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Fuente https://www.anahuac.mx/iest/atenea-literaria/de-la-monarquia-constitucional-en-el-
mundo-actual
Mucho se ha hablado estos años del gran desafío político y social de nuestros tiempos: la
crisis de la democracia liberal. Hija de la ilustración y templada en medio del caos y la
destrucción de dos guerras mundiales e incontables revoluciones, la democracia liberal
permitió que en el periodo de la posguerra la humanidad alcanzara un nivel de
prosperidad y desarrollo nunca antes vistos. Si bien es cierto que esta época dorada se
vio ensombrecida por la amenaza de un holocausto nuclear, y la proliferación de la brutal
y degenerada ideología soviética, la sociedad logró avances sin precedentes,
encaminados a alcanzar sociedades más justas. Sin embargo, justo cuando creíamos
haber alcanzado el fin de la historia, el diluvio.
Envueltos en una atmosfera apocalíptica, escuchando y leyendo continuamente noticias
sobre masacres en el Medio Oriente, miseria en Venezuela, tiranos en el este de Europa y
demagogos en el oeste, políticas de pan y circo tanto en Estados Unidos como en México,
resulta un tanto agobiante. Y a pesar de esto, últimamente he sentido resurgir en lo
personal un lado romántico o, según mi madre, quijotesco. Extraña ocurrencia dado el
tiempo y el país en el que vivo. Este romanticismo me lleva a voltear la vista hacia Europa
y Japón, hacia las naciones más estables y prósperas del mundo. Naciones como
Holanda, Bélgica, el Reino Unido y las naciones Escandinavas, y observo un común
denominador entre ellas: la monarquía constitucional.
La monarquía constitucional es una forma de Estado en la que existe separación de
poderes, donde el monarca ostenta el Poder Ejecutivo nombrando al gobierno, mientras
que el Poder Legislativo, lo ejerce una asamblea o parlamento, habitualmente electo por
los ciudadanos. La actuación del monarca está siempre sujeta a los dictámenes de una
constitución escrita o no escrita.1 Surgida de las ideas de la ilustración, entre sus
principales antecedentes se encuentran la Revolución Gloriosa de 1688 y la subsecuente
declaración de derechos (Bill of Rights), la revolución francesa y la novedosa constitución
de 1791 en Polonia.
Las conquistas de Napoleón, Emperador de los Franceses, propagaron las ideas
constitucionalistas por el resto de la Europa Continental. El siglo XIX vio el ocaso de las
monarquías absolutas, y el horror de la Gran Guerra barrió con los últimos vestigios del
antiguo régimen. En la segunda mitad del siglo XX, la hegemonía soviética remplazó las
monarquías de Europa Oriental con brutales dictaduras estalinistas que, tras el colapso de
la Unión Soviética, degeneraron en democracias nominales, cuyos ejemplos más nefastos
hoy en día son Hungría, Polonia y Rusia.
Contrapuesto al sombrío paisaje oriental, en el lado occidental de la antigua cortina de
Hierro encontramos un panorama completamente distinto. Democracia, división de
poderes, respeto por los derechos humanos, desarrollo económico, libertad de expresión,
libertades civiles y muchos otros beneficios de la modernidad. Si bien es cierto que no
todas estas naciones son monarquías (aunque algunos describan a la V República
Francesa como una monarquía republicana), no se debe menospreciar el rol que la
institución monárquica ha jugado en muchos de ellos.
Un reciente estudio de la Universidad de Pennsylvania sobre el desempeño económico y
su relación con la protección de la propiedad intelectual tanto en monarquías como en
republicas, a cargo del Profesor Mauro Guillen (2018), encontró evidencia “robusta y
cuantitativamente significante” de que relativo a los regímenes republicanos, las
monarquías protegen en mayor medida la propiedad
intelectual al reducir los conflictos y la inestabilidad interna, y los efectos negativos de los
constantes cambios de gobierno y de la discrecionalidad del poder ejecutivo. Este mayor
nivel de protección proporciona un mayor estándar de vida2. Esta es una de las ventajas
más significativas de la monarquía constitucional. El jefe de Estado, separado del jefe de
gobierno e independiente de cualquier interés particular y lazo partidista, se sitúa por
encima de la política. Esto le permite al monarca fungir como representante de toda la
nación, de todos los ciudadanos, sin importar su filiación política3. Esto es de vital
importancia en las sociedades actuales, encaminadas, según el politólogo ingles Colin
Crouch, a convertirse en post-democracias, sumamente polarizadas y donde la brecha
entre gobernantes y gobernados es cada vez mayor. Un ejemplo claro seria el Estados
Unidos actual, donde todas las instituciones, desde los fiscales estatales hasta la
Suprema Corte, están cada vez más politizadas y donde inclusive las agencias
reguladoras han sido capturadas por aquellos a quienes se supone tienen que regular.
