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Entre los filósofos que estudiaremos en este periodo histórico tenemos a Platón con su
obra “La República”, siendo esta una propuesta ética, política, social, económica, etc.
También el filósofo escribió “El Político” y “Las Leyes”, el fundamento de su filosofía
política es el lema socrático “Virtud es conocimiento”, esto significa para Platón que debe
existir una buena vida tanto para los individuos como para los estados, la cual puede ser
objeto de estudio filosófico. La tesis principal es que el hombre bueno tiene que ser un
buen ciudadano y esto difícilmente puede lograrse si no existe a la par un estado bueno y
justo, porque lo que es bueno para el hombre es también bueno para la polis.
Más realista que Platón, Aristóteles estudió las diversas formas de gobierno algunas
positivas y otras negativas, entre las primeras tenemos la monarquía, la aristocracia y la
democracia, con respecto a la segunda, la tiranía, la oligarquía y la demagogia.
A finales del siglo XVI, la sociedad europea está sufriendo grandes cambios económicos y
sociales entre los que podemos mencionar los estados nacionales, las monarquías
absolutas, surgimiento de la burguesía, etc. Y en consecuencia, se da la necesidad de
generar nuevos enfoques políticos que mediaticen las contradicciones existentes.
Debemos destacar la figura de Maquiavelo con su obra “El Príncipe”, este autor en esta
obra propone soluciones prácticas para los gobernantes para que puedan conquistar su
poder y retenerlo. Con Maquiavelo se separa el acto de gobernar de la moralidad
intrínseca que todo acto político debe tener. La conocida expresión, el fin justifica los
medios que se desprende de “El Príncipe”, apunta a que el monarca debe necesariamente
usar cualquier recurso, por inmoral que nos parezca para lograr la unidad del estado y por
lo tanto su fortaleza.
En los inicios de la modernidad se genera una serie de obras a las cuales se denomina
utopías, Thomas Moro escribió su obra “Utopía”, inspirada en La República de Platón en
donde en el libro V, los interlocutores de Sócrates, después de escuchar el planteamiento
de un estado “perfecto”, se preguntan si tal ideal es posible. Utopía traducida
significa ningún lugar, el significado que Moro le da es el siguiente: No hay tal lugar pero
puede haberlo, entonces lo que debemos hacer siguiendo a Marx es crear las condiciones
objetivas, materiales y culturales para que pueda existir un mundo mejor.
A lo largo de esta época se desarrolla una amplia reflexión sobre la filosofía política, con
autores como Hobbes, defensor del absolutismo político, Locke, Montesquieu, Rousseau,
en los cuales se anuncia la división de poderes y el contrato social. La ilustración hace
suyo el optimismo burgués, enfatizando su idea de progreso económico y social.
Por último, estudiaremos la sociedad actual la que está viviendo una de las más complejas
situaciones que se han dado en el curso de la historia. El hombre hoy más que nunca
necesita de instrumentos que le ayuden a interpretar la realidad social, nos encontramos
en una sociedad llenos de espectros compulsivos, socavadoras de las leyes morales
impersonales o anónimas, silenciadoras de la consciencia individualizada. Por lo tanto, hoy
más que nunca es necesario introducir la moral en la política.
Aquí pasaremos a estudiar al estado definiéndolo como una asociación, ya que toda
asociación no se forma sino, en vista de algún bien, por tanto, que todas las asociaciones
tienden a una bien de cierta especie, siendo el bien de las asociaciones aquella que
encierra todas las demás, y se le llama Estado. Al respecto la familia se convierte en un
pequeño Estado.
Estas primeras asociaciones, la del señor y el esclavo, la del esposo y la mujer, son las
bases de la familia, el griego tiene derecho a mandar al bárbaro, puesto que, la naturaleza
ha querido que bárbaro y esclavo fuesen una misma cosa. La primera asociación de
muchas familias, pero formada en virtud de relaciones que no son cotidianas, es el pueblo,
que justamente puede llamarse colonia natural de la familia. “Si los primeros estados se
han visto sometidos a reyes y si las grandes naciones lo están, aún hoy, es porque tales
estados se formaron con elementos habituados a la autoridad real, puesto que en la
familia el de más edad es el verdadero rey”.
