelos Freudianos:
1. Un primer tiempo de la vida, que no coincide con el primer tiempo de la
sexualidad. Al viviente, existente en sí mismo,definido por montantes biológicos
abiertos al exterior y constituido por funciones auto conservativas (en tal sentido, no
consideramos al yo posterior como un derivado de este, sino precisamente, como
viniendo a taponar una vez instalada la pulsión, sus efectos mortíferos).
2. Un primer tiempo de la sexualidad, instauración de las representaciones que
luego constituirán los fondos del icc. De no producirse esta sexualizacion precoz
(efecto del semejante materno), la cría humana no logrará niveles básicos de
hominización
3. Un segundo tiempo de la sexualidad, constituido por la REPRESIÓN
ORIGINARIO y el establecimiento del yo (representación narcisista). De no
instalarse este tiempo segundo de la sexualidad y por ende de la vida psíquica, el
sujeto queda librado a las representaciones discretas, puntuales, que operan
generando modos de un más acá del ppio de placer, definido por la compulsión de
repetición y la imposibilidad de estructurar ordenamientos espacio temporales a
partir de la no instalación del proceso secundario.

Deben ser contemplados, en los procesamientos de estos tiempos, los movimientos


mismos de constitución de la represión originaria: transformación en lo contrario y vuelta
contra la persona propia.
La persistencia de sintomatología que deje abiertos modos de realización pulsional sin
rehusamiento y sin formaciones sustitutivas da cuenta del fracaso parcial de la represión
originaria y abre las vias para patologías severas no psicóticas.
Diferenciación entre represión originario (destinada a sepultar los representantes
pulsionales) y represión secundaria (del Edipo, complejo, que recae sobre fantasías
estructuradas como fragmentos discursivos, ligada al establecimiento del superyó).
Entre estructura e historia se juega una posible nueva modelización de las series
complementarias. Historia no alude centralmente al relato de vida, sino a la
implementación de los traumatismos que constituyen su serie en el desencadenamiento
psicopatológico.
La idea de NEOGENESIS alude a la posibilidad de inauguración de estructuras
inéditas para las cuales es imprescindible tener claramente planteados, aunque más no
fuera provisionalmente, ítems de carácter intra teórico.
Queda abierta la cuestión de si es coherente concebir una psicopatología psicoanalítica, y
de qué orden sería la relación entre la fenomenología y los parámetros teóricos. Por mi
parte, considero la necesidad de dar algún tipo de sustento metapsicológico a las
definiciones con las cuales abordamos los diversos momentos de estructuración psíquica
La irrecuperabilidad de los tiempos de infancia, como tiempo de la estructuración psíquica,
nos plantea, desde la ética, la urgencia de un fundamento para nuestra práctica, un saber
hacer determinado por formulaciones precisas acerca de los movimientos de instalación
de lo originario.

CAPÍTULO 5
Si las relaciones entre teoría y clínica implican la definición de un modo, sabemos que el
método no puede concebirse al margen de las correlaciones con el objeto que se
pretende cercar. Es la cuestión del objeto en psicoanálisis de niños, lo que debe ponerse
en el centro de nuestras preocupaciones.
La autora dice que tomó partido hace varios años por la propuesta freudiana que concibe
al icc como no existente desde los orígenes, definido su posicionamiento por relación a la
barrera de la represión,determinadas las producciones síntomas por relaciones existentes
entre los sistemas psíquicos.
Es la categoría de niño en el marco del psa la que debe ser precisada, y ello en el marco
de una definición de lo originario. La precisión de psicoanálisis “de” niños (o con niños) no
puede ser retomada sin señalar el acento con el cual ha sido formulada clásicamente: es
en psicoanálisis donde se subraya la cuestión y no en niño. Se dice que se trata siempre
de “análisis” lo cual supone entonces un método de conocimiento del icc. Esto noe s sin
embargo tan lineal, dado que el icc solo puede ser explorado, una vez establecido el
conflicto psíquico que da origen al síntoma y ello no es posible antes de que se hayan
producido ciertos movimientos de estructuración marcados por la REPRESIÓN
ORIGINARIA.
El psicoanálisis de neuróticos (adultos o niños con su aparatos psíquicos constituidos en
los cuales el síntoma emerge como formación del icc) transcurre, los caminos de la
asociación libre y está libre asociación se establece por las vías de lo reprimido (de lo
secundariamente reprimido) presto a ser recuperado mediante la interpretación. Pero para
que eso ocurra es necesario que el icc y prcc se han diferenciado en tanto sistemas, y,
aún más, que el superyó se haya estructurado en el marco de las identificaciones
secundarias residuales del complejo de edipo sepultado.
¿de qué forma ocurre en cambio cuando el icc no ha terminado de constituirse? ¿cuando
las represiones primordiales de la sexualidad pulsional originaria no han sido “fijadas” al
icc? Se abre aca una dimensión clínica nueva, la cual solo puede establecerse a partir de
ubicar la estructura real, existente, para luego definir la manera mediante la cual debe
operar el psa cuando el icc no ha encontrado aún su topos definitivo, cuando el sujeto se
halla en constitución.
Fue el kleinismo el que abrió la vía hará que analizar niños fuera posible, pero
asentándose en una perspectiva endogenista dentro de la propuesta freudiana. Ante la
propuesta de Anna Freud, Klein contesta con toda la artillería y está artillería se instala en
la dimensión de la ANALIZABILIDAD considerando al niño pasible de ella y por supuesto,
de transferencia.
Dentro del pos kleinismo autores como Winnicott y Tustin han puesto el acento en la
función materna. Sin embargo, lo que resulta difícil de concebir por los analistas es que el
icc mismo nos ea un existente desde los orígenes, que sea un productor de relaciones
humanizantes en las cuales la cría humana se construye, que no esté dado desde el
comienzo. Porque, aun para quienes, siguiendo una propuesta inaugurada por Lacan, lo
conciben como efecto de cultural, el carácter transindividual y ahistórico de la estructura
del Edipo conduce en definitiva a lo mismo: allí y desde siempre (en el discurso parental,
en el deseo del otro) el icc no es rastreado en sus orígenes.
La noción de analizabilidad pivotea más sobre un ello que sobre un icc. La única realidad
es la del icc, y a partir de ello, toda producción secundaria es simple símbolo,
transcripción de lo “verdadero”a cuyo encuentro debe ir el analista. Todo discurso, toda
producción psíquica simboliza lo icc. Desde esta concepción, de un icc universal y
existente desde los orígenes, las fantasías no pueden ser sino extraídas en forma directa
sin demasiado miramiento por los sistemas secundarios. Desde una perspectiva tal se
puede “hacer cc lo icc” sin que ello implique “llenar lagunas mnémicas”. No es la historia
del sujeto singular lo que da origen al fantasma, por el contrario, este último es el efecto
de un movimiento mediante el cual la pulsión se relaciona con su objeto en el interior de
una posición. En este movimiento, el fantasma no es efecto sino origen es a él el que se
dirige el análisis.
Tal concepción no puede sino asentarse en el soporte teórico de un ello: bolsa de
residuos fantasmáticos de la cual el analista extrae y extrae, con la ilusión de un
agotamiento de este ello concebido como puro conjunto de contenidos. Esta concepción
del icc constituido por la universalidad de la “phantasy”, no lleva nunca Klein sin embargo,
a homologar su icc con el del paciente. Klein no interpreta desde la contratransferencia:
cree en la existencia de premisas universales del funcionamiento psíquico, de los
fantasmas originarios y en ellas se sostiene para hacer progresar el análisis. Ella entiende
que hay un icc allí, a la mano, definido por estas fantasías universales y ello lleva
inevitablemente a un juego de traducciones en la cual la libre asociación no ocupó un
lugar central en razón de que el sistema de mediaciones que está inaugura, a partir de los
retoños de lo reprimido, no implica sino un lugar defensivo y obturante del deseo icc.
Podemos hoy pensar las críticas a Klein bajo dos aspectos: uno relativo a aquellas
interpretaciones ejercidas como traducción simultanea en el análisis de pacientes
neuróticos en los cuales la transcripción directa del icc sin pasaje por la libre asociación
produce una sobreimpresión y una saturación de sentido por parte del analista. Otro, más
dudoso, que toma ejemplos de intervenciones de Klein con niños muy pequeños con
pacientes graves, para demostrar que las interpretaciones no siguen el método freudiano.
Todos buscamos un orden de determinación que nos libre de intervenir desde nuestra
propia subjetividad. A modo de ley podríamos enunciar: a mayor patológica, mayor nivel
de no estructuración y mayor incidencia de la teoría en nuestras intervenciones.
Entonces para klein hay un icc existiendo desde los orígenes, un superyó como derivado
directo del ello y defensas precoces operando desde los inicios de la vida, todo ello
favoreciendo la transferencia y las condiciones de analizabilidad en la infancia.
La cuestión es reubicar cada uno de estos elementos a partir de ubicar los distintos
tiempos de constitución psíquica.
Klein se vio obligada a redefinir el objeto para hacerlo acorde al método: retrotraer el
edipo y el superyó a tiempos anteriores de la vida para dar coherencia ala relación entre
el metodo analitico y las posobilidades de analizabilidad en la primera infancia. Es aquí
donde, dice Bleichmar introducimos nuestra diferencia de base.
La posición de Bleichmar parte de ir ubicando de modo preciso, los momentos de
constitución del objeto a partir de dos premisas de base: el hecho de que el icc no
existe desde los orígenes, sino que es establecido por fundación y que esta
fundación del icc se estructura por relación al prcc-consciente. A partir entonces de
concebir al aparato psíquico en estructuración debe ser establecida la relación entre
objeto y método, vale decir, las posibilidades de analizabilidad en momentos concretos de
la infancia. La perspectiva es correlacionar el método a partir de la definición del objeto (a
la inversa de klein).
Dado que el método no de método en general sino método de conocimiento del icc, se
torna imprescindible la discusión acerca del estatuto del icc en la primera infancia. Una
definición de “lo infantil” en psicoanálisis se vuelve imprescindible.
¿A qué llamamos los psicoanalistas lo infantil a partir de Freud? La neurosis es definida
en su carácter histórico, es decir que algo del pasado insiste con carácter repetitivo y
busca modos de ligazón y organización a partir de la construcción de un síntoma. Aquello
del pasado que insiste no deja lugar a dudas en la teoría freudiana: se trata de algo
fijado , del orden icc e inscrito en forma permamente a partir de la sexualida infantil
reprimida. El origen de las neurosis debe ser buscado entonces en relación al icc y
el origen de este icc se define respecto de la sexualidad infantil. Lo infantil se inscribe
así, para el psa en el icc. De todos modos, lo que resulta más problemático, es definir en
el interior del psa el origen mismos del icc.
Pensar lo originario a partir de los modelos de la constitución psíquica es la vía para
definir lo infanti. Nos detendremos un momento a la cuestión del polimorfismo perverso
infantil.
La sexualidad pulsional es considerada como el prototipo de la sexualidad infantil, y ello
no solo porque se genera en los primeros tiempos de la vida, sino porque su destino será
diverso a medida que la evolución psicosexual del niño se produzca. Los destinos de
pulsión no son, en realidad, destins de las pulsiones como tales, sino de sus derivaciones
a medida que la tópica psíquica se constituya. Ses el proceso de estructuración de la
tópica el que define los destinos pulsionales. La pulsión en sí misma sólo va a la
búsqueda de la descarga,, aquello que obstaculice esta descarga obligará a movimientos
de complejización defensiva que culminan en los procesos fundantes de la tópica
psíquica. De ahí la importancia que tiene el reconocimiento de la posición tópica del placer
pulsional por relación al clivaje del aparato psíquico.
Rápidamente se homologa, a partir de la disposición perversa polimorfa infancia con
polimorfismo perverso. Sin embargo, una diferencia puede ser establecida al respecto.
Freud enuncia en tres ensayos: “pudimos afirmar que la neurosis es, en cierto modo, un
negativo de la perversión””la disposición a las perversiones es la disposición originaria y
universal de la pulsión sexual de los seres humanos”
Disposición originaria y universal de la pulsión sexual a la perversión, no puede
homologarse con ejercicio de la perversión por parte del sujeto infantil, el cual puede decir
un perversio, siempre y cuando, las condiciones de su crianza, lo lleven en esa dirección.
Esta disposición originaria nos conduce a diferenciar entre ejercicio del placer pulsional en
los momentos de constitución del sujeto, antes de la instauración de la represión originaria
y la perversión ya no como destino de la pulsión sino del sujeto mismo. Homologar lo
infantil a lo perverso es perder de vista que la perversión de una categoría psicopatológica
que implica una falla en la estructuración de la represión, en el sepultamiento del
autoerotismo, no una etapa de constitucio psicosexuald e la infancia.
La pulsión tiene una disposición originaria y universal a la perversión y esto se define solo
por aprés-coup. En el momento de su inscripción la pulsión no es ni parcial ni perversa,
solo es. Que el niño sea compulsado por esta inscripción a atisfacer autoeroticamente
esta tension no tiene otros destino que la fijación y la represión de ello al icc, esto es lo
fundamental.
Lo infantil, en tanto inseparable de lo pulsional, alude a un modo de inscripción y
funcionamiento de lo sexual, en razón de ello, lo infantil es inseparable de los tiempos de
constitución del icc.
Si los tiempos de la infancia no han producido el sepultamiento de las inscripciones que
en ella se producen, del lado de lo originario, vale decir, del icc, lo que encontramos
entonces no será remanente de lo infantil, sino una estructuración de otro tipo.
Lo infantil en psa no se presenta entonces como “infantilización” en el sentido psicológico
del término, tampoco se contrapone a lo adulto en el sentido evolutivo. Su estatuto está
determinado por el anudamiento, en tiempos primerísimos de la vida, de una sexualidad
destinada a la represión, vale decir, a su sepultamiento en el icc.
Otro angulo para explorar la cuestión de lo infantil es el ángulo de la REGRESIÓN. En
cierta época, el concepto de regresión fue tomado solamente en su dimensión temporal.
Sin embargo, el modelo propuesto por Freud nunca dejó de tener en cuenta el carácter
tópico y formal que acompaña a la regresión temporal. L regresión es el modo privilegiado
en el cual vemos al tiempo devenir espacio, invertirse el movimiento por el cual aquello
que ha transcurrido históricamente se inscribe en una tópica, en una espacialidad que
determinó un sistema de recorridos.
Lo más antiguo es también lo que forma parte de los sistemas de inscripciones que
encuentran su posición espacial más lejos del polo de la conciencia.
Si la regresión es el camino que emprende el yo, o el prcc cuandos e apodera de
representaciones que están “en los fondos del aparato”, la PROGRESIÓN sería el modo
de emergencia de lo icc cuando los recorridos de investimentos avanzan por sobre el
clivaje que la represión instaura. Ahí lo infantil se torna presente a modo de lo atemporal.
Un presente perpetuo define lo infantil en el icc Se tiene poco en cuenta en los procesos
que se caracterizan como “regresiones” en la infancia, la fuerza del reactivamiento de lo
icc reprimido en su activación hacia la cc. Cuando lo que se ha reprimido y expulsado con
esfuerzo al fondo del icc aparece como ejercicio real en otro ser humano, es inevitable
que las representaciones investidas produzcan algún tipo de efecto en el niño.
La amnesia de lo infantil hace indisoluble dos metas: hacer cc lo icc y llenar lagunas
mnésicas.
De todo esto se desprende que lo infantil no puede ser definido en psicoanálisis, sino
por relación a lo originario, es decir por aprés-coup. Si pensamiento la infancia como
tiempo de estructuración de lo originario, no dejaremos de tener en cuenta que las formas
mediante las cuales los niños constituyan a partir de su historia previa y de estas
experiencias pertinentes los modos libidinales de enlace con objetos primordiales dará
cuenta de los modos que se abrirán hacia la dimensión futura de la estructuración de la
sexualidad adulta.
La realidad estructurante del icc infantil, aquella que tiene que ver con el icc parental y el
Edipo, no es la realidad de la familia: es más reducida y más amplia al mismo tiempo. Es
más reducida porque no son todas las interacciones familiares las que se inscriben en el
icc del niño, es más amplia porque se desplaza a través de objetos sustitutos que cobran
significación por rasgos metafóricos-metonímicos de los objetos originarios. Los padres,
por otro lado, son sujetos sexuados, sujetos de icc.
Lo infantil, destinado a constituirse como originario, por aprés-coup, sepultado al
fondo del icc por efecto de la represión.
Es necesario especificar más claramente qué entendemos por un icc no existente desde
los orígenes y a partir de qué momento de estructuración psíquica lo reconocemos como
existente en el sujeto singular.
El descubrimiento del Edipo como estructura constituyente, a nos ser puesta a jugar por
relación a los sistemas de mediaciones que hacen al funcionamiento psíquico singular del
niño, al no poner a trabajar los pasajes mediante los cuales opera la metabolización de los
sistemas deseantes y de prohibiciones de los padres en la estructura psíquica del niño, se
diluyó en un fácil interaccionismo. El niño, concebido como síntoma de la madre o de la
pareja conyugal no puede, de hecho “tener sintomas”, hacer sintomas: él mismo ha
devenido objeto, ha dejado de ser sujeto deseante. No es posible definir la
especificidad sintomal a partir del discurso del otro. Ello implica hacer tabla rasa con
un postulado fundamental del ps: aquel que considera al síntoma como efecto del
conflicto entre sistemas psíquicos.
Se han generado una serie de discusiones acerca de cuál debe ser la postura de analista
de niños ante la demanda (o no demanda) del paciente. El análisis ocurre en transferencia
y es impensable un proceso analitico en el cual el niño no fuera estableciendo, a lo largo
del proceso, algún tipo de interrogación acerca de sus propios síntomas y en relación a
eso, una demanda. Sin embargo, es obligación del analista determinar las
condiciones de analizabilidad y las posibilidades que estas generan asumiendo, los
prerrequisitos que hacen a la constitución del síntoma. Un modelo del funcionamiento
psíquico definido por el CLIVAJE y la existencia de sistemas en conflicto es condición de
partida para que el análisis propiamente dicho sea posible.
¿Cuales son los ejes alrededor de los cuales podría centrarse hoy la cuestión de la
analizabilidad infantil? En primer lugar, partimos de considerar al sujeto como sujeto en
estructuración definido por las condiciones particulares que la estructura del Edipo otorga
para la instauración de su singularidad psíquica.
En cuanto a la función materna, lo que es definitorio del lado de la madre es el hecho de
que esta es sujeto de icc y que sus sistemas psíquicos comportan al mismo tiempo
elementos reprimidos de su sexualidad infantil y ordenamientos narcisisticos, amorosos,
del lado del yo.
La METABOLA como modo de inscripción de las representaciones de base destinadas
luego, a la represión, pone el acento en ese metabolismo extraño que, entre el icc de la
madre y el icc en constitucion del niño, abre el campo de implantación y parasitaje de una
sexualidad prematura que deviene motor de todo progreso psíquico. Respecto a la
función paterna, ella se constituye como polo simbólico ordenador de las funciones
secundarias que se establecen a partir de la represión.
¿Como concebir al niño en estos intercambios? No solo es insuficiente sino incluso
obturante definirlo por la posición que ocupa por relación al deseo del Otro.
El sufrimiento psíquico por la emergencia de angustia o por los subrogados síntomas que
de ella se derivan es el primer indicador de las posibilidades de analizabilidad de un
sujeto. La propuesta de descapturar al niño del deseo de la madre, o del deseo de la
pareja conyugal deviene hoy un obstáculo del psa de niños. La descaptura que el psa
propicia, remite al reconocimiento del atrapamiento en el cual el sujeto se constituye por
relación a sus propios deseos inscritos y reprimidos en el icc
El obstáculo planteado por la HOMOTECIA ESTRUCTURALISTA puede ser remontado si
se diferencian los términos entre la estructura edípica de partida y la estructura de llegada.
Los padres son sujetos clivados, sujetos de icc, y operan en sus interacción a
través de aspectos prcc e icc. Debido a ello, con relación al niño, en sus interacciones
emiten mensajes que devienen inscripciones en el aparato psíquico en constitución. Lo
que evita que el niño se constituya centralmente en el interior de un “doble vínculo” es el
hecho de que los mensajes y contra mensajes obedecen a clivajes entre lo icc y lo prcc,
no provienen del mismo sistema.}
Una vez constituido el aparato psíquico a partir de las introyecciones, metábolas de los
deseos y prohibiciones parentales,, estará el sujeto en condiciones de generar síntomas
neuróticos. A partir de que la REPRESIÓN ORIGINARIA opere, a partir de que el lenguaje
se haya instaurado, de que el yo se halla emplazado en el interior de la tópica psíquica del
niño, recién entonces esto revertirá sobre la estructura originaria de partida como un
sistema de proyecciones.
Concebir este icc como producto de la represión, fundado por aprés-coup implica que el
analista de niños deberá ser extremadamente preciso en su técnica: momentos
fundacionales del aparato, momentos ligadores tendientes a instaurar lo no constituido,
momentos interpretantes para hacer cc lo icc.
Podemos establecer provisionalmente una definición de infancia: la infancia es el tiempo
de instauración de la sexualidad humana y de la constitución de los grandes
movimientos que organizan sus destinos en el interior de un aparato psíquico
destinado al aprés-coup, abierto a nuevas resignificaciones y en vías de
transformación hacia nuevos niveles de complejización posible.

LA FUNDACIÓN DEL ICC- CAP 7 EL PSICOANÁLISIS DE FRONTERA


El momento de instalación de la tópica que abre la posibilidad del conflicto en tanto
intrasubjetivo es correlativo al establecimiento de la R.O ¿Cuál es la proveniencia y el
destino de estas primeras inscripciones? ¿Formarán parte todas la de lo icc originario?
¡Bajo qué premisas es posible la instalación de la R.O?
En el proceso de constitución del icc, la R.O se funda sobre elementos previamente
inscriptos, representaciones. La represión secundaria, por su parte, al expulsar al icc
representaciones palabra devenidas representación.cosa ofrece el material con el cual
nuevos retoños de lo reprimido se organizan por apoderamiento. Estos retoños
constituyen los significantes des-significados sobre los cuales circula la libre asociación, a
partir de ellos es posible articular una nueva significación.
eN EL ICC ENTONCES, COEXISTEN FORMACIONES DE DISTINTO TIPOS, HAY UNA
heterogeneidad representacional. pOR UN LADO ESTÁN AQUELLAS
REPRESENTACIONES EFECTO DE LA REPRESIÓN SECUNDARIA, QUE HABIENDO
SIDO PARTE DEL PRCC, SON REARTICULABLES MEDIANTE EL LENGUAJE Y
RECUPERAN SU CARÁCTER DE REPRESENTACIÓN-PALABRA EN EL PROCESO
ANALITICO. Y POR EL OTRO AQUELLAS REPRESENTACIONES NUNCA PASADAS
POR EL LENGUAJE, NUNCA SOMETIDAS A LA DOBLE ARTICULACIÓN DEL
LENGUAJE Y A LAS CUALES LA LIBRE ASOCIACIÓN PUEDE CERCAR, PERO
NUNCA RESTITUIR, POR SI MISMA, UN SENTIDO. eLLAS SON EFECTO DE LA
REPRESIÓN ORIGINARIA. Estas representaciones son efecto de procesos de
desarticulación y rearticulación singulares en la constitución de la subjetividad, es decir,
efectos de METÁBOLA del discurso-deseo del semejante.
Está abierta la posibilidad de que ciertas inscripciones, efectos de traumatismos severos,
no logren el estatuto de iccy queden libradas a una circulación amenazante por la tópica
psíquica cuya estabilidad ponen en riesgo. Estas representaciones, en su estatuto de
manifiesto aun cuando no por el conciente, obliga un tratamiento de ligazón más que de
“des-represión”. Estas últimas dan lugar a trastornos, en razón de que por su imposibilidad
de entrar en formaciones de compromiso transaccionales, no permiten la formación de
síntomas en sentido estricto.
lA REPRESIÓN ES DEFINIDA POR fREUD EN 1915 “TENEMOS RAZONES PARA
SUPONER UNA REPRESIÓN PRIMORDIAL, UNA PRIMERA FASE DE LA REPRESIÓN
QUE CONSISTE EN QUE A LA AGENCIA REPRESENTANTE PSÍQUICA DE LA
PULSIÓN SE LE DENIEGA LA ADMISIÓN EN LO CC” “LA SEGUNDA ETAPA DE LA
REPRESIÓN, RECAE SOBRE RETOÑOS PSÍQUICOS DE LA AGENCIA
REPRESENTANTE REPRIMIDA”.
lO ORIGINARIAMENTE REPRIMIDO ENTONCES ESTARÁ CONSTITUIDO POR
AQUELLO QUE NUNCA FUE CC. eS SOLO SOBRE LOS RETOÑOS DE LO
REPRIMIDO ORIGINARIO SOBRE LO QUE TRABAJE EL ANÁLISIS
rESPECTO DE LO REPRIMIDO ORIGINARIO, EL PROCESO SERÁ TOTALMENTE
DISTINTO A AQUEL QUE OPERA EN LA REPRESIÓN SECUNDARIA. “EL ALUDIDO
MECANISMO DE SUSTRACCIÓN DE UNA INVESTIDURA PRCC NO FUNCIONARIA
CUANDO ESTUVIERA EN JUEGO LA FIGURACIÓN DE LA REPRESIÓN PRIMORDIAL
ES QUE EN ESE CASO ESTÁ PRESENTE UNA REPRESENTACIÓN ICC QUE AÚN NO
HA RECIBIDO INVESTIDURA ALGUNA DEL PRCC Y POR TANTO, ELLA NO PUEDE
SERLE SUSTRAÍDA”. sE TRATA DE OTRO PROCESO, UN PROCESO DE
contrainvestidura MEDIANTE LA CUAL EL SISTEMA PRCC SE PROTEGE CONTRA EL
ASEDIO DE LA REPRESIÓN ICC.
¿DE DONDE EXTRAE SU FUERZA LA R.O? Dos grandes opciones han sido ofrecidas a
lo largo de la historia del psa. Por una parte una hipótesis de carácter económico: son las
cantidades hipertróficas de excitación las que conducen a la represión. Por la otra, la
hipótesis identificatoria: es el otro de la cultura, de donde el niño extrae la fuerza e
incorpora a las prohibiciones que lleva a la represión.
El primer tiempo de rehusamiento del objeto, el abandono de la satisfacción pulsional es
el prerrequisito de la represión. En este primer tiempo, la renuncia está marcada por el
amor al semejante. En un primer tiempo entonces es desde la prohibición del otro de
donde la represión acumula fuerza de contrainvestidura. En este primer tiempo de
rehusamiento cc de la satisfacción pulsional, los niños presentan síntomas que se
asemejan a los de las neurosis actuales: irritabilidad, expectativa angustiada. La angustia
libremente flotante estará presta a conectarse con algún contenido representación que le
convenga. En un segundo tiempo, lo rehusado se torna reprimido. Las representaciones
deben ser apartadas por esfuerzo de contrainvestimento del yo incipiente en aras de
evitar su perturbación constante. En este momento de constitución del aparato psíquico
ubicamos el Primer tiempo del Edipo en la cual la madre ocupa el lugar de amo absoluto,
a cuya ley se somete el niño por amor.
Tanto la fuerza de contrainvestimento proveniente del otro como el equilibramiento
intrapsíquico capaz de impedir el ingreso de cantidades hipertróficas confluyen en la
constitución de la R.O A esto se le suma un tercer elemento: LA CAPACIDAD LIGADORA
DEL YO, entendida como el carácter del yo de retículo inhibidor que podrá establecerse
en el aparato psíquico a partir de los investimentos colaterales que se generan en las
funciones que la madre ejerce.
Vayamos ahora a las primeras defensas. Los DESTINOS DE PULSIÓN son destinos del
aparato psíquico en realidad. La pulsión tiende a la resolución de su meta, son los diques
que a ello se oponen los que van generan las transformaciones que operan en la
constitución psíquica. Pero estos diques tiene precursores. Ubicamos la transformación en
lo contrario y la vuelta contra la persona propia como precursores de la R.O. La
transformación en lo contrario la analizamos en relación al ver-ser visto y la vuelta contra
la persona propia como el momento en el cual la pulsión se instala como cuerpo extraño
interno-externo La transformación en lo contrario se resuelve en dos procesos distintos: la
vuelta de la pulsión de la actividad a la pasividad y el trastorno en cuanto al contenido. En
relación a este último, es observable en un único caso: la mudanza de amor en odio. Pero
ubiquémonos en los tiempos anteriores a la R.O. el yo no esté constituido, el objeto como
tal no ha adquirido permanencia. Se ama a la madre que alimenta y se odia a la que
frustra. En tal dirección, no hay verdadero transformación de amor en odio
Más bien estas defensas opinan oo freud plantea en proyecto bajo la denominación de
DEFENSAS PRIMARIAS La defensa primaria tiene que ver con el investimento de una
representación placentera para huir de una dolorosa. A diferencia del contrainvestimento,
la representación investida por la defensa primaria es placentera, ella reproduce una
vivencia de satisfacción. En su forma extrema estas defensas conducen a la desmentida
o al repudio. (VER CASO JAVIER PAG 273)
La REPRESIÓN trabaja de un modo altamente individual. Un niño con lenguaje
constituido control de esfínteres, noción de sí y de objeto puede por ejemplo quedar
librado, en un punto de su constitución a un fracaso del sepultamiento de un
representante oral que lo compulsa al sadismo y le imposibilita la formación de
formaciones del icc capaces de dar curso a la elaboración psíquica.
El aparato psíquico también puede estar en riesgo de ver caer, efecto de traumatismos, la
R.o. en este momento las compulsiones pueden ser el intento último, antes de la
desestructuración y el desmantelamiento. Cierta sintomatología de carácter obsesivo
acompaña este momento. En estos casos es el posicionamiento tópico del fantasma el
que da cuenta del modo de funcionamiento de la represión El deseo puede ser manifiesto
peor no por ello cc y opera así como pasaje a la motricidad, como compulsión, más no
como contrainvestimento compulsivo.
Hemos visto entonces que puede haber fallas que dan cuenta en los primeros años de
vida, de un aspectos “no soldado” en la barrera de la represión y en correlación con ello el
no rehusamiento a una moción pulsional dando cuenta de un proceso no acabado en la
constitución psicosexual del niño. Por otra parte vimos procesos en los cuales déficits más
generales de esa represión originaria, unidos a elementos que promueven una desligazón
yoica, abren curso a desencadenamientos que ponen en riesgo el funcionamiento
psíquico más general La tercera vía que se abre, remite a aquellos casos en los cuales un
aspecto no resuelto del autoerotismo, un modo de satisfacción pulsional primario, persiste
a lo largo de la vida de un sujeto con características psíquicas generales de “normalidad”.
La R.O debe asentarse sobre ligazones previas de base. Requisito de ello el narcisismo
materno, pero un narcisismo capaz de hacer circular al hijo en tanto parte desprendida de
sí misma. La incapacidad de la madre de ejercer un NARCISISMO TRASVASANTE, su
reducción al ejercicio de pulsación sexualizante que posibilita la instalación de la pulsión
sin otorgar los elementos ligados, no estructura el entramado de base sobre el cual,
posteriormente vendra a instalarse la R.O.
La cura es el lugar de NEOGENESIS del sujeto sexuado, tanto en las nuevas vias que
abre para ele stableciemitnod e lo sexual como en su ordenamiento en sistemas que
inauguran destinos diversos para el placer y la sublimación. La cura no se limita a ir al
encuentro de un icc que estaba allí desde siempre. En términos de la infancia, la
intervencion analitica genera las condiciones de fundación misma del icc. De esto se trata
el PSA DE FRONTERA:en las fronteras mismas de la tópica, en las fronteras de la
relación intersubjetiva con el semejante, ei ser humano se constituye.

INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES EN EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO


DE NIÑOS
El predominio del estructuralismo dio lugar a excesos teorético-prácticos. El niño quedaba
como desposeído de su neurosis o de su psicosis en beneficio de la red relacional
preexistente a su devenir y a su existencia. Al emigrar a la estructura del Edipo la
búsqueda fundante de la sintomatología infantil y al reificarse el campo del lenguaje (no
sólo como campo específico de la operancia de la interpretación sino como manifestación
del Inconsciente), la propuesta kleiniana que había facilitado la apertura de una técnica,
sufrió no tanto el cuestionamiento sino incluso el relegamiento al silencio y la prohibición
inquisitorial (por parte de un gran número de analistas) que en su dogmatismo
confundieron objeto y método.
Fue desde esas premisas que la predominancia de entrevistas familiares o de
prolongados procesos de análisis de pareja, a partir de consultas provocadas por
sintomatología infantil, se extendió por el campo analítico, haciéndose una fácil
homologación entre estructura del Edipo y familia real; y determinaciones intersubjetivas
del conflicto con pareja parental.
El hecho de que haya una correlación entre el inconsciente del niño, o su estructuración
psíquica, y las aportaciones de Lacan sobre el valor constituyente de la estructura del
Edipo, no da derecho a homologar dicha estructura (definida por su carácter simbólico)
con la familia real, ni tampoco con el discurso manifiesto de los padres. El descubrimiento
de estructura constituyente, al perderse su especificidad y los sistemas de mediaciones
por los cuales opera la metabolización de los sistemas deseantes y de prohibiciones de
los padres en la estructura psíquica del niño, se diluyó en un fácil interaccionalismo que
no está muy distante de ciertas propuestas sistémicas desplegadas por los americanos en
los últimos años.
Según Maud Mannoni, la adaptación de la técnica a la situación particular que representa
para el adulto el aproximarse a un niño, no altera el campo sobre el cual opera el analista,
ese campo es el del lenguaje incluso cuando el niño todavía no habla; el discurso que rige
abarca a los padres, al niño y al analista. Se trata de un discurso colectivo (destaco
discurso colectivo) constituido alrededor del síntoma que el niño presenta.
¿Se puede definir la especificidad sintomal a partir de un discurso colectivo? ¿No
es hacer tabla rasa con el postulado freudiano fundamental de que el síntoma es un
producto transaccional, efecto del conflicto entre los sistemas psíquicos?
Si la neurosis infantil queda definida en los marcos de un discurso colectivo, no estamos
muy lejos de la liquidación misma del concepto de inconsciente y, junto a ello, del carácter
intrasubjetivo del conflicto psíquico que da lugar al síntoma. El inconsciente es
arrastrado a su desaparición al confundirse las determinantes de la constitución
psíquica con la estructura constituida productora de determinaciones y productos
sintomales; esto es así, para el conjunto del psicoanálisis sea de adultos o de niños.
¿Cómo se ha intentado resolver esta cuestión entre los lacanianos que podríamos
considerar más psicoanalistas, es decir, más preocupados por la recuperación de la
problemática del inconsciente y la especificidad del análisis? A través de una derivación
fácil a la cuestión de la demanda analítica, si hay o no demanda en el niño parecería ser
un nuevo caballito de batalla.
La demanda de análisis no es sino la inauguración de una posibilidad de abrir el ejercicio
analítico, cuyas condiciones se complican en gran medida en razón de que, como todos
sabemos, en general, en el campo del análisis de niños no opera a partir del potencial
paciente sino de un familiar (predominantemente los padres) que toma a su cargo el
pedido de consulta.
No quiero decir con ello que no haya múltiples formas (directas o indirectas) por las cuales
el niño realice un pedido de análisis, pero esto no implica, sino en muy pequeño número
de casos y fundamentalmente en el radio de espacios imbuidos de cultura analítica, que el
niño pueda verbalizar tal pedido. En mi opinión, es obligación del analista determinar
las condiciones de analizabilidad y las posibilidades de analizabilidad. La práctica
analítica no puede quedar subordinada a la demanda.
Retomo a Lacan y Melanie Klein porque realizaron, desde mi punto de vista, más que
enriquecimientos parciales al tronco fundador del freudismo, un cuerpo coherente de
teoría que implica tanto una propuesta de modelos de funcionamiento psíquico como una
técnica de ella derivada.
Quiero señalar cuáles son los ejes alrededor de los cuales podría centrarse hoy la
indicación de un análisis infantil. En primer lugar, parto de considerar un sujeto en
estructuración definido por las condiciones particulares que la estructura del Edipo
otorga para la instauración de su singularidad (destaco singularidad). Es decir que sólo
se constituye como sujeto sexuado en el marco de la relación con el otro humano
(función materna), cuyos momentos de inauguración no son fundamentalmente
cronológicos pero sí definidos por una temporalidad y una posibilidad de historización.
Momento de la instauración de la represión originaria, es decir, del clivaje que inaugura
la diferencia entre el proceso psíquico primario y el secundario (correlativo a la fundación
del yo), precursores (instauración de los primeros movimientos específicos
defensivos del psiquismo, transformación en lo contrario y vuelta contra la persona
propia) y destinos (instauración de la represión secundaria ligada al superyó).
Esta idea de considerar al sujeto en estructuración con momentos fundantes derivados de
la estructura del Edipo, pero no reflejo homotético de la misma, abre las posibilidades
mediante la explotación de la estructura psíquica de saber si hay condiciones (en sentido
estricto) de operar psicoanalíticamente. Es decir, si hay formación de síntomas, y, por
ende, si el sufrimiento al cual nos confrontamos en el momento de la consulta, indica el
funcionamiento de un aparato psíquico clivado en dos sistemas en conflicto, única
posibilidad de considerar las formaciones sintomales.
Esto me plantea puntos de encuentros y disidencias tanto en el psicoanálisis de niños
llamado lacaniano como en las propuestas de Melanie Klein. En relación con el primero (el
lacaniano) rescato el orden de determinaciones del Edipo como estructura constituyente,
el carácter fundante de la cultura en la humanización del cachorro humano y las
determinaciones identificatorias en la constitución de las instancias psíquicas,
identificación, incorporación primordial previa a la constitución de un adentro y un afuera.
En relación con Melanie Klein retorno el carácter específico del fantasma como objeto del
trabajo analítico, el carácter singular del inconsciente, su abordaje prioritario en la práctica
clínica con niños y, como elemento fundante, el compromiso por librar el combate contra
los ataques de la pulsión de muerte, definida por la operancia de los objetos parciales; es
decir, de todo lo que constituye la sexualidad pregenital que ataca la constitución del yo.
En relación con Lacan, creo necesario señalar desacuerdos con la impronta a un
estructuralismo, que sobre la base de la sustitución de la barra respecto a la represión
despoja al inconsciente de sus contenidos específicos sexuales, dejándolo
sometido al mero juego formal del significante. En relación con Melanie Klein, el
carácter de un inconsciente que opera desde una mitología biológica; aclaro, no un
biologismo como se ha pretendido. Lo cual obliga a concebir al inconsciente como
actuando desde los orígenes, transforma las vicisitudes del sujeto en meros movimientos
de soldaduras y desgajamientos fantasmáticos.
Una indicación de análisis en la infancia, o la elección de otra estrategia terapéutica
avalada por una perspectiva psicoanalítica, no puede ser sino el producto del diagnóstico
de un corte del aparato psíquico en el momento de la consulta y de la lectura en sus
determinaciones; ambas conjugadas nos darán oportunidades de ubicar un pronóstico.
Diferenciar síntoma y trastorno en sentido psicoanalítico, y ubicar los tiempos de
constitución del aparato (respecto a los tiempos descriptos por Lacan para el Edipo) como
movimientos por los cuales circula el sujeto en relación con las figuras primordiales (que
harán a sus desidentificaciones), y cuyo residuo constituirá las instancias, será prioritario
en el ordenamiento de una racionalidad de la indicación de una estrategia terapéutica.
Concibo el proceso diagnóstico como una exploración del aparato psíquico en
constitución, en un corte que dé cuenta de su funcionamiento y posibilite la lectura de
indicios, que tendremos que definir como trastorno o síntoma de acuerdo con la operancia
de la represión o de los grandes movimientos defensivos estructurantes anteriores a ella.
La indicación de un análisis se define por la operancia del conflicto intrasubjetivo y
por el hecho de que un sistema sufre a costa de la conservación del goce en otro.
De modo que el sufrimiento psíquico por la emergencia de angustia, o por los subrogados
sintomales que de ella derivan, es el primer indicador de las posibilidades de
analizabilidad de un sujeto.
El abordaje del proceso secundario implica la instauración de la lógica, la temporalidad, el
lenguaje –en tanto estructura significante– y la memoria. Creo necesario señalar la
diferencia entre inscripción de huellas mnémicas y memoria: el inconsciente es sólo el
reservorio de la memoria, es el conjunto de huellas que si no son recordadas
(recapturadas por la conciencia) operan por compulsión de repetición. Es el preconsciente
el que tiene a su cargo la memoria como tal, en la medida en que recordar es
precisamente la ligazón de las representaciones en el orden de la historia.
Es evidente que a esta altura está implícito en mis desarrollos la imposibilidad de
considerar análisis, en el sentido estricto del término, a aquellas intervenciones
terapéuticas (necesarias) anteriores a la fundación del aparato psíquico.
Antes de que se constituyan las formaciones sintomales en sentido estricto, antes de que
se produzcan los clivajes definitivos estructurantes del aparato psíquico. ¿Se puede
considerar que no hay sujeto con el cual operar? Y entonces, ¿estaría contraindicada la
intervención con carácter analítico en la primera infancia?
La homotecia estructuralista es un concepto matemático, y consiste en que a cada
punto de un cuerpo le correspondería un mismo punto reflejado en el espacio.
Ésta es la concepción con la que se ha manejado, en estos años fundamentalmente, la
propuesta lacaniana del psicoanálisis de niños. Se escucha el deseo de la madre (que
además es imposible de ser oído) porque para escuchar el deseo de la madre, la madre
tendría que ser paciente del analista, nunca el deseo puede ser explorado a través del
discurso manifiesto. Entonces se toma en un traslado directo y se tiende a operar en
el análisis sobre el primer triángulo, es decir el psiquismo infantil sería (si ustedes
quieren) la realización del deseo materno. Ésta es básicamente la propuesta
estructuralista, pero yo planteo varias cosas que se diferencian de esta propuesta.
En primer lugar lo siguiente: los padres son sujetos clivados (supongamos que los
padres están interactuando), es decir, son sujetos ellos mismo de inconsciente y están
operando en sus relaciones a través de aspectos preconscientes e inconscientes, tanto la
madre como el padre. De manera que sus interacciones son interacciones que incluyen
aspectos preconscientes e inconscientes de su propia estructura. En función de esto: en
la relación con el hijo, si nosotros pensamos (y volvemos al modelito freudiano del aparato
psíquico), vamos a ver cómo se producen inscripciones de ambos padres que operan del
siguiente modo.
Es decir que operan fundando en el aparato psíquico del niño representaciones tanto
preconscientes como inconscientes; van a definirse sistemas de cargas y contracargas a
partir de los aparatos psíquicos de los padres. Cuando nosotros estamos en el momento
de la consulta tenemos una primera estructuración, aproximación "estructurativa", donde
tenemos padre, madre e hijo y, en lo manifiesto, sistemas de interacciones en conflicto.
Algunos que no atañen al hijo (o que no atañen intelectualmente), otros que lo atañen,
otros que forman parte de las áreas parciales de los intercambios.

