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La filosofía política es una disciplina filosófica que tiene por objeto la formación de los

gobiernos, los gobernantes y ciudadanos, al atender las necesidades y problemas de la


vida en sociedad, en consecuencia estos factores posibilitan el interés de construir un
enfoque en el desarrollo de las ideas políticas. Sabemos que los fundamentos de la
filosofía política han variado a través de la historia. Así para los griegos la ciudad estado
era el centro y fin de toda actividad política.

En el mundo antiguo con la creciente urbanización de la vida, el inmenso crecimiento de la


riqueza material y el trabajo intelectual que hicieron los sofistas, desarrollaron la
consciencia de que Grecia necesitaba un nivel más alto de educación, por lo que esto
posibilitaron la reflexión filosófica para el desarrollo de nuevas ideas políticas.

Entre los filósofos que estudiaremos en este periodo histórico tenemos a Platón con su
obra “La República”, siendo esta una propuesta ética, política, social, económica, etc.
También el filósofo escribió “El Político” y “Las Leyes”, el fundamento de su filosofía
política es el lema socrático “Virtud es conocimiento”, esto significa para Platón que debe
existir una buena vida tanto para los individuos como para los estados, la cual puede ser
objeto de estudio filosófico. La tesis principal es que el hombre bueno tiene que ser un
buen ciudadano y esto difícilmente puede lograrse si no existe a la par un estado bueno y
justo, porque lo que es bueno para el hombre es también bueno para la polis.

Para Aristóteles en su “Política” lo ideal es siempre el gobierno con arreglo a normas


jurídicas, en todo estado bueno el soberano último debe ser la ley, la relación del
gobernante que se ajusta a las leyes con sus súbditos es diferente en especie de cualquier
otra clase de sujeción porque es compatible con el hecho de que las dos partes sigan
siendo libres y por esta razón requiere un grado de igualdad moral o semejanza  de
especie entre ellos, para Aristóteles, pues, el estado ideal es una comunidad de ideales
que aspira a la mejor vida posible y deja de ser comunidad o auténticamente política si la
discrepancia entre sus miembros es tan grande que éstos dejan de tener la misma virtud.
Esa es la base de la famosa frase de Aristóteles “El hombre es un animal político”.

Más realista que Platón, Aristóteles estudió las diversas formas de gobierno algunas
positivas y otras negativas, entre las primeras tenemos la monarquía, la aristocracia y la
democracia, con respecto a la segunda, la tiranía, la oligarquía y la demagogia.

A finales del siglo XVI, la sociedad europea está sufriendo grandes cambios económicos y
sociales entre los que podemos mencionar los estados nacionales, las monarquías
absolutas, surgimiento de la burguesía, etc. Y en consecuencia, se da la necesidad de
generar nuevos enfoques políticos que mediaticen las contradicciones existentes.
Debemos destacar la figura de Maquiavelo con su obra “El Príncipe”, este autor en esta
obra propone soluciones prácticas para los gobernantes para que puedan conquistar su
poder y retenerlo. Con Maquiavelo se separa el acto de gobernar de la moralidad
intrínseca que todo acto político debe tener. La conocida expresión, el fin justifica los
medios que se desprende de “El Príncipe”, apunta a que el monarca debe necesariamente
usar cualquier recurso, por inmoral que nos parezca para lograr la unidad del estado y por
lo tanto su fortaleza.   

En los inicios de la modernidad se genera una serie de obras a las cuales se denomina
utopías, Thomas Moro escribió su obra “Utopía”, inspirada en La República de Platón en
donde en el libro V, los interlocutores de Sócrates, después de escuchar el planteamiento
de un estado “perfecto”, se preguntan si tal ideal es posible. Utopía traducida
significa ningún lugar, el significado que Moro le da es el siguiente: No hay tal lugar pero
puede haberlo, entonces lo que debemos hacer siguiendo a Marx es crear las condiciones
objetivas, materiales y culturales para que pueda existir un mundo mejor.

A lo largo de esta época se desarrolla una amplia reflexión sobre la filosofía política, con
autores como Hobbes, defensor del absolutismo político, Locke, Montesquieu, Rousseau,
en los cuales se anuncia la división de poderes y el contrato social. La ilustración hace
suyo el optimismo burgués, enfatizando su idea de progreso económico y social.

Por último, estudiaremos la sociedad actual la que está viviendo una de las más complejas
situaciones que se han dado en el curso de la historia. El hombre hoy más que nunca
necesita de instrumentos que le ayuden a interpretar la realidad social, nos encontramos
en una sociedad llenos de espectros compulsivos, socavadoras de las leyes morales
impersonales o anónimas, silenciadoras de la consciencia individualizada. Por lo tanto, hoy
más  que nunca es necesario introducir la moral en la política.

Aquí pasaremos a estudiar  al estado definiéndolo como una asociación, ya que  toda
asociación no se forma sino, en vista de algún bien,  por tanto, que todas las asociaciones
tienden a una bien de cierta especie, siendo el bien de las asociaciones aquella que
encierra todas las demás, y se le llama  Estado.  Al respecto la familia se convierte en un
pequeño Estado.

Estas primeras asociaciones, la del señor y el esclavo, la del esposo y la mujer, son las
bases de la familia, el griego tiene derecho a mandar al bárbaro, puesto que, la naturaleza
ha querido que bárbaro y esclavo fuesen una misma cosa. La primera asociación de
muchas familias, pero formada en virtud de relaciones que no son cotidianas, es el pueblo,
que justamente puede llamarse colonia natural de la familia. “Si los primeros estados se
han visto sometidos a reyes y si las grandes naciones lo están, aún hoy, es porque tales
estados se formaron con elementos habituados a la autoridad real, puesto que en la
familia el de más edad es el verdadero rey”.

Las familias forman los pueblos y la asociación de muchos pueblos forma un Estado
completo, que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo
por origen las necesidades de la vida, y debiendo su subsistencia al hecho de ser éstas
satisfechas.

Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones,
cuyo fin es la felicidad. Que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser
naturalmente sociable, y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por
efecto del azar, es ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie
humana.
No puede ponerse en duda que el Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada
individuo, porque el todo es necesariamente superior a la parte, lo que prueba claramente
la necesidad  natural del Estado y su superioridad sobre el individuo es que, si no se
admitiera, resultaría que el hombre no puede ser nunca miembro del Estado y sería o un
bruto o un dios. Puesto que ya hemos dicho que el hombre es un ser sociable y político por
naturaleza.

Al estudiar la obra de Nicolás Maquiavelo denominada “El Príncipe”, época de grandes


transformaciones políticas, económicas y culturales en general, este período se caracterizó
por una vuelta a la antigüedad  Grecorromana, época que sobrevaloraron los hombres del
renacimiento y comienzos de la modernidad y a su vez consideraron la época del Medievo
como una época oscura que había que superar. Discrepamos con aquellos que así
pensaron, puesto que esa época tuvo también avances significativos en la filosofía, en las
artes y en muchos aspectos de la cultura; aunque bien es cierto, estuvo subyugada a la
doctrina de la iglesia que en aquel entonces condicionó la manera de pensar, actuar y
valorar de los hombres de esa época. Maquiavelo vivió en la Italia renacentista dividida por
pequeños Estados, con grandes conflictos políticos, y guerras intestinas, propuso
soluciones prácticas en la política y separó la moral del acto de gobernar.  

