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SUMARIO
lar los derechos del hombre, los parlamentos, los tribunales de jus-
~~1i° 1:s atribuciones del poder ejecutivo, la maquinaria administratjva,
ttci ' ello ha tenido un remoto origen y un desarrollo largo y complejo.
tod~e aquí ha venido la tentación, en algunos filósofos del Estado, de
·tar a éste su c~rácter esencial, rígido, inmutable, para convertirlo en
qui entidad perpetuamente móvil y cambi~nte. Y de querer explicar su
un~leza y actividades por métodos exclusivamente históricos. Los nom-
:~ de grandes pensadores alemanes, de fines dél siglo pasado y prin-
. •os del presente, como Wilhelm Dilthey, Georg Simmel, Heinrich Rickert,
n;:OOor Litt y Emst Troeltsch, marcan la ruta del historicismo y su
superación.
Uno de los más dedicados investigadores del historicismo, Friedrich
Meinecke, expresa de este modo lo que esta postura pretende frente a
las antiguas maneras de concebir las cosas. "La teoría del Estado -dice-
está todavía en múltiples aspectos bajo el influjo de los antiguos méto-
dos absolutistas de investigar el Estado mejor, ideal y normal. La esen-
cia y la función del moderno historicismo consiste en comprender las
formas individuales de _la humanidad histórica, pero al mismo tiempo
también su núcleo por encima de los tiempos, lo general en sus leyes de
vida, lo universal en sus relaciones." 3
No cabe duda que el historicismo, tal como lo expone este autor,
tiene muchas cosas valiosas. Y ante todo, su método mismo. -Porque no
puede negarse, como ya lo vimos con anterioridad, que el Estado . de
nuestros días se ha formado históricamente, y que para alcanzar -filo-
sóficamente- la esencial del Estado, tenemos que partir de los datos
empíricos que ofrece la investigación histórica. Pero el historicismo falla
cuando pretende que su método sea el único· y que tenga vigencia indis-
cutida la frase de Hegel de que "en el devenir está la verdad del ser."'
4. Y es precisamente este gran filósofo idealista alemán el que nos
ofrece otra de las concepciones típicas del Estado. Dentro de su siste-
ma filosófico, en el que no hay más realidad que la idea y en el que
una y otra sé confunden -"todo lo real es racional y todo lo racional es
real"..:.. el Estado no es más que un momento en la evolución dialéctica
de la idea. l!sta se manifiesta, en su desenvolvimiento, como espíritu
sub;etivo, como espíritu objetivo o espíritu del pueblo, y como espíritu
absoluto o universal, que encierra en sí el arte, la religión y la filosofía.
Si consideramos el espíritu objetivo, vemos cómo éste se desarrolla,
dentro del proceso dialéctico, en los tres estadios propios del mundo éti-
co: la familia (tesis), la sociedad civil (antítesis) y el Estado (síntesis ).
Es,te último engloba a los dos primeros y los supera. El Estado resulta
asi, en el pensamiento hegeliano, una totalidad ética que contiene, den-
tr.0 de s1,' a la moral y al Derecho. ')l por ello mismo' constituye la rea-
1idad suprema en el orden objetivo. En e-1 lenguaje- del filósofo de Stutt-
gart, el Estado adquiere relieves increíbles: en un universo ético, un todo
ª e·it. por Messner, op. cit., pág. 850.
SER Y VIDA DEL
~
Est.\Do
242
hice> la realidad de la idea ética, w racional en SÍ, .Y _P<rr. SÍ,, el POder
absoluto ,obre la tierra, el verdade~o D~ a. Es la obJebvaci6n del espí.
ritu universal en un pueblo detennmado.
eonsecuenc1a. de ~odo
"
esto es que el Estado posee un derecho supre
. d 1 ·
mo sobre los particulares y que los individuos . esaparecen en e Estado,
d el cual son m1em . bros Incluso los valores propios de la persona humana
• 1 · d ·
toman su realidad espiritual del Estado. Lo cua no qmer~ ecu que el
hombre deje de ser libre. Lo es, pero tan s6lo en ~a ,medida en que se
integra en una comunidad nacional, ya que es la u_mca ~anera de que
·b d las limitaciones impuestas por sus propias pasiones.
se l1 ere e , 1 ' · d1
Elevándose al plano histórico, Hege1 sostiene que e e~p1ntu e mun-
do (Weltgeist ), ejerce "en la historia universal como tnb?cnal mundial"
su derecho sobre los pueblos. Y así, todo de~echo está , ~e parte del
pueblo titular del momento actual de la evoluc16n del ~sp1ntu mundial".
Frente a él están "desprovistos de todo derecho los esp1ntus de los otros
pueblos y, al igual que los de épocas pasadas, no cuentan ya nada en la
historia del mundo". 5
5. En el mismo aspecto espiritual, pero ya no propiamente filosófi-
co nos encontramos con otra doctrina muy antigua, de carácter teoló-
g~ , que. pretende explicar la naturaleza del Estado como fruto de la
voluntad dañada del hombre, del pecado.
