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CAPITULO XI

REALIDAD E IDEA DEL ESTADO

SUMARIO

J. CONCEPCIONES NATURALISTAS DEL ESTAD0,- 2. CONCEPCIONES VOLU N-


TARISTAS.-,. LA CONCEPCIÓN HISTORICISTA.-4. EL ESTADO COMO ESPlRI-
TU OBJETIV0.-5. LA DOCTRINA TEO~óGICA DEI. ESTAD0.-6. EL ESTADO
COMO AGRUPACIÓN PARA EL BIENESfAR.-7. EL ESTADO COMO SISTEMA
DE NORMAS.-8. APRECIACIÓN CRlTICA DE LAS CONCEPCIONES EXPUESTAS.
9. CONCEPTO DEL ESTADO A PARTIR DE LA REALIDAD POUTICA

l. El . Estado , se presenta ante los ojos del investigador como una


realidad misteriosa. Sus manifestaciones de poder son evidentes : la po-
licía, el ejército, los tribunales, las aduanas. También lo son sus .activi-
dades de servicio: las carreteras, los puentes, los edificios, las obras pú-
blicas en general. Sus funcionarios, empleados y servidores pueden ser
fácilmente reconocidos. Sus símbolos -el escudo, el himno, la bandera-
revelan su identidad tanto a los nacionales del país como a los extran-
jeros. Y con todo, el ser mismo del Estado parece esconderse detrás de
esas apariencias. Se muestra hosco y reacio a ser aprehendido. Puede
hablarse, sin duda, del enigma del Estado, como se habla del enigma
del hombre.
A lo largo de los siglos muchos pensadores han tratado de develar
ese enigma. Han intentado indagar cuál es la naturaleza íntima de la
comunidad política, y sus especulaciones forman la trama de la Historia
de las Ideas Políticas. Vamos a recoger algunas de las posiciones doc-
trinales típicas -especialmente en su proyección hasta nuestros días- y
a ver después cómo con sus diversos elementos, analizados críticamente,
configuramos la naturaleza y la idea del Estado.
Desde muy antiguo en la evolución del pensamiento occidental -pen-
semos, por ejemplo, en la doctrina del Derecho natural de los sofistas
en Grecia- se consideró al Estado como un producto de las fuerzas de
la naturaleza. No ya del instinto racional hacia la comunidad c_on los
demás hombres que brota de la naturaleza humana espiritual, _smo d~
la naturaleza biol.ógica del hombre y de la natu.raleza física exterior. A~i,
tanto Hippias de Elis como Calicles contraponen la naturaleza (~~ysis)
ª la ley (nonios), aun cuando el sentido eq que toman la palabra natu-
237
238 SER Y VIDA DEL ""1:iUJo,
raleza" no siempre es el mismo. La ley es el "tirano" de los hombres y 1
naturaleza impone el dominio del más fue~e. ª
,' Esta idea de que el Estado es una especie de fuerza de la naturalez
q~e se impone fatalmente al hombre y contra la cual es casi imposibt
luchar ha predominado por largo tiempo en la mente hum~ especial~
mente desde la época - inicios de la Edad Mod~rna- en qu~ el Estado
adquirió una organización cad.a vez más .complicada Y fu~ 1~~adiendo,
los domimos de la vida humana. El md1viduo h1
poco a poco, todos . 1E d J-
tido vinculado casi necesanamente a sta o, desde
mano se h a Sen 'd . 'é d su
• • t hasta su muerte y ha tem o que seguu, quen n olo O n
nacim1en o ' I . , 6 . o,
las vicisitudes del mismo: guerras, desemp eos, cns1s econ micas y po}í.
ticas, persecuciones religiosas Y racia_Jes. !odo esto lo ha hecho sentirse
preso de una especie de fatalidad b10l6?1~a.
Haciéndose intérpretes de esos sentimientos y de esa~ _experiencias
algunos pensadores del siglo XIX -e~ épocas d~ fue~~ mflu~ncia del
darwinismo, del evolucionismo spencenano y del orgamc1smo b1ol6gic0-
expusieron sus teorías materialistas y biológicas del Estado. En ellas sos-
tenían que la explicación última del poder estatal estaba en una fuerza
ineluctable de la naturaleza: la lucha de clases ( Marx y Engels ), la
lucha de razas ( Gumplowicz y Oppenheimer), la desigualdad de las ra-
zas humanas y el consiguiente predominio de las mejor dotadas ( Gobi-
neau v H. St. Chamberlain) .1 Estas dos últimas teorías sirvieron de
base ;eudocientífica a las aberraciones políticas del nacional-socialismo
alemán ( 1933-1945), entre otros.
Desprovistas de su apoyo político, las teorías materialistas y bioló-
gicas del Estado han caído en desuso, frente al hecho innegable de
que el hombre, como ser racional y libre, es capaz de enfrentarse a las
fuerzas naturales, vencerlas con su voluntad e ingenio y crearse un des-
tino político que esté bajo su control.
Subsiste, sin embargo, y con gran fuerza política en el mundo actual,
en el que más de 800 millones de seres humanos están dominados por
regímenes comunistas, una de esas explicaciones materialistas del origen
y de la naturaleza del Estado: la teoría de la lucha de clases del mate-
riaUsmo dialéctico. Si consultamos las fuentes auténticas de esa teoría -en
especial el Manifiesto Comunista de Marx y Engels ( 1848), El Origen
de la Familia, de la Propi,edad Privada y del Estado, de Engels ( 1884 ),
y El Estado y la Revolución, de Lenin ( 1917)- nos encontramos con
que el comunismo no ve al Estado como un producto de la naturaleza
humana como tal, sino como fruto de la oposición de clases sociales
1
derivada de la propiedad privada de los medios de producción y de la
explotación de la -clase más débil por la más fuerte que se sigue como
consecuencia. El Estado resulta así un mero instrumento de dominación
·1 Cfr. Johannes Messner, Í:tica Social, Política y Económica a 'la luz del Derech,0
Natural ( versión española. realiza?ª por José Luís Barrios Sevilla, José María Rodri·
guez -Paniagua y Juan Ennque Diez). Ediciones Rialp, S. A., Madrid 1967, págs. B32
y 833.
REALIDAD E IDEA DEL ESTADO 239