El Príncipe, se caracteriza por brindar una serie de conceptos útiles a los príncipes de la
época para conquistar el gobierno y para poderlo retener, mucho se ha hablado de que
esta obra ha sido leída y valorada por muchos gobernantes modernos y contemporáneos,
ya que Maquiavelo ha estudiado mucho la psicología del hombre y cómo estos reaccionan
frente a diversas situaciones.

Maquiavelo concluye que el príncipe debe aparentar poseer ciertas cualidades, ser capaz
de fingir y disimular bien para lograr sus propósitos y poder ser temido y respetado, el
monarca debe utilizar cualquier recurso por inmoral que este pueda parecer, para lograr la
unidad del estado y su perdurabilidad.

Al analizar el libro más conocido del filósofo político inglés Thomas Hobbes, escrito en
1651y titulado con el  nombre “El Leviatán”, esta fuente de la filosofía política establece los
fundamentos del derecho natural y se le conoce como el defensor de un absolutismo
político. La estancia de Hobbes en Europa está vinculada al miedo político y en particular
al miedo al poder en general. La conexión que se puede descubrir entre su actitud vital y
su pensamiento político descansa por ende en el miedo. Aunque es posible abstraer la
noción de miedo, como Hobbes con tanta frecuencia hace, cada período cultural parece
definido por una clase de miedo; miedo bíblico, miedo religioso, miedo moral, miedo
político.

En el siglo XVII predominó en Inglaterra, y en general en Europa, el miedo político. El


Estado se había convertido en un instrumento de poder absoluto que absorbía los demás
poderes. Los castigos procedían del Estado, que asumía las funciones de poder máximo e
incontrolado. A ojos de los súbditos inspiraba miedo; el miedo político, que es en
intensidad el más embargante y limitador de los miedos posibles.

La ley natural de la supervivencia: todo lo que tiene vida tiende a perseverar en su ser.


El miedo a que se interrumpa la supervivencia es natural en la  condición humana, que
hace que cada hombre tienda a mantener su vida a costa de los demás. Si, partiendo de
estos supuestos, los hombres actúan sin condicionar sus impulsos naturales, se destruirán
los unos a los otros y el miedo aumentará constantemente, pues el más fuerte abusará del
débil, pero temerá siempre a otro más fuerte que él. La violencia es progresiva e imparable
en la medida en que el miedo lo es también.

En el seno del gran artificio político, es decir, la institución que hace posible las demás
instituciones, el Estado o Leviatán, nada que vaya contra el poder político es lícito. La
libertad del ciudadano está determinada por los términos del acuerdo en virtud del cual
nació el Estado.  Nadie puede oponerse al estado ni servir a otro señor: en este sentido el
Estado es un monstruo que nunca está satisfecho, y devora a quien se le opone.

Desde luego, Hobbes defendía la monarquía absoluta y estaba convencido de que era la
mejor forma de Gobierno, pero la monarquía absoluta no es una consecuencia de los
principios lógicos del pacto político fundamental ni implica un ejercicio arbitrario y por
completo personal del poder. De los principios lógicos del pacto se deriva cualquier forma
de gobierno, y el proceso histórico del pensamiento político posterior demuestra que en la
teoría hobbesiana del pacto estaba incoada la moderna teoría democrática. Sin embargo
Hobbes, legitima el absolutismo político en base a que en estado de naturaleza, lo natural
es el conflicto, la inseguridad y la pérdida de su vida y de sus bienes, y por ende los
hombres deciden a través del contrato social ceder su libertad al gobernante a cambio de
la seguridad de su vida y de sus bienes.

Hobbes considera que en el estado natural por lo tanto, el hombre tiene derecho a lo que
existe en el mundo, que para regular los actos se debe formar  un contrato social, ya que
si  quien no está sujeto a ninguna ley civil peca en todo cuanto hace contra su conciencia,
porque no tiene otra regla que seguir, sino su propia razón, no ocurre lo mismo con quien
vive en un Estado, puesto que la ley es la conciencia pública mediante la cual se ha
propuesto ser guiado.  

En resumen, el leviatán llamado República o Estado no es más que un hombre artificial,


aunque de mayor estatura y fuerza que el natural, para cuya defensa y protección ha sido
creado, por lo tanto a Hobbes, se le considera el defensor del absolutismo político.

Teorización de la Filosofía Política


Desde épocas remotas ha existido la diferenciación entre gobernantes y gobernados,
quienes mandan y quienes obedecen, quienes dan órdenes y quienes las acatan, los que
toman las decisiones y los que las aplican. Así, hay personajes que mandan o dominan,
como el brujo, el padre de familia, el dictador, el rey, el presidente de un país, el primer
ministro, etc. En términos generales, se acepta que la política es la lucha por el poder,
tanto en el seno de la sociedad concreta como en el contexto más amplio de la sociedad
en general. Noticias sobre elecciones, golpes de Estado, crisis políticas y sociales forman
parte de lo que difunden los medios de comunicación masiva, es decir, los periódicos, la
radio y la televisión. Ahora, esas informaciones también podemos encontrarlas vía Internet,
y cotidianamente son motivo de comentarios.

Pero, ¿quiénes son los gobernantes? Son quienes tienen el poder, los que dominan y a
veces y, a veces, llegan a explotar al grupo al que gobiernan. Los gobernados son los
sometidos; algunas veces, su actitud es pasiva y tolerante, aunque también  pueden ser
rebeldes e inconformes y, entonces, cuando luchan por destituir a quien los oprime, la
política se convierte en una lucha por el poder.

El vocablo política se deriva de la palabra griega polis o politikós (todo lo que se refiere a la


ciudad, al ciudadano, a lo civil, a lo público e incluso a lo social y sociable). El
término política es transmitido por la obra de ARISTOTELES, Polític en la que analiza la
naturaleza, las funciones y divisiones del Estado y las formas de gobierno y la concibe
incluso como el arte o la ciencia del gobierno.

La palabra política también se ha empleado durante siglos para denominar esa esfera de


la actividad humana que se relaciona con las cosas del Estado. Sin embargo, en la edad
moderna perdió su significado original, que fue sustituido por otras expresiones
como ciencia del Estado, doctrina del Estado, ciencia política, filosofía política, etcétera.

De acuerdo con Norberto BOBBIO, si se considera a la polis como un sujeto, pertenecen


al ámbito de la política los actos siguientes:

a)        Ordenar o prohibir a los miembros de un determinado grupo social.

b)       El ejercicio de un dominio exclusivo sobre determinado territorio.

c)        Legislar con normas válidas.

d)       Extraer los recursos naturales y materiales de un sector de la sociedad y


distribuirlos a otro.

Si se toma a la polis como un objeto, pertenecen al contexto de la política verbos como


conquistar, mantener, defender, ampliar, reforzar, abatir, trastornar el poder estatal.

