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CURSO

Enfoques y prácticas basadas en evidencia para la prevención del


consumo de drogas

MÓDULO 2
¿Cómo se produce la evidencia?

LECCIÓN 1
La producción de evidencia aplicada a la prevención del
consumo de drogas
Y a hemos visto que la evidencia suele ubicarse -a grosso modo- en dos polos centrales de
relevancia. ¿Qué factores son prioritarios para la prevención del consumo de drogas? ¿Qué
abordajes, metodologías o líneas de acción resultan exitosas frente a dichos factores? En el
primer caso, resulta fundamental analizar las trayectorias de riesgo y aislar aquellos factores
que efectivamente elevan la probabilidad de ocurrencia del problema, o bien, generan recursos
protectores. Por su parte, en el segundo caso resulta fundamental generar procesos consistentes
de observación de los programas, antes, durante y después de la intervención, de tal manera que
podamos saber con certeza qué tipo de resultados generan.

Si bien existe un estándar de calidad de la evidencia, que se relaciona con el nivel de seguridad
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que ofrece la experiencia para confiar en sus resultados positivos e implementar procesos de
replicación, se trata de un campo en el que confluyen esfuerzos de distinto tipo, con múltiples
intensidades y objetivos específicos con relación al tipo de información que buscan ofrecer a
los equipos de intervención en todo el mundo. En función de lo que necesitan estos equipos, la

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MÓDULO 2 LECCIÓN 1 LA PRODUCCIÓN DE EVIDENCIA APLICADA A LA PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS

evidencia ofrece datos específicos, metodologías, factores relevantes a ser considerados, perfiles
de usuarios y sus complejidades, procesos de adecuación a culturas específicas, esquemas
relacionales para conducir adecuadamente las intervenciones, entre otros elementos que
enriquecen los diseños locales y específicos de intervención.

Resulta poco probable que una evidencia de alta calidad logre efectivamente ofrecer todos
estos componentes, por lo cual siempre es recomendable integrar diversas fuentes de evidencia
y configurar abordajes adecuados a la situación específica que se quiere intervenir.

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¿CÓMO UTILIZAMOS LA
EVIDENCIA?
S uele denominarse prevención basada en datos, aquellas intervenciones que, si bien no hacen
propias un esquema estandarizado de factores y metodologías a trabajar, se informan sobre
variables relevantes, potenciales efectos positivos o negativos a considerar, conducción de ciertos temas
específicos, maneras de sistematizar las intervenciones, y comparan sus propios diseños y resultados
con estos datos recopilados.

En un nivel de mayor de calidad, se suele denominar prevención informada en evidencia aquel grupo
de intervenciones que toma las investigaciones y las metodologías exitosas reportadas en los repositorios
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de evidencia e implementan con mayor nivel de fidelidad dichas premisas, o bien, incorporan resultados
de investigación para diseñar sus intervenciones.

En estos casos los diseños buscan impactar los mismos factores y movilizan los mismos recursos de
intervención ofrecidos, sin embargo, no generan un circuito de validación y comparación en función de
sus propios resultados.

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MÓDULO 2 LECCIÓN 1 LA PRODUCCIÓN DE EVIDENCIA APLICADA A LA PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS

Este último punto marca lo que denominaremos prevención basada en evidencia, esta es, un tipo
de intervención que toma los avances de otros equipos, implementa con fidelidad, pero, además,
articula un proceso de validación, comparación y adecuación con altos estándares de evaluación,
esto es, incorporando grupos de control, aleatorios o no, para asegurar un análisis exhaustivo de
efectos atribuidos a la intervención.

Esta mirada abierta, expansiva y colaborativa marca la diferencia entre el consumo


pasivo de programas basados en evidencia empaquetados y listos para ser ejecutados, y
el desarrollo gradual de una perspectiva basada en evidencia que busca involucrar a los
actores interventores en la producción activa de estas evidencias.