manos de la clase explotadora. La historia lo atestigua, desde los


::mpos de la esclavitud y del feudalismo hasta los del capitalismo moderno.
De aquí se sigue que una vez que la c1ase explotada de nuestros
tiempos -el proletariado- cobre conciencia de clase, se organice, luche
revolucionariamente contra la burguesía explotadora y la venza, sobre-
vendrá un nuevo estado de cosas en el que, mediante una etapa transi-
toria de dictadura del proletariado, se abra paso a una nueva organiza-
ción, la socieda.d sin clases, en la que ya no habrá explotadores ni explotados.
En tal situación, el Estado, que no era más que el medio de dominación
de que se servía la clase privilegiada, caerá por su base, desaparecerá.
Pasará a formar parte del museo de antigüedades, al igual que la rueca
de hilar o el hacha de bronce.
Esta teoría se ha convertido en un dogma · político en los países cer
munistas y se sigue sosteniendo por razones de conveniencia, aun cuando
la razón y la experiencia han mostrado claramente su falta de funda-
mento. La unidad del mundo comunista, que después de la Segunda Gue-
rra Mundial parecía monolítica, ha venido resquebrajándose en los últi-
mos años y se buscan nuevas vías de realización socialista que se apar-
tan de las estrecheces del marxismo ortodoxo para abrirse a horizontes
más amplios.
2. Frente a la~ concepciones naturalistas del Estado, que no ven en
él más que una mera fuerza de la naturaleza, se han levantado, también
aesde hace siglos, las que consideran a la comunidad política como un
mecanismo artificial, producto de la libre voluntad del b.~mbre. Aunque
con raíces que se remontan hasta la filosofía griega de los escépticos y
epicúreos, dichas concepciones voluntaristas alcanzaron su expresión más
acabada en las doctrinas de la Escuela Racionalista del Derecho Natu-
ral de los siglos xvn y XVIII ( de la cual forman parte personalidades des-
tacadas. aunque de diverso signo, como Hobbes, Locke, Rousseau, Spi-
noza, Thomasius, Pufendorf, Wolff y Kant).
Conforme a estas doctrinas, el Estado no es una comunidad deter-
minada por el instinto natural de sociabilidad del hombre, sino por un
acto constituyente del consentimiento que de manera ge_nérica se deno-
mina "pacto" o "contrato". En sus diversas variantes, ,las doctrinas con-
tractuales sostienen que el origen del Estado y del poder estatal está
en una determinación libre y autónoma de los individuo~, ~ue por con-
venir a sus intereses, se unen a otros hombres para formflr el grupo político.
En la exposición de sus más grandes representantes es.e contrato tie-
ne diferentes presupuestos y r.onsecuencias: un estado de guerra de to-
dos contra todos del que se quiere salir, en Hobbes; unos derechos fun-
damentales pre-estatales que se quieren garantizar, ~n Locke; un estado
de natura]eza, de libertad e igualdad, que se quiere conservar, en Rous-
seau. Pero en todos ellos hay siempre como nota distintiva común la de
un acuerno de vo1untades -generalmente pragmático, utilitarista, de in-
terés- para crear una nueva asociación. A este respecto es muy ilustra-
tivo el siguiente párrafo de Hobbes en el Levú1than, que aquí reprodu-
240 SER Y VIDA DEL Estano ◄
cimos: "Y gracias al arte se crea ese gran Le'?~t~n al que llamarnos
República o Estado, que no es sino un hombre artificial'. aunque de mayor
estatura y robustez que el natural para cuya protec~ión Y defensa fue
· titu'd
ms 1 o; y en el cual aquel que ostenta la soberama1 es un .alma art·1-
ficial que da vida y movimientó al cuerpo ent~ro; .os magistrados y
• • s de la 1·udicatura y del poder e1ecubvo son los miern
otros f unc10nano . d' 1 ·
bros artificiales; la recompensa Y el caShgo me iante . os cuales cada
persona es inducida a ejecutar su deber, so~ los. nervios que realizan
idéntica función en el cuerpo humano; el patnm?mo de, cada persona es
la fuerza así como la salud pública es el negoc10 comun; los consejeros
que info~an sobre cuantas cosas precisa conocer,. _s~n la memoria; la
equidad y las leyes, una razón y una voluntad artif1c1~l~s; la concordia
es la salud; la sedición, la enfermedad; Y la guerra civil es la muerte.
Por último, los convenios mediante los cuale~ las pa,z:tes de este cuerpo
político se crean, combinan y unen en~re s1, asemeJa~se" ~ aquel fun,
hagamos al hombre, pronunciado por Dios en 1~ creación. .
En términos análogos -aunque cada uno baJO su punto de VIsta- se
expresan los demás contractualistas. De manera que podemos decir que
todos ellos pretenden fundar el Estado en la libre voluntad del hombre
y en un pacto social concebido en forma indiVidualista.
3. Otra de las grandes concepciones teóricas del Estado, a lo largo
del tiempo, es la que lo considera como un ser histórico. Partiendo del
hecho innegable de que todos los Estados existentes actualmente o los
pretéritos son un producto de la historia, se ha pretendido explicar al
Estado mismo, en su naturaleza íntima, por su evolución temporal. Es

¡. la postura doctrinal del historicismo.


No cabe duda que la historia constituye una dimensión imponente
en la vida política de los hombres. No en balde la historia "política" de
individuos y pueblos ha llenado las páginas más densas y númerosas
de la historiografía universal. El nacimiento, apogeo y decadencia de los
grandes imperios orientales, las .formas de gobierno de Grecia y Roma,
la poliarquía de la Edad Media, la aparición de los Estados absolutos
modernos, las guerras y revoluciones que transformaron la faz de la hu-
~anidad, el crec~iento X crisis del_Estado liberal burgués, la presenta-
ción en el escenario pohtico de los Estados totalitarios son otros tantos
acontecimientos que marcan etapas decisivas en la exi~tencia misma de
la humanidad sobre la tierra.
Por otra parte, si cons ideramos la estructura y el funcionamiento de
1
los ~stados de nuestros d1as -concretamente, en cualquiera de los cinco
~ntinentes- no podemos menos de reconocer que casi todas sus institu-
c10nes ¡sonh·fruto
t • de una larga evolución histórica
. y q ue es en 1a historia
~ por. ,a 1s ona qu~ en_cuentran su explicación y muchas veces su jus-
t1f1cac10n. Las conshtucrnnes escritas O consuetudinarias, la soberanía
2 Cit. por ~erdross, La Filosofía del Derecho del Mundo Occidental ( versión es-
pañola de Mano de la Cueva). Centro de Estudios Filoso' fi·cos U . .'d· d Nacional
,
Autonoma d e• M ex1co,
' · M'ex1co,
· D . F ., 1962, pág. 182. , mvers1 a
~LIDAD E IDEA DEL ESTADO 241