Jean-Jacqus ROUSSEAU, escritor político ginebrino, autor de El Contrato Social, de 1762,


concebía la política como:
La actividad que tiene por objeto regular y coordinar la vida social por medio de una
función de orden, defensa y justicia para mantener la superación y la cohesión de un
grupo social determinado.

Para Maurice DUVERGER, la política puede ser concebida como una lucha o como un
elemento de integración.

 La primera se refiere a la lucha que asegura a los individuos o grupos poseedores


del poder una dominación sobre la sociedad.

 La segunda se entiende como un esfuerzo para lograr que reinen el orden y la


justicia, asegurar el interés general y el bien común.

Adherirse a una u otra tesis dependerá de la situación del individuo o grupo determinado.
Es decir, las clases pobres, oprimidas o insatisfechas no creen que el poder asegure un
orden real; conciben a este último como una caricatura de orden, y en este sentido la
política es lucha, pues detrás del orden se oculta la dominación de los privilegiados. En
cambio, las clases acomodadas o ricas creen que la sociedad marcha en armonía, y desde
este  punto de vista la política es un medio de integración, en tanto que el poder garantiza
un orden auténtico. Por ello, Maurice DUVERGER concluye que la política tiene una
esencia ambivalente que varía según las épocas, las circunstancias y los países, ya que
por un lado constituye un instrumento de dominación de ciertas clases sobre otras, y por
otro es un medio que permite asegurar un orden social y la integración de los individuos
con miras al bien común.

La mayoría de los autores distinguen entre la política que se practica en comunidades


pequeñas y la que se ejerce en localidades grandes. En las primeras la lucha por el poder
se da entre individuos, y éste se halla organizado débilmente, con base más o menos en la
distinción entre jefes y subordinados o gobernantes y gobernados. En las poblaciones
grandes, la lucha política se libra entre clases sociales y grupos intermedios que se
constituyen en el interior de la sociedad; aquí el poder está organizado en forma
estructurada y jerarquizada.

En política hay dos niveles de análisis:  la micro política, que se funda en el contacto
personal y en las relaciones interindividuales, y la macro política, ámbito en el que no
existe contacto personal y las relaciones son mediatizadas, administrativas o mediante un
contacto teatral o ficticio. Los ejemplos clásicos de esto último son el apretón de manos del
ministro o un discurso del Presidente.

En contraposición a muchas definiciones clásicas que sostienen que el objeto de la política


es el Estado―se le ha definido como la ciencia del gobierno de los Estados (Emile
LITTRE) o como el arte y la práctica del gobierno de las sociedades humanas (Paul
ROBERT) ―, otras concepciones señalan que la política no puede analizarse sólo en el
ámbito del Estado o de los partidos políticos, pues tiene que ver tanto con la conquista del
poder como con el soporte de la nueva sociedad.
…La política es la actividad humana central, el medio por el cual la conciencia individual
es llevada al contacto con el mundo natural y social en todas sus formas, y por ello las
relaciones sociopolíticas sobrevivirán incluso a la desaparición del Estado (Antonio
GRAMSI).

Dentro del campo de estudio de la política actualmente existen opiniones como las del
filósofo alemán  Jürgen HABERMAS, que aconsejan retornar a los fundamentos de la
política clásica, a la vida buena y justa; el regreso a los orígenes, es decir, cuando el
ciudadano expresaba sus problemas y la política se basaba en un mayor entendimiento,
buscando el bienestar dentro de un orden instituido.

La política es entendía entonces como la continuación de la ética. El carácter ético de la


acción era inseparable de la costumbre y de la ley. Así, se consideraba que la política era
el vehículo por medio del cual el ciudadano vivía una vida buena, y que la ciudad, la polis,
era el lugar de la concreción de la naturaleza humana. Se propuso un ágora moderno, en
el que predominaran situaciones ideales de lenguaje y de comunicación pública, se
discutieran, las cuestiones prácticas y se tomaran decisiones políticas.

Incluso la política se consideraba como el quehacer que llevaba a la formación y al cultivo


del carácter. Se trataba, pues, de una actividad práctica que se desarrollaba en forma
pedagógica y no técnica.

HABERMAS contrasta estas ideas con la intención que atribuye Thomas HOBBES a la
política, en el sentido de ser la base científica para el establecimiento de las condiciones
que permitan el orden correcto de la sociedad.

Poder
¿En qué consiste el poder? ¿Cuál es su naturaleza específica? ¿Cómo se puede
distinguir el poder político de otras formas de poder?

El poder es la influencia voluntaria que ejerce un individuo o un grupo sobre la conducta de


otro individuo o grupo. El concepto de poder ha sido empleado para interpretar los más
diversos aspectos de la sociedad, desde los pequeños grupos hasta las grandes
empresas, desde la familia hasta las relaciones entre clases sociales.

Aristóteles, también cuestionaba el mandato patronal que ejercía sobre los esclavos; pero
existe otra forma en que el hombre rige a individuos de la misma categoría, a la cual se le
denomino poder político, por tratarse de un poder que se ejerce sobre hombres libres. Es
una dirección sobre personas y no sobre cosas o animales. Aristóteles establece la
diferenciación del poder político con base en las tres societátes: paternal, despótica y
política.

A finales del siglo XVII, John LOCKE, en su Ensayo sobre el gobierno civil, se planteaba la
interrogante: “¿Cómo mostrar la diferencia entre el gobernante de una sociedad política, el
padre de familia y el capitán de un barco?” La cuestión fundamental resiste en establecer
sobre qué bases se fundamenta el poder.

LOCKE distingue claramente entre los tres poderes.

En primer lugar está el poder paternal

Es decir, el poder de los padres, aquel del que gozan ellos para gobernar a sus hijos mirando el
bien de éstos hasta el momento en que hayan aprendido a servirse de su razón.

En segundo lugar está el poder político

Que es el que todos los hombres poseen en el estado de naturaleza y al que luego renuncian y
ponen en manos de la sociedad. Esta les confiere a los gobernantes la facultad de regir la vida
social, con la misión expresa o tácita de emplear el poder por el bien de los miembros de la
colectividad y la salvaguarda de sus propiedades
En tercer lugar está el poder despótico
Que es absoluto y arbitrario en tanto que permite a un hombre atentar contra la vida de otro
cuando así le parezca. Este poder no lo otorga la naturaleza, que por lo demás no establece
semejantes distinciones entre los hombres; ningún pacto que puede establecerlas.
Max Webber definió el poder como la probabilidad de que un actor, dentro de una relación
social, esté en posición de ejercer su voluntad a pesar de la resistencia que se le presente.
Cuando el poder político se finca sobre bases legítimas, se le denomina autoridad.

Sin embargo, WEBBER planteó un criterio a partir del cual el poder político que cuenta con
los medios de coacción física se diferencia del poder económico, que se basa en la
posesión de bienes o riquezas, y del poder ideológico, que se apoya en el control de los
medios de persuasión.