Partiendo del hecho evidente de que hay muchos males en la tierra,
y de que la mayor parte de ellos -quizá los más graves, por su magni-
tud y consecuencias- son atribuibles al Estado, pensadores cristianos pri-
mitivos señalaron la posible presencia en él de un elemento diabólico
que movía a los hombres a apartarse de la voluntad de Dios y a dejarse
llevar de sus malos instintos y deseos: codicia de poder, odio, venganza,
explotación de los más débiles, despojo injusto de los bienes ajenos. Así
nació la doctrina del Estado como pecado, atribuida, sobre todo, a San
Agustín y al Papa Gregorio VII.'\
Esta doctrina ha sido cultivada por teólogos protestantes, comenta-
da por el propio Martín Lutero, para quien el Estado perteneí!e al reino
del pecado Y de la naturaleza caída. Y posteriormente ha sido aceptada
-como una válida interpretación de la justificación teológico-religiosa
del Estado,- por autores como Jellinek, para quien la civitas terrena de
San Agustín se contrapone a la civitas Dei como el mal al bien y el
pecado a la gracia. '
En el fondo de esta concepción, hay una distorsionada interpreta-
ci~n de la doc~na de San Agustín en su Ciudad de Dios. El Obispo de
~1pona ~o sostiene que el Estado en sí sea fruto del pecado u obra del
diablo, ~mo . que el pode~ coacti~o de la comunidad política - con todo
1~ que unphca de. n:ioiesha o les16n para los particulares- es consecuen-
cia del pecado ongmal Y que no habría existido antes de la caída d~l
hombre. En el estado de gracia, los hombres habrían obedecido volun-
4 Cit. por Verdross, op. cit., pág. 248.
5 Grundli11ien der Phiwsophie des Rechts, Berlín, 1821, pfos . 340, 345 y sigs.
J T fllAD E IDEA DEL ESTADO
¡tEA......,
243
·amente y sin esfuerzo. y ciertamente estima el gra t 61
tan d f lt 1 . ti . é n e ogo que si
en los Esta os a a a JUS cia, stos se convierten en grandes latr . .
Lo mismo opina Gregorio VII. · ocuuos.
San A~ustín, P~des, comot ~o podía menos de hacerlo un buen discí-
pulo de C1cer6n Y e 1os ~s Oleos, consideró al Estado como derivado de
la natura1eza hu~ana racional, y por lo tanto, de la voluntad divina
Exaltó el valor ético Y cu]tural del Estado. y con ello puso los cim. t ·
de la teoría c~is!iana del Estado y de la sociedad, •que habría de se~~e~~
arrollada posUmormente en la Ed~d Media. Con todo, su pensamiento
corrió con mala fortuna y fue seriamente tergiversado en el curso del
tiempo. .
No obstante lo anterior, podemos decir que todavía se habla en nues-
tros días del "pecado" del Estado y de la inevitabilidad del "elemento
diabólico" en el mismo. Pero si ~xaminamos detenidamente esas expre-
!-iones nos damos cuenta de que tienen más bien un carácter metafórico
en un orden estimativo, que esencial, en un orden ontológico. Así s~
pueden entender -y explicarse- las palabras de Friedrich Meineclce
autor que ya citamos con anterioridad. "Según parece -dice- el Estad~
tiene que pecar. Ciertamente que contra esta anomalía se rebela conti-
nuamente la sensibilidad moral; pero sin ningún resultado en 1a práctica.
:f:sta es la realidad más terrible y conmovedora de la historia mundial:
que no quiere acabar de lograr de moralizar radicah;nente -P~ecisamente
a esa comunidad humana que abarca, protegiéndolas y defendiéndolas,
a todas las demás comunidades y que por eso abarca también el conte-
nido cultural más rico y variado . y, consiguientemente, tendría que ilu-
minar por la pureza de su ser · a todas las demás comunidades." 6
6. Estas consideraciones que, en el marco del historic~o, son cier-
tamente muy fundadas, no tienen, claro está, un valor absoluto. Aun
cuando el Estado ha sucumbido muchas veces a la tentací6n de la vio-
lencia y del abuso de poder, no por ello el poder político es necesaria-
mente malo. Muchas son sus realizaciones, en el curso de la historia, que
nos lo presentan como promotor del orden y de la justicia en los pueblos
y entre las naciones. Por ello, precisamente, ha §urgido, desde mediados
del siglo pasado hasta nuestros días, la tendencia a concebir al Estado
como una agrupaci6n para el bienestar.
De rancio abolengo es esta concepción del Estado que pone su meta
en el bienestar y felicidad de los individuos. De la vida buena de la m~l-
titud, como decía Aristóteles. Los mismos escolásticos de la Edad Media,
siguiendo la dirección aristotélica, así lo admitieron. En el siglo XVII,
Rugo Grocio nos dejó una definición muy valiosa del Estado en 1a. que
destacaba su carácter de sociedad perfecta de hombres libres asociados
por causa de la utilidad común y del goce del Derecho. 1
Más adelante, a fines del siglo xv111, el inglés Edmund Bu~ke, ~n;~
obra Reflex-ions on the Revolution in France ( 1790), caracteriza ª s
6
Cit. por Messner, op. cit., pág. 856.
1
Id., pág. 837.
244 ◄
SER y VIDA DEL Est;\l)o
J
~ n E IDEA DEL ESTADO
¡\EALil>.IU'
245
14
Grundünien der Philosophte des Rechts, Berlín, 1821, Introduc. pág. xxi y
pfos. 258 y 270.