lar los derechos del hombre, los parlamentos, los tribunales de jus-
~~1i° 1:s atribuciones del poder ejecutivo, la maquinaria administratjva,
ttci ' ello ha tenido un remoto origen y un desarrollo largo y complejo.
tod~e aquí ha venido la tentación, en algunos filósofos del Estado, de
·tar a éste su c~rácter esencial, rígido, inmutable, para convertirlo en
qui entidad perpetuamente móvil y cambi~nte. Y de querer explicar su
un~leza y actividades por métodos exclusivamente históricos. Los nom-
:~ de grandes pensadores alemanes, de fines dél siglo pasado y prin-
. •os del presente, como Wilhelm Dilthey, Georg Simmel, Heinrich Rickert,
n;:OOor Litt y Emst Troeltsch, marcan la ruta del historicismo y su
superación.
Uno de los más dedicados investigadores del historicismo, Friedrich
Meinecke, expresa de este modo lo que esta postura pretende frente a
las antiguas maneras de concebir las cosas. "La teoría del Estado -dice-
está todavía en múltiples aspectos bajo el influjo de los antiguos méto-
dos absolutistas de investigar el Estado mejor, ideal y normal. La esen-
cia y la función del moderno historicismo consiste en comprender las
formas individuales de _la humanidad histórica, pero al mismo tiempo
también su núcleo por encima de los tiempos, lo general en sus leyes de
vida, lo universal en sus relaciones." 3
No cabe duda que el historicismo, tal como lo expone este autor,
tiene muchas cosas valiosas. Y ante todo, su método mismo. -Porque no
puede negarse, como ya lo vimos con anterioridad, que el Estado . de
nuestros días se ha formado históricamente, y que para alcanzar -filo-
sóficamente- la esencial del Estado, tenemos que partir de los datos
empíricos que ofrece la investigación histórica. Pero el historicismo falla
cuando pretende que su método sea el único· y que tenga vigencia indis-
cutida la frase de Hegel de que "en el devenir está la verdad del ser."'
4. Y es precisamente este gran filósofo idealista alemán el que nos
ofrece otra de las concepciones típicas del Estado. Dentro de su siste-
ma filosófico, en el que no hay más realidad que la idea y en el que
una y otra sé confunden -"todo lo real es racional y todo lo racional es
real"..:.. el Estado no es más que un momento en la evolución dialéctica
de la idea. l!sta se manifiesta, en su desenvolvimiento, como espíritu
sub;etivo, como espíritu objetivo o espíritu del pueblo, y como espíritu
absoluto o universal, que encierra en sí el arte, la religión y la filosofía.
Si consideramos el espíritu objetivo, vemos cómo éste se desarrolla,
dentro del proceso dialéctico, en los tres estadios propios del mundo éti-
co: la familia (tesis), la sociedad civil (antítesis) y el Estado (síntesis ).
Es,te último engloba a los dos primeros y los supera. El Estado resulta
asi, en el pensamiento hegeliano, una totalidad ética que contiene, den-
tr.0 de s1,' a la moral y al Derecho. ')l por ello mismo' constituye la rea-
1idad suprema en el orden objetivo. En e-1 lenguaje- del filósofo de Stutt-
gart, el Estado adquiere relieves increíbles: en un universo ético, un todo
ª e·it. por Messner, op. cit., pág. 850.
SER Y VIDA DEL
~
Est.\Do
242
hice> la realidad de la idea ética, w racional en SÍ, .Y _P<rr. SÍ,, el POder
absoluto ,obre la tierra, el verdade~o D~ a. Es la obJebvaci6n del espí.
ritu universal en un pueblo detennmado.
eonsecuenc1a. de ~odo
"
esto es que el Estado posee un derecho supre
. d 1 ·
mo sobre los particulares y que los individuos . esaparecen en e Estado,
d el cual son m1em . bros Incluso los valores propios de la persona humana
• 1 · d ·
toman su realidad espiritual del Estado. Lo cua no qmer~ ecu que el
hombre deje de ser libre. Lo es, pero tan s6lo en ~a ,medida en que se
integra en una comunidad nacional, ya que es la u_mca ~anera de que
·b d las limitaciones impuestas por sus propias pasiones.
se l1 ere e , 1 ' · d1
Elevándose al plano histórico, Hege1 sostiene que e e~p1ntu e mun-
do (Weltgeist ), ejerce "en la historia universal como tnb?cnal mundial"
su derecho sobre los pueblos. Y así, todo de~echo está , ~e parte del
pueblo titular del momento actual de la evoluc16n del ~sp1ntu mundial".
Frente a él están "desprovistos de todo derecho los esp1ntus de los otros
pueblos y, al igual que los de épocas pasadas, no cuentan ya nada en la
historia del mundo". 5
5. En el mismo aspecto espiritual, pero ya no propiamente filosófi-
co nos encontramos con otra doctrina muy antigua, de carácter teoló-
g~ , que. pretende explicar la naturaleza del Estado como fruto de la
voluntad dañada del hombre, del pecado.
Partiendo del hecho evidente de que hay muchos males en la tierra,
y de que la mayor parte de ellos -quizá los más graves, por su magni-
tud y consecuencias- son atribuibles al Estado, pensadores cristianos pri-
mitivos señalaron la posible presencia en él de un elemento diabólico
que movía a los hombres a apartarse de la voluntad de Dios y a dejarse
llevar de sus malos instintos y deseos: codicia de poder, odio, venganza,
explotación de los más débiles, despojo injusto de los bienes ajenos. Así
nació la doctrina del Estado como pecado, atribuida, sobre todo, a San
Agustín y al Papa Gregorio VII.'\
Esta doctrina ha sido cultivada por teólogos protestantes, comenta-
da por el propio Martín Lutero, para quien el Estado perteneí!e al reino
del pecado Y de la naturaleza caída. Y posteriormente ha sido aceptada
-como una válida interpretación de la justificación teológico-religiosa
del Estado,- por autores como Jellinek, para quien la civitas terrena de
San Agustín se contrapone a la civitas Dei como el mal al bien y el
pecado a la gracia. '
En el fondo de esta concepción, hay una distorsionada interpreta-
ci~n de la doc~na de San Agustín en su Ciudad de Dios. El Obispo de
~1pona ~o sostiene que el Estado en sí sea fruto del pecado u obra del
diablo, ~mo . que el pode~ coacti~o de la comunidad política - con todo
1~ que unphca de. n:ioiesha o les16n para los particulares- es consecuen-
cia del pecado ongmal Y que no habría existido antes de la caída d~l
hombre. En el estado de gracia, los hombres habrían obedecido volun-
4 Cit. por Verdross, op. cit., pág. 248.
5 Grundli11ien der Phiwsophie des Rechts, Berlín, 1821, pfos . 340, 345 y sigs.