Las familias forman los pueblos y la asociación de muchos pueblos forma un Estado
completo, que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo
por origen las necesidades de la vida, y debiendo su subsistencia al hecho de ser éstas
satisfechas.
Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones,
cuyo fin es la felicidad. Que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser
naturalmente sociable, y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por
efecto del azar, es ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie
humana.
No puede ponerse en duda que el Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada
individuo, porque el todo es necesariamente superior a la parte, lo que prueba claramente
la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el individuo es que, si no se
admitiera, resultaría que el hombre no puede ser nunca miembro del Estado y sería o un
bruto o un dios. Puesto que ya hemos dicho que el hombre es un ser sociable y político por
naturaleza.
El Príncipe, se caracteriza por brindar una serie de conceptos útiles a los príncipes de la
época para conquistar el gobierno y para poderlo retener, mucho se ha hablado de que
esta obra ha sido leída y valorada por muchos gobernantes modernos y contemporáneos,
ya que Maquiavelo ha estudiado mucho la psicología del hombre y cómo estos reaccionan
frente a diversas situaciones.
Maquiavelo concluye que el príncipe debe aparentar poseer ciertas cualidades, ser capaz
de fingir y disimular bien para lograr sus propósitos y poder ser temido y respetado, el
monarca debe utilizar cualquier recurso por inmoral que este pueda parecer, para lograr la
unidad del estado y su perdurabilidad.
Al analizar el libro más conocido del filósofo político inglés Thomas Hobbes, escrito en
1651y titulado con el nombre “El Leviatán”, esta fuente de la filosofía política establece los
fundamentos del derecho natural y se le conoce como el defensor de un absolutismo
político. La estancia de Hobbes en Europa está vinculada al miedo político y en particular
al miedo al poder en general. La conexión que se puede descubrir entre su actitud vital y
su pensamiento político descansa por ende en el miedo. Aunque es posible abstraer la
noción de miedo, como Hobbes con tanta frecuencia hace, cada período cultural parece
definido por una clase de miedo; miedo bíblico, miedo religioso, miedo moral, miedo
político.
En el seno del gran artificio político, es decir, la institución que hace posible las demás
instituciones, el Estado o Leviatán, nada que vaya contra el poder político es lícito. La
libertad del ciudadano está determinada por los términos del acuerdo en virtud del cual
nació el Estado. Nadie puede oponerse al estado ni servir a otro señor: en este sentido el
Estado es un monstruo que nunca está satisfecho, y devora a quien se le opone.
Desde luego, Hobbes defendía la monarquía absoluta y estaba convencido de que era la
mejor forma de Gobierno, pero la monarquía absoluta no es una consecuencia de los
principios lógicos del pacto político fundamental ni implica un ejercicio arbitrario y por
completo personal del poder. De los principios lógicos del pacto se deriva cualquier forma
de gobierno, y el proceso histórico del pensamiento político posterior demuestra que en la
teoría hobbesiana del pacto estaba incoada la moderna teoría democrática. Sin embargo
Hobbes, legitima el absolutismo político en base a que en estado de naturaleza, lo natural
es el conflicto, la inseguridad y la pérdida de su vida y de sus bienes, y por ende los
hombres deciden a través del contrato social ceder su libertad al gobernante a cambio de
la seguridad de su vida y de sus bienes.
Hobbes considera que en el estado natural por lo tanto, el hombre tiene derecho a lo que
existe en el mundo, que para regular los actos se debe formar un contrato social, ya que
si quien no está sujeto a ninguna ley civil peca en todo cuanto hace contra su conciencia,
porque no tiene otra regla que seguir, sino su propia razón, no ocurre lo mismo con quien
vive en un Estado, puesto que la ley es la conciencia pública mediante la cual se ha
propuesto ser guiado.
