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EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN LA EDAD MODERNA

El origen del pensamiento político moderno debemos buscarlo en la figura de Nicolas


Maquiavelo, defensor de la creación del Estado Moderno. Para este autor, el Estado había
surgido porque ofrecía a los hombres la seguridad que necesitaban. Para Maquiavelo el fin
justifica los medios, lo que se aplicaba a las relaciones internacionales y al objetivo que debía
primar en los diferentes gobernantes, dotar a su pueblo de un gobierno fuerte o lo que en la
época se traducía en la monarquía autoritaria. Por otra parte y de forma paralela a esta corriente
de pensamiento se desarrolló el Humanismo cristiano.

Erasmo de Rotterdam prefería la elección del soberano a la herencia o concebía la República


Cristiana como una federación de Estados independientes. Para Tomas Moro, el papel del
Estado debía limitarse a la administración y dirección de la economía. En España, la doctrina
política que predominó durante los reinados de Carlos V y Felipe II fue la de la monarquía
universal o Universitas Christiana, concepto de origen medieval que unía al Papa y al Emperador
en un intento de unir a la cristiandad. A finales del siglo XVI se desarrollaron ricas corrientes
teóricas en filosofía política: Bodin fue defensor del absolutismo laico y radical ya que defendía
la monarquía absoluta como mejor forma de gobierno, pero consideraba lícita la desobediencia
al soberano que actuase contra la ley natural. Por su parte, el español Francisco Suárez afirmaba
que si el Estado existía era por voluntad de los individuos por lo que éstos tenían el derecho de
escoger su forma de gobierno.

Avanzamos a lo largo de la Edad Moderna y llegamos al siglo XVII. Fue éste un siglo en Europa
caracterizado por las hambrunas y las malas cosechas que provocaron crisis económicas, todo
ello caldo de cultivo para crisis sociales y revueltas campesinas que engendraron crisis de tipo
político en un marco de guerras sucesivas. La doctrina predominante en este contexto será el
absolutismo monárquico, tanto de tipo religioso como laico. El absolutismo defendía una
soberanía monárquica sin límites ni control y reconocía a los súbditos un único derecho, el de
obedecer incondicionalmente a su rey. Uno de los principales defensores del absolutismo
religioso será Bossuet, el cual defendía el origen divino del poder. Para él, la monarquía era la
forma de gobierno más común, antigua y natural, y la autoridad real era sagrada y absoluta. Por
el contrario, Hobbes era firme defensor del absolutismo laico y radical, defendía un ateísmo
político. De este autor es la famosa frase: homo hominis lupus est o lo que viene a ser lo mismo,
el hombre es un lobo para el hombre. El hombre cedía su soberanía individual y su libertad al
Estado por medio de un contrato a cambio de que se garantizase la paz y seguridad.

Otra de las corrientes de pensamiento más importante de la época y que cristalizó en Inglaterra
fue el liberalismo anglosajón, el cual hundía sus raíces en la Revolución de Cromwell. Este
proceso revolucionario culminó con la Restauración de Carlos II y la posterior Revolución de
1688. A partir de esta fecha, Inglaterra y Escocia se establecieron como una monarquía
parlamentaria. Hume, uno de los principales teóricos de esta corriente, consideraba que el
Estado estaba formado por un grupo de individuos unidos por unas costumbres sociales hechas,
no por un contrato del pasado. La sociedad es el lugar donde los hombres se reúnen para
satisfacer sus necesidades.
Y finalmente, llegamos a uno de los fenómenos culturales más característicos de la Edad
Moderna, la Ilustración. Las ideas políticas de la Ilustración defendían los intereses de la
creciente burguesía y una de las prácticas políticas que más se extendió por los distintos estados
europeos fue la del Despotismo Ilustrado. Este término sintetiza la realidad de la Europa
absolutista del XVIII y se caracterizaba por la difusión de los ideales ilustrados, así como la
aplicación de una política que buscaba contener los privilegios nobiliarios y eclesiásticos para
fortalecer el poder del monarca. Según el despotismo ilustrado la finalidad del Estado era
conseguir la felicidad del pueblo, pero sin la participación del pueblo en política o todo para el
pueblo, pero sin el pueblo. Los grandes teóricos del siglo XVIII fueron Montesquieu, Voltaire y
Rosseau. El primero aboga por una separación de poderes de modo que el poder ejecutivo,
legislativo y judicial no recaigan en las mismas manos. Voltaire desarrolló una obra
contradictoria ya que su política es una política de lo cotidiano donde defendía la supresión de
la tortura, de la pena de muerte y de ciertos derechos señoriales. Él no era un revolucionario,
pero sí sus ideas. Finalmente, Rosseau fue uno de los pocos teóricos del momento que defendió
las ideas democráticas y defensor de la soberanía nacional.