J T fllAD E IDEA DEL ESTADO
¡tEA......,
243
·amente y sin esfuerzo. y ciertamente estima el gra t 61
tan d f lt 1 . ti . é n e ogo que si
en los Esta os a a a JUS cia, stos se convierten en grandes latr . .
Lo mismo opina Gregorio VII. · ocuuos.
San A~ustín, P~des, comot ~o podía menos de hacerlo un buen discí-
pulo de C1cer6n Y e 1os ~s Oleos, consideró al Estado como derivado de
la natura1eza hu~ana racional, y por lo tanto, de la voluntad divina
Exaltó el valor ético Y cu]tural del Estado. y con ello puso los cim. t ·
de la teoría c~is!iana del Estado y de la sociedad, •que habría de se~~e~~
arrollada posUmormente en la Ed~d Media. Con todo, su pensamiento
corrió con mala fortuna y fue seriamente tergiversado en el curso del
tiempo. .
No obstante lo anterior, podemos decir que todavía se habla en nues-
tros días del "pecado" del Estado y de la inevitabilidad del "elemento
diabólico" en el mismo. Pero si ~xaminamos detenidamente esas expre-
!-iones nos damos cuenta de que tienen más bien un carácter metafórico
en un orden estimativo, que esencial, en un orden ontológico. Así s~
pueden entender -y explicarse- las palabras de Friedrich Meineclce
autor que ya citamos con anterioridad. "Según parece -dice- el Estad~
tiene que pecar. Ciertamente que contra esta anomalía se rebela conti-
nuamente la sensibilidad moral; pero sin ningún resultado en 1a práctica.
:f:sta es la realidad más terrible y conmovedora de la historia mundial:
que no quiere acabar de lograr de moralizar radicah;nente -P~ecisamente
a esa comunidad humana que abarca, protegiéndolas y defendiéndolas,
a todas las demás comunidades y que por eso abarca también el conte-
nido cultural más rico y variado . y, consiguientemente, tendría que ilu-
minar por la pureza de su ser · a todas las demás comunidades." 6
6. Estas consideraciones que, en el marco del historic~o, son cier-
tamente muy fundadas, no tienen, claro está, un valor absoluto. Aun
cuando el Estado ha sucumbido muchas veces a la tentací6n de la vio-
lencia y del abuso de poder, no por ello el poder político es necesaria-
mente malo. Muchas son sus realizaciones, en el curso de la historia, que
nos lo presentan como promotor del orden y de la justicia en los pueblos
y entre las naciones. Por ello, precisamente, ha §urgido, desde mediados
del siglo pasado hasta nuestros días, la tendencia a concebir al Estado
como una agrupaci6n para el bienestar.
De rancio abolengo es esta concepción del Estado que pone su meta
en el bienestar y felicidad de los individuos. De la vida buena de la m~l-
titud, como decía Aristóteles. Los mismos escolásticos de la Edad Media,
siguiendo la dirección aristotélica, así lo admitieron. En el siglo XVII,
Rugo Grocio nos dejó una definición muy valiosa del Estado en 1a. que
destacaba su carácter de sociedad perfecta de hombres libres asociados
por causa de la utilidad común y del goce del Derecho. 1
Más adelante, a fines del siglo xv111, el inglés Edmund Bu~ke, ~n;~
obra Reflex-ions on the Revolution in France ( 1790), caracteriza ª s
6
Cit. por Messner, op. cit., pág. 856.
1
Id., pág. 837.
244 ◄
SER y VIDA DEL Est;\l)o

tado como una "cooperación en cualquier clase ~e c_iencia, arte, Virtud


y perfección". En la .misma Inglater~a, los pa~1~a~os del. liberalismo
económico y político heredero de las ideas del utihtansmo ético ( Jerem
Bentham James MiÜ John Stuart Mill), preconizan también el Prin Y
, , "l f l' .d d l , Cl-
pio del bienestar. Hay que dar a mayor e ici ª ·a mayor numero de
hombres". Pero esa tarea no corresponde al Es~ado. tste_ debe salvaguar.
dar el orden jurídico y nada más. La promoción del b1~estar y de la
annonía debe dejarse al libre juego ~e las ~eyes económicas.
En abierta contradicción con las ideas liberales, pero con la misrn
finalidad de búsqueda del bienestar, aparecen en nuestro siglo y se des~
arrollan las políticas del llamad.o ':Esta~o ~oc~al de bie~e:tar" (Welfare
State). Este Estado, de ten~encia . mtervenc1omsta y socialista, co~sidera
como misión suya la de cmdar drre~tamen~e, mediante una amplia pla.
nificación y control de la cooperación social, de todas las necesidades
existenciales de sus miembros. Para ello, contando con un vasto y bien
organizado sistema de seguridad social, los protege en todas las even-
tualidades de la vida y les proporciona la ayuda que necesitan en caso
de cualquier riesgo o accidente.
tsta es la fórmula más moderna para la realización de esa concep-
ción doctrinal tan antigua. del Estado como asociación para el bienestar
y felicidad de los individuos.
7. Otra ,de las grandes concepciones del Estado es la que lo consi-
dera de ún modo más seco, descamado, austero: como mero centro de
imputación normativa, como personificaci6n del orden furídico tata]. Es
la doctrina de la Escuela Vienesa o de la pureza normativa, cuyo jefe
es el jurista austríaco Hans Kelsen.
Siguiendo las directrices del formalismo jurídico, que se venía des-
arrollando en Alemania desde mediados del siglo XIX, y con la influen-
~.a decisiva del pensamiento filosófico-jurídico de la Escuela Neokantiana
de Marburgo, Kelsen elaboró, a partir del año 1911, su "teoría pura del
Derecho". En ella aparece un nuevo concepto del Estado. Despojado,
mediante un método purificador, de sus ingredientes sociológicos, por
tina parte, y político-valorativos, por la otra, el Estado se presenta con
su perfil propio e irreductible: como un mero sistema normativo. Estado
y Derecho se identifican.
De aquí que todos los problemas que tradicionalmente se venían
considerando como propios de una teoría del Estado no sean en el fon-
do, más que problemas jurídicos. O sea, relativos a 'ia valide~ y produc·
ci6n del orden jurídico. El Estado, en final de cuentas no tiene más
realidad que la normativa. Es un concepto útil para significar la unidad
del orden jurídico total.
Esta concepción kelseniana, pese a su aparente e inobjetable correc-
ción formal, tiene muchas fallas y ha sido abandonada por los más ·des·
tacados filósofos del Derecho y del Estado. Sin embargo, tiene impor·
tancia muy grande porque nos r~vela cuál es el punto más perfec.to Y
desarrollado a que puede llegar el formalismo jurídico en su tratamiento