En el caso del poder económico, éste, por ejemplo, se vale de ciertos bienes en una
situación de escasez para inducir a la gente a observar una conducta determinada,
generalmente la ejecución de algún tipo de trabajo. En la posesión de los medios de
producción reside una enorme fuente de poder por parte de quienes los poseen. El poder
del dueño de una empresa deriva de la posibilidad que la posesión o la disponibilidad de
los medios de producción le proporcionan para comprar la fuerza de trabajo a cambio de
un salario. En general, todo poseedor de bienes abundantes es capaz de condicionar,
mediante concesión de compensaciones o la promesa de otorgarlas, el comportamiento de
quien se encuentra en una situación de debilidad y de penurias.

En  cambio el poder ideológico se basa en la influencia que las ideas formuladas de cierta
manera por una persona investida de autoridad, como el sacerdote, el intelectual o el
científico, tienen sobre la conducta de los demás. Al difundir sus valores y sus
conocimientos, cumplen un proceso de socialización necesario para la cohesión e
integración del grupo.

Por último, el poder político se sustenta en la posesión de los instrumentos por medio de
los cuales se ejerce la fuerza física; por ejemplo, las armas de todo tipo; es coactivo y el
poder supremo, porque de alguna manera todos se encuentran subordinados a él. En
otras palabras lo que distingue al poder político de los demás es la exclusividad para el
uso de la fuerza contra el resto de los grupos que actúan en determinado contexto social.

Max Webber individualizó tres tipos puros de poder:

1.       El legal, que se funda en la creencia de la legitimidad de ordenamientos que


tienen como propósito definir el papel de poseedor del poder. La fuente de este
poder es la ley; a la cual deben obedecer no sólo los que prestan obediencia, sino
también el que manda.

2.       El poder tradicional, se basa en la creencia del carácter sacro del poder. La
fuente de este poder es la tradición.

3.       El poder carismático, que se basa en la sumisión afectiva hacia un dirigente; la


fuerza heroica, el valor ejemplar o la potencia del espíritu es lo que distingue a ese
poder de manera excepcional; el que manda es el guía, el profeta, el demagogo, y
aquellos que le prestan obediencia son los discípulos.
El estado, al igual que el suelo sobre el que se halla situado, no es un patrimonio. Consiste
en una sociedad de hombres sobre los cuales únicamente el Estado tiene derecho de
mandar y disponer. Es un tronco que tiene sus propias raíces. Emmanuel Kant.

Estado

A Nicolás MAQUIAVELO se debe la introducción por primera vez del término stato en su


obra El príncipe, escrita en el año 1513, obra que, para el gobernante (“el príncipe”),
constituye un manual útil sobre el arte de adquirir y conservar el poder, y en cuanto a los
errores que debe evitar al ejercer su gobierno. MAQUIAVELO rompe con las visiones que
se tenían de la política y deja de interesarse por las ideologías o las cuestiones morales,
como el bien común, la justicia, la bondad, la trascendencia de la vida, la n b de Dios o el
universalismo cristiano. Su pensamiento es estrictamente técnico y plantea que el
problema del hombre de Estado es, precisamente, conservar el Estado. El hombre de
Estado, dice MAQUIAVELO, debe ser virtuoso y valiente para desempeñarse con
eficiencia.

Antes de que se conformara el Estado con las características propias del actual, hubo
distintas organizaciones políticas. Para algunos autores el nacimiento del Estado fue
consecuencia directa de los regímenes monárquicos de los siglos XVI y XVII en Europa
Occidental. La corriente marxista afirma que para entender su origen es necesario
considerarlo como parte de un proceso de desarrollo. Friedrich ENGELS, en su obra  El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, afirma que éste se constituyó al
dividirse la sociedad en clases ―, y ante la necesidad de frenar los antagonismos entre los
grupos sociales. Para Karl MARX han existido cuatro tipos de Estado: el esclavista, el
feudal, el burgués y el socialista, cada uno de los cuales ha tenido su propio modo de
producción.

En la comunidad primitiva existía una sociedad sin clases, pero ésta dio paso al Estado
esclavista. Así se originó el primer régimen de explotación en la historia.  En el Estado
feudal los terratenientes gozaban de plenos derechos; ya no eran “dueños” de los
campesinos (esclavitud), pero podían apropiarse del producto de su trabajo y obligarlos a
sujetarse a ciertas condiciones ventajosas para el patrón (servidumbre).

El Estado burgués surgió en el siglo XVIII, a la luz de los acontecimientos de la época


Contemporánea, de la Revolución industrial y la Revolución francesa de 1789, con el
desarrollo del comercio, no solamente local sino mundial, y se fundamentó en la
circulación monetaria, el intercambio de mercancías, el poder del capital y la existencia de
la propiedad privada de los medios de producción en manos de una nueva clase: la
capitalista.

En el Estado socialista las clases trabajadoras se proponían derrocar a la burguesía e


implantar la denominada dictadura del proletariado, mediante la cual el Estado burgués
sería destruido y desaparecerían las clases sociales.

Thomas HOBBES, en su obra Leviatán, escrita en 1839, plantea un modelo de estado en


el que concibe a éste como un poder visible que debe mantener atemorizados a los
hombres con la amenaza de castigo, y considera que un régimen de este tipo tendría que
estar por encima de cualquier otro cuerpo u organismo social. Según HOBBES, el Estado
tiene que garantizar la propiedad privada. Asimismo, el autor parte de la idea de que los
hombres son malos, se pelean entre sí y de que si se les deja en estado natural se tiende
al desorden y se manifiesta, por ejemplo, una falta de regulación de las instituciones por
parte del Estado, cuya función consiste precisamente en regular y garantizar la libertad, la
seguridad.

Para HOBBES, el Estado no se opone a los individuos porque nace de la cesión de


derechos particulares y tiene primacía frente a cualquier otro poder, incluso el eclesiástico.
Sin embargo, si el Estado para castigar transgrede la propiedad privada, se justifica la
revolución, cuyo objetivo será construir entonces un nuevo Leviatán. La definición de
Estado que nos propone Max WEBBER es clásica y ha sido retomada por los politólogos
contemporáneos: “Por Estado debe entenderse el monopolio de la fuerza legítima.”

Desde un punto de vista general, el Estado se define como la autoridad suprema existente
de un territorio que está capacitada para ejercer poderes soberanos, tanto normativos
como los que se valen de la violencia legitimada sobre los habitantes de ese espacio
territorial. Es decir, el poder del Estado es el poder supremo de la sociedad, el que se
coloca por encima de los demás, como el material o económico. El Término Estado abarca
dos nociones distintas pero ligadas entre sí.
 En primer lugar, es el conjunto de la organización del gobierno; así, puede haber
regímenes democráticos, absolutistas, monárquicos, teocráticos, militares y
republicanos, entre otros. Es decir, se trata de la organización del poder dentro de
un conjunto social determinado, con una estructura económica y una ideológica, y
con una serie de aparatos institucionales y de normas jurídicas destinadas a
regular el funcionamiento de la sociedad.

 En segundo lugar, el término Estado incluye el concepto de Estado-nación, una


comunidad humana que, además de regirse con base en una estructura de
organización gubernamental, está delimitada geográficamente; en suma una
población asentada en un territorio con límites legales y organizado en lo político
en un gobierno. Mientras que la idea de Estado pone énfasis en la organización
política, en concepto de nación hace hincapié en una unidad social basada, entre
otros factores, en las tradiciones, en la lengua y en la historia.

