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permite fundar una praxis, muestra que todo cambio en el modelo teórico supone una
modificación de la relación entre este y el analista.
La teoría de Freud nunca pretendió ser una simple oferta de conceptos. Reivindicaba una
intención práctica, definida por los efectos que el lícito esperar de su aplicación en la
práctica analítica.
Si en la evolución de una teoría que no puede quedar separada de su proyecto concedemos
una importancia privilegiada al factor tiempo, es porque el uso “cultural” de nuestros
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conceptos acarrea la consecuencia de que hoy en día ed del exterior que vuelve al campo
de la experiencia analítica un proyecto elaborado por el campo social y sus ideologías.
Podrán hallar acceso al campo psicoanalítico proyectos y demandas que vienen de otra
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parte y que le hacen correr el riesgo de ser “colonizado” poco a poco por un poder-saber
extraños.
Existen tres anomalías que dan testimonio de las contradicciones surgidas entre nuestra
teoría y ciertos efectos de su aplicación:
1- Cierto abuso de la interpretación aplicada
2- La trivialización de los conceptos freudianos
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3- El a priori de la certeza
Hay una trivialización y deterioro de conceptos teóricos que en rigor conservan su valor,
pero cuyos efectos se ven desbaratados. Hay una trivialización de su significación:
reducidos a una simple función explicativa, privados de toda acción innovadora y
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perturbante, se intentará volverlos conformes con el conjunto de los enunciados del discurso
cotidiano del sujeto. El paradójico resultado es culminar en la ideologización de la nueva
ciencia por el campo cultural, con un derecho de préstamo ejercido sobre sus enunciados.
Lo que sorprende cada vez más en los modelos teóricos que se utilizan en nuestra
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marcha, de los elementos permanentes del funcionamiento psíquico que no sólo se
sostienen sino que cobran mayor vigencia en razón de que devienen el único horizonte
explicativo posible para estos nuevos modos de emergencia de la subjetividad. Para ello es
necesario tomar los paradigmas de base del psicoanálisis y en muchos casos darlos vuelta.
Es necesario diferenciar los descubrimientos de carácter universal de la impregnación
histórica en la cual inevitablemente se ven inmersos, trabajar sobre sus contradicciones y
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acumulación de hipótesis adventicias.
Propongo tres puntos al debate:
1. Posicionamiento respecto a la obra de Freud
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2. Sexualidad infantil
3. Lugar del inconsciente
Sexualidad infantil
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La maduración puberal encuentra todo el campo ya ocupado por la sexualidad para-genital:
los primeros tiempos han marcado fantasmática y erógenamente un camino que si no
encuentra vías de articulación establece que el recorrido se oriente bajo formas fijadas, las
cuales determinan, orientan u obstaculizan, los pasajes de un modo de goce a otro.
El psicoanálisis ha introducido la sexualidad en sus dos formas: pulsional y de objeto, que
no se reducen ni a la biología ni a los modos dominantes de representación social. La
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sexualidad no se reduce entonces a los modos de ordenamiento masculino-femenino. La
identidad sexual tiene un estatuto tópico, como toda identidad, que se posiciona del lado del
yo.
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Es en este punto en donde se hace más clara la diferencia entre producción de
subjetividad, históricamente determinada y premisas universales de la constitución
psíquica.
Es indudable la necesidad de redefinir el llamado complejo de Edipo. En primer lugar,
porque nace y se ha conservado impregnado de los modos con los cuales la forma histórica
que impone la estructura familiar acuñó el mito como modo universal del psiquismo. Tanto
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como tal, no es reductible a una segunda conciencia, ni a las leyes con las cuales funciona
el sujeto.
La diversidad simbólica del psiquismo se observa en la coexistencia de representaciones
secundariamente reprimidas con elementos que nunca tuvieron el estatuto de
representación palabra (lo originariamente reprimido) así como signos de percepción que no
logran articularse, sea por su origen arcaico e intranscriptible, sea por haber irrumpido en
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procesos traumáticos no metabolizables. Estos elementos pueden hacerse manifiestos sin
por ello ser conscientes, pueden activarse a partir del movimiento mismo del dispositivo
analítico o de vicisitudes de la vida y dejar al sujeto librado a la repetición compulsiva.
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Se torna necesario precisar el estatuto metapsicológico de la materialidad psíquica a
abordar, sabiendo que nuestras intervenciones tienen que lograr el máximo de
simbolización posible con el mínimo de intromisión necesaria.
En la posibilidad de implementación del método analítico en el trabajo con niños,
constituyen condiciones para poder poner en marcha el dispositivo clásico de la cura:
el emplazamiento de la represión, que pone en marcha el sufrimiento intra-subjetivo, la
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existencia de un discurso articulado bajo los modos que conocemos a partir de la lingüística
estructural, el funcionamiento del preconsciente en lo que hace a la temporalidad, la lógica
del tercero excluido y la negación. En los casos en los cuales esto no sea posible, es
necesario crear las posibilidades previas para que ello ocurra, mediante lo que hemos
llamado “intervenciones analíticas”.
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interpretación y cuyo estatuto puede ser del orden de lo manifiesto sin por ello ser
conscientes, consideramos necesaria la introducción de un modo de intervención que
llamaremos “simbolizaciones de transición”, cuya característica fundamental es la de
servir como puente simbólico en aquellas zonas del psiquismo en las cuales el vacío de
ligazones psíquicas deja al sujeto librado a la angustia intensa o a la compulsión.
Si se trata de recuperar lo fundamental del psicoanálisis para ponerlo en marcha hacia los
tiempos futuros, este trabajo no puede realizarse sin una depuración al máximo de los
enunciados de base y un ejercicio de tolerancia al dolor de desprenderse de nociones que
nos han acompañado tal vez más de lo necesario. El futuro del psicoanálisis depende de
embarcarnos en un proceso de revisión del modo mismo con el cual quedamos adheridos
no sólo a las viejas respuestas, sino a las antiguas preguntas que hoy devienen un lastre
que paraliza nuestra marcha.
Freud, Anna “Psicoanálisis del niño. (Caso clínico La niña del demonio)
No es posible abrir juicio sobre la técnica del psicoanálisis con niños, sin haber establecido
antes en qué casos conviene emprenderlo. Melanie Klein sostiene que toda perturbación
del desarrollo anímico o mental de un niño podría ser eliminada o, al menos, mejorada por
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el análisis. Opina que también tiene grandes ventajas para el desarrollo del niño normal. La
mayoría de los analistas vieneses opinan que el análisis del niño sólo se justifica frente a
una verdadera neurosis infantil.
El análisis con niños es un recurso a veces costoso y complicado, con el cual en algunos
casos no puede hacerse demasiado. Es posible que el análisis genuino necesite ciertos
cambios y modificaciones para esta aplicación. El adulto es un ser maduro e independiente,
mientras que el niño por su parte es inmaduro y dependiente. Es natural que ante objetos
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tan dispares el método tampoco pueda ser el mismo.
Anna Freud trabajó en al análisis de unos diez casos infantiles. Una característica de la
consulta con niños es que la decisión de analizarse nunca parte del pequeño paciente. En
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muchos casos ni siquiera es el niño quien padece, con frecuencia el mismo no percibe
ningún trastorno; sólo quienes le rodean sufren por sus síntomas. Así, en la situación del
niño falta todo lo que consideramos indispensable en la el adulto: la consciencia de
enfermedad, la resolución espontánea y la voluntad de curarse.
Considero que vale la pena tratar de alcanzar en el niño aquellas disposiciones y aptitudes
favorables para el análisis, logrando hacer “analizables” en el sentido del adulto a los
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extraordinariamente grave y definida para su edad, conservando sin embargo una gran
inteligencia. En este caso tuve que establecer una condición ya existente de antemano en la
pequeña neurótica: la escisión de la personalidad infantil.
Toda mi manera de proceder presenta demasiados puntos de contradicción con las reglas
técnicas del psicoanálisis que hasta ahora venimos aplicando. Imaginemos que gracias a
todas las medidas tomadas el niño llega a tener confianza en el analista, a adquirir
consciencia de su enfermedad, anhelando así un cambio en su estado. Con ello llegamos a
nuestro segundo tema: el examen de los medios a nuestro alcance para realizar el
análisis infantil propiamente dicho.
La técnica del análisis con adultos nos ofrece cuatro medios auxiliares: los recuerdos
conscientes del enfermo, la interpretación de los sueños, las ocurrencias, las asociaciones y
las reacciones transferenciales. El niño, en cambio, poco puede decirnos sobre la historia
de su enfermedad. Él mismo no sabe cuándo comenzaron sus anomalías. Así, el analista
de niños recurre a los padres de los pacientes para completar la historia.
La interpretación de los sueños, en cambio, es un terreno en el cual nada nuevo tenemos
que aprender. Los sueños infantiles son más fáciles de interpretar, el niño sigue con el
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de disposición asociativa en el niño conduce a buscar recursos para suplirla. Hug
Hellmuth recurrió a los juegos con el niño. Melanie Klein sustituye la técnica asociativa del
adulto por una técnica lúdica en el niño, basándose en las hipótesis de que al niño pequeño
le es más afín la acción que el lenguaje y equiparando las acciones dentro del juego con las
asociaciones verbales, complementándolas con interpretaciones.
En los recursos con el análisis infantil, advertimos la necesidad de integrar la historia clínica
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mediante las informaciones que nos suministran los familiares, en lugar de fundarnos
exclusivamente sobre los datos que nos ofrece el paciente.
No tiene duda que la técnica del juego elaborada por Klein tiene sumo valor para la
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observación del niño. Tenemos así la posibilidad de reconocer sus distintas reacciones, la
intensidad de sus inclinaciones agresivas, de sus sentimientos compasivos y de su actitud
ante los diferentes objetos y personas representados por los juguetes. Puede realizar
con él todos los actos que en el mundo real habrían de quedar restringidos. Todas estas
ventajas hacen del método lúdico de Klein un recurso poco menos que indispensable para
conocer al niño pequeño que todavía no domina la expresión verbal.
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Klein da un importante paso más. Pretende que todas estas asociaciones lúdicas del niño
equivalen exactamente a las asociaciones libres del adulto y, en consecuencia, traslada
continuamente cada uno de estos actos infantiles a la idea que le corresponde, procurando
averiguar la significación simbólica oculta tras cada acto del juego. Su intervención consiste
en traducir e interpretar los actos del niño a medida que se producen.
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Anna Freud considera que aquellos niños para los cuales Klein elaboró la técnica lúdica,
sobre todo aquellos que se encuentran en el primer período de madurez sexual, son aún
demasiado pequeños para presentarse a la influencia analítica. Así mismo, tampoco
considera pertinente equiparar las asociaciones lúdicas del niño con las del adulto, al no
estar regidas por las mismas representaciones. Considera como un exceso el atribuir
sentido simbólico a todos los actos y ocurrencias del paciente, así se trate de un niño o de
un adulto.
Cabe preguntarse si el niño se encuentra en la misma situación de transferencia que el
adulto, de qué manera y bajo qué forma se manifiestan sus tendencias transferenciales y en
qué medida se prestan para la interpretación. Este es el punto más importante para Anna
Freud: la función de la transferencia como recurso técnico auxiliar en el análisis del
niño. Considera que la vinculación cariñosa, la transferencia positiva es la condición
previa de todo el trabajo ulterior, ya que el niño sólo es capaz de hacer algo cuando lo
hace por amor a alguien.
El análisis del niño aún exige de esta vinculación muchísimo más que el del adulto, pues
además de la finalidad analítica, persigue también cierto objetivo pedagógico. Toda labor
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El niño no desarrolla una neurosis de transferencia. A pesar de todos sus impulsos
cariñosos y hostiles contra el analista, sigue desplegando sus reacciones anormales donde
ya lo ha venido haciendo: en el ambiente familiar. De allí que el analista dirija su atención
hacia el punto en que se desarrollan las reacciones neuróticas: hacia el hogar del niño.
Cuando las circunstancias o la personalidad de los padres no permiten llegar a esta
colaboración, el análisis se resiente de una falta de material.
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En el niño pequeño carecemos de las formaciones reactivas y los recuerdos encubridores
que sólo se forman en el curso del período de latencia y a través de los cuáles el análisis
ulterior puede captar el material que en ellos están condensado. Así nos encontramos en
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inferioridad de condiciones en lo que refiere a la obtención del material inconsciente.
En el niño, el mundo exterior es un factor inconveniente para el análisis, pero
orgánicamente importante, que influye en lo más profundo en sus condiciones interiores. Es
cierto que también la neurosis del niño es un asunto interno, determinado igualmente por
aquellas tres potencias: la vida instintiva, el yo y el superyó.
Lo que al principio fue una exigencia personal, emanada de los padres, sólo al pasar del
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apego al objeto, a la identificación con éstos se convierte en un ideal del yo, independiente
del mundo exterior y de sus modelos. El niño todavía está muy lejos del desprendimiento de
los objetos amados, y subsistiendo el amor objetal, las identificaciones sólo se establecen
lenta y parcialmente. Ya existe un superyó, pero son evidentes las múltiples interrelaciones
entre este superyó y los objetos a los cuales debe su establecimiento.
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Éstas es la diferencia más importante entre el análisis del niño y el del adulto: los
objetos del mundo exterior seguirán desempeñando un importante papel en el análisis,
mientras el superyó infantil todavía no se haya convertido en el representante impersonal de
las exigencias asimiladas del mundo exterior y mientras permanezca orgánicamente
vinculado a éste. Estos mismo padres o educadores fueron las personas cuyas
desmesuradas exigencias impulsaron al niño a la excesiva represión y con ello a la
neurosis.
Bajo la influencia del análisis el niño aprenderá a dominar su vida instintiva y parte de los
impulsos infantiles ha de ser suprimida o condenada por su inutilidad en la vida civilizada.
Es preciso que el analista logre ocupar durante todo el análisis el lugar del ideal del yo
infantil y no iniciar su labor de liberación analítica antes de cerciorarse de que podrá
dominar completamente al niño. Sólo si el niño siente que la autoridad del analista
sobrepasa la de sus padres, estará dispuesto a conceder este nuevo objeto amoroso,
equiparado a sus progenitores, el lugar más elevado que le corresponde en su vida afectiva.
Antes de iniciar un análisis, es necesario cerciorarse de que la personalidad y la
preparación analítica de los padres garanticen la posibilidad de la continuidad en la labor
educativa una vez finalizado el análisis.
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métodos de ataque. Así han surgido la técnica lúdica de Melanie Klein para el análisis
precoz y mis recomendaciones para el análisis del período de latencia. Exige, pues, que el
analista de niños, adaptándose a la peculiar condición de sus pacientes, agregue a su
actitud y preparación analítica, una segunda: la pedagógica. Se debe influir desde el
exterior, creando nuevas impresiones y revisando las exigencias que el mundo exterior
impone al niño. Las potencias contra las cuales debemos luchar en la curación de las
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neurosis infantiles no son únicamente interiores, sino también exteriores. El analista de
niños necesita conocimientos pedagógicos tanto teóricos como prácticos, que le
permitan comprender y criticar las influencias educativas a las que está sometido el niño,
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llegando a asumir las funciones de educador durante todo el curso del análisis.
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de contraer neurosis. La educación tiene que buscar su senda entre la permisión y la
frustración. Por eso se tratará de decidir cuánto se puede prohibir, en qué épocas y por qué
medios.
La eficacia terapéutica del psicoanálisis permanece reducida por una serie de factores
sustantivos y de difícil manejo. En el niño, donde se podría contar con los mayores éxitos,
hallamos las dificultades externas de la situación parental.
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Klein,M. “Simposium sobre análisis infantil”. En contribuciones al psicoanálisis
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Hug Hellmuth fue la primera en emprender el análisis sistemático de niños.
En 1921 Klein publicó el primer artículo “El desarrollo de un niño”. Allí llegaba a la
conclusión de que era perfectamente posible e incluso saludable explorar el complejo de
Edipo hasta sus profundidades y que en esa tarea se podían obtener resultados por lo
menos iguales a los obtenidos en el análisis con adultos. A su vez, plantea que no solo era
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innecesario que el analista se empeñara en ejercer una influencia educativa, sino que
ambas cosas eran incompatibles (punto de contradicción con Anna Freud). Llegó a intentar
el análisis de niños muy pequeños, de tres a seis años de edad.
La propuesta de Anna Freud señala cuatro puntos principales: la convicción de que el
análisis de niños no debe ser llevado demasiado lejos, que no se deben tratar demasiado la
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relación del niño con sus padres, o sea que no se debe explorar demasiado el complejo de
Edipo; y que se debe combinar el análisis del niño con influencias educativas. Anna Freud
establece límites bien definidos a la aplicación del tratamiento. Ella piensa que en el análisis
con niños no solo no podemos descubrir más sobre el primer período de la vida que cuando
analizamos adultos, sino que incluso descubrimos menos. Se dice que la conducta del niño
en el análisis es evidentemente distinta a la del adulto, y que por consiguiente es necesario
emplear una técnica diferente. Creo que esta argumento es incorrecto. No es necesario
imponer restricción alguna al análisis, tanto en lo que respecta a la profundidad de su
penetración como en lo que respecta al método con el que trabajamos.
Con esto señalo ya el punto principal de mi crítica al libro de Anna Freud: supone que
no se puede establecer la situación analítica con los niños y encuentra inadecuado o
discutible el análisis puro del niño, sin intervención pedagógica.
Klein considera un grave error asegurarse una transferencia positiva por parte del paciente
con el empleo de las medidas que Anna Freud describe o utilizar su ansiedad para hacerlo
sometido, intimidarlo o persuadirlo por medios autoritarios. Con estos medios, nunca se
podría establecer una situación analítica ni llevar a cabo un análisis completo. Todos los
medios que juzgaríamos como incorrectos en el análisis con adultos son especialmente
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trabajo. No podemos esperar encontrar ninguna base definitiva para nuestro trabajo
analítico en un propósito consciente que como sabemos, ni siquiera en los adultos se
mantendría por mucho tiempo como único soporte del análisis.
El análisis no puede ahorrarle al paciente ningún sufrimiento y esto aplica también a los
niños.
El método de Klein presupone que desde el comienzo quiere atraer hacia ella tanto la
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transferencia positiva como la negativa y además, investigarla hasta su origen, en la
situación edípica. Estas dos medidas concuerdan plenamente con los principios
psicoanalíticos. Interpretamos esa transferencia positiva, es decir, que tanto en el análisis
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de adultos como en el de niños la retrotraemos hasta el objeto de origen. Otra novedad que
introduce, en contraposición a los planteos de Anna Freud es el hecho de poder ser
independientes del conocimiento del ambiente del niño. Podemos garantizar para nuestro
trabajo todo el valor y el éxito de un análisis equivalente en todo sentido al análisis de
los adultos.
Por otra parte, los niños no pueden dar y no dan asociaciones de la misma manera que el
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adulto, por lo tanto no podemos obtener suficiente material únicamente por medio de la
palabra. Los medios para suplir la falta de asociaciones verbales son el dibujo, el relato
de fantasías y el juego (juguetes, agua, recortando, dibujando).
Anna Freud cree dudoso que uno esté justificado para interpretar como simbólico el
contenido del drama representado en el juego del niño y piensa que muy probablemente
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éste sea ocasionado simplemente por observaciones reales o experiencias de la vida diaria.
El método que Klein propone implica que recolectando el material psíquico que el niño
expresa en numerosas repeticiones, por varios medios -como el juego, agua, recortando,
dibujando- acompañando estas actividades con un sentimientos de culpa, ella se dispone a
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este supuesto en el hecho de que los niños no están capacitados para comenzar una nueva
edición de sus relaciones de amor, porque sus objetos de amor originales, los padres,
todavía existen como objetos en la realidad. Klein considera que esta afirmación es
incorrecta. El análisis de niños muy pequeños ha demostrado que incluso un niño de tres
años ha dejado atrás la parte más importante del desarrollo de su complejo de Edipo.
Por consiguiente está ya muy alejado, por la represión y los sentimientos de culpa, de los
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objetos que originalmente deseaba. Sus relaciones con ellos sufrieron distorsiones y
transformaciones, por lo que los objetos amorosos actuales son imagos de los objetos
originales. De ahí que con respecto al analista los niños pueden muy bien entrar en una
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nueva edición de sus relaciones amorosas. En mi experiencia aparece en los niños una
plena neurosis de transferencia. Los síntomas cambian, se acentúan o disminuyen de
acuerdo con la situación analítica, con lo cual mi experiencia está en plena contradicción
con las observaciones de Anna Freud.
Melanie Klein considera que si bien el yo de los niños no es comparable al de los
adultos, el superyó, por otra parte, se aproxima estrechamente al de los adultos y no
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está influido radicalmente por el desarrollo posterior como lo está el yo. En niños de tres,
cuatro y cinco años encontramos un superyó de una severidad que se encuentra en la más
tajante contradicción con los objetos de amor reales, los padres. La formación del superyó
tiene lugar sobre la base de varias identificaciones. Este proceso que termina con el
complejo de Edipo, o sea con el comienzo del período de latencia, comienza a una edad
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muy temprana. El complejo de Edipo se forma por la frustración sufrida por el destete,
es decir al final del primer año de vida o comienzo del segundo. Parejamente con esto
vemos los comienzos de la formación del superyó. Este superyó es un producto
sumamente resistente, inalterable en su núcleo y que no es esencialmente diferente al de
los adultos. La única diferencia es que el yo más maduro de los adultos está más
capacitado para llegar a un acuerdo con el superyó. Entendiendo por superyó la facultad
que resulta de la evolución edípica a través de la introyección de los objetos edípicos y
que con la declinación del complejo de Edipo asume una forma duradera e inalterable.
Difiere fundamentalmente de aquellos objetos que realmente iniciaron su desarrollo. La
evolución del superyó del niño, aunque no menos que la del adulto, depende de varios
factores. Si por alguna razón esta evolución no se ha realizado totalmente y las
identificaciones no son totalmente afortunadas, entonces la angustia, a partir de la cual se
originó toda la formación del superyó, tendrá preponderancia en su funcionamiento.
Por su parte Anna Freud consideraba que el desarrollo del superyó, con reacciones
reactivas y recuerdos encubridores, tiene lugar en alto grado durante el período de latencia.
Klein va a sostener que todos estos mecanismos están ya establecidos cuando surge el
complejo de Edipo y son activados por este.
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proponiendo solo analizar y no desear moldear y dirigir la mente de los pacientes.
Klein, M. Capítulo I “Fundamentos psicológicos del análisis del niño” (Caso Rita -
Caso Trude - Caso Ruth)
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Los niños, aún en los primeros años, no sólo experimentan impulsos sexuales y ansiedad,
sino que sufren también grandes desilusiones. Esto se evidencia en el análisis de niños de
corta edad.
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Rita, que contaba con 2 años y 9 meses, tenía una marcada preferencia por su madre hasta
el final de su primer año. Manifestó después un gran afecto por su padre y celos por su
madre, terrores nocturnos y miedo a los animales, volviéndose cada vez más ambivalente y
difícil de manejar. Presentaba una marcada neurosis obsesiva, con ceremoniales y todos
los síntomas de depresión melancólica, sumados a ansiedad y una fuerte frustración.
Podemos entender a partir de este caso al pavor nocturno, cuando aparece a la edad de 18
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meses, como una elaboración neurótica del complejo de Edipo. Su carácter obsesivo se
evidenció en un largo ritual antes de dormir, con todos los signos de esa actitud compulsiva
que ocupaba totalmente su mente. Era evidente que su ansiedad era causada no solamente
por los padres verdaderos, sino también por la excesivamente severa imagen introyectada
de sus padres. Esto corresponde a lo que llamamos superyó en los adultos.
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Trude, de 3 años y 9 meses, quería robar los niños del vientre de su madre embarazada,
matarla y ocupar su lugar en el coito con el padre. Fueron estos impulsos de odio y agresión
los que en ese segundo año originaron una fuerte fijación en la madre y un sentimiento de
culpa, que se expresaba, entre otros modos, con sus terrores nocturnos. Así vemos que la
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pronto que el niño proporciona tantas asociaciones a los elementos separados de su
juego como los adultos a los elementos separados de sus sueños. Jugando el niño
habla y dice toda clase de cosas que tienen el valor de asociaciones genuinas. Las
interpretaciones son fácilmente aceptadas por el niño y a veces con marcado placer. La
relación entre los estratos inconsciente y consciente de su mente es aún comparativamente
accesible y de tal modo el camino de regreso al inconsciente es más fácil de encontrar. Los
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efectos de las interpretaciones son a menudo más rápidos.
Si nos acercamos al niño con la técnica del análisis del adulto, es casi seguro que no
penetraremos en los niveles más profundos y sin embargo el éxito y el valor, en el análisis
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de niños como en el de adultos, dependen de que lo logremos. Pero si consideramos las
diferencias que existen entre la psicología del niño y la del adulto, el hecho de que su icc
está en más estrecho contacto con lo cc y que sus impulsos primitivos trabajan
paralelamente a procesos mentales sumamente complicados, y si podemos captar
correctamente los modos de pensamiento y expresión característicos del niño, entonces
desaparecerán los inconvenientes y desventajas y encontraremos que podemos esperar
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que el análisis del niño llegue a ser tan profundo y extensivo como el del adulto.
Detrás de toda forma de actividad de juego yace un proceso de descarga de fantasías de
masturbación, operando en la forma de un continuo impulso a jugar; y este proceso,, que
actúa como una compulsión de repetición, constituye el mecanismo fundamental del
juego infantil y de todas las sublimaciones subsiguientes. Las inhibiciones en el juego y
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en el trabajo surgen de una represión fuerte e indebida de aquellas fantasías, que por
medio del juego lograrían representación y abreacción.
Uno de los resultados de los análisis tempranos es capacitar al niño para adaptarse a
la realidad. Si esto se logra, disminuirán las dificultades educativas, porque será capaz de
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metabolización característico de la actividad orgánica. Este último puede definirse como la
función mediante la cual se rechaza un elemento heterogéneo respecto de la estructura
celular o, inversamente, se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a
él. Esta definición puede aplicarse en su totalidad al trabajo que opera en la psique, con la
reserva de que, en este caso, el elemento absorbido y metabolizado no es un cuerpo físico
sino un elemento de información.
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Si consideramos la actividad de representación como la tarea común a los procesos
psíquicos, se dirá que su meta es metabolizar un elemento de naturaleza heterogénea
convirtiéndolo en un elemento homogéneo a la estructura de cada sistema. El término
DD
elemento engloba aquí a dos conjuntos de objetos: aquellos cuyo aporte es necesario para
el funcionamiento del sistema y aquellos cuya presencia se impone a este último.
Nuestro modelo defiende la hipótesis de que la actividad psíquica está constituida por el
conjunto de tres modos de funcionamiento, o por tres procesos de metabolización: el
proceso originario, el proceso primario y el proceso secundario.
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conservan en una parte de la obra de Freud: el de una cualidad que determina que una
producción psíquica sea situable en lo que puede ser conocido por el Yo o inversamente,
sea excluida de ese campo.
Los tres procesos que postulamos no están presentes desde un primer momento en la
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en sus representaciones un esquema relacional que está en consonancia con el orden de
causalidad que impone la lógica del discurso. Lo que definimos como el postulado
estructural, o relacional, o causal, que particulariza a cada sistema: postulado que da
testimonio de la ley según la cual funciona la psique y a la que no escapa ningún sistema.
Ese postulado puede plantearse por medio de tres formulaciones, según cada proceso
considerado:
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1. El proceso originario se caracteriza por el postulado del autoengendramiento:
todo existente es autoengendrado por la actividad del sistema que lo representa.
2. El proceso primario se caracteriza por el postulado de que todo existente es un
DD
efecto del poder omnímodo del deseo del Otro.
3. El proceso secundario se rige por el postulado de que todo existente tiene una
causa inteligible que el discurso podrá conocer.
material heterogéneo de tal modo que pueda ocupar un lugar en una representación que, en
última instancia, es sólo la representación del propio postulado.
Consideramos que todo acto de representación es coextenso con un acto de catectización,
y que todo acto de catectización se origina en la tendencia característica de la psique de
preservar o reencontrar una experiencia de placer.
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Toda puesta en representación implica una experiencia de placer, de no ser así, estaría
ausente la primer condición necesaria para que haya vida, es decir, la catectización de
la actividad de representación. Es este, podríamos decir, el placer mínimo necesario para
que existan una actividad de representación y representantes psíquicos del mundo. Esto
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extraterritorialidad, lo que equivale a reconocer la existencia de un espacio separado del
propio, información que solo podrá ser metabolizada por la actividad del proceso primario;
y la propiedad de significar, o de significación, que posee ese mismo objeto, lo que implica
reconocer que la relación entre los elementos que ocupan el espacio exterior está definida
por la relación entre las significaciones que el discurso proporciona acerca de estos mismos
elementos. Esta información no metabolizable por el proceso primario, exigirá la puesta en
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marcha del proceso secundario, gracias a la cual podrá operarse una puesta en sentido
del mundo que respetará un esquema relacional idéntico al esquema que constituye la
estructura del representante, que en esta último caso no es otro que el Yo.
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El poder de que dispone la psique concierne al remodelamiento que impone a todo
existente al insertarlo en un esquema relacional preestablecido. Para que la actividad
psíquica sea posible, requiere que pueda incorporar un material exógeno.
Las palabras y los actos maternos se anticipan siempre a lo que el niño puede conocer de
ellos. Si la oferta antecede a la demanda, si el pecho es dado antes que la boca sepa que
lo espera, este desfasaje, por otra parte, es aún más evidente y más total en el registro del
LA
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principio, es un sujeto en el que ya ha operado la represión e implantado la instancia
llamada Yo; el discurso que ella dirige al infans lleva la doble marca responsable de la
violencia que él va a operar.
Esta violencia primaria designa lo que en el campo psíquico se impone desde el exterior a
expensas de una primera violación de un espacio y de una actividad que obedece a leyes
heterogéneas al Yo. Por otra parte, la violencia secundaria que se abre camino
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apoyándose en su predecesora, de la que representa un exceso por lo general perjudicial
y nunca necesario para el funcionamiento del Yo.
