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de Flavia Terigi
CAPÍTULO 2
La cuestión del sujeto está atravesada por los debates teóricos y políticos que
suscitan la crisis de la noción moderna de sujeto. En el mundo de la modernidad, el
sujeto constituía el núcleo duro de una identidad que se reconocía a sí misma como tal, que
se diferenciaba del objeto que tenía enfrente y prescindía de cualquier otredad. Esta noción
de sujeto moderno está firmemente apoyada sobre el cogito cartesiano: un sujeto
“unitario, autocentrado, racional, consciente de sí mismo” (Pineau, 1999:40).
El discurso de la modernidad ha ofrecido de distintos modos la imagen de un ser
consciente, racional y libre, cuya razón lo llevaría a controlar el mundo natural,
disminuyendo la incertidumbre (Beck, 2006).
La mirada de la pedagogía sobre los alumnos viene de esa noción moderna de
sujeto. Señala Pineau que la modernidad convierte a la educación en el proceso por el cual
el hombre se vuelve hombre, sujeto moderno, cartesiano (Pineau, 1999). Además, la
educación tenía la expectativa de eliminar las limitaciones derivadas del nacimiento y de
permitir que los humanos tuvieran su lugar en el tejido social sobre la base de su libre
decisión y su actuación individual, para las cuales los formaría la escuela.
Sin embargo, el sujeto de la educación así definido no ha estado exento de
tensiones. La tradición iluminista cayó en una paradoja: por un lado, debía satisfacer el
objetivo de autonomía del sujeto, haciéndolo capaz de servirse de su propia razón sin
tutelas ajenas; pero al mismo tiempo debía ser un sujeto gobernable (Cerletti, 2008).
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Entonces, existe una fractura del discurso de la modernidad en torno al sujeto. Los
pensadores posmodernos coinciden en la caída del proyecto ilustrado y el agotamiento de
la razón moderna. Sin adscribir plenamente a esa coincidencia, podemos reconocer que
transitamos un momento histórico atravesado por las ideas de lo provisorio, fugaz y
transitorio, y también por la noción de riesgo debido a la socialización de las destrucciones
de la naturaleza (Beck, 2006). Con relación a estos procesos de rupturas aceleradas, se
ubica una crisis de sentido del discurso emancipador del humanismo moderno. Butler
acuña el concepto de vidas precarias para denunciar la diferencia entre el desamparo
original, propio de la condición humana, y el desamparo restrictivo de lo humano que se
basa en la exclusión: La crítica a la exclusión se extiende al mundo escolar: es conocida
la sospecha sobre la capacidad de la educación escolarizada para producir igualdad en
quienes la sociedad discrimina y excluye.
En virtud de lo expuesto, tratar la problemática del sujeto de la educación en la formación
de maestros y profesores implica proponer un debate sobre las formas de producción de
subjetividades, pero también sobre el sentido y la crisis de la educación moderna. La
escolarización es una manera de dar tratamiento a la humanidad; una manera en
ocasiones violenta, ya que implica obligaciones de asistencia, permanencia, trabajo,
logros, para evitar sanciones, así sea la del fracaso (Baquero y Terigi, 1996).
Si bien esta caracterización puede parecer excesivamente dura, nos permite insistir en que
la cuestión del sujeto de la educación y en la educación debe ser tratada sin que nuestro
compromiso con los derechos del niño nos lleve a desconocer el carácter político del
proyecto escolar y las decisiones que involucra sobre la manera en que nuestras
sociedades (atravesadas por la escuela) producen subjetivación.
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campo de saberes pueden suscitar razonablemente el siguiente interrogante: ¿puede una
asignatura de un plan de estudios satisfacer la difícil situación de atender adecuadamente
a un objeto definido como un sistema complejo, cuando el propio campo de saberes no lo
consigue del todo? Nuestra perspectiva es que una instancia curricular indisciplinada
resulta facilitadora: la creación de instancias curriculares no disciplinares se justifica
especialmente en los casos en que las disciplinas tradicionales tienen problemas para
tratar ciertos objetos de conocimiento o cierto campo de problemas. Más aún, es
justamente la creación de instancias curriculares lo que permite construir una tradición de
enseñanza sobre estos temas indisciplinados. Aunque los planes de estudio puedan no
contar con una instancia como ésta, cuentan con otras que responden al mismo tipo de
definición: “Sujetos de la Educación Inicial”, “Sujetos de la Educación Primaria”, “Sujetos
de la Educación Secundaria”, etc. Los planteamientos de este documento pueden ser
relevantes para esas instancias curriculares, en la medida en que la denominación “Sujetos
de...” on la expresión de un esfuerzo por abordar los procesos de constitución subjetiva en
el sistema escolar entendiendo al sujeto de y en la educación como un sistema complejo en
constitución.
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procesos de constitución subjetiva (Baquero y Terigi, 1996). La naturalización dota al
sujeto de rasgos y capacidades que se pretenden intrínsecos a su naturaleza infantil (o
adolescente, o adulta); por su parte, la normalización lo pretende transitando por un único
camino de desarrollo según niveles uniformes, y mide como desvío o como retraso todo
alejamiento de ese camino. Una asignatura sobre los sujetos de/en la educación pone en
cuestión los discursos naturalistas. El reconocimiento de que la producción de saberes
sobre los sujetos depende de relaciones de fuerza y de prácticas que subyacen a ella no
impide sostener la producción de discursos según reglas y métodos de investigación, pero
exige incorporar a esta producción la crítica de las condiciones de producción de saberes y
a sus efectos, como la naturalización de la vida psicológica.
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5. Sujetos de/ en la Educación y Psicología Educacional
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4. La escuela se ofrece como espacio de los “otros” -el de los conocimientos, el de la
apertura a otros mundos - que enriquece la realidad psíquica del sujeto y puede permitirle
potenciar el pensamiento, el aprendizaje y la autonomía.
5. Lo que sabemos sobre los procesos de constitución subjetiva es en buena medida lo que
sabemos sobre el desarrollo psicológico en sociedades profundamente transformadas por la
escuela, lo que obliga a estar advertidos sobre la naturalización y normalización de unos
saberes así
construidos.
6. En el mundo contemporáneo, la ilusión de homogeneidad identitaria ha cedido el paso al
reconocimiento de contextos culturales heterogéneos para prácticas humanas principales
como la crianza, el juego, el trabajo o la escolarización.
7. Ese reconocimiento tiene consecuencias importantes para una práctica educativa con
tradición normalizadora, que debe transformarse hacia prácticas que posibiliten a los
sujetos de/en la educación itinerarios de aprendizaje equivalentes, variables y sostenidos en
el tiempo.
CAPÍTULO 3
Los núcleos temáticos sobre sujetos de la educación pueden ser transformados en sendas
unidades de un programa o constituir la base para una programación diferente. Se
desarrollará una breve fundamentación de cada uno,para destacar los posibles aportes de
cada núcleo a la formación de maestros y profesores. Se trata de los siguientes núcleos
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especializadas de instrucción (Martí, 2005); y que, de no ocurrir esa transmisión, las nuevas
generaciones no accederían a la producción cultural de la especie (Moreno, 2002).
Los innumerables cambios ocurridos en el siglo XX muestran una aceleración del tiempo
histórico; cambios producto de transformaciones estructurales. Esta aceleración del cambio
histórico, junto a la fascinación, el desconcierto o el temor frente a lo nuevo que genera,
hacen parte de la experiencia subjetiva y son materia pertinente de análisis en esta unidad
curricular.
La escuela es, en esta escala, una invención extremadamente reciente, los cambios en esta
escala pueden impactar, en el futuro, en la modalidad escolarizada de dar tratamiento a la
niñez y la adolescencia. Hoy existen medios de comunicación (en especial, los medios que
permiten interacciones virtuales) que no requieren la co-presencia de quien enseña y quien
aprende.
La escala ontogenética es central en esta unidad curricular: la crianza, la educación
sistemática y las actividades compartidas con otros son las prácticas sociales que produce el
desarrollo ontogenético (Martí, 2005).
Un concepto clave en esta escala es el de plasticidad, en la organización neurológica del
sujeto. La neuroplasticidad abre una oportunidad posnatal para el prolongado
moldeado cultural o social de nuestra actividad mental, moldeado que adquiere
particular significación durante los estadios tempranos del desarrollo (Colombo,
2007). Lejos de negar la existencia de distintas disposiciones biológicas en nuestra especie,
se trata de reconocer a la plasticidad como una de ellas.
Al proyectar en el futuro posibles formas de incorporación a la vida social para los críos de
nuestra especie, los adultos organizamos sus actividades en el presente de maneras
específicas, con consecuencias que deben ser analizadas: en diferentes momentos socio-
históricos, distintas prácticas sociales controlan la actuación de los niños/as y ofrecen
determinados cauces para su desarrollo relacionados con el futuro proyectado.
En este marco, la escuela debe ser presentada como una invención humana cuya cronología
es ínfima con respecto al desarrollo filogenético de nuestra especie, y también con respecto
al sociohistórico, pero que en la actualidad es decisiva en el desarrollo ontogenético y ha
transformado la especie. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, tuvo lugar en el
desarrollo socio- histórico de nuestra especie un cambio importantísimo: las leyes de
escolarización, según las cuales todos los pequeños de la especie, llegado cierto momento
de su desarrollo ontogenético (la edad de ingreso fijada en cada país por las leyes de
obligatoriedad escolar), debían incorporarse de manera obligatoria a las escuelas, para que
su educación no se limitara a la crianza, sino que incorporara un conjunto de saberes y
prácticas que configuran el currículum básico de la escuela moderna.
