Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
BLEICHMAR
BLEICHMAR- SOSTENER LOS PARADIGMAS DESPRENDIÉNDOSE DEL LASTRE.
El Psa corre el riesgo de sucumbir, no en razón de la fuerza de sus oponentes, nii de la
racionalidad de los argumentos con los cuales intentan sus relevamiento sino
implosionado por sus propias contradicciones internas. Es por ello que deviene tarea
urgente separar aquellos enunciados de permanencia , que trascienden las mutaciones
en la subjetividad que las modificaciones históricas ponen en marcha, de los elementos
permanentes del funcionamiento psíquico que no solo se sostienen sino que cobran
mayor vigencia en razón de que devienen el único horizonte explicativo posible para estos
nuevos modos de emergencia de la subjetividad.
POSICIONAMIENTO RESPECTO DE LA OBRA DE FREUD: Los textos de Freud se
inscriben como punto de partida no reductibles a ningún lector supremo que se atribuya
mesianicamente ser el único que “ha escuchado la palabra”, ni diluibles en una literalidad
que los coagule como textos sagrados El rigor de lectura no se confunde como
obedeciendo pero tampoco reemplazando lo que en ellos fue dicho para hacerlos
coincidir con lo que a cada escuela le gustaría que digan.
Es importante hacer atravesar los escritos de Freud por el metodo analitico, sin
reemplazar lo que dicen por lo que en realidad freud quiso decir ya que o que en realidad
quiso decir es lo que dice. Se tratar de abarcar la obra desde una triple perspectiva:
problemática, histórica y crítica.
Desde el punto de vista histórico, el pensamiento freudiano no podría ser abarcado bajo
una simple cronología. Es necesario mostrar no solo los resultados sino el
encaminamiento por el cuals e llega a los mismos, lo cual permite que se puedan rehacer
tramos e iniciar nuevas direcciones. No se trata de descartar algo como erróneo en sí
mismo, sino de recuperar el movimiento que lo hace desembocar en una vía errada para
desde allí, rehacerlo.
Cada escuela ha intentando sostenerse a costa de una renegación de los aspectos de la
obra freudiana que no le s “sintónicos” en un esfuerzo de síntesis que opera por recortes y
exclusiones
ESTATUTO DEL ICC: Nos ubicamos en unas perspectiva que separa como dos órdenes
diferentes la existencia del icc de su conocimiento. El icc es un existente cuya
materialidad debe ser separada de su conocimiento, existió antes de que este
conocimiento fuera posible y el descubrimiento freudiano implica su conceptualización, no
su invención. El icc existe en algún lado más allá del proceso de la cura nanalítica.
La definición del origen de la pulsión pone en juego los orígenes mismos de las
representaciones que constituyen la materialidad de base del icc. Sus orígenes están
atravesados por inscripciones provenientes de las primeras vivencias sexuales que
acompañan los cuidados con los cuales el adulto toma a cargo a la cría. Si es el hecho de
que un exceso de sexualidad del otro determina el surgimiento de la representación
psíquica, debemos decir que el icc no surge de la ausencia de objeto sino de su exceso,
vale decir del plus de placer que se genera el el movimiento de resolución de la
autoconservación a partir de que esta está en manos del adulto excedido, el mismo, por
sus propios deseos icc.
El descubrimiento fundamental del psa es la afirmación de que la representación
antecede al sujeto pensante, vale decir, que en los orígenes existe, un “pensamiento sin
sujeto”. Luego, esta realidad originaria pre-subjetiva, deviene subjetiva.
Las consecuencias de esta afirmación son: Destitución definitiva del modo maquineo con
el cual se ha concebido la defensa: siendo icc y preconciente las estructuras con su propia
legalidad y su propio emplazamiento en el interior de la tópica psíquica, los enunciados
que el sujeto formula no son simplemente el modo engañosos de encubrimiento de lo icc
que habría que desechar para buscar después la verdad icc, sino producciones psíquicas
de pleno derecho que coexisten con las mociones que deben ser sacadas a la luz y
liquidación de las jerarquías con las cuales se concibe al sujeto del icc como el que
enuncia la verdad, frente al yo homologado a una suerte de falsa conciencia que se
engaña-
Nuestras intervenciones deben lograr el máximo de simbolización posible con el mínimo
de intromisión necesaria. Ello implica un ejercicio de aquello que podemos denominar
oferta de “simbolización de transición”, modos de paisaje,con los cuales posibilitar una
operatoria de tránsito. En los casos en los cuales esto no es posible, es necesario crear
las posibilidades previas para que ello ocurra, mediante lo que se denomina
INTERVENCIONES ANALÍTICAS.
Ante fenómenos que emergen como no secundariamente reprimidos, no plausibles de
interpretación y cuyo estatuto puede ser del orden de lo manifiesto sin por ello ser
conscientes hay que abordarlos mediante SIMBOLIZACIONES DE TRANSICIÓN, cuya
característica principal es la de servir como puente simbólico en aquellas zonas del
psiquismo en las cuales el vació de ligazones psíquicas deja al sujeto librado a la angustia
intensa o a la compulsión. Estas ideas se relaciona con los procesos de NEOGENESIS.
El icc es de origen exógeno, tiene una materialidad heterogénea, es una realidad para-
subjetiva cerrada a toda intencionalidad.
LA FUNDACIÓN DE LO ICC
CAP IV
Intentamos graficar los movimientos de constitución del sujeto en cuyos orígenes nos
vemos inmersos, en cuya estructuración intervenimos de algún modo. Los psicoanalistas
de niños vivimos sumergidos en una preocupación por LO ORIGINARIO, por los
movimientos fundacionales del sujeto psíquico, movimientos fundacionales que vemos
emerger “en vivo”, producirse ante nuestros ojos.
Hace algunos años la autora propone una diferenciación entre autismo precoz y psicosis
simbiótica, estableciendo que en primer caso es la ausencia de constitución del yo lo que
marca las líneas dominantes del cuadro, mientras que, en el segundo, el incipiente sujeto
no puede desabrocharse del yo materno al cual ha quedado soldado a partir del momento
en que ingresa como significante de la falta. Si el autismo se produce en el momento de
instauración de los estadios más primarios de la mente y es el narcisismo el primero de
estos tiempos, el autismo no podría ser sino un FRACASO DE LA NARCISIZACIÓN
PRIMARIA. La psicosis simbiótica es concebida en cambio como efecto del
encadenamiento, soldado y absoluto, del niño en tanto significante que viene a obturar la
castración materna. Bleichmar en este texto dice que cambia su posición respecto del
autismos porque considera que es imposible sostener que el autismo es efecto de una
falla en la narcisización primaria y al mismo tiempo, afirmar que el autoerotismo es el
tiempo fundante de la sexualidad infantil, y por ende de la vida psíquica.
A continuación relata el caso alberto:. Recibió una consulta de los padres de ALBERTO
de 5 AÑOS . La maestra, comenzó a preocuparse debido a que el niño, en cualquier
situaciones y sin que operara un disparador evidente, comenzaba a hablar cosas sin
sentido, desencadenando un fragmento de discurso cuyo contexto es inubicable y cuyas
determinaciones desconocía. Ejemplo: la paloma baja y come el maíz, susana se fue a
Suiza”.
La madre dice que ella y el padre saben de donde sale lo que dice por ejemplo dice: “yo
se que ayer estuvimos en la plaza y hablamos de palomas”Sin embargo, los padres no
dejaban de percibir que algo extraño ocurría.
En el momento de esta primer consulta,nos encontramos, dice la autora,
fenoménicamente ante la emergencia de bloques hipermnésicos, descontextualizados,
que aparecen sin desencadenante aparente. La unica hipotesis que surgía era la de un
FRACASO EL LOS MOVIMIENTOS INHIBIDORES QUE EL YO DESPLIEGA y que hallan
su culminación cuando la REPRESIÓN opera diferenciando los sistemas psíquicos.
¿Qué es lo que activa un cierto conglomerado representacional?¿Que es lo que hace que
un cierto contenido pase a prcc? y aún más ¿qué es lo que hace que un contenido emerja
en lo manifiesto?(cc y manifiesto son diferentes).
Normalmente la energía psíquica tiene una cierta direccionalidad: progresiona a través de
los diversos sientas psíquicos, topándose con la censura (en la vigilia) o avanzando hasta
la frontera motriz de un aparato cerrado sobre sí mismo y con la motilidad impedida en el
momento del dormir. Lo icc es activado desde dos polos: desde el prcc (a partir de un
pensamiento cuya elaboración no culminó en la vigilia) o desde el exterior del aparato
anímico.. Siempre desde afuera del icc. Estas cuestiones ponen en evidencia que si bien
el objetivo del análisis es el discernimiento del icc y la captura de su emergencia a través
de formaciones discursivas que acuden a ellas una significación, esta emergencia no es el
resultado aleatorio de un deseo que se presentifica en forma azarosa sino el efecto de un
conjunto de movimientos e intersecciones intersistémicas destinadas a la elaboración
psíquica. Los sistemas icc son atemporales no están ordenados con arreglo al tiempo, n
se modifican por el transcurso de este ni, en general, tiene relación alguna con el. En el
icc, el tiempo deviene espacio (sistemas de recorridos) y esta conversión de tiempo en
espacio hace a los aspectos centrales del concepto de REGRESIÓN tópica, formal y
económica.
El hecho de que las representaciones icc sean atemporales no implica que su
activamiento lo sea, ya que el icc se define por su intersección con los otros sistemas
psíquicos
La concepción de la atemporalidad del icc alude en freud a dos cosas: ausencia de
temporalidad e indestructibilidad. Indestructibilidad no debe ser sinónimo de intras
formabilidad
La diferencia entre indestructible e intransformable posibilita que la clínica conserve la
esperanza de pasaje de la compulsión de repetición a la elaboración en el neurótico o el
salto estructural en el psicótico..
El icc NO ES EL LUGAR DONDE SE ESTABLECE LA MEMORIA, sino el reservorio de
memoria., El icc no recuerda nada, las huellas mnémicas simplemente son. Es al prcc a
quién compete la memoria. Que el icc sea el reservorio de la memoria, quiere decir que en
él están las representaciones, inscripciones vivenciales a disposición del sujeto. En tal
sentido, estas inscripciones puede PROGRESIONAR hacia la cc sin que ello implique un
verdadero recordar. Alberto actualizaba un fragmento de huellas mnémicas, operaba un
proceso de progresiones mnémicas Algo disparaba el fragmento mnémico, pero la
significación no operaba del lado de un sujeto que recuerde y entonces lo manifiesto no
puede ser equiparado a la toma de cc.
Alberto presentaba, en el momento de la consulta ciertos TRASTORNOS significativos.
Tenía pánicos varios: a los ascensores, a la oscuridad, a los ruidos fuertes. No eran
simples miedos, ellos remiten a ANGUSTIAS DE ANIQUILAMIENTO, que le producían
verdadero terror. Terrores que no lograba FOBIZARSE. Un día la madre aprieta el botón
del cuarto piso del edificio (el consultorio de Bleichmar estaba en el tercer piso) aL
LLEGAR AL PISO CORRESPONDIENTE, DÁNDOSE CUENTA DEL ERROR, ABRE LA
PUERTA. eL ASCENSOR QUEDA UNOS DIEZ CENTÍMETROS POR ENCIMA DEL
PASILLO. Alberto entra el consultorio en un ataque de llanto “se hundió tu casa, grita”. En
este caso, su pánico no es el de un individuo que teme el peligro de un ascensor que,
detenido fuera del lugar habitual, lo ponga en riesgo. Se trata de un deconstrucción del
espacio, determinada por su inestabilidad, es decir por el hecho de que las categorías
temporo-espaciales no se han constituido o están en situaciones de fracaso, efecto de
que el yo no logra estabilizarse como un objeto que, desgajado del mundo que lo circunda
ubique al mismo tiempo las coordenadas exteriores que lo sostienen. No habiéndose
constituido en el niño el yo-representación, ni el externo-interno del icc ni el externo-
interno de la realidad había que lograr que se encuentre un ordenamiento a partir de un
lugar desde el cual establecer esas diferenciaciones. Era debido a esto que los bloques
hipermnésicos progresionaban sin ligazón ni contextualización hacia el polo motor. Alberto
presentaba la mayoría de los rasgos de lo que se considera el MUNDO ESTRUCTURAL
PSICÓTICO: una angustia primaria, de aniquilamiento, de destrucción, ruptura con lo real,
la filtración constante de los procesos secundarios por los procesos primarios, la
expresión directa de la pulsión, la existencia de mecanismos defensivos muy arcaicos. Es
un modo de funcionamiento sin organización de totalidades que conservaran cierta
permanencia. había juguetes que tenían una serie, pero el no los definió como un juguete
de la serie sino como un elemento definido por el atributo., el atributo dejando de lado el
contexto (ser un juguete de una serie) definió la totalidad del objeto. Para alberto no
existían totalidades diferentes provistas de atributo sino indicios a partir de los cuales no
se podían organizar totalidades. Alberto existían en el interior de un mundo caótico y
desorganizado en el cual los indicios de componían la realidad en múltiples objetos
parciales, el mismo no se unificaban imaginariamente como un objeto total. ejemplo: decia
“mi papa cuando se pone un delantal blanco es ingeniero” el ser y el atributo son
intercambiables, no hay persistencia ontológica.
La forma en que se constituían sus enlaces libidinales no permitía considerar a alberto
como un autista.
Un rastreo de la historia de Alberto permite encontrar elementos que anticipan el cuadro
actual Durante años los padres pensaban que estaban ante un déficit auditivo: Alberto no
respondía la voz humana, sin embargo tenía terror a los ruidos. La madre dice que fue
hasta los 6 mese un niño “muy despierto”. En esa época, contrataron a una persona que
se hizo cargo de la casa “esa mujer me iba robando a mi hijo” relata la madre. Alberto es
adoptivo. Había nacido en una circunstancia difícil para su mamá: su hermana, dieciocho
años mayor había sido diagnosticada con una enfermedad. 11 años antes, en cosas de la
muerte de su padre, ella había sufrido una depressions evera.. Los primeros seis meses
de vida del niño habían sido, aparentemente, perfectos. Alberto usaba chupete, le
gustaba bañarse, todo ello dando cuenta de la IMPLANTACIÓN DEL
AUTOEROTISMO y de una madre que registró zonas de placer en el vínculo, que no
se limitó meramente a lo autoconservativo. En ese caso la resección de autismo queda
puesta en cuestión.
En una de las entrevistas, la madre, dijo “yo no sabía lo maravilloso que era tener un niño
en brazos y sentí mucha bronca ¿porque nadie me lo dio nunca?” ¿Era necesario decirle
a una mujer, para que pueda desear un hijo, que se siente al tenerlo en brazos?
Bleichmar se pregunta si no estaba realizando tal vez, un reproche a su propia madre que
la delegó en la hermana mayor.
Cuando alberto tenía 4 meses, la tía materna enferma. EN ese momento contratan a una
mujer para que se haga cargo del niño. La madre abandona sus funciones maternas. Dos
años después descubren que esta mujer, asustada a su propio hijo, niño de 10 años,
arrojando agua a la cara y aplaudiendole ante los ojos. La mujer que le robaba a su hijo
es también, desde la madre, la madre mala que lo maltrata. Del lado de la madre alberto
ha sido objeto de un doble abandono: la madre que biológicamente lo llevó en su seno y
la madre adoptiva La madre no solo no puede hacerse cargo físicamente del niño, sino
que se ve incapacitada para darse cuenta de los atributos patológicos de la persona que
la sustituye,, esta imposibilitada efectivamente. El padre, se dedica al trabajo.
Entre los dos y los tres años de vida, la madre comienza a “ver al niño” se recupera el
vínculo entre ambos, el niño empieza entonces a hacer progresos: a dar besos,s e baña
con placer, deja los pañales, no admite que lo dejen solo. Al llegar al tercer año la madre
se realiza un chequeo y le descubren una mancha en el pulmón. En esta etapa vuelve a
quedar “mentalmente aislado” del niño. Alberto comienza a tener pánico de introducirse
en la bañadera, no quiere lavarse la cara, no soporta usar ropa de mangas cortas, deja de
controlar esfínteres, se desencadenan los terrores. En el año siguiente los síntomas se
agudizan: los temores se multiplican, el niño deviene “inmanejable”cmienza la
masturbacion compulsiva, el niño juega solo.
Una vesícula de sustancia viva que flota en medio de un mundo exterior, este es el
modelo del cual parte Freud en Más allá. Una vesícula que debe protegerse, tanto de los
estímulos exteriores como de las excitaciones internas. Hacia el exterior, esta vesícula
constituye una doble membrana, aparta los estímulos más potentes, permite ingresar
aquellos filtrados hacia el interior. Una corteza tiene la función de amarrar una protección
antiestimulo, para que al interior las magnitudes accedan solo en escala reducida.
Supongamos que enormes magnitudes de excitación sometieron a esta vesícula a una
efracción: ¿que reaccion de la vida anímica decía de esperar? De todas partes es
movilizada la energía de investidura a fin de crear, una investidura energética de nivel
correspondiente se produce una contrainvestidura en favor de la cual se empobrecen
todos los otros sistemas psíquicos, de suerte que el resultado es una extensa parálisis de
cualquier operaciones psíquica..