Designamos violencia primaria a la acción mediante la cual se le impone a la psique de otro
DD
una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo del que lo impone, pero
que se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la categoría de lo necesario. La
violencia primaria alcanza su objetivo, que es convertir a la realización del deseo del que la
ejerce en el objeto demandado por el que la sufre. Se juegan ahí tres registros
fundamentales: lo necesario, el deseo y la demanda.
En el primer caso estamos ante una acción necesaria, de la que el Yo del otro es el
LA
agente, tributo que la actividad psíquica paga para preparar el acceso a un modo de
organización que se realizará a expensas del placer y en beneficio de la constitución futura
de la instancia llamada Yo. En el segundo caso, por el contrario, la violencia se ejerce
contra el Yo.
La categoría de lo necesario corresponde al conjunto de las condiciones indispensables
FI
para que la vida psíquica y física puedan alcanzar y preservar un umbral de autonomía por
debajo del cual solo puede persistir a expensas de un estado de independencia absoluta.
Con el término vida psíquica se designa toda forma de actividad psíquica que exige dos
condiciones: la supervivencia física del cuerpo y la persistencia de una catexia libidinal que
resista a una victoria definitiva de la pulsión de muerte. Cuando estas dos condiciones se
cumplen, se encuentra garantizada la presencia de una actividad psíquica, cualesquiera que
sean su modo de funcionamiento y sus producciones.
La entrada en acción de la psique requiere como condición que al trabajo de la psique del
infans se le añada la función de prótesis de la psique de la madre, prótesis que
consideramos comparable a la del pecho, en cuanto extensión del cuerpo.
El primer encuentro boca-pecho lo consideramos como la experiencia originaria de un
triple descubrimiento: para la psique del infans, la de una experiencia de placer; para el
cuerpo, la de una experiencia de satisfacción y para la madre, no puede postularse nada
universal. Este primer encuentro, el proceso originario tendrá la función de representarlo. En
el momento en el que la boca encuentra el pecho, encuentra y traga un primer sorbo del
mundo. Entre los espacios psíquicos del infans y de la madre, un mismo objeto, una misma
17
El postulado de autoengendramiento
Lo que caracteriza a cada proceso de metabolización, determinado por el encuentro entre el
espacio psíquico y el espacio exterior a la psique, se define por la especificidad del modelo
relacional impuesto a los elementos de los representado.
En la fase que analizamos, la del proceso originario, el conjunto de las producciones de la
actividad psíquica se adecuará al postulado del autoengendramiento. En nuestro análisis
OM
separamos lo que se relaciona con la economía placer-displacer, característica de este
postulado, y lo que se relaciona con la particularidad de lo representado que él engendra: el
pictograma.
En principio, el encuentro original se produce en el mismo momento del nacimiento, pero
nos permitimos desplazar ese momento para situarlo en el de una primera e inaugural
experiencia de placer: el encuentro entre boca y pecho. Cuando hablamos de momento
.C
originario o de encuentro originario, nos referimos a ese punto de partida.
Podemos aislar una serie de factores responsables de la organización de la actividad
psíquica en esta fase:
DD
1.La presencia de un cuerpo cuya propiedad es preservar por autorregulación su estado de
equilibrio energético. Toda ruptura de este estado se manifestará mediante una experiencia
inconocible, una x que, en el a posteriori del lenguaje se designa como sufrimiento. Toda
aparición de esta experiencia suscita, cuando es posible, una reacción que apunta a
eliminar su causa. Esta reacción, que se origina en la homeostasis del sistema, escapa a
todo conocimiento por parte de la psique. Sin embargo, esta última es informada acerca de
LA
un posible estado de sufrimiento del cuerpo, ante el cual responde mediante la única acción
a su alcance: la alucinación de una modificación en la situación de encuentro, que
niegue su estado de falta. Entonces, la primer respuesta natural del estado psíquico es
desconocer la necesidad, desconocer el cuerpo y conocer solamente el estado que la
psique desea reencontrar. La conducta de llamada aparece solo frente al fracaso de poder
FI
18
La actividad del proceso originario es coextensa con una experiencia responsable del
desencadenamiento de la actividad de una o varias funciones del cuerpo, originada en la
excitación de las superficies sensoriales correspondientes.La primera condición de la
representabilidad del encuentro nos remite pues al cuerpo y más precisamente a la
actividad sensorial que lo caracteriza.
Una segunda ley general de la actividad psíquica: la meta a la que apunta nunca es gratuita,
OM
el gasto de trabajo que implica debe asegurarse una prima de placer. De no ser así, la no
catectización de la actividad de representación pondría fin a la actividad vital misma. Esta
prima de placer, a partir del momento en que se la experimenta, se convierte en meta de la
actividad psíquica.
Si bien es cierto que en lo representado del pictograma no puede existir una diferencia entre
la representación que acompaña al amamantamiento y la representación de esta
.C
experiencia en ausencia del pecho, postulamos que la psique percibe muy precozmente un
suplemento de placer cuando a la representación la acompaña una experiencia de
satisfacción real: a condición, sin embargo, de que esta satisfacción pueda proporcionar
DD
placer y no se reduzca a calmar la necesidad. Así, la prima de placer como meta de la
actividad de representación, se encuentra relacionada con la posibilidad de una
representación y de una experiencia que puedan poner respectivamente en escena y en
presencia la unión de dos placeres, el del representante y el del objeto que él representa y
que encuentra en el transcurso de la experiencia.
El cuerpo, al mismo tiempo que es el sustrato necesario para la vida psíquica, el
LA
abastecedor de los modelos somáticos a los que recurre la representación, obedece a leyes
heterogéneas de las de la psique. EL cuerpo aparecerá en un primer momento ante la
instancia psíquica como prueba irreductible de la presencia de otro lugar y, de ese modo,
como objeto privilegiado de deseo de destrucción. Como otro lugar, será detestado en
toda ocasión en la que denuncie los límites del poder de la psique y desmienta la
FI
19
OM
que le asegura que, entre el espacio psíquico y el espacio de lo exterior a la psique, existe
una relación de identidad y de especularización recíprocas. A partir de la experiencia de
placer, todo placer de una zona es al mismo tiempo, y debe serlo, placer global del conjunto
de las zonas.
.C
La experiencia inaugural de placer hace coincidir: a) la satisfacción de la necesidad; b) la
ingestión de un objeto incorporado; c) el encuentro por parte de la organización sensorial,
DD
de objetos, fuente de excitación y causa de placer.
En este estadio, el pecho debe ser considerado un fragmento del mundo que presenta la
particularidad de ser, simultáneamente, audible, visible, táctil, olfativo, alimenticio y así,
dispensador de la totalidad de los placeres. Por su presencia, este fragmento
desencadena la actividad del sistema sensorial y de la parte del sistema muscular necesaria
para el acto de succión.
LA
La reproducción de lo mismo
20
OM
psíquica frente a él.
Existe así una antinomia entre los dos caminos de que dispone la energía psíquica para
alcanzar su meta. El conflicto está presente desde un primer momento.
En el registro económico, lo originario queda bajo el dominio de esta fuerza ciega que tiende
a preservar un estado de quietud y que, abandonada a sí misma, sólo podría oscilar entre
.C
una fijación perpetua al primer soporte encontrado y la imposible aniquilación de sí misma.
El pictograma no es sino la primera representación que se da acerca de sí misma la
actividad psíquica a través de su “puesta en forma” del objeto-zona complementario y del
DD
esquema relacional que ella impone a estas dos entidades.
Cualquiera que sea la diversidad de las experiencias de placer o displacer del infans,
cualquiera que sea la causa (endógena o exógena), la experiencia misma, será
metabolizada.
En nuestra opinión, este esquema relacional, primera metabolización de la relación psique-
mundo y de la relación de la psique con sus producciones, sigue operando siempre. Es a
LA
A partir de un momento dado, que caracteriza el pasaje del estado de infans al de niño, la
psique adquirirá conjuntamente los primeros rudimentos del lenguaje y una nueva función:
ello dará lugar a la constitución de un tercer lugar psíquico en el que todo existente deberá
adquirir el status de “pensable”, necesario para que adquiera el de “decible”.
Se instala así una función de intelección cuyo producto será el flujo ideico que
acompañará al conjunto de la actividad, desde la más elemental hasta la más elaborada, de
la que el Yo puede ser el agente. Toda fuente de excitación, toda información, solo logra
tener acceso al registro del Yo si puede dar lugar a la representación de una idea. Se
observa una traducción simultánea en idea de toda forma de vivencia del Yo que tenga la
cualidad de lo consciente.
En lo primario tiene lugar lo pensable. Allí se observan representaciones ideicas.
Después de una primera fase, imagen de palabra e imagen de cosa se han unido, pero
también las conexiones que unen entre sí estos pensamientos-ideas dan nacimiento a un
21
OM
registro se acompaña con lo que llamamos los sentimientos del Yo, es decir, el afecto en su
forma consciente.
Lo que caracteriza al sistema psíquico es que nunca renuncia a sus modos de
representación. Nuestra hipótesis acerca del pictograma postula su copresencia en un lugar
precluido al Yo y a su entendimiento. Ello determina que todo acto de catectización operado
por el Yo y por consiguiente, el conjunto de las relaciones presentes entre el Yo y su objeto
.C
darán lugar a una triple inscripción en el espacio psíquico:
1) En el registro del Yo observamos la inscripción del enunciado de un sentimiento,
enunciado mediante el cual el Yo conoce y transmite su conocimiento acerca de su
relación con los “emblemas-objetos” por él catectizados y que también cumplen una
DD
función de referencias identificatorias.
2) En el registro de lo primario, los anhelos del Yo y sus sentimientos se traducirán
en una fantasía que pondrá en escena lo ya presente de la reunificación operada o
de un despojo padecido.
3) En el registro de lo originario se tendrá un pictograma en el cual el propio Yo se
LA
22
OM
por ello toda experiencia de placer reproduce la unión órgano sensible-fenómeno percibido,
y toda experiencia de displacer implica el deseo de automutilación del órgano y de
destrucción de los objetos de excitación correspondientes.
De este préstamo tomado de las funciones del cuerpo se deduce que en lo originario lo
único que puede representarse del mundo es lo que puede darse como reflejo especular
del espacio corporal. Definiendo aquí como cuerpo el lugar de la serie de experiencias que
.C
dependen del encuentro sujeto-existente, experiencias que la psique se representa como
efecto de su poder de engendrar los objetos fuente de excitación y de engendrar lo que es
causa de placer o de displacer.
DD
Esta metabolización que opera la actividad de representación persiste durante toda la
existencia. La actividad intelectual y la idea que ella produce se acompañan en la escena
originaria con una misma representación.
En el campo de la psicosis, este fondo representativo puede durante algunos momentos
ocupar el centro de la escena: no porque el pictograma como tal invada la escena de lo
consciente, sino porque en cierto modo, la tarea del proceso secundario que a su manera
LA
CAPÍTULO 4
Intento formular las hipótesis de base que rigen mi práctica. Hemos apostado a la
formulación que señala que cuando hay discrepancia entre el concepto y la cosa, es el
cuerpo teórico mismo el que debe ser puesto en cuestión.
El psicoanálisis con niños es una práctica que se ejerce en las fronteras de la tópica
psíquica. Asistimos a los movimientos de constitución de un sujeto en cuyos orígenes
nos vemos inmersos, en cuya estructuración intervenimos de algún modo. Los
psicoanalistas de niños vivimos sumergidos en una preocupación por lo originario, por los
movimientos fundacionales que vemos emerger “en vivo”, producirse ante nuestros ojos.
Se fue profundizando cada vez más mi alejamiento del formalismo estructuralista y fue
variando mi posición respecto a la llamada función materna, hasta culminar en una
verdadera reformulación del concepto de partida.
23
Alberto, de cinco años de edad llega a la consulta por indicación del gabinete
psicopedagógico de la escuela, desde donde se solicita que se realice un diagnóstico y se
buscaran medios terapéuticos para acompañar el proceso escolar del niño. El niño, en
cualquier situación y sin que operar un disparador evidente, comenzaba a hablar cosas sin
sentido, desencadenándose un fragmento de discurso cuyo contexto era inubicable. Los
únicos que puede ubicar su discurso son sus padres, quienes pueden referenciar aquellos
fragmentos a vivencias de Alberto en días anteriores. Estos padres, cultos y preocupados
por su hijo, dan cuenta de problemas que el niño había presentado a lo largo de su crianza.
En el momento de esta primera consulta nos encontrábamos, fenoménicamente, ante la
OM
emergencia de bloques hipermnésicos, descontextualizados, que aparecían sin
desencadenante aparente. La única hipótesis que surgía era la de un fracaso en los
movimientos inhibidores que el yo despliega y que hallan su culminación cuando la
represión opera diferenciando los sistemas psíquicos. Alberto mismo era jugado por
procesos que lo sometían, cuyo control desconocía y de cuyo dominio estaba imposibilitado.
Sobres estas cuestiones se basó, en mucho, la técnica que empleé en los meses
.C
siguientes. Ello nos obliga a detenernos en esta cuestión para dar fundamento de mi
accionar clínico.
Freud en “Lo inconsciente” dice que los sistemas inconscientes son atemporales, es decir,
DD
no están ordenados con arreglo al tiempo, no se modifican por el transcurso de este ni, en
general, tienen relación alguna con él. En el inconsciente, estatuido por la represión, el
tiempo deviene espacio, sistema de recorridos.
El hecho de que las representaciones inconscientes sean atemporales no implica que su
activamiento lo sea. Si el inconsciente se define por su intersección con los otros sistemas
psíquicos y ello hace que el proceso analítico tenga una cierta estructura relacionada con la
LA
verdadero recordar.
En Alberto, la aparición de aquellos fragmentos descontextualizados de discurso daban
cuenta del fracaso en la instalación de los mecanismos inhibidores del yo y, junto con
ello, de la represión misma. Cuando el niño reactualizaba un fragmento de huellas
24
OM
representación yoica no estaba constituida, y debido a ello su cuerpo podía fácilmente
ser atravesado sin que él pudiera controlar sus propios agujeros de entrada y salida. Este
modo de funcionamiento se evidenciaba en distintos fenómenos. Por ejemplo, cuando un
ruido fuerte lo hacía entrar en pánico, lo primero que intentaba no era taparse lo oídos, sino
cerrar las puertas, como si el objeto que causaba el ruido pudiera entrar bruscamente por
allí. No hay psicoanalista de niños, ni de psicóticos, que no sufra periódicamente la
.C
tentación del sentido común: explicarle que la moto no puede volar y . entrar por la ventana.
Sabía del carácter inoperante de tales intervenciones. En mi auxilio venían por otra parte,
las reflexiones metapsicológicas de Freud, proporcionándome un ordenador teórico desde
DD
el cual pensar lo que acaecía. Puse mis manos sobre su cabeza, rodeándola, como
constituyendo una protección y le hablé de los objetos que entraban en ella, de cómo sentía
su cabecita abierta a todas las cosas que entraban y salían, y le propuse ayudarlo a lograr,
juntos, que sintiera que podía abrir y cerrar su cabeza para recibir aquello que hoy lo
invadía, partiéndolo en pedacitos.
Esta intervención no era azarosa, provenía de la idea de que no habiéndose constituído en
LA
25
OM
Un sujeto en constitución sometido a las vicisitudes del objeto
.C
concebidas como trastornos madurativos, parcialmente tratados.
Un rastreo de la historia de Alberto permitía encontrar elementos que anticipaban el cuadro
actual. Los prerrequisitos estructurales, aunados a dificultades desde los comienzos de la
DD
vida, daban cuenta, por el contrario, de la necesidad de intervenciones precoces al
respecto.
La madre lo expresaba del siguiente modo: “Desde que Alberto nació, lo sentí con
dificultad”. La frase plantea una doble direccionalidad: no sólo sintió que había dificultades
en el niño, sino que ella misma lo sintió con dificultad, dando cuenta del anudamiento
patológico inicial, obstáculo mayor, planteado para que este niño pudiera “ser sentido”.
LA
Durante varios años los padres pensaban que estaban ante un déficit auditivo: Alberto no
respondía a la voz humana ni se conectaba con los estímulos que le proporcionaban. Sin
embargo los desconcertaba el terror a los ruidos que evidenció.
Hasta los seis meses fue “un niño muy despierto”. A esa altura contrataron una persona de
servicio que se hizo cargo de la casa. “Esa mujer me iba robando a mi hijo” relataba su
FI
severa. Los primeros seis meses de vida del niño habían sido aparentemente perfectos “Era
un bebé buenísimo, usaba chupete, le gustaba bañarse”.
El hecho de que Alberto usara chupete y le gustara bañarse, da cuenta de modos de
implantación del autoerotismo y de una madre que registró zonas de placer en el
vínculo, que no se limitó a los puramente autoconservativo. El ejercicio del placer
autoerótico (chupete) y del placer epidérmico (baño), dan cuenta como datos objetivos,
de la existencia de un cachorro humano que se introduce en los caminos de la
libidinización, de la sexualización humanizante. En tal caso, el presunto diagnóstico de
autismo primario queda puesto en cuestión por estos datos.
Cuando Alberto tiene 4 meses, su tía enferma y en ese momento su madre abandona sus
funciones maternas. Queda al cuidado de una mujer, quien años después descubren que lo
maltrataba. Complejo ensamblaje este que se ha producido entre estructura y
acontecimiento, entre determinación y azar.
26
OM
Una membrana al borde del estallido
.C
materna: excitante, seductora, pulsante y narcizisante al mismo tiempo.
En los primerísimos tiempos de la vida, donde la superficie psíquica y corporal se encuentra
siempre al borde del estallido frente al rompimiento de la homeostasis y sus efectos, el
DD
objeto de apaciguamiento, aquel del cual proviene el alivio de las tensiones vitales,
abre nuevas vías de intrusión, de investimientos excitantes. El hecho de que estas vías
sean regladas, no queden libradas al azar, favorece una regulación de la incipiente
economía psíquica. Por ejemplo, frente a la primera vivencia de satisfacción, cuando
reaparezca la tensión de necesidad, esta tensión ingresará al aparato psíquico en vías de
constitución produciendo una corriente de excitación que se ligará a la huella mnémica de
LA
esa primera experiencia. Pero a su vez, desde el agente materno, se produce en el bebé la
intrusión de las excitaciones traumáticas desprendidas de la propia sexualidad
materna, vías de entramado se establecerán en la medida en que la madre misma está
atravesada simultáneamente por su sexualidad inconsciente y por el narcisismo yoico
que permite sostener su amor por el hijo, sostener al hijo.
FI
En el caso de Alberto tenemos a una madre que estuvo precozmente atravesada por una
depresión que reactivó abandonos precoces de su propia historia. Del lado de Alberto, la
falla en la sucesión de retrascripciones de huellas mnémicas que quedan sin engarce,
pérdidas en el movimiento metáforo-metonímico que lo hace pasar de un primer objeto a
27
OM
síntomas: pánico a bañarse, uso de chupete y crisis de llanto cuando se lo sacan. Alberto
pasa esos dos años de vida enquistado en el interior de una rigidización de la membrana
para-excitación en la cual se confunden los límites, estímulos y excitaciones.
Los movimientos de ligazón que deberían culminar con la instalación de un yo capaz de
tomar a cargo las excitaciones y tramitarlas no se han producido. El chupeteo aparece
como el único lugar de evacuación “fijada” posible de los sobrantes energéticos. Alberto ha
.C
quedado fijado a los investimientos primarios a los cuales fue sometido antes de que el
vínculo originario con la madre se catastrofara. El niño ha “soldado” en una corteza
rigidizada su protección ante el desborde excitante interno y externo al cual se ve
DD
sometido, dada la falta de respondientes intrapsíquicos y de contención externa. No
hay regulación por el principio de placer, no hay posibilidad de contacto de piel ni
intercambio simbólico con el semejante.
Cuando retoma el vínculo con la madre, vemos elementos que dan cuenta de que ha
logrado instaurar movimientos amorosos y representacionales tanto del semejante como de
sí mismo. El yo parece haberse instalado, también la relación hacia el semejante.
LA
A los tres años, con la nueva enfermedad de la madre, y un repliegue narcisista de ella,
Alberto queda librado a sí mismo, un sí mismo precariamente instalado. Los pánicos
aparecen resignificados por este movimiento de instalación-despedazamiento yoico.
Aparece un nuevo fenómeno: no puede dejar expuestos fragmentos de sí mismo, como
si se hubiera establecido un fenómenos de “escurrimiento”. Es necesario que haya algún
FI
tipo de representación de sí mismo en riesgo para que ello se produzca, vale decir que la
tópica del yo se haya constituído. Los bebés hospitalizados, que han sido abandonados a
su suerte, no producen este síntoma.
Por otra parte, su discurso, cada vez más rico, se tornó incoherente, quedando
28
OM
objeto de amor. La represión originaria podría ejercer su función de evitar el pasaje de las
representaciones inconscientes al preconsciente.
Con relación a lo intrasubjetivo, la función materna, aunque fallida, había operado bajo
dos formas: propiciando la inscripción de investimientos libidinales que generaban los
prerrequisitos de la fundación del inconsciente; y habiendo establecido, en ciertos
momentos, investimentos totalizantes que permitían precipitar algunas constelaciones
.C
yoicas, aunque con los riesgos de desarticulación y las fallas que hemos descripto.
No nos encontrábamos, entonces, ni ante una cáscara vacía, como la que vemos en ciertos
autismos, ni ante un conglomerado pulsional desbordado en el cual nunca se hubieran
DD
constituido mínimos movimientos de narcisización.
Nuestro paciente no era el producto residual de una falla de narcisización originaria que lo
dejara librado a los investimientos masivos de las representaciones pulsionales inscritas. En
él oscilaban, así como habían oscilado a lo largo de su vida, presencias y ausencias de
objetos amorosos que propiciaban ligazones y desligazones cuyos efectos
transferenciales pude recoger en el campo del análisis.
LA
poco tiempo de iniciado el tratamiento. Cuando releo esto me conmueve la forma con la
cual vi reaparecer, desde el niño, esta imágen.
Muchas sesiones del tratamiento estuvieron destinadas a inscribir en él, una imágen de sí
mismo, a ayudarlo a fundar la tópica yoica. La mano sobre la frente era acompañada de
otra forma de anclaje. En ciertos momentos, en los cuales yo quería detener ese
movimiento desesperado, motor o verbal, lo llamaba repetidamente por su nombre. Un
día, en medio de una crisis de ese tipo, se tiró al suelo y me dijo: “Decime: Alberto!!”. Me
pedía que yo efectuara el ejercicio de nominación que le permitía organizarse.
Su rostro presentaba una sonrisa estereotipada, el rostro convertido en una máscara de
ojos vacíos.
En muchos momentos, cuando sus estallidos de furor comenzaban a expresarse, me veía
obligada a apartarlo con fuerza, a impedir que me lastimara con sus golpes. Cuando la
agitación cedía, intentaba hablar con él de qué era lo que había disparado su odio.
Generalmente intensos sentimientos de culpa lo invadían y se preocupaba mucho de que
no estuviera enojada como consecuencia de ello.
29
OM
desde el desarrollo; concepción del narcisismo como objetal o anobjetal; ubicación de la
función materna como auxiliar o como fundante; definición del Edipo como estructura o
como conflicto. La teoría no funciona en forma pura; diversas líneas teóricas toman partido
por más de una opción a la vez.
Cada acto clínico, cada resolución diagnóstica, nos confronta a opciones tanto de ideología
terapéutica como de definición metapsicológica.
.C
Algunas observaciones para repensar un ordenamiento del campo psicopatológico en la
infancia
DD
Las psicosis infantiles deben ser reconocidas en su multiplicidad polimorfa; ello implica
salir de la propuesta estructuralista originaria de concebir la psicosis como causada por un
mecanismo único desde una modalidad cristalizada de función materna (dominancia
narcisista de la captura fálica del hijo por parte de la madre, y su imposibilidad de
construirse como sujeto a partir de esta variable determinante). Debemos relativizar la idea
LA
desarrollo”, evolucionan cada vez más hacia formas psicóticas, francas, productivas.
Es necesario, desde la teoría, que nuestra psicopatología sea definida desde una
propuesta metapsicológica, que puede transformar los síntomas en indicios que den
cuenta de la estructuración psíquica.
Ubiquemos, a grandes rasgos, momentos de la estructuración precoz, siguiendo para ello
los modelos freudianos:
1. Un primer tiempo que ubica la función del semejante en la instauración de las
representaciones de base y da origen a la alucinación primitiva como modo de
recarga de la huella mnémica de la primera vivencia de satisfacción.
2. Un primer tiempo de la sexualidad, instauración de las representaciones que luego
constituirán los fondos del inconsciente. De no producirse esta sexualización precoz,
la cría humana no lograría niveles básicos de hominización.
30
OM
pudor- y sin formaciones sustitutivas, da cuenta del fracaso parcial de la represión originaria
y abre las vías para patologías severas no psicóticas.
Es importante diferenciar entre represión originaria, destinada a sepultar los
representantes pulsionales, y represión secundaria, del Edipo complejo, que recae
sobre fantasías estructuradas como fragmentos discursivos, ligada al establecimiento
del superyó.
.C
Entre estructura e historia se juega una posible nueva modelización de las series
complementarias. Historia no alude centralmente al relato de la vida, sino a la implantación
de los traumatismos que constituyen sus series en el desencadenamiento psicopatológico.
DD
Definida la causalidad por aprés-coup, el corte del diagnóstico estructural posibilita abrir un
abanico predictivo.
A partir de ello, la clínica define sus modos de operar por relación al objeto a abordar,
teniendo en cuenta la no homogeneidad estructural del sujeto y concibiendo líneas de
dominancia que deben ser consideradas cuidadosamente en los diversos procesamientos
de la cura. Esto no anula el carácter de salto estructural que se puede producir en el interior
LA
originario.
Post scriptum
31
OM
indique a los padres qué conducta seguir ante la situación: respeto hacia el objeto y al
mismo tiempo ninguna alianza que convalidara las conductas cuasi delirantes del niño. Sin
desestimar ni atacar el carácter sintomal que esta relación asumía, no fuera convalidada por
parte de los padres, la creencia delirante en su humanización.
Comenzaba un nuevo proceso marcado por resistencias. Ello daba cuenta del
emplazamiento del inconsciente sistémico y de la represión concomitante. Por primera
.C
vez podía rehusarse a las interpretaciones.
A comienzos del año siguiente, cierto estancamiento del tratamiento se había producido.
Las tareas planteadas para esa etapa aparecían como resueltas, y el niño debía empezar a
DD
recibir ayuda psicopedagógica para completar algunas nociones cuyos déficit arrastraba.
Me preguntaba cuál era el camino a seguir. Alberto necesitaría muchos años más de
análisis hasta que los aspectos más seriamente perturbados estuvieran definitivamente
saldados. Por otro lado ¿era necesario mantenerlo en análisis todo el tiempo? ¿no
conduciría eso a un agotamiento del espacio? Acordé con él una interrupción del
tratamiento, dejando abierto el espacio de comunicación frente a nuevas dificultades que se
LA
CAPÍTULO 5
FI
Tratar al niño solo o en familia, incluir a los padres, entrevistar a los hermanos, no son
meras cuestiones relativas a la técnica. Cada una de estas opciones está determinada por
una concepción del funcionamiento psíquico, un modo de “entender” el síntoma.
¿Son todos los discursos, todas las interacciones, todos los actos del semejante algo que
tiene que ver con el inconsciente del niño? ¿Qué relación existe entre las interacciones
parentales y las determinaciones sintomales, singulares, específicas, que hacen a la
neurosis de la infancia?
Si las relaciones entre teoría y clínica implican la definición de un método, sabemos ya que
el método no puede concebirse al margen de las correlaciones con el objeto que se
pretende cercar, transformar. Es esta, la cuestión del objeto en psicoanálisis con niños.
Ello me ha conducido a intentar definir,desde los tiempos de constitución del sujeto
psíquico, ciertos paradigmas que permitan el ordenamiento de un accionar clínico que no
se sostenga meramente en la intuición del practicante.
He tomado partido hace ya varios años por la propuesta freudiana que concibe al
inconsciente como no existente desde los orígenes, determinadas las producciones
sintomales por relaciones existentes entre los sistemas psíquicos, sistemas que implican
32
OM
Es imposible establecer una correlación entre teoría y clínica sin definir previamente este
problema del objeto y el método. El psicoanálisis de neuróticos (adultos o niños con su
aparato psíquico constituido, en los cuales el síntoma emerge como formación del
inconsciente) transcurre, inevitablemente, los caminos de la libre asociación y esta libre
asociación se establece por las vías de lo reprimido -más aún, de lo secundariamente
reprimido-, puesto a ser recuperado por la interpretación. Pero para que ello ocurra es
.C
necesario que el inconsciente y el preconsciente se hayan diferenciado en tanto
sistemas y aún más, que el superyó se haya estructurado en el marco de las
identificaciones secundarias residuales del complejo de Edipo sepultado. ¿De qué modo
DD
ocurre esto, en cambio, cuando el inconsciente no ha terminado aún de constituirse.
Cuando las representaciones primordiales de la sexualidad pulsional originaria no han
encontrado un lugar definitivo, no han sido “fijadas” al inconsciente? Se abre acá una
dimensión clínica nueva, la cual sólo puede establecerse a partir de ubicar la estructura real,
existente, para luego definir la manera mediante la cual debe operar el psicoanálisis cuando
el inconsciente no ha encontrado aún su topos definitivo, cuando el sujeto se halla en
LA
constitución.
Conocemos las diversas soluciones que se han ofrecido a lo largo de la historia del
psicoanálisis. El kleinismo abrió la vía y fijó las premisas para que analizar niños sea
posible, pero asentándose para esto en la perspectiva más endogenista de la propuesta
freudiana acerca de la constitución del inconsciente.
FI
33
OM
traumática, pulsional, ha quedado inscrito, desarticulado y rehusado su ingreso a la
consciencia bajo el efecto de la represión originaria.
La segunda mitad del siglo está atravesada, en lo que a la teoría psicoanalítica respecta,
.C
por una propuesta que tiende a tomar cada vez más en cuenta, en la fundación del
psiquismo, aquellos determinantes exógenos que lo constituyen, contemplando cada vez
más la función de las figuras significativas que tienen a cargo la crianza del niño.