Con la escolarización, se pruduce un cambio en la estrategia de crianza (Moreno, 2002),
porque deja al menos una parte de ella en manos de una institución externa al grupo
primario. El desarrollo en la escala ontogenética abre distintas cuestiones que deben ser
tratadas en esta unidad curricular:
- Por un lado, la diversidad cultural en que acontecen las prácticas de crianza y su efecto: la
escuela da por supuesto en la crianza y sus efectos, la valoración de la infancia “normal”.
Quienes en sus hogares se ven expuestos a la cultura transmitida en la escuela, tienen
ventajas considerables en relación con los que en sus comunidades participan de otras
culturas que difieren con la cultura de la escuela. Este análisis es especialmente necesario
para desbaratar la posibilidad de que las condiciones de crianza de muchos chicos y chicas
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en América Latina se conviertan en la coartada para que el sistema escolar justifique su
fracaso masivo.
- Por otro lado, el impacto de la escolarización en la crianza. Piénsese, por ejemplo, en la
práctica de leer un cuento a los niños antes de dormir: por ejemplo, hoy llegan a la escuela
grupos de niños con crecientes niveles de apropiación del sistema de escritura de su
comunidad debido a interacciones tempranas con las prácticas sociales de lectura y
escritura.
- En tercer lugar, la necesidad de plantear la construcción histórica del alumno como
posición subjetiva. A un alumno/a se lo define según coordenadas escolares y sus
comportamientos sólo se comprenden como una interacción con aspectos situacionales. Los
sujetos se posicionan de manera específica en el seno de las prácticas escolares y es la
misma situación la que los coloca en actitudes de mayor pasividad/ actividad, de mayor
autonomía/ dependencia, la que los dispone a usar ciertas herramientas cognoscitivas en
detrimento de otras, a reconocer problemas como ejemplos o casos de conocimientos que se
poseen, a activar cierto tipo de conocimiento por sobre otro, etc.
- Finalmente, el papel de la escolarización de las masas en la consolidación moderna
construyó dos ideas de infancia (el niño en peligro y el niño peligroso), dos universos de
discurso (el del cuidado y la educación, el de la tutela y la sanción), y ámbitos
institucionales diferenciados para unos y otros (Diker, 2008).
El núcleo temático propone un cuadro de interpretación del desarrollo humano en las tres
escalas analizadas (filogenética, socio- histórica, ontogenética) como marco dentro del cual
plantear los modos en que la escuela incide en la historia individual de los niños y niñas, no
sólo en su presente sino más allá de su infancia; las sanciones de éxito y fracaso son un
ejemplo. Es necesario analizar el lugar de la escuela en el proceso de constitución
subjetiva, de formación de la identidad: según señala Frigerio (2006), la escuela es
prestadora de identidad, a través de la cultura que transmite por medio del
currículum y a través de los lugares asignados al niño/a, a favor o contra el
reconocimiento de su individualidad. Un niño/a se va constituyendo como sujeto
también en la escuela, en un proceso en el que la escuela puede actuar como
habilitación o como condena.
Hemos señalado que los cambios en la escala ontogenética son el objeto de estudio
tradicional de la Psicología Evolutiva. Aquí, no se trata de descartar todo lo que sabemos
acerca de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos gracias a la investigación psicológica,
sino de evitar naturalizar el sujeto que produce ese saber.
Las teorías sobre el desarrollo psicológico pueden constituir un núcleo temático y para que
esto no devenga en una psicología evolutiva clásica, es importante discutir qué teorías
incluir y advertimos que las psicologías del desarrollo están armadas bajo un modelo de
sujeto desarrollado; razonamiento lógico y capacidad de abstracción.
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El sujeto psicológico está prefigurado como sujeto capaz de hacer ciencia, racional y
unitario (Venn, 1984). Otras dimensiones están sub representadas en lo que sabemos sobre
el desarrollo. Como el caso del desarrollo de la expresión, la producción y la apreciación
estéticas: si en sus comienzos la psicología dedicó interés a los problemas estéticos
(especialmente en los estudios sobre la percepción, arte y la experiencia creadora), el
crecimiento de la psicología ha visto disminuir los trabajos especializados en el arte o la
estética. Si coincidimos en que la experiencia estética abre a los alumnos posibilidades de
construir otros significados acerca de sí, del mundo y de lo que ese mundo significa para
otros, vemos una de nuestras lagunas más sensibles sobre el desarrollo: los procesos por
medio de los cuales se construye y desarrolla la capacidad de producir y de apreciar, de
crear y de reaccionar ante el arte.
En relación con la selección de teorías, se necesita variedad para que los problemas que
plantea la relación entre los procesos de desarrollo, aprendizaje y enseñanza sean
analizados desde diversas perspectivas teóricas. Al respecto, se privilegiaran las que
estudian los modos de formación y de transformación de los procesos psicológicos a lo
largo del desarrollo. Entonces, el núcleo temático debería presentar, como mínimo, los
enfoques culturales (en especial, la teoría socio- histórica), la psicología genética y las
perspectivas cognitivas.
En relación con los elementos a presentar en cada caso, se trata de no reducir a teorías
psicológicas sobre el desarrollo a narrativas o secuencias normalizadas de desarrollo
infantil o adolescente. Entre los ejes de análisis de las teorías a presentar, se trata de
considerar:
• el contexto histórico de surgimiento de cada teoría, incluyendo referencias al estado de la
psicología evolutiva y educacional, y a los cambios experimentados por la teoría bajo
análisis en relación con cambios en el contexto histórico;
• el problema o los problemas que se propone abordar;
• algunos aspectos metodológicos, como las unidad/es de análisis adoptadas en la
investigación del desarrollo y su relación con el problema o los problemas estudiados;
• conceptos básicos de cada teoría que permitan atender a la relación aprendizaje/ desarrollo
y al papel atribuido a la escolarización en el desarrollo.
En relación con los recaudos, el primero se refiere al aplicacionismo. En oposición a los
enfoques que plantean relaciones directas entre teorías psicológicas y práctica educativa, en
este documento se propone que el abordaje del desarrollo sea especialmente riguroso en la
consideración de las relaciones de cooperación y de antagonismo entre teorías del mismo
ámbito, y en la crítica a los intentos de aplicar de manera directa los aportes psicológicos en
el ámbito de la enseñanza escolar.
Un segundo recaudo se refiere a la potencialidad de las teorías psicológicas para explicar el
desarrollo. Es importante recordar que la propia psicología del desarrollo se encuentra en
un lugar difícil: al mismo tiempo que procura proponer explicaciones acerca de los
mecanismos que dan cuenta del desarrollo psicológico, colabora en la producción de tipos
específicos de desarrollo subjetivo a partir de su incorporación a un discurso pedagógico
normativo (Baquero y Terigi, 1996). La formulación del problema del desarrollo
psicológico no puede soslayar el componente normativo que portan las propias teorías del
desarrollo ni el tratamiento de que son objeto en el terreno escolar.
En relación con el status de las explicaciones que proponen las teorías, resulta necesario
insistir en los riesgos de naturalización de lo que en verdad son procesos de subjetivación
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producidos en determinadas condiciones socio- históricas (Castorina, 2005). La
naturalización supone que la psicología del desarrollo se ocupa del niño real, natural, “no
intervenido”. Algo de esto supone la Psicología Evolutiva clásica cuando pretende
documentar al niño o al adolescente “reales”, independiente de los procesos sociales de
crianza o de escolarización; el sujeto “no intervenido”, conociendo bien el cual podríamos
mejorar la adecuación de nuestras intervenciones educativas.
Finalmente, destacamos que la actividad escolar genera ciertas formas de funcionamiento
cognoscitivo, que producen efectos específicos en el desarrollo de los sujetos que asisten
como alumnos. La investigación psicológica cuenta con un número creciente de
indagaciones sobre los efectos que producen las prácticas escolares en el desarrollo
psicológico. Tales efectos se ponen en evidencia en el funcionamiento cognoscitivo de los
sujetos escolarizados: así, por ejemplo, investigaciones comparativas clásicas entre sujetos
escolarizados y no escolarizados revelaron que los primeros muestran predominio de
ciertos criterios de clasificación lógicos y no funcionales, mejoras en el desempeño en
ciertas estrategias de memorización, mejor dominio de representación espacial
tridimensional, etc. (Rogoff, 1993). Esto significa que, en el plano cognoscitivo, la
escolaridad no se limita a potenciar o habilitar formas de desarrollo previstas en el
curso espontáneo del desarrollo de los sujetos: la escolaridad introduce cursos
específicos en el desarrollo cognoscitivo, El ejemplo de la atención a las tareas
escolares. Según señala Rivière (1983), la escuela exige del niño una atención mucho más
selectiva que la que éste empleaba en las exploraciones y juegos preescolares. La
producción escolar del desarrollo ontogenético no es en sí misma un problema; el problema
se plantea cuando, incurriendo en la falacia de abstracción de la situación de la que nos
habla Baquero (2000), se convierte una diferencia producida por la escolarización, en una
defi ciencia de quienes no han sido escolarizados hasta entonces. De aquí la importancia de
analizar, en los procesos de formación de docentes, el carácter normativo que suelen tener
los discursos y prácticas psicológicos en el tratamiento de cuestiones como el desarrollo
“esperable”, la diversidad y el fracaso escolar masivo, y de realizar una crítica actualizada a
los aparatos de gestión del síntoma (Tizio, 2003) y a la posición que éstos asignan a los
sujetos.
Sabemos que la prematuración del cachorro humano hace de la relación con los otros, una
condición inherente para su constitución como sujeto. El psicoanálisis aporta a la
comprensión de los procesos subjetivos la noción de que la estructura psíquica se
constituye, siempre, en relación con otros, representantes del Otro de la cultura
(Zelmanovich, 2003), en cambio, en la ontogénesis de los individuos concretos se presenta
a través de los adultos que intervienen en su crianza.
