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TESINA:

TÍTULO:

AUTORA: Anahí Guadalupe Francia

INTRODUCCIÓN (REHACER)

1
CAPÍTULO I

GÉNESIS DE LA CONCIENCIA AMBIENTAL: UNA PERSPECTIVA EN

CLAVE HISTÓRICA.

Hablar hoy de conciencia ambiental es hacer referencia a una especie de

responsabilidad colectiva que abarca la comprensión de que nuestras acciones

individuales y sociales impactan directamente en la salud del planeta y, por ende, en

nuestro propio bienestar. En la contemporaneidad, el término "conciencia ambiental"

ha adquirido una dimensión global y urgente, impulsada por la evidencia científica de

los cambios climáticos, la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental. No

obstante, es posible señalar distintas “concepciones” sobre la relación entre los seres

humanos y su entorno natural y social: no siempre la preocupación sobre esa relación

estuvo vinculada a las ideas de contaminación o calentamiento planetario.

Muchas veces, esa conciencia asumió la forma de un vínculo espontáneo, inexorable, de

los seres humanos con el mundo, autoconcebidos estos como partes de una trama más

amplia, más compleja y, en cierto sentido, constitutiva de una sola y misma realidad.

Otras veces, en cambio, tomó la forma de una relación escatológica configurada por la

expectativa religiosa del fin:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían

dejado de existir, lo mismo que el mar. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que

bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia adornada para su

esposo. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: « ¡Aquí, entre los seres

humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su

pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Enjugará toda lágrima de sus ojos.

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Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han

dejado de existir».

Más adelante tendremos la oportunidad de demostrar que parte de nuestras experiencias

y percepciones actuales sobre el problema ambiental tienen, en sus basamentos, algo de

este componente de escatología religiosa.

En la antigüedad, las culturas indígenas mantenían una profunda conexión con la

naturaleza, considerándola sagrada y esencial para la vida. Estos pueblos veían a la

tierra no solo como un recurso explotable, sino como un sistema interdependiente del

cual formaban parte. Los aztecas veían la tierra como la madre de toda vida y la

naturaleza como sagrada. Sus dioses estaban asociados con elementos naturales, como

Tlaloc, dios de la lluvia y la agricultura 1. En los Andes, los quechuas practicaban la

agricultura en terrazas escalonadas, adaptándose al terreno montañoso de esos

territorios. Su cosmovisión estaba fuertemente arraigada en la veneración de la

Pachamama, la Madre Tierra. Realizaban ceremonias rituales para agradecer a la

naturaleza y buscaban mantener el equilibrio entre los seres humanos y el entorno

natural. Este entorno, sintetizado en la Pachamama, comprendía diversos órdenes, pero

siempre aludía a la totalidad del universo conocido:

La Pachamama en el mundo andino trasciende la condición terrenal para erigirse en un

ser tutelar, una unidad espacio-temporal que se manifiesta en tres niveles: el espacio

superior, dominado por los fenómenos atmosféricos y astronómicos; el del aquí, donde

transcurre la interacción cotidiana; y el espacio de adentro, donde tiene lugar la

reproducción de la vida y la muerte (Avelar Araujo, 2009).

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Fray Bernardino de Sahagún, un misionero franciscano del siglo XVI, escribió "Historia general de las
cosas de Nueva España" (también conocido como el "Códice Florentino"). Este trabajo recopila
información sobre la cultura, religión y costumbres de los aztecas y es una fuente importante para
comprender su visión del mundo.

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La conciencia ambiental era, en realidad, conciencia del mundo. Una profunda

comprensión de la interconexión entre los seres humanos y la naturaleza que los rodea.

Estas culturas reconocían que la salud y el bienestar de la comunidad estaban

intrínsecamente vinculados a la salud y el equilibrio del entorno natural. Para Rodolfo

Kusch, el pensamiento ecológico en América se caracteriza aun hoy por su arraigo

profundo en la tierra, concebida como un hogar que acoge y nutre. Para el indígena y el

campesino, la tierra es más que un simple lugar físico; es un espacio de germinación y

crecimiento, la fuente misma de la vida y la existencia (Salgado, 2010):

La religación hombre-tierra es una relación maternal en que el ser humano se reconoce

hijo de la tierra o del cosmos, ya no es el hombre creador al lado de un gran dios

también creador, sino el encargado de la conjuración del cosmos, mediante la cual se

busca volverlo un hogar o domicilio habitable, pues de la simple acción humana no va

a depender su existencia o inexistencia, ni la del cosmos. La conjuración determina

más bien la subsistencia y ésta depende de la forma en que el hombre se relacione con

el mundo y se domicilie en él. (p. 143).