J
~ n E IDEA DEL ESTADO
¡\EALil>.IU'
245

Estado y cuáles son las cualidades y las limitaciones de un método


1
de . to pero unilateral, en el conocimiento de la realidad política.
estr~c )tstas son, pues, en una visión panorámica, algunas de las concep-
. ;s típicas del Estado que han llegado ·hasta nuestros días y que han
c~oncido mayor influencia, ya por sí mismas, ya por sus derivaciones.
~er son ciertamente, todas las que se han expuesto a lo largo de la his-
º·a d~l pensamiento político, ni agotan toda la rica y compleja reali-
~od del Estado. Pero sí las podemos considerar como las más represen-
;ivat Veamos qué consecuencias podemos sacar de ellas. .
y ante todo, a la luz que proyectan, preguntémosnos de nuevo: ¿Qué
el Estado?, ¿cuál es su naturaleza, a la vista de las realidades que
:rece y de las consideraciones teóricas que ha suscitado? ~Será el Es-
t do una mera fuerza de la naturaleza?, ¿un producto de la lucha de
ªzas? ¿un instrumento de explotación en manos de la clase econ6mi-
raame~te más fuerte?, ¿un ente artificial creado por la voluntad libre de
fos hombres?, ¿un fruto de la historia humana, en perpetua evolución?,
·un momento en la evolución dialéctica del espíritu objetivo?, ¿una con-
~ecuencia necesaria del pecado del hombre?, ¿una agrupación para el
bienestar y la -felicidad del género humano?, ¿un sistema normativo total?
Desde luego, la simple exposición de cada •una de esas concepciones
y una somera reflexión acerca de ellas no$ revelan, de inmediato, que
todas contienen una parte de verdad. Precisamente la que rorresponde
a ese aspecto del Estado que tratan de subrayar. Si se toman ~as verda-
des aisladas y se les pretende absolutizar, se com"ete un grave error y
se tiene una visión unilateral, trunca, dé la comunidad política. Pero si se
les analiza críticamente, se les conjuga de una manera armónica y se les
integra en forma conveniente en el todo, enton~s · se obtiene una visión
integral, certera.
Veamos qué es lo que hay de aceptable y de desechable en l~s cón-
cepciones del Estado que hasta aquí hemos expuesto. Que el Estado sea
una fuerza de la naturaleza y que parezca imponerse ineluctablemente
en la vida de los hombres es algo que no puede negarse. La experiencia
individual y colectiva de cada día es el mejor testimonio de ello. Pero
de ahí no se sigue que el ser humano no pueda reaccionar contra ese
poder y superarlo. La lucha gallarda y viril que a lo largo de la historia
han sostenido individuos y pueblos contra regímenes dictatoriales, des-
póticos, totalitarios, y los incontables triunfos que han obtenido, hablan
elocuentemente del poder del espíritu sobre las fuerzas irracionales y de
su capacidad para decidir los destinos de la humanidad por el camino
de sus fines existenciales. El Estado es, pues, una fuerza dé la naturaleza,
pero mucho más una obra del espíritu. Con justicia se le ha llamado un
quehacer humano incesantemente renovado".
Por otro lado, la tesis del darwinismo político de que así en 1a na-
turaleza biológica (?Orno entre los hombres y las sociedades existe la lu-
c?a por la vida y 10: supervivencia de los más aptos es indudablemoote
cierta. En los orígenes del Estado, como tal, y de casi todos los E stª dos,
246 SER Y VIDA DEL Es ◄
l'~

en particular ha habido luchas de razas Y robos Y pillajes Y destruc .


Y predomini~ de los más fuertes sobre lo~ más débiles. Pero de aqu~6n.
1

puede ·deducirse que así deba ser necesariamente. Ha habido Pue~i11º


pequeños que han vencido a los grandes, con la fuer~a de s~ ingenio 0s
la resolución indómita de su voluntad, como los antiguos gnegos a Y
1
persas. y ha habido fuerzas espirituales que han derrocado imperios os
derosos como el Cristianismo al Imperio Romano. Las luchas secu1}º·
por la 'democracia y la libertad muestran cómo la llama del idealis res
es capaz de vencer la oscuridad de los instintos. . rno
La tesis marx-engelsiana de que el Estado ha sido en la historia
sigue siendo un .aparato de domin.ación de la c~ase domina~te para maJ
tener el sistema social y económico que conviene a sus mtereses tie
también mucho de cierta. Basta leer las páginas ardientes e incisivas d~
Manifiesto Comu.nista de 1848, en las que Marx Y Engels señalan ]~
vicios del régimen capitalista de su época, para convencerse de que efec.
tivamente el Estado puede ser manejado en favor de una clase explota.
dora y de que así ha sucedido muchas veces.
Sin embargo, cuando se juzgan las cosas con serenidad se pone en
evidencia que los autores del Manifiesto hacen una simplificación exage.
rada de los hechos en favor de sus intereses políticos. La lucha de cla.
ses en un determinado régimen de producción es un factor de la vida
social y política, pero no el único y a veces ni siqµiera el determinante.
El Estado, por otra parte, es una institución, nacida del impulso natu-
ral de sociabilidad del ser humano para obtener una vida buena, que no
se puede confundir con los gobiernos -mejores o peores, explotadores o
respetuosos de la dignidad humana- que se van sucediendo. Por con-
denar a un gobierno o serie de gobiernos no se va a eliminar al Estado
como tal, que tiene una función social y una justificación ética que lo
ponen muy por encima de los errores o malas voluntades de los grupos
en el poder.
La posición contractualista, por sa parte, que ·bajo todas sus formas
ve en el Estado una formación libre de la voluntad humana, puede ser
calificada como una de las más acertadas concepciones de la comunidad
estatal. Es evidente, en efecto, que lo más esencial y característico del
Estado, como organización humana que pretende alcanzar un fin que-
rido conscientemente por sus miembros, es el conjunto de, relaciones li-
bres, renovadas una y otra vez, en torno de ese fin. Hay un consenti-
1!'-iento consuetudi~rio que mantiene la vida del Estado y sin el cual
esta no se concebiría. Es su elemento más importante y valioso.
La teoría del pacto propia del Derecho Natural racionalista presenta,
no obstante, muchos puntos. vulnerables. Confude al Estado, como ins·
tituci6n, en su o_rigen Y fundamento, con el Estadp ya constituido, en su
vida y perduración. Un análisis objetivo de la naturaleza racional y li-
bre del hombre descubre en ésta -por su indigencia en el aislamiento Y
por su infinita capacidad de comunicación espiritual- un impulso natu-
ral, e incoercible a la sociabilidad, que lo hace buscar la unión con süs
E IDEA DEL ESTADO
Jt~IJJ)AI> 247
. tes sin necesidad de convenios con ellos. Tampoco h f
eJ1leJan , . l" • tif. l b ace a1ta
s " ontrato socia para JUs icar a o ediencia en el Estado 1
un Jar la libertad de los ciudadanos. Basta considerar que la cJmsa ~:-
1
gua:n orden jurí~ico . Y político. esencial, cuyas cualidades valios!: s: ,
en en a la conc1enc1a de
iJ1lpon
los ciudadanos y provocan su adhesió h
tim. t n, ace
ue éstos den su co~sen ien o, p~eramente inconsciente, consuetu-
qd' 1.0 y después deliberado .Y consciente en las diversas formas de par-
.inar ' en e1 eJerc1c10
. ación . . . del poder pu'blico: sufragio, iniciativa popular
tif:~iscito, referendum.. Y a~í, el individuo vuelve a encontrar su propi~
~oiuntad en el orden Jurídico fundamental de la comunidad, en el que
anifiesta, de un modo concreto, la voluntad de unidad. s
se I1lPor lo tanto, no son lo~ m · d'1v~'duos autónomos los que se unen por
1 consentimiento en una vmculac1ón arbitraria, sino que el hombre en-
e ntra la unidad en el orden social y político como una exigencia ética
cue án t .
royectada espont eamen e por su mISma naturaleza racional. De aquí
P e el Estado y su poder no tengan su origen ni su justificación en el
qu
mero consentim1en· · t o, smo
. en la nece.,"JUUU
....:.J_J d e una autoridad regulante
que brota de la . natura!eza mism~ de seres inteligentes r libres que re-
. quieren de una . Jerarqu1a de funcmnes para alcanzar meJor su fin. Y de
aquí también que el consentimiento que se manifiesta en el Estado no sea
enteramente arbitrario Y caprichoso sino que deba ajustarse a las normas
objetivas que le señalan los principios éticos y jurídicos fundamentales.
Ese actuar voluntario que se repite día con día y que va dejando un
sedimento que permanece y se convierte en una -estructura estable nos
da la élave para rechazar, por inoperante, el historicismo. Es verdad que
el Estado se ha ido formando en la historia y que sus instituciones bá-
sicas son el resultado de una larga evolución en el tiempo, pero eso no
quiere decir que el Estado, en sí mismo, sea un puro devenir o que no .
tenga más que una existencia histórica y carezca de una esencia que se
pueda determinar con precisión.
J.!rente a la conciencia ingenua, que cree que las estructuras sociales
Y políticas de su tiempo son algo rígido e inmutable, regido por leyes
eternas, se levanta la conciencia histórico-crítica, para la cual esas for-
mas ya no tienen un carácter estático sino que son un hacer humano
que se renueva incesantemente, un mero fragmento de la historia. El Es-
tado deja de ser una formación fija e inalterable para convertirse en un
proceso vivo entre los hombres. Pero en uno y en otro caso -en el de la
conciencia ingenua y el de la histórico-crítica- hay algo de exagerado,
0
Por defecto o por exceso. La verdad está en una síntesis equil~~rada
entre las dos posturas. Bien dice Hermann Heller que "hav -que admitir· · ·
ª pesar de toda historización una estructura humana fundamental que
Pennanece a través ·de los c~mbios. t La idea de la unidad del género
humano habrá de mantenerse dentro de muy amplios límites, salvo que
Cf
8. • • 'gina en la que
cita Sr. Messner, op. cit., pág. 836 y )fi nota 24 en esa nusma ~a ue 'sihi est Lex,
inn ª anto Tomás de Aquino, 1-2, q,90 a.3: "Et hoc nwdo unusqwsq
, at ord'mem# aJ,·icuis. reguwntis.
-...,uanturn Part·icip ,._ ...
248 SER Y VIDA DEL EStAl>o