Estamos en el orden de la neurosis cuando nos encontramos con este clivaje en el


aparato psíquico del niño y con la inversión de este sistema de proyecciones, cuando el
niño ya no es un síntoma de los padres sino cuando el niño es un producto psíquico
diferencial y tiene constituidos los sistemas de conflicto intersistémicos, es decir,
intrapsíquicos.
Ése es el momento en que el analista tiene que intervenir para operar, definiendo la
analizabilidad infantil. Éste es el punto central que he querido plantear en relación con las
neurosis. La inversión del triángulo marca el pasaje de lo intrasubjetivo a lo
intersubjetivo; es decir que lo que se ha constituido intrasubjetivo aparece en el
momento de la consulta como intersubjetivo, pero al analista no le corresponde
operar sobre lo intersubjetivo sino sobre la estructura determinante de lo
intersubjetivo que en este momento ya no es la originaria sino ésta
En los momentos previos a la constitución de la represión originaria si se opera sobre este
triángulo, y ahí es donde se opera en el sistema de determinaciones. Ahí diferencio
determinantes de la estructura del Edipo de sistemas del conflicto intrapsíquico constituido
en el niño.

Licenciada Susana V. de Jaroslavsky:. ¿De qué manera aparecería en tu gráfico la


interrelación del grupo familiar en la constitución del niño y toda la situación psicosocial en
donde está inmerso ese niño?

Doctora Silvia Bleichmar: A partir de esta cuestión, me planteo: ¿qué es lo que no me


permite compartir la forma en que es visto el trastorno de aprendizaje como trastorno
sintomal o no? Entonces señalo lo siguiente: intento trabajar desde una perspectiva
freudiana, en la cual no sólo tengo que dar cuenta de las fallas de la estructuración de las
funciones, sino de su funcionamiento normal. Así, parto de la idea de que las funciones no
se constituyen por evolución, sino que se constituyen por producciones del aparato
psíquico en la instauración del proceso secundario.
Cuando me encuentro con un problema de aprendizaje (retomando la preocupación de
Alberto) dentro del campo analítico me planteo una primera bifurcación, es una inhibición
en el sentido planteado por Freud (en Inhibición, síntoma y angustia), es decir, efecto de
la operancia de la represión, o es un trastorno en la constitución del aparato, donde hay
fallas en el proceso secundario y a partir de las cuales se producen los trastornos del
pensamiento y de la lógica.
Ésta es una preocupación que Melanie Klein nunca podría haber tenido porque, para ella,
el inconsciente opera desde los orígenes, con lo cual nunca se le hubiera planteado el
problema de la problemática del proceso secundario.
Si yo no tengo una falla en la estructuración del aparato estamos salvados: estoy frente a
una estructura neurótica, no tengo problemas severamente psicóticos con el niño.
Entonces, yo tengo que plantearme: ¿de qué es producto esta inhibición? ¿Es producto
de ejercicios de las contracargas de una represión que opera de tal modo que no posibilita
el aprendizaje, o es un producto de que algo desencadena en los modelos pedagógicos
esta imposibilidad de aprender, en este momento?
Hablé de la transformación en lo contrario y la vuelta contra la persona propia como los
primeros grandes movimientos defensivos. Yo considero que no son sólo defensivos sino
estructurantes. De manera que cuando me encuentro con un trastorno en la constitución
de los grandes movimientos defensivos previos a la represión originaria, veo precursores
que van a dificultar esta instauración y tengo que operar. Ahora bien, debo saber dónde
opero, porque entonces no puedo trabajar como decía Freud rellenando las lagunas
mnésicas y haciendo consciente lo inconsciente, sino que tengo que operar de manera
que aquello que está en el orden de la confusión pase al inconsciente o al preconsciente y
se simbolice.
Ésta es la preocupación, el análisis no es sólo una interpretación que devele lo
inconsciente, sino formas de simbolización de lo innombrable. Y es a través de la
simbolización de lo innombrable que se termina de constituir el aparato. Pero no
puedo decir que esto sea análisis, en el caso de estos abrochamientos previos donde
nosotros tenemos una predominancia a veces del engolfamiento en la estructura materna,
entonces hay un periodo en que tendré que trabajar con binomio.
Entonces tengo que crear condiciones de analizabilidad a futuro, pero esas
condiciones de analizabilidad tienen que pasar por la terminación de constitución
del aparato. Ahí opero con otras técnicas, incluyo entrevistas con padres, incluyo
binomio; en fin, lo voy definiendo según cómo se van produciendo las circulaciones
edípicas.
En relación con la metábola, éste es un concepto que retomo de Laplanche. La idea es
que el inconsciente del niño no es el reflejo de la estructura edípica, ni mucho menos un
deseo de la madre. Hay procesos complejos de recomposición metabólica y lo que se
reproyecta sobre la estructura inicial no es idéntico a lo que se plasmó, sino que es algo
que se recompone y vuelve sobre lo real.

BLEICHMAR- LAS CONDICIONES DE LA IDENTIFICACIÓN


La identificación es la operación fundamental que genera las condiciones para constituir
la subjetividad. la problemática de la identificació encuentra su punto de articulación con la
cuestión del narcisismo. Ese yo del narcisismo, constituido por identificaciones, es al
mismo tiempo quién sostiene las condiciones de la lógica del proceso secundario: lógica,
temporalidad, negación. El fracaso de estas últimas da cuenta del fracaso en la
constitución del yo, o de su funcionamiento. Pero no ocurre, por el contrario, que el yo sea
el único prerrequisito de su instalación.
Las ligazones amorosas que constituyen el entretejido de base sobre el cual viene a
asentarse la identificación, no surgen en el momento de pasaje del autoerotismo al
narcisismo, sino que se instalan previamente a partir del NARCISISMO
TRASVASANTE de la madre que permite la circulación de la libido por vias colaterales y
junto a ello, el frenamiento de las realizaciones pulsionales imperiosas y directas. En esta
dirección, la identificación es un tiempo segundo en la constitución sexual del
sujeto, correlativo a la instauración del narcisismo y estructurante del yo.
El otro opera en la implantación de las representaciones que serán la base del icc
originario, del icc deseante, a partir de sus propios deseos icc pulsionales y
edípicos reprimidos. En razón de esto, el icc sexualizante de la madre no puede ser
homologado al narcisismo ligador con el cual proone las identificaciones fundantes que
marcan a la cría en su estatuto ontológico. La identificación es una cuestión del sujeto, no
del icc, aun cuando aspectos de esa identificación puedan ser reprimidos
secundariamente. La identificación primaria, constitutiva del yo, instauradora del
narcisismo residual del semejante, es el modo mediante el cual el sujeto se precipit en la
diferenciación tópica correlativa al abandono del autoerotismo. Es del lado del yo donde
hay que ubicar las identificaciones que posibilitan al deseo icc sostenerse como reprimido
y el otro humano propicia mediante estas identificaciones el asentamiento de las
renuncias cuya materialidad no podría ser otra que discursiva. Las identificaciones,
instaladas en el corazón mismo del yo ocupan un lugar como elementos de
CONTRAINVESTIMENTO de deseos reprimidos cuya emergencia es angustiosa para el
sujeto (en el adulto).
Como efecto del encuentro madre-hijo lo que se producen en la cría son precipitados que
hallarán su punto de articulación intrapsíquico en la medida en que mayores niveles de
complejización determinan modos de ensamblaje de los residuos de objetos originarios,
descompuestos y recompuestos. La madre, cargada de sexualidad, atravesada por su
propio cc, transmite con sus cuidados un plus de sexualidad, un plis irreductible
las necesidades básicas del cachorro, transmisión que genera traumatismos
(montos de excitación que deben ser ligados) y opera con carácter enigmático ya
que el agente mismo de esta transmisión desconoce la emisión de los mensajes
que envía por el hecho de que estos provienen de su propio icc. A partir entonces de
mensajes libidinales, un sentido a buscar se inaugura. No es entonces la madre lo que se
inscribe en el icc, ni siquiera su deseo como tal, sino algo que pasa descualificado
metabolizado, efecto de procesos de excitación que la cría intenta de algún modo
domeñar.
Es en este punto donde se genera lo que Laplanche denominó OBJETO FUENTE, objeto
de la pulsión que es el residuo inicial del objeto excitante proporcionado por el otro,
objeto que da origen a la pulsión como algo que proviniendo desde afuera actúa
desde el interior, pero desde un interior que devendrá extraño al sujeto. Por otro
lado, del lado del yo la madre intenta la preservación de la vida. Sus cuidados se dirigen
al alivio de las tensiones de necesidad a las cuales su cría se ve sometida, función que
otorgando una identidad, produce la unificación imaginaria desde la cual la identificación
instituye al yo. La capacidad de la madre de establecer una identificación del hijo en el
orden de lo humano, en el sentido TRANSITIVO, considerándolo como otro humano,
establece las condiciones de la identificación en el niño. La identificación primaria no es
efecto de la intersubjetividad en razón de que no hay sujeto cuando ella se
establece, sino que el sujeto es su resultante

DEL MOTIVO DE CONSULTA A LA RAZÓN DE ANÁLISIS


La confusión entre “furor curandis” y compromiso en la transformación del sufrimiento
patológico es a coartada con la cual se recubre la ignorancia cuando se muestra en su
falta de operatividad para enfrentar con solvencia la posición del analista. Y respecto de
este digamos que su tarea es la de un miembro de la sociedad civil que ha echado sobre
su espalda la responsabilidad de enfrentarse al otro humano en su desnudez y garantizar
que algo tiene para proponerle en la búsqueda de alivio para su sufrimiento. En el psa del
niños la ausencia de parámetros de definición del comienzo de análisis ha llevado a la
pérdida de tiempos valiosísimos e incluso irrecuperables. Comenzar a analizar sin que
esté claro si el icc está constituido, si la interpretación será recibida como palabra capaz
de develar contenidos icc o como cosa que estalla en el psiquismo, si el supuesto síntoma
al que nos enfrentamos es efecto de la disposición de compromiso entre los sistemas
psíquicos o simplemente un modo de ejercicio pulsional que no han logrado aún un
destino en el interior de un aparato no terminado de constituir, o incluso si la abstinencia
analitica precipitó all paicente hacia el pasaje a la motricidad no como producto de
aparición de lo reprimido sino como la activación de mociones no ligadas, son solo
algunos modos con los cuales se ponen en evidencia, el fracaso de tratamientos cuyas
piruetas de racionalización posterior no es menos patética que la instancia de error.
Tanto el silencio del practicante como su intervención oracular son formas de
emplazamiento en el interior del espacio analitico que pocos civiles soportan y cuando lo
hacen, en el mayor de los casos generan cuadros de incremento de angustia con rápido
abandono del tratamiento, lo cual más que una resistencia debe ser considerado como del
orden de la sabiduría espontánea del paciente.
Hubo un tiempo en que se consideraba que detrás del motivo de consulta “manifiesto”
había otro “latente”. Se trataba en ese cas de salir de la demanda sintomal de la patología
“aparente” para pasar a buscar la determinación icc que llevaba a la consulta. Sin
embargo, la denominación misma de “motivo de consulta latente” está impregnada de una
concepción del psiquismo que tiene como base la convicción de que lo manifiesto es falso
y que el “icc sabe” y a la vez, si se supone que el motivo de consulta es latente, esta
concepción es solidaria con la convicción de que la patología anida en el icc,
desconociendo que los modos de sufrimiento patológico son el efecto de las relaciones
entre sistemas psíquicos. El icc, definido como ESPACIO PARA SUBJETIVO no posee
otro sujeto que sepa y que en virtud de ello tenga un motivo latente de consulta. Sin
embargo, sie s cierto que hay una distancia entre el motivo de consulta y la RAZÓN DE
ANÁLISIS La detección de un sujeto de análisis, plausible de instalarse en el interior del
método o la construcción de un sujeto de análisis es el objetivo fundamental del pasaje de
motivo de consulta a producción de la razón de analisis. (VER EJEMPLO EN EL TEXTO) .
La razon de análisis es una construcción.
En este punto se hace necesario tomar en cuenta que la HETEROGENEIDAD
REPRESENTACIONAL con la cual funciona el psiquismo en general, puede ser
visualizada de manera ampliada en ciertas circunstancias pero no se reduce a estos
modos de constitución psíquica. Tenemos que partir de la diea de que esta
heterogeneidad no se reduce a una sola forma de la simbolización, ya que coexisten en el
icc representaciones cosa que nunca fueron transcriptas (efecto de la R.O),
REPRESENTACIONES PALABRAS de- significadas por la represión secundaria que han
devenido representación cosa pero que pueden reencontrar su estatuto de significación al
ser levantada la represión y por último SIGNOS DE PERCEPCIÓN que no logran su
ensamblaje y que operan al ser investidos con alto poder de circulación por los sistemas
sin quedar fijados a ninguno de ellos. Son elementos arcaicos que deben ser concebidos
no como significantes sino como indicios. El trabajo sobre esta complejidad
representacional se juega en cada momento y aun, al interior de una misma sesión.
Si diferenciar motivo de consulta de razón de análisis debe ser el eje de las primeras
entrevistas con vistas a la selección de la estrategia para la construcción del sujeto de
análisis, no hay dudas de que en la infancia esto toma carácter central a partir de que
trabajamos en los tiempos mismos de constitución del aparato psíquico. Definir la razon
de análisis es reposicionar el motivo de consulta en el marco de las determinaciones que
lo constituyen lo cual implica la construcción, a partir de la metapsicología, de un modelo
lo más cercano a la realidad del objeto que abordamos.

En los intersticios del relato parental a la búsqueda del inconsciente infantil


Silvia Bleichmar
Sabemos que es imposible hoy sostener una técnica única para el ejercicio de la práctica
analítica. Se oponen a ello la diversidad de paradigmas, la dificultad para lograr un corpus
unificado de teoría, el hecho de que cada escuela ha ido estableciendo, de uno u otro
modo, formas de operar, modos de regir su trabajo, y que estos modos mismos se ven a
veces constreñidos por la pertenencia de los analistas a instituciones que regulan su
práctica. La escisión en escuelas y paradigmas obliga, indudablemente, al abandono de la
ilusión de una técnica unificada que responda a una teoría sólidamente instalada, por lo
cual queda por definir si es posible la regulación de modos de la práctica sobre la base de
la confrontación de algún tipo de coherencia intrateórica respecto al conjunto de principios
reguladores que trasciendan lo meramente institucional.
Más allá de las diferencias todos los analistas concordamos en la propuesta de una
etiología representacional del sufrimiento psíquico, y que esta convicción respecto al
carácter determinante de la realidad psíquica constituye el eje de nuestras intervenciones
y de nuestros diagnósticos.Pero sabemos que esto es insuficiente, que no basta, y que no
sólo nos diferencian los modos de empleo del tiempo, de la justificación de las formas de
pago, de los modos de intervenir o no intervenir, del empleo de la interpretación o del
silencio, sino también, en el psicoanálisis de niños, como campo “de frontera”, vale decir
cuyo estatuto aún está en debate, ejerciéndose en los bordes de la constitución misma de
la tópica psíquica, de la fundación del inconciente; instalándose en las fronteras de la
intersubjetividad en los tiempos de instauración y pasaje de las determinaciones
estructurantes del Edipo a las constelaciones singulares intersubjetivas; operando en los
límites del lenguaje, en el momento en que el sujeto es nominado, hablado, lanzado a un
mundo de símbolos cuya apropiación se incita y cuya significación se sustrae.
Campo en el cual aún nos topamos tanto con el intento de puerilizarlo como de reducir las
diferencias que impone su abordaje, y en el cual están en debate los modos de
determinar la instalación del tratamiento e incluso el objeto: Individual, familiar, binomio,
inclusión o no de los padres.
He abordado en múltiples trabajos mi preocupación respecto a la necesidad de ubicar en
la consulta con niños los parámetros con los cuales es el modo de funcionamiento del
aparato psíquico, es decir el momento de constitución del sujeto, aquello que determina la
elección del empleo de una u otra forma de abordaje, subordinando entonces las
premisas de instalación de la situación analítica a la existencia de inconciente constituido
por represión, modo de aparición del conflicto, carácter del sufrimiento respecto a su
instalación en el sujeto o en los otros significativos, y en particular la dominancia
estructural que posibilita cercar las relaciones entre defensa y deseo en el marco del
síntoma o del trastorno. Habiendo tomado partido hace años por considerar al
psiquismo infantil como siendo de origen exógeno, traumático y en desfasaje con el
mundo natural, no me referiré a esto sino sólo para afirmar que si en múltiples trabajos
anteriores apunté a la necesaria distinción entre el discurso parental y el inconciente
infantil, si mi preocupación ha sido ir cercando los momentos de su constitución y el
modo con el cual el inconciente se constituye por metabolización y diferenciación respecto
a las condiciones de partida que incluyen los fantasmas de los otros primordiales – y en
particular del adulto sexualizante - quisiera marcar hoy, en estos párrafos, la función que
atribuyo a la entrevista madre – hijo
Me refiero a la entrevista madre - hijo destinada al conocimiento de las vicisitudes
históricas del niño, entrevista realizada al final del proceso diagnóstico y cuyo interés se
diferencia claramente de dos opciones presentes en las prácticas terapéuticas: la llamada
anamnesis, historia en realidad de la enfermedad y no del sujeto psíquico, y del lado
opuesto, en el interior del psicoanálisis mismo, la introducción de lo que Maud Mannoni
llamó “La primera entrevista”, en la cual se intenta establecer algún tipo de significación
del síntoma a partir del deseo manifiesto de la madre.
Ni la historia-relato concebida como causalidad última – porque no es lo acontencial
relatado lo que produce el surgimiento del síntoma - ni el discurso que da cuenta del
deseo materno pueden ofrecernos la significación del síntoma, que habrá que buscar en
los vericuetos del inconciente del niño. De lo que se trata es, precisamente de abrir las
coagulaciones de la historia-relato, suerte de “novela del adulto” sobre el niño, en un
movimiento en el cual entre el discurso y sus fracturas se inaugura un hiato que permite la
suposición de un espacio en el cual la teorización infantil articula el fantasma a develar. La
razón, por otra parte, por la cual esta historia debe ser tomada al final y no al comienzo
del proceso diagnóstico radica en que su conocimiento no produzca excesos de sentido ni
obstaculice la observación de los espacios carentes de sentido en las entrevistas con el
niño. No es a partir de la historia relato del adulto que se plantean las hipótesis acerca del
funcionamiento del niño, sino a la inversa
Pueden preguntarse cuál es la razón por la cual no hago intervenir a ambos padres en
esa entrevista. Me baso para ello en la diferencia que ya he explicitado en otros textos
entre organización edípica y familia, intentando reproducir en ese momento de la consulta
los cuatro términos que implican tres miembros más lo que entre ellos circula – en
términos clásicos acuñados por el modelo conocido de Lacan “el falo” – de modo de evitar
abrochamientos entre dos términos de a pares que impidan conocer los modos de
inclusión-exclusión con los cuales el niño se implanta en esta estructura. En segundo
lugar, el otro significativo me interesa en particular en tanto implantador de lo sexual,
organizador de sus transcripciones preconcientes.
Armando era un niño de nueve años que presentaba una constelación de problemas de
los cuales los más relevantes eran su tendencia a crearse dificultades en el colegio
por la no aceptación de normas de convivencia básicas – desorden en sus tareas y
aspecto personal, actitudes payasescas, falta de interés en la aprobación del adulto o
incluso desestimación de sus comentarios – y un cuadro más instalado de oscilaciones de
su autoestima con obesidad. Luego de algunas entrevistas con los padres y otras a solas
con el niño, éste vino a mi consultorio con su mamá, sentándose muy atentamente a su
lado, en el diván, dispuesto a escuchar su relato y a intervenir para preguntar o corregir
alguna información que considerara desacertada.
“Fue mi primer embarazo logrado -dijo ella de inicio-, muy importante, muy deseado,
porque yo había perdido otro embarazo”. Armando, un tanto azorado, acotó: “¿Perdiste un
bebé? ¿Por qué? ¿Qué pasó? Yo no sabía...” Entonces la madre siguió aclarándome a
mí: “fue un embarazo anembrionario…” Y el niño nuevamente: “¿Qué quiere decir?” Y ella
ahí le respondió: “No hubo bebé, sólo un huevito… “¿Cómo que no hubo bebé? ¿Dónde
estaba el bebé?” A lo cual ella aclara: “No, no había bebé, solo estaba el huevito” y
Armando concluyó con un tono resuelto y un tanto extrañado: “¿Entonces qué perdiste?
¿Un huevito?” Respuesta maravillosa que marcó una distancia, ya que durante años la
madre había considerado guardar un secreto terrible, y el niño, con un realismo
extraordinario al estar ausente de tal fantasmatización había otorgado una nueva
significación. Y entonces la madre, pensativa, le acarició la cabeza y dijo "Y sí, un huevito,
tenés razón" en el marco de una escena de mucha ternura.
"Al año nació Armando, primero empezó a moverse y después no se daba vuelta y yo
sentí que decía: mirá: acá estoy yo y hago lo que quiero. Fue la primera vez que sentí que
él hacía lo que quería, cuando se empezó a mover y cuando decidió no darse vuelta".
Armando se ríe con mucho placer cuando la madre dice esto, como garantizando que él
hace lo que quiere,
“Al final se dio vuelta -continúa. Nació con 3,300 kg. buen peso, pero era muy largo, no
era un bebé gordito; y yo le decía al pediatra ¿por qué no es gordito? Armando, en tono
de reproche hizo el señalamiento que yo no necesité formular: “Sí, ¿Y ahora?" A lo cual
ella, sin responderle directamente, agrega: "Le di pecho hasta los 9 meses, yo no
trabajaba y me encantaba darle". Y ante mi pregunta de si lo disfrutó, y si él era un bebé
muy simpático respondió dejándome totalmente fuera de lugar: "No, agradable no,
caracúlico era" Y él se ríe… porque curiosamente es una mamá que dice estas cosas...
las dice tan desenfadadamente y con tanto afecto en el tono, que él no lo siente como
algo lesionante y terrible, Bueno, no sé, tenía cólicos, le dolía la panza. Ella agrega "yo
quería el bebé de juguete, sonriente, tranquilo y no sabía qué hacer cuando él empezaba
con el llanto, no podía entender qué quería ni qué le dolía". El discurso muestra la
dificultad para codificar: ella pretendía que el bebé le pusiera en evidencia qué era lo que
le pasaba, que lo manifestara de algún modo distinto, y su angustia era desbordante – Y
es evidente que lo que está en juego no es sólo el valor narcisista del pecho, ni el placer
de intercambio, sino que la razón por la cual le daba de comer sin parar era porque
necesitaba calmarlo. No pudiendo codificar de un modo que no fuera bajo formas orales la
demanda de su niño, la boca debía ser constantemente llenada para que no expresara
angustia. Y, cuando a los 9 meses quedó embarazada nuevamente, Armando empezó a
tener diarreas a repetición, hizo un colon irritable, y dejó de comer verduras y azúcar
porque todo lo evacuaba.
Relata que ella tiene una hermana diecisiete meses menor, y que siempre pensó que no
le haría a su hijo lo que le hicieron a ella. Y ese embarazo lo vivió como algo de destino, y
le produjo una sensación terrible, haciéndole revivir no sólo la separación primordial con
su propia madre sino una falla terrible respecto a su propia función como madre, al no
haber podido evitar hacerle a su hijo lo que sintió que tanto la dañó a ella. “Me sentía con
mucha culpa, porque con mi hermana nos llevamos tan pocos meses… Yo me sentía tan
mal, estaba muy deprimida, viví con mucha culpa este embarazo. Siempre pensé: no les
voy a hacer a mis hijos lo mismo que me hicieron. ¡Y otra vez lo mismo! Me sentía muy
culpable, cómo no lo había podido evitar… Entonces le permitía a él hacer lo que quería…
No le ponía ningún límite, lo dejaba hacer de todo. Usó chupete hasta los dos años, si no
quería ir a su cama lo dejaba en la nuestra, comía donde quería, él no era muy cariñoso
de chiquito.
Armando la mira y dice: “¿Cómo que no era cariñoso?” Ella me responde a mí: “Quería
hacer lo suyo, no quería quedarse abrazado, no sé…” Era tal su necesidad de ser
perdonada por este hijo por haberle hecho ese presunto daño imaginario, que necesitaba
que él diera muestras constantes de cariño
Ella afirma pasar a otro tema, para informarme que empezó a caminar a los 13 meses,
agregando “Yo creo que se dio cuenta por mi embarazo de que ya no podía tenerlo tanto
a upa” Lo cual lleva a Armando a preguntar con tono gracioso: “¿Y me tiraste al piso?”
mientras se ríe, a lo cual ella responde: “¡Nooo!, ¿cómo te voy a tirar?” pasando a relatar
que él se golpeaba mucho, luego, cuando caminó, y también más tarde. A lo cual
Armando agrega: “Sí, me lastimé jugando al fútbol”. Y ante mi pregunta acerca de si él
cree que esto de lastimarse o golpearse puede ser debido a que tal vez no sepa muy bien
dónde termina su cuerpo se ríe y dice: “Acá termina”, señalando la pierna de ella. Es muy
interesante porque hay una delimitación ahí del espacio con relación a la madre. Y ella
agrega: "Él a veces no sabe… Intenta sentarse en una silla sin correrla, entrando de
costado, como si pudiera pasar, o quiere sentarse con nosotros cuando estamos viendo
tele y a veces no entramos los tres en el sillón".
En las líneas que anteceden se puede percibir claramente que el registro que intento en
una entrevista para tomar la historia no se reduce al deseo de la madre – que por
supuesto está presente – ni a la evolución del niño desde el ángulo de una génesis
aislada, sino al modo con el cual se van produciendo los intercambios libidinales
entre la madre y el hijo, las formas con las cuales se van instalando las dominancias
libidinales en la subjetividad del niño, los destinos que van orientando la vida pulsional, las
resignificaciones en las articulaciones edípicas y el modo con el cual se establecen los
procesos de ligazón o de fallas en las ligazones primarias que sostienen el entramado
sobre el cual se constituirá la tópica.
Metabolización y transformación del deseo del adulto, hiato abierto en el cual se
constituye el fantasma infantil,
Si la depresión materna funcionó como un elemento constitutivo del modo con el cual
Armando organiza su relación al semejante, si los modos de sobreinvestimiento oral
producidos por la ansiedad materna se combinaron con el deseo de un niño gordito en
esta mujer que propició la obesidad de su hijo más de patrones genéticos familiares, es
indudable que la causalidad que opera en el momento de la consulta para el despliegue
del sufrimiento del niño no es del mismo orden que las condiciones que lo produjeron, y
que es en los saltos y discontinuidades entre los miembros de esta díada más que en sus
continuidades y ensamblajes donde se abre el sentido de los síntomas que el tratamiento
debe ayudar a develar.
BLEICHMAR- EL CARÁCTER LÚDICO DEL ANÁLISIS
Tanto recurso al juego no ha permitido aún delimitar claramente cuál es su estatuto
en psa, ya sea como equivalente de la libre asociación o como actividad de producción
simbólica que da cuenta del nivel de progreso psíquico. El juego en su carácter de
producción simbólica, requiere que nos posiciones en la intersección de dos ejes: el del
placer, al cual remite “lo lúdico”,, y el de la articulación creencia- realidad, que lo ubica en
tanto fenómeno del campo virtual. Es en este sentido que el juego constituye un sector
importante del amplio campo de las formaciones de intermediación.
Intermediación entre el espacio de la realidad y las creaciones fantasmáticas del
sujeto. Algo del orden de un productor que perteneciendo a la realidad consensuada, no
deja de regirse por ciertas leyes del proceso primario: anulación de las legalidades que se
sostienen en la lógica identitaria (o soy un pirata o soy un niño”. Modo de funcionamiento
que no puede más que sostenerse en el plano de la creencia.
Prerrequisito de clivaje psíquico, en términos que posibilita el despegue de un
espacio de certeza y otro de negación, teniendo como sustento la R.O- Si este clivaje no
se realiza, el PSEUDO JUEGO es la realización de un movimiento de puesta en acto en el
mundo de una convicción delirante
El juego, como puesta en escena de una fantasía, no puede hacerlo sino por medio
de ciertos niveles de deformación en los cuales aquello reprimido emerja y al mismo
tiempos e encubra (al igual que ocurre con el sueño o el arte)
Se plantea así la cuestión central de la relación entre función simbólica y placer, es
decir la relación entre simbolización y sexualidad.
La función simbólica no está constituida como efecto de la ausencia de objeto, sino
de un exceso Es el hecho de que en la experiencia primaria de satisfacción de introduzca
un exceso irreductible a la evacuación de la satisfacción de necesidad auto conservativa,
aquello que está en la base de la función simbólica la función simbólica se establece
entonces por el hecho de la existencia en el psiquismo de la implantación de la sexualidad
humana como plus de placer no reductible a lo autoconservativo, aquello que da cuenta
de su presencia lo constituye el autoerotismo, modo del ejercicio de placer cuyo fin
práctico no responde a ninguna ley de la naturaleza sino simplemente a un intento de
reequilibramiento de la economía psíquica.
Establecido el juego como función simbólica pasemos a la función de este en el
análisis. El intento de klein de constituir al juego como equivalente de la libre asociación
es el acto fundacional más fuerte por generar un campo que otorgue al análisis de niños
un estatuto que permita la aplicación del método. Sin embargo, el método sólo es posible
de ser aplicado en la medida en que el icc se ha visto fundado y en este sentido el juego
puede operar “a modo de un lenguaje”
Si algo caracteriza al método análisis no es el empleo de la palabra, sino la
operatoria sobre ella realizada, que consiste en ponerla a circular de modo tal que en su
ensamblaje con otras palabras permite el acceso a una significación velada para el sujeto
y para quién lo escucha.
No es tan simple el traslado de esto al análisis con niños. En primer lugar, el hecho
de que los años de la infancia son los de constitución del aparato psíquico y que no todos
los conflictos son síntomas.
El icc es quello que, por estar exento de toda intencionalidad, se ve cerrado a la
comunicación. De aquí la necesidad de volver a posicionar juego e icc, ya que si por
medio del juego se puede acceder a algo del icc, no es entonces el juego mismo lo que se
interpreta (así como no se interpreta el lenguaje) sino la presencia en él del icc. Y es acá
donde se aplican las mismas reglas que en el análisis en general diciendo en primer lugar
en que el analista no es un hermeneuta, no tiene el código de acceso al icc Pero el
código de la lengua es compartido y esto posibilita que uno pueda preguntar “qué
entiende ud por manzana”. Pero En lo que respecta al juego, falta la categoría de código
compartido desde el inicio. Y es acá donde la teoría intento llenar ese lugar,
convirtiéndose en una especie de sistema de transcripción simbólica que no da lugar a
ningún tipo de construcción singular de sentido.
Sin embargo, en el intento de convertir al juego en discurso hay un hallazgo enorme
y este consiste en dar a la sesion analitica la perespectiva de un espacio en el cual todo
aquello que ocurre deviene “mensaje” (y ello por efecto de la transferencia) .
Queda por definir bajo qué coordenadas se hace posible la interpretación del juego
una vez abandonada la ilusión del universalismo endogenista de las representaciones.
Solo podemos decir que tomando el juego en su carácter discursivo, no equivalente al
lenguaje, debe ser siempre enmarcado por un lado, por la palabra hablada que abre el
rumbo de lectura que posibilita el acceso al sentido y por otro del conocimiento singular de
la historia y de las vicisitudes del sujeto que, en su articulación con los conocimientos del
psicoanálisis posibilidad la implementación de hipótesis inductivas.

BLEICHMAR- CLASE 6- LA INTERPRETACIÓN


El diccionario de Laplanche y Pontalis da una definición de interpretación Y PLANTEA
QUE ES UNA DEDUCCIÓN POR MEDIO DE LA INVESTIGACION ANALITICA, DEL
SENTIDO LATENTE EXISTENTE EN LAS MANIFESTACIONES VERBALES Y DE
COMPORTAMIENTO DE UN SUJETO. pODEMOS VER VARIOS ELEMENTOS. lA
DEDUCCIÓN ES EN PRINCIPIO ALGO QUE NO ESTÁ EN LO MANIFIESTO SINO QUE
DEBE SER DEDUCIDO O ENCONTRADO DETRÁS DE LO MANIFIESTO, Y EN LA
MEDIDA EN QUE ALGO SE DEDUCE, DE ALGÚN MODO SE CONSTRUYE.
El segundo aspecto en la definición es el concepto de SENTIDO LATENTE, que tiene un
matiz diferencial en cuanto a icc. Hablar de interpretación lo icc es hablar de interpretar
aquello que se sustrae a la conciencia o al prcc. Hablar de lo latente es hablar de lo que
no está en lo manifiesto. Y si bien, el concepto de latente abarca el concepto de icc, el
concepto de icc no abarca todo lo latente. El icc es algo singular, único que está en l a
cabeza de cada uno.
Jamas se podria buscar lo icc en un diccionario. Y cuando decimos esto, queremos decir
que el icc, si se busca en el discurso de un sujeto, es porque se está buscando a través
de una legalidad que al expresarse por el proceso secundario de la lengua da cuenta de
la existencia del proceso primario.
Entonces, si separamos lo latente de lo icc, podríamos decir que cuando trabajamos con
el sujeto psíquico, la interpretación de lo latente es la interpretación del icc o de lo
preconciente en última instancia, porque no está en lo manifiesto. Mientras que cuando
trabajamos con un grupo, la interpretación es la interpretación de lo latente.
Y el diccionario agrega: existente en las manifestaciones verbales y de comportamiento
de un sujeto. La única manera de significarlo es a través de lo verbal, porque en última
instancia, es del lenguaje, aunque no sea verbal.
La interpretación saca a la luz las modalidades del conflicto y la defensa. Esto plantea
también un matriz en el siguiente sentido: ninguna manifestación del icc se da a cielo
abierto ninguna manifestación del icc emerge en sí misma, sino como transacción. Solo
en algunas emergencias psicóticas es donde vemos aparecer el icc a cielo abierto.
El acceso al icc es imposible en la medida en que las resistencias operan impidiendo que
el sujeto pueda aproximarse a él. Lo que le interesa al analista no es decir una verdad al
otro, sino que el otro encuentre su verdad en el proceso de la cura. Porque si no, es un
problema de opiniones. La verdad que dice el analista puede ser una verdad diversa a la
que siente el paciente. Y en el peor de los casos se puede producir un adoctrinamiento en
el paciente.
Mientras que la escuela del yo entiende que la resistencia es hacia el analista, se pierde
de vista que lo fundamental es que la resistencia consiste en todo elemento que impida a
trabe el proceso analitico. De manera que lo que él v a plantear como resistencia es algo
que tiene que ver con la defensa del sujeto mismo en relación con su propio icc y, en todo
caso, de rebote, tendrá que ver con el analista. El paciente nunca se resiste al analista, se
resiste siempre a esa parte de sí mismo que quiere desconocer porque su reconocimiento
sería doloroso.
El único sentido de la interpretación transferencial es la vuelta a la historia La
interpretación transferencial tiene como sentido la resignificación de lo que el paciente no
puede entender en otro lugar y en otro tiempo. No tiene como sentido la reeducación del
paciente con el analista.
La interpretación kleiniana consistía en transcribir u n discurso de la pulsión o del deseo lo
que el paciente decía en lo manifiesto. A un discurso manifiesto le corresponde un
discurso, con la misma estructura, icc. Y eso es lo que se llama la técnica de la traducción
simultánea.
Lo que laplanche y leclaire postula en el coloquio de Bonneval es que las formas de la
escucha repercuten directamente en nuestra práctica más cotidiana. Y que los modos de
escuchar dependen de lo que cada cual entiende por atención libremente flotante. Y
agregan que hay dos tipos de atención muy diferentes: la de los que propone la actitud de
traducción simultánea y la de los que postulan la actitud de atención a los fenómenos
lacunares. Desde la primera actitud el discurso es tomado como puro material, para cuya
interpretación la intención consciente del paciente no tiene que ser tomada en
consideración. Y planteaban que, si desde esa perspectiva todos los contenidos serían
igualmente significativos, desde otra, por el contrario, esa igualdad de campo de atención
tiene como fin per en evidencia en el discurso los “puntos nodales”, puntos de carga
máxima que son las formaciones del icc.
El icc se manifiesta por una cantidad de contradicciones que irrumpen en un discurso que
pretende la coherencia que es la ley del proceso secundario. Entonces, todo lo que no
sea lógico en mi discurso, es locura.
Reconocer que detrás del discurso prcc hay otra cosa a descubrir, y no algo que sería
traducible es recuperar la dignidad y la realidad del icc. Si yo pienso que el discurso
manifiesto no tiene ningún valor y que lo nico que tengo que hacer es poner en otras
palabras en palabras de la pulsión, el discurso manifiesto, no solo estoy liquidando la
realidad del prcc estoy liquidando también la realidad del icc, en la medida en que el icc
no tendría una realidad propia que podría emerger en el discurso prcc. La única manera
de comprender la realidad del icc es comprenderla en contraposición con el sistema prcc.
De manera que son dos niveles de realidad, ambos con su propio peso y ambos con su
propia estructura. Por eso, no hay posibilidad de traducir de un código a otro, porque en la
media en que se lo hace, el icc desaparece, pierde la realidad específica que lo
constituye.
Lo que caracteriza a la formación del icc es ser un producto mixto entre el icc y el prcc. El
ser un fenómeno de transacción. Eta todo, el deseo reprimido, está la compulsión a la
repetición y esta la defensa.. De manera que es una situación donde está el icc operando
constantemente, operando en este vínculo, que es como el residuo de todos los vínculos,
de todos los fantasmas. Está todo el prcc. Por eso, es formación del icc, porque con el
psicótico no es así. La transferencia misma es una formación del icc. Es el lugar donde se
activan las formaciones del icc en verdad. Por algo se establece la neurosis de
transferencia.