En la antigua Grecia, la relación con la naturaleza era una parte integral de la vida

cotidiana, la filosofía, la religión y la cultura en general. Aunque los antiguos griegos no

tenían una cosmovisión homogénea y existían diferencias entre las polis (ciudades-

estado) adoraban a una serie de dioses y diosas que personificaban elementos y fuerzas

naturales. Muchos festivales y celebraciones estaban vinculados a eventos naturales,

como la recolección de las cosechas o el ciclo de las estaciones. Por ejemplo, las

Antesterias, celebradas en honor a Dionisio, el dios griego del vino, la fertilidad y el

teatro, estaban asociadas con la apertura de los barriles de vino nuevo, marcando la

transición a la primavera.

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En los tiempos inmediatamente anteriores al esplendor de la democracia ateniense, en

un periodo no menos esplendoroso por la diversidad de concepciones sobre el mundo,

Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes, se interesaron en explicar la naturaleza y

los fenómenos naturales a través de la razón y la observación en lugar de explicaciones

mitológicas. Según la tradición aristotélica, Tales afirmó que el agua era el principio

fundamental de todas las cosas. Su interés en identificar una sustancia primordial común

a todas las cosas marcó un cambio crucial desde las explicaciones mitológicas, donde

los dioses y fuerzas sobrenaturales eran las fuerzas motrices detrás de los eventos

naturales. En este esfuerzo de Tales (y sus continuadores) podemos verificar la

presencia de una concepción de la naturaleza como algo objetivo, independiente de la

voluntad de los seres humanos y de las deidades, un algo dinamizado por sus propias

fuerzas internas y, si se quiere, a sus propias leyes de regulación.

No quisiéramos, empero, situar la génesis de la conciencia ambiental en las

aseveraciones filosóficas de los antiguos, sino disponer como punto de partida la

relación que las sociedades antiguas, tanto la nuestra como la de los europeos,

mantenían respectivamente con su entorno natural. La conciencia ambiental, entendida

como la percepción de la interdependencia entre los seres humanos y el medio

ambiente, tiene sus raíces2 en las formas en que las comunidades antiguas interactuaban

con la naturaleza y entendían su papel en el cosmos. En este sentido, se trata de una

concepción colectiva, social, situada en ese contexto y en esa temporalidad histórica.

En la Edad Media, la cosmovisión europea cambió con la influencia predominante de la

teología cristiana, que situaba a los seres humanos como custodios de la creación divina.

Sin embargo, la Revolución Científica y el Renacimiento trajeron consigo una renovada

exploración de la naturaleza, marcando un retorno a la observación y el estudio directo

2
No significamos con esto un sentido de continuidad, como si la conciencia (cualquiera sea)

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de los fenómenos naturales. Este cambio en el enfoque hacia la observación empírica y

la experimentación condujo al surgimiento de nuevas disciplinas científicas y un

replanteamiento fundamental de las ideas sobre el universo y el lugar del ser humano en

él. Figuras como Copérnico, Galileo y Kepler desafiaron las concepciones tradicionales

sobre la cosmología y el movimiento planetario, mostrando que la Tierra no era el

centro del universo, como se creía según el modelo geocéntrico.

El Renacimiento también celebró la habilidad humana, dando lugar a un florecimiento

en el arte, la literatura y la ciencia. Los artistas y pensadores de este período se

inspiraron en la naturaleza, buscando entenderla y representarla con mayor precisión.

Esta búsqueda de conocimiento condujo al desarrollo de la anatomía, la botánica, la

física y otras disciplinas científicas.

La transición hacia la modernidad en Europa siguió transformando profundamente la

concepción del mundo y la posición del ser humano en él. La revolución científica y el

Renacimiento sentaron las bases para un cambio radical en la forma en que se entendía

la realidad y se interactuaba con ella.