En el contexto escolar, este Otro se presenta a través de los docentes. Los intercambios
que se producen en la enseñanza están ligados al sujeto alumno/a con ese otro ocasional; en
la función docente, el amparo está sostenido por el cuidado, y también por la transmisión de
los recursos simbólicos, por el ofrecimiento de satisfacciones sustitutivas que permitan a
los niños, niñas y adolescentes encauzar sus pulsiones en dirección a la cultura. En este
sentido, se trata del cuidado de un vínculo educativo, que facilita el vínculo con la cultura.
No hay sujeto sin vínculo y no hay vínculo educativo sin las mediaciones de la cultura.
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El psicoanálisis es fundamentalmente un procedimiento analítico y terapéutico a cargo de
profesionales formados en el campo de la psicología. Sin embargo, el psicoanálisis se
distingue de la psicología, por cuatro conceptos que, siguiendo a Lacan (quien retoma
las ideas inauguradas por Freud), son: el inconsciente, la repetición, la pulsión y la
transferencia. Aquí, siguiendo a Freud, debe definirse al psicoanálisis en una triple
dimensión: como procedimiento de investigación, como método de tratamiento de los
padecimientos subjetivos y como una (en su momento, nueva) disciplina científica
(Assoun, 2003).
Como en todas las presentaciones de teorías, en la formación docente es importante la
contextualización histórica del del psicoanálisis y la comprensión de los procesos de
constitución identitaria en la educación escolar.
El psicoanálisis fue inventado para responder a un malestar en la civilización occidental, un
malestar del sujeto sumergido en esa civilización (Freud, 1930). Pese a este origen en
principio ajeno, los aportes del psicoanálisis a la comprensión de los procesos de
constitución subjetiva pueden ser retomados en el ámbito educativo, en tanto se cumplan al
menos dos condiciones: localizar adecuadamente los problemas que necesitan aportes de
una disciplina en principio ajena, y establecer las condiciones de validez de la
incorporación de los aportes posibles.
El psicoanálisis cambió el concepto que teníamos del hombre, al tomar como
referencia para la interpretación de los comportamientos humanos los procesos
psíquicos inconscientes. El psicoanálisis encuentra en un aporte original en la perspectiva
sobre el sujeto, que no se reemplaza con ningún otro: en su crítica a la noción moderna de
sujeto, converge con otras perspectivas (como las socioculturales y contextualistas), pero al
ingresar el inconsciente en la comprensión de la constitución subjetiva, introduce una
novedad: no todo puede ser controlado, asunto de difícil incorporación en la escuela, que
ha hecho de la homogeneización su estrategia y producto. No se trata solo de que el sujeto
no es transparente o controlable por completo por el otro, ni por sí mismo, sino de que su
constitución psíquica conlleva la paradoja de que puede ir contra sí, hallazgo frente al cual
el psicoanálisis introduce la noción de pulsión de muerte. Las anorexias y otras patologías
contemporáneas dan cuenta de ello; también los chicos y chicas que, en las escuelas,
trabajan inconscientemente en contra de sí.
En la formación de los futuros profesores, los aportes del psicoanálisis pueden ser
valiosos para la comprensión del funcionamiento y aprendizaje escolar, entre ellos
para:
1.
Comprender el papel que juega el docente en la adquisición de la cultura en situaciones de
enseñanza y aprendizaje: en su función de filiación cultural, la educación, incluyendo la
escolar, permite tramitar simbólicamente lo que el sujeto (sus pulsiones) a través de la
cultura, ofreciendo satisfacción. Los profesores se ofrecen como mediadores de la
cultura. Según el psicoanálisis, no se trata sólo de contacto con la cultura, sino de que
se “enganche” al sujeto con la cultura y canalice las pulsiones agresivas y de muerte.
La educación escolar podría responder a la demanda pulsional, a las necesidades y
deseos de sujetos singulares. La escuela puede funcionar como un lugar para la
construcción de la subjetividad, en la medida en que se ofrece como resguardo y brinda, a
través de la oferta de contenidos educativos variados (de la ciencia, de la literatura, del
teatro, de las actividades deportivas, de la recreación, del cine...), oportunidades para que el
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sujeto encuentre un lugar que le sea propio, que responda a sus necesidades y ejerza
funciones subjetivantes.
No hay sujeto sin vínculo y no hay vínculo sin cultura. El docente es filiador (mediador)
cultural: el docente vincula al alumno con la cultura para que canalice la pulsión de muerte.
Por esto, la escuela sigue siendo un lugar privilegiado para la construcción de
subjetividades.
2.
Diferenciar entre los procesos de responsabilización adulta e infantil y advertir sobre los
diagnósticos en los cuales la noción misma de niño/a queda borrada: las transformaciones
de las relaciones entre generaciones han abierto recientemente el debate acerca del fin de la
infancia. Chicos con gestos, apariencias y actitudes adultas; chicos que desafían cualquier
autoridad, que acceden a la misma información que los adultos, que trabajan junto a sus
padres, que ponen en cuestión su propia condición de niños y, en ese mismo movimiento, la
condición del adulto, hacen vislumbrar el desdibujamiento de las distancias
intergeneracionales (Zelmanovich, 2003). El psicoanálisis nos permite interpretar este
desdibujamiento como parte de un clima de época en el que los adultos vulnerables
equiparan su sufrimiento al de los niños/as; y nos advierte sobre los riesgos de esto, por la
el abandono de responsabilidades a la que puede arrastrar. De acuerdo con los aportes del
psicoanálisis, hablar de niños/as y adolescentes significa hablar de subjetividades en
procesos de constitución, lo que nos lleva a poner por delante la vulnerabilidad de los
niños, niñas y adolescentes, que no es equiparable a la vulnerabilidad experimentada
por los adultos, y a no atar a los niños/as y jóvenes a una identidad definitiva que les
impida seguir ensayando. De allí la necesidad de reflexionar con los futuros profesores
sobre los avatares actuales de la función docente como posición adulta, y de operar sobre
las dificultades de los adultos para sostener la asimetría frente a los niños, niñas y
adolescentes.
3.
Proponer formas de intervención colectivas, no solitarias, de los adultos que trabajan en
las escuelas: ante las situaciones difíciles que pueden presentarse en las escuelas
(sujetos desinteresados o desbordados, familias con dificultades para ocuparse de los
hijos/as, agresiones entre chicos y con los adultos, etc.), las propuestas socioeducativas
basada en el psicoanálisis enfatizan la importancia de crear espacios colectivos de los
docentes como adultos que trabajan en las escuelas. En la perspectiva de la clínica
socio-educativa, el trabajo conjunto se contrapone a la respuesta individual y solitaria, y se
erige como condición para que los docentes se sitúen como intérpretes activos de los
problemas y situaciones, así como para orientar la búsqueda colectiva de respuestas
superadoras del desconcierto, la desinstrumentación o la respuesta represiva (Zelmanovich,
2009). Desde el punto de vista de la atención y el cuidado de los niños/as y adolescentes, se
trata de una “práctica entre varios” (Di Ciaccia 2003) cuyas variaciones abren un campo de
posibilidades para el trabajo en las instituciones escolares, al ampliar la oferta de sostén
simbólico de los adultos hacia los alumnos/as, al multiplicar las miradas y las vinculaciones
con cada sujeto. La noción de “práctica entre varios” puede ofrecerse para pensar
otras posibilidades para el trabajo entre directivos, docentes y otros profesionales en
el escenario de la escuela (Asquini y Nejamkis, 2008).
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Cabe reconocer que es posible que el abordaje de la constitución de la/s subjetividad/es
desde el psicoanálisis no sea inmediatamente accesible para todo profesor de esta unidad
curricular, por la diversidad de formaciones académicas de quienes dictan estas materias en
los institutos de formación docente. Sin embargo, se trata de un abordaje de gran
importancia y su inclusión en este documento tiene por propósito alentar a los profesores a
formarse en él y a incorporarlo a su programa de acuerdo con sus saberes profesionales.
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Este núcleo temático se destina a dar tratamiento a la construcción de las identidades
infantiles y juveniles en la actualidad. Al respecto, ofrecemos algunas referencias
interesantes para construir un cuadro de situación:
• El trabajo de Buckingham (2002, capítulo IV), analiza los cambios en los modos de
transitar la infancia en el Reino Unido, considerando las dimensiones de la vida familiar, la
educación, el trabajo y el tiempo libre. Para su país, subraya fenómenos que encontramos
también de manera creciente en nuestro país, como el declive constante de la familia
nuclear tradicional o la constitución de los niños/as en un mercado potencial.
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relevantes que promueven y a través del ejercicio de la diferencia generacional en la
escuela.
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sujetos juegan un papel facilitador de la apropiación del conocimiento escolar y dan lugar a
procesos cognoscitivos como consecuencia de los cuales puede esperarse la construcción
conceptual. Las visiones pesimistas, en cambio, apoyadas en la interferencia y en la
persistencia de las nociones alternativas, sostienen que las conceptualizaciones de los
alumnos, lejos de desempeñar una función benéfica y facilitadora, resultan una fuente de
obstáculos permanentes para la apropiación de conceptos científicos y se muestran
particularmente resistentes a los intentos de incidir sobre ellas.