 Se considera que el fin último del Estado tiene que ver íntimamente con las
funciones o acciones que ejerce, las cuales son diversas: sociales, políticas,
económicas y jurídicas. De todas estas funciones, que se dan en los diferentes
ámbitos, las sociales son indispensables para lograr la convivencia humana
mediante el orden, la armonía y la organización social. En cuanto a las funciones
políticas, si el poder se manifiesta en agrupaciones humanas el Estado se ocupará
de la organización de dicho poder y de la vida política. Para alcanzar este objetivo,
el Estado cuenta tanto con aparatos institucionales como con el derecho. De él
surgen instituciones, por ejemplo, los partidos políticos, los sindicatos y las
asociaciones civiles.
 En el ámbito económico, las funciones del Estado se basan en el régimen jurídico
de la propiedad y en el sistema de producción, y puede deducirse que esto es lo
que determina la naturaleza de casa Estado y de su sistema político.
 Por su parte, las funciones jurídicas del Estado pueden resumirse en tres: legislar,
administrar y juzgar. La primera consiste en la facultad para dictar leyes,
reglamentos o decretos; la segunda se relaciona con la atención de los intereses
de la comunidad mediante la introducción de servicios públicos (agua potable, luz
eléctrica, pavimentación, recolección de basura, seguridad interna y externa,
policía, defensa militar, etc.), y la tercera se encarga de resolver los conflictos entre
particulares, o bien entre un particular y un órgano del Estado, por medio de
sentencias o resoluciones judiciales, impartiendo justicia en los tribunales mediante
jueces o magistrados.
 En El espíritu de las leyes,  publicado en 1748, Charles Louis
MONTESQUIEU¹⁹ atribuyó al Estado tres funciones esenciales: crear las leyes que
gobiernes al pueblo; aplicarlas, así como resolver los conflictos y las diferencias
que se presenten entre los individuos. Esta visión acerca del papel del Estado
representativo llevó a plantear la separación o división entre los poderes otorgados
a tres órganos distintos (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), a fin de alcanzar un
equilibrio en el poder capaz de garantizar la libertad y contrarrestar los peligros de
la tiranía.
 Tradicionalmente, en el pensamiento político han existido dos corrientes de
concepción respecto del Estado: la liberal y la marxista.
 Para la concepción liberal, el Estado preserva la libertad política, los derechos
individuales y la igualdad jurídica entre todos los hombres. El Estado se concibe no
como el centro de la organización social en su conjunto, sino como una institución
entre otras; así, acaba siendo un árbitro y no una estructura destinada al control de
la vida social. Frente al predominio del liberalismo económico, expresado en la
consigna laissez faire-laisser passer (dejar hacer, dejar pasar), que significa
libertad económica sin ninguna restricción estatal, el Estado desempeña una
función relativamente secundaria.

Sin embargo, el desarrollo del capitalismo y la necesidad de una distribución más

equitativa de la riqueza alteraron la función del Estado moderno. Posteriormente, durante

el siglo XIX se estableció la concepción marxista del Estado, según la cual éste no es

imparcial en la lucha de clases, sino el instrumento de opresión de las clases dominantes

sobre las clases oprimidas. Visto así, el Estado monopoliza la violencia legítima, pero lo

hace en provecho de una clase, la dominante, a fin de mantener las relaciones sociales

vigentes. Su aparato y sus normas jurídicas se utilizan para someter a los distintos grupos

en función de los intereses de la clase dominante

. Ética y moral
De la misma manera que, estando estrechamente vinculados, no se identifican los
problemas teóricos morales con los problemas prácticos, tampoco pueden confundirse
la ética y la moral. La ética no crea la moral, aunque es cierto que toda moral efectiva
supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la ética la que en una
comunidad dada, establece esos principios, o normas. La ética se encuentra con una
experiencia histórica social en el terreno de la moral, o sea, con una serie de morales
efectivas ya dadas, y partiendo de ella trata de establecer la esencia de la moral, su
origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, la fuente de la valoración
moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los criterios de justificación de
dichos juicios, y el principio que rige el cambio y sucesión de diferentes sistemas
morales.

La ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad,


o sea, es ciencia de una forma específica de conducta humana.

En nuestra definición se subraya, en primer lugar, el carácter científico de esta


disciplina; o sea, se responde a la necesidad de un tratamiento científico de los
problemas morales, de acuerdo con este tratamiento, la ética se ocupa de un objeto
propio: el sector de la realidad humana que llamamos moral constituido –como ya
hemos señalado – por un tipo peculiar de hechos o actos humanos. Como ciencia, la
ética parte de cierto tipo de hechos tratando de descubrir sus principios generales. En
este sentido, aunque parte de datos empíricos, o sea, de la experiencia de un
comportamiento moral efectivo, no puede mantenerse al nivel de una simple
descripción o registro de ellos, sino que los trasciende con sus conceptos, hipótesis y
teorías. En cuanto conocimiento científico, la ética ha de aspirar a la racionalidad y
objetividad más plena, y a la vez  ha de proporcional conocimientos sistemáticos,
metódicos y hasta donde sea posible, verificables.

Ciertamente, este tratamiento científico de los problemas morales dista mucho todavía
de ser satisfactorio y de las dificultades para alcanzarlo siguen beneficiándose todavía
las éticas especulativas tradicionales, las cuales son de inspiración positivista.

La ética es la ciencia de la norma, es decir, de una esfera de conducta humana. No


hay que confundir la teoría de su objeto: el mundo moral, las preposiciones de la ética
deben tener el mismo rigor; coherencia y fundamentación de las proposiciones
científicas. En cambio, los principios, las normas o juicios no tienen un carácter
científico, sino que son incompatibles con los conocimientos que aportan las ciencias
naturales y sociales. Por ello, podemos afirmar que si cabe hablar de una ética
científica no puede decirse lo mismo  de la moral. No  hay una moral científica, pero si
hay –o puede haber- un conocimiento de la moral que pueda ser científico. Aquí como
en otras ciencias lo científico radica en el método, en el tratamiento del objeto y no en
el objeto mismo. De la misma manera, puede decirse que el mundo físico no es
científico.
Aunque sí lo es su tratamiento o estudio de él por la ciencia física, pero si no hay una
moral científica de por sí puede darse una moral compatible con los conocimientos
científicos acerca del hombre, de la sociedad  y, en particular: acerca de la conducta
humana y moral. Y es aquí donde la ética puede servir para fundamentar una moral,
sin ella por sí misma normativa o prescriptiva. La moral no es ciencia, sino objeto de la
ciencia, y en ese sentido es estudiada, investigada por ella. La ética no es la moral, y
por ello no puede reducirse a un conjunto de norma y prescripciones; su misión es
explicar la moral efectiva y, en este sentido, puede influir en la moral misma.

Su objeto de estudio lo constituye un tipo de acto humano; los actos conscientes y


voluntarios de los individuos que afectan a otros, determinados grupos sociales o a la
sociedad a su conjunto.