se acepte la creencia histórica milagrosa de una transformación rad1•


de la esencia del hombre encaminada ya .hacia lo infrahumano ya
sobrehumano". Con lo cmd resulta claro que el Estado ni es u~a es~
il0

tura incambiable' ni un puro devenir. Sino, según la fórmula acert udc-


ld
de Heller "una estructura en e even r • i" 9
ªa
Siendo' esto así, es obvio también _que ~a do~trina de f!e_gel, del Es.
tado como un momento en la evolución dialéctica del esp1ntu obJ·er
· · Y e1 sen t1'do comun
resulta inaceptable. La expenenc1a ' demuestran qivo,
lo racional y lo real no se id~ntifican, aun cuando lo real encuentre :
representación intelectual en los conceptos formados por la mente. D
aquí que el Estado sea no sólo ~n c?'1°ept~ sin~ tam?ién. una. real.Mad,~
y esta realidad requiere una expbcac,n soc10lóg1ca, h1st6nca, Jurídica
política, y no únicamente filosófica. Y
Considerar al Estado como pecado o fruto del pecado del homb
resulta asimismo ert6neo. Incomprensible, además, para la mentalid r~
moderna. Se confunde al Estado, como institución, con los crímenesª
excesos cometidos por los gobernantes, lo cual es totalmente inaebid y
Esta doc'trina fue consecuencia de una interpretación equivocada del pei~
samiento de San Agustín que ya sólo algunos teólogos luteranos O de
inspiración luterana sostienen. La teología católica ha seguido~ desde la
Edad Media, la línea del ·aristotelismo cristiano de Santo Tomás de
Aquino,. des8!1"ollada y modemiza~a por los te?logos-juristas del Siglo
de Oro espanol, conforme a la cual el Estado tiene su origen y justifi.
cación en la naturaleza racional del hombre, que exige la vida en comu-
nidad y la existencia de un orden jurídico y de una autoridad gobernante
Las más recientes explicaciones de los . Pontífices Romanos así lo ha~
~ d o . Basta ,leer las encíclicas Immortale Dei, de León XIII, Summi
Puntificatus, de P1,o XII, y Pacem in T erris, de Juan XXIII, para con-
vencerse de ello. •
~ ~..tadg n9 . es, pues, u.,n pe_~ Pero tampoco es una agrupación
cuyo_ fin _predommante sea el biene~ar · de los ciudadanos. El Estado-
~ten~ia. que todo lo quiere abarcar y en todo interviene con su com-
aad ~ SlS~~móa de dpldaneación e~nómica y social, no cum~le en reali-
, m151 n ver a era del Estado '
pero ;Sin lesionar la . , , que es promover e1 bien social,
del Estado es de ti~s~t:J:c;:1ª ·de la iniciativa privadaJ La función
mejor desarrollo de las cualidad Y m~s que a~so~ber debe buscar el
nidad y de su artici ac'ó es propias de los 11111embros de la comu-
El Estado ppor o~ I n respo~sable en las labotes sociales y polit,icas\
. ' a parte vive en perro t , . 1
c1ón con el Derecho. Pero no' 1'd tif anen e Y estrech1s1ma re a-
1
tado no es un mero sistema de se en ?ª con el orden jurídico. El Es-
positit>idad y eficacia a esas no normas_,. smo aq?ello precisamente que da
del Estado -como instancia sur;1as. S~ ~a realidad sociológica y política
cho no sería más que un conjuntie-¡:;a ~ poder de coacción- el Dere-
, ea1 e normas sin positividad alguna.
9
• Teona del Estado ( versión española de L . ,
nuca, México, D. F., 1963, quinta edición á uis Tobio) • Fondo de Cultura Econó-
, P gs. 65 a 67.
AD E IDEA DEL ESTADO
f16ALII> 249
l Estado es, pues, algo más que el Derecho. La tesis kelseniana q
Eretende identificar a ambos es insostenible, por desconocer la naturak~
P verdadera de la comunidad política.
za tstas son, por _tanto,. las conc1usiones a que podemos llegar después
d hacer un análisis crítico Y de las posiciones doctrinales típicas en tor-
e a la realidad del Estado Y su concepto. Todas eHas, como vimos
:ntienen elementos verdaderos Y perfectamente aceptables, en mayo;
n,enor medida, pero cometen el error fundamental de no ver más que
ºspectos parciales del Estado. Y querer absolutizar los que son puntos
a 1 .
d vista re ativos.
e 9. Estos puntos de vista, ciertamente, no se contradicen entre sí sino
ue se complementan. Pueden, por ello, servir de magnífica guía para
qlaborar un concepto que reúna -en síntesis certera y equilibrada- las
distintas notas características de la realidad del Estado.
Partiendo de los datos que nos entrega la experiencia política -en es-
pecial !ª
ac?va y sugerente presencia del _Estado en el mundo actual- y
su comugac1ón con los elementos proporc10nados por las diferentes con-
cepciones doctrinales: P?demos . config?rar lo~ ra9gos esenciales de 1a co-
munidad estatal y d1buJar su f1sonom1a propia, sin exageraciones indebi-
das, por un lid ni mutilac~ones injustificadas, por otro. E t::Ao ~~
~ Según esto, e Estado es: 1, una sociedad tatal; 2. que establece y
mantiene el en furídico en un territorio determinado; 3, está dotada
de un poder supremo, que tiene el monopolio del poder físico coactivo
y asegura una unidad de decisi6n y acci6Ii; 4, respeta y garantiza la
estructura pluralista de la sociedad; y 5, persigue fines valiosos.
Decir que el Estado es una sociedad total, significa que abarca, den-
tro de su organización y fines, a todos los individuos y grupos que con-
viven en el territorio que le corresponde. Tiene obligaci6n y derecho de
atender a todas las necesidades específicamente humanas. de cualquier
orden que sean, con excepci6n de las estrictamente personales y de las
que pertenecen al orden espiritual trascendente (religión). Ninguna de las
actividades del hombre, derivadas de sus fines existenciales, es ajena al
Estado, sino que debe proveer, por medio de sus servicios y funciones, a
la satisfacción amplia y cumplida de esas exigencias humanas. En otras
palabras, el ser humano, que va desarrollando sus tareas vitales, a lo
largo de su existencia temporal, en una serie de comunidades naturales
Y de agrupaciones creadas por su ingenio -como la familia, la escuela,
el municipio, la asociaci6n profesional, el consorcio comercial e industrial,
e~ partido político- tiene que encontrar en el Estado .lo que esas comu-
rudades y agrupaciones no le pueden ya proporcionar, una vez agotada
su función, y es un bien de categoría superior -el bien público- que le
permita alcanzar plenamente la realización de su destino. Por eso el Es-
tado es una sociedad tattil.
Pero total no quiere decir totalitaria. El Estado no debe, absor~er
dde tal manera las actividades de los individuos y grupos que e~tos. pier-
an su 1egitima
,. 11 ad de conse
autonomía y la posib'l"d . gu1·r• por s1 mismos,
250 SER Y VIDA DEL l!ST"IJo ◄
~ lo que 1es hace . faIta . ~ a función del Estado
J? . es meramente
d 1 subsidiar,,,
• . . ,q, 1
o
· cua1 quiere
• decir • que sólo debe entrar ené Juego
.
cuan
bsid'o ·a m1c1ativa Pl1-.
vada sea insuficiente o inadecuada. ~l t. rmmo s~.. ia_rius, tomado del
len ua. e militar latino, significa precisamente es~. servir como reserva''
g 1ayu da en caso de que fallen las formac10nes que son en Prirner'
o sea,
lugar responsables Y competentes.1,r~ .
p t lado en el concepto cte sociedad tatal ( que corresponde a.
la ~:::Sº perfe~ de los filó_s~fos .escolásticos) entra también la vieja
idea de la autarquía O autosuf1c1enc1a. El ~stado debe ser_ capaz de cu.
brir todas las exigencias humanas para la ~1~a bu~na y f~hz, y para ello
poseer todos los medios para cumplir .su m1s1ón, sm necesita~ de _ninguna
otra sociedad O agrupación supeno!J:Claro que .esa autarqm~ -ideal de
la polis helénica O de la ciudad amurallada, de _la Eda~ Mecha- ~o pue.
de ser absoluta en nuestros tiempos. Es mas bien teónca y relatma. Ex-
presa lo que el Estado debe ser, de ac~erdo con su esencia, en_ un_orden
interno frente a los demás grupos sociales. Pero ,para la reahzac16n de
sus ~ciones el Estado de nuestros días depende, en una amplia medi-
da, de la cooperación internacional. Y sin ella no podría dar a sus ciuda-
danos la plenitud de bienes a que tienen derecho. El triste ejemplo de
los países comunistas -Rusia y sus satélites- encerrados en sí mismos
y carentes de un nivel de vida que medianamente pueda compararse con
las ventajas de que gozan los países libres nos da una muestra de lo -iue
significa una autosuficiencia malentendida.
- ) ~l Estado, como sociedad total, tiene el deber básico de promover
- 1' y'-'garantizar una convivencia pacífica en el orden. Ese orden es, ante
todo, material: en las calles, en los caminos, en las reuniones, en la vida
pública en general. Pero esencialmente, y en el fondo, ss un orden furí--
dico. Consiste en un sistema de normas jurídicas, dotadas de validez y
vigencia, y que pueden, por ello, regir imperativamente y con apoyo en
la fuerza pública, la convivencia human!J
Histórieámente, hubo una pluralidad de ordenamientos jurídicos en
los países de Occidente, con su ámbito propio de validez, hasta bien en-
trado el siglo XJX, Desde la Edad Media -y todavía en los Tiempos mo-
dernos- se distinguían las leyes generales del Derecho particular de di-
versos estamentos o clases sociales: el clero los comerciantes los artesanos,
los militares, los estudiantes. Las regiones' y ciudades tenía~ también sus
f~eros, estatu!os y ordenanz~s. El Estado, que ya desde comienzos del
s1~lo xvr hab1a lograd~ la centralización política, m~diante el estableci-
mi~nto de las L?º?arqw.as soberanas de tipo absoluto, con la eliminación
radical de los ultimas restos del feudalismo tuvo grandes trabajos para
lo?rar la centralización ;urí~ica. Y hasta que' no la obtuvo, no pudo cum-
plir plenamente con su función propia de vincular a la comunidad con un
orde~ f~e, válido e intername~te unitario. Porque puede admitirse la
coex1Stenc1a en el Estado de vanos ordenamientos jurídicos con un ám-

10 Cfr. Messner, op. cit., pág. 336,'


}lEALJDAD E IDEA DEL tSTA.DO
251
·to de validez restringido y sietnpre subordinado . , .
?
b~ro es evidente que la multiplicidad de sistemas ~l , ~n publico total. 1