Aisenberg (2000) señala que la cuestión de la detección de las conceptualizaciones de los
sujetos pone un énfasis excesivo en la exploración de los conocimientos antes de la
enseñanza, en desmedro del análisis de su función durante la enseñanza. Esto es, al
aprender los nuevos contenidos, “este desequilibrio está contribuyendo a propiciar -aún
contra la intención de muchos autores- una contraposición entre el trabajo con los
conocimientos previos y la enseñanza de nuevos contenidos, como si fueran opciones
excluyentes que se van a desarrollar en un único orden temporal posible lo cual puede
desvirtuar el sentido del principio en cuestión: el predominio de la fase inicial exploratoria
desdibuja la función de los conocimientos previos como instrumentos de asimilación de los
nuevos contenidos, es decir, su puesta en juego al momento de aprenderlos” (Aisenberg,
2000:227). Según las reflexiones de Aisenberg, la contraposición entre ideas previas y
contenido escolar lleva a una secuenciación temporal: primero la exploración de las
nociones previas, segundo su cambio en la enseñanza, secuenciación que se apoya en un
modo equivocado de entender el principio general de que el conocimiento se construye a
partir de ideas previas. Este a partir de, dice Aisenberg, no es temporal sino lógico. La
fórmula “a partir de” no señala una cronología sino una dependencia y una filiación
funcional, en razón de la cual –señalamos nosotros- los conocimientos cotidianos de los
sujetos no deberían ser tomados sólo como datos previos al proceso de aprendizaje en
contexto escolar, sino como componentes dinámicos de la situación de enseñanza,
susceptibles de ser transformados en el curso de los procesos cognoscitivos que tienen lugar
en tal situación.
Las trayectorias escolares han comenzado a ser objeto de atención en los estudios
sobre infancia, adolescencia y juventud, y deben ingresar como asunto a tratar en una
unidad curricular sobre los sujetos de y en la educación. Las trayectorias escolares de
muchos alumnos/as están desacopladas de los recorridos esperados por el sistema. y estos
desacoplamientos son percibidos como un problema. Sin embargo, recientemente han sido
tomadas como objeto de reflexión en el mundo educativo, como unidad de análisis a los
sujetos de la educación. Este núcleo temático se centra en las trayectorias escolares de los
niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y procura poner en relación un conjunto de datos y de
análisis que ofrecen aportes imprescindibles para reflexionar sobre ellas.
El sistema educativo define, a través de su organización y sus determinantes, lo que
llamamos trayectorias escolares teóricas. Las trayectorias teóricas expresan itinerarios en
el sistema educativo que siguen la progresión lineal, según tales trayectorias, el ingreso se
produce en forma indeclinable a determinada edad, aunque pueda comenzar antes, y los
itinerarios que recorren los sujetos a través del sistema educativo son homogéneos y
lineales: el avance se produce a razón de un grado por año, estando pre-establecidos
las transiciones entre niveles escolares y el tiempo teórico de duración de una cohorte
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escolar. Pero también reconocemos trayectorias no encauzadas, pues gran parte de los
niños/as, adolescentes y jóvenes transitan su escolarización de modos heterogéneos,
variables y contingentes (Terigi, 2008).
Un propósito de este núcleo temático es analizar cuál es la situación de las trayectorias
escolares de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de nuestro país. Un análisis
sistemático de lo que sucede en los distintos niveles educativos permite identificar
momentos de las trayectorias escolares donde se presentan problemas persistentes (Terigi,
2009):
• En la educación infantil, muchos niños y niñas de los sectores más pobres de nuestro país
no acceden al nivel inicial, o lo hacen sólo a la sala de cinco años.
• En el ingreso a la escuela primaria, se produce el fenómeno del ingreso tardío de una parte
de la población escolar y un pequeño pero persistente porcentaje de niños y niñas nunca
accede.
• El ciclo de alfabetización en la escuela primaria, pues se verifica la mayor repitencia del
nivel, en especial en primer grado, siendo frecuente la multirrepitencia.
• La transición de la primaria a la secundaria, pues todavía para muchos sujetos la
secundaria no forma parte de su horizonte o el abandono caracteriza los primeros años del
nuevo nivel.
• La transición del primer ciclo de secundaria al ciclo superior, y la terminalidad del nivel
medio, siendo muchos los adolescentes y jóvenes que terminan de cursar la secundaria pero
no aprueban las materias que les permitirían obtener la certificación del nivel.
ACTIVIDAD OBLIGATORIA
- Como dice Wittgenstein, pensar sobre los sujetos es un poco "imaginar lo que no puede
serlo", como imaginar las piedras con conciencia. Y sin embargo, ¿por qué no?.
- El sistema educativo y los docentes trabajan con identidades supuestas. La escuela trata de
contener al niño, de iniciar al infante, de socializar al adolescente. Hoy, estas categorías que
definían a los que se sentaban en las aulas están en plena transformación.
- La discusión manifiesta que este sujeto supuesto -"la infancia" o "la niñez"- que está en la
base de la tarea escolar está sufriendo transformaciones. El sentido popular lo expresa de
diversas maneras: "los chicos de ahora son más inquietos", "más cuestionadores", "más
19
desinhibidos", "ahora aprenden más rápido"; en definitiva: "los chicos ya no vienen como
antes". (Celebramos que los chicos ya no vienen como antes, celebramos que hoy los
chicos sean cuestionadores y puedan dar riendas sueltas a sus inquietudes, en nuestra
opinión por décadas y décadas los niños han sido bastante reprimidos, no se dice esto, no se
piensa esto, no, no, no, para nosotros el punto cuestionador es que por “modales” no había
que hacer o decir tal o cual cosa, pero nunca había una verdadera explicación, un
argumento entendible acorde a la edad, para que ese niño pueda entender los por qué. )
Por otro lado, cuando habla de responsabilidades “completas” en el mundo laboral y social,
nos recordó a una idea planteada por Pablo Pineau que dice que el sistema educativo se
convirtió en una vía inestimable de ascenso social y de legitimación de las desigualdades,
en una tensión constante entre la igualdad de oportunidades y la meritocracia que ordenan
sus prácticas. Podemos decir entonces que la escuela es una conquista social y un aparato
de inculcación ideológica de las clases dominantes que implicó tanto la dependencia como
la alfabetización masiva, la expansión de los derechos y la entronización de la meritocracia,
la construcción de las naciones, la imposición de la cultura occidental y la formación de
movimientos de liberación, entre otros efectos.)
- ¿Es lo mismo plantear que el sistema educativo forma personas que decir que forma
sujetos? (creemos que nacemos personas y no que el sistema educativo” forme personas”.
El sistema educativo nos ayuda a transitar nuestro camino de crecimiento intelectual para
poder avanzar y sostenernos en la vida, siempre valorándonos por lo que somos, nos da
herramientas para que podamos exigir con argumentos propios respeto y valor hacia
nosotros mismos y nuestros trabajos). Creemos que no. La categoría sujeto plantea otra
manera de concebir las identidades y las subjetividades que pensar simplemente en
personas.
20
- La diferencia entre el sujeto y el objeto: el sujeto es el que conoce y el objeto es el que es
conocido. El sujeto es activo y el objeto es pasivo. El sujeto transforma y los objetos son
transformados. El movimiento del conocer va del sujeto al objeto. A estos conceptos
podemos denominarlos concepción ingenua del sujeto epistémico.
- En los análisis sintácticos las oraciones que componen nuestro hablar se forman
básicamente con un sujeto y un predicado. Implícito o explícito, el sujeto, siempre está. A
este concepto lo denominaremos concepción sintáctica del sujeto.
El sujeto se constituye
- El sujeto, lejos de ser soberano, no está solo en el mundo y que por lo tanto, lo que hace y
es aparece condicionado por una serie de factores: su posición social, familiar, su historia
particular, su ideología. Ser libre es la posibilidad de darse cuenta del espacio que ocupa y
del que no es consciente. Esta definición de libertad es diferente de aquélla que supone un
sujeto que sólo usa su razón, porque marca que la libertad no es enteramente libre pero la
necesidad tampoco es absoluta.
- Un sujeto que al atribuir significados al mundo tiene un campo de decisiones que tomar.
Estas decisiones no siempre son racionales, ni conscientes, pero en ellas se producen esos
sujetos. Es decir, el sujeto se produce en relación con las estructuras pero no depende
totalmente de ellas. En las "fallas" de las estructuras, en la incompletud, en el espectro de
decisiones, se constituyen los sujetos.
- Ej: Jesualdo, un maestro uruguayo de la década del 30, escribe en su diario una situación
ilustrativa. Tenía que lidiar con un grupo de chicas de 9-11 años que se destacaban en su
21
escuela por su bajo rendimiento, y dedicación, y por mostrar nulo interés. Jesualdo opta por
cierto histrionismo: las cita, las lleva a un patio a solas, las increpa, pero no para retarlas,
sino para plantearles un acuerdo donde las etiquetas desaparecen. "Basta de tarambana",
reclama. Posiciona a las chicas en otro lugar: confiar en lo que ellas pueden implica no
adoptar las clasificaciones escolares (los burros, los inteligentes, los desviados). A partir de
ejercicios con mayor autonomía, las chicas empezaron a mostrar habilidades antes no
trabajadas (Jesualdo, 1937). (En este ejemplo nos surge la inquietud sobre cómo habrá sido
la realidad de esas chicas y qué situaciones vivían. El actuar de los niños en las escuelas
denota parte de sus experiencias con el mundo familiar, con las carencias, quizás nadie
creía en ellos, quizás ellos no podían confiar en nadie. Este maestro se posiciona desde otro
lugar, no desde la exigencia para impartir temor, sino desde un lugar de profundo respeto
demostrándoles que él cree en ellos y en sus capacidades.) Jesualdo actúa en la falla de las
estructuras al entender el "fracaso escolar" de las chicas no como culpas personalizadas
sino como respuesta a un sistema de clasificación que las inhibía, entre otras cosas.
- Cuando la escuela define la masa de chicos que entran por sus puertas todos los días como
"alumnos", también está poniendo énfasis en un aspecto de la complejidad del sujeto.
Cuando se llama a un niño "alumno" prevalece el lugar que el chico ocupa en la institución
antes que la que el chico es. Esta preferencia no es inocente, tiene grandes consecuencias a
la hora de la enseñanza. Por ejemplo, muchas veces el currículum y la didáctica se basan en
el concepto de "necesidades de los niños". Puede ser que el maestro considere que estas
necesidades son iguales para todos (creemos que es un error considerar que todos los niños
son iguales y que en consecuencia tendrán las mismas necesidades en el aula, para cubrirlas
de la misma forma). O bien el maestro puede vislumbrar intuitivamente la complejidad del
sujeto y preguntarse si "las necesidades" prescriptas para todos los niños son las
necesidades de un niño en particular.