Pero, ¿quiénes son los gobernantes? Son quienes tienen el poder, los que dominan y a
veces y, a veces, llegan a explotar al grupo al que gobiernan. Los gobernados son los
sometidos; algunas veces, su actitud es pasiva y tolerante, aunque también pueden ser
rebeldes e inconformes y, entonces, cuando luchan por destituir a quien los oprime, la
política se convierte en una lucha por el poder.
Para Maurice DUVERGER, la política puede ser concebida como una lucha o como un
elemento de integración.
Adherirse a una u otra tesis dependerá de la situación del individuo o grupo determinado.
Es decir, las clases pobres, oprimidas o insatisfechas no creen que el poder asegure un
orden real; conciben a este último como una caricatura de orden, y en este sentido la
política es lucha, pues detrás del orden se oculta la dominación de los privilegiados. En
cambio, las clases acomodadas o ricas creen que la sociedad marcha en armonía, y desde
este punto de vista la política es un medio de integración, en tanto que el poder garantiza
un orden auténtico. Por ello, Maurice DUVERGER concluye que la política tiene una
esencia ambivalente que varía según las épocas, las circunstancias y los países, ya que
por un lado constituye un instrumento de dominación de ciertas clases sobre otras, y por
otro es un medio que permite asegurar un orden social y la integración de los individuos
con miras al bien común.
En política hay dos niveles de análisis: la micro política, que se funda en el contacto
personal y en las relaciones interindividuales, y la macro política, ámbito en el que no
existe contacto personal y las relaciones son mediatizadas, administrativas o mediante un
contacto teatral o ficticio. Los ejemplos clásicos de esto último son el apretón de manos del
ministro o un discurso del Presidente.
Dentro del campo de estudio de la política actualmente existen opiniones como las del
filósofo alemán Jürgen HABERMAS, que aconsejan retornar a los fundamentos de la
política clásica, a la vida buena y justa; el regreso a los orígenes, es decir, cuando el
ciudadano expresaba sus problemas y la política se basaba en un mayor entendimiento,
buscando el bienestar dentro de un orden instituido.
HABERMAS contrasta estas ideas con la intención que atribuye Thomas HOBBES a la
política, en el sentido de ser la base científica para el establecimiento de las condiciones
que permitan el orden correcto de la sociedad.
Poder
¿En qué consiste el poder? ¿Cuál es su naturaleza específica? ¿Cómo se puede
distinguir el poder político de otras formas de poder?
Aristóteles, también cuestionaba el mandato patronal que ejercía sobre los esclavos; pero
existe otra forma en que el hombre rige a individuos de la misma categoría, a la cual se le
denomino poder político, por tratarse de un poder que se ejerce sobre hombres libres. Es
una dirección sobre personas y no sobre cosas o animales. Aristóteles establece la
diferenciación del poder político con base en las tres societátes: paternal, despótica y
política.
A finales del siglo XVII, John LOCKE, en su Ensayo sobre el gobierno civil, se planteaba la
interrogante: “¿Cómo mostrar la diferencia entre el gobernante de una sociedad política, el
padre de familia y el capitán de un barco?” La cuestión fundamental resiste en establecer
sobre qué bases se fundamenta el poder.
Es decir, el poder de los padres, aquel del que gozan ellos para gobernar a sus hijos mirando el
bien de éstos hasta el momento en que hayan aprendido a servirse de su razón.
Que es el que todos los hombres poseen en el estado de naturaleza y al que luego renuncian y
ponen en manos de la sociedad. Esta les confiere a los gobernantes la facultad de regir la vida
social, con la misión expresa o tácita de emplear el poder por el bien de los miembros de la
colectividad y la salvaguarda de sus propiedades
En tercer lugar está el poder despótico
Que es absoluto y arbitrario en tanto que permite a un hombre atentar contra la vida de otro
cuando así le parezca. Este poder no lo otorga la naturaleza, que por lo demás no establece
semejantes distinciones entre los hombres; ningún pacto que puede establecerlas.
Max Webber definió el poder como la probabilidad de que un actor, dentro de una relación
social, esté en posición de ejercer su voluntad a pesar de la resistencia que se le presente.