BLEICHMAR- LA TRANSFERENCIA NO ES MERA REPETICIÓN SINO


NEOCREACIÓN
La transferencia es una neocracion. Más aún, una de las cosidad que a veces se han
planteado es si lo que se repite es lo vivido o aquello que no se ha vivido, aquello que se
hubiera deseado vivir, aquello postergado Gran parte de las tareas del neurótico consisten
precisamente, no sólo en repetir lo que tuvo, sino muchas veces, en centrarse en aquello
que nunca alcanzó. Por ejemplo, la búsqueda de la incondicionalidad del objeto amado
(no porque lo tuvo, sino porque no lo tuvo).
Primera cuestión: si el presente puede entenderse como mera reedición o repetición del
pasado, si el icc es entendido como un sistema abierto. Aquí se presenta un problema con
el concepto de icc como sistema abierto.
Para mi en el icc no funciona el concepto de entropía. Quiero decir con esto, que en el icc
no hay pérdida (sino conservación)) de la energía y que el sistema abierto está
relacionado con el intercambio de los sistemas psíquicos, pero noe s patrimonio del icc. A
lo sumo, del icc, lo que se articulan en las relaciones entre las representaciones. pero lo
originariamente reprimido no varía. Con lo cual podríamos decir que en el icc hay
perdurabilidad de las representaciones y que no se trata de un sistema abierto, sino uno
cerrado que se ve compelido a intercambiar y transar con el prcc, pero no está abierto a lo
real. La ideal del icc entendido como sistema abierto yo no la comparto Para mi , el icc no
de un sistema abierto sino a la sumo un sistema agitado por lo que ingresa del exterior.
El psiquismo está afectado del lado del icc, pero no abierto; no puede construir
significaciones a partir de lo que le llega, puede estar afectado por lo que le llega y los
afectado activar representaciones, que en algunos casos son traumáticas y se ligan. Por
eso, Laplanche tiene razón cuando plantea que todo comienzo de un análisis es
traumático, porque reproduce la asimetría y el enigma.
En el análisis hay algo de repetición y algo inédito. Indudablemente no hay una reedición
de lo originario, sino una reactivación de las representaciones icc. Pero la idea de que la
neurosis de la infancia se transfiere como neurosis infantil al análisis, e, incluso, recrear
sus etapas es algo que nadie podría sostener hoy. Que el análisis impli ciertas
regresiones esto es así. Pero esto no significa que haya una regresión primaria.
El problema es como uno dosifica el nivel traumático deigma, qué es lo que uno le está
dando al otro. De todos modos, podría decirse que el análisis es en sí mismo
indudablemente traumático en sus comienzos, pero una vez vencido ese traumatismo
inicial, puede ser un lugar muy confortable para el paciente.
Entonces: el icc está abierto desde el polo de lo real, a lo que ingresa paRA AGITAR
REPRESENTACIONES, PERO NO A LA REALIDAD. eL ICC NO PUEDE CONSTRUIR
REALIDADES, existe en sí mismo, así como la realidad no puede construir su propia
realidad, debe haber pensamiento organizado por la lógica del proceso secundario para
que se construya la realidad. Con lo cual en el icc no está la significación de la realidad.
Le otorgó a lo nuevo en el psiquismo un lugar muy importante, el problema es que eso
nuevo puede estar destinado a distintas instancias: puede ser recibido y entramado o
entrar como no metabolizable. Entonces, lo nuevo ingresa, indudablemente. Salvo en un
psiquismo que estuviera totalmente cerrado, encapsulado y empobrecido, es inevitable
que el psiquismo esté abierto a lo nuevo. Y lo pienso en ei sentido de freud e proyecto hay
una parte del objeto que uno conoce y una que no reconoce. De esa parte que no conoce
una es aprehensible y otra no. La que es aprehensible queda dividida en dos: la que
puede ser significada y que la produce el enigma. La que produce el enigma es lo nuevo
que llega. Lo inasible no puede constituirse nunca en enigma.
La represiones se levanta cuando lo que se agita desde el icc es excesivo, inclusive en
intensidad. Algo se agita y esa cantidad que se agita obliga a un trabajo psíquico. En ese
caso, hay siempre algo del levantamiento de la represión, pero secundaria, no primaria,
porque la REPRESIÓN PRIMARIA NO SE LEVANTA, se traspasa que es muy diferente.
El amor hace hacer represiones. Es lo que se ve cuando una madre le limpia la cola a un
bebé: no siente asco, porque el amor hace hacer represiones. Con lo cual, lo que plantea
Freud es que el encuentro con el semejante moviliza de alguna manera el estatuto porque
el semenajente es la fuente libidinal más importante, porque el semejante una la
movilización libidinal desde el punto de vista representacional con el encuentro erógeno.
BLEICHMAR- LA CONSTRUCCIÓN DE LA VERDAD EN ANÁLISIS
eXISTE LA TRADICIÓN DE SUPONER QUE CIERTAS VERDADES SE DAN EN EL
SUJETO PSÍQUICO PREVIA Y DEFINITIVAMENTE Y QUE LA FUNCIÓN ANALITICA
CONSISTE EN un ejercicio de revelación de estas verdades.
Esta suposición de un sujeto de conocimiento previamente dado llegó hasta sus últimas
consecuencias, en el psa, hace unos 20 años. Ella se expresa en la creencia de que hay
que dejar simplemente que el discurso emerja para que una “verdad” se despliegue.
El icc en sentido estricto, no sabe del deseo, él está inscripto en el deseo. La tarea del
análisis consiste en el trabajo en común entre el paciente y el analista para reconstruir el
comportamiento y ensambladura de los restos conservados
Freud ha tomado partido por una intervención que “devela” un elemento de verdad
preexistente y a partir de ello propone, en el fragmento que opera como ejemplo en su
exposición, una construcción del orden del “universal edípico”. Por mi parte, el análisis me
conduce más bien por otro camino: el de la producción de una verdad a partir de un
conjunto de recuerdos relatados fragmentariamente en el análisis. La construcción se
propone como punto de relanzamiento hacia un nuevo posicionamiento psíquico. Si la
verdad está en el icc, si la historia es un secreto preexistente el análisis queda reducido a
una exhumación cuya limitación está dada de inicio porque nada nuevo puede ser
producido. Si, por el contrario, la verdad histórica es un posicionamiento simbólico que se
construye sobre los fragmentos materiales de los indicios inscriptos de acontecimientos
significativos, el movimiento productivo del análisis generará, apoyándose en estos
fragmentos, los movimientos simbolizantes que permitan la construcción de una verdad
que no existiendo previamente como tal, salva los riesgos de lo verosímil no verdadero
sobre su apoyatura y el reensamblaje de los materiales previos con la cual se construye.
A partir de esta vertiente freudiana por la cual optamos podemos enunciar algo del
siguiente orden: la verdad en análisis no es una simple revelación, pero tampoco
construye “castillos en el aire”: ella edifica, a partir de la materia prima obtenida por la
deconstrucción y exhumación de los restos de simbolizaciones fallidas, la nueva
arquitectura que no estaba, como tal, en los materiales que la constituyen.
Hay una diferencia entre huella mnémica y memoria. En el icc, las huellas mnémicas son
condición de memoria, “reservorio de memoria”, pero la memoria es reservorio del sujeto,
es función de la conciencia. ¿apunta la construcción a algo sepultado, olvidado,
reprimido? ¿se trata de extraer un sentido ya existente en el icc? o por el contrario, la
construcción inaugura un procesamiento por el cual recuerdos preconscientes,
secundariamente reprimidos, entran en contacto con huellas mnémicas carentes en sí
mismas de significación pero inscriptas, significadas sujeto, capaces de operar en la
compulsión de repetición, pero cuyo sentido será efecto de una ligazón, sera un sentido a
construir, noa reencontrar. La interpretación genera un plus, algo que no estaba
previamente y abre el camino a la construcción. La interpretaciones se dirige a la
construccion-reconstruccion de nexos, de ligazones, que abren la posibilidad de un plus
de sentido, en ese movimiento, la construcción organiza un sentido nuevo, no existente
previamente. La construcción no revela sólo una verdad histórica sino que entreteje con el
material de los histórico-vivencial una verdad verosímil que permite el dominio de la
compulsión de repetición. El problema central no radica en encontrar sino en construir un
nuevo fragmento de verdad con los materiales que el proceso interpretativo ha abierto.
Para que lo verosímil devenga verdadero debe abrirse a la recomposición de lo histórico-
vivencial, en un proceso elaborativo que permite nuevos modos de circulación entre los
sistemas psíquicos. Desde esta perspectiva es que “contrucciones en el análisis” más que
el ofrecimiento de una nueva herramienta técnica poner al lado del señalamiento y la
interpretación se esboza como el único texto que abre las posibilidades de pasaje de un
psicoanálisis “extractivo” a un psicoanálisis per laborativo y simbolizante.
AULAGNIER

Capítulo 1: Sociedades de Psicoanálisis y Psicoanalistas de Sociedad.


(El capítulo comienza refiriéndose a los debates y disidencias que se producen entre las
distintas Escuelas de Psicoanálisis del momento)
La cuestión pone forzosamente en juego, para cada analista, su opción “política”. Pues
bien, de la política a la polémica la asociación no es solo fonética: el deslizamiento resulta
tan fácil para el autor como para el lector. Con el fin de precavernos contra este peligro
hemos tratado de basar nuestro análisis en una reflexión teórica; pero aun así
reconocemos que nuestro análisis y nuestra crítica hallaron su fuente principal en las
cuestiones que nos planteó la Escuela Freudiana de París. Y esto por las siguientes
razones: 1) La crítica de las instituciones de sociedades de tipo clásico data de largo
tiempo atrás, sobre todo gracias a la contribución de Jacques Lacan; 2) El punto de
partida de lo que legítimamente podemos llamar “movimiento lacaniano” fue rico en
promesas y permitió creer en una saludable renovación del funcionamiento de las
sociedades psicoanalíticas aunque estos culminó en un indisimulable fracaso que planteó
el problema de la alienación; 3) Hemos formado parte de la Escuela Freudiana de París
desde su fundación y esa experiencia nos permite dilucidar ciertos fenómenos propio de
los grupos psicoanalíticos.
Pero resulta evidente que a su vez este análisis se inserta en una problemática más
general: la que plantea, desde el origen, la existencia de “sociedades psicoanalíticas”.
Definiremos ahora el sentido que otorgamos a dos términos que hallaran frecuente
empleo en este texto. Por didacta designamos al analista que analiza a un sujeto, al que
llamamos candidato, que en el transcurso de su propio análisis, descubre o confirma su
deseo de ser analista.
Lo extraterritorial: sociedad de psicoanálisis y sociedad de demanda.
Con la poca ortodoxa formula “sociedad de demanda”, queremos marcar la relación hoy
existente entre la sociedad, y la función del psicoanalista a la que esa sociedad apela. No
somos sociólogos, y nuestro interés fue siempre incitado por la psique del sujeto, pero
nuestra experiencia así como nuestro trabajo en el medio hospitalario, nos permiten
formular dos observaciones: 1) La demanda de psicoterapeutas crece de manera
progresiva; 2) El malestar que segrega la sociedad contemporánea muestra la
exacerbación de determinados conflictos psíquicos y revela el callejón sin salida al que
conducen la mayoría de las soluciones propuestas.
Estos dos factores explican porque el analista-terapeuta se ve solicitado cada vez más,
porque las listas de espera se alargan. Des esto deriva otro tipo de demanda: el analista
pasa a ser el enseñante, el invitado de élite. Tal estado de cosas plantea el problema de
las repercusiones que el analista provoca en nuestra disciplina y particularmente en dos
registros: a) la vocación; b) la contrapartida exigida por la sociedad como precio de su
demanda.
A propósito de la vocación.
A mitad de camino entre el llamado, la misión, el destino, el interés, este término sigue
marcado por el uso que se le dio en el campo religioso. ¿A qué “llamado” responderá,
pues, el futuro analista? La respuesta hoy en día más frecuente se apoya en dos
conceptos: el “deseo de saber”, en su sentido más general, y el “deseo de transgredir” en
su sentido más específico.
La contrapartida adeudada
A partir del momento en que la sociedad reconoce la legitimidad de una función, la
designa como necesaria y recurre a ella, es normal que exija ciertas garantías en
recompensa. Podemos hablar de recuperación, de resistencia, de renegación, pero si
reducimos el problema a estas dimensiones practicamos algo que es necesario en un
psicoanálisis pero imposible en otra parte: ponemos entre paréntesis la realidad de los
hechos. Hay psicoanalistas que ejercen en hospitales, que enseñan en facultades, que
funcionan en instituciones. Desde ese momento la sociedad, basándose en modelos
conocidos, plantea la cuestión de la legitimidad del “título”: en una primera instancia,
incómoda frente a la oscuridad de ciertas definiciones que le son propuestas, se limitará a
atribuir la responsabilidad a las sociedades formadoras y las considerara garantes de la
habilitación de un nuevo y extraño funcionario, el analista. En un segundo momento,
intentará planificar el problema y considerará la posibilidad de diplomas o estatutos sobre
los cuales podrá legislar. Las sociedades psicoanalíticas hallaran tres razones para
responder: ellas temen en igual grado las falsificaciones y la desvalorización de sus
funcionarios; temen aún más la intromisión en los procesos de formación de modelos
heterogéneos y por razones mucho más ambiguas y contradictorias, no quieren llevar el
debate extramuros.
Las sociedades psicoanalíticas no pueden seguir haciendo oídos sordos frente a una
sociedad en la que están cada vez más integradas. Lo que la sociedad exige de ellas
anula esa extraterritorialidad que querrían reivindicar. Al mismo tiempo, nadie puede
sostener que este tipo de institución sea inútil. La desaparición de estas sociedades solo
dejaría lugar a dos soluciones finalmente idénticas: o bien el paso del poder a las cátedras
universitarias o la reducción de la obra de Freud a la nada.
Por lo tanto, las sociedades psicoanalíticas, como organismo de formación, se ven
confrontadas con una doble contradicción: por una parte, los procesos de habilitación que
tales sociedades establecen se vuelven condición para la posibilidad de ejercer. Por otra
parte, al tiempo que denuncian el error que consistiría en moldear la formación analítica
sobre cualquier otro “modelo” existente; no pueden prescindir de modelos so pena de caer
en la anarquía y la irresponsabilidad absoluta.
Al sujeto supuesto saber, se agrega una sociedad supuesta saber, que según los
movimientos transferenciales en juego, reforzará el vínculo transferencial frente al analista
o lo desplaza a otro registro, en ambos casos se tornara mucho más difícil
desenmascarar.
Hemos dicho en la primera parte que es utópico imaginar conjuntamente la permanencia
del psicoanálisis en nuestra cultura y la ausencia de toda sociedad formadora. Asimismo,
quisimos demuestras que la situación didáctica lleva en si misma su propia posibilidad de
destrucción. Por desgracia, la experiencia nos prueba que no basta con saber: la ironía
del destino de las sociedades psicoanalíticas consiste en que precisamente el saber
específico que sus representantes ostentan sobre el fenómeno transferencial, se disuelve
en el momento en que actúa sobre la propia textura social. Tal solución no nos parece un
accidente inevitable, y ello siempre que se den dos condiciones: 1) Que el peligro
representado por este “resto” que amenaza escapar a la experiencia didáctica sea la
preocupación primera de todo analista interesado en el problema de la formación y 2) Que
el analista encuentre y sepa mantener una cierta “modestia”. Y aquí no estamos
ironizando.
En función misma de su objeto, nuestra teoría induce más que cualquier otra la posibilidad
de una fuga hacia la brillantez teórica; estamos más desprovistos que otros investigadores
de una posibilidad de experimentación; nuestro oficio pone a prueba nuestro narcisismo.
Frente al éxito o al fracaso de una cura, el analista sabe que está a solo para responder,
que nadie puede reproducir exactamente la misma experiencia y confirmar o invalidar sus
resultados. Habiendo renunciado al socorro de la ciencia del cuerpo, hoy se sueña con el
recurso a las ciencias más celebradas de las que esperamos la prueba de nuestras
operaciones. Sueño bien comprensible y al que todos nos inclinamos: hay que saber
renuncia a él. Renunciamiento difícil, sin duda. O bien los analistas tienen la “modestia” de
probarse de manera continua como analistas en función y como representantes de una
sociedades y en este caso existirán sociedades de psicoanálisis, o sea organismos que
podrán pretender que han sabido aplicar a sí mismos la experiencia freudiana; o bien los
analistas huirán hacia el sueño, asegurados en una teoría sin fallas, y nosotros
asistiremos a la producción de psicoanalistas de sociedad.

Aulagnier, P. (1984). Capítulo 1 Punto B “Las cuatro versiones de la historia de


Philippe”. En El aprendiz de historiador y el maestro brujo. (pp. 56 - 57). Buenos
Aires. Amorrortu Editores.

Las cuatro versiones de la historia de Philippe.


1.
2. La de Philippe, quienes su protagonista y su autor. Versión que
reconstruye una historia con arreglo a una causalidad delirante, que
liga la totalidad de los acontecimientos pasados, presentes y los de un
futuro ya previstos por Philippe, con una causa situada fuera de tiempo y fuera
de la realidad. Merced a lo cual se produce esa indiferenciación temporal que
es propia del delirio. En el caso de Philippe, como es frecuente en la
esquizofrenia, está versiona está al servicio de hacer inocentes a los dos
progenitores de toda responsabilidad por su destino psíquico.

3. La versión de los padres; proporcionada en las cinco entrevistas que


con ellos tuve. Versión que ignora y niega el papel que ellos desempeñaron.

4. La mía (Aulagnier), que se elabora y se modifica en el hilo de mi


escucha. Versión para uso personal, que articula una serie de hipótesis
interpretativas que parten de los acontecimientos de que hablan los relatos de
Philippe y de sus padres. La forma definitiva de esta versión diferirá según la
continuación que tengan o no las reuniones. Si no desembocan en el
establecimiento de una relación analítica, la última coincidirá con la construcción
definitiva de una versión hipotética acerca de las consecuencias de una
historia infantil sobre el vivenciar actual de un sujeto. Si las reuniones se
transforman en sesiones, aquella versión que les había precedido servirá a un
objeto particular: me aportara elementos que me ayudaran a formular
interpretaciones en virtud de las cuales se pueda hacer entre el discurso del
sujeto y el mío, ese trabajo de ligazón que es la obra y el objetivo del trabajo
analítico.

5. La que Philippe y yo empezamos a escribir juntos.

AULAGNIER- PALABRAS PRELIMINARES


El psicótico y nosotros nos encontramos en una relación de estricta reciprocidad: la
ausencia de una presuposición compartida determina que para él nuestro discurso sea
tan discutible como el suyo para nuestra escucha. Dos discursos se encuentran y cada
uno se revela ante el otro como el lugar en el que surge una respuesta cuyo fundamento
no garantiza ninguna tercera instancia. Para que el encuentro con el psicótico pueda ser
positivo para él y no una pura violencia ejercida en nombre de un “saber supuesto” se
requiere a estar dispuesto a reconocer que, en su referencia a la evidencia, ambos
discursos se encuentran en una relación de analogía Frente a la psicosis hemos
descubierto no solo que el modelo de freud no respondía a una parte de las preguntas
sino que la aplicación de este modeloa la respuesta que tal discurso suscita en nosotros
mismos dejaba fuera de circuito a una parte de nuestra propia vivencia. El modelo
freudiano puede reivindicar que ha abarcado el campo total del conocimiento de los
fenómenos neuróticos pero no ocurre lo mismo con la psicosis.
Dos soluciones son posibles: no modificar el modelo que da cuenta de la relación
con el saber, no interrogar su anres analizar lo que interviene en aquellos a los que el
modelo no puede aplicarse sin modificaciones. La relación del psicótico con el discurso
será entonces definida mediante una serie de carencias en relación con un modelo que
define, supuestamente lo que debería ser la relación sujeto-sabe. Sin embargo, aunque
esta definición por la carencia puede explicar una parte del problema psicótico nada dice
acerca del suplemento del cual da testimonio la reacción psicótica. A la vez, al proceder
de este modo de olvidar la anomalía fundamental con la que tropieza la aplicación del
modelo: dejar sin respuesta una parte de los fenómenos que el discurso psicótico suscita
en la psique del analista. La otr solución es reconocer que lo que el modelo deja de lado
en lo concerniente a nuestra propia respuesta exige que se reconsidere las diferentes
construcciones que explican la constitución del Yo y la función del discurso, que se logre
entrever cual era ese impensable “antes” que todos hemos compartido.
el discurso psicótico se piensa como una “palabra-cosa-acción” que, al irrumpir en
nuestro espacio psíquico, nos indicia, a menudo a posteriori, a repensar un modelo de
respuesta perimido. De ello deriva la hipótesis acerca de este modo de representar que
será definido mediante el concepto de LO ORIGINARIO: testigo de la perennidad de una
actividad de representación que utiliza un PICTOGRAMA que ignora la “imagen de
palabra” y posee como material exclusivo “la imagen de cosa corporal”. El discurso
psicótico nos induce a postular una forma de actividad psíquica precluida de lo conocible y
sin embargo siempre en acción, “fondo representativo” que persiste paralelamente a otros
dos tipos de producción psíquica: la que caracteriza al proceso primario y la que
caracteriza al procesos secundario.

El cuerpo: Junto al cuerpo biológico de la ciencia y a las definiciones analiticas del


cuerpo erógeno, se impuso a nuestra observación otra imagen: la de un conjunto de
funciones sensoriales que son también, a su vez,, vehículo de una información continua
que no puede faltar, no solo porque ella es una condición para la supervivencia somática,
sino también porque constituye la condición necesaria para una actividad psíquica que
exige que sean libidinalmente catectizados tanto el informado como el informante. El
ORIGEN DE LA RELACIÓN PSIQUE-CUERPO se encuentra en lo que la que la primera
toma del modelo de actividad del segundo, a su vez, este modelo será metabolizado en
un material totalmente heterogéneo que formará el marco constante de un argumento
originario que se repite indefinidamente. La psicosis se caracteriza por la fuerza de
atracción ejercido por lo originario, atracción a la que se contrapone el suplemento
representado por la creación de una interpretación “delirante” que hace visibles los
efectos de esta violencia.

La situación de encuentro: Lo que caracteriza a ser viviente es su situación de


encuentro continuo con el medio físico-psíquico que lo rodea. Este encuentro con el
medio será la fuente de tres procesos cuyos lugares de inscripción y los procesos que los
producen delimitan tres espacios funciones: a) lo originario y la producción pictografía b)
lo primario y la representación escénica (la fantasía) y) lo secundario y la
representaciones ideica, es decir la puesta en escena como obra del yo.
Este estado de encuentro da lugar a tres tipos de producción que metabolizan de
acuerdo con su propio postulado la información obtenida. Todo acto, toda experiencia,
toda vivencia, da lugar conjuntamente a un pictograma, a una puesta en escena y a una
puesta en sentido.

AULAGNIER- LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN


CAP 1
Se propone poner a prueba un modelo del aparato psíquico que privilegia el análisis
de una de sus tareas: LA ACTIVIDAD DE REPRESENTACIÓN
Por actividad de representación entendemos el equivalente psíquico del trabajo de
metabolización característico de la actividad orgánica. Este último puede definirse como la
función mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo respecto de la estructura
celular o, inversamente, se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a
él. Esta definición puede aplicarse en su totalidad al trabajo que opera la psique, con la
reserva de que se trata no ya de un cuerpo físico a metabolizar sino de un “elemento de
información”. La meta de la actividad de representación es metabolizar un elemento de
naturaleza heterogénea convirtiéndolo en un elemento homogéneo a la estructura de
cada sistema.
La actividad de representación está constituida por el conjunto de tres modelos de
funcionamiento: el proceso originario, el proceso primario y el proceso secundario. Las
representaciones originadas en su actividad serán respectivamente el pictograma, la
representación fantaseada o fantasía y la representación ideica o enunciado. Las
instancias originadas en la reflexión de esta actividad sobre sí mismas serán el
representante, el fantaseando y el enunciante o yo. Los lugares hipotéticos en los que se
supone se desarrollan esas actividades y sus producciones son el espacio originario, el
espacio primario y el espacios secundario.
Estos tres procesos no están presentes desde un primer momento en la actividad
psíquica, se suceden temporalmente y su puesta en marcha e provocada por la necesidad
que se le impone a la psique de conocer una propiedad del objeto exterior a ella,
propiedad que el proceso anterior estaba obligado a ignorar. La instauración de un nuevo
proceso nunca implica el silenciamiento del anterior. Para cada sistema sólo puede existir
una representación que ha metabolizado al objeto originado en esos espacios,
transformándolo en un objeto cuya estructura se ha convertido en identica a la del
representante. Toda representación confronta con una doble puesta en forma: puesta en
forma de la relación que se impone a los elementos constitutivos del objeto representado
y puesta en forman de la relación entre el representante y representado. . Cada sistema
debe representa al objeto de modo tal que su “estructura molecular” se convierte en
identica a la del representante. Esta identidad estructural tiene como primer resultado que
toda represnetacion, indiscsociablemnte es represnetacion del objeto y representación de
la instancia que lo representa.
Para el sujeto, en última instancia, la realidad no es más que el conjunto de las
definiciones que acerca de ella proporciona el discurso cultural. La representación del
mundo, obra del yo es, representación de la relación que existe entre los elementos que
ocupan su espacio y al mismo tiempo la relación que existe entre el Yo y estos mismos
elementos. La actividad de representaciones se convierte para él yo en sinónimo de una
actividad de interpretación: la forma de acuerdo con la cual el objeto es representado por
su nominación devela la interpretación que se formula el to acerca de lo que es causa de
la existencia del objeto y de su función. Por ello, lo que caracteriza la ESTRUCTURA DEL
YO es el hecho de imponer a los elementos presentes en sus representaciones un
ESQUEMA RELACIONAL que está en consonancia con el orden de causalidad que
impone la lógica del discurso.
Este rodeo sobre una de las instancias (el yo) permite esclarecer lo que definimos
como el POSTULADO RELACIONAL o estructural que particulariza cada sistema:
postulado que a da testimonio de la ley según la cual funciona la psique y a la que no
escapaz ningún sistema.
Este postulado puede plantearse por medio de tres formulaciones:
1. Todo existente es autoengendrado por la actividad del sistema que lo
representa
2. Todo existente es un efecto del poder omnímodo del deseo del Otro
3. Todo existente tiene una causa inteligible que el discurso podrá conocer.
La ley característica del conjunto de la actividad de representación nos indica así
mismo su propósito: imponer a los elementos en los que se apoya cada sistema un
esquema relacional que confirme, en casa caso el postulado estructural característico de
la actividad del sistema Los elementos que no fuesen aptos para sufrir esta
metabolización no pueden tener un representante en el espacio psíquico y por lo tanto
carecen de existencia para la psique.
Entonces, tanto si se trata de lo originario, de lo primario o de los secundario,, el
objetivo característico de la actividad de representación es metabolizar un material
heterogéneo de tal modo que pueda ocupar un lugar en una representación que, en última
instancia, es solo la representación del propio postulado.

Hablar de información supone un riesgo que se debe denunciar de inmediato: el de


olvidar que para la psique no puede existir información alguna que pueda ser separada de
lo que llamaremos una «información libidinal». todo acto de representación es coextenso
con un acto de catectización, y que todo acto de catectización se origina en la tendencia
característica de la psique de preservar o reencontrar una experiencia de placer. el
placer define la cualidad del afecto presente en un sistema psíquico en toda ocasión en la
que este último ha podido realizar su meta. Pero la actividad de representación no puede
alcanzar su meta, solo puede llegar a una representación que confirme el postulado
característico del sistema al que corresponde. ¿Se debe afirmar, entonces, que toda
«puesta en representación» implica una experiencia de placer? Responderemos
afirmativamente, añadiendo que, de no ser así, estaría ausente la primera condición
necesaria para que haya vida, es decir, la catectización de la actividad de representación.
Es este, podríamos decir, el placer mínimo necesario para que exista una actividad de
representación y representantes psíquicos del mundo, incluso del propio mundo psíquico.
:Placer mínimo indispensable para que haya vida: esa definición' prueba la
omnipotencia del placer en la economía psíquica, pero no debe llevar a dejar de lado el
problema que plantea la dualidad pulsional, la experiencia de displacer y la paradoja que
representa para la lógica del Yo el tener que postular la presencia de un displacer que,
pese a ser tal, podría ser objeto de deseo.
Dualidad presente desde un primer momento en la energía en acción en el espacio
psíquico y que es responsable de lo que definimos corno el deseo de un no deseo: deseo
de no tener que desear, tal es .el otro objeto característico de todo deseo. Ello dará lugar
a que la actividad psíquica, ~ partir de lo originario, forje dos representaciones
antinómicas de la relación entre el representante y el representado, acorde, cada una de
ellas, con la realización de un propósito del deseo. En una, la realización del deseo
implica un estado de reunificación entre el representante y el objeto representado, y
justamente esta unión es la que se presentará como causa del placer experimentado. En
la segunda, el propósito del deseo será la desaparición de todo objeto que pueda suscitar,
lo que determina que toda representación del objeto se presente como causa del
displacer del representante.
La psique y el mundo se encuentran y nacen uno con otro, uno a través del otro; son
el resultado de un estado de encuentro. Si mediante el término «mundo» designamos el
conjunto del espacio exterior .a' la psique, diremos que ella encuentra este espacio, en un
primer momento, bajo la forma de los dos fragmentos particularismos representados por
su propio espacio corporal y por el -espacio psíquico de los que lo rodean y, en forma más
privilegiada, por el espacio psíquico materno. La primera representación que la psique se
forja de sí misma como actividad representante se realizará a través de la puesta en
relación de los efectos originados en su doble encuentro con el cuerpo y con las
producciones de la psique materna. Si nos limitamos a este estadio, diremos que la única
propiedad característica de estos dos espacios de la que el proceso originario quiere y
puede estar informado concierne a la cualidad placer y displacer del afecto presente en
este encuentro.
El comienzo de la actividad del proceso primario y del proceso secundario partirá de
la necesidad que enfrentará la actividad psíquica de reconocer otros dos caracteres
particulares del objeto cuya presencia es necesaria para su placer: el carácter de
extraterritorialidad, lo que equivale a reconocer la existencia de un espacio separado del
propio, información que solo podrá ser metabolizada por la actividad del proceso primario;
y la propiedad de significar, o de significación, que posee ese mismo objeto, lo que implica
reconocer que la relación entre los elementos que ocupan el espacio exterior está definida
por la relación entre las significaciones que el discurso proporciona acerca de estos
mismos elementos. Esta información no metabolizable por el proceso primario, exigirá la
puesta en marcha del proceso secundario, gracias a la cual podrá operarse una «puesta
en sentido» del mundo que respetará un esquema relacional idéntico al esquema que
constituye la estructura del representante, que en este último caso no es otro que el Y o.
la experiencia del encuentro (y, agregaremos, de todo encuentro) confronta a la
actividad psíquica con un exceso de información que ignorará hasta el momento en que
ese exceso la obligue a reconocer que lo que queda fuera de la representación
característica del sistema retorna a la psique bajo la forma de un desmentido concerniente
a su representación de su relación con el mundo.
La actividad psíquica del infans se ve confrontada con las producciones psíquicas de
la psique materna y deberá formar una representación de sí misma a partir de los efectos
de este encuentro. Cuando hablamos de las producciones psíquicas de la madre, nos
referimos en forma precisa ·a los enunciados mediante los cuales habla del niño y le
habla al niño. De ese modo, el discurso materno es el agente y el responsable del efecto
de anticipación impuesto a aquel de quien se espera una respuesta que no puede
proporcionar; este discurso también ilustra en forma ejemplar lo que entendemos por
vio:encia primaria.la denominaremos la portavoz, término que designa adecuadamente lo
que constituye el fundamento de su relación con el niño. A través del discurso que dirige a
y sobre el infans, se forja una representación ideica de este último, con la que identifica
desde un comienzo al «ser» del infans definitivamente precluido de su conocimiento. El
orden que gobierna los enunciados de la voz materna no tiene nada de aleatorio y se
limita a dar testimonio de la sujeción del Yo que habla a tres condiciones previa!11: el
sistema de parentesco, la estructura lingüística, las consecuencias que tienen sobre el
discurso los afectos que intervienen en la otra escena. Trinomio que es causa de la
primera violencia, radical y necesaria. El fenómeno de la violencia, tal como lo
entendemos aquí,, remite, en primer lugar, a la diferencia que separa a un espacio
psíquico, el de la madre, en que la acción de la represión ya se ha producido, de la
organización psíquica propia del inf ans. La madre, al menos en principio, es un sujeto en
el que ya se ha operado la represión e implantado la instancia llamada Yo.
¿qué se puede entender por vida psíquica? Si se designa con ese término toda
forma de actividad psíquica, lo único que ella exige son dos condiciones: la supervivencia
del cuerpo y, para ello, la persistencia de una catexis libidinal que resista a una victoria
definitiva de la pulsión de muerte. Cuando estas dos condiciones se cumplen, se
encuentra garantizada la presencia- de una actividad psíquica, cualesquiera que sean su
modo de funcionamiento y sus producciones.
Si volvemos ahora al concepto de violencia, diremos que designamos como violencia
primaria a la acción mediante la cual se le impone a la psique de otro una elección, un
pensamiento o una acción motivados en el deseo del que lo impone, pero que se apoyan
en un objeto que corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. Al ligar el
registro del deseo del uno al de la necesidad· deL otro, el propósito de la violencia se
asegura de su victoria: al instrumentar el deseo sobre el objeto de una necesidad, la
violencia primaria alcanza su objetivo, que es convertir a la realización del c:leseo del que
la ejerce en el objeto demandado por el que la sufre. Aparece la imbricación que ella
determina entre estos tres registros fundamentales que son lo necesario, el dese-0 y la
demanda.
La entrada en acción de la psique requiere como condición que al trabajo de la
psique del infans se le añade la función de prótesis de la psique de J.a madre, prótesis
que consideramos comparable a la del pecho, en cuanto extensión del cue 1 po propio,
debido a que se trata de un objeto cuya unión con la boca es una necesidad vital, pero
también porque ese objeto dispensa un placer erógeno, necesidad vital para el
funcionamiento psíquico. Al considerar el primer encuentro boca-pecho -aun. sabiendo
que no coincide con la incorporación del recién nacido al mundo, ya que es posterior a un.
prImer grito cuya representación concomitante constituye para nosotros un enigma- como
el punto de partida de nuestra construcción teórica, lo consideramos también como la
experiencia originaria de un triple descubrimiento: para la psique del infans, la de una
experiencia de placer; para el cuerpo, la de una experiencia de satisfacción, y para la
madre ... en este caso no puede postularse nada universal, solo podemos plantear que la
primera experiencia de lactancia será al mismo tiempo para ella el descubrimiento de una
experiencia física ---a nivel del pecho, sensación de un placer, de un sufrimiento o de una
aparente neutralidad sensorial- y el primer apercibimiento posterior al embarazo de un
don necesario para la vida del infans.
en el momento en ,qli.e la boca encuentra el pecho, encuentra y traga un primer
sorbo del mundo. Afecto, sentido, cultura, están co~ presentes y son responsables del
gusto de estas primeras moléculas de leche que toma el in/ ans: el aporte alimenticio se
acompaña siempre con la absorción de un alimento psíquico que la madre interpretará
como absorción de una oferta de sentido.

CAP 2- EL PROCESO ORIGINARIO Y EL PICTOGRAMA


En esta fase, el conjunto de las producciones de la actividad psíquica se adecuarán
al postulado de autoengendramiento Lo representado que se engendra es el pictograma.
Hemos dicho que el encuentro original se produce en el encuentro entre boca y
pecho, primera experiencia de placer.
Si nos mantenemos en el campo del infas, podemos aislar una serie de factores
responsables de la organización de la actividad psíquica en esta fase:
1. la presencia de un cuerpo cuya propiedad es preservar por autorregulación
su estado de equilibrio energético. Toda ruptura de este equilibrio se manifestará
mediante una experiencia incognoscible, una x, que, a posteriori, el lenguaje designará
como sufrimiento. Ante la información de un posible estado de sufrimiento la psique
alucina una modificación en la situación de encuentro que niega su estado de falta. Se
observa desde esca el principal escándalo del funcionamiento psíquico: su primer
respuesta es desconocer la necesidad, desconocer el cuerpo, y conocer solamente el
estado que la psique desea reencontrar. La conducta de llama aparece solo frente al
fracaso el poder omnímodo del pictograma.
2. un poder de excitabilidad al que se debe la representación en la psique de
los estímulos originados en el cuerpo. Es la definición de freud de pulsión
3. Un afecto ligado a esta representación, siendo la representación del afecto y
el afecto de la representación indisociables en el registro de lo originario.
4. La doble presencia de un vínculo y una heterogeneidad entre la x de la
experiencia corporal y el afecto psíquico.
La representación pictográfica del encuentro exhibe la particularidad de ignorar la
dualidad que la compone. Lo representados e aparece ante la psique como presnetacion
de ella misma. La representación así es una “puesta en presentación” de la psique para la
psique. Esta sobresignificación y sobredeterminación de lo representado constituye su
rasgos esencial.
La meta a la que se apunte en esta actividad de representación nunca es gratuita, el
gasto de trabajo que implica debe asegurarse una “PRIMA DE PLACER”, de nos ser así
la no catectización de la actividad de representación podría fina la actividad vital misma.
Por lo general la psique previene este peligro gracias a lo que se llama “placer mínimo”. Si
este pacer mínimo fuese el único en juego, su sola meta podría ser la perennidad de una
representación inaugural que se convertiría en soporte de toda la energía psíquica. Para
que esto no pase es necesario que a este placer mínimo se le agregue la busque y la
espera de una “prima de placer”, equivalente psíquico de un placer de órgano. Prima que
a partir del momento en que se la experimenta se convierte en meta de la actividad
psíquica. . Si bien es cierto que lo representado del pictograma o puede existir una
diferencia entre la representación de esta experiencia en ausencia del pecho y la
representación que acompaña al amamantamiento, la psique percibe muy precozmente
su suplemento de placer cuando a la representación la acompaña una experiencia de
satisfacción real. La condición esencial es que esta experiencia pueda presentarse como
aportando placer a las dos entidades, lo que definiremos como el OBJETO ZONA
COMPLEMENTARIO.
Si analizamos ahora lo referido al DISPLACER este afecto está presente en toda
oportunidad en la que el estado de fijación es imposible y en que la actividad psíquica
debe volver a forjar una representación. El trabajo requerido para el surgimiento de una
nueva representación determina un estado de tensión, responsable de lo que llamamos
“DISPLACER MÍNIMO”. No es posible comprender la representación del afecto de
displacer sin postular la presencia originaria de la antinomia típica de los dos propósitos
del deseo. El corolario y el sinónimo de displacer es un deseo de autodestrucción, primera
manifestación de la pulsión de muerte.
En lo referido a la pulsión de muerte todo ocurre como si el “tener que representar”
como corolario del “tener que desear” perturbarse un dormir anterior, un antes ininteligible
para nuestro pensamiento y en cuyo transcurso todo era silencio. Observamos desde un
primer momento la manifestación de un odio radical contra una actividad de
representación cuyo inicio supone a causa de su ligazón con lo corporal la percepción de
un estado de necesidad que ella tiene como función anular. Deseo de no deseo: esta
formula expresa la concepción de la pulsión de muerte.
De ese modo, el cuerpo aparecerá en un primer momento ante la instancia psíquica
como prueba irreductible de la presencia de otro lugar y de ese modo, como objeto
privilegiado de una deseo de destrucción. Pero también es cierto que, si la vida prosigue,
el cuerpo se convierte en fuente y lugar de un placer erógeno que permite que algunos de
sus fragmentos sean catectizados por la libido narcisista a servicio de eros.
Entonces hasta ahora hemos encontrado que organizan la situación original del
encuentro boca-écho: una presencia del cuerpo, a la que denominamos como x
inconocible que acompaña a una actividad de representación que da lugar al pictograma,
un afecto que está ligado a esa experiencia y que puede ser tanto de placer como de
displacer y la presencia original de una ambivalencia radical del deseo frente a su propia
producción.
Partimos de la hipótesis de que el fundamento de la vida del organismo consiste en
una continua oscilación entre dos formas de actividad: el tomar el sí y el rechazar fuera de
sí. En términos psicoanalíticos el tomar en sí y el rechazar fuera de si pueden traducirse
en otro binomio: catectización y descatectizacion.
Desde el origen de la actividad psíquica se comprueba la presencia de un fenómeno
de especularización: toda creación de la actividad psíquica se presenta ante la psique
como reflejo, representación de sí misma. En este momento, la psique encuentra al
mundo como un fragmento de superficie especular en la que ella mira su propio reflejo.
Representante y representación del mundo son complementarios entre sí. El modelo de
representación de esta complementariedad especular entre espacio psíquico y espacio
del mundo está constituido por lo que toma la psique de la experiencia sensible. A partir
de la experienci de placer, todo placer de una zona es el mismo tiempo y debe serlo,
palcer global del conjunto de las zonas.
A partir de esto podemos definir dels siguiente modo lo que caracteriza a la
representación pictográfica: la puesta en forma de una percepción mediante la que se
presentan en lo originario y para lo originario, los afectos que allí se localizan en forma
sucesiva, actividad inaugural de la psique para la que toda representación de siempre
autorreferente y nunca puede ser dicha, ya que no pueden¿responder a ninguna de las
leyes a las que debe obedecer lo “decible”.
En este estadio, el pecho debe ser considerado un fragmento del mundo que
presenta la particularidad de ser, simultáneamente, audible, visible, táctil, olfativo,
alimenticio y así, despensador de la totalidad de los placeres. Por ello mismo, la boca se
convertirá en representante, pictográfico y metonímico de las actividades del conjunto de
las zonas, representante que autocrea por ingestión la totalidad de los atributos de un
objeto (el pecho), que a su vez será temprano como fuente global y única de los placeres
sensoriales. Zona y objetos primordiales que solo existen uno a través del otro. Este
objeto zona complementario es la representación primordial mediante la cual la psique
pone en escena toda experiencia de encuentro entre ella y el mundo. Ella es la
protorepresnetacion de lo que se observará como fuente de la actividad fantaseada de lo
primario. Hasta ahora hemos hablado de objeto-zona complementario como coextenso
con una experiencia de placer. Pero también se observa la presencia de los fenómenos
de displacer. La complementariedad zona-objeto y su corolario, es decir, la ilusión de que
toda zona auto engendra el objeto adecuado a ella, determina que el displacer originado
en la ausencia de objeto o en su inadecuación, se presentará como ausencia, exceso o
defecto de la zona misma. En este estadio el objeto malo es indisociable de una zona
mala
La primera ilustración del rechazar fuera de si es la de la puesta en escena de un
rechazo mutuo entre zona y objeto, o sea entre la instancia representante y lo
representado. El resultado será que el rechazo del objeto, su descatectizacion, implicarán
un mismo rechazo de la zona complementaria. En lo originario, el deseo de destruir el
objeto se acompañará siempre con el deseo de aniquilar un zona erógena y señorial. En
esta mutilación de una zona-función fuente de placer se observa el prototipo arcaico de la
castración que lo primario tendrá que remodelar.
El pictograma no es sino la primera representación que se da acerca de si misma la
actividad psíquica a través de su puesta en forma del objeto zona complementario y del
esquema relacional que ella impone a estas dos entidades. Placer y displacer
dependerán de las relaciones respectivamente puestas en escena entre el objeto y la
zona.
Es a través de esta misma representación que el proceso originario metabolizará las
producciones psíquicas tanto de lo primario como de lo secundario, en todos los casos en
los que estas producciones tienen que ver con la puesta en escena y la puesta de sentido
de un afecto. Alegría y dolor, como sentimientos del Yo serán metamorfoseados a través
de este proceso en jeroglíficos corporales.
Lo originarios e encuenta siempre dominado por la ley de “todo o nada” del amor o
del odio, ello implica el riesgo de una irrupción repentina y desestructurante en el espacio
del yo, por bien defendido que este,d e un afecto imposible de dominar.