El TRAUMATISMO es un aflujo energético indomeñable, que deja al aparato
psíquico librado a cantidades que pueden llevarlo a la destrucción. La capacidad de
metabolización del traumatismo será concebida como una relación existente entre aflujo
de excitación y capacidad de ligazón internal.
Pero cuando avanzamos en una lectura de Más allá, vemos que se va operando un
movimiento a partir del cual ees todo el organismo el que está en condiciones de ligar la
energía, sino que esta función es patrimonio de los “estratos superiores”, es decir de
aquellos que se rigen por el proceso secundario; esta función es patrimonio del yo. El yo
queda encargado de ligar las excitaciones que lo alcancen, tanto las provenientes del
mundo externo como las provenientes de excitaciones pulsionales mismas.
A continuación la autora retoma conceptos que hace a la relación entre la incipiente
constitución del aparato psíquico infantil y la función materna. La función materna tiene
un doble carácter: excitante, pulsante y narcisizante al mismo tiempo Supongamos a la
cría del hombre en el momento en que se instaura la primera vivencia de satisfacción.
Cuando aparezca la tensión de necesidad, esta tensión ingresará al aparato psíquico en
vias de constitución produciendo una corriente de excitación que se ligará a la huella
mnémica de esa primera experiencia. La recarga de la huella mnémica, era ya un modo
de ligazón+ón. De esta forma, las inscripciones de origen exógeno, pulsantes,
provenientes del objeto-pecho, constituirán puntos de anclaje para la evacuación
desordenada de energía. Pero, al mismo tiempo, en el momento en que, desde el agente
materno se produzca e n el bebé la intrusión de las excitaciones traumáticas despreciadas
de la propia sexualidad materna, vías de entramado se establecerán en la medida en que
la madre misma está atravesada simultáneamente por su sexualidad icc y por el
narcisismo yoico que permite sostener su amor por el hijo, sostener al hijo.
Volvamos a ALBERTO. Los primeros seis meses parecen haber seguido una evolución
normal. Si bien se pueden subrayar dos cuestiones: la adopción que lo separa de la
madre biológica, y el viaje en avión a los dos dias d haber nacido. Por un lado tenemos la
importancia de la adopción en el imaginario materno, en la medida en que la madre se ve
obligada a establecer un proceso de reconocimiento de un cuerpo del cual debe
apropiarse para luego desprenderse, ya que desde el punto de vista biológico no es
metonimia de su propia carne.Proceso complejo de narcisización. Del lado de Alberto, la
falla en la sucesión de reinscripciones de huellas mnémicas que quedan sin engarce,
pérdidas en el movimiento metafórico-metonímico que lo hace pasar de un primer objeto a
otro, agravada en este caso la discontinuidad como efecto de las interrupciones de la
relación madre-hijo a partir de las propias vicisitudes libidinales de la madre. El uso del
chupete nos indic que en él las premisas del icc han comenzado a instaurarse, que la
boca no es simplemente un órgano de ingestión sino que lo autoerótico ya está operando.
A los seis meses la produce la PRIMERA CATÁSTROFE: la madre pierde el vínculo con
su hijo, sometida a ansiedades que podemos suponer muy intensas y delega a Alberto en
una persona que no puede, como se reconoce a posteriori, cumplir las funciones
sustitutas.
Alberto queda capturado por los periodos de conexión y desconexión de la madre con el
agravante de que la nodriza que lo toma a cargo es una mujer traumatizante. Durante
esos años de vida, la evolución del niño está prácticamente detenida. Sin embargo, restos
de lo pulsional inscrito irrumpen produciendo síntomas que dan cuenta que este niño no
es un simple animalito que haya quedado en la inmediatez o reducido a lo
autoconservativo: tiene pánico a bañarse, continua usando chupete y más aún, tiene crisis
de llanto cuando intentan quitárselo.
Alberto pasa esos dos años de vida ENQUISTADO en el interior de una rigidizar´n de la
membrana para excitación en la cual se confunden, en los límites, estímulos y
excitaciones. Los movimientos de ligazón que deberían culminar con la instalación de un
yo capaz de tomar a cargo las excitaciones y tramitarlas no se han producido. En razón de
ello, el chupeteo aparece como el único lugar de evacuación “fijada” posible de los
sobrantes energéticos. Alberto quedó fijado a los investimentos primarios a los cuales fue
sometido antes de que el vínculo originario con la madre se catástrofe.
Durante el año en el cual retoma el vínculo con la madre, nuevos progresos se producen.
El baño recupera su carácter placentero, comienzan a dar besos, abandona
temporalmente los pañales y controla esfínteres, no admite que lo dejen solo. Elementos
todos que dan cuenta de que ha logrado instaurar movimientos amorosos y
representacionales tanto del semejante como de sí mismo. El yo parece haberse
instalado.
A los tres años se produce una NUEVA CATÁSTROFE: enfermedad de la madre,
repliegue narcisista de ella. Alberto queda librado a sí mismo, un sí mismo precariamente
instalado. : reaparece el terror a introducirse en la bañera, ahora no quiere ni lavar la cara,
no puede usar ropas de mangas cortas (no puede dejar expuestos fragmentos de sí
mismo) Para esto, es necesario que haya algún tipo de representación de sí mismo en
riesgo, vale decir, que la tópica del yo se haya constituido.
A partir de los 3 años y medio, momento de reencuentro de Alberto con la madre, el niños
se convierte, al decir de los padres en “inmejorable” Su discurso se torna incoherente,
quedando capturado por terrores que transformaron su propia vida. Toda su evolución
parecía dirigirse hacia una esquizofrenia.
Bleichmar se plantea un periodo de trabajo para ver sis e lograba ligar y crear las
condiciones de estructuración que posibili harán una NEOGENESIS. Para la primera
etapa del proceso analitico, escogió Bleichmar una tecnica basada en proponer anclajes a
las movilizaciones de investimentos que se precipitaba hacia la descarga, sea bajo el
modo de conductas motrices, sea como logorrea. Partió para ello de la premisa freudiana
de que es del lado del prcc, del lado del yo, donde os investimentos devienen afectos..
Enlazar un afecto con una representación mediante la palabra era el modo de propiciar
una detención ligadora de la circulación desenfrenada. Para decirlo de otro modo: no era
porque alberto se angustiaba que el discurso de disparaba en forma incontenible, es
porque no se angustiaba, no podía registrar sus afectos.
Ayudar a constituir una primera posesión de sí mismo, a partir de la cual establecer una
diferenciación: intrapsíquica con el icc, intersubjetiva con el objeto de amor. La
REPRESIÓN ORIGINARIO podría entonces ejercer su función de evitar el pasaje de las
representaciones icc a prcc, los procesos de contra investimento no caerían en el vacío.
En relación a lo intrasubjetivo, la función materna, si bien fallida, había operado bajo dos
formas: propiciando la inscripción de investimentos libidinales que generaban los
prerrequisitos de la función del icc y habiendo establecido, en ciertos momentos
investimentos totalizantes que permitían precipitar algunas constelaciones yoicas. No nos
encontrábamos entonces ni ante una cáscara vacía, como la que se establece en ciertos
autismos primarios ni ante un conglomerado pulsional desbordado en el cual nunca se
hubieran constituidos mínimos movimientos de narcisización. Alberto no era el producto
residual de una falla de narcisización originario que lo dejará librado a los investimentos
masivos de las representaciones pulsional inscritas. En él oscilaban, presencias y
ausencias de objetos amorosos que propiciaban ligazones y de ligazones cuyos efectos
transferenciales puedo Bleichmar recoger en el campo del análisis.
La Mirada perdida de la madre, su carencia envolvente, deja librado al niño a la presencia
atacante de lo pulsional. La pulsión de muerte, del lado de la madre, es déficit de
narcisización hacia el hijo. Es la ausencia en la madre del deseo de vida, de la vida como
proyecto humano, lo que se plasma en la cría como muerte, y sería una simpleza extrema
pensar que ello es efecto de un deseo icc agresivo de su parte.
Muchas sesiones del tratamiento estuvieron destinadas a inscribir en alberto una imagen
de sí mismo, a ayudarlo a funda la topia yoica.
Cuando Alberto se disparaba en su discurso, en lugar de tomar todas las asociaciones,
retoma el primer elemento y lo engarza. Al poco tiempo, el niño le decía: “giran los
pensamientos silvia?”, poniendo la mano en la frente, en un intento de detenerlos.
En los momentos en el Bleichmar quería detener ese movimiento desesperado, lo llamada
repetidamente por su nombre.
En lugar de manifestar angustia o enojo, durante los primeros tres meses de tratamiento o
se escapaba del consultorio o, poniendo la mano muy cerca del rostro de la analista,
hacia un movimiento molesto. , como de un pájaro que se aproxima velozmente a los ojos
de Bleichmar. . él hacía esos movimientos frente a los ojos de la analista como X (la
mucama) le había hecho de chiquito, asustando. Le dijo entonces que entendía su enojo,
que x le había hecho mucho daño y que sufria al recordarlo, Alberto se calmó un poco y
se pudo hablar de la cuestión, la cual no recordaba mucho.
En una ocasión, rompe una hoja de una planta del consultorio y entra en una crisis de
desesperación gritando “por mi culpa, fue por mi culpa”. Bleichmar no le interpreto que él
sentía que al destruir la planta me había destruido a mi misma, sino que no temiera, que
yo estaba bien que no había dañado, aun cuando él sintiera que habiendo destruido la
planta la hubiera destruido.
Bleichmar se había convertido, para el niño, en un referente simbólico. En el interior del
consultorio le llamaba SIlvia, pero fuera de él la llama “silvia bleichmar”, no es el objeto
familiar con el que se vincula sino un ordenador que diferencia claramente de todo el resto
de sus vínculos.
Es necesario subrayar, en primer lugar, que las psicosis infantiles deben ser reconocidas
en su multiplicidad polimorfa; ello implica salir de la propuesta estructuralista originario de
concebir la psicosis como causada por un mecanismos único desde una modalidad
cristalizada de función materna (dominancia narcisista de la captura fálica del hijo por
parte de la madre, y su imposibilidad de construirse como sujeto a partir de esta variable
determinante). Las psicosis infantiles deben ser concebidas como un fracaso de los
procesos de constitución del aparato psíquico, debemos relativizar la idea de definir un
modelo del orde “madre de psicóticos”. Retomar la función materna como función
constituyente implica no solo diferenciarse de aquellas corrientes que la reducen a lo
autoconservativo, sino de un estructuralismo que la concibe bajo el sol ángulo de la
narcisización. Recuperar el carácter de sujeto sexuado de la madre, en ei sentido estricto
del término, no sólo por relación a la castración, sino en tanto sexualizado,e s decir
provisto de icc en el cual lo pulsional activa sistemas de representaciones que hacen a los
modos de encarar las maniobras que los cuidados precoces del hijo imponen.
El carácter polimorfo, variable, crea condiciones difíciles para un diagnóstico taxativo de
las psicosis infantiles. Por otro lado, es evidente a esta altura que gran parte de los
trastornos que en la primera infancia son diagnosticados como trastornos madurativos,
trastornos del desarrollo, etc evolucionan cada vez más hacia las formas psicóticas.
Desde la teoría, algunos ordenamientos básicos se hacen necesarios. En principio, es
necesario que nuestra psicopatología sea definida desde una propuesta metapsicológica.
Ubiquemos, a grandes rasgos momentos de la estructuración precoz siguiendo para
ellos los modelos Freudianos:
1. Un primer tiempo de la vida, que no coincide con el primer tiempo de la
sexualidad. Al viviente, existente en sí mismo,definido por montantes biológicos
abiertos al exterior y constituido por funciones auto conservativas (en tal sentido, no
consideramos al yo posterior como un derivado de este, sino precisamente, como
viniendo a taponar una vez instalada la pulsión, sus efectos mortíferos).
2. Un primer tiempo de la sexualidad, instauración de las representaciones que
luego constituirán los fondos del icc. De no producirse esta sexualizacion precoz
(efecto del semejante materno), la cría humana no logrará niveles básicos de
hominización
3. Un segundo tiempo de la sexualidad, constituido por la REPRESIÓN
ORIGINARIO y el establecimiento del yo (representación narcisista). De no
instalarse este tiempo segundo de la sexualidad y por ende de la vida psíquica, el
sujeto queda librado a las representaciones discretas, puntuales, que operan
generando modos de un más acá del ppio de placer, definido por la compulsión de
repetición y la imposibilidad de estructurar ordenamientos espacio temporales a
partir de la no instalación del proceso secundario.
CAPÍTULO 5
Si las relaciones entre teoría y clínica implican la definición de un modo, sabemos que el
método no puede concebirse al margen de las correlaciones con el objeto que se
pretende cercar. Es la cuestión del objeto en psicoanálisis de niños, lo que debe ponerse
en el centro de nuestras preocupaciones.
La autora dice que tomó partido hace varios años por la propuesta freudiana que concibe
al icc como no existente desde los orígenes, definido su posicionamiento por relación a la
barrera de la represión,determinadas las producciones síntomas por relaciones existentes
entre los sistemas psíquicos.
Es la categoría de niño en el marco del psa la que debe ser precisada, y ello en el marco
de una definición de lo originario. La precisión de psicoanálisis “de” niños (o con niños) no
puede ser retomada sin señalar el acento con el cual ha sido formulada clásicamente: es
en psicoanálisis donde se subraya la cuestión y no en niño. Se dice que se trata siempre
de “análisis” lo cual supone entonces un método de conocimiento del icc. Esto noe s sin
embargo tan lineal, dado que el icc solo puede ser explorado, una vez establecido el
conflicto psíquico que da origen al síntoma y ello no es posible antes de que se hayan
producido ciertos movimientos de estructuración marcados por la REPRESIÓN
ORIGINARIA.
El psicoanálisis de neuróticos (adultos o niños con su aparatos psíquicos constituidos en
los cuales el síntoma emerge como formación del icc) transcurre, los caminos de la
asociación libre y está libre asociación se establece por las vías de lo reprimido (de lo
secundariamente reprimido) presto a ser recuperado mediante la interpretación. Pero para
que eso ocurra es necesario que el icc y prcc se han diferenciado en tanto sistemas, y,
aún más, que el superyó se haya estructurado en el marco de las identificaciones
secundarias residuales del complejo de edipo sepultado.
¿de qué forma ocurre en cambio cuando el icc no ha terminado de constituirse? ¿cuando
las represiones primordiales de la sexualidad pulsional originaria no han sido “fijadas” al
icc? Se abre aca una dimensión clínica nueva, la cual solo puede establecerse a partir de
ubicar la estructura real, existente, para luego definir la manera mediante la cual debe
operar el psa cuando el icc no ha encontrado aún su topos definitivo, cuando el sujeto se
halla en constitución.
Fue el kleinismo el que abrió la vía hará que analizar niños fuera posible, pero
asentándose en una perspectiva endogenista dentro de la propuesta freudiana. Ante la
propuesta de Anna Freud, Klein contesta con toda la artillería y está artillería se instala en
la dimensión de la ANALIZABILIDAD considerando al niño pasible de ella y por supuesto,
de transferencia.
Dentro del pos kleinismo autores como Winnicott y Tustin han puesto el acento en la
función materna. Sin embargo, lo que resulta difícil de concebir por los analistas es que el
icc mismo nos ea un existente desde los orígenes, que sea un productor de relaciones
humanizantes en las cuales la cría humana se construye, que no esté dado desde el
comienzo. Porque, aun para quienes, siguiendo una propuesta inaugurada por Lacan, lo
conciben como efecto de cultural, el carácter transindividual y ahistórico de la estructura
del Edipo conduce en definitiva a lo mismo: allí y desde siempre (en el discurso parental,
en el deseo del otro) el icc no es rastreado en sus orígenes.
La noción de analizabilidad pivotea más sobre un ello que sobre un icc. La única realidad
es la del icc, y a partir de ello, toda producción secundaria es simple símbolo,
transcripción de lo “verdadero”a cuyo encuentro debe ir el analista. Todo discurso, toda
producción psíquica simboliza lo icc. Desde esta concepción, de un icc universal y
existente desde los orígenes, las fantasías no pueden ser sino extraídas en forma directa
sin demasiado miramiento por los sistemas secundarios. Desde una perspectiva tal se
puede “hacer cc lo icc” sin que ello implique “llenar lagunas mnémicas”. No es la historia
del sujeto singular lo que da origen al fantasma, por el contrario, este último es el efecto
de un movimiento mediante el cual la pulsión se relaciona con su objeto en el interior de
una posición. En este movimiento, el fantasma no es efecto sino origen es a él el que se
dirige el análisis.
