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UNIVERSIDAD DE CIENCIAS Y ARTES DE CHIAPAS

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES

Diplomado en Psicopatología Infantil y Adolescente


MÓDULO 6: TRASTORNOS DE LA ELIMINACIÓN, LA ANSIEDAD Y DEL
ESTADO DE ÁNIMO

TRABAJOS INDEPENDIENTES: UNIDAD 3

NOMBRE DEL ESTUDIANTE:


MIRIAM LIZETH HERRERA PINTO

PROFESOR QUE IMPARTE:


MTRO. FREDDY OCAÑA HERNÁNDEZ

FECHA DE ENTREGA:
03 DE JULIO

TUXTLA GUTIÉRREZ, CHIAPAS, 2016

Trabajo independiente 3
Púberes y adolescentes
Lo púberes tienen que subjetivar esa irrupción de goce en el cuerpo, la pulsión sexual
hasta entonces predominantemente autoerótica encuentra por fin el objeto sexual. El
analista puede intentar maniobras que permitan, en algunos casos, establecer la
transferencia generar el enigma que implica al sujeto en la pregunta por su sufrimiento.
La primera es introducir un significante con valor de acto, pues puede desencadenar
una pregunta al saber, un enigma que produce un antes y un después al efectivizar un
cambio de discurso. Por ejemplo, comer nada, es la primera estrategia de la anoréxica
para decir “No” al Otro, a la madre en un principio, a razón de que la madre debe
introducir la falta en el momento en que niega el objeto real (el pecho). Ello se torna
real y el objeto pasa de real a simbólico. Asimismo, se dice también que al lector de un
texto se introduce como formando parte del texto mismo, es la relación texto-lector la
que determina su calidad literaria. Esta relación rompe con el principio de identidad y el
lector se convierte en respuesta y a la vez responsable de la calidad del texto; la
calidad del texto estaría en ese caso en la construcción de “chistes” que permiten al
sujeto movilizarse en una serie.
Ahora, es común ver adolescentes que presentan adiciones a sustancias. Las
adicciones se presentan como la salida hedonista que pudiera remediar ese
sentimiento. Pero la pulsión de muerte es un límite al hedonismo porque exige más. Lo
que evidencia de manera paradigmática la adicción, es que el sujeto deja de lado la
zona del principio del placer, porque muy rápidamente esto se agota y entra
directamente en el más allá del principio del placer. Y se pone en evidencia la pulsión
de muerte. La adicción nos permite verificar que cualquier objeto que viene a ocupar
esa zona, llamada del principio del placer, en un momento se transforma en algo más
allá. Esta transformación aparece sorpresivamente, por ejemplo, en una relación
amorosa. En este caso, la función del analista que opera como el vacío mediador, que
da la oportunidad a un sujeto de que su novela familiar no sea su destino; en el
intersticio entre significante y significado, está la oportunidad para un sujeto de
desprenderse de lo que aparece en la cadena significante articulada al fantasma como
su destino de goce. Es solamente introduciendo este vacío que algo puede ser
rectificado. La posición ética del analista lejos de avalar la novela familiar, es decir que
el destino son los padres, apunta a rectificar la posición subjetiva de la analizante, para
que su responsabilidad entre en juego. En relación a la segunda “oleada pulsional” que
implica la pubertad ésta va a redoblar la inconsistencia del Otro, dejando al sujeto en
una dimensión de incertidumbre y de angustia; lo identificatorio previo se desliza,
requiriendo del sujeto una reorganización en relación al deseo, por el tratamiento de
goce que irrumpe.
La adolescencia esencialmente implica el encuentro con el Otro sexo, y en esta época
ya no victoriana, donde todo está permitido, el acceso al sexo no está regimentado por
la moral. El psicoanálisis funge como refugio de lo íntimo, y es en ese sentido que el
analista lo encarna y resguarda, produciendo la operación del análisis como una
solución y una asunción de la singularidad del goce de cada quien. La pubertad es el
momento de la vida más parecido a lo llamaos la urgencia subjetiva. Tanto en una
como en la otra, se produce una disrupción, un acontecimiento, una situación que
promueve que lo que funcionaba con cierta homeostasis deje de hacerlo. En la
urgencia constatamos que lo que hasta un determinado momento permitiría decidir por
un sentido para el sujeto ya no marcha, es lo que la lengua califica como una crisis,
sobre la metamorfosis corporal-libidinal: “es la irrupción de un órgano marcado por el
discurso ante la ausencia de un saber sobre el sexo, de lo que puede hacer frente al
otro sexo”; se debe considerar la dimensión libidinal que lo afecta, es “esa parte del
goce que permanece ajena al cuerpo que se significatiza, al cuerpo que habla”. Se trata
del órgano libidinal, es decir marcado por el discurso. Si la adolescencia consiste en
acercarse a una zona donde el saber sobre lo real del sexo falta, el aburrimiento
aparece en este adolescente como un índice de su angustia de inhibición en un
momento de franqueamiento, de encuentro con un vacío, de pasaje de un ser a un
querer ser, se acumula y se descarga. El aburrimiento aparece muy ligado a la
estructura en un momento de construcción de nuevas identificaciones y nuevas
elecciones, que lo obligan a salir de la sexualidad infantil y construir objetos sexuales
fuera de lo familiar.
El goce se desplaza en esta edad bajo formas curiosas y sorprendentes: es el lapso en
el que se produce la curación “espontanea” de fenómenos sintomáticos que se iniciaron
en la infancia, así como enuresis rebeldes a cualquier tratamiento. En principio se trata
de reintroducir el tiempo lógico, el del sujeto, el que incide sobre la repetición y el goce
del inconsciente salvaje; introducir el tiempo lógico implica la existencia de una espera,
la espera de transformar las dificultades súbitas o constantes en algo diferente, la
espera de ubicar los datos iniciales en otra cosa: construir un problema. El cuerpo del
púber es la expresión estructural de la independencia del cuerpo, no del lenguaje, sino
del sentido; tanto en la pubertad como en la urgencia asistimos a la ruptura de la
cadena significante que produce los fenómenos más extraños, vividos por el sujeto o
por su mundo como verdaderamente bizarros. La intervención analítica apuntará a
elucidar la opacidad exteriorizada y a vislumbrar la posición de goce de cada uno. A su
vez considerará la asunción de la responsabilidad subjetiva como el fundamento ético
esencia, tanto en la urgencia de los púberes como en la de sus padres.
La adolescencia se comprende como categoría social normativa y la pubertad, se
refiere a un momento de cambio real en el que se define para el sujeto un modo de
tratar al Otro como partenaire sexual, se puede decir que, la adolescencia como
categoría social es la forma en que se sintomatiza la pubertad. Se refiere al momento
donde el sujeto se enfrenta con la falta de un saber sobre la relación entre los sexos
bajo el imperio de un real que empuja al encuentro.
Bibliografía
- Ricalde, M. (2008). Púberes y adolescentes. Lecturas Lacanianas. Buenos Aires, Argentina.
Praxia Grama Ediciones