CAP IV- EL ESPACIO EN EL QUE EL YO PUEDE ADVENIR


Todo sujeto nace en un «espacio hablante». El estado infantil determina que entre
esta psique singular y el «ambiente psíquico» intervenga como eslabón intermedio un
«microambiente» --el medio familiar o el que lo sustituye- que, en un primer momento,
será percibido y catectizado por el niño corno metonimia del todo. En forma sucesiva, el
análisis de ese medio psíquico privilegiado por la psique del infans aludirá a estos
factores: 1) el portavoz y su acción represora, efecto y meta de la anticipación
característica del discurso materno; 2) la ambigüedad de la relación de la madre con el
«saber-poder-pensar» del niño; 3) el redoblamiento de la violencia, que impone aquello
que llamamos «lenguaje fundamental», es decir, la serie de enunciados «performativos»
que designarán a las vivencias y que, por ese solo hecho, transformarán el afecto en
sentimiento; 4) aquello que, desde el discurso de la pareja, retorna· sobre la escena
psíquica del niño para constituir los primeros rudimentos del Yo 5) el deseo del padre (del
niño, por ese niño).
El término PORTAVOZ define la función reservada al discurso de Ja madre en la
estructuración de la psique: portavoz en el sentido literal del término, puesto que desde su
llegada al mundo el infans, a través de su voz, es llevado por un discurso que, en forma
sucesiva, comenta, predice, acuna al conjunto de sus manifestaciones; portavoz también,
en el sentido de delegado, de representante de un orden exterior cuyas leyes y exigencias
ese discurso enuncia. En una primera fase de la vid.a, la voz materna es fa que comunica
entre sí dos espacios psíquicos. Vivir exige, sin dudas la satisfacción de las necesidades
de las que el infans no puede ocuparse en forma autónoma. Pero del mismo modo se
exige una respuesta a las “necesidades de la psique”. De nos ser así, el infans puede
decidir rechazar la vida. Podríamos decir que el objeto es metabolizable por la actividad
psíquica del infans solo si, y en la medida en que, el discurso de la madre le ha otorgado
un sentido de que su nominación es testimonio.
El sujeto deberá encontrar su lugar en una realidad definida por enunciados que,
mientras nos mantenemos fuera de la psicosis, respetan la barrera de la represión y
ayudan a su consolidación. Es cierto que lo originario ignora el principio de realidad, que
el proceso primario tiende a someterlo al objetivo del placer; pero también se comprueba
que los que tienen acceso al campo de la psique son objetos modelados previamente por
este principio, que, de este modo, interviene desde una fase extremadamente precoz de
lo primario
La función de PRÓTESIS de la psique materna permite que la psique encuentre una
realidad ya modelada por su actividad y que, gracias a ello, será representable: la psique
reemplaza lo carente de sentido de un real, que no podría tener status alguno en la
psique, mediante una realidad que es humana por estar catectizada por la libido materna.
Solo gracias a este~ trabajo previo, tal realidad es remodelable por lo originario y lo
primario.
En el momento del encuentro inf ans-madre nos vemos confrontados, pues, con una
dinámica extremadamente peculiar: a) La madre ofrece un material psíquico que es
estructurante sólo por haber sido ya remodelado por su propia psique, lo que implica que
ofrece un material que respeta las exigencias de la represión. b) El in/ans recibe este
«alimento» psíquico y lo reconstruye tal como era en su forma arcaica para aquella que,
en su momento, lo había recibido del Otro. Se comprueba la generalidad de una
oscilación entre la oferta de un ya-reprimido transformado en un todavía-no-reprimido
pero que, a su vez, sólo puede volver a convertirse en lo que la represión hará de él
porque, de ese modo, reencontrará una forma que ya fue suya.
Precediendo en mucho al nacimiento del sujeto, hay un discurso preexistente que le
concierne: especie de sombra hablada, y supuesta por la madre hablante, tan pronto
como el infans se encuentre presente, e'la se proyectará sobre su cuerpo y ocupará el
lugar de aquel al que se dirige el discurso del portavoz.
En un primer momento, el discurso materno se dirige a una sombra hablante
proyectada sobre el cuerpo del in/ ans; ella le demanda a este cuerpo cuidado, mimado,
alimentado, que confirme su identidad con la sombra. Es de ella que se espera una
respuesta, que no suele estar ausente ya que se la pre formuló en su lugar. Con la
esperanza de no caer en un optimismo exagerado, el término madre se referirá a
continuación a un sujeto en el que suponemos presentes los siguientes caracteres: a) una
represión exitosa de su propia sexualidad infantil; b) un sentimiento de amor hacia el niño;
c) su acuerdo esencial con lo que el discurso cultural del medio al que pertenece dice
acerca de la función materna; d) la presencia junto a ella de un padre del niño, por quien
tiene sentimientos fundamentalmente positivos.
La presencia de lo que designamos como la sombra hablada constituye una
constante de la conducta materna. Sombra llevada sobre el cuerpo del infans por su
propio discurso, se convierte en la sombra parlante de un soliloquio a dos voces sostenido
por la madre. El primer punto de anclaje entre esta sombra y el cuerpo está representado
por el sexo. Sin duda, la madre pOdrá hablar en femenino a la sombra de un cuerpo
provisto de pene, y a la inversa, pero, en tal caso, no ignora que existe una antinomia
entre el sexo de la sombra y el sexo del cuerpo.
la sombra representa la persistencia de la· idealización que el Yo proyecta sobre . ol
objeto, lo que él querría que sea o que llegase ·a ser, de todos modos no anula aquello
que a partir del objeto puede imponerse como contradicción. Por ello, entre el objeto y la
sombra persiste la ~posibilidad de la diferencia. El Reconocimiento de esta posibilidad
determina lo que el Yo vive como duda, sufrimiento, agresión o inversamente como
placer, certeza, en los momentos en los que se -asegura dé la concordancia presente
entre la sombra y el objeto.
En la primera fase de la vida, al no disponer aún del uso de la palabra, es imposible
contraponer los propios enunciados identificatorios a los que se proyectan sobre uno: ello
permite, así, que la sombra se mantenga durante cierto tiempo ·al resguardo de toda
contradicción manifiesta por parte de su soporte (el infans) . Sin embargo, la posibilidad
de contradicción persiste, y quien puede manifestarse es el cuerpo. Toda falla en su
funcionamiento y en el modelo que la madre privilegia puede ser recibida como
cuestionamiento, rechazo, de su conformidad con la sombra; en ei·caso límite, se
presenta el rechazo inaceptable, la muerte, que privará a la sombra de su soporte carnal.
De ese modo, la madre -asigna a las funciones corporales un valor de mensaje, veredicto
de lo verdadero o de lo falso del discurso mediante el cual ella le habla al infans.
El discurso -de y por la sombra es el que permite a la madre ignorar el ingrediente sexual
inherente a su amor por el niño; así, ese discurso intenta impedir el retorno de lo que debe
permanecer en lo reprimido.
Lo que llamamos sombra está constituido, pues, por una serie de enunciados testigos del
anhelo materno referente al niño; conducen a una imagen identificatoria que se anticipa a
lo que enunciará la voz de ese cuerpo, por el momento ausente. Para el Y o de la madre,
esta sombra, este fragmento de su propio discurso, representa lo que, en otra escena, el
cuerpo del niño representa para su deseo inconsciente: lo que del objeto imposible y
prohibido de ese deseo puede transformarse en decible y lícito. Por ello, se comprueba
que está al servicio de la instancia represora. El conjunto del discurso de la sombra puede
situarse bajo la rúbrica de los anhelos [souhaits]: para el infans se anhela un ser, un tener,
un devenir; es evidente que este anhelo representa aquello a lo que se ha tenido que
renunciar, lo que se ha perdido o lo que se ha olvidado haber anhelado. Sueño de una
recuperación narcisista. Por ello, el inf ans, sq:porte de ese a~o, desempeña el papel de
una instancia represora en relación con el deseo inconsciente de la madre o, para ser
más precisos, se convierte en un apoyo al servicio de sus defensas.. El niño pasa a ser el
dique que protege a la madre del retorno de lo reprimido.
El efecto preformador e inductor sobre lo que se deberá reprimir es la. consecuencia
esencial de la acción ~anticipatoria constitutiva del discurso de la madre y del discurso en
general. Esta anticipación ofrece al sujeto un don sin el cual no podría convertirse en
sujeto: desde un primer momento, trasforma en significación -de amor~ de deseo, de
agresión, de rechazo-- accesible y compartida por el conjunto lo indecible y lo impensable
característicos de lo originario. Para la estructura psíquica es necesario que se opere esta
transformación radical que permite que la respuesta que el infans recibe preanuncie la
denominación y el reconocimiento de lo que serán luego sus objetos de demanda. Esta
violencia operada por la interpretación de la madre en relación con el conjunto de las
manifestaciones vivenciales del infans es, pues, indispensable. Lo que la madre desea se
convierte en lo que demanda y espera la psique del infans: ambos ignoran la violencia
operada por una respuesta que preforma definitivamente lo que será demandado.
En la actualización de la violencia que opera el discurso materno se infiltra,
inevitablemente, un deseo que, en la mayor parte de los casos, permanece ignorado y
negado. Se lo puede formular así: deseo de preservar el statu quo de esta primera
relación o, si se prefiere, deseo de preservar aquello que durante una fase de la
existencia (y sólo durante una fase) es legítimo y necesario. Lo que es deseado es la no
modificación de lo actual, pero, si la madre no logra renunciar a él, este deseo basta para
cambiar radicalmente el sentido y el alcance de lo que era lícito.
Se observa la acción de un tercer factor al que el infans, la pareja y los otros también se
encuentran sometidos: la q1;le se debe al efecto del discurso. Al examinar la función. del
discurso materno y de su anticipación, hemos privilegiado aquello que, del deseo
materno, de sus prohibiciones, en una palabra, de su problemática personal, puede
instrumentarse a través de su voz y de este camino. Hemos separado lo que corresponde
al orden de una violencia necesaria de lo que<- se origina en un exceso cuyos efectos,
negativos para el Yo se expresarán en la psicopatología del que los sufre. Esta acción
estructuralmente necesaria de la violencia primaria op1~ rará en dos momentos sucesivos
Decir que existe un «ya presente» del discurso de cuyo origen nada puede saberse
implica, como corolario, la presencia de los límites que definen el espacio en cuyo interior
el Y o encontrará sus enunciados identificatorios. Límites infranqueables que contienen el
conjunto de las posiciones identificatorias que puede ocupar el Yo en una cultura dada,
incluso las posiciones del sujeto llamado psicótico. Este carácter infranqueable es el que
condiciona la posibilidad de la psicosis. Es por ello que forma parte de los fenómenos que
definen lo humano:- la locura manifiesta la forma extrema del único rechazo accesible
para el Yo. Encerrado en un lugar que, no más que cualquier otro, el Yo no puede
trasgredir, le queda el poder de rechazar el orden de relación que rige al conjunto de los
enunciados para los otros; no puede situarse fuera del espacio, puede negarse a
recorrerlo de acuerdo con un trayecto definido, puede ignorar las direcciones prohibidas y
preferir perderse en caminos sin salida: nada menos, pero tampoco nada más.
Creemos que la totalidad del discurso tiene una función identificante. Sin embargo, si
estudiamos su modo de acción, en este conjunto se aíslan dos subconjuntos que
desempeñan un papel fundamental en el registro identificatorio: 1) El primero comprende
los términos que designan al afecto que,_,a través de este acto de enunciación, se
transforma en sentimiento. 2) El segundo comprende los términos que designan a los
elementos del sistema de parentesco para una cultura dada. Estos dos subconjuntos
designan lo que llamamos el lenguaje fundamental. nos ocuparemos solamente del
primer subconjunto.
El lenguaje, y no la voz materna, impone al sujeto una serie de términos que son los
únicos que permiten hablar el afecto sentido, comunicarlo y, a ese precio, obtener del Otro
una respuesta conforme a lo que será, en adelante, lo demandado, no ya simplemente lo
manifestado. Amor, odio, envidia, alegría, sufrimiento, goce; ¿quién puede pretender
afirmar la presencia de una identidad entre las vivencias de los que dicen estar
dominados por tales afectos? Lejos de reducirse a la designación de un afecto, el
sentimiento es su interpretación en el sentido más vigoroso del término, que liga una
vivencia inconocible en sí a una causa que se supone acorde con lo que se vivencia
La transformación del afecto en sentimiento es el resultado de este acto de lenguaje que
impone un corte radical entre el registro pictográfico y el registro de la puesta en sentido:
este corte es, en sí, independiente de la voz y de las voces a las que el sujeto debe el
aporte lingüístico. Si consideramos,;; la voz como el representante metonímico del sujeto,
diremos que la carga libidinal que ella añade a la entidad lenguaje es· necesaria para
devenir sujeto; pero también que, independientemente de esta acción y de esta
sobrecarga, en este espacio en el que adviene.. el Yo aparece el rol, igualmente
fundamental, de la acción identificante del discurso. Se trata. de una acción autónoma
ejercida por la institución lingüística y a la que ningún sujeto escapa.
Vemos así el papel particular que desempeñarán en el len. guaje identificatorio los
términos del lenguaje afectivo: 1. La nominación impone un estatuto a lo vivenciado. Este
estatuto transforma radicalmente la relación del sujeto con aquello, impone una
significación preestablecida en relación con la cual el sujeto carece de poder. 2.
Simultáneamente, este estatuto y esta significación a los que hemos aludido van a ligar un
significante compartido por el conjunto de los sujetos que hablan la misma lengua a signi.
Significados que, a partir de ese momento, solo tienen como referente a otros
significantes.
El pasaje de la representación del afecto a la nominación del sentimiento implica el
abandono de una representación mediante la inia. gen de la cosa corporal en beneficio de
una imagen que se refiere al amante. Al pronunciar un «te a~o» se demuestra aceptar
que esta afirmación, de la que eL Yo se pretende agente, sólo puede encontrar su
confirmación en el modelo que propone el discurso. En cierto sentido, existe una subor.
dinación de la acción del verbo al dIscurso que la define: podríamos decir, también, que
en este registro la conducta está subordinada a lo que el discurso le designa como
motivaciones, meta; límites. El rechazo de esta pertenencia será llamado alienación.
Se debe tomar en cuenta una última cosa: el contrato narcisista. El modo de acción
característico del lenguaje fundamental nos ha obligado a realizar una primer;:t incursión
más allá del espacio familiar. Muy poco podría decirse acerca· del efecto de la palabra
materna y paterna sino Sf; tuviesen en cuenta la ley a la que están sometidas y que el
discurso impone. ~trato- narciSista nos confronta con un. último factor que interviene en el
modo de catectización del hijo por parte de la pareja. Designamos así al conjunto de
instituciones cuyo funcionamiento presenta un mismo rasgo característico: lo acompaña
un discurso sobre la institución que afirma su justificación y su necesidad. Este discurso
designa para nosotros al discurso ideológico.
La relación que mantiene la. pareja parental con el mundo lleva.siempre la huella de la
relación de la pareja con el medio social que la rodea. El discurso social proyecta sobre el
infans la misma anticipación que la que caracteriza al discurso parental: mucho antes de
que el nuevo sujeto haya nacido, el grupo habrá pre catectizado el lugar que se supondrá
que ocupará, con la esperanza de que él transmita idénticamente el modelo sociocultural.
El sujeto, a su vez, busca referencias que le permitan proyectarse hacia un futuro, para
qile su alejamiento del primer soporte constituido por la pareja paterna no se traduzca en
la pérdida de todo soporte identificatorio.
Representaremos metonímicamente al grupo social -designando con este término a un
conjunto de sujetos que hablan la misma lengua, regidos por las mismas instituciones y
cuando ello ocurre, por una misma religión- como el conjunto de las .voces presentes.
Este conjunto puede pronunciar un número indeterminado de enunciados: entre ellos,
tendrá un lugar particular la serie que define la realidad del mundo, la razón de ser del
grupo, el origen de sus modelos. Esta serie comprende así al conjunto de los enunciados
cuyo objeto es el propio grupo, conjunto más o menos complejo y flexible, que posee
siempre como infraestructura inmutable para una cultura dada una serie mínima a la que
llamamos los enunciados del fundamento
Se instaura así un pacto de intercambio: el grupo garantiza !a transferencia sobre un
nuevo miembro del reconocimiento que tenía el desaparecido; el nuevo miembro se
compromete -a través de la voz de los otros, que cumplen el papel de padrinos sociales- a
repetir el mismo fragmento de discurso. En términos más económicos, diremos que el
sujeto ve. en el conjunto al soporte ofrecido a una parte de su libido narcisista; por eso,
hace de su voz el elemento que se añade al coro que en y para el conjunto, comenta el
origen de la pieza y anuncia el objeto al que apunta. A cambio de ello el grupo reconoce
que sólo puede existir gracias a lo que a voz repite, valoriza de ese modo, la función que
él le solicita, transforma la repetición en creación continua de lo que es, y sólo puede
persistir a ese precio. El contrato narcisista" se instaura gracias a la pre catectización por
parte del conjunto del infans como voz futura que ocupará el lugar que se le designa: por
anticipación, provee a este último del rol de sujeto del grupo que proyecta sobre él.
El 'contrato narcisista tiene como signatarios al niño y aL grupo. La catectización del niño
por parte del grupo anticipa la del grupo por parte del niño. En efecto, hemos visto que,
desde su llegada al mundo, el grupo catectiza al infans como voz futura a la que solicitará
que repita.!9s enunciados de una voz muerta y que garantice así la permanencia
cualitativa y cuantitativa de un cuerpo que se autorregenerará en forma continua. En
cuanto al niño, y como contrapartida de su catectización del grupo y de sus modelos,
demandará que se le asegure el derecho a ocupar un lugar independiente del exclusivo
veredicto parental, que se le ofrezca un modelo ideal que los otros no pueden rechazar
sin rechazar al mismo tiempo las le del conjunto. El discurso del conjunto le ·ofrece al
sujeto la certeza acerca del origen, necesaria para que la d1 mens 1on histórica sea
retroactivamente proyectable .sobre su pasado, ·cuya referencia no permitirá ya que el
saber materno o paterno sea su garante exhaustivo y suficiente. El acceso a una
historicidad es un factor esencial en el proceso identificatorio.Lo que el conjunto ofrece
así al sujeto singular inducirá al sujeto a transferir una parte de la «apuesta» narcisista,
catectizada en su juego identificatorio, sobre este conjunto que le promete una «prima»
futura.
Definimos como proyecto identificatorio la autoconstrucción continua del Yo por el Yo,
necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal,
proyección de la que depende Ia propia existencia del Yo. Acceso a La temporalidad y
acceso a una historización de lo experimentado van de la mano: la entrada en. escena del
Yo es al mismo tiempo, entrada en escena de un tiempo historizado. Hemos indicado los
factores responsables de la organización del espacio al que el Yo puede advenir; la
psicosis nos permitirá apreciar las consecuencias dramáticas de su ausencia o de su
desviación.
f El Y o no es nada más que el saber del Yo sobre el Y o. A esta definición que hemos
dado anteriormente podemos añadir aquí el siguiente corolario: el saber del Yo sobre él Y
o 1 tiene como condición y corno meta asegurar al Y o un saber sobre el Yo futuro y sobre
el futuro del Yo. El «Yo advenido» designa por definición un.Yo supuesto capaz de asumir
la prueba de la castración. Es por ello que esta Imagen de un-Yo futuro se caracteriza.por
la renuncia a los atributos de la infancia. Solo puede representar aquello que el Yo espera
devenir.
Mientras nos mantenernos en el período que precede a la prueba de la castración y a la
disolución del complejo de Edipo, los puntos suspensivos remitirán a fórmulas que
podemos resumir así: a) ... rne casaré con mamá; b) ... poseeré todos los objetos que
existen. En la fase posterior, el enunciado será completado por un ... seré esto (médico,
abogado, padre, jubilado) . Cualquiera que sea el término, que nunca es indiferente, lo
importante es que deberá designar un predicado posible y, sobre todo y ante todo, un
predicado acorde con el sistema de parentesco al que pertenece el sujeto
El Y o se abre a un primer acceso al futuro debido a que puede proyectar en él el
encuentro con un estado y un. ser pasado. Sin embargo, ello presupone que ha podido
reconocer y aceptar una diferencia entre lo que es y lo que querría ser, aceptación que
solo será posible si este encuentro con un saber acerca de la diferencia entre dos entes
que le conciernen se acompaña con la oferta de un derecho a esperar un futuro que
podría concordar con el deseo identificatorio.
Entre el Yo y su proyecto debe persistir un intervalo: lo que el Yo piensa ser debe
presentar alguna carencia, siempre presente, en relación con lo que anhela llegar a ser.
Entre el Yo futuro y el Yo actual debe persistir .. una diferencia~ Una x que representa el
componente que debe añadirse para que que ambos coincidan. Esta x debe faltar
siempre y representará asunCión de la prueba de castración en el registro identificatorio y
recuerda lo que esta prueba deja intacto: la esperanza narcisista de un autoencuentro,
permanentemente diferido, entre el Yo y su ideal que permitiría el cese de toda búsqueda
identificatoria· Es entonces un compromiso que el Yo firma con el l tiempo: renuncia a
convertir el futuro en el lugar al que el pasado podría retornar, acepta esa comprobación,
pero preserva la esperanza de que algún día ese futuro pueda volver a darle la posesión
de un pasado tal como lo sueña.

AULAGNIER- A PROPÓSITO DE LA TRANSFERENCIA: EL RIESGO DE EXCESO


Y LA ILUSIÓN MORTÍFERA
Fuera del campo de la psicosis se puede afirmar que la armadura y la experiencia
analaitica presuonen por parte de los dos sujetos en presencia la aceptación a priori de un
extraño pacto por el cual uno de ellos acepta hablar su sufrimiento, su placer, sus sueños,
su cuerpo, su mundo y el otro se compromete a asegurar la presencia de su escucha para
toda la palabra pronunciada. El “decir todo” de la regla fundamental cobra un sentido
específico cuando se reflexiona sobre lo que va a significar para el yo la demanda que se
le dirige: la puesta en palabras de pensamientos de los que es al mismo tiempo agente y
referentes.
Ya desde el comienzo, el yo del analizado se va proyectado por el análisis al lugar
de un sujeto que supuestamente puede y quiere transformar pensamientos en “actos”:
actos de palabra. De allí la angustia que puede experimentar el sujeto sobre el diván, no
siempre en razón de lo que piensa sino con motivo de una regla cuyas implicaciones mide
a posteriori.
El decir todo, en la neurosis representa para el yo una acción tanto más peligrosa
cuanto que la regla fundamental exige que se prive de todo poder de elección sobre este
“hacer-decir”. Peligros cuyas consecuencias se comprenden cuando se sabe que toda
neurosis posee como primum movens un conflicto identificatorio en el ser mismo del yo.
Conflicto entre representaciones ideas que tienen como referente a un mismo yo al que le
es imposible imponerles una coexistencia pacífica: de allí su lucha por excluir de su
campo toda representaciones que contradiga a otra a la que quiere privilegiar en su
tiempo actual. Pero lucha destinada al fracaso, porque es además ese mismo yo el que,
con todo desconocimiento, sigue insistiendo con idéntica fuerza representaciones
contradictorias de sí mismo.
La primera tarea del proceso analitico será favorecer la expresión del conjunto de
esas representaciones, gracias a lo cual el conflicto identificatorio se actualizará y se
“hablará” en las sesiones. Primer tiempok necesario para que el el trabajo analitico
permita que una parte de esas representaciones devengan para el Yo no ya lo que este
repetitivamente intenta reprimir, sino aquella que puede conservar entre las
representaciones de su propio pasado. El FINAL DEL PROCESO implica, entre otras
cosas, la posibilidad para el yo de no seguir gastando su energía en reprimir y desconocer
lo que el Yo fue, su derecho a conservar y por lo tanto a investir su recuerdo y, a la
inversa, que ese mismo yo acepte transferir exclusivamente al futuro la posibilidad y el
anhelo de actuar sobre una realidad del mundo que él encuentra y encontrará.
La existencia de otro a quién se supone saberlo todo, sobre las significaciones
ignoradas de los pensamientos, “saber todo” que disolvería el conflicto que desgarra al
analizante. Pero esa ilusión, necesaria para el desarrollo de la experiencia puede
desembocar a veces en una consecuencia “paradójica” que invertirá el fin al que el
proceso apuntaba. En este caso, la TRANSFERENCIA se pondrá al servicio de un deseo
de muerte del yo por el yo, que se realizará no a través del suicidio sino del deseo de no
desear pensar más, de la tentativa de imponer silencio a esa forma de actividad psíquica
constitutiva del yo.
Uno De los caracteres específicos de la vida psíquica hace que el sujeto se vea
repetitivamente enfrentado con experiencias que muy a menudo se anticipan a sus
posibilidades de respuesta. Toda respuesta del medio psíquico ambiente en el que se
impregna la psique del infans lleva en sí un “menos” en relación con lo que el deseo icc
demandaba, pero también un “más” en relación con lo que esta respuesta espera. La
consecuencia del desajuste que separa las producciones psíquicas del “yo materno” de
las del infans cobrará su forma completa en el momento en que éste último deba
apropiarse de un comienzo de saber en el campo semántico, hacer suya una primera
serie de significaciones sobre las cuencas sólo secundariamente podrá ejercer su derecho
a la duda, a la contradicción, a la elección. Por lo tanto, en el encuentro entre la psique del
infans y el sistema de significación del que la voz materna se hace primer PORTAVOZ se
ejerce una VIOLENCIA PRIMARIA tan absoluta como necesaria. Por el discurso que la
madre dirige al niño, ella se crea una REPRESENTACIÓN IDEICA de este con el que
identifica el ser del infans Este discurso es q el que el infans, cuando pasa al estado de
niño, deberá apropiarse: en un primer tiempo una imagen del Yo y un saber sobre quién
es yo (que vienen de otra parte) van a hacer irrupción en él un espacio psíquico y a dar
cuerpo, a una instancia, el yo, que tendrá el poder de desprenderse de los efectos de una
violencia a la cual debe su propia existencia. Es una necesidad para el funcionamiento
psíquico que de entrada el discurso materno traduzca el grito en términos de llamada, en
términos de demanda de amor. Esa traducción supone una traición si se la compara con
el texto original.
Es por eso que decimos violencia primaria y necesaria: no solo porque es
temporalmente primera, sino porque hay que diferenciarla de otras formas de violencia
(secundaria) a las que abre el camino, pero que se distinguen de ella por ejercerse contra
ese Yo al que la primera había dado nacimiento.
llamamos violencia primaria a la acción psíquica por medio de la cual se impone a la
psique de otro una elección, un pensamiento, una acción, motivado por el deseo de aquel
que lo impone pero que se apoyan en un objeto que responde para el otro a la categoría
de lo necesario. Instrumentando el deseo sobre el objeto e de una necesidad, la violencia
primaria alcanza su fin, que es hacer de la realización del deseo de aquel que lo ejerce su
fin, que es hacer de la realización del deseo de aquel que lo ejerce aquello que devendrá
el objeto demandado por quién la padece. Tal violencia interrelacionan entre sí tres
registros fundamentales que son la necesidad, el deseo y la demanda.
El “agente” que interpreta está motivado por un deseo diferente al del infans, el
deseo de la madre que espera seguir siendo una oferta continua y necesaria para él.
Ambos desconocen la violencia operada por una respuesta que preforma lo que desde
ese momento será demandado y aquello a cual se deberá renunciar. Tanto la necesidad
que esa violencia representa como el desconocimiento que la acompañan, tornaran
posible su riesgo de EXCESO.
QUE NADA CAMBIE: este anhelo basta para invertir radicalmente los efectos de
algo que durante un momento fue necesario, para transformarlo en la condición por
excelencia necesaria, aunque no suficiente, para la creación del PENSAMIENTO
DELIRANTE” (del niño).
¿Cómo logra el yo del niño desprenderse de la trampa que le dio nacimiento? Esa
instancia que primero se constituyó con la intrusión, de una primera serie de enunciados
identificatorios ¿Como puede percibir su propio estado de sujeción y conseguir liberarse
de él? ¿como se puede pasar de un yo hablado por el discurso del portavoz, a un “yo
hablo, que pude enunciar un discurso que desmiente al del otro?
Todo deseo lleva en sí la esperanza del encuentro con un objeto que volvería
carente de motivo a su propia resurgencia, hallar a otro cuyo pensamiento poseería el
conjunto de las respuestas al que nunca tendría que demandarse que demostrara su
legitimidad De allí la pregunta: ¿Cómo se opera esa renuncia al “saber todo del otro”?
¿Qué cosa hace posible la reivindicación de un derecho de autonomía sobre el propio
pensamiento?

La neurosis nos prueba que, a pesar del elevado precio pagado por el sujeto, este
puede ser privado del derecho de gozar sexualmente sin caer ó por este motivo en la
locura. La locura nos muestra que si se despoja al sujeto del derecho de gozar de su
autonomía de pensamiento, solo puede sobrevivir tratando de recuperar aquello que le
fue expropiado mediante el recurso a una construcción delirante, creación de un Yo que
intenta y consigue así preservarse un “poder hablar” que le garantice la existencia de una
función pensante en su propio espacio psíquico.
Poder ejercer un derecho de goce sobre la propia actividad de pensar, reconocerse
el derecho de pensar lo que el otro no piensa y lo que sabe que uno piense, es una
condición necesaria para el funcionamiento del yo. Pero el acceso a este derecho
presupone el abandono de la creencia en el “saber-todo” del portavoz, la renuncia a
encontrar sobre la escena de la realidad una voz que garantice lo verdadero y lo falso.
Esto solo es posible si el niño descubre que el discurso del portavoz dice la verdad pero
también puede mentir. Sólo a este precio puede el sujeto cuestionar al Otro sobre quién
es yo, sobre la definición de la realidad que el discurso ofrece y sobre la intención que
anima el discurso del Otro. La imposición de no pensar otra cosa que lo “ya pensando”
por el otro es una contradicción en los términos: pensa es crear pensamiento y crear
nunca puede hacerse sinónimo de un simple “repetir”.
Dentro del registro de la neurosis,, en la gran mayoría de los casos preexiste en el
demandante una cierta “idea” del concepto “analista”. Esto explica por qué razón de
entrada se transfiere sobre el sujeto al que se dirigirá la demanda de análisis la imagen de
“otro” al que descubrimos haber esperado encontrar desde siempre. La demanda del
neurótico tiene como condición ya realizada el investimiento por el yo de una búsqueda de
pensamientos y de palabras a las cuales atribuye un poder mágico tanto sobre el
sufrimiento como sobre su goce.
Posibilidad de gozar de su pensamiento, doer pensar el goce, ser poseedor de una
actividad de pensar que poseería la totalidad de lo pensable sobre el funcionamiento
psíquico: tal es el triple fin de la demanda que dirige el yo al analista. El en registro del yo,
el deseo de un poder-todo es sinónimo de un deseo de saber todo., saber gracias al cual
se podría prohibir a la propia psique todo pensamiento que sea fuente de sufrimiento,
saber sobre lo que piensan los otros en virtud del cual se podría ejercer sobre ellos un
dominio total. La especificidad del saber tal como se constituye sesión tras sesión revelará
que para los dos sujetos resulta de la creación de algo que ni uno ni otro conocían antes
de la experiencia.
Al sujeto supuesto saber no se le imputa “saber”, ni siquiera saber en general, sino
de manera específica un conocimiento que le permitiría decir “en verdad” y sin duda
posible cuales son el deseo y la identidad del yo del demandante. Hay otro que conoce
nuestro deseo,que sabe quién es verdaderamente yo. Entonces ¿cómo negar que el
espejismo transferencia propone a la mirada de un paisaje que comparte los caracteres
de lo “ya visto? ¿como negar que este ya visto hace pensar en el encuentro inaugural
entre la psique y el portavoz?
Primera analogía a la vienen a agregarse otras dos. El exceso de poder del que el
portador puede volverse responsable no tiene otra causa, que la simple prolongación
temporal de una ilusión que primero fue necesidad para el yo. El exceso temporal de la
relación transferencial puede también llevar a la imposibilidad, para el yo del analizado de
conquistar la AUTONOMÍA DE UN PENSAMIENTO.
La segunda analogía es el no tener que duda: deseo que uno puede creer realizado
al ear a otro la responsabilidad de desear pensar y pensar vuestro deseo para perderse
en un silencio. “el yo no piensa nada”. Exceso de una ilusión.
Y hay una tercera analogía: Autonomía y alienación comparten una misma causa y
una misma fecha de nacimiento, pero ninguna de las dos puede realizarse, sino por la
suma de dos deseos y de dos placeres compartidos. Si designamos con el término
“pensamiento transferencial” al conjunto de pensamientos, que se presentan en la mente
del analizado, durante el tiempo de la sesión y que se refieren a los sentimientos vividos
por el yo, es evidente que estos pensamientos a menudo serán expresados con displacer.
En tales momentos, la sesión será fuente de displacer. Pero el proceso analitico debera
encontrar también momentos en los cuales pensar en la sesion, pensar la sesión,sea
fuente de placer.. La relación transferencial nos muestra que se placer, para estar
presente, casi siempre debe poder apoyarse sobre la convicción de que el trabajo analitio
y los pensamientos que de él resultan son fuente de placer para el analista. Pero no debe
el analista abusar de la transferencia y convertirla en un instrumento exclusivo a servicio
de su placer.
Hay entonces una efectiva analogía entre el riesgo de exceso del que el portavoz
puede hacerse responsable al rehusar al infansa a experimentar placer en crear
pensamientos y el exceso de frustración del que se torna responsable el analista incapaz
de prestar atención de reconocer la singularidad de ese sujeto y ese análisis en cuanto
fuentes de nuevos pensamientos (pero con ello, fuente de una posible duda acerca de sus
certezas teóricas preestablecidas). Queda de manifiesto así la paradoja propia de la
demanda dirigida por el sujeto a ese otro sujeto supuesto saber: que asegure ser
poseedor de ese “bin saber” que uno espera desde siempre, pero que simultáneamente
pruebe, de manera implícita que hay pensamientos, obras de trabajo de pensar del
analista, que pueden aportar lo que él no podía de toda la vidaa, que existe intercambio,
esperado e invertido por ambos partenaires. La transferencia entonces sólo puede
desempeñar su papel si para los dos sujetos pensar la experiencia que se desenvuelve se
presenta como fuente posible de nuevos pensamientos, ellos mismos fuentes de placer
compartido. Planteamos que el análisis tiene un proyecto que puede definirse así: permitir
al yo liberarse de su “sufrimiento neurótico”, liberandolo de los efectos de alienación que
resultan de la copresencia y de la equivalencia afectiva de él preserva entre las
representaciones por las cuales se define, en tanto que Yo actual. El fin del proyecto
anlitico es primeramente y ante todo temporal: apunta a hacer posible que el sujeto invista
y cree representaciones que anticipen por definición lo que ya nunca pudo ser: un
momento del tiempo futuro que, precisamente por ser futuro, jamás será idéntico a ningún
momento pasado. Este poder anticipar es la tarea específica del Yo y de la actividad de
pensar. Una vez advenido incumbira al yo la tarea vital para él de auto anticiparse en
cada momento de su inaprensible presente proyectándose sobre lo que devendrá el yo en
el momento que sigue. Vivir implica el investimiento anticipado del tiempo futuro. Tales
representaciones de un tiempo donde el Yo deberá devenir son para nosotros sinónimos
de lo que llamaremos los ANHELOS que motivan los pensamientos y la acción del yo y
por lo tanto, del anhelo que subtiende el PROYECTO IDENTIFICATORIO.
En el pruyecto analitico la tempiralidad cumple un doble papel: inducir al yo a
privilegiar la realización diferida de un placer y a la vez el relato del tiempo pasado será
completamente reconstruido por el analizado. El proyecto analitico tomará apoyo en la
experiencia singular del analizado, para permitirle sustituir el tiempo vivido por el relato
histórico de un tiempo que puede, pero solo a este precio (es decir, transformándose en
un puro relato) pasar a ser para el Yo ese patrimonio inalienable único que puede
aportarle la certeza de que para él es posible un futuro.
Es propio de todo anhelo, o de todo deseo decible y del que el yo se reconoce sujeto
incluir dos vectores de sentido contrario: Uno que propulsa al sujeto y lo proyecta hacia la
búsqueda de un momento futuro y paralelamente está anhelo resulta estar sometido a lo
que llamaremos la re-percepción de lo mismo en el registro del efecto. Lo que el yo
esperare-experimentar en el futuro como alegría o sufrimiento sólo le es representable
como re-percepción de una experiencia afectiva ya conocida. El yo puede representarse
un mundo en el cual todas las flore estarán perfumadas, pero no puede representarse un
perfume sin recurrir a los olores ya conocidos. Las experiencias originales de placer y
displacer no son memorizables, en embargo persiste de ellas ella huela enigmática que
hace que todo deseo también está animado por la búsqueda de algo que es, por
excelencia, lo perdido: un momento del tiempo pasado. Sobre esta esperanza de vivir lo
que ya tuvo lugar es que va a instrumentarse la pulsión de muerte.
La tarea del yo será conseguir la amalgama de esas dos miras contradictorias, con
el fin de investir el tiempo futuro en cuanto experiencia por hacer, sin dejar de preservar la
esperanza de que dicha experiencia se vea acompañada por una vivencia que el yo
designe como “felicidad”,, vivencia que el sujeto no puede pensar sino apelando a un
estado ya vivido. Para que el yo pueda privilegiar un anhelo de vida a expensas de un
deseo de muerte, es preciso que logre pensar con placer la “idea de su futuro”. Ahora
bien, esto implica que el yo tenga a su disposición el recuerdo de momentos pasados en
los cuales hubo efectivamente placer La actividad de rememoración del yo supone a su
lado una función de reconstrucción que remodela una historia en la cual siempre faltará el
texto original de los primeros capítulos.
El análisis nos prueba que las experiencias de placer y displacer de las primeras
etapas de la vida nunca son memorizables, mientras que todo lleva a creer que los
afectos que acompañaban a esos momentos nunca más recuperarán su intensidad
primera. De allí esa nostalgia, ese duelo jamás hecho que concierne específicamente a la
pérdida de un recuerdo. La fuerza de la nostalgia y el rechazo del duelo reaparecen en la
relación analitica y en la situacion transferencial: encontrar a alguien que sabe qué cosa
fue el yo desde su origen, que conoce la totalidad de su historia y que permitirá recuperar
la compleción de un pasado en el que ninguna palabra, ninguna representación, ningún
instante, faltaran. Dicha ilusión a veces corre el riesgo de ser compartida por el propio
analista.
Preservar el anhelod e que la experiencia anlitica tenga un fin ese anhelo es
necesario para que se desenvuelva el proceso analitico. pero bajo qué condiciones el yo
puede mantener tal anhelo cuando la relación transferencial no puede sino reforzar el
deseo de que nuestra presencia no vaya a faltar jamás?
Ese deseo de no tener que pensar más para no ser ya sino el receptáculo de un “ya
pensado por otro” es la manifestación por medio de la cual se expresa un DESEO DE
MUERTE. En la demanda que el sujeto dirige a este otro S.S.S, anhelo de vida y deseo
de muerte están siempre y de entrada presente. El deseo de muerte puede ser deseo de
muerte del cuerpo o'del pensamiento.
La búsqueda de saber, el anhelo que quedará frustrado de reencontrar todos los
pensamientos perdidos y de poder pensarlo todo, el placer de ser reconocido como
creador de un nuevo pensamiento, son un conjunto de motivaciones al servicio del eros.
El rechazo de toda búsqueda de saber, el no placer y el no deseo expresan deseo de
muerte. El analista se halla de entrada frente a una demanda ya habitada por ese deseo
antinómico y frente a un sujeto que, sin dejar de proclamar que del análisis espera poder
satisfacer sus anhelos, su búsqueda de goce y de saber, también nos dice implícitamente
que lo que al mismo tiempo espera es que quede aniquilada para siempre toda causa d e
posible sufrimiento, que pueda no temer ya nunca más la aparición de un deseo imposible
de ser satisfecho, que todo pensamiento fuente de displacer quede reducido al silencio.
Se comprende entonces que la ilusión de haber encontrado un S.S.S., un sujeto que
posee la totalidad de lo pensable, puede ponerse al servicio de un deseo de no tener que
pensar más para delegar en ese otro ese poder y ese derecho.
Es ABUSO DE TRANFERENCIA toda práctica y toda conceptualización teórica que
amenacen confirmar al analizado la legitimidad de la ilusión que le hace afirmar que lo
que se tiene que pensar sobre el sujeto y sobre este sujeto, ya fue pensando de una vez y
para siempre por Un analista y por lo tanto, que el analista no puede esperar ni oír nada
nuevo en el discurso que se le ofrece. Algo que era una ilusión útil para la instalación de
la transferencia, se transforma en una ILUSIÓN MORTÍFERA que privará al analizado de
todo interés por la búsqueda de pensamientos nuevos y de representaciones pérdidas.
Este abuso de poder puede ser ejercido también a través de la interpretación a ultranza,
también hay abuso de poder en el desprecio por el tiempo de la sesión. La causa de tal
abuso es la negativa, por parte del analista a oír y reconocer la singularidad del discurso
al que se le dirige.
En este caso, los dos sujetos comparten una misma ilusión, un mismo deseo de no
pensar más que en un “ya pensado por otro” y como trasfondo un mismo deseo mortífero
concerniente al yo y a sus pensamiento: de esto resultara un diálogo de muertos.