22
une las acciones y los pensamientos. Lo que hagamos, entonces, puede plantear cambios
para lo que pensamos y viceversa. Cuando aludimos al sujeto como "red de experiencias"
nos referimos a esta compleja unión entre modos de ver el mundo y modos de actuar sobre
él.
Por nuestra parte, afirmamos que la construcción de las redes de experiencias no es sólo la
que las redes de poder hacen con nosotros. Hay como una roca dura que no se disuelve,
que hace que los sujetos se sacudan y produzcan nuevas redes de experiencias (Zizek,
1992). Esa roca tiene varias denominaciones; la más conocida es el deseo. La lógica del
deseo es que excede a todos los objetos que pueden satisfacerlo. Sigue estando allí. Podría
plantearse, entonces, que la insatisfacción es parte de la condición humana y que la
satisfacción del deseo equivale a la muerte misma (Dor, 1987). Ej: Cuando un alumno
cumple todas las demandas de la realidad, se dice que se ha "sobreadaptado", que no tiene
más capacidad de imaginar, de crear, de pensar en contra de lo pensado, de jugar.
- Existe sujeto en tanto hay desfasaje con las demandas; el sujeto es algo que está inscripto
en las estructuras (sociales, políticas, psicológicas, escolares) pero éstas nunca están dadas
de una vez y para siempre, por la que las experiencias que se construyen sobre ellas son una
compleja trama entre deseos, posibilidades e historias.
- El hecho de que las experiencias sean el resultado del poder pero también del deseo
nos plantea una nueva tensión. Hemos dicho que el sujeto es una red de experiencias.
Pero tal red no es una presencia estable.
- Los sentidos que les damos a las cosas, que suplementan a la que percibimos como
realidad, cambian en función de cómo las fuerzas del deseo y del poder, del poder del deseo
y del deseo de poder se posicionan e interactúan.
23
de una manera negativa, algo que aún algunos maestros lo conservan, que algunas familias
inclusive lo conservan, el niño que vive esto, que crece creyendo que es lo que le dicen esas
“etiquetas”, se forman siendo inseguros de sí mismos)
- La escuela ya no promete futuros mejores, pero, a la vez, sigue siendo mejor ir que no ir.
- La escuela es vivida muchas veces como una amenaza a la identidad que como niños y
jóvenes están adquiriendo.
-En este cruce de experiencias, en tensión, se ubica la interacción cotidiana que hoy tiene
lugar en las escuelas. Hay reformulaciones de las identidades educativas, que tienen efectos
disímiles entre docentes y alumnos.
- En las dinámicas en las que se están conformando las identidades educativas en las
escuelas de hoy, se pueden hacer referencia al menos a dos corrientes encontradas. Por el
lado de los adultos, se observa que los docentes que trabajan con "adolescentes" (identidad
que excede la escuela media y abarca el terciario o la Universidad tanto como los últimos
años de nuestra actual escolaridad primaria) desconocen o desvalorizan la sociabilidad y la
cultura juveniles. Por el lado de los adolescentes, el aspecto escolar que los jóvenes más
valoran es la posibilidad de encuentro con sus pares, los recreos, la gente que se conoce.
Mientras se produce un divorcio entre culturas, los jóvenes sólo valoran a la escuela en
tanto extensión de la sociabilidad que se desarrolla fuera de ella.
- La escuela es un lugar donde transitan saberes. Por saberes entendemos los conocimientos
científicos pero también todo otro conjunto de cogniciones que no son científicas pero que
pueden ser válidas, necesarias, eficaces (Foucault, 1992). Los saberes integran las redes de
experiencia de los sujetos y van transformándose por una serie de experiencias nuevas,
entre ellas la escolar.
Eduardo Bustelo
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La interdisciplinaridad, es lo que se necesita para la esencia constitutiva del campo
de la infancia.
Concepto de infancia como un colectivo, sin categorizar.
La relación entre los adultos y las nuevas generaciones.
La categoría infancia pasa por una adjetivación y contextualización, que hacen que
la categoría infancia pase por una subordinación de la categoría adulto.
El adulto está definido como maduro, el infante como inmaduro, el adulto como
racional, el infante como irracional.. el adulto tiene la autoridad, el infante es el que
obedece. El adulto está en el campo de la cultura, el infante está aún en la naturaleza
como un ente pre social, el adulto trabaja, el infante juega, el adulto es actor, el
infante es objeto, el adulto es visible, el infante es invisibilizado.
Concepto hedonístico, querer que los hijos o nietos sean como nosotros queremos.
1- La infancia no es una transición, una fase o un periodo, sino una instancia permanente.
3- Como parte integrante de una sociedad, la infancia está atravesada por la división del
trabajo y la relaciones de dominación predominante, no e s lo mismo un niño pobre que un
niño rico, no es lo mismo un niño que tiene a los padres trabajando que un niño con los
padres que no trabajan.
4- Los niños son constructores de la infancia y por lo tanto de la sociedad, esto afirma la
actoralidad de la infancia, la infancia como propios constructores de ellos mismos y
constructores de sus propios términos.
5- Las mismas relaciones macro estructurales que conforman la adultez Ej: relaciones
económicas y las instituciones que afectan a la infancia de un modo particular, no es lo
mismo las infancias en un país desarrollado que en un país subdesarrollado, no es lo mismo
la infancia en un contexto urbano que uno rural, no es lo mismo una niña que un niño, no es
lo mismo el niño que pertenece a una formación originaria a uno que no pertenece, es decir
las misma categorías estructurales que cortan a la sociedad, también cortan a las infancias.
6- Afirmar que los niños dependen de los adultos tiene como consecuencia directa su
invisibilidad en los análisis históricos y sociales y su visualización como beneficiarios de
un estado benefactor y protector.
“La asignación universal por hijo debería llamarse asignación universal por la
infancia” porque cuando queda circunscrita con la palabra hijo queda circunscrita al
campo de la familia y no como derecho propio de los niños y de los adolescentes.
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Las palabras denotan apropiaciones, denotan que uno se apropia de un campo específico.
El niño no vale por lo que es, sino por lo que va a llegar a ser, lo importante es que se
inicia la ontología de la infancia en el ser y al inaugurar la ontología de la infancia
con el ser, es cuando el niño y la infancia adquieren ciudadanía epistemológica, o sea
los principios constitutivos del saber ahora pueden ser constituidos específicamente
sobre un campo autónomo que es el campo de la infancia.
La doble hermenéutica quiere decir que en primer lugar hay que hacer el esfuerzo analítico
e interpretador para analizar a la infancia en su propio término, y en segundo lugar, para
desprenderse de la adulteración, por eso es necesario una doble hermenéutica para ver
como esos propios códigos de la infancia son introducidos al mundo de los adultos pero en
los propios términos de los chicos.
26
que tener como base, la dignidad. Antes de definirnos como hombres y mujeres, tenemos
que definirnos como hombres y mujeres dignas.
2- Este humanismo basado en la dignidad está fundamentado con los pobres y oprimidos,
con los que más sufren, por eso la idea de dignidad es crítico y emancipador, hay una
moral emergente.
Humanismo: que viene de abajo hacia arriba, esto está identificado con las categorías del
oprimido.
3- La idea de que es práctico y concreto, comienza por tratar de solucionar las necesidades
materiales de la gente, si hay desnutrición, falta de saneamiento, etc. Su principio
constitutivo de la dignidad, pasa esencialmente por un sentido práctico y material, no
solamente por una constitución principista.
4- Su propensión utópica del pensamiento latinoamericano, esto quiere decir que se basa en
las grandes pensamientos utópicos, así fue pensada América Latina en su esencia
constitutiva, América fue siempre pensada desde la utopía, esta región era donde los males
de Europa y las escasas virtudes que tenía Europa iban a tener. Por eso se nos acusa de
soñadores, de que esa realidad que se nos impone nosotros podemos cambiarla.
13 DE AGOSTO INFANCIAS
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¿Qué Significa Que Se Construye?
- Que la infancia y la juventud ha sido «entendida» y «explicada» desde diferentes
posturas, ideas teorías que implican determinados discursos y prácticas, que son
producidos y reproducidos por diversas instituciones como el Estado, la Iglesia, la
familia, los medios de comunicación, la academia, entre otros y que tiene implicancias
prácticas en la vida del niño y en la relación de los niños entre sí y con los adultos. (Sin
embargo, la constitución de la niñez como sujeto sólo puede analizarse en la tensión
estrecha que se produce entre la intervención adulta y la experiencia del niño, entre lo que
se ha denominado la construcción social de la infancia y la historia irrepetible de cada
niño, entre la imagen que se da de sí mismo y que una sociedad construye para la
generación infantil en una época y las trayectorias individuales. (Sandra Carli)
- Que la infancia no es dada.
- Que la idea de infancia se construye y se reconstruye.
-Que la construcción puede ser dinámica pero también puede mantenerse en el tiempo
y cristalizarse.
Dado que nacen al interior de una red de relaciones sociales que los inscriben en una
historia, en un patrimonio cultural y que a su vez los identifica, al imperativo biológico y
su condición humana, los niños y niñas deben concentrarse en atender a los intereses
prácticos y a los interrogantes de su existencia. Al respecto, Vigotsky (1979), plantea que
el desarrollo infantil se produce bajo condiciones de cambios dinámicos en el organismo
de los procesos de crecimiento, maduración y desarrollo cultural. El crecimiento en el
seno de la sociedad implica por regla general una fusión con los procesos de maduración
orgánica. Ambos planos de desarrollo, el natural y el cultural, coinciden y se confunden
entre sí. Werstch y Vigotsky (1988) propone que las dos líneas de cambio penetran una en
la otra y forman básicamente una única línea de formación socio biológica en la
personalidad. Las y los infantes logran su auto posicionamiento, auto determinismo y la
apropiación de la cultura que construyen y prolongan en diversas direcciones y que
28
constituye finalmente su ser; ser que expresan mediante manifestaciones culturales como
patrones normas, hábitos y costumbres que decretan los rasgos de su vida (Marco Fidel
Chica- Ana Lucía Rosero Prado/ Universidad de San Buenaventura, Colombia, Facultades
de Educación)
- Que los procesos de construcción social se relacionan con, los procesos históricos,
políticos, sociales y culturales.