Cuando el poder político se finca sobre bases legítimas, se le denomina autoridad.
Sin embargo, WEBBER planteó un criterio a partir del cual el poder político que cuenta con
los medios de coacción física se diferencia del poder económico, que se basa en la
posesión de bienes o riquezas, y del poder ideológico, que se apoya en el control de los
medios de persuasión.
En el caso del poder económico, éste, por ejemplo, se vale de ciertos bienes en una
situación de escasez para inducir a la gente a observar una conducta determinada,
generalmente la ejecución de algún tipo de trabajo. En la posesión de los medios de
producción reside una enorme fuente de poder por parte de quienes los poseen. El poder
del dueño de una empresa deriva de la posibilidad que la posesión o la disponibilidad de
los medios de producción le proporcionan para comprar la fuerza de trabajo a cambio de
un salario. En general, todo poseedor de bienes abundantes es capaz de condicionar,
mediante concesión de compensaciones o la promesa de otorgarlas, el comportamiento de
quien se encuentra en una situación de debilidad y de penurias.
En cambio el poder ideológico se basa en la influencia que las ideas formuladas de cierta
manera por una persona investida de autoridad, como el sacerdote, el intelectual o el
científico, tienen sobre la conducta de los demás. Al difundir sus valores y sus
conocimientos, cumplen un proceso de socialización necesario para la cohesión e
integración del grupo.
Por último, el poder político se sustenta en la posesión de los instrumentos por medio de
los cuales se ejerce la fuerza física; por ejemplo, las armas de todo tipo; es coactivo y el
poder supremo, porque de alguna manera todos se encuentran subordinados a él. En
otras palabras lo que distingue al poder político de los demás es la exclusividad para el
uso de la fuerza contra el resto de los grupos que actúan en determinado contexto social.
2. El poder tradicional, se basa en la creencia del carácter sacro del poder. La
fuente de este poder es la tradición.
Estado
Antes de que se conformara el Estado con las características propias del actual, hubo
distintas organizaciones políticas. Para algunos autores el nacimiento del Estado fue
consecuencia directa de los regímenes monárquicos de los siglos XVI y XVII en Europa
Occidental. La corriente marxista afirma que para entender su origen es necesario
considerarlo como parte de un proceso de desarrollo. Friedrich ENGELS, en su obra El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, afirma que éste se constituyó al
dividirse la sociedad en clases ―, y ante la necesidad de frenar los antagonismos entre los
grupos sociales. Para Karl MARX han existido cuatro tipos de Estado: el esclavista, el
feudal, el burgués y el socialista, cada uno de los cuales ha tenido su propio modo de
producción.
En la comunidad primitiva existía una sociedad sin clases, pero ésta dio paso al Estado
esclavista. Así se originó el primer régimen de explotación en la historia. En el Estado
feudal los terratenientes gozaban de plenos derechos; ya no eran “dueños” de los
campesinos (esclavitud), pero podían apropiarse del producto de su trabajo y obligarlos a
sujetarse a ciertas condiciones ventajosas para el patrón (servidumbre).
Desde un punto de vista general, el Estado se define como la autoridad suprema existente
de un territorio que está capacitada para ejercer poderes soberanos, tanto normativos
como los que se valen de la violencia legitimada sobre los habitantes de ese espacio
territorial. Es decir, el poder del Estado es el poder supremo de la sociedad, el que se
coloca por encima de los demás, como el material o económico. El Término Estado abarca
dos nociones distintas pero ligadas entre sí.
En primer lugar, es el conjunto de la organización del gobierno; así, puede haber
regímenes democráticos, absolutistas, monárquicos, teocráticos, militares y
republicanos, entre otros. Es decir, se trata de la organización del poder dentro de
un conjunto social determinado, con una estructura económica y una ideológica, y
con una serie de aparatos institucionales y de normas jurídicas destinadas a
regular el funcionamiento de la sociedad.