AULAGNIER- NACIMIENTO DE UN CUERPO, ORIGEN DE UNA HISTORIA


Para el sujeto, la realidad coincide con la totalidad de los fenómenos cuya existencia
constituye una evidencia. Esto nos muestra también de qué manera reacciona la psique
ante la presencia de cualquier fenómeno capaz de modificar su estado afectivo. Este
poder, al transformarlo en un acontecimiento psíquico, impone a la psique la evidencia de
su presencia. Todo acto de conocimiento está precedido por una acto de investidura y
este es desencadenado por la experiencia afectiva que acompaña a ese estado de
encuentro, siempre presente, entre la psique y el medio que la rodea.
La primera formulación de la realidad que el niño va a darse es que la realidad está
regida por el deseo de los otros. Mientras se permanezca en la infancia, el sujeto está
convencido de que todo lo que sucede o no sucede a sus alrededor, todo lo que toca su
cuerpo , es testimonio del poder que el imputa al deseo (del suyo o de los padres). Pero
una vez pasada la infancia, el sujeto no podía cohabitar con sus partenaires en un mismo
espacio sociocultural si no se adhiere al consenso que respeta la gran mayoría de sus
ocupantes con respecto a lo que ellos van a definir como realidad.
De ahí que el sujeto tome en consideración esta segunda formulación de la realidad:
la realidad se ajusta al conocimiento que da de ella el saber dominante de una cultura.
Por otro lado, hace mucho que se sabe que para el hombre no hay realidad natural
ni puramente sensorial. A freud le debemos una última formula de la realidad: la realidad,
en última instancia, es incognoscible. Formula que supone aceptar que a la toma de
conocimiento de la realidad se le sustrae siempre un resto. Este resto que se sitúa fuera
de lo cognoscible es próximo al concepto de lo real de Lacan. Lo real es lo que resiste a la
realidad en cuanto a realidad para y del humano.
¿pero qué sucede antes de estas formulaciones sobre la realidad? Mientras espacio
psíquico y espacio somático son indisociables, mientras ningún existente exterior puede
reconocerse como tal, todo lo que afecta a la psique, todo lo que modifica sus propias
experiencias, responderá al POSTULADO DE AUTOENGENDRAMIENTO. La psique
imputará a l a actividad de las zonas sensoriales el poder de engendrar sus propias
experiencias. En este tiempo que precede a la prueba de separación, la realidad va a
coincidir totalmente con sus efectos sobre la organización somática. La formulación es
que la realidad es auto engendrada por la actividad sensorial.
Una vez reconocida la exterioridad del pecho, primer representante de un mundo
separado, el sujeto tendrá acceso a ese nuevo espacio de realidad en el cual unos
“signos” captados por nuestros sentidos conformarán los dos soportes de toda relación de
lo que ellos perciben o suponen de sus deseos recíprocos.
Las tres formulaciones de la relación de la psique con la realidad también pueden
aplicarse a la relación entre la psique y propio espacio somático. Ellas nos enfrentan a las
tres formas de existencia y con los tres principios de causalidad que la realidad y el
cuerpo deben preservar para no poner en peligro sus investiduras.
¿Que se produjo desde que el cuerpo se convirtió en un objeto privilegiado de
observación e investigación? ¿a que deseo, a qué visión del cuerpo nos remite la ciencia?
Antes de que la mirada del hombre de ciencia se posará sobre el cuerpo, el único objeto
de observación era un cuerpo visible y unificado, mientras que el interior seguía siendo
invisible. Pero la fragmentación fue acentuándose: la biología ya no estudia grandes
sistemas sino la célula y más allá, los elementos que la componen. Este saber suplantar
la imagen de un cuerpo por la de una reunión de miles de millones de células al servicio
de una máquina altamente sofisticada. Una vez que el cuerpo como totalidad se sustituyó
por la célula, al sujeto se le hace muy difícil postular un deseo como causa y como
organizador de su funcionamiento somático. Los destinos de su cuerpo se sitúan fuera del
deseo.
Pero el sujeto va a servirse no sólo de estos discursos, sino de otros enunciados
para dar forma y lugar a una construcción teórica del cuerpo que él va a preservar.
El yo no puede ser sino deviniendo su propio BIÓGRAFO y en su biografía deberá
hacer sitio a los discursos con los cuales habla de su propio cuerpo y con los que lo hace
hablar para sí. Estos discursos sobre su cuerpo dan la palabra a las únicas inscripciones
que el sujeto para leer y decodificar como las marcas visibles de una historia libidinal que,
por su parte se ha inscrito y continua inscribiéndose sobre esa cara invisible que es la
psique: historia libidinal, pero asimismo historia identificatoria. Una vez que esta historia
se ha inscrito, exigirá la periódica inversión de alguna parte de los párrafos, hará
necesaria la desaparición de algunos y la invención de otros. Esta versión entonces se
mantiene inestable y solo por eso puede el sujeto asegurarse de su propia permanencia
sin dejar de aceptar los invetvitables cambios fisicos y psiquicos que se sucederán
mientras la muerte no venga a ponerle fin.
En el tiempo de la infancia el medio familiar y particularmente la madre son los
encargados de velar por el estado del cuerpo, de descubrir las manifestaciones que
expresan el estar bien del cuerpo, o a la inversa el mal presente. Desde esta perspectiva
podemos decir que el niño ofrece a la mirada de la madre las manifestaciones de su
bienestar, pero que le impone las manifestaciones de su sufrimiento. El sufrimiento del
niño, en la mayoría de los otros despierta el recuerdo de la fragilidad, de la dependencia,
de la necesidad de ayuda.
Esta empatia explica en parte por que el sufrimiento vivido por el niño le permite
operar este trabajo psíquico que transformará un accidente, una dura prueba en ese
acontecimiento singular que se instalará en la historia que él se construye acerca de su
cuerpo y de su psique. Para hacerlo, el sufrimiento solo no basta. Hay que añadirle la
respuesta que generó ese sufrimiento, aunque haya sido el silencio y ante todo el
discurso que sobre el sufrimiento podrá emitir la madre a posteriori.
La “puesta en historia” de la vida somática exige la presencia de un BIÓGRAFO
ÚNICO que pueda enlazar el accidente con un acontecimiento al que él responsabiliza de
su propio destino psiquico. No hay biógrafo ni biografía mientras a una primera
diferenciación espacio psíquico-espacio somático no le suceda una puesta en conexión
de estos dos espacios. Esta puesta en conexión señala el apsa del cuerpo sensorial al
CUERPO RELACIONAL. que permite a la psique asignar una función de mensajero a sus
manifestaciones somáticas.
Piera propone 3 hipótesis:
1- el acto que inaugura la vida psíquica plantea un estado de mismidad entre lo que
adviene en una zona sensorial y lo que de ello se manifiesta en en el espacio ps´quico.
2- El yo no puede habitar ni investir un cuerpo desposeído de la historia de lo que
vivió.
A3_ A partir del momento en que la psique pueda y deba pensar su cuerpo, el otro y
el mundo en términos de relaciones, comenzará ese proceso de identificación que hace
que todo lugar identificatorio decida la dialéctica relacional entre dos yoes y que todo
cambio en uno de los polos repercuta sobre el otro.

El peligro de muerte que el cuerpo puede correr efectivamente, o una mutilación que
amenaza con despojar al yo e una función investida van a modificar la relación psique-
cuerpo y en el mejor de los casos harán ocupar a la psique el lugar de un reparador y de
un protector del cuerpo. Cuando esta sustitución se vuelve permanente , aparecen tres
cuadros: en el primero encontramos a la psíquicos, en donde el otro y el propio cuerpo se
han transformado en destinatarios intercambiables. La relación que el sujeto mantiene con
su propio cuerpo es la reproducción de la que mantiene con el otro. En el segundo
cuadro, el cuerpo pasa a ser el mediador y la clave únicos de la relación; sólo a través de
lo que le sucede a su cuerpo va el sujeto a decodificar el deseo del otro para con él. Un
tercer cuadro y menos frecuente es aquel en el cual el sujeto recusa cualquier función
relacional al estado de sufrimiento y al estado de placer experimentados por su cuerpo
Guarda la convicción de que no sufre ni goza a causa de otro o gracias a otro, sino
porque su cuerpo, responde “or naturaleza” de determinada manera a determinado
estímulo.
La primera condición de la vida de la psique es la posibilidad de autorepresentarse
su propiedad de organización viviente. Los primeros elementos de la única paleta que
puede utilizar “lo originario” son producto de una metabolización, la que le impone la
psique a las primeras informaciones que la actividad sensorial aporta. Pero estos
estímulos que el mundo emite no se transformarán en informaciones psíquicas si alguien
no qcumpliera el papel de emisor y selector de aquel subgrupo de estímulos, que en este
primer tiempo de la vida, son los únicos en poder ser metabolizados por la psique como
reveladores de sus propios movimientos de investidura y desinvestidura. La madre será el
agente privilegiado de las modificaciones que especifiquen el medio psíquico y físico que
recibe al recién nacido. Es un “modificador”. Al poder tomar conocimiento de un
“modificador” separado, los movimientos afectivos coextensos con la propia vivencia se
presentarán a la psique como auto engendrados por su solo poder. Del lado de la madre,
os encontramos por el contrario con una psique que ya ha historizado y anticipado lo que
se juega en estos encuentros y que de entrada decodifica los primeros signos de vida a
través del filtro de su propia historia.
Entre los estímulos captados algunos serna fuente de una experiencia sensorial
capaz de llevar su irradiación al conjunto de las zonas. el placer o sufrimiento se una zona
pasan a ser placer o sufrimiento para el conjunto de los sentidos. Placer y sufrimiento no
pueden presentarse a la psique sino como autoengendramientdos por su propio poder.
Hemos visto ya como la mayor parte de estos estímulos tienen como emisor ys elector
principal a la madre.
De ahí la segunda constatación de que ese placer o ese sufrimiento que la psique se
presenta como auto engendrados son “el existente psíquico” que anticipa y renuncia al
objeto-madre. Una experiencia de nuestro cuerpo ocupa el lugar que dispuesta ocupará la
madre: al YO ANTICIPADO le hace pareja una “MADRE ANTICIPADA” por una
experiencia de cuerpo.
la tercera constatación es que antes de que la mirada se encuentre con un otro con
una madre), la psique se encuentra y se refleja en los signos de vida que emite su propio
cuerpo.
Estas tres constataciones prueban que el pictograma del objeto zona
complementaria es cabalmente el único del que dispone el proceso originario.
Lo originario puede durar tres horas, tres días, tres semanas, etc. Pero su actividad
persiste a lo largo de la vida.
Lo que se pictografía ha metabolizado un estado somático como presentación de un
afecto psíquico, conjuntamente experimentado y figurado como autoengendrado. Una vez
aprendidas las tres lenguas la psique continuará utilizandolas a lo largo de la existencia.
Pero mientras que una parte de los signos de lo primario y de lo secundario podrán
intercambiarse para desembocar en la formulación de una suerte de lengua compuesta,
con la lengua originaria no sucede lo mismo. Esta última continúa ignorando que cuerpo y
psique reaccionan y viven gracias al estado de relación continua entre sí y de ambos con
su medio. El proceso originario no conoce del mundo más que sus efectos sobre el soma,
así como no conoce de esta vida somática más que las consecuencias de su resonancia
natural y constante con los movimientos de investidura y desinvestidura que signan la
vida psíquica.
Los Efectos somáticos por los que la vida del mundo abre brecha en todo nuevo
organismo sólo cesan con nuestra muerte. Hay Siempre una “fuente somática de la
representación psíquica del mundo”.
¿Qué representa el cuerpo del infans para esa madre que supuestamente lo espera
y lo recibe? Yo diría que ahí donde la madre esperaba ¿a aquel que le probaría la
realización de su deseo de ser madre? encuentra un cuerpo y aqui esta la fuente de aquel
RIESGO RELACIONAL. Este encuentro va a exigir una reorganización de su propia
economía psíquica, que deberá extender a ese cuerpo la investidura de la que hasta
entonces gozaba únicamente el representante psíquico que lo precedió. Las primeras
manifestaciones de la vida del infans le pondrán a la madre al descubierto el poder de
emoción y modificación sobre su propia psique . Las manifestaciones de la vida somática
del infansa producirán EMOCIÓN en la madre y las manifestaciones de esta emoción
modificarán el medio al que el infans reacciona y con ello, sus efectos sobre su vida psico
somática. Ese cuerpo que ella ve, que ella toca, son o deberían ser para ella fuentes de
un placer en el que su propio cuerpo participara. Este componente somático de la
emoción materna se transmite de cuerpo a cuerpo, el contacto con un cuerpo emocionado
toca al nuestro.
Si el portavoz (la madre) cree “poner en memoria” lo que se juega en el presente, su
propio pasado, su propia historia están obrando de entrada para señalar esa parte de lo
visible que será objeto de su interpretación y fuente de emoción. Esto no debería implicar
que toda expresión del cuerpo del niño deba ser interpretada y que deba desencadenar
en la madre una vivencia emocional.
El sufrimiento del cuerpo induce en la madre una respuesta que retornará al niño en
forma de revelación sobre lo que su sufrimiento representa para el otro. El cuerpo
sufriente cumplira un papel decisivo en la historia que el niño se construirá acerca del
devenir de este cuerpo y por ende de sí mismo, de lo que en él se modifica a pesar suyo.
Es lo inverso a la experiencia de PLACER que va acompañada de la esperanza de que
nada se modifique, ni en uno mismo, ni en el otro, ni en el medio. La experiencia de placer
da lugar a una sola demanda: que nada cambie. La experiencia de sufrimiento no solo
“demanda” lo contrario (que haya modificación) sino que las modificaciones esperadas
varían de un sufriente al otro y también en un mismo sufriente. Las respuestas van a
variar también.. En el registro del sufrimiento, demandas y respuestas son polimorfas.
Esta es una de las razones por las que piera usa el término “simpatizante polimorfo” para
designar un componente normal en la relación del niño con el otro y con la realidad.
Frente a un ámbito sordo a las expresiones de su sufrimiento psíquico, el niño
intentará servirse de un sufrimiento de fuente somática para obtener una respuesta.
Respuesta casi siempre decepcionante, es raro que una madre sorda a sufrimiento
psíquico sepa oír lo que el niño demanda a través de su cuerpo. Servirse de su
sufrimiento somático.
Pasada la infancia, el sujeto recurrirá menos a su cuerpo como transmisor
privilegiado de mensajes por cuanto habrá podido diversificar los destinatarios tanto como
los objetos de su demanda. Pero para que esta doble diversificación resulte exitosa aún
hace falta que ese cuerpo, tenga como referente un “cuerpo psíquico” cuya historia
pruebe el amor que se le dirigió, el reconocimiento y valoración de su singularidad.
Aun en la hipótesis más optimista de una futura madre en quién los mecanismos de
represión, sublimación y asunción de la castracion habrian cumlico sus funciones
estructurantes, ese “yo anticipado” lleva consigo la imagen del niño que todavía no está,
imagen fiel a las ilusiones narcisistas de la madre Los mensajes que la madre dirige a
este yo anticipado, así como las respuestas que este último le devuelve a la madre,
tomarán apoyo en ese relevo representado por el cuerpo del infans, sus expresiones, su
estado, sus movimientos, sus llantos. Este cuerpo, o mejor dicho las manifestaciones de
ese cuerpo deberán ser acogidas por la madre como el referente de aquel representante
psíquico que lo precedía y lo aguardaba. El cuerpo del infans es el complemento
necesario para establecer un estado de unión entre un representante psíquico pre forjado
por la psique materna y que se refería a la “idea niño” y este niño que está ahí.
Pero ¿qué sucede si falla este anclaje del representante psíquico en la realidad del
cuerpo del niño? Son posibles dos eventualidades: en la primera nos hallamos con un
fenómeno de idealización parcial: cuanto más propenso sea el desarrollo del infans a
subrayar esa distancia, más idealizado esta rá s representante psíquico y más deberá
hallarse negado en el niño todo lo que pertenezca al registro de lo diferente, de lo
imprevisto. La decodificación por la madre de los mensajes que el infante emite sólo se
mostrará correcta en el caso de que el mensaje venga a confirmar su propia
representación de aquel. Esta idealización puede provocar en el infans una inseguridad
fundamental en lo relativo a los propios testimonios sensoriales. Reacciones que
encontramos en el ESQUIZOFRÉNICO y que nos ilustran la función de escudo que el
recurso a la certeza delirante puede cumplir. La segunda posibilidad nos presenta la
imposibilidad de la madre, frente a esa misma situación, de efectuar esa idealización
fragmentaria que al menos preserva ciertos puntos de anclaje entre el iniap y su
representación psíquica. Imposibilidad que va a colocarla frente a un trabajo de duelo
referido a un infans vivo. “hacer el duelo de un vivo”. Lo que hay que hacer es el duelo de
toda posibilidad de ligazón entre el infans y el representante psíquico que lo precedió y
ello además en el momento en que un cuerpo real no puede seguir vivo sin una ayuda
exterior que presupone una investidura de la vida de ese cuerpo- pero ¿cómo podríamos
investir un objeto humano que no tuviera representante psíquico? o bien la muerte del
lactante permite preservar a una representante psíquico o bien la vida del lactante se
preserva y su representante psíquico está condenado a muerte, pero en este caso una
primera representación relacional madre-infans deberá quedar borrada para siempre de la
psique para dejar lugar a una nueva , un nuevo referente psíquico. Pero este nuevo
representante psíquico carece de arraigo en el tiempo, en un deseo, en una historia que si
está presente en los demás casos. La psique de este tipo de mares paede un
“TRAUMATISMO DE ENCUENTRO”. Este recién nacido que se impone a su mirada se
sitúa, fuera de la historia o fuera de su historia Las consecuencias de semejante comienzo
de vida dejarán en el niño casi siempre huellas indelebles en el funcionamiento psíquico.
Para que la vida del infans continúe, puede haber distintas respuesta por parte de él:
a. a psique del infans logra anticipar su asunción de la separación, de la
realidad. Gracias a esto facilitará al máximo la tarea de decodificador exterior, volviendo
sus mensajes lo más conformes posible con las únicas respuestas que la madre es capaz
de dar. Esto va a cumplirse a expensas de la autonomía psíquica: ni bien el niño pueda
formular demandas, formulará unas muy próximas a las que él supone esperadas por la
madre. EL bi´grafos e transforma en un copista.
b. Esta anticipación no puede realizar: ese otro con el que la psique se
encuentra no podrá ser investido como portador de una deseo de vida y como
dispensador de placer
c. Se instala una forma de escisión que permitirá al sujeto preservarse, mal
que bien, y generalmente mal un espacio relacional. El objeto exterior reconocido como el
único en satisfacer l a necesidad, será desconectado de toda fuente exógena de una
experiencia de placer. Las consecuencias de esta escisión reaparecen en el estatus y
función que el objeto de la necesidad va a preserva. Ellas nos aclaran ciertas formas de
anorexia y adicción. La relación que la psique establece con el otro va a instrumentarse
únicamente sobre el deseo y poder que ella le impute y sobre su propio poder de exigir o
reusar este aporte, independientemente del estado real del cuerpo. Los únicos signos
mediante los cuales la psique puede hacer sitio a un cuerpo son aquellos por los cuales
se manifiesta un cuerpo en estado de necesidad, que no es equivalente a un cuerpo
sufriente.
Así como no hay cuerpo sin sombra, no hay cuerpo psíquico sin esa historia que es
un SOMBRA HABLADA. Sombra protectora o amenazante, benéfica o maléfica, pero en
todos los casos, sombra indispensable, pues su pérdida extrañaría la de la vida, en todas
sus formas.

AULAGNIER- CONSTRUIRSE UN PASADO


El adolescente oscila entre dos posiciones: el rechazo a todo cambio de status en su
mundo relacional y una reivindicación ardiente o silencio y secreta de su derecho de
ciudadano completo en el mundo de los adultos y, muy a menudo en un mundo que será
reconstruido por él y sus pares en nombre de nuevos valores que probarán lo absurdo o
la mentira de los que se pretende imponer.
Entre las tareas reorganizadoras propias a este tiempo de transición que es la
adolescencia una tiene un rol determinante tanto para su éxito como para su fracaso: el
trabajo de poner en memoria y de poner en historia gracias al cual, un tiempo pasado y,
como tal, definitivamente perdido, puede continuar existiendo psíquicamente en y por esta
autobiografía, obra de un Yo que solo puede ser y devenir prosiguiendo del principio al fin
de su existencia. Autobiografía no solamente jamás terminada sino en la cual, incluso los
capítulos que se creían definitivamente acabados pueden prestarse a modificaciones.
Pero si ese trabajo de construcción-reconstrucción permanente de un pasado vivido nos
es necesario, es necesario aún que podamos hacer pie sobre un número mínimo de
anclajes estables de los cuales nuestra memoria nos garantice la permanencia y
fiabilidad. Ha aquí la condición para que el sujeto guarde la certeza de que es el autor de
su histori y que las modificaciones que ella va a sufrir no pondrán en peligro esa parte
permanente.
Es en el curso del tiempo de la infancia en donde el sujeto deberá seleccionar y
apropiarse de los elementos constituyentes de ese FONDO DE MEMORIA gracias al cual
podrá tejerse la tela de fondo de sus composiciones gráficas. Tejido que puede solo
asegurarle que lo modificable y lo modificado de sí mismo , de su deseo,d e sus
elecciones, no transformen a que que él deviene en un extraño para aquel que ha sido,
que su mismidad persiste en ese Yo condenado al movimiento y a su auto.modificación
permanente.
Este fondo de memoria, como fuente viviente de la serie de encuentros que
marcarán la vida del sujeto, puede bastar para satisfacer dos exigencias indispensables
para el funcionamiento del yo: garantizar en el registro de las identificaciones esos
PUNTOS DE CERTIDUMBRE que sigan al sujeto un lugar en el sistema de parentesco y
en el orden genealógico y asegurarle a disposición de un CAPITAL FANTASMÁTICO que
no debe formar parte de ninguna “reserva” y al que debe poder recurrir porque es el único
que puede aportar la PALABRA APTA AL EFECTO.
Capital fantasmático que va a decidir lo que formará parte de su investidura y lo que
no podrá encontrar lugar en ella.
El tiempo de la infancia debería concluir con la puesta en lugar y al abrigo de toda
modificación, de lo que se delimita como “singular”.
A todo lo largo de nuestra existencia la investidura de un tiempo futuro tiene como
condición la esperanza de que él permitirá la realización de una potencialidad ya presente
en el Yo que inviste ese tiempo y ese PLACER DIFERIDO
Piera serpaa el recorrido que sigue el adolescente en dos etapas: Una primera
durante la cual deberán seleccionarse, los materiales necesarios para la construcción de
ese “fondo de memoria” grante de la permanence identificatoria de lo que uno deviene y lo
que continuará deviniendo y una segunda que principia en el momento en que esa tarea
ha podido ser llevada a buen puerto y prepara la entrada a lo que se califica de edad
adulta. Segunda etapa en la que una tarea importante debera ser cumlica: la puesta en
lugar, a partir de ese pasado singular de los POSIBLES RELACIONALES accesibles a un
sujeto dado, del panorama de sus elecciones y de los límites que cada uno encontrará
allí.
La primera etapa concierne principalmente a la organización del espacio
identificatorio y la conquista de posiciones estables a partir de las cuales el sujeto podrá
moverse sin riesgo de perderse. En la segunda, ese trabajo de puesta en forma incide de
forma privilegiada sobre el espacio relacional y por consiguiente sobre la elección de los
objetos que podrán ser soportes de deseo y promesa de goce. Tanto una como otra son
el corolario de otro trabajo psíquico que las acompaña: la constitución de lo reprimido.
El fracaso de la represión puede manifestarse por su exceso y/o por su falta. En los
dos casos, las consecuencias serán una reduccion drastica del campo de los posibles
relacionales. La no represión de las representaciones de los objetos que han sido apoyo
de las primeras relaciones traerá aparejado el fracaso de este trabajo de elaboración que
había podía permitir que los apoyos de “tiempos mezclados” pudieran imantar el deseo
hacia lo desconocido. La infancia queda como un capítulo que no puede constituirse como
tal, o sea, con principio y final.
El exceso, por su parte va a extender el velo de la amnesia. El sujeto va a atenerse a
un desinvestimiento activo de todo recuerdo que podría universe a momentos relaciones.
El primer caso nos lleva a la psicosis y en el segundo encontramos a esos sujetos que
sorprenden por el desinterés que manifiestan por su propia infancia. El pasado como
tiempo de culpabilidad, de nostalgia, está sobre investido por el deprimido. Es justamente
esta sobreinvestidura lo que lo priva de un quantum libidinal necesario para investir un
futuro.
Las dos tareas específicas de la adolescencia tendrán un destino distinto en estos
sujetos: la primera será más o menos llevada a buen puerto. El tiempo de la infancia no
solo está cerrado sino encadenados por empobrecida que sea la version de ello que se da
el Yo Deja a su disposición los reparos necesarios para que encuentre el sujeto su lugar
en un orden temporal que le evita irse del lado de la psicosis. Le erra en el caso de la
segunda tarea, o sea en la puesta en lugar del área de los posibles relaciones. Para
investir la espera de un nuevo encuentro, es necesario que haya quedado investido el
cuerdo de uno ya vivido que ha formado parte de un posible realizado en nuestro pasado.
Principio de cambio y principio de permanencia rigen el PROCESO
IDENTIFICATORIO y deben poder preservar entre ellos un estado de alizana. . La otra
cara que acompaña a este proceso es el basamento fantasmático del espacio relacional.
En este punto también se encuentran actuando un ppio de cambio y un ppio de
permanenci: permanencia de esta matriz relacional que se constituye en el curso de los
primeros años de vida y que es garante de la singularidad del deseo del Yo y que se
manifiesta en esta marca, en este SELLO que se volverá a encontrar en sus elecciones
relacionales. Del otro lado, principio de cambio que baliza el cambio de los posibles
compatibles con esta matriz.
Detengámonos un momento sobre la relación de los términos matriz relacional y
REPETICIÓN. Si la repetición como mecanismo psicopatológico nos confronta con la
movilización de un mismo y único prototipo relacional, de un “repetible” y un “repetido”, no
solamente está presente en la totalidad de nuestras elecciones relacionales sino que
constituye ese hilo conductor que nos permite reconocernos en la sucesión de nuestras
investiduras, de nuestros objetos, de nuestros fines. Solamente, en este caso, nos e trata
del retorno del mismo y único prototipo sino más bien, cada vez, de una CREACIÓN
RELACIONAL, os sea de una amalgama entre el prototipo y lo que todo encuentro aporta
de todavía no conocido ni experimentado.
La gama de posibles relacionales depende de la cantidad de posiciones
identificatorias que el Yo puede ocupar guardando la seguridad de que el mismo yo
persiste, se encuentra y se encontrará en ese YO MODIFICADO que ha devenido y que
va a devenir. Inversamente, será imposible para ese mismo sujeto, toda relación que lo
lleve hacia una posición identificatoria que no puede ocupar. Tres razones pueden llevar a
esta imposibilidad: El lugar puede estar prohibido, el lugar que le asignan descalifica la
totalidad de los reparo que le permitirán establecer y preservar otras relaciones, será
parte del imposible identificatorio toda posición que lo sitúe en un lugar que no puede más
ligarse a aquellos ocupados en el pasado, un lugar fuera de la historia, desconectado de
ese trabajo de memorización y de ligazón necesario para que se reconozca en ese
“modificado” imprevisto la creación de un yo que lo precedía.
El tiempo de la infancia cubre el tiempo necesario para la organización y apropiación
de los materiales que permiten que un tiempo pasado devenga para el sujeto ese bien
inalienable que puede por sí mismo permitirle la aprehensión de su presente y la
anticipación de un futuro.
En el curso de las fases relacionales que recorre el niño, se van a anudar puntos
señeros entre ciertas representaciones fantasmáticas, sus vivencias afectivas y un rasgo
específico del objeto y situación que las ha desencadenado. Estas representaciones que
toman prestado sus materiales de las imágenes de cosa corporales operan un fenómeno
de cristalización y tendrán por ese hecho la función de REPRESENTACIONES
CONCLUSIVAS cuya leyenda va a retroyectar el yo sobre el total de las experiencias
afectivas que las han precedido en el curso de una misma fase relacional.
La leyenda fantasmática es la interpretación causal que se da el yo de la emoción
que sufre en una tonalidad de placer o'de sufrimiento, interpretación que se sustituye a la
puesta en escena fantasmática, fuente y causa del afecto. Nadie puede guardar el
recuerdo de su encuentro con el pecho, del placer del amamantamiento de la alegría que
acompaña la enunciación de un primer dominio sobre el propio cuerpo. Pero todo sujeto
se descubrirá frente al espectáculo o al pensamiento de un niño en los brazos de una
madre, invadido por una emoción de una misma intensidad. Pero aún debe ser el yo
capaz de unir algunas de sus emociones presentes cona aquellas vividas en su pasado.
En otro caso, le quedará la solución de evitar todo encuentro que lo obligaría a aceptar
una tal ligadura.
Una vez pasada la fase oral esas representaciones conclusivas que anudan una
representación fantasmática, una vivencia afectiva y unos rasgos específico del objeto o
encuentro, este rasgo puede ser reemplazado por una palabra que se depositará en la
memoria en forma de ENUNCIADOS IDENTIFICATORIOS: te amo, no te amo, etc.
Frases banales, oídas por todo niño, pero que algún día tomaron el valor de un veredicto
que los ha grabado en la memoria del sujeto, que, desde ese entonces, se arriesga a
volver a oirlos toda vez que un encuentro venda a movilizar la representación
fantasmática que ellos habían puesto en palabras. Estos puntos señeros responsables de
nuestro acceso al goce y de nuestra posibilidad de sufrimiento (dos condiciones
igualmente necesarias para que exista una vida psíquica) constituyen la singularidad de
todos nosotros en el registro del deseo. Representan la marca de lo infantil en nosotros
mismos, lo que continúa ejerciendo su accionar desde ese tiempo relacional. El capital
fantasmatico es el que decidirá los posibles relacionales para un sujeto dado.
Todos hallan como huella de un tiempo de la infancia una forma de encuentro.
Forma de encuentro que no se repetirá jamás tal cual, pero que ejercerá un poder de
imantación para el deseo y de la cual “un rasgo” que la recuerde deberá estar presente
para que este último pueda realizarse. Ningún sujeto tiene el poder de investir a cualquier
pareja sexual ni a cualquier fin narcisista, nia cualquier proyecto. Por eso, el conflicto
responsable de los cuadros clínicos es la coexistencia posible, conflictiva o imposible
entre ese núcleo de singularidad, ese permanente de la identificación y del deseo y los
compromisos, las recomposiciones, las modificaciones que exigen el encuentro y la
investidura de otros sujetos y otros fines.
En la neurosis, el conflicto se encuentra en el efecto de imantación que ejerce un
posible qué habría sido y es compatible con la singularidad del sujeto y su negativa a
realizarlo, por el miedo de que, al hacerlo, pondría en peligro esa parte de mismidad, de
permanente. En el caso de la psicosis es diferente.
¿ Que tipo de colaboración es necesaria para que el yo pueda asegurarse un
derecho de selección sobre los recuerdos que guarda´ra de algunas de las experiencias
que vive? Soloe s posible si el yo, no solo puede apropiarse, elegir en nombre propio e
investir el recuerdo de un conjunto de experiencias sino además que el pasado pueda
prestarse a interpretaciones causales no fijas, pues ellas deberan cada vez revelarse
com-posibles con las posiciones identificatorias que él ocupa sucesivamente en su
marcha identificatoria uu en la puesta en lugar de los parámetros relaciones que resultan
de ellos. Lo propio de la psicosis es desposeer al historiador de esa movilidad
interpretativa.
Pero volvamos a la adolescencia El fin de la adolescencia puede a menudo signar la
entrada en un episodio psicótico, cuya causa a menudo se relaciona con un primer
fracaso: fracaso en una primera relacions exual, en un examen, etc. Un fracaso que, sin
embargo, forma parte de muchos jóvenes y no en todos arruina el aparecen equilibrio con
el que funcionaba el sujeto. La consciencia más frecuente de esto es un brusco retiro de
investiduras que se manifiesta por una fase de retraimiento relacional de soledad,
acompañada a veces de anorexia, antes de que aparezcan los elementos que anuncian la
entrada en un sistema delirante.
El fracaso es el resultado de un movimiento de desinvestidura contra el cual el sujeto
se defiende desde hace mucho tiempo, desde siempre, gracias a diferentes prótesis
encontradas en el exterior de sí mismo, y de las que descubre repentinamente sea la
fragilidad, sea el lado excesivo del precio que exigen en cambio. Lo que se da como
causa de la descompensación es, en realidad, la consecuencia de este primer fracaso
que ha hecho imposible para el sujeto la investidura de su pasado en una forma que le
permita investir ese devenir que rechaza, por falta justamente de esa investidura
preliminar.
Si el pensamiento, es decir, la representación ideica obra del Yo, soo es una de las
funciones propias del aparato, si más aún, es el resultado de un conjunto de operaciones
psíquicas de las cuales constituye efectivamente solo la parte emergida, es también
verdad que para el Yo, esta parte representa ese todo que él cree poder aferrar
descifrando correctamente el mensaje d e ese “delegado”, lo que le permitirá conocer
quién lo envía, con qué propósito y que demanda o respuesta porta.
Por eso la cualidad, la intensidad y la fuerza de investidura por el Yo de su
ACTIVIDAD DE PENSAMIENTO nos dan la medida de lo que el Yo aporta a si mismo.
Retiramos de la investidura del tiempo pasado esa parte de la libido que nos permite
investir un tiempo futuro. El tiempo presente es el momento en que se opera ese
movimiento de desplazamiento libidinal entre dos tiempos que solo tiene existencia
psíquica: un tiempo pasado y como tal perdido salvo en el recuerdo que guardamos de él,
un tiempo por venir y como tan inexistente, salvo en la forma por la cual lo anticipamos.
Como se ve,el MOVIMIENTO TEMPORAL y el MOVIMIENTO LIBIDINAL ni son sólo
indisociables, sino que son las manifestaciones conjuntas de este trabajo de investidura
sin el cual nuestra vida se detendría. Pero, de la misma manera en que no vivimos
nuestro tiempo de manera lineal, uniforme, sino con una puntuación afectiva que nos hace
decir, de vez en cuando, que pasa como un relámpago se ha detenido. igualmente, ese
movimiento de desplazamiento que sucede de manera constante o desconocida para
nosotros, se impone a la inversa al sujeto en esos momento particulares de su existencia
que lo enfrentan a un ruptura en el movimiento temporal y relacional.
Hay que diferenciar lo vivido del propio pasado tal como lo puede vivir un neurótico,
de esta suspensión del movimiento temporal que puede preceder a la eclosión de un
momento psicótico. En la psicosis, esta suspensión del tiempo es la consecuencia del
vacío que se ha operado en la memoria por no haber podido preservar al abrigo de la
prohibición y de la selección drástica que un otro les ha impuesto, los recuerdos que
preservan viviente y móvil la historia del propio pasado. En estas historias que cada unos
en cuenta sobre sus relaciones infantiles, y también solo los amores pasados, las rupturas
y los goces que han jalonado nuestra vida ¿que hacemos sino guardar en la memoria
ciertos sucesos, momentos, emociones, que han balizado estas relaciones y que
juntamos olvidando no solamente lo que ha sucedido en los intervalos sino la existencia
de esos intervalos?
Nuestra historia libidinal es solo la cara manifiesta de una historia identificatoria que
representa su cara latente. Esta intrincación entre los hilos del tiempo y los hilos del
deseo, gracias al cual el yo encuentra acceso a la TEMPORALIDAD, sólo puede hacerse
si se opera directamente de entrada. El origen de la historia del tiempo del yo, coincide
con el origen de la historia del deseo que lo ha precedido y que lo ha hecho nacer y ser.
Será necesario entonces que esta intrincación esté ya presente en la manera en que la
madre va a vivir el tiempo de su relación con el niño. Ella también va a construir su propia
historia de tiempo relacional. Momentos delace compartido forman parte de esa relación.
No se trata de recordar lo vivido como imágenes en espiral. Se lleva en ese caso a
“INFANCIAS SIN HISTORIA”, prueba e la imposibilidad de los dos historiadores de
memorizar el pasado de su relación de forma viva, móvil.
El último carácter necesario para la construcción y memorización del pasado de y
para todo sujeto es la DOBLE INVESTIDURA de la que deberán gozar una parte de los
materiales necesarios para eso.
Poder aceptar la declinación que la infancia implica, exige que se puedan investir los
recuerdos que uno guarda de ella y también que ese recuerdo relacional, tal como uno lo
memorice, se revele investido por los dos.
El registro de la PSICOSIS nos da un ejemplo paradigmático del peligro que puede
representar la no-investidura por el otro de la memoria que el sujeto habría podido
guardar de sus experiencias relacionales. Desinvestidura, que concierne en un primer
lugar a los pensamiento que tienen al yo mismo como referente. Desinvestidura cuyas
consecuencias,, hablando temporalmente, aparecen en el momento en que debería
concluir, no el tiempo de la infancia, sino el de la adolescencia y por consiguiente, en el
momento en que el sujeto debería investir su proyecto identificatorio que lo proyecta o
anticipa en el lugar de un padre potencial.
Construir una infancia cmo pasado: eso es lo que incumbe al yo del principio al fin de
su recorrido. Tarea peligrosa y difícil de llevar al final, pes tendra conjuntamente que
preservar su investidura de lo que era y no es más e investir su auto-anticipación y por lo
tanto, eso que aun o es.
Se entiende por RUPTURA la confrontación del sujeto con un suceso que
repentinamente le devela que lo que él creía presente es, en realidad pasado. 2 Todavia
no habia visto” lo que ya había cambiado en la imagen sexual de su cuerpo, “todavia no
sabia” que este hombre, esta mujer tan amados, ya no ocupan el lugar de objeto amado.
Brusca revelación del poder modificante del tiempo que se impone como una puntuación
que pone fin a un capítulo
Construyendo un pasado es que el yo sustituye los efectos del icc, como tal
inconocibles por efectos de historia. Cuando esta sustitución causal fracasa, cuando está
puesta en historia de la vida pulsional se detiene, el sujeto se arriesga a hacer de un
momento, de un suceso puntual de su pasado infantil, la causa exclusiva de su presente
y de su futuro: desde entonces, el mismo como efecto de esa causa, sólo podrá
testimonia su sujeción a un “destino” que decreta inamovible.