Tal concepción no puede sino asentarse en el soporte teórico de un ello: bolsa de
residuos fantasmáticos de la cual el analista extrae y extrae, con la ilusión de un
agotamiento de este ello concebido como puro conjunto de contenidos. Esta concepción
del icc constituido por la universalidad de la “phantasy”, no lleva nunca Klein sin embargo,
a homologar su icc con el del paciente. Klein no interpreta desde la contratransferencia:
cree en la existencia de premisas universales del funcionamiento psíquico, de los
fantasmas originarios y en ellas se sostiene para hacer progresar el análisis. Ella entiende
que hay un icc allí, a la mano, definido por estas fantasías universales y ello lleva
inevitablemente a un juego de traducciones en la cual la libre asociación no ocupó un
lugar central en razón de que el sistema de mediaciones que está inaugura, a partir de los
retoños de lo reprimido, no implica sino un lugar defensivo y obturante del deseo icc.
Podemos hoy pensar las críticas a Klein bajo dos aspectos: uno relativo a aquellas
interpretaciones ejercidas como traducción simultanea en el análisis de pacientes
neuróticos en los cuales la transcripción directa del icc sin pasaje por la libre asociación
produce una sobreimpresión y una saturación de sentido por parte del analista. Otro, más
dudoso, que toma ejemplos de intervenciones de Klein con niños muy pequeños con
pacientes graves, para demostrar que las interpretaciones no siguen el método freudiano.
Todos buscamos un orden de determinación que nos libre de intervenir desde nuestra
propia subjetividad. A modo de ley podríamos enunciar: a mayor patológica, mayor nivel
de no estructuración y mayor incidencia de la teoría en nuestras intervenciones.
Entonces para klein hay un icc existiendo desde los orígenes, un superyó como derivado
directo del ello y defensas precoces operando desde los inicios de la vida, todo ello
favoreciendo la transferencia y las condiciones de analizabilidad en la infancia.
La cuestión es reubicar cada uno de estos elementos a partir de ubicar los distintos
tiempos de constitución psíquica.
Klein se vio obligada a redefinir el objeto para hacerlo acorde al método: retrotraer el
edipo y el superyó a tiempos anteriores de la vida para dar coherencia ala relación entre
el metodo analitico y las posobilidades de analizabilidad en la primera infancia. Es aquí
donde, dice Bleichmar introducimos nuestra diferencia de base.
La posición de Bleichmar parte de ir ubicando de modo preciso, los momentos de
constitución del objeto a partir de dos premisas de base: el hecho de que el icc no
existe desde los orígenes, sino que es establecido por fundación y que esta
fundación del icc se estructura por relación al prcc-consciente. A partir entonces de
concebir al aparato psíquico en estructuración debe ser establecida la relación entre
objeto y método, vale decir, las posibilidades de analizabilidad en momentos concretos de
la infancia. La perspectiva es correlacionar el método a partir de la definición del objeto (a
la inversa de klein).
Dado que el método no de método en general sino método de conocimiento del icc, se
torna imprescindible la discusión acerca del estatuto del icc en la primera infancia. Una
definición de “lo infantil” en psicoanálisis se vuelve imprescindible.
¿A qué llamamos los psicoanalistas lo infantil a partir de Freud? La neurosis es definida
en su carácter histórico, es decir que algo del pasado insiste con carácter repetitivo y
busca modos de ligazón y organización a partir de la construcción de un síntoma. Aquello
del pasado que insiste no deja lugar a dudas en la teoría freudiana: se trata de algo
fijado , del orden icc e inscrito en forma permamente a partir de la sexualida infantil
reprimida. El origen de las neurosis debe ser buscado entonces en relación al icc y
el origen de este icc se define respecto de la sexualidad infantil. Lo infantil se inscribe
así, para el psa en el icc. De todos modos, lo que resulta más problemático, es definir en
el interior del psa el origen mismos del icc.
Pensar lo originario a partir de los modelos de la constitución psíquica es la vía para
definir lo infanti. Nos detendremos un momento a la cuestión del polimorfismo perverso
infantil.
La sexualidad pulsional es considerada como el prototipo de la sexualidad infantil, y ello
no solo porque se genera en los primeros tiempos de la vida, sino porque su destino será
diverso a medida que la evolución psicosexual del niño se produzca. Los destinos de
pulsión no son, en realidad, destins de las pulsiones como tales, sino de sus derivaciones
a medida que la tópica psíquica se constituya. Ses el proceso de estructuración de la
tópica el que define los destinos pulsionales. La pulsión en sí misma sólo va a la
búsqueda de la descarga,, aquello que obstaculice esta descarga obligará a movimientos
de complejización defensiva que culminan en los procesos fundantes de la tópica
psíquica. De ahí la importancia que tiene el reconocimiento de la posición tópica del placer
pulsional por relación al clivaje del aparato psíquico.
Rápidamente se homologa, a partir de la disposición perversa polimorfa infancia con
polimorfismo perverso. Sin embargo, una diferencia puede ser establecida al respecto.
Freud enuncia en tres ensayos: “pudimos afirmar que la neurosis es, en cierto modo, un
negativo de la perversión””la disposición a las perversiones es la disposición originaria y
universal de la pulsión sexual de los seres humanos”
Disposición originaria y universal de la pulsión sexual a la perversión, no puede
homologarse con ejercicio de la perversión por parte del sujeto infantil, el cual puede decir
un perversio, siempre y cuando, las condiciones de su crianza, lo lleven en esa dirección.
Esta disposición originaria nos conduce a diferenciar entre ejercicio del placer pulsional en
los momentos de constitución del sujeto, antes de la instauración de la represión originaria
y la perversión ya no como destino de la pulsión sino del sujeto mismo. Homologar lo
infantil a lo perverso es perder de vista que la perversión de una categoría psicopatológica
que implica una falla en la estructuración de la represión, en el sepultamiento del
autoerotismo, no una etapa de constitucio psicosexuald e la infancia.
La pulsión tiene una disposición originaria y universal a la perversión y esto se define solo
por aprés-coup. En el momento de su inscripción la pulsión no es ni parcial ni perversa,
solo es. Que el niño sea compulsado por esta inscripción a atisfacer autoeroticamente
esta tension no tiene otros destino que la fijación y la represión de ello al icc, esto es lo
fundamental.
Lo infantil, en tanto inseparable de lo pulsional, alude a un modo de inscripción y
funcionamiento de lo sexual, en razón de ello, lo infantil es inseparable de los tiempos de
constitución del icc.
Si los tiempos de la infancia no han producido el sepultamiento de las inscripciones que
en ella se producen, del lado de lo originario, vale decir, del icc, lo que encontramos
entonces no será remanente de lo infantil, sino una estructuración de otro tipo.
Lo infantil en psa no se presenta entonces como “infantilización” en el sentido psicológico
del término, tampoco se contrapone a lo adulto en el sentido evolutivo. Su estatuto está
determinado por el anudamiento, en tiempos primerísimos de la vida, de una sexualidad
destinada a la represión, vale decir, a su sepultamiento en el icc.
Otro angulo para explorar la cuestión de lo infantil es el ángulo de la REGRESIÓN. En
cierta época, el concepto de regresión fue tomado solamente en su dimensión temporal.
Sin embargo, el modelo propuesto por Freud nunca dejó de tener en cuenta el carácter
tópico y formal que acompaña a la regresión temporal. L regresión es el modo privilegiado
en el cual vemos al tiempo devenir espacio, invertirse el movimiento por el cual aquello
que ha transcurrido históricamente se inscribe en una tópica, en una espacialidad que
determinó un sistema de recorridos.
Lo más antiguo es también lo que forma parte de los sistemas de inscripciones que
encuentran su posición espacial más lejos del polo de la conciencia.
Si la regresión es el camino que emprende el yo, o el prcc cuandos e apodera de
representaciones que están “en los fondos del aparato”, la PROGRESIÓN sería el modo
de emergencia de lo icc cuando los recorridos de investimentos avanzan por sobre el
clivaje que la represión instaura. Ahí lo infantil se torna presente a modo de lo atemporal.
Un presente perpetuo define lo infantil en el icc Se tiene poco en cuenta en los procesos
que se caracterizan como “regresiones” en la infancia, la fuerza del reactivamiento de lo
icc reprimido en su activación hacia la cc. Cuando lo que se ha reprimido y expulsado con
esfuerzo al fondo del icc aparece como ejercicio real en otro ser humano, es inevitable
que las representaciones investidas produzcan algún tipo de efecto en el niño.
La amnesia de lo infantil hace indisoluble dos metas: hacer cc lo icc y llenar lagunas
mnésicas.
De todo esto se desprende que lo infantil no puede ser definido en psicoanálisis, sino
por relación a lo originario, es decir por aprés-coup. Si pensamiento la infancia como
tiempo de estructuración de lo originario, no dejaremos de tener en cuenta que las formas
mediante las cuales los niños constituyan a partir de su historia previa y de estas
experiencias pertinentes los modos libidinales de enlace con objetos primordiales dará
cuenta de los modos que se abrirán hacia la dimensión futura de la estructuración de la
sexualidad adulta.
La realidad estructurante del icc infantil, aquella que tiene que ver con el icc parental y el
Edipo, no es la realidad de la familia: es más reducida y más amplia al mismo tiempo. Es
más reducida porque no son todas las interacciones familiares las que se inscriben en el
icc del niño, es más amplia porque se desplaza a través de objetos sustitutos que cobran
significación por rasgos metafóricos-metonímicos de los objetos originarios. Los padres,
por otro lado, son sujetos sexuados, sujetos de icc.
Lo infantil, destinado a constituirse como originario, por aprés-coup, sepultado al
fondo del icc por efecto de la represión.
Es necesario especificar más claramente qué entendemos por un icc no existente desde
los orígenes y a partir de qué momento de estructuración psíquica lo reconocemos como
existente en el sujeto singular.
El descubrimiento del Edipo como estructura constituyente, a nos ser puesta a jugar por
relación a los sistemas de mediaciones que hacen al funcionamiento psíquico singular del
niño, al no poner a trabajar los pasajes mediante los cuales opera la metabolización de los
sistemas deseantes y de prohibiciones de los padres en la estructura psíquica del niño, se
diluyó en un fácil interaccionismo. El niño, concebido como síntoma de la madre o de la
pareja conyugal no puede, de hecho “tener sintomas”, hacer sintomas: él mismo ha
devenido objeto, ha dejado de ser sujeto deseante. No es posible definir la
especificidad sintomal a partir del discurso del otro. Ello implica hacer tabla rasa con
un postulado fundamental del ps: aquel que considera al síntoma como efecto del
conflicto entre sistemas psíquicos.
Se han generado una serie de discusiones acerca de cuál debe ser la postura de analista
de niños ante la demanda (o no demanda) del paciente. El análisis ocurre en transferencia
y es impensable un proceso analitico en el cual el niño no fuera estableciendo, a lo largo
del proceso, algún tipo de interrogación acerca de sus propios síntomas y en relación a
eso, una demanda. Sin embargo, es obligación del analista determinar las
condiciones de analizabilidad y las posibilidades que estas generan asumiendo, los
prerrequisitos que hacen a la constitución del síntoma. Un modelo del funcionamiento
psíquico definido por el CLIVAJE y la existencia de sistemas en conflicto es condición de
partida para que el análisis propiamente dicho sea posible.
¿Cuales son los ejes alrededor de los cuales podría centrarse hoy la cuestión de la
analizabilidad infantil? En primer lugar, partimos de considerar al sujeto como sujeto en
estructuración definido por las condiciones particulares que la estructura del Edipo otorga
para la instauración de su singularidad psíquica.
En cuanto a la función materna, lo que es definitorio del lado de la madre es el hecho de
que esta es sujeto de icc y que sus sistemas psíquicos comportan al mismo tiempo
elementos reprimidos de su sexualidad infantil y ordenamientos narcisisticos, amorosos,
del lado del yo.
La METABOLA como modo de inscripción de las representaciones de base destinadas
luego, a la represión, pone el acento en ese metabolismo extraño que, entre el icc de la
madre y el icc en constitucion del niño, abre el campo de implantación y parasitaje de una
sexualidad prematura que deviene motor de todo progreso psíquico. Respecto a la
función paterna, ella se constituye como polo simbólico ordenador de las funciones
secundarias que se establecen a partir de la represión.
¿Como concebir al niño en estos intercambios? No solo es insuficiente sino incluso
obturante definirlo por la posición que ocupa por relación al deseo del Otro.
El sufrimiento psíquico por la emergencia de angustia o por los subrogados síntomas que
de ella se derivan es el primer indicador de las posibilidades de analizabilidad de un
sujeto. La propuesta de descapturar al niño del deseo de la madre, o del deseo de la
pareja conyugal deviene hoy un obstáculo del psa de niños. La descaptura que el psa
propicia, remite al reconocimiento del atrapamiento en el cual el sujeto se constituye por
relación a sus propios deseos inscritos y reprimidos en el icc
El obstáculo planteado por la HOMOTECIA ESTRUCTURALISTA puede ser remontado si
se diferencian los términos entre la estructura edípica de partida y la estructura de llegada.
Los padres son sujetos clivados, sujetos de icc, y operan en sus interacción a
través de aspectos prcc e icc. Debido a ello, con relación al niño, en sus interacciones
emiten mensajes que devienen inscripciones en el aparato psíquico en constitución. Lo
que evita que el niño se constituya centralmente en el interior de un “doble vínculo” es el
hecho de que los mensajes y contra mensajes obedecen a clivajes entre lo icc y lo prcc,
no provienen del mismo sistema.}
Una vez constituido el aparato psíquico a partir de las introyecciones, metábolas de los
deseos y prohibiciones parentales,, estará el sujeto en condiciones de generar síntomas
neuróticos. A partir de que la REPRESIÓN ORIGINARIA opere, a partir de que el lenguaje
se haya instaurado, de que el yo se halla emplazado en el interior de la tópica psíquica del
niño, recién entonces esto revertirá sobre la estructura originaria de partida como un
sistema de proyecciones.
Concebir este icc como producto de la represión, fundado por aprés-coup implica que el
analista de niños deberá ser extremadamente preciso en su técnica: momentos
fundacionales del aparato, momentos ligadores tendientes a instaurar lo no constituido,
momentos interpretantes para hacer cc lo icc.
Podemos establecer provisionalmente una definición de infancia: la infancia es el tiempo
de instauración de la sexualidad humana y de la constitución de los grandes
movimientos que organizan sus destinos en el interior de un aparato psíquico
destinado al aprés-coup, abierto a nuevas resignificaciones y en vías de
transformación hacia nuevos niveles de complejización posible.
La neurosis nos prueba que, a pesar del elevado precio pagado por el sujeto, este
puede ser privado del derecho de gozar sexualmente sin caer ó por este motivo en la
locura. La locura nos muestra que si se despoja al sujeto del derecho de gozar de su
autonomía de pensamiento, solo puede sobrevivir tratando de recuperar aquello que le
fue expropiado mediante el recurso a una construcción delirante, creación de un Yo que
intenta y consigue así preservarse un “poder hablar” que le garantice la existencia de una
función pensante en su propio espacio psíquico.
Poder ejercer un derecho de goce sobre la propia actividad de pensar, reconocerse
el derecho de pensar lo que el otro no piensa y lo que sabe que uno piense, es una
condición necesaria para el funcionamiento del yo. Pero el acceso a este derecho
presupone el abandono de la creencia en el “saber-todo” del portavoz, la renuncia a
encontrar sobre la escena de la realidad una voz que garantice lo verdadero y lo falso.
Esto solo es posible si el niño descubre que el discurso del portavoz dice la verdad pero
también puede mentir. Sólo a este precio puede el sujeto cuestionar al Otro sobre quién
es yo, sobre la definición de la realidad que el discurso ofrece y sobre la intención que
anima el discurso del Otro. La imposición de no pensar otra cosa que lo “ya pensando”
por el otro es una contradicción en los términos: pensa es crear pensamiento y crear
nunca puede hacerse sinónimo de un simple “repetir”.
Dentro del registro de la neurosis,, en la gran mayoría de los casos preexiste en el
demandante una cierta “idea” del concepto “analista”. Esto explica por qué razón de
entrada se transfiere sobre el sujeto al que se dirigirá la demanda de análisis la imagen de
“otro” al que descubrimos haber esperado encontrar desde siempre. La demanda del
neurótico tiene como condición ya realizada el investimiento por el yo de una búsqueda de
pensamientos y de palabras a las cuales atribuye un poder mágico tanto sobre el
sufrimiento como sobre su goce.
Posibilidad de gozar de su pensamiento, doer pensar el goce, ser poseedor de una
actividad de pensar que poseería la totalidad de lo pensable sobre el funcionamiento
psíquico: tal es el triple fin de la demanda que dirige el yo al analista. El en registro del yo,
el deseo de un poder-todo es sinónimo de un deseo de saber todo., saber gracias al cual
se podría prohibir a la propia psique todo pensamiento que sea fuente de sufrimiento,
saber sobre lo que piensan los otros en virtud del cual se podría ejercer sobre ellos un
dominio total. La especificidad del saber tal como se constituye sesión tras sesión revelará
que para los dos sujetos resulta de la creación de algo que ni uno ni otro conocían antes
de la experiencia.
Al sujeto supuesto saber no se le imputa “saber”, ni siquiera saber en general, sino
de manera específica un conocimiento que le permitiría decir “en verdad” y sin duda
posible cuales son el deseo y la identidad del yo del demandante. Hay otro que conoce
nuestro deseo,que sabe quién es verdaderamente yo. Entonces ¿cómo negar que el
espejismo transferencia propone a la mirada de un paisaje que comparte los caracteres
de lo “ya visto? ¿como negar que este ya visto hace pensar en el encuentro inaugural
entre la psique y el portavoz?