DD
tomando en cuenta las vicisitudes estructurantes en el interior de los vínculos
primordiales acuñados, a partir de cierta vertiente más actual, como “estructura del Edipo”.
Dentro del pos-kleinismo, autores como Winnicott y Tustin han puesto el acento en la
función materna y en las consecuencias de esta para la evolución normal o patológica del
cachorro humano.
Desde nuestra perspectiva consideramos al inconsciente como un producto de relaciones
LA
humanizantes en las cuales la cría humana se constituye, que no está dado desde el
comienzo.
Desde la concepción de Klein, todo discurso, toda producción psíquica, simboliza lo
inconsciente. La famosa técnica de traducción simultánea se sostiene en una concepción
expresiva, tanto del lenguaje como del juego, concebidos como forma en la cual hay que
FI
así definido por las fantasías de carácter universal lleva, inevitablemente a un juego de
traducciones en el cual la libre asociación no ocupa un lugar central. Aquellas
interpretaciones ejercidas como traducción simultánea, en las cuales la transcripción directa
del inconsciente sin pasaje por la libre asociación produce una sobreimpresión y una
saturación de sentido por parte del analista.
Hemos dado todo este rodeo para señalar las insuficiencias que arrastramos en
psicoanálisis de niños para definir la relación entre objeto y método. Cada escuela sigue su
propio camino intentando avanzar sobre los presupuestos que ha montado.
La propuesta teórica de Klein indica un inconsciente funcionando desde los orígenes, el
superyó como derivado directo del ello -tempranamente instalado-, las defensas precoces
operando desde los inicios de la vida, todo ello favoreciendo la transferencia y las
condiciones de analizabilidad en la infancia.
34
OM
introducimos nuestra diferencia de base, para plantear una inversión de los términos.
Nuestra posición parte de ir ubicando de modo preciso los momentos de constitución del
objeto a partir de dos premisas de base:
.C
2. Que esta fundación del inconsciente se estructura por relación al preconsciente-
consciente.
DD
A partir entonces, de concebir al aparato psíquico como aparato en estructuración debe
ser establecida la relación entre objeto y método, vale decir, las posibilidades de
analizabilidad en momentos concretos de la infancia. La perspectiva que ensayamos se
ofrece en un intento de correlacionar el método a partir de la definición del objeto. Se trata
de establecer una dirección de ajuste: ajuste del método a la “cosa del mundo”:
LA
Por su parte, la concepción clásica del análisis de niños, concepción derivada del kleinismo,
implica una inversión de los pasos a seguir. Se ha partido del establecimiento del método y
FI
Vemos actualmente al análisis de niños oscilar entre dos polos: aquel derivado del
kleinismo que da por sentada la existencia del inconsciente desde los orígenes,
concibiéndolo desde una determinación endógena y el que ubica al niño sea como falo o
soporte del deseo materno, sea como síntoma de la pareja conyugal.
Una definición de lo infantil en el interior del psicoanálisis se torna imprescindible, con vistas
a cercar nuestro campo de trabajo.
Que la neurosis sea definida en su carácter histórico implica el reconocimiento de que algo
del pasado insiste con carácter repetitivo y busca modos de ligazón y organización
transaccionales a partir de la constitución de un síntoma. Se trata de algo fijado, del orden
inconsciente, e inscrito en forma permanente a partir de la sexualidad infantil reprimida.
35
OM
1.¿Ausencia de perversiones en la infancia?
Pensar lo originario a partir de los modelos de la constitución psíquica es la vía para definir
lo infantil.
La sexualidad pulsional es considerada como prototipo de la sexualidad infantil, y ello no
sólo porque se genera en los primeros tiempos de la vida, sino porque su destino será
diverso a medida que la evolución psicosexual del niño se produzca. Los destinos de la
.C
pulsión no son, en realidad, destinos de las pulsiones como tales, sino de sus derivaciones
a medida que la tópica psíquica se constituya.
Los cuatro destinos: vuelta contra la persona propia, transformación en lo contrario,
DD
represión y sublimación, forman movimientos, cada uno de los cuales depende tanto de los
momentos que la represión preside como de la organización que encuentre la libido a partir
de su instalación. Es el proceso de estructuración de la tópica el que define los
destinos pulsionales. La pulsión en sí misma sólo va a la búsqueda de la descarga;
aquello que obstaculice esta descarga obligará a movimientos de complejización
defensiva que culminan en procesos fundantes de la tópica psíquica.
LA
De ahí la importancia que tiene el reconocimiento de la posición tópica del placer pulsional
por relación al clivaje del aparato psíquico. A partir de este posicionamiento se definirán
modelos de intervención, modelos de analizabilidad.
¿Qué ocurriría si no hubiera renuncia, en cierto momento de la vida, al ejercicio pulsional
directo? Imaginemos un niño de apariencia neurótica, de diez años, escolarizado, con su
FI
36
OM
2.Regresión y progresión en el aparato psíquico
Si la regresión es el camino que emprende el yo, o el preconsciente, cuando se apodera de
representaciones que están “en los fondos del aparato”, la progresión sería el modo de
emergencia de lo inconsciente cuando los recorridos de investimientos avanzan por sobre el
clivaje que la represión instaura.
Como algo extraño que nos agita, lo infantil deviene fuente interna atacante de
.C
representaciones destinadas a la represión, productoras de angustia si esta fracasa. Del
lado del yo, del lado de la conciencia, la infancia se constituye como totalidad fragmentada,
fase o etapa histórica de la vida, acumulación seudo ordenada de flashes de memoria que
DD
apela a los bloques mnésicos pasibles de ser recuperados a condición de mantener el
sepultamiento de aquello que a la sexualidad originaria queda abrochado.
Consideramos lo inconsciente como producto de inscripciones determinadas desde lo
histórico vivencial, de origen traumático y exógeno.
LA
Lo infantil no puede ser definido, en psicoanálisis, sino por relación a lo originario, es decir,
aprés-coup. Debemos reubicar la categoría de infancia encontrando en los textos
metapsicológicos un modo de cercar esos tiempos de estructuración de lo originario.
La conflictiva edípica debe remitir a las formas de ejercicio de los intercambios libidinales
por relación al sujeto sexualizado, pensada desde una perspectiva que tome en cuenta las
vicisitudes de las inscripciones inconscientes de los objetos originarios y su perspectiva
futura.
La captura del niño en el entramado de la neurosis parental tiene una característica diversa
por relación a todo vínculo interhumano: la profunda dependencia vital a la cual el niño
está sometido. Pero esta dependencia cobra un sentido distinto cuando ubicamos
claramente las consecuencias psíquicas que implica: dejar inerme al niño ante las
maniobras sexuales, constituyentes y neurotizantes del semejante.
La realidad estructurante del inconsciente infantil, aquella que tiene que ver con el
inconsciente parental y con el Edipo, no es la realidad de la familia: es más reducida y
más amplia al mismo tiempo. Es más reducida porque no son todas las interacciones
familiares las que se inscriben en el inconsciente del niño; es más amplia porque se
37
OM
psiquismo a partir de transformaciones estructurales del aparato psíquico infantil y poner
en correlación los determinantes exógenos que hacen a esta constitución por relación a los
procesos que se desencadenan en la fundación de la tópica. Tomando a la represión
originaria como movimiento fundante del clivaje que da origen al inconsciente.
.C
Es imprescindible decir más precisamente qué entendemos por un inconsciente no
existente desde los orígenes y aún más, a partir de qué momento de la estructuración
DD
psíquica lo reconocemos como existente en el sujeto singular.
El niño concebido como síntoma de la madre o de la pareja conyugal, no puede, de hecho,
“tener síntomas”: él mismo ha devenido objeto, ha dejado de ser sujeto deseante; y esta es
la cuestión fundamental que se juega cuando nos proponemos definir una propuesta
analítica. No es posible definir la especificidad sintomal a partir del discurso del otro.
La demanda de análisis no es sino la inauguración de una posibilidad de abrir el proceso de
LA
la cura, aunque en el campo del análisis de niños no se produce, salvo excepciones, a partir
del presunto paciente sino de un familiar que toma a cargo el pedido de consulta.
El análisis de niños transcurre, indudablemente, “en transferencia” y es impensable un
proceso analítico en el cual el niño no fuera estableciendo, a lo largo del proceso, algún tipo
de interrogación acerca de sus propios síntomas y por relación a ello, una demanda.
FI
38
OM
por aprés-coup, a la represión, pone el acento en ese metabolismo extraño que, entre el
inconsciente de la madre y el inconsciente en constitución del niño, abre el campo de
implantación y parasitaje de una sexualidad prematura que deviene motor de todo
progreso psíquico.
Respecto a la función paterna es necesario tener en cuenta que ella se constituye como
polo simbólico, ordenador de las funciones secundarias que se establecen a partir de la
paterna.
.C
represión, y que se sostienen en un juego complejo entre soporte del padre real y función
conflicto intrasubjetivo, por el hecho de que un sistema sufra a costa de la conservación del
goce en otro. El sufrimiento psíquico por la emergencia de angustia o por los subrogados
sintomales que de ella derivan es el primer indicador de las posibilidades de analizabilidad
del sujeto.
Nuestro problema actual es encontrar los indicios de constitución del inconsciente,
FI
39
OM
inconsciente será vivido por el sujeto dando origen a la angustia que expresa la operancia
de la pulsión de muerte como sexualidad desligada, riesgosa, desintegrante. Ahora sí habrá
un sujeto psíquico que sufrirá por razones “intrasubjetivas”, un sujeto que vivirá la
amenaza constante de su propio inconsciente y que será plausible de analizabilidad.
Al concebir al inconsciente fundado como residual, por metábola, la interpretación no podrá
soslayar la historia, la singularidad de las inscripciones producidas en el marco de los
.C
intercambios primarios. Al concebir a este inconsciente como producto de la represión,
fundado por aprés-coup, el analista de niños deberá ser sumamente preciso en su técnica
para dar cuenta de sus intervenciones: momentos fundacionales del aparato, momentos
DD
ligadores tendientes a instaurar lo no constituido, momentos interpretantes para hacer
consciente lo inconsciente.
Una definción de infancia, en términos psicoanalíticos, podría establecerse provisionalmente
en los siguientes términos: la infancia es el tiempo de instauración de la sexualidad humana,
y de la constitución de los grandes movimientos que organizan sus destinos en el interior de
un aparato psíquico destinado al aprés-coup, abierto a nuevas resignificaciones y en vías de
LA
40
OM
había otro “latente”. Se trataba de salir de la demanda sintomal, o de la patología aparente,
para pasar a buscar la determinación inconsciente, y es innegable el valor que esto tenía.
Sin embargo, la denominación misma de “motivo de consulta latente” está impregnada de
una concepción del psiquismo que vengo sometiendo a debate desde hace ya algunos
años: la convicción de que lo manifiesto es falso y que “el inconsciente sabe”. Si se supone
que el motivo de consulta es latente, esta opción es solidaria de la convicción de que la
.C
patología anida en el inconsciente, cuestión con la cual no puedo coincidir en lo absoluto, ya
que desconoce el hecho de que los modos del sufrimiento patológicos son el efecto de las
relaciones entre los sistemas psíquicos, y no algo que está constituido en el interior del
DD
inconsciente presto a salir a la luz a partir de la intervención del analista.
Y sin embargo, es cierto que hay una distancia entre el motivo de consulta y la razón de
análisis: aquello que justificaba, que da razón de ser, a la instalación de un tipo de
dispositivo generado para iniciar un proceso capaz de constituir un sujeto de análisis. La
detección de un sujeto de análisis, plausible de instalarse en el interior del método, o la
detección de un sujeto de análisis, con el cual se creen los prerrequisito necesarios para el
LA
latente”, que estuviera inscripto en el inconsciente, se puede ofrecer una construcción que
diera cuenta de la razón de análisis, proponiendo a partir de esto el método a seguir y las
formas que asumiera la prescripción analítica.
La heterogeneidad representacional con la cual funciona el psiquismo en general no se
41
OM
metapsicología, de un modelo lo más cercano a la realidad del objeto que abordamos y su
funcionamiento. Esto torna no sólo más racionales nuestras intervenciones, sino más
fecundos sus resultados.
.C
Manoni: “¿En qué consiste entonces la entrevista con el psicoanalista?”
En análisis nos encontramos frente a un discurso, tanto cuando se trata de los padres como
DD
del hijo, a que cabe calificar como alienado en el sentido etimológico de la palabra, ya que
no se trata del discurso del sujeto, sino del de los otros, o de la opinión. El primer discurso
de los padres suele ser, antes que nada, el discurso de los otros. Su sufrimiento puede ser
expresado solo en la medida en que pueden estar seguros de ser escuchados. La primera
entrevista con el psicoanalista es más reveladora en lo que se refiere a las distorsiones del
discurso que a su contenido mismo. La verdad de ese discurso, como nos lo recuerda
LA
dos padres. Emprender un psicoanálisis del niño no obliga a los padres a cuestionar su
propia vida. Al comienzo, antes de la entrada del niño en su propio análisis, conviene
reflexionar sobre el lugar que ocupa en la fantasía parental. La precaución es necesaria
para que los padres puedan aceptar después que el niño tenga un destino propio. Madre e
hijo deben ser considerados entonces en el plano psicoanalítico: la evolución de uno sólo es
posible si el otro la puede aceptar. El rol del psicoanalista es el de permitir, a través del
cuestionamiento de una situación, que el niño emprenda un camino propio.
Caso Sabine: 11 años. Mi carta como negativa a entrar en el juego de la madre, fue en sí
misma una intervención terapéutica. Lo que está en juego no es el síntoma escolar, sino la
imposibilidad del niño de desarrollarse con deseos propios, no alienados en las fantasía
parentales. Esta alienación en el deseo del Otro se manifiesta mediante una serie de
trastornos que van desde las reacciones fóbicas ligeras hasta los trastornos psicóticos. La
aventura comienza cuando el analista cuestiona la respuesta parental.
42
OM
en cuenta su pertenencia a tal o cual conjunto de nuestra psicopatología (neurosis, psicosis,
perversión, fronterizo), es posible recurrir a conceptos teóricos y generales sobre los que se
puede llegar a un acuerdo. Pero cuando dejamos al sujeto abstracto para encontrarnos con
un sujeto viviente, las cosas se complican: la experiencia analítica enseña por sí misma
cuán difícil es formarse una idea sobre lo que puede esconder un el cuadro sintomático que
ocupa el primer plano, y los riesgos que eso no visto y eso no oído pueden traer para el
.C
sujeto que se empeña en un itinerario analítico.
Me limitaré a proponer mi definición del calificativo analizable. Contrariamente a lo que un
profano pudiera creer, la significación que se atribuye a este calificativo deja de ser unívoca
DD
tan pronto se abandona el campo de la teoría pura para abordar el de la clínica.
El calificativo de analizable
Una primera definición será aceptada por todo analista: juzgar a un sujeto analizable es
creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto
inconsciente que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan
LA
el fracaso de las soluciones que él había elegido y creído eficaces. Condición necesaria
para que propongamos a un sujeto comprometerse en una relación analítica, pero, por lo
que a mí me toca, no me parece suficiente sin la presencia de una segunda: es preciso que
las deducciones que se puedan extraer de las entrevistas preliminares hagan esperar que el
sujeto sea capaz de poner aquella iluminación al servicio de modificaciones orientadas de
FI
43
OM
más difícil: ayudar al analista a elegir, con buen discernimiento, esos movimientos de
apertura de los que nunca se dirá bastante, que tienen sobre el desarrollo de la partida una
acción mucho más determinante que lo que se suele creer.
Es fundamental reconocer los riesgos e insistir en la importancia que en ciertos casos tiene
la prolongación de las entrevistas preliminares. Puede llegar a ser más grande el peligro de
la apresurada decisión de iniciar una relación analítica. Estas consideraciones sobre la
.C
importancia de las entrevistas preliminares valen para la totalidad de nuestros encuentros,
cualquiera que sea la problemática del sujeto. Cuando el final de las entrevistas desemboca
en la propuesta de una continuación, también es lo que uno ha podido o creído oír en ellas
DD
lo que nos ayuda a elegir nuestros movimientos de apertura.
en que el analista entablará el diálogo. El analista persigue un objetivo bien preciso: elegir la
apertura más idónea para reducir, en la transferencia que se habrá de establecer, los
efectos de los movimientos de resistencia, de huida, de precipitación en una relación
pasional que aquella siempre tiene la posibilidad de provocar.
Freud decía que los movimientos de apertura, como los de final de partida, son los únicos
FI
futura.
Dentro de lo que oímos y percibimos en el curso de esas entrevistas ¿qué elementos son
susceptibles de sugerirnos esta previsión anticipada de la transferencia? Esta captación
acerca del afecto es el primer signo que pre-anuncia las manifestaciones transferenciales
que ocuparán el primer plano de la escena en el curso de la experiencia. Dentro del
contenido del discurso es posible aislar informaciones que pudieran ayudarnos a elegir
nuestros movimientos de apertura, elegidos con la esperanza de no trabar la movilidad de la
relación transferencial, de favorecer la movilización y la reactivación de la forma infantil del
conflicto psíquico que desgarra a este sujeto que ya no es un niño. Construir y delimitar un
espacio relacional que permita poner al servicio del proyecto analítico la relación
transferencial.
¿Es posible aislar dentro del discurso del sujeto elementos que en mayor medida que otros
permitieran entrever el despliegue futuro de la transferencia? Diré que en ciertos casos
44
OM
los que podemos retener. La primera entrevista suele cumplir un papel privilegiado por su
carácter espontáneo.
.C
apertura compatible con la singularidad del otro jugador, con la particularidad de sus propios
movimientos de apertura.
Así en la neurosis como en la psicosis la “buena apertura” siempre será la que más
DD
garantías me ofrezca de que el lugar que inicialmente he ocupado no quedará fijado de una
vez para siempre, ni por mis movimientos de apertura ni por los de mi compañero.
Para el psicótico, si el pasado es responsable de su presente, lo es en la medida en que su
presente ya ha sido decidido por su pasado; todo ha sido ya anunciado, previsto, predicho,
escrito. Philippe nos ha mostrado cómo, apoyándose en esas causalidades delirantes, el
sujeto puede tratar de construir un pasado del que le habían prohibido interpretar los
LA
fácilmente nos ofrece el neurótico. En muchos casos el psicótico preserva una relación de
investimiento masivo, por conflictual que sea, con esos representantes encarnados del
poder que son sus padres. El analista, en el tiempo de la apertura, puede transformar un
pensamiento sin destinatario en un discurso que uno puede y que él puede oír. Su
encuentro con el analista puede representar una escucha que le permite separar lo que él
piensa de lo que lo fuerzan a pensar., que le permite al sujeto tener la sospecha de la
existencia de una relación que pudiera no ser la repetición idéntica de la ya vivida. Por eso
no conseguiremos nada si no logramos primero convencer al sujeto de que este lugar del
espacio y este fragmento del tiempo que le proponemos no están signados por esa
mismidad que caracteriza a su relación con la categoría del tiempo y del espacio. Tarea
difícil pero insoslayable para que la relación que se abre pueda devenir analítica.
45
Cuando los padres deciden consultarnos sobre el problema o enfermedad de un hijo les
pido una entrevista, la cual puede ser reveladora del funcionamiento del grupo familiar en la
relación con el hijo.
Para formarnos un juicio aproximado sobre las relaciones del grupo familiar y en especial de
la pareja, nos apoyaremos en la impresión que tengamos al reconsiderar todos los datos
consignados en la entrevista. Esta no debe parecerse a un interrogatorio, en el cual se
sientan enjuiciados. Por el contrario, hay que tender a aliviarles la angustia y la culpa que la
enfermedad o conflicto de un hijo despiertan y para eso debemos asumir desde el primer
OM
momento el papel de terapeutas del hijo y hacernos cargo del problema o del síntoma.
Los datos que nos dan los padres suelen ser inexactos, deformados o muy superficiales.
Hay una serie de datos básicos que debemos conocer antes de ver al niño:
a) motivo de la consulta
b) historia del niño
c) cómo es un día de su vida diaria, un domingo o feriado y el día de su cumpleaños
.C
d) cómo es la relación de los padres entre ellos, con sus hijos y con el medio familiar
inmediato
DD
Es necesario que esta entrevista sea dirigida y limitada de acuerdo con un plan previo.
Su duración será de un tiempo limitado, que fluctúa entre una y tres horas.
Es necesario interrogar primero sobre el motivo de consulta, disminuir el monto de angustia
inicial, lo cual se logra al hacernos cargo de la enfermedad o conflicto y al enfrentarnos con
éste desde el primer momento, situándonos como analistas del niño.
En relación con la historia del niño, me interesa saber la respuesta emocional, en especial
LA
de la madre, ante el anuncio del embarazo, si fue deseado o accidental, si hubo rechazo.
Desde que un niño es concebido todo lo que acontece es importante en su evolución
posterior. Es un hecho comprobado que el rechazo emocional de la madre, ya sea al sexo
de su hijo como a la idea de tenerlo, deja huellas profundas en el psiquismo de éste.
Preguntamos si la lactancia fue materna, si el bebé tenía reflejo de succión, el ritmo de la
FI
alimentación. La forma en que se establece la relación con el hijo nos proporciona un dato
importante no sólo de la historia del paciente sino de la madre y de su concepto de la
maternidad. Es de suma importancia en el desarrollo del niño la forma en que se establece
la primera relación postnatal.
El pasaje del pecho a otra fuente de gratificación oral exige un trabajo de elaboración
psicológica. La forma en que el niño acepta esta pérdida será la pauta de conducta de cómo
en su vida posterior se enfrentará con las pérdidas sucesivas que le exigirán la adaptación a
la realidad.
Cuando el niño pronuncia la primera palabra tiene la experiencia de que ésta lo conecta con
el mundo y es un modo de hacerse comprender. El interrogatorio sobre iniciación y
desarrollo del lenguaje es de suma importancia para valorar el grado de adaptación del niño
a la realidad y el vínculo que se estableció entre él y sus padres. El retraso en el lenguaje o
inhibición en su desarrollo son índices de una seria dificultad en la adaptación al mundo.
En este período de la vida la figura del padre cobra una gran importancia y su ausencia real
o psicológica puede trabar gravemente el desarrollo del niño aunque la madre lo comprenda
bien y lo satisfaga. La tendencia a golpearse o a los accidentes es índice de una mala
46
OM
elaborarlas y que al hacer activamente lo que ha sufrido pasivamente el niño consigue
adaptarse a la realidad; por eso valoramos como índice grave de la neurosis la
inhibición para jugar. Un niño que no juega no elabora situaciones difíciles de la vida
diaria y las canaliza patológicamente en síntomas o inhibiciones.
La finalidad de esta entrevista es lograr alivio de las tensiones de los padres, ya que
somos desde el primer momento los terapeutas del niño y no los censores de los padres.
.C
Si los padres han decidido hacer solamente un diagnóstico, se les comunicará el día y la
hora de la entrevista con el niño así como su duración. Si en cambio aceptan un tratamiento
se le darán las indicaciones generales en las que éste se llevará a cabo.
DD
TRABAJO PRÁCTICO N°5: Transferencia
Toda neurosis posee como primum movens un conflicto identificatorio en el ser mismo del
Yo. Conflicto entre representaciones ideicas, y por lo tanto pensamientos, que tienen como
referente un mismo Yo al que le es imposible imponerles una coexistencia pacífica: de allí
su lucha por excluir de su campo toda representación que contradiga a otra a la que quiere
privilegiar en su tiempo actual. Pero lucha destinada al fracaso, porque es además ese
mismo Yo el que, con todo desconocimiento, sigue invistiendo con idéntica fuerza
representaciones contradictorias de sí mismo.
El final del proceso implica, entre otras cosas, la posibilidad para el Yo de no seguir
gastando su energía en reprimir y desconocer lo que el Yo fue, su derecho a conservar y
por lo tanto a investir su recuerdo y, a la inversa, que ese mismo Yo acepte transferir
exclusivamente al futuro la posibilidad y el anhelo de actuar sobre una realidad del mundo
47
OM
El concepto de violencia primaria y el origen del Yo
Uno de los caracteres específicos de la vida psíquica hace que el sujeto se vea
repetitivamente enfrentado con experiencias, discursos, demandas, que muy a menudo se
anticipan a sus posibilidades de respuesta y siempre a lo que el sujeto puede prever en
cuanto a las causas y a las consecuencias de la experiencia que él produce o padece.
.C
Cuanto más se mira hacia el comienzo de la vida, más excesiva es esa anticipación.
Este carácter encuentra su forma más pura y exacerbada cuando se examina la
problemática demanda-respuesta propia de esta fase.
DD
En el encuentro entre la psique del infans y el sistema de significación del que la voz
materna se hace primer portavoz, se ejerce una violencia primaria tan absoluta como
necesaria. Por el discurso que la madre dirige al niño, y sobre el niño, ella se crea una
representación ideica de éste con el que identifica el ser del infans, forcluido para siempre
en cuanto tal de su conocimiento. Este discurso y los hitos identificatorios que es el único
en poder dispensar, son lo que el infans en el momento en que adquiere los primeros
LA
rudimentos del lenguaje y pasa al estado de niño, deberá apropiarse: en un primer tiempo,
una imagen del Yo y un saber sobre quién es el Yo -que viene de otra parte- van a hacer
irrupción en su espacio físico y a dar cuerpo, paradójicamente, a una instancia, el Yo, que
tendrá el poder de desprenderse de los efectos de una violencia a la cual debe su propia
existencia. Es una necesidad para el funcionamiento psíquico que de entrada el discurso
FI
48
El riesgo de exceso
OM
Lo que corre el riesgo de ser deseado y de ser realizado concierne a la no modificación de
un statu quo relacional: “que nada cambie”. Este anhelo es la condición necesaria,
aunque no suficiente, para la creación del pensamiento delirante (del niño).
La realización de este deseo implicaría la exclusión del infans del orden de la temporalidad,
la fijación de su ser y de su devenir en ese momento en el que del mundo sólo puede
conocer e investir una imagen de la que el portavoz es donador, la imposibilidad de pensar
.C
una representación que no haya sido ya pensada y propuesta por la psique de otro.
SI bien es cierto que, salvo el caso de delirio, ninguna madre cree posible detener la
evolución física del niño, es preciso advertir que su anhelo apunta a lo psíquico, que es un
DD
devenir concerniente a lo pensado y a los pensamientos del niño lo que ella querría
preformar, para evitar que el saber que ella pretendía poseer sobre lo que el niño
demandaba y deseaba, sobre la causa de su goce o de su sufrimiento, sea sustituído por el
reconocimiento de su ignorancia.
La cuestión central es cómo logra el Yo del niño desprenderse de la trampa que le dio
nacimiento, cómo puede percibir su propio estado de sujeción y conseguir liberarse de él,
LA
para pasar de un “Yo hablado” por el discurso del portavoz, a un “Yo hablo” que puede
enunciar un discurso que desmiente al del otro. ¿Cómo obligarlo a reconocer que ya no
posee ninguna certeza sobre ese Yo al que en parte sigue invistiendo como a su objeto
privilegiado? ¿Qué cosa hace posible la reivindicación de un derecho de autonomía sobre el
propio pensamiento?
FI
49
OM
B. Reflexiones en curso sobre el conflicto transferencial
Dentro del registro de la neurosis, la demanda de análisis muestra que en la gran mayoría
de los casos preexiste en el demandante una cierta “idea” del concepto “analista”. Esto
explica por qué razón de entrada se transfiere sobre el sujeto al que se dirigirá la demanda
de análisis la imagen de “otro” al que descubrimos haber esperado encontrar desde
siempre.
.C
Cualquiera que sea el fin que lo motiva, la esperanza de su realización se instrumenta, a
sus propios ojos, sobre y por un saber (sobre el cuerpo, el sufrimiento, el goce, el deseo)
que nos imputa y del que espera apropiarse. La demanda del neurótico tiene como
DD
condición ya realizada el investimiento por el Yo de una búsqueda de pensamientos y de
palabras a las cuales atribuye un poder mágico, tanto sobre su sufrimiento como sobre su
goce.
En el registro del Yo, el deseo de un poder-todo es sinónimo de un deseo de saber todo,
saber gracia al cual se podría prohibir a la propia psique todo pensamiento que sea fuente
de sufrimiento, “saber” sobre lo que piensan los otros, en virtud del cual se podría ejercer
LA
sobre ellos un dominio total. Es por lo tanto saber lo que se viene a demandarnos y lo que
se espera obtener. La especificidad del saber tal como se constituirá sesión tras sesión,
revelará que para los dos sujetos resulta de la creación de algo que ni uno ni otro conocían
antes de la experiencia.
La relación que ha existido entre el infans y el portavoz, entre un no saber nada del Yo
FI
sobre el Yo y el saber todo imputado al discurso del Otro, no es idéntica a la relación que se
instaura en ocasión del encuentro entre un Yo que no carece de saber y ese otro sujeto
supuesto saber. A este último no se le imputa “saber”, ni siquiera el saber en general, sino
de manera específica un conocimiento que le permitiría decir “en verdad” y sin duda posible
cuáles son el deseo y la identidad del Yo del demandante. El poder que se proyecta sobre
el Yo del analista encuentra aquí su fuente y sus razones. El espejismo transferencial
propone a la mirada un paisaje que comparte los caracteres de lo ya-visto. Este ya visto
hace pensar irresistiblemente en el encuentro inaugural entre la psique y el portavoz.
El exceso temporal de la relación transferencial puede también llevar a la imposibilidad,
para el Yo del analizado, de conquistar la autonomía de un pensamiento, el suyo, que para
siempre resultará dependiente de lo que piensa el analista, de sus palabras, de su teoría.
Una misma y única experiencia puede dar al Yo las armas que le permitan luchar para
adquirir su autonomía o bien, a la inversa, rechazar el trabajo de la duda que resultaría del
reconocimiento de esa diferencia.
