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Reflexión: Programa de economía de fichas, tiempo fuera y reprimendas

En el amplio campo de la psicología conductual, las técnicas de modificación de la


conducta se convierten en una herramienta que nos permite a los profesionales
encauzar el comportamiento humano. Dentro de todo el repertorio disponible, en este
módulo 3 se nos han presentado un conjunto de estas técnicas que están pensadas
para moldear conductas agresivas, o no deseadas.

En primer lugar, tenemos el programa de economía de fichas, técnica que se basa en el


condicionamiento operante ya que las conductas deseadas se ven reforzadas mediante
la entrega de fichas (monedas, gomets, puntos, etc.; hay varias formas disponibles), y
que estas fichas podrán ser intercambiadas posteriormente por recompensas. Así pues,
resulta realmente útil en el contexto del manejo de conductas agresivas, pues esta
técnica fomenta los comportamientos alternativos (planteados por el niño y el
profesional) como la comunicación asertiva o la resolución de conflictos pacífica. De
esta manera, ofrecemos a los niños una estructura clara y predecible de cómo debe
comportarse y las consecuencias de sus actos. Además, considero que es una buena
forma de mantener al niño motivado a mantener el compromiso de seguir lo acordado,
pues puede ir viendo día a día como se van rellenando las casillas con las fichas
correspondientes (p.ej.: gomets verdes y rojos), reforzándose así no solo al final cuando
se obtiene la recompensa por intercambio de fichas, sino que puede terminar por
desarrollar un sentimiento de orgullo al ver que se van cumpliendo los objetivos
diariamente.

Otra técnica que podríamos comentar es la del Tiempo Fuera, que implicaría retirar
temporalmente al niño del entorno en el que ha estado llevando a cabo una conducta
agresiva o disruptiva. De esta manera, se le proporciona al niño un espacio de
tranquilidad y reflexión, desde donde puede observar como sus conductas no solo no
han afectado al ritmo de la clase (por poner un ejemplo de un lugar común donde se
aplica esta técnica), sino que además se dan cuenta de las consecuencias que pueden
acarrear dichas conductas: como por ejemplo, aislarse socialmente i no poder participar
en alguna actividad que se desarrolle en el tiempo que el niño permanezca apartado
(se podría considerar un coste a un mal comportamiento). Además, podría resultar
interesante acompañar esta técnica con alguna técnica de mindfulness, si es que
creemos que al niño puede beneficiarle; de esta manera una vez el niño quede retirado
del contexto principal, éste podrá aplicar la técnica de relajación, que previamente ha
sido entrenada con el/la profesional, y de esta forma el niño logrará calmarse con
mayor eficacia, mejorando así la conciencia de las emociones, la comunicación y la
solución de conflictos eficiente (entre otros).

Por último, también hemos aprendido sobre las reprimendas, que son estas
intervenciones, normalmente verbales, que se usan para desaprobar o corregir una
conducta. Así, el adulto ha de tener en cuenta que los mensajes deben ser claros y
directos, donde se establezcan unos límites claros y consistentes. Esto promueve en los
niños la responsabilidad al hacerles conscientes de las consecuencias de sus acciones,
pero se ha de prestar verdadera atención a cómo transmitimos el mensaje. Se debe
emplear un lenguaje directo, pero sin que resulte agresivo u intimidatorio; debemos
ofrecer al niño una explicación desde la comprensión de su posición, pues solo así éste
aprenderá a comprender a los demás, y sobre todo como afecta a su alrededor las
conductas disruptivas que lleva a cabo. Así, como consciencia beneficiosa de las
reprimendas, podemos promover el desarrollo de la empatía en los niños cuando se les
da una explicación adecuada.

Así pues, como hemos visto, cada técnica es una herramienta única que contribuye a la
creación de un paisaje de comportamiento más pacífico y amistoso entre los niños. Y al
igual que los artistas escogen cuidadosamente los colores en una paleta, los
profesionales de la educación y la salud mental debemos elegir y aplicar estas técnicas
con sensibilidad y consideración, aprendiendo a observar más allá de la conducta de
los niños, hacía su personalidad, para emplear aquellas técnicas que nos darán mejores
resultados.

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