La clínica y lo real
La adolescencia es una construcción cuya definición es controversial, pero destaca tres
cosas de las que los psicoanalistas nos ocuparemos:
1. La salida de la infancia. El empuje hormonal produce la investidura de un nuevo
órgano fuera del cuerpo: la libido; hay también un empuje discursivo al que el púber
debe responder y es la adolescencia como tal la respuesta sintomática con la que
el sujeto responde a ese real con el que tropieza.
2. La diferencia de los sexos. En Freud la idea de que existen predisposiciones
reconocibles desde la infancia hacia las posiciones masculina o femenina, lo que
permite a Lacan avanzar en la vía de una “precocidad de la diferenciación sexual”.
3. La intromisión del adulto en el niño. El yo ideal y el ideal del yo implican la
reconfiguración del narcisismo en la pubertad; “el principio de la metáfora del ideal
de yo consiste en sustituir el mundo materno por las insignias del Otro, y por medio
de esta sustitución producir un nuevo valor: la significación fálica. Un modo de
decir: esto es ser hombre, con todas las variaciones que autorizan las distintas
tradiciones; esta vía incumbe al padre, está orientada por la función paterna, pero
trata de “ir más allá del padre a condición de servirse de él”. Se trata de otro que
pueda reconocer, alojar, aceptar la invención que el sujeto ha encontrado para
orientarse: un nombre, un proyecto, un ideal, o incluso un síntoma que responda
por ese real con que se ha encontrado. A veces, ese lugar puede ocuparlo un
analista.