Se considera que el fin último del Estado tiene que ver íntimamente con las
funciones o acciones que ejerce, las cuales son diversas: sociales, políticas,
económicas y jurídicas. De todas estas funciones, que se dan en los diferentes
ámbitos, las sociales son indispensables para lograr la convivencia humana
mediante el orden, la armonía y la organización social. En cuanto a las funciones
políticas, si el poder se manifiesta en agrupaciones humanas el Estado se ocupará
de la organización de dicho poder y de la vida política. Para alcanzar este objetivo,
el Estado cuenta tanto con aparatos institucionales como con el derecho. De él
surgen instituciones, por ejemplo, los partidos políticos, los sindicatos y las
asociaciones civiles.
En el ámbito económico, las funciones del Estado se basan en el régimen jurídico
de la propiedad y en el sistema de producción, y puede deducirse que esto es lo
que determina la naturaleza de casa Estado y de su sistema político.
Por su parte, las funciones jurídicas del Estado pueden resumirse en tres: legislar,
administrar y juzgar. La primera consiste en la facultad para dictar leyes,
reglamentos o decretos; la segunda se relaciona con la atención de los intereses
de la comunidad mediante la introducción de servicios públicos (agua potable, luz
eléctrica, pavimentación, recolección de basura, seguridad interna y externa,
policía, defensa militar, etc.), y la tercera se encarga de resolver los conflictos entre
particulares, o bien entre un particular y un órgano del Estado, por medio de
sentencias o resoluciones judiciales, impartiendo justicia en los tribunales mediante
jueces o magistrados.
En El espíritu de las leyes, publicado en 1748, Charles Louis
MONTESQUIEU¹⁹ atribuyó al Estado tres funciones esenciales: crear las leyes que
gobiernes al pueblo; aplicarlas, así como resolver los conflictos y las diferencias
que se presenten entre los individuos. Esta visión acerca del papel del Estado
representativo llevó a plantear la separación o división entre los poderes otorgados
a tres órganos distintos (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), a fin de alcanzar un
equilibrio en el poder capaz de garantizar la libertad y contrarrestar los peligros de
la tiranía.
Tradicionalmente, en el pensamiento político han existido dos corrientes de
concepción respecto del Estado: la liberal y la marxista.
Para la concepción liberal, el Estado preserva la libertad política, los derechos
individuales y la igualdad jurídica entre todos los hombres. El Estado se concibe no
como el centro de la organización social en su conjunto, sino como una institución
entre otras; así, acaba siendo un árbitro y no una estructura destinada al control de
la vida social. Frente al predominio del liberalismo económico, expresado en la
consigna laissez faire-laisser passer (dejar hacer, dejar pasar), que significa
libertad económica sin ninguna restricción estatal, el Estado desempeña una
función relativamente secundaria.
el siglo XIX se estableció la concepción marxista del Estado, según la cual éste no es
sobre las clases oprimidas. Visto así, el Estado monopoliza la violencia legítima, pero lo
hace en provecho de una clase, la dominante, a fin de mantener las relaciones sociales
vigentes. Su aparato y sus normas jurídicas se utilizan para someter a los distintos grupos
. Ética y moral
De la misma manera que, estando estrechamente vinculados, no se identifican los
problemas teóricos morales con los problemas prácticos, tampoco pueden confundirse
la ética y la moral. La ética no crea la moral, aunque es cierto que toda moral efectiva
supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la ética la que en una
comunidad dada, establece esos principios, o normas. La ética se encuentra con una
experiencia histórica social en el terreno de la moral, o sea, con una serie de morales
efectivas ya dadas, y partiendo de ella trata de establecer la esencia de la moral, su
origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, la fuente de la valoración
moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los criterios de justificación de
dichos juicios, y el principio que rige el cambio y sucesión de diferentes sistemas
morales.
Ciertamente, este tratamiento científico de los problemas morales dista mucho todavía
de ser satisfactorio y de las dificultades para alcanzarlo siguen beneficiándose todavía
las éticas especulativas tradicionales, las cuales son de inspiración positivista.
