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CURSO

Enfoques y prácticas basadas en evidencia para la prevención del


consumo de drogas

MÓDULO 1
¿Qué es la prevención basada en evidencia?

LECCIÓN 1
Prevención basada en evidencia en el consumo de alcohol y drogas
¿QUÉ ES LA
PREVENCIÓN BASADA
EN EVIDENCIA?
L a prevención basada en evidencia es, ante todo, un principio ético que orienta a las políticas públicas,
y toda intervención social, hacia estándares de calidad cada vez más elevados para asegurar que el
trabajo con las personas y las comunidades devenga en resultados positivos, un uso eficiente de los
recursos y la limitación de efectos no deseados.
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Esto supone un cambio relevante en la forma en que se conceptualizan los beneficios de


las políticas sociales, puesto que el método científico se constituye como mediador entre
las buenas intenciones de la intervención y sus probabilidades efectivas de éxito en la
generación de bienestar.

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MÓDULO 1 LECCIÓN 1 PREVENCIÓN BASADA EN EVIDENCIA EN EL CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS

Para lograr conducir las políticas sociales hacia un mayor nivel de efectividad y eficiencia en el uso de los
recursos, múltiples actores en el campo de la investigación se han volcado a la producción de evidencias
sobre el buen o mal desempeño de las acciones que se ejecutan en el campo social. Muchas de las
intervenciones que se suponían bien conducidas y con efectos positivos, han resultado tener efectos
nulos o incluso negativos para sus usuarios en este nuevo escenario de observación, fundamentalmente
porque se sostenían en hipótesis sesgadas, incompletas, caducadas o mal informadas.

D.A.R.E Y LA HIPÓTESIS DE LA PRESIÓN GRUPAL


Un caso emblemático de los programas que resultaron ser
inefectivos bajo esta perspectiva de evidencia científica es el Drugs
Abuse Resistence Education, cuyas siglas D.A.R.E. comunican a los
usuarios, principalmente estudiantes de primaria y secundaria
en EE.UU., el desafío de resistir la presión que ejercen los pares
hacia el consumo de drogas.

La raíz de este programa se encuentra en la creencia, fortalecida


por Nancy Reagan en la década de 1980, de que para prevenir
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el consumo de drogas basta decir “No” (Just Say No) y, por lo


tanto, la intervención debe ubicarse en la capacidad de cada
estudiante para sostener un discurso antidrogas y la socialización
permanente de los daños del consumo, especialmente desde
una perspectiva punitiva policial. De hecho, el programa

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MÓDULO 1 LECCIÓN 1 PREVENCIÓN BASADA EN EVIDENCIA EN EL CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS

D.A.R.E. resultó ser fácilmente identificable por la presencia de policías realizando charlas en los
establecimientos educacionales.

Las investigaciones científicas han mostrado consistentemente que no existe ninguna relación
entre un egreso satisfactorio del programa D.A.R.E. y un descenso en la probabilidad de consumir
drogas. De hecho, algunas investigaciones han mostrado que los participantes del programa
tienen una mayor predisposición a experimentar con drogas o iniciar un consumo prematuro de
alcohol que aquellos que no participaron (Werch & Owen, 2002; Sloboda, et al., 2009).

El vínculo entre las prácticas de consumo de drogas y la ciencia no es nuevo, de hecho, gran parte de su
problematización histórica se ha montado sobre sistemas epidemiológicos, estudios clínicos, etnografías
o análisis de casos, que han delineado sus características y abordajes. Sin embargo, hasta finales del
siglo XX e inicios del XXI el método científico había tenido escasas incursiones en la evaluación del foco
y el desempeño de los programas o proyectos que apuntan a disminuir la probabilidad de que las
personas consuman drogas, o bien, transiten hacia consumos problemáticos.

Las primeras décadas del siglo XXI han marcado una confluencia virtuosa entre investigadores e
interventores, entre personas que saben observar, describir y explicar mediante esquemas rigurosos,
sostenidos en la colaboración global de comunidades científicas y personas que saben identificar
oportunidades de intervención, saben abordar fenómenos complejos, generan prácticas reflexivas y
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levantan dispositivos eficientes para lograr beneficios concretos en las personas y las comunidades.
Además, este ciclo histórico habilita procesos de solapamiento, aprendizajes mutuos, y la emergencia
de nuevos profesionales que son capaces de integrar competencias de investigación, evaluación, diseño
e intervención. Esta integración de competencias abre un espacio nuevo e innovador para las prácticas
de los distintos actores sociales involucrados en la prevención del consumo de drogas.