AULAGNIER- COMO UNA ZONA SINIESTRADA


¿que características, propias del recorrido identificatorio, podrían explicar por qué
asistimos al pasaje de una potencialidad psicótica a su forma manifiesta, sobre todo al
final de la adolescencia?
No es posible separar lo que es del orden de la representación pulsional de lo que
resulta del campo identificatorio. No hay representación fantasmática que no sea
conjuntamente la representación que el representante se da de sí mismo en tanto
deseante. Existe una relación de interacción entre la libido objetal y la economía de la
libido narcisista o identificatoria: los dos términos son sinónimos. Siempre que nos
mantenemos en el campo de la neurosis podemos afirmar que el frente de la escena
psíquica y de la escena sintomática están ocupados por el conflicto que enfrenta a dos
“je”. El conflicto identificatorio permitirá a los dos componentes del “je” que preserven su
indisociabilidad, para estallar en la relación del “je” con sus ideales o con aquellos que los
otros supuestamente le imponen.
En la PSICOSIS suceden otras cosas. Aca la prohibición no recae sobre tal objeto,
tal meta, total proyecto particulates, sino sobre toda postura deseante que no ha sido
impuesta y legitimada arbitrariamente por el deseo, la decisión de una instancia exterior.
Es por esta razón que en la psicosis el conflicto identificatorio opone y desgarra los dos
componentes del yo (el identificante y el identificado).
Otro punto para analizar refiere a la historización de su tiempo pasado que realiza el
yo. El yo es, en cierto sentido, esa historia a través de la cual se da y nos da un a versión
(su versión) sustituyendo a un tiempo pasado y como tal definitivamente perdido. El hecho
de que un “TIEMPO HABLADO” garantice la memoria de un tiempo pasado es un
presupuesto para la existencia de un yo que no podría ser si no estuviese, mínimamente,
asegurado de que efectivamente ha sido.
Esta construcción (historización de lo vivido) es una condición necesaria tanto para
la instalación de una investidura del tiempo futuro, como para que el yo tenga acceso a la
temporalidad y para que pueda tomar a su cargo e investir lo que se llama el proyecto
identificatorio. Pero para que este proyecto sea investido también hace falta que el yo
encuentre en sí mismo, tal como piensa ser en su presente, una POTENCIALIDAD que
puede esperar realizar en su devenir futuro. Gracias a esta reconstrucción, a esta
autobiografía constituida por el to, este último puede transformar un tiempo físico en un
tiempo humano, subjetivo, que da sentido, que puede ser investido.
Lo propio del sujeto humano, de todo sujeto humano, es retrotraer a un pasado más
o menos cercano la causa de que él es, de lo que vive, de lo espera, cuando se trata de
sus afectos, de su economía libidinal, de sus deseos.
Esta retroyección causal, la mayoría de las veces va a privilegiar lo que podríamos
llamar un TIEMPO DE CONCLUSIÓN de una fase libidinal e identificatoria. Tiempo de
conclusión que sella, cada uno en su debido momento el pasaje del estado de lactante al
del niño, del estado de niño al de adolescente, del estado de adolescente al estado de
adultO.
El momento en que el sujeto entra en la adolescencia, el momento que rehúsa a
continuar a considerarse como un niño, será aquel en el cual va a dar su forma
estabilizada, aunque modificable, al relato histórico de su tiempo y a lo vivido en su
infancia. En este relato el sujeto hará responsable a su pasado de lo que es y de lo que
tiene, de lo que no es y de lo que no tiene.
El delirio es una fenómeno de DEVELAMIENTO. Un fenómeno de develamiento es
una situación, una experiencia, un acontecimiento que confronta, de manera imprevista al
yo con una autorepresentación que se impone a él, con todos los atributos de la certeza,
cuando hasta ese momento ignoraba que hubiese podido ocupar un lugar en sus propios
escenarios. De repente, un suceso, la mirada del otro, investida de manera privilegiada,
devuelven al to una imagen de él mismo que le devela el horror de una imagen ignorada
por el.
Este fenómeno de develamiento que también podemos encontrar fuera de a psicos,
alcara lo que Pier formula acerca de esas experiencias que sellan el pasaje de un modo
de relación a otro: experiencias que enfrentan al yo a lo que no sabía que se había
convertido, a la realización de lo que no quería llegar a ser, a la distancia que separa lo
que devino de lo que imaginaba que iba a ser.
En el transcurso de la adolescencia una tarea importante que el sujeto realiza es la
DESIDEALIZACIÓN de los padres. Existen algunos casos en los que el adolescente no
puede autorizarse esa des idealización lo cual obligará a excluir de su espacio de
pensamiento una parte de las informaciones que la realidad le envía. Informaciones para
las cuales estaría perfectamente preparado para decodificar y sin embargo se lo prohíbe.
La consecuencia será una auto-mutilación de su propia actividad de pensamiento. Este
peligro (evitado en parte en el campo de la neurosis) da cuenta, de la urgencia que
representa para el adolescente la posibilidad de investir nuevos objetos, de proponer
nuevas metas a su deseo, de proponerse nuevos ideales.

SI volvemos a la psicosis, para poder abordar los peligros psíquicos que pueden
transformar una crisis de adolescencia en una crisis psicótica se plantea una primera
pregunta: ¿Habría o no, que considerar la presencia de tales fenómenos como
consecuencia de trabas psíquicas, ya existentes y que hasta ese momento habían podido
permanecer veladas? La aparición de una sintomatología psicótica es siempre la forma
manifiesta que toma una potencialidad psicótica, existente mucho antes d e la
adolescencia. Esta POTENCIALIDad ES LA CONSECUENCIA DE ESA GRIETA QUE
SE CONSTITUYE ENTRE LOS DOS COMPONENTES DEL YO. La conjunción entre
identificante e identificado no fue más que un collage superficial que se mantuvo
mediocremente y a menudo bastante mal hasta el momento en que una situación
conflictiva llegó a ponerla en peligro. La irrupción del momento psicótico sella el encuentro
del yo con un suceso psíquico que le devela una catástrofe identificatoria que ya tuvo
lugar. El pasaje de una potencialidad psicótica a una psicosis manifiesta ocurre en el
momento en que el adolescente descubre que, en su recorrido identificatorio pasado
nunca había encontrado las condiciones que le hubiesen asegurado el carácter
autónomo, inalienable de una parte de sus referencias identificatorias en el registro de lo
simbólico y que le hubiesen garantizado su parte de libertad en la elección de sus objetos,
de sus metas,de sus deseos.
A continuación Piera relata un caso clínico, sE TARRA DE gEORGES, UN SEÑOR
DE ALREDEDOR DE 30 AÑOS QUE PIDE UN ANÁLISIS POR PROBLEMAS DE ORDEN
NEURÓTICO. nO SE DECIDE SOBRE UN CAMBIO DE LUGAR QUE SE LE PROPUSO
Y SE ANGUSTIA ANTE ESTA NO ELECCIÓN. pOR OTRO LADO, LA MUJER CON LA
CUAL ESTÁ CASADO DESDE HACE 4 AÑOS,S E ENAMORÓ DE OTRO HOMBRE Y
TIENE EN MENTE DEJARLO. ÉL ES INCAPAZ DE DECIDIR SI PREFIERE
DIVORCIARSE O SI PREFIERE VIVIR CON SU MUJER SABIENDO QUE TIENE UN
AMANTE. eN LA SEGUNDA ENTREVISTA HIZO UNA BREVE ALUSIÓN A UNA “CRISIS
DE ADOLESCENCIA”. eN MAYO DEL 68, REPENTINAMENTE HABÍA VACILADO
ENTRE PROSEGUIR SU PREPARACIÓN PARA PASAR A UN CURSO DE INGRESO
EN LOS ESTABLECIMIENTOS DE ENSEÑANZA SUPERIOR o dejar caer el proyecto
para ir a trabajar a una fábrica. Al final y tras momentos de depresión, retoma sus
estudios.
A pesar de que esa crisis se haya resuelto al cabo de dos o tres meses y sin
hospitalización se trata de un EPISODIO PSICÓTICO. El análisis permitió dilucida las
condiciones que lo desencadenaron, considerando a demás en el curso del propio análisis
dos episodios idénticos aunque más breves.
Piera aclara que el padre de Georges es judío y la madre católica. Hasta los 15 años
Georges no sabía que el padre era judío. El episodio delirante revelará toda la
complejidad y la ambigüedad de su relación con el padre.
En mayo del 68 lo que ocurre en las calles de parís e spara Georges totalmente
inesperado. él nunca se ocupó de política. Ese campo social, en el cual habia creido tener
y guardar su lugar sin mayores problemas, le envía un discurso extraño y desconocido
para sus oídos. Justo en el momento que Georges más hubiera necesitado apoyarse en
esos puntos de sostén ofrecidos por el campo social este lo enfrenta a un
cuestionamiento de sus certezas y sus valores, entrando en contradicción con las
concepciones familiares.
El padre vivió mayo del 68 como una revolución inaceptable de los valores. Le dice a
Georges: “haciendo suya esta lucha te haces cómplice de mi ruina, de la cual no podré
salir, no me queda más que encarar el suicidio”. A esta primera vacilación de sus
referencias identificatorias se agrega otra: desde los 12 años Georges tiene un amigo que
representó para piel una especie de hermano mayor. Este amigo era un militante muy
comprometido. Cuando Georges le expresa su reticencia para seguir las actividades
políticas, el amigo le advierte que si abandona las reuniones. no lo volverá a ver jamás.
Segunda amenaza y segunda acusación.
Pero las cosas no termina acá: una escen que lo enfrenta con su madre tendrá un
efecto tela de tensión que culminará en el desencadenamiento del episodio delirante. La
madre no soporta a agustí que siente cada vez que su hijo participa en las reuniones.
Hay una cierta repetición de las “acusaciones” y la acusación materna condensa y revela
las amenazas implícitamente presentes en aquellas que fueron pronunciadas por el padre
y por el amigo. El resultado de todo esto será la brusca caída de Georges en el delirio.
La escena con la madre es la siguiente: después de haber tratado de convencerlo de
que no vaya a las reuniones, lo agarra de los hombros y le gritó “estás loco como tu tio,
sos parecido a él, hice todo para que seas diferente, pero no sirvió de nada”. Acusación
tanto más traumatizante siendo que para Georges el término locura está ligado a la
imagen de su hermano mayor que es epiléptico.
Al cabo de pocas hs de esto, se le impone a georges la certeza delirante de que él
tiene una missió secreta que es el único que puede salvar al mundo, hacer compartir por
todos un proyecto político de fraternidad.
Enfrentado a l a fragmentación de los identificados, el yo solo puede sobrevivir
teniendo que negar esa desposesión identificatoria, ese estallar de los soportes
narcisistas, proyectándose en la representación de un yo que ya hubiese realizado su
proyecto, pero un proyecto marcado con las armas del delirio.
El medio ambiente psíquico tanto como el propio espacio psíquico en el que adivino
el yo de Georges, lo enfrentaron a lo largo de su proceso identificatorio con conflictos.
Dejaron secuelas que trató como ZONAS SINIESTRADAS en las cuales se prohíbe el
acercamiento rodeandolas de sólidas carreras y de carteles de señalización.
Entre los factores responsables de estos “siniestros” dos tuvieron un papel esencial.
Primero la epilepsia de su hermano. Luego, a partir de sus tres años, la actitud enigmática
de su tío paterno. Enfrentado desde el comienzo de su recorrido identificatorio con un
hermano que le devolvía la imagen de un hijo loco inasumible y con una actitud materna
incapaz de aportar la seguridad necesaria a la vez que con un padre poco presente,
Georges logró no obstante reparar y tratar de remediar esas primeras fisuras que
marcaron su campo identificatorio.

Aulagnier, P. (1994). Prefacio. En Los destinos del placer. (pp. 9 - 19). Buenos Aires.
Editorial Paidós. Psicología Profunda.

Ha habido razón en denunciar lo que puede tener de terrorista el saber; pero en nuestra
disciplina también habría que recordar lo que la ignorancia tiene de aterrorizadora por sus
consecuencias.

El título que he elegido se inspira en otro conocido por todos nosotros: Las pulsiones y
sus destinos. Si, como escribe Freud, la pulsión no conoce más que una meta, esta meta
solo esta catectizada, tan intensa como ciegamente, porque alcanzarla permite volver a
encontrar ese estado de placer hacia el cual apunta la psique, sea cual fuere la instancia,
o el proceso, que se considere. Este estado de placer y/o estado de quietud, de no
necesidad, de silencio del cuerpo, son los únicos dos fines que conoce la actividad
psíquica, los dos objetivos antinómicos que persigue.
Durante el encuentro inaugural boca-pecho, experiencia igualmente inaugural de un poder
y de una posibilidad de placer de las zonas erógenas, un mismo objeto se ofrece a la vez
como causa de la desaparición de la necesidad y como causa del placer órgano-sensorial.
Primera fusión causal y primera fusión en el registro de la representación, a partir de las
cuales el objeto que satisface la necesidad de placer, puede convertirse en el objeto que,
al tornarse durante su ausencia responsable del retorno de la necesidad, se ofrece a
Tanatos como soporte de su deseo de destrucción.
La pregunta que abordare en estos seminarios puede formularse así: ¿Qué sucede con
esas fuerzas pulsionales “ciegas” una vez que el yo tenga que “hablarlas” y pueda
hacerlo, transformándolas así en esas demandas que un yo dirige a otro yo tornándolas
compatibles con esas “exigencias de la realidad” que debe considerar si quieren
conservarse vivo?
Alienación – amor – pasión: tres destinos que la búsqueda del placer puede imponer a
nuestro pensamiento y a nuestras catectizacion, pero también tres “destinos” que la
experiencia analítica puede imponer tomando como instrumento esa condición cuya
presencia es necesaria para que haya análisis: el amor de trasferencia.
En el análisis de la relación amorosa, relación de la cual hice el prototipo de lo que llamo
las relaciones de simetría, he intentado demostrar el compromiso que el amante está
obligado a preservar entre placer y sufrimiento, entre catectizaciones privilegiadas y su
posibilidad de cambiar de objeto, entre el yo pensado y el cuerpo que él habita:
compromisos sin los cuales no podría preservar su investimento de la realidad, ya que se
supone que eso implica la catectización por el pensamiento y por el yo de ese índice de
realidad que le concierne, y que es lo único que puede darle un estatuto de existente ante
su mirada y ante la mirada de los otros.
En el análisis del estado de alienación y del estado pasional, que he tomado como
prototipo de las relaciones de asimetría, he querido aislar una “patología” particular de las
catectizaciones que no pertenecen ni al registro de las neurosis ni de la psiquis. Tanto la
fuerza alienante como el objeto catectizado pasionalmente tienen la extraña propiedad de
satisfacer tanto los objetivos de Eros como los de Tanatos, y tornan posible así una fusión
pulsional temporaria, y siempre precaria, que impone silencio al conflicto del mismo
nombre y al conflicto identificatoria.
La droga, el juego, el otro amado apasionadamente permiten huir del conflicto y creer
realizable y realizada la loca esperanza de haber excluido toda razón, toda posibilidad de
sufrimiento psíquico.
La paseo no implica un cambio cuantitativo en relación con el amor, sino un cambio
cualitativo; ella transforma lo que hubiera debido permanecer como objeto de placer y
objeto de demanda, en un objeto que se ubica en la categoría de la necesidad. Alienar su
pensamiento de la ideología identificatoria que el otro defiende e impone no es
simplemente optar por nuevas referencias identificatorias cuya catectización sería más
segura; ante todo consiste en descatectizar el propio proyecto y los propios ideales
identificatorios, lo que implica la descatectizacion nada menos que del tiempo futuro.

ALIENACIÓN Y PSICOSIS
Si todo síntoma es un compromiso entre lo reprimido y la acción represora del yo, el
afecto que acompaña al síntoma y que se expresa a través de ese conjunto de
sentimientos que llamamos angustia, depresión, persecución, despersonalización, nos
remite a la causa del compromiso: el conflicto identificatorio presente en el espacio del yo.
conflicto entre el yo y sus ideales o entre esas dos caras que son el yo como identificante
el yo como identificado. En el primer caso estamos en el registro de la neurosis. En el
segundo en la psicosis.
Entre la respuesta neurótica y la respuesta psicótica, la experiencia comprueba un tercer
camino de salida del conflicto identificatorio que denominó ALIENACIÓN.
Definirá con este término uno de los destinos que el conflicto identificatorio puede imponer
al yo: destino particular puesto que, por una parte, reduce al máximo la angustia y el
sufrimiento psíquico que la psicosis refuerza y por otra, para hacerlo recurre a cierto
números de mecanismos que, desde el punto de vista del observador, mientras una
desrealización, una “locura” del pensamiento que nada tiene que envidiar a la psicosis.
odos los fenómenos psicopatológicos que encontramos en la clínica son la consecuencia
de un conflicto que tiene lugar en las catexias del yo y, por consiguiente, en su economía
identificatoria.
Lo propio del yo es poder representarse y representar lo existente bajo la forma de una
construcción. Para conseguirlo, tiene que poder añadir a la imagen de cosa la imagen de
palabra, por lo tanto catectizar esta última El conocimiento de la nominación es para el yo
u n a suposición necesaria para catectizar la “cosa” que es su referente- Pero el discurso,
la significación, es también la entrada en la escena psíquica de un “mundo hablado”.
Puede parecer trivial recordar que nada garantiza al yo su persistencia en el tiempo que
sigue al momento presente y que todo le demuestra que solo puede persistir tornándose
otro, alterandose, aceptando descubrirse diferente del que era y del que es en un ahora
siempre efímero. Con el yo irrumpe en la psique la categoría de temporalidad, y por la
misma razón el concepto de diferencia en su aspecto más difícil de asumir: la diferencia
de sí mismo a sí mismo.
La tarea del yo es tornarse capaz de pensar su propia temporalidad: para ello le hace falta
pensar, anticipar, catectizar un espacio-tiempo futuro.
El yo puede tropezar con un escollo: no lograr tornarse pensable para sí mismo ni lograr
tornar pensable y catectizar su propio devenir, hallarse incapacitado para catectizar lo que
el flujo temporal le impone como diferencia entre él mismo tal como devendrá y él mismo
tal como se descubre deviniendo.
La particularidad del yo reside en que él haya sido ante todo efectivamente la ideal, el
nombre, el pensamiento hablado en el discurso del otro: sobra hablada proyectada por el
portavoz sobre una psique que la ignore Y QUE TAMBIÉN IGNORA SUS exigencias y su
loco objetivo. Enunciados que vienen de otra parte y de los que la voz del niño se
apreciará primeramente repitíendolos.
Una vez efectuada esta catectización, el yo podrá ocupar el sitio de enunciante de esos
mismos pensamientos, tras lo cual estos retornan a su propia escucha como un
enunciado del que él es el agente y por medio del cual se impone a su propia percepción
y a su propia actividad de pensamiento en cuanto existente. Esto es pensamientos
retornan al enunciante bajo la forma de un IDENTIFICADO en el cual el enunciante halla
el apoyo necesario para su autocatectizacion.
Primer surgimientos del yo. Recordemos que trae una primera fase de la existencia del yo
el niño continúa dejando al portavoz la aeea de formular ANHELOS IDENTIFICATORIOS
que conciernen a su futuro. Es la madre la que le “cuenta” la manera como ella sueña su
futuro (el del niño)
El reconocimiento de una separación entre su cuerpo y el de la madre, el reconocimiento
de la dualidad que constituye la pareja parental, preceden al reconocimiento de una
diferencia temporal que se inscribe en el yo mismo. Si el presente se diferencia bastante
pronto en relación el el pasado, el yo comienza por imaginar el futuro como el tiempo en el
que, idéntico a sí mismo, podrá retornar un estado, un momento, un placer, pasadoa.
El yo deja durante cierto tiempo al otro la tarea de catectizar su propio tiempo por venir, de
operar esta segunda anticipación necesaria para sostener anhelos que llegan a dar
sentido a la necesidad de cambiar. Si el yo solo puede ser apropiándose y catectizado
pensamientos con función identificante, de los cuales él se reconoce como enunciante sin
saber que ante todo ha sido un simple “repitente” del discurso del otro, existe un segundo
momento fundamental para su funcionamiento que exige que retome por su cuenta la
segunda acción anticipadora desempeñada en primer lugar por el portavoz. Esto
presupone que el yo tenga acceso y que haga suyos los anhelos identificatorios que
caracteriza el futuro pero un futuro que ya no será un simple anhelo de retorno al pasado.
La apropiación de un anhelo identificatorio que tenga en cuenta este no-retorno de lo
mismo es una condición vital para el funcionamiento del yo.
Para que el yo se preserve, es necesario que el identificante se asegure la catectización
esos soportes: EL IDENTIFICADO ACTUAL Y EL DEVENIR DE ESE IDENTIFICADO.
LLegados a este punto, se plantea una cuestión: ¿que prima de placer permite al yo
catectizar un fluir temporal que lo lleva hacia la muerte? Las razones que permiten que se
preserve un PROYECTO IDENTIFICATORIO, son tan múltiples como las que permiten
salvaguardar la catectización por el yo de su estado de ser viviente. Pero una de estas
razones merece nuestra atención: el IDENTIFICANTE, ese agente de la acción psíquica
necesaria para la catectización de los pensamientos con función identificante, solo
mantiene esa catexia mientras preserva la creencia de que esos enunciados, esos
pensamientos, efectivamente conforman al tuyo que nombran. La catectización del
identificado por el identificante implica la presencia de una certeza inmediata, aunque
fugitiva, de esta conformidad. La duda no puede ser más que un movimiento secundario.
Esta certeza de conformidad entre el pensamiento la cosa es una condición para la
identificación.
Pero esta certeza no es del mismo tipo que la certeza propia de lo originario o de lo
primario, porque si no, nada diferenciaría el funcionamiento del proceso secundario del
funcionamiento propio del primario. Si el yo solo puede catectizar un pensamiento que
cree verdadero, este atributo de verdad, a su vez, podrá ser interrogado, cuestionado, por
el pensamiento que le sigue y que el primero ha hecho posible: es esto lo que llamé la
PRUEBA DE LA DUDA, consecuencia del necesario reconocimiento del cambio, de la
alteración que impone al yo su propia realidad física y psíquica.
Entonces, la unidad identificante-identificado es condición misma de la existencia del yo y
presupone que se conserven en el espacio identificatorio ciertos puntos de certeza. Es la
relación del identificante con esos puntos de certeza lo que hace posible y preserva la
identificación simbólica.
La prueba de la duda, siempre en el registro de la identificación, podrá imponerse por el
contrarios todos lo que desborda esos puntos de certeza, ahí se convierte en el
equivalente de la castración en el registro del pensamientos. Esta duda no debe trasponer
el umbral más allá del cual el identificante ya no podría anticipar y catectizar lo que el yo
podrá devenir..
Los soportes del proyecto identificatorio, o los IDEALES DEL YO, están catectizados
gracias a la ilusión de la supremacía de la imagen de palabra. Al crear por anticipado la
idea de lo que devendrá el yo, es decir, al catectizar y pensar un yo que no puede, en el
momento en que se lo anticipa, desmentir el pensamiento, puesto que la “cosa” a la cual
refiere el pensamiento aún no existe, el pensante o identificante está movido por la
esperanza de la abolición de toda separación entre la palabra y la cosa, y con mayor
precisión, entre el yo pensando y el yo en su inasible realidad.
¿que identificado catectiza al identificarte en cada instante de ser del yo? la imagen del yo
que le devuelve su propia retina y la retina de los otros y, conjuntamente el enunciado con
que él enlaza estas dos imágenes. Pero este enunciado, salvo en momentos particulares,
es también lo que confirma al yo la no-realización del anhelo identificatorio. Salvo esos
momento en que el yo coincide con un estado de 2 placer realizándose” lo que retorna al
yo como el identificado que lo represente será siempre diferente, estará ausente, en
relación con lo que él esperaba de ese momento presente en el cualse realiza el anhelo
de ayr.

AULAGNIER- EL CONFLICTO IDENTIFICANTE IDENTIFICADO EN LA PSICOSIS

AULAGNIER- EL DERECHO AL SECRETO


Preservarse el derecho y la posibilidad de crear pensamientos y, más simplemente de
pensar, exige arrogarse el de elegir los pensamiento que uno comunica y aquellos que
uno mantiene secretos: ésta es también una condición vital para el funcionamiento del Yo.
La experiencia analitica presupone un pacto poro el cual el sujeto se ha comprometido a
hacer todo lo posible por poner en palabras la totalidad de sus pensamientos: pero aún le
es preciso saber respetar la distancia que separar la mención de ese pacto y una actitud
que despoja al sujeto de todo derecho a un pensamiento autónomo, y hace del discurso
del analista la “novela” impuesta a todos aquellos que habían venido a pedirle que los
ayudara a conquistar oa preservar ese derecho.
La pérdida del derecho a secreto supondría, al lado de un exceso por reprimir, un
demenos por pensar: dos eventualidades que amenazan volver igualmente imosver la
actividad de pensar y con ello la existencia misma del Yo.
Mientras el analista indague la función del pensar secretamente en el exclusivo registro
de la neurosis no advertirá sino su resultado más aparente, aunque también él esencial:
permitir que el sujeto fantasmática sin tener que hundirse en el sueño o sin tener que
pagarlo con un compromiso sintomático. Se le escapará otra condición que hace posible
esa función: es preciso que pensar secretamente haya sido una actividad autorizada y
fuente de placer para que la fantasma tización diurna se incorpore a esa experiencia y no
lo inverso. La posibilidad de secreto forma parte de las condiciones que permitirán al
sujeto, en un segundo momento dar el status de fantasma a algunas de sus
construcciones ideales que por este hecho él diferencia del conjunto de sus
pensamientos: el fin y placer que espera de ellas serán igualmente diferenciados. La
psicosis nos muestra lo que es no poder conceder el estatus de fantasma a un
pensamiento, no poder separar ya l que es tal de lo que no lo es.
De manera más general, diremos que debe poder preservarse el placer de pensar que no
tiene más razón que el puro placer de crear ese pensamiento: sun comunicación eventual
y el suplemento de placer que de ello puede resultar deben resultar facultativos
Al lado de deseo y del placer ligados a la comunicación de los propios pensamientos, al
lado del placer solitario que resulta del fantasma erótico, debe ser preservado un placer
vinculado a la presencia de pensamientos secretos que, por ello, no acompañan ni
apuntan al placer de una zona erógena ni al placer orgásmico.
Debe coexistir la posibilidad para el sujeto de crear pensamientos cuyo único find a
aportar al Yo que los piensa, la prueba de la autonomía del espacio que habita y de la
autonomía de una función pensante que es el único en poder asegurar: de allí el placer
sentido por el yo al pensarlos.
En el registro del yo, concebido por nosotros como agente de la actividad de pensar y
cómo la instancia constituida por los pensamientos que la piensan y la “hablan” y por las
cuales ella se piensa y se “pone en sentido”, debe resultar posible una prima de placer
muy particular que no tiene otra causa ni otra mira que probarle la permanencia de un
derecho de goce inalienable concerniente a sus propios pensamientos.
Para el analizado y para el analizante el trabajo psíquico que el éxito y el desarrollo de la
experiencia exigen sólo puede sostenerse si ambos pueden hallar placer en esa creación
de pensamientos que se denomina análisis. El término creación debe entenderse en
diferentes niveles:
1. Creación por el analizado de una nueva versión de su historia singular,, versión que
nunca existió tal cual antes del análisis, en ningún recoveco de lo reprimido
2. creación por el analista que, a partir de su propia conquista teórica se descubre
construyendo con el otro algo nuevo, algo inesperado
3. creación por los dos participantes de una historia concerniente a su relación
recíproca, lo que podemos llamar historia transferencia, que les revela una de las
posibilidades de las que en ese registro eran portadores
4. creación, por último de un objeto psíquico que no es otra cosa que esa historia
pensada y hablada que se establece sesión tras sesión.

Al examinar las teorías sexuales infantiles, freud demostró el papel decisivo que para el
pensamiento del niño juega el descubrimiento de la mentira presenta en la respuesta
parental a su pregunta sobre el origen. El descubrimiento de tal mentira conduce al niño a
una segundo descubrimiento: la propia posibilidad de mentir, es decir la posibilidad de
esconder al Otro y a los otros una parte de sus pensamientos.
En una fase en que su vida aún permanece dependiente de los cuidados del exterior y en
primer lugar de la madre, el niño se da cuenta de que sin embargo está en su poder crear
“objetos” (pensamientos) que solo él puede conocer.
La autonomía o libertad del pensamiento representa para el Yo la única condición que
puede motivar y justificar el investimiento narcisista tanto del trabajo de puesta en sentido
que le incumbe como de las producciones que de él resultan. El pensamiento es investido,
ante todo, en cuanto creación que uno debe a sí mismo, nada cambió en esto el hecho de
que se trate de un pensamiento de Otro. Obligar a un sujeto a no pensar más que
pensamientos impuestos haría imposible todo placer para la instancia pensante (el yo).
En la relación madre-hijo, será en el registro del pensar que va a librar una lucha decisiva
concerniente a la aceptación o el rechazo por parte de la madre, del reconocimiento de la
diferencia de la singularidad, de la autonomía de ese nuevo ser que ha formado parte de
su propio cuerpo. Si ella es capaz de reconocer el derecho del niño a no repetir ningún
“pasado” perdido la madre podrá aceptar entonces el no saber siempre lo que él piensa,
el permitir el juego y el placer solitario de un pensamiento fascinado por el poder que
descubre poseer.
El derecho a mantener pensamientos secretos debe ser una conquista del yo, el resultado
de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño la
inevitable contradicción del deseo materno a su respecto.
Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que verificarlo: tales son las
exigencias que el Yo no puede esquivar, el precio con el que paga su derecho de
ciudadanía en el campo social y su participación en la aventura cultural. Pronto aprender
el yo que el pensar es un “trabajo” necesario, pero un trabajo que supone muchas
pruebas, fuentes de displacer, trabajo que le deja muy poco respeto. Una de las
condiciones (no la única) para que el investimento de esta actividad se mantenga es que
el Yo pueda preservarse el derecho de gozar de momentos de placer “solitario” que no
caigan bajo el golpe de la prohibición, la falta, la culpa.
Fuera de la patología, no puede haber actividad de pensar si no se recibe placer o se lo
espera en recompensa y ese placer solo es posible si el pensamiento puede aportar la
prueba de que no es la simple repetición de un ya-pensado desde siempre. Se
cpomprende entonces que en la situación analitica, si e analista no tiene cuidado, puede
llegar a imponer al sujeto una puesta en ecuación preestablecida, reconocida
“predigerida” por su propio mundo psíquico. No puede haber realización del proyecto
analitico si ambos participantes no son capaces de correr el riesgo de descubrir
pensamientos que podrían cuestionar sus conocimientos más firmes.
Esto supone que el sujeto goce de una libertad de pensamiento que incluye también la de
mantener secretos determinados pensamientos,no por vergüenza, culpa o temor sino
simplemente porque confirman al sujeto su derecho a es aparte de su autonomía psíquica
cuya preservación es vital para él. En este punto tropezamos con la paradoja presente en
la situacion analitica: ¿como favorecer el investimento de la libertad de pensar e imponer
la cláusula del decir-todo?
Analista y analizado son forzados a favorecer una situación y una relación que poseen
como condición de eficacia el establecimiento de una serie de factores que amenazan
inducir, en ambos, esos mismos efectos de alienación contra los cuales lucha el trabajo
analítico y cuya desaparición representa el fin último del análisis.
Investir la actividad de pensar, ser capaz de sentir placer al favorecer ese investimiento en
otro, amar el riesgo de descubrir otra verdad a pesar del precio que cueste, tales son las
cualidades psíquicas que el analista habrá podido hacer suyas durante su propio análisis
o a las que nunca deberá renunciar. El analista, si es capaz frente a todo sujeto de
respetar su autonomía del pensamiento, podrá poner su trabajo interpretativo a servicio
de la búsqueda de verdad del otro y no a servicio de su suficiencia de supuesto teórico.

WINNICOTT

REALIDAD Y JUEGO- CAP 3


La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del
terapeuta. Está relacionada con las personas que juegan juntas. El corolario de ello es
que cuando el juego no es posible, la labor del terpauta se orienta a llevar al paciente, de
un estado en que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo. Se refiere a una
“fusión prelógica de sujeto y objeto”
En los escritos psicoanalíticos el tema del juego ha sido vinculado en forma muy estrecha
con la masturbacion y cn las distintas experiencias sensoriales. Pero el juego debe ser
estudiado como un tema por si mismo, complementario del concepto de sublimación del
instinto.Cuando un niño juega falta en esencia el elemento masturbatorio, o para decirlo
con otras palabras: si la excitación física o el compromiso instintivo resultan evidentes
cuando un chico juega, el juego, se detiene, o por lo menos queda arruinado.
Establezco una diferencia significativa entre el “sustantivo juego” y el “verbo jugar”. Todo
lo que diga sobre el jugar de los niños también rige para los adultos.
El significado de jugar adquirió un nuevo color desde el tema de los fenómenos
transicionales. Lo que llamó fenómenos transicionales son universales.
El jugar tiene un lugar y un tiempo.No se encuentra adentro segun la acepcion de esta
palabra, tampoco está afuera, es decir, no forma parte del mundo repudiado, el no-yo, lo
que el individuo ha decidido reconocer como verdaderamente exterior. Para dominar lo
que está afuera es preciso hacer cosas y hacer cosas lleva tiempo, jugar es hacer.
Para asignar un lugar al juego postule la existencia de un espacio potencia entre el bebé y
la madre. Espacio que enfrentó a un mundo interior y al mundo exterior.
El juego es UNIVERSAL y corresponde a la salud facilita el crecimiento y por lo tanto ésta
última, conduce a relaciones de grupo, puede ser una forma de comunicación en
psicoterapia. El psicoanálisis se ha convertido en una forma muy especializada de juego a
servicio de la comunicación consigo mismo y con los demás. Lo natural es el juego, y el
fenómeno altamente refinado del siglo XX es el psicoanálisis.
Es posible entonces escribir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de
desarrollo y buscar donde empiezan a él jugar.
a) El niño y el objeto se encuentran fusionados. La visión que el primero tiene del
objeto es subjetiva, y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto
a encontrar.
b) El objeto es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva. Este complejo
proceso depende en gran medida de que exista una madre o figura materna
dispuesta a participar y a devolver lo que se ofrece.Esto significa que la madre se
encuentra en un “ir y venir” que oscila entre ser lo que el niño tiene la capacidad de
contar y ser ella misma, a la que espera que la encuentren. Sí puede representar
ese papel durante un tiempo, entonces el niño vive cierta experiencia de “control
mágico” La confianza en la madre constituye entonces un campo de juegos
intermedios, en el que se origina la idea de lo mágico. Yo lo denomino campo de
juego, porque el juego empieza en él. Es un espacio potencial entre la madre y el
hijo.
c) La etapa siguiente consiste en encontrarse solo en presencia de alguien. El niño
juega entonces sobre la base del supuesto de que la persona a quién ama y es
digna de confianza se encuentra cerca, y que sigue estándolo cuando se la
recuerda
d) El niño se prepara para la etapa que sigue, consistente en permitir una
superposición de dos zonas de juego y disfrutar de ella
La zona de juego no es externa ni interna. En ella el niño reúne objetos o fenómenos de la
realidad exterior y los usa al servicio de una muestra derivada de la realidad interna. Sin
necesidad de alucinaciones, emite una muestra de capacidad potencial para soñar y vive
con ella en un marco elegido de fragmentos de la realidad exterior. Al jugar, manipula
fenómenos exteriores a servicio de los sueños e inviste alguno de ellos de significación. El
juego compromete al cuerpo debido fundamentalmente a: la manipulación de objetos,
porque ciertos de tipos se vinculan con algunos aspectos de la excitación corporal y
porque la excitación corporal erógena amenaza a cada rato el juego, y por lo tanto al
sentimiento del niño de que existe como persona. Los internos son el principal peligro
tanto para el juego como para el yo.

Donald Winnicott - Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión.


El estudio del lugar de la regresión en el campo analítico es una de las tareas que Freud
dejo sin realizar para que nosotros la empre diésemos y creo que se trata de un tema para
el cual esta Sociedad está preparada. El tema de la regresión me ha llamado
poderosamente la atención a la vista de ciertos casos vividos durante los últimos doce
años de mi labor clínica.
El análisis no es solamente un ejercicio técnico. Es algo que somos capaces de realizar
cuando hemos alcanzado una fase determinada en la adquisición de una técnica básica.
Lo que somos capaces de hacer nos permite cooperar con el paciente en el seguimiento
del proceso, que en cada paciente tiene su propio ritmo y su propio curso, todos los
rasgos importantes de este proceso emanan del paciente y no de nosotros en tanto
analistas. Por consiguiente, convendrá que tengamos claramente presente la diferencia
entre la técnica y la ejecución del tratamiento.
La elección de casos simplifica la clasificación. Para mis fines agrupare los casos de
acuerdo con el equipamiento técnico que requieran del analista. Mi división de casos se
hace en las tres categorías siguientes: 1) Primeramente, aquellos pacientes que funcionan
como personas completas y cuyas dificultades corresponden al reino de las relaciones
interpersonales. La técnica para el tratamiento de estos pacientes es propia del
psicoanálisis tal como este se desarrolló en manos de Freud a principios del presente
siglo. 2) En segundo lugar, tenemos pacientes cuya personalidad empieza justamente a
ser completa. Este es el análisis de una fase de la inquietud, o de lo que es conocido bajo
el término de “posición depresiva”; estos pacientes requieren el análisis del estado
anímico y si bien la técnica empleada no difiere mucho de la que se emplea con los
pacientes de la primera categoría, surgen algunos problemas nuevos relacionados con el
aumento de la gama de material clínico tratada: lo que tiene importancia aquí es la idea
de la supervivencia del analista en calidad de factor dinámico. 3) En el tercer grupo,
coloco a todos aquellos pacientes cuyo análisis debe enfrentarse con las primeras fases
del desarrollo emocional antes y hasta la instauración de la personalidad como entidad,
antes de la consecución del estado de unidad espacio-tiempo. La estructura personal no
está firmemente asentada. En este tercer grupo, el énfasis recae en la dirección o control.
En la última de estas tres categorías cae una de las pacientes que quizás más me hayan
enseñado acerca de la regresión. Puede que en otra ocasión les dé una información
completa de este tratamiento, pero de momento debo limitarme a señalar que he tenido la
oportunidad de dar vía libre a una regresión y ver cuál era el resultado.
Características del caso: paciente de mediana edad; desarrollo precoz de un self falso;
para que el tratamiento resultase eficaz debía producirse una regresión en busca del self
verdadero. Decidí al principio que había que dejar que la regresión siguiera su curso y no
se hizo ningún intento de interferir la marcha del proceso regresivo. Pasaron 3 o 4 años
antes de que se alcanzase la profundidad de la regresión, a continuación se inició el
progreso del desarrollo emocional. No ha habido otra regresión. Ha habido ausencia de
caos, aunque la amenaza del mismo jamás dejo de estar presente.
El tratamiento y dirección de este caso ha exigido la participación de cuanto poseo en mi
calidad de ser humano, de analista y de pediatra. En especial, he tenido que aprender a
examinar mi propia técnica siempre que surgían dificultades y siempre, en la docena
aproximada de fases de resistencia, ha resultado que la causa estaba en un fenómeno de
contratransferencia que hacía necesario un mayor análisis del analista. Lo principal es
que en este caso, al igual que en muchos otros, he tenido necesidad de reexaminar mi
técnica, incluso la adaptada a los casos más corrientes. Antes de explicar lo que quiero
decir debo explicar qué sentido doy a la palabra “regresión”. Para mí, la palabra
“regresión” significa simplemente lo contrario de progreso. Progreso es la evolución del
individuo. El progreso empieza en una fecha sin duda anterior al nacimiento. Detrás del
progreso hay un impulso biológico. Uno de los dogmas del psicoanálisis es que la
salud implica continuidad con respecto a este progreso evolucionista de la psique y
que la salud es la madurez del desarrollo emocional apropiado a la edad del
individuo.
Un examen más atento nos permite descubrir inmediatamente que no puede haber una
sencilla inversión del progreso. Para que se produzca la inversión de este progreso en el
individuo tiene que haber una organización que permita la regresión. Vemos: un fracaso
en la adaptación por parte del medio que produce el desarrollo de un self falso; una
creencia en la posibilidad de una corrección del fracaso originario representada por la
capacidad latente para la regresión; un medio ambiente especializado seguido por la
regresión real; un nuevo desarrollo emocional hacia adelante, con complicaciones que
describiremos luego. Cuando en psicoanálisis hablamos de regresión, damos a
entender la existencia de una organización del yo y de una amenaza de caos. Como
verán, estoy considerando la idea de la regresión dentro de un mecanismo muy
organizado de defensa del yo, mecanismo que implica la existencia de un self falso.
En la teoría del desarrollo del ser humano hay que incluir la idea de que es normal y sano
que el individuo pueda defender el self contra un fracaso específico del ambiente
mediante la congelación de la situación de fracaso. Son varias las formas en que el
individuo sano se enfrenta con los fracasos específicos del medio ambiente precoz, pero
hay una de ellas a la que aquí denomino “la congelación de la situación de fracaso”. Tiene
que haber una relación entre esto y el concepto del punto de fijación. En la teoría
psicoanalítica, a menudo afirmamos que en el curso del desarrollo instintivo de las fases
pre-genitales las situaciones desfavorables pueden crear puntos de fijación en el
desarrollo emocional del individuo. En una fase posterior, por ejemplo, la fase de dominio
genital, es decir, cuando toda la persona se halla involucrada en relaciones
interpersonales, la angustia puede conducir a una regresión en términos de cualidad
instintiva hasta la regresión actuante en el punto de fijación, cuya consecuencia es el
refuerzo de la situación originaria de fracaso.
(Caso del enema previo a la operación de amígdalas. Interpretado como un acto de
venganza por parte de la madre motivado por la homosexualidad del chico, y lo que entro
en la represión fue la homosexualidad y junto a ella el potencial erótico anal) Les presente
este caso en calidad de caso corriente que ilustra un síntoma en el que hay una regresión
a un punto de fijación donde el trauma se halla claramente. Los analistas han considerado
necesario postular que lo más normal es que existan situaciones pre-genitales buenas a
las que el individuo pueda regresar cuando se halle en dificultades en una fase posterior.
De esta manera ha nacido la idea de que hay dos clases de regresión con respecto al
desarrollo instintivo, una que consiste en regresar a una situación precoz de fracaso y otra
a una situación precoz de éxito.
-
Deseo ahora dejar bien claro, como divido artificialmente la obra de Freud en dos partes.
Primero, está la técnica del psicoanálisis tal como ha ido desarrollándose paulatinamente
y tal como la aprenden los estudiantes. El material presentado por el paciente debe ser
entendido e interpretado. Y, en segundo lugar, está el marco dentro del cual este trabajo
se lleva a cabo. Examinemos seguidamente el marco clínico de Freud, para lo cual
enumerare algunos de los puntos más obvios de su descripción El analista expresaba
amor por medio del interés positivo que se tomaba por el caso, y expresaba odio por su
mantenimiento estricto de la hora de comenzar y la de acabar, así como en el asunto de
los honorarios. El odio y el amor eran expresados honradamente, es decir, no eran
negados por el analista. El objetivo del análisis era el establecer contacto con el proceso
del paciente, comprender el material presentado, comunicar tal comprensión por medio de
las palabras. La resistencia entrañaba sufrimiento y podía ser suavizada por medio de la
interpretación. El método del analista era la observación objetiva.
Todos estos puntos nos ofrecen gran riqueza de material para el estudio y se observara
una semejanza muy acentuada entre todas estas cosas y la tarea común de los padres,
especialmente la de la madre con el pequeño o la del padre haciendo de madre, y en
algunos aspectos con la tarea de la madre en un principio. Permítanme añadir que para
Freud hay tres personas, una de las cuales se halla excluida de la habitación analítica. Si
solo intervienen dos personas entonces es que ha habido una regresión del paciente en el
marco analítico, y el marco representa la madre con su técnica y el paciente es un niño
pequeño. Hay un estado ulterior de regresión en el cual solo una está presente: el
paciente, eso resulta cierto incluso si en otro sentido, desde el punto de vista del
observador, hay dos personas.
-
Ahora es necesario hacer un comentario sobre el diagnóstico de la psicosis. Al estudiar un
grupo de locos, hay que distinguir entre aquellos cuyas defensas se hallan en un estado
caótico y aquellos que han sido capaces de organizar una enfermedad. Seguramente, en
caso de aplicar el psicoanálisis a la psicosis, dicho tratamiento tendrá mayores
probabilidades cuando se trate de una enfermedad muy organizada.
-
A veces se objeta que todo el mundo quiere hace una regresión: que la regresión es una
especie de picnic, que debemos impedir que nuestros pacientes efectúen la regresión, o
bien, que a Winnicott le gusta que sus pacientes realicen la regresión, lo invitan a ella.
Permítanme hacer algunas observaciones básicas sobre el tema de la regresión
organizada a la dependencia. Esta es siempre extremadamente penosa para el paciente:
en un extremo se halla el paciente razonablemente normal, a medio camino nos
encontramos con todos los grados de reconocimiento penoso de la precariedad de la
dependencia y de la sobre-dependencia; y en el otro extremo se halla el caso propio del
hospital psiquiátrico, aquí es de suponer que el paciente no sufre a cusa e la dependencia
sino que el sufrimiento es resultado del sentimiento de futilidad, irrealidad. Así, surge ante
nosotros la siguiente pregunta: ¿Qué hacen los analistas cuando aparece la regresión?
Algunos dan órdenes, pero esto no es psicoanálisis. Otros dividen su trabajo en dos
partes, aunque por desgracia no siempre reconocen plenamente lo siguiente: que son
estrictamente analíticos y que actúan intuitivamente. Aquí surge la idea del psicoanálisis
como arte. La idea del psicoanálisis como arte debe ceder gradualmente ante el estudio
de la adaptación ambiental relativa a las regresiones de los pacientes. Pero mientras se
siga sin desarrollar el estudio científico de la adaptación ambiental supongo que los
analistas debemos continuar siendo artistas en nuestro trabajo. El analista puede ser un
buen artista, pero a menudo me he hecho la siguiente pregunta: ¿a qué paciente le
interesa ser el poema o el cuadro de otra persona?
Sé por experiencia que algunos dirán que todo esto lleva a una teoría del desarrollo que
hace caso omiso de las primeras fases del desarrollo del individuo, que adscribe el
desarrollo precoz a factores ambientales. Esto es completamente falso. En el desarrollo
precoz del ser humano, el medio ambiente que se comporta bien da lugar al crecimiento
personal. Entonces los procesos del self pueden seguir activos, en una línea
ininterrumpida de crecimiento vivo. Si el medio ambiente no se comporta lo bastante bien,
el individuo se encuentra metido en unas reacciones ante los ataques, viéndose
interrumpidos los procesos del self. Si este estado de cosas alcanza un límite cuantitativo,
el núcleo del self empieza a ser protegido, hay un retraso. El self es incapaz de seguir
progresando a menos y en tanto que el fracaso ambiental sea corregido en la forma que
he descrito: con el self verdadero protegido, se desarrolla un falso self edificado sobre la
base de una defensa-sumisión, la aceptación de la reacción ante los ataques. El
desarrollo de un falso self constituye una de las más afortunadas organizaciones de
defensa creadas para la protección del núcleo del verdadero self, y su existencia da por
resultado el sentimiento de futilidad.
-
Finalmente, examinemos el concepto de regresión contrastándolo con el concepto de
tranquilización. Esto es necesario debido a que la técnica de aceptación que debe
satisfacer la regresión de un paciente, a menudo es clasificada como tranquilización.
Afirmamos que la tranquilización no forma parte de la técnica psicoanalítica. El paciente
penetra en el marco analítico y luego sale de él, y dentro de tal marco no hay más que
interpretación, correcta, penetrante y oportuna. Sin embargo es necesario examinar toda
la cuestión. ¿Qué es la tranquilización? Todo el marco en el que se desarrolla el
psicoanálisis constituye una enorme tranquilización, especialmente en lo que respecta a la
objetividad y comportamiento del analista y a las interpretaciones transferenciales que, en
lugar de explotar vanamente la pasión de un momento, la utilizan constructivamente. Es
mucho mejor hablar de la cuestión de la tranquilización en términos de
contratransferencia. La formación de reacciones en el comportamiento del analista es
perjudicial, no porque se manifiesten en forma de tranquilizaciones y negaciones, sino
porque son la representación de elementos inconscientes y reprimidos del analista. Ahora
bien, ¿Qué diríamos de la incapacidad tranquilizadora de un analista? La creencia en la
naturaleza humana y en el proceso de desarrollo existe en el analista como condición
indispensable para su labor, y le paciente se da cuenta rápidamente que así es.