Primera analogía a la vienen a agregarse otras dos. El exceso de poder del que el
portador puede volverse responsable no tiene otra causa, que la simple prolongación
temporal de una ilusión que primero fue necesidad para el yo. El exceso temporal de la
relación transferencial puede también llevar a la imposibilidad, para el yo del analizado de
conquistar la AUTONOMÍA DE UN PENSAMIENTO.
La segunda analogía es el no tener que duda: deseo que uno puede creer realizado
al ear a otro la responsabilidad de desear pensar y pensar vuestro deseo para perderse
en un silencio. “el yo no piensa nada”. Exceso de una ilusión.
Y hay una tercera analogía: Autonomía y alienación comparten una misma causa y
una misma fecha de nacimiento, pero ninguna de las dos puede realizarse, sino por la
suma de dos deseos y de dos placeres compartidos. Si designamos con el término
“pensamiento transferencial” al conjunto de pensamientos, que se presentan en la mente
del analizado, durante el tiempo de la sesión y que se refieren a los sentimientos vividos
por el yo, es evidente que estos pensamientos a menudo serán expresados con displacer.
En tales momentos, la sesión será fuente de displacer. Pero el proceso analitico debera
encontrar también momentos en los cuales pensar en la sesion, pensar la sesión,sea
fuente de placer.. La relación transferencial nos muestra que se placer, para estar
presente, casi siempre debe poder apoyarse sobre la convicción de que el trabajo analitio
y los pensamientos que de él resultan son fuente de placer para el analista. Pero no debe
el analista abusar de la transferencia y convertirla en un instrumento exclusivo a servicio
de su placer.
Hay entonces una efectiva analogía entre el riesgo de exceso del que el portavoz
puede hacerse responsable al rehusar al infansa a experimentar placer en crear
pensamientos y el exceso de frustración del que se torna responsable el analista incapaz
de prestar atención de reconocer la singularidad de ese sujeto y ese análisis en cuanto
fuentes de nuevos pensamientos (pero con ello, fuente de una posible duda acerca de sus
certezas teóricas preestablecidas). Queda de manifiesto así la paradoja propia de la
demanda dirigida por el sujeto a ese otro sujeto supuesto saber: que asegure ser
poseedor de ese “bin saber” que uno espera desde siempre, pero que simultáneamente
pruebe, de manera implícita que hay pensamientos, obras de trabajo de pensar del
analista, que pueden aportar lo que él no podía de toda la vidaa, que existe intercambio,
esperado e invertido por ambos partenaires. La transferencia entonces sólo puede
desempeñar su papel si para los dos sujetos pensar la experiencia que se desenvuelve se
presenta como fuente posible de nuevos pensamientos, ellos mismos fuentes de placer
compartido. Planteamos que el análisis tiene un proyecto que puede definirse así: permitir
al yo liberarse de su “sufrimiento neurótico”, liberandolo de los efectos de alienación que
resultan de la copresencia y de la equivalencia afectiva de él preserva entre las
representaciones por las cuales se define, en tanto que Yo actual. El fin del proyecto
anlitico es primeramente y ante todo temporal: apunta a hacer posible que el sujeto invista
y cree representaciones que anticipen por definición lo que ya nunca pudo ser: un
momento del tiempo futuro que, precisamente por ser futuro, jamás será idéntico a ningún
momento pasado. Este poder anticipar es la tarea específica del Yo y de la actividad de
pensar. Una vez advenido incumbira al yo la tarea vital para él de auto anticiparse en
cada momento de su inaprensible presente proyectándose sobre lo que devendrá el yo en
el momento que sigue. Vivir implica el investimiento anticipado del tiempo futuro. Tales
representaciones de un tiempo donde el Yo deberá devenir son para nosotros sinónimos
de lo que llamaremos los ANHELOS que motivan los pensamientos y la acción del yo y
por lo tanto, del anhelo que subtiende el PROYECTO IDENTIFICATORIO.
En el pruyecto analitico la tempiralidad cumple un doble papel: inducir al yo a
privilegiar la realización diferida de un placer y a la vez el relato del tiempo pasado será
completamente reconstruido por el analizado. El proyecto analitico tomará apoyo en la
experiencia singular del analizado, para permitirle sustituir el tiempo vivido por el relato
histórico de un tiempo que puede, pero solo a este precio (es decir, transformándose en
un puro relato) pasar a ser para el Yo ese patrimonio inalienable único que puede
aportarle la certeza de que para él es posible un futuro.
Es propio de todo anhelo, o de todo deseo decible y del que el yo se reconoce sujeto
incluir dos vectores de sentido contrario: Uno que propulsa al sujeto y lo proyecta hacia la
búsqueda de un momento futuro y paralelamente está anhelo resulta estar sometido a lo
que llamaremos la re-percepción de lo mismo en el registro del efecto. Lo que el yo
esperare-experimentar en el futuro como alegría o sufrimiento sólo le es representable
como re-percepción de una experiencia afectiva ya conocida. El yo puede representarse
un mundo en el cual todas las flore estarán perfumadas, pero no puede representarse un
perfume sin recurrir a los olores ya conocidos. Las experiencias originales de placer y
displacer no son memorizables, en embargo persiste de ellas ella huela enigmática que
hace que todo deseo también está animado por la búsqueda de algo que es, por
excelencia, lo perdido: un momento del tiempo pasado. Sobre esta esperanza de vivir lo
que ya tuvo lugar es que va a instrumentarse la pulsión de muerte.
La tarea del yo será conseguir la amalgama de esas dos miras contradictorias, con
el fin de investir el tiempo futuro en cuanto experiencia por hacer, sin dejar de preservar la
esperanza de que dicha experiencia se vea acompañada por una vivencia que el yo
designe como “felicidad”,, vivencia que el sujeto no puede pensar sino apelando a un
estado ya vivido. Para que el yo pueda privilegiar un anhelo de vida a expensas de un
deseo de muerte, es preciso que logre pensar con placer la “idea de su futuro”. Ahora
bien, esto implica que el yo tenga a su disposición el recuerdo de momentos pasados en
los cuales hubo efectivamente placer La actividad de rememoración del yo supone a su
lado una función de reconstrucción que remodela una historia en la cual siempre faltará el
texto original de los primeros capítulos.
El análisis nos prueba que las experiencias de placer y displacer de las primeras
etapas de la vida nunca son memorizables, mientras que todo lleva a creer que los
afectos que acompañaban a esos momentos nunca más recuperarán su intensidad
primera. De allí esa nostalgia, ese duelo jamás hecho que concierne específicamente a la
pérdida de un recuerdo. La fuerza de la nostalgia y el rechazo del duelo reaparecen en la
relación analitica y en la situacion transferencial: encontrar a alguien que sabe qué cosa
fue el yo desde su origen, que conoce la totalidad de su historia y que permitirá recuperar
la compleción de un pasado en el que ninguna palabra, ninguna representación, ningún
instante, faltaran. Dicha ilusión a veces corre el riesgo de ser compartida por el propio
analista.
Preservar el anhelod e que la experiencia anlitica tenga un fin ese anhelo es
necesario para que se desenvuelva el proceso analitico. pero bajo qué condiciones el yo
puede mantener tal anhelo cuando la relación transferencial no puede sino reforzar el
deseo de que nuestra presencia no vaya a faltar jamás?
Ese deseo de no tener que pensar más para no ser ya sino el receptáculo de un “ya
pensado por otro” es la manifestación por medio de la cual se expresa un DESEO DE
MUERTE. En la demanda que el sujeto dirige a este otro S.S.S, anhelo de vida y deseo
de muerte están siempre y de entrada presente. El deseo de muerte puede ser deseo de
muerte del cuerpo o'del pensamiento.
La búsqueda de saber, el anhelo que quedará frustrado de reencontrar todos los
pensamientos perdidos y de poder pensarlo todo, el placer de ser reconocido como
creador de un nuevo pensamiento, son un conjunto de motivaciones al servicio del eros.
El rechazo de toda búsqueda de saber, el no placer y el no deseo expresan deseo de
muerte. El analista se halla de entrada frente a una demanda ya habitada por ese deseo
antinómico y frente a un sujeto que, sin dejar de proclamar que del análisis espera poder
satisfacer sus anhelos, su búsqueda de goce y de saber, también nos dice implícitamente
que lo que al mismo tiempo espera es que quede aniquilada para siempre toda causa d e
posible sufrimiento, que pueda no temer ya nunca más la aparición de un deseo imposible
de ser satisfecho, que todo pensamiento fuente de displacer quede reducido al silencio.
Se comprende entonces que la ilusión de haber encontrado un S.S.S., un sujeto que
posee la totalidad de lo pensable, puede ponerse al servicio de un deseo de no tener que
pensar más para delegar en ese otro ese poder y ese derecho.
Es ABUSO DE TRANFERENCIA toda práctica y toda conceptualización teórica que
amenacen confirmar al analizado la legitimidad de la ilusión que le hace afirmar que lo
que se tiene que pensar sobre el sujeto y sobre este sujeto, ya fue pensando de una vez y
para siempre por Un analista y por lo tanto, que el analista no puede esperar ni oír nada
nuevo en el discurso que se le ofrece. Algo que era una ilusión útil para la instalación de
la transferencia, se transforma en una ILUSIÓN MORTÍFERA que privará al analizado de
todo interés por la búsqueda de pensamientos nuevos y de representaciones pérdidas.
Este abuso de poder puede ser ejercido también a través de la interpretación a ultranza,
también hay abuso de poder en el desprecio por el tiempo de la sesión. La causa de tal
abuso es la negativa, por parte del analista a oír y reconocer la singularidad del discurso
al que se le dirige.
En este caso, los dos sujetos comparten una misma ilusión, un mismo deseo de no
pensar más que en un “ya pensado por otro” y como trasfondo un mismo deseo mortífero
concerniente al yo y a sus pensamiento: de esto resultara un diálogo de muertos.
El peligro de muerte que el cuerpo puede correr efectivamente, o una mutilación que
amenaza con despojar al yo e una función investida van a modificar la relación psique-
cuerpo y en el mejor de los casos harán ocupar a la psique el lugar de un reparador y de
un protector del cuerpo. Cuando esta sustitución se vuelve permanente , aparecen tres
cuadros: en el primero encontramos a la psíquicos, en donde el otro y el propio cuerpo se
han transformado en destinatarios intercambiables. La relación que el sujeto mantiene con
su propio cuerpo es la reproducción de la que mantiene con el otro. En el segundo
cuadro, el cuerpo pasa a ser el mediador y la clave únicos de la relación; sólo a través de
lo que le sucede a su cuerpo va el sujeto a decodificar el deseo del otro para con él. Un
tercer cuadro y menos frecuente es aquel en el cual el sujeto recusa cualquier función
relacional al estado de sufrimiento y al estado de placer experimentados por su cuerpo
Guarda la convicción de que no sufre ni goza a causa de otro o gracias a otro, sino
porque su cuerpo, responde “or naturaleza” de determinada manera a determinado
estímulo.
La primera condición de la vida de la psique es la posibilidad de autorepresentarse
su propiedad de organización viviente. Los primeros elementos de la única paleta que
puede utilizar “lo originario” son producto de una metabolización, la que le impone la
psique a las primeras informaciones que la actividad sensorial aporta. Pero estos
estímulos que el mundo emite no se transformarán en informaciones psíquicas si alguien
no qcumpliera el papel de emisor y selector de aquel subgrupo de estímulos, que en este
primer tiempo de la vida, son los únicos en poder ser metabolizados por la psique como
reveladores de sus propios movimientos de investidura y desinvestidura. La madre será el
agente privilegiado de las modificaciones que especifiquen el medio psíquico y físico que
recibe al recién nacido. Es un “modificador”. Al poder tomar conocimiento de un
“modificador” separado, los movimientos afectivos coextensos con la propia vivencia se
presentarán a la psique como auto engendrados por su solo poder. Del lado de la madre,
os encontramos por el contrario con una psique que ya ha historizado y anticipado lo que
se juega en estos encuentros y que de entrada decodifica los primeros signos de vida a
través del filtro de su propia historia.
Entre los estímulos captados algunos serna fuente de una experiencia sensorial
capaz de llevar su irradiación al conjunto de las zonas. el placer o sufrimiento se una zona
pasan a ser placer o sufrimiento para el conjunto de los sentidos. Placer y sufrimiento no
pueden presentarse a la psique sino como autoengendramientdos por su propio poder.
Hemos visto ya como la mayor parte de estos estímulos tienen como emisor ys elector
principal a la madre.
De ahí la segunda constatación de que ese placer o ese sufrimiento que la psique se
presenta como auto engendrados son “el existente psíquico” que anticipa y renuncia al
objeto-madre. Una experiencia de nuestro cuerpo ocupa el lugar que dispuesta ocupará la
madre: al YO ANTICIPADO le hace pareja una “MADRE ANTICIPADA” por una
experiencia de cuerpo.
la tercera constatación es que antes de que la mirada se encuentre con un otro con
una madre), la psique se encuentra y se refleja en los signos de vida que emite su propio
cuerpo.
Estas tres constataciones prueban que el pictograma del objeto zona
complementaria es cabalmente el único del que dispone el proceso originario.
Lo originario puede durar tres horas, tres días, tres semanas, etc. Pero su actividad
persiste a lo largo de la vida.
Lo que se pictografía ha metabolizado un estado somático como presentación de un
afecto psíquico, conjuntamente experimentado y figurado como autoengendrado. Una vez
aprendidas las tres lenguas la psique continuará utilizandolas a lo largo de la existencia.
Pero mientras que una parte de los signos de lo primario y de lo secundario podrán
intercambiarse para desembocar en la formulación de una suerte de lengua compuesta,
con la lengua originaria no sucede lo mismo. Esta última continúa ignorando que cuerpo y
psique reaccionan y viven gracias al estado de relación continua entre sí y de ambos con
su medio. El proceso originario no conoce del mundo más que sus efectos sobre el soma,
así como no conoce de esta vida somática más que las consecuencias de su resonancia
natural y constante con los movimientos de investidura y desinvestidura que signan la
vida psíquica.
Los Efectos somáticos por los que la vida del mundo abre brecha en todo nuevo
organismo sólo cesan con nuestra muerte. Hay Siempre una “fuente somática de la
representación psíquica del mundo”.
¿Qué representa el cuerpo del infans para esa madre que supuestamente lo espera
y lo recibe? Yo diría que ahí donde la madre esperaba ¿a aquel que le probaría la
realización de su deseo de ser madre? encuentra un cuerpo y aqui esta la fuente de aquel
RIESGO RELACIONAL. Este encuentro va a exigir una reorganización de su propia
economía psíquica, que deberá extender a ese cuerpo la investidura de la que hasta
entonces gozaba únicamente el representante psíquico que lo precedió. Las primeras
manifestaciones de la vida del infans le pondrán a la madre al descubierto el poder de
emoción y modificación sobre su propia psique . Las manifestaciones de la vida somática
del infansa producirán EMOCIÓN en la madre y las manifestaciones de esta emoción
modificarán el medio al que el infans reacciona y con ello, sus efectos sobre su vida psico
somática. Ese cuerpo que ella ve, que ella toca, son o deberían ser para ella fuentes de
un placer en el que su propio cuerpo participara. Este componente somático de la
emoción materna se transmite de cuerpo a cuerpo, el contacto con un cuerpo emocionado
toca al nuestro.
Si el portavoz (la madre) cree “poner en memoria” lo que se juega en el presente, su
propio pasado, su propia historia están obrando de entrada para señalar esa parte de lo
visible que será objeto de su interpretación y fuente de emoción. Esto no debería implicar
que toda expresión del cuerpo del niño deba ser interpretada y que deba desencadenar
en la madre una vivencia emocional.
El sufrimiento del cuerpo induce en la madre una respuesta que retornará al niño en
forma de revelación sobre lo que su sufrimiento representa para el otro. El cuerpo
sufriente cumplira un papel decisivo en la historia que el niño se construirá acerca del
devenir de este cuerpo y por ende de sí mismo, de lo que en él se modifica a pesar suyo.
Es lo inverso a la experiencia de PLACER que va acompañada de la esperanza de que
nada se modifique, ni en uno mismo, ni en el otro, ni en el medio. La experiencia de placer
da lugar a una sola demanda: que nada cambie. La experiencia de sufrimiento no solo
“demanda” lo contrario (que haya modificación) sino que las modificaciones esperadas
varían de un sufriente al otro y también en un mismo sufriente. Las respuestas van a
variar también.. En el registro del sufrimiento, demandas y respuestas son polimorfas.
Esta es una de las razones por las que piera usa el término “simpatizante polimorfo” para
designar un componente normal en la relación del niño con el otro y con la realidad.
Frente a un ámbito sordo a las expresiones de su sufrimiento psíquico, el niño
intentará servirse de un sufrimiento de fuente somática para obtener una respuesta.
Respuesta casi siempre decepcionante, es raro que una madre sorda a sufrimiento
psíquico sepa oír lo que el niño demanda a través de su cuerpo. Servirse de su
sufrimiento somático.