Es menester que el deseo de autonomía del Yo existe como su deseo, pero que el Yo oiga
en la voz del portavoz el anhelo de facilitarle su realización. La autonomía adquirida podrá ir
a la par con el sentimiento de que la madre sigue amándolo, que le da placer el que él
50
OM
frustración del que se torna responsable el analista incapaz de prestar atención y de
reconocer la singularidad de ese sujeto y de ese análisis en cuanto fuente de nuevos
pensamientos.
El proyecto analítico
Lo precedente demuestra que la transferencia sólo puede desempeñar su papel de aliada
.C
de este proyecto si, para los dos sujetos, pensar la experiencia que se desenvuelve se
presenta como fuente posible de nuevos pensamientos, ellos mismos fuente de un placer
compartido. El fin del proyecto analítico es temporal; apunta a hacer posible que el sujeto
DD
invista y cree representaciones que anticipen por definición lo que ya nunca pudo ser: un
momento del tiempo futuro que, precisamente por ser futuro, jamás será idéntico a ningún
momento pasado.
Este poder de anticipar es la tarea específica del Yo y de la actividad de pensar. Retoma
por su cuenta la anticipación ejercida por el discurso que les permitió existir: para que el Yo
adviniera, primero fue preciso que el discurso materno lo anticipara gracias a su creación de
LA
esa “sombra hablada” a la que comenzó por dirigirse el Yo materno; sombra hablada que
viene a preformar el lugar que ocupará el Yo, al que ella anuncia y hace posible. Una vez
advenido, incumbirá al Yo la tarea, vital para él, de auto anticiparse en cada momento
de su inapresable presente proyectándose sobre lo que devendrá el Yo en el momento que
sigue. Vivir implica el investimiento anticipado del tiempo futuro, y la posibilidad para el Yo
FI
de investir ese mismo futuro supone la preexistencia constante de una representación, por
él creada, de ese tiempo por venir, del anhelo que subtiende su proyecto identificatorio.
El proyecto analítico tomará apoyo en la experiencia singular, realizada por el analizado, de
su relación con su propia temporalidad, para permitirle sustituir el tiempo vivido por el relato
histórico de un tiempo que puede, pero sólo a este precio -es decir transformándose en un
puro relato- pasar a ser para el Yo ese patrimonio inalienable, único, que puede aportarle la
certeza de que para él es posible un futuro.
51
OM
remodela una historia en la cual siempre faltará el texto original de los primeros capítulos.
Sin embargo, esta rememoración o reconstrucción, aportará al Yo la certeza de su
existencia pasada y presente, pero para que dicha certeza se vea acompañada del deseo
de un futuro todavía es menester que el Yo quede asegurado de que estuvo en sus manos
experimentar placer y que por lo tanto el anhelo de volver a experimentarlo es realizable.
El análisis nos prueba que las experiencias de placer y de displacer de las primeras etapas
.C
de la vida nunca son memorizables, mientras que todo lleva a creer que los afectos que
acompañaban a esos momentos nunca más recuperarán su intensidad primera.
DD
La ilusión mortífera y el abuso de transferencia
Deseo de vida y deseo de muerte harán irrupción en la relación transferencial y tratarán de
someterla a sus fines. Se comprende entonces que la ilusión de haber encontrado a un
sujeto supuesto saber, a un sujeto que posee la totalidad de lo pensable, pueda ponerse al
servicio de un deseo de no tener que pensar más para delegar en ese otro este poder y
este derecho.
LA
52
OM
el riesgo de poner brutalmente en descubrimiento aquello que en tal síntoma servía para
alimentar o para colmar la ansiedad del adulto, implica suscitar reacciones de defensa y de
rechazo. Toda demanda de cura del niño cuestiona a los padres, y es raro que un análisis
de niños pueda ser conducido sin tocar para nada los problemas fundamentales de uno u
otro de los padres. El analista necesita situar lo que representa el niño dentro del mundo
fantasmático de los padres. Las bruscas interrupciones de la cura están en relación por lo
.C
general con el desconocimiento, por parte del analista, de los efectos imaginarios, en los
padres, de su propia acción sobre el niño. Otras veces, entra en rivalidad con el analista en
el plano de la relación imaginaria que supuestamente establece con el niño.
DD
En todo esto, la transferencia no se reduce a una pura relación interpersonal. A partir
de la relación patógena madre-hijo debe emprenderse el trabajo analítico (y no denunciando
la relación dual, sino introduciéndola tal cual en la transferencia): con ello asistiremos ante
todo a una recatectización narcisista de la madre, y luego el elemento tercero (significante)
que le permitirá a la madre localizarse (es decir, situarse en relación con sus propios
problemas fundamentales, no incluyendo más en ellos al niño), habrá de surgir en una
LA
positivos con respecto a mí y cada uno de ellos revela aquello que ha sido falseado en ellos
a un nivel simbólico. 2) O bien, en una relación imaginaria con mi persona, se sienten
perseguidos, burlados por mí, y entonces hieren al niño de una manera casi mortífera.
Nos enfrentamos con un drama edípico en cada uno de los padres. El discurso que se nos
revela es un discurso colectivo. En el plano de la transferencia pueden producirse en los
padres reacciones depresivas y persecutorias a medida que el niño existe de otro modo que
alienado a ellos. El adulto siempre paga de alguna manera la curación de un niño muy
perturbado.
Los padres siempre están implicados de cierta manera en el síntoma que trae el niño. Esto
no debe perderse de vista, porque allí se encuentran los mecanismos mismos de la
resistencia: el anhelo inconsciente de que “nada cambie” a veces tiene que encontrarse en
aquel de los padres que es patógeno. El niño puede responder mediante el deseo de “que
nada se mueva”, perpetuando así su síntoma. Por lo tanto, si se pudiese introducir una
53
OM
Antes de que comience un análisis, ya pueden estar dispuestos los índices de la
transferencia y luego el análisis se limita a llenar aquello que para ella estaba previsto en el
fantasma fundamental del sujeto. El analista tiene que ser consciente de aquello que, más
allá de la relación imaginaria del sujeto con su persona, se dirige a lo que por así decirlo ya
se encontraba inscrito en una estructura antes de su entrada en escena.
El descubrimiento que hace Freud en 1897 consiste en haber sabido vincular la
.C
transferencia con la resistencia concebida como obstáculo en el discurso del sujeto para la
confesión de un deseo inconsciente. En el fantasma, así como en el síntoma, el analista
ocupa un puesto.
DD
La experiencia analítica no es una experiencia intersubjetiva. El sujeto está llamado a
localizarse en relación con su deseo (en la dimensión del deseo del Otro).
Podemos situarnos de una manera distinta en la controversia que en el psicoanálisis con
niños se ha planteado acerca de la transferencia. La cuestión no consiste en saber si el niño
puede o no transferir sobre el analista sus sentimientos hacia padres con los que todavía
vive (esto implicaría reducir la transferencia a una mera experiencia afectiva), sino en lograr
LA
que el niño pueda salir de cierta trama de engaños que va urdiendo con la complicidad de
sus padres. Esto solo puede realizarse si comprendemos que el discurso que se dice es un
discurso colectivo: la experiencia de la transferencia se realiza entre el analista, el niño
y los padres. En primer término lo abordamos a través de la representación que el adulto
tiene de él (¿qué es un niño? ¿qué es un niño enfermo?). Todo cuestionamiento del niño
FI
El estudio del lugar que ocupa la regresión en la labor analítica es una de las tareas que
Freud nos encomendó. He tenido la experiencia de permitir una regresión total, y de
observar los resultados.
La paciente era una mujer, que ahora tiene un poco más de 40 años. Aunque ningún
psiquiatra habría diagnosticado una psicosis, era necesario hacer un diagnóstico analítico
que tuviera en cuenta el desarrollo muy temprano de un falso Self. Para que el tratamiento
fuera eficaz, debía permitirse una regresión en búsqueda del verdadero self. Decidí desde el
comienzo que era necesario permitir la regresión, no interfiriendo en el proceso regresivo
que siguió su propio curso. Pasaron tres o cuatro años antes de llegar al nivel más profundo
de regresión, después de lo cual se inició un progreso en el desarrollo emocional. No han
habido nuevos episodios regresivos, pero sí ausencia de caos, a pesar de que el caos
54
OM
regresión. Observamos lo siguiente:
Un fracaso adaptativo del medio que trae como resultado el desarrollo de un falso self.
Una creencia en la posibilidad de corregir el fracaso original, representada por la capacidad
latente para hacer una regresión. Una actitud ambiental especializada, seguida por la
regresión real.
Un nuevo desarrollo emocional progresivo, con complicaciones que se describirán más
adelante.
.C
Considero que no resulta útil emplear el término regresión cuando la conducta infantil
aparece en una historia clínica. La palabra regresión ha alcanzado un significado popular
DD
que no debemos adoptar. Cuando hablamos de regresión en psicoanálisis nos referimos a
la existencia de una organización yoica y una amenaza de caos. Es como si existiera la
expectativa de que pueden surgir condiciones favorables que justifiquen la regresión y
ofrezcan una nueva oportunidad para el desarrollo progresivo, el que inicialmente fue
imposible o difícil debido a una falla ambiental. Considero la idea de regresión dentro de un
mecanismo defensivo yoico altamente organizado, que implica la existencia de un falso Self.
LA
Se propone aquí la teoría de que la regresión forma parte de un proceso curativo, de hecho,
que constituye un fenómeno normal que puede estudiarse adecuadamente en la persona
sana.
Nos interesa por lo tanto, no sólo la regresión a puntos buenos y malos en las experiencias
instintivas del individuo, sino también a puntos buenos y malos en la adaptación ambiental a
FI
individuo y, al mismo tiempo, el individuo no conoce medio alguno y es una sola cosa con
él.
Hasta este punto mi tesis podría formularse así: la enfermedad psicótica está relacionada
con un fracaso ambiental en una etapa temprana del desarrollo emocional del individuo. El
sentimiento de futilidad e irrealidad corresponde al desarrollo de un falso Self, que surge
para proteger al verdadero Self. El marco del análisis reproduce las primeras y más
tempranas técnicas maternas. Invita a la regresión debido a su confiabilidad.
La regresión de un paciente es un retorno organizado a la temprana dependencia o a la
doble dependencia. El paciente y el marco se fusionan en la situación de éxito original del
narcisismo primario. El progreso a partir del narcisismo primario comienza nuevamente con
un verdadero Self capaz de enfrentar las situaciones de fracaso ambiental, sin la
organización de las defensas que implican un falso Self que protege al verdadero.
55
OM
ambiental temprano se experimenta en el presente y se expresa.
6. Un retorno desde la regresión a la dependencia, en un progreso ordenado hacia la
independencia.
7. Las necesidades y los deseos instintivos se vuelven realizables, con vigor y vitalidad
genuinos.
.C
Mi noción es que la enfermedad psicótica constituye una organización defensiva destinada
a proteger al verdadero Self. Por penosa que sea la enfermedad, estando el verdadero Self
bien oculto, constituye el único estado soportable, a menos que podamos, como terapeutas,
DD
regresar con el paciente y desplazar la situación original de fracaso ambiental.
En el caso de un paciente regresivo, la palabra deseo es incorrecta y, en cambio, debemos
utilizar la palabra necesidad.
La regresión alcanza y proporciona un punto de partida, lo que llamaríamos un lugar desde
el cual se puede operar. Se llega al Self. El sujeto se pone en contacto con los procesos
básicos del Self que constituyen el verdadero desarrollo, y lo que sucede a partir de allí se
LA
individuo se ve envuelto en reacciones frente a esa falla, y los procesos del Self quedan
interrumpidos. Si esta situación alcanza un límite cuantitativo, el núcleo del Self necesita
protección; hay una detención, el Self no puede hacer nuevos progresos a menos que la
situación de fracaso ambiental sea corregida en la forma que ya describí. Una vez que el
verdadero Self está protegido, se desarrolla un falso Self construído sobre una base de
sometimiento defensivo. El desarrollo de un falso Self constituye una de las organizaciones
defensivas más eficaces, destinada a la protección del núcleo del Self verdadero.
La regresión puede ser de cualquier grado, localizada y momentánea, o total y abarcando
toda la vida del paciente durante una fase. La organización yoica que permite que la
regresión sea un mecanismo curativo, que permanece como algo potencial a menos que se
proporcione una nueva adaptación ambiental confiable que el paciente pueda emplear para
corregir el fracaso adaptativo original.
Al recobrarse de la regresión, el paciente, con un Self más plenamente entregado al Yo,
necesita el análisis corriente planeado para el manejo de la posición depresiva y del
complejo de Edipo en las relaciones interpersonales.
56
Caso Patrick
El día posterior a su undécimo cumpleaños, Patrick sufrió la pérdida de su padre, quien
murió ahogado.
En el curso de un año, realicé diez entrevistas con Patrick y cuatro con su madre, y en los
cuatro años transcurridos desde la tragedia me mantuve al tanto a través de conversaciones
telefónicas con la madre, del estado clínico del chico y del modo en que la madre lo manejó
a él y a sí misma. Llegó a cumplir con la función de cuidado mental de Patrick durante el
derrumbe de este.
OM
Toda vez que es posible, obtengo la historia de un caso mediante entrevistas
psicoterapéuticas con el niño. Así recogida, la historia contiene los elementos
fundamentales, y nada importa que algunos aspectos así obtenidos resulten ser incorrectos.
La historia así obtenida evoluciona de acuerdo con la capacidad del niño para tolerar los
hechos. Es mínima la cantidad de preguntas formuladas, al mismo tiempo el diagnóstico se
revela por sí solo. Con este método es posible evaluar el grado de integración de la
.C
personalidad del niño, su capacidad para soportar conflictos y tensiones, la fuerza y clase
de sus defensas, así como la confiabilidad o falta de confiabilidad de la familia y del
ambiente en general; y en ciertos casos se descubren o pueden señalarse afrentas
DD
ambientales continuas en el pasado o hasta la fecha.
El primer contacto fue con la madre, quién me contó que el padre del niño había muerto
ahogado en un accidente, que Patrick había sido responsable hasta cierto punto de la
tragedia, que ella y su hijo mayor aún estaban muy perturbados y que el efecto de este
hecho sobre Patrick había sido complejo. Las manifestaciones clínicas de perturbación en
Patrick no fueron inmediatas, y desde el accidente se había vuelto, según dijo ella,
LA
“emotivo”.
En la primera entrevista con Patrick, comenzamos a jugar al juego del garabato. Había una
base aquí para suponer un sistema organizado de pensamiento. La indicación sobre la
principal necesidad terapéutica apareció mediante esta técnica, cuando se refirió a una de
las figuras como “una madre sosteniendo un bebé”. En este dibujo ya estaba incorporada su
FI
El bebé estaba gritando. Dijo que tenía unos 18 meses. Parecía que en el sueño estaba
aludiendo a su propia infancia. Le pregunté ¿cómo sería para ti un sueño lindo? Respondió
enseguida “La dicha, ser cuidado, sé que es lo que quiero”.
Al fin habló acerca de los enormes temores que había sentido desde que era muy niño.
Describió su gran temor asociado con las alucinaciones que tenía, visuales y auditivas, e
insistió en que su enfermedad, si es que él estaba enfermo, era anterior a la tragedia.
Presentaba un sistema fóbico que tenía ciertas características que parecían corresponder
más lógicamente a una edad emocional de 4 años que a 11.
Esta primera entrevista me permitió tener una primera vislumbre de la personalidad y
carácter de este paciente, además aprendí que Patrick estaba empezando a sentirse
culpable por la muerte del padre; todavía no experimentaba tristeza; sentía como un peligro
la llegada de emociones durante tanto tiempo postergadas; temía estar enfermo y esto se
fundaba en su secreta enfermedad que databa de sus primeros años, con propensión a la
57
OM
fue el momento decisivo en el manejo del caso. A partir de ahí se inició un lento proceso de
recuperación.
Cuando Patrick tenía 1 año y medio, su madre tuvo que ausentarse por seis semana a raíz
de una operación. Al reencontrarse, Patrick durmió 24 horas seguidas y en todo ese tiempo
su madre lo tuvo junto a ella.
Patrick me estaba relatando un episodio real y aún recordaba la emoción ligada a él. Fue un
.C
período de peligro cuando tenía un año y medio, con una defensa maníaca in crescendo
que prontamente se convirtió en una depresión al regresar la madre. Evidentemente, había
existido en ese período el peligro real de que se cortase el hilo de la continuidad de su ser.
Luego agregó “¿Sabe una cosa? desde entonces nunca pude sentirme totalmente seguro
DD
de mamá, y eso me hizo apegarme a ella, lo cual significó que la separarse de papá”. De
esta forma, Patrick describía una enfermedad anterior a la tragedia en la que murió el padre.
Comentó que en realidad suponía que la madre se iba a poner contenta de la muerte de su
padre, y su inesperado pesar no hizo sino confundirlo. No pudo reaccionar frente al episodio
de la muerte del padre (salvo con los trastornos psicosomáticos en la escuela) hasta la
LA
primera entrevista conmigo, ocho meses después de la tragedia. Patrick salió de esa
entrevista inmensamente aliviado y su madre me informó luego que había tenido una
marcada mejoría clínica, la cual perduró y poco a poco llevó a su restablecimiento.
58
OM
produjo aquí un estado clínico paranoide de creciente gravedad.
-Corría el riesgo de un derrumbe psíquico. La enfermedad paranoide pudo ser sustituida por
un estado de retraimiento regresivo gracias a que él tenía confianza en mí.
-Cuando decidí que estaba enfermo y que no regresaría a la escuela, esto lo llevó a un
profundo nivel de regresión a la dependencia y al retraimiento.
-Sobrevinieron sentimientos propios de la tragedia vivida. Luego de experimentar tales
.C
sentimientos, Patrick empezó a dejar de necesitar de su enfermedad y comenzó a
recuperarse. Muy pronto retomó el crecimiento emocional propio de su edad.
Esta enfermedad tuvo como factor etiológico un peligroso período de separación de la
DD
madre al año y medio. Su enfermedad aguda, se inició con la tragedia y la reacción tardía.
Patrick dejó atrás en su mayor parte la enfermedad que sufrió antes de la tragedia, la cual
se caracterizaba por un cierto grado de fijación a la madre, una deformación esquizoide de
su prueba de realidad (sistema fóbico).
La principal medida terapéutica fue el modo en que la madre del niño atendió a su regresión
a la dependencia y junto con ello la ayuda específica que pude brindar cuando me fue
LA
solicitada.
FI
59
OM
Le pregunto a su madre qué hacen ellos cuando Javier se torna “insoportable”, según sus
propias palabras. Ella responde que lo envían a su cuarto hasta que se tranquilice. Le
señalo lo difícil que es para ella sostener al mismo tiempo la prohibición y la contención de
las conductas riesgosas y como esto obliga al niño a un esfuerzo de autocontrol para el
cual no está preparado, llevándolo a un movimiento que oscila entre la rigidización y el
estallido. Propongo que así como ahora ella lo ha rodeado con sus brazos y su cuerpo lo
.C
sostiene, traten de contenerlo.
En la segunda entrevista se reproduce la escena del llanto y la rabieta. Luego se acerca a
un encendedor e intenta prenderlo. Se lo saco y comenzamos un juego en el cual él debe
DD
apagar la llama. La madre lo toma entre sus brazos y mientras lo contiene, el juego se
puede sostener. Hago entonces mi segunda intervención, le digo que algo “le quema”
adentro cuando se pone a correr, a morder, a tirar cosas, que no sabe cómo calmar eso que
le quema adentro.
A la tercera entrevista entra muy decidido, me mira sonriente y dice “soñe, yo soñe” “¿Con
qué soñaste Javier?” “Con el cocodrilo. Había un cocodrilo, la boca abierta, hamm (hace
LA
gesto de comerme)”. La madre cuenta que se despertó angustiado y los fue a buscar. Esos
días ha estado mucho más cariñoso y ha dejado de morder.
El sueño realizando una inlograda satisfacción pulsional. El rehusamiento del sujeto a su
impulsión de morder ha dado curso a una formación del inconsciente.
La intervención analítica se extiende por unas doce sesiones aproximadamente, que son
FI
Un niño con lenguaje constituido, control de esfínteres, noción de sí y del objeto, enlaces
libidinales, queda sin embargo librado, en un punto de su constitución, a un fracaso del
sepultamiento de un representante oral que lo compulsa al sadismo y le imposibilita el
ejercicio de formaciones del inconsciente capaces de dar curso a la elaboración psíquica.
El trabajo analítico destinado a cercar qué es aquello que obstaculiza la instalación de la
represión originaria, tanto del lado del niño como del de sus determinantes edípicos,
parentales, y a incidir en su constitución definitiva.
Un año después recibo su visita nuevamente. Javier tiene ya 3 años y 9 meses. Una
angustia de castración intensa subyace a sus demostraciones de machismo y eso va
acompañado de temores de pasivización de los cuales se defiende activamente. Es un niño
encantador, seductor, y todo el mundo le solicita besos, lo mima, intenta apoderarse de él.
Se ha parado ante un grupo de niñas en el club y ha orinado en el parque diciendo “miren,
60
OM
Puede observarse, en los dos momentos en los que me consulta, que entre uno y otro algo
ha cambiado estructuralmente en el modo de funcionamiento psíquico del niño. De
inicio, no son síntomas los que Javier presenta, sino una dificultad para la inhibición de
ciertos modos de ejercicio pulsional, directo y de su sepultamiento en el inconsciente. La
pulsión oral canibalística no aparece inhibida en su fin, dando cuenta ello de una falla en la
constitución de la represión originaria. Correlativo a esto, las funciones ligadoras del yo
.C
que posibilitarían el enfrentamiento de la descarga motriz no han logrado aún que este
opere como masa ligadora capaz de sostener a lo reprimido en un lugar tópico más o
menos definitivo.
DD
A partir de la intervención analítica y de su consolidación durante el año posterior, una
nueva etapa se inaugura. En ella vemos al niño sepultando los representantes
pulsionales de origen, consolidando la represión originaria e instalando en un
encaminamiento edípico (en el sentido del Edipo complejo) que da curso a la angustia de
castración y reinscribe lo activo-pasivo en términos de rehusamiento al sometimiento
amoroso al semejante y de ejercicio de la masculinidad.
LA
En sentido estricto, ninguno de los signos que preocupan a los padres y que motivan las
consultas son síntomas. Las intervenciones puntuales realizadas tienden, simplemente, a
lograr desarticular un nudo patógeno que, de cristalizar, puede perturbar la evolución
futura y desembocar en coagulaciones patológicas.
En el segundo tiempo, una vez constituido el sujeto, establecidas las constelaciones
FI
narcisísticas que dan curso al amor y el odio en tanto sentimientos, aparece entonces una
modalidad seductora-agresiva que puede ser concebida como la defensa que el yo
establece ante sus deseos de fusión ilimitada y la agresividad concomitante que se pone en
juego cuando las pasiones capturan al sujeto en el sometimiento al semejante.
El lugar que este niño ocupaba en el fantasma parental, y las formas metabólicas de
inscripción de los deseos-mensaje de ellos derivados, es lo que fue trabajado en las
entrevistas realizadas. Esto no puede, en sentido estricto, ser considerado análisis. En
razón de ello elegimos la denominación de intervención analítica para este modo de
operación simbolizante que abre nuevas vías para la constitución psicosexual en la
primera infancia.
61
OM
ubica en tanto fenómeno del campo virtual. Es en este sentido que constituye un sector
importante del amplio campo de las formaciones de intermediación, intermediación entre el
espacio de la realidad y las creaciones fantasmáticas del sujeto. Algo del orden de un
producto que perteneciendo a la realidad consensuada, no deja de regirse por ciertas leyes
del proceso primario: anulación de las legalidades que se sostienen en la lógica identitaria.
Modo de funcionamiento que no puede sostenerse más que en el plano de la creencia, que
.C
implica cierto clivaje longitudinal del psiquismo con previo establecimiento de dos planos
que se despliegan.
Prerrequisito de clivaje psíquico, en términos que posibilitan el despegue de un espacio de
DD
certeza y otro de negación, teniendo como sustento la represión originaria. Si este clivaje
no se realiza, el pseudo juego es la realización de un movimiento de puesta en acto en el
mundo de una convicción delirante, que no sólo da cuenta del fracaso parcial de la función
simbólica en el sujeto sino también se torna irreductible al proceso de comunicación,
cerrado a todo intercambio, definido por el carácter lineal de quien emite el mensaje en su
intención de posibilitar sólo una comunicación sin retorno.
LA
El juego, como puesta en escena de una fantasía, no puede hacerlo sino por medio de
ciertos niveles de deformación en los cuales aquello reprimido emerja y al mismo tiempo se
encubra, al igual que ocurre con el sueño. Como toda actividad sublimatoria es posible en
tanto haya transmutación de meta y de objeto. La riqueza de la sesión de análisis consiste,
precisamente, en la posibilidad de que uno de ellos (meta u objeto) queda temporariamente
FI
62
OM
formaciones de transición. En este sentido, considerar la intervención del analista como
meramente lúdica es insuficiente, debe ser restituido el valor de la palabra como modo de
simbolización dominante en la función analítica.
Respecto al juego y su función en el análisis, el intento de Melanie Klein de constituir al
juego como equivalente de la libre asociación, el método sólo es posible de ser aplicado en
la medida en que el objeto, vale decir el inconsciente en su correlación con los otros
.C
sistemas psíquicos, se ha visto fundado, y en este sentido el juego puede operar al modo de
un lenguaje, en el sentido semiótico, siempre y cuando su materialidad sea precisamente
esa, la de constituir un sistema abierto a la comunicación.
DD
Si algo caracteriza al método analítico no es el empleo de la palabra, sino la operatoria
sobre ella realizada, la cual consiste en ponerla a circular de modo tal que en su ensamblaje
con otras palabras permita el acceso a una significación velada no sólo para el sujeto, sino
también para quien lo escucha. Se trata de un modo de hablar y un modo de escuchar que
implican la posibilidad de acceso a esa estructura segunda que constituye el inconsciente.
Los años de la infancia son los de constitución del aparato psíquico y no todo el malestar
LA
modo de acceso al inconsciente infantil, estuvo a su vez atravesada por la concepción del
inconsciente como innato, la sede de fantasías presentes desde los orígenes de carácter
universal. Esto dio lugar a interpretaciones que con el tiempo devinieron más y más cliché,
carentes de toda originalidad y repetidas hasta el hastío.
63
OM
discurso, y éste consiste en dar a la sesión analítica la perspectiva de un espacio en el cual
todo aquello que ocurre deviene mensaje (y ello por efecto de la transferencia). Cuando
hablamos del juego en tanto vía de acceso al inconsciente, sabemos que se trata del juego
en análisis y no del juego en general.
Los analista de niños retoman esta transformación del juego en discurso para determinar
como mensaje aún aquello que se cierra a la comunicación y hacerlo devenir intercambio,
.C
dando un carácter comunicacional al acto del otro.
El analista que se limita a jugar, ha perdido de vista totalmente que el análisis es del orden
del sentido -del sentido del síntoma, del deseo, del inconsciente- y no de la mera acción ni
DD
educativa ni de obtención de placer. Tomado el juego en su carácter discursivo
circunscripto, no equivalente al lenguaje, debe ser siempre enmarcado, por un lado, por la
palabra hablada que abre el rumbo de lectura que posibilita el acceso al sentido, y por otro,
del conocimiento singular de la historia y de las vicisitudes del sujeto que, en su articulación
con los conocimientos del psicoanálisis, posibilita la implementación de hipótesis
abductivas, tendientes a establecer una génesis en la singularidad que determina cada
LA
secuencia.
Esto resulta una forma de desmitificación del análisis “puramente por el juego”. La inclusión
de juego reglados en el interior de la sesión analpitica presentan la dificultad de que no dan
cuenta del fantasma sino que se reducen a la revisión psicológica de algunos mecanismos,
que se consideran aislados e independientes de los contenidos inconscientes que los
FI
determinan.
64
OM
animales, era muy ambivalente hacia su madre. Tenía una marcada neurosis obsesiva y por
momentos se deprimía mucho. Su juego estaba inhibido. Pronto comprendí las ansiedades
subyacentes en sus obsesiones, y las interpreté. Este caso fortaleció mi convicción
creciente de que una precondición para el psicoanálisis de un niño es comprender e
interpretar las fantasías, sentimientos, ansiedades y experiencias expresadas por el juego o,
si las actividades del juego están inhibidas, las causas de la inhibición.
.C
El uso de los juguetes que guardé especialmente para el paciente niño probó ser esencial
para su análisis. Esta experiencia me ayudó a decidir qué juguetes son más adecuados
para la técnica psicoanalítica del juego. Consideré esencial tener juguetes pequeños,
DD
porque su número y variedad permiten al niño expresar una amplia serie de fantasías y
experiencias. Es importante para este fin que los juguetes no sean mecánicos y que las
figuras humanas, variadas sólo en tamaño y color, no indiquen ninguna ocupación
particular. Su simplicidad permite al niño usarlos en muchas situaciones diferentes. Así él
puede representar simultáneamente una variedad de experiencias y situaciones fantásticas
y reales también hace posible que lleguemos a poseer un cuadro más coherente de los
LA
trabajos de su mente.
El equipamiento de la habitación de juegos es también simple. No tiene nada excepto lo
necesario para el psicoanálisis. Los juguetes de cada niño son guardados en cajones
particulares, y así cada uno sabe que sólo él y el analista conocen sus juguetes, y con ello
sus juegos, que es el equivalente de las asociaciones del adulto. El cajón individual es parte
FI
actividades del niño se efectúan a veces en el lavatorio, que está equipado con una o dos
pequeñas tazas, vasos y cucharas.
A menudo él dibuja, escribe, pinta, corta, repara juguetes, etc. En el juego asigna roles al
analista y a sí mismo, tales como en el juego de la tienda, del doctor y el paciente, de la
escuela, la madre y el hijo. Con frecuencia el niño toma la parte del adulto, expresando con
eso no sólo su deseo de revertir los roles, sino también demostrando cómo siente que sus
padres u otras personas con autoridad se comportan con respecto a él -o deberían
comportarse-. Algunas veces descarga su agresividad y resentimiento siendo, en el rol del
padre, sádico. Cualquiera que sea el material utilizado, es esencial que se apliquen los
principios analíticos subyacentes en la técnica.