Ética y moral se relaciona, pues, en la definición antes dada, como una ciencia
específica y su objeto, una y otra palabra mantienen así una relación que no tenían
propiamente en sus orígenes etimológicos. Ciertamente, moral procede del latín mos o
mores, “costumbres” o “costumbres” en el sentido del conjunto de normas o reglas
adquiridos por hábitos.
La moral tiene que ver así con el comportamiento adquirido, o modo de ser
conquistado por el hombre. Ética proviene del griego ethos que significa análogamente
“modo de ser” o “carácter” en cuanto forma de vida también adquirido o conquistada
por el hombre, así pues, originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre” hacen
hincapié en un modo de conducta que no responde a una disciplina natural sino que
es adquirido o conquistado por habito. Y justamente, esa no es naturalidad del modo
de ser del hombre es lo que, en la antigüedad le da su dimensión moral.
Las éticas más significativas se pueden agrupar en alguno de estos tres modelos:
Éticas teleológicas
Éticas deontológicas
Éticas dialógicas
Éticas teleológicas
Los que defienden este tipo de ética sostienen que la vida humana tiene una
finalidad: por ello se llaman “teleológicas”, que quiere decir que se orientan hacia la
consecución de un fin. Y este fin es la búsqueda de la felicidad. Todo lo que
hacemos los seres humanos tiene una meta, alcanzar la felicidad, pues eso es lo
que perseguimos con todos nuestros actos. En consecuencia, la vida buena
consiste en hallar los medios adecuados para lograr ese fin, que es nuestro bien
máximo. Las normas morales se justifican entonces por su contribución al logro de
la felicidad humana: “debo seguir aquel código moral que me ayuda a alcanzar la
felicidad”.
Éticas deontológicas
Las éticas deontológicas son éticas que fundamentan la acción moral en el deber:
es buena moralmente aquella acción que se efectúa sólo porque es un deber el
realizarla y no por otro motivo (utilidad, miedo a las consecuencias, esperanza de
un premio, placer…).
o Los defensores de esta concepción han criticado de modo radical a las
éticas teleológicas por su carácter heterónomo:
Éticas dialógicas
Las éticas dialógicas sostienen que las normas morales han de ser fruto de un
acuerdo basado en el diálogo argumentativo en condiciones de igualdad entre
personas racionales y libres. Las éticas dialógicas son, por tanto, éticas de la
comunicación, del discurso, que sitúan los mandatos que constituyen el deber en
las normas que resultan del acuerdo al que hayan llegado después de haber
argumentado racionalmente cada uno de ellos en defensa de su posición.
Los objetos valiosos pueden ser naturales, es decir, como los que existen en su estado
originario al margen o independientemente del trabajo humano (el aire, el agua, o una
planta silvestre) o artificiales, producidos o creados por el hombre (como las cosas útiles o
las obras de arte) Pero, de estos dos tipos de objeto no cabe decir que sean buenos desde
un punto de vista moral; los valores que encarnan o realizan son, en distinto casos, los de
la utilidad, o la belleza, a veces suele hablarse de la “bondad” de dichos objetos y, con
este motivo, se emplean expresiones como la siguiente: “esté es un buen reloj”, “el agua
que estamos bebiendo ahora es buena” “X ha escrito un buen poema” etc. Pero el uso de
“bueno” en semejantes expresiones no tiene ningún significado moral. Un “buen” es un
reloj que realiza positivamente el valor correspondiente; el de la utilidad; o sea, cumple
satisfactoriamente la necesidad humana concreta a la que sirve, Un “buen” “reloj es un
objeto útil” y algo análogo podemos decir del agua al calificarla de “buena”, con ello
queremos decir que satisface positivamente, desde el punto de vista de nuestra salud, la
necesidad orgánica que ha de satisfacer. Y un “buen” poema es aquel que, por su
estructura, por su lenguaje, cumple satisfactoriamente como objeto estético y obra de arte,
la necesidad estética humana a la que sirve.