- Que cada uno de nosotros tiene un lugar en esa construcción social sobre la infancia
Iniciar este recorrido histórico permite tener algunas miradas para entender cómo se llegó a
la noción de infancia hoy, desde cuando se considera cómo tal y su relación con los adultos.
LA INFANCIA COMO CATEGORÍA AUTÓNOMA APARECE CON EL ESTADO
MODERNO.
En los proyectos de la modernidad la educación de la niñez fue una de las estrategias
nodales para la concreción de un orden social y cultural nuevo que eliminara el atraso y la
barbarie del mundo medieval y colonial. Un imaginario del cambio cultural y social que
favoreció la significación de la infancia a partir de la concepción de la niñez como germen
de la sociedad política y civil del futuro, y de su escolarización como garantía de un
horizonte de cambio social y de progreso. (Sandra Carli)
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Tesis de Hugh Cunningham: En el siglo XX es donde están los cambios más
significativos respecto de la conceptualización y de la experiencia de la infancia. Pero hay
que tomar las referencias significativas del pasado para comprender.
En particular, las visiones más influyentes fueron las de Locke y Rousseau, planteando la
necesidad de formar hábitos y modelar la tabula rasa que cada persona era al momento de
nacer, dando especial importancia a la educación (Locke), o considerando a la infancia
como la etapa propia de la felicidad, que se perdería con el contacto con el mundo adulto y
planteando la consiguiente necesidad de protegerla instalando barreras y dejando que los
niños sean niños (Rousseau). Ambas visiones confluyen hasta el día de hoy en el
pensamiento común sobre el tema.
El proceso operado a fines del siglo XIX y principios del XX en cuanto a la pérdida de
valor productivo de los niños y la consiguiente valorización emocional de que fueron objeto
en sus familias, en que los padres comenzaron a preferir tener menos niños y asegurarles un
trato mejor es, según Cunningham, probablemente la transición más grande operada en la
historia de la infancia pero, agrega, los niños no la percibieron necesariamente como una
liberación.
Desde la mitad del siglo XX hasta ahora ha venido operando un proceso inverso que tiende
a la desaparición de la infancia (al menos en el concepto aún predominante en el plano
conceptual). Los medios de comunicación masivos, la tendencia a la transformación de
niños en consumidores, y el debilitamiento de la autoridad de los adultos es donde mayor
residen estos cambios. En su conjunto, este proceso tiende a erosionar la idea de infancia
como un "jardín de felicidad", indefensa y necesitada de protección.
30
20 de agosto de 2021
Si “la esencia del cine (...) tiene por objetivo más elevado el pensamiento, nada más que el
pensamiento y su funcionamiento” (Deleuze, 1988:225), entonces podemos esperar
discusiones que aporten luces a la pedagogía y la educación.
Pensar en cine y educación solo como un curso o taller, como se hace tradicionalmente,
debe cambiar; las generaciones de espectadores ya nacen bombardeados por imágenes. El
cine también ha cambiado, sólo que la educación pareciera permanecer entre las ideas de
certificación y socialización.
Pocos estudios señalan la importancia de la imagen en el cine, de educar la vista para luego
establecer relaciones entre los sujetos y los filmes. Por lo general, se piensa en el cine como
31
recurso didáctico y la didáctica no es pedagogía ni educación. Algunos autores proponen al
cine como “instrumento de mediación pedagógica”; supone la existencia con una
significación educativa del cine. Se equipará el cine al pedagogo, como si se tratara de
afirmar que el pedagogo sólo es un comunicador. Otros presentan al cine como un arte
social asociado a la idea de educación como socialización. Como una intersección donde lo
común es lo social.
Como parte de un diseño curricular, la formación en cine solo se presenta como una opción
más al estudiante, dentro de lo cultural y artístico. Además, al cine se lo asocia con
“proyección de películas”, no implicando una crítica cinematográfica, lo que representa un
problema. El cine se introduce como no-cine y se trabaja con la participación de los
profesores-cinéfilos. Esto introduce nuevos elementos en el debate. Por un lado, la ausencia
de cultura audiovisual y cinematográfica; y, en segundo lugar, el uso del cine divorciado
del pensamiento.
El problema está en si es posible pensar al cine sólo a partir de él y en revisar qué tanto está
comprometida la educación con la pregunta ¿qué significa pensar? Deleuze nos lleva a
plantearnos la categoría pensante de la educación. No todo lo que hacemos en nuestras
vidas deviene de la educación; sino de la formación. La formación es un proceso en el que
el sujeto se apropia de algo sin que necesariamente exista una escolaridad o la
intencionalidad, de modo que es posible aprender bajo otras condiciones a las
tradicionalmente aceptadas en el mundo (adoctrinamiento)
El cine ha sido visto desde distintas aristas: arte, pensamiento, texto, instrumento de las
masas. La concepción deleuziana supone al cine como pensamiento sin excluirlo como un
acto de creación, contrario a las concepciones que asocian al cine con la comunicación o la
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información. Asumir el cine como texto no asegura que cualquier espectador identifique
relaciones ni mucho menos construya conceptos “quien menos sabe menos ve” (Ugas,
2008).
La experiencia de incorporar al cine como cualquier otro texto nos lleva a pensar en el tipo
de cine con sus respectivas películas. En las clasificaciones existentes, el cine
latinoamericano queda como incorporación marginal y deja de ser estudiado a menos que
se trate de algún curso de Cine Latinoamericano en las escuelas de cine. Asumiendo la idea
del cine como texto, ¿cómo se lee un filme? Un filme no sólo es grafismo (letras en la
imagen) ni diálogos (palabras). Es la conjunción de signos visuales y auditivos. La película
llevada a un ambiente académico adquiere otra connotación a la de una sala de cine: en ésta
última, la imagen en movimiento es un texto, que está definido dentro de un lenguaje
particular (narrativa, encuadre, puesta en escena, edición...). ¿Ese lenguaje es conocido por
los profesores? El cine se ha asumido como película; pero esto no es necesariamente así.
a) Por tradición se ha asumido el cine foro como consecuencia de algo (conocimiento) sólo
que en la práctica se trata de un encuentro dialogal de opiniones y críticas cinematográficas.
c) El cine foro no sólo privilegia al cine. Llegar hasta la proyección de una película y
centrarse en la técnica del filme (angulaciones, colores, encuadres)desde la reflexión
implica la problematización del propio filme.
La negación del cine foro se traduce en diferentes formas: Hablar de la película. Se plantea
a modo de resumen o sinopsis. Prevalece la historia por encima de cualquier esquema
interpretativo. Asociar el lenguaje cinematográfico con la película. A modo de
identificación de elementos se procede a señalar una jerga cinematográfica que no todo el
público conoce. Dinámica disociada de preguntas y respuestas. Tanto el público como los
invitados para el cine foro agotan su participación en un intercambio sin orientación con
ausencia de un saber de por medio.
Aprender a leer una película sólo se logra luego de educar el ojo. Podemos ver el mundo a
partir de una película. Llegar a este punto implica un acercamiento al pensamiento, el cual
comienza desde la visión. Llama la atención que se reduzca a un taller o una experiencia de
aprendizaje cuando en realidad convivimos en un mundo de imágenes en movimiento
(pantallas en camionetas; nuestro actuar de cada día filmado por fracciones de segundos por
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nuestro ojo...). Estamos ante imágenes en movimiento y sonidos, generamos imágenes en
movimiento y con sonido.
27 DE AGOSTO DE 2021
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La aplicación de duras políticas socio-económicas ha generado la expulsión de un amplio
sector de la sociedad a los extramuros del sistema. Cuando la Escuela excluye, también
expulsa a los niños de un espacio social único, irreemplazable, para la constitución de la
subjetividad, generando, de ese modo, procesos de desubjetivación. Es decir, que la
pauperización social es concomitante a la pauperización subjetiva.
(Las tendencias verticalistas en las instituciones con la tendencia a crear sujetos funcionales
al capitalismo generan que no se respeten las subjetividades de los niños, generando así una
mayor brecha entre las Escuelas y los niños de sectores socialmente vulnerables)
El alejamiento de la cultura por parte de los desocupados, junto con el empobrecimiento de
los procesos de simbolización, desdibuja la aspiración a ideales nuevos. Los niños tienen
severas dificultades para construir ideales que les permitan proyectarse hacia un futuro
imaginario. El mundo se les presenta como algo estático, inmodificable. La imaginación y
la producción simbólica se encuentran muy comprometidas en estos procesos de
desubjetivación.
(puede complementarse esta lectura con el visionado de la película “the Wall” de Pink
Floyd)
La práctica docente debe promocionar que otros mundos son posibles, con vistas a
favorecer el despliegue del potencial imaginativo y simbólico de los sujetos pequeños.
Cuando se le presentó lo novedoso a niños que poca confianza o trato tenían con el adulto,
con contenidos desconocidos o que los angustiaban, lo autorreferencial les posibilitó, a la
vez que preservar la precariedad de sus Yo, construir un puente entre lo propio y lo nuevo.
Los niños excluidos de la Escuela no encuentran modos de libidinizar los objetos sociales
que la Escuela promueve, pero a su vez, cuando la Escuela desestima esos enunciados, se
produce una retracción libidinal de los enunciados de origen.