Ante estos desvanes, el máximo representante de todos los estadounidenses, Donald
Trump, es incapaz de ver más allá de las diferencias partidistas y gobernar en nombre de
todos, sean conservadores o liberales, republicanos o demócratas.
Esto nos lleva a otra ventaja fundamental: El monarca como salvaguarda de la libertad y
baluarte ante la tiranía3, sea ésta producto del mayoritarismo y de políticos demagógicos,
cada vez más presentes en la actualidad, o de las ambiciones de los militares, como
sucedió en España en 1981. Otra función importante del monarca es como símbolo de la
unidad y continuidad de la nación, así como de sus valores. Dos ejemplos notables en
este caso son el Reino Unido y Japón. La constitución japonesa establece que el
emperador es “el símbolo del estado y la unidad nacional” y además la principal figura en
la religión sintoísta. También el monarca del Reino Unido representa la unidad de las
cuatro naciones constituyentes así como de la Mancomunidad de Naciones y su herencia
cultural y religiosa compartida.
Concluyo finalmente con un último beneficio. La necesidad espiritual humana de creer en
algo más grande que nosotros, en la necesidad de cierto espectro de jerarquía. Dice C. S.
Lewis (1943) que “la igualdad no es una de aquellas cosas (como la sabiduría o la
felicidad) que son buenas en sí mismas y por sí mismas, que aquél que no puede
entender una obediencia gozosa y leal de parte de unos, ni una aceptación ruborosa y
noble de esa obediencia de parte de otros, es un bárbaro prosaico; que cuando a los
hombres se les prohíbe venerar a un rey, veneran en cambio a atletas, millonarios,
estrellas de cine e incluso prostitutas y gánsteres. Porque la naturaleza espiritual, como la
corporal, requiere de sustento. Niégale comida y engullirá veneno”4. Mis dos abuelas eran
hijas de españoles y mi abuelo paterno santanderino, y recuerdo con mucho cariño ver
con ellos los mensajes de Navidad del Rey y reflexionar: ¿cómo sería si, en lugar del Rey,
el mensaje lo diera un político promedio? ¿Tomaría alguien en serio dicho mensaje?
Frank Herbert escribió que debemos desconfiar del poder, que este atrae siempre a los
indeseables5. Concuerdo en absoluto con él y con el Profesor Tolkien, en desconfiar
especialmente de aquellos que buscan el poder. Los antiguos acertaron en la fórmula
del nolo episcopari6. Sin embargo, si tengo que confiar en alguien, prefiero que sea en un
monarca moderno, preparado desde la niñez tanto académica como moralmente,
profesando los valores cristianos de justicia, servicio a los demás y respeto a la dignidad
humana y con el peso de incontables generaciones recordándole la importancia de su
tarea. Esto es de suma importancia en estos tiempos donde de nuevo la dignidad del
individuo es constantemente ignorada o pisoteada en pro del colectivo.
Referencias bibliográficas
1. Bogdanor, Vernon (1996), "The Monarchy and the
Constitution", Parliamentary Affairs, 49 (3): 407–
422, doi:10.1093/pa/49.3.407 — excerpted
from Bogdanor, Vernon (1995), The Monarchy and
the Constitution, Oxford University Press
2. Guillén, Mauro F. Symbolic Unity, Dynastic
Continuity, and Countervailing Power: Monarchies,
Republics, and the Economy. Social Forces,
soy037. 2018.
3. Otto von Habsburg "Monarchy or Republic?".
("Excerpted from The Conservative Tradition in
European Thought, Copyright 1970 by Educational
Resources Corporation.")
4. C.S. Lewis (26 August 1943). "Equality". The
Spectator.
5. Frank Herbert: Dune Genesis
6. Humphrey Carpenter: The Letters of J. R. R.
Tolkien, Letter 52.
Fuente https://humanidades.com/monarquia/#ixzz8WHWMlA6U
¿Qué es la monarquía?
La monarquía es la forma de gobierno en la que el poder está centrado en el rey,
cargo al que se accede por linaje de sangre. Consiste en la presencia de un monarca con
poder absoluto, lo opuesto a las formas de gobierno republicanas en las que los poderes
legislativo, ejecutivo y judicial son independientes a la jefatura de Estado.
