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Yawar Fiesta

(1941- Versión definitiva 1958)

Contexto social
La obra describe una realidad contextualizada durante la primera mitad del siglo xx, cuando la sierra del Perú se hallaba sumida en un
enfrentamiento entre los terratenientes blancos o mestizos (patrones) y los siervos indios (campesinos). Los opresores, apoyados por
el gobierno central, tratan de imponer sus costumbres occidentales sobre los pueblos autóctonos; en contraparte, los indígenas pugnan
por mantener sus tradiciones, en muchos casos ya amestizadas. Lima empieza a inundarse de inmigrantes andinos, quienes se organizan
en centros regionales para ayudarse mutuamente frente a los abusos y las discriminaciones que sufren. También menciona a los chalos
o mestizos pobres, que actúan de manera ambigua ante las clases dominantes.
Contexto ideológico para comprender la obra literaria.
La novela surge en medio de una controversia nacional entre las dos posiciones ideológicas más representativas en la segunda mitad
del siglo xx, el socialismo y el capitalismo. El primero estaba relacionado con la valorización de las figuras de José Carlos Mariátegui
y la defensa de los nativos americanos contra el abuso y la marginación de las autoridades. El capitalismo, a su vez, estaba vinculado
a una estructura económica basada en capitales estadounidenses que ignoraban las tradiciones domésticas.

Esta tensión desigual fue la razón por la cual muchas personas, incluidos los Arguedas, enfrentaron conflictos de identidad y se dieron
cuenta de la importancia de reevaluar el mundo andino, sus derechos y su idioma. Por esta razón, el trabajo del autor refleja un mundo
de conflictos entre indios y “principales” y, al mismo tiempo, propone una visión estética diferente, basada en la perspectiva que tiene
el mundo andino de su realidad y de las realidades ajenas»

Resumen

I.- PUEBLO INDIO: Se describe a Puquio, “pueblo indígena”, formado por cuatro
ayllus o distritos indígenas, Pichk’achuri, K’ayau, K’ollana y Chaupi. Entre ellos había
rivalidad para mostrar quién se destacaba. Los mistis de la ciudad (blanco y mestizo)
habían invadido la ciudad durante mucho tiempo, formando un barrio que luego se
conoció como Bolívar Jirón.

II.- EL DESPOJO: Describe el abuso y el robo que los mistis realizaron contra los
indios. Tomaron sus tierras a través de argumentos legales y convirtieron tierras
tradicionalmente dedicadas al cultivo de papas y trigo en alfalfares para alimentar al
ganado, ya que la venta de carne era más rentable. Incluso invadieron las Punas y
obligaron a los indios a entregarles ganado y trabajar la tierra como peones.

III.- WAKAWAK’RAS, TROMPETAS DE LA TIERRA: A medida que se acercan las


festividades nacionales del 28 de julio, el sonido de wakawak’ras, trompetas indias hechas de
cuernos de toro que anunciaban el turupuckllay. Se comenta que para esta ocasión, el ayllu de
K’ayau se había comprometido a traer al toro Misitu, una bestia de montaña, que vivía en la puna y
que hasta ese momento nadie podía sacarlo de su querencia (lugar querido).

IV.- K’AYAU: Los de ayllu K’ayau lograron convencer


al terrateniente Don Julián Arangüena para que les cediera
al Misitu, quien vive en las tierras altas de su hacienda.
Todos celebraron el evento y en el pueblo solo se hablaba sobre las próximas competencias.
El misti empresario Don Pancho Jiménez está complacido; pero no el Subprefecto, que
consideraba a las fiestas como algo bárbaro y pagano.

V.- EL CIRCULAR: El subprefecto anuncia la


llegada de una circular del gobierno para la cual se
prohibió la tauromaquia “estilo indio” en toda la
República para evitar la muerte y lesiones. Los principales están divididos por tales noticias:
algunos, liderados por Don Demetrio Cáceres, acuerdan abolir lo que consideran una costumbre
salvaje, mientras que otros, a través de la voz de Don Pancho, piden que al menos ese año se
les permita celebrar las carreras por última vez, según la costumbre india, ya que los
preparativos ya estaban avanzados. El subprefecto es inflexible y advierte que está castigando
a cualquiera que se atreva a contradecirlo. Don Pancho está encarcelado, acusado de revoltoso.
Las autoridades municipales aceptan la orden de la circular y, como alternativa, se acuerda el
empleo de un torero profesional en Lima para realizar carreras de estilo “civilizado”, es decir,
español.