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¿ESTÁN BIEN ENFOCADOS LOS
PROGRAMAS DE PREVENCIÓN DEL
CONSUMO DE DROGAS Y ALCOHOL?
E n el caso de la prevención del consumo de drogas, este nuevo campo de interés científico se articula
principalmente en torno a una pregunta central: ¿Qué factores elevan o disminuyen la probabilidad
de ocurrencia del consumo de drogas?
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Esto permite ordenar los ciclos de investigación y entregar a la política pública de prevención insumos
concretos y prácticos para diseñar intervenciones. Lógicamente, una vez que las investigaciones indican
cuáles son los factores que se encuentran involucrados en el consumo, entonces los programas pueden
diseñar metodologías adecuadas para intervenirlos.

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MÓDULO 1 LECCIÓN 1 PREVENCIÓN BASADA EN EVIDENCIA EN EL CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS

Y Y

X X

Correlación positiva Correlación negativa

La razón de ubicarse en este paradigma se relaciona con la naturaleza de la actividad preventiva. No hay
forma de observar las particularidades de aquello que no ocurrió. Una intervención preventiva exitosa
se constata por la ausencia de un fenómeno, particularmente el consumo de drogas, sin embargo,
ello supone la confluencia de múltiples factores que dejan en un estado de incertidumbre a los
equipos de intervención. Durante mucho tiempo, se han hecho múltiples actividades de prevención
suponiendo que existe una relación entre los factores que se abordan y la disminución de la probabilidad
de consumo, sin embargo, sólo a partir de la incorporación del método científico y la elaboración de
evidencia es posible saber con claridad cuando un factor efectivamente interactúa de manera positiva o
negativa con el consumo de drogas.

METÁFORA DEL QUESO SUIZO


Los factores de riesgo del uso, abuso o consumo problemático
de drogas se definen como aquellas variables que incrementan
las probabilidades de ocurrencia de estos fenómenos. Los
factores protectores, por su parte constituyen barreras para
que dichos riesgos no se traduzcan en prácticas de consumo
problemático.

Esta interacción de factores no es simple, puesto que una


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persona con múltiples factores de riesgo puede efectivamente


desplegar recursos protectores efectivos que lo mantienen
en una trayectoria de vida saludable, mientras otra persona
con escasos factores de riesgo puede escalar prontamente a
conductas de riesgo.

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Una forma didáctica de pensar estas interacciones y evitar miradas reduccionistas o demasiado
simplistas del consumo de drogas, es la metáfora del queso suizo. Se trata de múltiples láminas o
capas con huecos que representan los riesgos de un uso problemático de drogas, sin que ninguna
de ellas determine por completo la ocurrencia del fenómeno.

Las láminas de queso representan vulnerabilidades psicológicas, familiares, comunitarias,


educacionales, o bien, factores protectores como el deporte, relaciones afectivas o proyecciones
laborales, que modulan el influjo final que tiene una práctica de riesgo como es el consumo o
abuso de drogas.

El NIDA (National Institute on Drug Abuse) de EE.UU. define cinco dimensiones estratégicas para
observar estas vulnerabilidades: Individual, familia, pares, escuela y comunidad.

Factores de riesgo Dominio Factores de protección

Conducta agresiva precoz Individual Auto-control

Falta de supervisión de los Familia Monitoreo de los padres


padres

Abuso de sustancias Compañeros Aptitud académica

Disponibilidad de drogas Escuela Políticas anti-drogas

Pobreza Comunidad Fuerte apego al barrio

La prevención se ubica en el ejercicio de observar e intervenir estas distintas capas o agregar


nuevas, de tal manera que la probabilidad de ocurrencia disminuya. Esto no significa que las
probabilidades lleguen a cero, de ahí la relevancia de la metáfora del queso, sino más bien que es
posible delimitar áreas estratégicas de intervención basada en investigaciones científicas para un
abordaje efectivo de estos riesgos.

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En este sentido, diseñar programas de prevención basados en evidencia significa, en términos gruesos,
adherir a esta perspectiva científica que busca determinar los focos pertinentes de intervención,
de tal manera que las hipótesis y los esfuerzos que desarrollan los equipos apunten a variables que
efectivamente están interactuando con el consumo de drogas. Ahora bien, las evidencias que sustentan
los programas preventivos no se agotan en investigaciones sobre factores protectores y de riesgo, esto
no es en un nivel previo a la intervención, sino que se ubican también en la evaluación de resultados,
impactos y aprendizajes para avanzar en abordajes cada vez más confiables y beneficiosos.

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