La palabra monarquía proviene del griego y significa “Estado regido por un soberano”. El
territorio gobernado bajo un sistema monárquico se denomina reino, imperio o principado.
El que tiene el título de monarca se denomina rey, emperador, príncipe, zar, entre otros.
Características de la monarquía
La monarquía se caracteriza por:
Ser un sistema político basado en el gobierno de una sola persona, es decir, que
tiene poder absoluto.
Tener un rey que solo puede acceder al cargo de manera hereditaria.
Tener un monarca que es símbolo de continuidad y de estabilidad.
Ser una única organización político-administrativa.
Estar constituida por normas y mandatos tradicionales.
Ser un reinado vitalicio, es decir, que gobierna el mismo linaje real de por vida,
excepto que el sistema evolucione o sea derrocado.
Ser una de las formas de gobierno más antiguas.
Historia de la monarquía
Las monarquías son una de las forma más antigua de gobierno.
Durante la Edad Media, a partir del siglo V, las monarquías se basaban en las
tradiciones teocráticas que consideraban a los reyes como representantes de Dios en la
Tierra y que debían proteger a su pueblo.
Las monarquías son una de las formas más antiguas de gobierno, como el reino de
Inglaterra que fue fundado en el 927 y perduró de manera absolutista hasta el 1215, año
en el que fue aceptada la carta magna (constitución que propuso la división de poderes)
por parte del rey Juan I de Inglaterra. Con el tiempo, la monarquía evolucionó y
surgieron diversos tipos que varían según el nivel de poder que ejerce el monarca.
Evolución de la monarquía
La mayoría de las monarquías a lo largo de la historia han sido dirigidas por una única
persona que tenía el poder económico, político, militar y social del reinado.
A partir del siglo XIX muchas monarquías han evolucionado para convertirse
en democracias parlamentarias. En Inglaterra el proceso se inició en 1215 luego de
conformada la Carta Magna. El reinado se consolidó como una monarquía
parlamentaria en 1689 luego de la Revolución Gloriosa en la que fue derribado el rey
Jacobo II Estuardo, que había mantenido la inestabilidad política desde 1642.
A pesar de su condición vitalicia, la monarquía puede llegar a su fin, como en los casos de
Inglaterra y de España en los que las monarquías fueron derrocadas y luego restauradas,
a través de un mecanismo de votación y consulta ciudadana que apoyó la formación de
una república.
Una de las más recientes monarquías abolidas fue la del reino de la isla de Mauricio en
África oriental al este de Madagascar, que en 1968 se independizó de la Mancomunidad o
naciones vinculadas con el Reino Unido y en 1992 fue declarada república parlamentaria.
Tipos de monarquías
En las monarquías parlamentarias el rey no ejerce poder sobre las funciones ejecutivas.
Existen cuatro tipos principales de monarquías:
Bélgica
Reino Unido
Liechtenstein
Holanda
Noruega
Suecia
Dinamarca
Fuente: https://humanidades.com/monarquia-constitucional/#ixzz8WHXZoccF
1. Derecho divino
Esto significa que el poder emanaba de Dios y que el monarca ejercía dicho poder sin
necesidad de atenerse a ningún tipo de limitación jurídica, dado que su voluntad quedaba
por encima de las leyes. De alguna manera la Iglesia operaba de "intermediaria" entre
Dios y el Rey, y se asumía que el Rey era naturalmente bueno, correcto y justo.
3. Poder absoluto
Bossuet, clérigo e intelectual francés, defendía la teoría del origen divino del poder.
El monarca concentraba y detentaba el poder absoluto, no había ningún tipo de
división de poderes, como hay hoy en los estados modernos. El rey tomaba la potestad
de fijar leyes y decretos (atribución legislativa), asesorado cuanto mucho por un grupo de
consejeros, así como de juzgar (atribución judicial), de instaurar impuestos, etc. No
existían organismos fiscalizadores del accionar del monarca.
4. Ejército profesional
La persona del rey y sus amplísimas posesiones debían ser defendidas por una nutrida
guardia real y por el accionar de un ejército profesionalizado, que le era incondicional y
debía mantener el sistema monárquico en orden, puesto que era su brazo armado.
5. Sociedad estamental
Las monarquías absolutas rigieron en una época en que la sociedad estaba
claramente dividida en clases o estamentos: por un lado estaban los miembros de la
nobleza y el clero, con numerosos privilegios, y por otro lado existía una amplia clase
integrada por campesinos, burgueses y asalariados urbanos, que son quienes realmente
trabajaban y generaban los ingresos de la corona. Solo esta última clase, que vivía
humildemente en áreas rurales o urbanas, cargaba con la obligación de pagar impuestos
o tributos a la corona y el diezmo a la Iglesia.