Desde esta última perspectiva, los diseños basados en evidencia avanzan más allá de la pura replicación
de acciones que resultan en otros lados para generar un sistema propio de exploración, descripción
y ajuste. Por otro lado, los programas basados en evidencia establecen una relación de reciprocidad
con las comunidades globales que producen evidencia, generando contribuciones y participando
en la revisión crítica de experiencias desde los contextos específicos en los cuales intervienen. Esta
utilización reflexiva de la evidencia constituye el norte de los programas de prevención.

EL LUGAR DE LAS METODOLOGÍAS CUALITATIVAS Y EL FOCO INTEGRAL


El nivel de certeza y seguridad que ofrecen los
diseños cuantitativos de investigación social,
constituye un recurso esencial frente a un campo
de fenómenos complejos y de difícil abordaje,
como es el consumo de drogas. La delimitación que
realizan estos diseños, aislando el comportamiento
específico de una parte del problema (usualmente
factores protectores o de riesgo) permite situar
las intervenciones y reconocer, como hemos
visto anteriormente, cuando estamos frente a
un discurso de carácter moral o bien cuando
estamos describiendo una relación efectiva entre
estas prácticas y una dimensión de riesgo. Sin
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embargo, el uso dogmático de estas metodologías


puede acarrear el problema de perder un foco de
integralidad que abre permanentemente la mirada
preventiva a nuevos campos relevantes de reflexión,
diseño e intervención.

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MÓDULO 2 LECCIÓN 1 LA PRODUCCIÓN DE EVIDENCIA APLICADA A LA PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS

Las metodologías cualitativas buscan situar el problema más que generalizar riesgos y, en esta
línea, suelen ofrecer recursos para profundizar más que para aislar y extraer. La importancia
de complementar estas dos miradas se relaciona con la posibilidad de comprender aristas,
contextualizar, abrir nuevos niveles de riesgos, situar las metodologías y dotarlas de sentido
para las comunidad y personas con las que trabajamos. Los estudios de caso, las descripciones
clínicas, las etnografías en lugares de consumo, la sistematización de entrevistas o la apertura de
espacios para que las personas discutan y reflexionen sobre las prácticas de consumo, permite
la toma de decisiones estratégicas sobre los énfasis que deben tener los programas y, por cierto,
entregar insumos para la investigación cuantitativa sobre factores protectores y de riesgo que no se
encuentran en el campo de visión de dichas metodologías.

Otro elemento relevante de las metodologías cualitativas tiene que ver con el lugar discursivo de las
intervenciones. Si bien la evidencia muestra sistemáticamente los riesgos asociados al consumo,
la propia definición de un riesgo se encuentra sujeta a los marcos interpretativos de un colectivo
específico y, en muchas ocasiones, esto supone una distancia relevante respecto a lo que las
comunidades científicas entienden por riesgo. En este sentido, un riesgo puede ser un aumento
numéricamente observable en la probabilidad de ocurrencia de un problema, sin embargo,
también puede ser una incertidumbre que no merece mayor preocupación, puede constituir un
campo identitario para conductas desafiantes y provocadores, como son los deportes extremos,
las prácticas de sociabilidad juvenil, reafirmación de género, o bien, puede ser un concepto vacío
cuando el propio problema no adquiere consistencia en el lenguaje de un colectivo.

La evidencia también se ubica en este campo, ofreciendo estrategias para conectar con el discurso,
dotar de sentido, conectar, empatizar y adquirir los códigos que requiere una intervención social
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efectiva. A diferencia de otros problemas sociales, el consumo de drogas suele ubicarse en un campo
de placeres inmediatos, prácticas voluntariosas, que no observan las dificultades proyectadas por
el dispositivo de intervención, por lo cual conectar anticipadamente con un escenario problemático
se constituye como un desafío esencial de los equipos de intervención y, para ello, es fundamental
contar con herramientas en el campo del lenguaje y no sólo de los números.

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