Pasada la infancia, el sujeto recurrirá menos a su cuerpo como transmisor
privilegiado de mensajes por cuanto habrá podido diversificar los destinatarios tanto como
los objetos de su demanda. Pero para que esta doble diversificación resulte exitosa aún
hace falta que ese cuerpo, tenga como referente un “cuerpo psíquico” cuya historia
pruebe el amor que se le dirigió, el reconocimiento y valoración de su singularidad.
Aun en la hipótesis más optimista de una futura madre en quién los mecanismos de
represión, sublimación y asunción de la castracion habrian cumlico sus funciones
estructurantes, ese “yo anticipado” lleva consigo la imagen del niño que todavía no está,
imagen fiel a las ilusiones narcisistas de la madre Los mensajes que la madre dirige a
este yo anticipado, así como las respuestas que este último le devuelve a la madre,
tomarán apoyo en ese relevo representado por el cuerpo del infans, sus expresiones, su
estado, sus movimientos, sus llantos. Este cuerpo, o mejor dicho las manifestaciones de
ese cuerpo deberán ser acogidas por la madre como el referente de aquel representante
psíquico que lo precedía y lo aguardaba. El cuerpo del infans es el complemento
necesario para establecer un estado de unión entre un representante psíquico pre forjado
por la psique materna y que se refería a la “idea niño” y este niño que está ahí.
Pero ¿qué sucede si falla este anclaje del representante psíquico en la realidad del
cuerpo del niño? Son posibles dos eventualidades: en la primera nos hallamos con un
fenómeno de idealización parcial: cuanto más propenso sea el desarrollo del infans a
subrayar esa distancia, más idealizado esta rá s representante psíquico y más deberá
hallarse negado en el niño todo lo que pertenezca al registro de lo diferente, de lo
imprevisto. La decodificación por la madre de los mensajes que el infante emite sólo se
mostrará correcta en el caso de que el mensaje venga a confirmar su propia
representación de aquel. Esta idealización puede provocar en el infans una inseguridad
fundamental en lo relativo a los propios testimonios sensoriales. Reacciones que
encontramos en el ESQUIZOFRÉNICO y que nos ilustran la función de escudo que el
recurso a la certeza delirante puede cumplir. La segunda posibilidad nos presenta la
imposibilidad de la madre, frente a esa misma situación, de efectuar esa idealización
fragmentaria que al menos preserva ciertos puntos de anclaje entre el iniap y su
representación psíquica. Imposibilidad que va a colocarla frente a un trabajo de duelo
referido a un infans vivo. “hacer el duelo de un vivo”. Lo que hay que hacer es el duelo de
toda posibilidad de ligazón entre el infans y el representante psíquico que lo precedió y
ello además en el momento en que un cuerpo real no puede seguir vivo sin una ayuda
exterior que presupone una investidura de la vida de ese cuerpo- pero ¿cómo podríamos
investir un objeto humano que no tuviera representante psíquico? o bien la muerte del
lactante permite preservar a una representante psíquico o bien la vida del lactante se
preserva y su representante psíquico está condenado a muerte, pero en este caso una
primera representación relacional madre-infans deberá quedar borrada para siempre de la
psique para dejar lugar a una nueva , un nuevo referente psíquico. Pero este nuevo
representante psíquico carece de arraigo en el tiempo, en un deseo, en una historia que si
está presente en los demás casos. La psique de este tipo de mares paede un
“TRAUMATISMO DE ENCUENTRO”. Este recién nacido que se impone a su mirada se
sitúa, fuera de la historia o fuera de su historia Las consecuencias de semejante comienzo
de vida dejarán en el niño casi siempre huellas indelebles en el funcionamiento psíquico.
Para que la vida del infans continúe, puede haber distintas respuesta por parte de él:
a. a psique del infans logra anticipar su asunción de la separación, de la
realidad. Gracias a esto facilitará al máximo la tarea de decodificador exterior, volviendo
sus mensajes lo más conformes posible con las únicas respuestas que la madre es capaz
de dar. Esto va a cumplirse a expensas de la autonomía psíquica: ni bien el niño pueda
formular demandas, formulará unas muy próximas a las que él supone esperadas por la
madre. EL bi´grafos e transforma en un copista.
b. Esta anticipación no puede realizar: ese otro con el que la psique se
encuentra no podrá ser investido como portador de una deseo de vida y como
dispensador de placer
c. Se instala una forma de escisión que permitirá al sujeto preservarse, mal
que bien, y generalmente mal un espacio relacional. El objeto exterior reconocido como el
único en satisfacer l a necesidad, será desconectado de toda fuente exógena de una
experiencia de placer. Las consecuencias de esta escisión reaparecen en el estatus y
función que el objeto de la necesidad va a preserva. Ellas nos aclaran ciertas formas de
anorexia y adicción. La relación que la psique establece con el otro va a instrumentarse
únicamente sobre el deseo y poder que ella le impute y sobre su propio poder de exigir o
reusar este aporte, independientemente del estado real del cuerpo. Los únicos signos
mediante los cuales la psique puede hacer sitio a un cuerpo son aquellos por los cuales
se manifiesta un cuerpo en estado de necesidad, que no es equivalente a un cuerpo
sufriente.
Así como no hay cuerpo sin sombra, no hay cuerpo psíquico sin esa historia que es
un SOMBRA HABLADA. Sombra protectora o amenazante, benéfica o maléfica, pero en
todos los casos, sombra indispensable, pues su pérdida extrañaría la de la vida, en todas
sus formas.
SI volvemos a la psicosis, para poder abordar los peligros psíquicos que pueden
transformar una crisis de adolescencia en una crisis psicótica se plantea una primera
pregunta: ¿Habría o no, que considerar la presencia de tales fenómenos como
consecuencia de trabas psíquicas, ya existentes y que hasta ese momento habían podido
permanecer veladas? La aparición de una sintomatología psicótica es siempre la forma
manifiesta que toma una potencialidad psicótica, existente mucho antes d e la
adolescencia. Esta POTENCIALIDad ES LA CONSECUENCIA DE ESA GRIETA QUE
SE CONSTITUYE ENTRE LOS DOS COMPONENTES DEL YO. La conjunción entre
identificante e identificado no fue más que un collage superficial que se mantuvo
mediocremente y a menudo bastante mal hasta el momento en que una situación
conflictiva llegó a ponerla en peligro. La irrupción del momento psicótico sella el encuentro
del yo con un suceso psíquico que le devela una catástrofe identificatoria que ya tuvo
lugar. El pasaje de una potencialidad psicótica a una psicosis manifiesta ocurre en el
momento en que el adolescente descubre que, en su recorrido identificatorio pasado
nunca había encontrado las condiciones que le hubiesen asegurado el carácter
autónomo, inalienable de una parte de sus referencias identificatorias en el registro de lo
simbólico y que le hubiesen garantizado su parte de libertad en la elección de sus objetos,
de sus metas,de sus deseos.
A continuación Piera relata un caso clínico, sE TARRA DE gEORGES, UN SEÑOR
DE ALREDEDOR DE 30 AÑOS QUE PIDE UN ANÁLISIS POR PROBLEMAS DE ORDEN
NEURÓTICO. nO SE DECIDE SOBRE UN CAMBIO DE LUGAR QUE SE LE PROPUSO
Y SE ANGUSTIA ANTE ESTA NO ELECCIÓN. pOR OTRO LADO, LA MUJER CON LA
CUAL ESTÁ CASADO DESDE HACE 4 AÑOS,S E ENAMORÓ DE OTRO HOMBRE Y
TIENE EN MENTE DEJARLO. ÉL ES INCAPAZ DE DECIDIR SI PREFIERE
DIVORCIARSE O SI PREFIERE VIVIR CON SU MUJER SABIENDO QUE TIENE UN
AMANTE. eN LA SEGUNDA ENTREVISTA HIZO UNA BREVE ALUSIÓN A UNA “CRISIS
DE ADOLESCENCIA”. eN MAYO DEL 68, REPENTINAMENTE HABÍA VACILADO
ENTRE PROSEGUIR SU PREPARACIÓN PARA PASAR A UN CURSO DE INGRESO
EN LOS ESTABLECIMIENTOS DE ENSEÑANZA SUPERIOR o dejar caer el proyecto
para ir a trabajar a una fábrica. Al final y tras momentos de depresión, retoma sus
estudios.
A pesar de que esa crisis se haya resuelto al cabo de dos o tres meses y sin
hospitalización se trata de un EPISODIO PSICÓTICO. El análisis permitió dilucida las
condiciones que lo desencadenaron, considerando a demás en el curso del propio análisis
dos episodios idénticos aunque más breves.
Piera aclara que el padre de Georges es judío y la madre católica. Hasta los 15 años
Georges no sabía que el padre era judío. El episodio delirante revelará toda la
complejidad y la ambigüedad de su relación con el padre.
En mayo del 68 lo que ocurre en las calles de parís e spara Georges totalmente
inesperado. él nunca se ocupó de política. Ese campo social, en el cual habia creido tener
y guardar su lugar sin mayores problemas, le envía un discurso extraño y desconocido
para sus oídos. Justo en el momento que Georges más hubiera necesitado apoyarse en
esos puntos de sostén ofrecidos por el campo social este lo enfrenta a un
cuestionamiento de sus certezas y sus valores, entrando en contradicción con las
concepciones familiares.
El padre vivió mayo del 68 como una revolución inaceptable de los valores. Le dice a
Georges: “haciendo suya esta lucha te haces cómplice de mi ruina, de la cual no podré
salir, no me queda más que encarar el suicidio”. A esta primera vacilación de sus
referencias identificatorias se agrega otra: desde los 12 años Georges tiene un amigo que
representó para piel una especie de hermano mayor. Este amigo era un militante muy
comprometido. Cuando Georges le expresa su reticencia para seguir las actividades
políticas, el amigo le advierte que si abandona las reuniones. no lo volverá a ver jamás.
Segunda amenaza y segunda acusación.
Pero las cosas no termina acá: una escen que lo enfrenta con su madre tendrá un
efecto tela de tensión que culminará en el desencadenamiento del episodio delirante. La
madre no soporta a agustí que siente cada vez que su hijo participa en las reuniones.
Hay una cierta repetición de las “acusaciones” y la acusación materna condensa y revela
las amenazas implícitamente presentes en aquellas que fueron pronunciadas por el padre
y por el amigo. El resultado de todo esto será la brusca caída de Georges en el delirio.
La escena con la madre es la siguiente: después de haber tratado de convencerlo de
que no vaya a las reuniones, lo agarra de los hombros y le gritó “estás loco como tu tio,
sos parecido a él, hice todo para que seas diferente, pero no sirvió de nada”. Acusación
tanto más traumatizante siendo que para Georges el término locura está ligado a la
imagen de su hermano mayor que es epiléptico.
Al cabo de pocas hs de esto, se le impone a georges la certeza delirante de que él
tiene una missió secreta que es el único que puede salvar al mundo, hacer compartir por
todos un proyecto político de fraternidad.
Enfrentado a l a fragmentación de los identificados, el yo solo puede sobrevivir
teniendo que negar esa desposesión identificatoria, ese estallar de los soportes
narcisistas, proyectándose en la representación de un yo que ya hubiese realizado su
proyecto, pero un proyecto marcado con las armas del delirio.
El medio ambiente psíquico tanto como el propio espacio psíquico en el que adivino
el yo de Georges, lo enfrentaron a lo largo de su proceso identificatorio con conflictos.
Dejaron secuelas que trató como ZONAS SINIESTRADAS en las cuales se prohíbe el
acercamiento rodeandolas de sólidas carreras y de carteles de señalización.
Entre los factores responsables de estos “siniestros” dos tuvieron un papel esencial.
Primero la epilepsia de su hermano. Luego, a partir de sus tres años, la actitud enigmática
de su tío paterno. Enfrentado desde el comienzo de su recorrido identificatorio con un
hermano que le devolvía la imagen de un hijo loco inasumible y con una actitud materna
incapaz de aportar la seguridad necesaria a la vez que con un padre poco presente,
Georges logró no obstante reparar y tratar de remediar esas primeras fisuras que
marcaron su campo identificatorio.
Aulagnier, P. (1994). Prefacio. En Los destinos del placer. (pp. 9 - 19). Buenos Aires.
Editorial Paidós. Psicología Profunda.
Ha habido razón en denunciar lo que puede tener de terrorista el saber; pero en nuestra
disciplina también habría que recordar lo que la ignorancia tiene de aterrorizadora por sus
consecuencias.
El título que he elegido se inspira en otro conocido por todos nosotros: Las pulsiones y
sus destinos. Si, como escribe Freud, la pulsión no conoce más que una meta, esta meta
solo esta catectizada, tan intensa como ciegamente, porque alcanzarla permite volver a
encontrar ese estado de placer hacia el cual apunta la psique, sea cual fuere la instancia,
o el proceso, que se considere. Este estado de placer y/o estado de quietud, de no
necesidad, de silencio del cuerpo, son los únicos dos fines que conoce la actividad
psíquica, los dos objetivos antinómicos que persigue.
Durante el encuentro inaugural boca-pecho, experiencia igualmente inaugural de un poder
y de una posibilidad de placer de las zonas erógenas, un mismo objeto se ofrece a la vez
como causa de la desaparición de la necesidad y como causa del placer órgano-sensorial.
Primera fusión causal y primera fusión en el registro de la representación, a partir de las
cuales el objeto que satisface la necesidad de placer, puede convertirse en el objeto que,
al tornarse durante su ausencia responsable del retorno de la necesidad, se ofrece a
Tanatos como soporte de su deseo de destrucción.
La pregunta que abordare en estos seminarios puede formularse así: ¿Qué sucede con
esas fuerzas pulsionales “ciegas” una vez que el yo tenga que “hablarlas” y pueda
hacerlo, transformándolas así en esas demandas que un yo dirige a otro yo tornándolas
compatibles con esas “exigencias de la realidad” que debe considerar si quieren
conservarse vivo?
Alienación – amor – pasión: tres destinos que la búsqueda del placer puede imponer a
nuestro pensamiento y a nuestras catectizacion, pero también tres “destinos” que la
experiencia analítica puede imponer tomando como instrumento esa condición cuya
presencia es necesaria para que haya análisis: el amor de trasferencia.
En el análisis de la relación amorosa, relación de la cual hice el prototipo de lo que llamo
las relaciones de simetría, he intentado demostrar el compromiso que el amante está
obligado a preservar entre placer y sufrimiento, entre catectizaciones privilegiadas y su
posibilidad de cambiar de objeto, entre el yo pensado y el cuerpo que él habita:
compromisos sin los cuales no podría preservar su investimento de la realidad, ya que se
supone que eso implica la catectización por el pensamiento y por el yo de ese índice de
realidad que le concierne, y que es lo único que puede darle un estatuto de existente ante
su mirada y ante la mirada de los otros.
En el análisis del estado de alienación y del estado pasional, que he tomado como
prototipo de las relaciones de asimetría, he querido aislar una “patología” particular de las
catectizaciones que no pertenecen ni al registro de las neurosis ni de la psiquis. Tanto la
fuerza alienante como el objeto catectizado pasionalmente tienen la extraña propiedad de
satisfacer tanto los objetivos de Eros como los de Tanatos, y tornan posible así una fusión
pulsional temporaria, y siempre precaria, que impone silencio al conflicto del mismo
nombre y al conflicto identificatoria.
La droga, el juego, el otro amado apasionadamente permiten huir del conflicto y creer
realizable y realizada la loca esperanza de haber excluido toda razón, toda posibilidad de
sufrimiento psíquico.
La paseo no implica un cambio cuantitativo en relación con el amor, sino un cambio
cualitativo; ella transforma lo que hubiera debido permanecer como objeto de placer y
objeto de demanda, en un objeto que se ubica en la categoría de la necesidad. Alienar su
pensamiento de la ideología identificatoria que el otro defiende e impone no es
simplemente optar por nuevas referencias identificatorias cuya catectización sería más
segura; ante todo consiste en descatectizar el propio proyecto y los propios ideales
identificatorios, lo que implica la descatectizacion nada menos que del tiempo futuro.
ALIENACIÓN Y PSICOSIS
Si todo síntoma es un compromiso entre lo reprimido y la acción represora del yo, el
afecto que acompaña al síntoma y que se expresa a través de ese conjunto de
sentimientos que llamamos angustia, depresión, persecución, despersonalización, nos
remite a la causa del compromiso: el conflicto identificatorio presente en el espacio del yo.
conflicto entre el yo y sus ideales o entre esas dos caras que son el yo como identificante
el yo como identificado. En el primer caso estamos en el registro de la neurosis. En el
segundo en la psicosis.
Entre la respuesta neurótica y la respuesta psicótica, la experiencia comprueba un tercer
camino de salida del conflicto identificatorio que denominó ALIENACIÓN.
Definirá con este término uno de los destinos que el conflicto identificatorio puede imponer
al yo: destino particular puesto que, por una parte, reduce al máximo la angustia y el
sufrimiento psíquico que la psicosis refuerza y por otra, para hacerlo recurre a cierto
números de mecanismos que, desde el punto de vista del observador, mientras una
desrealización, una “locura” del pensamiento que nada tiene que envidiar a la psicosis.
odos los fenómenos psicopatológicos que encontramos en la clínica son la consecuencia
de un conflicto que tiene lugar en las catexias del yo y, por consiguiente, en su economía
identificatoria.