Los docentes, como representantes del Otro Social, deben sostener un posicionamiento
de terceridad, un discurso que respete los enunciados del niño y que a la vez lo
introduzca en otros discursos.
17 de septiembre de 2021
LA EDUCACIÓN COMO DERECHO
-PABLO PINEAU-
“En uno de los Libros Capitulares del antiguo Cabildo catamarqueño (de comienzos del
siglo XIX) consta que Ambrosio Millicay, mulato del maestro de campo Nieva y Castillo,
fue penado con veinticinco azotes, que le fueron dados en la plaza pública por haberse
descubierto que sabía leer y escribir”.
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La historia de Ambrosio Millicay, sucedida hace ya doscientos años, nos sirve como punto
de partida para pensar el problema de la educación como derecho. Durante siglos, la
educación estuvo reservada a unos pocos que la usufructuaban para su beneficio. Pero hacia
los siglos XVIII y XIX las luchas sociales incluyeron la democratización educativa entre
sus objetivos. Por eso, uno de los objetivos que se planteó la construcción del sistema
educativo a lo largo del siglo XIX y XX fue garantizar que no volvieran a suceder historias
como las que cuenta la cita. La gratuidad y obligatoriedad escolar, la formación docente y
la responsabilidad principal e indelegable del Estado en su prestación son alguna de sus
acciones más representativas.
Hoy, los niños y adolescentes privados de sus derechos más elementales son Ambrosios
actuales, arrojados a situaciones de dolor, maltrato y carencias que, como los azotes al
mulato, les quitan aquello que deberían tener asegurado por nacimiento. De esta forma, a
los educadores nos toca muchas veces la tarea de “restitución” de derechos – sobre todo,
del derecho a la educación- a estas poblaciones a las que les fueron arrebatados.
La concepción del hombre como portador de derechos es una invención del siglo XVIII
(política liberal) que decía que todos los hombres nacen libres e iguales, lo que equivale a
decir que llegan al mundo con las mismas atribuciones y garantías.
Ya avanzado el siglo XIX, y con mayor fuerza en el siglo XX, estos primeros derechos
“individuales” o “civiles” dieron paso a una nueva generación de derechos llamados los
derechos “sociales” (derecho a la libertad de asociación, a las condiciones de trabajo, al
salario digno, al sistema de salud, a la vivienda. etc.) que, en el caso de nuestro país, están
plasmados mayoritariamente en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. El Estado no
sólo deben reconocerlos, sino también protegerlos, ampararlos y velar por su
cumplimiento.
Finalmente, en las últimas décadas del silgo XX, se ha comenzado a hablar de los derechos
“de tercera generación”, o “difusos”, porque sus sujetos beneficiarios no son claramente
identificables: puede ser la humanidad toda o un colectivo determinado, se refieren a los
bienes comunes como el agua, el aire, la tierra, etc. En educación, esto se vincula, por
ejemplo, al derecho a la educación multicultural, a la enseñanza en lengua nativa, y a la
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educación ambiental. Algunos artículos reformados o agregados en la Reforma
Constitucional de 1994 le otorgan en nuestro país la garantía legal máxima, lo que se vio
fortalecido por la actual ley de Educación Nacional n. 26.206 sancionada a fines del 2006.
En los últimos tiempos las políticas de derechos se han ampliado y han avanzado en nuevos
campos. Pero, lamentablemente esta “inflación” de declaraciones parece haberse visto
acompañada más por su violación que por su cumplimiento. El contexto social y mundial
actual, signado por muchas formas de discriminación y opresión, atentan contra el ejercicio
de los diferentes derechos proclamados en esas declaraciones.
Beatriz Sarlo sostiene que, durante las primeras siete décadas del siglo XX, “ser argentino”
designaba tres cualidades: “ser alfabetizado, ser ciudadano y tener trabajo asegurado”; era
una coalición entre una condición cultural, política y económica que se traducía en el
ejercicio de derechos de distintos órdenes, y en compartir colectivamente una misma visión
y un mismo horizonte de futuro.
Esta situación llega a su auge entre 1945 y 1975: Argentina era una sociedad rica que,
aunque había desigualdad social y una mala distribución de la riqueza, garantizaba a la casi
totalidad de la población el ejercicio de sus derechos básicos, a la vez que les prometía
mejores futuros a las generaciones venideras.
Pero hoy, en el siglo XXI, la situación ha cambiado radicalmente. Como dice Sarlo, hoy,
para los menores de 40, ser argentino no presupone los derechos políticos y sociales que
antes(de la ciudadanía, la educación y el trabajo) y que si bien esta situación terminó de
consolidarse en la década del 90, comenzó con la última dictadura militar iniciada en 1976.
En ese entonces, se puso fin al largo proceso de ampliación de los derechos a la mayoría de
la población y se inició la nueva situación de despojo.
Por supuesto, el registro educativo no estuvo exento de esta situación. La Dictadura dislocó
el proyecto educativo fundacional mediante tres operaciones:
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1) el desarme del andamiaje del Estado docente –lo que quiere decir que el Estado
Nacional cedió su lugar principal como garante y prestador del servicio educativo para
transferirlo a los Estados provinciales y a los sectores privados
2) el quiebre del discurso educacional que había sostenido la expansión escolar vinculado
al ascenso social, la igualdad de oportunidades y el derecho a la educación –lo que le
implicó a las clases más desfavorecidas la perdida de la movilidad social a través de la
escolarización-,
3) la represión mediante el terrorismo estatal –lo que implicó el armado de una importante
estrategia represiva que iba desde la desaparición forzada de docentes y alumnos hasta el
control de la vestimenta diaria, pasando por censura de libros y cesantías varias.
En resumen: hace pocas décadas, “ser argentino” se vinculaba al ejercicio de tres derechos
considerados básicos e incuestionables: trabajo, representación política, y escuela. Pero
el modelo de ajuste económico, privatización y desregulación iniciado por la Dictadura, y
puesto en plena vigencia en la década del ´90 terminando en crisis del 2001, dieron lugar al
empobrecimiento de la población y a una creciente polarización social. Podemos decir,
que ha caído el modelo de sociedad integrada por la acción política de un Estado
capaz de articular inclusivamente al conjunto de la población y garantizar el ejercicio
de derechos. El individuo aparece fragilizado por falta de recursos materiales y
protecciones colectivas que en ciertos sectores se transforma directamente en desafiliación
o exclusión social. Están “a la intemperie”, según la expresión de Duschatzky (2007).
Situaciones como la pobreza o el desempleo dejan de ser temas sociales para pasar a ser
problemáticas individuales, de culpabilización de las víctimas. Por ejemplo, el “problema”
son “los pobres” y no “la pobreza”, “los desocupados” y no “la desocupación”, los
“delincuentes” y no “la delincuencia”. Históricamente, la escuela funcionó como espacio
para la homogeneización colectiva pero en este contexto, la escuela debía cumplir con su
función de “normalización” y “homogeneización” por medio de la escolarización de cada
alumno más allá de la familia que tuviera. Quizá uno de sus mejores símbolos sea el
guardapolvo blanco, surgido para unificar diferencias sociales. Los problemas de los
alumnos se situan por fuera de la escuela para ubicarlo en la familia Se genera entonces un
círculo vicioso: se culpabiliza a las familias, considerándolas causantes de los problemas
escolares.
Otro cambio importante a tener en cuenta se relaciona con la constitución social de las
edades. Históricamente, en las sociedades occidentales, la infancia y la juventud fueron
etapas signadas por una “moratoria social” que les permitía a esos sujetos retrasar su
participación de las experiencias de la vida social para dedicar ese período a su preparación
y formación para la “vida adulta”. Conjuntamente, se desarrolló una segmentación
institucional de atención a la infancia y la juventud basada en: por un lado, estaba la
escuela “común”, destinada a los sectores incorporados -la clase media urbana, los
trabajadores estables, los inmigrantes que aceptaban las normas-, y por el otro estaba un
sistema de atención internación para los menores provenientes de los sectores que
fracasaron en la adaptación al modelo social; niños y adolescentes que estaban bajo la tutela
estatal por orfandad, abandono, delincuencia, enfermedad grave, “condición de calle”, etc.
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Por otra parte, a lo largo del siglo XX, en especial en las poblaciones urbanas, se constituyó
una nueva etapa: la pubertad o adolescencia. Un nuevo espacio identificado con la
indeterminación, el desasosiego y la angustia existencial, con cambios corporales que
incluían el despertar sexual, con la necesidad de rebelión y de generación de proyectos
personales, con utopías, mesianismos, y situaciones de elección personal.
También hay una redefinición actual de la juventud; el lapso entre la madurez física y la
social en la que se goza homogéneamente de la “moratoria social”. Hoy, esto se encuentra
muy diversificado entre grupos sociales. Por ejemplo, los sectores populares ingresan no
sólo muy tempranamente al mundo del trabajo respecto a otros sectores sociales, sino que
lo hacen en forma inestable y precaria. También es frecuente comenzar a tener hijos a
temprana edad, abandonar el hogar, etc. Por eso, en el plano de los derechos, es necesario
reestablecer la “moratoria social” para todos los adolescentes y jóvenes como
momento de formación para el goce pleno de sus derechos tanto actuales como
futuros.
Hoy, el circuito “normal”, por el que circulan los grupos integrados, se construye con los
tramos más estables - adolescencia (prolongada)- juventud (prolongada) – adultez. Por otro
lado, se construye el circuito degradado, por el que circulan las mayorías no integradas,
compuesto por los tramos más cortos e inestables de “minoridad - adultez temprana”.
Esta situación se basa en un reparto diferencial y desigual de derechos: mientras los
miembros del primer circuito gozan de ellos, el segundo se construye mediante su
ausencia.