Winnicott, D. (1991). Punto 4 “El juego en la situación analítica”. Punto 12 “Notas


sobre el juego”. En Exploraciones psicoanalíticas I (pp. 43 - 45 y pp. 79 - 83) Buenos
Aires. Editorial Paidós.

Punto 4. El juego en la situación analítica.


Lo que aquí me ocupa no es la incorporación de material lúdico a la sesión sino el
reconocimiento de la importancia del juego en el análisis de adultos. Siempre he tenido
como costumbre introducir en el análisis de adultos el recuerdo del juego, a menudo
aportando elementos para dibujar, y siempre hubo facetas lúdicas, intercambios
humorísticos; pero solo en los últimos tiempos he podido reconocer las muy importantes
diferencias que existen entre estos episodios lúdicos, por un lado, y los sueños y
fantasías, por el otro. Algo importante y evidente es que si bien en el juego uno debe
renunciar a muchas cosas que no pueden compartirse con otras personas, hay muchas
otras que pueden ganar gracias a la superposición de la fantasía ajena con la propia.

Caso. En cierta ocasión una de mis pacientes que siempre tomaba un café
antes de entrar a sesión, no pudo hacerlo y cayó presa del nerviosismo
que le provocaba la idea de querer ese café y de que por ese motivo desperdiciar
toda la sesión. En esta oportunidad yo le hice un café y luego vimos la enorme
diferencia existente entre la relación suya con el café, la taza y el platillo, la
bandeja y el azúcar y su relación con la idea de querer café respecto del
sueño de que yo le sirviera café. Paso a ser un juego, y un ejemplo de
introducción de material lúdico en el análisis de adultos.

Punto 12. Notas sobre el juego.


1.
Lo característico del juego es el placer.

2. La satisfacción en el juego depende del uso de símbolos. O sea: la


capacidad de jugar es un logro en el desarrollo emocional del niño.

3. El juego como logro en el desarrollo individual implica: a) la


tendencia heredada que impulsa al niño hacia adelante; b) la provisión
ambiental de condiciones que atiendan a las necesidades del bebe y del niño
pequeño, de modo tal que el desarrollo no se interrumpa por las reacciones frente
a cualquier intrusión; c) el juego se inicia como símbolo de la confianza del bebe y
del niño pequeño con su madre.

4. El juego es una elaboración imaginativa en torno a las funciones


corporales, relacionada con los objetos y la angustia. A medida que el
niño se vuelve más complejo como personalidad, el juego pasa a expresar
mediante materiales externos las relaciones y angustias internas.

5. El juego es primordialmente una actividad creadora que se realiza en


función de lo que efectivamente existe, y de condiciones en que el niño
tiene confianza en alguien, o se ha vuelto confiado en general gracias a
buenos cuidados.

6. Productos del juego: además del placer, el juego le permite al niño


practicar: la manipulación de objetos, la coordinación, el control sobe una
zona limitada en contraposición a los ilimitados alcances de su imaginación.

7. Desarrollo de la capacidad para el juego: a) el jugar con otros; b) el jugar


respetando reglas (del propio niño, de los otros o normas compartidas);
c) el jugar juegos reglados de antemano; d) una mayor complejidad
permisible en lo que respecta a dirigir y ser dirigido.

8. Psicopatología del juego: a) la perdida de la capacidad asociada a la


angustia y la inseguridad; b) la estereotipia en las pautas del juego; c) huida
hacia el ensueño diurno; d) la sensualización; e) la dominación, en la que
un niño solo es capaz de jugar a juegos con sus propias reglas aunque incluya
a otros; f) la imposibilidad de jugar un juego reglado a menos que este regido
por reglas estrictas y haya un conductos; g) la huida hacia el ejercicio físico.

9. Relación con la masturbación en la adolescencia.

10. El juego ayuda en la fase cercana a la adolescencia ya que se trata de


un tiempo de sexualidad indeterminada porque en el actuar y el vestir de
diversas maneras hay infinitas posibilidades para las identificaciones cruzadas.

11. En la adolescencia temprana las tensiones instintivas se vuelven tenes,


a punto que puede perderse la capacidad de juego, siendo reemplazada
por la masturbación compulsiva (sobre todo en los varones). Para que ello
no ocurra se busca distraer de los conflictos que emanan de las tensiones
sexuales.

12. Lo característico del juego de la adolescencia es que los juegues son


los asuntos mundiales: juegan con la política mundial, juegan a que
son padres y madres, juegan a que se convierten en artistas, músicos,
etc.; juegan juegos reglados, volviéndose profesionales en ello; juegan a la
guerra. O bien, no consiguen jugar por haber perdido la capacidad para ello y
entonces recaen en la parálisis y la introversión, o en la explotación del instinto y
una intensa vida de fantasía.

Winnicott – El juego del garabato


En mi ejercicio de la psiquiatría infantil he comprobado que debe asignársele un lugar
especial a la primera entrevista. Fui desarrollando gradualmente una técnica destinada a
utilizar en forma cabal el material de esa primera entrevista. A fin de diferenciar este
trabajo de la psicoterapia y del psicoanálisis, utilizo para designarlo la expresión “consulta
psicoterapéutica”. Es una entrevista diagnostica, basada en la teoría de que no es posible
efectuar ningún diagnostico en psiquiatría si no es con la prueba de la terapia.
El fundamento de este trabajo es la teoría de que un paciente trae a la primera entrevista
una cierta capacidad para creer que obtendrá ayuda y confiar en quien se la ofrece. Lo
que la persona que desea ayudarlo tiene que darle es un encuadre estrictamente
profesional: la comunicación del paciente con el psiquiatra estará referida a las tendencias
emocionales específicas que tienen sus raíces en el pasado o en lo profundo de la
estructura de la personalidad del paciente y de su realidad interna personal. En esta tarea,
el consultor o especialista no necesita tanto ser inteligente como ser capaz de
proporcionar una relación humana natural y flexible dentro del encuadre profesional, en
tanto el paciente se sorprende a si mismo al producir ideas y sentimientos que no estaban
antes integrados a la personalidad total. Quizás la principal labor realizada sea de la
naturaleza de la integración.
Al realizar esta tarea con un niño, es preciso ser capaz de usar con provecho el limitado
tiempo disponible y tener listas las técnicas, por flexibles que ellas sean. Lo interesante es
que con relativa frecuencia se presentan casos que no son derivados a la asistencia social
o a un tratamiento psicoterapéutico prolongado. Esto obedece a que la mayoría de los
niños cuentan con hogares y con una enseñanza escolar suficientemente buenos, aunque
a veces presenten problemas clínicos agudos. Basta una pequeña ayuda ofrecida al niño
para que a menudo mejoren todas sus relaciones.
En cuanto a las técnicas, la base es el jugar. Sostengo que la psicoterapia se
ejecuta en la superposición de las dos zonas de juego (el del paciente y la de
terapeuta).
Hay una técnica útil que ha sido denominada “juego del garabato”, que consiste
simplemente en un método para establecer contacto con el paciente cuando este es un
niño. Se trata de un juego reglado que pueden jugar dos personas cualesquiera, pero por
lo general en la vida social pronto pierde su sentido. La razón de que tenga valor para la
consulta terapéutica es que el consultor utiliza los resultados de acuerdo con lo que el
niño quiere comunicar. Lo que mantiene el interés del niño es la forma en que se utiliza el
material producido mientras se juega.
Este método es fácil de aprender y tiene la ventaja de que facilita enormemente la tarea
de tomar notas escritas. A pesar de todo, he vacilado en describir esta técnica porque si lo
hago, es probable que alguien empiece a reformularlo como si fuera una técnica fija, con
reglas y normas. En tal caso se perdería todo el valor de este procedimiento y
seguramente el aporte del terapeuta seria excluido. El hecho de que el consultor cumpla
con su papel en el intercambio de dibujos tiene gran importancia para el éxito de la
técnica porque no hace que el niño “se sienta inferior”.
Con frecuencia el resultado de un garabato es satisfactorio en sí mismo, en cuyo caso es
como un “objeto encontrado”.
He escogido un caso para presentarlo aquí, y el lector tendrá que tolerar que cambie de
tema: me es forzoso describir un caso y no describir el juego del garabato. Al final volveré
al tema principal.
Caso L. (7 años y medio) L. era una niña linda y delicada, con un dulce aspecto, como
puede tenerlo una niña de 7 años, bastante independiente y totalmente confiada en el
marco de la relación que yo entable con ella. Por lo que pude averiguar, no le habían
dicho porque motivo venía a verme. (Secuencia de garabatos, el último es un sombrero).
Es menester referirse al hecho de que 3 meses antes yo había mantenido una entrevista
relevante con la madre. Durante la entrevista, me relato un incidente que había tenido
importancia en su niñez temprana. Tenía que ver con sombreros. Sin embargo, como yo
extraigo mis claves del propio niño, ya en esta entrevista con L. averigüe que la temática
principal estaría vinculado con el espacio entre las partes delanteras y las traseras, sea
cual fuere el significado que llegasen a tener. (Secuencia de garabatos II) Yo le había
formulado ya algunas preguntas tentativas sobre sus sueños, pero no le resultaba fácil
hablarme de ellos. Aventuro el comentario de que eran horrendos. Yo le había dicho antes
que sin duda había algo horrendo que formaba parte de ella y con lo que ella no sabía
qué hacer y le recordé “el perro feroz” y “algo feroz que tiene garras”. Aquí añadí algo
respecto de la forma en que podían volcarse las cosas de adentro si no hubiese panza, tal
vez caería algo feroz, como lo que ella había dibujado. (Serie de garabatos III) Con
respecto al sueño ella afirma que “tiene que ser muy valiente, porque es un sueño
aterrados”. Había una COSA que se arrojaba sobre ella: tenía las rodillas levantadas, una
pata grande y una pequeña, y un solo ojo. Trate de explorar que sentiría ella si esa COSA
se le viniera encima, y todo cuento pudo decir fue: “Seria horrendo para mí”. Hice unas
exploraciones en torno de la idea de la estimulación sexual, ya sea en la forma de
seducción o masturbación. No forcé el tema en absoluto pero lo insinué que yo estaba al
tanto: me miro sorprendida, como si fuese la primera vez que pensaba conscientemente
en la masturbación y en los sentimientos de culpa ligados a esta.
-Observaciones generales: esta niña inteligente queda comprendida dentro de lo que
abarca el término “normal” o “sana”, psiquiátricamente hablando. Revela estar libre de
toda organización defensiva rígida. Dicho de un modo más positivo, es capaz de jugar y
disfrutar del juego, acepta sin dificultades mi manera de jugar y permite que nuestros
respectivos juegos se superpongan, y además tiene sentido del humor sin ser maniaca.
-Resumen: el juego del garabato es un juego sin reglas, no hay nada nuevo en él y
muy poco de nuevo en su uso en psicoterapia. Lo importante es el uso que se le dé
al material que el juego puede producir, especialmente en ese tipo de trabajo en una
sola sesión que to denomino “consulta terapéutica”. Si el trabajo de la sesión no da
lugar a un resultado clínico, el caso pasa a ser clasificado naturalmente entre los que
necesitan un enfoque distinto, como la asistencia social o una larga psicoterapia. El juego
del garabato no ha de dominar la escena durante más de una sesión, o a lo sumo dos o
tres.

KLEIN
Melanie Klein – La técnica psicoanalítica de juego: su historia y significado
Apartado I (Introducción y recorrido histórico)
La comprensión que obtuve acerca del temprano desarrollo de los procesos inconscientes
y de la naturaleza de las interpretaciones por las que puede abordarse el inconsciente, ha
tenido gran influencia en mi trabajo con niños mayores y adultos.
Señalare brevemente las etapas de mi labor en relación la técnica psicoanalítica del
juego, aunque no intentare dar una síntesis completa de mis hallazgos. En 1919, cuando
comencé mi primer coso, ya se había llevado a cabo algún trabajo psicoanalítico con
niños, particularmente por la Dra. Hug-Hellmuth. Sin embargo, ella no intento el
psicoanálisis con niños menores de 6 años y, a pesar de que uso dibujos y
ocasionalmente el juego como material, no lo convirtió en una técnica especifica. Cuando
comencé mi trabajo era un principio establecido que se debía hacer un uso muy limitado
de las interpretaciones. Y así, los analistas no habían explorado los estratos más
profundos del inconsciente (de los niños).
(Caso Fritz) en esencia, yo use con este paciente el método de interpretación que se hizo
característico de mi técnica. Este enfoque corresponde a un principio fundamental del
psicoanálisis: la libre asociación. Al interpretar no solo las palabras del niño sino también
sus actividades en los juegos, aplique este principio básico a la mente del niño, cuyo
juego y acciones (de hecho, toda su conducta) son medios de expresar lo que el adulto
manifiesta predominantemente por la palabra. También me guiaron otros dos principios
del psicoanálisis establecido por Freud, que desde el primer momento considere como
fundamentales: la exploración del inconsciente y el análisis de la transferencia.
En 1920 y 1923 reuní más experiencia con otros casos de niños, pero una etapa decisiva
en el desarrollo de la técnica del juego fue el tratamiento de una niña de dos años y nueve
meses a quien psicoanalice en 1923 (caso Rita). La inhibición de Rita al jugar era
marcada, lo único que hacía era vestir y desvestir obsesivamente a su muñeca. Pero
pronto comprendí las ansiedades subyacentes en sus obsesiones y las interprete. Este
caso fortaleció mi convicción creciente de que una precondición para el psicoanálisis de
un niño es comprender e interpretar las fantasías, sentimientos, ansiedades y
experiencias expresadas por el juego, o si las actividades están inhibidas, las causas de la
inhibición.
Apartado II (La técnica del juego)
Considere esencial tener juguetes pequeños, porque su número y variedad permiten al
niño expresar una amplia serie de fantasías y experiencias. Es importante para este fin
que los juguetes no sean mecánicos y que las figuras humanas, variadas solo en tamaño
y color, no indiquen ninguna ocupación particular. Su simplicidad permite al niño usarlos
en muchas situaciones diferentes, de acuerdo con el material que surge en su juego. El
hecho de que así pueda representar simultáneamente una variedad de experiencias y
situaciones fantásticas y reales también hace posible que lleguemos a poseer un cuadro
más coherente de los trabajos de su mente.
De acuerdo con la simplicidad de los juguetes, el equipamiento de la habitación de juego
es también simple. No tiene nada excepto lo necesario para el psicoanálisis. Los juguetes
de cada niño son guardados en cajones particulares, y así cada uno sabe que solo él y el
analista conocen sus juguetes, y con ellos su juego, que es el equivalente de las
asociaciones del adulto.
Sin embargo, los juguetes no son el único requisito para un análisis del juego. A veces, en
el juego, asigna roles al analista y a sí mismo, tales como en el juego de la tienda, el
doctor y el paciente, de la escuela, de la madre y el hijo. El principio de interpretación
sigue siendo el mismo si las fantasías son presentadas por juguetes o por una
dramatización. Pues cualquiera que sea el material utilizado, es esencial que se apliquen
los principios analíticos subyacentes en la técnica.
Debe permitirse que el niño experimente sus emociones y fantasías tal como ellas
aparecen. Siempre ha sido parte de mi técnica no ejercer influencia educativa o moral,
sino restringirme al procedimiento psicoanalítico que, para decirlo en pocas palabras,
consiste en comprender la mente del paciente y trasmitirle que es lo que ocurre en ella.
Hay muchos niños que se encuentran inhibidos para jugar. Tal inhibición no siempre les
impide jugar completamente, pero muy pronto puede interrumpir sus actividades.
El siguiente ejemplo puede ser útil para mostrar algunas de las causas de una inhibición
de jugar. Pedro era muy neurótico. Era incapaz de jugar, no podía tolerar ninguna
frustración, era tímido, quejumbroso, exagerado, y por momentos agresivo y despótico,
muy ambivalente respecto de su familia y con una gran fijación hacia su madre. En la
primera sesión Pedro comenzó a jugar, en seguida hizo que dos caballos dieran el uno
contra el otro, y repitió la misma acción con diferentes juguetes. Hizo que los caballos se
toparan nuevamente, diciendo que iban a dormir, os cubrió con ladrillo y agrego: “Ahora
están bien muertos, los he enterado”. El destrozar o dañar los juguetes representaba en
su inconsciente romper el órgano genital de su padre. Durante esa primera hora rompió
varios juguetes. La experiencia de Pedro de presenciar el acto sexual de sus padres hizo
un gran impacto en su mente, y provoco fuertes emociones tales como celos, agresividad,
ansiedad, por eso fue la primera cosa que expreso en su juego.
He dicho mucho acerca de la importancia de las interpretaciones en la técnica del juego y
he dado algunos ejemplos para ilustrar su contenido. Esto me lleva a una pregunta que se
me ha hecho a menudo: ¿Son los niños pequeños intelectualmente capaces de
comprenderlas? Mi experiencia y la de mis colegas ha sido que las interpretaciones, si se
relacionan con puntos salientes del material, son perfectamente comprendidas. Por
supuesto, el analista de niños debe darlas tan sucinta y claramente como sea posible, y
debe usar las expresiones del niño al hacerlo.
Otro de los puntos importantes en la técnica del juego ha sido siempre el análisis de la
transferencia. Como sabemos, en la transferencia con el analista el paciente repite
emociones y conflictos anteriores. Mi experiencia me ha enseñado que podemos ayudar
al paciente remontando sus fantasías y ansiedades en nuestras interpretaciones de
transferencia adonde ellas se originaron, particularmente en la infancia y en relación con
sus primeros objetos.
-
La importancia que atribuí al simbolismo me condujo entonces a conclusiones teóricas
acerca del proceso de la formación de símbolos. El análisis del juego había mostrado que
el simbolismo permite al niño trasferir no solo interés, sino fantasías, ansiedades y
sentimientos de culpa a objetos distintos de las personas.

Klein, M. (1921). Capítulo VI “El desarrollo de un niño”. (Caso Fritz). En


Psicoanálisis del desarrollo temprano. (pp. 220 - 319). Argentina. Editorial Hormé.

Melanie Klein establece que es necesario dejar al niño adquirir tanta información sexual
como exija el desarrollo de su deseo de saber, despojando así a la sexualidad de su
misterio y de gran parte de su peligro. Esto asegurará que los deseos, pensamientos y
sentimientos no sean en parte reprimidos y en parte tolerados. Además, al impedir esta
represión, depositaremos las bases para la salud y el equilibrio mental. Otra ventaja es la
influencia decisiva que tiene esto en el desarrollo de la capacidad intelectual. Una
respuesta franca a las preguntas de los niños influye beneficiosamente en su desarrollo
mental.
En cambio, el repudio y la negación de lo sexual son las causas principales del daño
ocasionado al impulso a conocer y ponen en marcha la represión.
Klein considera que ninguna crianza debe hacerse sin orientación analítica, ya que el
análisis provee una asistencia tan valiosa y, desde el punto de vista de la profilaxis,
incalculable.
Establece qué ventajoso y necesario es introducir el análisis en la crianza, para preparar
una relación con el inconciente del niño. Considera que así podrán removerse fácilmente
las inhibiciones o rasgos neuróticos en cuanto empiezan a desarrollarse. Para ella no hay
duda de que el niño normal de 3 años, y probablemente un niño más chico, es ya
intelectualmente capaz de captar las explicaciones que se le dan. Incluso mejor que el
niño mayor que ya está perturbado afectivamente en esas cuestiones por una resistencia
más enraizada.
Por último, considera que un niño psíquicamente fortificado por un análisis temprano,
puede tolerar con más facilidad y sin perjuicio los problemas inevitables.
Fritz era un niño de 5 años. El psicoanálisis se introdujo en su crianza pues este niño
sufría de una inhibición de juego acompañada de inhibición a escuchar o contar historias.
Había también creciente taciturnidad, hipercriticismo, ensimismamiento e insociabilidad.
Su desarrollo mental había sido normal pero lento. Recién empezó a hablar a los 2 años y
tenía más de 3 años y medio cuando se pudo expresar con fluidez. A pesar de esto, daba
la impresión de ser un niño inteligente y despierto.
Cuando tenía alrededor de 4 años y medio se inició un desarrollo mental más rápido y
también un impulso más poderoso a hacer preguntas. Aparecieron preguntas
concernientes al nacimiento (¿dónde estaba yo antes de nacer?, ¿cómo se hace una
persona?). Luego la necesidad de formular preguntas no disminuyó pero tomó un camino
algo diferente. A menudo Fritz volvió al tema del nacimiento pero en una forma que
demostraba que ya había incorporado este conocimiento al conjunto de sus
pensamientos.
En el caso de este niño con el que nunca se utilizaron amenazas y que mostraba con
franqueza y sin temor su placer en la masturbación, apareció sin embargo, un complejo de
castración muy marcado que se había desarrollado en parte sobre la base del complejo
de Edipo.
Fue notable en Fritz cuánto se estimuló su interés general luego de satisfacerse parte de
sus preguntas inconcientes y cuánto decayó nuevamente su impulso a investigar porque
habían surgido más preguntas inconcientes que monopolizaban su interés. Esto pone en
evidencia que la influencia de los deseos e impulsos instintivos sólo puede debilitarse
haciéndolos concientes.
Al traer a la conciencia los deseos incestuosos de Fritz, su apasionado apego por la
madre se advirtió en la vida cotidiana, pero no hizo ningún intento de sobrepasar los
límites establecidos y se comportó igual que cualquier niño afectuoso. Su relación con el
padre se tornó excelente a pesar (o a causa de) de su conciencia de sus deseos
agresivos. Es decir, que también aquí se ve cómo es más fácil controlar cualquier
emoción que se está volviendo conciente, que una inconciente. Simultáneamente con el
reconocimiento de sus deseos incestuosos Fritz comenzó a hacer intentos por liberarse
de esta pasión y transferirla a objetos adecuados.

MANNONI
Mannoni, M. (1967). Prefacio. Capítulo 1 “El síntoma o la palabra”. En El niño, su
enfermedad y los otros. (pp. 7 - 24 y pp. 29 - 65). Buenos Aires. Editorial Nueva Visión.

Prefacio.
El psicoanálisis de niños es psicoanálisis: tal es la convicción de Freud al ocuparse en
1909 de la cura de un niño de cinco años afectado por una neurosis fóbica. La adaptación
de la técnica a la situación particular que representa para el adulto el aproximarse a un
niño, no altera el campo sobre el cual opera el analista: ese campo es el del lenguaje. El
discurso que rige abarca a los padres, al niño y al analista: se trata de un discurso
colectivo constituido alrededor del síntoma que el niño presenta. Las quejas de los padres
con respecto a su descendencia nos remiten ante todo a la problemática propia del adulto.
En el psicoanálisis tal como se constituyó al comienzo la infancia solo figuraba como
recuerdos reprimidos. No se trataba de un pasado real como de la manera en que el
sujeto lo sitúa dentro de cierta perspectiva.
Esta verdad fue perdida e vista, desde 1918, por la primera analista que se ocupó de
niños, y de este modo desde sus comienzos el análisis se desarrolló en dos direcciones
opuestas: en una de ellas los descubrimientos de Freud se mantienen por complejo, y en
la otra se produce un alejamiento de tales descubrimientos con el fin de modificar una
realidad.
Como clínico, Freud ante todo está a la escucha de lo que habla en el síntoma: solo este
camino conduce hacia la posibilidad de una actitud analítica frente a una neurosis. Las
investigaciones de Freud seguirán ante todo dos direcciones diferentes: por una parte,
profundiza el sentido del síntoma; pero por otra parte, una creencia en el origen fisiológico
de las perturbaciones psíquicas le hace dirigir la atención hacia al traumatismo en la
génesis de las neurosis. Sin embargo, el análisis de las histéricas le permite descubrir
pronto que la infancia de la que hablan no es nunca la infancia real, que los traumatismos
a que aluden pueden resultar muy bien ficticios. Entones descubre que una palabra,
incluso cuando es engañosa, constituye como tal la verdad del sujeto.
Freud tenía en tratamiento al padre de un muchachito de 5 años, Juanito, que sufría de
angustia fóbica. Freud acepto verlo en diferentes oportunidades, asignándole con todo al
padre un papel de observador y de intermediario. Muy rápidamente el niño sitúa a Freud
en un puesto de Padre simbólico, y en la palabra proveniente de ese lugar es donde trata
de acceder a la verdad de su deseo. Juanito, bastante conciente del drama edípico que
está viviendo, se siente molesto por la idea de que el adulto no quiere que él sepa lo que
de hecho sabe (los misterios de la procreación, etc.) Al situar los celos edípicos de Juanito
dentro de una historia, Freud introduce un mito que será retomado por Juanito de
diferentes maneras hasta su curación. Nota: La madre de Juanito lo abandonó
posteriormente (páginas 12 y 13).
A partir de entonces el psicoanálisis de niños se revela como una empresa realizable. Al
mostrar que con un niño es posible interpretar, el análisis de Juanito se constituye como el
primer modelo del género. Los psicoanalistas emplearon bastante tiempo para
comprender dónde reside la importancia de la aportación freudiana al psicoanálisis de
niños. Al releer el caso, nos ha impresionado el efecto que producían las preguntas de
Juanito en el inconsciente de los adultos. El niño es el soporte de aquello que los padres
no son capaces de afrontar: el problema sexual. La aparición de la enfermedad de Juanito
puede considerarse como el surgimiento de lo que falta en los padres.
Melanie Klein. Ya en su primer análisis de niños, la atención de Melanie Klein se dirige a
la manera en que el sujeto sitúa su propia persona y su familia dentro de un mundo de
fantasmas. Lo que le llama mucho la atención son los efectos precoces producidos por la
severidad del superyó en el niño.
Melanie Klein no se ocupa del comportamiento desde el punto de vista real: introduce su
problema estudiando el vínculo fantasmatico madre-niño dentro de una situación dual y
pone de manifiesto la acuidad de la tensión destructiva que acompaña a la pulsión del
amor.
Tales son las ideas que Melanie Klein retomara en su estudio sobre el sentimiento de
culpabilidad en el niño. Para la autora, el niño divide el mundo en objetos buenos y malos.
Les hace desempeñar alternativamente un papel protector o de agresión contra un peligro
que sitúa unas veces en sí mismo y otras fuera de sí mismo.
En 1908 Freud habló por primera vez del juego en el niño, y lo compara con la creación
poética. En 1920, la atención de Freud es atraída por el problema planteado en las
neurosis por el principio de repetición. Le parece que las actividades lúdicas se
encuentran sometidas al mismo principio. El niño intentaría dominar así por medio del
sujeto las experiencias desagradables, es decir, trataría de reproducir una situación que
originalmente significó para él una prueba. En la repetición, el sujeto otorga su
conformidad, rehace lo que se le había hecho. Freud nos proporciona una observación
que va a resultar capital: describe la situación de un niño de 18 meses ocupado en jugar
al fort-da.
De este modo, desde 1908 hasta 1920 Freud trata al juego como una creación poética, y
luego descubre el papel desempeñado por el principio de repetición como función de
dominio de las situaciones desagradables. El juego del niño se presenta como un texto
para descifrar, se lo vislumbra como una actividad cargada emocionalmente por el niño y
susceptible también de emocionar al adulto cuando alcanza cierta calidad de creación
estética.
La escuela americana retomo las intuiciones de Freud con el nombre de play therapy pero
el sentido de la aportación freudiana fue traicionado. Para Anna Freud, que no trabaja con
el inconsciente del niño sino con su yo, no puede haber expresión fantasmática en el
análisis. Sin embargo, algunos norteamericanos volvieron a discutir sus posiciones para
confesar que la play therapy no directiva encuentra serias lagunas en el plano
metodológico.
Con Erikson se vuelve a Freud: en el juego el niño atestigua su posición psicológica en
una situación de peligro, pero esto presupone un lenguaje del juego que el analista debe
traducir. Sin embargo, encontramos en el análisis tan pertinente de Erikson dos
concepciones que no siempre concuerdan. Por un lado, para él, el juego es lenguaje, pero
por el otro también pone el acento en la “configuración del comportamiento”, y entonces
clasifica las observaciones en “descripciones morfo-analíticas”. De este modo el juego es
considerado como un texto cuyo desciframiento debería hacerse según leyes, unas veces,
y otra como un hecho etnográfico, y en este último caso se trata de la situación de un niño
en un momento de su historia, en determinadas condiciones culturales precisas.
Ya sabemos de qué manera Melanie Klein introdujo a partir de 1919 el juego de niños, sin
dejar de respetar por ello el carácter riguroso del análisis de adultos. Utiliza una multitud
de pequeños juguetes y asigna a su elección cierta importancia. Algunos dicen que la
interpretación que Melanie Klein da es una interpretación de símbolos.
Pero volvamos a la observación descrita por Freud en 1920. El niño marca con una
palabra aquello que podría ser interpretado como el rechazo a la vuelta de la madre. El
texto que nos entrega el juego es un lenguaje; en esa sintaxis operan mecanismos de
sobre-determinación cuyos efectos es preciso llegar a comprender. Para descifrar el texto
tenemos que integrar en él nuestra resistencia y aquello que, en el niño, forma una
pantalla ante su palabra, pero también tenemos que comprender quien hablar, porque el
sujeto del discurso no es necesariamente el niño.
Capítulo 1 – El síntoma o la palabra.
El psicoanálisis de niños no difiere en su espíritu del psicoanálisis de adultos; pero el
adulto, incluso tratándose de un psicoanalista; cuando aborda los problemas de la
infancia, a menudo se le interpone la idea que se hace de ella. Todo estudio sobre la
infancia implica al adulto, a sus reacciones y a sus prejuicios.
Observaciones efectuadas por Françoise Dolto en niños normales de 20 meses presas de
una aguda tensión emocional por el nacimiento de un hermanito, nos muestran hasta qué
punto el adulto forma parte del conflicto. Lo que demanda el niño desesperado es la
palabra precisa, esa palabra maestra que invoca en estado de crisis, para que a través de
ella pueda conquistarse el dominio sobre algo: el niño reclama el derecho de comprender
lo absurdo que le sucede en determinada reacción agresiva suya. Caso Juan: tartamudeo
e incontinencia luego el nacimiento de su hermanito. Expresión de odio, linchamiento del
muñeco que lleva el mismo nombre que su hermano. Los síntomas ceden y se expresa la
ternura y el amor hacia el bebé.
El interés de estas observaciones reside en el hecho de que en ellas se nos muestra in
vivo a un niño en situación de crisis y a un adulto en situación de responder a ella de
acuerdo con sus propios fantasmas, prejuicios o principios educativos.
Este es el problema que quisiera tratar de elucidar a propósito del célebre estudio de
Freud sobre Juanito. Lo que me interesa no es el análisis del caso sino los fragmentos de
observación del padre, que ponen de manifiesto las pantallas que el adulto levanta para
que niño permanezca en cierto no-saber. La observación se inicia con una interrogación
de Juanito dirigida a su madre: “Mamá ¿tú también tienes un hace-pipí?”. Luego,
observamos el intercambio con el padre sobre la cuestión de la procreación (“¿De quién
es Ana?”). Desde el comienzo, Juanito sospecha las implicaciones genitales de los dos
sexos, pero el padre se niega a revelárselas. Juanito no recibió las palabras que tenía
derecho a esperar. No le quieren decir que nació de un padre y de una madre, y esta
verdad sin embargo le es necesaria para que pueda adquirir sentido una identificación
viril.
La sed de conocimiento de Juanito está directamente vinculada con sus investigaciones
sobre el sexo. La riqueza de ese niño le hace suplir por sí mismo, mediante una sucesión
de temas míticos, la insuficiencia de las respuestas de los adultos. El niño está atascado
en su evolución viril: choca con el deseo de la madre que consiste en no desear un
hombre y con el deseo del padre que consiste en verlo adecuarse al deseo materno.
Ambos padres son voyeurs del sexo de su hijo y de su deseo. Esta pareja que tiene
dificultades con su propia sexualidad quiere reencontrar en Juanito el mito de una infancia
“pura” o “perversa”. En realidad, Juanito no es ni el niño ingenuo que querría quedarse
solo “con su linda mama” ni el niño perverso constantemente en busca de sensaciones
sexuales diversas. El niño está en busca de un padre en el que se pueda apoyar. Teme,
por otra parte, que su madre lo abandone y está dispuesto a desarrollar una fobia para
expresar en ella su angustia. La historia de Juanito es la de un niño enfrentado con el mito
del adulto. Es la palabra del adulto la que que lo habrá de marcar y determinará las
modificaciones ulteriores de su personalidad. El factor traumatizante, tal como se lo puede
vislumbrar en una neurosis, no es nunca un acontecimiento de por sí real, sino lo que de
este han dicho o callado quienes están a su alrededor. Son las palabras, o su ausencia,
asociadas con la escena penosa las que le dan al sujeto los elementos que impresionaran
su imaginación.
Una cura psicoanalítica se presenta como el desarrollo de una historia mítica. El
fantasma, e incluso el síntoma, aparecen como una máscara cuyo papel consiste en
ocultar el texto original o el acontecimiento perturbador. Mientras el sujeto permanece
alienado en su fantasma, el desorden se deja sentir en el nivel de lo imaginario. El
síntoma incluye siempre al sujeto y al Otro. “¿Qué quiere de mí?” es la pregunta que se
plantea más allá de todo malestar somático.
Erikson (puntuación, Caso Sam, P.41). Erikson nos presenta un método de investigación y
de conducción de una cura. El hecho real para Erikson carece de importancia en el nivel
de la pura búsqueda de una causa. Se trata de hacer que esta adquiera sentido. El
proceso clínico se efectúa en dos etapas: 1) el periodo llamado investigación; 2) la cura
propiamente dicha.
Las dificultades de Sam se juegan en dos niveles: por una parte, él es síntoma de la
madre. A través de él la madre se siente juzgada. Por otra parte, Sam está atrapado en su
síntoma: ¿Quién tengo que ser para complacer a mi madre? La muerte de la madre
adquirió importancia en la medida en que la madre misma se sentía (a través de su hijo)
designada como asesina. Para el niño la única solución era hacerse víctima para no ser
verdugo.
Si bien Erikson, gracias a su intuición clínica, pudo escapar a una actitud estrechamente
médica en la que la interrogación se dirige a los hechos más que al ser, sucede en cambio
con otros teóricos, que sus concepciones llegan a obstaculizar la aprensión correcta de un
caso. Los vemos interrogar una realidad humana y una conducta, divididos como esta
entre cierto determinismo biológico y las teorías culturalistas. Se dan explicaciones allí
donde los “hechos” no deberían ser descritos sino interrogados a fin de que aparezca la
pregunta del sujeto.
Así, el sujeto no tiene que constituirse por medio de su palabra ni hacerse reconocer a
través de ella, sino que se le pide que viva una experiencia relacional para adaptarse a un
estilo de vida reconocido como normal. El paciente es un sujeto-objeto llamado a “curarse”
si toma conciencia de lo que es patógeno en su conducta. Se lo invita a readaptarse. Para
nosotros, el análisis no es una relación de dos en la que el analista se designa como
objeto de transferencia. Lo que importa no es una situación relacional sino lo que ocurre
en el discurso, es decir el lugar desde donde el sujeto habla, a quien se dirige, y para
quien lo hace.
Abordar el psicoanálisis de niños no es cosa fácil; por consiguiente, en esta disciplina es
donde asistimos al mayor número de controversias acerca de cuestiones vinculadas con
la técnica. La diversidad de las técnicas utilizadas es proporcional a las dificultades que
los terapeutas experimentan.
Como analistas, tenemos que enfrentarnos con una historia familiar. La evolución de la
cura es en parte función de la manera en que cierta situación es aprehendida por
nosotros. El niño que nos traen no está solo, sino que ocupa un sitio determinado en el
fantasma de cada uno de los padres.