La agresividad se expresa de varios modos en el juego del niño, directa o indirectamente.
Es esencial que el niño deje surgir su agresividad, pero lo que cuenta más es comprender
por qué en este momento particular de la situación de transferencia aparecen impulsos
65
OM
todo detalle de la conducta, pueden dar un clave acerca de lo que pasa en la mente del
niño, posiblemente en conexión con lo que el analista ha sabido por sus padres acerca de
sus dificultades.
Mi propia experiencia y la de mis colegas ha sido que la interpretaciones, si se relacionan
con puntos salientes del material, son perfectamente comprendidas. Si se traduce en
palabras simples los puntos esenciales del material que le ha sido presentado, entre en
.C
contacto con las emociones y ansiedades que son más activas en ese momento.
Las conexiones entre consciente e inconsciente son mucho más estrechas en los niños
pequeños que en los adultos, porque las represiones infantiles son menos poderosas.
DD
Uno de los puntos importantes en la técnica del juego ha sido siempre el análisis de la
transferencia. Como sabemos, en la transferencia con el analista el paciente repite
emociones y conflictos anteriores. Mi experiencia me ha enseñado que podemos ayudar al
paciente fundamentalmente remontando sus fantasías y ansiedades en nuestras
interpretaciones de transferencia adonde ellas se originaron, particularmente en la infancia y
en relación con sus primeros objetos.
LA
Al analizar mi primer caso infantil centré mi interés en sus ansiedades y en sus defensas
contra ellas. Mi énfasis en la ansiedad me condujo cada vez más profundamente en el
inconsciente y en la vida fantástica del niño. Este énfasis particular era contrario al punto de
vista psicoanalítico de que las interpretaciones no deberían ir muy hondo ni debían ser
dadas frecuentemente. Persistí en mi enfoque, a pesar de que implicaba un cambio radical
FI
que Freud supuso. El superyó es algo que el niño siente operando internamente de una
manera concreta, que consiste en una variedad de figuras construidas a partir de sus
experiencias y fantasías y que se deriva de las etapas en que introyectó a sus padres.
Como hemos visto, el ladrillo, la pequeña figura, el auto, no sólo representan cosas que
interesan al niño en sí mismas, sino que en su juego con ellas, siempre tienen una variedad
de significados simbólicos que están ligados a sus fantasías, deseos y experiencias.
Este modo arcaico de expresión es también el lenguaje con el que estamos familiarizados
en los sueños y fue estudiando el juego infantil de un modo similar a la interpretación de los
sueños de Freud, como descubrí que podía tener acceso al inconsciente del niño. Pero
debemos considerar el uso de los símbolos de cada niño en conexión con sus emociones y
ansiedades particulares y con la situación total que se presenta en el análisis. Meras
traducciones generalizadas de símbolos ni tienen significado.
66
Winnicott “El juego del garabato” (caso clínico L, siete años y medio) En
Exploraciones psicoanalíticas II
OM
En mi ejercicio de la psiquiatría infantil he comprobado que debe asignársele un lugar
especial a la primera entrevista. Fui desarrollando gradualmente una técnica destinada a
utilizar en forma cabal el material de esa primera entrevista. A fin de diferenciar este trabajo
de la psicoterapia y del psicoanálisis, utilizo para designarlo la expresión “consulta
psicoterapéutica”. Es una entrevista diagnóstica, basada en la teoría de que no es
.C
posible efectuar ningún diagnóstico en psiquiatría si no es con la prueba de la terapia. El
fundamento es la teoría de que un paciente (niño o adulto) trae a la primera entrevista una
cierta capacidad para creer que obtendrá ayuda y confiar en quien se la ofrece. La
DD
comunicación del paciente con el psiquiatra estará referida a las tendencias emocionales
específicas que, dotadas de una forma actual, tienen sus raíces en el pasado o en lo
profundo de la estructura de la personalidad del paciente y de su realidad interna personal.
El paciente se sorprende a sí mismo al producir ideas y sentimientos que no estaban antes
integrados a su personalidad total. En estos momentos los comentarios interpretativos
pueden reducirse al mínimo u omitirse deliberadamente.
LA
Basta una pequeña ayuda ofrecida al niño para que a menudo mejoren todas sus
relaciones; la familia y la escuela aguardan para cumplir con el resto del tratamiento.
Respecto de las técnicas, la base es el jugar. En mi opinión, o bien la psicoterapia se
ejecuta en la superposición de las dos zonas de juego (la del paciente y la del terapeuta) o
bien el tratamiento debe encauzarse a posibilitarle al niño jugar -vale decir, tener motivos
FI
para confiar en la provisión ambiental-. Hay que partir de la base de que el terapeuta es
capaz de jugar y de disfrutar con el juego.
El juego del garabato es un método para establecer contacto con un paciente cuando este
es un niño. Es un juego reglado que pueden jugar dos personas. La razón de que tenga
valor para la consulta terapéutica es que el consultor utiliza los resultados de acuerdo con lo
que, según ha averiguado, el niño quiere comunicar. Lo que mantiene el interés del niño es
la forma en que se utiliza el material producido mientras se juega. La diferencia entre esto y
el TAT es, en primer lugar, que no se trata de un test, y en segundo lugar, que el consultor
aporta su propio ingenio casi tanto como el niño.
Una vez que llegar el niño, en el momento indicado, le digo “Juguemos a algo. Te mostraré
a qué me gustaría jugar a mí”. En la mesa, que hay entre el niño y yo, tengo papel y dos
lápices. Primero tomo algunas hojas de papel y las rompo por la mitad, dando así la
impresión de que lo que vamos a hacer no tiene ninguna importancia desmesurada, y luego
empiezo a explicar: “Este juego, que a mí me gusta, no tiene reglas. Simplemente tomo y
lápiz y hago esto…” y probablemente mirando hacia otra parte hago un trazo a ciegas.
Continúo entonces con mi explicación: “Me dirás a qué se parece esto que yo hago, o si
puedes lo conviertes tú en alguna cosa; después tú harás lo mismo para mí, y veré si puedo
67
OM
cual podría estar vinculado a la panza.
En relación a los dibujos, siempre extraigo mis claves del propio niño, dejando que éstas
predominen por sobre la información aportada por los padres.
Luego de terminar las figuras, que en total sumaban 28 piezas, metí todos los dibujos dentro
de una carpeta y le dije que eran suyos y que podrías tenerlos en cualquier momento que
los quisiese, pero yo los guardaría.
.C
L. es un niño capaz de jugar y de disfrutar con el juego, acepta sin dificultades mi manera
de jugar y permite que nuestros respectivos juegos se superpongan.
DD
Winnicott “El juego, exposición teórica” En Realidad y juego
ese objeto. Estos temas pertenecen a las primeras etapas del desarrollo de todos los seres
humanos.
La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del
terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. El corolario de ellos es
que cuando el juego no es posible, la labor del terapéuta se orienta a llevar al paciente, de
FI
un estado en que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo. Si la excitación física o
el compromiso instintivo resultan evidentes cuando un chico juega, el juego se detiene o por
lo menos queda arruinado.
El juego debe ser estudiado como un tema por sí mismo, complementario del concepto de
Fenómenos transicionales
Para mí el tema del jugar adquirió un nuevo color desde que seguí el tema de los
fenómenos transicionales y busqué sus huellas en todos sus sutiles desarrollos, desde la
68
OM
constante).
Lo universal es el juego y corresponde a la salud: facilita el crecimiento y por lo tanto esta
última; conduce a relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en
psicoterapia. Lo natural es el juego, y el fenómeno altamente refinado del siglo XX es el
psicoanálisis.
Teoría del juego
.C
Es posible describir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de desarrollo y
buscar dónde empieza el jugar.
a) El niño y el objeto se encuentran fusionados. La visión que el primero tiene del objeto es
DD
subjetiva, y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto a encontrar.
69
Psicoterapia
El juego es por sí mismo una terapia. Conseguir que los chicos jueguen es ya una
psicoterapia de aplicación inmediata y universal, e incluye el establecimiento de una actitud
OM
social positiva respecto del juego. Cuando los niños juegan tiene que haber personas
responsables cerca; pero ello no significa que deban intervenir en el juego. Si hace falta un
organizador en un puesto de director, se infiere que el o los niños no saben jugar en el
sentido creador de mi acepción de esta comunicación. El juego es una experiencia
siempre creadora. El juego del paciente es una experiencia creadora que necesita espacio
y tiempo.
.C
Por otra parte, esta observación nos permite entender cómo puede efectuarse una
psicoterapia de tipo profundo sin necesidad de una labor de interpretación. La interpretación
fuera de la madurez del material es adoctrinamiento y produce acatamiento. Un corolario es
DD
el de que la resistencia surge de la interpretación ofrecida fuera de la zona de superposición
entre el paciente y el analista que juegan juntos. Cuando aquel carece de capacidad para
jugar, la interpretación es inútil o provoca confusión. Cuando hay juego mutuo, la
interpretación, realizada según principios psicoanalíticos aceptados, puede llevar adelante
la labor terapéutica. Ese juego tiene que ser espontáneo si se desea avanzar en la
psicoterapia.
LA
Resúmen
La zona de juego no es una realidad psíquica interna. Se encuentra fuera del individuo,
pero no es el mundo exterior. En ella el niño reúne objetos o fenómenos de la realidad
exterior y los usa al servicio de una muestra derivada de la realidad interna o personal. Sin
FI
necesidad de alucinaciones, emite una muestra de capacidad potencial para soñar y vive
con ella en un marco elegido de fragmentos de la realidad exterior. Al jugar, manipula
fenómenos exteriores al servicio de los sueños, e inviste a algunos de ellos de significación
y sentimientos oníricos.
70
La primera parte de estas notas tratará del trabajo del historiador en este tiempo de
apertura del proceso identificatorio, en que se pasa de infans a niño. Tiempo de clausura
que pone fin a un primer modo de identificación y da acceso a un segundo, que deberá
tomar en cuenta lo que llamaré efecto de encuentro. Es en ese tiempo de conclusión
cuando el yo firmará un compromiso con la realidad, cuyas cláusulas decidirán sobre los
OM
posibles de su funcionamiento psíquico (es lo que designa el término de potencialidad).
Hay tres momentos que deciden sobre el trayecto identificatorio que ha de seguir el yo,
transcurrida la infancia. Esos tiempos son designados como T0, T1 y T2. T0 designa el
momento del nacimiento del infans, T1 el advenimiento del yo y T2 un giro y una
encrucijada en el movimiento identificatorio, que no se prestan a una definición unívoca.
En la nota donde trato de la potencialidad, privilegio uno de los acontecimientos psíquicos
responsables de ese giro: la necesidad en que está el yo de modificar su relación de
.C
dependencia con el pensamiento parental. Esta modificación, más o menos lograda o
fracasada, coincide con el final del mecanismo de la represión secundaria y la instalación de
una potencialidad que podrá, en un tiempo más o menos cercano o lejano, cobrar la forma
DD
manifiesta de una neurosis, de una psicosis o de esas problemáticas polimorfas.
interpretación
humano. En la organización de este fragmento de realidad que el sujeto habita e inviste, así
como en el funcionamiento de su cuerpo, el sujeto leerá primero las consecuencias del
poder ejercido por la psique de otros que lo rodean y que son los soportes privilegiados de
sus investiduras.
De ahí esta primera formulación de la realidad que el niño va a darse: la realidad está
regida por el deseo de los otros. Mientras se permanece en la primera infancia, el sujeto
alberga la convicción de que todo lo que sucede o no sucede a su alrededor, todo lo que
toca su cuerpo y todo lo que modifica su vivencia psíquica, es testimonio del poder que él
imputa al deseo (el suyo y/o el de los padres), de que estos acontecimientos son los signos
mediante los cuales un deseo confeso u oculto, permitido o prohibido, adopta una forma
visible para su mirada. Un segunda formulación de la realidad indica que ésta se ajusta al
conocimiento que da de ella el saber dominante en una cultura, para el hombre no hay
realidad natural ni tampoco realidad puramente sensorial.
Mientras espacio psíquico y espacio somático son indisociables, mientras ningún existente
exterior puede ser conocido como tal, todo lo que afecta a la psique, todo lo que modifica
sus propias experiencias, responderá al único postulado del autoengendramiento. La
71
OM
ejercen un poder de modificación sobre el medio, sobre el cuerpo y ante todo sobre el
propio estado psíquico.
Nuestro espacio relacional encuentra sus puntos de anclaje en los indicios por los que se
presentan e inscriben, sobre la escena de la realidad, las modificaciones actuantes en el
espacio psíquico de los dos polos de la relación.
La actividad de las zonas sensoriales, el poderlo todo del deseo, lo que el discurso cultural
.C
enuncia sobre el cuerpo, darán lugar a tres representaciones del cuerpo y a las tres formas
de conocimiento de la psique proporciona a su respecto: tomas de conocimiento que se
suceden en el tiempo, sin por ello excluirse entre sí. Ellas nos enfrentan a las tres formas de
DD
existencia y con los tres principios de causalidad que la realidad y el cuerpo deben
preservar para no poner en peligro sus investiduras, motivo por el cual las tres tomarán
parte en el compromiso que constituye a la cuarta, la más decisiva para nuestro
funcionamiento psíquico.
Existen tres concepciones causales del cuerpo, las dos primeras responden a exigencias
psíquicas universales y atemporales, mientras que la última será no sólo función del tiempo
LA
y del espacio cultural propios del sujeto, sino también la única que la psique pueda recusar,
o remodificar y reinterpretar para hacerla conciliable con las otras dos. Así pues, nuestra
relación con el cuerpo, así como nuestra relación con la realidad, son función de la manera
en que el sujeto oye, deforma o permanece sordo al discurso del conjunto. Es evidente que
sus reacciones son consecuencia de la especificidad de su economía psíquica.
FI
La meta del proceder analítico es sacar a la luz las razones y sinrazones responsables del
compromiso elegido por un sujeto particular, y las consecuencias que de ello resultan en su
relación con el cuerpo, con los otros, consigo mismo.
Para conservar su lugar en el espacio social el sujeto debe aceptar un consenso en cuanto
a lo que el término de realidad abarca. Para eso, tomar un préstamo obligatorio al saber
dominante en su cultura. Gracias a eso dispondrán de un discurso teórico sobre el cuerpo
referido a un cuerpo modelo y a un cuerpo universal, pero del que también forma parte el
suyo propio. El sujeto extraerá de este discurso cierto número de enunciados gracias a los
cuales ese saber teórico sobre el cuerpo y por lo tanto sobre la realidad, podrá formar parte
de su compromiso global. La elección de los enunciados dependerá de cuán aptos sean
para conciliarse con un cuerpo fantasmeable e investible por la psique. Por otra parte, el
sujeto va a servirse de otros enunciados para dar forma a una construcción teórica del
cuerpo que él va a preservar junto con algunos otros de la misma especie, en una “reserva”
de su capital ideico. Este largo rodeo sobre la realidad, el cuerpo y las exigencias culturales
me pareció la condición previa para el estudio del estatuto psíquico del cuerpo hablado.
72
OM
versión se mantiene inestable, y sólo por eso puede el sujeto asegurarse de su propia
permanencia, sin dejar de aceptar los inevitables cambios físicos y psíquicos que se
sucederán.
La certeza de habitar un mismo y único cuerpo, más allá de sus modificaciones, es lo que
sostiene la permanencia necesaria de ciertos puntos de referencia identificatorios. Para
lograrlo, el yo va a imputar una misma función relacional y una misma causalidad a cierto
.C
número de impresiones y experiencias, aunque su tiempo las haya vivido en tiempos y
situaciones diferentes, ciertos puntos de almohadillado que se enlazarán entre sí mediante
un hilo rojo que permita al yo reencontrarse y orientarse en una historia (la suya), que se
DD
caracteriza por su movimiento contínuo. De ahí la importancia que es preciso otorgar a ese
conjunto de signos e inscripciones corporales que pueden prestarse a semejante función de
orientadores temporales y relacionales.
En su relación con el otro y con el mundo, el yo puede ignorar el papel que cumplen esos
afectos que son la envidia, el odio, el amor; desconoce por lo general que son responsables
de su manera de vivir esta relación, y sigue convencido de que la causa es preciso buscarla
LA
familiar y particularmente la madre son los encargados de velar por el estado del cuerpo. El
niño ofrece a la mirada de la madre las manifestaciones de su bienestar, pero le impone las
manifestaciones de su sufrimiento.
Me limitaré a bosquejar esos “destinos relacionales” que ligan el devenir del cuerpo con el
devenir de la psique, y me detendré sobre aquello que se organiza al producirse un primer
encuentro entre la psique y el cuerpo, ese cuerpo sobre el que se ejerce de entrada la
acción del mundo. El recorrido que voy a seguir parecerá menos oscuro si formulo de
entrada las tres hipótesis en las que se asienta:
1. El acto que inaugura la vida psíquica plantea un estado de mismidad entre lo que adviene
en una zona sensorial y lo que de ellos se manifiesta en el espacio psíquico.
2. El yo no puede habitar ni investir un cuerpo desposeído de la historia de lo que vivió. Una
primera versión construida y mantenida en espera en la psique materna acoge a este
cuerpo para unirse a él. Forma siempre parte de ese yo anticipado al que se dirige el
73
OM
lugar identificatorio decida la dialéctica relacional entre dos yoes y que todo cambio en uno
de los dos polos repercuta sobre el otro. La relación yo-cuerpo, que ha sustituido a la
relación yo-otro, tomará a su cargo un mismo conflicto. El cuerpo reasumirá el papel de
mediador relacional que seguirá cumpliendo en el curso de la infancia.
.C
intercambiables. La relación que el sujeto mantiene con su propio cuerpo es la reproducción
de la que mantiene con el otro.
DD
La puesta en vida del aparato psíquico
La puesta en vida del aparato psíquico se la debemos a la actividad de nuestros órganos de
los sentidos. La primera condición de la vida de la psique es la posibilidad de
autorepresentarse su propiedad de organización viviente. Existe una metabolización que
impone la psique a las primeras informaciones que la actividad sensorial le aporta con sus
reacciones a los estímulos que acompañan a lo que se inscribe, desaparece o se modifica
LA
Para que la vida psíquica se preserve, es preciso que el medio psíquico respeta exigencias
igualmente insoslayables y que, además, actúe sobre ese espacio de realidad sobre el que
el recién nacido no tiene ningún influjo directo. Generalmente es la madre la que se hace
cargo de esta doble función y quien conjuntamente deberá organizar y modificar su propio
espacio psíquico en forma tal que responda a las exigencias de la psique del infans. Por
este motivo la madre será el agente privilegiado de las modificaciones que especifiquen el
medio psíquico y físico que recibe al recién nacido: el infans se la encontrará bajo la especie
de este “modificador”.
Otorgar a la madre, como lo hacen la mayoría de los analistas, un lugar predominante, no
implica olvidarse del que ocupa el padre. El padre ejerce también una función modificadora
sobre el medio psíquico que rodea al recién nacido. Pero en la casi totalidad de los casos
una persona, y casi siempre la madre, cumple un papel alimentario privilegiado, aportando
al infans -por deseo o por deber- una satisfacción vital. Esta persona que tiene el poder de
responder a las necesidades y haciéndolo, de ser la fuente de las primeras exigencias de
placer y sufrimiento, viene a cumplir una función de modificador de la realidad
somatopsíquica mediante el cual se preanuncia la presencia de un mundo habitado.
74
OM
El objeto sólo existe psíquicamente por su mero poder de modificar la respuesta sensorial
(y por lo tanto somática) y, por esta vía, de actuar sobre la experiencia psíquica. De ahí esta
primera constatación, en las construcciones de los originario, los efectos del encuentro
ocupan el lugar del encuentro. Placer y sufrimiento no pueden presentarse ante la psique
sino como autoengendrados por su propio poder. Pero si bien estos efectos de sentido
suministran a la psique estos signos de la existencia del mundo que ella puede metabolizar
.C
como los únicos capaces de afectar e impresionar su superficie, tales estímulos tienen,
como emisor y selector principal, a la madre. Ees placer o ese sufrimiento que la psique se
presenta como autoengendrados, son el existente psíquico que anticipa y preanuncia al
DD
objeto.madre. Una experiencia de nuestro cuerpo ocupa el lugar que después ocupará la
madre: al yo anticipado le hace pareja una madre anticipada por una experiencia de cuerpo.
Tenemos aquí el punto de partida de esa relación niño-madre que el sujeto descubrirá e
investirá ulteriormente. Antes de que la mirada se encuentre con un otro (o con una madre),
la psique se encuentra y se refleja en los signos de vida que emite su propio cuerpo. El
pictograma del objeto-zona complementaria es cabalmente el único del que dispone el
LA
propuesta por el pictograma, única figuración que la psique puede forjar de su propio
espacio, de sus propias experiencias afectivas, de sus propias producciones. El proceso
originario no conoce del mundo más que sus efectos sobre el soma. Si todo lo que existe
llega a ser tal para el proceso originario, es sólo por su poder de afectar la organización
somática (desde luego, forman parte de este todo las propias producciones psíquicas). Esta
figuración de un mundo-cuerpo que es el pictograma no puede tener lugar en el proceso
primario o secundario, ni formar parte de ningún reprimido secundario; éste no contiene más
que representaciones que ya han sufrido la obra del metteur en scéne y del metteur en
sens.
Esta estructuración teórica permite comprender el papel que puede volver a jugar lo que se
organizó en un tiempo psíquico que precede a esa mirada sobre el mundo que lo volverá
fantasmizable y pensable por el sujeto y para él. Cada vez que nuestra relación con el
mundo se sustrae a cualquier captación en un fantasma o en un pensamiento, por no haber
75
OM
mero poder sensorial, también él es efectivamente engendrado por esa autoestimulación
mediante la cual la psique aporta su objeto complementario a una zona y a una función
sensoriales garantes de que se ha conservado en estado de sobrevivencia.
En cuanto a los estímulos de fuentes exteriores, el autista intentará oponerse a su poder de
intrusión exigiendo el no cambio del medio que lo rodea. Todo estímulo imprevisto que
venga del otro -y con ello de un espacio del mundo que ya no se percibe como un reflejo del
.C
espacio del cuerpo- será recibido como una intrusión que amenaza con hacerlo estallar y
con destruir este continente, él único que puede garantizar a la psique la preservación de su
espacio y con ello de un aparato psíquico incapaz de sostenerse en el vacío.
DD
El cuerpo para la madre
¿Qué representa el cuerpo del infans para esa madre que supuestamente lo espera y lo
recibe? Allí donde la madre espera, encuentra un cuerpo y aquí está la fuente de aquel
riesgo relacional al que me refería al inicio de este trabajo. Este encuentro va a exigir una
reorganización de su propia economía psíquica , que deberá extender a ese cuerpo la
LA
sobre su propia psique detentando a su respecto por ese pequeño fragmento de realidad,
tan cercana, que el cuerpo de su hijo representa.Las manifestaciones de la vida somática
del infans producirán emoción en la madre, y las manifestaciones de esta emoción
modificarán el medio al que el infans reacciona y, con ello, sus efectos sobre su vida
psicosomática. La relación de la madre con el cuerpo del infans implica de entrada una
parte de placer erotizado, permitido y necesario, que ella puede ignorar parcialmente, pero
que constituye el basamento del anclaje somático del amor que dirige al cuerpo singular de
su hijo, amor que, lejos de ignorar, está pronta a hacer oír.
Este componente somático de la emoción materna se transmite de cuerpo a cuerpo; el
contacto con un cuerpo emocionado toca al nuestro, una mano que nos toca sin placer no
provoca la misma sensación que una mano que siente placer al tocarnos. La madre no
podrá legitimarlo para consigo misma si no puede enlazar la emoción sentida con el
mensaje de amor, con la demanda de protección que supuestamente le dirige un yo que
todavía no ha advenido. La madre va a transformar la expresión de la necesidad en
formulación de una demanda, que transformará al mismo tiempo la mayoría de los
accidentes somáticos y sufrimientos del cuerpo en un accidente y en un sufrimiento
vinculados con la relación que la une al niño.
76
OM
acompaña al comportamiento materno.
El comportamiento, sea cual fuere su motivación inconsciente, vaya a actuar sobre la
organización objetiva del espacio relacional, y otro tanto sobre lo que podrá decirse o
callarse en el discurso con el que la madre hace pensable para sí esta primera fase
relacional y mediante el cual intentará, en un tiempo ulterior, hacérsela pensable al yo
infantil. La madre debe ser siempre capaz de modificar ciertos fenómenos que surjan en el
.C
presente de la vivencia somática, apelando a aquel otro discurso sobre el cuerpo que se
conservó en la “reserva teórica” de su capital ideico.Pero es igualmente necesario que este
“cuerpo del saber” no ocupe el proscenio más que el tiempo necesario para evitar un
DD
exceso, una suma de emociones a las que el propio infans no podría acomodarse. Deberá
preservarse una relación privilegiada entre el cuerpo psíquico tal como lo forja el proceso
originario, y este cuerpo relacional y emocional, obra de la psique materna. Esta relación
permitirá la puesta en forma y la puesta en escena de la representación del cuerpo que el
niño se construya.
LA
Existen dos características que particularizan el mundo y la vida del niño pequeño: la acción
decisiva que ejercen objetivamente los padres sobre el medio en donde vive el niño, y la
imposibilidad para éste de incidir sobre algunos de sus elementos; y lo que suponen para él
de enigmático e inexplicable las razones por las que la madre o los padres justifican el
porqué y el cómo de este ordenamiento de si propia realidad, el porqué y el cómo de las
exigencias que de ello emanan para el niño y el lugar que por este hecho debe él ocupar.
No sólo es limitado su poder de modificar esta realidad, sino que también lo es su
posibilidad de apropiarse de las significaciones que a ella se refieren y que darían sentido a
una organización que comienza por parecerle arbitraria o caótica.
Hace falta que ese cuerpo, cuya responsabilidad va a transmitirle la madre al final de la
infancias, tenga como referente un “cuerpo psíquico” cuya historia pruebe el amor que se le
dirigió, el reconocimiento y la valoración de su identidad sexual, de su singularidad, el deseo
de verlo preservarse, modificarse, hacerse autónomo.
77
OM
imagen fiel a las ilusiones narcisistas de la madre e imagen muy próxima a un niño ideal.
Este cuerpo y esa parte de imprevisto que hace de él un cuerpo vivo, deberá ser acogido
por la madre como el referente, sobre la escena de la realidad de aquel representante
psíquico que lo precedía y lo aguardaba. Sólo el cuerpo del infans puede proporcionar a la
madre esos “materiales señaladores” que aseguren al “yo anticipado” un punto de anclaje
en la realidad de un ser singular, que obliguen y hagan posible a la madre preservar la
.C
investidura de su representante psíquico del infans, y por lo tanto de ese “cuerpo psíquico”
presente en su propia psique, sin dejar de investir la distancia, que es signo de vida, entre
este representante y el infans real.
DD
Pero ¿qué sucede si falla este anclaje del representante psíquico en la realidad del cuerpo
del infans? Será negado en el niño todo lo que pertenezca al registro de lo diferente, de lo
imprevisto. Serán desvalorizados, combatidos o no vistos, todo signo de vida y toda
modificación que exterioricen y subrayen la diferencia. Esto puede provocar en el infans una
incertidumbre mutiladora en lo relativo a la conformidad entre él mismo y la imagen devuelta
por el espejo. Reacciones que encontramos en el esquizofrénico y que nos ilustran la
LA
función de escudo que el recurso a la certeza delirante puede entonces cumplir. Otra opción
posible es que se presente la imposibilidad de la madre de efectuar esa idealización
fragmentaria que al menos preserva ciertos puntos de anclaje entre el infans y su
representante psíquico. Imposibilidad que va a colocarla frente a un trabajo de duelo
referido a un infans vivo.
FI
Lo que hay que hacer es el duelo de toda posibilidad de ligazón entre el infans y el
representante psíquico que lo precedió, y ello, además, en el momento en que un cuerpo
real no puede seguir vivo sin una ayuda exterior que presuponga una investidura de la vida
de ese cuerpo. Por un lado, deberá preservar un deseo de vida para este infans, investir las
funciones necesarias para hacerlo, tratar de captar los mensajes desconcertantes emitidos
por su cuerpo; por el otro, tendrá que instalar con este fin un nuevo referente psíquico, sin lo
cual el niño corre el riesgo de convertirse en un no existente apenas su presencia ya no sea
confirmada por una mirada que ve un cuerpo, que oye un grito, que constata que una boca
engulle un alimento. pero este nuevo representante carecerá del arraigo en el tiempo, en un
deseo, en una historia que esta presente en los demás casos.
La psique de este tipo de madres padece de lo que yo llamaría un “traumatismo del
encuentro”. Este recién nacido que se impone a su mirada se sitúa, muy a pesar de él,
“fuera de la historia”. El niño rompe su continuidad con el riesgo de poner en peligro la
totalidad de una construcción cuya fragilidad permanecía oculta para el historiador. La
madre deberá tratar de volver a anudar los hilos, de reemplazar este tiempo presente con
un tiempo pasado. Si fracasa, su reacción depresiva podrá desembocar en un estado
melancólico, en un episodio psicótico o en la instalación de un estado depresivo.
78
OM
demandas, el niño permanecerá bien próximo a las que él supone esperadas por la madre.
El biógrafo se transformará en un copista, condenado a transcribir fielmente una historia que
había sido escrita por otro de una vez para siempre.
b) Ese otro con el que la psique se encuentra no podrá ser investido como portador de un
deseo de vida y como dispensador de placer. El único mecanismo que le quedará a la
psique nos enfrentará al mecanismo que examinábamos más arriba en relación con el
autismo.
.C
c)La instalación de una forma de escisión absolutamente singular que, aun siendo fuente de
conflicto, permitirá al sujeto preservarse, mal que bien, y generalmente mal, un espacio
DD
relacional. Las consecuencias de esta escisión tan singular como precoz reaparecerán en el
status y función que el objeto de la necesidad va a preservar.Ellas nos aclaran ciertas
formas de anorexia y de adicción, y también la problemática relacional que subyace a una
parte de aquellos cuadros clínicos que, por no poder clasificarlos con precisión, definimos
como estados límite. La relación que la psique establece con el otro va a instrumentarse
únicamente sobre el deseo y poder que ella le imputa. Lo propio de la necesidad es la
LA
79
El portavoz
Define la función reservada al discurso de la madre en la estructuración de la psique.