Lo propio del yo es poder representarse y representar lo existente bajo la forma de una
construcción. Para conseguirlo, tiene que poder añadir a la imagen de cosa la imagen de
palabra, por lo tanto catectizar esta última El conocimiento de la nominación es para el yo
u n a suposición necesaria para catectizar la “cosa” que es su referente- Pero el discurso,
la significación, es también la entrada en la escena psíquica de un “mundo hablado”.
Puede parecer trivial recordar que nada garantiza al yo su persistencia en el tiempo que
sigue al momento presente y que todo le demuestra que solo puede persistir tornándose
otro, alterandose, aceptando descubrirse diferente del que era y del que es en un ahora
siempre efímero. Con el yo irrumpe en la psique la categoría de temporalidad, y por la
misma razón el concepto de diferencia en su aspecto más difícil de asumir: la diferencia
de sí mismo a sí mismo.
La tarea del yo es tornarse capaz de pensar su propia temporalidad: para ello le hace falta
pensar, anticipar, catectizar un espacio-tiempo futuro.
El yo puede tropezar con un escollo: no lograr tornarse pensable para sí mismo ni lograr
tornar pensable y catectizar su propio devenir, hallarse incapacitado para catectizar lo que
el flujo temporal le impone como diferencia entre él mismo tal como devendrá y él mismo
tal como se descubre deviniendo.
La particularidad del yo reside en que él haya sido ante todo efectivamente la ideal, el
nombre, el pensamiento hablado en el discurso del otro: sobra hablada proyectada por el
portavoz sobre una psique que la ignore Y QUE TAMBIÉN IGNORA SUS exigencias y su
loco objetivo. Enunciados que vienen de otra parte y de los que la voz del niño se
apreciará primeramente repitíendolos.
Una vez efectuada esta catectización, el yo podrá ocupar el sitio de enunciante de esos
mismos pensamientos, tras lo cual estos retornan a su propia escucha como un
enunciado del que él es el agente y por medio del cual se impone a su propia percepción
y a su propia actividad de pensamiento en cuanto existente. Esto es pensamientos
retornan al enunciante bajo la forma de un IDENTIFICADO en el cual el enunciante halla
el apoyo necesario para su autocatectizacion.
Primer surgimientos del yo. Recordemos que trae una primera fase de la existencia del yo
el niño continúa dejando al portavoz la aeea de formular ANHELOS IDENTIFICATORIOS
que conciernen a su futuro. Es la madre la que le “cuenta” la manera como ella sueña su
futuro (el del niño)
El reconocimiento de una separación entre su cuerpo y el de la madre, el reconocimiento
de la dualidad que constituye la pareja parental, preceden al reconocimiento de una
diferencia temporal que se inscribe en el yo mismo. Si el presente se diferencia bastante
pronto en relación el el pasado, el yo comienza por imaginar el futuro como el tiempo en el
que, idéntico a sí mismo, podrá retornar un estado, un momento, un placer, pasadoa.
El yo deja durante cierto tiempo al otro la tarea de catectizar su propio tiempo por venir, de
operar esta segunda anticipación necesaria para sostener anhelos que llegan a dar
sentido a la necesidad de cambiar. Si el yo solo puede ser apropiándose y catectizado
pensamientos con función identificante, de los cuales él se reconoce como enunciante sin
saber que ante todo ha sido un simple “repitente” del discurso del otro, existe un segundo
momento fundamental para su funcionamiento que exige que retome por su cuenta la
segunda acción anticipadora desempeñada en primer lugar por el portavoz. Esto
presupone que el yo tenga acceso y que haga suyos los anhelos identificatorios que
caracteriza el futuro pero un futuro que ya no será un simple anhelo de retorno al pasado.
La apropiación de un anhelo identificatorio que tenga en cuenta este no-retorno de lo
mismo es una condición vital para el funcionamiento del yo.
Para que el yo se preserve, es necesario que el identificante se asegure la catectización
esos soportes: EL IDENTIFICADO ACTUAL Y EL DEVENIR DE ESE IDENTIFICADO.
LLegados a este punto, se plantea una cuestión: ¿que prima de placer permite al yo
catectizar un fluir temporal que lo lleva hacia la muerte? Las razones que permiten que se
preserve un PROYECTO IDENTIFICATORIO, son tan múltiples como las que permiten
salvaguardar la catectización por el yo de su estado de ser viviente. Pero una de estas
razones merece nuestra atención: el IDENTIFICANTE, ese agente de la acción psíquica
necesaria para la catectización de los pensamientos con función identificante, solo
mantiene esa catexia mientras preserva la creencia de que esos enunciados, esos
pensamientos, efectivamente conforman al tuyo que nombran. La catectización del
identificado por el identificante implica la presencia de una certeza inmediata, aunque
fugitiva, de esta conformidad. La duda no puede ser más que un movimiento secundario.
Esta certeza de conformidad entre el pensamiento la cosa es una condición para la
identificación.
Pero esta certeza no es del mismo tipo que la certeza propia de lo originario o de lo
primario, porque si no, nada diferenciaría el funcionamiento del proceso secundario del
funcionamiento propio del primario. Si el yo solo puede catectizar un pensamiento que
cree verdadero, este atributo de verdad, a su vez, podrá ser interrogado, cuestionado, por
el pensamiento que le sigue y que el primero ha hecho posible: es esto lo que llamé la
PRUEBA DE LA DUDA, consecuencia del necesario reconocimiento del cambio, de la
alteración que impone al yo su propia realidad física y psíquica.
Entonces, la unidad identificante-identificado es condición misma de la existencia del yo y
presupone que se conserven en el espacio identificatorio ciertos puntos de certeza. Es la
relación del identificante con esos puntos de certeza lo que hace posible y preserva la
identificación simbólica.
La prueba de la duda, siempre en el registro de la identificación, podrá imponerse por el
contrarios todos lo que desborda esos puntos de certeza, ahí se convierte en el
equivalente de la castración en el registro del pensamientos. Esta duda no debe trasponer
el umbral más allá del cual el identificante ya no podría anticipar y catectizar lo que el yo
podrá devenir..
Los soportes del proyecto identificatorio, o los IDEALES DEL YO, están catectizados
gracias a la ilusión de la supremacía de la imagen de palabra. Al crear por anticipado la
idea de lo que devendrá el yo, es decir, al catectizar y pensar un yo que no puede, en el
momento en que se lo anticipa, desmentir el pensamiento, puesto que la “cosa” a la cual
refiere el pensamiento aún no existe, el pensante o identificante está movido por la
esperanza de la abolición de toda separación entre la palabra y la cosa, y con mayor
precisión, entre el yo pensando y el yo en su inasible realidad.
¿que identificado catectiza al identificarte en cada instante de ser del yo? la imagen del yo
que le devuelve su propia retina y la retina de los otros y, conjuntamente el enunciado con
que él enlaza estas dos imágenes. Pero este enunciado, salvo en momentos particulares,
es también lo que confirma al yo la no-realización del anhelo identificatorio. Salvo esos
momento en que el yo coincide con un estado de 2 placer realizándose” lo que retorna al
yo como el identificado que lo represente será siempre diferente, estará ausente, en
relación con lo que él esperaba de ese momento presente en el cualse realiza el anhelo
de ayr.
Al examinar las teorías sexuales infantiles, freud demostró el papel decisivo que para el
pensamiento del niño juega el descubrimiento de la mentira presenta en la respuesta
parental a su pregunta sobre el origen. El descubrimiento de tal mentira conduce al niño a
una segundo descubrimiento: la propia posibilidad de mentir, es decir la posibilidad de
esconder al Otro y a los otros una parte de sus pensamientos.
En una fase en que su vida aún permanece dependiente de los cuidados del exterior y en
primer lugar de la madre, el niño se da cuenta de que sin embargo está en su poder crear
“objetos” (pensamientos) que solo él puede conocer.
La autonomía o libertad del pensamiento representa para el Yo la única condición que
puede motivar y justificar el investimiento narcisista tanto del trabajo de puesta en sentido
que le incumbe como de las producciones que de él resultan. El pensamiento es investido,
ante todo, en cuanto creación que uno debe a sí mismo, nada cambió en esto el hecho de
que se trate de un pensamiento de Otro. Obligar a un sujeto a no pensar más que
pensamientos impuestos haría imposible todo placer para la instancia pensante (el yo).
En la relación madre-hijo, será en el registro del pensar que va a librar una lucha decisiva
concerniente a la aceptación o el rechazo por parte de la madre, del reconocimiento de la
diferencia de la singularidad, de la autonomía de ese nuevo ser que ha formado parte de
su propio cuerpo. Si ella es capaz de reconocer el derecho del niño a no repetir ningún
“pasado” perdido la madre podrá aceptar entonces el no saber siempre lo que él piensa,
el permitir el juego y el placer solitario de un pensamiento fascinado por el poder que
descubre poseer.
El derecho a mantener pensamientos secretos debe ser una conquista del yo, el resultado
de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño la
inevitable contradicción del deseo materno a su respecto.
Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que verificarlo: tales son las
exigencias que el Yo no puede esquivar, el precio con el que paga su derecho de
ciudadanía en el campo social y su participación en la aventura cultural. Pronto aprender
el yo que el pensar es un “trabajo” necesario, pero un trabajo que supone muchas
pruebas, fuentes de displacer, trabajo que le deja muy poco respeto. Una de las
condiciones (no la única) para que el investimento de esta actividad se mantenga es que
el Yo pueda preservarse el derecho de gozar de momentos de placer “solitario” que no
caigan bajo el golpe de la prohibición, la falta, la culpa.
Fuera de la patología, no puede haber actividad de pensar si no se recibe placer o se lo
espera en recompensa y ese placer solo es posible si el pensamiento puede aportar la
prueba de que no es la simple repetición de un ya-pensado desde siempre. Se
cpomprende entonces que en la situación analitica, si e analista no tiene cuidado, puede
llegar a imponer al sujeto una puesta en ecuación preestablecida, reconocida
“predigerida” por su propio mundo psíquico. No puede haber realización del proyecto
analitico si ambos participantes no son capaces de correr el riesgo de descubrir
pensamientos que podrían cuestionar sus conocimientos más firmes.
Esto supone que el sujeto goce de una libertad de pensamiento que incluye también la de
mantener secretos determinados pensamientos,no por vergüenza, culpa o temor sino
simplemente porque confirman al sujeto su derecho a es aparte de su autonomía psíquica
cuya preservación es vital para él. En este punto tropezamos con la paradoja presente en
la situacion analitica: ¿como favorecer el investimento de la libertad de pensar e imponer
la cláusula del decir-todo?
Analista y analizado son forzados a favorecer una situación y una relación que poseen
como condición de eficacia el establecimiento de una serie de factores que amenazan
inducir, en ambos, esos mismos efectos de alienación contra los cuales lucha el trabajo
analítico y cuya desaparición representa el fin último del análisis.
Investir la actividad de pensar, ser capaz de sentir placer al favorecer ese investimiento en
otro, amar el riesgo de descubrir otra verdad a pesar del precio que cueste, tales son las
cualidades psíquicas que el analista habrá podido hacer suyas durante su propio análisis
o a las que nunca deberá renunciar. El analista, si es capaz frente a todo sujeto de
respetar su autonomía del pensamiento, podrá poner su trabajo interpretativo a servicio
de la búsqueda de verdad del otro y no a servicio de su suficiencia de supuesto teórico.
WINNICOTT
KLEIN
Melanie Klein – La técnica psicoanalítica de juego: su historia y significado
Apartado I (Introducción y recorrido histórico)
La comprensión que obtuve acerca del temprano desarrollo de los procesos inconscientes
y de la naturaleza de las interpretaciones por las que puede abordarse el inconsciente, ha
tenido gran influencia en mi trabajo con niños mayores y adultos.
Señalare brevemente las etapas de mi labor en relación la técnica psicoanalítica del
juego, aunque no intentare dar una síntesis completa de mis hallazgos. En 1919, cuando
comencé mi primer coso, ya se había llevado a cabo algún trabajo psicoanalítico con
niños, particularmente por la Dra. Hug-Hellmuth. Sin embargo, ella no intento el
psicoanálisis con niños menores de 6 años y, a pesar de que uso dibujos y
ocasionalmente el juego como material, no lo convirtió en una técnica especifica. Cuando
comencé mi trabajo era un principio establecido que se debía hacer un uso muy limitado
de las interpretaciones. Y así, los analistas no habían explorado los estratos más
profundos del inconsciente (de los niños).
(Caso Fritz) en esencia, yo use con este paciente el método de interpretación que se hizo
característico de mi técnica. Este enfoque corresponde a un principio fundamental del
psicoanálisis: la libre asociación. Al interpretar no solo las palabras del niño sino también
sus actividades en los juegos, aplique este principio básico a la mente del niño, cuyo
juego y acciones (de hecho, toda su conducta) son medios de expresar lo que el adulto
manifiesta predominantemente por la palabra. También me guiaron otros dos principios
del psicoanálisis establecido por Freud, que desde el primer momento considere como
fundamentales: la exploración del inconsciente y el análisis de la transferencia.
En 1920 y 1923 reuní más experiencia con otros casos de niños, pero una etapa decisiva
en el desarrollo de la técnica del juego fue el tratamiento de una niña de dos años y nueve
meses a quien psicoanalice en 1923 (caso Rita). La inhibición de Rita al jugar era
marcada, lo único que hacía era vestir y desvestir obsesivamente a su muñeca. Pero
pronto comprendí las ansiedades subyacentes en sus obsesiones y las interprete. Este
caso fortaleció mi convicción creciente de que una precondición para el psicoanálisis de
un niño es comprender e interpretar las fantasías, sentimientos, ansiedades y
experiencias expresadas por el juego, o si las actividades están inhibidas, las causas de la
inhibición.
Apartado II (La técnica del juego)
Considere esencial tener juguetes pequeños, porque su número y variedad permiten al
niño expresar una amplia serie de fantasías y experiencias. Es importante para este fin
que los juguetes no sean mecánicos y que las figuras humanas, variadas solo en tamaño
y color, no indiquen ninguna ocupación particular. Su simplicidad permite al niño usarlos
en muchas situaciones diferentes, de acuerdo con el material que surge en su juego. El
hecho de que así pueda representar simultáneamente una variedad de experiencias y
situaciones fantásticas y reales también hace posible que lleguemos a poseer un cuadro
más coherente de los trabajos de su mente.
De acuerdo con la simplicidad de los juguetes, el equipamiento de la habitación de juego
es también simple. No tiene nada excepto lo necesario para el psicoanálisis. Los juguetes
de cada niño son guardados en cajones particulares, y así cada uno sabe que solo él y el
analista conocen sus juguetes, y con ellos su juego, que es el equivalente de las
asociaciones del adulto.
Sin embargo, los juguetes no son el único requisito para un análisis del juego. A veces, en
el juego, asigna roles al analista y a sí mismo, tales como en el juego de la tienda, el
doctor y el paciente, de la escuela, de la madre y el hijo. El principio de interpretación
sigue siendo el mismo si las fantasías son presentadas por juguetes o por una
dramatización. Pues cualquiera que sea el material utilizado, es esencial que se apliquen
los principios analíticos subyacentes en la técnica.
Debe permitirse que el niño experimente sus emociones y fantasías tal como ellas
aparecen. Siempre ha sido parte de mi técnica no ejercer influencia educativa o moral,
sino restringirme al procedimiento psicoanalítico que, para decirlo en pocas palabras,
consiste en comprender la mente del paciente y trasmitirle que es lo que ocurre en ella.
Hay muchos niños que se encuentran inhibidos para jugar. Tal inhibición no siempre les
impide jugar completamente, pero muy pronto puede interrumpir sus actividades.
El siguiente ejemplo puede ser útil para mostrar algunas de las causas de una inhibición
de jugar. Pedro era muy neurótico. Era incapaz de jugar, no podía tolerar ninguna
frustración, era tímido, quejumbroso, exagerado, y por momentos agresivo y despótico,
muy ambivalente respecto de su familia y con una gran fijación hacia su madre. En la
primera sesión Pedro comenzó a jugar, en seguida hizo que dos caballos dieran el uno
contra el otro, y repitió la misma acción con diferentes juguetes. Hizo que los caballos se
toparan nuevamente, diciendo que iban a dormir, os cubrió con ladrillo y agrego: “Ahora
están bien muertos, los he enterado”. El destrozar o dañar los juguetes representaba en
su inconsciente romper el órgano genital de su padre. Durante esa primera hora rompió
varios juguetes. La experiencia de Pedro de presenciar el acto sexual de sus padres hizo
un gran impacto en su mente, y provoco fuertes emociones tales como celos, agresividad,
ansiedad, por eso fue la primera cosa que expreso en su juego.