~ ndicionada dentro de un Estado rompería 1 b Juricli~os con validez


inCO 'd d h f d' a ase misma del d
e es la um a ' y ar a ra icalmente imposibles I 1 b or en,
qu 1E d as a ores estatales
Toca, pues,, a sta o, crear -por medio de s f i6 1 . . .
. d'10 d u une n eg1slativa,-
mantener Y ap tcar -p~r me e su función administrativa- '
yancionar -por medio de su función 1·urisdiccion 1- 1 a' y ª.se~u~ar
Y' d I
total, dán o e va
11'd ez y v1genc1a.
· · Claro que el orden ª • e'd.or en .Jund1co
.
d 1E d Jun ico positivo no
puede ser crea o por e sta o de una manera caprichosa y arbitr .
n i tampoco en forma total, corno si trabajara en el vacío sm· q . t~na,
· t · íd · • , ue eXJS 1era
inm~n ordenam1en o JU d be
n ¿,-· • . •" éti. r 1cod I D
previo, sino que el pod úb]·
er p ico e
acatar los pnnc1p1us . .
cos e
,1 l bl
erecho y tomar en cuenta d ás l
, a em , as
d
costumbres y tra ic10n~s 4e pue o para el cual legisla, así como las le-
yes particulares de regiones y grupos que gozan de una autonomía rela-
tiva dentro del Estado.
Por otra parte, el Estado, que ha creado el Derecho positivo y tiene
la misión de mantenerlo y defenderlo, queda, a su vez, inevitablemente
preso e~ sus ~alias. No por, su . vol~ntad ni porque gentilmente quiera
autolimitarse, smo porque as1 lo exige su naturaleza misma de institu-
ci6n jerarquizada al servicio del bien público. Si el Estado pide a sus
súbditos que obedezcan las leyes del país, .él mismo debe dar .ejemplo.
Todas las piezas de su estructura interna -particularmente en el Estado
moderno, altamente especializado y con una clara separación y colabo-
raci6n de funciones- trabajan de tal manera que sólo logran armonizarse
y dar un servicio eficaz si acatan el principio . ordenador, que es el Dere-
cho. Hay pues, una limitación interna institttcional del Estado. Y una
consecuente sumisión de éste al orden jurídico.
Aparece así la figura del Estado de Derecho, característica de nues-
tros tiempos y una de las mayores conquistas de la conciencia jurídica
de los hombres. Es verdad que esa figura ha sido rellenada de un con-
tenido individualista, en la época del predominio de la clase burguesa, y
que puede recibir también un contenido colectivista exagerado, como en
el caso del Estadó de bienestar, pero queda siempre el hecho funda-
mental de que el Estado ya no es un simple fenómeno de fuerza o un
instrumento de dominación sino una institución que respeta y garantiza
los derechos de los ciudadanos mediante la observancia estricta de un
orden que desdt dentro lo coarta y limita. /}n el Estado de Derecho_ se
realiza, en verdad, la síntesis dialéctica entre dos posiciones contrarias,
Y su consiguiente superación: la autonomía y espontaneidad del poder
público que crea el Derecho. y la sumisión del propio poder al 0rden
jurídico constituid<2J .
Podemos todavía redondear este concepto aludien . d a dos
°
nociones
t Lo
que matizan al Estado de Derecho de un modo muy imPortan dee. un
. . ' l pueden 11enar
Puede~ d~Jar siendo una pura estru~tura vacia_? diJd
Una se refiere a
contemdo valioso. Son las -de legalidad y tegitmti ·
252 SER y VIDA DEL -..,
Est"'1>o
la forma, otra al fondo. Es Hermann Heller quien mejor explic
dos nociones, en un párrafo magistral, que transcribimos. ª estas
"Por tales razones técnicas -dice el maestro alemán- el pod
Estado ~s, pues, siem~re lega], ~s decir, poder polí~ico jurídica:ede}
organizado. Un comple10 de relacio~es sociales orgamz~das sisteinátirite
mente en unidad de poder se convierte en un comple10 de relac. ea.
.
jurídicas ordenadas sistem ábcamente en una um.d a d d e or denaci6niones
d
rivado de la constitución positiva. Pero, a causa de su función socia} e.
poder del Estado n_o ha de content_arse c~n la _legalidad téc~i;o-jurídic~
sino que, por necesid_ad de su propia subsisten~ia~ ~ebe tamb1en preocu.
parse de la justificación moral de sus normas 1und1cas o convencion
positivas, es decir, buscar la legitimidad. Antes hemos dicho que la le~:
1
midad engendra poder. El poder del Estado es tanto más finne cua t
mayor es el voluntario reconocimiento que se presta, por quienes lo s~ ~
tienen, a sus principios éticos-jurídicos y a los pr~ceptos jurídicos pos~.
tivos legitimados por aquéllos. Sólo goza de autondad aquel poder del
Estado a quien se le reconoce que su poder está autorizado. Su autori.
dad se basa únicamente en su legalidad en tanto ésta se fundamenta en
la legitimidad. La legitimación del poder del Estado puede ser referida
a la tradición, de suerte que ese prestigio aparezca consagrado por su
origen; o puede apoyarse en la creencia de una especial gracia o capaci-
dad, es decir, en la autoridad que da al depositario del poder el ser esti-
mado como personalidad superior; o bien, finalmente, puede basarse en
el hecµo de que se vea en el depositario del poder al representante de
determinados valores religiosos, ético-políticos o de otra naturaleza. En
este sentido sólo puede considerarse asegurado aquel poder que goce de
autoridad entre aquellos que, de los que sostienen al poder, sean políti-
l camente relevantes." 11
~ Hay que añadir todavía que ese poder político jnrídic~mtmte orga-
ajzado ·tiene---que-ejm-~er_.sus.--funcíañes en un territorio deHmitaoo-con
~ ~:.-~---~I _ Estailo..-..SjLdistingu_e_~ tros grupos sociales qu~ _tie11en
pQQ.er ees no_sola..me,nte._po..r_ la clase de poder que ejercita -dotado del
monopolio de la coacción incondicionada- s~9_Jambién por su especí-
fi_~ relación. con el -t-erritor-ie.-EL ~stado tiene derecho de hacerse oD~-
Cl~f.Cr - ~l_lt() _Q.~r sus_P-~~~--~~embro~- = Jos ciudadanos, que fonnan el
pueblo- t'Q.Ill.O._p.or_t@_qs .aquellos_que se hallan en el territorio, a~que
no.-tengan 1a plena ciudadanía. __Su- eapacid~ de... crear- y.
·mantenex_el
Derecho es estrictamente temtOF,isl.-
y no podría ser de otra manera en un mundo como el actual en el
que a falta de un super-Estado o de una federación de sociedades libres
-según el sueño de anarquistas y socialistas- existe un sistema de Estados
soberanos estrictamente limitados en su jurisdicción territorial por fron-
teras bi~n defini~as. Hay, ~ues, como diríam~s en lenguaje kelsenian~
un ámbito espacial. de validez del orden jundico estatal, al que est
necesariamente vinculada 1a actividad creadora y sancionadora del Estado,
11 Op. cit., pág. 261.
JJ)EA DEL ~TAOO 253
~~ t:
actividad, que es característica del Estado y sólo puede ser
fJsa ada por él, revela su naturaleza de agrupación dotada de un
d~fl'lpetl ial: el poder específicamente político. Ese poder, que permi-
¡,odet ~ o dirigir a la sociedad en el sentido del bien público y dar
al E d uno de sus miembros la oportqnidad de cumplir plenamente
te
,si a ~: personal, difiere de los demás poderes social~ el de la fami-
511 d~ la escuela, el de la ciudad o región, el del sm · ica:to, el de la
1
)ia, el ci~n industrial o comercial, por ejemplo- /p!)r su amplitud, por su
agrtl~d3 d y por sus meta!:,1.
intensi a1nplitud, porque el poder del Estado se extiende a todo el
~ por. Slly 8 todos los hombres que se encuentran en él sin que haya
t mtono d d ,
_e \~duo O grupo q~ e una ~aner~ º. e otra, ~ cape a su jurisdic-
1~d1 Por sus leyes, por sus serv1c1os pubhcos, por su actividad impositi-
ci6n, sus fuerzas policiacas y militares, por sus controles aduanales, el
11
va, 1:vigila, o~ena, prohíbe, ayuda, ~eprime en todas partes y a todos.
~ r su intensidad, porque por encima de todos los poderes sociales,
· d~ Estado es el supremo, aquel sobre el cual no hay ningún otro.
1
~ando el Estado habla o decide, su palabra es definitiva. No hay ins-
·a superior a la que se puede recurrir -en el orden interno, especí-
~nte político- para modificar o revocar sus decisiones. Por esta
razón se llama a su poder, soberarrw. Esto trae como conseruencia que
s6lo el poder del Estado puede usar del poder físico coactivo ( mono-
polio de la coacción) para hacer efectivas sus disposiciones aun en con-
tra de las voluntades reacias. La coercitividad del Derecho está, pues,
en sus manos.
Por sus metas, porque el poder del Estado no persigue fines particu-
lares, de enriqueclllliento o de utilidad inmediata, sino fines generales
de bienestar co!ectivo. A diferencia del grupo familiar, profesional, re-
gional o cultural, el Estado busca el establecimiento y el mantenimiento
del orden y la paz, la realización de la justicia, la prestación de servi-
cios públicos que rebasan la capacidad de los particulares y la defensa
1 0
de la comunidad frente a enemigos interiores o exteriores.
Pero pese a estas características, que dan al poder del Estado una
relativa omnipotencia, este poder no es brutal ni arbitrario, sino que
sigue siendo un poder ;urídicamente organizado, o sea, estructurado de
acuerdo con las normas jurídicas y sometido a sus exigencias. Además,
la enorme fuerza de que dispone -ejército, marina, aviación, policía, re-
cur~ económicos y políticos- sólo se justifica moralmente cuando se
aplica a la realización de sus metas, de sus fines esenciales. Y única-
~erlte por esta legitimidad puede perdurar el poder político. Fuera de
e .ª~ se convierte en arbitrariedad y despotismo. El mismo Maquiave1o
,_uu .d
b cia or de la moderna teoría del poder político- reconoce que os
l
go ernantes empiezan a perder el Estado en el momento en que comien-
zan ª despreciar el Derecho. 12