OM
Desde su llegada al mundo el infans, a través de su voz, es llevado por un discurso que, en
forma sucesiva, comenta, predice, acuna al conjunto de sus manifestaciones; portavoz
también en el sentido de delegado, de representante de un orden exterior cuyas leyes y
exigencias ese discursos enuncia. El discurso efectivo de la madre, como portador de
significación nos lleva a el papel de prótesis de la psique de la madre.
En una primera fase de la vida, la voz materna es la que comunica entre sí dos espacios
.C
psíquicos. El niño no vivirá si, desde un primer momento, los dos principios del
funcionamiento psíquicos no actuasen en el ambiente en que debe vivir para adecuarlo a
las exigencias de la psique. Se exige una respuesta a las necesidades de la psique. De no
DD
ser así, el infans puede, perfectamente, decidir rechazar la vida.
El funcionamiento de estos dos procesos exige la presencia de un material modelado por
una tercera forma de la actividad psíquica, el proceso secundario, que por su parte actúa
en un espacio heterogéneo. Los materiales de la representabilidad del pictograma, de lo
escénico de la figuración, están constituidos por objetos modelados por el trabajo de la
psique materna.
LA
Paradójicamente, el objeto, que se ofrece como único material acorde con el trabajo del
proceso originario y del proceso primario, tiene que haber sufrido un primer avatar que debe
a los procesos secundarios de la madre.
Siguiendo a Lacan, podríamos decir que el objeto es metabolizable por la actividad psíquica
del infans solo si, y en la medida en que, el discurso de la madre le ha otorgado un sentido
FI
del que su nominación es testimonio. En ese sentido “ingerido” con el objeto, Lacan verá la
introyección originaria de un significante, la inscripción de un rasgo unario.
Lo originario ignora al significante, aunque este último constituye el atributo necesario para
que el objeto se preste a la metabolización radical a que lo somete este proceso.
80
OM
a) La madre ofrece un material psíquico que es estructurante sólo por haber sido ya
remodelado por su propia psique, lo que implica que ofrece un material que respeta las
exigencias de la represión.
b) El infans recibe este “alimento” psíquico y lo reconstruye tal como era en su forma
arcaica para aquella que, en su momento, lo había recibido del Otro.
El efecto de prótesis se manifiesta, en el espacio psíquico del infans, a través de la irrupción
.C
de un material marcado por el principio de realidad y por el discurso. La psique del infans
remodelará ese material, pero sin poder impedir que irrumpan en su propio espacio restos
que escapan a su poder y que forman los precursores necesarios para la actividad de lo
DD
secundario.No es posible considerar a ese material originario en el discurso de la madre
como puro y exclusivo efecto de lo secundario, libre de todas las huellas de su propio
pasado. Examinaremos la acción de estas huellas, su efecto sobre ese demandante de
objetos que es el infans.
la función que desempeña una referencia tercera. Es posible afirmar que esta última remite
al padre, pero si y en cuanto él mismo se considera, y es considerado, como el primer
representante de los otros, el garante de la existencia de un orden cultural constitutivo
del discurso y de lo social; él no debe pretender ser el legislador omnipotente de este
orden, sino aquello a lo que se somete como sujeto.
En un primer momento, el discurso materno se dirige a una sombra hablante proyectada
sobre el cuerpo del infans. Ella le demanda a este cuerpo que confirme su identidad con la
sombra. El término madre se referirá a un sujeto en el que suponemos las siguientes
características:
a) Una represión exitosa de su propia sexualidad infantil.
b) Un sentimiento de amor hacia el niño
c) Su acuerdo esencial con lo que el discurso cultural del medio al que pertenece dice
acerca de la función materna.
81
OM
este hecho universal como la causa de la psicosis, de la enfermedad o de la muerte del
niño.
La presencia de lo que designamos como la sombra hablada constituye una constante de
la conducta materna. Sombra llevada sobre el cuerpo del infans por su propio discurso. El
primer punto de anclaje (que puede dramáticamente convertirse en el primer punto de
ruptura) entre esta sombra y el cuerpo está representado por el sexo. En la relación
.C
amorosa, tal como se supone que puede instaurarse entre sujetos, la sombra representa la
persistencia de la idealización que el Yo proyecta sobre el objeto, lo que él querría que sea
o que llegase a ser de todos modos no anula aquello que a partir del objeto puede
DD
imponerse como contradicción. Por ello, entre el objeto y la sombra persiste la posibilidad
de la diferencia.
En la primera fase de la vida, al no disponer aún del uso de la palabra, es imposible
contraponer los propios enunciados identificatorios a los que se proyectan sobre uno; ello
permite, así, que la sombra se mantenga durante cierto tiempo al resguardo de toda
contradicción manifiesta por parte de su soporte (el infans). Sin embargo, la posibilidad de
LA
libidinal y que ocupe de ese modo, un sitio en el ámbito de una dialéctica del deseo.
inherente a su amor por el niño; así, ese discurso intenta impedir el retorno de lo que debe
permanecer en lo reprimido, lo que da lugar al atributo funcional unido a todo aquello que en
el contacto corporal participa de un placer cuya causa debe ser ignorada.
En el discurso materno todo aquello que habla el lenguaje de la libido y del amor es
dedicado a la sombra. Se es tierno, severo, se recompensa o se castiga en nombre de lo
que, según se supone, la sombra expresa mediante el cuerpo. Se le imputa a la sombra un
deseos, que ella ignora, referente a su devenir. Se presume acorde con lo que será el
deseo futuro del pequeño.
Lo que llamamos sombra está constituido por una serie de enunciados testigos del anhelo
materno referente al niño; conducen a una imagen identificatoria que se anticipa a lo que
enunciará la voz de ese cuerpo, por el momento ausente. Para el Yo de la madre, esta
sombra, este fragmento de su propio discurso, representa lo que, en otra escena, el cuerpo
del niño representa para su deseos inconsciente; lo que del objeto imposible y prohibido de
82
OM
Conjugación y sintaxis de un deseo
A través de la voz de la sombra hablada la madre se enuncia, y enuncia al niño, las
prohibiciones que inicialmente proyectó allí; de ese modo, le significa una prohibición que
se anticipa a su propio deseo. Se establece así una relación de reciprocidad funcional, al
convertirse el infans y la madre, uno para otro, en agentes al servicio de la represión. Se
.C
observa que las prohibiciones maternas recubren exactamente el campo de lo propio
reprimido e inducen lo reprimido del otro.
Esta primera etapa muestra la transmisión de una instancia represora que precede a lo que
DD
se deberá reprimir del mismo modo en que la prohibición precede al enunciado mediante el
cual el niño expresará su deseo de tener un hijo con la madre. Se transmite así, de sujeto
en sujeto, una repetición de la prohibición, necesaria para la preservación de la
heterogeneidad de las dos escenas en presencia y para constituir la barrera que
reorganizará el espacio psíquico del niño.
la clínica nos muestra lo que ocurre cuando este anhelo está ausente, cuando no se
LA
anticipa en relación con el niño la posibilidad de ese futuro. Es a través de ese anhelo que la
madre lo instituye como heredero de un saber acerca de la diferencia que separa al objeto
que actualizará un deseo del objeto que le permite al deseo persistir. En el preciso momento
en que ella le niega ser el objeto de su deseo, lo convierte en sucesor de un deseo que
persiste y circula.
FI
83
OM
ofrecimiento continuo, necesario para la vida del infans, y poder ser reconocida por él como
la única imágen dispensadora de amor. Como instrumento, recurre a aquello que, para el
infans, y por un doble motivo, es imprescindible y no puede faltar si se pretende que haya
supervivencia tanto corporal como psíquica.
Lo que la madre desea se convierte en lo que demanda y espera la psique del infans:
ambos ignoran la violencia operada por una respuesta que preforma definitivamente lo que
será demandado.
.C
El riesgo de exceso es un riesgo que no siempre se actualiza pero cuya tentación está
siempre presente en la psique materna. En la actualización de la violencia que opera el
DD
discurso materno se infiltra, inevitablemente, un deseo que en la mayor parte de los casos,
permanece ignorado y negado. Se lo puede formular así: deseo de preservar el statu quo de
esta primera relación o, si se prefiere, deseo de preservar aquello que durante una fase de
la existencia es legítimo y necesario.
Lo que es deseado es la no modificación de lo actual, pero si la madre no logra renunciar
a él, este deseo basta para cambiar radicalmente el sentido y el alcance de lo que era lícito,
LA
así como la formulación específica que asume, “que nada cambie”, facilita, para la madre y
para los otros, el desconocimiento del abuso de violencia que intentará imponerse a través
de ella. La tentación de este abuso es constante, lo cual señala la importancia de
comprender lo que la madre no querría perder, aunque acepte renunciar a ello, y el peligro
que representa esta tentación ante el exceso.
FI
La madre tiene la certeza de que la capacidad de pensar del niño responde, como mínimo,
a la norma y de ser posible, la supera. La primera consecuencia será que se espera al
poder de intelección como el que confirmará a la madre el éxito o fracaso de su función
materna. El tiempo que precede a las manifestaciones de la actividad de pensar nunca es
vivido en forma neutra: no solo una cantidad de signos variados serán interpretados de
antemano por la madre como prueba de que él piensa, sino que las primeras
manifestaciones efectivas de esta actividad, el aprendizaje de las primeras palabras, el
pragmatismo de las primeras respuestas, serán acechados como garantía de la evitación
del riesgo fundamental: que él hubiese podido no saber pensar.
La madre sabe por experiencia propia que el pensamiento es, por excelencia, el instrumento
de lo que puede ser disfrazado, de lo oculto, de lo secreto, el lugar de un posible engaño
que no es posible descubrir. Contrariamente a las actividades del cuerpo, la actividad de
pensar no solo representa una última función cuya valorización superará a la de sus
antecesoras, sino que es la primera cuyas producciones pueden ser ignoradas por la madre
y, también, la actividad gracias a la cual el niño puede descubrir sus mentiras, comprender
lo que ella no querría que se sepa. Se instaura así una extraña lucha en la que, por parte de
la madre, se intentará saber qué piensa el otro, enseñarle a pensar el “bien” o un “bien
84
OM
El propósito del exceso es lograr que la actividad de pensar, presente o futura, concuerde
con un molde preestablecido e impuesto por la madre: esta actividad en la que el secreto
deber ser posible tendrá que convertirse en una actividad sometida a un poder-saber
materno: en sus producciones, sólo serán legitimados los pensamientos que el saber
materno declare lícitos.
Mucho antes de que se manifiesta bajo su forma canónica, la madre la espera y al mismo
.C
tiempo, le teme. Lo que espera es la prueba por excelencia del valor de su función; lo que
teme es verse enfrentada por primera vez ante una pregunta del niño a la que no podría
responder. Tan pronto como él piensa, ella sabe, aunque lo olvide, que se ha perdido la
DD
transparencia de la comunicación, el saber acerca de la necesidad y el placer del cuerpo.
Que trasparencia y saber son pura ilusión es el veredicto del analista. En general, y en un
primer momento, la madre cree en ello; y es necesario que, parcialmente al menos, la
ilusión haya existido y le haya dado crédito.
Si hay en la madre un deseo de no cambio, este le dará el poder de privar al niño de todo
derecho autónomo de ser, prohibiéndole el derecho a un pensamiento autónomo. Será
LA
que se calificará como psicosis. En efecto, no es posible hablar de una relación idéntica, lo
que no varía es la negativa de la madre a aceptar un cambio en su modo de relación
con el niño, la negativa a aceptar que sus enunciados puedan ser cuestionados y
cuestionables, la imposibilidad de considerar al cambio de otro modo que no sea como
85
OM
designan al afecto que, a través de este acto de enunciación, se transforma en sentimiento
2) El segundo comprende los términos que designan a los elementos del sistema de
parentesco para una cultura dada. También en este caso, la enunciación de un único
término comporta implícitamente al orden total del sistema y designa la posición relacional
que liga al término designado con el conjunto de los otros elementos.
Estos dos subconjuntos designan lo que llamamos el lenguaje fundamental, un modo de
identificante.
.C
subrayar aquello mediante lo cual se ejerce el poder esencial del lenguaje como acto
que permiten hablar el afecto sentido, comunicarlo y, a ese precio, obtener del Otro una
respuesta conforme a lo que será, en adelante, lo demandado, no ya simplemente lo
manifestado. Una ley preexistente al conjunto de los sujetos que liga estos significantes a
un significado que se supone designa a ese afecto. Se distingue así un sector lingüístico en
el que un mismo signo remite a distintos referentes.
FI
Las experiencias más corrientes nos demuestran que, para todo sujeto, en el registro de los
afectos la expresión y la significación son el suelo movedizo sobre el que avanza acechante
y ansioso el acto que sería signo y prueba de la verdad del enunciado. En ese sector, flota
siempre sobre el signo lingüístico la sombra de la duda. El “yo amo” que pronuncia o que se
le ofrece no puede garantizarle la confiabilidad y la identidad de un afecto del que, por otra
parte, nada puede decir si se niega a recurrir a esos mismos términos.
Lejos de reducirse a la designación de un afecto, el sentimiento es su interpretación en el
sentido más vigoroso del término, que liga a una violencia inconocible en sí a una causa
que se supone acorde con lo que se vivencia. El deseo de una conformidad entre el afecto y
el sentimiento implica la creencia ilusoria de que existiría la posibilidad de conocer algo que
se encuentra doblemente fuera del lenguaje. Un saber que podría no formar parte de lo
decible.
La transformación del afecto en conocimiento es el resultado de este acto de lenguaje que
impone un corte radical entre el registro pictográfico y el registro de la puesta en sentido. En
este espacio en el que adviene el Yo aparece el rol, igualmente fundamental, de la acción
identificante del discurso. Se trata de una acción autónoma ejercida por la institución
lingüística y a la que ningún sujeto escapa. Su autonomía es aún más manifiesta en los
86
OM
afectivo:
1. La nominación impone un estatuto a lo vivenciado. Este estatuto transforma radicalmente
la relación del sujeto con aquello, impone una significación preestablecida en relación con la
cual el sujeto carece de poder.
2. Simultáneamente, este estatuto y esta significación a los que hemos aludido van a ligar
un significante compartido por el conjunto de los sujetos que hablan la misma lengua a
.C
significados que, a partir de ese momento, solo tienen como referente a otros significantes.
3. Esta sumisión del referente al significante del signo lingüístico tiene dos consecuencias:
por un lado, preserva la ilusión de la existencia de una identidad entre los referentes; por el
DD
otro, introduce inevitablemente el riesgo de una ruptura, de un conflicto, entre el enunciante
y la significación del signo lingüístico. El sujeto considerará al conjunto de los signos
lingüísticos sólo como lugar de la mentira, y el lenguaje fundamental asumirá la significación
que tenía para Schreber.
La entrada en escena de la comprensión y de la apropiación del lenguaje obliga al sujeto a
tomar en consideración un modelo que transfiere a este registro y, por lo tanto, al del
LA
proceso secundario, una causa del afecto que en su calidad de afecto sería inconocible
para el Yo. Al acceder al lenguaje y pese a él, el sujeto se hace teórico y frente a lo
inconocible de su experiencia, el lenguaje enuncia. Puede operarse así la reorganización de
la economía de las catexias que exige el proceso secundario. Esta reorganización implica la
entrada en la escena psíquica de los enunciados identificatorios propios del enunciado
FI
lingüístico que nombra al afecto: el signo lingüístico identificará al afecto con lo que el
discurso cultural define como tal.
Lo que hemos dicho del lenguaje fundamental al referirnos a la nominación del afecto
permite mostrar en qué aspecto y por qué su acción identificante se encuentra en el origen
del Yo.
87
OM
placer sexual tiene otro soporte. La madre reconoce, teme o venera el discurso de otro u
otros. El deseo del niño y su demanda no le bastan para obtener la respuesta que él espera,
lo que da lugar a su búsqueda (y también aquí se trata de algo universal) para intentar
saber qué desea ella o qué le dicta la ley. En nuestra cultura esta búsqueda lo conduce
hacia el padre y su deseo. Al encontrar el deseo del padre, el niño encuentra también el
último factor que permite que el espacio exterior a la psique se organice de modo tal que el
.C
funcionamiento del Yo sea posible, o a la inversa, que lo obstaculice.
Un significante privilegiado, el falo, el único que, según Lacan, sólo puede remitir a sí
mismo, es ubicado como centro necesario para que la gravitación de la cadena significante
DD
siga una órbita acorde con la ley y no caiga en un movimiento desordenado que provocaría
el caos del mundo y el caos del lenguaje.
El padre real del niño, hacia el cual este último dirigirá su mirada para intentar saber lo que
significa el término padre y cuál es el sentido del concepto “función paterna”. Esta
significación será enmarcada por tres referentes: a) la interpretación que la madre se ha
hecho acerca de la función de su propio padre; b) la función que el niño asigna a su padre y
LA
la que la madre atribuye a este último; c) lo que la madre desea transmitir acerca de esta
función y lo que pretende prohibir acerca de ella.
Si de acuerdo con la expresión de Lacan la madre es el primer representante del Otro en la
escena de lo real, el padre, en esta misma escena, es el primer representante de los
otros o del discurso del conjunto.
FI
referencia al padre es la más apta para testimoniar ante el niño que se trata, efectivamente,
de una delegación y no de un poder abusivo y autárquico.
El contrato narcisista
88
OM
que el nuevo sujeto haya nacido, el grupo habrá pre catectizado el lugar que se supondrá
que ocupará, con la esperanza de que él transmita idénticamente el modelo sociocultural.
El sujeto, a su vez, busca y debe encontrar en ese discurso, referencias que le permitan
proyectarse hacia un futuro, para que su alejamiento del primer soporte constituido por la
pareja paterna no se traduzca en la pérdida de todo soporte identificatorio. El conflicto
que quizás exista entre la pareja y su medio puede confirmar ante la psique infantil la
.C
identidad entre lo que transcurre en la escena exterior y su representación fantaseada de
una situación de rechazo, de exclusión, de agresión, de omnipotencia. Desempeñará un
papel en el modo en que el niño elaborará sus enunciados identificatorios.
DD
El discurso del conjunto
Representaremos metonímicamente al grupo social -designando con este término a un
conjunto de sujetos que hablan la misma lengua, regidos por las mismas instituciones-
como el conjunto de las voces presentes. Este conjunto puede pronunciar un número
indeterminado de enunciados: entre ellos, tendrá un lugar particular la serie que define la
LA
realidad del mundo, la razón de ser del grupo, el origen de sus modelos.
Consideremos a un grupo X: su existencia implica que la mayor parte de los sujetos, salvo
durante períodos muy breves de su historia, aceptan como verdaderos un discurso que
afirma lo bien fundado de las leyes que rigen su funcionamiento, define el objetivo buscado
y lo impone. Al adherir al campo social, el sujeto se apropia de una serie de enunciados que
FI
funcionamiento social. A modo de contrapartida, el grupo espera que la voz del sujeto
retome por cuenta propia lo que enunciaba una voz que se ha apagado, que remplace un
elemento muerto y asegure la inmutabilidad del conjunto. El nuevo miembro se
compromete, a través de la voz de los otros, que cumple el papel de padrinos sociales, a
repetir el mismo fragmento del discurso. El sujeto ve en el conjunto al soporte ofrecido a
una parte de su libido narcisista.
A cambio de ello, el grupo reconoce que sólo puede existir gracias a lo que la voz repite;
valoriza de ese modo la función que él le solicita; transforma la repetición en creación
continua de lo que es, y sólo puede persistir a ese precio. El contrato narcisista se instaura
gracias a la pre catectización del infans por parte del conjunto, como voz futura que
ocupará el lugar que se le designa: por anticipación, provee a este último del rol de sujeto
del grupo que proyecta sobre él.
89
OM
El discurso del conjunto le ofrece al sujeto una certeza acerca del origen, necesaria para
que la dimensión histórica sea retroactivamente proyectable sobre su pasado, cuya
referencia no permitirá ya que el saber materno o paterno sea su garante exhaustivo y
suficiente. El acceso a una historicidad es un factor esencial en el proceso
identificatorio, es indispensable para que el Yo alcance el umbral de autonomía exigido
por su funcionamiento. La calidad y la intensidad de la catectización presente en el contrato
.C
que une a la pareja parental con el conjunto, al igual que la particularidad de las referencias
y emblemas que privilegiará en ese registro, intervendrán de dos modos diferentes en el
espacio al que el Yo del niño debe advenir.
DD
Mientras nos mantenemos dentro de ciertos límites, las variaciones de la relación pareja-
medio desempeñarán un papel secundario en el destino del sujeto, que en un segundo
momento podrá establecer con estos modelos una relación autónoma, directamente
marcada por su propia evolución psíquica, sus particularidades y la singularidad de las
defensas puestas en juego. No ocurre lo mismo cuando estos límites no son respetados,
sea porque la pareja rechaza las cláusulas esenciales del contrato, sea porque el conjunto
LA
a comprometerse en este contrato; descatectización que por sí sola marca una grave falla
en su estructura psíquica y revela un núcleo psicótico más o menos compensado. El riesgo
que corre en tal caso el sujeto es verse imposibilitado de encontrar fuera de la familia un
soporte que le allane el camino hacia la obtención de la parte de autonomía necesaria para
las funciones del Yo. Esto no es causa de la psicosis, pero si, sin duda, un factor inductor,
a menudo presente en la familia del esquizofrénico.
2. Igualmente importante, pero más difícil de delimitar, es la situación originada en una
ruptura del contrato de la que el conjunto -y por ende la realidad social- es el primer
responsable. Rechazamos las diversas concepciones sociogenéticas de la psicosis,
pero creemos en el papel esencial que desempeña lo que llamamos realidad histórica. En
esta realidad damos tanto peso a los acontecimientos que pueden afectar al cuerpo, a los
que efectivamente se produjeron en la vida de la pareja durante la infancia del sujeto, al
discurso proferido en dirección al niño, como a la posición de excluido, de explotado, de
víctima que la sociedad ha impuesto eventualmente a la pareja o al niño.
90
OM
una mismidad de lo experimentado que anclará al Yo a una imagen de sí a la que
podríamos calificar como fenecida más que como pasada.
El saber del Yo sobre el Yo tiene, como condición y como meta asegurar al Yo un saber
sobre el Yo futuro y sobre el futuro del Yo. Esta imágen de un Yo futuro se caracteriza por la
renuncia a los atributos de la certeza. Solo puede representar aquello que el Yo espera
devenir: esta esperanza no puede faltar a ningún sujeto e incluso debe poder designar su
.C
objeto en una imagen identificatoria valorizada por el sujeto y por el conjunto o por el
subconjunto, cuyos modelos él privilegia. La posibilidad del Yo de catectizar emblemas
identificatorios que dependen del discurso del conjunto y no ya del discurso de un único otro
DD
es coextensa con la modificación de la problemática identificatoria y de la economía libidinal
después de la declinación del Complejo de Edipo. A partir de este momento, nuevas
referencias modelarán la imagen a la que el Yo espera adecuarse. Esta imagen se
constituye en dos tiempos. Ella surge a partir del momento en que el niño puede enunciar
un: “cuando sea grande, yo…” primera formulación de un proyecto que manifiesta el acceso
del niño a la conjugación de un tiempo futuro. Mientras nos mantenemos en el período que
LA
cada vez que se plantea el interrogante acerca de quién es Yo, interrogante que nunca
desaparecerá, que acompaña al hombre a lo largo de toda su vida y que no puede tropezar,
salvo en momentos aislados, con la ausencia de una respuesta sin que el Yo se disuelva en
la angustia. El proyecto es construcción de una imagen ideal que el Yo se propone a sí
mismo, imagen que en un espejo futuro podría aparecer como reflejo del que mira. Esta
imagen o este ideal se relaciona sobre todo con lo dicho.
En la fase que precede a la disolución del complejo de Edipo, el Yo espera llegar a ser
aquel que podrá responder nuevamente al deseo materno: renunciará a tal o cuál
satisfacción pulsional gracias a su creencia en un futuro que lo indemnizará ampliamente o,
a la inversa, ofrecerá a la madre este ideal, conforme a su discurso, a cambio de una
gratificación obtenida en el presente. La prohibición de gozar de la madre se refiere tanto al
presente como al pasado y al futuro. Es menester renunciar a la creencia de haber sido, de
ser o de poder llegar a ser el objeto de su deseo.
91
OM
para que ambos coincidan. Esta X debe faltar siempre: representa la asunción de la
prueba de castración en el registro identificatorio y recuerda lo que esta prueba deja
intacto: la esperanza narcisista de un autoencuentro, permanentemente diferido, entre el Yo
y su ideal que permitirá el cese de toda búsqueda.
La angustia de castración, a la que nadie puede escapar, no es otra cosa que la angustia
que domina al sujeto a partir del momento en que descubre que el Yo solo puede existir
.C
apoyándose en los bienes que catectiza y que, en parte, depende de la imagen que le
devuelve la mirada del Otro, que la satisfacción de su deseo implica que el deseo del Otro
acepte seguir siendo deseándolo, mientras que al mismo tiempo, descubre que nada le
DD
garantiza la permanencia del deseo ni de la vida del Otro, ni la permanencia de su saber
acerca de la identificación y de su creencia en su ideología.
La confrontación del niño con el discurso del padre y con el discurso del conjunto, en la que
una instancia que no es el padre puede desempeñar el papel de mediador, le revela que lo
que él pensaba acerca de su relación con la madre era ficticio. La castración puede
definirse como el descubrimiento en el registro identificatorio de que nunca se ha ocupado
LA
el lugar considerado como propio y de que, por el contrario, se suponía que uno ocupaba un
lugar en el que no se podía aún ser. La angustia surge al descubrir el riesgo que implica
saber que uno no se encuentra, ante la mirada de los demás, en el lugar que cree ocupar.
Las referencias que le aseguran al Yo su saber identificatorio pueden chocar siempre con
una ausencia, un duelo, una negativa, una mentira, que obliguen al sujeto al doloroso
FI
92
OM
de los enunciados pasados, que no son nada más que la historia a través de la cual se
construye como relato.
Podemos decir que el Yo está constituido por una historia, representada por el conjunto de
los enunciados identificatorios de los que guarda recuerdo, por los enunciados que
manifiestan en su presente su relación con el proyecto identificatorio y, finalmente, por el
conjunto de los enunciados en relación con los cuales ejerce su acción represora para que
.C
se mantenga fuera de su campo, fuera de su memoria, fuera de su saber. Permanece
inconsciente para el Yo, y es ello lo que representa al Yo inconsciente, la acción represora
que ejerce y que conduce a reprimir una parte de su historia, es decir, los enunciados que
DD
han llegado a ser contradictorios con un relato que reconstruye constantemente y todo
enunciado que exigiría una posición libidinal que él rechaza o que declara prohibida.
La función que hemos atribuído al proyecto como vía de acceso a la categoría del futuro
tiene como corolario la acción que él ejerce para constituir un tiempo pasado compatible con
la catectización de un devenir. Por ello pudimos decir que la entrada en escena el Yo es
coextensa con la entrada en escena de la categoría del tiempo y de la historia. A su
LA
vez, estas dos categorías sólo pueden llegar a ser parte integrante del funcionamiento del
Yo gracias a un proyecto que les dé un estatuto en el campo psíquico. Proyecto
identificatorio que es, inevitablemente, un proyecto temporal.
FI
Caso Daniel
Desde una perspectiva que considera al inconsciente como no existente desde los
comienzos de la vida, sino como un producto de cultura fundado en el interior de la
relación sexualizante con el semejante, y fundamentalmente, como producto de la
represión originaria que ofrece un topos definitivo a las representaciones inscriptas en los
primeros tiempos de dicha sexualización.
Cuando uno se encuentra con un trastorno muy precoz en la constitución psíquica, esta
constitución, considerada en tanto real, y no como mítica, concebida como “tiempos de
fundación del inconsciente” debe ser exhaustivamente revisada.
93
Un bebé de cinco semanas que, al decir de los padres “no dormía nada”. Despierto casi
veinte de las veinticuatro horas del día. No estamos ya en esos tiempos en lo cuales un
analista se hubiera sentido inclinado a “interpretarle” al bebé la fantasía inconsciente. La
estrategia de abordaje terapéutico dependía del modo en que se conciba el
funcionamiento psíquico precoz.
En primer lugar se trataba de definir el tipo de trastorno ante el cual nos encontrábamos. La
definición misma de trastorno se inscribe en una propuesta que he desarrollado hace ya
algunos años, en la cual diferencio, siguiendo para ello la perspectiva freudiana, entre
síntoma, en tanto formación del inconsciente, producto transaccional entre los sistemas
OM
psíquicos efecto de una inlograda satisfacción pulsional, y algo de otro orden, algo que no
puede ser considerado como tal en sentido estricto, en la medida en que el funcionamiento
pleno del comercio entre los sistemas psíquicos no está operando -sea por su no
constitución, como en el caso que veremos, sea por su fracaso, parcial o total-.
¿Desde qué perspectiva puede un trastorno del sueño generado en los primeros meses de
vida ser abordado como algo “de origen psíquico”? El problema de definir a qué tipo de
.C
orden psíquico responden estas inscripciones precoces que no son, desde el punto de vista
metapsicológico, inconscientes en sentido estricto -dado que para que haya inconsciente es
necesario que el clivaje psíquico se haya producido, no pudiendo el inconsciente ser
DD
concebido sino como el efecto de la diferenciación de ese otro sistema que constituye el
preconsciente-consciente, regido por una legalidad que es la del proceso primario y
sostenido, en el interior del aparato psíquico, por la represión.