Ética y moral se relaciona, pues, en la definición antes dada, como una ciencia
específica y su objeto, una y otra palabra mantienen así una relación que no tenían
propiamente en sus orígenes etimológicos. Ciertamente, moral procede del latín mos o
mores, “costumbres” o  “costumbres” en el sentido del conjunto de normas o reglas
adquiridos por hábitos.

La moral tiene que ver así con el comportamiento adquirido, o modo de ser
conquistado por el hombre. Ética proviene del griego ethos que significa análogamente
“modo de ser” o “carácter” en cuanto forma de vida también adquirido o conquistada
por el hombre, así pues, originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre” hacen
hincapié en un modo de conducta que no responde a una disciplina natural sino que
es adquirido o conquistado por habito. Y justamente, esa no es naturalidad del modo
de ser del hombre es lo que, en la antigüedad le da su dimensión moral.

Veamos, pues, que el significado etimológico de moral y de ética no nos dan el


significado actual de ambos términos, pero si nos instalan en el terreno
específicamente humano en el que se hace posible y se funda el comportamiento
moral; lo humano como lo adquirido o conquistado por el hombre sobre lo que hay en
él de pura naturaleza. El comportamiento moral sólo lo es del hombre en cuanto que
sobre su propia naturaleza crea esta segunda naturaleza de la que forma parte su
actividad moral.
Teorías éticas

Las éticas más significativas se pueden agrupar en alguno de estos tres modelos:

 Éticas teleológicas

 Éticas deontológicas

 Éticas dialógicas

 Éticas teleológicas

Los que defienden este tipo de ética sostienen que la vida humana tiene una
finalidad: por ello se llaman “teleológicas”, que quiere decir que se orientan hacia la
consecución de un fin. Y este fin es la búsqueda de la felicidad. Todo lo que
hacemos los seres humanos tiene una meta, alcanzar la felicidad, pues eso es lo
que perseguimos con todos nuestros actos. En consecuencia, la vida buena
consiste en hallar los medios adecuados para lograr ese fin, que es nuestro bien
máximo. Las normas morales se justifican entonces por su contribución al logro de
la felicidad humana: “debo seguir aquel código moral que me ayuda a alcanzar la
felicidad”.

 Éticas deontológicas

Las éticas deontológicas son éticas que fundamentan la acción moral en el deber:
es buena moralmente aquella acción que se efectúa sólo porque es un deber el
realizarla y no por otro motivo (utilidad, miedo a las consecuencias, esperanza de
un premio, placer…).
o   Los defensores de esta concepción han criticado de modo radical a las
éticas teleológicas por su carácter heterónomo:

o   « Heteronomía » significa recibir de otro la ley. Desde un punto de vista


moral con este concepto se alude a que la normas moral se recibe de una
instancia distinta de la persona misma: yo acato una norma moral que,
aunque pueda encontrarla en mí, procede de algo externo, ya sea la
sociedad con sus normas y costumbres, la religión con sus creencias y
dogmas o la propia naturaleza con sus instintos e inclinaciones. En todos
estos casos es la moral heterónoma porque su fuente no es el propio
individuo.

o   Frente a la heteronomía está la « autonomía moral »: la norma moral no sólo


la encuentro e n mí sino que además procede de mí: yo me doy a mí
mismo mi propia norma moral estableciéndola desde mi racionalidad: el
origen y fundamento de la norma moral reside en la razón (práctica). Los
defensores de la autonomía moral suponen que e l ser humano sólo
adquiere dignidad cuando se sustrae al orden natural y es capaz de
dictarse a sí mismo sus propias leyes, cuando es legislador autónomo,
cuando las normas nacen de sí mismo, cuando al obedecer, se obedece a
sí mismo.

 Éticas dialógicas

 Las éticas dialógicas sostienen que las normas morales han de ser fruto de un
acuerdo basado en el diálogo argumentativo en condiciones de igualdad entre
personas racionales y libres. Las éticas dialógicas son, por tanto, éticas de la
comunicación, del discurso, que sitúan los mandatos que constituyen el deber en
las normas que resultan del acuerdo al que hayan llegado después de haber
argumentado racionalmente cada uno de ellos en defensa de su posición.

En las éticas dialógicas el hombre moralmente bueno es aquel que se halla


dispuesto a resolver las situaciones de conflicto mediante un discurso
argumentado, un diálogo encaminado a lograr un consenso y se haya dispuesto
asimismo a comportarse como se haya decidido en ese consenso.
Valores morales y no morales

Los objetos valiosos pueden ser naturales, es decir, como los que existen en su estado
originario al margen o independientemente del trabajo humano (el aire, el agua, o una
planta silvestre) o artificiales, producidos o creados por el hombre (como las cosas útiles o
las obras de arte) Pero, de estos dos tipos de objeto no cabe decir que sean buenos desde
un punto de vista moral; los valores que encarnan o realizan son, en distinto casos, los de
la utilidad, o la belleza, a veces suele hablarse de la “bondad” de dichos objetos y, con
este motivo, se emplean expresiones como la siguiente: “esté es un buen reloj”, “el agua
que estamos bebiendo ahora es buena” “X ha escrito un buen poema” etc. Pero el uso de
“bueno” en semejantes expresiones no tiene ningún significado moral. Un “buen” es un
reloj que realiza positivamente el valor correspondiente; el de la utilidad; o sea, cumple
satisfactoriamente la necesidad humana concreta a la que sirve, Un “buen” “reloj es un
objeto útil” y algo análogo podemos decir del agua al calificarla de “buena”, con ello
queremos decir que satisface positivamente, desde el punto de vista de nuestra salud, la
necesidad orgánica que ha de satisfacer. Y un “buen” poema es aquel que, por su
estructura, por su lenguaje, cumple satisfactoriamente como objeto estético y obra de arte,
la necesidad estética humana a la que sirve.

En todos estos casaos, el vocablo “bueno” subraya el hecho de que el objetivo en


cuestión ha realizado positivamente el valor que estaba llamado a encarnar, sirviendo
adecuadamente al fin o a la necesidad humana correspondiente. En todos estos casos
también la palabra “bueno” tiene un significado axiológico positivo –con respecto al
valor “utilidad” o al valor “belleza” pero carece de significado moral alguno.

La relación entre el objeto y la necesidad humana correspondiente es una relación


intrínseca, propia en la que el primero adquiere su estatuto como objeto valioso,
integrándose de acuerdo con ella, como un objeto humano especifico. Esta relación
intrínseca con determinada necesidad humana, y no con otra, es la que determina la
calificación axiológica del bien correspondiente. Por ello, el uso del término “bueno” no
puede llevarnos a confundir lo “bueno” en sentido general, referente a cualquier valor
(“buen libro, “buena” escultura, “buen” código, “buen reloj” etc.) y lo “bueno” en sentido
estricto con un significado moral. Podemos hablar de la “bondad” de un cuchillo en cuanto
que satisface positivamente la función de cortar para la que fue producido. Pero el cuchillo
y la función correspondiente, puede estar al servicio de diferentes fines, puede ser
utilizado, por ejemplo, para realizar un acto malo desde el ángulo moral, como es el
asesinato de una persona. Desde el punto de vista de su utilidad o funcionalidad, el
cuchillo no dejará de ser “bueno” por haber servido para realizar un acto reprobable. Por el
contrario, sigue siendo “bueno” y tanto más cuanto más efectivamente haya servido al
asesino, pero esa “bondad” instrumental o funcional queda a salvo de toda calificación
moral pese haber servido de medio o instrumento  para realizar un acto  moralmente malo.
La calificación moral recae aquí sobre el acto de asesinar, al servicio del cual ha estado el
cuchillo, no es el cuchillo éticamente neutral, como lo son en general los instrumentos, las
maquinas, o la técnica en general lo que puede ser calificado desde el punto de vista
moral, sino su uso; es decir, los actos humanos de utilización al servicio de determinados
fines, intereses o necesidades.