VI.- LA AUTORIDAD: Cuando se dan cuenta de la prohibición, los indios se reúnen


masivamente en la plaza principal, donde el alcalde y el sacerdote logran calmarlos y
garantizarles que habrá turupukllay de todos modos. El subprefecto lleva a Don Pancho
a su oficina, con quien tiene una conversación muy dura; Al final, lo libera y le advierte
que no endulce a los indios, de lo contrario volvería a prisión. Cuando Don Pancho ya
se retiró y caminó en medio de la plaza, el Subprefecto le ordena al Sargento que le
dispare por la espalda, pero el Sargento se niega a tal villanía. Este capítulo nos muestra
la degeneración moral de las autoridades enviadas desde la capital.
VII.- “SERRANOS”: Se describe la migración de miles de lucaninos a la capital, que fue
posible por el camino de Puquio a Nazca, que los propios Puquianos construyeron en solo
28 días, dirigido por el vicario del pueblo. La mayoría de los inmigrantes andinos trabajan
como obreros, empleados y sirvientes e invaden terrenos en la arena donde construyen
casas precarias; aunque también llegan mistis adinerados que inician negocios y compran
tierras para viviendas en áreas residenciales. En general, son tratados con desprecio y
llamados “serranos” como un insulto. Los lucaninos que viven en Lima forman una
asociación para defender y apoyar a sus coterráneos, el Centro Unión Lucanas. Su
presidente es el estudiante Escobar, un mestizo de Puquio, influenciado por la idea de José
Carlos Mariátegui, un sociólogo marxista.

VIII.- MISITU: El toro Misitu era considerado un animal legendario, los indios contaban
que éste no tenía madre ni tampoco padre, que había salido de una turbulencia de aguas
en la laguna Torkok’ocha. Su fama traspasaba los límites de la provincia de Lucanas,
residía en Puna o en la zona alta, se decía que estaba protegido por los queñuales de
Negromayo, en K’oñani. El terrateniente Don Julián Arangüena había tratado de atraparlo
pero nunca tuvo éxito, por lo que tomó la decisión de regalarlo, primero a los residentes
de K’oñani y finalmente fue a parar a los habitantes de K’ayau.

IX.- LA VISPERA: El subprefecto llamó a su oficina a los


vecinos más importantes para acordar la forma cautelosa de
llevar a cabo la circular sin causar molestias a los indios. Uno de los vecinos, Don Demetrio, le informa
sobre el plan del vicario: construir un pequeño coso en la plaza Pichk’achuri y los aldeanos estarían
convencidos de que era mejor realizar el evento allí, en lugar de usar todo el pampón de la plaza. También
serían persuadidos para evitar el uso de dinamita e ingresar a la arena pública para evitar muertes y
lesiones. Asimismo se informa que en Lima, el Centro Lucanas había contratado a un torero español
para enviarlo a Puquio. El subprefecto acepta todos estos planes. El Vicario cumple su parte y convence
a los Varayok’s indios para que construyan un coso pequeño con las troncos de eucalipto.

X.- EL AUKI: El narrador explica la relación y la veneración


que los puquianos tiene hacia los cerros; especialmente hacia
el auki (jefe) K’arwarasu, padre de todas las montañas de
Lucanas. Los comuneros del ayllu de K’ayaus se encomiendan para capturar al Misitu.
Dirigidos por el alcalde varayok, suben a su cumbre y entierran una ofrenda. Cuando
regresan, son acompañados por layka (mago) de Chipau, quien se ofrece guiarlos para
atrapar al toro. Los de K’ayau logran localizar a Misitu y lo llevan al coso de Puquio. El
layka es golpeado por el toro y su muerte se entiende como un sacrificio de sangre para
compensar el servicio otorgado por el auki.

XI.- YAWAR FIESTA: En el Día Nacional, una gran


multitud apareció en Puquio, que venía de toda la
provincia de Lucanas e incluso de lugares más lejanos,
para ver el evento taurino que tendría lugar en el coso
armado en la plaza Pichk’achuri. La fiesta se inicia con
el baile del danzante de tijeras frente a la iglesia, luego
hace un recorrido por las calles mostrando su capacidad
sobrenatural, su traje brillante y su música triste del arpa
y violín. Luego viene la música de wakawak’ras. Don
Pancho y Don Julián fueron encarcelados por órdenes del Subprefecto, para evitar que revolvieran
a los indios. El coso se desbordó y muchos se quedaron afuera e insistieron ingresar en vano.

Misitu apareció en la Plaza e inmediatamente entró el torero Ibarito II, quien ante la música de
los wakawak’ras y la canción lúgubre de las mujeres se sintió inseguro. Al principio, Ibarito
capeó bien, pero luego el toro buscó su cuerpo y trató de arrollarlo. Aunque pudo escapar y
refugiarse en los escondederos. Esto provocó el desprecio de los indios, que exigieron que
Wallpa, Honrao, Raura, K’encho salieron al ruedo.

El primero en entrar fue Wallpa, quien, después de dos


capeadas inteligentes, fue golpeado por el toro, que
incrustó uno de sus cuernos en su ingle, clavándolo en
uno de los troncos de la cerca. Los otros toreros indios lograron con gran esfuerzo separar el
toro del cuerpo de Wallpa. El Varayok alcalde de K’ayau alcanzó un cartucho de dinamita al
Raura, con el que finalmente hirieron mortalmente al toro, mientras Wallpa sangraba a
borbotones por la pierna, inundando el suelo con su sangre. El alcalde le dijo al subprefecto
que así eran sus fiestas, el yawar punchay verdadero.

Adecuado por la profesora: Rosa Huamaní

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