Mi preocupación consiste ahora en abordar el modo de instalación del autoerotismo y de la
circulación de la economía libidinal antes de que esto se estructure. Se trataría en realidad
de formular para los primeros tiempos de vida, tiempos en los cuales ya las
LA
inscripciones sexualizantes que dan origen a la pulsión se han instaurado, pero cuya
fijación al inconsciente aún no se ha producido porque la represión no opera.
podía ayudar a encontrar una vía de resolución para el trastorno del sueño, pero lo que más
me preocupaba era cómo evitar que aquello que daba origen a una perturbación de este
tipo derivara, a posteriori, en una evolución patológica de consecuencias severas para un
sujeto en estructuración que tan precozmente se veía afectado.
La impresión general que esta joven pareja me transmitía era de profundo desconcierto.
Decían “no poder acertar” acerca de lo que el niño requería. La madre relató las terribles
sensaciones que había sufrido en el postparto. Había llorado largamente sin tener muy claro
qué sentía, con una mezcla de tristeza y furor que se la hacía incomprensible. El bebé
comía de forma desesperada, se abalanzaba sobre el pecho y aún habiendo terminado de
alimentarse, no se lo veía reposar ni tranquilizarse. No había realmente ni un solo instante
de placer. Suponiendo que había algo que imposibilitaba un buen encuentro entre ella y su
hijo, le pedí que acudiese a la próxima consulta con su hijo.
Lo primero que noté era que sostenía al bebé con cierta dificultad; la cabecita no encajaba
correctamente en el hueco del brazo, las manitas no encontraban una posición que le
permitiera ubicarse cómodamente alrededor del pecho. No había un brazo que rodeara el
cuerpito, la mano no estaba libre para acomodarlo, eventualmente acariciarlo. Me contó que
no podía agarrarlo bien, “no sabía qué quería él”. Le pregunté si pensaba que él podía
94
OM
Cuando terminó de comer, la mamá lo cambió. Dani se dejó cambiar sin problemas; la
sorpresa de la madre era enorme. En ese momento le propuse incluir el chupete. Había un
remanente excitatorio que no cedía, y sostuve la necesidad de ofrecerle algo que no fuera
alimenticio para evacuarlo. El chupete es un antecesor importante del objeto transicional. A
diferencia del dedo, no constituye una parte del propio cuerpo, siempre a disposición del
niño. En tal medida, siendo un objeto autoerótico, se abre, a la vez, sobre el horizonte de los
.C
objetos perdibles y reencontrables, siendo otorgado por el otro humano, al igual que el
pecho, puede ser considerado un precursor de lo objetal sobre cuyo horizonte se instala.
La hostilidad hacia su madre le hacía temer ser odiada por su hijo, al cual sentía que “no
podía satisfacer”. Su rigidización era efecto de un monto de contrainvestimiento masivo
DD
que le imposibilitaba reconocer la ambivalencia, en riesgo de devenir odio expulsivo en
cualquier momento, y paralizaba su capacidad de ternura al encontrarse inhibida de
sostener con tranquilidad a su bebé.
A medida que hablábamos, la torpeza de la jóven madre disminuía, era como si se pudiera
ir apropiando de su hijo. Para la tercera sesión, el niño se dejaba cambiar ya sin problemas,
LA
pasaba algunas horas durmiendo y algunos momentos despierto pero sin llorar. Le dije
“usted pudo agarrarlo” y ella me contestó “Sí, pero también creo que pude soltarlo”, es decir,
reconocerlo como otro, como un alguien a quien no podía satisfacer omnipotentemente y,
a partir de ello, soportar mejor sus tensiones. El padre, por su parte, no soportaba el llanto
del niño, le impedía a ella intentar aliviarlo si no lo lograba de inmediato, quitándole al niño
FI
de los brazos e intentando una cantidad de maniobras que dejaban a Dani más excitado
que antes. Él, identificado con su propio hijo -en tanto hijo de una madre posesiva y
narcisista- obstaculizaba la posibilidad de que su esposa pudiera ejercer la función de
madre, temeroso de que operara en el niño la misma violencia y produjera el mismo
95
OM
Aquello que Piera Aulagnier llamó violencia primara, en tanto función instituyente de la
subjetividad.
Con el correr de las sesiones, por primera vez esta madre atribuía pensamiento a su hijo, lo
imaginaba como a un ser pensante, un homúnculo al cual suponemos poseedor de los
mismos atributos de nuestro psiquismo. Por fin ese transitivismo que permite, como decía
Freud, al modo del primitivo, atribuir una conciencia como la nuestra a un otro. Esta
.C
capacidad, esta potencialidad estructurante, era lo que daría algún día a su hijo la
posibilidad de sentirse humano, de establecerse en el interior de su propia piel. Era
necesaria una madre que insuflara amor en su aliento para que el cachorro humano
deviniera realmente humanizado, con “conciencia de sí” y posibilidad de mitificarse a sí
DD
mismo.
cual se analiza la relación entre procesos primarios y sueños, de discernir las condiciones
que permiten tanto el dormir como el soñar. Concluye que la condición del dormir es el
descenso de la carga endógena en el núcleo psíquico, que vuelve superflua la función
secundaria. En el dormir, el individuo se encuentra en el estado ideal de la inercia.
Que el principio de inercia, principio de la tendencia a la descarga a cero de la cantidad sea
FI
96
OM
biológico. La aparición de un “apremio de la vida”, estímulos corporales, endógenos al
organismo pero exógenos al sistema neuronal o aparato del alma, ingresan al psiquismo en
estructuración. El principio de inercia, tendencia a la descarga cero, es perturbado a partir
de algo que tiene que ver con las transformaciones mediante las cuales este incipiente
aparato queda librado a inscripciones que son efecto de la impulsión del semejante;
“vivencia de satisfacción” en la cual el otro, o restos desgajados de la sexualidad del otro,
.C
están, necesariamente, inscritos.
El todo constituye entonces una vivencia de satisfacción, que tiene las más hondas
consecuencias para el desarrollo de las funciones del individuo. Lo que se inscribe no es la
DD
disminución de la tensión de la necesidad, sino la experiencia en la cual el objeto ofrecido
por el otro humano es inscrito. A partir de esta vivencia de satisfacción se generan
entonces conecciones entre imágenes-recuerdo, que serán activadas a partir del
reafloramiento del estado de esfuerzo: de deseo. La acumulación de excitación es
percibida como displacer, y pone en actividad al aparato a fin de producir de nuevo el
resultado de la satisfacción. A unas corriente de esa índole producida dentro del aparato
LA
psíquico, que arranca del displacer y apunta al placer la llamamos deseo. El deseo nos es
propuesto como un movimiento ligador a un conglomerado representacional, en el momento
en el cual el displacer que es producto de la excitación emerja. Se trata de un movimiento
que tiende, mediante un trabajo, a ligar la energía sobrante a una representación o
conjunto de representaciones.
FI
los movimientos por los cuales el semejante materno instala cierta representaciones. La
vivencia de satisfacción no se constituye por la mera aportación de elementos
nutricios, sino por el hecho de que ese elemento nutricio es introducido por el otro
humano. Por otro humano sexuado, provisto de inconsciente y cuyos actos no se reducen a
lo autoconservativo.
El hecho de que haya energía somática que deviene energía psíquica -en principio
sexual- es efecto de la intervención de un conmutador no existente en el organismo como
tal, sino en el encuentro con el objeto sexual ofrecido por el otro. El conmutador está en el
movimiento que lleva a que, a la búsqueda de lo nutricio, el bebé se encuentre con el pecho
-objeto sexual de inicio en la medida en que es ofrecido por el otro humano provisto de
inconsciente-. Es este objeto, en principio, el que inunda de una energía no cualificada
propiciando, en el real viviente, un traumatismo, en el sentido extenso de término, dado
que efracciona algo del orden somático por las líneas de lo sexual. Sólo concibiendo a la
97
OM
Es necesario entonces hablar aquí de la represión originaria. Porque es de un solo
movimiento que esta cliva del psiquismo un inconsciente primordial que deviene por eso
mismo un ello, y que constituye los primeros objetos-fuentes, fuentes de pulsión.
Concebimos la represión originaria como en dos tiempos, al menos. El primer tiempo,
pasivo, es como la implantación, la primera inscripción de los significantes enigmáticos,
sin que estos sean aún reprimidos. El segundo tiempo está ligado a una reactualización y
.C
a una reactivación de estos significantes, a partir de allí atacantes-internos y que el niño
debe intentar ligar. Es la tentativa por ligar, por simbolizar significantes peligrosos y
traumatizantes lo que desemboca en lo que Freud llama la teorización del niño (las teorías
DD
sexuales infantiles) y en el fracaso parcial de esta simbolización o de esta teorización, o
sea, en la represión de un resto indomeñable, incercable. Son estas representaciones de
cosa, devenidas representaciones-cosa, las que toman un estatuto aislado, fuera de la
comunicación y fuera de la significancia, en eso que se llama el ello.
La pulsión es el impacto sobre el individuo y sobre el yo de la estimulación constante
ejercida, desde el interior, por las representaciones-cosa reprimidas, que podemos
LA
designar como objetos-fuente de pulsión. A partir del momento mismo en que hay
inscripción y aún antes de que la represión fije la pulsión al inconsciente, su operancia
atacante propicia movimientos compulsivos, evacuativos, necesariamente fallidos en razón
de que su energía es inevacuable -dado que su carácter no es ya somático y no puede
resolver sus tensiones mediante el objeto autoconservativo. Antes de que se instituya la
FI
98
OM
ligazón de la cantidad que ingresa.Será la representación totalizante que adquiere el
bebé en el interior de los sistemas del narcisismo yoico materno lo que permitirá que la
pulsión, intrusiva, atacante, encuentre de inicio formas de ligazón por vías colaterales. La
red que a partir de ello se sostenga posibilitará, del lado del incipiente sujeto, un sistema
de ligazones que permita luego la constitución del yo. Sistema de ligazones que
posteriormente, cuando se instale la represión originaria, ofrecerá el entramado de base.
.C
Defensas precoces se constituyen en esta etapa. “Atracción de deseo primaria”: tendencia a
la reanimación de la huella de la vivencia de satisfacción y tendencia a un apartamiento de
la huella mnémica hostil. No hay, sin embargo, tópica en la cual establecer los procesos
DD
clásicos de la represión: no hay sistemas en pugna ni contrainvestimientos capaces de fijar
en su lugar la huella mnémica del objeto hostil. No hay diferenciación sistémica, sino modos
de disociación capaces de ser ejercidos en el interior del mismo sistema. Modos de
funcionamiento, en nuestra opinión, anteriores a la represión originaria, pero cuya
persistencia coexiste en ciertos procesos patológicos con mecanismos neuróticos efecto de
la represión.
LA
Tenemos aquí la función inhibidora del investimiento colateral, con la indicación de que este
es condición de la ligazón. Ello constituye el prerrequisito sobre el cual el yo se asentará.
del semejante materno, pero, al mismo tiempo, comienzo a trabajar las premisas de su
constitución a partir de los modos de inscripción y ligazón que dan el entramado de base
para que la identificación no caiga en el vacío. El famoso “acto único” que propicia el pasaje
del autoerotismo al narcisismo, no puede ser concebido sino como momento de salto
99
OM
materno, concebido este en su diferenciación del autoerotismo, no como “anobjetal” sino
objetalizándose en una comunicación trasvasante capaz de hacer ingresa al bebé en el
horizonte saturante de la castración.
El yo no se constituye en el vacío, sino sobre la base de las ligazones previas entre
sistemas de representaciones preexistentes; y estas ligazones consisten, de inicio, en
investiduras colaterales, conjunto de maniobras amorosas que acompañan los cuidados
.C
primarios con los cuales la madre efracciona en el real viviente las zonas erógenas
primarias, oral y anal. En los comienzos de la vida este yo que produce inhibiciones y
propicia ligazones del decurso excitatorio no está en el incipiente sujeto sino en el
semejante humano, y sólo desde esta perspectiva es que se puede hablar de un “yo auxiliar
DD
materno”, el cual no provee sólo los recursos para la vida sino que inscribe, de inicio, estos
recursos en su potencialidad de “pulsión de vida”, es decir, de ordenamiento ligador
propiciatorio de una articulación de la tendencia regulada a la descarga.
Para pensar en las fallas de esta instalación de los prerrequisitos estructurantes desde
la función materna, imaginemos a una madre en la cual fallan las constelaciones
narcisísticas en los tiempos de ejercer los cuidados primordiales con su bebé. Esta madre
realiza, de todos modo, las funciones sexualizantes primarias que permiten la instalación
de la pulsión. Del lado de lo sexual no ligado, de la intrusión erógena deseante, se
FI
propician los investimientos que permiten la constitución de una zona excitante; zona
erógena apuntalada en un objeto sexual pero que no es, sin embargo, objeto de amor.
Su mirada, sea centrada “autoeróticamente” en la relación entre la boca y el pezón, sea
ausente, no verá el resto del cuerpo del bebé, no verá la totalidad sobre la cual se instalará
100
OM
Hay que afinar los órdenes de paradigmas que nos permitan operar desde una perspectiva
psicoanalítica cuando el inconsciente aún no se ha constituido.
.C
disparidad: adulto sexuado, provisto de representaciones deseantes inconscientes,
parasitando al cachorro tanto con sus representaciones como con el soporte económico
(libidinal) por medio del cual ella se transmiten. Un externo-interno destinado al aprés-coup
DD
y cuya activación se independizará del objeto originario cortando los nexos con el exterior y
produciendo un efecto de formación endógena.
No es entonces el principio del cero el que está en juego, sino algo que da cuenta de que
aquello imposibilitado de ligarse, también lo está de descargarse, y esto se constituye
como modalidad general del funcionamiento psíquico: fijación de los modos de descarga
que llevan a una compulsión a la repetición traumática; a ello queda sometido el aparato
LA
incipiente.
Desde el punto de vista de los mensajes descualificados que envía la madre al niño en los
orígenes de la vida, el soporte material es de orden libidinal. Al niño le son propuestos
mensajes cuya significación no es posible recuperar ya que escapan al emisor mismo
-en la medida en que son efecto del inconsciente-, y cuyo soporte material es del orden de
FI
la economía sexual, es decir, energético, es indudable que la única vía posible para ligar
aquello descualificado que recibe no radica, entonces, en encontrar el sentido a partir del
semejante, sino en encontrar las vías de ligazón de lo traumático que insiste.
En los orígenes del psiquismo, dos movimientos: aquel que funda la pulsión bajo el modo de
101
OM
fundado por la represión, que se nos plantea la cuestión de recuperar los movimientos
fundantes de uno y otro -de las inscripciones primeras que dar origen al inconsciente, y de
su fijación definitiva al inconsciente definido como sistema por la represión.
El holding winicottiano puede ser entendido, entonces y a partir de los desarrollo que hemos
ofrecido en páginas anteriores, como aquella capacidad representacional de la madre que
ofrece vías de ligazón colateral para que la facilitación que lleva a instalar la alucinación
.C
primitiva -alucinación del indicio, no de satisfacción de necesidades- no deje al niño librado
a la pulsión de muerte, en esa compulsión de repetición que hemos definido como más acá
del principio de placer. Esta madre que Winnicott define como capaz de genera las
DD
condiciones de ilusión-desilusión o puede ser concebida sino como inscribiéndose en un
orden que la pauta y la determina, madre que atraviesa con su amor al lactante, pero que ya
ha sido atravesada por la castración, en la medida en que es capaz de rehusarse al
colmamiento ilimitado.
LA
Aulagnier Capítulo VIII “El derecho al secreto. Condición para poder pensar” En El
sentido perdido
La orden de decir todo lo que se piensa implicaría para el sujeto al que se la impusiera un
estado de absoluta esclavitud, lo transformaría en un robot hablante. Uno de los medios que
definitivamente pueden hacer del hombre un robot hablante consiste en tornar, sino
imposible, al menos sin objeto y sin placer, todo pensamiento secreto. Tiene como
presupuesto la sustitución por una simple actividad de repetición y de memorización
automática lo que era actividad de pensar y creación de ideas.
Preservarse el derecho y la posibilidad de crear pensamientos y más simplemente, de
pensar, exige arrogarse el de elegir los pensamientos que uno comunica y aquellos que uno
mantiene secretos: esta es una condición vital para el funcionamiento del Yo.
Si no se concediera el derecho de pensar representaciones fantasmáticas, el Yo se vería
forzado a gastar la mayor parte de su energía en la represión fuera de su espacio de esos
102
OM
pensar ese cuerpo y sus experiencias que se hallaba presente en una primera etapa de la
actividad psíquica y de la que, salvo algún momento particular, sólo quedan vestigios.
Cuando hablamos de fantasmas conscientes nos referimos a una construcción ideica a la
cual el Yo mismo da el status de fantasma.
El sujeto tiene derecho a un pensamiento autónomo. La mayoría de las veces, la
neurosis permite al sujeto preservar su derecho a mantener pensamientos secretos,
.C
derecho que ni siquiera piensa tener que discutir en tanto que cobra para él la forma de lo
natural, de lo garantizado a priori, de un bien que no presenta problemas y jamás se halla
en peligro.
DD
A partir lo que la psicosis nos enseña podemos esperar comprender las condiciones y
presupuestos que permitieron al pensamiento y al discurso de los otros escapar de ella.
Mientras nos acantonemos fuera del campo de la psicosis, amenazan quedar en la sombra
las condiciones necesarias para un funcionamiento no psicótico de la actividad de pensar y,
por lo tanto, del Yo. Hay que saber escuchar a aquellos para los cuales tales condiciones
jamás formaron parte de un derecho adquirido, y menos aún natural, para advertir la
LA
fantasma a un pensamiento. Debe poder preservarse un placer de pensar que no tiene más
razón que el puro placer de crear es pensamiento: su comunicación eventual y el
suplemento de placer que de ello puede resultar deben resultar facultativos.
Al lado del deseo y del placer ligados a la comunicación de los propios pensamientos, al
lado del placer solitario que resulta del fantasma erótico debe ser preservado un placer
vinculado a la presencia de pensamientos secretos. Si es cierto que poder comunicar
los pensamientos, desear hacerlo, esperar una respuesta a ellos forman parte del
funcionamiento psíquico y constituyen sus condiciones vitales, también es cierto que
paralelamente debe coexistir la posibilidad, para el sujeto, de crear pensamientos cuyo
único fin sea aportar, al Yo que los piensa, la prueba de la autonomía del espacio que
habita y de la autonomía de una función pensante que es el único en poder asegurar: de
allí el placer sentido por el Yo al pensarlos.
103
OM
parental a su pregunta sobre el origen. A nuestro parecer, el descubrimiento de tal mentira
conduce al niño a un segundo descubrimiento, fundamental para su estructuración: la
propia posibilidad de mentir, es decir, la posibilidad de esconder al Otro y a los otros una
parte de sus pensamientos, la de pensar lo que el Otro no sabe que uno piensa y lo que no
querría que uno pensara.
Enunciar una mentira es enunciar un pensamiento del que uno sabe que es la negación de
.C
otro mantenido en secreto. Descubrirse capaz de mentir, descubrir que el Otro puede creer
el enunciado mentiroso, es algo que asesta su primer golpe y también el más decisivo a la
creencia en la omnipotencia parental. El descubrimiento de que el discurso puede decir lo
DD
verdadero o lo falso es, para el niño, tan esencial como el descubrimiento de la diferencia
de sexos, de la mortalidad o de los límites del poder del deseo. Tal descubrimiento lo obliga
a hacer suya la prueba de la duda, que le impone reconocer que la palabra más amada,
más valorizada, y hasta la que se recibe con el placer más grande, puede revelar ser una
mentira.
El Yo, ante la adquisición del lenguaje y ante sus primeras construcciones ideicas, descubre
LA
los límites que en ese registro es capaz de oponer a la fuerza de efracción del deseo
materno. En una fase en que su vida aún permanece dependiente de los cuidados del
exterior, y en primer lugar de la madre, en una fase en que el mundo que lo rodea comienza
a devolverle la imagen de su dependencia afectiva, la prueba de lo irrisorio de su poder y de
los límites que por todas partes cercan su deseo, el niño se da cuenta de que sin embargo
FI
está en su poder crear “objetos” -pensamientos- que sólo él puede conocer y sobre los
cuales logra negar al Otro todo derecho de fiscalización. El investimiento y la instalación de
una imagen unificada y singular del cuerpo propio tienen como presupuesto el
reconocimiento de la autonomía y de la unidad del lugar y de la función psíquicas en los
cuales y gracias a los cuales pueden pensarse la unificación y la autonomía, tanto del
cuerpo como del Yo. No puede existir una imagen unificada del cuerpo, ni una imagen que
lo represente como espacio separado y diferente del cuerpo del otro ni como hábitat
autónomo, si esos cuatro atributos (unificación, separación, autonomía, diferencia) no son
reconocidos como parte integrante de la instancia psíquica que forja lo que llamaremos
“cuerpo pensado”.
Lo que denominamos autonomía o libertad del pensamiento de hecho representa, para el
Yo, la única condición que puede motivar y justificar el investimiento narcisístico tanto del
trabajo de puesta-en-sentido que le incumbe como de las producciones que de él resultan.
El pensamiento es investido, ante todo, en cuanto creación que uno debe a sí mismo; nada
cambia en esto el hecho de que se trate de un pensamiento de otro. Obligar a un sujeto a
no pensar más que pensamientos impuestos, haría imposible todo placer para la
instancia pensante (el Yo).
104
OM
resultado de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del
niño la inevitable contradicción del deseo materno a su respecto. Contradicción que unas
veces le hace favorecer el alejamiento, la independencia que el niño demanda, y otras tratar
de retardar ese momento. Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que
verificarlo: tales son las exigencias que el Yo no puede esquivar. Pero aún es preciso que
no se le impida encontrar momentos en los cuales puede gozar de un puro placer enlazado
.C
a las presencia de un pensamiento que no tiene otra meta que reflejarse sobre sí mismo.
formas de psicosis. Se comprende que pensamiento y placer sean, para estos sujetos, dos
conceptos antinómicos y que elijan renunciar a vivir para no tener que pensar más que
pensamientos que son fuente de sufrimiento. El placer que la actividad de pensar tiene
que procurar es para el Yo una necesidad y no un premio al que podría renunciar.
FI
105
OM
nuevamente en la formas de “¿Cómo se hace una persona?” y se repitió casi diariamente
en esta forma estereotipada. También preguntaba “¿Cómo crece la gente? ¿Cuanto tarde
en venir un nuevo día?”. Preguntó cómo sucedía en los perros, después me dijo que
recientemente él había espiado dentro de un huevo roto.
.C
Preguntó a su madre ¿Hay realmente un Dios?, a lo cual ella le respondió evasivamente
que nunca lo había visto y finalmente le respondió que Dios no existía. Luego su padre le
contestó que sí. Esta solución imprevista e improvisada de la cuestión de la deidad tuvo
DD
quizá la ventaja de que contribuyó a disminuir la excesiva autoridad de los padres y
debilitar la idea de su omnipotencia y omnisciencia. Este debilitamiento de la autoridad
podía posiblemente provocar cierta sensación de inseguridad en el niño, pero según creo
superó esto con bastante facilidad porque aún quedaba un grado suficiente de autoridad
para procurarle una sensación de apoyo.
Su desarrollo intelectual durante y desde este período se ha estimulado y ha cambiado
LA
tanto en intensidad, dirección y tipo de desarrollo. Distingo tres períodos hasta aquí en su
desarrollo mental: el período anterior a las preguntas sobre el nacimiento, el segundo
período comenzando con estas preguntas y finalizando con la elaboración de la idea de la
deidad, y el período tercero que acaba de comenzar.
FI
Tercer período
La necesidad de formular preguntas, que fue tan marcada en el segundo período, no
disminuyó, sino que tomó un camino algo diferente. A menudo vuelve al tema del
nacimiento, pero en una forma que demuestra que ya ha incorporado este conocimiento al
conjunto de sus pensamientos. Su interés por el origen de los niños y temas conectados
con esto es todavía intenso pero decididamente menos ardiente.
Comenzó un período de indagación sobre la existencia en general. Cómo crecen los
dientes, cómo se quedan los ojos adentro, cómo crecen los árboles, las flores, los bosques.
Además sobre la fabricación de los más variados artículos y materiales.
106
El sentido de la realidad
Con el comienzo del período de interrogaciones, su sentido práctico (que como ya señalé se
había desarrollado muy pobremente antes de las preguntas sobre el nacimiento) presentó
un gran adelanto. Aunque continuaba la lucha contra su tendencia a la represión pudo, con
dificultad pero vívidamente, reconocer varias ideas como irreales en contraste con las
OM
reales. Manifestaba la necesidad de examinarlo todo desde este aspecto. Sus esfuerzos por
investigar la realidad y evidencia de cosas adquiere un juicio independiente propio del que
puede extraer sus propias conclusiones.
Las certezas y realidades adquiridas en esta forma le sirvieron evidentemente como patrón
de comparación para nuevos fenómenos e ideas que requerían elaboración. Se dedicaba a
escrutar y registrar los que ya había adquirido, así como a la formación de ideas nuevas.
.C
Así, estas cosas “reales” habían adquirido para él un significado fundamental, que le
permitía distinguir todo lo visible de aquello falso, no real, que sucede sólo en los deseos y
fantasías.
El “principio de realidad” se había establecido en él. Había encontrado en las cosas
DD
tangibles la norma con que podía medir también las cosas vagas y dudosas que su anhelo
de verdad le hacía rechazar. Había ido un paso más allá en el camino que transforma la
presencia de lo que sólo es visto en la presencia de lo que es pensado. Tomó
principalmente la forma de revisión de adquisiciones anteriores y al mismo tiempo de
desarrollo de nuevas adquisiciones, o sea, que se elaboraron en forma de conocimientos.
LA
Sentimiento de omnipotencia
FI
Creo que la declinación de su sentimiento de omnipotencia que había sido tan evidente
algunos meses antes, estaba íntimamente asociada con el importante desarrollo de su
sentido de la realidad. En diferentes ocasiones demostró y demuestra conocimiento de las
limitaciones de sus propios poderes, del mismo modo que no exige ahora tanto de su
ambiente como antes. Todavía hay luchas entre su sentido de la realidad en desarrollo y su
sentimiento de omnipotencia profundamente enraizado, es decir, entre el principio de
realidad y el principio de placer, que llevan frecuentemente a formaciones de
compromiso.
Deseo
En general, dese y pide a menudo fervientemente y persistentemente cosas posibles e
imposibles, manifestando gran emoción y también impaciencia. Agrega siempre “Si puedo”
o “Lo que pueda”, en tanto que antes de ninguna manera demostraba estar influido por la
distinción entre posibilidad e imposibilidad cuando formulaba deseos o promesas.
Presenta una actitud ambivalente, que se explica por el hecho de que el niño se coloca en
el lugar del padre poderoso (que espera ocupara alguna vez), se identifica con él, y por otra
parte estaría dispuesto a dejar de lado el poder que restringe su yo.
107
OM
autoridad y el debilitamiento del sentimiento de omnipotencia.
.C
afecta, o sea, del retiro de energía instintiva con la que va parte de la sublimación, y de la
concurrente represión de asociaciones conectadas con los complejos reprimidos, con lo que
queda destruida la secuencia del pensamiento.
DD
Si hay oposición a la curiosidad natural y al impulso a indagar sobre lo desconocido y sobre
datos y fenómenos previamente supuestos, entonces también se reprimen las indagaciones
más profundas (en las que el niño teme inconscientemente que puede encontrarse con
cosas prohibidas o pecaminosas). Se establece así un rechazo por la investigación
minuciosa en y por sí misma. En estos casos creo que el daño puede haber influido el
desarrollo del instinto de conocer, y de ahí también el desarrollo del sentido de la realidad,
LA
pensar por sí mismos, en oposición a las más altas autoridades, las cuestiones delicadas
que en parte son negadas y en parte prohibidas. El desarrollarse en oposición a todos no
significa menos dependencia que el sometimiento incondicional a la autoridad, la verdadera
independencia intelectual se desarrolla entre ambos extremos.
Es inevitable y necesario para el desarrollo cultural y la educación que haya mayor o menor
monto de represión. Una crianza fundada en conocimientos psicoanalíticos restringirá a un
mínimo este monto, sin embargo, y sabrá cómo evitar las consecuencias inhibitorias y
perjudiciales para el desarrollo mental.
El desarrollo completo del principio de realidad, hasta llegar al pensamiento científico,
depende estrechamente de que el niño se arriesgue pronto a realizar el ajuste que debe
hacer por sí mismo entre los principios de placer y realidad.
108
OM
y del desarrollo intelectual.
Existen factores que el análisis ha enseñado a considerar como graves perjuicios para la
mente del niño. Plantearemos como una necesidad incondicional que el niño, desde el
nacimiento, no comparta el dormitorio de sus padres, y evitaremos exigencias éticas
compulsivas para la criatura. Le permitiremos mayor período de conducta no inhibida y
natural, dejándole tomar conciencia de sus distintos impulsos instintivos, y de su placer en
.C
ellos. Nuestro objetivo será un desarrollo más lento que permita que sus instintos se
vuelvan en parte conscientes y junto con esto, sea posible sublimarlos. No rehusaremos la
expresión de su incipiente curiosidad sexual y satisfaremos paso a paso, incluso sin
DD
ocultarle nada. Sabremos cómo darle bastante afecto y sin embargo evitar un exceso
dañino.
Estas indicaciones educativas pueden ponerse en práctica y de ellas resultan evidentes
efectos positivos y un desarrollo mucho más libre en múltiples aspectos. La pregunta sigue
siendo ¿pueden esas medidas profilácticas impedir la aparición de neurosis y de desarrollos
perjudiciales del carácter? Incluso con esto a menudo sólo conseguimos una parte de lo que
LA
nos proponíamos. Aprendemos del análisis de neuróticos que sólo una parte de los
perjuicios causados por la represión puede atribuirse a un ambiente nocivo u otras
condiciones externa perjudiciales. Otra parte muy importante se debe a una actitud por
parte del niño, presente desde lo más tiernos años. El niño desarrolla frecuentemente, sobre
la base de la represión de una fuerte curiosidad sexual, un rechazo indomable a todo lo
FI
sexual que sólo un análisis minucioso puede luego superar. No siempre es posible descubrir
en qué medida las condiciones adversas y en qué medida la predisposición neurótica son
responsables del desarrollo de la neurosis. Se trata de cantidades variables,
indeterminables.