Así pues, los objetos útiles, aunque se trate de objetos producidos por el hombre, no
encarnan valores morales, aunque puedan hallarse en una relación instrumental, con
dichos valores (como hemos visto en el ejemplo anterior del cuchillo). Por ello, dichos
objetos deben ser excluidos del reino de los objetos valiosos que pueden ser
calificados moralmente. Cuando el término “bondad” se aplica a ello (“buen” cuchillo)
debe entenderse con el significado axiológico correspondiente, no propiamente moral.
Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Solo lo que
tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, pero, a su vez, sólo
los actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos, es decir, los
realizados consciente y libremente, y con respecto a los cuales se les puede atribuir
una responsabilidad moral, En este sentido, podemos calificar moralmente la conducta
de los individuos o de grupos sociales. Las intenciones de sus actos y sus resultados y
consecuencias, las actividades de las instituciones sociales, etc. Ahora bien, un mismo
producto humano puede soportar varios valores aunque uno de ellos sea el
determinante.
Damos a continuación la tabla de valores propuesta por uno de los más destacados
filósofos contemporáneos. Max Scheler quien considera que la superioridad de un valor se
aprehende por un acto especial de conocimiento del valor que es el “preferir”, Sin
embargo, lo que realmente constituye la jerarquía axiológica es la utilización de leyes que
son separables de los actos de preferencia, aunque denoten rasgos de las leyes del
preferir. Reduce a cinco estos criterios; durabilidad, divisibilidad, fundamentación,
satisfacción y relatividad.
valores vitales
Este conjunto de valores gravita sobre la antítesis “noble vulgar” corresponden a la esfera de
los valores vitales; todos los modos del sentimiento vital (salud, enfermedad, vejez, muerte,
etc.) todas las reacciones sentimentales (alergia, aflicción) y todas las reacciones instintivas
(angustia, venganza, etc.) Los valores vitales constituyen una modalidad de valor
independiente y no reducible ni a los valores de lo agradable y desagradable ni a los valores
espirituales. Se trata de un conjunto sumamente rico en valores y contravalores
Valores Espirituales
Ante estos valores deben “sacrificarse “los valores vitales, los valores espirituales se
distribuyen jerárquicamente del siguiente modo.
2. Valores de lo “justo” y de “lo injusto” (que son distintos de los valores de lo “recto” y
“no recto”. Los cuales dicen referencia a una ley” son los valores éticos.
1. Naturaleza de valor moral: la naturaleza del valor moral hay que buscarla en
primer lugar a partir de la materia en la que se sustenta, según la filosofía
aristotélica, lo moral pertenece a l orden de la acción humana; es decir, entra
dentro de la estructura dinámica del hombre, pero es necesario concretar más el
significado de esa acción y de ese orden dinámico humano.
El valor moral tiene otra característica muy especial; es la que se refiere al sentido
de relación con los otros valores, todos los órdenes de valores tienen una
interrelación, sin embargo, el valor moral hace de esa relación con los otros
valores. Se puede decir que el valor moral está presente de una manera especial
en todos los demás valores sin privarlos de su autonomía y peculiaridad.
El valor moral es el valor que condiciona a la persona en su realización, por ser el
valor inherente a los comportamientos en que la persona se expresa en
responsabilidad (en libertad) el valor moral aparece como la razón de ser del
hombre. En ese sentido el valor moral es el más personalizante, por eso mismo es
un valor siempre constante en la vida del hombre, además, por ser el valor de la
realización personal, tiene la complejidad de ser un valor que realiza un ideal
universalmente valido, pero al mismo tiempo condicionado a la situación personal
del sujeto.
Norma moral
En ambos casos se hace siempre relación a un valor que en sí mismo es mucho más rico
de lo que expresa el anunciado verbal de la norma, especialmente en su forma negativa y
sin embargo, aun el más perfecto cumplimiento de los valores morales se halla sometido a
la norma, Tal es, por ejemplo, el caso del ciudadano o del héroe que prendado de la
hermosura de la verdad prefiere morir a incurrir en la mejor deslealtad, es, pues, el valor
moral el que da la norma y el que constituye el verdadero objeto del acto moral.