Por ejemplo, antes si se era “alumno” no se era madre o trabajador ; hoy los sujetos
combinan ser alumna y madre, alumno y trabajador. Esto ha llevado a la creación de
alumnos más complejos, que no responden al modelo esperado por la institución educativa.
Estos sectores, que muchas veces su experiencia a la sobrevivencia diaria – como conseguir
qué comer esa noche o no morir en algún calabozo por “gatillo fácil”-, relegan las
posibilidades que la educación puede brindarles de tener una vida futura mejor basada en el
ejercicio de sus derechos.
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Gabriel Kessler (2004) construye el concepto de “escolaridad de baja intensidad” para
describir el vínculo educativo que establecen con el sistema educativo muchos adolescentes
de los sectores marginados. Son alumnos que, si bien continúan inscriptos en la escuela a la
que concurren con mayor o menor frecuencia –muchas veces menor-, no realizan casi
ninguna de las actividades escolares que se supone debe hacer un alumno (cumplir la tarea,
estudiar, tomar apuntes, llevar los útiles, mantener la regularidad, someterse a evaluaciones,
etc.). Se limitan a estar en las aulas en forma intermitente. O sea, no se “enganchan” con la
vida escolar. Esto produce entonces un círculo vicioso que provoca malestar en todos los
sujetos intervinientes, que se sienten incómodos en esa situación.
La escuela fue históricamente una maquinaria que combinó prácticas autoritarias –la
imposición- con democráticas –los derechos-, en un equilibrio muy inestable que imponía
derechos aún sin el acuerdo de los sujetos involucrados.
En la escuela, el mandato hacia el otro era: “Vení a la escuela, acá está, este es tu pupitre,
este tu libro de lectura, ...” o cuando un docente dice frases como: “Yo tengo una muy
buena propuesta pedagógica, pero con estos chicos no se puede”, está retomando la matriz
fundacional, porque le está ofreciendo a sus alumnos lo mejor que puede –los derechos-,
pero sólo podrá hacerlo si ellos cambian –la imposición. Cuando el docente sostiene que su
propuesta pedagógica es buena, los alumnos (para gozar de sus ventajas) tienen que dejar
de ser quienes son histórica y culturalmente. Hoy, esta situación de “imposición de
derechos”, -por la que niños y adolescentes son convertidos en alumnos-, convive con la
“sustracción de derechos” que los convierte en menores judicializados o en adultos
tempranos. Esto los quita del lugar de alumno, supuestamente asociado a la infancia y la
adolescencia “normal”, y les priva de los derechos que dicha situación debería
garantizarles.
Por todo esto, uno de los principales desafíos que actualmente enfrentamos los educadores
es aportar a la restitución de los derechos que han sido sustraídos a vastos sectores de
la sociedad –en especial niños y jóvenes- y que a su vez supere el viejo dispositivo de la
imposición homogeneizante. Para eso debemos ser capaces de generar propuestas
educativas que les permitan construir nuevos soportes y anclajes, debemos lograr
habilitarles la posibilidad de acceso a nuevos lugares en lo social, lo cultural y lo político,
propiciando la conexión (y muchas veces, la reconexión) con los entramados sociales que
les garantice el ejercicio pleno de sus derechos.
Poner el foco en comprender a la educación como derecho implica tener como punto de
partida la comprensión del otro como “sujeto de derechos”. El otro - alumno no es un
sujeto incompleto, un futuro peligro social o un “portador de intereses”, sino alguien que
posee ciertos derechos, con “derecho” a ejercerlos, ampliarlos, y sumar nuevos. Entonces,
que la función de la educación es brindar herramientas, experiencias, saberes,
estrategias, etc. para llevarlo a cabo.
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Sí, como dice Hanna Arendt (1974), las sociedades democráticas son aquellas que
garantizan a sus miembros el “derecho a tener derechos”, la educación debe ser entendida
como “un derecho que da derechos”.
En cierta forma, recuperar los “derechos de los sujetos” nos lleva a revisar algunas
posiciones pedagógicas vigentes que ponen el centro en los “intereses de los sujetos” como
el garante de construcción de mejores sociedades. Muchas veces la pedagogía centrada en
los intereses cree que la mejor educación es aquella que les enseña los alumnos lo que ellos
–de antemano- quieren aprender. A nuestro entender, estas posiciones no “abren el mundo”
a las nuevas generaciones y que por tal dificultan el ejercicio de ciertos derechos.
Creemos qque hay que pasar de “intereses del alumno” a n los “derechos del alumno”
porque amplia el “tamaño de la operación pedagógica” en la construcción de sociedades
más justas. Por eso, la pregunta principal para poner a los sujetos en el centro de la
propuesta no es “qué tiene interés en aprender” sino “qué tiene derecho a aprender”. Un
buen punto de partida es la ampliación del sentido dado a los derechos. Así, el derecho a la
educación suma nuevas dimensiones como la mayor cobertura posible, pensarlo más allá
de la escuela
Al respecto, Jacques Ranciere (2003), sostiene que: “La igualdad no es un fin a conseguir,
sino un punto de partida.(...) La igualdad nunca viene después, como un resultado a
alcanzar. Ella debe estar siempre delante. (...) Es una cuestión de política: se trata de
saber si un sistema de enseñanza tiene como presupuesto una desigualdad a “reducir” o
una igualdad para verificar.”
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Esto nos lleva a una comprensión compleja de la igualdad que implica tanto valorar la
singularidad de cada uno -sin por eso negar o convalidar la desigualdad social- como
reconocer un territorio común que nos une en términos colectivos. En este sentido,
sostenemos la idea de que la educación no sólo debe resistir a la desigualdad sino que debe
abrir en cada momento una oportunidad para construir una vida más justa. Como sostiene
Graciela Frigerio (2006), la educación “se rebela y se resiste a ser cómplice de transformar
las diferencias en desigualdades”.
Esta “igualdad de base” que implica pensar la educación como derecho se articula con
generar espacios de cuidado; aprender del otro, y con brindar conocimientos para
interpretar los contextos. Esa confianza implica ofrecerles herramientas que les permitan
procesar el mundo que les es dado, compuesto por elementos tan disímiles como los
discursos mediáticos, la sociedad de consumo, la promulgación de derechos y sus
cotidianeidades a veces insoportables.
“Confianza”, “amparo” y “cuidado” son términos que los educadores debemos tratar
conjuntamente. Las generaciones adultas tienen la obligación de “amparar” a las
generaciones jóvenes para que puedan educarse. Perla Zelmanovich, sostiene que el
“cachorro humano” viene al mundo muy indefenso, por lo que debe haber quien lo reciba y
ampare hasta que pueda ocuparse de sí mismo independientemente. Los humanos no
nacemos listos para valernos por nosotros mismos sino que precisamos un “andamiaje”
para poder hacerlo que lleva tiempo incorporar, y que probablemente no puede darse por
terminado nunca.
“Dar amparo” tiene que ver con instalar una red de significaciones ante una realidad
inexplicable que proteja, resguarde y posibilite el acceso a la sociedad y la cultura, que
brinde a los sujetos las herramientas necesarias para que pueda incorporar e incorporarse en
ellas aún en las situaciones más extremas y penosas.
A modo de cierre
Este trabajo comenzó recuperando la historia de Ambrosio Millicay, para pensar desde allí
sobre las formas de concebir a la educación como derecho, interrogando tanto las
perspectivas que históricamente lo definieron como una inclusión homogeneizante que
suprimía las diferencias culturales, así como también aquellas que hoy la entienden como
mero “acceso y permanencia” de los niños y niñas sin ofrecer una propuesta pedagógica
rica en oportunidades. Al analizar estos temas no fue posible dejar de considerar las
dolorosas huellas del empobrecimiento y polarización social que han afectado a la
Argentina en los últimos treinta años. En este marco, se buscó dar cuenta de las
transformaciones de la educación, no sólo en términos de sus problemáticas sino también
de la percepción social acerca sus fines y posibilidades.
24 DE SEPTIEMBRE DE 2021
https://www.youtube.com/watch?v=k5hVQQdEReY
https://www.youtube.com/watch?v=_Kz8M6WKkcY
https://www.youtube.com/watch?v=7Pvk8K7Y6FY
Caminos de tiza
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- Se promueve una ley técnica para favorecer la industria, no alcanza con la educación
polimodal.
-1817 ley 463 de subvenciones, permite al estado nacional girar fondos a las provincias
con urgencias económicas
-En 1905 se promulgó la ley Lainez para abrir escuelas en las provincias más
necesitadas, la intención era universalizar el derecho a la educación.
- Entre 1970 y 1978 bajo los regímenes dictatoriales se derogó la ley de Lainez (el
estado se ausentaba) y a su vez impone contenidos educacionales conservadores.
- 1992 ley 24049 de transferencia de servicios educativos. Pasaron todas las escuelas de
enseñanza media y superior del estado nacional a las provincias donde se encontraban
previamente a la dictadura.
- En los años 1993 (ley 24195 federal de educación) y 1995 (ley 24591 de educación
superior) moldearon un nuevo régimen donde la educación dejó de ser un derecho que
el estado debía garantizar para ser entendido como un servicio de consumo.
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- Se sanciona la ley 26206 en el 2006 de educación nacional en reemplazo a la
normativa de 1993, se plantea la educación como un bien público y se la considera una
política de estado.
- 11 de abril de 1882 primer congreso pedagógico en nuestro país bajo la presidencia de
Roca.
- Previo a la ley se usaban cajas de arena para escribir porque el papel era muy caro.
- Se establece el nuevo orden del aula con pupitres en hileras, pizarrón y un docente.
- Se generan nuevos espacios en las escuelas como las aulas, patios y claustros.
- Se llegó al acuerdo de que la educación debía ser común, obligatoria en sus primeros
años, graduada (cursos por edades) y gratuita. No se llega al acuerdo para una educación
laica (la discusión llega hasta el congreso nacional donde solo se acepta como educación
“tolerante”)
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