A lo largo de este breve recorrido hemos visto como el pensamiento político de los siglos XVI,
XVII y XVIII se encuentra muy ligado a los diferentes tipos de gobierno presentes durante la Edad
Moderna, a saber, monarquía autoritaria como la instaurada por los Reyes Católicos en España,
el absolutismo representado durante el reinado de Luis XIV de Francia y el despotismo ilustrado
presente en los reinados de Maria Teresa de Austria o Catalina la Grande de Rusia.

Absolutismo.

Es una doctrina política caracterizada por la teórica concentración de todo el poder del Estado
en manos del monarca gobernante.

Al comienzo de la Edad Moderna se asientan en el poder los reyes absolutos, creando los Estados
nacionales. El absolutismo monárquico se impone como ideología de Estado gracias a los juristas
que salen de las universidades; principalmente las de Bolonia, Salamanca, París y Valladolid;
pero también triunfa por que se extiende la doctrina del origen divino del poder de los reyes.
Esto se traduce en que el rey es el único que puede crear leyes, a través de la pragmática. Los
reyes apoyan su poder en diversas instituciones, que afectan a todo el territorio, creando así los
Estados nacionales. Son instituciones como el Consejo Real, formado, principalmente, por la
nobleza y los letrados profesionales. Los reyes crean, también, ejércitos permanentes. Son
ejércitos profesionales de mercenarios que guardan fidelidad al rey.

Esto les libera de la dependencia militar de los señores feudales; pero son ejércitos muy caros,
y están inmersos en continuas guerras. También se desarrolla la diplomacia, con los primeros
embajadores permanentes en los reinos extranjeros. Los primeros embajadores los envía
Venecia. Otra institución que se crea en esta época es la Administración de justicia, a la que se
acude: primero a los alcaldes, y en última instancia a las Audiencias y a las Cancillerías. Esta
Administración que sostiene el poder real se extiende por todos los reinos, y afecta a todo el
territorio. Se crea una burocracia funcionarial, en la que los oficios son otorgados por el rey. En
ocasiones estos oficios eran alquilados, o incluso vendidos por el titular; como la recaudación
de impuestos, que solía ser alquilada porque costaba más recaudar los impuestos en distintas
partes que lo que se iba a recaudar.

Los grandes teóricos del absolutismo en la Edad Moderna son Nicolás Maquiavelo, Hugo Grocio,
Thomas Hobbes y Jacques Benigne Bossuet. En el siglo XVIII el absolutismo se convierte en
despotismo ilustrado.

Nicolas Maquiavelo

Maquiavelo se interesó fundamentalmente por presentar la mecánica del gobierno,


prescindiendo de las cuestiones morales, y formulando los medios por los cuales el poder
político puede ser establecido y mantenido.

En la medida en que el fin del Estado es garantizar la seguridad y el bienestar, el gobernante


tiene derecho a valerse de medios inmorales para la consolidación y conservación del poder. El
pensamiento de Maquiavelo está dominado por el realismo político: se ha de analizar el acto
político puro, sin connotaciones trascendentes o morales. Este acto sólo es válido si resulta
eficaz. Mediante este análisis pretende alcanzar las leyes inmutables y necesarias que rigen la
historia del hombre, puesto que ésta se repite inexorablemente, pudiendo deducirse así lo que
será la historia futura de la humanidad.

En este contexto, le resulta especialmente interesante el análisis de la personalidad del político.


El político ha de ser una persona hábil, capaz de manipular situaciones valiéndose de cualquier
medio; ha de poseer destreza, y una equilibrada combinación de fuerza y tesón, además de
intuición para sortear los obstáculos que se le presente y una carencia total de escrúpulos. Ha
de ser además capaz de actuar según los cambios momentáneos, buscando apoyos o forzando
traiciones según las circunstancias. En consecuencia, el político no debe poseer virtud alguna,
pero ha de estar en condiciones de simular poseerlas todas, lo que supone actuar con absoluta
indiferencia ante el bien y el mal (amoral) con absoluto despotismo.