Una norma que no estuviera fundada sobre un valor y no estableciera un deber valioso,
estaría privada de toda fuerza moral obligatoria, aun las ordenes y preceptos que pudieran
ser distintos de lo que son –preceptos positivos- han de implicar, como su sentido último,
la invitación a cultivar o a atender un valor.
El sentido de la norma viene dado por el valor –si no existe un valor, la norma, pierde
“sentido” decimos; carece de “valor” –pero tiene duda también por la necesidad
humana de tener que enfrentarnos con los valores, no de un modo “intuitivo” sino a
través de un modo discursivo o a través de las expresiones. Esta es la condición
humana.
Es cada vez más frecuente escuchar en nuestro medio, que en la actualidad existe una
crisis de valores, en especial de los morales, para invertir dicha situación se ha señalado la
necesidad de introducir en los planes de estudio información axiológica y fomentar desde
la niñez, valores como el respeto, la tolerancia, equidad, responsabilidad, solidaridad y
otros. No solamente para lograr un desarrollo moral individual sino al mismo tiempo para
poder construir una sociedad más racional y democrática.
Aunque la axiología como rama de la filosofía que estudia el ser del valor de forma
sistemática a independiente es bastante reciente, el interés filosófico por los valores es en
cambio muy antiguo, en efecto, ya en el periodo antropológico de la filosofía griega,
Sócrates de Atenas se propuso como meta definir valores, para lo cual desarrolló el
método Mayéutico en un intento por superar el relativismo introducido por la sofistica. De
igual manera Platón en muchos de sus diálogos, sobre todo en los de juventud se propuso
conocer la esencia de algunos valores como la amistad, belleza, piedad, deber, etc.
Uno de los debates axiológicos más importantes se ha dado entre los partidarios de la
subjetividad del valor, y los del objetivismo axiológico. Los primeros tales como Meinong,
señalan que los seres humanos son los que atribuyen valor a las cosas que les agradan o
que desean, por tal motivo reafirman la tesis protagórica del “Homo mensura” y consideran
que lo que es valioso para algunos, bien puede ser lo contrario para otros. En la época
actual, esta tendencia subjetivista y relativista se percibe cuando se otorga primacía a la
valoración de la pluralidad cultural frente a la unidad supra cultural, a la valoración
personal frente a la colectiva y cuando atendemos más a los cambios históricos que a la
continuidad de ciertos valores.
La objetividad del valor por su parte, ha sido defendida por filósofos como Scheler, él
consideró que existen “auténticas y verdaderas cualidades de valor que representan un
dominio propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones
independientemente de las modificaciones y el movimiento que ese mundo de bienes
presenta a través de la historia”. (Scheler, 1982).
En estos últimos casos se pueden presentar diversos juicios axiológicos por una serie de
motivos, uno de ellos radica en que como existen diversos grados de realización
axiológica, sucede por ejemplo que no discutimos sobre la justicia en sí, sino si un acto de
tal persona fue justo en mayor o menor medida, otro aspecto señalado por Scheler,
consiste en que no todas las personas poseen la misma sensibilidad y capacidad para
captar un valor, y más aún también puede suceder que algunos de ellos padezcan ceguera
axiológica, lo que les impide apreciar determinados valores, por ejemplo, es bien sabido
que para poder apreciar y valorar una sinfonía o una estatua famosa, hay que tener una
cierta sensibilidad y familiaridad con el arte en sus diversas formas, además de tener una
amplia formación en el campo de la estética. Añadamos que un nuevo motivo de
diferenciación en nuestros juicios axiológicos tiene como causa, el que, como el ser
humano está siempre proyectando fines si estos son para él valiosos, los medios para
conseguirlos los pueden considerar poseedores de valor aunque en sí no los tengan.
Finalmente cabe señalar, que las valoraciones personales en gran medida están
condicionadas a la preeminencia que en determinadas épocas históricas tienen algunos
valores en relación a otros. De ahí que en algunas se hayan preferido los religiosos, en
otras los estéticos, y en los tiempos actuales los económicos.