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La pareja sobre este esquema permite ir más allá de la figura del docente como
interlocutor de los niños frente al saber, como "traductor" del saber real al saber
didáctico, o "apto para alumnos". Mientras D1 ofrece una consigna o presenta una
intervención global frente al grupo, D2 puede integrarse al grupo y ofrecer así a los
niños un modelo de atención, un modelo de pregunta. Entre ambos, puestos de
acuerdo, pueden abarcar parte importante de la experiencia de los niños e intervenir
en forma más sincera y profunda.
El estar de acuerdo (venimos hablando del acuerdo dentro de la pareja pedagógica
como una herramienta útil) en ocasiones se sostiene desde el plano del discurso, de
aquello que se dice pensar o a lo que se dice adscribir, pero no se sostiene desde el
plano de las verdaderas convicciones y de las acciones consecuentes. Así, los
desencuentros en el vínculo de la pareja pedagógica en ocasiones puede llegar a
constituirse en un obstáculo para que el alumno logre apropiarse del tercer vértice: el
conocimiento. Veamos un ejemplo:
las formas opuestas de "poner límites" a un niño, de considerar sus acciones como
merecedoras de una sanción, por un lado, o como manifestaciones del proceso de
elaboración de algún suceso, por el otro, encarnadas en dos adultos frente a los
mismos alumnos, generan confusión en éstos últimos acerca de cómo actuar.
docentes emparejados que no acuerdan en la valoración que otorgan a las
producciones de los alumnos, a través de acciones contrapuestas (por ejemplo,
mientras uno alienta a los alumnos a expresarse de la forma en que mejor pueda,
el otro alaba públicamente los "trabajitos" de los niños que más se asemejan a las
producciones de los adultos o a las que los adultos esperan), pueden crear un
clima de competencia y malestar que es en definitiva un obstáculo para el vínculo
con el conocimiento.
Con frecuencia ocurre que algunos alumnos "le caen bien" a un maestro y no al
otro. La relación que cada maestro entabla con el mismo alumno puede así estar
signada por la empatía o por la antipatía solapada o manifiesta. Cuando lo primero
ocurre, las expectativas y el deseo puesto sobre ese alumno redundarán en mejores
condiciones para que el aprendizaje tenga lugar. Al mismo tiempo, la mirada
contrapuesta de los dos adultos hacia cada uno de estos alumnos, dará lugar a
representaciones polarizadas, enfrentadas, reduccionistas, del alumno acerca de sus
maestros: la maestra "buena", la que lo entiende, lo escucha, no lo reta, y la maestra
"mala", la que "no lo quiere". La familia suele ser caja de resonancia de esta fantasía
del bueno y el malo, manifestando por ejemplo que su hijo con una maestra está bien
y con la otra no", reforzando las representaciones opuestas.
Si bien estas situaciones son frecuentes, y forman parte del juego de delegar y
competir anteriormente señalado, ubicarse en uno u otro extremo puede ser una
manera fácil de evadir las razones más profundas de esa situación poco deseable. ¿Por
qué me molestan tales o cuales actitudes de un alumno? ¿Por qué me divierten las
respuestas de un alumno "ocurrente", si mi colega las toma como interrupciones? ¿Qué
aspectos de mi propio ser me devuelven las acciones de ese otro, que me provocan
admiración o rechazo? Si ambos docentes (personas distintas, con historias de vida
disímiles, con diferente forma de ver el mundo), son puestos en situación de encarar
juntos la formación de un grupo, ambos son entonces responsables de generar con
cada alumno, y con su familia, un vínculo lo más saludable posible, para lo cual es
necesario aquel retorno sobre sí mismo y la valentía de revisar sus propios temores,
sus limitaciones, sus fantasmas, y la capacidad de transitar el dolor y la descentración
que implican vincularse con un otro.
Desde el enfoque en el que venimos desarrollando este planteo, es evidente que
las distintas situaciones que pueden tener lugar dentro del aula teniendo por
protagonistas a dos docentes emparejados y un alumno/grupo pueden ser leídas desde
dos lugares diferentes (i.e. el plano de lo manifiesto y "la otra escena", el plano del
diálogo inconsciente) y es precisamente la delimitación de esa diferencia lo que nos ha
interesado indagar y profundizar. Así como esta distinción es aplicable a categorías
tales como la formulación de objetivos, el triángulo didáctico o la vocación, es también
interesante pensar las situaciones empíricas, las interacciones que en el terreno del
aula se discursan y se construyen desde un lugar manifiesto y existen también en
forma paralela en el plano latente.
¿Cómo se organiza / gestiona la coordinación grupal cuando hay dos docentes?
Supongamos la situación de un grupo de niños dibujando, por ejemplo, con crayones:
a) desde la dimensión técnica-pedagógica, existen unos contenidos del área plástica,
una técnica se está realizando, se están utilizando materiales y herramientas
determinados, etc. y b) hay una dramática inconsciente puesta en escena: ¿ser
elogiados (los niños) por sus "lindos dibujitos"? ¿ser bien conceptuados (los docentes)
por la producción de sus alumnos? ¿satisfacer la necesidad de dar y recibir ayuda?
¿mostrar (los niños) a través de las dificultades en el dibujo una necesidad de recibir
ayuda? ¿vivir (ambos docentes entre sí) la situación de transitar una distribución de las
responsabilidades al cumplir diferentes roles en la intervención en la actividad?, etc.
Naturalmente, ambos integrantes de la pareja viven las distintas situaciones
cotidianas desde un planteo dramático personal, buscando vivir, recrear y poner en
escena sus propias propuestas simbólicas. Hemos mostrado sin embargo (ya que no
demostrado) que los guiones diferentes llegan a reunirse espontáneamente en
ciertos momentos en los que algunas acciones cristalizan en rituales, o llegan
a reunirse en forma acordada en ciertos momentos en los que un "retorno sobre si
mismo" por parte de los maestros emparejados tiene lugar.
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Cabe sólo cerrar al menos por ahora esta inacabada excursión por las
posibilidades del trabajo en pareja pedagógica, por algunas de las muchas formas de
entender ese trabajo apasionante, con palabras de la siempre admirada Alicia,
palabras que nos convidan a creer en estos mundos invisibles que existen entre las
personas, difíciles de ver por cierto, y a cuyo descubrimiento
apasionante de los desafíos - nos hemos dedicado en estas páginas.
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que es el más
-Te diré algo para que tú creas - dijo la Reina - yo tengo ciento un años, cinco
meses y un día.
-¡Eso sí que no lo puedo creer! - exclamó Alicia.
-¿No puedes? - preguntó la reina con cierta conmiseración - A ver, inténtalo de
nuevo. Aspira hondo y cierra los ojos.
Alicia se rió.
-No tiene sentido que lo intente. Uno no puede creer en cosas imposibles.
-Por lo visto no has practicado mucho - dijo la Reina -. Cuando yo tenía tu
edad, practicaba por lo menos media hora por día. ¡Y había días en que podía
creer hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno...!