Así pues, los objetos útiles, aunque se trate de objetos producidos por el hombre, no
encarnan valores morales, aunque puedan hallarse en una relación instrumental, con
dichos valores (como hemos visto en el ejemplo anterior del cuchillo). Por ello, dichos
objetos deben ser excluidos del reino de los objetos valiosos que pueden ser
calificados moralmente. Cuando el término “bondad” se aplica a ello (“buen” cuchillo)
debe entenderse con el significado axiológico correspondiente, no propiamente moral.

Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Solo lo que
tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, pero, a su vez, sólo
los actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos, es decir, los
realizados consciente y libremente, y con respecto a los cuales se les puede atribuir
una responsabilidad moral, En este sentido, podemos calificar moralmente la conducta
de los individuos o de grupos sociales. Las intenciones de sus actos y sus resultados y
consecuencias, las actividades de las instituciones sociales, etc. Ahora bien, un mismo
producto humano puede soportar varios valores aunque uno de ellos sea el
determinante.

Damos a continuación la tabla de valores propuesta por uno de los más destacados
filósofos  contemporáneos. Max Scheler quien considera que la superioridad de un valor se
aprehende por un acto especial de conocimiento del valor que es el “preferir”, Sin
embargo, lo que realmente constituye la jerarquía axiológica es la utilización de leyes que
son separables de los actos de preferencia, aunque denoten rasgos de las leyes del
preferir. Reduce a cinco estos criterios; durabilidad, divisibilidad, fundamentación,
satisfacción y relatividad.

A partir de estos criterios Scheler propone la siguiente tabla de valores:


Valores de lo Agradable y Desagradable
Este conjunto de valores corresponde, por una parte, la función sentimental sensible (con sus
modos; el goce y el sufrimiento) y, por otra, los estados afectivos de los “sentimientos
sensoriales” el placer y el dolor sensible.

valores vitales
Este conjunto de valores gravita sobre la antítesis “noble vulgar” corresponden a la esfera de
los valores vitales; todos los modos del sentimiento vital (salud, enfermedad, vejez, muerte,
etc.) todas las reacciones sentimentales (alergia, aflicción) y todas las reacciones instintivas
(angustia, venganza, etc.) Los valores vitales constituyen una modalidad de valor
independiente y no reducible ni a los valores de lo agradable y desagradable ni a los valores
espirituales. Se trata de un conjunto sumamente rico en valores y contravalores

Valores Espirituales
Ante estos valores deben “sacrificarse “los valores vitales, los valores espirituales se
distribuyen jerárquicamente del siguiente modo.

1. Valores de lo “bello” y de lo “feo” el reino completo de los valores estéticos.

2. Valores de lo “justo” y de “lo injusto” (que son distintos de los valores de lo “recto” y
“no recto”. Los cuales dicen referencia a una ley” son los valores éticos.

3. Valores del “puro conocimiento de la verdad” valores teóricos.

 Valores de lo Santo y de lo Profano


 Se manifiesta solamente en objetos, que son dados en la intención como objetos, las
reacciones específicas a esta modalidad de valores son la fe, incredulidad, la adoración
y actitudes análogas.
 Para Scheler “estas modalidades de valores mantienen una jerarquía
apriorística que precede a las series de cualidades pertenecientes a aquellas
modalidades, jerarquía aplicable a los bienes de estos valores así constituidos,
puesto que es aplicable a los valores de los bienes. Los valores de lo noble y lo
vulgar son una serie de valores más alta que la serie de lo agradable y lo
desagradable; los valores espirituales, a su vez, son una serie de valores más
alta que los valores vitales, y los valores de los santo son una serie de valores
más alta que los valores espirituales”.

El valor moral participa de la naturaleza y de las características propias del valor en


general, sin embargo, tiene unas notas particulares que lo definen en cuanto valor
especifico del orden moral. Vamos a fijarnos en ese carácter específico del valor
moral; sobre todo en lo que respecta a su naturaleza y a su constitutivo intrínseco.

1. Naturaleza de valor moral: la naturaleza del valor moral hay que buscarla en
primer lugar a partir de la materia en la que se sustenta, según la filosofía
aristotélica, lo moral pertenece a l orden de la acción humana; es decir, entra
dentro de la estructura dinámica del hombre, pero es necesario concretar más el
significado de esa acción y de ese orden dinámico humano.

Según Aristóteles existen tres formas de acción humana: la especulación (teoría)


el hacer (to poiein) es decir, la actividad artística y técnica en cuando producción o
transformación de objetos exteriores al hombre; y el obrar (praxis) es decir, la
acción que queda dentro del sujeto.

1. Características que definen la naturaleza especifica del valor moral: El valor


moral hacer referencia directa e inmediata a la subjetividad; pero una subjetividad
entendida como “intencionalidad” como “libertad” y como “compromiso interno”. El
valor moral tiene, como todo valor, un aspecto objetivo (la acción moral concreta y
exteriorizada) y otro aspecto subjetivo (la “buena voluntad” o la “mala voluntad” que
va inherente a la acción humana) pues bien, lo especifico del valor moral está en el
compromiso intencional del sujeto; el cual subjetiva tanto la dimensión subjetiva
como la dimensión objetiva de la acción moral. Esto quiere decir que lo formal del
valor moral viene dado por la referencia a las estructuras humanas de
subjetivización, de libertad, de intencionalidad y de responsabilidad.

Sobre el valor moral rescato los siguientes puntos importantes a saber:

 El valor moral tiene el carácter de imponerse por él mismo, sin entrar en la


discusión de la validez de una ética del “deber por el deber” tenemos que afirmar
que el valor moral tiene una justificación en sí mismo. Esta última afirmación no ha
de entenderse como si el valor moral estuviese cerrado sobre él mismo o frese el
valor único y absoluto (sería caer en la tentación del “moralismo”).

 El valor moral tiene otra característica muy especial; es la que se refiere al sentido
de relación con los otros valores, todos los órdenes de valores tienen una
interrelación, sin embargo, el valor moral hace de esa relación con los otros
valores. Se puede decir que el valor moral está presente de una manera especial
en todos los demás valores sin privarlos de su autonomía y peculiaridad.
 El valor moral es el valor que condiciona a la persona en su realización, por ser el
valor inherente a los comportamientos en que la persona se expresa en
responsabilidad (en libertad) el valor moral aparece como la razón de ser del
hombre. En ese sentido el valor moral es el más personalizante, por eso mismo es
un valor siempre constante en la vida del hombre, además, por ser el valor de la
realización personal, tiene la complejidad de ser un valor que realiza un ideal
universalmente valido, pero al mismo tiempo condicionado a la situación personal
del sujeto.