Luis XIV pasó a la historia con el rótulo del Rey Sol, y es recordada su frase “el Estado
soy yo” como síntesis del concepto de absolutismo monárquico, que tras un gran
derramamiento de sangre dio paso a la Primera República Francesa.
Sigue con:
Despotismo ilustrado
Monarquía centralizada
Monarquía constitucional
Fuente: https://humanidades.com/monarquia-absoluta/#ixzz8WHYFqD1q
¿Qué es Monarquía Inglesa?
La monarquía inglesa nació con la autoproclamación en el año 878 de Alfredo el
Grande, rey de Wessex, como rey de Inglaterra, de modo que esta monarquía lleva ya
más de doce siglos de historia.
Al hablar de monarquía inglesa se hace referencia a la casa real del Reino Unido de
Gran Bretaña. Fue este fue el primer país europeo en abandonar la monarquía absoluta,
esto ocurrió en el año 1689, al finalizar el reinado de los Estuardo. Es entonces cuando el
nuevo monarca, Guillermo de Orange, jura la Declaración de Derechos (The Bill of
Rights), la cual limita sus poderes y obliga a someter algunas de sus decisiones al
Parlamento.
Surgimiento de la monarquía inglesa
La monarquía inglesa nació con la autoproclamación en el año 878 de Alfredo el Grande,
rey de Wessex, como rey de Inglaterra, de modo que esta monarquía lleva ya más de
doce siglos de historia.
Fuente: https://humanidades.com/monarquia-inglesa/#ixzz8WHbir5e9
¿Qué fue la Monarquía Romana?
La Monarquía romana fue la primera de las tres etapas en las que se dividió el
desarrollo del gobierno de la Antigua Roma. Durante el período monárquico, entre el
753 a. C. y el 509 a. C., gobernaron siete reyes.
Los siete monarcas de Roma se destacaron por emplear una gran fuerza militar que les
permitió ocupar más territorios y ampliar su imperio. Además, a través de alianzas
estratégicas con poblaciones cercanas pudieron incrementar el número de tropas.
La monarquía decayó y fue suplantada por la segunda etapa, la República de Roma, que
tuvo lugar entre el 264 y el 146 a. C. Fue considerado el período más significativo
porque logró afianzar a Roma como potencia dominante.
La tercera y última etapa fue el Alto Imperio que tuvo lugar entre el 27 a. C. y el 476 d. C.
Se caracterizó por un gobierno autócrata que decidía sin tener en cuenta leyes ni poderes
que lo regulen.
Rómulo. Gobernó entre el 753 y el 716 a. C. Fue el monarca que fundó la ciudad de
Roma y que implementó el sistema de gobierno monárquico. Realizó grandes
atrocidades por el afán de poblar su territorio, convocando a diversos pueblos y
grupos, como los esclavos, los prófugos y los refugiados, a través del engaño y por la
fuerza.
Numa Pompilio. Gobernó entre el 716 y el 674 a. C. Fue un monarca que se interesó
por las instituciones legales, religiosas y que logró instruir a la población para rendir
culto a sus dioses. Realizó ajustes en el calendario planteado por Rómulo, como
agregar los meses de enero y de febrero. Además, construyó el templo de Jano.
Tulio Hostilio. Gobernó entre el 674 y el 642 a.C. Fue un guerrero al estilo de Rómulo
y se alejó de la doctrina y del culto a los dioses que había fomentado su antecesor,
Numa Pompilio. Su afán en el arte de la guerra, en especial contra los albanos
(sabinos), hizo que Roma se convirtiera en la primera potencia de la región.
Anco Marcio. Gobernó entre el 642 y el 617 a. C. Fue un monarca religioso y
pensador que supo fomentar el comercio con los pueblos vecinos. Construyó
prisiones, murallas, puentes y el puerto de Ostia en el río Tíber que permitió que
Roma se convirtiera en un centro de intercambio de mercancías.
Tarquinio Prisco. Gobernó entre el 617 y el 578 a. C. Fue el primer rey de origen
etrusco y logró ganar numerosas guerras que le permitieron ampliar el territorio
romano. Introdujo el arte y la religión etruscos en la cultura romana, por lo que se
considera a ese período como el más ilustrado de la etapa monárquica. Además,
construyó una red de alcantarillado, el forum romano, el circo máximo y los cimientos
del templo de Júpiter.