Thomas Hobbes

Thomas Hobbes de Malmesbury (5 abril 1588-4 diciembre 1679), también conocido como
Thomas Hobbs Malmsbury, fue un filósofo inglés, mejor conocido hoy por su trabajo en la
filosofía política. Su libro Leviatán (1651) estableció la base para la mayor parte de la filosofía
política occidental desde la perspectiva de la teoría del contrato social.
Hobbes era un campeón del absolutismo para el soberano, aunque también desarrolló algunos
de los fundamentos del pensamiento liberal europeo: el derecho de la persona, la igualdad
natural de todos los hombres, el carácter artificial del orden político, la opinión de que todo el
poder político legítimo debe ser "representativo" y basado en el consentimiento del pueblo, y
una interpretación de la ley que dice que lo no se ha explícitamente prohibido es permitido.

Su concepto de la naturaleza humana como la cooperación egoísta, y de las comunidades


políticas como basadas en un "contrato social", siguen siendo algunos de los grandes temas de
la filosofía política.

Jean-Jacques Rousseau

Rousseau produjo uno de los trabajos más importantes de la época de la Ilustración;6 a través
de su El contrato social, hizo surgir una nueva política. Esta nueva política está basada en la
volonté générale, voluntad general, y en el pueblo como depositario de la soberanía. Expone
que la única forma de gobierno legal será aquella de un Estado republicano, donde todo el
pueblo legisle; independientemente de la forma de gobierno, ya sea una monarquía o una
aristocracia, no debe afectar la legitimidad del Estado. Rousseau da gran importancia al tamaño
del Estado, debido a que una vez la población del Estado crece, entonces la voluntad de cada
individuo es menos representada en la voluntad general, de modo que cuanto mayor sea el
Estado, su gobierno debe ser más eficaz para evitar la desobediencia a esa voluntad general.

En sus estudios políticos y sociales Rousseau desarrolló un esquema social, en el cual el poder
recae sobre el pueblo, argumentando que es posible vivir y sobrevivir como conjunto sin
necesidad de un último líder que fuese la autoridad. Es una propuesta que se fundamenta en la
libertad natural, con la cual, Rousseau explica, ha nacido el hombre. En El Contrato Social,
Rousseau argumenta que el poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el
bien común de todos los ciudadanos. Este poder solo toma vigencia cuando cada uno de los
miembros de una sociedad se une mediante asociación bajo la condición, según expone
Rousseau, de que «Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la
suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro es considerado como parte indivisible
del todo». En fin, Rousseau plantea que la asociación asumida por los ciudadanos debe ser
«capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno
de los asociados, pero de modo tal que cada uno de éstos, en unión con todos, solo obedezca a
sí mismo, y quede tan libre como antes».

El capitalismo

El capitalismo es el sistema económico fundado en el capital como relación social básica de


producción. El capital es un factor de producción constituido por inmuebles, maquinaria o
instalaciones de cualquier género, que, en colaboración con otros factores, principalmente el
trabajo y bienes intermedios, se destina a la producción de bienes de consumo. Es la cantidad
de recursos, bienes y valores disponibles para satisfacer una necesidad o llevar a cabo una
actividad definida y generar un beneficio económico o ganancia particular. A menudo se
considera a la fuerza de trabajo parte del capital. También el crédito, dado que implica un
beneficio económico en la forma de interés, es considerado una forma de capital (capital
financiero).

En el capitalismo los individuos privados y las empresas, empleando trabajadores asalariados,


llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes o de servicios, con el propósito de
producir y acumular ganancias u otro beneficio de interés propio.

También se denomina capitalismo o sociedad capitalista a todo el orden social, político y jurídico
originado en la civilización occidental y basado en aquél sistema económico. El orden capitalista
se distingue de los anteriores por su movilidad social y por la regulación formal de las relaciones
sociales mediante el contrato libre.

Existen diferentes apreciaciones sobre la naturaleza del capitalismo según la perspectiva social
e ideológica desde la cual se lo analice.

El capitalismo es concebido, al menos, de tres formas diferentes dependiendo del énfasis en la


consideración de ciertas características como determinantes o intrínsecas, desde enfoques
respectivamente políticos, culturales y sociales, sin que esto implique una exclusión mutua de
las diferentes definiciones.

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