Norma moral

 La norma, es la expresión o formulación de los valores, su sentido ha de entenderse como


expresión de los valores morales, una norma de moralidad puede presentarse en forma
negativa: prohibición,  “no mentiras” o positiva “dirás siempre la verdad”.

En ambos casos se hace siempre relación a un valor que en sí mismo es mucho más rico
de lo que expresa el anunciado verbal de la norma, especialmente en su forma negativa y
sin embargo, aun el más perfecto cumplimiento de los valores morales se halla sometido a
la norma, Tal es, por ejemplo, el caso del ciudadano o del héroe que prendado de la
hermosura de la verdad prefiere morir a incurrir en la mejor deslealtad, es, pues, el valor
moral el que da la norma y el que constituye el verdadero objeto del acto moral.

Una norma moral no es una restricción arbitraria de la libertad humana, sino un


llamamiento que el objeto portador del valor dirige a la libertad para moverla a
salvaguardar y cultivar el valor, y, por tanto, preservarse a sí misma.

Una norma que no estuviera fundada sobre un valor y no estableciera un deber valioso,
estaría privada de toda fuerza moral obligatoria, aun las ordenes y preceptos que pudieran
ser distintos  de lo que son –preceptos positivos- han de implicar, como su sentido último,
la invitación a cultivar o a atender un valor.

El sentido de la norma viene dado por el valor –si no existe un valor, la norma, pierde
“sentido” decimos; carece de “valor” –pero tiene duda también por la necesidad
humana de tener que enfrentarnos con los valores, no de un modo “intuitivo” sino a
través de un modo discursivo o a través de las expresiones. Esta es la condición
humana.

Los valores y la problemática actual

Es cada vez más frecuente escuchar en nuestro medio, que en la actualidad existe una
crisis de valores, en especial de los morales, para invertir dicha situación se ha señalado la
necesidad de introducir en los planes de estudio información axiológica y fomentar desde
la niñez, valores como el respeto, la tolerancia, equidad, responsabilidad, solidaridad y
otros. No solamente para lograr un desarrollo moral individual sino al mismo tiempo para
poder construir una sociedad más racional y democrática.

Génesis de la Filosofía de los valores

Aunque la axiología como rama de la filosofía que estudia el ser del valor de forma
sistemática a independiente es bastante reciente, el interés filosófico por los valores es en
cambio muy antiguo, en efecto, ya en el periodo antropológico de la filosofía griega,
Sócrates de Atenas se propuso como meta definir valores, para lo cual desarrolló el
método Mayéutico en un intento por superar el relativismo introducido por la sofistica. De
igual manera Platón en muchos de sus diálogos, sobre todo en los de juventud se propuso
conocer la esencia de algunos valores como la amistad, belleza, piedad, deber, etc.

En las concepciones antiguas y medievales el valor es una determinación ontológica y por


ende no existe una esfera axiológica independiente de aquella, es así como los griegos
identifican el ser como algo bueno y bello, y en la Escolástica la afirmación de que el ente
además de bueno es valioso. A partir de los filósofos neokantianos como Rickert, y
Windelband, se produce una separación entre el campo ontológico y axiológico al señalar
que los valores no son entes sino cualidades valiosas. También Lotze, uno de los filósofos
del siglo XIX contribuyó a definir el ser del valor como valer.

Los valores pueden presentarse de dos formas:

 Esencias abstraídas: de los seres, por ejemplo: cuando hablamos de justicia o de


belleza.

 Cualidades axiológicas: por ejemplo, el acto justo de Pedro o la belleza del


cuadro.

Cuando muchos valores se encarnan en la realidad a través de la acción humana, los


entes en los cuales se depositan, se denominan, portadores de valores y adquieren la
categoría de bienes.

Los valores se caracterizan por tres aspectos: exigencia de realización, polaridad y


jerarquía.
Los criterios para determinar cuándo un valor es más elevado que otro según Marx
Scheler, son los siguientes: producen más satisfacción, son más duraderos, son menos
divisibles y menos relativos.

Uno  de los debates axiológicos más importantes se ha dado entre los partidarios de la
subjetividad del valor, y los del objetivismo axiológico. Los primeros tales como Meinong,
señalan que los seres humanos son los que atribuyen valor a las cosas que les agradan o
que desean, por tal motivo reafirman la tesis protagórica del “Homo mensura” y consideran
que lo que es valioso para algunos, bien puede ser lo contrario para otros. En la época
actual, esta tendencia subjetivista y relativista se percibe cuando se otorga primacía a la
valoración de la pluralidad cultural frente a la unidad supra cultural, a la valoración
personal frente a la colectiva y cuando atendemos más a los cambios históricos que a la
continuidad de ciertos valores.

Ahora bien, el subjetivismo extremo en el fondo es una forma larvada de escepticismo y


como tal es posible contradecirlo en la vida práctica, pues cuando nos proponemos metas
nos orientamos por ideales que consideramos valiosos, muchos de los cuales
reconocemos que “valen” intersubjetivamente.

La objetividad del valor por su parte, ha sido defendida por filósofos como Scheler, él
consideró que existen “auténticas y verdaderas cualidades de valor que representan un
dominio propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones
independientemente de las modificaciones y el movimiento que ese mundo de bienes
presenta a través de la historia”.  (Scheler, 1982).

Analizando más pormenorizadamente lo anterior, es conveniente diferenciar que una cosa


es la esencia del valor que como tal es objetiva y otra cuando nos referimos a los
portadores o bienes en lo que los valores se encarnan, los cuales pueden ser objetos de
distintas preferencias.

En estos últimos casos se pueden presentar diversos juicios axiológicos por una serie de
motivos, uno de ellos radica en que como existen diversos grados de realización
axiológica, sucede por ejemplo que no discutimos sobre la justicia en sí, sino si un acto de
tal persona fue justo en mayor o menor medida, otro aspecto señalado por Scheler,
consiste en que no todas las personas poseen la misma sensibilidad y capacidad para
captar un valor, y más aún también puede suceder que algunos de ellos padezcan ceguera
axiológica, lo que les impide apreciar determinados valores, por ejemplo, es bien sabido
que para poder apreciar y valorar una sinfonía o una estatua famosa, hay que tener una
cierta sensibilidad y familiaridad con el arte en sus diversas formas, además de tener una
amplia formación en el campo de la estética. Añadamos que un nuevo motivo de
diferenciación en nuestros juicios axiológicos tiene como causa, el que, como el ser
humano está siempre proyectando fines si estos son para él valiosos, los medios para
conseguirlos los pueden considerar poseedores de valor aunque en sí no los tengan.

Finalmente cabe señalar, que las valoraciones personales en gran medida están
condicionadas a la preeminencia que en determinadas épocas históricas tienen algunos
valores en relación a otros. De ahí que en algunas se hayan preferido los religiosos, en
otras los estéticos, y en los tiempos actuales los económicos.

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