Está en la página 1de 2

Baquero plantea su hipótesis de la educabilidad como problema político (no técnico) a partir de

realizar un análisis de la escuela como dispositivo de aplicación de prácticas asociadas al poder.


Retomando mi propia producción acerca del texto de Valdez, entiendo esto como aquello a lo que me
refería al considerar a la escuela como espacio por excelencia de reproducción social. También plantea
que se trata de un espacio “epistemológico”, donde se producen saberes sobre los propios sujetos de
aprendizaje. En este sentido creo que sería de inmensa utilidad si en los espacios áulicos se
incrementara la consideración de los mismos a ese efecto, si se mejoraran las prácticas de evaluación
institucional y docente (sobre las prácticas, más que sobre los alumnos o sobre sí mismos) y se
priorizara, sobre las urgencias y emergentes cotidianos, la reflexión profunda sobre las mismas.

La mirada del autor sobre una escuela homogeneizadora que pretende un único ritmo de
trabajo, una variedad de estrategias muy limitada, una caracterización de los sujetos centrada siempre
sobre ellos y sus posibles “déficits” a fin de cumplir con las mismas expectativas prácticamente a lo largo
y a lo ancho de territorios, en ocasiones, bastante extensos, nos es conocida y familiar a todos. Aunque
muchas veces de una manera casi inconsciente, tendemos a naturalizar lo establecido y no nos
preguntamos mucho más allá de lo que está “a la vista”, de lo que tenemos como parámetro del deber
ser escolar.

Su análisis sobre la educabilidad desde dos maneras de entenderla me resulta enriquecedor y


entiendo que facilita la apertura a la reflexión personal y social respecto de los problemas que se
presentan en las instituciones, a la hora de pensar en ella. Baquero plantea la educabilidad en primer
lugar como capacidad subjetiva y luego como propiedad de situaciones del contexto. Me parece actual
y superadora su hipótesis, más que evidenciable en las escuelas. Si consideramos que se trata de una
capacidad del sujeto, nos quedamos amarrados sin más a unos límites que, en verdad el alumno tal vez
no tiene; ponemos “techo” a sus posibilidades de aprender, computamos matemáticamente sus
capacidades y acotamos, a la vez, toda posibilidad de intervención superadora de estos límites. Si por el
contrario consideramos, como lo propone el autor, las condiciones contextuales, las expectativas dejan
de estar definidas y ya no son previsibles. Esto escapa de toda lógica homogeneizadora, pero da
apertura a un inmenso abanico de oportunidades y posibilidades para los sujetos en situación de
aprendizaje, que darían lugar a la inclusión en los términos que corresponden a atender a la diversidad
en la complejidad que la misma tiene.

Pensar en modelos contextuales es considerar la actividad intersubjetiva mediada por signos,


superadora de actividades únicamente intrasubjetivas. Entiendo que una cuestión no abandona la otra
sino que es superadora puesto que, en términos vigotskianos, el sujeto a partir de su interrelación con el
medio realiza actividades intrasubjetivas que le posibilitan un mayor desarrollo de sus capacidades.
Visto de este modo, los “problemas escolares” cambian su topología, ya no se sitúan exclusivamente en
el sujeto, sino en el mismo en su relación con el contexto, infinitamente variable, lo cual amplia más que
considerablemente las posibilidades de intervención. De este modo, lo que se plantea es un cambio
radical en la concepción de la educabilidad puesto que la misma depende de un sinfín de oportunidades
y posibilidades que pueden generarse y modificarse con cierta intencionalidad.
Queda implícito en lo anterior el problema que el autor plantea frente a las dificultades de la
educabilidad en términos del modelo contextual. Baquero supone que para delimitar el objeto de
estudio no alcanzaría con referirse solamente al alumno, al maestro o a ambos, y a los contenidos y
espacios inflexibles, sino a éste en “situación”, debido al complejo entramado en el que el estudiante
está inserto. Considera que el sujeto siempre se halla situado y que su nivel de desarrollo tiene que ver
con las posibilidades de interacción que halle allí. A partir de ello, el autor manifiesta la imposibilidad de
conceptualizar el desarrollo como variable exclusiva del sujeto, sino en permanente y variable
interrelación. Su hipótesis me parece más que interesante, especialmente si pensamos en la realidad en
la que vivimos atravesada por múltiples variables, incluso donde el tiempo y el espacio han dejado de
ser cuestiones limitantes por su fijeza, entorno donde la información circula a vertiginosa velocidad,
donde los valores, las costumbres, las tradiciones, las maneras de ver y pensar el mundo son tan
grandiosamente diversas. Es imposible pensar hoy en el sujeto “estanco” que la escuela pretende
mantener a sus más “nobles” fines.

De acuerdo a lo antedicho, la hipótesis del problema de la educabilidad como problema político


queda más que planteada. Entiendo que requiere de acciones que den lugar a políticas siempre
dinámicas, puesto que lo fijo, lo constante, lo ajustado y útil por ejercicio continuado y tradición, va
dejando lugar (aún sin que la escuela lo desee, por su condición reproductora) a nuevos interrogantes, a
nuevos compromisos, al deber de pensar contextualizadamente, (sin perder de vista el dinamismo que
los mismos contextos tienen), dinámicas que en un ejercicio verdadero de inclusión no pueden perderse
de vista. Baquero plantea esto incluso como una cuestión infinitamente variable, de acuerdo con las
representaciones que el mismo sujeto va haciendo en las diversas situaciones. Es decir, cambian las
situaciones, lo externo, y a su vez cambia en él lo interno de manera permanente en virtud de las
continuas experiencias de vida.

Sandra Suárez

17/6/2023

También podría gustarte