Sería entonces aconsejable prestar atención a los incipientes rasgos neuróticos de los
niños; pero si queremos detener y hacer desaparecer estos rasgos neuróticos, entonces se
convierte en una necesidad absoluta la intervención más temprana posible de la
observación analítica y ocasionalmente del análisis. Propongo la puesta en práctica de una
crianza con principios psicoanalíticos, el prerrequisito para la misma será que los
padres, niñeras y maestros estén ellos mismos analizados, lo cual probablemente seguirá
siendo durante mucho tiempo un piadoso deseo.
109
Parte de la pregunta sobre por qué la adolescencia se presenta como un tiempo propicio
dentro del recorrido identificatorio, para el pasaje de una potencialidad psicótica a una
psicosis manifiesta. Para responder a esto va a distinguir tres puntos:
1) Existe una relación de interacción entre la distribución de la libido objetal y la economía
OM
de la libido narcisista o identificatoria. Ambos términos son sinónimos.
En la neurosis la escena psíquica y la escena sintomática están ocupadas por el conflicto
identificatorio que confronta los dos je (el identificante y el identificado). Por eso el
neurótico puede formular su conflicto en términos que hablan de deseo de amor, de goce,
de prohibición, de castración.
En la psicosis la prohibición recae sobre toda postura de deseante que no ha sido
impuesta y legitimizada por el deseo y la decisión de una instancia exterior. Se prohíbe toda
.C
representación que el identificante se daría de sí mismo, desde la autonomía. En la psicosis
el conflicto identificatorio opone y desgarra los dos componentes del je (identificante e
identificado). Esto explica la dimensión dramática que pueden tomar los conflictos que se
DD
reactivan frecuentemente después de esta reorganización de las investiduras propias de la
adolescencia.
2) Existe un trabajo de historización de su tiempo pasado que realiza el “je”. El je es, en
cierto sentido, esta historia a través de la cual se da y nos da una versión (su versión)
sustituyéndose a un tiempo pasado. Pre-supuesto para la existencia del je: El hecho de que
LA
ser investido.
El momento en que el sujeto entra en la adolescencia, será aquel en que va a dar su forma
estabilizada, aunque modificable, al relato histórico de su tiempo y a lo vivido en su
infancia.
3) La importancia que le adjudica al telescopage o develamiento: situación, experiencia o
110
OM
identificatorias que el yo podría ocupar) es la consecuencia de la “grieta” que se constituyó
entre los dos componentes del je -identificante e identificado-. La irrupción de un momento
psicótico sella el encuentro del je con un suceso psíquico que le devela una catástrofe
identificatoria que ya tuvo lugar, fisura identificatoria que lo marcó desde el comienzo de
su recorrido identificatorio. El adolescente descubre que en su recorrido pasado nunca
había encontrado las condiciones que le hubiesen asegurado el carácter autónomo,
.C
inalienable, de una parte de sus referencias identificatorias en el registro de lo simbólico,
que le hubiesen garantizado su parte de libertad en la elección de sus objetos, sus metas y
sus deseos.
DD
El recorrido identificatorio debe estar siempre abierto, en un continuo movimiento de
modificación, pero el ordenamiento de las referencias simbólicas finaliza o debería
finalizar luego de la declinación de la vida infantil. La adolescencia debe ser la consolidación
de ese ordenamiento que la precede.
Las zonas siniestradas indican las posiciones identificatorias que podrían propiciar
una desestabilización. Remite a aquellos puntos que quedaron en blanco. Pueden señalar
LA
Ejemplo clínico
FI
111
OM
el ordenamiento del je exige que esta instancia reconozca y acepte un continuo movimiento
de modificación, por el contrario, el ordenamiento de las referencias simbólicas finaliza o
debería finalizar luego de la declinación de la vida infantil, en la época de la
adolescencia, consagrándose a la consolidación de ese ordenamiento que la precede.
En esta tarea de consolidación juega un papel esencial el campo social: la referencias y
los soportes que éste propone ayudan al sujeto a ir más allá de su dependencia de las
.C
elecciones emblemáticas privilegiadas por los padres, sin tener que entrar en conflicto
abierto y a veces insuperable con ellos.
Justo en el momento en que Georges más hubiese necesitado apoyarse en esos puntos de
DD
sostén ofrecidos por el campo social, éste lo enfrente a un cuestionamiento de sus certezas
y valores, entrando en contradicción con las concepciones familiares y sobre todo
incompatibles con la situación de no-conflicto que esperaba preservar junto con las
instancias parentales. El padre vive mayo del 68 como una revolución contra lo valores y le
afirma a George “haciendo tuya esta lucha, te haces cómplice de mi futura ruina, de la cual
no podré salir. No me quedará más que encarar el suicidio”. Acusación que bruscamente
LA
revela una dimensión de la relación padre-hijo que Georges había logrado dejar velada y
hace pedazos esa imagen de buen hijo que había tratado de preservar con referencia
identificatoria, evitando toda discusión con su padre. A esta primera vacilación de sus
referencias va a agregarse otra, en relación con su mejor amigo, con quien también
Georges consiguió evitar cualquier conflicto en sus relaciones. Este le advierte que si
FI
abandona las reuniones y deja a su grupo, no lo volverá a ver jamás y no lo reconocerá más
como uno de ellos. Segunda amenaza y segunda acusación leída en la mirada de alguien
que hasta ese momento le aseguraba la valorización de un identificado en el cual podía
reconocerse.
Una escena que lo enfrenta con su madre tendrá un efecto tal de tensión que culminará en
el desencadenamiento del episodio delirante. Una escena particularmente violenta. No
olvidemos que todo esto sucedió en el lapso de un mes. Hay una cierta repetición de las
“acusaciones” y tenemos derecho a pensar que la acusación materna condensa y revela
francamente las amenazas implícitamente presentes en aquellas que fueron pronunciadas
por el padre y por el amigo. El resultado de todo esto será la brusca caída de Georges en el
delirio. Después de esta escena sale de su casa, muy angustiado. Vuelve a su casa y se
despierta en la mitad de la noche, delirando.
En la escena con su madre, esta lo agarra de los hombros, lo sacude y le grita “estás loco
como tu tío, sos parecido a él, hice todo para que seas diferente, pero no sirvió para nada”.
Acusación tanto más traumatizante considerando que para Georges el término locura está
ligado a la imagen de su hermano mayor que es epiléptico.
112
OM
El medio ambiente psíquico, tanto como el propio espacio psíquico en el cual advino el
je de Georges, lo enfrentaron a lo largo de su proceso identificatorio con conflictos y con
escollos demasiado próximos. Dejaron secuelas que trató como zonas siniestradas, en las
cuales se prohíbe el acercamiento rodeandolas de sólidas barreras y de carteles de
señalización. Entre los factores complejos responsables de estos siniestros, dos tuvieron un
papel esencial: la epilepsia de su hermano y la actitud enigmática y “traumática” de su tío
.C
materno. Este le repetía en cada visita “no debes olvidar, hijo mío, de quién eres hijo”.
Siendo niño esta escena provocaba en él un estado cuya descripción hace pensar en algo
parecido al aniquilamiento. Durante la semana y de manera imprevista, volvía a escuchar
DD
las palabras de su tío tropezándose obstinadamente con el lado incomprensible y
angustiante de esa exhortación sentida por él como un mandato paradojal: si debía
acordarse de quién era hijo ¿era porque su padre no lo era? ¿quién era ese hombre que lo
llamaba hijo mío y al cual debía llamar padrino, y que era conjuntamente el hermano de la
madre y el hijo preferido de Dios?. Trató de pedir explicaciones a sus padres pero no tuvo
éxito. Los dos episodios delirantes sobrevenidos en el transcurso de su análisis se
LA
113
OM
trabajo de poner en memoria y de poner en historia gracias al cual, un tiempo pasado y,
como tal, definitivamente perdido, puede continuar existiendo psíquicamente en y por esta
autobiografía, obra de un Yo que sólo puede ser y devenir prosiguiéndola del principio al
fin de su existencia. Autobiografía no solamente jamás terminada, sino en la cual, incluso
los capítulos que se creían definitivamente acabados, pueden prestarse a modificaciones.
Pero si ese trabajo de construcción y reconstrucción permanente de un pasado nos es
.C
necesario para orientarnos e investir ese momento temporal inasible que definimos como
presente, es necesario aún que podamos hacer pie sobre un número mínimo de anclajes
estables de los cuales nuestra memoria nos garantice la permanencia y la fiabilidad. He
DD
aquí una condición para que el sujeto adquiera y guarde la certeza de que es el autor de su
historia y que las modificaciones que ella va a sufrir, no pondrán en peligro esa parte
permanente singular, para hacer coherente y que tenga sentido el relato que se escribe.
Es en el curso del tiempo de la infancia que el sujeto deberá seleccionar y apropiarse de
los elementos constituyentes de ese fondo de memoria gracias al cual podrá tejerse la tela
de fondo de sus composiciones biográficas. Tejido que puede solo asegurarle que lo
LA
que queda en nuestra memoria de ese pasado en el que se enraizan nuestro presente y el
devenir de ese presente.
Lo que importa, es la persistencia de ese nexo garante de la resonancia afectiva que deberá
establecerse entre el prototipo de la experiencia vivida y la que él vive. Este fondo de
memoria, como fuente viviente de la serie de encuentros que marcarán la vida del
sujeto, puede bastar para satisfacer dos exigencias indispensables para el
funcionamiento del Yo:
-Garantizarle en el registro de las identificaciones esos puntos de certidumbre que
asignan al sujeto un lugar en el sistema de parentezco y en el orden genealógico, y por
consiguiente temporal, inalienable y al amparo de todo cuestionamiento futuro sin importar
los sucesos, los encuentros y los conflictos que hallará.
-A segurar la disposición de un capital fantasmático que no debe formar parte de ninguna
“reserva” y al que debe poder recurrir porque es el único que puede aportar “la palabra apta
114
OM
Esta es una de las razones por las cuales el analista no puede contentarse con las
definiciones que la biología y la fisiología dan de la adolescencia. No porque lo que se
transforma en el cuerpo y en la sexualidad no tengan importancia, bien por el contrario. Sino
porque lo que allí se juega, se modifica, se da a ver a sí mismo y a los otros, acompaña un
movimiento temporal que confronta a la psiquis con esta serie de apres-coup cuyos efectos
va a imponerse cada vez, como una prueba de la diferencia que los separa de lo que han
.C
sido hasta entonces. No solamente habrá que aceptar esta diferencia de ser a ser, esta
auto-alteración difícil de asumir, sino mantener una ligazón entre ese presente y ese
pasado.
DD
Separaré el recorrido que sigue el adolescente en dos etapas:
-Una primera, durante la cual deberán seleccionarse, ser puestos al amparo del olvido, los
materiales necesarios para la constitución de ese “fondo de memoria” garante de la
permanencia identificatoria de lo que uno deviene y de lo que continuará deviniendo, y
por allí de la singularidad de su historia y de su deseo
-Una segunda que principia en el momento en que esa tarea ha podido, esencialmente, ser
LA
llevada a buen puerto y prepara la entrada a lo que se califica de edad adulta. La puesta en
lugar, a partir de ese pasado singular de los posibles relacionales accesibles a un sujeto
dado, del panorama de sus elecciones y de los límites que cada uno encontrará allí.
La primera etapa concierne esencialmente a la organización del espacio identificatorio y
la conquista de posiciones estables y seguras a partir de las cuales el sujeto podrá
FI
moverse sin riesgo de perderse. En la segunda, este trabajo de puesta en forma incide de
forma privilegiada sobre el espacio relacional y por consiguiente sobre la elección de los
objetos que podrán ser soportes del deseo y promesa de goce.
Lo recordado y lo recordable de la infancia son función del éxito o el fracaso del trabajo que
115
OM
hacia una posición identificatoria que no puede ocupar.
El tiempo de la infancia cubre el tiempo necesario para la organización y apropiación de los
materiales que permiten que un tiempo pasado devenga para el sujeto ese bien inalienable
que puede por sí mismo permitirle la aprehensión de su presente y la anticipación de un
futuro.
Mi hipótesis es que en el curso de las fases relacionales que recorre el niño, se van a
.C
anudar puntos señeros entre ciertas representaciones fantasmáticas, sus vivencias
afectivas y un rasgo específico del objeto y de la situación que las ha desencadenado.
Vivencia afectiva que se caracteriza por la intensidad de la participación somática que ha
DD
arrastrado. Estas representaciones que toman prestado sus materiales de las imágenes de
cosa corporales operan un fenómeno de cristalización y tendrán por ese hecho la función de
“representaciones conclusivas” cuya leyenda va a retroyectar el Yo sobre el total de
experiencias afectivas que las han precedido en el curso de una misma fase relacional.
Todo elemento que presenta un rasgo de similitud o de proximidad con el rasgo
sobresaliente de un objeto cuyo encuentro ha sido para el niño fuente de una
LA
elección de sus soportes de investidura, las parejas sexuales que le son accesibles.
Todos hallarán como huella de un tiempo de la infancia una forma de encuentro, un tipo de
situación, la obtención de un objetivo que representan lo que definimos en nosotros mismos
por los términos de alegría, de goce, de completud o a la inversa, de dolor, de horror, de
destrucción. Una forma de encuentro que no se repetirá jamás tal cual, pero que ejercerá
un poder de imantación para el deseo. Ningún sujeto tiene el poder de investir a cualquier
pareja sexual, ni a cualquier fin narcisista, ni a cualquier proyecto.
He desarrollado largamente la función que va a tener el discurso de la madre que puede
proveer al Yo la historia de ese bebé que ha precedido a su propia advenimiento sobre la
escena psíquica. Si la versión que la madre le propone es “suficientemente sensata”, el niño
podrá aceptar que para la escritura de ese primer capítulo permanece dependiente de la
memoria materna. Pero, una vez asumido ese préstamo obligado, será necesario que el Yo
pueda devenir ese “aprendiz historiador” que, antes de conquistar su autonomía, deberá
116
OM
posibles con las posiciones identificatorias que él ocupa sucesivamente en su marcha
identificatoria y en la puesta en lugar de los parámetros relacionales que resultan de ello. Lo
propio de la psicosis es desposeer al historiador de esa movilidad interpretativa. O
bien acepta quedar pinchado como una mariposa sobre una placa, en una posición que le
asegura la preservación de una relación de investidura exclusiva para un primer
objeto o su sustituto, o bien “se mueve” y será en esa forma relacional que corre el riesgo
.C
de desmoronarse, pues el segundo polo que la sostiene rechaza toda modificación. Todo
movimiento relacional comporta el riesgo de estallido de un conflicto que pone
efectivamente en peligro a esos pocos reparos identificatorios necesarios para que el
DD
sujeto pueda asegurarse su existencia.
El fin de la adolescencia puede a menudo significar la entrada en un episodio psicótico
cuya causa desencadenante a menudo se relaciona con un primer fracaso: fracaso en una
primera relación sexual, fracaso imprevisto en un examen, fracaso de una primera relación
sentimental. Un fracaso que, sin embargo, forma parte de la experiencia de muchos
jóvenes, ha venido a arruinar el aparente equilibrio en el que funcionaba el sujeto. La
LA
exterior de sí mismo y de las que descubre repentinamente, sea la fragilidad, sea el lado
excesivo del precio que exigen en cambio. Lo que se da como causa de la
descompensación es, en realidad, la consecuencia de este primer fracaso que ha hecho
imposible para el sujeto la investidura de su pasado en una forma que le permita investir
ese devenir que rechaza, por falta justamente de esa investidura preliminar.
Este movimiento de desinvestidura cuya dimensión relacional no se acompaña por ninguna
vuelta sobre sí mismo de la libido sustraída al objeto. Eso sólo se podrá hacer en el curso
de una segunda fase en la cual el apelar al delirio permitirá la reconstrucción de un
mundo y también de una neo-temporalidad.
Ha habido un tiempo de incubación que se sitúa al final de la adolescencia, durante el cual
el sujeto ha pasado semanas, a menudo meses, en ese estado de retraimiento y con una
actividad de pensamiento y de fantasmatización reducidos verdaderamente al mínimo. Es el
sujeto mismo quien parece prescribirse la reducción máxima de trabajo del aparato psíquico
pues no dispone de la energía libidinal necesaria para su investidura. Último recurso
contra una pulsión de muerte que tiene muchas oportunidades de alcanzar su objetivo
puesto que el Yo tiene grandes dificultades desde hace mucho tiempo para investir su
propio funcionamiento psíquico. La cualidad, la intensidad y la fuerza de investidura por el
117
OM
y también sobre los amores pasados, las rupturas, los goces y los duelos que han jalonado
nuestra vida; ¿qué hacemos sino guardar en la memoria ciertos sucesos, momentos,
emociones, que han balizado estas relaciones y que juntamos olvidando no solamente lo
que ha sucedido en los intervalos sino incluso la existencia de los intervalos? El total de la
construcción va a sufrir una modificación que el sujeto cree cada vez como definitiva,
mientras que su construcción continuará sin embargo plegándose a ese trabajo de
.C
reorganización permanente que operamos con respecto a nuestro pasado. La investidura de
esos elementos recordados y que deben permanecer recordables a fin de que el sujeto
pueda apelar a ellos cada vez que deba apoyarse en ese tiempo pasado para investir su
DD
tiempo presente, nos enfrenta siempre a elementos que conciernen a momentos, huellas,
de movimientos relacionales.
El origen de la historia del tiempo del Yo, coincide con el origen de la historia del deseo que
lo ha precedido y que lo ha hecho nacer y ser. La madre va a incluir también la historia de
ese tiempo que ha precedido la venida al mundo de ese nuevo ser y ese antes, como se
sabe, va a ser determinante para su versión de la historia, para los recuerdos que pueda o
LA
no guardar en su memoria.
Una condición necesaria para investir positivamente la memoria de su propio pasado
relacional es la investidura por el otro polo de la relación. Poder hacer sus cuentas con el
tiempo de la infancia y así aceptar su “declinación” exige, como se ha visto, que se puedan
investir los recuerdos que uno guarda de ella y también que ese recuerdo relacional, tal
FI
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OM
Palazzini. Capítulo 12 “Una foto color sepia. Organización y desorganización en la
tramitación adolescente”
.C
Sabemos que la adolescencia es portadora de un sentido transformador en tanto que su
tránsito aporta un caudal de potencialidad psíquica. La significación que adquiere aquí la
DD
noción de tiempo no es la de la cronología tradicional, sino le da carácter de oportunidad
para una tramitación psíquica que, si bien no nos equivocaríamos al decir que puede ser
prorrogable, en el campo de la salud es evidente su condición de ineludible.
El material clínico presentado refleja un contexto frecuente en el marco del trabajo con
adolescentes, cuyo motivo de consulta inicial está dentro del campo neurótico, pero el
desarrollo posterior se inclina hacia la descompensación de la organización psíquica
LA
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OM
capacidad de estudiar y la instalación de lazos de amistad, verdaderas investiduras del
encuentro con lo nuevo.
La impotencia de los padres para encontrar salidas se plasmaba en impotencia propia, sin
funcionamientos exogámicos, sin tabicamientos posibles en un grupo familiar en el que no
se distinguían las funciones parentales, sin ordenamiento, sin padres. En momentos de
mucha tensión Angelina llamaba a su novio, le contaba lo sucedido, lloraba y encontraba la
.C
calma como resultado de una experiencia de sostén, frecuente de hallar en la adolescencia
en los vínculos de tipo fusional. Modos de anestesiar la urgencia por la necesidad de otro
que, lejos de acercarse a la satisfacción de un deseo erótico, representaba una oportunidad
DD
de fusión para contener desvalimientos yoicos de larga data.
Organización en la acción
El aceleramiento de su vida, el tiempo lleno, el éxito sumado a las ausencias eran
expresiones claras de una organización del yo basada en la acción. Como corsé del self, el
acto exitoso aleja depresiones y ahuyenta vacíos. Analizarse era vivido como un riesgo de
LA
intento de suicidio, revela que su abuelo se había suicidado, dato que desconocía. Esto la
conmocionó “me descompuse, me dio pánico”. “No estoy bien, estoy asustada; siento que
no tengo ganas de vivir, yo no me quiero” “Empecé a sentir un odio que jamás había
sentido” “Ahora siento que yo no estoy … yo estoy vacía. Me agarra una angustia y lloro y
lloro. No puedo dormir, no siento nada; solo pienso que no tengo ganas de vivir, yo estoy
pero no estoy, solo pienso en que me quiero morir”.
La ideas suicidas fueron en aumento, el llanto y el temblor también, indicios de una
descompensación que no daba tiempo para el trabajo analítico como único dispositivo. Los
pensamientos culpógenos respecto de la pareja no alcanzaban a tener una organización
lograda en el campo neurótico. Todo estaba al borde. Sus movimientos sin control y su
capacidad defensiva quebrantada generaron la indicación de una interconsulta
psiquiátrica, dando como resultado la indicación de internación. En el transcurso de la
internación, Angelina intentó dañarse con fantasía de suicidio en tres ocasiones, dos de las
cuales tuvieron poca peligrosidad y una de mayor riesgo. La internación se extendió mucho
más de lo contemplado por los médicos. Al principio la medicación no producía una mejoría.
Tenía fuertes crisis de angustia diarias, con episodios en los que se lastimaba el pecho con
sus uñas para poder quitarse la angustia. Expresaba su sufrimiento de modo suplicante:
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trama de sostén, a los efectos de ayudarla a dejar la institución que, en su fantasía, se
había convertido en un segundo refugio, hecho a la medida de sus ansiedades pero carente
de sentido terapéutico si no se establecía un límite.
.C
pensarse a sí misma, en un contexto donde todo quedaba referenciado a situaciones de
muerte o enfermedad. Una familia sin separaciones, sin salidas exogámicas, llena de
pérdidas, se refleja en la organización yoica de Angelina en principio sostenida -a modo de
DD
falso self- en la adaptación, en la acción exitosa, en el despliegue intelectual, en la hiper-
responsabilidad, la religiosidad y cierto puritanismo que devela un deseo de ser
eternamente niña, sin acceso a la genitalidad, sin reconocimiento de la temporalidad.
También era una familia que guardaba un secreto, el del suicidio. Los intentos de repetición
constituyen manifestaciones de lo oculto a la vez que guardan la esperanza de inscribir una
representación que haga posible su elaboración.
LA
Tisseron (1992) nos habla de los clivajes en la prehistoria que condicionan la historia
personal de las generaciones venideras y señala la importancia de la vergüenza familiar
encubierta por el silencio. Angelina denuncia el suicidio como eslabón de una cadena
generacional que había sostenido un suceso de manera innombrable, impensable y por lo
tanto, inelaborable. El acto ya contiene una búsqueda de simbolización.
FI
Las dificultades para armar relaciones vinculares de distinto orden por fuera de la familia
creaban un cerco donde la vida transcurría en cierta artificialidad, sin distinción adentro-
afuera. Los movimientos de diferenciación y constitución de la privacidad propios de
la adolescencia estaban ausentes. Lo vincular estaba sustituido por movimientos
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el supuesto deseo de morir, pero claro, no quería morir. Angelina transmitía la sensación de
que todo se había desabrochado, sus afectos, sus personajes de ligadura libidinal. Nada
alcanzaba para sostener una caída con efecto dominó. La fragilidad de estas figuras que no
pudieron darle la posibilidad de constituirse lo suficientemente fortalecida, es decir, aparece
en un primer plano su tan temida fragilidad.
Tiempo después diría “Veo mi cumpleaños anterior como una foto en color sepia”, expresión
.C
que señalaba un avance del pensamiento simbólico, la imagen de la fotografía era metáfora
de un tiempo que había estado detenido, sin promover la inclusión de lo nuevo, un tiempo
desvitalizado, siendo posible que el color sepia aludiera a las generaciones precedentes y a
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sus dramas silenciados. La evolución de Angelina incluyó episodios de crisis de angustia
intensa en momentos de soledad o de rechazo amoroso.
Se fue aliviando el sufrimiento encarnado con creciente reubicación en su condición de
sujeto, de modo que la problemática fue tomando un matiz más neurótico. Construyó una
reflexión que le resultó un verdadero hallazgo: necesitaba llenar los vacíos con afectos y
proyectos.
LA
Creo que dentro de las pérdidas también son computables aquellos estados emocionales
que, habiendo sido necesarios, nunca se alcanzaron. ¿Qué destino tienen las carencias, lo
inexistente, lo no advenido? Son ausencias que se presentifican de alguna forma en algún
momento de la vida. Se alojan en agujeros de representación que no facilitan la
simbolización y por ende la enunciación discursiva, se guardan en sensaciones corporales
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-las pulsiones, la sexualidad infantil
-el descubrimientos de la diferencia de los sexos
-la constitución de las tópicas, la irreductibilidad del conflicto psíquico
-el narcisismo en su doble carácter: trófico y patológico
-la problemática identificatoria
-la historia de las elecciones de objeto, los traumas, las series complementarias, la realidad,
.C
y el contexto histórico social
simbolización inédito. Hay una “exigencia de trabajo” psíquica que implica esfuerzo,
energía y creación de algo nuevo. Si el adolescente puede reapropiarse de su historia
infantil estableciendo nuevas alianzas con su cuerpo, con la realidad, con su mundo
relacional y con las distintas instancias psíquicas, habrá transformación y creación subjetiva.
Es un proceso histórico singular y no una etapa predeterminada. Los cambios corporales,
los duelos y las exigencias socioculturales pueden producir efectos estructurantes o
desestructurantes en el proyecto identificatorio. Sucesivas retranscripciones de
vivencias exigen otros nexos y la resignificación de los previo: de los enunciados
maternos, de las marcas que dejaron sus cuidados y atenciones. Un replanteo global de la
economía objetal e identificatoria.
A la familia le cuesta desprenderse del individuo; desasirse de la familia deviene para cada
joven una tarea que la sociedad suele ayudarlo a resolver. El primer avance pulsional, que
es asumido por la fase edípica, conduce a la inserción en la estructura familiar estable; el
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percepciones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestros
discursos y los de los otros. Ésta, nuestra historia, que remodela en el tiempo las múltiples
identificaciones que nos constituyen, es lo que nos hace sentir únicos sin impedir que
nos vinculemos a diversos lazos colectivos.
El encuentro entre madre e hijo confronta al niño con un discurso que se le impone, que
será parte de su historia. Cuando escucha a su madre el niño se impregna de sentidos de lo
.C
que oye. Eso ocurre antes de comprender la significación. El niño es deseo, pensado y
hablado por sus progenitores. Cuando finalmente deviene el Yo, el niño puede pensar sus
propios pensamientos, guardar sus secretos, mostrar sus diferencias.
DD
La intersubjetividad tiene un lugar central en la constitución del psiquismo la posibilitar
la singularidad de cada historia. Los acontecimientos que se entretejen en un juego de
interpretación sucesiva y simultánea conforman una trama que obligan al yo a un trabajo
de elaboración, interpretación y reconstrucción permanente. El trabajo de historización
que éste realiza posibilita el acceso a la temporalidad y a pensar su proyecto identificatorio.
De eso se trata, de acceder al futuro. El pasado deja de ser un tiempo congelado si en la
LA
primeros encuentros de placer o sufrimiento entre dos cuerpos, dos psiquis, dos sujetos.
En algún sentido lo infantil debe concluir para acceder a un proyecto adolescente. Tiene que
haber nuevas elecciones de objeto, consolidación de mecanismos de defensa, y la
puesta en juego de potencialidades.
Historizar es no quedar nunca cerrado en los miedos y en la incertidumbre del cambio.
Poder anclar en un punto de partida certero, aquel que el vínculo amoroso con los padres
instituye (narcisismo primario), es condición necesaria para transitar por la vida, descubrir el
sentido de la trayectoria, y saber de dónde viene cada uno, dónde se está detenido y hacia
dónde se va.
Ese cuerpo que habla y es hablado por la madre, se muestra y reaparece con toda su
fuerza en el púber que también lo goza, lo sufre, lo piensa y lo entiende desde su historia y
desde el imaginario social. Este cuerpo marca a los jóvenes (y a todas las etapas etarias)
sus pautas, sus legalidades, sus desafíos. La vida corporal y las representaciones psíquicas
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lo odia, lo maltrata, lo usa.
La adolescencia deviene proceso, rehistorización, recomposición narcisista,
identificatoria y libidinal. Identidades que se remodelan desde encuentro múltiples.
Durante el tiempo de la infancia se constituye el capital fantasmático, defensivo e
identificatorio. Las constelaciones fantasmáticas son efecto de la unión entre lo vivido
afectivo y una huella específica de objeto y de la situación que desencadenó ese afecto en
.C
las distintas fases relacionales por las que atravesó el niño. El yo posibilita el pasaje de
afecto a sentimiento cuando aparece la palabra y lo nombra.
La pubertad, con los cambios corporales y el embate pulsional como momento “caótico
disipativo” es un punto de bifurcación que abre una serie de posibilidades. La pulsión
DD
encuentra su fin pero está todavía lejos de encontrar sus objetos sexuales, trabajo propio de
la adolescencia. La adolescencia implica una tramitación en el pasaje de los objetos
prohibidos hacia objetos exogámicos. La adquisición de nuevas representaciones y afectos
que le permiten otras posibilidades. Estos trabajos simbólicos son propios de la
adolescencia, reorganizaciones que coronan la constitución de lo reprimido. El adolescente
LA
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obliga a una redistribución libidinal y narcisista. La aparición de cuadros
psicopatológicos dependerá del abanico de respuestas y de defensas con los que cuente el
yo ante los conflictos que generan ciertas demandas de otros y/o de la realidad. Si hay
exceso de fijación a posiciones libidinales y/o narcisistas arcaicas, el movimiento
identificatorio se detiene. El yo tiene que poder anclar en una historia libidinal que no
ponga en duda la certeza de su origen y que genere nuevas potencialidades.
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La violencia desea negar. “Que nada cambie” en ese cuerpo del bebé para que no sea un
cuerpo sexuado. Este deseo es dañino e infructuoso, porque ningún sujeto puede
sustraerse a las modificaciones de su cuerpo, y en vez de no cambio puede producirse una
DD
manifestación psicótica.
LA
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