He dicho mucho acerca de la importancia de las interpretaciones en la técnica del juego y
he dado algunos ejemplos para ilustrar su contenido. Esto me lleva a una pregunta que se
me ha hecho a menudo: ¿Son los niños pequeños intelectualmente capaces de
comprenderlas? Mi experiencia y la de mis colegas ha sido que las interpretaciones, si se
relacionan con puntos salientes del material, son perfectamente comprendidas. Por
supuesto, el analista de niños debe darlas tan sucinta y claramente como sea posible, y
debe usar las expresiones del niño al hacerlo.
Otro de los puntos importantes en la técnica del juego ha sido siempre el análisis de la
transferencia. Como sabemos, en la transferencia con el analista el paciente repite
emociones y conflictos anteriores. Mi experiencia me ha enseñado que podemos ayudar
al paciente remontando sus fantasías y ansiedades en nuestras interpretaciones de
transferencia adonde ellas se originaron, particularmente en la infancia y en relación con
sus primeros objetos.
-
La importancia que atribuí al simbolismo me condujo entonces a conclusiones teóricas
acerca del proceso de la formación de símbolos. El análisis del juego había mostrado que
el simbolismo permite al niño trasferir no solo interés, sino fantasías, ansiedades y
sentimientos de culpa a objetos distintos de las personas.
Melanie Klein establece que es necesario dejar al niño adquirir tanta información sexual
como exija el desarrollo de su deseo de saber, despojando así a la sexualidad de su
misterio y de gran parte de su peligro. Esto asegurará que los deseos, pensamientos y
sentimientos no sean en parte reprimidos y en parte tolerados. Además, al impedir esta
represión, depositaremos las bases para la salud y el equilibrio mental. Otra ventaja es la
influencia decisiva que tiene esto en el desarrollo de la capacidad intelectual. Una
respuesta franca a las preguntas de los niños influye beneficiosamente en su desarrollo
mental.
En cambio, el repudio y la negación de lo sexual son las causas principales del daño
ocasionado al impulso a conocer y ponen en marcha la represión.
Klein considera que ninguna crianza debe hacerse sin orientación analítica, ya que el
análisis provee una asistencia tan valiosa y, desde el punto de vista de la profilaxis,
incalculable.
Establece qué ventajoso y necesario es introducir el análisis en la crianza, para preparar
una relación con el inconciente del niño. Considera que así podrán removerse fácilmente
las inhibiciones o rasgos neuróticos en cuanto empiezan a desarrollarse. Para ella no hay
duda de que el niño normal de 3 años, y probablemente un niño más chico, es ya
intelectualmente capaz de captar las explicaciones que se le dan. Incluso mejor que el
niño mayor que ya está perturbado afectivamente en esas cuestiones por una resistencia
más enraizada.
Por último, considera que un niño psíquicamente fortificado por un análisis temprano,
puede tolerar con más facilidad y sin perjuicio los problemas inevitables.
Fritz era un niño de 5 años. El psicoanálisis se introdujo en su crianza pues este niño
sufría de una inhibición de juego acompañada de inhibición a escuchar o contar historias.
Había también creciente taciturnidad, hipercriticismo, ensimismamiento e insociabilidad.
Su desarrollo mental había sido normal pero lento. Recién empezó a hablar a los 2 años y
tenía más de 3 años y medio cuando se pudo expresar con fluidez. A pesar de esto, daba
la impresión de ser un niño inteligente y despierto.
Cuando tenía alrededor de 4 años y medio se inició un desarrollo mental más rápido y
también un impulso más poderoso a hacer preguntas. Aparecieron preguntas
concernientes al nacimiento (¿dónde estaba yo antes de nacer?, ¿cómo se hace una
persona?). Luego la necesidad de formular preguntas no disminuyó pero tomó un camino
algo diferente. A menudo Fritz volvió al tema del nacimiento pero en una forma que
demostraba que ya había incorporado este conocimiento al conjunto de sus
pensamientos.
En el caso de este niño con el que nunca se utilizaron amenazas y que mostraba con
franqueza y sin temor su placer en la masturbación, apareció sin embargo, un complejo de
castración muy marcado que se había desarrollado en parte sobre la base del complejo
de Edipo.
Fue notable en Fritz cuánto se estimuló su interés general luego de satisfacerse parte de
sus preguntas inconcientes y cuánto decayó nuevamente su impulso a investigar porque
habían surgido más preguntas inconcientes que monopolizaban su interés. Esto pone en
evidencia que la influencia de los deseos e impulsos instintivos sólo puede debilitarse
haciéndolos concientes.
Al traer a la conciencia los deseos incestuosos de Fritz, su apasionado apego por la
madre se advirtió en la vida cotidiana, pero no hizo ningún intento de sobrepasar los
límites establecidos y se comportó igual que cualquier niño afectuoso. Su relación con el
padre se tornó excelente a pesar (o a causa de) de su conciencia de sus deseos
agresivos. Es decir, que también aquí se ve cómo es más fácil controlar cualquier
emoción que se está volviendo conciente, que una inconciente. Simultáneamente con el
reconocimiento de sus deseos incestuosos Fritz comenzó a hacer intentos por liberarse
de esta pasión y transferirla a objetos adecuados.
MANNONI
Mannoni, M. (1967). Prefacio. Capítulo 1 “El síntoma o la palabra”. En El niño, su
enfermedad y los otros. (pp. 7 - 24 y pp. 29 - 65). Buenos Aires. Editorial Nueva Visión.
Prefacio.
El psicoanálisis de niños es psicoanálisis: tal es la convicción de Freud al ocuparse en
1909 de la cura de un niño de cinco años afectado por una neurosis fóbica. La adaptación
de la técnica a la situación particular que representa para el adulto el aproximarse a un
niño, no altera el campo sobre el cual opera el analista: ese campo es el del lenguaje. El
discurso que rige abarca a los padres, al niño y al analista: se trata de un discurso
colectivo constituido alrededor del síntoma que el niño presenta. Las quejas de los padres
con respecto a su descendencia nos remiten ante todo a la problemática propia del adulto.
En el psicoanálisis tal como se constituyó al comienzo la infancia solo figuraba como
recuerdos reprimidos. No se trataba de un pasado real como de la manera en que el
sujeto lo sitúa dentro de cierta perspectiva.
Esta verdad fue perdida e vista, desde 1918, por la primera analista que se ocupó de
niños, y de este modo desde sus comienzos el análisis se desarrolló en dos direcciones
opuestas: en una de ellas los descubrimientos de Freud se mantienen por complejo, y en
la otra se produce un alejamiento de tales descubrimientos con el fin de modificar una
realidad.
Como clínico, Freud ante todo está a la escucha de lo que habla en el síntoma: solo este
camino conduce hacia la posibilidad de una actitud analítica frente a una neurosis. Las
investigaciones de Freud seguirán ante todo dos direcciones diferentes: por una parte,
profundiza el sentido del síntoma; pero por otra parte, una creencia en el origen fisiológico
de las perturbaciones psíquicas le hace dirigir la atención hacia al traumatismo en la
génesis de las neurosis. Sin embargo, el análisis de las histéricas le permite descubrir
pronto que la infancia de la que hablan no es nunca la infancia real, que los traumatismos
a que aluden pueden resultar muy bien ficticios. Entones descubre que una palabra,
incluso cuando es engañosa, constituye como tal la verdad del sujeto.
Freud tenía en tratamiento al padre de un muchachito de 5 años, Juanito, que sufría de
angustia fóbica. Freud acepto verlo en diferentes oportunidades, asignándole con todo al
padre un papel de observador y de intermediario. Muy rápidamente el niño sitúa a Freud
en un puesto de Padre simbólico, y en la palabra proveniente de ese lugar es donde trata
de acceder a la verdad de su deseo. Juanito, bastante conciente del drama edípico que
está viviendo, se siente molesto por la idea de que el adulto no quiere que él sepa lo que
de hecho sabe (los misterios de la procreación, etc.) Al situar los celos edípicos de Juanito
dentro de una historia, Freud introduce un mito que será retomado por Juanito de
diferentes maneras hasta su curación. Nota: La madre de Juanito lo abandonó
posteriormente (páginas 12 y 13).
A partir de entonces el psicoanálisis de niños se revela como una empresa realizable. Al
mostrar que con un niño es posible interpretar, el análisis de Juanito se constituye como el
primer modelo del género. Los psicoanalistas emplearon bastante tiempo para
comprender dónde reside la importancia de la aportación freudiana al psicoanálisis de
niños. Al releer el caso, nos ha impresionado el efecto que producían las preguntas de
Juanito en el inconsciente de los adultos. El niño es el soporte de aquello que los padres
no son capaces de afrontar: el problema sexual. La aparición de la enfermedad de Juanito
puede considerarse como el surgimiento de lo que falta en los padres.
Melanie Klein. Ya en su primer análisis de niños, la atención de Melanie Klein se dirige a
la manera en que el sujeto sitúa su propia persona y su familia dentro de un mundo de
fantasmas. Lo que le llama mucho la atención son los efectos precoces producidos por la
severidad del superyó en el niño.
Melanie Klein no se ocupa del comportamiento desde el punto de vista real: introduce su
problema estudiando el vínculo fantasmatico madre-niño dentro de una situación dual y
pone de manifiesto la acuidad de la tensión destructiva que acompaña a la pulsión del
amor.
Tales son las ideas que Melanie Klein retomara en su estudio sobre el sentimiento de
culpabilidad en el niño. Para la autora, el niño divide el mundo en objetos buenos y malos.
Les hace desempeñar alternativamente un papel protector o de agresión contra un peligro
que sitúa unas veces en sí mismo y otras fuera de sí mismo.
En 1908 Freud habló por primera vez del juego en el niño, y lo compara con la creación
poética. En 1920, la atención de Freud es atraída por el problema planteado en las
neurosis por el principio de repetición. Le parece que las actividades lúdicas se
encuentran sometidas al mismo principio. El niño intentaría dominar así por medio del
sujeto las experiencias desagradables, es decir, trataría de reproducir una situación que
originalmente significó para él una prueba. En la repetición, el sujeto otorga su
conformidad, rehace lo que se le había hecho. Freud nos proporciona una observación
que va a resultar capital: describe la situación de un niño de 18 meses ocupado en jugar
al fort-da.
De este modo, desde 1908 hasta 1920 Freud trata al juego como una creación poética, y
luego descubre el papel desempeñado por el principio de repetición como función de
dominio de las situaciones desagradables. El juego del niño se presenta como un texto
para descifrar, se lo vislumbra como una actividad cargada emocionalmente por el niño y
susceptible también de emocionar al adulto cuando alcanza cierta calidad de creación
estética.
La escuela americana retomo las intuiciones de Freud con el nombre de play therapy pero
el sentido de la aportación freudiana fue traicionado. Para Anna Freud, que no trabaja con
el inconsciente del niño sino con su yo, no puede haber expresión fantasmática en el
análisis. Sin embargo, algunos norteamericanos volvieron a discutir sus posiciones para
confesar que la play therapy no directiva encuentra serias lagunas en el plano
metodológico.
Con Erikson se vuelve a Freud: en el juego el niño atestigua su posición psicológica en
una situación de peligro, pero esto presupone un lenguaje del juego que el analista debe
traducir. Sin embargo, encontramos en el análisis tan pertinente de Erikson dos
concepciones que no siempre concuerdan. Por un lado, para él, el juego es lenguaje, pero
por el otro también pone el acento en la “configuración del comportamiento”, y entonces
clasifica las observaciones en “descripciones morfo-analíticas”. De este modo el juego es
considerado como un texto cuyo desciframiento debería hacerse según leyes, unas veces,
y otra como un hecho etnográfico, y en este último caso se trata de la situación de un niño
en un momento de su historia, en determinadas condiciones culturales precisas.
Ya sabemos de qué manera Melanie Klein introdujo a partir de 1919 el juego de niños, sin
dejar de respetar por ello el carácter riguroso del análisis de adultos. Utiliza una multitud
de pequeños juguetes y asigna a su elección cierta importancia. Algunos dicen que la
interpretación que Melanie Klein da es una interpretación de símbolos.
Pero volvamos a la observación descrita por Freud en 1920. El niño marca con una
palabra aquello que podría ser interpretado como el rechazo a la vuelta de la madre. El
texto que nos entrega el juego es un lenguaje; en esa sintaxis operan mecanismos de
sobre-determinación cuyos efectos es preciso llegar a comprender. Para descifrar el texto
tenemos que integrar en él nuestra resistencia y aquello que, en el niño, forma una
pantalla ante su palabra, pero también tenemos que comprender quien hablar, porque el
sujeto del discurso no es necesariamente el niño.
Capítulo 1 – El síntoma o la palabra.
El psicoanálisis de niños no difiere en su espíritu del psicoanálisis de adultos; pero el
adulto, incluso tratándose de un psicoanalista; cuando aborda los problemas de la
infancia, a menudo se le interpone la idea que se hace de ella. Todo estudio sobre la
infancia implica al adulto, a sus reacciones y a sus prejuicios.
Observaciones efectuadas por Françoise Dolto en niños normales de 20 meses presas de
una aguda tensión emocional por el nacimiento de un hermanito, nos muestran hasta qué
punto el adulto forma parte del conflicto. Lo que demanda el niño desesperado es la
palabra precisa, esa palabra maestra que invoca en estado de crisis, para que a través de
ella pueda conquistarse el dominio sobre algo: el niño reclama el derecho de comprender
lo absurdo que le sucede en determinada reacción agresiva suya. Caso Juan: tartamudeo
e incontinencia luego el nacimiento de su hermanito. Expresión de odio, linchamiento del
muñeco que lleva el mismo nombre que su hermano. Los síntomas ceden y se expresa la
ternura y el amor hacia el bebé.
El interés de estas observaciones reside en el hecho de que en ellas se nos muestra in
vivo a un niño en situación de crisis y a un adulto en situación de responder a ella de
acuerdo con sus propios fantasmas, prejuicios o principios educativos.
Este es el problema que quisiera tratar de elucidar a propósito del célebre estudio de
Freud sobre Juanito. Lo que me interesa no es el análisis del caso sino los fragmentos de
observación del padre, que ponen de manifiesto las pantallas que el adulto levanta para
que niño permanezca en cierto no-saber. La observación se inicia con una interrogación
de Juanito dirigida a su madre: “Mamá ¿tú también tienes un hace-pipí?”. Luego,
observamos el intercambio con el padre sobre la cuestión de la procreación (“¿De quién
es Ana?”). Desde el comienzo, Juanito sospecha las implicaciones genitales de los dos
sexos, pero el padre se niega a revelárselas. Juanito no recibió las palabras que tenía
derecho a esperar. No le quieren decir que nació de un padre y de una madre, y esta
verdad sin embargo le es necesaria para que pueda adquirir sentido una identificación
viril.
La sed de conocimiento de Juanito está directamente vinculada con sus investigaciones
sobre el sexo. La riqueza de ese niño le hace suplir por sí mismo, mediante una sucesión
de temas míticos, la insuficiencia de las respuestas de los adultos. El niño está atascado
en su evolución viril: choca con el deseo de la madre que consiste en no desear un
hombre y con el deseo del padre que consiste en verlo adecuarse al deseo materno.
Ambos padres son voyeurs del sexo de su hijo y de su deseo. Esta pareja que tiene
dificultades con su propia sexualidad quiere reencontrar en Juanito el mito de una infancia
“pura” o “perversa”. En realidad, Juanito no es ni el niño ingenuo que querría quedarse
solo “con su linda mama” ni el niño perverso constantemente en busca de sensaciones
sexuales diversas. El niño está en busca de un padre en el que se pueda apoyar. Teme,
por otra parte, que su madre lo abandone y está dispuesto a desarrollar una fobia para
expresar en ella su angustia. La historia de Juanito es la de un niño enfrentado con el mito
del adulto. Es la palabra del adulto la que que lo habrá de marcar y determinará las
modificaciones ulteriores de su personalidad. El factor traumatizante, tal como se lo puede
vislumbrar en una neurosis, no es nunca un acontecimiento de por sí real, sino lo que de
este han dicho o callado quienes están a su alrededor. Son las palabras, o su ausencia,
asociadas con la escena penosa las que le dan al sujeto los elementos que impresionaran
su imaginación.
Una cura psicoanalítica se presenta como el desarrollo de una historia mítica. El
fantasma, e incluso el síntoma, aparecen como una máscara cuyo papel consiste en
ocultar el texto original o el acontecimiento perturbador. Mientras el sujeto permanece
alienado en su fantasma, el desorden se deja sentir en el nivel de lo imaginario. El
síntoma incluye siempre al sujeto y al Otro. “¿Qué quiere de mí?” es la pregunta que se
plantea más allá de todo malestar somático.
Erikson (puntuación, Caso Sam, P.41). Erikson nos presenta un método de investigación y
de conducción de una cura. El hecho real para Erikson carece de importancia en el nivel
de la pura búsqueda de una causa. Se trata de hacer que esta adquiera sentido. El
proceso clínico se efectúa en dos etapas: 1) el periodo llamado investigación; 2) la cura
propiamente dicha.
Las dificultades de Sam se juegan en dos niveles: por una parte, él es síntoma de la
madre. A través de él la madre se siente juzgada. Por otra parte, Sam está atrapado en su
síntoma: ¿Quién tengo que ser para complacer a mi madre? La muerte de la madre
adquirió importancia en la medida en que la madre misma se sentía (a través de su hijo)
designada como asesina. Para el niño la única solución era hacerse víctima para no ser
verdugo.