Servio Tulio. Gobernó entre el 578 y el 534 a. C. Fue uno de los monarcas más
apreciados por la población, entre otras cuestiones, porque elaboró una nueva
constitución que reconocía la distinción entre clases sociales según su nivel de
riqueza. Llevó a cabo el primer censo de la historia y el derecho a voto fue establecido
según la riqueza económica, por lo que el poder seguía reservado a una elite.
Tarquino el Soberbio. Gobernó entre el 534 y el 509 a. C. Fue un monarca de origen
etrusco que ejerció su poder y control mediante la violencia y el terror de una manera
sin precedentes en la historia de la Antigua Roma. Enloqueció y ejecutó a varios
senadores. Su despotismo fue la razón por la que cayó el sistema monárquico y no
hubo ningún otro rey luego de su mandato. Entre sus importantes obras logró finalizar
la construcción del templo a Júpiter.
El rey. Era la máxima autoridad que ocupaba el rol de sacerdote supremo, juez y jefe
militar. El rey era elegido por la asamblea popular con la intervención del Senado.
La asamblea popular. Estaba integrada por los ciudadanos y era convocada por el
rey para aprobar o rechazar las leyes por aclamación unánime. La convocatoria tenía
lugar en el Capitolio.
El senado. Estaba conformado por trescientos ancianos patricios padres de familia
que cumplían la función de aconsejar al rey y de presentar a los candidatos para la
sucesión al trono. Consistía en un cargo vitalicio, es decir, que lo ocupaban durante
toda la vida.
Los patricios u hombres libres. Conformaban la clase aristocrática que tenía plenos
derechos de ciudadanos, eran descendientes de los fundadores de Roma.
Los plebeyos. Conformaban la clase más numerosa integrada por extranjeros,
libertos, vagabundos y habitantes de las ciudades Se dedicaban a la agricultura, al
comercio, la industria y pagaban impuestos al gobierno a pesar de que estaban
privados de varios derechos.
Los esclavos. Conformaban una clase social privada de sus derechos de manera
total, hasta el punto de ser tratados como objetos. Eran prisioneros de guerra
comprados en los mercados para ser usados en trabajos forzados.
Fuente: https://humanidades.com/monarquia-romana/#ixzz8WHctcd8C
¿Qué es una monarquía parlamentaria?
La monarquía parlamentaria es una forma de gobierno en la que el rey o monarca
cumple la función de jefe de Estado, cargo que es heredado por linaje de
sangre. El poder legislativo es regulado por un parlamento conformado por
funcionarios electos y el poder ejecutivo es regulado por el gobierno, a diferencia de
una monarquía absoluta en la que no hay división de poderes, sino que todos recaen en
el rey.
Es jefe de Estado.
Tiene el mando del poder ejecutivo.
Designa al gobierno.
No ejerce control sobre el poder legislativo.
Monarquía constitucional
La monarquía constitucional surgió a partir de la Constitución francesa de 1791 y
luego se aplicó en diversos países de Europa. En este tipo de monarquía el rey tenía
autoridad en la jefatura del Estado y en el poder ejecutivo, pero era el pueblo el que, a
través de una asamblea de representantes, controlaba el poder legislativo.
Bélgica, con el rey Felipe Leopoldo Luis María y la reina Matilde d'Udekem.
Dinamarca, con la reina Margarita II.
España, con el rey Felipe VI y la reina Letizia Ortiz.
Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con la reina Isabel II y el rey Felipe de Edimburgo.
Países Bajos, con el rey Guillermo Alejandro y la reina Máxima Zorreguieta.
Suecia, con el rey Carlos XVI Gustavo y la reina Silvia Renate Sommerlath.
Mónaco, con el príncipe Alberto II y la princesa Charlene Wittstock.
Fuente: https://humanidades.com/monarquia-parlamentaria/#ixzz8WHdVAN9l
¿Qué es monarquía española?
La monarquía española es una de las más tradicionales monarquías europeas aún
vigentes.
La monarquía española es una forma de organización política que tiene una larga
historia y está actualmente vigente en el territorio de España. Si bien tiene antecedentes
en la época visigoda y en la conformación de reinos cristianos durante la Edad Media, su
establecimiento como gobierno unificado se retrotrae al reinado de los Reyes Católicos a
fines del siglo XV. Con el imperio de Carlos I se consolidó como administración política del
Estado español bajo un solo monarca.
Como otras monarquías europeas, la monarquía española sigue un orden de sucesión
hereditario. A lo largo de su historia se sucedieron monarcas de tres casas dinásticas: los
Trastámara (los Reyes Católicos), los Habsburgo (conocidos en España como Austrias
mayores y menores) y los Borbones. Dos breves períodos establecieron a un rey de
apellido Bonaparte (1808-1813) y a un monarca de la Casa de Saboya (1871-1873).