Bibliografía
- Brodsky, G., Vigano, A. (2015). La clínica y lo real. De semblantes y real en la adolescencia.
Buenos Aires, Argentina. Praxia Grama Ediciones

Adolescentes, depresión y modernidad


“Estar deprimido o estar bajoneado” es un malestar muchas veces poco localizado,
producido por un desfallecimiento del sujeto del inconsciente, que hace que éste se
ubique bajo el peso de un goce que lo inscribe en un fuera del tiempo y lo enfrenta con
el vacío que es él mismo. Ya que la pubertad es una época en la que se reactualizan
las posibilidades de efectuar un número importante de elecciones y una rectificación
retroactiva de lo que en el tiempo lógico de la infancia se construyó, resulta
inminentemente traumática. Ese proceso de verificaciones y opciones pone al púber
ante la posibilidad de volver a elegir en todos los aspectos y le hace pensar que “todo
es posible”; pero se choca con que el acto de la elección hace imposible esa
posibilidad. Entonces, la castración con su concomitante de angustia, se pone al día.
En esa parte del lado de lo imposible o de lo innombrable, se trata de lo real entendido
como la no relación sexual.
Ante la insuficiencia de los saberes de la infancia, se produce una contusión en las
certezas que hasta este momento reglaban la existencia del joven y su modo de
responder a los nuevos enigmas que le presenta el Otro; el Otro se muestra
insuficiente, el Otro está castrado, a su vez él ya no sabe quién es.
Por otra parte, bajo una nueva cara, reaparece el conflicto con el ideal: entre lo que él
es y lo que debe alcanzar, que reintroduce el tema de la angustia, la culpa y la
depresión; así cuando el yo se siente frustrado en sus posibilidades de satisfacer a sus
ideales, o ya no es posible sostenerse en ellos, es común que la tristeza sea el humor
que refleja dicha diferencia; no es que no existan ideales en la modernidad, sino que
estos son anónimos, ya que las estructuras familiares hoy, conmovidas por las
tensiones y cambios producidos de alguna manera por el capitalismo avanzado, trajo
como consecuencia que los ideales comunitarios se transformen en un individualismo
que facilita todo tipo de recomposiciones familiares, con una pérdida de las formas
conocidas de la autoridad paterna.

La clínica psicoanalítica da cuenta, en términos de estructura, de las distintas formas


de depresión que encuentra: inhibición, angustia, duelo, pasaje al acto, rechazo al
inconsciente; la experiencia analítica interroga cómo el sujeto hace uso del goce a
través de los efectos depresivos que sufre. En el caso de los adolescentes, cuyo duelo
con los patrones de la infancia los confronta a lo efímero que fueron sus certezas, a su
vez se encuentran invadidos de nuevas tragedias y catástrofes que impiden vislumbrar
un futuro promisorio. El analista de hoy es convocado a trabajar con jóvenes con
“problemas sociales”, el psicoanálisis estará a la altura de esta época y también podrá
velar por aquellos que se interesan en esta experiencia, para convertir el malestar en la
cultura en una oportunidad para suscitar y convocar a interlocutores válidos que,
sacudiéndose de un pesimismo estéril, hagan recuperar la palabra en su poder de
evocación y creación.

Bibliografía
- Spurrier, P. (2006). Adolescentes, depresión y modernidad. Revista digital de la Escuela de la
Orientación Lacaniana, No. 14. Buenos Aires, Argentina.

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