Si bien Erikson, gracias a su intuición clínica, pudo escapar a una actitud estrechamente
médica en la que la interrogación se dirige a los hechos más que al ser, sucede en cambio
con otros teóricos, que sus concepciones llegan a obstaculizar la aprensión correcta de un
caso. Los vemos interrogar una realidad humana y una conducta, divididos como esta
entre cierto determinismo biológico y las teorías culturalistas. Se dan explicaciones allí
donde los “hechos” no deberían ser descritos sino interrogados a fin de que aparezca la
pregunta del sujeto.
Así, el sujeto no tiene que constituirse por medio de su palabra ni hacerse reconocer a
través de ella, sino que se le pide que viva una experiencia relacional para adaptarse a un
estilo de vida reconocido como normal. El paciente es un sujeto-objeto llamado a “curarse”
si toma conciencia de lo que es patógeno en su conducta. Se lo invita a readaptarse. Para
nosotros, el análisis no es una relación de dos en la que el analista se designa como
objeto de transferencia. Lo que importa no es una situación relacional sino lo que ocurre
en el discurso, es decir el lugar desde donde el sujeto habla, a quien se dirige, y para
quien lo hace.
Abordar el psicoanálisis de niños no es cosa fácil; por consiguiente, en esta disciplina es
donde asistimos al mayor número de controversias acerca de cuestiones vinculadas con
la técnica. La diversidad de las técnicas utilizadas es proporcional a las dificultades que
los terapeutas experimentan.
Como analistas, tenemos que enfrentarnos con una historia familiar. La evolución de la
cura es en parte función de la manera en que cierta situación es aprehendida por
nosotros. El niño que nos traen no está solo, sino que ocupa un sitio determinado en el
fantasma de cada uno de los padres.
Prefacio
Mi propósito ha sido el de señalar y desarrollar los problemas esenciales que este libro
expone o ilustra, a saber:
a) Especificidad del Psicoanálisis.
El psicoanalista no agrega algo nuevo. Permite encontrar una salida a las fuerzas
emocionales veladas que están en conflicto, pero el que las debe dirigir es el paciente
mismo. El psicoanálisis terapéutico es un método de búsqueda de verdad individual más
allá de los acontecimientos. Mediante el método de decir todo a quien todo lo escucha, el
paciente en análisis se remonta a los fundamentos organizadores de su afectividad del
niño o de niña.
b) Especificidad del Psicoanalista.
Comprenderán el sentido que tiene decir, cuando se habla del psicoanalista, que lo que
constituye su especificidad en su receptividad, su “escucha”. En presencia de un
psicoanalista, las personas (mencionadas durante el libro) hablarán de la misma forma en
que le hablaría a cualquier. Sin embargo, la forma de escuchar del psicoanalista, una
“Escucha” en el sentido pleno del término, logra por sí sola que su discurso se modifique y
asuma un nuevo sentido a sus propios oídos. El psicoanalista no da la razón ni la niega,
sin juzgar, escucha. Las palabras que los pacientes utilizan son sus palabras habituales;
sin embargo, la manera de escuchar encierra un llamado a la verdad que los compele a
profundizar su propia actitud fundamental frente al paso que están dando y que muestra
ser completamente diferente a todo otro contacto con psicólogos, educadores o médicos.
Cualquiera sea el estado actual aparente, deficiente o perturbado, el psicoanalista intenta
oír, detrás del sujeto que habla, a aquel que está presente en un deseo que la angustia
autentifica y oculta a la vez, amurallado en ese cuerpo y en esa inteligencia más o menos
desarrollados y que intenta la comunicación con otro sujeto. El psicoanalista permite que
las angustias y los pedidos de ayuda de los padres o de los jóvenes sean reemplazados
por el problema personal y específico del deseo más profundo del sujeto que habla. Este
efecto revelador, él lo logra gracias a su escucha atenta y a su no respuesta directa al
pedido que se le hace de actuar para lograr la desaparición del síntoma y calmar la
angustia. Al suscitar la verdad del sujeto, el psicoanalista suscita al mismo tiempo al
sujeto y a su verdad. En un segundo momento, el momento de la cura psicoanalítica del
que este libro no se ocupa, el sujeto descubrirá por sí mismo su verdad y la libertad
relativa de su posición libidinal en la relación con su medio; el lugar de la revelación de
este segundo momento es la transferencia.
c) Las relaciones dinámicas incontinentes padres-hijos, su valor estructurante sano o
patógeno.
Donde el lenguaje se detiene, lo que sigue hablando es la conducta. Es el niño, quien
mediante sus síntomas encarna y hacen presentes las consecuencias de un conflicto
viviente, familiar o conyugal, camuflado y aceptado por los padres. El niño es quien
soporta inconscientemente el peso de las tensiones e interferencias de la dinámica
emocional sexual inconsciente de sus padres. En resumen, el niño o adolescente se
convierten en portavoz de sus padres. De este modo, los síntomas de impotencia que el
niño manifiesta constituyen un reflejo de sus propias angustias y proceso de reacción
frente a la angustia de sus padres.
¿Cuáles son entonces las condiciones necesarias y suficientes que deben estar presentes
en el medio de un niño para que los conflictos inherentes al desarrollo de todo ser
humano puedan resolverse en forma sana, creadora? Podemos decir que la única
condición, tan difícil y sin embargo tan necesaria, es que el niño no haya sido tomado por
uno de sus padres como sustituto de una significación aberrante, incompatible con la
dignidad humana o con su origen genético. Para que esta condición interrelacional del
niño sea posible, estos adultos deben haber asumido su opción sexual genital en el
sentido amplio del término, emocional, afectivo y cultural, independientemente del destino
de este niño. El medio parental sano de un niño se basa en que nunca haya una
dependencia preponderante del adulto respecto del niño y que dicha dependencia no
tenga una mayor importancia emocional que la que este adulto otorga a la afectividad y a
la presencia complementaria de otro adulto.
d) La profilaxis mental de las relaciones familiares patógenas
Lo que tiene importancia no son los hechos reales vividos por un niño tal como otros
podrían percibirlos, sino el conjunto de las percepciones del niño y el valor simbólico
originado en el sentido que asumen estas percepciones para el narcisismo del sujeto.
Toda vez que antes de la edad de la resolución edípica uno de los elementos
estructurantes de las premisas de la persona es alterado en su dinámica psicosocial, la
experiencia psicoanalítica nos muestra que el niño está informado de ello en forma total e
inconsciente y que se ve inducido a asumir el rol dinámico complementario regulador
como en una especie de homeostasis de la dinámica triangular padre-madre-niño. Esto es
lo patógeno para él.
e) Sustitución de los roles en la situación triangular padre-madre-hijo.
Todas las sustituciones, prótesis engañosas entre los miembros de la familia y sus
funciones (madre-padre, padre-madre, hijo-progenitor) que, en algunos casos, facilitan la
vida material; no presentan ningún peligro si se subraya constantemente que esta
persona sustito no asume esa relación por derecho propio, sino que toma el lugar de uno
de los padres ausentes, y se deja libre al niño para optar naturalmente y asumir con
confianza sus propias indicativas. La situación particular de cada ser humano en su
relación triangular y particular, por dolorosa que sea o haya sido, conforme o no a una
norma social, y si no se la camufla o falsifica, es la única que puede formar a una persona
sana en su realidad psíquica, dinámica, orientada a un futuro abierto. El ser humano solo
puede superar su infancia y hallar una unidad dinámica y sexual de persona social
responsable si se desprende de ella a través de una verdadera expresión de sí mismo
ante quien pueda oírlo.
f) El complejo de Edipo y su resolución.
El complejo de Edipo como etapa decisiva que todo ser humano atraviesa después de su
toma de conciencia clara de pertenecer al género humano. El complejo de Edipo, cuya
organización se instaura desde los tres años con la certidumbre de su sexo, y se resuelve
con la resolución y el desprendimiento del placer incestuoso, es la encrucijada de las
energías de la infancia a partir de la cual se organizan las avenidas de la comunicación
creadora y de su fecundidad asumible en la sociedad. Si no adquiere el dominio
consciente de la ley que rige la paternidad y las relaciones familiares, cuya ausencia se
manifiesta en la carencia de ideas claras acerca de los términos que expresan, las
emociones y los actos de este sujeto están condenados a la confusión y su persona al
desorden y al fracaso.
¿Qué quiere decir resolución edípica, palabra que surge siempre en los textos
psicoanalíticos y a la que se presenta como la clave del éxito, o por el contrario, de una
cierta morbidez psicología en los seres humanos? Se trata de una aceptación de la ley de
prohibición del incesto, de una renuncia, incluso a nivel imaginario, al deseo de contacto
corporal genital con el progenitor del sexo complementario y a la rivalidad sexual con el
del mismo sexo.
Volvamos a la situación triangular madre-padre-niño y a su rol determinante en la
evolución psicológica. Todo ser humano está marcado por la relación real que tiene con
su padre y su madre, por el a priori simbólico que hereda en el momento de su
nacimiento, aun antes de abrir los ojos. El rol desestructurante o inhibitorio del desarrollo
no depende, contrariamente a lo que podría pensarse, de la ausencia de los padres; en
todo caso, todo dolor puede ser sano cuando no haya mentiras que impidan que los
hechos reales hagan surgir los frutos de la aceptación, a partir de la situación real.
Sin embargo, no se puede comprender esta frase en el sentido “la culpa es de los
padres”, o de este, o de aquel, si no en su sentido verídico que es el de que los padres y
los hijos pequeños son participantes dinámicos, no disociados por las resonancias
inconscientes de su libido. El psicoanálisis nos enseña que todo acto, aun nefasto, es
parte solidaria de un conjunto viviente y que, incluso si son lamentables, un acto o una
conducta pueden servir en forma positiva para quien sepa utilizarlos como experiencia.
g) La sociedad (la escuela) su rol patógeno o profiláctico.
Me permitiré formular un deseo: que los psicoanalistas tengan que vérselas más con
casos referidos a los desórdenes profundos de la vida simbólica, que se originan antes de
los 4 años, y no con las dificultades de conductas de reacción sanas ante la vida escolar,
efectivamente patógena en la actualidad. Me refiero a las reacciones o crisis caracteriales
sanas de un sujeto, preocupado por resolver dificultades reales necesarias para su vida
emocional, personal y familiar y que momentáneamente, no se interesa en su rol de
alumno.
Se debe organizar un inmenso trabajo de profilaxis mental y este no es el rol de los
psicoanalistas; pero este trabajo no puede organizarse sin tener en cuenta los aportes del
psicoanálisis al mundo civilizado. Para compensar la carencia educativa del ejemplo
recibido en familia, la escuela debería dar también una instrucción formadora para la vida
en sociedad, y hoy carece de ella. Quiero decir que los niños civilizados nunca oyen de
boca de sus maestros ni de sus padres, que las desconocen o que consideran incorrecto
decirselas, la formulación de las leyes naturales que gobiernan a la especie humana.
Conclusiones
La primera entrevista con el psicoanalista es, ante todo, un encuentro con uno mismo, con
un sí mismo que intenta salir de la falsedad. La función del analista es la de restituir al
sujeto, como don, su verdad.
La pareja parental plantea su pregunta a través de su hijo, pero ella debe asumir un
sentido en referencia a la propia historia de esta pareja. El analista no debe proporcionar
soluciones, sino permitir que la pregunta se plantee a través de la angustia puesta al
desnudo, por el abandono de las defensas ilusorias. El analista no es ni director de
conciencia, ni guía, ni educador. No se preocupa por dar una receta o por desear un éxito.
Su rol es permitir que la palabra sea.
La primera entrevista no es a menudo más que una puesta a punto, una ordenación de
piezas de un juego de ajedrez. El resto queda para después pero los personajes han sido
ubicados. Lo que finalmente puede estructurarse es el sujeto, perdido, olvidado en las
fantasías parentales. Su surgimiento como ser autónomo, no alienado en los padres, es
en sí, un momento importante.
Una consulta psicoanalítica tiene sentido sólo si los padres están dispuestos a despojarse
de las máscaras, a reconocer la inadecuación de su demanda y a cuestionar en cierta
forma. En el transcurso de la consulta psicoanalítica nada se hará para facilitarle al sujeto
lo que demanda. Ahora bien, esta misma demanda es la que lo conduce hacia el médico
o hacia el reeducador que, por su parte, pueden responder a ella en forma adecuada. El
rol que le corresponde al psicoanalista es el de considerar su aspecto engañoso para
ayudar al sujeto a situarse correctamente respecto de sí mismo y de los otros.
¿Por qué muchos niños/niñas que presentaron una organización psíquica cuya
problemática fue considerada grave, logran defensas y formulaciones identificatorias que
organizan su novela familiar? ¿Cómo es que el advenimiento adolescente, en el curso del
trabajo analítico, puede conseguir “figuras identificatorias” que le faciliten la construcción
de una historia y participen en “el encuentro de sentido en su biografía”? Este es un
interrogante que nos envía a los fundamentos teóricos que explican el fenómeno puberal-
adolescente, es decir, la posibilidad de concebir una propuesta metapsicológica de las
formaciones patológicas.
Todas las propuestas teóricas posibilitaron alguna aproximación a la explicación del
psiquismo y sus posibles psicopatológicos, desde la interacción, en las novelas
encontramos la creación literaria, que enriquece y confirma esas teorías.
En la práctica con niños y adolescentes son las problemáticas severas las que nos
remiten a revisar las opciones teóricas que las explican. Una teoría que fundamente los
primeros tiempos de la vida psíquica conseguirá ubicar los tiempos cronológicos y los
tiempos lógicos en un modelo que apoye la investigación clínica.
Desde esta posición trabajamos con los fundamentos que ofrece la propuesta de Piera
Aulagnier. Esta autora explica que fue el discurso psicótico lo que le exigió pensar en una
metapsicología que pudiera dar cuenta de éste, y a partir de ahí elaboró aportes teóricos
para el conocimiento de la organización de los procesos psíquicos desde los orígenes, y
un modelo de los cuadros que conforman la psicopatología. Con relación a la
psicopatología dice Aulagnier “el concepto de potencialidad engloba los posibles del
funcionamiento del Yo y de sus posiciones identificatorias, una vez concluida la infancia”.
Y en referencia a la “psicopatología” infantil sostiene: “Lo que sucede en ese tiempo
infantil en que se decide no el devenir del Yo, siempre dependiente de los encuentros
conflictuales que los toros y la realidad le lleguen a imponer, sino de los “posibles” que
tiene a su disposición para afrontar superar el conflicto.
Hasta aquí una breve presentación de nociones tales como discurso psicótico y
potencialidad, que son “organizadoras” del pensamiento teórico para la clínica. Veamos
cómo logra su posición identificatoria una vez concluida la infancia el sujeto que ha tenido
que soportar el exceso de violencia que inundó su psique de odio y sufrimiento, y a pesar
de todo esto logró defensas para sobrevivir.
El pensamiento “delirante primario” es la interpretación que el sujeto producirá en
respuesta al exceso de violencia provocado por el portavoz, y con frecuencia por la pareja
parental. Encontramos así un tipo de organización en la psique, la “potencialidad
psicótica”.
El trabajo con niños y adolescentes da lugar a la observación e inferencia de las
actividades psíquicas primerísimas. En estos primeros tiempos de la vida el infante realiza
una intensa actividad de investigación. Una de las preocupaciones que lo lleva a formular
teorías explicativas, es la referida a “sus orígenes”, en particular “si fue deseado en los
orígenes”.
Si no hay un primer enunciado en el discurso externo a la psique que explique el origen
de su historia, o si el enunciado resulta inaceptable, el yo se encuentra en estado de
riesgo, en peligro constante.
La “novela familiar” realizará una tarea de recuperación con una nueva apuesta en sentido
del trabajo de investigación iniciado en épocas pretéritas. La novela orienta al joven
adolescente en la actividad de historiador para conocer su propia historia, laboral que se
inició en los tiempos de la “duda”. Este derecho a la duda lo lleva a cuestionar las
afirmaciones realidad de sus padres, incluida la legitimidad de sus orígenes.
Caso El trabajo terapéutico tuvo continuidad con el paciente y siempre fue provisorio con
los padres: resultaba necesario actualizar el contrato periódicamente. En el tiempo
transcurrido, primero se pudo conocer el odio en el ejercicio de la pulsión de muerte
hecho efectivo sobre el hijo. Pasados varios años la madre comenzó a manifestar la
función en el odio que sostenía a la pareja. En esa época se confinó la condición “de por
tesis de la vida materna” por parte del hijo y también el significado del fracaso de la
represión materna, donde la locura y el sufrimiento del hijo hacían de argamasa al
encuentro parental. Fracaso de la represión en la organización psíquica de la madre que
es taponada con la psicosis del hijo: el hijo resulta prótesis de la psique materna. El
paciente M. no delira (por el momento) pero su búsqueda de sentido en los orígenes lo
lleva a encontrar a la figura identificatoria que es modelo de su sufrimiento en
Frankenstein.