La actual Constitución española reconoce como sucesores a los herederos de Juan
Carlos I de Borbón, quien fue ratificado como rey por ser considerado “legítimo heredero
de la dinastía histórica”. Dado que Juan Carlos abdicó en 2014, el rey actual es su hijo
Felipe VI y la heredera de la corona es la hija de este, la princesa Leonor.
La monarquía española atravesó etapas de expansión y retracción territorial, y llegó a
consolidar un inmenso imperio y a perder luego la mayor parte de sus posesiones de
ultramar. También tuvo monarcas autoritarios y absolutistas, así como períodos liberales y
constitucionales. En la actualidad, la monarquía española es parlamentaria y está
subordinada a una Constitución democrática.
Antecedentes
En los años del Imperio romano, la península ibérica fue integrada al sistema
provincial con el nombre de Hispania. Tras la disolución del imperio, los visigodos, una
de las poblaciones germánicas que migraron a la península durante el siglo V,
establecieron un reino que en el siglo VI llegó a unificar la mayor parte del territorio bajo
una monarquía. En este proceso fueron adoptadas algunas normas e instituciones
romanas y fueron especialmente importantes los reinados de Leovigildo y, sobre todo,
Recaredo (quien, además, se convirtió al catolicismo).
Los principales objetivos de los Reyes Católicos al consumar la unión dinástica fueron, en
materia de política interior, lograr la pacificación interna de España (hasta entonces
dividida en reinos y hostigada por conflictos de intereses) y crear un poder central. En
línea con estos objetivos, Fernando el Católico anexionó más tarde el reino de Navarra
(1513).
En materia de política exterior, el objetivo fue aislar a Francia, con la que Aragón
rivalizaba por la hegemonía mediterránea, y expandir las rutas de intercambio y los
dominios mediante la expulsión de los musulmanes del sur de la península, la conquista
de las islas Canarias y partes del norte de África y el fomento de expediciones a otras
partes del mundo (como el trascendental viaje de Cristóbal Colón en 1492). Muchos de
estos viajes le significaron a la corona española la anexión de colonias, de las que obtuvo
importantes riquezas. Esto derivó en la formación de un auténtico imperio, con especial
presencia en América.
Aunque la unión dinástica garantizaba que los dominios de cada corona conservaran sus
propias legislaciones, el gobierno de los Reyes Católicos fue el primer paso hacia
una monarquía centralizada de toda España. Se implementó un sistema impositivo que
permitía sostener a una burocracia administrativa, se establecieron tribunales regionales
de justicia, se acuñó una moneda única y se desplegó una ideología que magnificaba la
figura de los reyes.
El tratamiento de “Católicos” de los reyes Fernando e Isabel fue concedido por el papa
Alejandro VI en 1496, en reconocimiento a esta férrea adhesión a la fe católica (estos
reyes vencieron el reino musulmán de Granada y expulsaron o establecieron la
conversión forzada de los judíos de España). Los sucesores de los Reyes Católicos
heredaron este título hasta la actualidad.
La Casa de Habsburgo
Durante el reinado de Felipe III, Felipe IV y Carlos II, llamados “Austrias menores”, la
monarquía española perdió territorios, como Portugal y el norte de los Países
Bajos, y atravesó dificultades económicas. Estos reyes solían dejar gran parte de las
decisiones de gobierno a sus validos (hombres de confianza). El último de estos
monarcas no pudo tener descendencia, tal vez debido a los valores de consanguinidad
derivados de la endogamia dinástica, que también le provocaron otras dolencias (por lo
que era llamado “el hechizado”). A su muerte se desató un conflicto sucesorio que instaló
en el trono a la Casa de Borbón, cuyo primer rey en España fue Felipe V.
La Casa de Borbón
Felipe de Anjou pertenecía a la Casa de Borbón que gobernaba en Francia y era
nieto de Luis XIV. Pero también era bisnieto de Felipe IV de España y ascendió al trono
español en medio de una guerra de sucesión. La paz de Utrecht (1713) firmada al final de
la contienda le reconoció el derecho al trono como Felipe V a condición de que renunciara
a sus derechos de sucesión al trono de Francia. Pero otra consecuencia del tratado fue la
pérdida de territorios como Gibraltar y Menorca a favor de Inglaterra y el sur de los Países
Bajos y las posesiones italianas a favor de los Habsburgo austríacos. De este modo, la
monarquía española quedó restringida casi totalmente a la península, pero conservando
las importantes colonias americanas.