Mannoni, M. (1965). Prefacio. Conclusiones. En La primera entrevista con el psicoanalista


(pp. 9 - 40 y pp. 139 - 141). Barcelona. Editorial Gedisa.

Prefacio
Mi propósito ha sido el de señalar y desarrollar los problemas esenciales que este libro
expone o ilustra, a saber:
a) Especificidad del Psicoanálisis.
El psicoanalista no agrega algo nuevo. Permite encontrar una salida a las fuerzas
emocionales veladas que están en conflicto, pero el que las debe dirigir es el paciente
mismo. El psicoanálisis terapéutico es un método de búsqueda de verdad individual más
allá de los acontecimientos. Mediante el método de decir todo a quien todo lo escucha, el
paciente en análisis se remonta a los fundamentos organizadores de su afectividad del
niño o de niña.
b) Especificidad del Psicoanalista.
Comprenderán el sentido que tiene decir, cuando se habla del psicoanalista, que lo que
constituye su especificidad en su receptividad, su “escucha”. En presencia de un
psicoanalista, las personas (mencionadas durante el libro) hablarán de la misma forma en
que le hablaría a cualquier. Sin embargo, la forma de escuchar del psicoanalista, una
“Escucha” en el sentido pleno del término, logra por sí sola que su discurso se modifique y
asuma un nuevo sentido a sus propios oídos. El psicoanalista no da la razón ni la niega,
sin juzgar, escucha. Las palabras que los pacientes utilizan son sus palabras habituales;
sin embargo, la manera de escuchar encierra un llamado a la verdad que los compele a
profundizar su propia actitud fundamental frente al paso que están dando y que muestra
ser completamente diferente a todo otro contacto con psicólogos, educadores o médicos.
Cualquiera sea el estado actual aparente, deficiente o perturbado, el psicoanalista intenta
oír, detrás del sujeto que habla, a aquel que está presente en un deseo que la angustia
autentifica y oculta a la vez, amurallado en ese cuerpo y en esa inteligencia más o menos
desarrollados y que intenta la comunicación con otro sujeto. El psicoanalista permite que
las angustias y los pedidos de ayuda de los padres o de los jóvenes sean reemplazados
por el problema personal y específico del deseo más profundo del sujeto que habla. Este
efecto revelador, él lo logra gracias a su escucha atenta y a su no respuesta directa al
pedido que se le hace de actuar para lograr la desaparición del síntoma y calmar la
angustia. Al suscitar la verdad del sujeto, el psicoanalista suscita al mismo tiempo al
sujeto y a su verdad. En un segundo momento, el momento de la cura psicoanalítica del
que este libro no se ocupa, el sujeto descubrirá por sí mismo su verdad y la libertad
relativa de su posición libidinal en la relación con su medio; el lugar de la revelación de
este segundo momento es la transferencia.
c) Las relaciones dinámicas incontinentes padres-hijos, su valor estructurante sano o
patógeno.
Donde el lenguaje se detiene, lo que sigue hablando es la conducta. Es el niño, quien
mediante sus síntomas encarna y hacen presentes las consecuencias de un conflicto
viviente, familiar o conyugal, camuflado y aceptado por los padres. El niño es quien
soporta inconscientemente el peso de las tensiones e interferencias de la dinámica
emocional sexual inconsciente de sus padres. En resumen, el niño o adolescente se
convierten en portavoz de sus padres. De este modo, los síntomas de impotencia que el
niño manifiesta constituyen un reflejo de sus propias angustias y proceso de reacción
frente a la angustia de sus padres.
¿Cuáles son entonces las condiciones necesarias y suficientes que deben estar presentes
en el medio de un niño para que los conflictos inherentes al desarrollo de todo ser
humano puedan resolverse en forma sana, creadora? Podemos decir que la única
condición, tan difícil y sin embargo tan necesaria, es que el niño no haya sido tomado por
uno de sus padres como sustituto de una significación aberrante, incompatible con la
dignidad humana o con su origen genético. Para que esta condición interrelacional del
niño sea posible, estos adultos deben haber asumido su opción sexual genital en el
sentido amplio del término, emocional, afectivo y cultural, independientemente del destino
de este niño. El medio parental sano de un niño se basa en que nunca haya una
dependencia preponderante del adulto respecto del niño y que dicha dependencia no
tenga una mayor importancia emocional que la que este adulto otorga a la afectividad y a
la presencia complementaria de otro adulto.
d) La profilaxis mental de las relaciones familiares patógenas
Lo que tiene importancia no son los hechos reales vividos por un niño tal como otros
podrían percibirlos, sino el conjunto de las percepciones del niño y el valor simbólico
originado en el sentido que asumen estas percepciones para el narcisismo del sujeto.
Toda vez que antes de la edad de la resolución edípica uno de los elementos
estructurantes de las premisas de la persona es alterado en su dinámica psicosocial, la
experiencia psicoanalítica nos muestra que el niño está informado de ello en forma total e
inconsciente y que se ve inducido a asumir el rol dinámico complementario regulador
como en una especie de homeostasis de la dinámica triangular padre-madre-niño. Esto es
lo patógeno para él.
e) Sustitución de los roles en la situación triangular padre-madre-hijo.
Todas las sustituciones, prótesis engañosas entre los miembros de la familia y sus
funciones (madre-padre, padre-madre, hijo-progenitor) que, en algunos casos, facilitan la
vida material; no presentan ningún peligro si se subraya constantemente que esta
persona sustito no asume esa relación por derecho propio, sino que toma el lugar de uno
de los padres ausentes, y se deja libre al niño para optar naturalmente y asumir con
confianza sus propias indicativas. La situación particular de cada ser humano en su
relación triangular y particular, por dolorosa que sea o haya sido, conforme o no a una
norma social, y si no se la camufla o falsifica, es la única que puede formar a una persona
sana en su realidad psíquica, dinámica, orientada a un futuro abierto. El ser humano solo
puede superar su infancia y hallar una unidad dinámica y sexual de persona social
responsable si se desprende de ella a través de una verdadera expresión de sí mismo
ante quien pueda oírlo.
f) El complejo de Edipo y su resolución.
El complejo de Edipo como etapa decisiva que todo ser humano atraviesa después de su
toma de conciencia clara de pertenecer al género humano. El complejo de Edipo, cuya
organización se instaura desde los tres años con la certidumbre de su sexo, y se resuelve
con la resolución y el desprendimiento del placer incestuoso, es la encrucijada de las
energías de la infancia a partir de la cual se organizan las avenidas de la comunicación
creadora y de su fecundidad asumible en la sociedad. Si no adquiere el dominio
consciente de la ley que rige la paternidad y las relaciones familiares, cuya ausencia se
manifiesta en la carencia de ideas claras acerca de los términos que expresan, las
emociones y los actos de este sujeto están condenados a la confusión y su persona al
desorden y al fracaso.
¿Qué quiere decir resolución edípica, palabra que surge siempre en los textos
psicoanalíticos y a la que se presenta como la clave del éxito, o por el contrario, de una
cierta morbidez psicología en los seres humanos? Se trata de una aceptación de la ley de
prohibición del incesto, de una renuncia, incluso a nivel imaginario, al deseo de contacto
corporal genital con el progenitor del sexo complementario y a la rivalidad sexual con el
del mismo sexo.
Volvamos a la situación triangular madre-padre-niño y a su rol determinante en la
evolución psicológica. Todo ser humano está marcado por la relación real que tiene con
su padre y su madre, por el a priori simbólico que hereda en el momento de su
nacimiento, aun antes de abrir los ojos. El rol desestructurante o inhibitorio del desarrollo
no depende, contrariamente a lo que podría pensarse, de la ausencia de los padres; en
todo caso, todo dolor puede ser sano cuando no haya mentiras que impidan que los
hechos reales hagan surgir los frutos de la aceptación, a partir de la situación real.
Sin embargo, no se puede comprender esta frase en el sentido “la culpa es de los
padres”, o de este, o de aquel, si no en su sentido verídico que es el de que los padres y
los hijos pequeños son participantes dinámicos, no disociados por las resonancias
inconscientes de su libido. El psicoanálisis nos enseña que todo acto, aun nefasto, es
parte solidaria de un conjunto viviente y que, incluso si son lamentables, un acto o una
conducta pueden servir en forma positiva para quien sepa utilizarlos como experiencia.
g) La sociedad (la escuela) su rol patógeno o profiláctico.
Me permitiré formular un deseo: que los psicoanalistas tengan que vérselas más con
casos referidos a los desórdenes profundos de la vida simbólica, que se originan antes de
los 4 años, y no con las dificultades de conductas de reacción sanas ante la vida escolar,
efectivamente patógena en la actualidad. Me refiero a las reacciones o crisis caracteriales
sanas de un sujeto, preocupado por resolver dificultades reales necesarias para su vida
emocional, personal y familiar y que momentáneamente, no se interesa en su rol de
alumno.
Se debe organizar un inmenso trabajo de profilaxis mental y este no es el rol de los
psicoanalistas; pero este trabajo no puede organizarse sin tener en cuenta los aportes del
psicoanálisis al mundo civilizado. Para compensar la carencia educativa del ejemplo
recibido en familia, la escuela debería dar también una instrucción formadora para la vida
en sociedad, y hoy carece de ella. Quiero decir que los niños civilizados nunca oyen de
boca de sus maestros ni de sus padres, que las desconocen o que consideran incorrecto
decirselas, la formulación de las leyes naturales que gobiernan a la especie humana.
Conclusiones
La primera entrevista con el psicoanalista es, ante todo, un encuentro con uno mismo, con
un sí mismo que intenta salir de la falsedad. La función del analista es la de restituir al
sujeto, como don, su verdad.
La pareja parental plantea su pregunta a través de su hijo, pero ella debe asumir un
sentido en referencia a la propia historia de esta pareja. El analista no debe proporcionar
soluciones, sino permitir que la pregunta se plantee a través de la angustia puesta al
desnudo, por el abandono de las defensas ilusorias. El analista no es ni director de
conciencia, ni guía, ni educador. No se preocupa por dar una receta o por desear un éxito.
Su rol es permitir que la palabra sea.
La primera entrevista no es a menudo más que una puesta a punto, una ordenación de
piezas de un juego de ajedrez. El resto queda para después pero los personajes han sido
ubicados. Lo que finalmente puede estructurarse es el sujeto, perdido, olvidado en las
fantasías parentales. Su surgimiento como ser autónomo, no alienado en los padres, es
en sí, un momento importante.
Una consulta psicoanalítica tiene sentido sólo si los padres están dispuestos a despojarse
de las máscaras, a reconocer la inadecuación de su demanda y a cuestionar en cierta
forma. En el transcurso de la consulta psicoanalítica nada se hará para facilitarle al sujeto
lo que demanda. Ahora bien, esta misma demanda es la que lo conduce hacia el médico
o hacia el reeducador que, por su parte, pueden responder a ella en forma adecuada. El
rol que le corresponde al psicoanalista es el de considerar su aspecto engañoso para
ayudar al sujeto a situarse correctamente respecto de sí mismo y de los otros.

Mannoni, M. (1965). Capítulo 4. Punto II “Características específicas del psicoanálisis de


niños”. En Un saber que no se sabe (pp. 72 - 82). España. Editorial Gedisa.
a) La expectativa psicoanalítica y un cierto desgano de vivir.
En las primeras entrevistas, el analista, utilizando un lenguaje cotidiano, indaga lo que se
disimula bajo una insuficiencia operativa e intenta percibir aquello que busca expresarse
en el niño, más allá de las perturbaciones caracterológicas, el fracaso escolar y un retardo
psicomotor. En efecto, al analista le interesa averiguar si el niño es creativo e
independiente y si tiene buenas relaciones con sus compañeros de juego. La situación
que se suele poner de manifiesto entonces provoca la ansiedad de los padres, a menudo
tan preocupados por el futuro que la vida presente está anulada. Pero el niño se defiende
y fabrica síntomas. Lejos de encaminar a este pequeño por la vía del análisis, el analista
se contenta con desenquistar, a lo largo de dos o tres entrevistas, la situación que estaba
bloqueada, induciendo en el niño un dinamismo comprometido, ya que la rebeldía contra
un orden demasiado patógeno puede ser también un signo de “salud mental”.
(Caso: “Me duele la cabeza”). Los trastornos de la primera infancia a menudo son
exclusivamente reacciones contra el clima en que vive él bebe. Los trastornos de la
segunda infancia pueden ser el resultado de los conflictos normales inherentes al Edipo.
Cuando se consolidan las ansiedades de los padres que se sienten impotentes para
ayudar a su hijo, las dificultades pueden convertirse en inadaptación. A veces la
interacción de las ansiedades recíprocas crea una atmósfera de violencia verbal, con la
consiguiente pérdida de confianza en sí mismo por parte del niño.
b) Algunos enfoques en psicoanálisis de niños.
1. El diagnóstico. Sabemos que para Anna Freud, las indicaciones de tratamiento
obedecían a un único criterio: “fijación a una etapa que normalmente debió estar
superada”. Dolto, por su parte, se rige por tres pautas principales: el estudio del niño a
través de las experiencias reales e imaginarias vividas en cada etapa de su evolución el
estudio del ideal del o familia; el estudio de las proyecciones fantasmáticas de los padres,
remontándose hasta tres generaciones. Por lo general, los analistas estudian las
proyecciones fantasmáticas como mecanismos de defensa. Para Dolto, en cambio, el
fantasma verbalizado o proyectado gráficamente es inseparable de una vivencia sensorial
cenestésica: comprender el fantasma es comprender la imagen del cuerpo. La imagen del
cuerpo evoca a las imágenes corporales más primitivas que pueden constituir obstáculos
al progreso.
2. Los contactos iniciales con el niño. Anna Freud adopta una actitud seductora con vistas
a establecer una transferencia positiva y Melanie Klein se abstenía de dar consignas
precisas al comienzo, pero interpretaba tan pronto como surgían manifestaciones de
transferencia negativa. Dolto le pregunta al niño si desea ser atendido. Da a los padres
una especie de “balance” de la situación tal como la percibe y sugiere o no un análisis
según ese balance y la actitud del niño frente a lo que se propone.
3. El tratamiento. Serge Lebovici propone los siguientes ejes clásicos del trabajo analítico:
analizar el Edipo ante los conflictos primitivos; analizar los mecanismos de defensa; e
interpretar en función de estos mecanismos y de los conflictos proyectados en el
terapeuta. Dolto, en cambio, presta atención al “modo de ser” madre-hijo que determina la
fijación del niño a una etapa de no diferenciación respecto de la madre.
Contrariamente a la técnica clásica (Lebovici) de acuerdo con la cual el análisis avanza
desde lo más edípico a lo más regresivo; Dolto utiliza el material primitivo tan pronto como
este se manifiesta. La progresión se hace desde lo más primitivo hasta el nivel edípico, y
no al revés.
Las construcciones del analista.
Siempre es arriesgado reducir el aporte de Dolto a los aspectos técnicos. Pero el valor de
sus trabajos referentes al periodo anterior a la etapa del espejo reside en el
esclarecimiento que ofrece sobre ciertos métodos psicóticos tempranos. En efecto, Dolto
sostiene acertadamente que al comienzo de la vida él bebe funciona con “pedazos de
madre”, que él tiene o no. Después, a partir de la etapa del espejo, él bebe se tiene a sí
mismo. Toma conciencia del propio cuerpo como forma. Para acceder a esta etapa tiene
que renunciar a ser en una situación simbiótica con la madre. Dolto señala que la
búsqueda del objeto perdido nunca puede ser satisfecha porque el sujeto se empeña
nostálgicamente en reencontrar el ser-perdido.
La etapa del espejo es un concepto que tiene que ver ante todo con la estructuración o el
establecimiento de relaciones. Cuando él bebe se enfrenta con su propia imagen, entra en
juego en lo imaginario una dimensión esencial. Al principio, él bebe cree que su imagen
es otro niño y después reconoce que ese otro niño no existe, descubriendo así lo
imaginario, bajo la forma especular. Lo imaginario y lo especular no son lo mismo. Lo
imaginario corresponde a una imagen sin realidad, mientras que lo especular se refiere a
mi imagen: me veo como me ven los otros.
Transferencia y Contratransferencia.
El psicótico suele sentir que la situación analítica es peligrosa, porque la vive como una
opción. Cuando el analista trata de introducirse por medio de una palabra en el mundo del
niño alienado, choca con un anhelo de exclusión total. La palabra acertada del analista
puede conseguir que se levante el bloqueo de un discurso que tiende permanentemente a
replegarse en un sistema cerrado. Por mi parte, al tratar con niños psicóticos, considero
esencial prestar atención a un único discurso (el que mantienen el niño y sus padres).
Terminación del análisis.
En un análisis de niños, pienso que no se puede hablar verdaderamente de “terminación”.
En un caso de neurosis, el análisis se interrumpe, por supuesto, cuando el niño está en
condiciones de vivir por sí solo las dificultades de la crisis edípica. Pero cuando hablamos
de la terminación del análisis de un niño psicótico, nos referimos en general al deseo del
analista de dar por terminado este análisis.

Mannoni, M. (1967). Prefacio. Capítulo III “La psicoterapia de la psicosis”. Apéndice I


“La debilidad mental cuestionada”. En El niño, su enfermedad y los otros. (Pp. 7 -
24, pp. 103 - 128 y pp. 199 - 220). Buenos Aires. Editorial Nueva Visión.

Capítulo 3 – La psicoterapia de la psicosis.


En las clasificaciones y desarrollos teóricos actuales referidos a la esquizofrenia, el puesto
de sujeto permanece vacío.
Aquello que ha escuchado en la familia, determinará en el niño la palabra delirante,
alucinada, autística, y fortalecerá la severidad arcaica de un superyó que se ha vuelto
temible. El niño se siente expuesto desde muy pequeño a la amenaza de una agresión
interior, que proyectada al exterior, le descubre un mundo ambiente que siente como
peligroso. Esta situación de proyección agresiva ocurre en todo niño normal en el punto
culminante del Edipo: el superyó sería el resultado de la introyección de una imagen
parental que se siente como aterradora. Pero si, en la realidad, uno de los padres se
muestra verdaderamente amenazante, entonces la elaboración normal no se cumple y el
niño se encuentra entregado a los efectos fantásticos de sus proyecciones, en una
situación de pura agresividad especular. Entonces todos los conflictos son vivos en
términos de alternativa: suicida o mortífera. Paralelamente, el niño se siente en peligro,
porque no ha adquirido por sí mismo una imagen del cuerpo unificado: la ausencia de
identificación de su yo con el ego especular lo impulsa a escapar de su propio cuerpo y a
alienarse perpetuamente en un cuerpo parcial. Allí se encuentran las bases de un ulterior
desarrollo esquizofrénico.
Según las teorías kleinianas, todo ser humano pasa en la infancia por etapas psicóticas: el
papel de la madre real consiste en modificar la vida fantasmática del bebé oponiendo a
sus terrores imaginarios una presencia tranquilizante que se traduce en un discurso con
sentido. El fracaso constituye un germen para el desarrollo de ciertas dificultades
psicóticas que se sitúa en su mayor parte antes de los siete meses de edad.
Algo capital entra en juego en el momento que Lacan denomina “el estadio del espejo”. La
prueba de separación ya había puesto en juego el vínculo imaginario del sujeto con el
Otro. En un segundo momento, el niño asumirá su imagen como totalidad y la imagen del
semejante como diferente de la suya. El instante de júbilo experimentado significa una
victoria sobre el enfrentamiento especular, enfrentamiento que, en el psicótico, provoca la
autodestrucción, la destrucción o la negación del Otro.
Existe un paso decisivo entre la fase narcisista y el Edipo. El Complejo de Edipo introduce
una nueva estructura a través del papel desempeñado por la identificación edípica. En
esta etapa es donde volvemos a encontrar lo que corresponde al falo, al NDP, en relación
del sujeto con el Otro. La forclusión es característica de la psicosis y falseara toda la
relación del sujeto con la realidad, haciéndole perder el uso de la función imaginaria y la
función simbólica. Ambas ausencias se constituyen como el signo del fenómeno psicótico.
La noción de traumatismo como explicación de ciertos procesos mórbidos fue introducida
con Freud, pero luego se advirtió que la suerte de un acontecimiento doloroso está
vinculada para el sujeto con la manera en que en el discurso de los adultos aquel es
retomada. La palabra de los adultos es la que marca al niño más que el acontecimiento en
sí. Y a menudo sucede que sólo mucho después del drama real se llega a localizar
aquello que se ha escogido en la historia de un sujeto por su efecto traumático. El destino
del psicótico no se fija tanto a partir de un acontecimiento real perturbados, como a partir
de la manera en que el sujeto fue excluido, por uno u otro de los padres, de una
posibilidad de entrada en una estructura triangular. Esto es lo que destina al niño a seguir
ocupando el puesto de un objeto parcial, sin poder llegar a asumir nunca una identidad
propia.
Cuando los padres se dirigen al analista por su niño enfermo, al hablar de este
indirectamente hablan de sí mismos. Tenemos que prestar atención a dos variedades bien
distintas e mensaje: 1) el discurso que he denominado discurso cerrado, se trata de un
relato pronunciado más bien delante del analista que para el analista; 2) El discurso
dramático, donde el analista es alcanzado por el carácter inapelable de los sangrientos
deseos parentales con respecto a su hijo.
Comenzar la cura de un niño psicótico significa entra en un drama a través de la
interacción del discurso de los padres y del discurso del niño. Esto presupone que el
analista puede llegar a poner en descubierto con cierta precisión la forma en el que niño y
el progenitor se encuentran en dificultades con respecto a su posición sobre el deseo.
Vimos que el destino del psicótico se fija a partir de la manera en que este es excluido,
por uno u otro de los padres, de una posibilidad de entrada en una situación triangular.
Esto es lo que lo destina a no poder asumir nunca ninguna identidad. Atrapado desde su
nacimiento en medio de un baño de palabras que lo inmovilizan reduciéndolo al estado de
objeto parcial, para que pueda entrar alguna vez como sujeto en la cura es necesario que
el sistema del lenguaje dentro del cual se encuentra atrapado sea ante todo modificado.
Solo luego podrá el ser remodelado por el lenguaje. En este estudio me ha guiado la
importancia que confiero a la escucha de un solo discurso: el del niño y el de su familia. El
niño está atrapado en una palabra parental que lo aliena como sujeto. Esta palabra
parental alienante es uno de los aspectos de una simbolización falseada a nivel del
adulto. Cuando una palabra, a nivel del adulto, pueda liberarse del curso impersonal,
entonces se hará posible el nacimiento de una palabra diferente del adulto hacia el niño.
Las condiciones en las que se opera la cura para el niño se transforman a partir de allí.
Apéndice – La debilidad mental cuestionada.
Si se interroga el pasado se advierte que fue a los administradores y a los juristas a
quienes la sociedad encargo trazar el límite aceptable entre la razón y la sinrazón. Ya en
el siglo XVII puede advertirse una prefiguración de lo que más tarde se elaborará con el
nombre de test de niveles. Se destacan las diversas categorías de débiles mentales de
acuerdo con la adaptación o el rendimiento social. No importa tanto conocer al débil como
asignarle un puesto jurídico, dentro de una sociedad preocupada ante todo por
salvaguardar los bienes de la familia.
La verdad de la locura, de la insuficiencia mental, es estudiada. A Tuke y a Pinel les
debemos la introducción del médico en el asilo, y esto se produce en el mismo momento
en que esos eminentes psiquiatras descubre el papel no-medido del médico y convierten
a la relación médico-enfermo en el soporte esencial de toda terapéutica. Pero, para que
esta innovación adquiera un sentido y llegue a ser efectiva habrá que esperar hasta
Freud. El será quien nos permite, a través del sinsentido, volver a conectarnos con el
sentido. Como clínico está Freud abierto para todos los descubrimientos: desconfía del
espíritu clasificatorio y se pone a escuchar el sufrimiento que habla en su enfermo sin que
este lo sepa. No se sitúa ante la verdad de la locura, sino frente a un ser de palabra que
posee una verdad que le está oculta, que le es escamoteada, o que ya no le pertenece.
De este modo, se abrió una época nueva para la psiquiatría y el papel de los
psicoanalistas debería ser ante todo el no dejar que esa apertura se vuelva a cerrar.
Los obstáculos que falsean la comunicación entre el hombre normal y el débil parecen ser
los mismos que aquellos que en el curso de la historia imposibilitaron que se abordará la
psicosis. La negación, el rechazo, y luego la objetivación del local como materia de
estudio científico, son el resultado del no reconocimiento del llamado hombre normal no
solo de su propio miedo, sino también de sus fantasías sádicas y los mitos que poblaron
su infancia.
Lo que todavía nos perjudica, tanto en pedagogía como en psicoanálisis, es el predominio
de la teoría del desarrollo. Estas no tienen en cuenta la historia del sujeto salvo en la
medida en que ella viene a favorecer o a impedir una “maduración”. Entonces se
establece un paralelo entre el desarrollo del cuerpo y el desarrollo mental, paralelo muy
discutible porque el psicoanálisis nos muestra cada vez mejor hasta qué punto lo que
cuenta en un sujeto no es lo que se le da en el nivel de las necesidades sino la palabra
que lo remite al campo del Otro sin el cual todo el estudio del atrasado queda reducido a
una descripción dentro de una perspectiva puramente estática y que desalienta de
antemano toda idea de progreso.
La experiencia de Itard es la ilustración misma de lo que todavía nos ocurre hoy ante el
problema del retraso mental. El pedagogo trata de imponer al débil su propia concepción
del mundo. El psicoanalista todavía oscila entre la curiosidad intelectual y el rechazo del
sujeto débil, de ese sujeto, no dice, que no es interesante por causa de la misma pobreza
de su lenguaje.
Víctor es tomado como objeto de cuidados y de curiosidad, para convertirse luego en el
objeto de medidas reeducativas y precisamente aquí es donde se insertará cierto
malentendido básico. Víctor todavía no está en condiciones de articular una demanda y
finalmente se estado es “soportado”, volviendo a encontrar en el caso del atraso el
esquema mismo de un cierto tipo de relación madre-hijo. A partir de este fracaso de una
relación humana correcta, Itard habrá de innovar en los sistemas de reeducación: como
en el curso de los siglos anteriores, la teoría tiene por misión tranquilizar la inquietud
suscitada por la impotencia del adulto.
En el enfoque del problema del retraso mental, el psicoanálisis, sin negar el papel del
factor orgánico en muchos casos, no lo selecciona como una explicación radical. Todo ser
disminuido es considerado en principio como un sujeto hablante. Este sujeto no es el de la
necesidad ni tampoco el del comportamiento, y ni siquiera es el del conocimiento. Es un
sujeto que por su palabra dirige un llamado, trata de hacerse oír, y en cierto modo se
constituye en su relación con el Otro.
En el niño atrasado, como en el psicótico, se requieren condiciones técnicas precisas para
que ese discurso aparezca en la cura. En efecto, se crea un tipo de relación con la madre
tan peculiar, que uno no puede ser escuchado sin la otra.
Sin saberlo, el sujeto nos confía en su discurso una forma peculiar de relación con la
madre (o con su sustituto). Su enfermedad constituye el lugar mismo de la angustia
materna, una angustia privilegiada que por lo general obstaculiza la evolución edípica
normal.
Durante la cura, sucede que el analista se ve llevado a explicarles al niño las dificultades
de sus padres respecto a sus propios antecesores. Introduce una dimensión que le
permite al niño situarse como el eslabón de una cadena en función de un devenir. El
sujeto toma conciencia de que está inscripto dentro de una descendencia, a partir de esa
ordenación de cada uno dentro de su historia. Sus puntos de referencia ya no son sus
padres reales, sino que está a la búsqueda de un ideal parental en sí.

Mannoni, M. (1965). Capítulo 2 “La experiencia analítica”. Capítulo 5 “La enseñanza


del psicoanálisis”. En Un saber que no se sabe. (pp. 32 - 52 y pp. 95 - 105). España.
Editorial Gedisa.

Capítulo 2: La experiencia analítica.


¿De qué está hecho el pensamiento creador?
Las primeras cartas de Freud dejan entrever las crisis por las que debió atravesar.
Es bien sabido que durante largos años Fliess es el único confidente de Freud: “Tengo la
sensación de encontrarme frente a uno de los grandes secretos de la naturaleza”. Ese
“Secreto” que Freud necesita comunicar a alguien tiene que ver con sus hipótesis acerca
del lugar que ocupa en el origen de una neurosis el “daño sexual” sufrido por el sujeto.
Para Freud, es imprescindible crear una posición terapéutica totalmente diferente de la
habitual en su tiempo, por penosa que sea para el médico que la adopte. Comienza a
escribir el “Proyecto de una psicología para neurólogos”, que le envía a Fliess. Su
propósito es crear una especie de robot, una máquina pensante cuyos mecanismos de
funcionamiento explica en función del principio de constancia. Freud trata de elaborar una
teoría psicológica en lenguaje neurológico. Algunas de estas ideas reaparecen en La
Interpretación de los Sueños, pero despojadas de toda connotación neurológica. Un mes
más tarde, abandona todo aunque es de notar que las elaboraciones del “Proyecto”
aparecen en un momento de resistencia en la relación de Freud con Fliess.
Las modificaciones teóricas.
Entre 1904 y 1918, Freud retoma y profundiza el tema de la resistencia.
Freud descubre la resistencia, en primer lugar, como un obstáculo a la comunicación,
cuando siente la necesidad de escribir a Fliess pero las ideas ya no fluyen. El mismo
problema aparece con sus pacientes, que aunque bien dispuestos de pronto no
comprenden lo que les dice. Toma conciencia entonces de que la aparición de la
resistencia es inevitable en un tratamiento y en ella reside el secreto de la neurosis.
Abandona entonces el enfoque topológico para adoptar al dinámico e induce al paciente a
ver su enfermedad como un adversario digno de él, reconociendo al mismo tiempo en la
resistencia una valiosa fuente de información. Freud no dice aunque la resistencia es del
yo, sino que la resistencia es la transferencia, y aconseja no enfocar el problema de la
transferencia mientras esta no se haya convertido en resistencia.
El enfoque dinámico da paso después a un enfoque estructural. En 1918, Freud habla del
psiquismo fragmentado del neurótico, fisurado por las resistencias. Se insinúa ya su idea
de que eliminando las resistencias, se crean las condiciones para la síntesis de un yo
virtual.
Hasta aquí el aspecto clínico de las diferentes posiciones teóricas de Freud, desde el
comienzo. Sin embargo, las diversas modalidades en que las desarrolla serán recibidas
de diferentes maneras por sus discípulos, tropezando así con incomprensiones y
resistencias.
La manera en que Freud emprende su investigación está signada por un estilo. Su trabajo
con el paciente está inserto en una búsqueda de la verdad del sujeto, siguiendo el mismo
camino que antes adoptó para sí mismo. Su efecto se hace notar no solo en el tipo de
vínculos establecidos con los pacientes, sino también en sus formulaciones teóricas sobre
la singularidad de la experiencia analítica, que de hecho aparece como una experiencia
humana. La experiencia humana que la aventura analítica restituye se forma, según
Freud, a partir de la idea de reencuentro y recuperación del pasado.
(El último apartado del CAP. 2 - “Los pacientes”, no aportaba nada importante)
Capítulo 5: La enseñanza del Psicoanálisis.
¿Es posible enseñar psicoanálisis? Freud estaba persuadido de que el psicoanálisis tenía
algo que ofrecer a las disciplinas universitarias. Según él, sin embargo, el psicoanalista en
formación podía prescindir de la universidad, porque las sociedades psicoanalíticas
habían sido concebidas para brindarle la enseñanza necesaria. Además, estas
sociedades existían debido precisamente a que el psicoanálisis estaba excluido de las
universidades. No obstante, la historia del movimiento analítico muestra, en opinión de los
propios analistas, que las sociedades y los institutos de psicoanálisis no cumplieron con lo
que cabía esperar de ellos.
Desde un principio Freud concibió dos direcciones dentro de la enseñanza del
psicoanálisis, según esta se orientará a los no analistas o a los analistas. En otras
palabras, se impartirá información sobre el psicoanálisis, a la manera de la docencia
académica; o bien, una forma predominantemente de iniciación.
¿Es posible salvaguardar al mismo tiempo la doctrina analítica y la estabilidad de la
institución analítica? Esta es la pregunta que se formulan abiertamente los analistas
didácticos de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Muestra que si bien en los
primeros tiempos del movimiento analítico, las exigencias de los analistas fueron sobre
todo teóricas, en una segunda etapa, ya alcanzada la institucionalización, las exigencias
se refieren por el contrario a la enseñanza.
Freud concibió su obra como susceptible de todos los desarrollos y todas las
modificaciones. Sin embargo, no previó que cuando se erige una institución para defender
una causa, la obra queda momificada. Paradójicamente, esa momificación permite que la
institución se consolide y de ahí en más esté dedicada a la “entronización” de la obra.
Cuando se le exige a un candidato que ajuste sus tratamientos a un determinado modelo,
en el mismo acto se le está vedando la posibilidad de recrear junto con su paciente. Este
camino no puede sino conducir a la paralización del análisis.
La enseñanza de lo que enseña el inconsciente.
Lacan acepto el reto que algunos consideraron imposible: enseñar lo que enseña el
inconsciente. Sin embargo, al final de su vida tuvo la impresión de haber fracasado. La
inquietud por la formalización que demostró a partir de 1970 parecía ir a la par de los
ideales de la ciencia oficial. En efecto, Lacan trato, con fines didácticos de transmitir una
teoría sin contradicciones. Mientras el uso el matema como un “ardid poético”, sus
discípulos, por el contrario, transformaron la matematización en un proyecto que debía ser
tomado al pie de la letra. La transmisión del análisis quedó comprometida, ya que la
principal preocupación pasó a ser que el discurso de los miembros guardara fidelidad a la
escuela. Así, el lenguaje lacaniano se convirtió en ritual.
En sus comienzos, sin embargo, la enseñanza lacaniana insistía en la necesidad de poner
el acento en la división del sujeto. Evitar que el paciente reconozca la verdad de una
división era anular la esencia del descubrimiento freudiano.

Mannoni, M. (1976). Prólogo. En El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis. (pp. 9 - 14).


México. Siglo Veintiuno.
El movimiento actual de antipsiquiatría ataca nuestras posiciones ideológicas
tradicionales. La antipsiquiatría ha nacido de una protesta contra la medicalización de lo
no-médico; como movimiento que se opone desde un primer momento y ante todo a cierta
forma de monopolio del saber médico.
Por el contrario, la actitud psicoanalítica no hace del saber un monopolio del analista. El
analista, por el contrario, presta atención a la verdad que se desprende del discurso
psicótico. La aplicación, en nombre de un saber instituido, de medidas intempestivas de
“cura” no logra otra cosa que aplastar aquello que demanda hablar en el lenguaje de la
locura y al mismo tiempo lo fija en un delirio, con lo que aliena aún más al sujeto.
En Francia, durante estos últimos años, el grupo de Lacan ha efectuado un esfuerzo muy
marcado en el plano de la reorganización de las instituciones de cura, organismos a los
que se ha querido sustraer no solamente de la esclerosis administrativa, sino incluso de
los fundamentos no científicos del sistema que se halla en vigor en el dispensario.
Estudios aún no publicados tienen por objeto el análisis de lo que se pone en juego
cuando se pide una consulta y el modo en que la respuesta inoportuna que se da dentro
del sistema tradicional puede sofocar una verdad, alterar el sentido de esa demanda.
En este libro, trato no solamente a la madre y al hijo, sino a la actitud inconsciente
colectiva de los “bien pensantes” ante el “anormal”. Muestro los efectos de esa actitud, sin
tener “solución” que proponer. No basta con cuestionar la actitud defensiva de una
sociedad que excluye con excesiva facilidad al niño o al adulto “anormales”. Es preciso
analizar también la actitud inversa, surgida del desconocimiento de aquella enseñanza.
En este segundo caso, el retardado o el loco se convierte en objeto de un verdadero culto
religioso: se halla en peligro de verse recuperado por instituciones caritativas, compartido
como objeto de ciencia y de cura por una multitud de especialistas. El mito de la norma y
el peso de los prejuicios científicos desempeñan el papel de factores de alienación social,
no solo para el enfermo mental sino también para quienes lo curan y para sus padres.
Habría que volver a plantear, sobre bases teóricas diferentes de las que por lo general se
usan, la noción misma de institución. Y no es posible repensar la institución sin comenzar
por cuestionar el origen mismo de su existencia.
El paciente sirve con frecuencia de pantalla para lo que el que cura no quiere ni saber ni
oír, porque ello señala de inmediato las motivaciones profundas de las relaciones
jerárquicas instituidas, así como la función de un determinado orden vigente.

Najt, N. (2006). Capítulo “Novelas Adolescentes”. En Rother de Hornstein, C


Adolescencias: trayectorias turbulentas. (pp. 211 - 231). Buenos Aires. Editorial
Paidós. Psicología Profunda.

¿Por qué muchos niños/niñas que presentaron una organización psíquica cuya
problemática fue considerada grave, logran defensas y formulaciones identificatorias que
organizan su novela familiar? ¿Cómo es que el advenimiento adolescente, en el curso del
trabajo analítico, puede conseguir “figuras identificatorias” que le faciliten la construcción
de una historia y participen en “el encuentro de sentido en su biografía”? Este es un
interrogante que nos envía a los fundamentos teóricos que explican el fenómeno puberal-
adolescente, es decir, la posibilidad de concebir una propuesta metapsicológica de las
formaciones patológicas.
Todas las propuestas teóricas posibilitaron alguna aproximación a la explicación del
psiquismo y sus posibles psicopatológicos, desde la interacción, en las novelas
encontramos la creación literaria, que enriquece y confirma esas teorías.
En la práctica con niños y adolescentes son las problemáticas severas las que nos
remiten a revisar las opciones teóricas que las explican. Una teoría que fundamente los
primeros tiempos de la vida psíquica conseguirá ubicar los tiempos cronológicos y los
tiempos lógicos en un modelo que apoye la investigación clínica.
Desde esta posición trabajamos con los fundamentos que ofrece la propuesta de Piera
Aulagnier. Esta autora explica que fue el discurso psicótico lo que le exigió pensar en una
metapsicología que pudiera dar cuenta de éste, y a partir de ahí elaboró aportes teóricos
para el conocimiento de la organización de los procesos psíquicos desde los orígenes, y
un modelo de los cuadros que conforman la psicopatología. Con relación a la
psicopatología dice Aulagnier “el concepto de potencialidad engloba los posibles del
funcionamiento del Yo y de sus posiciones identificatorias, una vez concluida la infancia”.
Y en referencia a la “psicopatología” infantil sostiene: “Lo que sucede en ese tiempo
infantil en que se decide no el devenir del Yo, siempre dependiente de los encuentros
conflictuales que los toros y la realidad le lleguen a imponer, sino de los “posibles” que
tiene a su disposición para afrontar superar el conflicto.
Hasta aquí una breve presentación de nociones tales como discurso psicótico y
potencialidad, que son “organizadoras” del pensamiento teórico para la clínica. Veamos
cómo logra su posición identificatoria una vez concluida la infancia el sujeto que ha tenido
que soportar el exceso de violencia que inundó su psique de odio y sufrimiento, y a pesar
de todo esto logró defensas para sobrevivir.
El pensamiento “delirante primario” es la interpretación que el sujeto producirá en
respuesta al exceso de violencia provocado por el portavoz, y con frecuencia por la pareja
parental. Encontramos así un tipo de organización en la psique, la “potencialidad
psicótica”.
El trabajo con niños y adolescentes da lugar a la observación e inferencia de las
actividades psíquicas primerísimas. En estos primeros tiempos de la vida el infante realiza
una intensa actividad de investigación. Una de las preocupaciones que lo lleva a formular
teorías explicativas, es la referida a “sus orígenes”, en particular “si fue deseado en los
orígenes”.
Si no hay un primer enunciado en el discurso externo a la psique que explique el origen
de su historia, o si el enunciado resulta inaceptable, el yo se encuentra en estado de
riesgo, en peligro constante.
La “novela familiar” realizará una tarea de recuperación con una nueva apuesta en sentido
del trabajo de investigación iniciado en épocas pretéritas. La novela orienta al joven
adolescente en la actividad de historiador para conocer su propia historia, laboral que se
inició en los tiempos de la “duda”. Este derecho a la duda lo lleva a cuestionar las
afirmaciones realidad de sus padres, incluida la legitimidad de sus orígenes.
Caso El trabajo terapéutico tuvo continuidad con el paciente y siempre fue provisorio con
los padres: resultaba necesario actualizar el contrato periódicamente. En el tiempo
transcurrido, primero se pudo conocer el odio en el ejercicio de la pulsión de muerte
hecho efectivo sobre el hijo. Pasados varios años la madre comenzó a manifestar la
función en el odio que sostenía a la pareja. En esa época se confinó la condición “de por
tesis de la vida materna” por parte del hijo y también el significado del fracaso de la
represión materna, donde la locura y el sufrimiento del hijo hacían de argamasa al
encuentro parental. Fracaso de la represión en la organización psíquica de la madre que
es taponada con la psicosis del hijo: el hijo resulta prótesis de la psique materna. El
paciente M. no delira (por el momento) pero su búsqueda de sentido en los orígenes lo
lleva a encontrar a la figura identificatoria que es modelo de su sufrimiento en
Frankenstein.

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