12 Cfr. Messner, op. cit., pág. 822.


254 SER Y VIDA DEL 'b~
-1:.Sl'~

El poder del Estado supone, pue~, una org~nización jurídica y d


hecho, aunada a un poder físico coactivo. Y su fm es establecer y rn e
te?er operante una unidad de decisión Y ~ción, en, ~~ territorio de~~:
mmado. Esa unidad no es puramente mecámca o artificial, sobre la b
de una suma de esfuerzos de gobernantes Y goberna dos, m• es tarnpoase
un ser sustantivo totalmente indepe~dien!e de los. h~mbres que en ell~
artúan. Es i:nás bien una unidad _dinámica constitmda por la coopera.
ci6n de los miembros y órganos del Estado, y por lo tanto, una unid d
real, de personas reales, pero que al o,rganiz,ars~ ~orno u~idad d~ acci~n
adquiere el carácter de un centro comun de actividad e imputación cu
existencia perdura más allá de la de los individuos que lo fonnan. Ya
Esa unidad, empero, por fuerte que. sea y p~r ,bien organizada que
esté no debe hacer del Estado una entidad monohtica, en la que tod
esté' unificado por igual: conciencias, actividades, iniciativas. Al contra~
rio, por su naturaleza y fines el Estado debe r~spe_tar las legítimas dife.
rencias que hay entre los habitantes de su terntono: en su raza, en su
nacionalidad, en su religión, en sus convicciones políticas, en sus inte-
reses económicos, en sus relaciones familiares y sociales. Todos estos fac.
tores llevan a los hombres a formar asociaciones y grupos con fines di-
versos y a veces contrapuestos. Al Estado le toca reconocer esa estructura
plurcilista de la sociedad y, en lo que está de su parte y va de acuerdo
con el orden jurídico fundamental de la comunidad política, garantizarla
y protegerla. .
No contradice, ciertamente, la naturaleza nel Estado ni la del bien
común, que es su finalidad esencial, el hecho de que el propio Estado
admita y respete la coexistencia en su interior de ideologías y de ·gru-
pos de intereses diversos y aun contrapuestos. Todo Estado, por su natu-
raleza misma, por su definición conceptual, es un ente .complejo en el
que intervienen múltiples factores que hay que tratar de armonizar y
unificar, sin lesionar su justa autonomía. En este sentido el Estado es
fundamentalmente democrático, ya que reconoce y' respeta la manera de
ser y los intereses del pueblo, así como sus estructuras socialec; básicas.
El intento de uniformarlo todo desde las alturas del pocler y de imponer
una misma ideología, en calidad de dogma político obligatorio, conduce
~ ese cáncer público que es el Estado totalitario.
Pero para que funcione bien el Estado como organización ,que respe-
ta el pluralismo político, es menester que acate ciertas reglas de pruden-
cia. La primera de ellas es que las ideologías y los grupos estén someti·
dos al orden jurídico fundamental del Estado y que no pretendan tener
es!atutos de privilegio y supremacía. Llevar demasiado lejos la autono-
mia de los grupos sería crear pequeños feudos -a semejanza de los
medievales- que destruirian la unidad de acción y decisión del Estado,
sin la cual no puede realizar sus fines. Y la segunda, consecuencia de la
primera, es que la voluntad política, formada a base de compromiso que
busca el equilibrio entre los distintos grupos, debe estar siempre por en·
cima de ésJos. De tal manera que la promoción del bien público -el
E IDEA DEL ESTADO 255
~,\IJPAD

. de toda la comunidad- tenga siempre la primacía sobre el bien de los


bien 5 0
grupos particulares, Y el Estado pueda cumplir su tarea de
¡nte:a :ar y aun~r los esfuerzos para el logro dP;I bienestar general.
cOO c0ncepc1ón del Estado, como organlzaCJÓn del pluralismo poñ-
.
Esta d. 1m t l . . d
c0ntradice. rda ica en e cua qmer, intento e constituir y mantener
ttc0 ' privilegia os, ya sea por su numero, su capacidad económica 0
1V11fu: rza poHtica. Por tal r~z?n, cuando en una comunidad comienzan a
su r brotes de predomtmo p ara determinadas agrupaciones el E~
P arece . d d á '
ªado corre el peligro e per er su car ct_er democrático - que, como vi-
t h ce poco, brota de su naturaleza misma y de sus fines- y de con-
mos. eª en una organización totalitaria. Esto es particularmente importante
vertirsI caso de parh'dos políticos que por su f uerza llegan a ser el partido
~n.e y a identificarse. con el Estado. Pero también puede darse con los
un1CO
grandes trusts eco?6m1fos o ~~n otros g~pohs de presión.
En consecuencia,. e P1ur~ 1s~o po111bco a de entenderse correcta-
te no como el sistema -msp1rado en una concepéión estrechamente
01
:Wicista- en el cual los intereses contrapuestos de los grupos y de ]as
mociaciones pretenden, en la medida de su poder, poner al Estado al
ª!mcio de sus respectivos fines. Esto significaría 1a entrega del Estado,
~n sus funciones y atribuciones, al campo de fuerzas de los grupos. Sino
que el pluralismo ha de concebirse. y aplicarse, dentro del orden ético-
jurídico fundamental de la comumdad estatal, como aquella situación
en la cual se -deja un amplio margen a la actividad de los grupos y al
poder de los intereses, pero se les somete a las exigencias de la ley, de
la justicia y del bien público. O sea, que se les mete dentro de los mar-
cos de la democracia constitucional.
De todo lo anterior resulta claro que el Estado es Llla institución
que se mueve en el terreno de valores individuales y sociales muy des-
tacados. Hemos visto cómo busca la verdad, el bien, el orden, la justicia.
Y cómo, cuando no realiza esos valores, el Estado no cumple con los
requisitos que le señalan su naturaleza y fines. Esto quiere decir que
como comunidad que tiene su fundamento en la naturale7a racional y
libre del hombre y en sus fines existenciales, el Estado forma parte del
ürden ético individual y social. Es una ayuda para que el hombre alcance
la plenitud de su naturaleza y pueda ejercitar toda su responsabilidad
moral. Tiene el carácter de un valioso instrumento.
Y todavía más. Puesto que el Estado, por sus funciones y poderes,
representa un papel tan importante para que el ser humano alcance sus
más altos fines no sólo en lo material, sino también en lo cultural Y en
lo espiritual-trascendente su calicfad valiosa sube de quilates. Tiene un
\'alor moral de excelso r~ngo. Filósofos como Aristóteles y Santo Tomás
de Aquino no dudan en considerar al Estado como la creación más des-
tacada de la razón humana, y señalan a la política el lugar más elevado
entre todas las artes. 13

ia Id., pág. 858.


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SER y VIDA ~~
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tado debe ser considerado, sin embargo en
El va1or d eI E s . . , 1 1 h ' su v
d' 1.6 No hay que m1mm1zar o. como o acen las t , erda
~era_ imend~ n.fgno individualista o colectivista- poniéndolo aelonas llij:
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. - e s i'ales como son Ios d e 1os ID · d'1v1'd uos o el biene tser,..:
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de mtereses pare , h bl. s ar 0
nómico de Ja colectividad. Pero tampoco. day qud~ su imizarlo hast eeo,.
vertir al Estado en un ser ID epen tente y superio a el
punto de con . .
han hecho las teorías del romdan~1c1smo '~1
d H I que ha llegado a ec1r que e
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en ypecial la filoso/
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zac1 n r , á l d .t • b a 1os
individuos cuyo deber m s e eva o cons1s e en s~r m1em ros del Estado" 11
Entre estas dos posturas exageradas está, sm duda, la que pod ·
considerar más correcta, y es la que sostiene que el Estado no tien~os
valor sustantivo, propio, que vaya más allá de los fines de la persoun
humana ( transpersonalismo), sino que todo su valor consiste en ser na
instrumento al seroicio de la persona humana con sus fines existencia:
( personalismo ) .
Al Estado toca orientar el poder con que cuenta a la función de
realizar el mínimo ético de la convivencia humana. Y eso lo obtiene con
la creación, aplicación y sanción del orden jurídico. Con lo cual logra
a su vez, reprimir las fuerzas más instintivas y brutales del ser human~
-el odio, el egoísmo, la codicia, los apetitos de dominación y de ven-
ganza- en beneficio de la verdadera humanidad. Esto representa el
triunfo del espíritu humano sobre las fuerzas irracionales de la natura-
leza y permite al Estado ocupar su verdadero lugar en el universo ético:
el de una institución destinada por su naturaleza a la educación de la
comunidad. El Estado es el gran pedagogo, como lo reconocieron desde
la Antigüedad pensadores tan eminentes como Platón y Aristóteles. Pe.ro
esta función sólo la puede c1,1mplir siendo fiel a sus fines e ideales.
Resulta así el Estado una institución que se justifica plenamente ante
la conciencia moral y jurídica de los hombres. Y se justifica por los valo-
res que realiza, por su calidad ética y espiritual. No es el Estado -en
sí mismo-:- un Leviatán que absorbe a los hombres y los ahoga. Ni tam-
poco un mstrumento de explotación en manos de la clase dominante. El
que los Estados concretos, históricos- ésos sí capaces de los peores ex-
cesos -lleguen a ser lo que el Estado debe ser conforme a su misión
ética, dependerá de la educación cívica y políti~a de los hombres y de
su continua exigencia de someter al poder a las normas del Derecho Y
de la Moral.

14
Grundünien der Philosophte des Rechts, Berlín, 1821, Introduc. pág. xxi y
pfos. 258 y 270.

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