La confianza en la razón y en la capacidad humana para comprender y controlar el

entorno se convirtió en un pilar fundamental de la nueva era. Con la consolidación de la

metodología científica, la observación sistemática y la experimentación se convirtieron

en herramientas esenciales para la adquisición de conocimiento. Esta nueva manera de

abordar el mundo natural dio lugar al surgimiento de disciplinas científicas más

definidas, y también llevó a cuestionar y, en muchos casos, a desafiar las creencias y los

dogmas establecidos durante siglos.

Como contracara de este incremento de la confianza racional, de este patente progreso

en casi todas las áreas del conocimiento, el avance de la revolución industrial de los

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siglos XVIII y XIX planteó nuevas preocupaciones a los intelectuales de la época,

dando origen a las primeras formulaciones de la ecología, la cual, en esta etapa

fundacional como saber organizado, tomó una triple fisonomía (Ulloa, s/f): la crítica

moral a la industrialización; la idea de una ciencia que, además de propiciar el avance

social, disponga de principios de eficiencia en la conservación de los medios de

producción; y la noción de un orden natural que se expone como superior y al que

habría que retornar indefectiblemente.

En este punto importa señalar que los comienzos de la ecología, entonces, se vinculan

con una conciencia de los profundos y acelerados cambios en la sociedad moderna,

atravesada por la industrialización y la estandarización de la vida en distintos niveles.

Para ser más precisos, la inminencia de un riesgo a gran escala como resultado de la

industrialización plena suscitó en la conciencia del europeo reflexiones sobre la

necesidad de abordar las posibles consecuencias de ese desarrollo. Aquí llegamos a una

primera convicción sobre la conciencia ambiental: en la modernidad, y hasta nuestros

días, esa conciencia se trama desde la evidencia de un mundo natural en degradación, es

decir desde el temor a la destrucción de la naturaleza como conclusión lógica del avance

de la ciencia y la técnica.

A lo largo del siglo XX, esta conciencia ambiental fue ganando terreno en la agenda

política y social, impulsando la adopción de medidas de protección ambiental y el

surgimiento de movimientos ecologistas en todo el mundo.

Si pudiéramos preguntarnos cuál es la relación del ser humano con su entorno natural

hoy, bien pudiéramos decir, pues, que ese temor a la perdida de la referencia natural,

siempre pensada como

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CAPÍTULO II

MODERNIDAD Y PROBLEMÁTICA AMBIENTAL: LA ECOLOGÍA EN EL CENTRO


DE LA ESCENA.

La crisis medioambiental actual está generando una rápida alteración en la biosfera, manifestada
en la extinción masiva de especies, el cambio climático, la contaminación del agua y el aire, y la
expansión urbana descontrolada. Estos problemas impactan en la subsistencia tanto de la
biosfera en su conjunto como del ser humano. Además, esta crisis está transformando la
percepción humana del entorno debido a la modificación radical de la naturaleza, que ya no se
presenta como un reducto misterioso de formas y recursos, sino como un territorio amenazante
y empobrecido.

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CAPÍTULO III

LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL: TENSIONES ENTRE LO GLOBAL Y LO


LOCAL.

CAPÍTULO IV

LO GLOBAL: REPRODUCCIONES DEL ETNOCENTRISMO EN EL CAMPO DE


LOS MOVIMIENTOS AMBIENTALISTAS.

CAPITULO V:

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LO LOCAL: LA PERSPECTIVA AMBIENTAL LATINOAMERICANA EN LAS
VISIONES DE JUAN DOMINGO PERÓN Y EL PAPA FRANCISCO I.

CAPITULO VI:

LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL EN DISTINTAS AGENDAS SOCIALES Y


POLÍTICAS: EL PROYECTO DE LA AGENDA 2030 Y EL FEMINISMO
LATINOAMERICANO. ESBOZOS DE UNA AGENDA LATINOAMERICANA DE
EMANCIPACIÓN.

CAPÍTULO VII:

SINTESIS Y PUNTOS DE DESENCUENTRO.

CONCLUSIONES.

BIBLIOGRAFÍA

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