La monarquía borbónica del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX suele ser
caracterizada como una monarquía absoluta. Los “decretos de nueva planta” unificaron
la administración según un modelo centralista inspirado en la Francia de Luis XIV.
Abolieron leyes y fueros de la corona de Aragón y, junto a otras medidas, establecieron
una nueva división administrativa basada en intendencias, despachos y secretarías,
dando protagonismo a importantes ministros.
Este rey promulgó la Carta de Bayona, una especie de Constitución que establecía
derechos y libertades a imitación de los principios liberales difundidos durante
la Revolución francesa. Sin embargo, la primera Constitución española fue la que
aprobaron en 1812 los diputados de las cortes de Cádiz, en el contexto de las guerras
de independencia contra Francia (1808-1814). Influidos por el liberalismo democrático,
formularon la división de poderes asentada en las cortes, y la soberanía de la nación. Por
lo tanto, el rey ya no era monarca solamente por gracia de Dios sino también por la
Constitución; sus poderes quedaban así limitados.
Este primer impulso liberal concluyó cuando Napoleón fue derrotado y Fernando VII
retornó al trono español en 1814, disolvió las cortes de Cádiz y restableció el absolutismo.
De todos modos, en el contexto de conflictos civiles y la pérdida de territorios por las
guerras de independencia americanas, a partir de 1820 se alternaron en el gobierno
español etapas de liberalismo (constitucional) y absolutismo, que además se vincularon
con disputas sucesorias (las guerras carlistas).
Tras la Guerra Civil (1936-1939), el jefe del Estado Francisco Franco nombró a Juan
Carlos de Borbón sucesor a título de rey (1969), y este asumió en 1975, ratificado por
la Constitución (actualmente vigente) de 1978. El rey Juan Carlos I tuvo un papel activo
en la llamada “transición española” (1975-1979) que restableció la democracia. Su
posición se consolidó cuando desautorizó un intento de golpe de Estado militar en 1981.
Si bien en 2014 abdicó a favor de su hijo, el actual rey Felipe VI de la Casa de Borbón,
por protocolo Juan Carlos sigue llevando el título de rey.
En la actual monarquía española el rey es el Jefe del Estado y como tal asume la
representación del Estado español en las relaciones internacionales. Según la
Constitución, es también un símbolo de unidad, que arbitra el funcionamiento de las
instituciones y ostenta el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, todos
sus actos deben ser refrendados por el Gobierno, constituido por un presidente,
vicepresidentes y ministros.
Fuente: https://humanidades.com/monarquia-espanola/#ixzz8WHeAym3K
¿Qué es la monarquía centralizada?
Las monarquías centralizadas (o autoritarias) surgieron en Europa en los siglos XIV y
XV. Representaron un cambio en la organización política respecto al sistema
feudal imperante en la Plena Edad Media. El debilitamiento que sufrieron los señores
feudales debido a las prolongadas guerras y a la reducción de la población en el campo
precipitó la aparición de estos regímenes de gobierno centralizados que concentraron el
poder político en la corte real. Los reyes recuperaron las facultades que, durante los
cuatro siglos precedentes, habían acaparado en gran medida los señores feudales.
Las monarquías centralizadas antecedieron a las monarquías absolutas y
representaron el paso inicial hacia la formación de los Estados nacionales modernos
de Europa occidental. La descentralización política característica del orden feudal fue
reemplazada por monarquías fortalecidas que disponían de sus propios ejércitos y una
administración burocrática. Además ejercían el dominio político sobre un territorio
unificado bajo la soberanía del rey y se financiaban mediante la recaudación de impuestos
y relaciones con comerciantes y banqueros.
Contexto histórico
Antecedentes
Durante los años de auge del feudalismo en Europa occidental hubo algunas
experiencias de concentración del poder en manos de reyes o miembros de la alta
nobleza. Por ejemplo, en Francia, tras la disgregación del Imperio carolingio, los reyes
tenían menos poder político que sus nobles vasallos, hasta que asumió la Casa de los
Capetos (987-1328) que confrontó con los señores feudales e impulsó algunas medidas
centralizadoras en materia impositiva y administrativa.
Sin embargo, en esos años el orden feudal seguía siendo preeminente. Muchos señores
continuaban controlando las rentas y la justicia, y la dependencia en las relaciones de
vasallaje era casi absoluta.
Organización política
Cuerpo de funcionarios
Las monarquías centralizadas organizaron un cuerpo de funcionarios para hacer
cumplir las leyes, para administrar justicia y para cobrar impuestos en nombre del rey. A
esta organización se la suele llamar “burocracia” y es uno de los fundamentos del Estado
moderno, pues concentra en el Estado algunas facultades previamente dispersas en
señores feudales o poderes nobles. De esta tarea se ocupaban individuos letrados que
eran empleados por la monarquía y que generalmente provenían de la baja nobleza o la
burguesía.
Asambleas representativas
En las monarquías centralizadas funcionaron asambleas representativas que existían
desde hacía un tiempo. Eran convocadas por el rey y las integraban representantes de
la nobleza, el clero y el “estado llano” o “tercer estado”.
Este último estamento solía estar integrado por el patriciado urbano, aunque podía
arrogarse una representación más general. Del mismo modo, los representantes de los
otros dos estamentos solían provenir de la alta nobleza y el alto clero.
En los reinos de España surgieron con el nombre de Cortes en el siglo XII, mientras
que el Parlamento en Inglaterra tuvo su primera convocatoria en el siglo XIII y los Estados
generales de Francia debutaron a comienzos del siglo XIV.
Impuestos y moneda
El hecho de acuñar monedas colaboró en el desarrollo del intercambio comercial.
Las monarquías centralizadas se sostuvieron con recursos provenientes de la
recaudación de impuestos, así como de préstamos de banqueros y de la venta de
cargos públicos o de bienes de la Iglesia. De este modo, podían financiar la
administración burocrática y el ejército permanente, y reducir su dependencia de la
nobleza feudal.
Una de las políticas implementadas por las monarquías centralizadas fue la acuñación
de monedas únicas dentro de los reinos, como el ducado de los Reyes Católicos que
desde 1497 debía utilizarse en todos los territorios de la corona (incluso de ultramar). Esta
medida colaboró en el desarrollo del intercambio comercial y las actividades financieras,
pues simplificó las transacciones. Y también contribuyó a la afirmación del poder político
de las monarquías en sus territorios y en relación con otros Estados.
Ejércitos permanentes
El cuerpo militar más importante de la monarquía centralizada era la infantería.
Las monarquías centralizadas organizaron ejércitos estatales permanentes. De este
modo dejaban de depender de la lealtad personal de sus vasallos, como sucedía en la
época feudal. También recurrían en ocasiones a mercenarios, que combatían al servicio
de cualquier rey que los convocara a cambio de una paga. Este sistema dependía
fuertemente de la capacidad de financiamiento de la monarquía, no solo para pagar a las
tropas o mercenarios sino también para invertir en armamento.
Aun así, los historiadores suelen reconocer que, entre los siglos XIV y XV, surgió la
noción de una identidad colectiva que incluía a los habitantes de un extenso territorio
pero que no estaba definida principalmente por la subordinación a la Iglesia católica. El
monarca pasó a representar, aunque fuera de modo teórico, a un amplio grupo de
súbditos que habitaban en un territorio con límites más o menos precisos y que
compartían una lengua y una historia común.
España
También en la península ibérica, el matrimonio de Fernando II de Aragón con Isabel I de
Castilla (es decir, los Reyes Católicos) a fines del siglo XV llevó a la unión dinástica de
ambas coronas, que se amplió luego con la incorporación de Granada, Navarra, Canarias
y otras regiones.
Así se consolidó la primera gran unificación de España bajo una monarquía que
concentró el poder político y organizó una burocracia sostenida en el sistema impositivo.
Esta unidad facilitó la expansión marítima que permitió la conquista de territorios
americanos y la ampliación mundial del comercio.
Francia
En Francia, tras arduas batallas, la monarquía de Carlos VII se fortaleció al conseguir
la expulsión de los ingleses de Normandía (1450) y Aquitania (1453), lo que
representó el capítulo final de la Guerra de los Cien Años y la recuperación de la unidad
de Francia. El resultado fue una reorganización política que se basó en un ejército
permanente creado por Carlos VII y medidas centralizadoras implementadas por su
sucesor Luis XI.
Inglaterra
En Inglaterra, luego de la Guerra de los Cien Años se desató una contienda civil
entre las casas de Lancaster y York, que se disputaban el trono. Con el triunfo de
Enrique Tudor (en adelante, Enrique VII) en 1485, la monarquía dio los pasos hacia una
centralización que fue de la mano de la prosperidad económica, derivada en parte de la
industria textil y la actividad de los mercaderes.
Fuente: https://humanidades.com/monarquias-centralizadas/#ixzz8WHesIvmE